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CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 029 Lugares espinosianos en la literatura y cine canarios contemporáneos Paula Fernández Hernández INTRODUCCIÓN Roland Barthes enunciaba en los años setenta que todo texto es un intertexto , es decir, que, en cualquier texto dado, se reúnen otros textos, evidenciándose estos a diferentes niveles. El filósofo francés define así la noción de intertextualidad, que formulara Julia Kristeva2 previamente, como una ampliación, a su vez, de lo que Mijaíl Bajtín destacó como los caracteres dialógicos y polifónicos que se dan en una novela, revolucionando la teoría literaria tradicional. La propuesta de Baj-tín venía a contradecir la visión romántica del autor y de la obra como un discurso monológico, entendiendo que todo texto es en realidad una convivencia de otros textos anteriores, que aparecen transformados, reconvertidos, deconstruidos o, simplemente, reproducidos o citados. Así, se entienden la literatura y las creaciones culturales como red de significados y componentes extraliterarios . Ahora bien, existen textos que adquieren mayor protagonismo en el interior de esa red debido a sus relecturas y multiplicidad se-mántica, que los hacen capaces de sobrevivir a los cambios epistémicos y al paso del tiempo. Este año 2019, las Letras Canarias se dedicaron al reconocimiento de la obra y la figura de Agustín Espinosa (1897-1939), maestro e intelectual del norte de Tenerife. Quise aprovechar la ocasión para investigar el papel de Espinosa en una red literaria de marco canario a través del rastreo de conexiones intertextuales en la literatura contemporánea canaria. Para ello comenzaré destacando el uso de la figura de Espinosa como categoría crítico-literaria, es decir, como clave de lectura que utiliza la intelectualidad a la hora de interpretar textos o manifestaciones culturales en el ámbito canario, para a continuación destacar el uso de lo que propongo denominar «lugar espinosia-no » en las producciones literarias mismas. Con esta tarea, trataré de demostrar que, por su calidad o sus aportaciones, algunas obras literarias canarias, como en el caso de las compuestas por Espinosa, trascienden su dimensión historio-gráfica y se convierten en textos vivos aun transcurridos los años. De hecho, me centraré en muestras actuales, con el objetivo de observar cómo lxs escritorxs4 de finales del siglo XX y de principios del siglo XXI recurren a lugares espino- (1)BARTHES, Roland: «Texte (théorie du)», Ency-clopaedia Universalis, 1973. (2)KRISTEVA, Julia: Sèméiôtikè. Recherches pour une sémanalyse, Seuil, 1969, pp. 84-85. (3)LEVINE, Caroline: Forms: whole, rhythm, hi-erarchy, network, Princeton University Press, 2015. pp. 112-131. (4)El uso de la «x» para señalar el género obe-dece a un posicionamiento académico. Este es la contemplación de diversos géneros persona-les, la superación tanto del binario y como del uso del género «masculino» gramatical como genérico (BENGOECHEA, Mercedes: «Cuerpos hablados, cuerpos negados y el fascinante de-venir del género gramatical», Bulletin of Hispa-nic Studies, Liverpool, vol. 92, nº 1, 2015, pp. 1-24). Esta postura teórica me impide utilizar un género gramatical determinado cuando des-conozco las preferencias de género del deter-minado grupo al que hago referencia. Utilizo un género marcado cuando se trata de alguien que, de forma directa o indirecta lo ha manifestado. Si no dispongo de esa información, acudo a un género no explicitado marcado por la letra «x». CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 030 sianos en la construcción de sus obras. Atenderé a cómo se plasman estos lu-gares, qué elementos relacionados con Espinosa aparecen, las interpretaciones que podemos extraer de ellos, cómo se usan y para qué, de manera que al final logre perfilar, a modo de recapitulación, la definición del lugar espinosiano como categoría útil para la interpretación de algunos productos culturales en Canarias. LUGAR ESPINOSIANO COMO CATEGORÍA CRÍTICA En algunas antologías y estudios sobre lxs nuevxs creadorxs canarixs, llama la atención la continua referencia a la influencia que ejerce Espinosa en ellxs. Así, Antonio García Ysábal, en La nueva poesía canaria (1986-2000), destaca cómo entre las preferencias que escogen lxs siete poetas antologadxs5 se encuentra la línea surrealista de Agustín Espinosa o de Óscar Domínguez6. Esta opinión es compartida por Daniel Bernal en el estudio introductorio a la antología de poetas canarixs nacidxs entre 1960 y 1992 que realiza Cecilia Domínguez Luis titulada Poesía canaria actual (La Manzana Poética, 2016). Bernal indica que, a pesar de la diversidad que parece caracterizar a la joven poesía canaria, «sí se advierten algunas flexiones particulares, lecturas compartidas y asimiladas como referen-tes (como serían, en muchos casos, Agustín Espinosa, Pedro García Cabrera, Félix Francisco Casanova o Andrés Sánchez Robayna)»”7. Asimismo, Bernal alude a un elemento conductor de la poesía canaria desde sus inicios con las Endechas a la muerte de Guillén Peraza (1447): el tratamiento del paisaje. Esta estela, que continúa andando el tiempo con la atlanticidad de Tomás Morales y la plasmación de la ciudad portuaria de Alonso Quesada, queda desarrolla-da ampliamente por Espinosa y otros autores coetáneos durante las primeras décadas del siglo XX. Algunos ejemplos de ello son las obras Lancelot, 28o-7o. Guía integral de una isla atlántica (1929), de Espinosa; los ensayos El hombre en función del paisaje (1930), de Pedro García Cabrera, y Geometría del pai-saje (1930), de Antonio Lorenzo-Cáceres. Estos intelectuales tratan de innovar en la concepción geográfica de las islas al incorporar ciertos parámetros de las vanguardias históricas, como la abstracción, el cubismo, el creacionismo o el indigenismo, obteniendo como resultados lenguajes y propuestas particulares de vital importancia para la comprensión de la época contemporánea canaria. Retomando la argumentación de Bernal, en esta evolución de la consideración del paisaje insular en la literatura canaria, el turismo supondría el último gran elemento de impacto en las formulaciones del lugar. Así, algunas propuestas recientes de poetas críticxs transforman las interpretaciones precedentes de la insularidad «en signo representativo de habitar la isla de las maldiciones espino-siana, con sus respectivos símbolos de atracción y alejamiento que subsumen la vida en un coágulo dinámico de complejas identidades fluctuantes»8. Se trata de la isla de las maldiciones que aparece al final de la novela de Espinosa, Crimen, en el apartado «Epílogo en la isla de las maldiciones», que incluye la alusión «Yo, el hijastro de la isla. El aislado». Vendría a recoger el abanico de posibilidades identitarias que pueden desplegarse en cualquier lugar, incluida una isla, a pe-sar de o aun con los relatos míticos, idealizantes y publicitarios que se vierten sobre ella. De la misma manera que Espinosa asesinara a «una vieja y burguesa concepción de la literatura»9 a través de su novela surrealista, Bernal indica que lxs jóvenes poetas críticxs de la actualidad se suman al cuestionamiento del es-pacio insular tal cual les ha sido dado. Así, estos consiguen formular sus propias coordenadas creativas y críticas a la luz de los años transcurridos, los cambios epistémicos y las preocupaciones o preferencias de las nuevas generaciones. (5)Estos son: José Rafael Franco, Coriolano Gon-zález Montañez, Paula Nogales Romero, Veróni-ca García, Víctor Álamo de la Rosa, Pedro Flores, Tina Suárez Rojas. (6)GARCÍA YSÁBAL, Antonio (ed.): La nueva poesía canaria (1986-2000), Verbum, 2001, p. 29. (7)BERNAL, Daniel: «La palabra naciente. Al-gunas notas sobre la joven poesía canaria» en Poesía canaria actual. Antología 1960-1992, La Manzana Poética, 2016, pp. 21-32, p. 23. (8)Ídem, p. 26. (9)PADORNO, Eugenio: «Presentación –a estas alturas– de Agustín Espinosa» en Crimen. Media hora jugando a los dados, Biblioteca Golpe de dados, 1999, pp. IX-XVIII, p. XV. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 031 Ante tal panorama, resulta destacable la vigencia de Espinosa. A este respecto, en una encuesta realizada por Eduardo García Rojas para el blog El Escobillón10 se preguntó a 39 escritorxs y especialistas de las Islas sobre las cinco obras de la literatura canaria que más les habían impactado en su carrera creativa o como lectorxs críticxs. De entre ellos, trece citaron Crimen como una de las tres primeras obras relevantes. Además, aparecen otras obras de Espinosa, aunque en menos ocasiones, como Media hora jugando a los dados y Lancelot, 28o-7o. José Miguel Pérez Corrales destaca la diferencia con lxs escritorxs de los años 80, que preferían Lancelot, 28o-7o12, mientras que las generaciones posteriores, a tenor de lo arrojado por la encuesta, eligen Crimen como título fundamental. Lancelot, 28o-7o y Crimen se asoman entonces como casi paradigmáticas en el análisis de los lugares espinosianos, por cuanto los textos en sí y algunos de sus componentes se convierten en recursos a los que acude la crítica literaria o hu-manística actual para explicar y ubicar la aportación de unx escritorx canarix en una determinada línea estética o crítica. Esto ocurre con respecto a Alejandro Krawietz (Tenerife, 1970), quien también es un reconocido investigador en tor-no a la figura de Espinosa. Francisco León indica que el poemario de Krawietz titulado Para un dios diurno (Idea, 2016) «se inscribe en la estela de libros como Diarios de un sol de verano de López Torres, Altos del sol de Melchor López o Lan-celot, 28o-7o de Agustín Espinosa». La recurrencia a lugares espinosianos conti-núa en el mismo artículo con otro poemario de Krawietz, Memoria de la luz, por el que obtuvo el Premio García Cabrera de Poesía en 2001: «en la realidad aludida en los nuevos poemas aparecen zonas de claroscuro, puntos de fuga hacia simas microscópicas y cotidianas: el paraíso de la infancia se enfrenta también a una isla de las maldiciones»14. En este sentido, el lugar espinosiano de la «isla de las maldiciones» emerge como paradigma de los tópicos negativos vertidos sobre la insularidad, como arquetipo geográfico del aislamiento ontológico o de los mons-truos de los espacios-otros trazados bajo rúbricas románticas. Samir Delgado (Gran Canaria, 1978) reúne en Una casa mal amueblada: Escritos del cibercafé (Baile del Sol, 2010) un conjunto de reflexiones sobre diferentes temas contemporáneos. Entre ellas, incluye una titulada «La Página joven» en la que destaca la labor de dicha editorial en la promoción de los trabajos de tres es-critores canarios noveles: Jesús Gerardo Martín Perera, Daniel Hernández María y Kenia Martín Padilla. Delgado alude a la influencia espinosiana en ellos: «Con la invocación entusiasta de García Lorca, Alejandra Pizarnik y Agustín Espinosa como referentes de su inspiración cotidiana, los tres jóvenes que han escrito las nuevas páginas de nuestra actualidad lírica son de carne y hueso, comparten las horas de esta crisis como cualquier hijo de vecino y llevan la vocación literaria metida en la sangre»15. De Martín Perera resulta evidente su deuda con la lírica de Pizarnik, y sobre el vínculo de Espinosa con Daniel María y con Martín Padilla nos ocuparemos más adelante, así como de la huella que Espinosa ejerce sobre la obra del propio Samir Delgado. A tenor de la recurrencia señalada de Espinosa para desarrollar términos o inter-pretaciones de índole literaria en nuestros días, ¿constituiría en sí un vector de unión de la producción cultural canaria? ¿Es arriesgado determinar que la figura y las obras de Espinosa podrían ser un elemento compositivo o un referente im-portante entre lxs autorxs de las Islas? Para tratar de acercarnos a una respues- (10)GARCÍA ROJAS, Eduardo: «Canarias, tierra de literaturas», 23 de abril de 2017, www.elescobillon.com/2017/04/. (11)Roberto A. Cabrera, José Luis Correa, Rafael José Díaz, Covadonga García Fierro, Roberto García de Mesa, Coriolano González Montañez, Oswaldo Guerra Sánchez, Elsa López, Sabas Martín, Nilo Palenzuela, Alexis Ravelo, Ayoze Suárez y Yeray Barroso. (12)PÉREZ CORRALES, José Miguel: «Agustín Es-pinosa, desde 1936» en Crimen. Textos de 1934- 35, Insoladas, 2018, pp. 326-370, p. 369. (13)LEÓN, Francisco: «El don de la unidad», Fo-gal, nº 15, 24 agosto 2017, www.revistafogal.com/2017/08/24/el-don-de-la- unidad/. (14)Ídem. (15)DELGADO, Samir: Una casa mal amueblada: Escritos del cibercafé, Baile del Sol, 2010, p. 137. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 032 ta, pasaré a analizar las concretas apariciones de los elementos espinosianos en poesía, prosa y cine canarios. LUGAR ESPINOSIANO COMO TOPOS LITERARIO En la búsqueda de las huellas de la obra de Espinosa en la literatura y el cine canarios actuales –desde 1973 hasta el 2018–, nos interesamos por signos asociados a la obra del autor tinerfeño que aparecen en contextos diferentes de los originales. Estas huellas pueden aparecer como citas iniciales de poemas, incrustadas en la trama de una novela, convertidas en metonimias o compara-ciones o como anécdotas históricas. Esta recurrencia justifica la consideración de la figura y la obra de Espinosa como un topos literario, es decir, un lugar o temática común al que se acude repetidamente desde la crítica y la creación literaria para hacer referencia a determinados aspectos; en este caso, en el seno de la literatura canaria. Para el rastreo, me he valido ampliamente del artículo de Daniel María titulado «Apuntes y cronología sobre el rescate de Agustín Espinosa y la vanguardia ca-naria » , así como de las valiosas aportaciones de José Miguel Pérez Corrales en «Agustín Espinosa, desde 1936» . Este último artículo funciona como brillante recapitulación de las menciones a Espinosa en ensayos u homenajes dedicados a su figura, reediciones de sus obras o algún aspecto relacionado con el escritor, después de haber analizado la recepción de la obra escrita de Espinosa una vez estalla la Guerra. He tratado de ampliar estas dos grandes contribuciones que desde la crítica se han emprendido para inventariar el legado de Espinosa en las letras canarias y en las actividades culturales en el interior y exterior de las islas. Así, procederé al análisis de las referencias a la obra espinosiana, empezando por el género poético, siguiendo por el narrativo y terminando en el fílmico18. Los precedentes de esta construcción de los lugares espinosianos vendrían de la mano de los coetáneos del maestro que le dedicaban ‒como hacían frecuen-temente entre ellos, lo cual nos traslada una idea de comunidad intelectual19‒ algunas palabras o retratos, así como de sus reacciones o de la recepción de su propia figura durante su vida e inmediatamente después de su muerte. De entonces, apenas encontramos vestigios debido al momento político extremada-mente restrictivo en el que no se podía mencionar a un señalado por el régimen franquista como era Espinosa20. Comenzaremos por analizar los lugares espinosianos contemporáneos en el poemario de Octavio Pineda (Las Palmas de Gran Canaria, 1979) titulado ama-sijos conversaciones y otras ciudades (La Página, 2011)21. En esta obra, la suce-sión de estampas responde a un paisaje fuertemente urbano, en el que el poeta discurre entre cafeterías y hojas de cuaderno que se convierten en vehículos de necesaria conexión entre ciudad y poesía. De hecho, Pineda entiende la con-tinuidad entre la urbe y la lírica como dos caras de lo mismo o dos elementos indisociables, es decir, como si la ciudad se valiera de la poesía desde su fun-dación22. De ahí que, teniendo en cuenta la genealogía de la moderna literatura canaria, Pineda entronque directamente con las propuestas estéticas del grupo de Gaceta de Arte al que pertenecía Espinosa. De hecho, el poeta grancanario se centra en figuras dedicadas a la renovación literaria y artística de las islas, como Óscar Domínguez, Manuel Padorno, Eugenio Padorno y Agustín Espino-sa. A este último dedica el poema «las palmas de gran canaria a jorge oramas», (16)Revista Literaria de la Academia Canaria de La Lengua, http://aclrevistaliteraria.academiacanarialen-gua. org/apuntes-y-cronologia-sobre-el-resca-te- de-agustin-espinosa-y-la-vanguardia-canaria/. (17)En ESPINOSA, Agustín: Crimen. Textos de 1934-35, Insoladas, 2018, pp. 326-370. (18)Emprenderé un análisis de un ejemplo cine-matográfico desde parámetros diegéticos y no procederé a un estudio fílmico profundo por alcanzar éste dimensiones que no contemplo en el presente artículo. Por tanto, considérese incluido en la noción de «escritorx» o de «litera-tura » empleadas, lo alusivo el filme que estudia-remos. Por el mismo motivo, no trataré la inter-textualidad con las artes plásticas por constituir objeto de un estudio pormenorizado. Algunos ejemplos que podrían contemplarse en tal ne-cesario abordaje podrían ser Lancelot 28º-7’ de Juan Ismael (1951, 65x81cm, Encaústica sobre lienzo, TEA) o la obra de César Manrique, preo-cupada por el paisaje conejero. (19)Véanse ejemplos en Agustín Espinosa, a los setenta años de su muerte [1939-2009], Go-bierno de Canarias, 2009, pp. 16-47. (20)El mismo poema que Emeterio Gutiérrez Albelo le dedica a su muerte, contiene varios estándares oficiales, entre los que se escapan algunas referencias sentidas, como la denomi-nación de Espinosa como el «Profesor de Jar-dines » (visto en ESPINOSA, Agustín: Crimen. Textos de 1934-35, Insoladas, 2018, pp. 299- 300). Para más menciones necrológicas de di-ferente índole, consúltese el artículo citado de PÉREZ CORRALES, José Miguel: «Agustín des-de 1936» en ídem, pp. 326-370. (21)Accésit del Premio de Creación Joven Injuve (Instituto de la Juventud, Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social) en 2009. (22)El puesto de vigía urbano le lleva a contem-plar varios escenarios o la heterogeneidad del CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 033 directamente relacionado con el artículo que el escritor tinerfeño dedicara al pintor grancanario titulado «Mártires del insularismo. La trágica orfandad del pintor J. Jorge Oramas»23, publicado en el Diario de Las Palmas el 13 de abril de 1933 y que desarrollará siete días más tarde en la famosa conferencia Media hora jugando a los dados, leída en el Círculo Mercantil de Las Palmas de Gran Canaria. Para más evidencia, el poema de Pineda viene introducido por una cita del propio Espinosa: «el sentido de la luz y del color de la naturaleza atlántica». Este poema contiene elementos referenciales bidireccionales hacia Oramas y hacia Espinosa, en una especie de juego –por supuesto no faltan los dados– en el que se confunden homenajeado y homenajeador. Se establece así un diálogo entre pintura y escritura, entre sus propias versiones en torno al indigenismo y surrealismo en la lectura del paisaje, como dos movimientos coetáneos que buscaban, a principios del siglo XX, desentrañar los entresijos de una sociedad rural en convivencia, muchas veces conflictiva, con la urbe atlántica. El resulta-do es la continuidad entre el paisaje de barranco y palmera y el hábitat citadino, en cuya definición se halla la condición ultramarina y de puente colonial entre universos étnicos plurales. pinta dados de luz cada mañana se despierta en tres esquinas y comienza los ángulos de la ciudad el océano que se incrusta entre sus manos la partitura dorada o la brisa de la tierra en rastros azules mezcla una palmera mientras el barranco amanece como una ciudad de azoteas nace entregado desde la playa del nuevo mundo juntando cuerpos de colores que pinta por sus dedos24 La referencia al texto de Espinosa es clara, tal y como comprobamos a conti-nuación en el extracto del tinerfeño: «Tiene rellenas de colores de paisajes de tu Isla las manos. Tiene en cada dedo cien insularios paisajes policromos, que se le asoman a las yemas, afanosos de expresarle en plástica ternura, peregrinos de óleos quiméricos, de espectrales pinceles, de utópicas telas»25. Federico J. Silva (Las Palmas de Gran Canaria, 1963) compone el poema «Un ensayo de definición»26, el cual se encuentra plagado de referencias a la literatu-ra canaria y a la mitología vertida sobre las Islas desde la época clásica. El autor apela al debate identitario a través de un trasfondo dialéctico cifrado en términos de centro y margen, yo y otro, que recuerda a Octavio Paz. La voz lírica experi-menta con la intersección entre geografía insular y archipielágica, y el catálogo de léxico asociado a la imagen mítica de las islas. De hecho, es en este punto donde aparece un lugar espinosiano: «la isla de las maldiciones». Aparte de este, aflora la «esdrújula hespéride» que recuerda a Cairasco de Figueroa; la fuente, la roca y el almendro de Nicolás Estébanez, rematados por el verso más característico de las Endechas a la muerte de Guillén Peraza: «todo lo acaba la malandanza»: […] elísea, bienaventurada, esdrújula hespéride, atlántida, poma áurea o remota sima paisaje habitado y vivido, de ahí que el recurso del archipiélago presente tanto valor en este poemario. Y es que, en el fondo, parece que todos los amasijos y conversaciones plasmadas en el poemario no sean más que diferentes ciu-dades o la misma ciudad. La única óptica posi-ble para Pineda es la urbana, pero esta no impli-ca una urbanidad exclusiva, sino una reflexiva y abarcadora de imaginarios. (23)ESPINOSA, Agustín: Textos (1927-1936), Aula de Cultura, 1980, pp. 224-226. (24)PINEDA, Octavio: amasijos conversaciones y otras ciudades, La Página, 2011, p. 38. (25)ESPINOSA, Agustín: Textos (1927-1936), Aula de Cultura, 1980, pp. 224-226, p. 225. (26)Visto en DOMÍNGUEZ LUIS, Cecilia (ed.): Poesía canaria actual. Antología 1960-1992, La Manzana Poética, 2016, pp. 68-69. