C!TIWIUI
lOS MITOS aASICOS GRECOUTINOS:
SU PRESENCIA
EN
CANARIAS Y AMÉRICA
1.- MITO Y RAZÓN: LOS MITOS
GRECOLATINOS. PLANOS DEL
MITO
1.1.- Permítanme que al comienzo de
esta intervención les invite a hacer un rápido
viaje en el tiempo, con el fin de que podamos
comprender mejor el papel que el mito
ha desempeñado y aún desempeña en la cultura
de un pueblo. Vamos a hablar del mito,
de los mitos. Y puesto que por mito hoy cada
uno entiende un concepto distinto, bueno
será que aclaremos el sentido en el que nosotros
vamos a utilizar este término.
1.2.- El profesor Carlos García Gual
ha propuesto entender por mito "un relato
tradicional que refiere la actuación memorable
y paradigmática de unas figuras extraordinarias
-héroes y dioses- en un tiempo prestigioso
y esencial" .1 Esta definición nos serví
ría para entender los mitos que encontramos
en la literatura antigua, griega y romana,
egipcia, mesopotámica, hitita, india, gala,
céltica, nórdica, o en la literatura medieval
francesa, castellana, germánica o inglesa, y
por pasar al continente americano, la rica
mitología de las leyendas incas, mayas, aztecas,
etc. Son las narraciones que aluden a
a(¡uellas épocas del pasado humano, en las
que la Historia no ha podido aún aplicar sus
Luis Miguel Pino Campos
métodos científicos, pero en las que podemos
encontrar narraciones o representaciones
legendarias, inventadas y envueltas en el
encanto cautivador de la tradición.
1.3.- En efecto, para la ciencia histórica
esa tradición y literatura legendaria sólo
permite aventurar hipótesis y verosimilitudes,
lo que significa que cuanto dice no es
necesariamente verdadero ni totalmente falso:
por eso esa literatura de mitos y leyendas
no puede tener el rango de Historia. Eso es,
precisamente, lo que ocurre en la literatura
griega con la épica homérica, no es necesariamente
verdad cuanto Homero cuenta de
la guerra de Troya, pero tampoco totalmente
falso; y es lo que aún hoy algunos aplican a
la Canarias prehispánica y a la América precolombina:
ante la falta de testimonios que nos
expliquen la historia, se acude a las leyendas,
a los mitos y a los cuentos para satisfacer el
deseo de rescatar el recuerdo de un tiempo
anterior.
1.4.- Pero hay otros sentidos del mito
que no se incluyen en esa definición. Nos referimos
a aquellas ideas expresadas, entre
otros muchos escritores, por Ortega y
Gasset, cuando en su obra titulada Origen y
Epílogo de la Filosofía nos hablaba del lógos
mítico, es decir, de la razón mítica, que ha
sido y es una forma de pensar, de entender
CATBilUI
Etrea.1 .J Anat¡llirts, al fardo el í11m1tlio Je T "!Ya.
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
la vida, tan útil como otra cualquiera, porque
ha prestado y presta su función racional
(lógica) en la explicación de la vida de cada
hombre. Hasta el punto de que hoy, en la era
de la navegación cósmica, el hombre sigue
viviendo de mitos, aunque por creer en ellos
con fe ciega, no pueda darse cuenta, no pueda
percibir, que esas actuales creencias son
también mitos. Por ejemplo, la ciencia considerada
como saber exacto y absoluto. Veamos
cómo Ortega entiende el mito:
El lógos mítico ... para «explicar» o fundamentar la
realidad humana, que es la realidad presente, imaginaba
otra realidad anterior, en un absoluto antes [. .. ] constituido
precisamente porque en él era posible lo que en el
presente humano es imposible. El pensar jónico -no sólo
en los <:fisiólogos» sino igualmente en Recateo- trata
inversamente de explicar el antes -el origen de las cosas,
la physis- construyéndolo según la ley experimental de
nuestra vida. Es, por tanto, el presente quien explica el
pasado que, así explicado, se convierte en un efectivo antes,
en pasado unido en continuidad con el presente, perdurando
en ély sirviéndole así de permanente fundamento.
Así en Recateo nace la teoría histórica como construcción
intelectual del pasado mediante el presente. La
opinión tradicional queda invalidada, estigmatizada como
patraña, y en contraposición aparece la nueva opinión
como la firme -es decir, la verdadera-. Parece, pues, esencial
a la verdad destacarse sobre un fondo de errores
reconocidos como tales. (Orig. y epíl. filos., p. 120 ).
Y hay otro pasaje del mismo pensador madrileño,
excelente y adecuado a nuestra explicación,
en Espíritu de la Letra, cuando diferencia,
entre otros posibles, dos modos de
pensar, el que llamamos cientffico, y el anterior,
el precientífico, que denominamos pensamiento
mítico. Tras explicar. cómo nació en
Grecia el pensamiento científico, concluirá
c¡ue éste se impone por la eficiencia de la
prueba, de la demostración:
Si decimos que Grecia la descubre [la ciencia], queremos
s1~gerir, ante todo, un hecho negativo: que en el hombre de
Jonia comienza a funcionar el pensamiento, según un ré,
gimen distinto del que habían usado Egipto, India, Chi-
CATIWllJI
na, Creta, los hititas, etruscos, etc. etc. Según este vif!J'o
uso, pensar consistía en reproducir formulas tradicionales,
inmemoriales; responder al problema real con la figura
de un mito. No hqy duda de que esto es pensamiento:
pensar mitológjcamente es una entre innumerables direcciones
en que el aparato mental puede lanzarse. A esta
nota negativa, la idea de ciencia anade otra positiva: la
racionalidad. Y ésta es la que nos fuerza a comunión con
Grecia. Pero si se afina un poco, se advierte que racionalidad
implica sólo el uso de la demostración, de la prueba.
Como antes el pensamiento fabrica o reproduce mitos,
ahora elabora pruebas, razones. El mito prendía en
la mente por el prestigio emotivo de su antigüedad
(inmemorialidad) y por la gracia de su dramatismo
antropomórfico. La prueba, en cambio, gana a la mente
por su evidencia, es decir, que gana y regana a cada
hombre normal en cada instante. No hqy medio de rehuir
su eficacia. U na demostración clara tiene el privilegio
de rendir automáticamente todo espíritu. Hasta el
punto de que una mente indócil a la prueba es llamada
demente. (EL p. 85).
1.5.- Pues bien, en ese sentido del
pensamiento mítico como un lógos o razón
que los antiguos tenían para explicar su presente
imaginando un pasado, contando un
cuento,Jabulando, es como hemos de entender
esas narraciones literarias, o en su caso
representaciones gráficas, de los pueblos
antes mencionados. Son pueblos en cuyos
inicios no tienen Historia, sino Lyendasy mitos.
1.6.- Así comprenderemos mejor el
sentido de los poemas de Homero, los dos
primeros y grandes poemas épicos de la literatura
occidental, Ilíada y Odisea, porque
cuando nacieron, aún no existía el pensamiento
científico, aún no había el esfuerzo del
hombre por comprender su propio presente
desde su personal experiencia y con los
testimonios y documentos que su posible
investigación le reportase. Faltaban aún unos
años para que Recateo de Mileto se esforzara
en querer comprender elpasado aplicando
los mismos métodos que habría de
aplicar en su comprensión del presente,
es decir, con testimonios, pruebas y docu-
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CATll!BUI
mentas, y sin inventar un pasado. Seguramente,
el hecho de que Roma no disponga de
autores de narraciones pre-científicas de historia,
como ocurrió con algunos logógrafos
griegos anteriores a Heródoto, se explique
por el hecho de que su incorporación a la
cultura mediterránea entre los siglos VI-V a.
