C!TB!BUI
JOSEPH PÉREZ
ESPAÑA YELATLÁNTICO
En el imperio español no se pone el sol. Aquella
frase tan repetida se hizo común probablemente
a mediados del siglo XVI. Se la suele
interpretar de una manera bastante vulgar
para dar a entender que el poder de
España y de su monarca se extendía en todas
las panes del orbe. En realidad, el dicho
tiene un alcance muy distinto; penenece
a una visión providencialista de la historia.
En el libro bíblico apócrifo de Daniel
se encuentra la idea profética de cuatro
monarquías que están destinadas a dominar
sucesivamente el mundo. De ahí
arranca la antigua teoría histórica que identifica
estas cuatro monarquías con los imperios
más imponantes: asirio o caldeo,
persa, macedonio y romano, teoría qúe
forma pane integrante del ideario mítico
del mundo occidental hasta por lo menos
el siglo XVII 1
• Estos imperios han
venido ocupando sucesivamente la
hegemonía política y cultural y se da
la casualidad de que surgen al este y
se suceden de este a oeste, hasta aquel
finisterre que constituye la Península
Ibérica 2 •
La teoría no carece de fundamento
aparente: las grandes civilizaciones
del mundo occidental han nacido
todas a orillas del Mediterráneo,
primero en Levante, luego en zonas
siempre m.á s o. cciden. tales: judíos, fe-mc10s,
eg1pc1os, griegos, romanos,
árabes ... De ahí la interpretación en
un sentido providencialista de la profecía
de Daniel, interpretación que
Nebrija, en un libro publicado en
Burgos hacia 1499 (Muestra de la historia
de las antigüedades de España) resume
de este modo: «Así como con el mo-vimiento
del cielo todos los reinos y monarquías
comenzaron en levante y por las
Indias y Asirios y después por la Grecia e
Italia fenecieron en el poniente». La misma
idea viene expresada, en 1524, por otro
humanista, Hernán Pérez de Oliva, en un
razonamiento dirigido al Ayuntamiento
de Córdoba para animarle a facilitar la
navegación por el río Guadalquivir. El
maestro Oliva hace un vibrante elogio del
mar y de la navegación, fuente de riqueza
y de cultura 3 • A continuación, Oliva llama.
la atención sobre las consecuencias de
los descubrimientos recientes. Hasta 1492,
España ocupaba el finisterre de Europa;
ahora se ha convenido en el promontorio
· para el nuevo mundo y esta situación excepcional
puede conferirle la hegemonía
y el imperio universal. La traslación de
Hemán Corns
15
C!TBilUI
este a oeste en la marcha de la historia se
está terminando en beneficio de España 4
•
Es la idea de que el centro político universal
se desplaza siguiendo el curso del sol,
de oriente a occidente. Como lo presentía
Nebrija, los españoles están uniendo oriente
con occidente por vía marítima; el imperio
universal está a su alcance; la civilización,
surgida en las costas orientales del
Mediterráneo, se centra ahora en la zona
occidental y de allí teóricamente no debe-n'
a pasar.
El razonamiento de Pérez de Oliva
está fechado en 1524, cinco años después
de la elección del rey de Castilla y Aragón
al imperio, u. n rey cuya divisa -P. lus. U ltra-
, que, en pnnc1p10, no congema mnguna
alusión a las columnas de Hércules, no
pudo menos de cobrar pronto una resonancia
y una significación nueva cuando
Hemán Conés inició la conquista de México
5 • El mismo Conés, en la segunda Carta
de relaaon, fechada en 30 de octubre de
1520, es decir una semana después de la
coronación de Carlos V en Aquisgrán (23
de octubre), anima al soberano a sacar las
consecuencias de lo ocurrido en el Nuevo
Mundo: «He deseado que Vuestra Alteza
supiese las cosas desta tierra, que son tantas
y tales que, como ya en la otra relación
escribí, se puede intitular de nuevo Emperador
della y con título y no menos mérito
que el de Alemania que por la gracia
de Dios Vuestra Sacra Majestad posee»6
•
Desde 1492 la faz del mundo está
cambiando. Los descubrimientos y conquistas
realizadas por ponugueses y castellanos
confieren un protagonismo inédito
a los puenos del Atlántico, no sólo a
Sevilla, sino también a Lisboa y Amberes
que parece que van a desplazar a Venecia
como centro de redistribución de las especias
y otros productos de Oriente. Todos
aquellos datos apuntan hacia una fase
expansiva del Atlántico. Pero las promesas
no se van a cumplir, por lo menos no
se van a cumplir en seguida. Durante el
reinado de Carlos V, el Atlántico no logra
todavía imponerse en las perspectivas
geopolíticas de los gobernantes. Carlos V
sigue siendo el soberano de un imperio
predominantemente continental y vuelto
hacia el este más que hacia el oeste,
hacia el Mediterráneo más que hacia el
Atlántico.
