Margarita Bellier y el
Puertó de la Cruz
caba a su fin el siglo XVIII y el Puerto
de la Cruz de la Orotava, como
entonces se le conocía, tenía una población
de 3.337 personas, según el
censo de Florida blanca 1
, elaborado
en 1787. Es ilustrativo examinar los datos que
•
Vista parcial del Valle de La Orotava. J.]. Williams.
Antonio Ca/indo Brito
arroja dicho censo, elaborado a partir de los
datos de la Parroquia de Nuestra Señora de la
Peña de Francia. El número de solteros ascendía
a 2.025, mientras que el de casados era de
1.071, el de viudos sólo de 241, y el número de
habitantes con edad superior a 40 años sólo
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l'\'I' 11 \R l \1
La Plaza de la Iglesia del Puerto de la Cruz. J.J. Williams.
era de 756, de donde se deduce que superar los
40 años a finales del siglo XVIII era harto díficil.
Por su número de habitantes, el Puerto de la
Cruz de la Orotava era el quinto municipio de
la isla, sólo superado por los de La Laguna,
Santa Cruz, La Orotava e Icod de los Vinos. A
efectos comparativos, conviene no olvidar que
el Puerto era el menos extenso de la isla, y por
aquel entonces ni siquiera La Paz estaba incluída
en su término municipal, razón por la que la
densidad de población del Puerto de la Cruz
de la Orotava era realmente muy elevada.
En cuanto a sus límites, el pueblo se extendía
por el sur hasta Las Cabezas, pero no de
una manera homogénea, pues hacia el este los
límites se estrechaban bastante, ya que no llegaban
más allá de la actual calle de Cupido, que
a mediados de siglo aún no estaba trazada. El
caserío, muy disperso, moría antes de llegar al
actual Chorro de Cuaco, aun cuando existían
algunas casas a lo largo de la Calle de La Hoya,
que enlazaba con la Calzada de Martiánez, la
salida hacia Santa Cruz. Por el oeste, no estaba
construída aún la zona de casas del Barrio de
La Ranilla que lindaban con el mar, es decir,
Las Maretas, y la población sólo alcanzaba la
zona de La Peñita, donde ya se alzaba esta pequeña
iglesia.
En lo económico el Puerto, al igual que los
restantes pueblos de la isla, conoció a lo largo
del siglo XVIII una recesión causada por la baja
cotización internacional de sus vinos, lo que
trajo consigo una disminución de la población,
con un flujo migratorio hacia América.
Seguía debatiéndose el problema de la construcción
de un muelle que cubriese las necesidades
de la población del norte de la isla, pero
ya no había unanimidad en la petición de por
dónde trazarlo. Así, en una junta vecinal celebrada
en 1769, el pueblo comisionó a dos comerciantes
de la localidad para que los representase
ante la autoridad competente, pues al
haberse roto el muelle de Santa Cruz, se debatió
a nivel de toda la isla qué se debía hacer, no
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logrando nada positivo la delegación del Puerto,
que solicitaba se construyese este m':'elle en,
el Puerto de la Cruz, concretamente en la zona
de Martiánez.
El agua seguía siendo un problema serio para
la población, pues a pesar de habers.e construído
el acueducto para la traída del Agua del Rey,
éste sufría continuas roturas, cuyas reparaciones
eran díficiles y costosas. Por la generosidad
de Nicolás Bernardo Valois se construyó en
1737, en la Plaza Parroquial, el pilar de agua
que abastecía el municipio y por haberse arruinado
el canal que traía hasta el Puerto las Aguas
del Rey, el Ayuntamiento arrendó en 1771, por
el precio de 25 reales anuales, el Agua de los
Beltranes que venía de El Burgado. Trazado ya
sucintamente el panorama general del pueblo
en la época en que se va a desenvolver nuestro
relato ya es hora de que comencemos a ocuparnos
de nuestro personaje.
Margarita Bellier y Bessone nació en la ciudad
francesa de Tolón el 15 de abril de 1732,
siendo sus padres, José Bellier, natural de Marsella
y Margarita Bessone, natural de Tolón. En
1760, es decir, a la edad de 28 años, contrajo
matrimonio en la ciudad de Marsella con Jean
Geyrard, también natural de Tolón, hijo de Jean
Geyrard y Bárbara Ayrband. No se sabe con
certeza, ni los motivos, ni la fecha exacta de
arribada a nuestra isla, pero lo cierto, es que el
matrimonio, probablemente huyendo de las
convulsiones que azotaban a Francia, vivió en
la isla de La Gomera, y después se afincó en el
Puerto de la Cruz de La 9rotava, que por entonces
seguía siendo uno de los puertos principales
de la isla.
En 1793, después de 33 años de matrimonio
sin hijos, falleció su esposo en el Puerto, y en
su testamento realizado el 4 de enero, ante el
escribano Nicolás de Curras2
, pidió ser enterrado
en la iglesia del convento de Santo Do-
, mingo, nombrando por albaceas testamentarios
a su mujer, a Bernardo Cólogan, a Bernabé
García Carrasco, y a Miguel de Mora Orejón,
que a la sazón era Síndico Personero del Ayun-tamiento.
Nombró por única heredera a su
. mujer por no tener ningún descendiente y, según
sus palabras, por el mucho amor y cariño
que de siempre le había tenido. Fueron testigos
de este testamento Dionisio O'Daly, Juan
Romay y Luis Lavaggi, todos vecinos del Puerto.
