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GRAN CANARIA-LA PLATA: RELACIONES Y PLÁTICAS EN TORNO AL MUSEO Mari Carmen Naranjo Santana* Fecha recepción: 28 de septiembre de 2019 Fecha de aceptación: 4 de diciembre de 2019 Resumen: La Ilustración y la revolución que supuso en el pensamiento fue el caldo de cultivo sobre el que nacieron los museos, tal y como los concebimos ac-tualmente. Para el caso que nos ocupa, centrado en el siglo xix, sobresalen los casos de El Museo Canario y el Museo de La Plata, dos instituciones que, nacidas en esa centuria, mantuvieron relaciones no solo por los emigrados insulares radicados en aquella tierra argentina, sino también por los contactos establecidos entre ambos centros a través de sus directores para el intercambio de información y material científico. Una historia que nos habla de contactos entre los museos del mundo, del emerger del concepto ‘nación’, de relaciones en el ámbito educativo-social y cultural-científico, y de la construcción de identidades culturales a través de las colecciones y de los museos locales. Palabras claves: El Museo Canario; Museo de La Plata; Siglo xix; Colecciones. Abstract: The Enlightenment and the revolution in thought, was the breeding ground on which museums were born, as we know them today. In this particular instance, focused on the nineteenth century, the cases of El Museo Canario and the Museo de La Plata stand out, two institutions that, born in that century, main-tained contact not only because of the Canary emigrants who settled in Argentina, but also by the established contacts between both centers through their directors for the exchange of information and scientific material. A story that tells us about relations between the museums along the world, the emergence of the concept Cartas diferentes. Revista canaria de patrimonio documental, n. 15 (2019), pp. 85-124. * Gestora cultural y doctora en Gestión del Patrimonio Histórico, Universi-dad Pablo de Olavide de Sevilla (upo). 86 Mari Carmen Naranjo Santana of ‘nation’, relationships in the educational-social and cultural-scientific field, and the construction of cultural identities through collection and local museum. Key words: El Museo Canario; Museo de La Plata; 19th century; Collections. 1 Introducción En el siglo xix los centros museísticos como instituciones públi-cas se extendieron por variados países del mundo, desde Europa hasta América, y por los distintos continentes, en un contexto en el que crear y gestionar ciencia y cultura local era también hacer política e idear naciones. En este contexto los museos se convirtieron en espacios que recolectaban objetos para su posterior exposición, como parte de un pasado que servía de argumento en la construcción del ideal identitario y de instrucción pública. De ahí que indagar en la historia de esas fases primigenias de las instituciones museísticas permita adentrarse en el campo de la gestión patrimonial y en otras ramas como la política, la antropología, la historiografía de las instituciones culturales o la economía, entre otras. Centrándonos en Canarias y en materia museística sobresale el caso de El Museo Canario, una sociedad cultural y científica cuyo origen se remonta al siglo xix (1879) pero cuya actividad ha llegado hasta nuestros días, contando con uno de los fondos do-cumentales más prolíficos del territorio insular. Adentrarse en su biblioteca, archivo y hemeroteca es hacer un viaje por la historia del archipiélago y del propio colectivo; pero también acceder al conocimiento de las relaciones de las islas con el resto del mun-do por la vía de la ciencia y de la cultura, por los prolegómenos en la creación de una identidad cultural del archipiélago, y en el emerger y transcurrir de instituciones similares en otras partes del globo. En esta línea, la lectura de las actas del siglo xix y la correspon-dencia de esa época, procedente de distintos fondos de El Museo Canario, junto a otras consultas como la prensa y los contactos e intercambio de documentación que hemos establecido con el Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 87 Museo de La Plata para la elaboración de este texto, ponen de relieve la estrecha relación que la institución canaria mantuvo con esa ciudad argentina, no solo por los emigrados insulares ra-dicados en aquellas tierras sino también por los contactos esta-blecidos con el museo platense y, especialmente, con su mentor y primer director, así como con los empleados que trabajaban en el centro, varios de los cuales eran canarios. 2 Construyendo naciones El comienzo del periodo contemporáneo en Canarias se carac-terizó, a nivel político, por la canalización de la participación ciudadana a través de partidos no unificados en la búsqueda de soluciones a los problemas del territorio canario, fruto de las ri-validades entre los grupos sociales dominantes de Las Palmas de Gran Canaria y de Santa Cruz de Tenerife. Ambas ciudades pre-tendían atraerse el favor del poder central para conseguir el con-trol político y económico de las islas, y la consecuencia directa de ello fueron las permanentes pugnas, primero por conseguir la ca-pitalidad de la provincia única canaria (a principios del siglo xix) y posteriormente por la división provincial (que se hizo efectiva en 1927 durante la dictadura de Primo de Rivera). Esta situación político-regional se daba en un contexto inter-nacional, especialmente a finales del siglo xix, en el que se desa-rrollaba el sistema capitalista a partir del imperialismo colonial. Y Canarias entraba en ese engranaje, con una gran dependencia del exterior en materia económica, por el desarrollo de una nueva etapa caracterizada por los productos de exportación (cochinilla, plátano, tomate, papas); la eclosión de la industria turística; y el desarrollo de sus puertos (establecidos como puertos francos), como punto de escala obligada en la navegación de los barcos europeos hacia las colonias africanas, asiáticas y de camino a los mercados latinoamericanos. Unos medios y unas fuentes de ri-queza controlados por la burguesía local floreciente y la burgue- 88 Mari Carmen Naranjo Santana sía extranjera, mientras la clase trabajadora se trasladaba de los ámbitos rurales a la ciudad en busca de labor y progreso. En paralelo a esta situación pero al otro lado del mar, en Ar-gentina, también se vivían cambios de trascendencia política y económica que tuvieron especial repercusión en los planos terri-torial y social. En 1880, fruto de las pugnas entre la provincia de Buenos Ai-res y el gobierno nacional por el control de la ciudad porteña, la ciudad se federalizó obligando a Dardo Rocha, investido go-bernador de la provincia tras la revuelta, a instalar su gobierno y administración en otra ciudad. Ensenada, una urbe próxima a Buenos Aires y contigua al Río de la Plata, fue el territorio elegido para ello, capitalizándola en 1882 e instalando el gobierno y la ad-ministración en una nueva ciudad que se proyectó en las Lomas de Ensenada y que sería la futura capital de la provincia, a modo de proyecto de gran escala. De esta forma, el 19 de noviembre de 1882 se colocó la piedra fundamental en la urbe de nueva planta nominada La Plata, en alusión al río que la bañaba; y desde esa fecha hasta la instalación definitiva en ella de los poderes públi-cos de la provincia, en 1884, se fue poblando progresivamente con habitantes mayoritariamente argentinos, pero con una cifra muy relevante de extranjeros (italianos, españoles, franceses, por-tugueses, austriacos e ingleses). En lo relativo a este último aspecto, la emigración española a América fue muy intensa a pesar de la prohibición por parte del Estado español de emigrar a las repúblicas hispanoamericanas hasta 1853, fecha a partir de la cual vieron la luz varias disposi-ciones emigratorias. Para el caso concreto de Argentina se constata, desde 1830, la llegada a Buenos Aires de varios navíos con inmigrantes que se establecieron entre la capital y el interior del país, aunque no en la medida de otros territorios como Cuba, Venezuela o Uruguay. Pero fue tras la Constitución de 1853 cuando Argentina se abrió a la inmigración canalizando un importante número de población de tal forma que, tal y como ha señalado el profesor Hernández Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 89 González, entre 1878 y 1888 tomó ese destino un 2’83 % del total de los españoles, si bien esta cifra descendió entre 1891 y 18931. Centrándonos en el caso concreto de la emigración canaria a ese país, en el siglo xix y comienzos del xx no fue especialmente relevante por su número pero sí por el calado de la población canaria en el ámbito social e institucional argentino. Sirvan de ejemplos la instalación, en 1892 en el barrio bonaerense de La Boca, de la efímera Sociedad Círculo de la Amistad, formada en su mayoría por socios de los municipios grancanarios de Gáldar y Guía; la del Centro Canario de Buenos Aires en 1909, que pu-blicaría la revista Canarias; y la de otros colectivos que también surgieron por aquellos años pero que no lograron consolidarse, como Juventud Canaria, Juventud Canaria Republicana y Cana-rias Orientales2. En La Plata es de destacar la importante llegada de población española, y para ello sirve de referente la Guía de domicilio de es-pañoles residentes en la República Argentina que publicó el diario El país, en forma de folletín y tomado de la Fraternidad española (semanario ilustrado que veía la luz en La Plata), según la cual la cifra correspondiente a las viviendas españolas en la provincia de Buenos Aires a finales del siglo xix superaba los cuatrocientos domicilios, localizados mayoritariamente en La Plata3 (fig. 1). 1. Hernández González, Manuel. «La prensa y asociacionismo canario en América». Anuario americanista europeo, n. 4-5 (2006-2007), pp. 311-312. Véa-se además: Hernández García, Julio. La emigración canaria contemporánea (si-glo xix). Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria, 1987; Hernández González, Manuel. «El asociacionismo canario en América». En: Juan Andrés Blanco Rodríguez (ed.). El asociacionismo en la emigración espa-ñola a América. Salamanca: Junta de Castilla y León; Zamora: uned Zamora, 2008, pp. 91-112; Medina Rodríguez, Valentín; Martínez Gálvez, Inmaculada: «Las asociaciones canarias en Venezuela y Argentina durante el periodo con-temporáneo ». El Museo Canario, n. 55 (2000), pp. 151-174. 2. Cabrera Déniz, Gregorio. «Prensa y asociaciones canarias en el cono sur». La prensa, Canarias en América, América en Canarias, entrega 23 (1998), p. 3. 3. El país (Las Palmas de Gran Canaria, 27 y 31 de mayo de 1890). 90 Mari Carmen Naranjo Santana Y, de entre los españoles, la presencia de la colonia canaria en la ciudad estuvo muy presente en el calado social e institucional. Como ejemplos, entre otros: la existencia en la urbe de las publi-caciones canarias El roncote (1888), de carácter humorístico y di-rigida por Juan Cerdeña Guzmán, y El canario, editada en la mis-ma ciudad en la última década del xix4; la fundación, a comienzos de 1889, de una asociación canaria cuyo centro directivo estaría formado por los isleños Juan Garachico, Fernando Cerdeña5, Eze-quiel Cabrera, Eduardo Perdomo, Jacinto del Río, Tomás Mora-les, Domingo Perdomo, José del Río, Horacio Morillo y Cerdeña Guzmán6; el nombramiento, también en 1889, del canario Do-mingo Perdomo Rancel como primer dibujante proyectista de La Plata7; el importante número de grancanarios allí radicados y del 4. Cabrera Déniz, Gregorio. Op. cit., pp. 2-3. 