La cosa se comprende fácilmente.
El mayor enemigo que va a tener Carlos
V es el imperio turco, un imperio que,
desde que conquistó Constantinopla, en
1453, prosigue un avance prodigioso por
el Mediterráneo oriental hasta amenazar
con someter toda la Europa central. El li- ·
bro clásico, antiguo pero no anticuado, que
Leopoldo von Ranke publicara en 1837
sugiere ya por su mismo título -Die
Osmanen und die spanische 1\1onarchie- lo que está
en juego: la preponderancia en Europa;
esta lucha es la que explica el enfrentamiento
secular entre los Osmanlíes y los
Austrias. Tanto o más que la Reforma luterana,
los turcos constituyen, para la Cristiandad
europea del siglo XVI, un inmenso
peligro al que Carlos V, como jefe de la
misma Cristiandad, tenía que enfrentarse
ya que en su avance amenazaba con terminar
con la civilización occidental. El poder
de los Osmanlíes llega a unas cuotas
muy elevadas con el reinado de Solimán
el Magnífico (1520-1566) que coincide casi
exactamente con el del emperador Carlos
V. La amenaza apunta por dos panes:
-Los turcos atacan directamente en
el Mediterráneo oriental y en los territorios
del sudeste del imperio. En 1516, se
habían hecho dueños de Siria, en 1517 de
Egipto; en 1522 se apoderan de la isla de
Rodas, sede de la orden hospitalaria de San
Juan. El mismo Solimán invade poderosamente
los Balcanes, tomando Belgrado en
1521 y avanzando por Hungría. En 1526,
las tropas cristianas quedan derrotadas en
Mohacs y Buda es ocupada por los turcos.
Prosiguiendo su avance, el formidable ejército
de Solimán llega en 1529 hasta las
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
mismas puertas de Viena. La contraofensiva
en la que participan activamente el
hermano del emperador, Don Femando,
rey de Bohemia y Hungría, y los infantes
y jinetes españoles del marqués del V asto
logra detener el avance de los turcos y salvar
Viena.
-En el Mediterráneo occidental, encuentran
los turcos unos aliados valiosos:
los corsarios berberiscos instalados en el
norte de África. El más temible de aquellos
corsarios fue Barbarroja. Este, después
de ocupar Argel en 1529, se había adueñado
de Túnez en 1534. Desde allí, sus huestes
sembraban el terror en el Mediterráneo,
atacando los barcos mercantes y capturando
en las costas hombres y mujeres
que se vendían como esclavos en el norte
de África.
Frente a los turcos y a sus aliados,
los corsarios berberiscos, Carlos V actuó
como baluarte de la civilización cristiana
7
• Así lo pensaron varios humanistas del
siglo XVI. Para aquel sector -muy minóritario,
todo hay que decirlo-, la lucha contra
el turco debía ser una prioridad y Carlos
V se comportaba en esta ocasión como
CATHllUI
el defensor de una forma de civilización
amenazada por la barbarie del enemigo 8 •
Para desalojar a Barbarroja de Túnez,
Carlos V, que, desde 1530, contaba
con la alianza genovesa del almirante
Andrea Doria, montó una expedición impresionante
en julio de 1535 con una armada
de setenta y cuatro galeras, treinta
naves de menor calado y trescientos barcos
de transporte. Parte de la nobleza española
se pone al frente del ejército que va
a desembarcar (don Luis de Ávila, don
Diego Hurtado de Mendoza, Garcilaso de
la Vega, el hermano del rey de Portugal,
el infante don Luis ... ). El pintor Vermeyen
también está presente; a él se deben
los cartones de los tapices encargados por
el emperador, doce tapices conservados
ahora en el Alcázar de Sevilla. El emperador
entra en Túnez el 21 de julio y da libertad
a más de diez mil cautivos cristianos.
Carlos V emprende el viaje de regreso
el 17 de agosto, en un ambiente de
gloria y de entusiasmo: se habla de una
nueva guerra púnica, de cruzada; se evoca
el recuerdo de San Luis, de Escipión el
Africano ...
