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Durante la primera mitad del siglo XX Canarias fue un destino atractivo para
numerosos artistas europeos que veían en la bonanza de su clima, en su paisaje o
en su enclave periférico un lugar propicio para trasladar hasta aquí su residencia,
ya fuera de modo temporal o permanentemente. En este contexto, el Puerto de
la Cruz se convirtió en un crisol de personalidades con marcado rasgo creativo,
algo que, a diferencia de lo acontecido en otros municipios de la isla, favorecía
su condición de ciudad consolidada en el sector turístico desde pleno siglo XIX.
Ello motivó que muchos creadores eligieran este núcleo poblacional como destino
de un viaje que en ocasiones se justificaba por motivos de salud o simplemente
de recreo.
Los numerosos hoteles, fondas y pensiones daban cobijo a quienes se veían atraí-dos
por sus recoletas calles y su privilegiada situación marítima. Así, a conocidos
autores centroeuropeos como Karl Drerup (1904-2000), Hans Tombrock (1895-
1966) o Bruno Brandt (1893-1962), se suman ahora otros menos destacados pero
de vital importancia para el panorama artístico y cultural de la isla de Tenerife.
Uno de ellos fue el pintor alemán Gustav Gulde (1906-1953), conocido gracias a
diversas aportaciones historiográficas debidas a la investigadora González Reimers,
El pintor alemán Gustav Gulde
(1906-1953). Itinerario vital
con escala en Tenerife
Eduardo Zalba González
Franz Frank: El pintor Gustav Gulde
enfermo. 1953. © Bildarchiv Foto
Marburg / fm 448.500
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quien ha tratado su biografía y producción artística local en varias ocasiones1.
Otro trabajo, presentado hace tan sólo unos años, desveló algunos rasgos inéditos
sobre el artífice con los que se complementaba un estudio del que aún queda
mucho por exponer2. De estos antecedentes parte el presente trabajo que, unido a
referencias inéditas de Canarias y Alemania, pretende sumar nuevas aportaciones
sobre un autor de reconocida valía y calidad artística.
Artista y viajero incansable. 1906-1936
Gustav Gulde nació en la localidad alemana de Ludwigshafen el 12 de agosto de
1906. Aunque se desconocen aún muchos datos sobre sus ascendientes, sabemos
que era hijo de Gustav Gulde y Carolina Guethner. Lástima que no podamos pre-cisar
aún si su familia guardaba relación con la empresa “Gulde”, una conocida
fábrica de combustibles fundada en 1885 en Ludwigshafen y regentada por un
personaje llamado también Gustav Gulde3.
Los primeros datos que conocemos de su juventud son los breves estudios de me-dicina
que cursó en diferentes ciudades de Alemania y Austria como Heidelberg,
Innsbruck o Viena. Sin embargo, durante el invierno de 1927 viajó a París con
idea de obtener una formación en el mundo artístico, algo que continuó por
Gran Bretaña (verano de 1928), Berlín (invierno de 1928), Sudáfrica (verano de
1929) y nuevamente París (una segunda residencia coincidiendo con el invierno
de 1929). En uno de estos viajes debió conocer a la que luego sería su esposa,
Gerda Schöning, puesto que en abril de 1929 vendría al mundo su primogénita.
Gerda nació el 21 de enero de 1906 en la ciudad de Hamburgo y era hija de
Lüppo Schöning y Anna Gäteke, ambos naturales de Alemania. Desconocemos la
ciudad del enlace matrimonial entre Gulde y Gerda, así como la del nacimiento
de su hija. No obstante, a juzgar por las fechas y las residencias del joven estu-diante,
sobreentiendo que este segundo acontecimiento debió producirse en la
capital de Alemania.
