LITERATURA y
HUMANISMO
S e ha introducido en el título la palabra
Humanismo, a sabiendas de que su uso
dependerá del cristal ideológico o filosófico
con que se mire. Se trata de un concepto, un
tanto corredizo, que procura ajustarse a los di scursos
que diversamente tratan de comprenderlo.
Se ha ligado aquí la expres ión humanismo a
dos temas: uno de ellos, el que principalmente
nos convoca: la literatura. El segundo apuntará
al efecto que proporciona la lectura de la
obra literaria: su capacidad de promover una
reflexión que encamine hacia el conocimiento
del mundo, así como a la percepción que
de sí mismo tiene el hombre y haga -en frase
de Heidegger- que se torne human o en lugar
de no humano.
Se acepta que el término humanismo pueda
suscitar polémica y llevar fácilmente a puntos
de encuentro o de desencuentro. Pero se mantendrá
como un referente, mal que sea, porque
se ha ido entreviendo y se entrevé en la sociedad
contemporá nea un grave déficit de lo
humano. Dicho lo dicho, se entiende aquí en
su sentido laxo. En definitiva, que aho ra y para
nuestro propósito, el humanismo es una respuesta
a cuestiones o conflictos concretos y actuales
que afectan individual y socialmente al ser
humano que los percibe, y ante los cuales responderá
de manera libre y razonable.
Este pasaje declarativo viene a cuento porque,
en el ento rno de un debate sobre el humanismo,
entendido és te como la ideología educadora
en Occidente, el filósofo alemán Peter
Sloterdijk interviene, en 1999, con la conferencia
"Normas para el parque humano". Se aprecia
ahí una escritura encend ida con el descaro y
desparpajo de quien sa be cómo ca lenrar el
ambiente, de qué manera p rovocar a los contertulios
y cómo proceder para interesar a la
subsiguiente maquinar ia medi ática .
Sloterdijk exprime los temas hasta forzar la
visión de un ámbito nuevo hacia donde se está
orientando O en do nde pronto se hallará situada
la Humanidad. No se quiere entrar en desci
framientos de intenciones, pues ca be que Sloterd
ijk pusiera sobre la mesa un tema tabú en
la sociedad alemana, y que concerní a o podía
asociarse a las teorías racistas propugnadas po r
el nazismo. ¿Es su texto la exposición y la
defensa de una idea sustentada en la opinión
del propio autor? ¿O fue el lanzamiento de una
serie de interrogantes que no admitía en los tiempos
actuales más di lación? Ajenos a su intención,
pongamos ahora delante el hueso mondo
y lirondo.
Según Sloterd ijk estima " la era del Humanismo
moderno como modelo de escuela yeducación
ha concluido". Considera que el humanismo
es un método de domesticació n, es un
camino de formación truncada y una ilusión
que no puede sostenerse por más tiempo. Las
estructuras políticas y económicas -viene a
decir- no se organizan ya de acuerdo al modelo
de la sociedad literaria.
Thomas Assheuer no creyó que aquello fueran
meras preguntas lanzadas al viento. Juzgó
su intervención como la prueba concreta de
una idea perversa y de signo tota li tario. Por lo
que replica inmediatamente al filósofo con el
artículo " El proyecto Zaratustra". Se publica con
un su btítulo en donde se adelantan datos que
abrirán el marco de discusión. Lo subtitula así:
" El filósofo Peter Sloterdijk exige una revisión
técnico-genética de la humanidad". En resumen,
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juzga a éste como el animador de una idea que
contempla en el futuro "un nacimiento opcional"
y una "selección prenatal" del ser humano.
Lo ve como alguien que considera la planificación
y utilización de los caracteres genéticos
como una acción que conviene para mayor gloria
y gracia de una "superhu manidad".
Una conj etura ésta desde la que cabe imaginar
una eventual sociedad entregada a la ingeniería
genética de manera absolut a. Lee M. Silver trata
esta cuest ión en su lib ro, Vuelta al Edén. M~1s
allá de la clonación en un mundo feliz. Barrunta
un estado de cosas que suceden en el sig lo
XXN. En lo que afecta al ser humano habrá dos
clases: los gen ricos, denominados así por ser los
genéticamente enriquecidos; ellos poseerán L1 Tierra
porque serán los propietarios del conocimiento,
del poder y del dinero. Y, por otra parte,
los natur¿Jles, los genéticamente po bres, la nueva
masa proletaria al servicio de la primera clase.