C., se produjo en contacto con los griegos
colonizadores. Recordemos las primeras escuelas
filosóficas de Jonia y de Elea, y las
enseñanzas de Pitágoras. Por eso, además, la
épica latina, sobre todo la virgiliana, no nos
parece tan espontánea y cautivadora como
la homérica, porque la Eneida significaba un
renacimiento del viejo género griego, un renacer
de viejos héroes de Troya, Eneas, y de
Cartago, Dido.
1.7.- Fue un renacimiento, porque no
podía ser otra cosa: cuando Virgilio crea su
obra en el siglo I a. C., el pensamiento cien-tífico
y técnico había invadido Roma y su
Imperio; nadie de prestigio creía en los mitos;
ya nada se explicaba a través de mitos;
los mitos se recreaban en el arte y se usaban en
los ritos, y nada más. Todo el Mediterráneo
había entrado en una fase de crisis de creencias.
¡Cómo sería aquel tiempo de Roma que
se perdió la propia identidad del pueblo romano,
porque la República cayó cuando no
pudo mantener la esencia de su Estado,
encardinada en aquel lema del S enatus
Populusque Romanus! Llegó un momento, con
Catón y Cicerón, que quienes votaban para
nombrar cónsules, no eran ya los romanos,
sino los legionarios, mayoritariamente mercenarios,
es decir, extranjeros. Y no sólo se
perdió la identidad del Estado, sino que se
perdió la fe en las tradiciones, en los dioses,
en la religión, en las leyes; sólo un nuevo
Estado, un nuevo poder, el Imperio, pudo
Escena tomada, según Evans, de un fresco del compfdo rpresentando la morada de los beatos.
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sostener el derrumbe de Roma, un César,
que se iba divinizando conforme era nombrado.
1.8.- La decadencia romana y del
Mundo Antiguo sólo encontraría una salvación
en la Buena Nueva del Cristianismo.
Ahora bien, la nueva fe aborrece este mundo,
la naturaleza, porque cree que el mundo
verdadero, lo auténtico, es Dios, es el otro
mundo, y que la auténtica verdad, el pasado,
el presente y el futuro sólo Dios los conoce;
lo que el hombre pueda conocer, sólo lo
conocerá si lo recibe de Dios, lo sabrá <<por
la gracia de Dios». Nace y se extiende el cristianismo
primitivo al mismo tiempo que el
hombre griego y romano da la espalda a la
naturaleza y abandona su lógos anterior, abandona
aquella razón filosófica y científica en
la que había confiado, en la que había sustentado
su universo existencial. Qué causas llevaron
al hombre antiguo a perder la confianza
en aquella razón científica, de la experiencia
y de la prueba, sería muy largo de exponer
en esta ocasión. Quedémonos con el hecho
cierto de que aquella razón no le bastaba
ya y que desesperado por no encontrar
un nuevo soporte, ansiaba asirse a algo nuevo
y sólido que le salvara de su desesperación.
1.9.- Con la llegada del Cristianismo
d hombre recobrará confianza, recuperará
la fe, pero no en sí mismo ni en la naturaleza,
sino en un nuevo Dios, que no es un mito
más, no es un invento de los antepasados,
sino que se apoya en la <<nueva evidencia>> de
los milagros y en los «misterios». De los milagros,
nos dicen, que han ocurrido aquí y
allá, antes; de los misterios, que sólo compete
a Dios su explicación. Por tanto, el hombre
nuevo, el hombre cristiano sólo atenderá
a este nuevo lógos, a esta nueva razón de
los milagros y de los misterios, que no es una
razón científica, sino fe, razón de fe, la fe en
' d Verbum -Dios-, que se hizo hombre, que
CATHllUI
se hizo carne; esa nueva razón, será la razón
de Dios, la razón divina, una razón religiosa.
Volverán así las explicaciones míticas, los
milagros, los misterios, y s~girán también
las vidas de santos. Frente a los héroes griegos,
Íos santos cristianos. Recuérdese el libro
de Lasso de la Vega.
Hémtles, Atlas y las Hespérides. MitoL JI F-395.
1.10.- Habrá que esperar varios siglos
para que ese estado espiritual, esa actitud del
hombre de volver la espalda a la naturaleza,
al conocimiento científico y a la razón humana,
y mirar sólo al otro mundo, a Dios, a
la razón divina, cambie. Será un largo proceso
que se iniciará en el siglo XI y culminará
en el XVI. Precisamente, será cuando volvamos
a tener noticias de Canarias: primero
sin seguridad, sin datos concretos, casi legendarios,
hasta que se inicie
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C!TH.lBUll
la conquista desde fines del siglo xrv. Pero
recordemos que no será la primera vez que
se hable de las islas Canarias, con su nombre
actual. En efecto, de todos cuantos pudieron
haber hablado en la Antigüedad de unas
llanuras o islas situadas en el océano, con
nombres envueltos o no en lo mítico, sólo
algunas citas de Plinio y de Plutarco podrían
considerarse, pero con muchas dudas, referidas
a este Archipiélago. Pero hay un texto
del siglo IV que no ofrece duda ninguna, es
el de Amobio en su obra Advers11s Nationes
(VI, 5)2
, quien nombra como extremo occidente
del mundo el lugar donde están situadas
las Canarias ins11/as, punto que Ptolomeo,
un siglo antes, había situado sin otro dato
fiel que el nombre de Makaron Nesoi, islas de
los Bienaventurados.
1.10.- Por eso, cuando un hombre
busca reconstruir la historia, el pasado de
un pueblo, pero desconoce sus leyendas, sus
hábitos, sus instituciones, sus creencias e
ideas, y no dispone de los testimonios, documentos
y pruebas que asienten una teoría
de lo que ocurrió en el tiempo anterior, o si
dispone de algunos, no está en condiciones
de interpretarlos, sólo puede conformarse
con hipótesis, con imaginaciones, con litera-
Rapto de Prompino. Nicollo del/ 'Abbate.
tura. Esto ocurrió con la Historia de Grecia
durante más de veinticinco siglos (-VI a
+XIX), cuando a aquellos poemas homéricos
sólo se les daba valor literario, porque sólo
eran poemas cargados de cuentos, considerados
fruto de la inspiración divina y
m11sística. Debieron ocurrir los descubrimientos
de Schliemann (XIX) y los
desciframientos de los silabarios micénico,
hitita, etc. para garantizar que algunas de las
referencias de Homero a dioses, héroes, ciudades,
naves, murallas, vestimenta, armas,
ritos, fiestas, leyes y costumbres eran algo más
que una simple imaginación literaria: tenían
cosas que pudieron ser verdad, que existieron,
aunque no como las cantaba el poeta ciego
de Esmirna: aquellas referencias
homéricas adquirieron en algunos aspectos
el rasgo de lo verosímil, en otros conservaron
el rasgo de invención poética.