Tras la segunda estancia parisina, Gerda expide el visado en Bad Sulza4 y la fa-milia
Gulde traslada su residencia a la ciudad alemana de Jena, a unos dieciocho
kilómetros al sur de la anterior. Allí permanecieron desde el verano de 1930 hasta
la primavera de 1931, por lo que no es de extrañar que acabara siendo un lugar
donde dejó claras muestras de su arte. Recibió el primer encargo de un ciclo de
pinturas alusivas a la vida de San Juan Bautista para la parroquia del lugar y, más
tarde, la confección de las catorce estaciones del nuevo Vía Crucis en bronce. Tras
su estancia en Jena, los Gulde marcharon de nuevo a Italia, visitando Florencia y
Roma inicialmente (primavera de 1931) y Sicilia luego (verano del mismo año).
A los pocos meses de finalizar el periplo italiano, Gustav se instala de nuevo en
Jena. Era una ciudad que recordaba con agrado, pues en ella había recibido uno
de sus primeros encargos, el de la comunidad parroquial de San Juan Bautista.
Sin embargo, el regreso a Jena marcaría aún más la vida del pintor, ya que una
exposición monográfica le dio la oportunidad de consagrarse en el panorama
artístico regional. Gulde habrá cumplido la aspiración de todo joven artista al
exhibir un testimonio de su arte en la galería Kunstverein Prinzessinnenschlösschen,
lugar que acogió durante la década de los veinte relevantes muestras de arte
contemporáneo. Tal es así que allí se dieron cita Peter Behrens, Walter Gropius,
Adolph Meyer, Eric Mendelsohn y Mies van der Rohe, entre otros, en una colec-tiva
(1924), o Wassily Kandinsky (1925) y Laszlo Moholy-Nagy (1928) en sendas
monográficas. De ahí que el expresionista Gerhard Marcks haya definido a Jena
como “un centro cultural”, pues rápidamente se convirtió en el punto de encuentro
de numerosos artistas del panorama europeo5.
La muestra de Gulde tuvo lugar entre el 20 de diciembre de 1931 y el 15 de enero
de 1932, y en ella se pudo contemplar un total de ochenta y una obras, todas
(5) WAHL [1979], pp. 340 y 348.
(4) El 24 de marzo de 1930. Cfr. Archivo
Municipal del Puerto de la Cruz (AMPC):
Leg. 152, Policía, Orden y Seguridad,
Año 1933, exp. 6 Registro de extranjeros
1931-1950, núm 52.
(1) GONZÁLEZ REIMERS / CASTRO
MORALES [1984]; pp. 56-57; VV.AA.
[2005], pp. 343-344 y GONZÁLEZ
REIMERS [2010], pp. 97-98.
(2) ZALBA GONZÁLEZ [2009].
(3) KREUTER [1983].
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ellas realizadas en las ciudades nombradas durante las estancias de estudio. Entre
los paisajes de Gran Bretaña, Sudáfrica y Sicilia destacaban ejemplos de su obra
plástica de temática religiosa y los veintiún dibujos que realizó de las momias
de los capuchinos de Palermo, sin duda lo que más llamó la atención por su ve-rismo
y plasticidad. La exposición se completaba con la edición de un catálogo
donde era recogido el índice de obras expuestas, fotografías de algunas de ellas
y comentarios críticos sobre su producción6. En un centro como la Kunstverein
de Jena, consagrado por importantes personalidades del mundo artístico, no es
de extrañar que la apuesta hecha con el joven pintor haya supuesto un referente
para su trayectoria profesional, pues no debemos olvidar que Gustav contaba en
ese momento con tan sólo veinticinco años de edad.
Tras finalizar la muestra de Jena, el pintor se embarca en una nueva aventura
vital junto a su mujer y a su hija; en este caso el destino elegido fue Lisboa.