El libera lismo actúa en es te concierto. Sentada
esta baza, ningún gobierno -en opinión de Silver-
podrá legítimamente detener ni rechazar esta
nueva modalidad de reproducción genética. Las
grandes organizaciones industriales y empresariales
dispondrán de un poder económico capaz de sufragar
los gastos, intervenir legítimamente y fue ra
de cualquier control gubernamental y alcanzar
los fines propuestos. No se esconde que, al cabo,
se logra el establecimientos de una di.visión humana
y social.
En este punto nos alcanza n las imágenes futuri
stas de una humanidad enredada en las letras
del genoma. Se ha llevado a la pantalla - piénsese
en la película Cattaea (1997)- el argumento
de un individuo perfecto nacido de los experimentos
y realizaciones de la industria genética.
Obtienen una criatura -como se oye en la película
aludida- que no es "hija del hombre", sino
de la técnica. Se logra una nueva clase humana
como prototipo y expresión de la raza perfecta.
La corporación Gattaca ofrece un mundo genético
como un nuevo orden que no deja lugar a
las impurezas. Desde esta perspect iva, el hombre
ya no posee una sola naturaleza, no es ya
una especie unívoca. Su génesis decidirá en qué
lugar de la frontera van a situarlo. Porque coexi
sten dos clases de se res humanos y hay dos formas
de senti rse y de hacerse: una pertenece a un
mundo aséptico y deshumanizado, perfecto, en
el sentido de buen acabado. Y, en frente, una realidad
bien distinta, apartada, ma rcada y al servicio
del sistema; pero en donde todavía preva-
AT NEO
lecen el sentimiento y la idea de que el ser humano
es un ser "haciéndose" permanentemente,
incontcniblemente.
La ciencia ficción desarrolla ideas que van más
allá del mero asunto, pues en lo relatado suele
subyacer la as piración de una crítica social. La
literatura se las apaña igualmente pa ra dejar a la
vista el desasosiego que se apodera del ser humano
cuando pretende superar su naturaleza. La literatura,
como los sueños de la razón, produce monstruos.
La novela de 1818, Frankenstein o el moderno
PrometeD, según confiesa su autora, Mary W.
Shelley, tuvo como preludio una conve rsación
entre su hermano Percy B. Shelley y lord Byron,
a quienes oyó cómo discutían las últimas investigaciones
de Darwin. Luego el suefi.o de la escri·
tora hizo el res to : las imágenes del suefi.o la con·
dujeron hasta el joven estudiante Frankenstein.
Lo vio cómo iba juntando partes de cuerpos en
un cuerpo extendido y muerto Y so iló también
cómo aquella criatura lograba agitarse y levantarse
con evidentes signos de vida.
El doctor Frankenstein se identi fica con Pro·
mete o, aquel titán que sobresa lía por la razón y
que consiguió modelar un hombre con barro y
concederle la vida con una chi spa del ca rro del
Sol. Pero el moderno Prometeo se horroriza rá
de su creación. Ha tenido en sus manos los ins·
trumentos que dan vida y existencia a un mons·
truo. Sin embargo, esa figu ra anormal irá revelando
actitudes lógicas y casi humanas a lo largo
de la novela. El diálogo con su creador manifiesta
el profundo sentim iento de alcanzar la
felici dad con otro de su es pecie: "Mis vic ios
-dice el mo nstruo- son los vástagos de una soledad
impuesta y que aborrezco; y mis virtudes
surgirían necesariamente cuando viviera en armonía
con un semejante. Sentiría el afec to de otro
ser y me incorporaría a la cadena de existencia
y sucesos de la cual ahora quedo exclu ido."