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 034 de las górgades, locus asaz extremus en los confines de la tierra y por ello edén nocturnal de tinieblas, susurro de algas y miasmas, la escondida senda paradoxográfica. Tú eres la encubierta, la inédita non trubada. Yo soy el reflejo del reflejo de una sombra que me asombra, una lejana isla de las maldiciones en el sonoro océano tenebroso: a veces dogal no sé si gargantilla. Tú eres mi fuente, mi roca, mi cumbre, mi cuna y mi fosa, mi almendro o tal vez mi horca: todo lo acaba la malandanza. Samir Delgado, anteriormente citado, participa del proyecto lírico titulado Plane-ta turista (Amargord, 2014) junto a los también poetas David Guijosa y Acerina Cruz. Esta obra reúne poesías de los tres autores en relación con el turismo en las islas y como fenómeno global. A modo de testimonio de un lugar denomina-do la ciudad turística, los poemas tratan sobre las condiciones de habitabilidad y existencia que genera este sector y el sistema que impone, las cuales suelen estar en el reverso de la imagen turística privilegiada27. Un poema de Delgado titulado «amor turístico intertextual» se configura como un juego poético en el que incluye cuatro estrofas que corresponden, respectivamente, a cuatro textos de Antonio de Viana, Luis Alemany, Agustín Espinosa y Manuel Padorno. A través de él, Delgado juega con el diálogo descafeinado entre cuatro grandes nombres de la literatura canaria, incorporando citas de ellos completamente descontex-tualizadas que dan como resultado un patchwork textual que también pone en valor la condición elemental y constitutiva de la literatura como una red en la que los textos se cruzan, citan, deconstruyen y reconstruyen entre sí, diluyéndose así las autorías al más puro estilo cervantino o borgiano: [amor turístico intertextual]28 Sienten los dos un no sé qué de gloria, mezclado a un sí sé qué de pena y ansia. La sonrisa que en este momento preside la mesa, el mediodía, el almuerzo, la vida toda, el color del barniz del portal de los apartamentos. Una ventana puede ser marco de un cuadro de Giorgione, si a ella se asoma de pronto una muchacha rubia, de ojos de miel, fino talle y manos de ángel sin cielo29. Amanece en el mar, la playa tiene el olor de manzana apetitosa: baja a la playa solitaria, solo, un dios real, desnudo, organizado, largamente la luz sola, el turístico sol que emprende el viaje. (27)guijosa, david, Cruz, Acerina y Samir Delga-do: Planeta turista. Poesía reunida, Amargord, 2014, p. 19. (28)«Poema construido con textos de: Antonio de Viana (1), Luis Alemany (2), Agustín Espinosa (3) y Manuel Padorno (4): según orden correla-tivo a cada estrofa» (Ídem). (29)«Balances de mar y tierra. El contramito de Dácil» firmado en Las Palmas, en agosto de 1931 y publicado en La Prensa, Santa Cruz de Tenerife, el 1 de septiembre de 1931. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 035 Es curioso que tanto Silva como Delgado incluyan a Espinosa en sus particulares revisiones de la tradición literaria canaria. Resulta reseñable por cuanto se trata en ambos casos de ejercicios creativos llamados a revisar las obras cumbres de la literatura del archipiélago y por el hecho de que los dos poetas coinciden en que la huella espinosiana no puede faltar. Un gran consagrado al autor que nos ocupa, Nilo Palenzuela, publica el poe-mario La hoja seca (Vitrubio, 2014) y en él aparece una referencia a la mítica isla espinosiana de Lancelot en un poema dividido en dos partes: «Island in the Sun, 1957-2000. Collage espacio-temporal o cincuenta años no son nada». La alusión al fenómeno turístico también centra esta mención. En el caso de Palen-zuela, se emprende a través de la representación de diferentes actores turísticos ‒trabajadores y nativos, frente a consumidores‒ y de la lectura de este sector como una nueva cara de la economía de la plantación colonial. A su vez, aparecen contrapuestas las imágenes del turista que llega con el emigrante procedente del África subsahariana y que no puede alcanzar la costa. Postal: turistas ante la plantación. Los trabajadores negros «felices» con sus cantos. Postal: variación 28o-7o. Llegan los turistas. Los campesinos son botones, camareros, recepcionistas. Llevan y traen las llaves de su rentacar, van a la playa y pronto, en 20 años, los «nativos» siembran la sombrilla, se broncean. Más allá, un subsahariano, desde Senegal, desde Mauritania, no ha llegado, yace cubierto con una manta. El turista, como cristiano nuevo, destella al sol bajo la sombrilla azul y amarilla. Escucha y canta otra vez «Isla en el sol»: «Islands in the sun». Este mundo no tiene remedio. Palenzuela utiliza las coordenadas imaginadas por Espinosa para su Lancelot particular. De hecho, en lugar de recurrir a la información cartográfica verídica o imaginada para tratar una cuestión actual, utiliza los parámetros de la isla cubista descrita por Espinosa. En ese sentido, recordamos que Lancelot es un construc-to, un anclaje de idealizaciones, de mitos. Los habitantes en la isla espinosiana son personajes circunstanciales, de los que no sabemos prácticamente nada, únicamente su función de obreros o de residentes, a excepción del cura Tomás Romero y del ilustre escritor Clavijo y Fajardo, a los que sí se denominan y espe-cifican30. Sin embargo, los protagonistas del relato sobre la ínsula son el viento, el caballo que da forma a la isla o la palmera futurista. Palenzuela retoma esta idea de vaciar a la isla de lo concreto que propuso Espinosa31 y lo traslada al dis- (30)Bien es cierto, que en el caso de Tomás Morales se entiende que es descrito como un elemento más del paisaje (BARRETO, Daniel: «Construcción total», La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 17 de marzo de 2019). (31)ESPINOSA, Agustín: Lancelot, 28o-7o. Textos 1927-1929, La Página, 2013, p. 16. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 036 curso colonial y neocolonial. Si Espinosa reformulaba creativamente la geografía insular a partir de las herramientas que proporcionaba la «literatura universal» –reproduciendo así las palabras del autor tinerfeño– y penumbrando el «vocablo popular para prosceniar el vocablo culto»32, Palenzuela observa la equivalencia con el modelo turístico y la economía capitalista global, que privilegia el consumo del lugar. De esta manera se obvia y relega a una segunda categoría tanto a los habitantes reconvertidos en dotadores de servicio del turista como a las per-sonas procedentes de los márgenes que pretenden acceder al idealizado lugar, las cuales aparecen ejemplificadas en el poema por la inmigración subsahariana que emprende travesías mortíferas para intentar llegar al norte económico. Así, la isla o las islas se desprenden de su contenido concreto, de sus habitantes, para convertirse en escenario de deleite para consumidores del paisaje. Lxs mentadxs habitantes están condenadxs a no subvertir ni criticar, sino a reproducir el mismo sistema de consumo o a mimetizarse33 una vez que hayan cumplido con su deuda laboral y, por tanto, a alimentar la «diferencia colonial»34. Se repite así el esquema derivado de tal modelo: el turista reencarna al cristiano que no pudo probar su pureza de sangre para acceder a un cacho del pastel del Nuevo Mundo, y paga con dinero una nueva y contemporánea forma de colonización. Domingo-Luis Hernández (Los Realejos, 1954) en Fetasianos (Colección LC/Ma-teriales de Cultura Canaria, 1982) incluye una selección lírica bajo el título de “hEcatoMbe”35. Los poemas incluidos están dedicados o vienen introducidos por citas de otros autores: Alonso Quesada, Félix Francisco Casanova, Rafael Aroza-rena y Agustín Espinosa. Hernández trabaja una temática mítica y reflexiva sobre el sentido de la insularidad y del mar, de ahí el juego de palabras del título de la segunda parte, «Mitosis», la cual contiene el vocablo mito. La mitosis es además un proceso biológico que implica la división celular en un reparto equitativo de material hereditario en dos partes iguales. De alguna manera, Hernández alu-de a la herencia del mito y su consecuente relectura. De ahí que acuda a otras generaciones de escritores canarios para marcar la secuencia mitosística, en la que de una célula/mito/poema se generan otros tantos y tantas. Centrándonos en el tema de esta comunicación, aparecen los lugares espinosianos de la isla de las maldiciones y el del hijastro de la isla introduciendo el último poema de la selección. La circularidad de la idea se consigue a través de la epanadiplosis del verso «la espesura», lo cual traslada una idea de excesiva gravidez, reforzada por la carga semántica de la palabra «neblina». Este elemento caracteriza las visiones de la isla de las maldiciones, como diría Luis Álvarez Cruz a propósito de la miti-ficación en torno a la insularidad: «Siempre hay en el horizonte una isla envuelta en bruma […]. Bajo este ropaje está la realidad absoluta. Mas la aventura consiste en rondar la realidad entre nieblas»36. la espesura un verde rubor señala tu dimensión acariciante la espesura37 Daniel María (Agulo, 1985) fue una de las jóvenes promesas destacadas por Del-gado en el artículo ya citado. Este cineasta, escritor, editor e investigador declara en varias ocasiones su filiación estética a la obra del surrealista tinerfeño. Como signo más evidente de ello, no solo firma varios artículos que versan sobre Espi- (32)Ídem. (33)Me refiero a aquella llamada a la repetición de un discurso o práctica hegemónica, moti-vada por el deseo del mimetismo colonial, que revela la pulsión por la representación de lo sub-alterno. El resultado son versiones autorizadas de otredad al interior de un sistema (BHABHA, Homi: El lugar de la cultura, Manantial, 2002, pp.105-113), esto es, para el caso expuesto en el poema, el acceso de personas nativas a deter-minadas prestaciones destinadas al turismo de personas foráneas. (34)«La diferencia colonial consiste en clasificar grupos de gentes o poblaciones e identificar-los en sus faltas o excesos, lo cual marca la di-ferencia y la inferioridad con respecto a quien clasifica» (MIGNOLO, Walter: Historias locales/ diseños globales. Colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento fronterizo, Akal, 2004, p. 39). Este concepto se encuentra ins-crito en las perspectivas poscoloniales y desco-loniales que fundan su análisis en la pervivencia en la geopolítica actual de estructuras hegemó-nicas creadas a partir de la colonización iniciada con la llegada de Cristóbal Colón a las Antillas en el siglo XV y que implican el dominio de unas comunidades sobre otras. (35)Hernández, Domingo-Luis: “hEcatoMbe” en Fetasianos, Colección LC/Materiales de Cultura Canaria, 1982, pp. 47-146, pp. 281-290. (36)Álvarez Cruz, Luis: «Las islas entre brumas» en Ensayistas canarios, Viceconsejería de Cultu-ra y Deportes del Gobierno de Canarias, 1990, pp. 160-165, p. 162. (37)HERNÁNDEZ, Domingo-Luis: «hEcatoMbe» en Fetasianos, Colección LC/Materiales de Cultura Canaria, 1982, pp. 47-146, pp. 281-290, p. 290. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 037 nosa, sino que añade un poema de su autoría que titula «Poema del Estudiante a Agustín Espinosa». Se divide en dos partes y aparece incluido en su poemario Futilidad Serena38: I Quién te viera, Agustín, en el reposo solitario de la noche, aunando fuerzas de café con leche a tu guante de boxeo en la chaqueta. ¿Qué fantasía voraz te acurrucó en la madrugada sobre la platea roja del horizonte a punto de reventar la mañana? Quién pudiera decirte, si me oyeras, cómo de vibrante tu Crimen nos salpica; en el aula, tu ternura (la del beige del excremento, del sabor a hiel de la sangre en la boca). Te fui a ver, como si vivieras, ay, Agustín, a tu trozo de tierra y tu cruz oblonga. Te enramé de lengüetazos la lectura y ofrecí flores a tu nuca pelona. Te he dedicado más horas que a un vivo, me he dado de comer azucenas que murmuran desde la ventana el paso del tranvía. II Media hora llevo con el dado entre los dientes sobre el signo de tu huella digitalizada en el olvido. A dos pasos de la inconsciencia me he dormido, a punto de perecer he creído verte. Te llevo una vez más hasta tu isla el canto de mal dolor que te vomito, la sien enamorada de tus libros, uñas de una mano muerta, ya sin llanto. Te cuento, amigo mío, que esta noche en tu honor he cerrado la ventana y le he callado la boca a María Ana. No te culpes de haber muerto, no te corte la lengua la flor del cactus o la mañana tan maldita, tan purga, tan mariana. En el poema encontramos varias referencias explícitas a Espinosa, además de que se dirige directamente a él, a modo de segunda persona poética o destina-tario explícito. La segunda parte, rimada, está plagada de signos relacionados directamente con la obra del escritor, así como con su personalidad y biografía («nuca pelona»). De entre los primeros destacan «Media hora llevo jugando con (38)Obtuvo el Premio Félix Francisco Casanova de Poesía 2007 por el poemario. El poema ci-tado se encuentra en: HERNÁNDEZ MARÍA, Da-niel: Hilo de cometa, La Página Ediciones, 2009, pp. 128-129. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 038 el dado entre los dientes», haciendo alusión a la conferencia dictada por Espino-sa en 1930; a «María Ana», un personaje femenino que aparece en varios escri-tos del autor y que está vinculado a un amor de juventud39 y que retomaremos con la siguiente autora novel; así como las múltiples evocaciones surrealistas que remiten a Crimen («la mano muerta», «el paso del tranvía») y la localización insular ampliamente desarrollada en la obra espinosiana («la flor del cactus»). Kenia Martín Padilla (Santa Cruz de Tenerife, 1986), también destacada por Del-gado, escribe el poemario La esencia mordida40 en el que aparece, entre otros aspectos destacables, el que podríamos anunciar ya como un lugar espinosiano: las axilas sin depilar de la recientemente citada María Ana, a las que Espinosa dedicara una oda41. A continuación reproducimos el poema de Martín Padilla en el que se evidencia este topos espinosiano: Todas las mañanas me convierto en maniquí pero hoy no. Esta mañana me he puesto frente al espejo con mis cabellos de lana, con mis ojeras de luna, con mi blancura de huevo y las axilas sin depilar como María Ana. Con la desnudez tibia de mi cuerpo de guitarra me he enfrentado al espejo esta mañana por ver si me devolvía la imagen de mi alma Que un tacón de aguja estiliza y hiere como una navaja. El poema representa a una mujer que se enfrenta a su propia imagen cotidiana sin adulterar y que se encuentra bastante lejana de cánones de belleza publici-tarios. Observamos este gesto como parte de un proceso voluntario a través del cual recuperar, una vez disipadas las exigencias que la industria del consumo vierte en el cuerpo de la mujer, el reflejo de su interioridad y de su ser42. Este acto de rebeldía implica un posicionamiento contrahegemónico que, al mismo tiempo, persigue un recobrarse a sí misma y evitar el dolor cotidiano, simbolizado en el poema a través de la presencia hiriente de un tacón de aguja. En este sentido, el elemento provoca un efecto paradójico al estilizar y herir simultáneamente, enun-ciando que el signo de belleza es, a la vez, destructivo. Este aspecto siniestro se desarrolla en el poema siguiente titulado «Sucesos»: Encuentran a una mujer asesinada (39)La figura María Ana será recurrente en la obra de Agustín Espinosa. Ver: ESPINOSA, Agustín: «Tres versiones de María Ana» en El crimen de Crimen, La página, 98/99, nº 7/8, año XXIV, Te-nerife, 2012, pp. 97-104. (40)XXXIII Premio Félix Francisco Casanova Narra-tiva y Poesía. 2009, Cabildo Insular de La Palma, 2010, pp. 11-35. (41)«Oda a María Ana, primer premio de axilas sin depilar de 1930» que aparece publicado por primera vez en Extremos a que ha llegado la poesía española, nº1, Madrid, marzo de 1931. Consultado en: ESPINOSA, Agustín: Crimen y otros escritos vanguardistas, La Página, Idea, 2007, pp. 75-78; Espinosa, Agustín: Textos (1927-1936), Aula de Cultura, 1980, pp. 82- 84; PÉREZ CORRALES, José Miguel y HERNÁN-DEZ, Domingo-Luis: El crimen de Crimen, La pá-gina, 98/99, nº 7/8, año XXIV, Tenerife, 2012, pp. 100-102. (42)En el poema se representa el proceso de re-apropiación de la corporalidad femenina como medio a través del cual emprender la senda del autoconocimiento. Se trata este de un aspecto ampliamente desarrollado desde las perspec-tivas feministas. La reapropiación del cuerpo femenino constituye una de las mayores reivin-dicaciones desde la crítica al falogocentrismo, racismo y hegemonía colonial, por cuanto tradi-cionalmente ha sido concebido como objeto de conquista o consumo. De ahí que se considere que toda enunciación identitaria que pretenda superar los valores hegemónicos del patriarcado masculino, blanco, heterosexual, burgués, occi-dental y letrado, pase por la comprensión y es-critura de los cuerpos fuera de estos parámetros (CIXOUS, Hélène: «La joven nacida» en La risa de la Medusa. Ensayos sobre la escritura, Anthropos, 1995; GUERRA, Lucía: Mujer y escritura: funda-mentos teóricos de la crítica feminista, Universi-dad Nacional de México, 2007; IRIGARAY, Luce: Ese sexo que no es uno, Akal, 2009; KRISTEVA, Julia: La révolution du langage poétique, Du Seu-il, 1974; PINO REINA, Yanetsy: Hilando y deshi-lando la resistencia (pactos no catastróficos entre identidad femenina y poesía), Fondo Editorial Casa de las Américas, 2018, pp. 59-63). CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 039 por una aguja de tacón, un peine y un bote de laca, polvo de maquillaje, y una hojilla de afeitar oxidada. Observamos cómo al zapato de tacón se unen otros elementos asociados al aci-calamiento, siendo el conjunto de ellos las armas que culminaron en el asesinato de una mujer anónima. Martín Padilla viene a representar la cara más nociva de los estándares de belleza: conllevan una transformación tal que conducen al ase-sinato de la identidad43. Esta letal imagen entronca con la violencia de Crimen, de obligada relación por la predisposición en la que nos posiciona la aparición de las axilas sin depilar de María Ana, así como al mortífero tacón de aguja que recuerda a la aguja del sombrero que mató a la niña de seis años en Crimen y la hoja Gillete que aparece en la novela junto a «un cable eléctrico, un jazminero, una cuna, un pene de 63 años, etc.»44. «Atardece en la isla de las maldiciones»45 es un poema de Yeray Barroso (La Matanza, 1992), el escritor más joven en nuestro recuento de lugares espino-sianos. El poema discurre entre diferentes esferas espaciales y temporales. Los espacios están delimitados por una puerta que separa dimensiones. Los tiem-pos corresponden al pasado, protagonizado por una figura anónima que padece amargamente; al presente de un anciano que recuerda a la figura anterior, y a un futuro, vislumbrado en la última estrofa con un cambio fundamental de en-foque. El anónimo parece errar entre las dimensiones y, junto a la recurrencia de los signos relacionados con la expresión, la palabra y los silencios, conduce a interpretar este poema desde lo metaliterario. La plasmación de la espacialidad binaria parece recrear el