Desconocemos el motivo del viaje, aunque sí es sabido que no duró más de dos
meses porque el 9 de marzo Gerda expide el permiso de renovación de su visado,
necesario para seguir desarrollando su actividad itinerante; y unos días más tarde
de esta solicitud, la familia Gulde llega a Canarias. Dicho acontecimiento no pasó
desapercibido para la prensa local, que anunciaba la llegada del pintor alemán
don Gustavo Gulde en el vapor inglés “Highland Brigade”, acompañado de su señora
esposa doña Gerda Schoning e hijo [sic]7.
Al igual que ocurrió en otros muchos viajes, el motivo de la venida al Archipiélago
es aún desconocido8. Es probable que el pintor se haya sentido atraído por las
referencias positivas que se tenía de las Islas en esta época. Además, otros muchos
artistas –alemanes en su mayoría– ya habían elegido Tenerife como destino de
un viaje que en muchas ocasiones finalizaba con una permanencia definitiva, por
lo que no es de extrañar que los Gulde quisieran probar la aventura de vivir en
Canarias. Algunos documentos conservados en el archivo municipal del Puerto
de la Cruz especifican las profesiones de Gustav y Gerda, pues en una ocasión se
refieren a ellos como “pintor” y “labores de su casa” respectivamente, mientras
que en otra se les asignan las profesiones de “pintor” y “profesora”. Esto último
puede resultar clave a la hora de exponer las ocupaciones desarrolladas por el
matrimonio tras su llegada a la isla, pues la que luego sería su casa en propiedad
en el Puerto de la Cruz es recordada por algunas personas como un colegio ale-mán.
Encuentro probable que desde su instalación en el norte de la isla Gerda
haya elegido la docencia como medio de vida, lo que explica el por qué una vez
alojados en el Hotel Victoria de La Orotava requirieran una vivienda en alquiler
de entre cuatro y seis habitaciones, así como una criada para su hija. Lo solicitaron
durante el mes de agosto a través de la prensa local, poniendo como fecha límite
el 1 de septiembre y dentro del mismo término municipal. Además, gratificaban
con cien pesetas el día de la entrada en la nueva casa a quien le pudiera ofrecer
información sobre lo requerido. Los anuncios en el periódico aparecieron sólo
durante una semana, por lo que su retirada pudo deberse a la premura en con-seguir
lo que aspiraban9.
Se desconocen los lugares de residencia de los Gulde entre agosto de 1932 y enero
de 1934. La última fecha viene marcada por el bautismo de su hija María Cristina,
quien, según su partida sacramental, nació en la calle Doctor Pisaca del Puerto
de la Cruz. En efecto, otros documentos sitúan a la familia Gulde domiciliados
en el número 11 de la citada calle, en un inmueble donde también se alojaban
otras familias extranjeras, por lo que debía tratarse de una fonda o pensión10.
Sin embargo, los Gulde requerirían de un lugar más amplio donde acoger cómo-damente
a sus dos hijas y contar con un espacio propicio para la actividad del
joven Gustav. Por ese motivo acudieron al estudio del arquitecto José Enrique
Marrero Regalado (1897-t.1925-1956) con la idea de apostar por una vivienda
en propiedad donde hacer realidad sus anhelos. En un trabajo ya mencionado
tuve oportunidad de analizar la documentación conservada sobre el proyecto y
(6) Cfr. VV.AA. [1931].
(7) La Prensa, 15/III/1932, p. 5.
(8) Un padrón de habitantes se limita a espe-cificar
como “recreo” el motivo del mismo.
(9) Cfr. HOY: 11, 13, 14, 16, 17 y 18 de
agosto de 1932, pp. 2, 3 y 6.
(10) AMPC: Leg. 152, Policía, Orden y
Seguridad, Año 1933, exp. 6 Registro de
extranjeros 1931-1950, núm. 53.
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la construcción de esta vivienda, una fábrica de alto interés arquitectónico con
la que se amplía el catálogo racionalista del técnico granadillero11. En ella perma-necieron
hasta al menos el mes de mayo de 1936, momento en que se pierde el
rastro de la familia en Tenerife.
