128 Cuadernos del Ateneo
CREENCIAS AFRICANAS POR AMBOS LADOS DEL
ATLÁNTICO. LAS ESPIRITISTAS DE TELDE, DE LUIS
LEÓN BARRETO Para entrar en Las espiritistas de Telde , vamos a empezar por el fin, que,
según creemos, es sumamente simbólico. Enrique López, un periodista, ha
llegado al término de una encuesta que ha realizado en la isla de Las Palmas
de Gran Canaria. Vuelve a la capital de las Españas y una azafata le entrega
un periódico de 1978 cuya primera plana le retrotrae a los años 30. Confluyen así en
la obra de ficción dos épocas históricas distintas y el narrador se vale de las técnicas
caras a los creacionistas de principios del siglo XX. En la penúltima y la última
páginas de la novela, el mensaje con que el narrador quiere alcanzar a su lector cobra
un dimensión plástica, visual, gracias a mayúsculas que ponen el énfasis sobre el
tema central de la obra. Pasado y presente coinciden así como por arte de encanto:
… la azafata Yolanda Miera con el paquete de periódicos de la mañana, el
ejemplar que él recibe con un gesto de gratitud dispuesto ya a dejarse golpear
por ese titular fuerte de la primera página, HORROROSO CRIMEN DE
LITERATURA
El Hadji Amadou Ndoye
Cuadernos del Ateneo 129
UNA DONCELLA, y más abajo, los subtítulos: Una joven bellísima es
sacrificada por sus familiares como acto de expiación ordenado por un
espíritu del Más Allá… ha sentido un soplo frío sobre sus ojos; no es posible
que éste sea el pliego amarillento de La Provincia del 29 de abril de 1930,
sólo ocho páginas de papel basto que se deshace en las yemas de los dedos… y
por encima de todo el titular a toda plana HORROROSO CRIMEN EN
TELDE el papel amarillento deshaciéndose entre los dedos, quebrándose en
tiras minúsculas, desintegradas, en motas de polvo, cuarteándose entre sus
dedos como arenisca sobre el mar.
Si es cierto que el génesis de las religiones afroamericanas va de África hacia el
Nuevo Mundo, hay que añadir que ciertas creencias surgidas de los flancos sangrientos
de los barcos negreros volvieron a las Islas Canarias, situadas en el noreste de África,
frente a Marruecos. De ello dan claras muestras las páginas de Las espititistas de Telde
del isleño Luis León Barreto. En dicha obra, los signos del más allá son tangibles y
las huellas de las creencias y prácticas religiosas africanas dejadas por varios siglos de
esclavitud resultan meridianas. Sortilegios, posesiones, metamorfosis, invocaciones,
ritos, rezos y ceremonias llenan una novela en la que realidad y apariencia parecen
jugar y el tema del viaje desempeñar un papel señero. Leer Las espiritistas de Telde es
tomar contacto con lo sobrenatural.
El lector de la ficción de Barreto se adentra en el mundo tan complejo de los
espíritus y de los que creen en ellos. Éstos están por doquier: en el espacio, en el
tiempo, en lo más hondo de la psicología de los personajes. Son el núcleo vertebrador
de la acción novelesca. La perspectiva de la novela se plantea desde una focalización
claramente múltiple que va desde la postura del narrador a los de los distintos
protagonistas. Al periodista (y en parte narrador) Enrique López le toca «construir»,
«reconstruir» en 1978 unos acontecimientos ocurridos en 1930, a partir de distintas
fuentes
Pues vas a ir… Esta última [sentencia]… dice que en el seno de una
de las familias más importantes de la isla, venida a menos por distintas
razones, «la procesada quiso expulsar del cuerpo de su hija un espíritu malo
que la poseía y mientras era sujetada por otras personas, ayudada por otra
hija suya, la golpeó repetidas veces con un palo y la pinchó con una lezna
hasta que la presunta endemoniada murió por un síncope». Era la joven
más hermosa de la casa, de unos veinte años. Aquí dice que ella misma
deseaba su muerte, como expiación. ¿Qué te parece?