Este triunfo sólo representó un breve
respiro; los berberiscos volvieron pronto
a representar una amenaza. La Santa
Liga que se había formado en 1538 entre
el emperador, el Papa y Venecia se disuelve
ante la negativa del rey de Francia F ran~
cisco I a romper su alianza con el Turco.
Carlos V montó solo otra expedición contra
Argel, en 1541, ésta también con fuerzas
importantes, pero la estación -otoñono
era muy favorable; Carlos V prefirió
renunciar9
•
Hernando de Magal/anes
A las expediciones a Túnez y Argel,
convendría añadir además las varias
tentativas de España a fin de ocupar presidios
y plazas fuertes en el norte de África:
Melilla en 1497, Mers-el-Kebir en 1506,
Orán en 1506, Bona y Trípoli en 1510, sin
hablar de los fracasos en Djerba -los
Gelves-. Todo ello nos hace ver la impor-
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ClTWVI
tancia geopolítica del Mediterráneo en
tiempos del emperador. América y el Atlántico
vienen muy detrás en las preocupaciones,
no sólo de Carlos V, sino de sus
contemporáneos. Como apunta el profesor
Elliott 10
, en el siglo XVI, «Los europeos
sabían algo, desde luego vago y disperso
de África y de Asia; pero de América
y de sus habitantes no sabían nada[ ... ].
La realidad de la existencia de América y
su gradual aparición como una entidad de
derecho propio, más que como una prolongación
de Asia, constituyó un desafío
a todo un conjunto de tradicionales prejuicios,
creencias y actitudes. La grandeza
de este desafío nos da la explicación de uno
de los hechos más sorprendentes de la historia
intelectual del siglo XVI: la aparente
lentitud de Europa para hacer el adecuado
reajuste mental a fin de encajar a
América dentro de su campo de visión. A
primera vista, la existencia de un lapso de
tiempo entre el descubrimiento de América
y la asimilación de tal descubrimiento
por Europa no aparece perfectamente
delimitada».
Desde luego, los descubrimientos
y las primeras conquistas dieron lugar a
muchos comentarios en Europa. La carta
de Colón para anunciar el descubrimiento
se imprimió nueve veces en 1493 y en
1500 contaba ya con unas veinte ediciones.
Pedro Mártir de Anglería comenta el
acontecimiento y es el primero en hablar
de un mundo nuevo al referirse a las islas
y tierras a las que acaban de llegar los primeros
europeos. Descubridores y conquistadores
publican a su vez libros y crónicas
para contar sus aventuras y sus viaJes;
todo ello testifica la gran curiosidad e interés
alcanzados por las noticias de los
descubrimientos en la Europa del siglo
XVI y la frase de Gómara (1552), al dedicar
a Carlos V su Historia general de las Indias,
dice muy bien la magnitud del acontecimiento:
«la mayor cosa después de la creación
del mundo, sacando la encarnación y
muerte del que lo creó, es el descubrimiento
de las Indias».
Pero estos hechos no deben ocultarnos
la realidad: la mayoría de los europeos
- incluso los más cultos- siguen ignorando
o desconociendo América; en el siglo
XVI, se dedica a los turcos y a Asia
cuatro veces más libros que a América.
Muchos humanistas siguen describiendo
el mundo como si se tratara del de Estrabón,
de Ptolomeo o de Pomponio Mela.
Sólo daré aquí un ejemplo, el que nos ofrece
el médico segoviano Andrés Laguna
(1511?-1559), figura relevante de la España
de Carlos V; en Salamanca y en París
ha estudiado latÍn, griego y medicina; humanista,
siente gran admiración por
Erasmo. Al final del Dismrso sobre Europa
que pronuncia en enero de 1543 en Colonia,
Laguna ha puesto une breve descripción
del mundo y de Europa. Dice textualmente:
TottH terrarum orbis, qui habitahilis est,
in tres plagas sive re,gioms distinguitur: Europam,
sci/iret, Asiam et I~ybit;p11. Notemos de paso
que, para Laguna, Africano es más que la
región situada en frente de Italia; para designar
lo que llamamos África, él prefiere
usar la palabra L ybia, como Aristóteles.
Pero lo que más llama la atención es que
Laguna no menciona América, lo cual dice
mucho, no sobre su ignorancia al respeto
(es imposible que no se haya enterado de
los descubrimientos), sino sobre la rutina
de ciertos humanistas que, a la hora de
componer un escrito de carácter académico,
siguen aferrados a las concepciones
heredadas de la Antigüedad clásica. Dista
mucho entre la noticia que se tiene de algún
invento o novedad y la integración de
las mismas en el horizonte cultural del que
escribe. ¿Cómo extrañarnos en estas condiciones
al ver que en sus A!femorias Carlos
V no dice ni una palabra de América?