La permanencia de Gustav Gulde en el archipiélago no pasó desapercibida para
la sociedad de la época, pues varias actividades en las que participó y su relación
con personajes claves como Eduardo Westerdahl favorecieron su integración en
la sociedad isleña. No es de extrañar que un pintor que había tenido éxito en la
muestra de Jena quisiera probar suerte con una nueva exposición que mostrara
a otro tipo de público su calidad artística y el lenguaje estético recurrido. Así lo
hizo en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, coincidiendo con la
apertura del curso 1932-193312. La muestra fue inaugurada el 11 de noviembre y
en ella compiló un total aproximado de cuarenta obras, entre las que se encon-traban
paisajes de la isla y dibujos de las momias halladas en las catacumbas de
los capuchinos de Palermo. El entonces presidente, Francisco Bonnín, y la prensa
periódica elogiaron la obra del joven alemán, funcionando todo ello como una
fructífera carta de presentación de Gustav en la isla13. Tal es así que en enero de
1934 Gulde vuelve a ocupar las salas de la entidad capitalina con una segunda
exposición, al igual que hizo Bruno Brandt en 1930 y 1931, quien también se
había ganado la amistad del célebre acuarelista. Bonnín no dejaba pasar la opor-tunidad
de invitar a los artistas foráneos para que expusieran en la institución
que dirigía, pues así lo dejó escrito entre sus papeles: di orden a todos los hoteles
de turismo que tan pronto llegara algún artista extranjero me lo avisaran con el fin
de visitarles y solicitar de ellos expusieran en el Círculo14. La inquietud expresionista
que pintores como Brandt o Gulde dejaron en Bonnín se hace palpable en las
obras realizadas durante esta época, a las que no les faltaron consideraciones
negativas en cuanto a crítica15.
Después de estas exposiciones en la entidad santacrucera, el aval definitivo de
la producción artística de Gulde llegaría con los redactores de gaceta de arte, en
el momento en que deciden ilustrar su edición número veintitrés con un paisaje
del Puerto de la Orotava. Afianzan así la apuesta por la vanguardia del momento
en contraposición a la actividad desarrollada por el cercano museo municipal,
que –según Westerdahl– llena sus salas con cuadros más o menos ridículos16. Sin
embargo, no todos fueron capaces de entender la pintura de tintes expresionistas
del alemán, y ello llevó a que algunos críticos alzaran la voz en contra de lo que
Gulde exponía bajo un punto de vista meramente subjetivo. Así sucedió con José
Rial y su análisis del trabajo expuesto en la segunda muestra del Círculo de Bellas
Artes, considerando que en los retratos Juana y Ramona el pintor debía cuidar
sus líneas, dibujar antes de pintar. Y atender a defectos que, como los de las manos,
son tan importantes para el juicio de un retrato. Sin embargo, Rial es consciente de
las cualidades intrínsecas del joven intérprete, pues en lo relativo al género de
paisaje argumenta que el tono que aplica es algo tan personal, tan nacido de su “yo”,
que cualquier consejo sería impertinente17. Ello evidencia que la sociedad isleña no
estaba capacitada para entender la visión más vanguardista que traían los crea-dores
alemanes, algo que Westerdahl y otros autores sí defendieron a través de
postulados vertidos en diferentes medios escritos del momento.
La obra plástica de Gulde no fue el único motivo de elogio por parte de la sociedad
capitalina, ya que su faceta de músico también tuvo buena acogida por parte de los
directivos del Círculo. Así, en reunión de junta de gobierno acordaron clausurar el
curso académico 1934-1935 con un recital en el que contarían con la participación
del ya conocido pintor. Por ese motivo organizaron un concierto desarrollado el
27 de mayo en el que participó la violinista Cecilia Koenekamp acompañada al
piano por Gustav Gulde, interpretando un programa con obras de Beethoven,
Bach o Manuel de Falla, entre otros18. La importancia de esta actuación musical
no sólo tiene interés para la biografía del pintor por el hecho de dar a conocer
(14) GONZÁLEZ COSSÍO [1993], p. 50.