inconsciente y el consciente, o lxs escritorxs del pasado y lxs lectorxs contemporáneos. El poema juega con la memoria, con las distintas temporalidades, con saltos en las personas gramaticales46, con personajes líricos que describen a otros. En este sentido, el lugar espinosiano adquiere aquí un cariz metapoético al reflexionar sobre el hecho de la escritura y la relación entre autorx y lectorx, o, si se prefiere, lo escrito en el pasado con respecto a la crítica y la lectura del presente. De ahí que la descripción de la agonía que sufre el per-sonaje protagonista desaparezca en la última estrofa, cuando la barca llegue a la superficie47 o, me atrevería a decir, cuando el libro olvidado sea desempolvado: volverás a la isla y tu piel, en este momento pálida, se sonrojará con el primer rayo de sol: dormirás, al final, envuelto en cualquier grano de arena48. Los lugares espinosianos en la prosa, aparecen de la mano de Luis León Barreto (Los Llanos de Aridane, 1949). En su cuento «La Plaga» (1973) encontramos una cita que, a tenor de lo expuesto, ya constituye un lugar espinosiano: «Esta isla le-jana, en la que ahora vivo, es la isla de las maldiciones»49. Jorge Rodríguez Padrón enuncia a propósito de la literatura post-dictadura en la que se podría encuadrar el cuento que estudiamos: […] el eje vertebral de la nueva narrativa insular [sería] el enfrenta-miento del escritor con la isla y sus demonios; preocupación que permite que esta narrativa se haya propuesto un análisis crítico de (43)La preocupación de Martín Padilla por la apa-tía de las personas, la mecanización humana, el filtro mediocrizador de la publicidad en las so-ciedades contemporáneas se plasma en otros poemas de La esencia mordida. Esta crítica, encuentra su vínculo con el surrealismo que, en su momento, también nació como una alterna-tiva a las formas clásicas y aburguesadas, una salida al acomodamiento y una curiosidad por las esferas humanas al margen de la racionali-dad imperante. De ahí que una cita de Emeterio Gutiérrez Albelo ‒« (Y que reprima sordamente / estas ansias tremendas / de tirar del mantel / y derramar toda la cena) »‒ introduzca otro de los poemas, el cual protesta por los estrechos márgenes de libertad y realización personal que encuentra la voz lírica, atrapada en una realidad que promueve la robotización y la eliminación de la creatividad. (44)ESPINOSA, Agustín: Crimen. Media hora ju-gando a los dados, Biblioteca Golpe de dados, 1999, p. 5. (45)BARROSO, Yeray: Ceremonia (2014/2018), Nuevas Escrituras Canarias, 2018, pp. 53-55. (46) En este orden de cosas, el poema comienza con un “nosotros” indeterminado que se difumi-na. Posteriormente, con la aparición del anciano y del alguien anónimo, se va transmutando la persona del verbo desde el “él” hacia el “tú”, y vuelta a la tercera persona para, en el último pá-rrafo, quedarse en una segunda persona, lo que parece un concreto destinatario. Es como si el poema fuera un discurrir entre diferente esferas del lenguaje (lugar, tiempo, persona), de ahí los distintos saltos. (47)Hago mención aquí a dos de los versos del poema de Barroso: “no queda más que la bar-ca / que lleva a la superficie” (BARROSO, Yeray: Ceremonia (2014/2018). Nuevas Escrituras Ca-narias, 2018, p. 55). (48)Ídem. (49)LEÓN BARRETO, Luis: «La plaga», en DE LA NUEZ, Sebastián: Literatura Canaria Contempo-ránea, II, Edirca, 1993, pp. 343-347, p. 343. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 040 esa realidad […] Este enfrentamiento, además, plantea en todos ellos una dramática disyuntiva que aquí, en Luis León Barreto, se manifies-ta con mucha más claridad. Es una especie de pugna tenaz entre el reconocimiento de ese universo y esos demonios, y el consecuente enfrentamiento regenerador (bien por la vía del testimonio, bien por la vía del magicismo, bien por la vía del sarcasmo), aun a costa de las contradicciones del medio, y sus consecuentes limitaciones […] o bien la tendencia notoria a la huida, al desaliento o al escepticismo50. Y continúa Rodríguez Padrón indicando que León Barreto se ubicaría en el límite entre las dos actitudes señaladas –el reconocimiento y el enfrentamiento rege-nerador– lo cual se evidencia especialmente en su novela Ulrike tiene una cita a las 8. A esta condición añade Rodríguez Padrón el protagonismo que alcanza el ambiente y la atmósfera de las islas en la narrativa: «la ubicación geográfica, la singularidad climática del archipiélago adquiere tal protagonismo que se perso-naliza, y su influencia primaria, elemental, origina una actitud y la condiciona en su posterior evolución»51. El argumento de este relato corto se centra en la llegada de una plaga de ciga-rrones del desierto a la isla de La Palma. La angustia de los vecinos se agudiza por los nulos presagios de lluvia y por la escasa respuesta de las autoridades franquistas, que, aun contando con una nueva avioneta fumigadora de última generación, no podían desplazarla hasta La Palma por ser fin de semana y por lejanía. El alcalde, fascista y más concretamente joseantoniano ‒como indica el propio autor‒, únicamente encuentra trabas para solucionar el problema que apremia al pueblo, el cual subsiste como puede sin la llegada del correíllo, sin lluvia ni sereno, con calima, cigarrones y la Virgen que sacan para que interceda como recurso desesperado.. La lluvia termina llegando antes que la autoridad central a resolver el problema. Así, el alcalde ve compensada su postura y sentencia: «En la guerra aprendí a bas-tarme a mí mismo. No hay mal peor que esos señoritos de despacho. ¡Y cuánto me alegro de no haberme metido en política!»52. Se destacan así los valores caciquiles de un recompensado de la guerra. Sin embargo, el drama no culmina ahí, pues la lluvia amenaza con convertirse en temporal que se lleve a la Virgen por delante. Por ello el dramatismo se agudiza, alimentando el sentimiento de ahogamiento y desidia. Aun con todas las sucesiones de desastres –climáticos, políticos, ambien-tales–, la víctima absoluta es un extranjero que había llegado con el calor y que apareció muerto en el mismo lugar en donde la Inquisición ejecutaba a mercade-res ingleses y flamencos. Esta muerte fue celebrada por el alcalde, quien veía en la presencia foránea el mayor de los peligros, a modo de un efecto disuasorio de los auténticos problemas que debería afrontar como figura de autoridad. Encontramos, pues, todos los indicadores de Rodríguez Padrón en «La plaga»: identidad dramática, anécdota, símbolo, ambiente y atmósfera, ironía y la calami-tosa existencia en la isla de las maldiciones. Juan José Armas Marcelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1946) escribe Calima en 1978. Esta novela puede considerarse en sí misma como un desarrollo del mentado lugar espinosiano de la isla de las maldiciones. J.J. Armas Marcelo sitúa en Inla una trama de secuestro con vocación política de un empresario y manda- (52)LEÓN BARRETO, Luis: «La plaga» en Literatu-ra Canaria Contemporánea, II, Edirca, 1993, pp. 343-347, p. 347. (50)RODRÍGUEZ PADRÓN, Jorge: Una aproxima-ción a la nueva narrativa en Canarias, Aula de Cultura de Tenerife, 1985, p. 306. (51) Ídem, p. 316. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 041 tario del archipiélago, Laureano Locca. En la novela aparecen nombres en clave y no muy sutilmente escondidas reminiscencias a la realidad canaria. La particular isla de las maldiciones de Armas Marcelo retrata fundamentalmente «el modus operandi tras el que esa colectividad [altas esferas sociales] salvaguardaba su triste conciencia, su resquebrajada moral»53. Así, la vida en Inla se caracteriza por el caciquismo endémico, la emigración histórica, la corrupción política, la condi-ción de «Venezuela de España»54, «la moral del ocultamiento y la mentira como origen de la degradación y descomposición de un grupo social encastillado en sus privilegios, que crea sus propias máscaras o fabrica sus propias víctimas»55, el peso de los errores históricos y de las condiciones «pirática, esclávica, buca-nérica »56 heredadas. En este marco la calima sería la metáfora de todos estos condicionantes que pesan, que alimentan el encasillamiento, el falso aislamiento. La calima es el velo que oculta todos los problemas insulares que Armas Marcelo aborda con mordacidad crítica. Y, como todo velo, adquiere un doble efecto: el ocultamiento de algo consabido y la curiosidad nunca satisfecha o saciada aun-que se descorra la cortina. Este efecto se despliega al modo de la espesura lírica que citábamos anteriormente con el poema de Domingo-Luis Hernández o como lectura sociológica de la bruma con la que Álvarez Cruz abordaba la tradición mítica de Canarias. Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) reivindica en numerosas oca-siones la figura de Agustín Espinosa como una de las esenciales en el panorama literario del archipiélago57. Esta admiración se traslada a las novelas policiacas que compone. Ya desde el 2008 con Solo los muertos aparece Crimen como un ele-mento de la trama. Esta consiste en el encuentro entre investigador –Eladio Mon-roy– y fugado –Héctor Fuentes–, ambos fervientes lectores que comienzan a trabar amistad gracias a la pasión por la literatura que los une, sin saberlo. Así, los libros que el personaje perseguido consume en la librería sirven como señuelo y ayudan a Monroy a avanzar en su búsqueda, valiéndose para ello de un foro de internet: Luego, mientras su actrón se disolvía en un vaso de agua, Monroy expandió la lista de mensajes de la noche anterior, buscando a Íca-ro77, quien resultó haber intervenido en dos ocasiones. Una, para recomendar Las ciudades invisibles a un nuevo miembro. Otra, para anunciar que había descubierto un libro, Crimen, que no conocía y que le había parecido interesante. A Monroy no se lo pareció menos este mensaje, pues sabía que la obra de Espinosa estaba práctica-mente sin publicar en el resto de España, lo cual significaba dos cosas importantes: Que Héctor seguía en Canarias y que continuaba com-prando libros. Algo es algo, pero decidió aprovechar la oportunidad e intervino en el chat diciendo a Ícaro77 que Espinosa era de lo más interesante de las vanguardias en las Islas y que buscase Lancelot 28o-7o y Media hora jugando a los dados. Iba por buen camino. Así que se tomó de un trago el vaso de agua con analgésico, apagó el ordenador y fue a la cocina a preparar café para Gloria, cuyos bostezos desde el dormitorio comenzaban ya a oírse por toda la casa. Diez minutos más tarde, Monroy entró en el cuarto con la bandeja del desayuno. Sobre ella había un café, azúcar, leche, galletas y una nota (57)Esta son algunas alusiones de Ravelo sobre Espinosa: RAVELO, Alexis. : «Débiles hombres enamorados de mujeres arbitrariamente her-mosas », https://alexisravelo.wordpress.com/ tag/agustin-espinosa/); Agustín Espinosa como gran ausente de las historiografías literarias de la Generación del 27 (Gabinete de comunica-ción de la Universidad de la Laguna, «Las mu-chas voces de Alexis Ravelo», 2 octubre 2019, https://www.ull.es/portal/noticias/2018/entre-vista- alexis-ravelo/). Dibujo de Agustín Espinosa, por Juan Mi-llares Carló. (53)RODRÍGUEZ PADRÓN, Jorge: Una aproxima-ción a la nueva narrativa en Canarias, Aula de Cultura de Tenerife, 1985, p. 246. (54)ARMAS MARCELO, Juan José: Calima, Sed-may, 1978, p. 18. (55)RODRÍGUEZ PADRÓN, Jorge: Una aproxima-ción a la nueva narrativa en Canarias, Aula de Cultura de Tenerife, 1985, p. 248. (56)ARMAS MARCELO, Juan José: Calima, Sed-may, 1978, p. 127. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 042 manuscrita con los títulos de los dos libros que había recomendado Ícaro77. Mientras Gloria le festejaba las atenciones encendió el cuarto cigarri-llo del día y le dijo que se fijara bien en la nota. –Creo que tengo alguno –dijo Gloria–. El de Lancelot, me parece. –Vale, cojonudo. Si el lunes se presenta un tipo parecido al de la foto buscando cualquiera de los dos, ése es el hombre58. De hecho, gracias a esta pista, Eladio logró entablar conversación, sin desvelarle su identidad de detective, a Héctor. Ravelo aprovecha para describir una estante-ría en la que hay presentes, entre otros, libros de autores canarios. Monroy vio cómo Fuentes buscaba (y encontraba) casi a la primera, el Lancelot 28o-7o, miraba el precio (que debió de parecerle razonable) y, apartándolo a un lado, como quien ya lo da por propio, se ponía a escarbar entre los demás libros de la sección. Pasó un rato examinando algunos títulos: El crimen del contenedor, Nos dejaron el muerto, Santos y pecadores, Equipaje de mano, al-guien cabalgaba sobre su seno… Finalmente, cogió los tres últimos, los sumó al libro de Espinosa y se dirigió al mostrador […] [posteriormente Monroy lo sigue hasta la cafetería y hace que se encuentra con él casualmente] -¿Esperabas a alguien? [pregunta Monroy] -No [responde Fuentes]. -Si te parece, me paso a tu mesa y les dejamos sitio [a cuatro viejeci-tas que estaban buscando sitio en la misma cafetería]. Mientras el otro trasladaba su taza de café con leche, sus cigarrillos, su bolsa y el ejemplar abierto de Lancelot 28o-7o, junto con su cuerpo, que había resultado ser más atlético y flexible de lo que él había imagi-nado, a su mesa, Monroy se dijo que hoy tenía que comprar un cupón de la ONCE, porque, al menos el reintegro, lo tenía asegurado59. En otra de las novelas de Ravelo, Los milagros prohibidos (Siruela, 2017), un libro de Espinosa también juega un papel importante. La trama en esta ocasión transporta al lector a la Guerra Civil en La Palma. El protagonista, Agustín Santos, es un maestro que se refugia en el monte ante la persecución del bando falan-gista y que podría ser leído como un trasunto de Espinosa en algunos aspectos. Ravelo demuestra cómo igual puede situar a Espinosa en un contexto histórico como en un momento contemporáneo. Como si Crimen tuviera las mismas opor-tunidades de aparecer con el telón de fondo urbano de Las Palmas o como tesoro más preciado de un fugitivo que se esconde, con toda precariedad, en una cueva palmera durante los duros años 30. Precisamente esta circunstancia delata el pa-radero del maestro Santos, ya que ¿quién iba a poseer un ejemplar de Crimen en el año 1936 en pleno monte palmero? Pues el maestro, quien solía recitar versos de García Cabrera y que, en el poco tiempo que le dio para preparar su morral, (59)Ídem, pp. 78-79. (58)RAVELO, Alexis: Solo los muertos, Anroat, 2008, p. 53. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 043 incluyó tabaco, un bocadillo, una cantimplora, «una antología de Quevedo que le había prestado su suegro y el librito de Espinosa que había comprado unas semanas antes y se había traído a Santa Cruz para leerlo cuando pensó que sería un fin de semana como cualquier otro»60. Sin embargo, Floro el Hurón, del lado de la Falange y rival amoroso de Santos, dio con el libro olvidado en una cueva, lo que le sirvió como pista para seguir el rastro de Santos. El libro le pareció una guarrindongada, una jediondez pornográfica y pedante, y pronto descubrió –gracias a Manoabierta, que de libros sabía poco pero de prohibiciones mucho– que era uno que había publicado en Tenerife el tal Agustín Espinosa, un señoritingo de Los Realejos, profesor de literatura en Las Palmas que ahora estaba con expediente de depuración y se había puesto la camisa azul para salir bien librado, pero que no engañaba a nadie. Eusebio le aconsejó que lo destruyera, pero él se empeñó en que era una pista de las buenas, en que se lo guardaría, en que había que saber qué pensaban y cómo pensaban cabronazos del calibre del maestro. Y aquella tarde se fue a casa, se encerró en su cuarto y se puso a leer, con dificultad, siguiendo las líneas con la punta del dedo, pero intentando no hacerlo en voz alta para que su madre no oyera nada, porque, aunque empleaba palabras raras que él no entendía del todo, comenzaba hablando de una mujer joven que estaba casada con un viejo y que se masturbaba sobre él «mientras besaba el retrato de un muchacho de suave bigote oscuro». Y no pudo evitar desear ser aquel muchacho, el hombre al que ella deseaba mientras torturaba al viejo; imaginar eso: que aunque ella lo despreciaba en público él era, en realidad, el dueño de su deseo61. En este fragmento se parafrasea la posible crítica que recibiera Espinosa al publi-car su novela Crimen en 1934. Y es que su aparición terminó por «escandalizar a la sociedad entera»62, debido a su contenido leído como altamente erótico, es-catológico y violento. Debido a ello, esta obra de Espinosa fue objeto de repetidas denuncias oficiales63. La incomprensión del surrealismo estético con el que fue concebida, especialmente en el marco de la guerra y el fascismo en el que se en-cuadra la trama de Ravelo y la corta vida adulta de Espinosa –atravesada al final por un proceso de depuración oficial y por la enfermedad del escritor–, llevan a Pérez Corrales a destacar cómo «la isla de las maldiciones» acaba por imponerse (61)Ídem, p. 215. (62)PÉREZ CORRALES, José Miguel: «El crimen de Crimen», La Página, 98/99, año XXIV, nº7/8, Tenerife, 2012, pp. 3-41, p. 6. (63)Ídem, p. 7. Fotograma del cortometraje El mar inmóvil (Macu Machín, Fe Eléctrica Films, 2018). (60)RAVELO, Alexis: Los milagros prohibidos, Si-ruela, 2017, p. 196. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 044 a la propia figura del escritor y su obra: «Si hay un libro maldito entre los apareci-dos en Canarias, ese es Crimen, de Agustín Espinosa»64. Al mismo tiempo, resulta curioso cómo el personaje que está leyendo el ejemplar extraviado de Crimen en la novela de Ravelo, reaccionario y lector de la sospecha, capta el universo incons-ciente plasmado y recrea sus propias fantasías a partir del estímulo de la lectura. En esto, Espinosa y su propuesta surrealista ganaron la batalla. Selena Millares en El faro y la noche (Barataria, 2014) rescata parte de la biografía de Espinosa. Esta novela de ficción trata de componer la vida del abuelo de la autora, Juan Millares Carló, al mismo tiempo que elabora un retrato histórico de los momentos previos a la Guerra Civil y la dictadura que se impuso al finalizar esta. Aparecen múltiples personajes importantes de la vida cultural de las islas, entre ellos Espinosa, retratado como «un lunático maravilloso»65. Se recoge una descripción desde la cercanía, se arrojan varios datos biográficos de Espinosa y de Millares Carló cuando coincidieron ambos en Lanzarote como profesores y, más tarde, en el Instituto Pérez Galdós de Las Palmas. Aparece un Espinosa ficticio, dialogando con Millares Carló, retratado como uno de los mayores impulsores del grupo surrealista de Tenerife y como profesor dinámico que fundó la revista para escolares Hoja azul. Aparecen sus visiones de la insularidad, sus lecturas predilec-tas y su sufrimiento al estallar la guerra. Hacia el final de la novela, se recrean los pasos que tuvo que seguir Espinosa para tratar de sobrevivir al régimen franquis-ta, la depuración que sufrió, la quema de los ejemplares de Crimen, sus traslados y el destierro en La Palma que terminó por agravar su delicada salud, hasta que le sobrevino la muerte. Aquí sintetiza el Millares Carló ficcional la imagen de Espino-sa proyectada en la novela de Selena Millares: El tiempo nuevo de infamia y degradación que irrumpía de pronto ha-bía de arrebatarle a algunos incluso la vida, como a mi buen Espinosa, pobre amigo mío, todo nervio y pasión, sacrificado, humillado con tu corona de espinas, tú que eras sólo un ángel rebelde, ángel al fin, y que sólo sabías volar al son de tus palabras. Con qué saña habían de que-mar tus libros, cómo te acorralaron como si fueras un asesino, tú que nunca supiste de política más que como una pose romántica, y ahora estabas en manos del verdugo, que te persiguió, te hirió, te desterró lejos. Así te dibujé, en el homenaje que se te tributó tras tu muerte: alejándote de espaldas, hacia poniente, como en aquellas películas de Chaplin que tanto te gustaban. Con tu sombrero ladeado, y tu traje casi vacío sobre el cuerpo desencuadernado, y tu carpeta de poemas y pa-peles bajo el brazo. Pero la muerte te llamaba como el faro a la noche66. Otro lugar espinosiano, de otra índole, más referencial y tangible, aparece en Sándalo y rapsodia (Neys Books, 2013) de Juan Jesús Pérez García (Los Reale-jos, 1967). Se trata de un tipo diferente de lugar espinosiano en la ficción, que se inspira de un inmueble real: el Colegio de Educación Infantil y Primaria Agustín Espinosa en Los Realejos). Pérez García en su novela, que es también un reco-rrido por el municipio y un cruce de diferentes tipos de textos ‒sms, poemas, narración, etc.