Cartas diferentes. Revista Canaria de Patrimonio Documental 333
ANTONIO LUQUE HERNÁNDEZ: TRAZOS
BIBLIOGRÁFICOS DEL MEMORIALISTA DE LA VILLA
DE LA OROTAVA
El historiador y genealogista Antonio Luque Hernández (La Orotava,
1942) ha tenido a lo largo de su vida como constante difundir los aconte-cimientos
históricos desde diversos ángulos, siendo las islas un referente en
su conexión con otros espacios geográficos a través de determinados perso-najes
o acontecimientos, prestando especial atención al valle de La Orota-va.
Su formación en el madrileño Instituto Salazar y Castro representa un
suceso importante en su formación científica. Muestra de su labor serían
las siguientes aportaciones: Las familias Chaves y Montañés de Tenerife; La
Orotava, corazón de Tenerife; De casino a biblioteca: anales de la vida social
orotavense; Luque de una y otra orilla; y Perfiles humanos de los primeros
asentamientos realejeros tras la conquista: anotaciones históricas, presentación
y comentarios al caso de cinco legajos pertenecientes a las escribanías de Los
Realejos. Una serie de obras que evidencian su larga trayectoria y, además,
materializan el compromiso que mantiene como investigador desde hace
décadas. Del mismo modo es autor de múltiples colaboraciones en la Re-vista
hidalguía y el Boletín de la Real Sociedad Económica de Amigos del País.
Miembro del Instituto de Estudios Hispánicos, del Instituto de Estudios
Canarios y de la Real Sociedad Económica de Amigos del País (donde ha
desarrollado la función de vocal de Relaciones Internacionales). Desde el
año 2017 es memorialista de la villa de La Orotava, nombramiento ofi-cialmente
verificado por la Junta de Cronistas Oficiales de Canarias en el
Ayuntamiento de la Histórica Villa de La Orotava.
—Javier Lima Estévez. ¿Cuándo se inicia su interés por la Historia y la Ge-nealogía?
—Antonio Luque Hernández. Mi interés por la Historia hunde sus orígenes
en la niñez. Desde siempre me interesaron las historias, orales y escritas. Fui
un lector precoz.
—jle. ¿Cómo surge su primera obra?
—alh. Mi primera obra lleva por título Cartas de don José de Viera y Cla-vijo
a diversas personalidades. Surge cuando me ofrecieron un manuscrito
borrador de cartas de Viera. Era una verdadera oportunidad y decidí ad-
334 Noticias
quirirlo. En cuanto lo leí pude ver que era digno de ser publicado. Hasta
entonces tenía muy poco conocimiento de la historia de Canarias, pues me
había dedicado más a la lectura de la historia en general y a la literatura. Lo
cierto es que leía por preferencias, sin método, salvo algunas indicaciones
que me ofrecía mi padre, que tenía una gran biblioteca, aunque sus gustos
y los míos eran diferentes. En el cuaderno de Viera observé un texto de
lectura fácil y me sorprendió por su amenidad. Como ya he comentado, mi
desconocimiento en la historia localista era grande, pero esa lectura consti-tuyó
un estímulo y decidí indagar sobre nuestra historia y documentarme
respecto a Viera. Primero quise saber si esas cartas eran inéditas. Para ello,
me dirigí a don Enrique Roméu Palazuelos, conde de Barbate. Él, con su
peculiar amabilidad, me comentó que, tal vez, se tratara de la obra del
santacrucero Alejo de Ara, un entusiasta de Viera cuyas obras publicadas e
inéditas copió con admirable tesón. Sin embargo, otra persona me señaló
que Viera realizó diversas copias de sus cartas y las envió, no sólo al mar-qués
de Villanueva del Prado, sino a otras personas que podían favorecerlo
y su contertulio el ilustrado José de Llarena y Mesa, primer propietario
del manuscrito en cuestión, pudo ser uno de ellos. Me puse a trabajar en
el documento con las orientaciones que había recibido. Me recomendaron
