• H u M A N IDA D E S ,- ,:. NicoLÁs GONZÁLEZ LEMUS
EL TEIDE
EVOLUCiÓN HISTÓRICA DE
SU IMAGEN EN LA
LITERATURA DE VIAJES
El Teide había despertado un inusitado interés
en los marineros que desde muy temprano
se habían aventurado en la navegación
atlántica. Había estado presente en las impresiones
de los viajeros y comerciantes desde un principio
y causaba una fuerte atracción cuando era
contemplado elevándose por encima de las nubes.
Como afirma el botánico francés Michel Adanson
(1727-1806), "el Teide orientaba a los navíos en su
ruta por la costa de África". Pero a la vez, su imponente
aspecto por encima de las nubes en forma
de rapadura de azúcar y su dominante posición en
el Atlántico fueron motivos para ser considerado
desde los primeros años de la navegación hacia el
sur como la montaña más alta del mundo. La primera
referencia clara sobre el Teide se la debemos
al florentino humanista Giovanni Bocaccio (1313-
1375). Boccaccio tuvo conocimiento del viaje que
realizaron Angiolino del Tegghia de Corbizzi y
Niccoloso de Recco a las Islas Canarias en 1341 y
lo publica en latín en su tierra natal. Los viajeros
dieron la vuelta a la isla de Tenerife y al observar
que veían por todas partes el Teide dominando el
paisaje, no se atrevieron a desembarcar por el temor
que les producía. El texto de Boccaccio pone de
manifiesto el terror y la superstición que se tenían
de las montañas en la época. El veneciano Alvise
Cadamosto (1432-1480) destaca cuando visitó las
Canarias en 1455 el carácter violento del Teide por
sus permanentes gases y vapores procedentes de su
cráter.
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A T - N E O 19
Razón por la cual los primeros viajeros a las Islas
comentan que Tenerife era conocida también
"como la isla del Infierno por el permanente humo
sulfuroso que salía de su cráter". El Teide fue, pues,
identificado como uno de esos lugares que los mercaderes
y viajeros no se atrevían a desafiar. George
Ferner, un viajero inglés que salió el 10 de
diciembre de 1556 del puerto de Plymouth rumbo
a Guinea y las islas Cabo Verde y visitó a Tenerife
el 28 del mismo mes, afirma que nadie había subido
hasta la cima del Teide. Se crea un mundo mítico
en torno a la montaña de Tenerife, hasta tal
punto que se le considera la más alta del mundo.
El Teide se va a convertir en un «reclamo turístico)
de primer orden. Es decir, se convirtió en un
lugar deseoso de visitar por cuantos 'viajeros cruzaban
aguas canarias. Richard Hawkins durante su
visita a Tenerife en 1593 afirmó en sus Observations
in His Voyage fnlO the Souht Sea, el libro
que mejor describe la vida en el mar durante la
época isabelina, que (das Canarias eran famosas en
el mundo por muchas razones, pero sobre todo
por los vinos de La Palma entre los comerciantes
y Tenerife por su Pico entre los navegantes», Incluso
en el siglo XVII se creía que Tenerife era famosa
por el Teide, no por otro aspecto. John Barbot,
viajero inglés que estuvo en Canarias en octubre
de 1681, afirma con toda rotundidad que mientras
"La Palma era reconocida por su excelente vino transportado
en su mayor parte a Gran Bretaña, El Hierro
es por ser la isla por donde los ITanceses establecieron
el primer meridiano y se encuentra un
árbol que suministra agua a toda la isla, Tenerife
es famosa porque en ella está la montaña, El Pico,
no solamente el más alto del mundo, sino por su
forma de rapadura blanca". Desde que los viajeros
divisaron su silueta sobre el mar de nubes en el
horizonte se sintieron fascinados y asombrados
por su grandeza, a la vez que invitaba a su ascenso.