No olvidemos tampoco que la conquista
del imperio americano - México y
Perú, sobre todo- no costó casi nada a la
corona. Sólo las expediciones de Colón tu-
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El viaje de Maga/Janes todavía suscitó imágenes de crialllras fab11kJsas .J hefhos sobmzalllralts
vieron una financiación con fondos públicos.
Después, la norma es la autofinanciación
de las conquistas que se dejan, con
contadas excepciones, a la iniciativa privada,
limitándose la corona a conceder las
autorizaciones necesarias 11
•
Desde la época de los Reyes Católicos,
el tráfico comercial con las Indias estaba
concentrado en Sevilla y en la Casa
de la Contratación. Sevilla siguió conservando
aquel monopolio en tiempos de
Carlos V, a pesar de los que hubieran preferido
trasladarlo total o parcialmente en
el Cantábrico, lo cual hubiera significado
un mayor interés por los aspectos atlánticos
del imperio en general y del imperio
colonial en particular. El 4 y el 11 de diciembre
de 1520, en plena rebelión comunera,
la ciudad de La Coruña hace gala de
su lealtad a la corona y aprovecha la oportunidad
para pedir que se cree allí una
Casa de la Contratación, ya que la zona
ofrece ~<muy aparejado lugar, ansy por el
sitio y officiales para las naos que en ella
ay como por las cosas para fornymiento e
· bastimentos dellas fueren necesarias se
podieran aver muy mejor e más presto que
en otra parte» 12 • El memorial que se envía
en esta ocasión a la corte ~xpone las
ventajas que ofrece La Coruña:
- «mayor disposición del puerto»;
-«mayor proximidad a Flandes, In-glaterra,
Francia, Alemania, Escocia, Dinamarca
y Noruega», principales clientes;
- «allí se podrían hacer muchas naos
y repararlas» porque hay montes y hierro,
mientras «en Andalucía no habría manera
de hacer las naos, ni hay montes para ello,
y costarían dos tantos más que en La Coruña
»· ,
- por fin, «el agua dulce de Sevilla
cría mucho gusano y salen las naos comidas
» 13 .
Llaman la atención algunos de los
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argumentos utilizados: La Coruña parece
mejor situada para el comercio internacional,
dada su «proximidad a Flandes, Inglaterra,
Francia, Alemania, Escocia, Dinamarca
y Noruega», principales clientes.
No se alude para nada a las Indias que, en
aquel momento, todavía no constituyen
un aliciente suficiente ni representan un
mercado importante. De creer a Carande,
son motivos idénticos los que animan a
Carlos V, en 1522, cuando el emperador,
deseoso de acortar la distancia y los costes
de transporte a los Países Bajos y al
mercado de Amberes, pens6 seriamente en
segregar de la competencia de la Casa de
Sevilla lo de las Molucas y hacer de La
Coruña la sede de aquel comercio 14
• El
proyecto se vino abajo después de las negociaciones
con Portugal que terminarían
con la cesión de las islas. Entonces se vio
definitivamente confirmado el monopolio
de Sevilla para las comunicaciones con las
Indias. Pero no hay que olvidar que, en la
zona de Sevilla, desde el siglo XII por lo
menos, es decir, mucho antes del primer
viaje de Colón, se notaba la presencia de
marinos y hombres de negocios experimentados
en actividades comerciales, que
o bien montaban expediciones hacia las costas
atlánticas de África y las islas vecinas o
bien veían en Sevilla una etapa entre el Mediterráneo
y la Europa del norte. En este
aspecto del gran negocio comercial, el
Mediterráneo sigue siendo un eje nada despreciable
y Carlos V no tiene más remedio
que tenerlo en cuenta.
La situación sólo empieza a cambiar
hacia 1540. El año anterior, Venecia
ha firmado una paz con los Turcos. Sin la
fuerza naval de Venecia, Carlos V no puede
emprender ningún ataque serio en el
Mediterráneo que queda así más o menos
abandonado a los Turcos durante más de
un cuarto de siglo hasta la victoria cristiana
de Lepanto, el 7 de octubre de 1571. Por
las mismas fechas, en 1545, se descubren
las fabulosas minas de plata de Potosí. En
1.5 54, se utiliza por primera vez el merc.u - no para acrecentar en enormes proporcio-nes
la producción de plata. Entonces es
cuando las remesas de Indias empiezan a
desempeñar un papel fundamental en la financiación
de la política imperial. Durante
la primera mitad de la centuria, estas
remesas habían sido llamativas, desde luego
-tesoros, piedras preciosas, perlas, oro,
plata ... -, pero relativamente modestas.