publicar el texto en formato facsímil, pues lo último que se conocía al
respecto correspondía al siglo xix. Lo cierto es que había que justificar la
publicación y por ello trabajé en una introducción, y en unas notas biogra-fías
de los personajes que allí figuran. Fue un trabajo no exento de dificul-tades
para mí en muchas ocasiones insalvables. De esa forma me puse en
contacto con el profesor don Alejando Cioranescu, el cual me atendió y me
comentó que me haría trabajar. Me señaló donde podía encontrar las bio-grafías
que buscaba. Cuando terminé intenté publicarlo en Goya Ediciones,
pero al ser yo un perfecto desconocido, la editorial exigía un fundamento,
garantía de calidad y veracidad y para ello fui nuevamente a hablar con don
Enrique Roméu Palazuelos, en solicitud de un aval y de un prólogo. Él, que
conocía la obra, accedió gustoso a ambas peticiones y escribió un preám-bulo
excelente. Con esa obra intenté contribuir, al menos, con un «grano
de arena» a la amplia bibliografía que ya existía sobre don José de Viera y
Clavijo. Como anécdota señalaré que, tras su publicación, acudí de nuevo
ante el profesor Cioranescu para darle un ejemplar, en agradecimiento a la
amabilidad y confianza depositada en mi persona. Al entregarle el libro se
alegró mucho. No dudó en añadir elogios y me comentó que eran numero-sas
las personas que acudían hasta su casa para solicitar el prólogo de obras
que aún no se habían materializado y que solo existían en la cabeza del
supuesto escritor. A partir de entonces se inició un afectuoso trato que el
Cartas diferentes. Revista Canaria de Patrimonio Documental 335
tiempo convirtió en verdadera amistad. Con mi segunda obra Las familias
Chaves y Montañés de Tenerife, publicada en 1989, llevé a la casa de don
Alejandro un ejemplar. Le gustó y, además, es una aportación que cita en
repetidas ocasiones en su Diccionario biográfico de canarios-americanos, lo
que lógicamente representa para mí un auténtico honor.
—jle. ¿Qué le motivó a especializarse en Genealogía?
—alh. He dicho más de una vez, coincidiendo con André Maurois, lo si-guiente:
«todo escritor tiene sus temas personales, proyecciones de fuertes
sentimientos que le han impulsado a escribir. Y, a pesar suyo, la mayor parte
de sus libros están fundamentados sobre estos temas», así que reconozco
en la genealogía mi tema recurrente. Quizás porque para mí otras parcelas
implican mayores dificultades y cuando uno se suscribe a un individuo
determinado, puede biografiarlo de forma sintética. Muchas genealogías
tratan de personas sin relieve, que no representan más que transcripción
de asientos de libros sacramentales. Sin embargo, existen otras que desde
un desconocimiento inicial logran transformarse en verdaderos personajes.
La Genealogía que me gusta hacer es la de los segundos, aquellos seres que
logran aportar algo, que dejan huella.
336 Noticias
—jle. Usted ha señalado en diversas ocasiones la influencia en su forma-ción
del profesor Alejandro Cioranescu y el conde de Barbate, pero, ¿qué
otras personas han tenido influencia en su afán como estudioso del pasado
canario?
—alh. A esos dos referentes debemos unir los profesores don José Peraza
de Ayala y don Guillermo Camacho y Pérez-Galdós. En relación a éste úl-timo
he de decir que lo conocí mayor, ya iniciado yo mi trabajo de investi-gación
para el libro La Orotava, corazón de Tenerife. Don Guillermo fue un
mentor extraordinario y un auténtico caballero cristiano. Estas confidencias
me permiten manifestar mi admiración por ese gran hombre. Sus charlas
y opiniones profundizaron mucho en mí. Su muerte constituyó, sin duda,
una gran pérdida.
—jle. ¿Por qué inicia su colaboración en la revista Hidalguía?