5. Maestro de obra canario que destacó por su labor constructora en La Plata, destacando la edificación de la vivienda del gobernador Dardo Rocha en la plaza principal de la urbe, hoy sede del Museo y Archivo Dardo Rocha, conocida como «La casa de los 40 días» por la rapidez con la que fue construida: «En El día, diario de La Plata (República Argentina), del 23 de septiembre próxi-mo pasado, hemos leído el siguiente suelto que por referirse á un paisano nuestro, trascribimos con el mayor gusto: una gran construcción —29 casas—. De hoy á mañana deben principiarse á excavar los cimientos de una gran construcción que más que nada demuestra la vitalidad y el progreso de La Plata. Se trata de 29 casas que se van á levantar frente á la plaza de la municipalidad, en el terreno comprendido en la calle 12 entre 54 y 55, que hoy está desocupado… Esta obra que viene á reforzar con un buen contingente la edificación de La Plata, se llevará á cabo con toda prontitud, esperándose tenerlas concluídas en seis ó siete meses. Esto no es de extrañar teniendo en cuenta que su propietario es el conocido constructor de obras D. F. Cerdeña, el mismo que levantó ó dejó completamente concluida en 40 días la casa del Dr. Rocha frente á la misma plaza de la municipalidad…»; consúltese: El liberal (Las Palmas de Gran Canaria, 21 de octubre de 1887). Sabemos por la misma prensa, años más tarde, que Fernando Cerdeña sería nombrado presidente de la institución de crédito que en esas fechas se instala-ría en Montevideo y en la que se había invertido gran parte de los millones de la viuda del capitán general Máximo Santos. El vicepresidente de la institución sería Lorenzo Mascaró, hermano de la mencionada viuda; véase: El liberal (Las Palmas de Gran Canaria, 25 de octubre de 1889). 6. El liberal (Las Palmas de Gran Canaria, 31 de enero de 1889). 7. El país (Las Palmas de Gran Canaria, 7 de febrero de 1889). Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 91 que da fe la nota de congratulación que varios de ellos emitieron en el periódico platense El día, el 17 de enero de 1890, publicado en territorio canario, con motivo del nombramiento de Juan E. Ramírez y Doreste como presidente de la diputación provincial de Canarias8; y ya en el siglo xx, entre 1903-1904, la fundación del Centro Archipiélago Canario en La Plata, que tampoco logró consolidarse9 (figs. 2 y 3). 3 Construyendo museos En un contexto, el del siglo xix, de expansión económica y terri-torial, el interés por la cultura, la ciencia y la conquista del espa-cio público se fraguaron como fuentes representativas del ideal de progreso; y, como expresión de este, las asociaciones de diversa índole eran uno de los fundamentos de la democracia y el espíritu de libertad demandado por los liberales. De esta forma, las sociedades culturales, recreativas, deporti-vas, científicas… comenzaron a aflorar en toda Europa y Canarias no fue una excepción. Un ejemplo de ello encontramos en el gru-po de prohombres que se reunieron a finales de agosto de 1879 8. El suelto lo rubricaban, entre otros: Grau-Bassas, Sebastián Díaz, Luis Delgado, Jose Ojeda, Juan Cerdeña Guzmán, Fernando Cerdeña, Tomás Mo-rales y Suárez, Bruno Guerra, Domingo y Eduardo Perdomo y Rancel, Juan Guerra Quintana, José Guerra, Juan Ocampo, Manuel Millares, Agustín Bení-tez, Hermenegildo Ocampo, José Sarrias, Esteban Navarro Cambreleng, Juan Hernández, Francisco R. Díaz, Sebastián Morales y Suárez, Miguel de Rosa y Falcón, Gabriel Garachico, Juan Garachico, Andrés Romero y García, José Bethencourt y Salazar, Antonio Hernández, Francisco Millares, Antonio En-ríquez, Manuel Pulido, Manuel Suárez López, Lucas Díaz, Francisco Melián, Fermín Nicasio Mateos, Francisco Pulido y Castro, Agustín Marrero y Pérez, Ezequiel Cabrera, Esteban Mateos y H., Esteban Mateos Rodríguez y Agustín del Pino Osorio. Véase: El liberal (Las Palmas de Gran Canaria, 14 de febrero de 1890). 9. Cabrera Déniz, Gregorio. Op. cit., p. 3; Martín del Castilo, Juan F. «Juan de León y Castillo y las sociedades científicas, literarias, artísticas o de recreo de su tiempo». Anuario de estudios atlánticos, 39 (1993), pp. 427-428. 92 Mari Carmen Naranjo Santana en la casa del intelectual Agustín Millares Torres con el fin de tratar una propuesta de reglamento para la creación de un centro científico y literario que, bajo el nombre de Ateneo, reuniera en sus salones un museo de antigüedades canarias y una biblioteca10. Un grupo de ellos, entre los que se encontraba el Dr. Gregorio Chil y Naranjo, apoyaban fervientemente la propuesta única de crear un museo hasta que lo materializaron en el nacimiento de la Sociedad Científica y Cultural El Museo Canario. El principio de este colectivo se produjo en un contexto en el que el movimiento educativo y cultural de las islas era exiguo, pero en el que el na-cimiento de tertulias y sociedades, el progresivo desarrollo de los puertos y con ellos el contacto con el mundo, y la llegada de las nuevas corrientes de pensamiento como el darwinismo fueron, entre otros, el punto de arranque para el nacimiento de un espíri-tu patriota interesado por el pasado de las islas. Y es este argumento bajo el que hemos de entender el naci-miento de El Museo Canario (anterior incluso a otros colectivos del ámbito nacional como la Sección de Sevilla de la Sociedad Española de Historia Natural, de 1888), fruto del gran interés que despertaba el pasado canario, tanto para la burguesía local como para la extranjera, por encontrarse en la Prehistoria cuando había sido conquistado en la modernidad y del que era necesario inda-gar en sus orígenes para desarrollar un posicionamiento cultural y científico de lo canario ante la península y ante el mundo. Desde esta perspectiva, El Museo Canario tuvo como priori-dades las islas y la creación y proyección de un ideal de lo canario en España, en Europa y en América. Y, no en vano, una de sus primeras gestiones fue la creación e instalación del museo pro-piamente dicho, cuyo primer director fue el Dr. Chil (uno de los mayores impulsores del proyecto); y el nombramiento de socios corresponsales y colaboradores externos (figura contemplada en 10. Reglamento del Ateneo de Las Palmas. Las Palmas de Gran Canaria: Ate-neo de Las Palmas, 1879. Archivo de El Museo Canario, Fondo Agustín Millares Torres, Manuscritos, 13 p. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 93 el reglamento de la Sociedad de 1881)11, que cumplían la función de embajadores de la institución canaria recopilando material allí donde residían o realizando viajes a través de los cuales incremen-taban los fondos del centro. Tal y como tuvimos ocasión de reflejar en otro texto12, la So-ciedad Científica y Cultural El Museo Canario se presentó ante el público el 24 de mayo de 1880, ubicándose en el tercer piso de las casas consistoriales de la ciudad de Las Palmas, en el ala norte del edificio, junto a las salas de su museo y biblioteca. El acto de apertura estuvo dotado de gran majestuosidad, al enmarcarlo en la conmemoración de los festejos por el 397º aniversario de la in-corporación de Gran Canaria a la corona de Castilla y celebrarse con tres discursos: uno del presidente del colectivo, Dr. Domingo José Navarro; otro del director del museo, Dr. Chil y Naranjo, que habló de las ciencias modernas y de la importancia de la antropo-logía; y el último del secretario de la sociedad, Amaranto Martí-nez de Escobar, que realizó una lectura de los proyectos llevados a cabo hasta la fecha por el colectivo. Posteriormente el subgobernador, presente en el acto, declaró abierto el museo y procedió a la apertura de sus salones de histo-ria natural, arqueología y artes y a los de la biblioteca municipal. Los objetos de historia natural y los arqueológicos se ubicaron en el salón de entrada, exponiendo más de trescientos cráneos de aborígenes canarios y multitud de huesos humanos. Pasando a la izquierda se accedía a un salón que exponía, a ambos lados, nu-merosos objetos de historia mineralógica y natural (material ins-trumental para el estudio de estas disciplinas, así como aves, pe-ces, mamíferos disecados, cuadrúpedos, etc.) y en el centro de la 11. Estatutos y Reglamento interior de la Sociedad «El Museo Canario». Las Palmas de Gran Canaria: El Museo Canario, 1881. Archivo de El Museo Canar-io, Colección Roja de Millares, Sociedades, ix-a-161, 9-10. 12. Naranjo Santana, Mari Carmen. Cultura, ciencia y sociabilidad en Las Palmas de Gran Canaria: el Gabinete Literario y El Museo Canario. Pról. Fran-cisco Ollero Lobato. Madrid: Mercurio, 2016. 94 Mari Carmen Naranjo Santana sala los productos marítimos13. Una organización que no parecía responder, en esta fase primigenia, a los preceptos de un discurso museográfico evolucionista pero que sí se escindía, y suponía un salto en el tiempo, con respecto a la muestra de colecciones que hasta la fecha se habían llevado a cabo en la ciudad. Desde sus inicios y en fechas posteriores a su inauguración e instalación, la Sociedad El Museo Canario se implicó en la bús-queda y conservación de bienes tanto para el museo como para la biblioteca, y los medios que se llevaron a cabo para ello fueron a través de fórmulas diversas (subvenciones y aportaciones propias para la compra de material, donaciones, intercambios, exploracio-nes y rebuscas) de las que, para el caso que nos ocupa y centrán-donos en el proyecto del museo, destacaremos el papel que ju-garon los socios corresponsales y los contactos con otros centros. La red de contactos que el colectivo mantuvo con los munici-pios de la isla y con el exterior fue uno de sus aspectos más desta-cados, pues no solo permitió proyectar la imagen de la sociedad a nivel insular, regional, nacional e internacional; sino que también posibilitó el intercambio ideológico, documental y material (es-pecialmente objetos de ciencias naturales y restos arqueológicos) ampliando las miras de aquellos centros que participaban en esta red de contactos y de amplios lazos políticos, económicos, socia-les, culturales, científicos... (aunque tampoco podemos pasar por alto que este episodio de la arqueología en Gran Canaria también supuso la pérdida de numerosas piezas arqueológicas y restos an-tropológicos que se enviaron al extranjero, bajo la justificación de su estudio en otros centros, o como moneda de cambio de 13. Archivo de El Museo Canario, archivo general, es 35001 amc/amc Ofi-cios y Correspondencia, 1880, Acta de la sesión pública inaugural de 24 de mayo de 1880, 24 de mayo de 1880. Las Palmas de Gran Canaria; La correspondencia (Las Palmas de Gran Canaria, 31 de mayo de 1880); El independiente (Las Palmas de Gran Canaria, 2 de junio de 1880); Bosch Milares, Juan. Don Gre-gorio Chil y Naranjo: su vida y su obra. Las Palmas de Gran Canaria: El Museo Canario, 2003, p. 112. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 95 otros materiales con los que incrementar los fondos de El Museo Canario)14. De esta forma, el primer nombramiento de socios correspon-sales que se acordó por la junta directiva de El Museo Canario se trató en la primera sesión de mayo de 1881, designando a algunos miembros en Tenerife, Lanzarote, Madrid y dentro de la propia isla de Gran Canaria, en el municipio de Gáldar. Pero fue a partir de este momento cuando el número de esta categoría de socios no dejó de ir en aumento, abarcando puntos y lugares del planeta de lo más diverso (Manila, Cuba, Francia) y, por supuesto, llegan-do a Argentina y en concreto a la ciudad de La Plata15. En aquella ciudad, en décadas posteriores a su fundación, tam-bién se fue conformando una red social y cultural con la presen-cia de núcleos asociativos y espacios para cultura, la ciencia y el ocio como el Museo General de La Plata (1884), el Club de Gim-nasia y Esgrima (1887), o la construcción del Teatro Argentino (sus obras se iniciaron también en 1887 y se inauguró en 1890), entre otros. 14. Arco Aguilar, María del Carmen. La arqueología en Canarias: del mito a la ciencia. Santa Cruz de Tenerife: Editorial Interinsular Canaria, 1992, pp. 23-24. 15. Aparte del caso específico que nos ocupa en estas páginas, las relaciones Canarias-La Plata, nos consta la existencia de patrimonio canario en otros pun-tos de tierras argentinas. Sirva de ejemplo el caso del canario José R. Domín-guez, que envió una carta, desde Adrogué, dirigida al secretario de El Museo Canario con fecha 31 diciembre de 1897, en la que manifestaba que en aquella localidad argentina «(…) se había intentado formar una Sociedad protectora de este Museo, proyecto de nuestros paisanos, cuya idea no ha llegado a realizarse; lo cual le había sugerido el pensamiento de enviar algo por su propia cuenta, o más bien, por cuenta de aquel Instituto, spre. que por parte de este Museo se le enviase algo como canje; pues se halla formando aquel Colegio un Gabinete de historia natural (…)». Y concluía lamentándose de «(…) que en el Museo de La Plata existan algunos cráneos de estos indígenas que, con el rótulo de su procedencia, dice Comprados; lo cual no es de buen efecto, habiendo aquí Centros antropológicos» (El Museo Canario, Sesión del ii Libro de actas de la Junta Directiva (1894- 1905), 15-iii-1898). 96 Mari Carmen Naranjo Santana Centrándonos en el Museo General de La Plata, hemos de re-montarnos para conocer su historia16 a un contexto en el que los museos de América del Sur que afloraron en el xix se carac-terizaron por la escasez de recursos, por nacer en un tiempo de construcción de los principios de identidad nacional, de posicio-namiento político-económico-social de una elite minoritaria que ponía especial importancia a sus redes de contactos, y la toma de referencia de los modelos de museos de Europa. Pero, sin lugar a dudas, hablar de los orígenes del Museo de La Plata es hablar de la figura de Francisco Pascasio Josué Moreno, un hombre poliédrico (naturalista, explorador, geógrafo, políti-co, botánico…), de familia acomodada ligada al comercio, a las finanzas y a la política, cuyo interés desde niño por la colección de objetos curiosos y por la historia natural, la arqueología y la antropología en fase adulta, le llevó a viajar durante la década de 1870 por el interior de la provincia de Buenos Aires, Catamarca y la Patagonia, con el apoyo de su padre y de la Sociedad Científica Argentina, en busca de objetos para exhibir a su círculo próximo en su museo particular. Siete años más tarde donó sus colecciones para la constitución del Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires, ubicado en el teatro Colón, nombrándole director del centro. Entre 1880 y 1881, durante una estancia por Europa, More-no visitó los principales museos y colecciones antropológicas de Francia e Inglaterra, proponiendo crear un museo general en la ciudad de Buenos Aires, pero la idea no surtió efecto. Al año si-guiente, en 1882, emprendió un nuevo viaje por las provincias de Cuyo y Chile, donde también armó colecciones arqueológicas y confeccionó un álbum fotográfico de las actividades desarrolladas en el recorrido. Hasta que finalmente las autoridades de la pro-vincia de Buenos Aires decidieron apoyar la idea de Moreno de 16. Consulta en línea: http://www.museo.fcnym.unlp.edu.ar/, el 1 de mayo de 2017. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 97 crear un museo con instalación en la nueva capital, La Plata, que se había fundado dos años antes17: «la conveniencia de la creación de un Museo de antigüedades americanas, para guardar en él las curiosidades arqueológicas y antropológicas que se descubran en nuestros territorios, todavía inexplorados, vestigios de un pasado perdido y cuyas reliquias, cla-sificadas científicamente, servirían para la solución de complicados problemas (…) Hago votos para que esta institución pueda crear-se, cuya base podría ser el Museo formado por el Sr. Francisco P. Moreno; lo que ha hecho el interés individual á favor de la ciencia, podría hacerlo con mas amplitud la autoridad». En mayo de 1884 el gobernador de la provincia, Dr. Carlos D’Amico (sucesor de Rocha), encargó a Moreno un proyecto de museo que reemplazara con la mayor brevedad posible al museo público de Buenos Aires, que se federalizaría en breve (acto que tuvo lugar el 4 de septiembre de dicho año), de tal forma que por decreto con fecha 17, del mismo mes y año, la fundación del Mu-seo de La Plata era un hecho y por otro decreto, de igual fecha, la construcción de un edificio adecuado para sus colecciones18. El Museo de La Plata abrió sus puertas al público en 1888, de-pendiente del Ministerio de Obras Públicas Provincial, tomando como primeras colecciones y biblioteca las del patrimonio dona-do por el propio Francisco P. Moreno (recuperadas de los fondos que había depositado en el Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires y de su biblioteca personal, compuesta por dos mil volúmenes, en gran parte de obras americanas antiguas y de ciencias físico-naturales), a quien se le consignó la tarea de dirigir el naciente centro museístico. De esta forma, el Museo de La Plata nacía con el objetivo de exponer muestras de historia natural, antropología, arqueología 17. Moreno, Francisco P. «El Museo de La Plata: rápida ojeada sobre su fundación y desarrollo». Revista Museo de La Plata, t. i (1890-1891), p. 36. 18. Ibidem, p. 38. 98 Mari Carmen Naranjo Santana y bellas artes que contribuyeran a la educación general de los habitantes de la provincia. Y, por otro lado, se pretendía también llevar a cabo expediciones en el interior del país que permitieran identificar recursos naturales de explotación económica. El obje-tivo final era formar colecciones de estudio que se albergarían en el imponente edificio del museo, autoría del arquitecto alemán Heynemann y del sueco Aberg, con forma de templo de estilo neoclásico (inspirado en los grandes museos europeos de la época como el Museo Británico, la Gliptoteca de Munich y la National Gallery de Londres, entre otros), «carácter americano arcaico» tal y como lo definió el propio Moreno19, planta rectangular, y re-marcado por un pórtico con seis columnas corintias en la fachada principal sobre una escalinata flanqueada por dos esmilodontes de piedra. La situación del inmueble en el parque de la ciudad le permitía disponer de un amplio espacio para la creación de un jardín botánico y zoológico que, junto al Observatorio Astro-nómico, la Facultad de Agronomía y Veterinaria, y la Escuela de Artes y Oficios, pretendían formar un núcleo conjunto para las ciencias y la cultura20. En 1896, Moreno fue nombrado perito representante de Ar-gentina (de ahí que fuera comúnmente conocido como el Peri-to Moreno) en el conflicto por los límites con Chile, poniendo a disposición del gobierno nacional los servicios del museo y diri-giendo en el terreno a las comisiones de ingenieros topógrafos y naturalistas que exploraron todas las regiones de la disputa y que se extendían a lo largo de la cordillera de los Andes. En paralelo, el Museo de La Plata creó sus cinco secciones: Antropología, Geolo-gía, Zoología, Paleontología y Botánica, a cargo de estudiosos ex-tranjeros que clasificaban las colecciones, realizaban expediciones 19. Ibidem, p. 40. 20. Unidades que posteriormente pasaron a formar parte de la Universidad Nacional de La Plata, fundada en 1905; véase: Podgorny, Irina. «De razón a facultad: ideas acerca de las funciones del Museo de La Plata en el período 1890-1918». Runa, xxii (1995), p. 90. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 99 y publicaban trabajos científicos en la revista y en los anales del museo (creados en 1890). 4 El Museo Canario y el Museo de La Plata. Nexos La presencia canaria en la ciudad de La Plata y la estancia que Francisco P. Moreno realizó entre 1880 y 1881 en Europa (una carta de Víctor Grau-Bassas dirigida a Chil21 confirma que More-no tenía intención de volver al viejo continente en septiembre de 1889 y visitar Canarias, si bien no hemos podido confirmar que así fuera) posibilitaron que los contactos entre El Museo Cana-rio y el de La Plata se intensificaran de forma muy temprana22, 21. Archivo de El Museo Canario, fondo Víctor Grau-Bassas, corresponden-cia. 1889, La Plata Junio-10/89 x/3. Sr D Gregorio Chil. La Plata, 10 de junio de 1889. 22. Para la elaboración de este texto hemos contactado con el Museo de la Plata para solicitar la correspondencia entre Chil y Naranjo y Francisco P. Mo-reno a la que aluden Manuel A. Fariña González y Antonio Tejera Gaspar en su obra La memoria recuperada: la colección «Casilda» de Tacoronte en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, Argentina (1998). No obstante, no hemos po-dido rescatar datos al respecto por parte del Museo de La Plata, pues el doctor Máximo Farro, encargado de colecciones y atención de consultas del archivo histórico de ese centro, nos ha informado de que en el museo no ha sobrevivido la correspondencia personal de Moreno, ni muchas de las cartas intercambiadas desde la dirección del centro platense en el período 1884-1906. En ese sentido, el museo argentino no posee cartas de Gregorio Chil y Naranjo ni de El Museo Canario, pero esta ausencia de material la hemos suplido gracias a la corres-pondencia que se custodia en el centro canario del propio F. Moreno y de otros próceres que trabajaron en el museo platense, como Grau-Bassas. Igualmente, esta ausencia de documentación en el Museo de la Plata y en la época objeto de nuestro estudio no es novedad, pues entre la documentación que se custodia en El Museo Canario sobre la pesquisa que llevó a cabo José Miguel Alzola sobre Grau-Bassas, consta en su correspondencia una carta que envió al director del Instituto Nacional de Antropología de Buenos Aires, Julián Cáceres Freyre, a raíz de la visita de este al centro canario, solicitándole llevar a cabo gestiones con el director del Museo de La Plata con el fin de averiguar sobre la colección de momias y enseres de la prehistoria canaria existente en el centro platense. Transcurridos unos meses, Cáceres Freyre respondió a Alzola, en calidad de 100 Mari Carmen Naranjo Santana acentuados por el sostenimiento de las líneas ideológicas de las escuelas francesa y alemana de antropología en pro de «la búsque-da de la historia de la difusión humana prehistórica y la configura-ción geográfica de las diferencias raciales, en base a