EDITORIAL
Las ciencias de la documentación están conformadas por un
conjunto heterogéneo de disciplinas. Aunque cada una de ellas
aplica unos principios particulares y una normativa específica,
todas estas materias poseen en común el estudio del «documen-to
». De forma muy esquemática, un documento puede definirse
como todo objeto que comunica algo a alguien. Y, en cierta
manera, es éste el fin de la publicación que el lector tiene en sus
manos. Por una parte el análisis de las piezas materiales que con-forman
la cultura isleña; por otra, servir como órgano de comu-nicación
en relación con los variados aspectos de este sugerente
mundo, donde esperamos que tengan cabida no sólo las perspec-tivas
de los archiveros, bibliotecarios o documentalistas, sino
también las relativas a los filólogos, historiadores, bibliófilos, edi-tores,
libreros y cualquiera que tenga curiosidad por estos temas.
Así, es preciso poner de relieve que en los últimos tiempos se ha
hecho patente la necesidad de una nueva revista de patrimonio
documental que sirva al mismo tiempo como medio informativo
de la actualidad investigadora, foro de encuentro y simple canal
divulgativo.
Como territorio fragmentado que es, el archipiélago ha teni-do,
hasta no hace demasiadas décadas, determinadas dificultades
para desarrollar su investigación humanística, técnica o científica
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desde una visión de conjunto y, de esta manera, prácticamente
todas las disciplinas se han visto estudiadas de forma parcial,
local o insular, dificultándose así el conocimiento de sus caracte-rísticas
más o menos uniformes. Pero ahora que nos encontramos
en plena era de las tecnologías, que nos permite eliminar, al
menos intelectualmente, las fronteras nacionales, los profesiona-les
de la documentación comenzamos a encontrar los medios
adecuados para indagar en las colecciones que tenemos a nuestro
cargo y podemos confeccionar instrumentos de descripción y
consulta normalizados que faciliten al investigador el acceso a
documentos de su utilidad, cualesquiera que sean la localización
física de la fuente y el lugar en el que se encuentre el usuario.
En esta situación, tanto los profesionales como los investiga-dores
y, en general, cualquier interesado, deben contar con el
mejor medio posible para trabajar de manera conjunta, bien sea
constituyéndose en foros de debate e incluso en grupos de traba-jo,
o bien creando un órgano de comunicación especializado que
difunda los progresos, los hallazgos y las buenas o malas noticias
que surjan en dichos campos.
Lo primero cuenta con varias iniciativas que pueden ser com-plementarias,
como es el caso de la malograda Asociación Cana-ria
de Archiveros, Bibliotecarios y Documentalistas (ASCABID); la
Asociación de Bibliotecarios Escolares de Canarias, que está
cosechando buenos éxitos en los últimos años; la ya longeva y
aún sana Asociación de Bibliotecarios y Archiveros de La Palma
(ABALP); o la recién creada Asociación de Archiveros de Canarias
(ASARCA), vinculada a ANABAD.
Lo segundo (la creación de un órgano de comunicación) no es
exactamente una idea nueva, ya que precisamente ASCABID
(antes Asociación de Amigos de las Bibliotecas de Canarias)
contó con una cabecera dedicada a estos menesteres: la revista
Cuadernos de documentación (1988), que se convirtió más tarde
en Parabiblos (1989-2000). Se trataba de una publicación de fac-tura
humilde debido a las estrecheces económicas, pero supo
ejercer su papel de portavoz del mundo documental canario más
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allá de los límites de la asociación editora, y en ella pudimos
encontrar artículos sobre la historia de la imprenta en las islas,
sobre nuevas tecnologías de la documentación, sobre archivos
administrativos, históricos y empresariales, y, en suma, sobre la
mayor parte de los campos prenotados. Los artículos eran reseña-dos
en la base de datos ISOC del CSIC, lo cual es la mejor muestra
de su estimable calidad.