2.- PERVIVENCIA DE LOS MITOS
2.1.- Muchos son los mitos
grecolatinos que aún perviven como mitos en
nuestra cultura occidental y muchos de ellos
han sido y son fuente de inspiración y recurso
para las artes y la Historia. Desde los hé-roes
a los dioses como
símbolos de la naturaleza,
hasta temas míticos como
el «eterno retomo», las fiestas
anuales, familiares, públicas
o privadas, siguen
conservando rasgos de una
vieja tradición mítica:
Dionisos en el carnaval y el
teatro, Apolo y Atenea en
la ciencia y arte, Afrodita y
Eros en el amor. Mitos
como la Atlántida, la caverna,
etc. están ahí, en
nuestro acervo cultural
para cuando queramos
echar mano de ellos. Y de
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ellos han echado mano en Canarias y por
Canarias los autores que han escrito sobre
ellas desde la misma Antigüedad.
2.2.- Pero para no confundir los distintos
tipos de comunicación que usan los
temas míticos grecolatinos, distinguiremos
varios planos del mito. En efecto, el mito
aparece, ante todo, en un plano poético, claramente
literario, como es el que ofrece
Homero: su fin es distraer o enseñar a su
auditorio con la explicación de un pasado
atemporal, ahistórico, mítico, que cautiva y
entusiasma; Homero hablará de una llanura
dichosa reservada para ciertos héroes inmortales:
el Elisio. Hesíodo hablará de una
isla de los Bienaventurados reservada para
los héroes griegos que lucharon en Tebas y
Troya, héroes de la cuarta Edad, en el mito
de las Edades.
Un segundo plano está representado
por su uso en ciertas creencias religiosas,
cuando se promete el acceso al Más Allá a
los fieles iniciados en los misterios de Eleusis
y en las creencias órfico-pitagóricas, creencias
en un lugar a donde van las almas de los
bienaventurados tras la muerte. Esta idea la
transmitirá Píndaro cuando extienda esa
posibilidad a un triunfador en los juegos
olímpicos.
Un tercer plano, sería el lúdico, el del
simple juego recreativo del poeta cuando·
inventa historias fantásticas e increíbles, consciente
de que es falso lo que cuenta. Es el
caso de Luciano y de las comedias de
Aristófanes, Ferécrates y Plauto.
Un cuarto plano es el geográfico,
cuando se trata de ubicar en un espacio concreto
de la geografía física un lugar con denominación
mítica. Es el caso de Plutarco,
Estrabón, Ptolomeo, Arnobio, etc.
Y hay un quinto plano que representan
la Literatura y la Historia cuando usa los
mitos para ennoblecer el interés de una tierra
que pudo ser considerada mítica en un
tiempo anterior, pero que ya no lo es. Así
CATHilUI
son los casos de los escritores que hablan de
Canarias y sus mitos. Desde Torriani hasta
Verdugo, Martínez Escobar, etc. Este plano
se ha dado con estos mitos refiriéndolos a
otros muchos lugares desde la misma Antigüedad.
3.- LOS MITOS EN LA HISTORIA, LITERATURA
Y ARTE DE CANARIAS
Mitos clásicos relacionados con Canarias son
muchos: Islas Afortunadas, Islas de los Bienaventurados,
Atlántida,Jardín de las Hespérides,
Océano, Campos Elisios, etc.
Respecto a la presencia de esos mitos
en la Historia y Literatura de Canarias
vamos a hablar en las páginas siguientes.
Respecto a su presencia en distintas áreas
artísticas el recorrido no es pequeño, aunque
resulta menos conocido. De momento
limitémonos a citar algunas obras que nos
refieren esa presencia, a sabiendas de que son
otras muchas las que no mencionamos. Sirvan
como pequeño ejemplo la de Pepe
Dámaso, Los héroes atlánticos3, o la reciente
exposición, celebrada en Las Palmas y Santa
Cruz de Tenerife sobre los mitos canarios,
bajo el nombre genérico de Hespérides. El
interior del jardín4
, o la de Félix Duarte en
Ltyendas Canarias, a quien corresponde el siguiente
pasaje:
Las brisas del Océano, al penetrar en su interior, hacían
tan puro el aire que circulaba por sus colinas y se extendía
por sus alcores, que no en balde los antiguos viajeros
creían que en esta isla donde terminaba el mundo estaba
situado el paraíso. [ .. .}¿Canarias, la Atlántida, los
Campos Elisios, las Hespért"des? ¿No están estos
nombres ceñidos por el iris de la lryenda? ¿L:i Historia
no es, en parte, lryenda también? Hcry alguna que
eclipse la de nuestro Archipiélago? Si los antiguos
cosmógrafos situaron en él el paraíso, fue porque
algo contemplaron en su cielo, distinto a lo que en
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CATH!BUI
otros lograron desCNbrir. [. .. ] En esta encantadora región
donde Herodoto estima que el mar ya no es navegable, están
simados, según antiguas tradiciones, los Campos Elisios y en
ellos, el Jardín de las Hespérides, hijas de Atlas.5
4.- ELMITODELOSCAMPOSELISIOS
4.1.- Para saber qué se entendía por
el mito de los Campos Elisios, nada mejor
que acudir a la fuente más antigua que nos
habla de ellos, a Hornero. Es en la Odisea
donde el poeta de Esmima nos cuenta que
Menelao, el marido de Helena, había recibido
en la isla de Faros, situada frente a la desembocadura
del río Nilo, la profecía del dios
marino Proteo, según la cual Menelao no
moriría, sino que, por ser yerno de Zeus, iría
a vivir a los Campos Elisios junto a
Radamantis. Dice así el pasaje:
En cuanto a ti,
Menelao, retono de ZeNS,
111 destino no es morir y
alcanzar 111 hado en Argos,
criadora de caballos,
sino que los dioses te enviarán
al Campo Elisio,
a los confines de la tierra,
donde está el rNbio
P.adamantis y donde la
vida de los hombres es
más cómoda: no h~ nevadas
ni es largo el invierno
ni tampoco ht!J
lluvias, sino que Océano
defa siempre paso a los
soplos sonoros de Céfiro
para refrescar a los
hombres, porque tienes a
Helena por esposa y eres
yerno de ZeNS. (Odisea,
w, 561-569).
Entre las ideas del
texto podernos entresacar
los siguientes
rasgos:
- Inrnortali- El Olimpo, LllÍgi Sabatelli.
dad (Menelao es un
hombre al que Zeus concede la inmortalidad).
- La Llanura Elisia, corno dice
Hornero, es un lugar distinto del Hades, donde
van las almas de los mortales, y del Olimpo,
donde viven sólo los dioses. Su situación
está en los confines de la tierra.
- Hay en ella todo lo bueno de la naturaleza
y se vive felizmente.
-No hay muerte ni tristeza, fatigas ni
trabajos.
- Habitan en ella personajes míticos
corno Radamantis, hijo de Zeus y Europa,
vinculado con antiguas tradiciones de Creta
que, según algunos, remontarían hasta época
rninoica y enlazarían con la cultura egipcia6.
Radamantis era juez de las almas difuntas
con Éaco y Minos.
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Helena j11nlr> a Príamo. Atenas y Esparta.
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C!TllilUI
- La forma de llegar a esa llanura no
se aclara: Homero sólo dice que los dioses
lo enviarán (pémpso11sin). En otros casos la
mitología griega habla de cómo algunos
mortales son arrebatados o raptados
(anereípsanto, héleto) por los dioses y llevados
al Olimpo o a algún otro lugar. Es el caso de
Ganímedes, joven pastor troyano, raptado
por los dioses y llevado al Olimpo para servir
de copero al dios.