(15) GONZÁLEZ COSSÍO [1993], p. 63.
(16) La Prensa, 30/XI/1932, p. 1.
(17) Cfr. La Prensa, 18/I/1934, pp. 1-2;
VV.AA. [2005], p. 344.
(18) La Prensa, 23/V/1935, p. 5; Gaceta de
Tenerife, 28/V/1935, p. 3.
José Enrique Marrero Regalado:
Proyecto de casa para D. Gustavo Gulde.
1934. AMPC: Leg. 616, exp. s/n.
(11) ZALBA GONZÁLEZ [2009].
(12) Cfr. Gaceta de Tenerife, 12/XI/1932, p. 8.
(13) “…y de dicha exposición hemos oído
hacer de críticos de arte y otras personas
autorizadas grandes elogios”. Cfr. Hoy,
1/I/1934, p. 254.
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su faceta como pianista, sino porque es el último acto público conocido hasta el
momento en el que participó en Tenerife.
El rastro de Gulde se pierde momentáneamente hasta que en el verano reaparece
en su Alemania natal para inaugurar una exposición en el Städtische Kunsthalle
de la ciudad de Baden, vinculada con la participación de jóvenes artistas, precisa-mente
en la víspera del día en que cumplía veintinueve años de edad19. Aunque se
conocen pocos aspectos sobre la misma, sabemos al menos que tuvo lugar entre
el 11 de agosto y el 8 de septiembre de 1935. Dos motivos justifican que por
esas fechas Gustav seguía residiendo en el archipiélago. Uno de ellos se vincula
con el anuario del lugar donde tuvo lugar la muestra, al referirlo explícitamente
como “Gustav Gulde, Tenerife”. El otro, más preciso, es el diario de un pintor
norteamericano afincado en el Puerto de la Cruz, que registró los encuentros
que mantuvieron en esta localidad20. Cadwallader Washburn y Gustav Gulde se
conocieron el 9 de enero de 1936, cuando el alemán lo visita en su alojamiento
temporal del Hotel Marquesa. El interés se debió a que ambos aprendieron sus
respectivas técnicas a través de una relación que debió ser fructífera, ya que
el 30 de marzo Washburn promueve un nuevo encuentro. Así lo anotó en su
libreta personal: hice una larga visita a Mr. Gulde, joven pintor alemán. Ha hecho una
excelente pintura de paisaje. Hay constancia de que los días 10, 25 y 28 de abril,
y 26 y 27 de mayo ambos mantuvieron contacto, como así quedó reflejado en
el mismo diario, un documento clave para conocer la trayectoria de Gulde en los
primeros meses de 1936. Sin embargo, a partir de esta fecha se pierde su rastro
en Tenerife, así como el de Gerda y sus hijas Angelika Ana y María Cristina. En
los padrones de habitantes de la década de los cuarenta en adelante su vivienda
aparece habitada por ciudadanos de naturaleza germana y de apellido Feigel21,
quienes vivieron con Gulde y su familia cuando residían en el inmueble de la calle
Doctor Pisaca del Puerto de la Cruz. Debemos advertir que Hans Feigel y María
Reinhardt fueron los padrinos de su hija María Cristina, bautizada en el Puerto
de la Cruz, por lo que no es de extrañar su vinculación con el inmueble tras la
marcha de los Gulde de la isla.
Retorno a Alemania. 1936-1953
Aunque el objetivo de este trabajo se centra en la etapa insular del pintor, mi inten-ción
ahora es aportar algunos datos inéditos que aluden al periodo comprendido
entre 1936 –cuando desaparece su rastro del archipiélago– y 1953 –fecha de su
fallecimiento–. De su análisis se deducen referencias claves para recomponer su
trayectoria vital en futuras investigaciones.