literatura
130 Cuadernos del Ateneo
El proceso de Francisca Van der Walle, la muerte de su hija Ariadna son los
pretextos que le llevan a Luis León Barreto a indagar en la historia, la sociología, la
psicología de los canarios a raíz de una obra redactada en torno a los años 1976. Ahí,
el espiritismo está íntimamente ligado a ciertos aspectos de la religiones africanas
que viajaron a América. El espiritismo cree en la existencia de los espíritus. Pretende
obrar para llevar a sus adeptos hacia la crencia, la fe y el progreso. En varias partes de
África (oeste, centro, sur) se cree que el mundo está gobernado por fuerzas potentes,
veneradas y temidas que se pueden captar y poner al servicio de los designios de los
hombres. En África sigue el culto a los antepasados, con quienes es posible hablar
y a quienes se debe rendir un culto. No es extraño pues que espiritismo y creencias
africanas puedan tener puntos de entronque. En la novela de Barreto, como en la
Cuba de principios del siglo XX, espiritismo y creencias de origen africano coexisten,
tienen los mismos adeptos.
¿Quién tendrá la virtud, de entrar en contacto con los espíritus y arreglárselas
para que le obedezcan? Ese personaje central, esencial, entre lo bajo y lo alto, lo claro
y lo oscuro, los vivos y los muertos, es el médium. De dicho personaje, tenemos, por
parte del narrador, la definición siguiente:
el médium es un ser elegido para hacernos vibrar en los chasquidos.
Señales e indicios que nos envían los seres del astral.
El médium (en los distintos sentidos de la palabra) por excelencia, en la obra
novelesca es Juan Camacho. Es el enlace entre los espíritus y la futura víctima,
Ariadna. Es el nexo entre razas, culturas, sistemas religiosos, espacios y tiempos.
Vincula a Canarias y Cuba ya que se traslada del archipiélago a las Antillas a
principios del siglo XX y recibe una iniciación dada por adeptos lucumíes y congos
en la isla caribeña:
Le [a Juan Camacho] vi llegar encorvado, macilento; tenía dos bolsos
debajo de los ojos y el bigote más bien parecía una hilera de pelusa. Aquel
día comenzó a decir otras cosas: que en Cuba se reunía con las sociedades de
los negros en los campamentos alejados que son ritos muy antiguos y sagrado
[…] Luego que refirió que había estado poseído y que la primera prueba
resultó positiva, el ser quedó satisfecho y decidió protegerlo en adelante.
Dijo también que tendría experiencias para llegar al gran conocimiento,
así vería la dimensión de la vida y de la muerte, gracia reservada a quienes
vienen de África o de sus islas.
El Hadji Amadou Ndoye
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Gracias a conjuros, invocaciones, fórmulas ahuyentadoras, Juan Camacho trata de
curar la «enfermedad» de Ariadna. Enemiga del hombre, la enfermedad, para algunos
creyentes, no tiene un origen natural. Suele ser el efecto de la acción de un espíritu que
hay que alejar .
¿Será verdad que la enfermedad de Ariadna está causada por un espíritu? Sobre
ese punto, el narrador deja aflorar varios
puntos de vista distintos y contradictorios.
Los lucumíes consideran que el mundo
esá poblado de agentes, de la salud, la
enfermedad, la suerte y la muerte. Con
ciertos recursos, se puede luchar con
un espíritu, tumbarlo, vencerlo gracias
a la palabra, ritos, el conocimiento
del ser humano, de las plantas, etc. La
naturaleza es un vasto campo de batalla
abierto en que unas energías están en
pugna con otras. Por eso, mejor prevenir
que curar. Los personajes que acuden a
espiritistas y zahoríes han visitado antes
a médicos, sin éxito .
El lector atento de Las espiritistas de
Telde habrá notado que Juan Camacho
no logra curar ni a Ariadna (que intuye el
fracaso del tratamiento que va a recibir)
ni a Jacinto. Tampoco acierta con sus recursos impedir que nazca un hijo suyo,
concebido con una negra, Domitila, durante su estancia en Cuba:
Sentía Ariadna un escalofrío que le cruzó las sienes; creyó que la desgracia
se cebaría en la familia contra los cuidados que pone Juan Camacho en
su mano, las largas caminatas, las infusiones de hierbas aromáticas y la
exudación que le hace frente al brasero de hojas de eucaliptos.
Hay más. De modo paradógico -¿o irónico?– se nota que el personaje encargado
de quitar el mal de los demás está enfermo y «poseído».