4.2.- Con Hesíodo, algo posterior a
Homero, aparece otro mito vinculado con
el Elisio desde sus comienzos: es el de las
Islas de los Bienaventurados, unido a su vez
con el de las Edades (de los héroes). Para
Hesíodo sólo algunos héroes, los que combatieron
en Tebas y en Troya, eran
merecedores de este destino feliz. Lo expresó
así:
El padre Ze11s Crónida determinó concederles vida y
residencia J9os de kis hombres, hacia kis confines de la
tierra. Éstos viven con Nn corazón exento de dokires en
las Islas de kis Bienaven/llrados,j11nto al Ociano de pro.
fondas cofflmfes, héroes je/ices a kJS qNe el Calll/JO fértil
les produce fn¡tos q11e germinan tres veces al año, dulces
como la miel, J9os de kis Inmortales; entre ellos reina
Cronos (Trabajos y días, 167-17 3).
Después de Hesíodo se mezclarán los rasgos
de uno y otro mito y se enriquecerá con
numerosas referencias.
4.3.- La relación de autores que hablan
del mito Elisio y de sus mitos cercanos
durante las Edades Antigua y Media es larga:
Homero, Íbico, Simónides, Apolonio de
Rodas, Apolodoro, Quinto de Esmirna,
Luciano, Clemente de Alejandría, Virgilio
(E., VI), Séneca (T"!Janas, 157-161 y 938-
944), Silio Itálico, Tibulo, Lucano, Marcial,
Apuleyo de Madauro, Claudiano, Ovidio,
Estacio, Oráallos Sibilinos, etc. Entre los autores
cristianos podemos citar a Tertuliano,
Zenón de Verona, Lactando, Aquilino
Juvenco, San Jerónimo, San Agustín,
Draconcio, Eugipio Africano, Sigiberto
Gemblacense, Pedro Crisólogo, Marbodo
de Rennes, Pascasio, Gisberto Cupero, etc.
4.4.- Quedaría por
añadir aquellos textos y
autores que hablan de las
islas Afortunadas o de
cualquier otro mito relacionado
con Canarias que
no han sido aducidos en
las largas enumeraciones
de mentores de los mitos.
En concreto hay dos escritores
recogidos en la
Patrología Latina, (CDRom)
que nunca habían
sido mencionados hasta
hace unos años. En efecto,
buscando textos medievales
de mitos encontramos
casualmente estos
dos fragmentos que hablan
de las islas Afortunadas,
de los que dimos cuenta al
profesor Marcos
Martínez, especialista en
esta temática, quien los ha
dado a conocer e interpretado
en varias intervenciones
públicas. Sus nombres
y textos son los siguientes:
a)Herigerus
Lobiensis, s. X, Gesta
pontific11m T11ngrensi11m et
Leodiensi11m. MGH SS, 7
(R. Koepke, 1846), p.
164-189,cap.: 40,pag.:
180, linea: 49.
- Compuesta entre 972 et
980].
multos namque ipsorum quae ipse
fecit fecisse et maiora iuxta promissum
ipsius operatos esse non solum fatentur
proximi sed etiam ultra sauromatas
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praedicant positi et glacialem
frequen1antcs ( >cccanum et f< >rtunatarum
Uicolae insularum.
En efecto, aqueil<' que él mismo
hizo, no súlo los \'ecinos confiesan (}Lle muchos
Je ellos lo habían hecho en ma} or medida
y se habían ocupado de lo prometid( >,
CATHABUI
sino que además los que están situados más
allá de los Sármatas, los que frecuentan el
océano glacial y los habitantes de las Islas
Rapto de Helena, Gavin Hamilton.
:\ fortuna<las lo pregonan.
b) Radbodus Ultraiectensis - Libellus de
miraculo Martini Turonensis. S. X. MGH SS,
15, 2 (O. HoJ<ler-Egger, 1887), p.1240-1244.
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ClTWUI
uere fatebor alexandrina dignitate
probatur esse sublimior kartaginensi urbe
famosior palestino rure fecundior auro
arabiae pretiosior coloribus indiae
uenustior tyro et sidone locupletior
fortunatis insulis multo fortunatior et ut
hoc porismate utar cuneta rerum
mutabilium felicítate felicior. quod uel
maxime ex miraculi quod superius me
narraturum prom1seram liquebit
exemplo.
En verdad, confesaré [declararé] que
se aprecia que [aquel lugar donde yacen los restos
de San Martín -de Tours-] es más sublime que
la dignidad alejandrina, más famoso que la
dudad cartaginesa, más fecundo que el campo
palestino, más caro que el oro de Arabia,
más hermoso que los colores de la India, más
exhuberante que Tiro y Sidón, mucho más
afortunado que las Islas Afortunadas y -usaré
este corolario-, que es más feliz que toda
la felicidad junta de las cosas mutables. Ello
quedará ampliamente claro por el ejemplo
de esta maravilla [milagro] que yo anteriormente
había prometido que narraría.
5.-ELMITO DELOS CAMPOS ELISIOS
EN TEXTOS CANARIOS HISPANOAMERICANOS
Desde la conquista de Canarias han sido
muchos los historiadores, poetas, comentaristas
y ensayistas que se han hecho eco de la
ubicación de los Campos Elisios en estas islas.
Veamos algunos ejemplos.
5.1.-El texto de L. Torriani, publicado
posiblemente en 1592, muestra su convencimiento
de que los antiguos conocían
bien estas islas y las denominaron Afortunadas
y Campos Elisios. Está claro, que el ingeniero
cremonés se había documentado
bien sobre las noticias que en su época pudo
recoger de los poetas, geógrafos y filósofos
grecolatinos; sin embargo, la interpretación
que hace de algunos textos es, en ocasiones,
equivocada. limitándonos sólo a aquellos
pasajes en los que menciona los Campos
Elisios, he aquí sus palabras en traducción
de A. Cioranescu:
Las islas Canarias, que antes Jedan las Afortunadas,
son célebms entre las que baña el mar, desde el Oriente
indico hasta el Occidente mauro, por la mención que de
ellas hicieron antiguos poetas, historiadoms y geógrcifós;
los cuales, inducidos por la benignidad del cielo, que las
gobierna con blandos ínjltefos y temperies, creían que las
tierras, incultas y sin labrar, produdan abundancia de
toda clase de frutos, y que se vivía en ellas pingiiemente,
sin molestia de los rt!JOS estivos del so¿ ni del frío que el
invierno lleva a los que tiven fuera del tercer clima, bcfio
las Osas. Crryeron que sus moradas eran beatas, las
cuales fueron cantadas por Homero, bcfio el nombm de
Campos Elisios.'
La interpretación de Torriani del texto de
Homero se aleja del contenido de aquellos
versos de la Odisea, pues ni Homero hablaba
de islas, ni tampoco las llamaba Afortunadas.
Más adelante Torriani dice:
Por lo cual no es de maravillar, que los antiguos bárbaros
ffi!Yeran que aquí estaban los verdaderos Campos
Elisios, en el borde de la última tierra conocida por
entonces,y en la región más apacible y más tranquila de
las que se conocen hasta hqy, entre las que descubre nuestro
polo en su rotación; de las cuales Homero, pensando
según la común opinión, que las almas después de la
muerte venían aquí a mcibir el pmmio que en vida merecieron
por sus obras, dijo así, cuando pone a Proteo a
vaticinar la muerte de Agamenón
El texto está precedido de las ideas de Plinio
sobre la fertilidad del suelo y la bondad del
clima de las Afortunadas, a las que Torriani
identifica con las islas Canarias. Llama la atención,
sin embargo, que Torriani confunda a
Agamenón con Menelao, que considere
como una afirmación de Homero que a los
Campos Elisios se llegue después de morir,
cuando el texto homérico dice que Menelao
no morirá en Argos, sino que los dioses lo
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enviarán [vivo; otros autores lo consideran
inmortal] a la Llanura Elisia; que se cite a
Homero en latín y no en su lengua, la griega,
y que la expresión sea en singular Efysium
Camp11m, y no en plural, como era lo habitual
en lengua latina: E/ysios Campos. El texto
latino que Torriani reproduce con algunas
variantes aparecerá en el siglo siguiente en la
obra de C. Pérez del Cristo, pp. 76-77, atribuido
a Luis Vives.