Eran las minas de Alemania, de los Alpes
y de Hungría las que abastecían principalmente
el precioso metal a los mercados.
financieros y capitalistas. Así se comprende
el papel de los banqueros de Augsburgo,
los famosos Fúcares. Hacia 1550, las minas
de México y del Perú toman el relevo
con cantidades más y más crecientes. Sevilla,
puerto de llegada de las remesas indianas,
se convirtió en el nervio del capitalismo
europeo. Los banqueros genoveses
desplazaron a los Fúcares y el interés pasa
del Mediterráneo al Atlántico.
Carlos V no verá el final de aquella
evolución. Es con su hijo y sucesor, Felipe
II, con quien el imperio hispánico se
convirtió verdaderamente en imperio atlántico.
Este monarca, tantas veces tachado
de anacrónico, se anticipó, con visión
estratégica global, a valorar la importancia
de un sistema oceánico y dar así sentido
a la dominación de las dos orillas continentales
-España y América-. La Monarquía
de Felipe II fue mucho más dilatada,
más coherente, más proyectada hacia el
Atlántico, lo que inevitablemente debía
llevar al enfrentamiento con Inglaterra,
antagonismo, más político que religioso,
pero en una época en la que tan mezcladas
estaban la política y la religión, el aspecto
ideológico dio la impresión de pasar al
primer plano cuando en realidad de lo que
se trataba era de la hegemonía marítima
en el Atlántico. Lo mismo que, en tiempos
de Carlos V, el problema esencial giró
en tomo a si el Mediterráneo debía ser
turco o cristiano, después de 1571 la cues-
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C1THiBUM
DetaJle Je/ gran viaje Je Magallatw. Mllutra del tslr«bopor donde miz! al otro lado Je/ rontinmte 11111ericano
tión fue la de saber si el Atlántico iba a ser
católico o protestante. Carlos V no le hizo
caso a la sugerencia de Hemán Cortés y
nunca se proclamó emperador de las Indias.
Felipe 11 pensó en dos ocasiones, en
1563, luego en 1583, en titularse emperador
de las Indias, pero la cosa no pasó de
ser un simple proyecto; la monarquía siguió
siendo pues sustancialmente europea,
pero Felipe 11 dio un paso importante en
esta dirección. El acuñó en sus monedas el
título de «Hispaniamm et Indiamm &»>. Ordenó
la reforma del Consejo de Indias que
llevó a cabo Juan de Ovando y procuró
sacar mayor provecho de las minas, mejorando
para ello el rendimiento y el suministro
de mano de obra. Esta fue la misión
encomendada al virrey del Perú, Francisco
de To ledo, con la institución de la mita
indiana 15
•
Al tratar de dar un contenido efectivo
a la idea imperial que hasta entonces
tenía un aspecto meramente nominal y
moral, Carlos V soñó en una utopía política:
este intento por cumplir un alto ideal
coordinando la acción de los príncipes cristianos
y salvando la unidad espiritual de
Occidente venía tarde. La Cristiandad estaba
entonces a punto de desaparecer y
Europa, en el sentido cultural de la palabra,
como forma original de civilización,
todavía tardaría un siglo en deslindarse.
Al intentar dar vida a unas perspectivas
que a muchos les parecían ya anticuadas,
Carlos V da la impresión de conformarse
a un ideario fundamentalmente medieval.
Durante su reinado se llevaron a cabo las
conquistas de extensos territorios en
América. Carlos V recibió personalmente
a Magallanes, al padre Las Casas, a
Hemán Cortés, a Pizarro; su confesor, fray
García de Loaysa, fue durante unos años
presidente del Consejo de Indias y, sin
embargo, el Nuevo Mundo ocupó muy
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C!THABIJI
poco lugar en las preocupaciones del emperador
que seguía viviendo, a pesar de
todos los descubrimientos, en un universo
para él familiar. Este es otro de los matices
que se pueden señalar en las perspectivas
universalistas de Carlos V.