Es un ser creado por la ciencia. Y hemos de
ded ucir que la ciencia no ha fra casado en su en
su logro. Creó lo que quiso crea r. No obstante,
sí existe el intenso sentimiento de fracaso. ¿Por
qué? Porque la plenitud de la ciencia, de la sola
razón técnica e instrumental, no han podido suplir
la caren cia del sentimiento que, a tenor de los
capítulos en donde creador y criatura debaten,
no es precisamente el monstruo quien delata su
falta de sensibilidad. El monstruo quiere encontrar
el sentimiento a través del ot.ro. Es el ser humano,
el doctor Frankenstein, quien le niega esa posibilidad.
El ,1sunto de la razón ent ra también en aquclid
polémica dctuación de Sloterdijk. Ld cont r.trréplica
de este filósofo a Assheuer es inmedidtao
y lo hace medi.1I1te un breve texto cuyo título
es "L"l teoría crítica 11.1 muerto". Con este artículo
Sloterdijk dispar.lbJ contr.l una dian.l mucho
m.1s .11L1 y arrib.l de Assheuer. Centraba su tiro
contr.tla figura deJürgen Habermas y, por ex tensión,
cont ra su discurso crítico de la acción
comunicativa.
B.ljemos momcntáne .. tmente en otra estación.
y <lcerquemos .11 ascua del tema, que no es otro
que el de la literatura, un.l cuchara del mismo
palo. Es buen pretexto p.tra poner pro"t lucia la
conocida novela de José Sar<unago, LI caverna
(2000). Ella nos prestara sus p{¡g inas p,lr.t ver una
posib le correspondencia con Id tcOrí.l de 1.1
dcción comunicativa.
El .trgumento novelístico de L.l c"vern.1 contempla
dos esp.lcios contrapuestos. En un extremo
sitll.l el n1undo dcshumJniz.1do, rcprescnt.ldo
por el Centro Comerci.tl, inl.lgen o Cdr.l pervers.l
de la globalización, cdstillo kafki.1 no; un.l re.llidad
concreta pero inaprensible y que, por t.l l
razón tiende a metafo riz.Irse, a ser expresión de
una fuerza en constante vigilancia y conquist.l;
espacio atractivo a 1.1 vez que destructivo; lug.l!'
de cautiverio pa ra cuantos lo habitan; trasunto
espacio del mito de 1.1 caverna: lug.ll' de eng.1I10,
de aparentes y falsas ex istencias. El lengu.ljc que
emite ese espacio cavernoso no tiene en cuenta
las posibles respuestas del receptor; son
mensajes que, enviados al vacío, ocupan plenamente
el espacio; sus mo dalidades expresivas
abarcan la retórica publicitaria, las expresio
nes amenazantes, el mensaje engaíioso; los
sondeos; en resumen, practica un concepto de
comunicación sistemáticamente distorsionado.
Ofrece sombra s, apariencias, reprodu cciones
artificiosas de lo real, simulacros. Los
seres integrados en este dominio co nforman
-así se declara en el texto- un universo de cl ientes.
Hay otro polo, sin embargo, que se pone como
contrabalanza. Es un espacio en donde aún late
la vida. Los personajes que aqu í habitan van
a la busca de ideas, de visiones o de invenciones
en las que nunca falta n la capacidad intelectua
l y reflexiva; son seres que habitan también
en las esfe ras del arte, de la moralidad y del
afecto. ¿Cuál es el lenguaje que se practica en
este espacio benigno de la novela? Es un lenguaje
para comunicarse afectivamente con el
o tro; un lenguaje que quiere ponerle nombre
a las cosas; y no es trivial esta idea, pues entratia
que para nombrar el mundo, antes el mundo
ha de verse como objeto de contempla ción.
Las pa labras, los mensajes del pasado se levantan
en el presente all í donde aún resplandezca
el aura de una ética que mantiene en vigor
los va lores humanos. Q!.tienes así se comportan
no toleran un vivir en el mundo de incomunicación
y f.:1 lsedad en que se ha convertido
el Centro Comercial.