las morfologías craneanas y osteológicas diferenciales de los troncos raciales y las distintas “cranias” continentales y nacionales establecidas»23. Para el caso de estas líneas nos centraremos en los primeros años de existencia de ambos centros y en los contactos estable-cidos entre sus respectivos directivos, Francisco P. Moreno y el Dr. Chil y Naranjo; si bien no podemos dejar de referir que los contactos entre ambos centros se desarrollaron a lo largo de toda la centuria y por diferentes vías, entre las que destacan las comu-nicaciones establecidas entre los empleados canarios radicados en el Museo de La Plata (como León Mateos Amador, Gabriel Garachico y Víctor Grau-Bassas) con los de El Museo Canario, caso que tratamos con mayor detalle en otro texto centrado en el papel que jugó en este sentido Grau-Bassas. Los libros de actas de las juntas directivas del centro canario nos hablan de que los contactos entre los directivos se dieron an-tes de que la institución platense abriera oficialmente sus puertas al público. De 1884 el centro canario custodia una misiva en la que Moreno escribe a Chil informándole de que había realizado presidente de El Museo Canario, informándole de que el Dr. Armando Vivante, director interino del Departamento de Antropología del Museo de La Plata, le había comunicado que «el estado de desorden y cáos que reina con motivo del paso de los vándalos por nuestras universidades durante el período peronista y marxista que debió sufrir la Argentina en años recientes, ha hecho que no solo se pierdan innumerables papeles de archivo sino que quedara tambien destruida mu-cha documentación sobre piezas de museo» (Archivo de El Museo Canario, fondo José Miguel Alzola, sección Grau, 1978. Iltmo. Sr. D. Julián Cáceres Freyre, 11 de febrero de 1978; Archivo de El Museo Canario, fondo José Miguel Alzola, sección Grau, 1978. Instituto Nacional de Antropología, 30 de junio de 1978, Buenos Aires). 23. Ortiz García, Carmen. «Intercambio científico y coleccionismo: el Mu-seo de La Plata y El Museo Canario». En: Miranda, Marisa, et al. (editores). vii Coloquio Internacional sobre Darwinismo en Europa y América: Darwin en las Pampas. Aranjuez: Doce Calles (en prensa). Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 101 a Canarias, meses atrás, un envío de material y que se encontraba trabajando en el término del edificio que albergaría el Museo de La Plata y en la formación de las colecciones que lo compondrían, que tomaban por base sus colecciones formadas en la Patagonia y en el interior de la república y que él creía que llegarían a ocu-par el primer puesto de los museos sudamericanos en lo que se refería a paleontología y antropología. La carta recogía el interés de Moreno de remitir a Chil más materiales de aquella parte de América y de los que se conservasen en el Museo de La Plata, así como proseguir con el intercambio de material por ambas par-tes porque consideraba que «para que los estudios antropológicos y arqueológicos den lo que se espera en Sud-America, es indispensa-ble conocer lo que han dejado como vestigios los Encuentros en Las Canarias. Hay de los que piensan que no es imposible el que haya habido contacto de esas poblaciones con nuestros territorios (…)». Concluía la misiva informando a Chil de que le enviaría copias de inscripciones que se encontraban en aquella república, con el fin de que las comparase con las que había en Canarias, pues, basándose en las láminas de Berthelot y Verneau, había apreciado similitudes entre ellas24 (fig. 4). Los envíos desde el Museo de La Plata a El Museo Canario continuaron en años sucesivos. Sirva de ejemplo, en 1885, el en-vío de bienes de las colecciones del centro de La Plata al isleño pues, en aquel año, el canario León Mateos Amador, empleado del Museo de La Plata y posteriormente responsable de la biblio-teca pública de esa ciudad, envió a El Museo Canario dieciséis aves y un nido de barro de curiosa estructura. O el que volvió a realizar el propio Francisco Moreno en 1887 (año en que llegó a la urbe platense y comenzó a trabajar en el museo Gabriel Gara-chico, oficial preparador de El Museo Canario)25 enviando a la so-ciedad canaria cuarenta pieles de aves, entre ellas dos de avestruz 24. Archivo de El Museo Canario, fondo Dr. Gregorio Chil y Naranjo, es 35001 emc/gch 0565. 1884, La Plata, 15 de octubre de 1884. 25. El Museo Canario, Sesión del i Libro de actas de la Junta Directiva (1879-1893), 16 de abril de 1887. Las Palmas de Gran Canaria. 102 Mari Carmen Naranjo Santana de América, diez restos fósiles y una tibia fósil de lostodón, un esqueleto de nutria y otro de ave, una piel y un cráneo de guanaco y otro de araucano moderno26. Un año más tarde, en 1888, consta la existencia de otra carta de Moreno dirigida a Chil (en ella se pone de manifiesto cómo se había intensificado la relación entre ambos al otorgarle el trato de «muy estimado amigo y colega»), en la que le informaba de que sus suegros y cuñados partían al día siguiente para Europa y que el buque que los llevaría haría escala en Las Palmas, que aprovecharían para visitar El Museo Canario, saludarlo personalmente y entregarle, del Museo de La Plata, un cráneo de indio araucano distinto del de los guanches27. De esta forma, y por las diferentes vías que hemos menciona-do, El Museo Canario fue ampliando sus fondos con el transcurrir del tiempo; destacando entre sus colecciones, tal y como lo ex-presó el presidente de la sociedad Domingo J. Navarro en 188228, el gabinete de antropología que contaba con los restos de los abo-rígenes canarios. La intención del colectivo era que ese gabinete y el de historia natural (este último era más escaso, pero servía de escuela práctica para la formación en ciencias naturales) se fueran completando en el futuro hasta formar un centro que mostrara la historia completa del archipiélago canario, tanto la natural como la antropológica, y que incluyeran desde una muestra de figuras de tamaño natural que permitiera comparar los trajes y utensilios de los aborígenes con los de sus conquistadores y con los de las generaciones que les sucedieron, pasando por secciones variadas 26. El Museo Canario, Sesión del i Libro de actas de la Junta Directiva (1879-1893), 28 de diciembre de 1885; 28 de diciembre de 1887. Las Palmas de Gran Canaria. 27. Archivo de El Museo Canario, fondo Dr. Gregorio Chil y Naranjo, es 35001 emc/gch 0598. 1888, La Plata, 28 de junio de 1888. 28. Navarro, Domingo J. «Discurso pronunciado por el Excmo. Sr. Dr. D. Domingo José Navarro, presidente de la Sociedad El Museo Canario, en la se-sión pública celebrada en conmemoración del segundo aniversario de su insta-lación oficial». El Museo Canario, t. 5 (1882), n. 55, pp. 196-200. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 103 que iban desde la conquiliológica, la ornitológica y la ictiológica, hasta una colección de cartas marítimas29, entre otras. De manera temprana el museo se convirtió en uno de los pro-yectos estrella de la Sociedad El Museo Canario, hasta el punto de que al poco de su apertura tuvieron que llevar a cabo gestiones solicitando la ampliación de su espacio y el de la biblioteca, ma-terializándose en la cesión por parte del ayuntamiento del salón alto, que miraba al naciente, en las casas consistoriales30. Si bien la adquisición de nuevo material siguió en aumento y con el trans-currir de los años los salones precisaron de nuevas reformas (se construyeron armarios y carpetas, se llevaron a cabo obras en el salón de antropología, se arregló el salón de la entrada, se dotó de andamios a la sala de mineralogía, etc.)31, fruto de las ansias de ampliación del colectivo que gestionaba el centro y de su interés por crear en él, de manera singular, secciones de los tres reinos de la naturaleza que hicieran referencia, de forma exclusiva, a las islas Canarias, pues se entendía que la mineralogía, la botánica y la zoología se encontraban en la mayoría de los museos de la época32. Las obras de ampliación se siguieron ejecutando33 y, en pa-ralelo, el colectivo se marcó como objetivo estudiar con detalle los fondos que componían el museo (dar a cada objeto su valor, identificar su procedencia, describir las razas ampliando el plano más allá de lo físico para tratar sus costumbres y usos...)34, así como mejorar la forma en que se exponían, adecuando las salas, los estantes y los aparatos en los que se ubicaban los objetos35. 29. El Museo Canario, Sesión del i Libro de actas de la Junta Directiva (1879-1893), 16 de abril de 1887, 18 de enero de 1892. Las Palmas de Gran Canaria. 30. Ibidem, sesiones 3 y 26 de enero de 1881. 31. Ibidem, sesiones 2 y 15 de abril de 1886 y 3 de diciembre de 1889. 32. Ibidem, sesiones 24 de diciembre de 1889 y 16 de mayo de 1891. 33. Ibidem, sesión 1 de julio de 1891. 34. Ibidem. 35. La Sociedad científica realizó un arduo trabajo en la confección de ma-terial para la ubicación de las diferentes colecciones de objetos, como la de 104 Mari Carmen Naranjo Santana En definitiva, el gran reto de la Sociedad El Museo Canario era convertirse en un centro de exposición, investigación e instruc-ción cuyo fin fuera36 «(…) atesorar objetos de ciencias naturales, arqueológicas y de artes, y crear una biblioteca de literatura antigua y moderna, prestando siempre atencion preferente á cuanto se relaciona con la Provincia y muy especialmente con esta isla de Gran—Canaria (…) La creacion de el museo obtuvo favorable acogida; el pueblo Canario le dispensó su más decidida proteccion, y el Municipio de esta Ciudad le colocó bajo sus auspicios; brindandole su coopera-cion las Sociedades Económicas de Amigos del País; porque todos comprendieron que la ilustracion de los pueblos no se mide hoy por el mayor o menor número de sus sociedades de recreo, sino por el ictiológica, para la que se solicitó material a Barcelona y a Alemania. O también la de numismática, para la que se recurrió a Madrid para la construcción de los aparatos en los que se expondría; en relación a esta última, el Dr. Chil escribió al paisano Juan de Quesada y Déniz para que informara si en el museo de la corte existía algo nuevo para la colocación de monedas, a lo que Quesada res-pondió negativamente, pero indicando que su amigo José Ramón Mélida, del Museo Arqueológico Nacional, le había informado de que las monedas podían guardarse y exhibirse «(…) en mesas con cubierta de cristal, en forma de carpetas con muy ligero declive, o en cajitas que se coloquen sobre mesas cualesquiera. De todo hay en el Museo de Madrid, y casi es preferible el segundo sistema, porque en una sola mesa a propósito se pueden guardar diez, doce o más cajones con mone-das, todos con tapa de cristal plana. Entre la tapa y el fondo basta la separación de un par de centímetros. Luego, las monedas se colocan y hasta se clasifican en car-tones, del tamaño que se quiera, como una carilla o como dos de esta carta. Estos cartones son dobles: uno bastante grueso, está lleno de agujeros, en los que entran las monedas, y otro, que puede ser más fino, sirve de fondo después de pegado al otro». Juan de Quesada y Déniz envió una muestra de los cartones a la Sociedad grancanaria, pero estos no cumplieron con el objetivo del colectivo, dado que la colección de numismática poseía ejemplares duplicados y por lo tanto debían verse por ambas caras (El Museo Canario, Sesión del ii Libro de actas de la Junta Directiva (1894-1905), 24 de diciembre de 1896, 30 de enero de 1897. Las Palmas de Gran Canaria). 