En 1598, un siglo después del descubrimiento
de América, el jesuita español
José de Acosta señalaba lo que para él
constituía una imperfección: hasta la fecha
-escribía- no se ha descubierto en el nuevo
mundo otro Mediterráneo como el que
existe entre Europa, Asia y África 16
• Esta
sentencia pone de relieve el inmenso prestigio
de que gozaba el Mediterráneo todavía
a finales del siglo XVI; el Mediterráneo
seguía siendo el centro del mundo. Las
cosas, sin embargo, están a punto de experimentar
un cambio total de perspectivas.
Los descubrimientos portugueses, a finales
del siglo XV y principios del XVI, ya
habían desplazado de Venecia a Lisboa, del
Mediterráneo al Atlántico, el comercio de
Asia. En la segunda mitad del XVI, este
cambio de perspectiva se confirma: ahora
es en tomo a Amberes, Amsterdam, el mar
del Norte, donde se sitúa el eje de la economía
europea. Nuevo rey de Portugal,
Felipe II se instala durante unos años en
Lisboa, al borde del Atlántico, como si
éste fuera un mejor observatorio para los
asuntos políticos. Nuevas potencias surgen
en el norte de Europa, lejos del Mediterráneo:
Holanda, Inglaterra,
Francia ... Hacia 1580, los acontecimientos
obligan a España a dirigir sus miradas, sus
ejércitos, sus esfuerzos hacia el Atlántico
y hacia el norte. Lepanto (1571) es la última
gran acción militar y política que tenga
su escenario en el Mediterráneo: la guerra
con Flandes, la rivalidad con Inglaterra
(expedición llamada de la Invencible
Armada en 1588) son otras tantas expresiones
de este cambio de perspectiva. El
eje político sigue situándose en Italia, pero
no en la Italia mediterránea, sino en la Italia
del norte, concretamente en Milano,
donde confluyen las tropas y el dinero de
España para, desde allí, dirigirse a los nuevos
puntos estratégicos, todos situados
lejos del Mediterráneo. La guerra de los
Treinta Años y los tratados de W estfalia
(1648) terminan con la hegemonía política
de España y la hegemonía cultural de
Italia en Europa; ahora ya no son naciones
mediterráneas las que ocupan la primacía
política, científica, cultural: son Holanda,
Inglaterra, Francia, pero una Francia
más atlántica y nórdica que mediterránea.
El norte parece desde entonces sobreponerse
al sur, ser fuente de riqueza, de
desarrollo, de bienestar y cultura, evolución
que curiosamente podemos. seguir
observando en nuestros días. Piénsese en
el contraste entre una Italia nórdica
industrializada y una Italia meridional
subdesarrollada en medio de sus monumentos
y de su pasado glorioso. Piénsese
en otro contraste a nivel continental, el
que opone desde principios del siglo XIX
la América de norte dinámica, eficaz, militante,
y los territorios situados al sur del
río Bravo, estos territorios antaño sede de
opulentos virreinatos, minas de oro y plata,
hogaño sumidos en el atraso económico,
las desigualdades sociales, la
instabilidad política.
Estos contrastes son los que han sugerido
una interpretación de tipo temperamental
e ideológico. En los siglos XVIII y XIX
y parte del XX, bajo la influencia de autores
anglosajones, se insistía mucho en la
superioridad del protestantismo sobre el
catolicismo. El mundo moderno, el del capitalismo,
de la ciencia, de la técnica, de la
eficacia, sería un producto de la Reforma,
lo cual explicaría el atraso de las naciones
que en el XVI siguieron fieles al catolicismo
tradicional. Hoy en día, esta interpretación
está cada vez más discutida, sobre
todo porque descuida otro elemento. No
son sólo las naciones católicas, España, Italia,
las que, a partir del XVII, dan la impresión
de quedarse a la zaga en la marcha
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al progreso; el imperio turco también sufre
la misma evolución. Los turcos, tan presentes
y activos y amenazadores hasta
Lepanto por lo menos, también pasan a segundo
plano a partir del XVII, es decir, es
el Mediterráneo el que, desde entonces,
deja de ser el centro del mundo como lo
había sido durante tantos siglos. El Atlántico
acaba desplazando al Mediterráneo
como foco de dinamismo e innovación.
Estamos frente a algo todavía misterioso
y que hasta la fecha no ha suscitado respuesta
adecuada. Como lo presentía la
profecía de Daniel, el foco civilizador o la
capacidad de conducir la historia parece
efectivamente desplazarse de oriente a occidente.