Como vemos, desde un primer momento
la historiografía canaria se esfuerza en
destacar el hecho de que las Islas Canarias
son o, al menos, han podido ser las que la
Antigüedad conocía como Campos Elisios
e Islas Afortunadas, aunque para ello sea necesario
entender en los textos antiguos, en
particular en el homérico, algo que el poeta
griego no estaba diciendo.
5.2.- Alonso de Espinosa.- En su
obra Del Origen y Milagros de la Santa Imagen de
Nuestra Señora de Candelaria, de 1594, A. de
Espinosa se hará también eco de los Campos
Elisios al recordar el texto de Plutarco
sobre Sertorio, con estas palabras: Hay noticias
destas islas, aunque no de todas, desde
antes del nacimiento de Cristo, nuestro Redentor.
Porque Plutarco en la vida de
Sertorio, capitán romano, que fue cincuenta
años antes del nacimiento de Cristo, hace
memoria de algunas dellas, que no son las
mejores, y dice así: «Estando Sertorio en
Cádiz, huido de los romanos que le habían
quitado su plaza, llegaron a él unos marineros
que acaso entonces tomaban de las islas
Atlánticas que llaman Bienaventuradas». Y,
después de haber contado el sitio de ellas,
dice: «Hay en ellas pocas lluvias, y vientos
medianos, y por la mayor parte suaves con
su rocío. El suelo dellas es grueso, y no solamente
es fácil de labrar, arar y plantar, mas
aún de sí, sin algún estudio [esfuerzo] humano,
produce fruto dulce y bastante para mantener
muchedumbre ociosa. El aire es allí
sencillo y templado, y guarda por tiempos
mediana templanza, porque los vientos que
CATll!BDM
Zens raptando a GaHJÍnedes. jfo.rf'O de O/i111pi11.
de tierra soplan, que son Bóreas y Aquilón,
por la gran distancia, pasando por lugares
despoblados y vacíos, llegan fatigados, y faltan
primero que se embatan en las misma~
islas. Y los que soplan de la parte del mar,
como céfiros, etc., inducen algunas a!:,JUas y
lluvias templadas para n::sfriar, y por la humedad
del aire crían muchas cosas con soberana
facilidad; de modo que entre los bárbaros
hay crecida fe que allí están los Campos
Elisios y las moradas y asientos de los
Bienaventurados que Homero cama. ()yendo
Sertorio estas cosas, recrecióle deseo de
ir a aquellas islas y morar en ellas con quietud,
sin magistrado ni cuidado de guerras».
Esto escribe Plutarco, que no tuvo noticia
de más de dos islas en tiempo de Sertorio, y
éstas no las mejores; ¿cuánto más escribiera,
si désta que voy tratando tuviera conocimiento?
8
La cita de Plutarco no es textual, si
bien respeta el contenido. Por otro lado,
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C!TWUI
conviene añadir que son varios los estudiosos
que no admiten que las islas de las que
habló Plutarco fuesen dos de las Canarias.
Fray Alonso de Espinosa da por se¡.,ruro que
sí lo son, seguramente Lanzarote y
Fuerteventura, y de sus mismas palabras podemos
deducir que no se trataba, por consiguiente,
de la isla de Tenerife.
5.3.- Abreu Galindo.-Juan de Abreu
Galindo también recordará los Campos
Elisios al narrar su Historia de la Conquista dr
las siete Islas de Canaria'' publicada en 1632.
Será en p. 21 cuando interprete que los antiguos
consideraban que Canarias eran los
Campos Elisios y cite versos de Cairasco:
Solando los a11torrs antiguos la gran lefl!planza del
árlo. tiempo. r t1Íre q11t' en estas islas ht!)·. q11t' no pod1ÍJ
ser fllfJOr para !t1 conserración _ )' a11-
mmto de la salud)' lar;ga rida, dijeron
ser rslas islas los Can¡pos 1-~lisios,
donde las ánilt1<1S de los bienarmlurados
ihmr, m1110 lo canta Homero
1'11 la t 'lr'sea . )' rl poda mantuano
1 ú;gilio rn 11111d1as partes de la
l :'11nda, lihros 1 - r l J;J Horado
m la oda XI 1 del épodo declara ser
es/as islas los Campos Elisios, donde
las átrifl1,1s dr los /Jima/'enlurados, que
dr rsle 1111mdo s11irÍJfl, ihan a /o/llar
descanso. )' quietud; mmoJ!,ala11temeflle
/radu;o a Hor11áo rl único féni. .. ..IJ11rtolo111é
Cairasm, canófligo de la
~e,lesia Calrdral dr Srñora Sa11ta
Ana de Ca/lana, d~g110 dr ser pursto
en el arro dr !.1_!(1111<1 qur di«e así ... . ,,,
Y el mismo [Cairasco], en la
Vida de San Pedro .\fártir, patrón
de esta isla de Canaria,
que trata de estas islas, dice:
l11s m1/~~11os_lilósu/Üs. qur/iieron
los qur lo 1111ís omito Ífln.•l~f!,aron
r Hil'll.i/;1111111t1d"s li1.1 l!t1111t1m11
diá, 11rl" 11r, licd11·r '°"·'·" <i<"ci '11 'I .>11,·/r,,
c/11< ,,_./ "' i1frr111fc J flt.'t t'IJ// ,/ clr'k .
5.4.- Viera y Clavijo.- Viera y Cla\·ii< ,
el gran historiador del siglo X\'111 nos dict
en uno de sus pasajes en los que habla de lm
( :ampos Elisios:
/ /;;' . f1 ·111,ir1.>, .•c .. :.1111 l/,1/r1 .\',1111111 I Jlr,, /,,//1, //i111rt1fi1J11 "
dlu /¡, n¡1 .- 1/i~·1,/h. /'!,~ d, 111~::_,11 J,,.iJn·u cjll< -''.::,111ji, c1 ¡,,
111is1110 1¡111' p!t1lt'r )' <1l1:lf.nÍJ; p1·m. ro1111111ic"d" 11 los y,17·,._
.::.os. 11111dr5 r11/n ,.//,, . .- li1 -11- 01 -r-. l df¡nrJ/I I :.(r.>111.0.
p11r11i;1,, 1irni1 1 r1l11p11111.\".) .f, ¡úhi/t,.
Cuando digo que nuestras islas tuvieron este
honor en la fantasía de los gentiles no pretendo
desentenderme de las diversas opinio-
_y (Otilo rslas calidades ) otras 1·irron
t!1I la11/o aquestas islas rsti111t1rrm J-1 ade s. r/ é Jllf úrlJm> .J P"1ifot#
q11r por f :lisios C1111pos las lwúron
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nes a que ha estado sujeta la materia, no habiendo
ninguna tan cuestionable entre los
mitológicos, pues, desde el centro de la tierra
hasta el globo de la luna, es raro el paraje
donde no se hayan visto colocados los Campos
Elisios; de modo que algunos, fastidiados
de tan varios dictámenes, han pensado
cortar la dificultad diciendo que nunca ha
sido éste más que un país imaginario. Pudieran
las Canarias apartarse de sus pretensiones
a esta excelencia sin perder mucho en ello;
pero las asisten unos derechos tan claros, que
siempre han creído sus naturales ser de su
obligación hacerlos valer en el mundo.