Antes de esta revista ya había habido otros intentos de canali-zar
la información documental, y así el efímero Boletín de reseñas
bibliográficas, que editaba la Mancomunidad de Cabildos de Las
Palmas, publicó en sus dos únicos números (1977 y 1978) útiles
comentarios sobre las fuentes de investigación e interesante
información destinada a poner al día a los investigadores en
materia bibliográfica, algo así como la sección «Registro biblio-gráfico
» de la revista El Museo Canario, las «notas bibliográficas»
de la Revista de historia canaria o la aún vigente «Bibliografía
atlántica y especialmente canaria» del Anuario de estudios atlán-ticos.
Otra iniciativa exitosa precursora de la nuestra es Tebeto:
anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, que
comenzó a editarse en 1988 y que sigue desarrollando aún un
trabajo encomiable. Tebeto se ganó de inmediato un espacio en la
producción editorial de las islas, ya que vio pronto la necesidad
de ocupar las parcelas vecinas de la historia, la arqueología y los
estudios locales, extendiendo su área temática más allá del patri-monio
documental.
Por tanto, desde la desaparición de Parabiblos no ha vuelto a
haber una revista dedicada exclusivamente a estas ciencias en
Canarias, y los investigadores, que antes contaban con un medio
especializado en ellos, se vieron obligados a distribuir sus artícu-los
en revistas misceláneas o en publicaciones con temáticas rela-cionadas
sólo tangencialmente con las nuestras.
Por eso nace Cartas diferentes: revista canaria de patrimonio
documental. Se trata de un proyecto independiente que tiene
como característica principal la premisa de extender al máximo
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el ámbito de trabajo: hemos querido que la revista resultante
trate del patrimonio documental en su sentido más amplio, sin
limitar el concepto de «documento» a su clásica definición que lo
enmarca sólo en el archivo, y ni siquiera a esa otra acepción algo
más generosa que lo encierra en el soporte de papel. Entendemos
el patrimonio documental, pues, como el conjunto de objetos
susceptibles de contener información, cualquiera que sea su
soporte y cualquiera que sea la información registrada. En prin-cipio,
el patrimonio documental son todos los objetos que ofre-cen
información intelectual. Es decir, la base material del saber y
la memoria de los pueblos. Esta definición se distancia de las
recogidas en las normativas legales que distinguen entre patrimo-nio
bibliográfico y documental. En nuestra publicación inclui-mos,
por tanto, libros, folletos y hojas sueltas; manuscritos; docu-mentación
archivística; fotografías; grabaciones de audio, vídeo y
cine; periódicos y revistas; epigrafía, etcétera. Además, entende-mos
que el patrimonio documental incluye tanto el acervo histó-rico
como la documentación más reciente.
Por otra parte, creemos también que el patrimonio documen-tal
no puede ser estudiado de manera independiente de las téc-nicas
y métodos aplicados para su propio desarrollo, por lo cual
la planificación de bibliotecas y archivos, la apertura de nuevas
instalaciones, la adquisición y donación de fondos y colecciones,
la evolución de los métodos de trabajo o los nuevos instrumen-tos
de descripción también tendrán cabida en la revista.
Se trata, por tanto, de una revista abierta que, por su conteni-do
multidisciplinar, puede incluir trabajos de los más variados
tipos. De esta manera, campos aparentemente tan distantes
como la bibliofilia y algunos aspectos de la arquitectura podrían
compartir las páginas de la nueva publicación. A este respecto,
podemos recoger de manera somera una relación general de
temas que podrían ser tratados en Cartas diferentes: Bibliografía,
Biblioteconomía, Cultura escrita, Pa l e o g rafía y diplomática,
Archivística, Edición y crítica textual, Periodismo y hemerogra-fía,
Conservación y restauración del documento gráfico, Bibliofi-
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lia, Ephemera, Fotografía, Cinematografía o Patrimonio oral. Ade-más,
es necesario subrayar que ninguna de las áreas citadas en
esta relación debe tomarse como un espacio cerrado, sino más
bien como el esbozo de algunas de las coordenadas propuestas en
este proyecto.