—alh. La revista Hidalguía es un título de prestigio nacional. Yo tenía in-terés
de publicar en ella y la oportunidad surgió al finalizar mi diplomatura
en Genealogía, Heráldica y Derecho Diplomático, que cursé entre 1986-
1989 en el Instituto Salazar y Castro de Madrid. El primer artículo que
Cartas diferentes. Revista Canaria de Patrimonio Documental 337
envié fue una aproximación biográfica sobre Sebastián de Lugo y Massieu,
un palmero ilustre, el primero que confeccionó un glosario de canarismos
que se llegaría a incorporar al Diccionario de la Real Academia Española.
Los Lugo constituyen, sin duda, una familia de primer nivel del archipiéla-go
canario, con personajes descollantes nacidos en las islas de Tenerife y La
Palma. Otro individuo destacado de esta familia fue el orotavense Estanis-lao
Lugo y Molina, reiteradamente citado por Viera y Clavijo, recordemos
El nuevo Can Mayor o Constelación canaria del firmamento español; y del
que escribí una breve semblanza que publiqué en El día, hace ya algunos
años. Otros personajes de la historia de España también han sido objeto de
mi interés. He investigado sobre la fundamental labor de los intelectuales
rumanos exiliados en España, motivado, quizás, por mi admiración por don
Alejandro Cioranescu y por el hecho de que mi hijo Emilio reside feliz-mente
casado en Bucarest, donde ejerce como abogado. En Múnich, donde
residí un año, tuve el honor de conocer y tratar a algunos miembros de la
familia real de Baviera, la oportunidad de observar la obra de la infanta Paz
y la fundación del «Pedagógico español». Amo muchas cosas que esa señora
amaba, e intenté homenajearla con un trabajo que en Hidalguía acogie-ron
muy bien. En esa revista, además, me han publicado varias genealogías
canarias, tal y como ocurriera con los Franchi Alfaro. A todo ello se une
338 Noticias
temática sobre visitas reales, como la tan celebrada de Alfonso xiii a Cana-rias
y su presencia en La Orotava. Curioso es mi estudio sobre el marqués
de Bute, un bibliófilo, poseedor de grandes recursos económicos, que tuvo
interés por estudiar la lengua de los guanches y para lo cual adquirió en
Canarias muchos legajos antiguos que posteriormente se llevó a Inglaterra
o a su castillo de Escocia. En su biblioteca se restauraron y catalogaron
convenientemente esos documentos, a más de ponerse a disposición de los
estudiosos. Algunos han vuelto adquiridos en el comercio y se encuentran
en El Museo Canario, siendo este un hecho a destacar.
—jle. Uno de los temas más recurrentes de su investigación es el municipio
de La Orotava. ¿Para usted, veinte años después de su publicación, qué
sigue suponiendo la obra La Orotava, corazón de Tenerife?
—alh.. Esa es la obra de mi vida. A ella le dediqué muchos afanes. Como ya
he comentado conocí a Cioranescu en el contexto de la publicación de mi
primer libro en 1984. Su Historia de Santa Cruz de Tenerife para mí es la obra
reveladora de este insigne historiador. Los motivos del éxito de Cioranescu
residen tanto en su gran capacidad investigadora como en el interés y ameni-dad
de su relato. Poseyó gran técnica, sugestiva por sus cualidades de conci-sión
y sobriedad literaria. Con ello muestra ante el lector el panorama consti-tuido
por la historia de la capital insular, desde los primeros tiempos hasta el
día de hoy, y logra que en los cuatro volúmenes no haya un solo capítulo sin
interés. La claridad y la inteligencia de Cioranescu me entusiasmaron.