No señor, no estuve en trabajos de los espíritus, sino cuando Juana
Candela me dejó sin sentido, que cuando volví al conocimiento me dijo que
un mal ser se me había metido en el cuerpo.
Luis León Barreto
literatura
132 Cuadernos del Ateneo
¿Por qué tanta insitencia en el mundo de los seres invisibles? Probablemente
porque tendría algo que ver con la mentalidad de la sociedad canaria de los años
70/80, pese a la llegada del turismo y del progreso .
Hijo mío, enterraron tu foto en estiércol hace ocho días. Ayer tarde, a
la hora en que se ponía el sol, un compañero que te quiere mal la sacó de
la bosta y clavó siete alfileres de punta negra en tu cabeza, la envolvió en
plásticos y se la llevó a su casa. Esta noche tu enemigo durmió con ella bajo
la almohada.
¿Cómo entender la persistencia de ciertas creencias y actitudes? Para contestar
a dicha pregunta, el narrador sume a su lector en las aguas de la historia canaria,
descubriendo de paso elementos de los condicionamientos socioétnicos y
socioculturales de la isla, que se tenía tendencia a olvidar
Ritos de magia que armaron los falsos conversos berberiscos instalados en
las islas orientales y los negros de Cabo Verde y Guinea cuyos descendientes
bailaron la danza del pámpano roto hasta que los curas la prohibieron por
su manifiesta inmoralidad, ritos de adivinas y de iniciados en la doctrina
del Coron y de la fe judía que fueron expulsados de la Península y aquí
arraigaron pese a las delaciones, pues era preciso detener la sangría de los
mozos que embarcaron a fundar imperios para el rey.
Del África del Norte son oriundos los guanches, los primeros habitantes del
archipiélago que dejaron su impronta en las distintas superficies y los subsuelos
de las islas. A ellos se juntaron europeos y africanos negros. Esos llegaron con su
cosmovisión y aportaron su contribución cultural a la construcción de la idiosincrasia
pese al modo cómo se ha escrito la historia hasta la fecha.
El narrador de Las espiritistas de Telde sitúa muchas claves del comportamiento
de sus personajes en la Historia, con sus zonas de luces y sombras y sus documentos
apócrifos. Se ciñe en la historia de una familia de la aristocracia isleña cuyos altibajos
y vaivenes representan de manera metonímica el pasado de una isla y de las islas.
Desfilan delante del lector cuatro siglos de historia y trece generaciones. ¿No será
redundantemente simbólica la cifra 13?
Y así nació en 1745 Antero y en 1778 don Edesio, y en 1810 don Everar
Doroteo, y en 1839 don Eurípides, y en 1872 don Cayo Aurelio, y en 1905
don Jacinto María y con ambos llegaba el fin de las trece generaciones de
la familia.
El Hadji Amadou Ndoye
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En el último capítulo de la novela, el narrador vuelve sobre filiaciones que pueden
aclarar muchas cosas por medio de metáforas y una serie de enumeraciones que le
permiten volar por encima de las distintas etapas del pasado étnicosocial insular:
Vienen cabalgando desde lejos las trece generaciones que marcaron la
isla durante trecientos cincuenta años, una legión de soldados para el rey,
visionarios para las Indias Occidentales, monjas y mercaderes, expósitos y
primogénitos narrados por el estigma de los Van der Walle, sus ramificaciones
y mixturas en las tierras del Alto México, la multitud de sus bastardos en las
Antillas, sus enlaces con los últimos nietos de Maninidra que se libraron de
ser vendidos en el puerto de Valencia, su fusión de sangre con moriscos que
buscaban refugio de la persecusión del rey Felipe, sus expósitos que llevan la
marca de Guinea.
El animismo sigue vivo en África y lo sobrenatural es diario. Cuando León
Barreto habla de las creencias de los africanos transplantados en tierra antillana, lo
hace como un poeta. Plantas, árboles, objetos parecen poseer un alma y actuar de
forma autónoma. Las páginas de Las espiritistas de Telde están recorridas por efluvios
potentes y fuerzas extrañas que pueden impresionar al lector. Varios espacios aparecen
así como lugares de intercambio de signos y potencialidades entre mundos distintos
o/y antagónicos. Las divinidades africanas viven en la naturaleza. Tienen sus moradas
en árboles, ríos, bosques, lugares sagrados. Cuando el progreso «y la civilización»
destruyen sus casas, vuelven a casa. Fue lo que pasó cuando los americanos decidieron
plantar caña de azúcar en sitios ocupados por la vegetación y destruyeron santuarios.