Todavía en el siglo XVII se podía contemplar
desprendiendo «fumarolas en llamas, las venas del
6 azufre ardiendo, que las gentes llaman caldera del
diablo», producto de su extraordinaria actividad
volcánica, tal como la vio Thomas Herbert en
1624.
El Teide causaba pánico y horror a los naturales
isleños. Los castellanos asumieron la concepción
guanche de la montaña, para quienes el Teide era
un lugar de horror, morada del dios-malo, Guayota
(opuesto al dios-bueno, Achaman) identificado
así con los infiernos y el dios de los muertos. Las
palabras de Gregario Leti, un biógrafo de Felipe
20 A T - N E O
11, son muy elocuentes al respecto. Leti dijo del
Teide: «Hay en Tenerife una montaña tan inconmensurablemente
alta, que es imposible treparla sin
grandes dificultades. Desde entonces se cree que
es la montaña más alta del mundo. De todas maneras,
se dice que desde su base hasta lo alto se
encuentran las moradas de unas gentes, absolutamente
salvajes y crueles, más parecidos a bestias
salvajes que a personas razonables~). Una imagen
tenebrosa que provocaba pánico y que perduró entre
los naturales bastante tiempo. Consecuentemente,
hasta bien entrado el siglo XVIII, los is leños vivieron
de espaldas al Teide. George Glas apuntó en
1761 que salvo los «extranjeros y algunos pobres
de la isla que se ganaban la vida recogiendo azufre
» los naturales de Tenerife se interesaban muy
poco por el Teide. A los viajeros y mercaderes
extranjeros les debemos las primeras incursiones
exploratorias. Ellos desafiaron a los naturales isleños
que habían vivido temerosos de la montaña
de Tenerife, sin aventurarse a escalar sus laderas ni
subir hasta su cima.
Afirma B. Bonnet en la revista El Museo Canario
(enero-abril, 1936) que el primer extranjero que
escaló la cima del Teide fue Thomas Nichols. Desde
luego que de la lectura del texto del comerciante
inglés no se puede inducir tal afirmación, pues en
njngún momento da a entender que subió la montaña
de Tenerife. Creo que Thomas Nichols no subió
el Teide. De los datos que poseemos, parece que
el primer viajero del que tenemos noticias es Pere
Feutrée, un francés que subió el Teide en 1524, y
que escribió el informe científico más antiguo. El
segundo y creo que fue el primer inglés que escaló
el Teide se llamaba Thomas Stevens. Seguro que
el jesuita inglés se preguntaba ¿qué podría encontrar
en esa terrible cima, donde las fumarolas saliendo
de su cráter se elevan hacia el cielo y la nieve
tiene su morada?, incluso, ¿qué apariencia podría
tener el mundo contemplado desde su cima'. Considerado
como el primer inglés que alcanzó el continente
de la India y el Cabo de Buena Esperanza,
en su ruta hacia Goa (la India) a bordo de una
flota portuguesa, partió de Inglaterra entre el mes
de abril y mayo de 1579 e hizo anclar su barco
frente las costas del Puerto de la Cruz para subir
hasta el cráter del Teide_ Todo un reto aventurero
para la época. Sin embargo, Stevens consiguió con
éxito ascender la mítica montaña canaria y llegar
así a lo más alto de la tierra. «Que gran placer tuvimos
en lo alto de la montaña de la isla de Tenerife"
-fue su exclamación ante el soberbio paisaje que
• ~ . -_ H u M A N 1 DAD E S .~,
~ . -
se divisaba desde la cima-. Sin duda Thomas Stevens
no fue el primer inglés que habla del Teide,
pero fue el primero que ascendió la montaña de
Tenerife.
Pero a partir del siglo XVI reaüzar excursiones
de exploración hacia el interior de la is la, sobre
todo para subir la montaña más alta conocida, era
una de las mayores ilusiones difícilmente alcanzable
de los viajeros, a pesar del escaso conocimiento
de la isla y en particu lar del Teide. Sin embargo
era todo un reto, entre otras razone porque se creía
que en el Teide se encontraban
minas de cobre, plata y oro, en con-sonancia
con la creencia de la
época. Cuando Stevens hace la
ascensión al Teide era precisamente
unos momentos en que empeza-ba
a creerse que en las montañas
yacían el oro, la plata y otros mine-rales.