36. Martínez de Escobar, Amaranto. «Memoria». El Museo Canario, t. i (1880), n. 7 y 8, pp. 213-215. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 105 de sus centros de instruccion; porque alli donde tienen digna ma-nifestacion las ciencias, las letras y las artes, allí está el gérmen, el principio fundamental del verdadero progreso (…) Es indispensa-ble presentar el material para que el artífice levante la obra (…)». Y qué mejor forma de concluir ese reto que se materializaba en el museo que mostrarlo a los locales y visitantes a través de un plan museológico y museográfico que creara una imagen y exhi-biera a Canarias como un territorio singular que formaba parte de un engranaje nacional y europeo. Un proyecto que se fue construyendo con la mirada general de los hombres que conformaban el colectivo y muy especialmente con la de su director, el Dr. Chil, que fruto de sus contactos y viajes al exterior aprovechaba para hacer contactos que enviaran material, especialmente cráneos, a El Museo Canario. El médico grancanario trataba de trasladar los avances de los centros cien-tíficos que visitaba en el continente (Havre, París, Viena...) a su versión isleña, aunque de ellos afirmaba que solo le llamaban la atención los museos y la disposición de las secciones que los com-ponían37; y en esta labor exaltaba la altura de la cultura aborigen a través de sus objetos antropológicos, y poniéndola en comparación con otras culturas como la egipcia, de la que llegó a afirmar que38 «(…) nada encontré que pudiera relacionar á un pueblo con otro, ni á unas industrias con otras: la ventaja está siempre de parte de los Guanches (…) lord Carnavon, Presidente de la Sociedad arqueológica de Inglaterra y Ministro de las Colonias de s.m. Bri-tánica, quien nos dijo bien claramente que los trabajos de cerami-ca de los Guanches no tenian otros iguales en el mundo. (…) El Museo Canario puede y debe ser considerado hoy como un esta-blecimiento verdaderamente nacional, que vendrá á ser sin duda 37. Chil y Naranjo, Gregorio. «Museos antropológicos y de historia natural en Europa (conclusión)». El Museo Canario, t. iv (1882), n. 48, p. 360. 38. Véase a este respecto el relato de Chil sobre uno de sus viajes por los museos de Europa, en el texto anteriormente citado. Ibidem, 325-328; 357-360. 106 Mari Carmen Naranjo Santana alguna el mejor en su género de España, por el interés científico que hoy tiene cuanto se relaciona con la historia y origen de los primitivos habitantes de estas islas (…)». De esta forma, la Sociedad El Museo Canario fue avanzando en sus propósitos hasta que ya en 1882 se podía hablar de su museo como un proyecto consolidado que, tomando por base la tradición de los centros europeos y el pasado del coleccionis-mo en Canarias, entendía al museo como la base de la riqueza industrial, artística y científica de las poblaciones; y que, para el caso del centro canario, aportaría objetos que aclararían el debate sobre la Atlántida y ricas colecciones que lo convertirían en un centro único en su especie39. Años más tarde, el director del centro museístico hacía balan-ce de los avances llevados a cabo, concluyendo que: contaba con un salón de mineralogía (con variados materiales de construc-ción y productos volcánicos), de prehistoria (contenía vaciados y originales de las épocas de la piedra de los diferentes países y continentes), de zoología y paleontología, de antropología y loi-pografía (con objetos y restos de antiguas razas), colecciones de osteología y anatomía patológica, etc. Y, todo ello, con el deseo de que su exposición y análisis permitiera esclarecer el origen de los antiguos pobladores de Canarias a través de materiales únicos como las momias, las pieles, los tejidos, la cerámica y los sellos o pintaderas que el propio Dr. Verneau llegó a considerar la prime-ra colección del mundo, otorgando importancia y singularidad a El Museo Canario40. Si bien, por el contrario, lamentaba lo pobre 39. Chil y Naranjo, Gregorio. «Discurso pronunciado por el Sr. Director del Gabinete Antropológico y de Historia Natural, Dr. D. Gregorio Chil y Naranjo». El Museo Canario, t. v (1882), n. 55, p. 216. 40. Chil y Naranjo, Gregorio. «Discurso leído en el x aniversario de la fundación de esta Sociedad por el Sr. Director Dr. D. Gregorio Chil». El Museo Canario, t. ix (1900), n. 97, pp. 372-373. Véase además: Chil y Naranjo, Gre-gorio. «Discurso leído en el iv aniversario del Museo, 1884». El Museo Canario, t. vi (1899), n. 69, pp. 369-373. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 107 de colecciones como las de minerales canarios, de flora y fauna, de ictiología (de esta última resaltaba que la presencia canaria o de la costa occidental africana sí era llamativa en los museos de Roma y Florencia), de monedas… o de no disponer de un espacio en condiciones para los fondos de la biblioteca41. Pero, en definitiva, más presencias que ausencias, que condu-cían al Dr. Chil a afirmar, en su propósito por demostrar el impor-tante papel que ocupaban las islas y los aborígenes canarios en el conocimiento y evolución del mundo en general y de Europa en particular, que42 «(…) numerosos viajeros y Profesores en Ciencias de las Uni-versidades más afamadas y de más sólida reputación de Europa y América se dirijen hoy á Las Palmas con el fin de estudiar esos árduos problemas que la ciencia antropológica ha planteado, cre-yendo con fundamento que en nuestro suelo existen datos para llegar á la posesión de la verdad (…)». Hasta concluir a finales de siglo, cuando el museo estaba con-solidado y fruto de las indagaciones en las colecciones que osten-taba con un posicionamiento claramente evolucionista, que43 «(…) Concretándonos a las Canarias, objeto esencial de nues-tros estudios y observaciones, sostenemos, la raza indígena fue la de Cro-magnón (…) La raza de Cro-magnón ha seguido la ley de la evolución. Por todos lados donde un elemento poderoso se introduce por la fuerza, se impone al principio, luego se mezcla con el habi-tante, y llega á ser patria; pero si ese mismo elemento entra por la persuasión y por sólo la predicación de la doctrina, entonces resalta 41. Chil y Naranjo Gregorio. «Discurso del Sr. Director del Museo. Dr. D. Gregorio Chil y Naranjo». El Museo Canario, t. vii (1899), n. 70, p. 23. 42. Ibidem, p. 344. 43. Chil y Naranjo, Gregorio. «Discurso del Director del Museo Dr. D. Gregorio Chil, en el 10º aniversario de dicha Sociedad». El Museo Canario, t. ix (1900), n. 97, pp. 111 y 114. 108 Mari Carmen Naranjo Santana siempre la creencia aborigen, la creencia primitiva, las inspiracio-nes de la infancia; y al inmiscuirse el invasor con otro elemento, da lugar á la formación de otro tercer y nuevo elemento donde domina aquel que más habilidad ha tenido (…)». De esta forma, la distribución de las salas del museo atendían, precisamente, a esos principios evolucionistas que iban de las formas más primitivas de la naturaleza a su máxima expresión representada en el hombre, comenzando por un salón de entra-da (en él se encontraba el escudo de la Ciudad del Real de Las Palmas y de la isla, ostentado por el fuerte de Santa Ana que fue construido a comienzos de la conquista) destinado a la minera-logía que, aunque seguía siendo pobre e incompleta por la falta de materiales de construcción, destacaba la calidad de productos volcánicos y, en especial, la obsidiana, varios ejemplares de lavas de El Hierro, La Palma y el resto de islas, y calizas de Gran Ca-naria y de Fuerteventura. De aquel salón se pasaba a la galería de loipografía, en la que se mostraban la evolución de la piedra, adornos femeninos, sacos de pieles y tejidos de juncos, punzones de hueso, instrumentos para sacar fuego, diversidad de esteras, un trozo de piel curtida con pequeños remiendos cosidos sin el uso de instrumentos de metal, los molinos que los aborígenes canarios usaban, las piletas, morteros, un bastón de mando, etc. Tras esta sala seguían las habitaciones destinadas a la cerámica y a la colección de pintaderas, para dar paso a la sección de historia natural y de paleontología, con la exposición de cabras, perros, peces, animales con enfermedades, etc. y concluir en el gran salón de antropología y prehistoria44. Dando un salto en el tiempo y en el mar y trasladándonos al Museo de La Plata, recordemos que este abrió sus puertas, tal y como hemos señalado, más tarde que El Museo Canario. Pero su 44. Chil y Naranjo, Gregorio. «Discurso leído en el x aniversario de la fundación de esta Sociedad por el Sr. Director Dr. D. Gregorio Chil»… Op. cit., pp. 239-246. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 109 apertura no interrumpió los contactos con el centro insular, no solo por los envíos que siguió haciendo Moreno (de ello dan fe fuentes como la prensa El liberal45 y las actas de las juntas direc-tivas del propio Museo Canario, que recogen que, en 1889, Mo-reno envió la publicación Breve reseña de los progresos del Museo La Plata, durante el 2º semestre de 1888)46; sino también por la adquisición de material por parte del centro platense, como el caso de los cráneos que, casi todos en perfecto estado de conser-vación, adquirieron sobre los guanches canarios, cuyo valor y au-tenticidad quedaban constatados por las indagaciones de Víctor Grau-Bassas, y que ubicaron en la sala de antropología anatómica del edificio. Según datos aportados por Máximo Farro, las colec-ciones de cráneos y esqueletos se exponían «en vitrinas laterales apoyadas en la pared, en una ringlera de doble piso colocada en el centro del salón, en cuatro muebles altos colocados en las esquinas, y en una serie de vitrinas bajas colocadas de manera transversal a la ringlera central»47. El doctor Farro señala que el interés de Moreno por obtener cráneos guanches se relacionaba con la idea de la época, en el campo de los estudios americanistas, de que en los antiguos po-bladores de Canarias podía encontrarse el eslabón entre las po-blaciones de la cuenca del Mediterráneo y la costa occidental africana con las poblaciones del continente americano, por lo que Moreno estimaba que el examen de los cráneos guanches hacía pensar que hombres de la raza de los antiguos canarios habían visitado América y previsiblemente ese continente podía ser la famosa Atlántida a la que Platón aludía48. 45. El liberal (Las Palmas de Gran Canaria, 31 de mayo de 1889). 46. El Museo Canario, Sesión del i Libro de actas de la Junta Directiva (1879-1893), 19 de octubre de 1889. Las Palmas de Gran Canaria. 47. Farro, Máximo. La formación del Museo de La Plata: coleccionistas, co-merciantes, estudiosos y naturalistas viajeros a fines del siglo xix. Rosario: Prohis-toria, 2009, p. 41. 48. Ibidem, pp. 39-40. 