En el siglo XVII, este foco civilizador
remonta hacia el norte de Europa,
hasta las naciones anglosajonas; luego pasará
a la costa este de Estados U nidos; ahora
se situaría más bien en la costa oeste, en
California ... ¿Demuestran estos desplazamientos
la antigua teoría de la sucesión de
los imperios? Encierran sin embargo una
verdad: los focos de civilización no son
eternos ni permanentes; se agotan; se desplazan
sin que sepamos decir exactamente
por qué 17
•
NOTAS
1 Se puede leer todavía en el Discours sur l'histoire universelle
de Bossuet.
2 Así entendida, la frase En el imperio español no se pone el
sol «tiene más sentido que el de una simple descripción
geográfica, supone la permanencia de un Imperio
que. ha completado el círculo» (Domingo
YNDURAIN, «La invención de una lengua clásica», en
Edad de Oro. Universidad autónoma de Madrid, I, 1982,
pág. 32 nota).
3 «El mar( ... ] hizo Dios para el servicio de los hombres,
no para cumplimiento de bienes, sino por necesidad
de la vida, que sin él en todas partes fuera rústica
y desproveída porque no hay cosa que más haga a
los hombres valer que poderse fácilmente pasar a
aquellos lugares a do algún provecho pueden recibir,
lo cual por beneficio de los mares se alcanza, que nos
dan fácil camino a doquier que pasar queremos De
aquí viene que los bienes de los hombres se comuniquen
y se repartan; de aquí nace que las disciplinas se
publiquen; de aquí procede que las industrias halla-
CATB!BUM
das en diversas naciones para hacer más fácil la vida
de los hombres se ayunten todas en una región. Ciertamente,
señores, si el mar de todas maneras consideráis,
hallaréis en él más provechos que arenas [ ... ].
Los navíos cuyas velas no son lino, más son alas que
Dios permitió los hombres tuviesen con que el mundo
rodeasen».
4 «Antes ocupábamos el fin del mundo y ahora estamos
en el medio con mudanza de fortuna cual nunca
otra se vio. Hércules, queriendo andar el mundo, en
Gibraltar puso fin [ ... ]. Ahora ya pasa sus columnas
el gran poder de nuestros príncipes [ ... ]. Tierras y
gentes sin fin que de nosotros tomarán religión, leyes
y lengua. Estas serán siempre obedientes a España,
que por madre tendrán de todo el bien que de aquí
adelante hubieren. Así que el peso del mundo y la
conversación de las gentes a esta tierra acuesta [ ... ].
Como hubo en los tiempos pasados que al principio
del mundo fue el señorío en oriente, después más
abajo en la Asia. Después lo hubieron persas y caldeos;
de ahí vino a Egipto, de ahí a Grecia y después a Italia,
postrero a Francia. Ahora de grado en grado viniendo
al occidente, pareció en España[ ... ] sin partir ya
de aquí do lo ataja el mar y será tan bien guardado
que no pueda huir. Vosotros, pues, señores, aparejaos
ya a la gran fortuna de España que viene». («Razonamiento
que hizo el maestro Fernán Pérez de Oliva en
el ayuntamiento de la ciudad de Córdoua sobre la
nauegación del Río Guadalquibir», fols. 129-139 de
las Obras del maestro Fernán Pérez de Oliva publicadas por
Ambrosio de Morales, Córdoba, 1586).
5 V. Marcel BATAILLON, «Plus oultre: la Cour découvre
le Nouveau Monde», en Les Fetes de la &naissance, ll:
Fétes et cérémonies au temps de CharlesQuint. París, C. N. R.
S., 1960, p. 13-27.
6 Hernán CORTÉS, Carlas de Relación. Ed. Ángel DELGADO
GóMEZ. Madrid, Clásicos Castalia, 1993, p. 161.
7 Este aspecto de la personalidad del emperador aparece
exaltado en dos obras contemporáneas, ambas
representativas de la España humanista de la primera
mitad del siglo XVI, la una es el Discurso de Europa del
doctor Laguna, pronunciado en Colonia, el domingo
22 de enero de 1543; la otra el anónimo Viaje de Turquía
redactado hacia 1555 y que algunos críticos atribuyen
también a Laguna.
8 Entre ellos, Frarn;:ois Baudouin (1520-1573), natural
de Arras y por lo tanto vasallo del emperador; consideraba
que Europa y Cristiandad eran términos equivalentes,
que la lucha contra el turco debía ser una
prioridad y que Carlos V era el campeón de Europa
contra la barbarie; v. Genevieve Demerson, Franc;:ois
Baudouin et l'idée d'Europe, en Li Conscience européenne
au XVeme et au XVIeme siecle. París, 1982 (Collection de
l'Ecole normale supérieure de jeunes filles, 22), p.