El nobel portugués escribe sus historias -la
exp resión es suya- como si fueran un "ensayo
con personajes". Si se acepta es ta denominación,
¿cuáles se rían los rasgos ensayÍsticos que
su byacen en la n ovela? Por lo que compete al
autor, partiría de un punto de vista subjetivo
y co nfes ional en torno a una idea que ha de
convertirse en visión y a la que se le desea imprimir
un carácter, hasta cierto punto, didá ctico.
Puede, además, apuntarse otro rasgo: la intención
dialogal de auto r; diálogo que se centra,
en primera instancia, en las ideas -pensamientos
y sentimientos- de los personajes principales y
entrañables de la novela. Pero sucede que, en
vi rtud de ese espléndido ejercicio de conversaciones,
el espacio de la escritura alcanza al
del lector quien, tocado por intuiciones e imágenes,
se siente inclinado a responder in telectual
y afectivamente. Si esto se cumple, la nove-la
se intuye como una estructura comunicativa
que trasmina entendimiento.
El mito de la caverna platónica apunta hacia
esa esfe ra en donde luchan luces y sombras,
apariencias y verdades. Si túa al ser humano en
un espacio cavernoso para expresar, tal como
ap unta Platón en el libro VII de LJ República,
«el estado en que con respecto a la edu cación
o a la falta de ella, se ha lla nu estra naturaleza".
La lectura de La caverna permite recrear mundos
itnagi narios pero acusada mente actuales.
Como en las o bras de ciencia ficc ió n, se desea
dar salida en el relato a una representación del
mundo presente. En este caso, Saramago recurre
al alegorismo. Un alegorismo que no surge
por capricho téc nico sino por necesidad. Recurre
a él porque necesita narrar una rea lidad hu idiza,
inmaterial, presentida pero inasible. O!Jiere
ser el relato del mundo actua l. Son ideas y
presentimientos que proyecta el hoy. Los procedimientos
del realismo no bastarían.
El lector puede sent irse impl icado en la vida
moral que el libro suscita. La literatu ra, en
ocasiones, invita a exámenes de co nciencia. En
el texto se aprecia la falta de una relación
armónica entre el sujeto y el mundo. Se va imponiendo
un conjunto de circunstancias que conducen
a la cruz de la deshumanización. Pero,
por la otra cara de la novela, asoma una serie
de personajes que mantienen aún vivos sus pensamientos
y sus afectos. Son los dueños de un
pensamiento y de una moral que laten rebeldes.
Su vitalidad la o rigi na el an helo de levantar
un universo distinto, renovado, y que corresponda
a la medida y forma de su inquebrantable
humanidad.
En toda época queda registrado el moclo peculiar
de perc ibirse. Cada tiempo deja ver su
cara, diferente una de otra, por virtud de un
presente que no deja de mirar al pasado mientras
el pensa miento va resueltamente a por el
futuro. En este encuentro de tiempos puede
haber nostalgias, o no; rebeldía contra las normas
q ue el momento impone, o no. En cualquier
caso, los personajes del universo novelístico
de Sara mago, que son trasuntos de los
seres humanos de hoy, viven insertos en una
cultura. Seamos mucho más precisos: están habitando
un ámbito cultural fragmentado en tres
esferas marcadamente diferenciadas: la técnicocientífica,
la esfera mo ral y la esfera es tética.
Entramos aquí por la puerta de la teoría de
la acción comunicativa de Jürgen Habermas;
y de acuerdo con su planteamiento, cuando
lo técnico se orienta en dirección al creci·
miento económico y burocrático, se va cegan·
do cualquier tipo de experiencia o de reflexión
que conduzca a un espacio en donde se co n·
firmcn unos co nocimientos comp:utidos que
doten de sentido a la existencia. Si no se va en
esa dirección, nos dejaremos llevar por otra muy
distinta en donde lo ético y lo estético quedan
a merced de las leyes de la burocracia y
de la economía. Y bajo este otro clima, la realidad
se resiente al ir amenguando los va lores
morales y las expresiones estéticas que vienen
a ser espacios apropiados para la autorreflexión.
La acción reflexiva se convierte en necesidad
para un ser que ensaya y va en busca de su emancipación
y del alejam iento de un mundo que
sabe bien cómo disimular el totalitarismo.