Como he expuesto anteriormente, los motivos de la marcha de la familia Gulde
del Puerto de la Cruz no están del todo claros. En un documento localizado en
el archivo municipal de Lindau Gustav afirma que entre 1932 y 1936 estuvo
en Canarias en una fase de estudio, hizo una breve visita a África Occidental y
realizó un viaje a Inglaterra22. Ello impide precisar si los dos últimos destinos se
produjeron como escapadas durante su permanencia en el domicilio portuense o
fueron ciudades a las que acudió tras su marcha definitiva. Sí sabemos con certeza
gracias a la prensa escrita que realizó al menos dos desplazamientos mientras
estuvo afincado en Tenerife, uno del 7 de marzo al 16 de abril de 1934 y otro en
abril de 193523. Aunque se desconocen los lugares de destino y los motivos de
ambos viajes, cabe apuntar que en el primer caso tomaron un barco rumbo a Las
Palmas de Gran Canaria, mientras que en el de 1935 regresaron en el vapor “Isla
de Tenerife” procedentes de Barcelona. A falta de nuevos datos que certifiquen
estos traslados, cabe la posibilidad de que ambos viajes se correspondan con las
visitas a las que alude el documento ya referido.
La primera noticia de Gulde tras abandonar el Archipiélago la proporciona un
retrato ejecutado en 1937 por su amigo el expresionista Franz Frank (1897-1986),
(21) Esto ocurre hasta la década de los se-tenta,
en que ya se referencia unos nuevos
propietarios, cuyos herederos poseen el
inmueble hoy día.
(22) “Studienaufenthalt auf den kanaris-chen
Inseln. Kurzer Besuch West-Afrikas.
Aufenthalt in England”. Cfr. Stadtarchiv
Lindau. BV/1.423.
(23) Además del ya referido a Baden en el
verano de 1935. Cfr. La Prensa, 8/III/1934,
p. 3; La Prensa, 17/IV/1934, p. 3; y Gaceta
de Tenerife, 23/IV/1935, p. 2.
(20) GONZÁLEZ REIMERS [1985], pp.
179-180.
(19) Cfr. VV.AA. [1987], p. 222. Debo el envío
de esta referencia a la gentileza de doña
Isabel Mehl (Press Badischer Kunstverein).
Aunque con evidentes modificaciones, la
vivienda de los Gulde se conserva en la
zona de La Paz. Foto: E. Zalba
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que hasta el momento se configura como la primera imagen conocida que desvela
la fisonomía del pintor. En él aparece Gustav bajo un encuadre frontal, de medio
cuerpo, posando con las manos en los bolsillos del pantalón y ataviado con ame-ricana.
Una pincelada suelta que configuran amplias manchas de color recuerda
la producción de quienes, como Gulde, seguían los derroteros de la corriente
expresionista de la vanguardia alemana. Los destinos de Gustav y Franz encuen-tran
concomitancias en diversos momentos, por lo que no es de extrañar que
ambos artistas hayan tenido la oportunidad de conocerse y de interesarse por su
respectiva visión del arte. Así, Frank expuso en Jena en 1925, estuvo en Sicilia en
1939, y entre 1940 y 1945 hizo el servicio militar destinado en el norte de Francia,
al igual que le ocurrió a nuestro pintor, como ahora veremos24. El retrato de 1937
no será el único donde Franz efigie a Gustav, pues en enero de 1953 lo vuelve a
representar en un lienzo de mayor emotividad, al estar enfermo en cama. Ello
indica que ambos mantuvieron una amistad que duró hasta el final de sus días.