132-143. Otro autor que emplea respublica christiana
y Europa como conceptos equivalentes es Louis Le
Roy en su Oratio de pace et concordia (1559), publicada
después de la paz de Cateau-Cambrésis: el mundo
cristiano se confunde con las dimensiones de Europa
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
C!THilUI
y la obligación de los cristianos es echar a los turcos
fuera de Europa; v. Claude Longeon, en La Conscience
européenne, op. cit., p. 227-234.
9 «Por no aventurar lo que le había quedado determinó
de hacer embarcar la gente en unas naves» (SANTA
CRUZ,IV, 120-123).
10 ELLIOTT (J. H.), El viejo mundo y el nuevo. 1492-1650.
Madrid, Alianza ed., 1970
11 Las capitulaciones -para descubrir, para conquistar o para
poblar- constituyen las bases jurídicas de las conquistas;
no se trata de contratos, sino de licencias o mercedes;
la corona se reserva el derecho a nombrar funcionarios
que administren los territorios conquistados. El
jefe de la expedición -verdadero empresario- tiene que
arreglárselas y reunir los fondos necesarios para comprar
los barcos, las armas, el material, pagar el personal,
etc. De ahí vino el resentimiento de muchos conquistadores,
cuyo ejemplo más célebre fue el del famoso
Lope de Aguirre, quien, en plena selva
amazónica, le declara la guerra a Felipe II: Mira, rry
españo~ que no seas cruel a tus vasallos ni ingrato, pues estando tu
padre y tú en los reynos de Espana, sin ninguna zr;zr;bra, te han
dado tus vasallos, a costa de su sangre y hacienda, tantos reynos y
señorios como en estas parles tienes; y mira, rry y señor, que no
puedes llevar con título de rey justo ningún interés en estas partes
donde no aventuraste nada sin que primero los que en ellas han
trabajado y sudado sean gratificados. En realidad, sí que participa
la corona a la financiación de las expediciones
de conquista, pero lo hace de manera indirecta, otorgando
ayudas de costa a cienos conquistadores
(Pizarro y Almagro se han beneficiado de tales ayudas).
Otra manera de financiar indirectamente las conquistas
es otorgar a conquistadores determinados oficios
(alcaides, adelantados, gobernadores, capitanes
generales ... ) o concederles tierras y vasallos, pero en
esto la corona se muestra muy prudente; también se
dan incitaciones fiscales (exención de derechos de
aduanas o alcabalas, autorizaciones para introducir
esclavos sin pagar los derechos correspondientes) ...
12 Archivo General de Simancas, Patronato Real, leg. 1
fol. 79.
13 Archivo General de Simancas, Diversos de Castilla,
lib. 9 fol 2. («Las cabsas por do V.M. verá que cumple
a su servicio que lo de la negociación de lo de la
especiería asiente la casa de la contratación della en
la cibdad de La Coruña»).
14 CARANDE [6], pp. 383 y 434), cédula de 22 de diciembre
de 1522
15 Había que incrementar la producción de plata, lo
que suponía reabrir el debate sobre el tema del trabajo
indígena, que parecía inevitable que se impusiera
de forma compulsiva en contra de los principios sobre
los que se había planteado la evangelización. En
una junta de octubre de 1570, Toledo trató de convencer
a los prelados del Perú: al rey le incumbía defender
la Cristiandad contra los herejes; «es muy notorio
que para este efecto forzosamente ha de ser favorecido
de sus vasallos, tierras, frutos y aprovechamientos
dellas ... » Y los prelados dieron su conformidad ...
María Concepción Bravo Guerreira, La consolidación
de las instituciones americanas: el ejemplo del
virrey Francisco de Toledo, en congreso Las sociedades
ibéricas y el mar a finales del siglo Xf/I. Torno VI: Las Indias.
Madrid, 1998, p. 152) ..
16 Historia natural de las Indias, frase que F. Braudel pone
como epígrafe general a su gran libro sobre El Mediterráneo.
17 Escribía Ernest LAv1SSE hacia 1900: «Toute force
s'épuise; la faculté de conduire l'histoire n'est point
une propriété perpétuelle. L'Europe, qui l' a héritée
de l' Asie il y a trois mille ans, ne la gardera peut-étre
pas toujours».
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