‒, incluye como lugar el colegio Agustín Espinosa. Y además, no aparece como un lugar casual, sino como el escenario en el que Ángel, el adoles-cente protagonista que vive una dolorosa tragedia a sus tan solo 14 años, se dio cuenta de que estaba enamorado de Carla, y esto constituye un hecho trascen-dental en la novela. (66)Ídem, p. 82. (65)MILLARES, Selena: El faro y la noche, Barataria, 2014, p. 74. (64)Ídem, p. 3. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 045 Este aspecto aporta otra cara a la configuración de los lugares espinosianos, por cuanto la figura y el nombre que estamos estudiando aparecen institucionaliza-dos en un centro de enseñanza, lo cual no solo obedece a que se trata del colegio del barrio en el que vivió y murió Espinosa, sino que además redunda en el re-cuerdo de la faceta docente del escritor. En este sentido, este colegio, igual que el Instituto de Enseñanza Secundaria que se encuentra en Lanzarote, portando su nombre también, se convierte en lugar homenaje con función educativa. La casa familiar de los Espinosa en Los Realejos sirve también de escenario de un relato de Jordi Solsona titulado «Paco Jano. La casa de Agustín Espinosa» (Del Medio Ediciones, 2016). El cuento trata la historia vital de un realejero que emprende una búsqueda existencial constante en el contexto de un pueblo tradi-cional que al mismo tiempo alberga pasajes históricos y hechos que lo colocarían en la vanguardia intelectual. Esto lo conduce a explorar más allá de su ámbito conocido y probar con diferentes formas de autoconocimiento. A su regreso al pueblo natal, se produce un momento de introspección trascendental cuando, a modo de un flâneur esparciendo su espíritu por las calles de Los Realejos, llega al umbral de la casa de Espinosa. Allí vive una experiencia surreal en la que se entrecruzan aspectos conocidos de la vida del escritor con la propia espirituali-dad astronómica del personaje, lo cual redundará en la aparición de grandes re-velaciones. Este es el pasaje donde se plasma el correlato ficticio entre Espinosa y Paco Jano, como dos hombres que experimentan con la imaginación para, en el caso de Espinosa, salir trágicamente dañado por el momento histórico que le tocó vivir, el de la guerra y la dictadura de Franco: La vida de Paco Jano y la de Agustín Espinosa tenían cierta simili-tud. A ambos les disgustaba la realidad que los envolvía. Pero Agustín nunca se escondió en una sima como Paco. Agustín supo inventarse un mundo a medida. Jugó con la realidad hasta transformarla. Buscó a sus iguales y con ese grupo de gentes revolucionaron el arte […]. Tenía de donde alimentar su fantasía. Los Realejos siempre fue un pueblo surrealista. El Alto y el Bajo, los últimos guanches libres frente al sanguinario invasor… Un lugar donde se impuso de manera radical el tremendismo de la fe cristiana… Era lógico que fuera el enclave idóneo donde crecieran los contrarios. Es decir, la fantasía fue el re-curso para superar la castración de las libertades de un pueblo que se alimentaba de las apariencias y la sumisión a los ritos67. En este sentido asoman la imaginación y la fantasía como peligros para el orden social, como motivos de resistencia frente a una hegemonía, en este caso, religio-sa. El surrealismo ejercido por Espinosa es leído aquí en su vertiente libertaria, como motor de evasión ante una sociedad problemática debido a sus contradic-ciones. Este aspecto fue precisamente el que condenó a Espinosa en vida, así como a muchos otros coetáneos. Macu Machín (Las Palmas de Gran Canaria, 1975) escribe y realiza el cortome-traje El mar inmóvil (Fe Eléctrica Films, 2018) en el que se reflexiona en torno al paisaje de las Salinas de Janubio en Lanzarote, apoyándose para ello en textos rescatados de un capítulo de Lancelot, 28o-7o: «II) Teoremas con, de, en, por, sin, sobre, tras las salinas». Tanto Machín como Espinosa proponen particulares enun-ciaciones teórico-estéticas del lugar que pasaremos a analizar. (67)SOLSONA, Jordi: «Paco Jano. La casa de Agustín Espinosa» en El universo mínimo, Del Medio Ediciones, 2016, pp. 71-84, pp. 78-79. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 046 Las Salinas retratadas en El mar inmóvil se erigen como escenario privilegia-do, ya que en él se conjugan el mar, el viento y la tierra volcánica para generar texturas, colores y geometrías particulares. El diálogo entre la cinta y el libro es evidente, no solo por las citas directas y por las reinterpretaciones de algunos textos leídos por los personajes del corto, sino por las interrelaciones que se ge-neran entre imagen y texto. En este sentido, la inmovilidad de los planos conjuga con el aparente estatismo de los elementos del paisaje salino y, a su vez, estos dialogan con uno de los pasajes de Espinosa en el que resalta la recreación de una estampa de Janubio68. Toda estampa encierra un mayor o menor grado de dinamismo que, en el caso del corto, sale a relucir constantemente a través de la acción de las salineras y salineros69, y de la impronta, a veces sutil, del viento sobre la superficie del agua. Este papel de elemento dinamizador y revulsivo, que contradice la inmovilidad de la pretendida imagen de postal, se encuentra destacado en el teorema 7 de Espinosa y en el filme de Machín. De hecho, apa-rece evidenciado en un intertexto70 que recoge parcialmente la escritura original espinosiana71. A este respecto, el oxímoron del título parece revelador, pues la salina que, a tenor de los planos podría considerarse inmóvil72 u objeto de una imagen idílica, traslada múltiples dinamismos: el visualmente reconocido de la labor de sus trabajadorxs y de los elementos que circundan el espacio ‒los co-ches, el viento, la gravedad de los granos de sal‒, el dinamismo histórico verte-brado en las narraciones del pasado del ingenio salinero, el tránsito de personas e ideas que implica esta práctica económica, así como el diálogo intertextual entre cine contemporáneo y literatura de principios del siglo pasado. El teorema 2, que dedica Espinosa a la morfología de la sal, entronca con las declaraciones del salinero Modesto Perdomo en el cortometraje73, pues este de-nuncia la infravaloración de la sal y apunta a la blancura como el aspecto más característico de ella, tal cual hizo Espinosa en forma de poema74. Más adelante y con voz en off, Perdomo pronuncia una versión del teorema 1 espinosiano75 y Aurora Cedrés76, una de las salineras retratadas en la primera secuencia, una versión de Maite Álamo del teorema 5, el más poético de los que se recogen en este apartado de Lancelot, 28o-7o: Salada y blanca. Desnuda de trapos de colores. Perfecta de ordenación y ordenamento. Mil y una. Alumna de salinas. Laberinto de espejos77. RECAPITULACIÓN FINAL El alcance de la obra de Espinosa como nudo intertextual o los lugares espino-sianos rebasan lo plasmado aquí78. De hecho, este ejercicio propuesto evidencia una voluntad de continuar estudiando y valorando la obra de Espinosa desde diferentes parámetros, y no aspira a convertirse en una recopilación exhausti-va. En este sentido, he tratado de ceñirme a una interpretación estrecha de los referentes espinosianos en la literatura canaria contemporánea, lo cual no obs-ta para considerar que existan otros visos de intertextualidad entre la temática misma que podía tratar Espinosa a principios del siglo XX y las preocupaciones que plasme unx autorx canarix hoy en día, en torno a temas como la insularidad, la concepción del cuerpo femenino, la experimentación narrativa, etcétera79. En (77)ESPINOSA, Agustín: Lancelot, 28o-7o. Textos 1927-1929, La Página, 2013, p. 95. (78)De hecho, Daniel María subraya la presencia de Espinosa en una obra inédita del joven poeta Yeray Barroso (La Matanza de Acentejo, 1992) y en El camarote de la memoria (Cátedra, 1987) de Agustín Díaz Pacheco (Tenerife, 1952), una novela de corte onírico que discurre en un bar-co que se dirige a San Borondón. También, por supuesto, en la obra creativa de Pérez Corrales (Reunida en PÉREZ CORRALES, José Miguel: Mares y fábulas, La Página, 2013), por ser, toda ella, de corte surrealista. Ya Martinón apuntaba la estirpe espinosiana de uno de los cuentos de J.M. Pérez Corrales «Lorelei del sur»: «Debo pre-cisar que esa relación no ha de buscarse por el lado de Crimen¸ y, desde luego, en modo alguno por lo que en Crimen hay de aquello que el pro-pio Espinosa llamó alguna vez “el rojo fantasma (73)MACHÍN, Macu: El mar inmóvil, Fe Eléctrica Films, 2018, 5’40’’-6’17’’. (74)« ¡Qué blanca, entonces! / Más blanca que salada. / Dulce de tan blanca. / (Geométrica blancura / de los soles infantes.) // Se me quedó al boca / blanca y dulce. / Blanca, de tu leche de cristal. / Dulce, de tu sal demasiado blanca» (ESPINOSA, Agustín: Lancelot, 28o-7o. Textos 1927-1929, La Página, 2013, p. 92). (75)MACHÍN, Macu: El mar inmóvil, Fe Eléctrica Films, 2018, 9’18’’-10’13’’. (76)Ídem, 8’50’’-9’06’’. (68)«Sobre el paisaje meridional, cálido, de Lanza-rote. Las salinas de Janubio. Construyen el mis-mo paisaje nevado de los carros con sal, de las ermitas, de los cementerios, de las cisternas de Lanzarote. De las falsas postales lapónicas de las Navidades» (ESPINOSA, Agustín: Lancelot, 28o- 7o. Textos 1927-1929, La Página, 2013, p. 93) (69)También de los automóviles que se trasladan al fondo del plano, como en un fuera de campo, que recuerdan al apartado 4 del teorema espi-nosiano: «Pasan los carros que transportan la sal por los caminos de Lanzarote» (ídem, p. 94). (70)MACHÍN, Macu: El mar inmóvil, Fe Eléctrica Films, 2018, 7’44’’-7’54’’. (71)«El viento viene de brazo con el sol. Tras el uno su fuelle, el otro su caldera. “Nada de guiños de Venus –dice el sol‒ ni de cañas maravillosas. Nosotros”. “Nada de cañas maravillosas ni de guiños de Venus. Nosotros” ‒dice el viento» (ESPINOSA, Agustín: Lancelot, 28o-7o. Textos 1927-1929, La Página, 2013, p. 97). (72)Este rasgo también aparece en la descripción del paisaje de la Geria y del Janubio emprendi-da por la voz diegética de Juan Millares Carló en El faro y la noche: «El viento y el sol intensos le imprimen a esos paisajes una sensación de mo-vimiento estático» (MILLARES, Selena: El faro y la noche, Barataria, 2014, p. 154. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 047 (79)En este caso, más que de visos intertextuales, se trataría de fuentes o de influencias, lo cual, según Roland Barthes, caería en el mito de las filiaciones literarias (BARTHES, Roland: «From Work to Text» en Image, Music, Text, Hill and Wang, 1977, pp. 155-164, p. 160). (80)PERERA, Manuel V.: «“Mararía”: el fervor de la novela» en Fetasianos, Colección LC/Materiales de Cultura Canaria, 1982, pp. 21-46, p. 28, 35. Esta relación entre Lancelot, 28o-7o y Mararía no es compartida por otros críticos que ven abso-lutas disidencias entre las dos lecturas insula-res de Lanzarote (Hernández, Domingo-Luis: «La poesía de Rafael Arozarena» en Fetasianos, Colección LC/Materiales de Cultura Canaria, 1982, pp. 47-146, pp. 59). todo caso, la intertextualidad implica la consideración de nuevas lecturas y usos de textos ya escritos, al mismo tiempo que su permanencia en el tiempo y su ac-tualización en el interior de perspectivas contemporáneas. Desde esta óptica, he tratado de demostrar que la influencia de Espinosa en las letras canarias resulta más que una anécdota o un capricho de la crítica literaria, de manera que se constata cómo las aportaciones del intelectual tinerfeño son releídas y resucita-das continuamente en la literatura de las Islas, casi un siglo después. De hecho, a la luz de lo expuesto, ¿qué otras obras de la literatura canaria presen-tan la entidad de Lancelot, 28o-7o. Guía integral de una isla atlántica y de Crimen como categoría crítico-literaria? Pues resultan escasas las creaciones narrativas de Canarias que alcanzan esta función con respecto a otras obras de diverso calibre, es decir, pertenecientes a otras épocas, otras estéticas o concebidas a partir de otros objetivos. En este sentido, recordamos las palabras de Manuel V. Perera, que ya en el año 1982 señalaba la filiación literaria de uno de los títulos más reconocidos de la literatura canaria, Mararía de Rafael Arozarena, con res-pecto a Lancelot, 28o-7o80, así como la importancia de Crimen para el conjunto de la producción literaria del archipiélago: «Estas deben constituir nuestro cate-cismo literario y nuestro bautismo de agua (Guad y Fetasa) y de sangre (Crimen y Mararía). Tampoco habría que echar en saco roto Lancelot porque ésta es nuestro bautizo de fuego»81. Así, al valor crítico de la categoría Espinosa, añadimos una lista sujeta a continuas ampliaciones de lugares espinosianos, a tenor de lo desarrollado en este artículo: la isla de las maldiciones, las axilas sin depilar de María Ana, «el hijastro de la isla, el aislado», Crimen, Media hora jugando a los dados, Lancelot, 28o-7o, el contramito de Dácil, la casa familiar Espinosa en Los Realejos y el Agustín Espinosa histórico. La isla de las maldiciones, considerando el cuento de León Barreto y la novela de Armas Marcelo, vendría a constituirse como arquetipo, esto es, como representa-ción literaria y simbólica de determinados aspectos sociales82, de las desgracias vinculadas al tratamiento de la insularidad canaria y al peso del aislamiento con respecto a un centro metropolitano alejado y continental. Las maldiciones se ex-plicitan en cada contexto de uso, pero, bien mirado, el locus vendría a trasladar no contables maldiciones, sino un clima o una atmósfera malditos, derivados de la dejadez y la abulia sistémicas. Esta condición agrava la comprensión del lugar, al ubicarlo al otro lado del imaginario del paraíso. La isla es un infierno donde se padece, se sufre, donde no aparecen soluciones políticas a problemas particu-lares. En este sentido, la habitabilidad insular se revela como la cara oculta de la imagen turística o colonial. Nilo Palenzuela y Macu Machín utilizan el lugar espinosiano de Lancelot, 28o- 7o, en contextos poético y fílmico respectivamente. Salvando las particularidades señaladas con anterioridad, este lugar espinosiano estaría caracterizado por el ejercicio intelectual de privilegiar un espacio insular por su paisaje, en vez de por otros componentes. Esta propuesta encierra la omisión de múltiples aspectos re-legados al margen de tal esencialización teórica, lo cual entraña riesgos, como se-ñala Daniel Barreto: «[la] Estetización saturadora de la isla que podría tener como consecuencia constreñir a sus habitantes en funciones del paisaje»83. En el caso de Palenzuela, emerge la denuncia de las graves repercusiones socioeconómi-cas, políticas y ecológicas, ya que, llevados a macroestructuras, los esencialismos (82)GUTIÉRREZ, Katia: Los bandos del caracol, Ediciones Sed de Belleza, 2006, p. 25 visto en PINO REINA, Yanetsy: Hilando y deshilando la resistencia (pactos no catastróficos entre identi-dad femenina y poesía), Fondo Editorial Casa de las Américas, 2018, p. 119. (83)BARRETO, Daniel: «Construcción total», La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 17 de marzo de 2019. (81)PERERA, Manuel V.: «“Mararía”: el fervor de la novela» en Fetasianos, Colección LC/Materiales de Cultura Canaria, 1982, pp. 21-46, p. 22. de la sangre”. Es en Lancelot y en otras prosas y poemas más luminosos y joviales de Agustín Espinosa donde encontramos, junto a esa ope-ración de transformación de mitos lejanos reu-bicados en el espacio insular, la fina aprehensión de la gracia y la alegría de la vida insular» (MAR-TINÓN, Miguel: «Miguel Pérez Corrales: poesía y crítica» en La isla sin sombra. Estudios y ensayos sobre poesía canaria moderna, Aula de Cultura de Tenerife, 1987, pp. 105-107, p. 107). CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 048 teóricos justifican prácticas como el colonialismo. Machín invoca la necesidad de un retrato con pretensiones estéticas de un paisaje que pueda considerarse singular, lo cual conlleva la inclusión de las personas que lo manipulan o viven-cian diariamente y, por ende, se vale fundamentalmente de los relatos históricos, populares y concretos que puedan ayudar en su definición. Esto último supera la vocación teórica desde la abstracción pura –cubismo y creacionismo– que se explicita al principio de Lancelot, 28o-7o: al poder que comporta la creación de nuevos mitos se le une el poder de representar a las personas que lo alientan. En algunos casos, como el de Samir Delgado, Federico J. Silva o en Solo los muertos de Alexis Ravelo, con el ejercicio intertextual se vendría a reivindicar a Espinosa como un integrante ineludible del canon literario canario, a modo de un trasunto crítico en plena obra creativa. En las novelas Los milagros prohibi-dos de Ravelo y en El faro y la noche de Selena Millares, se destaca la impronta de Espinosa en su momento histórico, como un escritor e intelectual de enorme importancia en la introducción de las vanguardias europeas en las Islas y como portador de los idearios de libertad contrarios al fascismo. Resulta destacable el esfuerzo de Ravelo por incorporar a Espinosa de dos maneras diferentes en sus obras, demostrando la versatilidad y actualidad de este autor tinerfeño y su obra. Ambas propuestas tienen en común que el lector ficcional de la obra espinosiana es investigado por diferentes motivos. De alguna manera, Ravelo propone una pesquisa que podría exceder el ámbito ficcional para interpelar al público lector de hoy: ¿quién lee a Espinosa? La isla de las maldiciones de Yeray Barroso es un lugar metaliterario en el que y desde el que conviven escritura, autorxs, lectorxs y memoria. El lugar espinosiano en Juan Jesús Pérez García y Jordi Solsona remite a un enclave físico y determi-nado. Estos, en cierta medida, se convierten en lugares de memoria del escritor tinerfeño. Pierre Nora formula desde la década de los 80 la noción de «lugar de memoria» como aquel espacio físico o inmaterial en el que se concentran gran-des valores históricos y simbólicos para una comunidad humana dada84. El lugar de memoria implica restos, vestigios o recreación de lo que fue y ya no es. Pueden ser museos, conmemoraciones, archivos, santuarios, asociaciones, etc. Los luga-res de memoria constituyen espacios necesarios para que las comunidades se consideren como tales, ya que estas necesitan recordar sus historias para conso-lidarse y no caer en los peligros de la amnesia colectiva. De ahí que el último lugar espinosiano que quiera traer a colación es el más simbólico, físico y referencial del que tenga constancia: la casa familiar de Agustín Espinosa en Los Realejos. Un lugar que, a falta de constituirse como un espacio de memoria viva, he visto caer y deteriorarse desde mi infancia. Y es que el hecho de que los escritores se hayan labrado su inmortalidad a través de las palabras que escribieron, lugar inmaterial al que siempre puede regresar el público para resucitarlo, releerlo o intentar destruirlo, no impide que lxs vivxs tengamos la necesidad de materializar el legado que dejaron, de ahí que el abandono, ampliamente denunciado85, en el que se encuentra la casa no haga justicia al valor otorgado desde diferentes expresiones y manifestaciones culturales a la figura y obra de Agustín Espinosa. (85)MORALES, Teo: «Agustín Espinosa, surrealis-ta siempre», eldiario.es, 20 febrero 2019; RO-DRÍGUEZ CABRERA, Germán Francisco: «Agus-tín Espinosa García y Los Realejos. 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Título y subtítulo | Lugares espinosianos en la literatura y cine canarios contemporáneos |
Autor principal | Fernández Hernández, Paula |
Entidad | Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias |
Publicación fuente | Catharum: revista de Ciencias y Humanidades |
Numeración | Número 18 |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Puerto de la Cruz |
Editorial | Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias |
Fecha | 2020 |
Páginas | pp. 029-051 |
Materias | Publicaciones periódicas ; Ciencias Sociales ; Humanismo ; Cultura ; Sociedad ; Canarias ; Tenerife ; Cine y literatura |
Enlaces relacionados | Enlace al editor: http://www.iehcan.com/category/publicaciones/catharum/ |
Notas | Número extraordinario de Catharum dedicado al autor Agustín Espinosa |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Tamaño de archivo | 1124352 Bytes |