110 Mari Carmen Naranjo Santana Respecto a este material de Canarias que custodiaba el Museo de La Plata, el propio Moreno expresaba en la revista del centro49: «(…) no creo que sean comunes en los grandes museos, series tan características como esta, que para nosotros tiene una importancia excepcional, porque nos permite conocer de visu, si existe, realmen-te, parentesco íntimo entre esas antiguas razas y las americanas actuales. Espero que pronto recibiremos otra de igual importancia, lo que reunida á esta y á los 25 cráneos que antes poseíamos, for-maran una colección que nos dará el tipo medio de esos hombres, sin temor de equivocarnos. De las mismas islas Canarias, hemos obtenido una colección geológica, y esqueletos y pieles de las aves que las habitan, peces crustáceos, moluscos, etc.» (figs. 5-6). En esa línea, las referencias a Canarias en la publicación del Museo de La Plata eran relevantes, poniéndolas en comparación con otras regiones y materiales del mundo, y publicándose estu-dios y referencias sobre ellas de profesionales como Pablo Fis-cher50: «(…) dudo de que se halle en otra parte un campo mas vasto de observaciones que en las islas de la Atlántida, esto es en las Azores, Madera, las Canarias y las islas del Cabo Verde (…) Ade-más, la comparación de los varios animales terrestres que pueblan las islas de la Atlántida, nos conduce á las mismas conclusiones. Mientras que los moluscos indijenas de las Azores, de Madera y de las Canarias son completamente distintos, las aves de esos ar-chipiélagos son esclusivamente europeas, esceptuando solo dos es- 49. Moreno, Francisco P. «Reseña general de las adquisiciones y trabajos hechos en 1889 en el Museo de La Plata». Revista del Museo de La Plata, t. i (1890-1991), pp. 67-70. 50. Fischer, Pablo. «Determinación de las regiones del globo donde la fauna es insuficientemente conocida: informe presentado al Congreso Internacional de Zoología reunido en París en agosto de 1889». Revista del Museo de La Plata, t. i (1890-91), pp. 171, 173, 175, 177, 187. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 111 pecies (Regulus maderensis y Columba trocaz). La distribución de los insectos es menos precisa. Sobre 1,480 coleópteros de las Canarias y de Madera, 360 son europeos y los demás especiales. En las islas Azores la proporción de los coleópteros es mayor; 175 sobre 212 especies (…) Sólo un estudio esmerado de la geología de las islas puede indicar las afinidades de sus faunas con las de los continentes vecinos y hacer sospechar su continuidad en una época, mas ó menos lejana en los tiempos geológicos (…) Por el contrario, las divergencias que hemos citado mas arriba entre las faunas terrestres de las Antillas y las del continente americano, entre las faunas terrestres de las Azores, Madera, Canarias, Cabo Verde, Santa Elena, y las del África occidental: (…) atestiguan una disjuncion muy antigua… Necesario es combinar el estudio de las faunas cuaternarias de las islas y el de los documentos his-tóricos ó administrativos para llegar al conocimiento de las formas exóticas, agregadas á las formas autóctonas y que pueden á veces reemplazarlas. Este trabajo seria digno de llamar la atención de los naturalistas si se emprendiera en muchos puntos del globo (…) Apenas se citan las ranas y las rubetas de las Canarias, los Ci-prinos dorados de Caldeiras de las Azores, etc. (…) En cuanto á los animales vertebrados la historia de su importación en las islas, está muy descuidada. Por mi parte, me ha sorprendido en estre-mo el constatar en Madera, en las Canarias y en las Azores, que una zona muy estensa vecina del litoral y en las tierras cultivadas mas elevadas, estaban pobladas de moluscos terrestres de origen europeo que suplantan las especies indígenas. Para reconocer el carácter verdadero de las faunas insulares es preciso pues visitar las partes mas elevadas y menos frecuentadas de esas islas (…) La atrofia de las alas en los insectos confinados en las islas, ha sido puesta en evidencia por los trabajos de Wollaston sobre la fauna entomológica de Madera. El total de insectos de esta isla es de 550, de los cuales 200, muestran un estado de alas imperfecto. Hechos idénticos se han constatado en los insectos de las islas Canarias. Sería de desear que se examine atentamente la fauna entomológica de otras islas tan distantes del continente como Madera y Cana- 112 Mari Carmen Naranjo Santana rias para averiguar si existen las mismas particularidades (…) La fauna marina del Mediterráneo dará también lugar á discusiones á propósito de sus orígenes… Es preciso pues, averiguar si esas especies no podrían encontrarse, sea sobre el litoral occidental de la Península ibérica y de Francia, sea sobre la costa de Marruecos, sea en fin sobre las costas de las islas de la Atlántida, (Canarias, Madera, Azores, islas del Cabo Verde) (…)». En ese sentido, tal y como ha apuntado Carmen Ortiz51, «La gran diferencia radica en que, mientras en Canarias estamos hablando de un ancestro idealizado y en buena parte inventado para los fines políticos y de desarrollo de los intelectuales canarios, pero ya inexistente, en el caso del Museo de La Plata (como ocurrió en otros museos y exhibiciones temporales coetáneas), era el indio vivo al que se combatía y sobre el que se planteó una auténtica política de extinción, en la llamada “conquista del desierto”, como un salvaje que no podía formar parte de una República desarro-llada y moderna, el que era utilizado teóricamente como ancestro y detentador de la identidad propia de la nación, mientras que en la práctica era apresado violentamente y exhibido en vivo en el Museo que a su vez atesoraba los huesos y los restos producto del expolio de sus propias tumbas y poblaciones». Unos discursos ideológicos y comparativos que se materializa-ban en una propuesta museográfica que, tal y como han apuntado María Margaret y Sandra E. Murriello52, miraba al museo ideal del que fuera director del Museo Británico de Historia Natural William H. Flower, cuyo texto sobre los museos de historia natu- 51. Ortiz García, Carmen. «Intercambio científico y coleccionismo: el Museo de La Plata y El Museo Canario». Op. cit. (en prensa). 52. Margaret Lopes, María; Elene Murielo, Sandra. «El movimiento de los museos en Latinoamérica a fines del siglo xix: el caso del Museo de La Plata». Asclepio: revista de historia de la medicina y de la ciencia, n. 57-2 (2005), p. 221. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 113 ral (resultado del discurso que ofreció en Newcastle, como pre-sidente de la Asociación Británica para el Adelanto de las Cien-cias) abría, traducido, las páginas de la revista del Museo de La Plata53. Según Flower se debían reunir en una sola institución las colecciones nacionales que mostraban las diferentes ramas de la ciencia y del arte, exponiéndolas de tal forma que se enseñaran de forma permanente sus atributos propios, las relaciones entre ellas y la evolución de las especies. El propio Francisco P. Moreno reconocía que el estudio de Flower (ambos se habían conocido en el Museo del Colegio Real de Cirujanos) encerraba todo el plan del museo de La Plata54; un centro que trataba como su proyecto personal (no en vano, y en esa línea, son reiteradas las referencias en primera persona en los textos que Moreno escribió para la revista), hasta tal punto que las crónicas sobre el museo se estructuraron en vinculación con su biografía55. Moreno afirmaba que había empezado la tarea con problemas de organización, escasez de personal y de recolección de material, arrancando con una pequeña colección donada que se había ido acrecentando, aunque con la satisfacción de haber iniciado la sen-da para que Sudamérica contase con un centro que se aproxima-se, en cierta forma, al Instituto Smithsoniano del Norte (centro fundado en 1846 con los fondos legados por James Smithson). Tal y como ha afirmado la profesora Podgorny56: «El Museo que Moreno veía consolidado hacia el futuro en 1890 era este museo de exhibición de la grandeza argentina, una gran-deza que, al igual que el Museo, estaba en continua expansión y ri-valizaba desde Sudamérica con la expansión norteamericana (…) 53. Flower, William H. «Los museos de historia natural» (trad.). Revista del Museo de La Plata, t. i (1890-91), pp. 1-25. 54. Moreno, Francisco P. «El Museo de La Plata: rápida ojeada sobre su fundación y desarrollo». Op. cit., pp. 28-29. 55. Podgorny, Irina. Op. cit., p. 90. 56. Ibidem, p. 95. 114 Mari Carmen Naranjo Santana El Museo como centro explorador del territorio hizo argentinos a los fósiles, a los sitios arqueológicos y a varias colecciones privadas (…)». En las salas del Museo de La Plata se exponía al hombre y su obra como un todo, «(…) estructurando el contenido de las salas a partir del anillo biológico (que es factible a partir del diseño oval del edificio) conformado por quince salas comunicadas entre sí»57; siguiendo los principios de la evolución de las especies y el mo-delo de exhibición propuesto por Albert Gaudry, empezando por mostrar las primeras formas de vida y terminando con las Bellas Artes como símbolo de la perfección de la especie humana. Y respondiendo, expresamente, a las necesidades del material que se mostraba y a la creación de un discurso propio para Argentina y su relación con el mundo; siempre bajo el criterio del director Moreno, que era consciente de las particularidades y necesidades del centro que había fundado (tiempo, presupuesto, personal...) y de las diferencias con otros museos como los europeos: «(…) Lo que era posible en Londres, fue imposible exigirlo de la Plata, la ciudad que no existía cuando admiraba aquellas colecciones y hube de dar tiempo al tiempo para poner en práctica mi programa»58. Un centro específico que aunque bebía de las fuentes euro-peas (Moreno aludía a la labor de Tradescant y al concepto de «museos bazares») estaba hecho a la medida de Argentina y de la ciudad floreciente de La Plata alcanzando, según datos de su director publicados en la revista del centro: la visita de cincuenta mil personas en un año; aglutinando materias de lo más variado 57. González Pérez, Carlos F. «Referencias históricas del Museo de La Plata, Facultad de Ciencias Naturales y Museo: trayectorias necesarias para entender su presente». [En línea]. Aletheia, vol. 3-5 (2012), p. 8. Disponible en: Memoria Académica: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/ pr.5458/pr.5458.pdf. 58. Margaret Lopes, María; Elene Murielo, Sandra. Op. cit., p. 212; Moreno, Francisco P. «El Museo de La Plata: rápida ojeada sobre su fundación y desarrollo». Op. cit., pp. 38-39. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 115 pero con una disposición pensada (geología, biología, paleontolo-gía, antropología, arqueología, sociología, lingüística, etc.); y tra-bajando por despertar, progresivamente, el interés de la población hacia el museo, hasta el punto de que distinguía entre museo de exposición, museo de instrucción y la relación entre ambos. Un proyecto necesario por lo ambicioso de su destino final: crear un centro para el estudio, la exposición y la instrucción (en este último sentido sobresale la función difusora de la publica-ción de los anales y de la citada revista del museo, con la inten-ción de dar cobertura a diversidad de textos y de establecer rela-ciones con proyectos similares de otros centros del mundo como El Museo Canario)59. Y, todo ello, con un claro posicionamiento nacional e internacional60: «(…) Una vez que los hombres de estudio del Norte tengan cono-cimiento de los materiales que en estos países se han reunido para el mayor adelanto de las ciencias, hemos de ver iniciarse una reac-ción favorable hacia Sud-América, bajo el punto de vista intelec-tual. Las reuniones científicas internacionales, que tantos servicios prestan en el otro hemisferio, acercando á los hombres consagrados á la investigación de lo útil al cuerpo y al espíritu, han de estender-se hasta esta pobre América, tan denigrada, y abrigo la convicción de que La Plata ha de ser una de las primeras ciudades que las al-bergue. Este Museo cooperará á ello con sus vastas colecciones, que abarcan mucha parte del pasado y presente austral americano». A los cinco años de la fundación del Museo de La Plata, a comienzos de 1890, el edificio estaba terminado en su interior y se habían instalado en él las que se consideraban sus principales colecciones (aunque, por esas fechas, aún no disponía de catálo-go), de tal forma que «(…) las cosas y las imágenes han sido dis- 59. Moreno, Francisco P. «El Museo de La Plata: rápida ojeada sobre su fundación y desarrollo». Op. cit., pp. 32-33. 