Como ya adelanté, durante la primavera de 1939 Gulde estuvo de nuevo en Sicilia,
lugar que ya había visitado y que fue motivo para una producción plástica con la
que obtuvo interesantes éxitos en diversos países. Sin embargo, los años siguientes
vendrán marcados por el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. De ahí que, al
igual que muchos otros, Gulde se alistara como soldado del ejército alemán entre
1940 y 1945, interviniendo en diferentes frentes. Estuvo en Wuzburgo, participó
en la guerra de Francia y se sabe también que fue herido en Italia, aunque en
los documentos no se explicita la gravedad del percance25. Tampoco sabemos en
qué momento de ese periodo tuvo lugar el suceso, ya que ejerció su producción
artística durante y después de la contienda. Prueba de ello es el hecho de que en
1943 –y aún con el conflicto bélico en desarrollo– participe en una exposición
colectiva titulada “Deutscher Künstler sehen das Generalgouvernement”, en la que
consiguió alzarse ganador del primer premio con su obra titulada “Altar des Ostens”.
Una referencia de archivo sitúa al pintor y a su familia en la localidad alemana de
Dresde durante 1945, por lo que se encontraban allí cuando la ciudad fue cruel-mente
bombardeada entre el 13 y el 15 de febrero de ese año. Según expone el
documento en cuestión, Gerda apenas pudo rescatar a su hijo de cinco semanas y atrás
debieron quedar documentos, muchos enseres y obras del artista. Se evidencia
así el horror que vivió la ciudad tras el ataque de las tropas norteamericanas, al
igual que el éxodo a que muchas familias se vieron obligadas por tan complejo
panorama. De este modo lo declaró el propio Gulde en febrero de 1946, cuando
dirige una carta al ayuntamiento de Lindau solicitando autorización para continuar
la práctica de la profesión. En ella adjuntó algunos datos para explicar cuál había
sido su trayectoria hasta el momento, pues carecía de cualquier otra certificación
debido a la celeridad con que huyeron de Dresde. El artista aparecía domiciliado
en la vivienda número 140 de la calle Kemptener, donde recibió la aprobación para
continuar con su práctica pictórica, según notificó el ayuntamiento en octubre de
1946 tras consultar con el gobierno militar y el área de cultura. También solicitó
empleo en el departamento de cultura del referido ayuntamiento, aunque sobre
este particular desconocemos otros datos esclarecedores. Es posible que no haya
conseguido el empleo que tanto anhelaba, puesto que en 1947 su mujer aparece
domiciliada en Wuzburgo, en el número 19 de la calle Mittlerer Dallenbergweg26.
De momento no se puede precisar si Gustav también residió allí, puesto que en
1949 reaparece nuevamente como vecino de Lindau a raíz de una exposición
colectiva que ahora detallaré. Sea como fuere, queda de manifiesto que las
circunstancias vitales de la familia generaron continuamente un traslado entre
localidades y países, unas veces motivado por estancias de aprendizaje artístico
y otras por necesidades imperiosas.
Su estancia en Lindau permitió que Gulde entrara en contacto con el escultor Willi
Veit (Überlingen 1904 - Lindau 1980), conocido por su obra religiosa y por haber
participado en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 representando
(25) Stadtarchiv Lindau. BV/1.423; y KETTER
[2002], pp. 116-117.
(26) VV.AA. [1947], p. 30.
(24) Cfr. VV.AA. [2011].
Franz Frank: El pintor Gulde. 1937.
Foto: franz-frank.de
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a su país natal. Su relación personal dio evidentes frutos en lo artístico, ya que
ambos decidieron realizar una exposición en la que Veit aportaría su producción
escultórica –que ya gozaba de cierta fama– y Gulde una selección de sus últimas
obras. La muestra se inauguró el 21 de agosto de 1949 en el “Rungesaal” del
Ayuntamiento de Lindau, localidad donde residían ambos artistas, y se comple-mentó
con una disertación prevista para el día 23 en la que participarían los
autores para debatir acerca del material expuesto27. La producción de temática
religiosa de Veit debió interesar profundamente a Gustav, pues no debemos
olvidar que él había aceptado encargos de obras de arte sacro desde sus inicios
en Jena, tanto en pintura como escultura. Ejemplos tempranos como la Piedad o
las catorce estaciones del Vía Crucis de Jena, el ciclo pictórico de la vida de San
Juan Bautista ya citado, una Virgen de la Misericordia que pintó para la parroquia
de Santa María de Sontra y otras muchas obras aún desconocidas completan un
ciclo de alto interés plástico y estético.