Un mes más tarde, justamente el 4 de febrero
de 1793, estando enfermo en cama, Jean
Geyrard llamó nuevamente al mismo escribano3,
para redactar un codicilo que debía ser
añadido a su testamento. Dejaba como heredera
universal y única de sus bienes a su esposa
Margarita Bellier, pero añadía la condición expresa
que, si volvía a casarse, debía separar 1.000
pesos que Jean Geyrard legaba a un sobrino
suyo, hijo de su hermano Luis Alejandro Geyrard,
de quien no recordaba su nombre, y del
que sólo sabía que por aquel entonces debía
tener 8 años más o menos.
Al día siguiente volvió a llamar al escribano
para decirle que había olvidado añadir a su codicilo
su deseo de que por ningún concepto se
hiciese inventario ni descripción de sus bienes,
y que era su voluntad que ningún juez ni autoridad
obligase a sll biujer a hacerlo, pues confiaba
plenamente en ella. Jean Geyrard falleció
a la edad de 60 años, a las cuatro de la tarde del
14 de febrero de 1793 y fue enterrado4 tal como
había manifestado en su testamento en la Iglesia
del Convento Dominico de San Pedro Telmo.
No sabemos nada acerca de lo sucedido a lo
largo de este año de 1793 en relación a Dª
Margarita Bellier, pero debió de ser un año muy
movido, pues en febrero de 1794, Dª Margarita
pidió a su confesor espiritual, el presbítero
Antonio de Betancourt, que solicitase del Sr.
Obispo de las Islas Canarias, Antonio Tavira y
Almazán, la dispensa de las amonestaciones
públicas pues quería contraer matrimonio con
Agustín Gorrín Báez. Antonio Tavira había llegado
a la Diócesis de Canarias en 1791, donde
permaneció hasta 1797; en febrero de 1794 se
hallaba en visita pastoral en Icod de los Vinos,
r f nstitulo de f .<ludios r Y(fspánicos de Tr anarias 41
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
l'i\TIURUI
hasta donde se desplazó Antonio de Betancourt,
consiguiendo que el Obispo, por un despacho
dado en Icod el 15 de febrero de 1794,
dispensara a Dª. Margarita Bellier de las amonestaciones
de rigor.
Es factible especular que la dispensa tenía
como objetivo el no aumentar las críticas y jocosos
comentarios que la noticia del matrimonio
de Dª Margarita Bellier con Agustín Gorrín
había despertado, pues al hecho de que aun no
había transcurrido un año del fallecimiento de
su primer esposo, se le unía la circunstancia de
que Agustín Gorrín tenía en 1 794 diecinueve
años, en tanto que Dª Margarita Bellier, ya se
hallaba en los sesenta y dos.
Agustín Gorrín, era hijo de Agustín Gorrín
y de María Báez, tendera del Puerto de la Cruz,
y desde muy joven viajó a Cádiz, pues en 1794,
con solo 20 años, confesó haber realizado dos
viajes a esta ciudad en busca de mercaderías.
Tenía una cierta instrucción, pues sabía leer y
escribir y este hecho a finales del siglo XVIII
era todo un síntoma de un claro bienestar social.
La familia de su madre estaba relativamente
bien acomodada, pues dos de sus tíos, Antonio
y Bernardo Báez, fueron propietarios de
barcos de cabotaje entre las islas, y su hermano
mayor, Gregorio Gorrín, participó de lleno en
la compañía Pesca de Africa que se fundó en
1811 para hacer pesquerías en la costa africana.
Según A. Rixo5 en ese año, diversas personas
pudientes se concertaron para establecer la
pesquería de la Costa de África, directamente
desde el Puerto de la Cruz de La Orotava. José
Celestino de Ventoso propuso un plan muy
halagüeño, y se fundó la compañía, con acciones
de 1.000 pesos, aunque también se admitían
medias acciones. Se compraron dos barcos,
uno de los cuales se perdió a los pocos
meses, y fue necesario vender el otro, quebrando
la empresa, 'de tal modo que apenas pudieron
recoger los accionistas 100 pesos por cada
500 invertidos. Uno de los accionistas de esta
empresa fue Gregorio Gorrín, hermano de
nuestro personaje, quien tenía una casa de juegos
situada en la Calle de las Cabezas, y llegó a
ser alcalde del Puerto en 1831.
El 18 de febrero de 1794, se celebraron las
capitulaciones matrimoniales ante el escribano
de La Orotava, Blas de Acosta6
, y en ellas Margarita
Bellier le donó a su futuro esposo Agustín
Gorrín 4.000 pesos corrientes como dote, con
la condición de que si el matrimonio no se celebraba
o llegaba a disolverse, debía devolverle
la citada cantidad. Agustín Gorrín aceptó la donación
y se comprometió a casarse, actuando
de testigo en la ceremonia Antonio de Betancourt.
Vemos una vez más que se movieron
con sigilo pues realizaron la escritura en La
Orotava, a pesar de que en el Puerto de la Cruz
existía escribano público, Nicolás de Curras
Abreu, pero es bien sabido la malignidad de
este personaje y su desmedido amor a la chismografía,
tal como comenta A. Rixo 7
•
La boda se celebró en la Parroquia de Nuestra
Señora de la Peña de Francia el 26 de febrero
de 1794, pero el Beneficiado José Dávila
Guzmán dió licencia8 al presbítero Antonio de
Betancourt, para que éste oficiase en la ceremonia.
Intervinieron como testigos un sobrino
del presbítero, Francisco Betancourt, a quien
veremos jugar más adelante un papel importante,
y un vecino del Puerto, Patricio Padilla.