60. Moreno, Francisco P. «Al lector». Revista del Museo de La Plata, t. i (1890-91), vi. 116 Mari Carmen Naranjo Santana puestas para que hablen por sí mismas sin necesidad de la presencia del creador. Si bien muchas veces se ha señalado que Moreno en su museo había querido representar la teoría evolucionista (More-no 1890b, Ward 1890, Teruggi 1988), no se ha puesto demasiado énfasis en el montaje del museo como una máquina aceleradora del tránsito de la barbarie a la civilización (…)»61. Pero el espacio se había quedado pequeño porque poseía, en-tre otras, salas de biología, geología, antropología anatómica y bellas artes; pero también otros espacios como los talleres, labo-ratorios generales y depósitos —herrería, carpintería, laboratorios de paleontología, de anatomía comparada, zoología, taxidermia y modelaje, imprenta, litografía, fototipia y otros sistemas de repro-ducción—. Por lo que tuvieron que preveer de forma temprana, desde 1890, el ensanche de sus galerías. A partir de este periodo y hasta comienzos del siglo xx (1892- 1902), investigadores como González Pérez han identificado la segunda etapa del Museo de La Plata como un tiempo que se definió «(…) por la relación del Museo (y del propio Moreno) con la problemática de fijación de límites con Chile. Moreno pone a dispo-sición del Gobierno nacional el Museo, como agente de exploración, siendo nombrado oficialmente como Perito en Límites en 1896. (…) La nueva atención del Museo, puesta en la cuestión limítrofe, hizo que Moreno dejara de atender sus prioridades (…)»62. Concluido el arbitraje internacional (hacia 1902), Francisco Moreno permaneció en la dirección del Museo de La Plata hasta 1906, fecha a partir de la cual la institución vivió un cambio im-portante al pasar a las manos directivas de Samuel Lafone Queve-do y a depender administrativamente de la Universidad Nacional de La Plata, sumando a las funciones de muestra pública e inves-tigación, la de formación académica con el nombre de Instituto del Museo-Facultad de Ciencias Naturales. 61. Podgorny, Irina. Op. cit., pp. 93-94. 62. González Pérez, Carlos F. Op. cit., pp. 8-9. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 117 5 Conclusiones Los museos del siglo xix, nacidos en el contexto colonial, emer-gieron para dar muestra de la grandeza de los territorios en los que se localizaban, de las gestas llevadas a cabo por estos, y de la grandeza de los pueblos que los habitaban. Fue este el periodo en el que el concepto de raza y el museo se imponen como concepto y espacio diferenciador entre el «noso-tros » y el «otro»63; si bien no fue un fenómeno único de aquellas naciones que, con una larga trayectoria histórica, ampliaban sus fronteras, sino también de territorios de nueva planta o de aque-llos que empezaban a trabajar en un concepto propio de nación. Como hemos visto a lo largo de estas páginas, ejemplo de es-tos últimos son El Museo Canario y El Museo de La Plata. Dos centros que, distantes en el espacio pero no tanto en el tiempo, compartieron materiales y objetivos comunes que respondían a la construcción de un discurso nacional propio y a un modelo expositivo evolucionista, basado en el método comparativo que permitía identificarse con la civilización y diferenciarse del sal-vajismo; a la vez que servía de símbolo del ideal de progreso de la ciudad o región a la que se ceñían, tejiendo una amplia red de contactos dentro y fuera de sus paredes; y que dio como fruto, en-tre otras, las relaciones Gran Canaria-La Plata a través de los con-tactos e intereses compartidos de sus primeros directores, cuya impronta personalista y líneas de gestión marcaron los primeros años de vida de ambas instituciones. La correspondencia que Moreno mantuvo con el Dr. Chil y los escritos y discursos que hemos consultado, ponen de manifiesto la relevancia que ambos directores otorgaron a la presencia en los museos de materiales de otras culturas para el estudio de la propia a través del método comparativo y diferenciador: el uno 63. Estévez González, Fernando. «Determinar la raza, imaginar la nación: el paradigma radiológico en la obra de Chil y Naranjo». El Museo Canario, n. 56 (2001), pp. 329-348 (número dedicado a: Homenaje al Dr. D. Gregorio Chil y Naranjo 1831-1901). 118 Mari Carmen Naranjo Santana como oposición del otro, del bárbaro. Una historia que habla de museos, de naciones y mentalidades en la búsqueda de un sello, de una identidad propia que iba más allá de lo local. Un discurrir que, tanto para el caso de Canarias como para el de La Plata, se dio en un contexto de exploración de territorios y de «movimiento de museos» (tal y como lo definió Coleman64 para referirse a las redes de comunicación internacionales de es-tos centros culturales), sumándose al proceso de indagación de las riquezas propias y de otras regiones, recolectando e identificando objetos, exponiéndolos en sus espacios y creando redes de inter-cambio de material, de ideas y de exploradores e investigadores. Y, todo ello, con el fin de sumar en la carrera por la construcción nacional a través del conocimiento del pasado y del proceso com-parativo, con la educación, la cultura y la ciencia como muestra de progreso y como garantía de futuro. No hay verdad en los extremos. La verdad corre entre dos orillas, delgado hilo de agua o masa arrolladora del río, cada día distinta (Le Corbusier) (fig. 7) Referencias bibliográficas Arco Aguilar, María del Carmen. 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Consultado el 6 de marzo de 2017. http://www.fotografia-historica. tyldet.org/items/show/1040. http://www.fotografiahistorica.tyldet.org/ items/show/1030. 122 Mari Carmen Naranjo Santana Figura 4: Carta de Francisco P. Moreno al Dr. Gregorio Chil y Naranjo. La Plata, 15 de octubre de 1884. El Museo Canario. Colección Gregorio Chil y Naranjo, ES 35001 AMC/GCh-0565. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 123 Figuras 5-6: De arriba a abajo, fachada principal y plantas del Museo de La Plata, siglo xix. Revista del Museo de La Plata. Direct. Francisco P. Moreno. La Plata: Talleres del Museo de La Plata, 1890-91. t. I. http://www.biodiversi-tylibrary. org/bibliography/8796. 124 Mari Carmen Naranjo Santana Figura 7: Panel expositivo «Verdad» de Le Corbusier. La Plata, Casa Curutchet, 2009. Colección particular.
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Título y subtítulo | Gran Canaria-La Plata : relaciones y pláticas en torno al museo |
Autor principal | Naranjo Santana, Mari Carmen |
Publicación fuente | Cartas diferentes: revista canaria de patrimonio documental |
Numeración | Número 15 |
Sección | Artículos |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Breña Alta. La Palma (Santa Cruz de Tenerife) |
Editorial | Cartas diferentes ediciones |
Fecha | 2019 |
Páginas | pp. 0085-0124 |
Materias | Patrimonio documental ; Archivística ; Documentación ; Cultura ; Canarias ; El Museo Canario ; Museo de La Plata ; Colecciones |
Enlaces relacionados | Página de la revista: http://www.cartasdiferentes.com/revista.php |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 1.572.864 Bytes |
Texto | GRAN CANARIA-LA PLATA: RELACIONES Y PLÁTICAS EN TORNO AL MUSEO Mari Carmen Naranjo Santana* Fecha recepción: 28 de septiembre de 2019 Fecha de aceptación: 4 de diciembre de 2019 Resumen: La Ilustración y la revolución que supuso en el pensamiento fue el caldo de cultivo sobre el que nacieron los museos, tal y como los concebimos ac-tualmente. Para el caso que nos ocupa, centrado en el siglo xix, sobresalen los casos de El Museo Canario y el Museo de La Plata, dos instituciones que, nacidas en esa centuria, mantuvieron relaciones no solo por los emigrados insulares radicados en aquella tierra argentina, sino también por los contactos establecidos entre ambos centros a través de sus directores para el intercambio de información y material científico. Una historia que nos habla de contactos entre los museos del mundo, del emerger del concepto ‘nación’, de relaciones en el ámbito educativo-social y cultural-científico, y de la construcción de identidades culturales a través de las colecciones y de los museos locales. Palabras claves: El Museo Canario; Museo de La Plata; Siglo xix; Colecciones. Abstract: The Enlightenment and the revolution in thought, was the breeding ground on which museums were born, as we know them today. In this particular instance, focused on the nineteenth century, the cases of El Museo Canario and the Museo de La Plata stand out, two institutions that, born in that century, main-tained contact not only because of the Canary emigrants who settled in Argentina, but also by the established contacts between both centers through their directors for the exchange of information and scientific material. A story that tells us about relations between the museums along the world, the emergence of the concept Cartas diferentes. Revista canaria de patrimonio documental, n. 15 (2019), pp. 85-124. * Gestora cultural y doctora en Gestión del Patrimonio Histórico, Universi-dad Pablo de Olavide de Sevilla (upo). 86 Mari Carmen Naranjo Santana of ‘nation’, relationships in the educational-social and cultural-scientific field, and the construction of cultural identities through collection and local museum. Key words: El Museo Canario; Museo de La Plata; 19th century; Collections. 