A los pocos días de montar la colectiva con Veit, Gulde abrió una nueva muestra
en la ciudad de Tettnang, a unos veinte kilómetros de Lindau. La exposición lle-vaba
por título Schwäbisches Land, Schwäbisches Meer y en ella se pretendía una
original interacción entre el visitante y los cuadros. Así, todo aquél que estuviera
interesado en el material expuesto podía optar a ellos escribiendo un poema
acerca de lo que la pintura le sugería. La muestra permaneció abierta durante
una semana, del 30 de agosto al 7 de septiembre de 194928.
Gulde abandonó Lindau en fecha indeterminada, mudándose a la que sería la
última ciudad de su periplo biográfico: Bebra. Como señalé más arriba, en 1953
Franz Frank retrató nuevamente a Gustav, aunque esta vez enfermo en cama. Las
secuelas de la guerra o alguna enfermedad que hasta el momento se desconoce
acabaron con la energía vital de un artista viajero. Ya sabemos que lo efigió en
cama, intentando esbozar una sonrisa, muy distante de la expresión perceptible
en el primer retrato que hizo de su amigo. La firma en la parte superior del cuadro
deja entrever la fecha de realización: “F Jan. 53” (Franz Frank. Enero de 1953),
por lo que se trata de uno de los últimos testigos que muestran la fisonomía del
pintor al final de su vida. Sin embargo, y a pesar de la apariencia decrépita que
se muestra del artista, se cree que fue en 1953 cuando realizó la decoración del
testero de la iglesia de Santa María de Bebra, la que sin duda debe ser uno de los
últimos encargos. El tema elegido fue la muerte de Jesús en el Gólgota, acompa-ñado
de María y un ángel que le sostiene la túnica. Ella aparece a los pies de la
cruz con rostro sereno, como si la esperanza de la resurrección le otorgara una
fuerza sobrenatural, algo que refuerza la leyenda que la acompaña. La pintura
mural fue restaurada en los años ochenta y entonces perdió el fondo que servía de
telón a la escena del Calvario, aunque se respetaron los caracteres que completan
la iconografía representada: Salve Crux spes unica”.
El 15 de octubre de 1953 concluye la vida de Gustav, con tan sólo 47 años de
edad. Atrás dejaba a sus hijos, a su esposa y una vida entregada al aprendizaje y a
la producción artística. Así lo hizo en todos aquellos lugares que visitó desde que,
siendo muy joven, comenzó su periplo a través de ciudades de Europa y África.
Las muestras de su arte se hallan repartidas por diversos museos y colecciones
particulares, en los que es palpable el pulso y la vitalidad de un joven dispuesto
a todo, entregado a su misión y fiel defensor de su estilo. El 18 de octubre tuvo
lugar el último adiós al pintor, con el funeral celebrado en el cementerio de Bebra
donde reposan sus restos mortales29. (29) Quisiera agradecer el interés y la ayu-da
mostrada por Ana Luisa González
Reimers, Leticia Fumero Rodríguez, Iris
Barbuzano Delgado, Juan Alejandro Lorenzo
Lima, Tomás Díaz Mielenhausen, Isabel
Mehl, Karina Vögele, Yvonne Fomferra,
Martina Sauer y los reverendos Ansgar
Paul Pohlmann y Joachim Hartel.
(27) Cfr. Schwäbische Zeitung, 20/VIII/1949,
p. 15.
(28) Cfr. Schwäbische Zeitung, 30/VIII/1949,
p. 7.
La tumba de Gustav Gulde en el cemen-terio
de Bebra.
Foto: Martina Sauer
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CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012
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