A lo largo de 1794 y comienzos de 1795,
Agustín Gorrín adquirió diversas propiedades
entre ellas una bodega que le vendió9 Agustín
de Guinola por 478,5 reales y la casa adyacente
a la que vivían, situada en la Plaza de la Iglesia.
Se convirtió en un hombre de negocios y tuvo
trato comercial con los más importantes vinateros
del momento, tales como Luis Lavaggi, Diego
Barry, etc., confesando además haber recibido,
aparte de la dote, 2.320 pesos más que
aportó su esposa, para sus negocios relacionados
con el vino.
A mediados de marzo de 1795, es decir, poco
después del año de matrimonio, a consecuencias
de un grave accidente falleció Agustín Gorrín,
con lo que Dª Margarita Bellier volvió a
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quedar viuda. Agustín Gorrín, tuvo tiempo de
hacer testamento, el 12 de marzo de 17. 94, ant' e .
Nicolás de Curras Abreu, en el que declaraba 10
haber recibido la dote y 2.320 pesos más y dejaba
como herederas de todos sus bienes a su
madre con los 2/3 de la herenci:;i y a su mujer
con el 1/3 restante. Falleció el 15 de marzo a
las cuatro de la tarde y fue sepultado en la Iglesia
del Convento Dominico al día siguiente, a
la edad de 20 años 11
• La generosidad y desprendimiento
de Margarita Bellier se puso de
manifiesto en este trance, pues si bien años más
tarde, concretamente en 1797, recuperó los
2.320 pesos que había añadido a su dote, renunció
a favor de su suegra al tercio que le había
dejado su difunto esposo12
•
Los siguientes años de Dª Margarita son muy
oscuros en noticias, pero sabemos que enfer-
U A 1' 11 \11 li\f
mó de bastante consideración y temió por su
vida, lo que la llevó a realizar su testamento
cerrado, ante Nicolás de Curras Abreu, el 5 de
agosto de 179613
, o sea, aproximadamente un
año y medio después del fallecimiento de su
segundo esposo. No obstante, a pesar de la depresión
en que se hallaba sumida, logró recuperarse
hasta el punto de que falleció casi cuatro
años después, concretamente el 9 de mayo
de 1800, a la edad de 68 años.
Su testamento fue abierto pocos días después
a instancias de sus albaceas, Tomás Cólogan
Valois y el presbítero Antonio de Betancourt.
Dada la condición de artillero del fallecido
Agustín Gorrín, fue necesario soli~itar permiso
de la autoridad militar, José Medranda, que
después de los trámites oportunos lo concedió
sin ninguna dificultad14
•
Roques de El Burgado, cerca del Puerto de la Cruz. J.]. Williams.
r;fnstituto t1ef~tudios r}(ispánicos de 'ft anorias 43
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
1',\'rJI \Rl U
El testamento de Oª Margarita Bellier
El testamento de Dª Margarita Bellier es una
pieza maestra que demuestra su amor al Puerto
de la Cruz, un pueblo que la acogió con afecto
y donde encontró felicidad en los últimos
años de su vida. En él dejaba varias e importantes
mandas, ninguna de las cuales, por una
serie de imponderables, llegó a cumplirse en su
totalidad.
Dª Margarita pidió ser sepultada, al igual que
sus dos maridos, en la iglesia del Convento de
San Pedro Telmo, al cual donó 300 pesos corrientes
como ayuda para la reconstrucción del
convento, que se había quemado en diciembre
de 1778. Para el mismo fin le cedió una cantidad
que le debía Joseph Perrera y Carta, natural
y vecino de La Palma. Puso como condición
que todos los días del mes de noviembre
se le había de aplicar perpetuamente un Oficio
de Difuntos, con misa cantada y responso, para
la salvación de su alma y la de su primer marido.
Igualmente donó a la Cofradía del Santísimo
Rosario, situada en el citado convento, una
alfombra con fondo blanco y ramos de colores,
para que sirviera y se usara en la festividad
del Corpus, la de Nuestra Señora del Rosario y
la del Patriarca Santo Domingo, prohibiendo
que se sacara del convento o se usara en otras
celebraciones. También dejó a su suegra María
Báez de Gorrín, un rosario encasquillado en
oro, que era el que ella usaba habitualmente,
para que la recordara y encomendara a Dios en
sus oraciones.
Sin ninguna duda, las dos mandas más importantes
que Dª Margarita hizo en su testamento,
fueron un legado de 2.800 pesos para
el establecimiento de una Escuela Pública Gratuita
y un conjunto de joyas que donó al Gran
Poder de Dios.
Examinemos, aunque sea muy someramente,
el estado en que se encontraba la enseñanza
pública en nuestro pueblo a finales del siglo
XVIII. El Gremio de los Mareantes, que por
entonces era muy poderoso envió, durante
J.M. Broussonnet.
muchos años del siglo XVIII, un joven a estudiar
Naútica al Colegio San Telmo de Sevilla,
siendo el último en recibir estos estudios el piloto
Miguel de Sosa, quien falleció extrañamente
en 1776 mordido por un gato15
. El sistema utilizado
era de relevos, pues se esperaba a que
terminase los estudios un joven para enviar otro.
Hubo un loable intento en 1789 que merece
ser destacado, y que ha sido recogido por
Alvarez Rixo en sus Anales, donde señala que
se creó una cátedra de Buenas Letras en el Convento
Franciscano, eligiendo para ello al P. Fray
Miguel Cabral, portugués natural de Madeira.