Ese mundo deshumanizado impedirá cualqu
ier proceso encaminado a lograr el conocimiento.
Cabe decir que los extremos vician el
conocimiento y que no conviene el predominio
de una sola de aquellas esferas sobre las
otras. Ni siqu iera la esfera estética debe capitalizar
las restantcs. Porque, de igual modo, se
generarían situaciones y estados análogamen·
te perversos.
L1S cosas no se hallan aisladas sino conformando
una madeja de relaciones, uno de cuyos
hilos es e! lenguaje. Del uso de! lenguaje nace
la f.:lcultad de nombrar, de conocer, de juzgar,
de va lorar. En ese ámbito quedan incluidos per·
son ajes, temas, cosas, valores, incertidumbres,
apremios. Todo se comparte. Se llega así a
generar una situación comunicativa de índole
muy diferente a [a propugnada por el sistema
científico-técnico. La relación afectiva que se
imprime va creando un marco participativo,
de ideas compartidas, marcadas por un diálogo
cordial, reflexivo y fecundante. Tampoco
ninguno de los interlocutores debe prevalecer
sobre el otro. Se avanza sin contienda dialéctica.
L.l acción comunicativa se orienta desde
y hacia la comprensión mutua.
La cultura como alguien dijo, "es hoy un acto
total de intervención en el mundo". Se pide
una cultura viva e íntegra para todos. De ahí
la necesidad de la confluencia de pensamientos
capaces de convertirse con e! tiempo en
acción. En una acción encaminada a integrar
al ser humano en la vida de hoy. Una vida en
donde el presente aún cuenta con el pasado.
Apunta lo antedicho hacia el tema de la
modernidad. C harles Baudelaire veía lo moderno
de la vida en la presencia de lo eterno en
el instante. Tal idea portaba dos caras del
mundo: había unas marcas estables, herencias
del pasado; pero también se daba, de otra
parte, una realidad diversa, imprevista, peculiar.
Se conseguía de es te modo algo así como
una moneda en donde las dos caras miran
hacia tiempos distintos: hacia el pasado y hacia
lo nuevo. Y ambas entraban en una coex istencia
en donde el pensamiento negaba la hegemonía
de la una sobre la otra. Este fue un claro
signo de modernidad que ha llegado hasta
nosotros.
No extrai1.ará por tanto que Ala in Touraine
manifieste que la modernidad pierde su fuer·
za de liberación y creación cua ndo "viene definida
por la destrucción de los órdenes antiguos
y por el triunfo de la racionalidad, objetiva
e instrumentaL"
Pero he aquí que reaparece Sloterdijk. Llega
de nuevo para decir, de un manotJZo, que hay
que abolir el discurso escrito, renunciar a todo
discurso literario. Tiene sus razones. El texto
escrito es el espejo en donde se refleja el pensam
iento humanista. Un pensamiento al que
Martin Heidegger, medio siglo atrás, en "Carta
sobre el Humanismo" (1947), lo somete a crítica
y levanta un interrogante sobre la responsabilidad
de una cultura que, procediendo
de la racionalidad humanista, ha permitido -
si no ocasionado- un siglo de barbarie al que
no son ajenos la ciencia, el arte, la literatura.
En definitiva: nos muestra una civil ización
occidental, con fuertes raíces en el pasado y a
la que considera la expresión última del HumaI1Jsmo.
Sloterdijk no desaprovechará la ocasión que
H eid egger le brinda y sube al tren -como diría
Sinatra·, a su manera. Reconoce que aún no
está muerta la literatura; no sabemos qué nivel
de agonía le asigna su cabeza; en todo caso tiene
muy claro que los días de sobrev"llo ración de
la escritura y de la lectura ya han pasado. El
libro ha entrado hoy en e! ámbito de una subcultura.
Son 105 nuevos medios técnico-comunicativos
a los que se les van conced iendo
paso libre. No extraiiará que los propong"l
como los nuevos conductores sociales.