El fundidor de las campanas
peñaran la tarea. Contribuye a ello también la
fami liaridad de las Is las entre los viajeros, factores
y residentes de Inglaterra. Las compañías mercantiles
y los comerciantes ingleses estaban estrechamente
conectadas con la investigación de la naturaleza,
pues desde el primer momento comprendieron
que los prob lemas de la navegación y el desarrollo
de la agricultura dependían del avance de
las ciencias. En Inglaterra se fundaron la Royal Society
y la Royal Observatory en Greenwich de Londres.
Respondían a las nuevas actitudes culturales, inte-lectuales
y psicológicas surgidas
a raíz de los descubrimientos.
Es en este contexto cuando
el estudio de la naturaleza terrestre
y muy especialmente la génesis
de los volcanes se impone.
Según la mentalidad de la época,
la tierra y las montañas son
aspectos de la naturaleza a estu-de
La Orotava ha bía dado fe de
ello . Le había comentado a un
médico y comerciante inglés residente
en el pueblo, que de la tierra
de Las Cañadas había extraído
tanto oro que pudo hacer dos
hermosos anillos. Y un portugués
le había contado que, después de
estar en las Indias Occidentales, él
creía firmemente que en el Teide
había minas de oro y plata tan ricas
como la de las Indias. Otro lusitano
al parecer había extraído dos
cucharadas de plata de la tierra del
Teide. Sin embargo, nad ie había
«Las Canarias eran
famosas en eL mundo
diar, pues en ellas se encuentran
los elementos y minerales que
marcan el ritmo del progreso.
En sus interiores se encerraban
los tesoros que el hombre estaba
llamado a descubrir. Y fue
precisamente el Teide, el Pico
de Tenerife, como se le conocía
en siglos pasados, la primera
de las montañas volcánicas
que llamó la atención.
por muchas razones,
pero sobre todo por Los
vinos de La PaLma entre
Los comerciantes y
Tenerife por su Pico
entre Los navegantes» Los viajeros que subieron
a la cima de la isla de Tenerife,
no encontraron oro ni
plata, pero por el contrario,
encontraron azufre y, por añadidura,
nitro. El azufre y el nitro
estaban relacionados con la teoría
de la combustión y la pólvora.
El azufre se combinaba con
podido demostrar la existencia de
tales minerales.
Pronto se pasa de vagas especulaciones
a formas racionales de
acercamiento a la montaña de
Tenerife. Un conocimiento mucho
más natural comenzó a ser explo-rado
con fines comerciales. El Teide se proyecta
como una montaña a investigar. El mercantilismo
también comportaba una demanda considerable
de materias primas. Su necesidad supuso por lo
tanto una firme apuesta por el conocimiento de
la naturaleza como una parte integrante de la formación
de la riqueza nacional y del ritmo de crecimiento
del mercado capitalista. El espíritu emprendedor
y explorador del pueblo inglés van a faci litar
el hecho de que sean los ingleses los que desem-el
carbón para hacer la pólvora
para las armas de fuego. El
azufre se transportaba para la Península, aunque
solamente subían los campesinos a recogerlo, como
indicó George Glas. Viera y Clavijo señala que el
Teide era rico en azufres, que se encuentran incrustados
en grandes cantidades en sus calderas y grietas,
y "cuantos viajeros y curiosos suben a aquella
altura, admiran y celebran con razón la variedad
de sus colores, porque hay azufre blanquecino, azul,
verde, violeta, amarillo y lo hay virgen, cristalizado,
transparente, polvoriento yen filetes".