Puede parecer extraña la cabecera elegida para esta nueva
revista: Cartas diferentes: revista canaria de patrimonio documen-tal.
No se trata de un rótulo caprichoso, ya que la intención prin-cipal
era encontrar un título que indicara al mismo tiempo la
temática documental, su carácter multidisciplinar, su ámbito
principalmente canario pero con visión universalista y, por
supuesto, cierta sonoridad que ayude a identificar claramente
esta publicación entre toda la maraña editorial actual.
El tema de la sonoridad, asunto subjetivo donde los haya, cre-emos
haberlo conseguido con Cartas diferentes, pero precisamen-te
por su carácter subjetivo no vamos a entrar a valorarlo más por
el momento.
La canariedad universal queda explicada por el propio origen
del título, ya que proviene de la emblemática obra de Cristóbal
del Hoyo Solórzano y Sotomayor (1677-1762), marqués de la
Villa de San Andrés y vizconde de Buen Paso, titulada Cartas
diferentes, a diferentes assumptos y a un assumpto mismo. El autor
es uno de los personajes más interesantes de la historia isleña, un
noble pícaro, un poeta libertino, un aventurero ilustrado, cuya
azarosa vida ha eclipsado hasta fechas muy recientes su profun-didad
intelectual y literaria. La obra que da título a la revista es
una colección de cartas, reales o ficticias, que supone una rareza
bibliográfica por sus peculiarísimas características formales y de
edición. El autor y la obra merecen ser rescatados por una
empresa tan ambiciosa como la que proponemos, y al mismo
tiempo esperamos que la revista, con el paso del tiempo, acabe
ganándose por méritos propios el derecho de apropiarse de tan
ilustre denominación.
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La revista será canaria, como dice el subtítulo, pero no cana-rista.
Por eso no se trata de una revista de patrimonio documen-tal
canario, sino de una revista canaria de patrimonio documental.
El matiz no es un asunto secundario, porque si bien el conoci-miento
de la documentación de las islas es uno de los principales
objetivos que nos hemos impuesto, también es cierto que es
imposible conocer este patrimonio mediante un aislamiento
regionalista que nos cierre los ojos al resto del mundo. Para estar
en condiciones de mejorar la situación de nuestras colecciones
hemos de saber cómo se está persiguiendo el mismo objetivo en
otros lugares, y la única forma de hacerlo es abrir nuestras puer-tas
a las mejores influencias, vengan de donde vengan.
En cuanto al carácter multidisciplinar de la publicación, tal
vez nos bastará con buscar segundos sentidos a la palabra cartas.
Epístolas, facturas, mapas, contratos y otros innumerables tipos
documentales reciben la denominación de carta, un término que,
al igual que el de documento, queremos entender en su sentido
más amplio, para abarcar, como hemos dicho, todo cuanto esté
relacionado con los soportes de la cultura. El adjetivo diferentes
nos ayuda a resaltar esta polisemia, ya que nos permite imaginar
simultáneamente todos los tipos de cartas existentes, pero ade-más
queremos entender que el adjetivo se refiere a la publicación
que ahora nace, porque nuestra intención es que acabe distin-guiéndose
de las revistas al uso, ya sea mediante su temática espe-cializada,
mediante la singularidad de sus aportaciones, o me-diante
su diseño cómodo y normalizado.
El título cartas diferentes: revista canaria de patrimonio docu-mental
parece tener ahora, después de su análisis, otra pertinen-cia
y otra sonoridad algo menos subjetivas que hace unos instan-tes.
Los que estamos comprometidos con hacerla posible confia-mos
en que su sonido acabe teniendo el mismo ritmo, cadencia y
armonía que deseamos para el mundo de la documentación en
Canarias.