Sloterdijk confiesa que, en el caso de implantarse
el totalita rismo, la escritura se ahogaría
en esa atmósfera, y lo que conocemos por lite-
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ratura quedaría enterrada, desaparecería. George
Orwell, en Literatura y política, entiende que
la manipulación o destrucción del pasado, la
enajenación de la historia común cie rra las
puertas que llevan al fmuro y nos encierran en
el totalitarismo. Juan Ignacio Ferreras, en L1
Nove/a de Cienei" Ficción, le dedica un capítulo
a las antiutopías. Apunta que el autor de
1984 canaliza las experiencias y desilusiones hacia
esa emblemática novela. El Gran Hermano se
constituye en el único centro de valores. El individuo
está aislado, controlado, vigilado, manipulado
por un poder in visible que impone
conductas. El protagonista, como el personaje
de Sara mago, intenta levantar su vida. En e!
caso de Orwell mediante una acción tan simple
como es la de escribir un diario; esto es,
la de dar curso a su pensamiento y encontrarse
consigo mismo. Fracasa. La escritura no es
posible en el orden totalitario.
He aquí la cuestión. El sí o el no del libro ...
Su conven iente permanencia o su desaparición.
Pensemos e! libro en la hoguera, libros
a 451 grados F<¡}1fcnheit, una temperatura en
la que e! papel de las hojas se enciende y arde.
Se alude ahora a la novela de Ray Bradbury.
Hay bomberos con mangueras que lanzan queroseno
para carbonizar la historia escrita. Usan
sabuesos mecánicos que detecten conductas
excéntrica s. Conducta excéntrica es la lectura,
o ser propietario de un libro. Se dispone de
una lista millonaria de libros prohibidos. Los
escritores clásicos son "reducidos a audiciones
de radio de quince minutos". Se implanta un
régimen que sólo consiente las imágenes audiovisuales.
Q!.¡e sea el bombero jefe Beathy quien
resuma e! estado ac tual: "Se abreviaron los
ailos de estudio, se relajó la disciplin a, se dejó
de lado la historia, la filosofía y el lenguaje.
Las letras y la gramática fueron abandonadas,
poco a poco, poco a poco, hasta que se las
o lvidó por completo". El bombero jefe Beathy
sabe que llegará un tiempo en que no será necesario
quemar libros. No será necesario el fuego,
sólo basta que no haya lectores. Y no los habrá
- dice- porque habrá "deportes al alcance de todos,
espíritu de grupo, diversión y no hay que pensar,
organizar y superorganizar super superdeportes".
Fuera está ya la idea del deporte como actividad
sana para mejorar al individuo. El deporte
se mete de lleno en un ámbito alienante. Entrevé
el novelista el poder y la gloria que le otor-garán
las masas en el futuro. Y en efecto, hoy,
e! deporte se arrima a las marcas deportivas,
al monetarismo escanda loso, a grupúsculos
violentos con marca fascista regis trad a, huele
a nacionalismos mal entendidos, absorbe e1máxi-
1110 interés de los medios de comunicación, se
ha llegado a entender su retransmisión televisiva
como un asunto de interés social.
Cómo es que esto puede sonar a próximo.
Se esboza un mundo imaginario, y, sin embargo.
sus contenidos cargan seila les de actualidad
social, cu ltural. En lo que respecta a bs
novelas -como diría Borges, en referencia a H.
G. Wells "no sólo es ingenioso lo que refieren;
es también simbólico de procesos que de algún
modo son inherentes a todos los destinos
humanos".
L1. ciencia ficción o el alegorismo literario
surgen con fuerza porque apuntan a una civilización
que padece un colapso vital. No hacen
falta ritos inquisitoriales, incendios O destrucciones
de libros O bibliotecas. El mundo contemporáneo
actúa más sutilmente.
No podrá negarse en Jbsoluto que b educación
oficial responde a la ideología dominante.
En el mundo occidental la economía
impone su poder hasta en las mismas estructuras
del Estado. En este mapa los intereses creativos
se perfilan con líneas poco nítid;ls, casi
borrosas o [ltalmente borradas. Todo se ha montado
de manera que todo responda, aparentemente,
a una gran causa: que el ser humano
vaya adaptándose al modo de vida impuesto.
La dominante económica exige un conocimiento
técnico-instrumental. Y los planes de
estudio trazan el rumbo en dirección hacia ese
destino.