A T - N E O 21
Hay tres relatos de tempranas excursiones al
Teide donde se mencionan los minerales que se
encuentran en su cima: los de Edmund Scory, los
de los mercaderes Philips Ward,john Webber,john
Cowling, Thomas Bridges y George Cove, y los de
Edens. Sin embargo, la de! grupo de mercaderes
seria el de mayor alcance.
La fecha de la ascensión de los mercaderes ingleses
no está nada clara. Según e! Register de la History
of the Royal Society, e! ascenso se produjo en
agosto de 1646. Wiilfe! lo sitúa en 1650. Charles
Edwardes señala que tal excursión se realizó en tiempos
de Carlos Il. En la medida en que el relato fue
incluido en la History of the Royal Society de 1667,
la misma tuvo que realizarse en e! primer lustro de
los sesenta. Al parecer, tales caballeros obtuvieron
un permiso especial de la embajada de España en
Londres para realizar experimentos en e! Teide. Independientemente
de la fecha, sus testimonios son
de gran interés, pues nos encontramos con los pri·
meros viajeros comerciantes que hablan de la gran
cantidad de piedras sueltas azuladas que se encuentran
en e! cráter, además de poseer un herrumbre
amarillo que era típico del cobre y e! vitriolo. Era
e! azufre, conocido con e! nombre de nitrón, la
base ael ácido sulrurico, considerado como el
ácido universal (<<universal» en el sentido de ser el
principal ácido presente en todas las sustancias que
manifestaban propiedades ácidas). Azufre, nitro y
vitriolo aparecerán como los elementos químicos
que marcarían e! interés por el Teide. La excursión
al Teide de estos comerciantes mereció la atención
de Thomas Robert Sprat, quien la incorporó en
su hIStOfla de la Royal Society de Londres. Fue la
primera historia de la Royal Society, publicada en
1667, justo cinco años después de la fundación de
la sociedad por Orden Real de Carlos lI. En ella,
Thomas R Sprat detalla los acontecimientos y las
causas que llevaron a fundar la institución científica
y escribió que "e! noble e inquisitivo genio de
nuestros comerciantes ha contribuido mucho al progreso
de las ciencias y al establecimiento de la
Royal Society." De esa manera Canarias, y más concretamente
e! Teide, entra en los anales de la más
prestigiosa sociedad científica de la época, exactamente
seis años después de su fundación. Así pues,
es en el siglo XVII cuando se tiene conocimientos
de las riquezas mineralógicas del Teide. A partir de
esos momentos el Teide pasa a ser motivo de interés
por parte de la sociedad y de toda Europa, pues
la Royal Society constituyó hasta finales de siglo
un punto obligado de referencia para la ciencia natural
del Viejo Continente.
La prohibición de la importación de vinos isleños
a Inglaterra decretada por Carlos II en 1666,
la hostilidad inglesa contra España en las últimas
décadas del siglo XVII, las guerras internas de la
Inglaterra de Jacobo II y la misma Guerra de Sucesión
española, debilitaron las comunicaciones entre
Canarias con Inglaterra y consecuentemente redujeron
considerablemente el número de comerciantes
y viajeros a las Islas. Sin embargo, el fin de
la Guerra de Sucesión y los posteriores acuerdos
en Utrech permitieron un clima de paz favorab le
en Europa. Por su parte, la ausencia de hostilidades
entre Gran Bretaña y la España de Felipe V,
además de la política de apertura a los extranjeros
del nuevo monarca español. favorecieron la fluidez
en las comunicaciones. Es en este contexto histórico
cuando el viaje vuelve a recuperar protagonismo.
En 1715). Edens realiza su excursión. Edens
partió de Inglaterra a principios de agosto de 1715.
Desembarcó en el Puerto de la Cruz y el 15 de
,H u M A N IDA D E S ~ ,
agosto emprende la ascensión del Teide, acompañado
de cuatro ingleses y un holandés, Edens, es
el primer viajero que da una detallada descripción
del cráter del Teide (describe su forma, da las medidas
de su profundidad y diámetro, ete.).