Tras recordar las palabras de
Homero en el canto IV de la Odisea, alude a
las citas y comentarios de Servio y Salustio,
Estrabón, Horacio y Plauto, Plutarco,
Virgilio y Lucano, los comentarios de Jacobo
Pontano, Felipe Beroaldo, y otros autores,
para concluir diciendo con gran realismo
que:
Es 11erdad ta!llhién q11e no brillan sobre s11 he!llisjerio
otro sol ni otros astros; q11e el aire no es de color p11rpúreo;
q11e no habitan en él Rada!llantis, Oifeo, Minos,
llio, Asaraco, Dárdano, ni otms héroes, según se creía
de los Elisios; q11e nofmctifican los árboles diez o doce
veces al año; q11e no brotan las espigas panes prrparados
en l11gar de granos de tngo; q11e no corren f11entes de nJie/,
de aceite ni de bálsamo; q11e los arrqyos no son de 1ino_y
leche; q11e en los banq11etes no sin1en los tientos las mesas,
trqyendo a ellas los c11biertos; q11e sus aparadores no son
arh11stos diáfanos q11e rinden por fmtos 11asos_)' redomas
de cristal llenas de los más J,enerosos licores, co!llo escribió
Luciano :: . .] En s11ma, es constante q11e no se hallan en
las Canarias éstas 11 otras famosas monstmosidades, tras
de q11e se dqaron ir, g11iados de la imaginación o del
ent11s1asmo, los antig11os poetas. Perv los frondosos bosques
de la11reles de r 'irgilio; las cabras ah11ndantes en
leche_y sin temor de lohos, 11iboras 11 otros animales ponzoñosos
de Horacio; el d11/ce canto de los pijaros de
Ti/J11lo; lafraganáa de las.flores y_yerbas aromátims de
S1donioy Pmdencio; todo esto no hqy duda q11e se halla
en las Canarias .Y que n11estro Bartolomé Cairasco
s11po en el A rco de la fama co111hinr1r la .fabula con la
verdad '!
CATHA.BUI
Cuando habla de los infortunios de Juan de
Bethencourt, Viera vuelve a hacer gala de su
fina ironía mandando a los Elisios al normando:
Esta sene de desgracias t11vieron la f11erz!t de avivar en
n11estro conq11istador el deseo de venirse a descansar a las
islas; pero, como Dios disp11siese trasladarle a mgores
A.fort11nadas y Campos Elisios, enfam1ó gravemente en
Sii palacio de Grainville, año de 1425, sin q11e la pro:>..imidad
de la m11erte p11diese sqjocar en s11 espíritu ni la
sangre fría ni la constancia q11e habían sido siempre s11s
1irtudes. u
Finalicemos el repaso por la obra histórica
de Viera reproduciendo sus palabras en las
que transmite su deseo de no renunciar, al
menos, a la ilusión de que fueran estas islas la
sede de los Campos Elisios:
Cualq11iera q11e, con juicio desn11do de preompación, pasare
la vista por este texto original /los versos del canto 1 V
de la Odisea J habrá de concluir q11e a ningún sitio de la
tierra conviene mgor q11e a las Canarias [la 11bicación
de los Campos Elisios J. 14
S.S.- Millares Torres.- Agustín Millares
Torres alcanzará con su Historia General
de las Islas Canarias, publicada entre los años
1881 a 189S, la cumbre de la historiografía
decimonónica de Canarias. En el libro segundo
del tomo 1 hablará de la Edad Antigua,
de los filósofos y poetas, y de cómo pudo
llegar a convertirse en leyendas de Canarias
algunos de los múltiples mitos:
A sí encontramos en los cantos de Homero la desmpción
de los Campos Elisios, en Hesíodo y Píndaro el rec11erdo
ent11siasta de las Hespérides o Islas de los Bienavent11rados,
y en Teopompo de Q11íos el nombre de 11n país
remotísimo poblado de seres maravillosos, escondido a
todas las miradas entre las bmmas de tenebrosos y desconocidos
mares.{.. J El reC11erdo de los Campos Elisios,
de la mansión de los f 11stos, de las Islas Afart11nadas y
de la Atlántida se mant11vo, sin embargo, ileso en la
mente de los escritores romanos, herederos e imitadores de
la C11lt11ra helénica, pero f11ndiendo en 11na aq11ellas diferentes
localidades. ';
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C!TllilDI
5.6.- Jules Leclerq.- Entre los viajeros
que visitaron Canarias y dejaron constancia
de sus impresiones baste citar un ejemplo:
J. Leclerq, quien en su obra Vit!Je a las
Islas Ajortunadas. Cartas desde las Canarias en
1879, con amenidad dice:
Me P"{f!.Untará usted q11é me autoriz{/ a decir que las
Canarias son, realmente, lr1s mismas islas /1fort1madas
m las que un dopJ1a pt{f!,tlflO situaba los Ct1mpos Elisios,
residencia de las almas bíenai·mturadas. Para con/es/arle,
tendría que lanzarme a una de esas la':f!.ªS disertacioncs
cimti/icas, atiborradas de citas ,l!,rl\f!.ªSY latinas, que
reciben tri1111falmmte fil la Academia elo,gioS)' premios;
pero ¡•o le mE;go me perdom si prefiero de¡ar tales ejercicios
a los qm son sabios. o lo pt1recm.
... L.e ezúo el mio de la descripción. Habla de los
textos de Homero, Sal11stio)' Plutarco1. 1 fl que.yo quería
dmrle es que las Canarias son, de todos lo.r partljes
del !!lll!ldo {(}llOcido por los ann,~uos, aquel al que mejor
se ajusta el te:•do homériro. 1
"
5. 7 .- En otra obra titulada I:mpresiones
de Piaje. El Pico de Tenerije, el mismo autor y
H. Villete describen su admiración ante el
paisaje de la Orotava:
A la ifrta de la Oro/ara se e.xperimenta 1m sentimiento
de tranquila l'Olupt11os1dad, de dicha íntima, tanto más
deliciosa c11tmto que no es posi/ile dar.re cuenta de ella,)'
m 1'11110 .re trata de analizpr. ¡Cuán sensibles eran a las
hellezt1s de la naturaleza los anfi,guos, al {(}locar m setm-jtl!
l!e sitio los Campos Elúios.Y el Jardín de las He.rpéridesJI-
5.8.- Martínez de Escobar.- Otro
poeta, recogido por J. Artiles en Literatura
Canaria, (vol. 11, Las Palmas, 1989, p. 263),
es Amaranto Martínez de Escobar (1835-
1912) quien canta a Gran Canaria diciendo:
Elisio campo. Edén dr la 1·entura,
santuario a las delicias CO!/St{{f,fado,
{()11 montes que mhie11os de t•erd11ra
daha11 dichoso ahri,l!,o rl'/!,tJlada
a los tranquilos seres
q11e, lejos de ambiciomsy de /!,Tierras
p,ozaha11 de la 1ida los plareres,
sin penas ni de.mio;
el sustento hri11dcindole la tierra.
y la rirtud dd alma el alto cielo.