La institución educativa, con el si lbo del
disimulo en la boca, acompaña en ese brgo
viaje, que viene de viejo, y por cuya ruta se
han ido perdiendo, como si fuese lastre y carga
inútil, los valores de la cultura. Una cultura que
se ha visto en medio de un campo atravesado
por diversos intereses. Hoy en día a la cu ltura
no se la percibe en el ámbito educativo como
un don que se propaga de modo desinteresado.
Hace mucho que se anu nció la muerte de
las ideologías. Pero he aquí que, desprendidas
las caretas, hay quien anuncia un discurso claramente
ideológico ante el que se debe tomar
posición. Las humanidades -la literatura, la
historia, el arte, la filosofia- disponen de una
buena provisión de textos
que no pasan en vano por
la cultura y que desafian
los argumentos de aquellos
que han confesado su antihumanismo.
La escritura
incita a pensar. La lectura
puede ser -como escribiera
Arthur Schopenhauer"
un sucedáneo del propio
pensar".
Cuatro viiietas de El roto
ilustran a qué espacio ha ido
a parar el pensamiento. Un
hombre con escoba se halla
barriendo lo que parece ser
basura. Hay CU,uro frases en
sendas vii1etas:
- ¿Qué sabes hacer? Me
preguntó el jefe.
- Sé pensar, le contesté.
- Está bien, dijo, enton-ces
te ocuparás de limpiar
las letrinas.
- Fue una sabia decisión,
me ha hecho reflexionar
mucho.
El sistema educativo ya ha
sacrificado, en el altar de las
altas tecnologías, los estudios
humanísticos y el trato
cordial con la obra litera-ria.
Ya se ha celebrado el ritual y la lI1vocación
al nuevo dios tecnológico.
Se va levantando el imperio de las imágenes
explosivas, fugitivas, vistas sin el tiempo
apropiado para tomar conciencia de ellas. El
ser humano, abordado de tal forma y manera,
acabará desarro llando un formidable ojo
que todo lo capta al in stante aunque poco de
ello, o nada, se siembre definitivamente en él.
Con el tiempo quedará atado al mundo televisual.
Y pondrá distancia entre él y el mundo
real. Entre él y la vida. Porque le será dificil
reordenar el mundo que pisa; e imposible será
comprenderlo. No distinguirá los fragmentos
servidos por la comunicación tecnológica; se
irán debilitando su voluntad y actividad mental.
Todo se habrá convertido en un fenómeno
recurrente, en manifestaciones repentinas
hechas de trozos que nada significan. Pero si
poco llegan a significar, mucho pueden conseguir:
homogeneizan el pensamiento.
No hará daño citar otra obra litera ria que
proyecte una utopía negativa y nos exprese
sugerentemente una forma de organización,
conocim iento y comportamiento sociales de
una supuesta futura sociedad humana. La
novela de Anthony Burgess Úl nanll1j<! mednica
(1962) nos traza un panorama por el que
cruza el nadsat-adolescente Alex junto a t res
drugos-amigos. Stanley Kubrick la llevó a la
pantalla y le infundió una ética cultural cuyo
comentario interesa. El crítico de arte, Roben
Hugues. aprecia que la película traduce la
idea decimonónica de que el arte te hace
bueno y promueve la sensibilidad. En la proyección
cinematográfica se quiere llevar al extremo
esta opinión. Al violento protagonista se
le lanzan imágenes opuestas: imágenes entretejidas
de violencia y dolor frente a otras de
belleza y armonía. Las imágenes van asociadas
a sensaciones de placer o suplicio. Se
establece así un conductismo con el que se
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quiere manipular la conciencia y el temperamento
del personaje. Se alcanza un paralogismo
intolerable, se intenta persuadir
con argucias. A la violencia de Alex le replica
la ciencia aún más violentamente. Se
busca que el inst into de violencia ceda frente
a la civilización. Alexander Walker, en
el estudio dedicado a la obra de Kubrick,
apunta que e! cineasta ha confesado que
la obra de arte no nos cambia; pero la obra
de arte sí nos afecta cuando ilumina algo
que ya sentimos.