Éste, por medio de papeletas, convocó a muchos
vecinos para presenciar su apertura, que
tuvo lugar el 24 de mayo de 1789, en cuya ocasión
Cabral pronunció un interesante discurso
sobre la utilidad de las ciencias. Esta enseñanza
continuó durante algún tiempo, hasta que
Cabral tuvo que abandonar el Convento por
haber caído en desgracia a muchos conventuales
16.
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
Siguiendo a Alberto Sebastián Bedoya17
, sabemos
que en 1790, Miguel Mora Orej<~m, Al- .
calde Real del Puerto de la Cruz de La Orotava;
envió el siguiente informe al Supremo Consejo
de Castilla: "No hay dotación alguna para la
enseñanza de la juventud y por ~onsiguiente
no hay maestro público obligado a ello, y D.
Juan Agustín de Chaves, presbítero de esta parroquia,
está dedicado voluntariamente al ejercicio
de la enseñanza a los niños que concurren
a su casa, sin premio alguno; Ignacio José
Sicilia, maestro platero, hará dos años que también
enseña a algunos niños. De maestras sólo
hay dos que yo sepa, la una es Dª Josefa Espinosa,
que ha ejercido años ha y es ya de edad
avanzada y otra Dª Manuela Torres, en el Barrio
de La Ranilla, a quien ha fomentado el actual
párroco y en donde concurren bastantes
niños de su barrio y algunos jóvenes que desean
instruirse".
El alcalde es muy claro en su informe, pues
señala que no había escuelas porque no había
dotación para mantenerlas, y la única alternativa
era que lo hiciese el vecindario, pero con sus
propias palabras: "hace sobrado el pueblo en
sostener, su parroquia, tres casas religiosas, tres
ermitas, quince o más cofradías ... "
En 179S, en ocasión de la visita pastoral que
en junio de ese año realizó al Puerto el Obispo
Antonio Tavira, conoció la escuela de primeras
letras que daba gratis el presbítero Agustín
de Chaves, y que se hallaba situada en el número
40 de la Calle del Norte, Oa actual Pérez Zamora)
a quien aprobó su caritativa ocupación
entregándole so pesos corrientes para que los
repartiese entre sus discípulos pobres. En noviembre
de 1800 falleció el presbítero y con su
muerte desapareció la escuela18
•
En 1797, por iniciativa del Alcalde, Bartolomé
de Arroyo, se fundó una escuela19 de primeras
letras a la que asistieron entre 40 y SO alumnos.
, La enseñanza no era gratuita, sino que los alumnos
asistentes la costeaban a través de un peculiar
sistema de pago: "según lo que aprenden:
S reales de vellón si es a leer; 7 ,S reales si
l'\TIHRUI
es a leer y escribir y 1 O reales si aprenden a leer,
escribir y contar ... "
' Éste era el estado en que se hallaba la enseñanza
en nuestro pueblo y que conoció Dª
Margarita. Es evidente que el panorama era calamitoso
y muy probablemente fue esta situación
la que llevó a nuestro personaje a tratar de
remediarla, dejando una manda importante en
su testamento: "ordeno asimismo que el equivalente
a la cantidad de 3.800 pesos se destine
e invierta aquí, cuando yo fallezca, en el establecimiento
de una Escuela Pública, gratuita,
de primeras letras, que dispondrán D. Antonio
Abad Betancourty D. Bernardo Cólogan Valois,
dando todas las disposiciones y reglas que le
parezcan conducentes para su mejor estabilidad,
gobierno de ella e instrucción de la juventud,
usando en la materia de las más amplias
facultades que les tengo concedidas y nombrando
para después de sus días, otros sujetos vecinos
de este mismo Puerto, para que tengan a
su cuidado y dirección un establecimiento tan
útil y de primera necesidad de que hasta el presente
se ha carecido, con declaración de que
estos mismos dos electos nombraran otros dos
y así sucesivamente se irán nombrando unos a
otros. Y a todos les encargo el cumplimiento
de esta mi piadosa disposición y que en todos
los días que se de Escuela, al tiempo de despedir
los niños, el maestro juntamente con ellos
rece un Padrenuestro por mi alma, las de mis
maridos y demás ascendientes".
Dª Margarita, que por un posterior codicilo20
retiró 1000 pesos de su legado, dispuso, en previsión
de que su capital no fuese sufriendo una
considerable merma, que se invirtiesen los 2.800
pesos restantes en la traída de las Aguas del
Rey, problema de primera y acuciante necesidad
para el Puerto, pues consideraba ella que
una vez lograda la traída de las aguas, con el
producto de su venta se podría obtener una
renta moderada que permitiría mantener constante
la inversión en la Escuela gratuita. Es evidente
que pretendía que su legado continuase
a lo largo de los años, para lo cual hizo la pre-
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
nrn rnu1
visión de que en todo momento existiesen dos
personas encargadas de controlar 1a situación,
y ordenó situar su dinero en el negocio de las
Aguas del Rey, para que siempre se mantuviese
el capital a través de la ganancia de réditos.
En su testamento Dª Margarita nombraba
como su único heredero al presbítero Antonio
Betancourt, a quien había ordenado privadamente
la distribución de sus bienes por disposiciones
que le dejó en su poder. No obstante,
su condición de súbdita francesa provocó la
intervención del cónsul francés de la época
Agustín de Broussonet, quien según A. Ruiz
Álvarez21
, escribió el 15 de octubre de 1801,
una carta al Ministro de Relaciones Exteriores,
Talleyrand, señalando: "un francés llamado Jean
Geyrard, natural de Tolón, que desde algunos
años estaba establecido en Las Canarias, murió
hace algunos años en el Puerto de La Orotava,
dejando a su viuda el usufructo de sus bienes.