Décadas después lo haría Thomas Heberden,
médico y naturalista miembro de la Royal Society
de Londres, nacido en 1703. Llegó a Las Palmas de
Gran Canaria en la década de los años treinta del
siglo XVIII y estuvo preso en las cárceles de la Inquisición.
Solicitó convertirse al catolicismo, pues de
lo contrario, «hubiera sido, como mínimo, expulsado
de las Islas» En 1741 se traslada desde Gran
Canaria a Tenerife, permaneciendo siete afias en
La Orotava. Cuando Thomas Heberden abandonó
Tenerife, se trasladó a Madeira y permaneció
años en la isla portuguesa ejerciendo la medicina
hasta su muerte en 1769. Allí se encontró con
Joseph Bank durante el primer viaje deJames Coa k
en el Endeavour, el 30 de junio de 1768. Cuando
Heberden residió en Tenerife hizo varias excursiones
al Teide durante las cuales midió la altitud y recogió
los minerales que tanto habían llamado la atención,
piedras de azufre y arcilla roja cubierta de
sal, y las envía a su hermano, el prestigioso médico
de Londres William Hederden, que usó por primera
vez el término médico angina de pecho en
I
1772. Las excursiones y exploraciones del Teide
hechas por Thomas Heberden abren nuevas perspectivas
de estudio de la montaña.
Muchos son los testimonios sobre el Teide que
podrían traerse aquí. Sin embargo, baste el significativo
testimonio histórico de uno que va a
provocar un inusitado interés por el Teide cuando
visita Tenerife en 1698.
Se trata de William Dam-pier.
Dampier fue uno de
los viajeros más notables
que visitó las Islas en el
setecientos. El explorador
inglés comenzó sus aventuras
como filibustero y
como tal, en compañía
de bucaneros, saqueó
entre 1680 y 1691 las costas
del Imperio español en
América. Pero, a pesar de
su naturaleza pirática,
William Dampier fue uno
de los más grandes exploradores
del siglo XVII,
adem~s de un gran observador
y naturali,ta. Sus
observaciones recogidas
en El viaje alrededor del
mundo (1697) provocaron
un enorme impacto
en la sociedad europea
del momento, considerándose
por tal razón un
precursor de los viajes
científicos del siglo XVIII.
A lo largo del siglo XVII
todavía se creía firmemente
que el Teide era la
montaña más alta del
globo. Sin embargo,
William Dampier cuando
contempla el territorio
montañoso de Santa
Marta en Colombia, las
cordilleras de Chile y Perú,
opina que sus montañas
son más altas que el Teide.
Las visitas a la isla para resolver la duda planteada
por Dampier no se hicieron esperar. En el siglo
XVIII se plantea además un gran interés por el
acercamiento a la historia natural del Archipiélago,
centrado fundamentalmente en la botánica y
24 A T - N E O
lo
....
la medición de la altura del Teide. La primera
de toda una serie de arribadas para el estudio
de la montaña de Tenerife la realizó J. Edens
en 1715. Su texto circuló por las Islas a través
de Viera y Clavijo. Según Humboldt, el viaje
de Edens llamó mucho la atención entre los naturalistas,
no solamente de Inglaterra, sino también
de Europa. Le sigue, en 1724, la del astrónomo
y botánico Louis Feuillé, francés, hijo de
un experto viajero científico que había colaborado
con Jaegues Cassino como perito hidrógrafo.
Tales investigaciones continuarán a lo largo del
siglo. No será hasta 1776 cuando se conozca
con exactitud su altura. Se debió a Jean Charles
Borda. Fue en su segundo viaje a la isla, 1776,
cuando obtuvo el resultado de 3.712 metros con
8 centímetros. Las ascensiones al Teide por
motivos científicos en el siglo XVIII fueron frecuentes.