Texto | CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 029 Lugares espinosianos en la literatura y cine canarios contemporáneos Paula Fernández Hernández INTRODUCCIÓN Roland Barthes enunciaba en los años setenta que todo texto es un intertexto , es decir, que, en cualquier texto dado, se reúnen otros textos, evidenciándose estos a diferentes niveles. El filósofo francés define así la noción de intertextualidad, que formulara Julia Kristeva2 previamente, como una ampliación, a su vez, de lo que Mijaíl Bajtín destacó como los caracteres dialógicos y polifónicos que se dan en una novela, revolucionando la teoría literaria tradicional. La propuesta de Baj-tín venía a contradecir la visión romántica del autor y de la obra como un discurso monológico, entendiendo que todo texto es en realidad una convivencia de otros textos anteriores, que aparecen transformados, reconvertidos, deconstruidos o, simplemente, reproducidos o citados. Así, se entienden la literatura y las creaciones culturales como red de significados y componentes extraliterarios . Ahora bien, existen textos que adquieren mayor protagonismo en el interior de esa red debido a sus relecturas y multiplicidad se-mántica, que los hacen capaces de sobrevivir a los cambios epistémicos y al paso del tiempo. Este año 2019, las Letras Canarias se dedicaron al reconocimiento de la obra y la figura de Agustín Espinosa (1897-1939), maestro e intelectual del norte de Tenerife. Quise aprovechar la ocasión para investigar el papel de Espinosa en una red literaria de marco canario a través del rastreo de conexiones intertextuales en la literatura contemporánea canaria. Para ello comenzaré destacando el uso de la figura de Espinosa como categoría crítico-literaria, es decir, como clave de lectura que utiliza la intelectualidad a la hora de interpretar textos o manifestaciones culturales en el ámbito canario, para a continuación destacar el uso de lo que propongo denominar «lugar espinosia-no » en las producciones literarias mismas. Con esta tarea, trataré de demostrar que, por su calidad o sus aportaciones, algunas obras literarias canarias, como en el caso de las compuestas por Espinosa, trascienden su dimensión historio-gráfica y se convierten en textos vivos aun transcurridos los años. De hecho, me centraré en muestras actuales, con el objetivo de observar cómo lxs escritorxs4 de finales del siglo XX y de principios del siglo XXI recurren a lugares espino- (1)BARTHES, Roland: «Texte (théorie du)», Ency-clopaedia Universalis, 1973. (2)KRISTEVA, Julia: Sèméiôtikè. Recherches pour une sémanalyse, Seuil, 1969, pp. 84-85. (3)LEVINE, Caroline: Forms: whole, rhythm, hi-erarchy, network, Princeton University Press, 2015. pp. 112-131. (4)El uso de la «x» para señalar el género obe-dece a un posicionamiento académico. Este es la contemplación de diversos géneros persona-les, la superación tanto del binario y como del uso del género «masculino» gramatical como genérico (BENGOECHEA, Mercedes: «Cuerpos hablados, cuerpos negados y el fascinante de-venir del género gramatical», Bulletin of Hispa-nic Studies, Liverpool, vol. 92, nº 1, 2015, pp. 1-24). Esta postura teórica me impide utilizar un género gramatical determinado cuando des-conozco las preferencias de género del deter-minado grupo al que hago referencia. Utilizo un género marcado cuando se trata de alguien que, de forma directa o indirecta lo ha manifestado. Si no dispongo de esa información, acudo a un género no explicitado marcado por la letra «x». CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 030 sianos en la construcción de sus obras. Atenderé a cómo se plasman estos lu-gares, qué elementos relacionados con Espinosa aparecen, las interpretaciones que podemos extraer de ellos, cómo se usan y para qué, de manera que al final logre perfilar, a modo de recapitulación, la definición del lugar espinosiano como categoría útil para la interpretación de algunos productos culturales en Canarias. LUGAR ESPINOSIANO COMO CATEGORÍA CRÍTICA En algunas antologías y estudios sobre lxs nuevxs creadorxs canarixs, llama la atención la continua referencia a la influencia que ejerce Espinosa en ellxs. Así, Antonio García Ysábal, en La nueva poesía canaria (1986-2000), destaca cómo entre las preferencias que escogen lxs siete poetas antologadxs5 se encuentra la línea surrealista de Agustín Espinosa o de Óscar Domínguez6. Esta opinión es compartida por Daniel Bernal en el estudio introductorio a la antología de poetas canarixs nacidxs entre 1960 y 1992 que realiza Cecilia Domínguez Luis titulada Poesía canaria actual (La Manzana Poética, 2016). Bernal indica que, a pesar de la diversidad que parece caracterizar a la joven poesía canaria, «sí se advierten algunas flexiones particulares, lecturas compartidas y asimiladas como referen-tes (como serían, en muchos casos, Agustín Espinosa, Pedro García Cabrera, Félix Francisco Casanova o Andrés Sánchez Robayna)»”7. Asimismo, Bernal alude a un elemento conductor de la poesía canaria desde sus inicios con las Endechas a la muerte de Guillén Peraza (1447): el tratamiento del paisaje. Esta estela, que continúa andando el tiempo con la atlanticidad de Tomás Morales y la plasmación de la ciudad portuaria de Alonso Quesada, queda desarrolla-da ampliamente por Espinosa y otros autores coetáneos durante las primeras décadas del siglo XX. Algunos ejemplos de ello son las obras Lancelot, 28o-7o. Guía integral de una isla atlántica (1929), de Espinosa; los ensayos El hombre en función del paisaje (1930), de Pedro García Cabrera, y Geometría del pai-saje (1930), de Antonio Lorenzo-Cáceres. Estos intelectuales tratan de innovar en la concepción geográfica de las islas al incorporar ciertos parámetros de las vanguardias históricas, como la abstracción, el cubismo, el creacionismo o el indigenismo, obteniendo como resultados lenguajes y propuestas particulares de vital importancia para la comprensión de la época contemporánea canaria. Retomando la argumentación de Bernal, en esta evolución de la consideración del paisaje insular en la literatura canaria, el turismo supondría el último gran elemento de impacto en las formulaciones del lugar. Así, algunas propuestas recientes de poetas críticxs transforman las interpretaciones precedentes de la insularidad «en signo representativo de habitar la isla de las maldiciones espino-siana, con sus respectivos símbolos de atracción y alejamiento que subsumen la vida en un coágulo dinámico de complejas identidades fluctuantes»8. Se trata de la isla de las maldiciones que aparece al final de la novela de Espinosa, Crimen, en el apartado «Epílogo en la isla de las maldiciones», que incluye la alusión «Yo, el hijastro de la isla. El aislado». Vendría a recoger el abanico de posibilidades identitarias que pueden desplegarse en cualquier lugar, incluida una isla, a pe-sar de o aun con los relatos míticos, idealizantes y publicitarios que se vierten sobre ella. De la misma manera que Espinosa asesinara a «una vieja y burguesa concepción de la literatura»9 a través de su novela surrealista, Bernal indica que lxs jóvenes poetas críticxs de la actualidad se suman al cuestionamiento del es-pacio insular tal cual les ha sido dado. Así, estos consiguen formular sus propias coordenadas creativas y críticas a la luz de los años transcurridos, los cambios epistémicos y las preocupaciones o preferencias de las nuevas generaciones. (5)Estos son: José Rafael Franco, Coriolano Gon-zález Montañez, Paula Nogales Romero, Veróni-ca García, Víctor Álamo de la Rosa, Pedro Flores, Tina Suárez Rojas. (6)GARCÍA YSÁBAL, Antonio (ed.): La nueva poesía canaria (1986-2000), Verbum, 2001, p. 29. (7)BERNAL, Daniel: «La palabra naciente. Al-gunas notas sobre la joven poesía canaria» en Poesía canaria actual. Antología 1960-1992, La Manzana Poética, 2016, pp. 21-32, p. 23. (8)Ídem, p. 26. (9)PADORNO, Eugenio: «Presentación –a estas alturas– de Agustín Espinosa» en Crimen. Media hora jugando a los dados, Biblioteca Golpe de dados, 1999, pp. IX-XVIII, p. XV. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 031 Ante tal panorama, resulta destacable la vigencia de Espinosa. A este respecto, en una encuesta realizada por Eduardo García Rojas para el blog El Escobillón10 se preguntó a 39 escritorxs y especialistas de las Islas sobre las cinco obras de la literatura canaria que más les habían impactado en su carrera creativa o como lectorxs críticxs. De entre ellos, trece citaron Crimen como una de las tres primeras obras relevantes. Además, aparecen otras obras de Espinosa, aunque en menos ocasiones, como Media hora jugando a los dados y Lancelot, 28o-7o. José Miguel Pérez Corrales destaca la diferencia con lxs escritorxs de los años 80, que preferían Lancelot, 28o-7o12, mientras que las generaciones posteriores, a tenor de lo arrojado por la encuesta, eligen Crimen como título fundamental. Lancelot, 28o-7o y Crimen se asoman entonces como casi paradigmáticas en el análisis de los lugares espinosianos, por cuanto los textos en sí y algunos de sus componentes se convierten en recursos a los que acude la crítica literaria o hu-manística actual para explicar y ubicar la aportación de unx escritorx canarix en una determinada línea estética o crítica. Esto ocurre con respecto a Alejandro Krawietz (Tenerife, 1970), quien también es un reconocido investigador en tor-no a la figura de Espinosa. Francisco León indica que el poemario de Krawietz titulado Para un dios diurno (Idea, 2016) «se inscribe en la estela de libros como Diarios de un sol de verano de López Torres, Altos del sol de Melchor López o Lan-celot, 28o-7o de Agustín Espinosa». La recurrencia a lugares espinosianos conti-núa en el mismo artículo con otro poemario de Krawietz, Memoria de la luz, por el que obtuvo el Premio García Cabrera de Poesía en 2001: «en la realidad aludida en los nuevos poemas aparecen zonas de claroscuro, puntos de fuga hacia simas microscópicas y cotidianas: el paraíso de la infancia se enfrenta también a una isla de las maldiciones»14. En este sentido, el lugar espinosiano de la «isla de las maldiciones» emerge como paradigma de los tópicos negativos vertidos sobre la insularidad, como arquetipo geográfico del aislamiento ontológico o de los mons-truos de los espacios-otros trazados bajo rúbricas románticas. Samir Delgado (Gran Canaria, 1978) reúne en Una casa mal amueblada: Escritos del cibercafé (Baile del Sol, 2010) un conjunto de reflexiones sobre diferentes temas contemporáneos. Entre ellas, incluye una titulada «La Página joven» en la que destaca la labor de dicha editorial en la promoción de los trabajos de tres es-critores canarios noveles: Jesús Gerardo Martín Perera, Daniel Hernández María y Kenia Martín Padilla. Delgado alude a la influencia espinosiana en ellos: «Con la invocación entusiasta de García Lorca, Alejandra Pizarnik y Agustín Espinosa como referentes de su inspiración cotidiana, los tres jóvenes que han escrito las nuevas páginas de nuestra actualidad lírica son de carne y hueso, comparten las horas de esta crisis como cualquier hijo de vecino y llevan la vocación literaria metida en la sangre»15. De Martín Perera resulta evidente su deuda con la lírica de Pizarnik, y sobre el vínculo de Espinosa con Daniel María y con Martín Padilla nos ocuparemos más adelante, así como de la huella que Espinosa ejerce sobre la obra del propio Samir Delgado. A tenor de la recurrencia señalada de Espinosa para desarrollar términos o inter-pretaciones de índole literaria en nuestros días, ¿constituiría en sí un vector de unión de la producción cultural canaria? ¿Es arriesgado determinar que la figura y las obras de Espinosa podrían ser un elemento compositivo o un referente im-portante entre lxs autorxs de las Islas? Para tratar de acercarnos a una respues- (10)GARCÍA ROJAS, Eduardo: «Canarias, tierra de literaturas», 23 de abril de 2017, www.elescobillon.com/2017/04/. (11)Roberto A. Cabrera, José Luis Correa, Rafael José Díaz, Covadonga García Fierro, Roberto García de Mesa, Coriolano González Montañez, Oswaldo Guerra Sánchez, Elsa López, Sabas Martín, Nilo Palenzuela, Alexis Ravelo, Ayoze Suárez y Yeray Barroso. (12)PÉREZ CORRALES, José Miguel: «Agustín Es-pinosa, desde 1936» en Crimen. Textos de 1934- 35, Insoladas, 2018, pp. 326-370, p. 369. (13)LEÓN, Francisco: «El don de la unidad», Fo-gal, nº 15, 24 agosto 2017, www.revistafogal.com/2017/08/24/el-don-de-la- unidad/. (14)Ídem. (15)DELGADO, Samir: Una casa mal amueblada: Escritos del cibercafé, Baile del Sol, 2010, p. 137. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 032 ta, pasaré a analizar las concretas apariciones de los elementos espinosianos en poesía, prosa y cine canarios. LUGAR ESPINOSIANO COMO TOPOS LITERARIO En la búsqueda de las huellas de la obra de Espinosa en la literatura y el cine canarios actuales –desde 1973 hasta el 2018–, nos interesamos por signos asociados a la obra del autor tinerfeño que aparecen en contextos diferentes de los originales. Estas huellas pueden aparecer como citas iniciales de poemas, incrustadas en la trama de una novela, convertidas en metonimias o compara-ciones o como anécdotas históricas. Esta recurrencia justifica la consideración de la figura y la obra de Espinosa como un topos literario, es decir, un lugar o temática común al que se acude repetidamente desde la crítica y la creación literaria para hacer referencia a determinados aspectos; en este caso, en el seno de la literatura canaria. Para el rastreo, me he valido ampliamente del artículo de Daniel María titulado «Apuntes y cronología sobre el rescate de Agustín Espinosa y la vanguardia ca-naria » , así como de las valiosas aportaciones de José Miguel Pérez Corrales en «Agustín Espinosa, desde 1936» . Este último artículo funciona como brillante recapitulación de las menciones a Espinosa en ensayos u homenajes dedicados a su figura, reediciones de sus obras o algún aspecto relacionado con el escritor, después de haber analizado la recepción de la obra escrita de Espinosa una vez estalla la Guerra. He tratado de ampliar estas dos grandes contribuciones que desde la crítica se han emprendido para inventariar el legado de Espinosa en las letras canarias y en las actividades culturales en el interior y exterior de las islas. Así, procederé al análisis de las referencias a la obra espinosiana, empezando por el género poético, siguiendo por el narrativo y terminando en el fílmico18. Los precedentes de esta construcción de los lugares espinosianos vendrían de la mano de los coetáneos del maestro que le dedicaban ‒como hacían frecuen-temente entre ellos, lo cual nos traslada una idea de comunidad intelectual19‒ algunas palabras o retratos, así como de sus reacciones o de la recepción de su propia figura durante su vida e inmediatamente después de su muerte. De entonces, apenas encontramos vestigios debido al momento político extremada-mente restrictivo en el que no se podía mencionar a un señalado por el régimen franquista como era Espinosa20. Comenzaremos por analizar los lugares espinosianos contemporáneos en el poemario de Octavio Pineda (Las Palmas de Gran Canaria, 1979) titulado ama-sijos conversaciones y otras ciudades (La Página, 2011)21. En esta obra, la suce-sión de estampas responde a un paisaje fuertemente urbano, en el que el poeta discurre entre cafeterías y hojas de cuaderno que se convierten en vehículos de necesaria conexión entre ciudad y poesía. De hecho, Pineda entiende la con-tinuidad entre la urbe y la lírica como dos caras de lo mismo o dos elementos indisociables, es decir, como si la ciudad se valiera de la poesía desde su fun-dación22. De ahí que, teniendo en cuenta la genealogía de la moderna literatura canaria, Pineda entronque directamente con las propuestas estéticas del grupo de Gaceta de Arte al que pertenecía Espinosa. De hecho, el poeta grancanario se centra en figuras dedicadas a la renovación literaria y artística de las islas, como Óscar Domínguez, Manuel Padorno, Eugenio Padorno y Agustín Espino-sa. A este último dedica el poema «las palmas de gran canaria a jorge oramas», (16)Revista Literaria de la Academia Canaria de La Lengua, http://aclrevistaliteraria.academiacanarialen-gua. org/apuntes-y-cronologia-sobre-el-resca-te- de-agustin-espinosa-y-la-vanguardia-canaria/. (17)En ESPINOSA, Agustín: Crimen. Textos de 1934-35, Insoladas, 2018, pp. 326-370. (18)Emprenderé un análisis de un ejemplo cine-matográfico desde parámetros diegéticos y no procederé a un estudio fílmico profundo por alcanzar éste dimensiones que no contemplo en el presente artículo. Por tanto, considérese incluido en la noción de «escritorx» o de «litera-tura » empleadas, lo alusivo el filme que estudia-remos. Por el mismo motivo, no trataré la inter-textualidad con las artes plásticas por constituir objeto de un estudio pormenorizado. Algunos ejemplos que podrían contemplarse en tal ne-cesario abordaje podrían ser Lancelot 28º-7’ de Juan Ismael (1951, 65x81cm, Encaústica sobre lienzo, TEA) o la obra de César Manrique, preo-cupada por el paisaje conejero. (19)Véanse ejemplos en Agustín Espinosa, a los setenta años de su muerte [1939-2009], Go-bierno de Canarias, 2009, pp. 16-47. (20)El mismo poema que Emeterio Gutiérrez Albelo le dedica a su muerte, contiene varios estándares oficiales, entre los que se escapan algunas referencias sentidas, como la denomi-nación de Espinosa como el «Profesor de Jar-dines » (visto en ESPINOSA, Agustín: Crimen. Textos de 1934-35, Insoladas, 2018, pp. 299- 300). Para más menciones necrológicas de di-ferente índole, consúltese el artículo citado de PÉREZ CORRALES, José Miguel: «Agustín des-de 1936» en ídem, pp. 326-370. (21)Accésit del Premio de Creación Joven Injuve (Instituto de la Juventud, Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social) en 2009. (22)El puesto de vigía urbano le lleva a contem-plar varios escenarios o la heterogeneidad del CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 033 directamente relacionado con el artículo que el escritor tinerfeño dedicara al pintor grancanario titulado «Mártires del insularismo. La trágica orfandad del pintor J. Jorge Oramas»23, publicado en el Diario de Las Palmas el 13 de abril de 1933 y que desarrollará siete días más tarde en la famosa conferencia Media hora jugando a los dados, leída en el Círculo Mercantil de Las Palmas de Gran Canaria. Para más evidencia, el poema de Pineda viene introducido por una cita del propio Espinosa: «el sentido de la luz y del color de la naturaleza atlántica». Este poema contiene elementos referenciales bidireccionales hacia Oramas y hacia Espinosa, en una especie de juego –por supuesto no faltan los dados– en el que se confunden homenajeado y homenajeador. Se establece así un diálogo entre pintura y escritura, entre sus propias versiones en torno al indigenismo y surrealismo en la lectura del paisaje, como dos movimientos coetáneos que buscaban, a principios del siglo XX, desentrañar los entresijos de una sociedad rural en convivencia, muchas veces conflictiva, con la urbe atlántica. El resulta-do es la continuidad entre el paisaje de barranco y palmera y el hábitat citadino, en cuya definición se halla la condición ultramarina y de puente colonial entre universos étnicos plurales. pinta dados de luz cada mañana se despierta en tres esquinas y comienza los ángulos de la ciudad el océano que se incrusta entre sus manos la partitura dorada o la brisa de la tierra en rastros azules mezcla una palmera mientras el barranco amanece como una ciudad de azoteas nace entregado desde la playa del nuevo mundo juntando cuerpos de colores que pinta por sus dedos24 La referencia al texto de Espinosa es clara, tal y como comprobamos a conti-nuación en el extracto del tinerfeño: «Tiene rellenas de colores de paisajes de tu Isla las manos. Tiene en cada dedo cien insularios paisajes policromos, que se le asoman a las yemas, afanosos de expresarle en plástica ternura, peregrinos de óleos quiméricos, de espectrales pinceles, de utópicas telas»25. Federico J. Silva (Las Palmas de Gran Canaria, 1963) compone el poema «Un ensayo de definición»26, el cual se encuentra plagado de referencias a la literatu-ra canaria y a la mitología vertida sobre las Islas desde la época clásica. El autor apela al debate identitario a través de un trasfondo dialéctico cifrado en términos de centro y margen, yo y otro, que recuerda a Octavio Paz. La voz lírica experi-menta con la intersección entre geografía insular y archipielágica, y el catálogo de léxico asociado a la imagen mítica de las islas. De hecho, es en este punto donde aparece un lugar espinosiano: «la isla de las maldiciones». Aparte de este, aflora la «esdrújula hespéride» que recuerda a Cairasco de Figueroa; la fuente, la roca y el almendro de Nicolás Estébanez, rematados por el verso más característico de las Endechas a la muerte de Guillén Peraza: «todo lo acaba la malandanza»: […] elísea, bienaventurada, esdrújula hespéride, atlántida, poma áurea o remota sima paisaje habitado y vivido, de ahí que el recurso del archipiélago presente tanto valor en este poemario. Y es que, en el fondo, parece que todos los amasijos y conversaciones plasmadas en el poemario no sean más que diferentes ciu-dades o la misma ciudad. La única óptica posi-ble para Pineda es la urbana, pero esta no impli-ca una urbanidad exclusiva, sino una reflexiva y abarcadora de imaginarios. (23)ESPINOSA, Agustín: Textos (1927-1936), Aula de Cultura, 1980, pp. 224-226. (24)PINEDA, Octavio: amasijos conversaciones y otras ciudades, La Página, 2011, p. 38. (25)ESPINOSA, Agustín: Textos (1927-1936), Aula de Cultura, 1980, pp. 224-226, p. 225. (26)Visto en DOMÍNGUEZ LUIS, Cecilia (ed.): Poesía canaria actual. Antología 1960-1992, La Manzana Poética, 2016, pp. 68-69. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 034 de las górgades, locus asaz extremus en los confines de la tierra y por ello edén nocturnal de tinieblas, susurro de algas y miasmas, la escondida senda paradoxográfica. Tú eres la encubierta, la inédita non trubada. Yo soy el reflejo del reflejo de una sombra que me asombra, una lejana isla de las maldiciones en el sonoro océano tenebroso: a veces dogal no sé si gargantilla. Tú eres mi fuente, mi roca, mi cumbre, mi cuna y mi fosa, mi almendro o tal vez mi horca: todo lo acaba la malandanza. Samir Delgado, anteriormente citado, participa del proyecto lírico titulado Plane-ta turista (Amargord, 2014) junto a los también poetas David Guijosa y Acerina Cruz. Esta obra reúne poesías de los tres autores en relación con el turismo en las islas y como fenómeno global. A modo de testimonio de un lugar denomina-do la ciudad turística, los poemas tratan sobre las condiciones de habitabilidad y existencia que genera este sector y el sistema que impone, las cuales suelen estar en el reverso de la imagen turística privilegiada27. Un poema de Delgado titulado «amor turístico intertextual» se configura como un juego poético en el que incluye cuatro estrofas que corresponden, respectivamente, a cuatro textos de Antonio de Viana, Luis Alemany, Agustín Espinosa y Manuel Padorno. A través de él, Delgado juega con el diálogo descafeinado entre cuatro grandes nombres de la literatura canaria, incorporando citas de ellos completamente descontex-tualizadas que dan como resultado un patchwork textual que también pone en valor la condición elemental y constitutiva de la literatura como una red en la que los textos se cruzan, citan, deconstruyen y reconstruyen entre sí, diluyéndose así las autorías al más puro estilo cervantino o borgiano: [amor turístico intertextual]28 Sienten los dos un no sé qué de gloria, mezclado a un sí sé qué de pena y ansia. La sonrisa que en este momento preside la mesa, el mediodía, el almuerzo, la vida toda, el color del barniz del portal de los apartamentos. Una ventana puede ser marco de un cuadro de Giorgione, si a ella se asoma de pronto una muchacha rubia, de ojos de miel, fino talle y manos de ángel sin cielo29. Amanece en el mar, la playa tiene el olor de manzana apetitosa: baja a la playa solitaria, solo, un dios real, desnudo, organizado, largamente la luz sola, el turístico sol que emprende el viaje. (27)guijosa, david, Cruz, Acerina y Samir Delga-do: Planeta turista. Poesía reunida, Amargord, 2014, p. 19. (28)«Poema construido con textos de: Antonio de Viana (1), Luis Alemany (2), Agustín Espinosa (3) y Manuel Padorno (4): según orden correla-tivo a cada estrofa» (Ídem). (29)«Balances de mar y tierra. El contramito de Dácil» firmado en Las Palmas, en agosto de 1931 y publicado en La Prensa, Santa Cruz de Tenerife, el 1 de septiembre de 1931. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 035 Es curioso que tanto Silva como Delgado incluyan a Espinosa en sus particulares revisiones de la tradición literaria canaria. Resulta reseñable por cuanto se trata en ambos casos de ejercicios creativos llamados a revisar las obras cumbres de la literatura del archipiélago y por el hecho de que los dos poetas coinciden en que la huella espinosiana no puede faltar. Un gran consagrado al autor que nos ocupa, Nilo Palenzuela, publica el poe-mario La hoja seca (Vitrubio, 2014) y en él aparece una referencia a la mítica isla espinosiana de Lancelot en un poema dividido en dos partes: «Island in the Sun, 1957-2000. Collage espacio-temporal o cincuenta años no son nada». La alusión al fenómeno turístico también centra esta mención. En el caso de Palen-zuela, se emprende a través de la representación de diferentes actores turísticos ‒trabajadores y nativos, frente a consumidores‒ y de la lectura de este sector como una nueva cara de la economía de la plantación colonial. A su vez, aparecen contrapuestas las imágenes del turista que llega con el emigrante procedente del África subsahariana y que no puede alcanzar la costa. Postal: turistas ante la plantación. Los trabajadores negros «felices» con sus cantos. Postal: variación 28o-7o. Llegan los turistas. Los campesinos son botones, camareros, recepcionistas. Llevan y traen las llaves de su rentacar, van a la playa y pronto, en 20 años, los «nativos» siembran la sombrilla, se broncean. Más allá, un subsahariano, desde Senegal, desde Mauritania, no ha llegado, yace cubierto con una manta. El turista, como cristiano nuevo, destella al sol bajo la sombrilla azul y amarilla. Escucha y canta otra vez «Isla en el sol»: «Islands in the sun». Este mundo no tiene remedio. Palenzuela utiliza las coordenadas imaginadas por Espinosa para su Lancelot particular. De hecho, en lugar de recurrir a la información cartográfica verídica o imaginada para tratar una cuestión actual, utiliza los parámetros de la isla cubista descrita por Espinosa. En ese sentido, recordamos que Lancelot es un construc-to, un anclaje de idealizaciones, de mitos. Los habitantes en la isla espinosiana son personajes circunstanciales, de los que no sabemos prácticamente nada, únicamente su función de obreros o de residentes, a excepción del cura Tomás Romero y del ilustre escritor Clavijo y Fajardo, a los que sí se denominan y espe-cifican30. Sin embargo, los protagonistas del relato sobre la ínsula son el viento, el caballo que da forma a la isla o la palmera futurista. Palenzuela retoma esta idea de vaciar a la isla de lo concreto que propuso Espinosa31 y lo traslada al dis- (30)Bien es cierto, que en el caso de Tomás Morales se entiende que es descrito como un elemento más del paisaje (BARRETO, Daniel: «Construcción total», La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 17 de marzo de 2019). (31)ESPINOSA, Agustín: Lancelot, 28o-7o. Textos 1927-1929, La Página, 2013, p. 16. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 036 curso colonial y neocolonial. Si Espinosa reformulaba creativamente la geografía insular a partir de las herramientas que proporcionaba la «literatura universal» –reproduciendo así las palabras del autor tinerfeño– y penumbrando el «vocablo popular para prosceniar el vocablo culto»32, Palenzuela observa la equivalencia con el modelo turístico y la economía capitalista global, que privilegia el consumo del lugar. De esta manera se obvia y relega a una segunda categoría tanto a los habitantes reconvertidos en dotadores de servicio del turista como a las per-sonas procedentes de los márgenes que pretenden acceder al idealizado lugar, las cuales aparecen ejemplificadas en el poema por la inmigración subsahariana que emprende travesías mortíferas para intentar llegar al norte económico. Así, la isla o las islas se desprenden de su contenido concreto, de sus habitantes, para convertirse en escenario de deleite para consumidores del paisaje. Lxs mentadxs habitantes están condenadxs a no subvertir ni criticar, sino a reproducir el mismo sistema de consumo o a mimetizarse33 una vez que hayan cumplido con su deuda laboral y, por tanto, a alimentar la «diferencia colonial»34. Se repite así el esquema derivado de tal modelo: el turista reencarna al cristiano que no pudo probar su pureza de sangre para acceder a un cacho del pastel del Nuevo Mundo, y paga con dinero una nueva y contemporánea forma de colonización. Domingo-Luis Hernández (Los Realejos, 1954) en Fetasianos (Colección LC/Ma-teriales de Cultura Canaria, 1982) incluye una selección lírica bajo el título de “hEcatoMbe”35. Los poemas incluidos están dedicados o vienen introducidos por citas de otros autores: Alonso Quesada, Félix Francisco Casanova, Rafael Aroza-rena y Agustín Espinosa. Hernández trabaja una temática mítica y reflexiva sobre el sentido de la insularidad y del mar, de ahí el juego de palabras del título de la segunda parte, «Mitosis», la cual contiene el vocablo mito. La mitosis es además un proceso biológico que implica la división celular en un reparto equitativo de material hereditario en dos partes iguales. De alguna manera, Hernández alu-de a la herencia del mito y su consecuente relectura. De ahí que acuda a otras generaciones de escritores canarios para marcar la secuencia mitosística, en la que de una célula/mito/poema se generan otros tantos y tantas. Centrándonos en el tema de esta comunicación, aparecen los lugares espinosianos de la isla de las maldiciones y el del hijastro de la isla introduciendo el último poema de la selección. La circularidad de la idea se consigue a través de la epanadiplosis del verso «la espesura», lo cual traslada una idea de excesiva gravidez, reforzada por la carga semántica de la palabra «neblina». Este elemento caracteriza las visiones de la isla de las maldiciones, como diría Luis Álvarez Cruz a propósito de la miti-ficación en torno a la insularidad: «Siempre hay en el horizonte una isla envuelta en bruma […]. Bajo este ropaje está la realidad absoluta. Mas la aventura consiste en rondar la realidad entre nieblas»36. la espesura un verde rubor señala tu dimensión acariciante la espesura37 Daniel María (Agulo, 1985) fue una de las jóvenes promesas destacadas por Del-gado en el artículo ya citado. Este cineasta, escritor, editor e investigador declara en varias ocasiones su filiación estética a la obra del surrealista tinerfeño. Como signo más evidente de ello, no solo firma varios artículos que versan sobre Espi- (32)Ídem. (33)Me refiero a aquella llamada a la repetición de un discurso o práctica hegemónica, moti-vada por el deseo del mimetismo colonial, que revela la pulsión por la representación de lo sub-alterno. El resultado son versiones autorizadas de otredad al interior de un sistema (BHABHA, Homi: El lugar de la cultura, Manantial, 2002, pp.105-113), esto es, para el caso expuesto en el poema, el acceso de personas nativas a deter-minadas prestaciones destinadas al turismo de personas foráneas. (34)«La diferencia colonial consiste en clasificar grupos de gentes o poblaciones e identificar-los en sus faltas o excesos, lo cual marca la di-ferencia y la inferioridad con respecto a quien clasifica» (MIGNOLO, Walter: Historias locales/ diseños globales. Colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento fronterizo, Akal, 2004, p. 39). Este concepto se encuentra ins-crito en las perspectivas poscoloniales y desco-loniales que fundan su análisis en la pervivencia en la geopolítica actual de estructuras hegemó-nicas creadas a partir de la colonización iniciada con la llegada de Cristóbal Colón a las Antillas en el siglo XV y que implican el dominio de unas comunidades sobre otras. (35)Hernández, Domingo-Luis: “hEcatoMbe” en Fetasianos, Colección LC/Materiales de Cultura Canaria, 1982, pp. 47-146, pp. 281-290. (36)Álvarez Cruz, Luis: «Las islas entre brumas» en Ensayistas canarios, Viceconsejería de Cultu-ra y Deportes del Gobierno de Canarias, 1990, pp. 160-165, p. 162. (37)HERNÁNDEZ, Domingo-Luis: «hEcatoMbe» en Fetasianos, Colección LC/Materiales de Cultura Canaria, 1982, pp. 47-146, pp. 281-290, p. 290. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 037 nosa, sino que añade un poema de su autoría que titula «Poema del Estudiante a Agustín Espinosa». Se divide en dos partes y aparece incluido en su poemario Futilidad Serena38: I Quién te viera, Agustín, en el reposo solitario de la noche, aunando fuerzas de café con leche a tu guante de boxeo en la chaqueta. ¿Qué fantasía voraz te acurrucó en la madrugada sobre la platea roja del horizonte a punto de reventar la mañana? Quién pudiera decirte, si me oyeras, cómo de vibrante tu Crimen nos salpica; en el aula, tu ternura (la del beige del excremento, del sabor a hiel de la sangre en la boca). Te fui a ver, como si vivieras, ay, Agustín, a tu trozo de tierra y tu cruz oblonga. Te enramé de lengüetazos la lectura y ofrecí flores a tu nuca pelona. Te he dedicado más horas que a un vivo, me he dado de comer azucenas que murmuran desde la ventana el paso del tranvía. II Media hora llevo con el dado entre los dientes sobre el signo de tu huella digitalizada en el olvido. A dos pasos de la inconsciencia me he dormido, a punto de perecer he creído verte. Te llevo una vez más hasta tu isla el canto de mal dolor que te vomito, la sien enamorada de tus libros, uñas de una mano muerta, ya sin llanto. Te cuento, amigo mío, que esta noche en tu honor he cerrado la ventana y le he callado la boca a María Ana. No te culpes de haber muerto, no te corte la lengua la flor del cactus o la mañana tan maldita, tan purga, tan mariana. En el poema encontramos varias referencias explícitas a Espinosa, además de que se dirige directamente a él, a modo de segunda persona poética o destina-tario explícito. La segunda parte, rimada, está plagada de signos relacionados directamente con la obra del escritor, así como con su personalidad y biografía («nuca pelona»). De entre los primeros destacan «Media hora llevo jugando con (38)Obtuvo el Premio Félix Francisco Casanova de Poesía 2007 por el poemario. El poema ci-tado se encuentra en: HERNÁNDEZ MARÍA, Da-niel: Hilo de cometa, La Página Ediciones, 2009, pp. 128-129. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 038 el dado entre los dientes», haciendo alusión a la conferencia dictada por Espino-sa en 1930; a «María Ana», un personaje femenino que aparece en varios escri-tos del autor y que está vinculado a un amor de juventud39 y que retomaremos con la siguiente autora novel; así como las múltiples evocaciones surrealistas que remiten a Crimen («la mano muerta», «el paso del tranvía») y la localización insular ampliamente desarrollada en la obra espinosiana («la flor del cactus»). Kenia Martín Padilla (Santa Cruz de Tenerife, 1986), también destacada por Del-gado, escribe el poemario La esencia mordida40 en el que aparece, entre otros aspectos destacables, el que podríamos anunciar ya como un lugar espinosiano: las axilas sin depilar de la recientemente citada María Ana, a las que Espinosa dedicara una oda41. A continuación reproducimos el poema de Martín Padilla en el que se evidencia este topos espinosiano: Todas las mañanas me convierto en maniquí pero hoy no. Esta mañana me he puesto frente al espejo con mis cabellos de lana, con mis ojeras de luna, con mi blancura de huevo y las axilas sin depilar como María Ana. Con la desnudez tibia de mi cuerpo de guitarra me he enfrentado al espejo esta mañana por ver si me devolvía la imagen de mi alma Que un tacón de aguja estiliza y hiere como una navaja. El poema representa a una mujer que se enfrenta a su propia imagen cotidiana sin adulterar y que se encuentra bastante lejana de cánones de belleza publici-tarios. Observamos este gesto como parte de un proceso voluntario a través del cual recuperar, una vez disipadas las exigencias que la industria del consumo vierte en el cuerpo de la mujer, el reflejo de su interioridad y de su ser42. Este acto de rebeldía implica un posicionamiento contrahegemónico que, al mismo tiempo, persigue un recobrarse a sí misma y evitar el dolor cotidiano, simbolizado en el poema a través de la presencia hiriente de un tacón de aguja. En este sentido, el elemento provoca un efecto paradójico al estilizar y herir simultáneamente, enun-ciando que el signo de belleza es, a la vez, destructivo. Este aspecto siniestro se desarrolla en el poema siguiente titulado «Sucesos»: Encuentran a una mujer asesinada (39)La figura María Ana será recurrente en la obra de Agustín Espinosa. Ver: ESPINOSA, Agustín: «Tres versiones de María Ana» en El crimen de Crimen, La página, 98/99, nº 7/8, año XXIV, Te-nerife, 2012, pp. 97-104. (40)XXXIII Premio Félix Francisco Casanova Narra-tiva y Poesía. 2009, Cabildo Insular de La Palma, 2010, pp. 11-35. (41)«Oda a María Ana, primer premio de axilas sin depilar de 1930» que aparece publicado por primera vez en Extremos a que ha llegado la poesía española, nº1, Madrid, marzo de 1931. Consultado en: ESPINOSA, Agustín: Crimen y otros escritos vanguardistas, La Página, Idea, 2007, pp. 75-78; Espinosa, Agustín: Textos (1927-1936), Aula de Cultura, 1980, pp. 82- 84; PÉREZ CORRALES, José Miguel y HERNÁN-DEZ, Domingo-Luis: El crimen de Crimen, La pá-gina, 98/99, nº 7/8, año XXIV, Tenerife, 2012, pp. 100-102. (42)En el poema se representa el proceso de re-apropiación de la corporalidad femenina como medio a través del cual emprender la senda del autoconocimiento. Se trata este de un aspecto ampliamente desarrollado desde las perspec-tivas feministas. La reapropiación del cuerpo femenino constituye una de las mayores reivin-dicaciones desde la crítica al falogocentrismo, racismo y hegemonía colonial, por cuanto tradi-cionalmente ha sido concebido como objeto de conquista o consumo. De ahí que se considere que toda enunciación identitaria que pretenda superar los valores hegemónicos del patriarcado masculino, blanco, heterosexual, burgués, occi-dental y letrado, pase por la comprensión y es-critura de los cuerpos fuera de estos parámetros (CIXOUS, Hélène: «La joven nacida» en La risa de la Medusa. Ensayos sobre la escritura, Anthropos, 1995; GUERRA, Lucía: Mujer y escritura: funda-mentos teóricos de la crítica feminista, Universi-dad Nacional de México, 2007; IRIGARAY, Luce: Ese sexo que no es uno, Akal, 2009; KRISTEVA, Julia: La révolution du langage poétique, Du Seu-il, 1974; PINO REINA, Yanetsy: Hilando y deshi-lando la resistencia (pactos no catastróficos entre identidad femenina y poesía), Fondo Editorial Casa de las Américas, 2018, pp. 59-63). CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 039 por una aguja de tacón, un peine y un bote de laca, polvo de maquillaje, y una hojilla de afeitar oxidada. Observamos cómo al zapato de tacón se unen otros elementos asociados al aci-calamiento, siendo el conjunto de ellos las armas que culminaron en el asesinato de una mujer anónima. Martín Padilla viene a representar la cara más nociva de los estándares de belleza: conllevan una transformación tal que conducen al ase-sinato de la identidad43. Esta letal imagen entronca con la violencia de Crimen, de obligada relación por la predisposición en la que nos posiciona la aparición de las axilas sin depilar de María Ana, así como al mortífero tacón de aguja que recuerda a la aguja del sombrero que mató a la niña de seis años en Crimen y la hoja Gillete que aparece en la novela junto a «un cable eléctrico, un jazminero, una cuna, un pene de 63 años, etc.»44. «Atardece en la isla de las maldiciones»45 es un poema de Yeray Barroso (La Matanza, 1992), el escritor más joven en nuestro recuento de lugares espino-sianos. El poema discurre entre diferentes esferas espaciales y temporales. Los espacios están delimitados por una puerta que separa dimensiones. Los tiem-pos corresponden al pasado, protagonizado por una figura anónima que padece amargamente; al presente de un anciano que recuerda a la figura anterior, y a un futuro, vislumbrado en la última estrofa con un cambio fundamental de en-foque. El anónimo parece errar entre las dimensiones y, junto a la recurrencia de los signos relacionados con la expresión, la palabra y los silencios, conduce a interpretar este poema desde lo metaliterario. La plasmación de la espacialidad binaria parece recrear el inconsciente y el consciente, o lxs escritorxs