5.9.- En Vicente Bonnet y José Benítez
(eds.), El Valle de La Laguna: E/Elíseo de los
guanches. 1890-3. La Laguna, Tenerife, 1996.
Trad. de Mª del Pino ~finguez Espino. (pp.
12 y 51), leemos:
... ron el Pico plateado como trono del Gran
Re;)' las islas distan/es como morada de los mortales a
los que no se les hahia per1t1itido disfmtar de las llammu
soleadtJS del Elíseo. (p. 51 j.
5.10.- El mito del Elisio en algunos
escritores hispanoamericanos.- No aspiro a
hacer en esta ocasión un recorrido por la Literatura
Hispanoamericana, pues hoy esa aspiración
sólo está reservada por su inmensidad
a los dioses, o en menor medida a los
especialistas en esta área literaria. Pretendo,
sólo, presentar algunos ejemplos de mis lecturas
de algunos de esos autores, en las que
he encontrado motivos clásicos y míticos, y,
especialmente, el mito de los Campos
Elisios. Remito a otros colegas que sí se han
ocupado de esta área y que tienen en prensa
varios estudios sobre la presencia, tratamiento
y función del mito clásico en la Literatura
Hispanoamericana. Por ejemplo, las profesoras
Ana María González de Tobía Qulio
Cortázar, s. XX; Manuel de Lavardén, s.
XVIII; Luis José de Tejada, s. XVII; Pedro
de Oña, s. XVI), Graciela Zecchini de
Fasano (autores cubanos del XV111 y Alonso
de Ercilla, s. XVI), Elisabeth Caballero de
del Sastre (autores argentinos del s. XVIII),
los profesores Juan T. Nápoli (autores ecuatorianos
del XVIII y cronistas de Indias del
XVI), Ángel Vilanova (escritores colombianos
y venezolanos del siglo XVIII y Juan de
Castellanos, s. XVI), entre otros. Citaré sólo
dos: un escritor poco conocido y que no ha
alcanzado la cumbre del Parnaso.
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lomero
Monteagudo, y otro que hoy contempla desde
aquel nútico monte la ardua tarea del arte
literario, Jorge Luis Borges.
5.10.1.- Bernardo ~fonteagudo.- Una
obrita político-literaria del boliviano Bernardo
Monteagudo, escrita al parecer en 1809,
que se titulaba J)iálogo entre Ata1vallpt1)' Fernando
T 711 <11 los Ca111pos Elisios, representa una
escena en ese lugar mítico a donde han acudido,
tras su muerte, los dos soberanos, uno,
del Perú, otro, de España. Es de nuevo el
mito de los Campos Elisios como residencia
de las almas tras la muerte, el que se elige
para ubicar imaginariamente a Atawallpa,
C!TllilUI
quien explicará a Fernando que a los españoles
les ha ocurrido con la invasión francesa
lo mismo que a los indios americanos con
la conquista y colonización españolas. Al
comienzo del breve diálogo se saludan ambos
monarcas:
1. Ata111allpa: a En cosa de trescientos a1ios que las delicias
d1~fmto de estos Ca111pos Elisios, mmca dtja la me-
11101ia de 111is trágicos sucesos de ator1J1e11tan11e a!J!,ú11
tanto. Alas, hacia 111í se enca111ina un hombre que se,gtí11
signos parece ser espatiol_y quiero por si recién llega llamarlo,
para preg1111tarle lo que en mi tierra pasa. ¡Homlm!
Cualquiera que seáis, di111e, ¿q11ié11 errs?.1>
2. rernando: "rernando s~y de Borbó11, sépti1110 de
aqueste nombre, de todos los soberanos el 11Jás Inste)'
des.graciado. 'nx
5.10.2.- Jorge Luis Borges (1899-
1986) .- La obra del escritor argentino,
Premio Cervantes en 1980, es muy amplia.
Entre las numerosas referencias núticas que
en ellas se encuentran, encontramos varias
referidas a lugares escatológicos,
paradisíacos y utópicos, continuas menciones
del tiempo y la eternidad. Por ejemplo, entre
sus poesías la titulada E/ relqj de arena recuerda
a Heráclito y menciona las cuestiones del
destino, del agua fluvial, del tiempo de los
vivos y de los muertos, la arena de una
clepsidra. Pesimista, desesperanzado,
resuenan en sus palabras los ecos de viejos
versos manriqueños, que remontan, a su vez,
a conocidas sentencias griegas y latinas.
Mixta expresión, entre helénicos mitos y
clásicos nombres históricos, los versos de
Borges trascienden la cotidianidad de este
tiempo vital, para convertir así sus
desesperanza pesimista en una esperanza de
salvación momentánea. La historia, la memoria
y el nútico río Leteo nos sitúan en la
temática escatológica:
:\o se detiene mmca la caída . . de la arena del relq]
) ó me desangro, no el cnstal. El rito
de decantar la an:na es in/imfo
)' con la arma se nos va la r·ida.
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CATHllDI
F.dad de Oro, T. Zurchi.
T ~11 los 111in11tos de la tll"l'lla o-ro
sentir el tie111po cós111im: la histo1i,1
que mcierra m sus espejos ¡,, 111m101i,1
o que ha disuelto el "''~!!,l"YJ I .deo.
fj pilar de h111110.J' el pilar dt/Ítt;!!,fJ,
Carta/!.O. )' Roflla_ r su apretada .l!.mrra.
Simón .\l«I!.º· lfJs siete pies de tierra
que el r~'J' sajrín o(m·e ,11 rer 11ontt;!!,f1.
·¡orlo lo arms/1il_ r /liude es/e i11tu11.rable
hilo sJ1t1l de ,m "" llllllk/1.IS.1.
.\ r1 ¡,, de .1,i!rt117111· ro. /ÍJ11111/11 a1.1t1
dr tim1pfJ, q11c rs 111¡1/t'n<1 dtlt'::;11ahk '''
Bien conocido es el cultivo de lo clásic< > L'l1
l3orges. su~ poemas titulados Laberin/(J 1.2 .•
/ 1 1111 poda sajón, Otro poe111a de los dones, 1 :rh¡w
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
y el enigma nos pueden servir de orientación
de la presencia del mito en su obra. También
sus relatos están salpicados de alusiones
míticas. Recordemos El jardín de senderos
que se bifurcan, (héroes, laberinto ... ), Tema del
traidor y del héroe (mito de las edades, transmigración
de las almas ... ) y, por el tema que hoy
tratamos, sobre todo, El inmortal. Se trata de
un relato que juega con la imagen de sucesivos
espejos del tiempo, en los que se reflejan
distintos momentos: 1929, 1715-1720, el
personaje Cartaphilus, el buque "Zeus",
Esmirna, etc. Habla Borges de un jinete que,
herido, cae ensangrentado del caballo y pregunta
en latín por el río que baña los muros
de la ciudad; será el río Egipto, como antiguamente
se llamaba el Nilo, le responden-,
y replica el jinete que no, que es el "río secreto
que purifica de la muerte a los hombres".