El astrónomo y botánico francés Louis
Feuillé (1724), el botánico escocés Francis Masson
(1777-78), el naturalista francés André-Pierre
Ledru, 1796, el alemán Alexander van Humboldt,
el también naturalista francés Jean Baptiste
Bory de Saint-Vincent son algunos de los
visitantes extranjeros a los que le debemos el
avance dé. los estudios en botánica y sobre la
naturaleza de la montaña de Tenerife
A lo largo del siglo XIX también se realizan
excursiones con fines científicos. Por ejemplo.
Hugh Clappertan, joven aventurero y explorador
escocés, miembro de la Royal Navy, que exploró
el Sahara y la costa occidental de África y
fue el primer europeo que se adentró en Nigeria,
acompañado de Robert Pe arce y otros ingleses,
visitó Tenerife en octubre de 1825 para realizar
mediciones termométricas a diferentes altitudes
del Teide. Sus trabajos fueron de suma
importancia. Constituyen en sí los primeros registros
que se hacen de este tipo en la montaña
de la isla. Además, sus o bservaciones se realizaron
simultáneamente con Santa Cruz y el Puerto
de la Cruz. No es ésta la única referencia,
que por razones obvias eludimos de traer aquí.
El acercamiento a la naturaleza del Teide en
el siglo XVIII y primeras décadas del siglo XIX
y las exploraciones en los interiores de África
y Asia acabaron con la imagen mítica de ese
rincón de Canarias. Tras esta fase de intensa actividad
científica y exploratoria se pasa a otra donde
el elemento aventura domina el interés del viajero.
Ahora, a través de los fragmentos de los
viajeros decimonónicos, la deslumbrante reali-dad
natural del Teide se eleva a hermoso paraje
deseoso de visitar. Subir las montañas se
había convertido en una moda del viajero y temprano
turista. La singularidad de la montaña de
Tenerife potencia la capacidad de imaginación
del viajero, intensifica su creación literaria.
Lugar conocido pero misterioso.
A partir de entonces se multiplican las excursiones.
Se demanda refugio para pernoctar con
comodidad en su cima. Se construye el refugio
de Altavista. La verdad es que comenzó a realizarse
su construcción cuando el astrónomo
escocés Charles Piazzi-Smyth con su telescopio,
termómetro, barómetro, cámara fotográfica,
etc., se establece en el lugar en el verano de 1856
para realizar sus observaciones. Manda a construir
un pequeño refugio que consistía en cuatro
compartimentos con unos muros de piedras,
de dos metros de altura aproximadamente, en
cuyo interior instalaron los instrumentos y las
casetas de campañas. 15 días duraron sus observaciones
astronómicas en el lugar. Posteriormente,
en el otoño de 1891 Graham Toler, un inglés
que había ido a la isla para su convalecencia,
lo mejoraría. Lo dotó de cimiento de mampostería,
pavimento y tejado. Consistía en una pequeña
sala donde estaba la estufa de hierro y una nave
separada con tres habitaciones -una para damas,
otra para caballeros, y otra para las bestias y los
guías-o El techo era de mampostería y el retrete
estaba situado aparte, en una pequeña caseta
a unos diez metros de distancia. Se lo ofreció
al Ayuntamiento de La Orotava el 30 de mayo
de 1926 y éste lo aceptó como donación en sesión
plenaria del 4 de julio de 1927.
A partir de la primera construcción de Altavista,
los turistas que ascienden el Teide tienen
refugio donde descansar. Richard Burtan y su
esposa lsabelle, Lady Brassey, los príncipes
Albert Victor y George, Olivia Stone, etc., etc,.
etc. son algunos de los que visitan Tenerife con
la intención de subir hasta su cima y contemplar
el bello espectáculo que se divisa a 3.721
metros. El último cuarto del siglo XIX es, por
otro lado, el tiempo de renovación definitiva
de las visitas a las Islas: comienza el turismo en
Canarias. Un desarrollo que no se detendrá, hasta
tal punto que hoyes la principal industria de
Canarias y el Teide se ha convertido en el principal
centro de visita del Archipiélago.
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