del pasado y lxs lectorxs contemporáneos. El poema juega con la memoria, con las distintas temporalidades, con saltos en las personas gramaticales46, con personajes líricos que describen a otros. En este sentido, el lugar espinosiano adquiere aquí un cariz metapoético al reflexionar sobre el hecho de la escritura y la relación entre autorx y lectorx, o, si se prefiere, lo escrito en el pasado con respecto a la crítica y la lectura del presente. De ahí que la descripción de la agonía que sufre el per-sonaje protagonista desaparezca en la última estrofa, cuando la barca llegue a la superficie47 o, me atrevería a decir, cuando el libro olvidado sea desempolvado: volverás a la isla y tu piel, en este momento pálida, se sonrojará con el primer rayo de sol: dormirás, al final, envuelto en cualquier grano de arena48. Los lugares espinosianos en la prosa, aparecen de la mano de Luis León Barreto (Los Llanos de Aridane, 1949). En su cuento «La Plaga» (1973) encontramos una cita que, a tenor de lo expuesto, ya constituye un lugar espinosiano: «Esta isla le-jana, en la que ahora vivo, es la isla de las maldiciones»49. Jorge Rodríguez Padrón enuncia a propósito de la literatura post-dictadura en la que se podría encuadrar el cuento que estudiamos: […] el eje vertebral de la nueva narrativa insular [sería] el enfrenta-miento del escritor con la isla y sus demonios; preocupación que permite que esta narrativa se haya propuesto un análisis crítico de (43)La preocupación de Martín Padilla por la apa-tía de las personas, la mecanización humana, el filtro mediocrizador de la publicidad en las so-ciedades contemporáneas se plasma en otros poemas de La esencia mordida. Esta crítica, encuentra su vínculo con el surrealismo que, en su momento, también nació como una alterna-tiva a las formas clásicas y aburguesadas, una salida al acomodamiento y una curiosidad por las esferas humanas al margen de la racionali-dad imperante. De ahí que una cita de Emeterio Gutiérrez Albelo ‒« (Y que reprima sordamente / estas ansias tremendas / de tirar del mantel / y derramar toda la cena) »‒ introduzca otro de los poemas, el cual protesta por los estrechos márgenes de libertad y realización personal que encuentra la voz lírica, atrapada en una realidad que promueve la robotización y la eliminación de la creatividad. (44)ESPINOSA, Agustín: Crimen. Media hora ju-gando a los dados, Biblioteca Golpe de dados, 1999, p. 5. (45)BARROSO, Yeray: Ceremonia (2014/2018), Nuevas Escrituras Canarias, 2018, pp. 53-55. (46) En este orden de cosas, el poema comienza con un “nosotros” indeterminado que se difumi-na. Posteriormente, con la aparición del anciano y del alguien anónimo, se va transmutando la persona del verbo desde el “él” hacia el “tú”, y vuelta a la tercera persona para, en el último pá-rrafo, quedarse en una segunda persona, lo que parece un concreto destinatario. Es como si el poema fuera un discurrir entre diferente esferas del lenguaje (lugar, tiempo, persona), de ahí los distintos saltos. (47)Hago mención aquí a dos de los versos del poema de Barroso: “no queda más que la bar-ca / que lleva a la superficie” (BARROSO, Yeray: Ceremonia (2014/2018). Nuevas Escrituras Ca-narias, 2018, p. 55). (48)Ídem. (49)LEÓN BARRETO, Luis: «La plaga», en DE LA NUEZ, Sebastián: Literatura Canaria Contempo-ránea, II, Edirca, 1993, pp. 343-347, p. 343. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 040 esa realidad […] Este enfrentamiento, además, plantea en todos ellos una dramática disyuntiva que aquí, en Luis León Barreto, se manifies-ta con mucha más claridad. Es una especie de pugna tenaz entre el reconocimiento de ese universo y esos demonios, y el consecuente enfrentamiento regenerador (bien por la vía del testimonio, bien por la vía del magicismo, bien por la vía del sarcasmo), aun a costa de las contradicciones del medio, y sus consecuentes limitaciones […] o bien la tendencia notoria a la huida, al desaliento o al escepticismo50. Y continúa Rodríguez Padrón indicando que León Barreto se ubicaría en el límite entre las dos actitudes señaladas –el reconocimiento y el enfrentamiento rege-nerador– lo cual se evidencia especialmente en su novela Ulrike tiene una cita a las 8. A esta condición añade Rodríguez Padrón el protagonismo que alcanza el ambiente y la atmósfera de las islas en la narrativa: «la ubicación geográfica, la singularidad climática del archipiélago adquiere tal protagonismo que se perso-naliza, y su influencia primaria, elemental, origina una actitud y la condiciona en su posterior evolución»51. El argumento de este relato corto se centra en la llegada de una plaga de ciga-rrones del desierto a la isla de La Palma. La angustia de los vecinos se agudiza por los nulos presagios de lluvia y por la escasa respuesta de las autoridades franquistas, que, aun contando con una nueva avioneta fumigadora de última generación, no podían desplazarla hasta La Palma por ser fin de semana y por lejanía. El alcalde, fascista y más concretamente joseantoniano ‒como indica el propio autor‒, únicamente encuentra trabas para solucionar el problema que apremia al pueblo, el cual subsiste como puede sin la llegada del correíllo, sin lluvia ni sereno, con calima, cigarrones y la Virgen que sacan para que interceda como recurso desesperado.. La lluvia termina llegando antes que la autoridad central a resolver el problema. Así, el alcalde ve compensada su postura y sentencia: «En la guerra aprendí a bas-tarme a mí mismo. No hay mal peor que esos señoritos de despacho. ¡Y cuánto me alegro de no haberme metido en política!»52. Se destacan así los valores caciquiles de un recompensado de la guerra. Sin embargo, el drama no culmina ahí, pues la lluvia amenaza con convertirse en temporal que se lleve a la Virgen por delante. Por ello el dramatismo se agudiza, alimentando el sentimiento de ahogamiento y desidia. Aun con todas las sucesiones de desastres –climáticos, políticos, ambien-tales–, la víctima absoluta es un extranjero que había llegado con el calor y que apareció muerto en el mismo lugar en donde la Inquisición ejecutaba a mercade-res ingleses y flamencos. Esta muerte fue celebrada por el alcalde, quien veía en la presencia foránea el mayor de los peligros, a modo de un efecto disuasorio de los auténticos problemas que debería afrontar como figura de autoridad. Encontramos, pues, todos los indicadores de Rodríguez Padrón en «La plaga»: identidad dramática, anécdota, símbolo, ambiente y atmósfera, ironía y la calami-tosa existencia en la isla de las maldiciones. Juan José Armas Marcelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1946) escribe Calima en 1978. Esta novela puede considerarse en sí misma como un desarrollo del mentado lugar espinosiano de la isla de las maldiciones. J.J. Armas Marcelo sitúa en Inla una trama de secuestro con vocación política de un empresario y manda- (52)LEÓN BARRETO, Luis: «La plaga» en Literatu-ra Canaria Contemporánea, II, Edirca, 1993, pp. 343-347, p. 347. (50)RODRÍGUEZ PADRÓN, Jorge: Una aproxima-ción a la nueva narrativa en Canarias, Aula de Cultura de Tenerife, 1985, p. 306. (51) Ídem, p. 316. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 041 tario del archipiélago, Laureano Locca. En la novela aparecen nombres en clave y no muy sutilmente escondidas reminiscencias a la realidad canaria. La particular isla de las maldiciones de Armas Marcelo retrata fundamentalmente «el modus operandi tras el que esa colectividad [altas esferas sociales] salvaguardaba su triste conciencia, su resquebrajada moral»53. Así, la vida en Inla se caracteriza por el caciquismo endémico, la emigración histórica, la corrupción política, la condi-ción de «Venezuela de España»54, «la moral del ocultamiento y la mentira como origen de la degradación y descomposición de un grupo social encastillado en sus privilegios, que crea sus propias máscaras o fabrica sus propias víctimas»55, el peso de los errores históricos y de las condiciones «pirática, esclávica, buca-nérica »56 heredadas. En este marco la calima sería la metáfora de todos estos condicionantes que pesan, que alimentan el encasillamiento, el falso aislamiento. La calima es el velo que oculta todos los problemas insulares que Armas Marcelo aborda con mordacidad crítica. Y, como todo velo, adquiere un doble efecto: el ocultamiento de algo consabido y la curiosidad nunca satisfecha o saciada aun-que se descorra la cortina. Este efecto se despliega al modo de la espesura lírica que citábamos anteriormente con el poema de Domingo-Luis Hernández o como lectura sociológica de la bruma con la que Álvarez Cruz abordaba la tradición mítica de Canarias. Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) reivindica en numerosas oca-siones la figura de Agustín Espinosa como una de las esenciales en el panorama literario del archipiélago57. Esta admiración se traslada a las novelas policiacas que compone. Ya desde el 2008 con Solo los muertos aparece Crimen como un ele-mento de la trama. Esta consiste en el encuentro entre investigador –Eladio Mon-roy– y fugado –Héctor Fuentes–, ambos fervientes lectores que comienzan a trabar amistad gracias a la pasión por la literatura que los une, sin saberlo. Así, los libros que el personaje perseguido consume en la librería sirven como señuelo y ayudan a Monroy a avanzar en su búsqueda, valiéndose para ello de un foro de internet: Luego, mientras su actrón se disolvía en un vaso de agua, Monroy expandió la lista de mensajes de la noche anterior, buscando a Íca-ro77, quien resultó haber intervenido en dos ocasiones. Una, para recomendar Las ciudades invisibles a un nuevo miembro. Otra, para anunciar que había descubierto un libro, Crimen, que no conocía y que le había parecido interesante. A Monroy no se lo pareció menos este mensaje, pues sabía que la obra de Espinosa estaba práctica-mente sin publicar en el resto de España, lo cual significaba dos cosas importantes: Que Héctor seguía en Canarias y que continuaba com-prando libros. Algo es algo, pero decidió aprovechar la oportunidad e intervino en el chat diciendo a Ícaro77 que Espinosa era de lo más interesante de las vanguardias en las Islas y que buscase Lancelot 28o-7o y Media hora jugando a los dados. Iba por buen camino. Así que se tomó de un trago el vaso de agua con analgésico, apagó el ordenador y fue a la cocina a preparar café para Gloria, cuyos bostezos desde el dormitorio comenzaban ya a oírse por toda la casa. Diez minutos más tarde, Monroy entró en el cuarto con la bandeja del desayuno. Sobre ella había un café, azúcar, leche, galletas y una nota (57)Esta son algunas alusiones de Ravelo sobre Espinosa: RAVELO, Alexis. : «Débiles hombres enamorados de mujeres arbitrariamente her-mosas », https://alexisravelo.wordpress.com/ tag/agustin-espinosa/); Agustín Espinosa como gran ausente de las historiografías literarias de la Generación del 27 (Gabinete de comunica-ción de la Universidad de la Laguna, «Las mu-chas voces de Alexis Ravelo», 2 octubre 2019, https://www.ull.es/portal/noticias/2018/entre-vista- alexis-ravelo/). Dibujo de Agustín Espinosa, por Juan Mi-llares Carló. (53)RODRÍGUEZ PADRÓN, Jorge: Una aproxima-ción a la nueva narrativa en Canarias, Aula de Cultura de Tenerife, 1985, p. 246. (54)ARMAS MARCELO, Juan José: Calima, Sed-may, 1978, p. 18. (55)RODRÍGUEZ PADRÓN, Jorge: Una aproxima-ción a la nueva narrativa en Canarias, Aula de Cultura de Tenerife, 1985, p. 248. (56)ARMAS MARCELO, Juan José: Calima, Sed-may, 1978, p. 127. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 042 manuscrita con los títulos de los dos libros que había recomendado Ícaro77. Mientras Gloria le festejaba las atenciones encendió el cuarto cigarri-llo del día y le dijo que se fijara bien en la nota. –Creo que tengo alguno –dijo Gloria–. El de Lancelot, me parece. –Vale, cojonudo. Si el lunes se presenta un tipo parecido al de la foto buscando cualquiera de los dos, ése es el hombre58. De hecho, gracias a esta pista, Eladio logró entablar conversación, sin desvelarle su identidad de detective, a Héctor. Ravelo aprovecha para describir una estante-ría en la que hay presentes, entre otros, libros de autores canarios. Monroy vio cómo Fuentes buscaba (y encontraba) casi a la primera, el Lancelot 28o-7o, miraba el precio (que debió de parecerle razonable) y, apartándolo a un lado, como quien ya lo da por propio, se ponía a escarbar entre los demás libros de la sección. Pasó un rato examinando algunos títulos: El crimen del contenedor, Nos dejaron el muerto, Santos y pecadores, Equipaje de mano, al-guien cabalgaba sobre su seno… Finalmente, cogió los tres últimos, los sumó al libro de Espinosa y se dirigió al mostrador […] [posteriormente Monroy lo sigue hasta la cafetería y hace que se encuentra con él casualmente] -¿Esperabas a alguien? [pregunta Monroy] -No [responde Fuentes]. -Si te parece, me paso a tu mesa y les dejamos sitio [a cuatro viejeci-tas que estaban buscando sitio en la misma cafetería]. Mientras el otro trasladaba su taza de café con leche, sus cigarrillos, su bolsa y el ejemplar abierto de Lancelot 28o-7o, junto con su cuerpo, que había resultado ser más atlético y flexible de lo que él había imagi-nado, a su mesa, Monroy se dijo que hoy tenía que comprar un cupón de la ONCE, porque, al menos el reintegro, lo tenía asegurado59. En otra de las novelas de Ravelo, Los milagros prohibidos (Siruela, 2017), un libro de Espinosa también juega un papel importante. La trama en esta ocasión transporta al lector a la Guerra Civil en La Palma. El protagonista, Agustín Santos, es un maestro que se refugia en el monte ante la persecución del bando falan-gista y que podría ser leído como un trasunto de Espinosa en algunos aspectos. Ravelo demuestra cómo igual puede situar a Espinosa en un contexto histórico como en un momento contemporáneo. Como si Crimen tuviera las mismas opor-tunidades de aparecer con el telón de fondo urbano de Las Palmas o como tesoro más preciado de un fugitivo que se esconde, con toda precariedad, en una cueva palmera durante los duros años 30. Precisamente esta circunstancia delata el pa-radero del maestro Santos, ya que ¿quién iba a poseer un ejemplar de Crimen en el año 1936 en pleno monte palmero? Pues el maestro, quien solía recitar versos de García Cabrera y que, en el poco tiempo que le dio para preparar su morral, (59)Ídem, pp. 78-79. (58)RAVELO, Alexis: Solo los muertos, Anroat, 2008, p. 53. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 043 incluyó tabaco, un bocadillo, una cantimplora, «una antología de Quevedo que le había prestado su suegro y el librito de Espinosa que había comprado unas semanas antes y se había traído a Santa Cruz para leerlo cuando pensó que sería un fin de semana como cualquier otro»60. Sin embargo, Floro el Hurón, del lado de la Falange y rival amoroso de Santos, dio con el libro olvidado en una cueva, lo que le sirvió como pista para seguir el rastro de Santos. El libro le pareció una guarrindongada, una jediondez pornográfica y pedante, y pronto descubrió –gracias a Manoabierta, que de libros sabía poco pero de prohibiciones mucho– que era uno que había publicado en Tenerife el tal Agustín Espinosa, un señoritingo de Los Realejos, profesor de literatura en Las Palmas que ahora estaba con expediente de depuración y se había puesto la camisa azul para salir bien librado, pero que no engañaba a nadie. Eusebio le aconsejó que lo destruyera, pero él se empeñó en que era una pista de las buenas, en que se lo guardaría, en que había que saber qué pensaban y cómo pensaban cabronazos del calibre del maestro. Y aquella tarde se fue a casa, se encerró en su cuarto y se puso a leer, con dificultad, siguiendo las líneas con la punta del dedo, pero intentando no hacerlo en voz alta para que su madre no oyera nada, porque, aunque empleaba palabras raras que él no entendía del todo, comenzaba hablando de una mujer joven que estaba casada con un viejo y que se masturbaba sobre él «mientras besaba el retrato de un muchacho de suave bigote oscuro». Y no pudo evitar desear ser aquel muchacho, el hombre al que ella deseaba mientras torturaba al viejo; imaginar eso: que aunque ella lo despreciaba en público él era, en realidad, el dueño de su deseo61. En este fragmento se parafrasea la posible crítica que recibiera Espinosa al publi-car su novela Crimen en 1934. Y es que su aparición terminó por «escandalizar a la sociedad entera»62, debido a su contenido leído como altamente erótico, es-catológico y violento. Debido a ello, esta obra de Espinosa fue objeto de repetidas denuncias oficiales63. La incomprensión del surrealismo estético con el que fue concebida, especialmente en el marco de la guerra y el fascismo en el que se en-cuadra la trama de Ravelo y la corta vida adulta de Espinosa –atravesada al final por un proceso de depuración oficial y por la enfermedad del escritor–, llevan a Pérez Corrales a destacar cómo «la isla de las maldiciones» acaba por imponerse (61)Ídem, p. 215. (62)PÉREZ CORRALES, José Miguel: «El crimen de Crimen», La Página, 98/99, año XXIV, nº7/8, Tenerife, 2012, pp. 3-41, p. 6. (63)Ídem, p. 7. Fotograma del cortometraje El mar inmóvil (Macu Machín, Fe Eléctrica Films, 2018). (60)RAVELO, Alexis: Los milagros prohibidos, Si-ruela, 2017, p. 196. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 044 a la propia figura del escritor y su obra: «Si hay un libro maldito entre los apareci-dos en Canarias, ese es Crimen, de Agustín Espinosa»64. Al mismo tiempo, resulta curioso cómo el personaje que está leyendo el ejemplar extraviado de Crimen en la novela de Ravelo, reaccionario y lector de la sospecha, capta el universo incons-ciente plasmado y recrea sus propias fantasías a partir del estímulo de la lectura. En esto, Espinosa y su propuesta surrealista ganaron la batalla. Selena Millares en El faro y la noche (Barataria, 2014) rescata parte de la biografía de Espinosa. Esta novela de ficción trata de componer la vida del abuelo de la autora, Juan Millares Carló, al mismo tiempo que elabora un retrato histórico de los momentos previos a la Guerra Civil y la dictadura que se impuso al finalizar esta. Aparecen múltiples personajes importantes de la vida cultural de las islas, entre ellos Espinosa, retratado como «un lunático maravilloso»65. Se recoge una descripción desde la cercanía, se arrojan varios datos biográficos de Espinosa y de Millares Carló cuando coincidieron ambos en Lanzarote como profesores y, más tarde, en el Instituto Pérez Galdós de Las Palmas. Aparece un Espinosa ficticio, dialogando con Millares Carló, retratado como uno de los mayores impulsores del grupo surrealista de Tenerife y como profesor dinámico que fundó la revista para escolares Hoja azul. Aparecen sus visiones de la insularidad, sus lecturas predilec-tas y su sufrimiento al estallar la guerra. Hacia el final de la novela, se recrean los pasos que tuvo que seguir Espinosa para tratar de sobrevivir al régimen franquis-ta, la depuración que sufrió, la quema de los ejemplares de Crimen, sus traslados y el destierro en La Palma que terminó por agravar su delicada salud, hasta que le sobrevino la muerte. Aquí sintetiza el Millares Carló ficcional la imagen de Espino-sa proyectada en la novela de Selena Millares: El tiempo nuevo de infamia y degradación que irrumpía de pronto ha-bía de arrebatarle a algunos incluso la vida, como a mi buen Espinosa, pobre amigo mío, todo nervio y pasión, sacrificado, humillado con tu corona de espinas, tú que eras sólo un ángel rebelde, ángel al fin, y que sólo sabías volar al son de tus palabras. Con qué saña habían de que-mar tus libros, cómo te acorralaron como si fueras un asesino, tú que nunca supiste de política más que como una pose romántica, y ahora estabas en manos del verdugo, que te persiguió, te hirió, te desterró lejos. Así te dibujé, en el homenaje que se te tributó tras tu muerte: alejándote de espaldas, hacia poniente, como en aquellas películas de Chaplin que tanto te gustaban. Con tu sombrero ladeado, y tu traje casi vacío sobre el cuerpo desencuadernado, y tu carpeta de poemas y pa-peles bajo el brazo. Pero la muerte te llamaba como el faro a la noche66. Otro lugar espinosiano, de otra índole, más referencial y tangible, aparece en Sándalo y rapsodia (Neys Books, 2013) de Juan Jesús Pérez García (Los Reale-jos, 1967). Se trata de un tipo diferente de lugar espinosiano en la ficción, que se inspira de un inmueble real: el Colegio de Educación Infantil y Primaria Agustín Espinosa en Los Realejos). Pérez García en su novela, que es también un reco-rrido por el municipio y un cruce de diferentes tipos de textos ‒sms, poemas, narración, etc.