Un codicilo unido a su testamento expresa formalmente
que su intención era que su sucesión
fuese en definitiva a manos de uno de sus
sobrinos, y en caso de no vivir, al de sus otros
parientes más próximos. La viuda Geyrard tuvo,
después de la muerte de su esposo, algunas reclamaciones
a hacer, relativas a la herencia de
su padre, José Bellier, fallecido en Marsella ...
Esta señora se volvió a casar; hizo una donación
de algunas miles de piastras a su nuevo
marido, que murió poco después, pero la familia
había entrado ya en posesión del importe
de la suma que ella le había entregado el día de
su matrimonio. Algunos robos domésticos contribuyeron
aún a disminuir esta sucesión. La
viuda Geyrard, que desde hacía algunos años
estaba en un estado de imbecilidad completa
que le impedía dirigir ella misma sus asuntos,
ha muerto hace algunos meses, e inmediatamente
hice las diligencias necesarias para conocer
su testamento y el de su marido. Desde
que he visto esos documentos y me di cuenta
que los padres de su primer marido tenían derecho
sobre esta sucesión, me apresuré a pedirle
al Comandante General de estas islas que
46 }f,vista tle ~ ie11cias y r J(umanidades
diese las órdenes para que los fondos procedentes
de esta herencia fuesen recogidos de las
manos de los que eran sus detractores hasta
que los padres del dicho Geyrard fuesen informados
de este asunto. La orden fue dada inmediatamente
y el embargo ejecutado".
Tayllerand dio conocimiento por carta fechada
el 25 de febrero de 1802 de esta herencia a
Boisselin Fils, Alcalde de Tolón, invitándole a
que descubriese a los parientes de Jean Geyrard,
prometiéndole que cuando lo hubiese hecho,
él les enviaría los documentos ·concernientes a
la herencia. Después deberían dar poder a alguien
establecido en Tenerife para reclamar la
herencia, y en caso de no conocer a nadie, debían
enviar el poder en blanco a Broussonet,
para que éste como cónsul francés se encargase
de conseguir a alguien que siguiese el litigio.
No se tienen noticias de si llegó a hacerse algo
para anular el testamento, o de si ya no existían
herederos de Jean Geyrard, pero lo cierto es
que poco tiempo después el presbítero Antonio
de Betancourt entraba como único heredero
de Dª Margarita a disponer de la herencia.
Pocos años después de la muerte de Dª Margarita,
Bernardo Cólogan Fallon puso en marcha
una Escuela de primeras letras, supongo
que con el legado recibido, aunque no tengo
noticias fehacientes de ello, situada en una casa
suya que aun hoy se conserva y que corresponde
a la actual Casa Parroquial. Sabemos por el
informe22 elevado a la Real Audiencia en 1804,
por el Personero Tomás Cullen, solicitando la
reelección de Bernardo Cólogan Fallon, que la
Escuela ya funcionaba, pues entre los méritos
que le atribuye señalaba: ''Ya hace algunos años
que tiene el pueblo una escuela de primeras letras
que estableció él mismo, costeando no sólo
todo lo necesario para su establecimiento, sino
manteniendo en ella anualmente a su costa
porción de niños pobres ... ". Vemos que Tomás
Cullen atribuye todo el mérito de la fundación
de la Escuela a Bernardo Cólogan, olvidándose
de mencionar el legado de Dª Margarita.
A pesar de todo, no se cumplió con certe-
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
za con los deseos de ésta, pues todos los indicios
apuntan a que si bien la Escuela fue públi- ,
ca, nunca llegó a ser gratuita.
Así, el 19 de febrero de 1805, Bernardo Cólogan
Pallón, que por entonces era alcalde del
Puerto, recibió 100 pesos corrientes del Obispo
Manuel Verdugo Albiturría, destinados a
costear la enseñanza de algunos niños pobres
en la Escuela Pública de Primeras Letras. Según
quedó reseñado en las actas por Josef
.Á.lvarez de Ledesma, se agradeció por carta23
al Sr. Obispo su donación y se ordenaba "colóquense
inmediatamente seis niños pobres en
dicha escuela a expensas de la donación indicada".
Fue maestro regente de esta escuela Louis
Beltrán Broual, un francés estrechamente vinculado
a la Casa Cólogan, especialmente en materia
de música, que también recibía frecuentes
préstamos de libros de esta especialidad que le
hacía Bernardo Cólogan Fallon, que como sabemos
era muy amante del violín. Broual vivía
Jardín Botánico. J.J. Williams.
nTH \IH \1
en la actual Casa Parroquial, propiedad de la
familia Cólogan, donde se instaló la escuela24 •
Motín de los Franceses
La escuela y su maestro tuvieron un trágico
fin el 5 de marzo de 1810, coincidiendo con
las fechas de carnaval, pues en estos días se
produjeron unos importantes desórdenes que
causaron dos muertos en el Puerto. Tenemos
una relación de estos hechos a través de la pluma
de A. Rixo25 : "El 4 de marzo de 181 O bajó
de La Orotava un gran tropel de gente rústica y
alborotada a buscar y llevar preso a cierto bailarín
francés nombrado Mr. Pierre o Perico, que
había bajado al Puerto para embarcarse para
los Estados Unidos. La plebe del Puerto, embullada
con el mal ejemplo, se amotinó también
y al día siguiente, asesinó inhumanamente
a dos franceses pacíficos, avecindados en el
Puerto desde hacía años. U no de ellos fue Mr.