Dejó dicho Voltaire: «¡Cuán querido es de todos los corazones buenos
su tierra natal!» y así es. El lugar de nuestro nacimiento se transforma en
verdadera pasión. Siempre añoré que La Orotava pudiera contar con una
obra compendiada, pues consideré que tenía un pasado digno de ser con-tado
y estimé que Cioranescu era el historiador adecuado. Así que junto a
dos amigos míos, José Lugo y Méndez y Melchor Zárate y Cólogan, todos
conocidos del profesor rumano, nos presentamos en su casa de Santa Cruz
de Tenerife para proponerle que hiciera una historia de La Orotava. No-sotros
le proporcionaríamos los datos que él nos solicitara. Cioranescu nos
dijo que solo trabajaba lo que el investigaba pero se dirigió a mí, que era el
más joven de los tres, y me dijo que yo podría hacerlo, él me podría asesorar
al respecto. Así fue. Yo empecé a realizar la obra con sus indicaciones por-que
mis estudios carecían de método. Cioranescu me guió desde el primer
capítulo. Yo leía y extractaba. Era algo que me costaba mucho pues cuando
hay pocos datos la labor parece fácil pero cuando hay muchas lecturas se
necesitan cualidades de concisión y mesura. Le llevaba las pruebas al pro-
Cartas diferentes. Revista Canaria de Patrimonio Documental 339
fesor Cioranescu, quien con dedicación y altruistamente las examinaba y
me manifestaba su opinión al respecto. Cinco años de mi vida me costó esa
obra. Presenté el trabajo de forma limpia y estructurada y el Ayuntamiento
de La Orotava me pidió unos avales. Conseguí los informes positivos del
conde de Barbate y de Cioranescu. El conde de Barbate me dijo que con
la declaración aprobatoria de Cioranescu debía bastar pero, curiosamente,
en el ayuntamiento carecían de noticias exactas sobre su trayectoria. Acudí
entonces ante una tercera opinión de alguien a quien los ediles conocían
muy bien, don Domingo Martínez de la Peña. Éste, tras leer la obra, in-formó
también favorablemente. Con esas prestigiosas firmas y pasadas las
dificultades que una edición de tales características conlleva, se imprimió
con gran acierto de crítica y venta, todo hay que decirlo. Pretendí hacer un
clásico, algo que abarcara la historia de La Orotava y creo haberlo logrado.
Aunque, sin duda, un proyecto tan ambicioso tiene lagunas y errores. Si
ahora mismo se volviera a reeditar yo tengo señalados los fallos que me han
hecho saber y de los que he tomado buena nota. Si existiera la posibilidad
de una segunda edición indudablemente introduciría esas correcciones.
—jle. Uno de los reconocimientos más importantes de su vida sería la dis-tinción
como memorialista de la Villa de La Orotava ¿Qué significó para
usted recibir ese honor?
\ NTONIO l.l QUE IIERNANOEZ
LA OROTAVA,
CORAZÓN DE TENERIFE
340 Noticias
—alh. Lo recibí por sorpresa, siendo un hecho que agradezco profunda-mente
a la Junta de Cronistas Oficiales de Canarias. Me ofrecí entonces y
mantengo mi buena disposición ante todos ellos, especialmente ante Ma-nuel
Poggio Capote, mi padrino, que siempre se ha portado conmigo de
una forma muy generosa.
—jle. Comentaba antes algunos detalles sobre la complejidad de publicar
un libro y buscar un editor. ¿Cuál es su opinión sobre la situación en el
ámbito editorial canario?
—alh. Humboldt, no consideraba cualquier libro impreso como un evan-gelio
y, ante esa reflexión, estoy con él. Hoy se edita demasiado. Si bien es
cierto que se publican obras valiosas, habría que seleccionar más. El descu-brimiento
de una nimiedad no justifica una publicación. Se ha dicho que
al diablo le encantan los detalles. Estoy con los que afirman que conviene
siempre esforzarse en ser más interesante que minucioso, porque el lector
perdona todo menos el sopor.
—jle. ¿Cómo le gustaría ser recordado a Antonio Luque Hernández?
—alh. Como un hombre de corazón y provecho.
Javier Lima Estévez
(Historiador)