‒, incluye como lugar el colegio Agustín Espinosa. Y además, no aparece como un lugar casual, sino como el escenario en el que Ángel, el adoles-cente protagonista que vive una dolorosa tragedia a sus tan solo 14 años, se dio cuenta de que estaba enamorado de Carla, y esto constituye un hecho trascen-dental en la novela. (66)Ídem, p. 82. (65)MILLARES, Selena: El faro y la noche, Barataria, 2014, p. 74. (64)Ídem, p. 3. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 045 Este aspecto aporta otra cara a la configuración de los lugares espinosianos, por cuanto la figura y el nombre que estamos estudiando aparecen institucionaliza-dos en un centro de enseñanza, lo cual no solo obedece a que se trata del colegio del barrio en el que vivió y murió Espinosa, sino que además redunda en el re-cuerdo de la faceta docente del escritor. En este sentido, este colegio, igual que el Instituto de Enseñanza Secundaria que se encuentra en Lanzarote, portando su nombre también, se convierte en lugar homenaje con función educativa. La casa familiar de los Espinosa en Los Realejos sirve también de escenario de un relato de Jordi Solsona titulado «Paco Jano. La casa de Agustín Espinosa» (Del Medio Ediciones, 2016). El cuento trata la historia vital de un realejero que emprende una búsqueda existencial constante en el contexto de un pueblo tradi-cional que al mismo tiempo alberga pasajes históricos y hechos que lo colocarían en la vanguardia intelectual. Esto lo conduce a explorar más allá de su ámbito conocido y probar con diferentes formas de autoconocimiento. A su regreso al pueblo natal, se produce un momento de introspección trascendental cuando, a modo de un flâneur esparciendo su espíritu por las calles de Los Realejos, llega al umbral de la casa de Espinosa. Allí vive una experiencia surreal en la que se entrecruzan aspectos conocidos de la vida del escritor con la propia espirituali-dad astronómica del personaje, lo cual redundará en la aparición de grandes re-velaciones. Este es el pasaje donde se plasma el correlato ficticio entre Espinosa y Paco Jano, como dos hombres que experimentan con la imaginación para, en el caso de Espinosa, salir trágicamente dañado por el momento histórico que le tocó vivir, el de la guerra y la dictadura de Franco: La vida de Paco Jano y la de Agustín Espinosa tenían cierta simili-tud. A ambos les disgustaba la realidad que los envolvía. Pero Agustín nunca se escondió en una sima como Paco. Agustín supo inventarse un mundo a medida. Jugó con la realidad hasta transformarla. Buscó a sus iguales y con ese grupo de gentes revolucionaron el arte […]. Tenía de donde alimentar su fantasía. Los Realejos siempre fue un pueblo surrealista. El Alto y el Bajo, los últimos guanches libres frente al sanguinario invasor… Un lugar donde se impuso de manera radical el tremendismo de la fe cristiana… Era lógico que fuera el enclave idóneo donde crecieran los contrarios. Es decir, la fantasía fue el re-curso para superar la castración de las libertades de un pueblo que se alimentaba de las apariencias y la sumisión a los ritos67. En este sentido asoman la imaginación y la fantasía como peligros para el orden social, como motivos de resistencia frente a una hegemonía, en este caso, religio-sa. El surrealismo ejercido por Espinosa es leído aquí en su vertiente libertaria, como motor de evasión ante una sociedad problemática debido a sus contradic-ciones. Este aspecto fue precisamente el que condenó a Espinosa en vida, así como a muchos otros coetáneos. Macu Machín (Las Palmas de Gran Canaria, 1975) escribe y realiza el cortome-traje El mar inmóvil (Fe Eléctrica Films, 2018) en el que se reflexiona en torno al paisaje de las Salinas de Janubio en Lanzarote, apoyándose para ello en textos rescatados de un capítulo de Lancelot, 28o-7o: «II) Teoremas con, de, en, por, sin, sobre, tras las salinas». Tanto Machín como Espinosa proponen particulares enun-ciaciones teórico-estéticas del lugar que pasaremos a analizar. (67)SOLSONA, Jordi: «Paco Jano. La casa de Agustín Espinosa» en El universo mínimo, Del Medio Ediciones, 2016, pp. 71-84, pp. 78-79. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 046 Las Salinas retratadas en El mar inmóvil se erigen como escenario privilegia-do, ya que en él se conjugan el mar, el viento y la tierra volcánica para generar texturas, colores y geometrías particulares. El diálogo entre la cinta y el libro es evidente, no solo por las citas directas y por las reinterpretaciones de algunos textos leídos por los personajes del corto, sino por las interrelaciones que se ge-neran entre imagen y texto. En este sentido, la inmovilidad de los planos conjuga con el aparente estatismo de los elementos del paisaje salino y, a su vez, estos dialogan con uno de los pasajes de Espinosa en el que resalta la recreación de una estampa de Janubio68. Toda estampa encierra un mayor o menor grado de dinamismo que, en el caso del corto, sale a relucir constantemente a través de la acción de las salineras y salineros69, y de la impronta, a veces sutil, del viento sobre la superficie del agua. Este papel de elemento dinamizador y revulsivo, que contradice la inmovilidad de la pretendida imagen de postal, se encuentra destacado en el teorema 7 de Espinosa y en el filme de Machín. De hecho, apa-rece evidenciado en un intertexto70 que recoge parcialmente la escritura original espinosiana71. A este respecto, el oxímoron del título parece revelador, pues la salina que, a tenor de los planos podría considerarse inmóvil72 u objeto de una imagen idílica, traslada múltiples dinamismos: el visualmente reconocido de la labor de sus trabajadorxs y de los elementos que circundan el espacio ‒los co-ches, el viento, la gravedad de los granos de sal‒, el dinamismo histórico verte-brado en las narraciones del pasado del ingenio salinero, el tránsito de personas e ideas que implica esta práctica económica, así como el diálogo intertextual entre cine contemporáneo y literatura de principios del siglo pasado. El teorema 2, que dedica Espinosa a la morfología de la sal, entronca con las declaraciones del salinero Modesto Perdomo en el cortometraje73, pues este de-nuncia la infravaloración de la sal y apunta a la blancura como el aspecto más característico de ella, tal cual hizo Espinosa en forma de poema74. Más adelante y con voz en off, Perdomo pronuncia una versión del teorema 1 espinosiano75 y Aurora Cedrés76, una de las salineras retratadas en la primera secuencia, una versión de Maite Álamo del teorema 5, el más poético de los que se recogen en este apartado de Lancelot, 28o-7o: Salada y blanca. Desnuda de trapos de colores. Perfecta de ordenación y ordenamento. Mil y una. Alumna de salinas. Laberinto de espejos77. RECAPITULACIÓN FINAL El alcance de la obra de Espinosa como nudo intertextual o los lugares espino-sianos rebasan lo plasmado aquí78. De hecho, este ejercicio propuesto evidencia una voluntad de continuar estudiando y valorando la obra de Espinosa desde diferentes parámetros, y no aspira a convertirse en una recopilación exhausti-va. En este sentido, he tratado de ceñirme a una interpretación estrecha de los referentes espinosianos en la literatura canaria contemporánea, lo cual no obs-ta para considerar que existan otros visos de intertextualidad entre la temática misma que podía tratar Espinosa a principios del siglo XX y las preocupaciones que plasme unx autorx canarix hoy en día, en torno a temas como la insularidad, la concepción del cuerpo femenino, la experimentación narrativa, etcétera79. En (77)ESPINOSA, Agustín: Lancelot, 28o-7o. Textos 1927-1929, La Página, 2013, p. 95. (78)De hecho, Daniel María subraya la presencia de Espinosa en una obra inédita del joven poeta Yeray Barroso (La Matanza de Acentejo, 1992) y en El camarote de la memoria (Cátedra, 1987) de Agustín Díaz Pacheco (Tenerife, 1952), una novela de corte onírico que discurre en un bar-co que se dirige a San Borondón. También, por supuesto, en la obra creativa de Pérez Corrales (Reunida en PÉREZ CORRALES, José Miguel: Mares y fábulas, La Página, 2013), por ser, toda ella, de corte surrealista. Ya Martinón apuntaba la estirpe espinosiana de uno de los cuentos de J.M. Pérez Corrales «Lorelei del sur»: «Debo pre-cisar que esa relación no ha de buscarse por el lado de Crimen¸ y, desde luego, en modo alguno por lo que en Crimen hay de aquello que el pro-pio Espinosa llamó alguna vez “el rojo fantasma (73)MACHÍN, Macu: El mar inmóvil, Fe Eléctrica Films, 2018, 5’40’’-6’17’’. (74)« ¡Qué blanca, entonces! / Más blanca que salada. / Dulce de tan blanca. / (Geométrica blancura / de los soles infantes.) // Se me quedó al boca / blanca y dulce. / Blanca, de tu leche de cristal. / Dulce, de tu sal demasiado blanca» (ESPINOSA, Agustín: Lancelot, 28o-7o. Textos 1927-1929, La Página, 2013, p. 92). (75)MACHÍN, Macu: El mar inmóvil, Fe Eléctrica Films, 2018, 9’18’’-10’13’’. (76)Ídem, 8’50’’-9’06’’. (68)«Sobre el paisaje meridional, cálido, de Lanza-rote. Las salinas de Janubio. Construyen el mis-mo paisaje nevado de los carros con sal, de las ermitas, de los cementerios, de las cisternas de Lanzarote. De las falsas postales lapónicas de las Navidades» (ESPINOSA, Agustín: Lancelot, 28o- 7o. Textos 1927-1929, La Página, 2013, p. 93) (69)También de los automóviles que se trasladan al fondo del plano, como en un fuera de campo, que recuerdan al apartado 4 del teorema espi-nosiano: «Pasan los carros que transportan la sal por los caminos de Lanzarote» (ídem, p. 94). (70)MACHÍN, Macu: El mar inmóvil, Fe Eléctrica Films, 2018, 7’44’’-7’54’’. (71)«El viento viene de brazo con el sol. Tras el uno su fuelle, el otro su caldera. “Nada de guiños de Venus –dice el sol‒ ni de cañas maravillosas. Nosotros”. “Nada de cañas maravillosas ni de guiños de Venus. Nosotros” ‒dice el viento» (ESPINOSA, Agustín: Lancelot, 28o-7o. Textos 1927-1929, La Página, 2013, p. 97). (72)Este rasgo también aparece en la descripción del paisaje de la Geria y del Janubio emprendi-da por la voz diegética de Juan Millares Carló en El faro y la noche: «El viento y el sol intensos le imprimen a esos paisajes una sensación de mo-vimiento estático» (MILLARES, Selena: El faro y la noche, Barataria, 2014, p. 154. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 047 (79)En este caso, más que de visos intertextuales, se trataría de fuentes o de influencias, lo cual, según Roland Barthes, caería en el mito de las filiaciones literarias (BARTHES, Roland: «From Work to Text» en Image, Music, Text, Hill and Wang, 1977, pp. 155-164, p. 160). (80)PERERA, Manuel V.: «“Mararía”: el fervor de la novela» en Fetasianos, Colección LC/Materiales de Cultura Canaria, 1982, pp. 21-46, p. 28, 35. Esta relación entre Lancelot, 28o-7o y Mararía no es compartida por otros críticos que ven abso-lutas disidencias entre las dos lecturas insula-res de Lanzarote (Hernández, Domingo-Luis: «La poesía de Rafael Arozarena» en Fetasianos, Colección LC/Materiales de Cultura Canaria, 1982, pp. 47-146, pp. 59). todo caso, la intertextualidad implica la consideración de nuevas lecturas y usos de textos ya escritos, al mismo tiempo que su permanencia en el tiempo y su ac-tualización en el interior de perspectivas contemporáneas. Desde esta óptica, he tratado de demostrar que la influencia de Espinosa en las letras canarias resulta más que una anécdota o un capricho de la crítica literaria, de manera que se constata cómo las aportaciones del intelectual tinerfeño son releídas y resucita-das continuamente en la literatura de las Islas, casi un siglo después. De hecho, a la luz de lo expuesto, ¿qué otras obras de la literatura canaria presen-tan la entidad de Lancelot, 28o-7o. Guía integral de una isla atlántica y de Crimen como categoría crítico-literaria? Pues resultan escasas las creaciones narrativas de Canarias que alcanzan esta función con respecto a otras obras de diverso calibre, es decir, pertenecientes a otras épocas, otras estéticas o concebidas a partir de otros objetivos. En este sentido, recordamos las palabras de Manuel V. Perera, que ya en el año 1982 señalaba la filiación literaria de uno de los títulos más reconocidos de la literatura canaria, Mararía de Rafael Arozarena, con res-pecto a Lancelot, 28o-7o80, así como la importancia de Crimen para el conjunto de la producción literaria del archipiélago: «Estas deben constituir nuestro cate-cismo literario y nuestro bautismo de agua (Guad y Fetasa) y de sangre (Crimen y Mararía). Tampoco habría que echar en saco roto Lancelot porque ésta es nuestro bautizo de fuego»81. Así, al valor crítico de la categoría Espinosa, añadimos una lista sujeta a continuas ampliaciones de lugares espinosianos, a tenor de lo desarrollado en este artículo: la isla de las maldiciones, las axilas sin depilar de María Ana, «el hijastro de la isla, el aislado», Crimen, Media hora jugando a los dados, Lancelot, 28o-7o, el contramito de Dácil, la casa familiar Espinosa en Los Realejos y el Agustín Espinosa histórico. La isla de las maldiciones, considerando el cuento de León Barreto y la novela de Armas Marcelo, vendría a constituirse como arquetipo, esto es, como representa-ción literaria y simbólica de determinados aspectos sociales82, de las desgracias vinculadas al tratamiento de la insularidad canaria y al peso del aislamiento con respecto a un centro metropolitano alejado y continental. Las maldiciones se ex-plicitan en cada contexto de uso, pero, bien mirado, el locus vendría a trasladar no contables maldiciones, sino un clima o una atmósfera malditos, derivados de la dejadez y la abulia sistémicas. Esta condición agrava la comprensión del lugar, al ubicarlo al otro lado del imaginario del paraíso. La isla es un infierno donde se padece, se sufre, donde no aparecen soluciones políticas a problemas particu-lares. En este sentido, la habitabilidad insular se revela como la cara oculta de la imagen turística o colonial. Nilo Palenzuela y Macu Machín utilizan el lugar espinosiano de Lancelot, 28o- 7o, en contextos poético y fílmico respectivamente. Salvando las particularidades señaladas con anterioridad, este lugar espinosiano estaría caracterizado por el ejercicio intelectual de privilegiar un espacio insular por su paisaje, en vez de por otros componentes. Esta propuesta encierra la omisión de múltiples aspectos re-legados al margen de tal esencialización teórica, lo cual entraña riesgos, como se-ñala Daniel Barreto: «[la] Estetización saturadora de la isla que podría tener como consecuencia constreñir a sus habitantes en funciones del paisaje»83. En el caso de Palenzuela, emerge la denuncia de las graves repercusiones socioeconómi-cas, políticas y ecológicas, ya que, llevados a macroestructuras, los esencialismos (82)GUTIÉRREZ, Katia: Los bandos del caracol, Ediciones Sed de Belleza, 2006, p. 25 visto en PINO REINA, Yanetsy: Hilando y deshilando la resistencia (pactos no catastróficos entre identi-dad femenina y poesía), Fondo Editorial Casa de las Américas, 2018, p. 119. (83)BARRETO, Daniel: «Construcción total», La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 17 de marzo de 2019. (81)PERERA, Manuel V.: «“Mararía”: el fervor de la novela» en Fetasianos, Colección LC/Materiales de Cultura Canaria, 1982, pp. 21-46, p. 22. de la sangre”. Es en Lancelot y en otras prosas y poemas más luminosos y joviales de Agustín Espinosa donde encontramos, junto a esa ope-ración de transformación de mitos lejanos reu-bicados en el espacio insular, la fina aprehensión de la gracia y la alegría de la vida insular» (MAR-TINÓN, Miguel: «Miguel Pérez Corrales: poesía y crítica» en La isla sin sombra. Estudios y ensayos sobre poesía canaria moderna, Aula de Cultura de Tenerife, 1987, pp. 105-107, p. 107). CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 048 teóricos justifican prácticas como el colonialismo. Machín invoca la necesidad de un retrato con pretensiones estéticas de un paisaje que pueda considerarse singular, lo cual conlleva la inclusión de las personas que lo manipulan o viven-cian diariamente y, por ende, se vale fundamentalmente de los relatos históricos, populares y concretos que puedan ayudar en su definición. Esto último supera la vocación teórica desde la abstracción pura –cubismo y creacionismo– que se explicita al principio de Lancelot, 28o-7o: al poder que comporta la creación de nuevos mitos se le une el poder de representar a las personas que lo alientan. En algunos casos, como el de Samir Delgado, Federico J. Silva o en Solo los muertos de Alexis Ravelo, con el ejercicio intertextual se vendría a reivindicar a Espinosa como un integrante ineludible del canon literario canario, a modo de un trasunto crítico en plena obra creativa. En las novelas Los milagros prohibi-dos de Ravelo y en El faro y la noche de Selena Millares, se destaca la impronta de Espinosa en su momento histórico, como un escritor e intelectual de enorme importancia en la introducción de las vanguardias europeas en las Islas y como portador de los idearios de libertad contrarios al fascismo. Resulta destacable el esfuerzo de Ravelo por incorporar a Espinosa de dos maneras diferentes en sus obras, demostrando la versatilidad y actualidad de este autor tinerfeño y su obra. Ambas propuestas tienen en común que el lector ficcional de la obra espinosiana es investigado por diferentes motivos. De alguna manera, Ravelo propone una pesquisa que podría exceder el ámbito ficcional para interpelar al público lector de hoy: ¿quién lee a Espinosa? La isla de las maldiciones de Yeray Barroso es un lugar metaliterario en el que y desde el que conviven escritura, autorxs, lectorxs y memoria. El lugar espinosiano en Juan Jesús Pérez García y Jordi Solsona remite a un enclave físico y determi-nado. Estos, en cierta medida, se convierten en lugares de memoria del escritor tinerfeño. Pierre Nora formula desde la década de los 80 la noción de «lugar de memoria» como aquel espacio físico o inmaterial en el que se concentran gran-des valores históricos y simbólicos para una comunidad humana dada84. El lugar de memoria implica restos, vestigios o recreación de lo que fue y ya no es. Pueden ser museos, conmemoraciones, archivos, santuarios, asociaciones, etc. Los luga-res de memoria constituyen espacios necesarios para que las comunidades se consideren como tales, ya que estas necesitan recordar sus historias para conso-lidarse y no caer en los peligros de la amnesia colectiva. De ahí que el último lugar espinosiano que quiera traer a colación es el más simbólico, físico y referencial del que tenga constancia: la casa familiar de Agustín Espinosa en Los Realejos. Un lugar que, a falta de constituirse como un espacio de memoria viva, he visto caer y deteriorarse desde mi infancia. Y es que el hecho de que los escritores se hayan labrado su inmortalidad a través de las palabras que escribieron, lugar inmaterial al que siempre puede regresar el público para resucitarlo, releerlo o intentar destruirlo, no impide que lxs vivxs tengamos la necesidad de materializar el legado que dejaron, de ahí que el abandono, ampliamente denunciado85, en el que se encuentra la casa no haga justicia al valor otorgado desde diferentes expresiones y manifestaciones culturales a la figura y obra de Agustín Espinosa. (85)MORALES, Teo: «Agustín Espinosa, surrealis-ta siempre», eldiario.es, 20 febrero 2019; RO-DRÍGUEZ CABRERA, Germán Francisco: «Agus-tín Espinosa García y Los Realejos. Una realidad demasiado tiempo olvidada» en Homenaje a la profesora Constanza Negrín Degado, Institu-to de Estudios Canarios, 2014, pp. 595-618; RODRÍGUEZ CABRERA, Germán Francisco: «La casa de los Espinosa o el desconocimien-to patrimonial en Los Realejos», Borrador nº 2, Cuaderno semanal de Ciencia y Arte, Diario de avisos, 8 marzo 2008, pp. 2-3. (84)NORA, Pierre: Les lieux de mémoire, vol. 1, Quarto-Gallimard, 1997. CATHARUM Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Nº18, 2020 049 BIBLIOGRAFÍA ÁLVAREZ CRUZ, Luis: «Las islas entre brumas», en Ensayistas canarios, Viceconse-jería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, 1990, pp. 160-165. ARMAS AYALA, Alfonso. Espinosa, cazador de mitos, Instituto de Estudios Hispá-nicos, 1960. ARMAS MARCELO, Juan José: Calima, Sedmay, 1978. BARRETO, Daniel: «Construcción total», La Provincia, Las Palmas de Gran Cana-ria, 17 de marzo de 2019). 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