José Bressan, escribiente de la Casa Cólogan,
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t'\'flURUI
de donde le extrajeron e hirieron al pasar, dicen
unos, por delante de la puerta de la parroquia,
otros que, junto a la sacristía. Otros y parece
lo más probable, junto a la esquina sur de
la casa de Dª Gregoria Guinola, que mira hacia
el espaldar de la Parroquia, calle de Santo Do- .
mingo. El segundo Mr. Luis Beltrán Broual,
maestro de primeras letras, latín y música, que
se había refugiado en la Batería de Santa Bárbara,
al amparo del Gobernador, que allí se halla,
a quienes se lo pidieron y éste temiendo no se
desmandase la chusma contra su autoridad, en
lugar de hacer disparar un cañón contra aquella
canalla media ebria, tuvo la debilidad de entregarles
al hombre, con encargo de conducirle
al depósito de La Orotava. Lo prometieron;
pero, pérfidos, apenas salió a la puerta del rastrillo,
le descargaron un golpe en la cabeza y le
acabaron de matar, cuando puesto de rodillas
imploraba misericordia. ¡Esta horrorosa escena
acaeció asaz alumbrada, porque además del
farol que iba acompañando al Gobernador, iban
algunos chicos a cangrejear con sus hachos
encendidos, y se detuvieron allí para ver en qué
paraba aquello. Dice un testigo que vió al pobre
Broual dirigirse de gatas algunos pasos hacia
la casa de Cullen, pero como no cesaba el
apaleo, volvió hacia el rastrillo donde expiró.
Este testigo fue su discípulo y fue quien tomó
una sábana y le sepultó; en lo que imitó a José
de Arimatea. Su nombre fue D. Antonio Domingo
Gutiérrez, a quien acompañó Mateo
Hernández Rojas, alias Manitas. Con los cadáveres
se cometieron mil vilezas, algunas tan indecentes
que hay reparo en escribirlas, arrastrándolos,
mutilándolos, colgando a uno de
ellos boca abajo con parte de la ropa ya fuera,
de los andamios de la popa de un barco, que se
estaba construyendo en la Plaza del Charco; y
hubo mujer que hasta los mordió ¡como si fuese
una acción heroíca!...¡Borrón eterno de la
canalla de este pueblo!. Los bancos de la escuela
y todos sus utensilios, los despedazaron
y los arrojaron a la plaza. Y el cuadro con el
Santo Cristo, dicen que Esteban González lo
48 ,o/{ei•ista de~ ienclas y t;i/{uma111dades
llevó arrastrándolo por las calles hasta botarlo
al mar. Así no es extraño arrojasen desde el
mirador las jaulas con los pájaros y hasta una
perrita de falda. Escandaliza sólo en pensar tales
barbaridades perpetradas en un lugar tenido
por tan civilizado como el nuestro".
La Escuela se interrumpió y años después,
en 1816, el Ayuntamiento reclamó a la Casa
Cólogan los fondos que Dª Margarita Bellier
había destinado para tal fin. Después de varias
vicisitudes, se realizó una colecta popular, en la
que la Casa Cólogan participó y se restableció
la Escuela por un cierto tiempo, pero no con el
carácter totalmente gratuito que había previsto
Dª Margarita. Posteriormente, en mayo de 1842,
se volvió a tocar el tema reclamándole el Ayuntamiento
a Tomás Fidel Cólogan los fondos
depositados en su casa comercial. No obstante,
hubo que esperar hasta 1821 para tener una
escuela pública y gratuita, regentada por Domingo
García Panasco, situada en los locales
del antiguo convento de San Francisco. Posteriormente,
en 1860, vuelve a aparecer otra escuela
pública y a partir de 1863 ya funcionaron
dos escuelas gratuitas, una de niñas y otra de
niños.
La otra manda importante que Dª Margarita
estableció, fue un legado de joyas y alhajas que
donó a la Cofradía del Gran Poder de Dios,
imagen por la que llegó a sentir una profunda
veneración. Un aspecto interesante es cómo
llegó Dª Margarita a sentir tal veneración por
"El Viejito" y aunque sólo es una especulación,
avanzo la hipótesis de que quizás en ello tuvo
mucho que ver Agustín Gorrín Báez y su familia,
pues comenzaré diciendo que a su muerte
Agustín Gorrín legó en su testamento 300 pesos
corrientes al Gran Poder de Dios, en tanto
que su primer marido no indicó ninguna manda
en este sentido.
Aunque en el testamento no se hace mención
explícita de las joyas que Dª Margarita legó,
existe una relación hecha por Antonio Ruiz
Alvarez, en la que se citan "unos candelabros
de plata labrada, unos anillos con esmeraldas,
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
una cadena de oro, varios hilos del mismo metal,
ocho brazaletes con rubíes, doce cuchillos .
de plata y seis cintas de hilo de oro". Antonio·
Abad Betancourt falleció sin testar en 1802 y
un sobrino suyo Juan Francisco Betancourt, que
fue testigo de la boda, se apropió de las joyas,
pretextando que su tío, de acuerdo con el testamento
de Dª Margarita, era su único heredero.