La narración continúa así y observen cómo
resuenan en estas líneas los versos homéricos
C!TllilUI
citados al principio:
[Narraáor] Me dijo que su patria era una montaña
que está del otro lado del Ganges y que en esa montaña
era fama que si alguien Ctlll1inara hasta el occidente, donde
acaba el mundo, llegarla al río "flaJ agtlaJ Jan la
inmortalidad [. .. ] Antes de la aurora murió, pero yo
determiné desC11brir la ciudad y su río. Interrogaáos por
el verdugo, algunos prisioneros mauritanos conjir111aron
la relación del viajero; alguien recordó la llanura elísea,
en el término de la tierra, donde la vida de ÚJs hombres es
perdurable ... 10
6.- Conclusión
Hasta aquí este rápido recorrido por el sendero
de los mitos en las letras canarias e hispanoamericanas.
Mucho habría que decir aún
respecto al uso de los mitos en los distintos
autores, su alcance en la historia o, mejor dicho,
en la proto-historia. Recuerdo que, si
por Historia de un pueblo,
Mapam1mdi Borgiatw o lálllina de Ve/klri (Borx. /al. XVI) s. XV.
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
CATHilUI
región o cultura se entiende el momento desde
el que se posee documento escrito que
avale su existencia, en el caso de Canarias hay
que entender que su Historia empieza con
toda seguridad en el siglo IV de nuestra era,
cuando Amobio escribió suAdversus Nationes
antes citada.
No nos separa el mar, ni el Océano
Atlántico es una frontera. Este océano nos
une, con la ciencia y la técnica actuales, une
las dos orillas, América con Europa y África,
América y Canarias. Pero algo más que
no es sólo físico ni geográfico también nos
une: nos une esa posibilidad de salvar nuestras
dudas, nuestras inquietudes, nuestros
deseos, nuestros sentimientos. Y esa posibilidad
son los mitos, los mitos literarios, los
mitos épicos, los mitos religiosos y morales,
los mitos que no nos dan una verdad científica,
sino que aspiran a regalamos una realidad
vital, una razón sentida. Como diría un
poeta, el mito calma la sed de salvación y de
inmortalidad. Podría ser el mito de los Campos
Elisios.
NOTAS
1 Diccionario de mitos. Planeta. Barcelona, 1997, p. 9.
2Héroe griego y santo cristiano. Serv. Publ. Universidad de La
Laguna, 1962.
'Véase Gran Enciclopedia Canaria, vol II, Santa Cruz de
Tenerife, 1994, pp. 348-9, s.11. ARNoBIO, artículo de Marcos
Martínez.
4Santa Cruz de Tenerife, 1984, edición del Gobierno de
Canarias.
5Santa Cruz de Tenerife, 2000, Gobierno de Canarias. Con
estudios de Marcos 1'1artínez, Antonio M. González y
Javier Carrera se ofrecen imágenes de las escultoras Sira
Ascanio, Rosa Hernández, :Marta Mariño, Leandra Estévez,
Rufina Santana y Amelia Pisaca. Las exposiciones ruvieron
lugar en Las Palmas de Gran Canaria en la Sala de
Exposiciones La Regenta (2-I al 10-II de 2001) y en Santa
Cruz de Tenerife en la Sala de Exposiciones La Granja
(19-IV al 2-V de 2001).
6F. Duarte, Edirca, Santa Cruz de Tenerife, 1981,
pp.27-32.
'Entre otros E. Rohde, Psiq11e, Mejías, 1994 (1897, orig.);
M.P. Nilsson, Historia de la religjosidadgriega. Madrid, 1970
(1946, orig.), y The Mínoan-Mycenaean Rcligíon and its S11rviwl
in Grek Rcligion, Lund, 19502
; L. Malten, ((Elysion und
Rhadamanthys»,]DAJ, 28, 1913, 35-51.
8L. Torriani, Descripción e Historia del Reino de las islas Canarias
antes Afort11nadas, con el parecer de su¡sl fortificaciones,
Goya Ediciones, Santa Cruz de Tenerifc, 1978. Traducción
del italiano, con Introducción y Notas de A. Cioranescu,
p.3.
9Cf. Thesa11r11s Ling11ae Scriptorum Oper11mq11e
Latino-Belgicomm Medii Aevz'. Premiere partie: Le vocab11laire
des origines a J'an mil (5 volumes).
10
Cf. Thesaurns Linguae Scriptorum Operumq11e
Latino-Belgicomm Medíi Aevi. Premien partie: 1.L vocabulaire
des origines a Pan mil (5 volumes). pag. : 1242, linea: 13.
(Iuronensis: ribera del I.nira; Tours).
ttCitamos por la edición de A. Cioranescu, en Goya Ediciones,
Santa Cruz de Tenerife, 1980, pp. 26-27.
12Citamos por la edición de A. Cioranescu en Goya Ediciones,
Santa Cruz de Tenerife, 1977. En nota 3 de p. 18
hay una cita de los Campos Elisios a propósito del texto
de Plutarco sobre Sertorio, texto que es aludido por Abreu,
pero no citado.
13Pp. 21-22. Evitamos reproducir las estrofas de Caírasco,
que son la traducción de unos versos de T. Tasso, y que
han sido recogidas al hablar de Torriani. Introducimos
alguna variante que no afecta al contenido: por ejemplo,
en el último verso, en la edición de la obra de Torriani la
traducción de Cairasco dice «sen>, mientras Abreu dice
«soru>. Ver más detalles en la nota 1 de la p. 22 de la edición
deAbreu.
14Ídem, pp. 22-23. Versos agregados a la traducción del
canto >..v de jerusalén Libertada, de Torcuato Tasso.
15Ídem, p. 26.
16Ídem, p. 149.
1-Ídem, p. 24.
1sEdición coordinada por A. ;\fillares Cantero y J.R.
Santana Godoy, Santa Cruz de Tenerife, 1977, pp. 123-
125.
19Traducción de A. Hernández y prólogo de A. Rumeu de
Armas, Viceconsejeria de Cultura y Deportes del Gobierno
de Canarias, Colección «Clavíjo y Fajardm>, nº 8, 1990,
p. 31.
20 J. Ledercq y H. Villete, Impresiones de tiaje. El Pico de
Tenerift, Librería Hespérides, Santa Cruz de Tenerife, s.a.,
pp. 6-7. Otro eminente visitante que escribió sus impresiones
al visitar las Canarias fue E. Herrín, quien dirá de su
clima: <<La isla de Tenerife, con su egregio y culminante
vokán -el monte Atlante de los antiguos-, con sus valles
maravillosos, gozó siempre de fama universal». Homero
dice que«] úpiter envió a Menelao a estos Campos Elisios
que están al final del mundo, en los que jamás se experimentan
las crudezas del invierno, en los que el aire es
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siempre puro y está refrescado por las brisas del océano.»
Heródoto hablando de Tenerife («Latina Nivaria») y de su
pico de Teide ... , en Excelencias dt:I país. Tenerife, Paraíso solar.
Opiniones de eminentes científtcos. Una impresión de Edwin
Herrín, en la <(Week_& Revieitl)), de Londres, Librería Hespérides,
Santa Cruz de Tenerife, s.a., p. 5. Otros muchos viajeros
han dejado escrito en sus impresiones la idea de la
Antigüedad de que en estas islas pudieron haber estado
los Campos Elisios, las Afortunadas y Hespérides; mas
valgan los citados como una ilustración modelo.
21En C. Castañón Barríentos, El «Diálogo» de Bernardo
Monteagudo. Estudio literario seguido del texto de dicho Diálogo,
La Paz (Bolivia), 1974, pp. 55 y ss.
12Nueva antología personal. Barcelona, 1980, Club Bruguera,
nº. 2, pp. 18-20.
i.'Ídem, p. 146.
CATHABUM
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