Gracias a metáforas, tiempo y espacio se hacen reversibles:
Laberintos de fuego que corre de los bidones de nafta: una pena la isla
ardiendo por los cuatro costados, la Reina huyendo a las riberas del gran
Congo, hacia el país de los mandingas, hacia la isla de Gorée, por encima
de la estela de los barcos negreros.
Voces humanas y sobrenaturales, manifestaciones de lo vivislbe y lo invisible se
cruzan, tropiezan en Las espiritistas de Telde. El viaje de Enrique López y el de Camacho
no hacen olvidar el de los distintos viajes involuntarios emprendidos por esclavos
africanos (moriscos y negros) hacia el archipiélago canario, el espacio caribeño y el
continente americano. Por medio de imágenes, contrapuntos, León Barreto vuelve
sobre cuatro siglos de historia y muestra en qué medida y hasta qué punto elementos
religiosos africanos han sido asimilados por la población del archipélago canario y
la de Cuba a través de la historia de una familia en que se verifica un crimen ritual.
literatura
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En la intrahistoria de las creencias canarias, las prácticas y la cosmovisión africanos
han desempeñado un papel relevante. Quizás uno de los méritos de León Barreto
a través de Las espiritistas de Telde haya sido el haber mostrado el retorno de unos
creencias a su continente de origen en metáforas y elipsis sugerentes. ¿No es curioso
ver que raíces plantadas en el siglo XVI en otros territorios siguen vivas, aunque
transformándose y adaptándose?
NOTAS
1 Luis León Barreto, Las espiritistas de Telde, Biblioteca Básica Canaria, Viceconsejería de Cul-tura
y Deportes, Islas Canarias, 1990. Nuestras citas están sacadas de dicha edición
2 «Dentro del mundo de la curandería, hay una apartado importante, como es el relativo
a la cura de ánimas arrimadas, en el que interviene un curandero que, mediante rezos y
prácticas ahuyentadoras, expulsa el ánima que posee al enfermo. Es una práctica que está
muy arraigada en la población canaria con casos frecuentes», Juan Domingo Barbuzano: La
brujería en Canarias, Centro de la Cultura Popular Canaria, Las Palmas, 2° edición, 1978.
3 «Resulta paradójico que en la época en que la medicina científica realiza numerosos progre-sos,
gran cantidad de enfermos de maleficios recurran a la medicina popular», La brujería en
Canarias, op.cit.
4 «el mundo brujeril. Un mundo que no pertenece, repito, al pasado, ese mundo pervive en
nuestra sociedad» La brujería en Canarias, op. cit.
5 «Entre las prácticas de brujería introducidas por los esclavos negros, cabe destacar las figu-rillas
del hechizo, una de las prácticas más relevantes del vudú que consiste en hacer una
figura de cera (llamada voult o dágida) a la que se le pone sangre de la persona que se desea
maleficiar o algo que esté muy relacionado con ella, como un trapo de pelo o de ropa. Luego
se clava la aguja en aquella parte que se quiera afectar en el maleficio, creyéndose que lo que
se haga en la figura repercutirá a distancia en la victima». La brujeria en Canarias, op. cit.
6 Durante los siglos XVI y XVII, las moriscas aumentaron, enturbiando el ambiente religioso
y social con sus creencias y prácticas, heterodoxas, teniendo en ellas su origen muchas de las
prácticas que hoy se realizan en Canarias», ibid.
7 «Guinea: Por su parte, los negros también jugaron un papel importantísimo en la brujería de
nuestras islas, con prácticas como puede ser el vudú. La influencia de la cultura mágica afri-cana
se produjo como consecuencia del decreto de los Reyes Católicos por el que, en 1511,
se emancipan los antiguos esclavos guanches, lo que produjo la entrada en las islas de una
importante población negra destinada a los trabajos propios del cultivo de la caña de azúcar»,
ibid.
8 En el capítulo «Apéndice documental. Procesos inquisitoriales» de su ya citado libro, Juan
Domingo Barbuzano da el nombre de una procesada y el motivo de su condena: «Delfina
Zerpa: También decía el Padrenuestro con las palabras del Fatiha del Corán»
El Hadji Amadou Ndoye