Antonio Abad Betancourt fue hasta su muerte
Mayordomo de la Cofradía del Gran Poder
de Dios, y además confesor y hasta cierto punto
confidente, de Dª Margarita Bellier, y por
estas razones ella le nombró albacea testamentario
y heredero de todos sus bienes. Enterado
de esta circunstancia, el Beneficiado de laparroquia
José Dávila Guzmán, entabló un pleito
contra Francisco de Betancourt, escribiendo el
15 de junio de 1802, una carta26 al Obispo de
Canarias, Manuel Verdugo Albiturría, en la que
le indicaba que el nombramiento del presbítero
Antonio Abad Betancourt como heredero
había sido una artimaña legal para evitar el pago
de impuestos, pues por propia confesión de
éste ante el Alcalde Mayor de La Orotava, había
señalado que Dª Margarita quería que gran
parte de sus bienes fuesen a parar a manos de
la Parroquia y muy particularmente a la Cofradía
del Gran Poder de Dios, y señalaba que tenía
instrucciones concretas y precisas sobre este
particular dadas por Dª Margarita.
El fervor que tenía nuestra dama por el Gran
Poder de Dios la llevó en vida a derribar parte
del Camarín de la referida ir,nagen, que empezó
a reedificar, dejándolo sin concluir y techar por
habérselo impedido su muerte. Señalaba en su
carta Dávila y Guzmán que, a la muerte de
Antonio Abad Betancourt, se había extraviado
casi toda la herencia, consistente principalmente
en más de veinte libras de plata labrada, con
otras prendas de oro y alhajas de considerable
valor, así como otras prendas pertenecientes a
la parroquia y a la imagen del Gran Poder de
Dios, que estaban en su poder por la suma devoción
y celo que el fallecido tenía por el culto
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y la parroquia. Señalaba asimismo, que a la
muerte del presbítero habían desaparecido los
papeles y apuntes en los que constaba por escrito
todo lo que el fallecido había afirmado
verbalmente ante testigos.
Manifestaba asimismo, que dadas las precauciones
que habían tomado los detractores, probablemente
callarían todo lo que sabían, por lo
que rogaba al Obispo utilizase todo su poder
para que, tomando en consideración lo previsto
en el Concilio de Trento, declarase que serían
tomadas como graves infracciones la ocultación
de cualquier información conducente al
esclarecimiento del caso y particularmente al
hallazgo de las joyas. Pedía finalmente, y el
Obispo se lo concedió, que transcurrido un
tiempo prudente sin que los incursos en el procedimiento
revelasen cuanto sabían, se les diese
públicamente por anatematizados y excomulgados.
Por las presiones eclesiásticas y el escándalo
que se levantó, Juan Francisco Betancourt accedió
a entregar las joyas a la parroquia quedando
a su cargo José Dávila Guzmán, en su
calidad de BeneficiaCl9 de la Parroquia, conjuntamente
con Nicolás.Valentín Hernández, quien
sucedió a Antonio Betancourt Abad como Mayordomo
de la Cofradía del Gran Poder de
Dios.
Pero, una. vez más, el destino le tenía preparada
una mala faena al legado de Dª Margarita,
pues en 1808 José Dávila Guzmán es nombrado
Canónigo de la Catedral, y por ello destinado
a Las Palmas de Gran Canaria. El solicitó27
,
por hallarse enfermo, que tomase posesión en
su nombre Vicente Ramírez, canónigo de Las
Palmas, pero finalmente se trasladó a Las Palmas,
llevándose consigo algunas de las joyas
de la Cofradía para repararlas, contraviniendo
una disposición que impedía "desbaratar alhaja
de la Cofradía, aunque sea con ánimo de me).
O rar 1a ..,.,.
En 1809 fallece Dávila en Las Palmas y en su
testamento28 nombró por heredero universal a
la Iglesia Parroquial del Puerto de la Cruz, co-r
f nsti/1110 de t slr1dios r./(fspániCQS de f anarias 4 9
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
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menzando las gestiones para la restitución de
las joyas a la Cofradía. Señalaba asimismo en el
testamento, que del dinero que percibiese la
fábrica había de darse 200 pesos corrientes a
Luis Antonio Carrillo, su sirviente, por las buenas
obras y servicios que le había hecho y a
Cayetano Rodríguez, clérigo tonsurado, natural
del Puerto de la Cruz, 50 pesos, para que
pudiera transportarse hasta su pueblo de origen.
Declaró textualmente "en mi poder se hallan
algunas alhajas de plata pertenecientes a dicha
parroquia y constan en un apunte que se halla
en las casas de D. Tomás Cólogan, las que desde
luego con las demás que le dejo como mi
herencia, las percibirá la dicha fábrica que así
es mi voluntad". A. Rixo se hizo eco29 de este
fallecimiento señalando "súpose en este mes
de diciembre (1809) el fallecimiento del señor
José Dávila, beneficiado que había sido muchos
años de nuestra iglesia, acaecido en Canarias el
día ocho del mismo mes, sin que ahora ni después
se trasluciese cosa alguna acerca del paradero
de la plata del Poder de Dios, que condujo
consigo para su renovación".
Nunca se logró la devolución de las joyas, si
bien Andrés Arbelos, pudo constatar rápidamente
que de la relación de joyas que reclamaba
la Cofradía a través de su Mayordomo y Bernardo
Cólogan, echaba en falta muchas piezas.
Entre las que faltaban se citaban: "el oráculo
plateado de la cabeza del Ecce Horno, las espabiladeras
de plata, la caja de oro para el polvo,
que sólo pesa dos onzas y un adarme, la cruz
de oro y diamantes, el agnus de oro esmaltado,
un junquillÓ de dos tercias, el pedazo de cadena
de oro de tencia, dos trozos de junquillo,
dos hebillas pequeñas, un broche, un banquito
pequeño esmaltado, cadena y brazalete de oro
y el reloj de plata".