No estamos en contra de! signo de los
tiempos. Los párrafos se han tintado de
negro con un propósito; que por medio
de los alarmantes y de los extremosos
comentarios se pueda uno situar en un té rmino
medio. Establecer un marco en el
que se hallen incluidos y en convivencia
los mundos de la imagen yel de la lectura.
L! modernidad confia en una cultura que
se propague a todos y a todos mueva hacia
el progreso. Ortega y Gasset daba por
hecho que cada tiempo contiene un sistema
de ideas vivas. A eso lo denomina
cultura: un repertorio de "efectivas convicc
iones" sobre el mundo, sobre los otros,
sobre las cosas, sobre los valores más o
menos estimables. Desde esta perspectiva,
la cultura comprende una dimensión que
alcanza a la propia vida humana. No
puede, por tanto, hallarse separada de la
vida. Quiere decir que " la cultura no nace
de la cultura, sino de potencias y virtudes
preculturales". Una cultura viva puede responder
a los conflictos propios de cada
tiempo, conflictos que toman cuerpo y
expresión a través de la ciencia, de la moral,
del arte. Aunque habrá de considerarse que,
en el caso especifico de las obras literarias
-como seíialara Bajtin-, "rompen los lím ites
de su tiempo".
Lls obras literar ias contienen y proyectan
conceptos, valo res morales y sensibilidad
estética. Constituyen en su conjunto
un apreciable e irrenunciable acervo cultura
l; hitos fundamenta les en la historia
de la civilización. L'1S obras literarias están
ahí, como un depósito que tiende a canonizarse.
Son arrastradas hacia un canon que
a veces se muestra inalterable, incontestable.
En la ensefianza, la lista de obras literar
ias para este comienzo de siglo está aún
, "'.', LIT E R A T U R A "
~ -
por verse. No se pretende anunciar la urgencia
de un canon alternativo, pero sí la necesidad
de actualizar lecturas que se hallen conformes
y sean significativas para el tiempo
que ha tocado vivir. Se dijo que uno de los
signos de la modernidad era el interés por la
tradición sin descuido de la renovación. Si
conviene ver el canon como una realidad revisable
es porque se estima que la obra literaria
proyecta valores significativos, traducibles
a las ideas vivas de las que hab lara Ortega,
y creadores de un ámbito sociocultural
en el que se asienta el lector. La lectura, en
este sentido, imprime marcas de individualidad
y de sociabilidad.
L1 salida del hombre de su culpable minoría
de edad, la denominó lrnmanuel Kant Ilustración:
"¡Ten valor de servirte de tu propio
entendimiento! Tal es el lema de la Ilustración".
Esa minoría de edad entrañaba "servirse
de su entendimiento sin la guía de otro".
El entendimiento exige formación para
conseguir esa mayoría de edad; es decir .. busca
una conciencia que alcance su mayor crecimiento
y perfección. Sin embargo, como
expresara Alain Finkielkraut en La derrota del
pensamiento, "el largo proceso de conversión
al hedonismo del consumo emprendido por
las sociedades occidentales culmina hoy con
la idolatría de los valores juveniles. ¡El Burgués
ha muerto, viva el Adolescente!". Los
adultos buscan una nivelación; la encuentran,
por lo visto, en "una cura de desintelectualización."
¿El resultado? Separarnos de una órbita
cultural que ha dominado hasta hace poco.
Como diría Finkielk.raut, hay quienes creyendo
tener razón ven la historia como un error o
una superstición que empobrece la emancipación
de los espíritus. Hay un mundo dividido
en dos. Un mundo joven y en aparente
libertad; otro muy diferente, adulto, con
horarios, disciplinas y programas. Mundos
apartes. Un mundo caliente en donde el
ruido desplaza al pensamiento. El mundo es
joven porque así lo quiere el mercado. El
mundo joven es consumista, y el consumo
impone un modo de vida, una "cultura". Pero
una cultura carencial que se implanta como
el estado normal de las cosas. Es más, ahora
vocean -,Como en el caso de Sloterdijk- la inutilidad
de la cu ltura.
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