Señalaba además que no se había encontrado
nada de dinero y que le extrañaba mucho
que la fábrica de la Parroquia de Nuestra Señora
de la Peña de Francia tardase tanto en personarse
en el proceso como heredero, lo que
50 )lellíslll de f: le11clas y r J( w11m1idades
motivó que desaparecieran la mayor parte de
las joyas. Hoy sabemos que en el año 181 O, se
declaró por noviembre en el Puerto de la Cruz
una epidemia de fiebre amarilla, que comenzó
en la Real Aduana, falleciendo el subteniente
Antonio Fuentes, hijo del almojarife, y poco
tiempo después otro hermano suyo.
Con motivo de esta epidemia se decidió construir
el cementerio que bien pronto se inauguró
y según A. Rixo, se comentó que el origen
de la epidemia había sido la introducción en la
Real Aduana de ciertas blondas, abanicos y otras
bagatelas, que habían sido remitidas por sus
parientes, desde Santa Cruz, a las hijas del almojarife
sin que él lo supiese, pues estaba rigurosamente
prohibido todo contacto con Santa
Cruz. Las hijas del almojarife enfermaron, pero
se recuperaron, mientras que dos de sus hermanos
murieron30
•
Lo único que conocemos que fue devuelto a
la cofradía del legado de Margarita Bellier, es
una bandeja de plata que fue entregada en 1833,
que según dice A. Rixo31
: "el presbítero D. Ignacio
de Llerena entregó, por julio de 1833,
por mano de D. Alfredo Diston, una bandeja
de plata perteneciente al culto de la imagen del
Poder de Dios, la cual restituía alguna persona
que la había sustraído del testamento del Beneficiado
Dávila. Dicha pieza la entregó a su
Mayordomo D. Domingo Nieves" .
Por tanto, las dos importantes mandas que
Dª Margarita Bellier legó al Puerto de la Cruz
corrieron igual suerte, puesto que por una serie
de desafortunadas circunstancias, no llegaron
intactas hasta nuestros días tal como pretendía
ella a través de su legado. A pesar de
ello, creo que la memoria de Dª Margarita Bellier
merece ser perpetuada y reconocida públicamente,
pues llegó a amar mucho al Puerto de la
Cruz, al que a su muerte legó dos preciados
bienes, una Escuela Pública y joyas para el Gran
Poder de Dios.
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
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Notas
1 Anuario de Estudios Atlánticos. Nº 14, ·1968, . · Ú Alberto Sebastián Bedoya. Tesis Doctoral. Uni-pp
250. versidad de La Laguna. Universidad de La La-
2 AHPT. PN 3850. Nicolás de Curras. 4-I-1793. guna. 1992. pp 66.
3 AHPT. PN 3850. Nicolás de Curras. 4-II-1793. 18 Anales. Loe. cit. pp 145.
4 Libro 7 de Defunciones. Parroquia Nuestra Se- 19 Alberto Sebastián Bedoya. Loe. cit. pp 68.
ñora de la Peña de Francia. Folio 6 vº. 20 AHPT. PN 3853. Nicolás de Curras. 1-IX-1798.
5 José A. Álvarez Rixo. Anales del Puerto de la Folios 20-21.
Cruz de La Orotava. 1994. pp 233-4. 21 Estampas Históricas del Puerto de la Cruz. An-
6 AHPT. PN 3179. Blas de Acosta. 18-II-1794. tonio Ruiz Alvarez. Revista del Museo Cana-
Folios 424-425. ria. Nº 75.76. 1960. pp 235-253.
7 Anales. Loe. cit. pp 98. 22 Archivo Municipal del Puerto de la Cruz. Li-
8 Libro 7º de Matrimonios. Parroquia Nuestra
bro de Elecciones, 1804 y 1805. Folios 181-
186v.
Señora de la Peña de Francia. 26-II-1794. Fo-lio
60v. 23 Archivo Municipal del Puerto de la Cruz. Ac-
9 AHPT. PN 3851. Nicolás de Curras. 27-II-tas
y Elecciones. Legajo A (1 ). 1772-1807.
179 5. Folios 13-15. 24 Bernardo Cólogan y Fallon. Marcos Guimerá
Peraza. Anuario de Estudios Atlánticos. Nº 25,
10 AHPT. PN 3851. Nicolás de Curras. 12-III- 1979, pp 307-355.
1795. Folios 45-54.
25 Anales. Loe. cit. pp 208-210.
11 Libro 7 Defunciones. Parroquia Nuestra Se-ñora
de la Peña de Francia. 16-III-179 5. Folio 26 Archivo Diocesano de Canarias. Documenta-
18v. ción Manuel Verqugo. Legajo nº 14.
1
12 AHPT. PN 3851. Nicolás de Curras. 27-III- 27 AHPT. PN 3859.JoséÁlvarezdeLedesma.14-
1795. Fols. 63-67. VII-1808.
13 AHPT. PN 3851. Nicolás de Curras. 5-VIII- 28 AHPLPGC. PN 2307.Jacinto Pto. Betancourt.
1796. Fols. 6-19. 6-IX-1809. Folio 332.
14 AHPT. PN 3854. Nicolás de Curras. 5-V-1801. 29 Anales. Loe. cit. pp 208.
Folios 1-4. 30 Anales. Loe, cit. pp 215.
15 Anales. Loe. cit. pp 97. 31 Anales. Loe. cit. pp 324.
16 Anales. Loe. cit. pp 123. ·
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015