1 Introducción En el siglo xix los centros museísticos como instituciones públi-cas se extendieron por variados países del mundo, desde Europa hasta América, y por los distintos continentes, en un contexto en el que crear y gestionar ciencia y cultura local era también hacer política e idear naciones. En este contexto los museos se convirtieron en espacios que recolectaban objetos para su posterior exposición, como parte de un pasado que servía de argumento en la construcción del ideal identitario y de instrucción pública. De ahí que indagar en la historia de esas fases primigenias de las instituciones museísticas permita adentrarse en el campo de la gestión patrimonial y en otras ramas como la política, la antropología, la historiografía de las instituciones culturales o la economía, entre otras. Centrándonos en Canarias y en materia museística sobresale el caso de El Museo Canario, una sociedad cultural y científica cuyo origen se remonta al siglo xix (1879) pero cuya actividad ha llegado hasta nuestros días, contando con uno de los fondos do-cumentales más prolíficos del territorio insular. Adentrarse en su biblioteca, archivo y hemeroteca es hacer un viaje por la historia del archipiélago y del propio colectivo; pero también acceder al conocimiento de las relaciones de las islas con el resto del mun-do por la vía de la ciencia y de la cultura, por los prolegómenos en la creación de una identidad cultural del archipiélago, y en el emerger y transcurrir de instituciones similares en otras partes del globo. En esta línea, la lectura de las actas del siglo xix y la correspon-dencia de esa época, procedente de distintos fondos de El Museo Canario, junto a otras consultas como la prensa y los contactos e intercambio de documentación que hemos establecido con el Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 87 Museo de La Plata para la elaboración de este texto, ponen de relieve la estrecha relación que la institución canaria mantuvo con esa ciudad argentina, no solo por los emigrados insulares ra-dicados en aquellas tierras sino también por los contactos esta-blecidos con el museo platense y, especialmente, con su mentor y primer director, así como con los empleados que trabajaban en el centro, varios de los cuales eran canarios. 2 Construyendo naciones El comienzo del periodo contemporáneo en Canarias se carac-terizó, a nivel político, por la canalización de la participación ciudadana a través de partidos no unificados en la búsqueda de soluciones a los problemas del territorio canario, fruto de las ri-validades entre los grupos sociales dominantes de Las Palmas de Gran Canaria y de Santa Cruz de Tenerife. Ambas ciudades pre-tendían atraerse el favor del poder central para conseguir el con-trol político y económico de las islas, y la consecuencia directa de ello fueron las permanentes pugnas, primero por conseguir la ca-pitalidad de la provincia única canaria (a principios del siglo xix) y posteriormente por la división provincial (que se hizo efectiva en 1927 durante la dictadura de Primo de Rivera). Esta situación político-regional se daba en un contexto inter-nacional, especialmente a finales del siglo xix, en el que se desa-rrollaba el sistema capitalista a partir del imperialismo colonial. Y Canarias entraba en ese engranaje, con una gran dependencia del exterior en materia económica, por el desarrollo de una nueva etapa caracterizada por los productos de exportación (cochinilla, plátano, tomate, papas); la eclosión de la industria turística; y el desarrollo de sus puertos (establecidos como puertos francos), como punto de escala obligada en la navegación de los barcos europeos hacia las colonias africanas, asiáticas y de camino a los mercados latinoamericanos. Unos medios y unas fuentes de ri-queza controlados por la burguesía local floreciente y la burgue- 88 Mari Carmen Naranjo Santana sía extranjera, mientras la clase trabajadora se trasladaba de los ámbitos rurales a la ciudad en busca de labor y progreso. En paralelo a esta situación pero al otro lado del mar, en Ar-gentina, también se vivían cambios de trascendencia política y económica que tuvieron especial repercusión en los planos terri-torial y social. En 1880, fruto de las pugnas entre la provincia de Buenos Ai-res y el gobierno nacional por el control de la ciudad porteña, la ciudad se federalizó obligando a Dardo Rocha, investido go-bernador de la provincia tras la revuelta, a instalar su gobierno y administración en otra ciudad. Ensenada, una urbe próxima a Buenos Aires y contigua al Río de la Plata, fue el territorio elegido para ello, capitalizándola en 1882 e instalando el gobierno y la ad-ministración en una nueva ciudad que se proyectó en las Lomas de Ensenada y que sería la futura capital de la provincia, a modo de proyecto de gran escala. De esta forma, el 19 de noviembre de 1882 se colocó la piedra fundamental en la urbe de nueva planta nominada La Plata, en alusión al río que la bañaba; y desde esa fecha hasta la instalación definitiva en ella de los poderes públi-cos de la provincia, en 1884, se fue poblando progresivamente con habitantes mayoritariamente argentinos, pero con una cifra muy relevante de extranjeros (italianos, españoles, franceses, por-tugueses, austriacos e ingleses). En lo relativo a este último aspecto, la emigración española a América fue muy intensa a pesar de la prohibición por parte del Estado español de emigrar a las repúblicas hispanoamericanas hasta 1853, fecha a partir de la cual vieron la luz varias disposi-ciones emigratorias. Para el caso concreto de Argentina se constata, desde 1830, la llegada a Buenos Aires de varios navíos con inmigrantes que se establecieron entre la capital y el interior del país, aunque no en la medida de otros territorios como Cuba, Venezuela o Uruguay. Pero fue tras la Constitución de 1853 cuando Argentina se abrió a la inmigración canalizando un importante número de población de tal forma que, tal y como ha señalado el profesor Hernández Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 89 González, entre 1878 y 1888 tomó ese destino un 2’83 % del total de los españoles, si bien esta cifra descendió entre 1891 y 18931. Centrándonos en el caso concreto de la emigración canaria a ese país, en el siglo xix y comienzos del xx no fue especialmente relevante por su número pero sí por el calado de la población canaria en el ámbito social e institucional argentino. Sirvan de ejemplos la instalación, en 1892 en el barrio bonaerense de La Boca, de la efímera Sociedad Círculo de la Amistad, formada en su mayoría por socios de los municipios grancanarios de Gáldar y Guía; la del Centro Canario de Buenos Aires en 1909, que pu-blicaría la revista Canarias; y la de otros colectivos que también surgieron por aquellos años pero que no lograron consolidarse, como Juventud Canaria, Juventud Canaria Republicana y Cana-rias Orientales2. En La Plata es de destacar la importante llegada de población española, y para ello sirve de referente la Guía de domicilio de es-pañoles residentes en la República Argentina que publicó el diario El país, en forma de folletín y tomado de la Fraternidad española (semanario ilustrado que veía la luz en La Plata), según la cual la cifra correspondiente a las viviendas españolas en la provincia de Buenos Aires a finales del siglo xix superaba los cuatrocientos domicilios, localizados mayoritariamente en La Plata3 (fig. 1). 1. Hernández González, Manuel. «La prensa y asociacionismo canario en América». Anuario americanista europeo, n. 4-5 (2006-2007), pp. 311-312. Véa-se además: Hernández García, Julio. La emigración canaria contemporánea (si-glo xix). Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria, 1987; Hernández González, Manuel. «El asociacionismo canario en América». En: Juan Andrés Blanco Rodríguez (ed.). El asociacionismo en la emigración espa-ñola a América. Salamanca: Junta de Castilla y León; Zamora: uned Zamora, 2008, pp. 91-112; Medina Rodríguez, Valentín; Martínez Gálvez, Inmaculada: «Las asociaciones canarias en Venezuela y Argentina durante el periodo con-temporáneo ». El Museo Canario, n. 55 (2000), pp. 151-174. 2. Cabrera Déniz, Gregorio. «Prensa y asociaciones canarias en el cono sur». La prensa, Canarias en América, América en Canarias, entrega 23 (1998), p. 3. 3. El país (Las Palmas de Gran Canaria, 27 y 31 de mayo de 1890). 90 Mari Carmen Naranjo Santana Y, de entre los españoles, la presencia de la colonia canaria en la ciudad estuvo muy presente en el calado social e institucional. Como ejemplos, entre otros: la existencia en la urbe de las publi-caciones canarias El roncote (1888), de carácter humorístico y di-rigida por Juan Cerdeña Guzmán, y El canario, editada en la mis-ma ciudad en la última década del xix4; la fundación, a comienzos de 1889, de una asociación canaria cuyo centro directivo estaría formado por los isleños Juan Garachico, Fernando Cerdeña5, Eze-quiel Cabrera, Eduardo Perdomo, Jacinto del Río, Tomás Mora-les, Domingo Perdomo, José del Río, Horacio Morillo y Cerdeña Guzmán6; el nombramiento, también en 1889, del canario Do-mingo Perdomo Rancel como primer dibujante proyectista de La Plata7; el importante número de grancanarios allí radicados y del 4. Cabrera Déniz, Gregorio. Op. cit., pp. 2-3. 5. Maestro de obra canario que destacó por su labor constructora en La Plata, destacando la edificación de la vivienda del gobernador Dardo Rocha en la plaza principal de la urbe, hoy sede del Museo y Archivo Dardo Rocha, conocida como «La casa de los 40 días» por la rapidez con la que fue construida: «En El día, diario de La Plata (República Argentina), del 23 de septiembre próxi-mo pasado, hemos leído el siguiente suelto que por referirse á un paisano nuestro, trascribimos con el mayor gusto: una gran construcción —29 casas—. De hoy á mañana deben principiarse á excavar los cimientos de una gran construcción que más que nada demuestra la vitalidad y el progreso de La Plata. Se trata de 29 casas que se van á levantar frente á la plaza de la municipalidad, en el terreno comprendido en la calle 12 entre 54 y 55, que hoy está desocupado… Esta obra que viene á reforzar con un buen contingente la edificación de La Plata, se llevará á cabo con toda prontitud, esperándose tenerlas concluídas en seis ó siete meses. Esto no es de extrañar teniendo en cuenta que su propietario es el conocido constructor de obras D. F. Cerdeña, el mismo que levantó ó dejó completamente concluida en 40 días la casa del Dr. Rocha frente á la misma plaza de la municipalidad…»; consúltese: El liberal (Las Palmas de Gran Canaria, 21 de octubre de 1887). Sabemos por la misma prensa, años más tarde, que Fernando Cerdeña sería nombrado presidente de la institución de crédito que en esas fechas se instala-ría en Montevideo y en la que se había invertido gran parte de los millones de la viuda del capitán general Máximo Santos. El vicepresidente de la institución sería Lorenzo Mascaró, hermano de la mencionada viuda; véase: El liberal (Las Palmas de Gran Canaria, 25 de octubre de 1889). 6. El liberal (Las Palmas de Gran Canaria, 31 de enero de 1889). 7. El país (Las Palmas de Gran Canaria, 7 de febrero de 1889). Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 91 que da fe la nota de congratulación que varios de ellos emitieron en el periódico platense El día, el 17 de enero de 1890, publicado en territorio canario, con motivo del nombramiento de Juan E. Ramírez y Doreste como presidente de la diputación provincial de Canarias8; y ya en el siglo xx, entre 1903-1904, la fundación del Centro Archipiélago Canario en La Plata, que tampoco logró consolidarse9 (figs. 2 y 3). 3 Construyendo museos En un contexto, el del siglo xix, de expansión económica y terri-torial, el interés por la cultura, la ciencia y la conquista del espa-cio público se fraguaron como fuentes representativas del ideal de progreso; y, como expresión de este, las asociaciones de diversa índole eran uno de los fundamentos de la democracia y el espíritu de libertad demandado por los liberales. De esta forma, las sociedades culturales, recreativas, deporti-vas, científicas… comenzaron a aflorar en toda Europa y Canarias no fue una excepción. Un ejemplo de ello encontramos en el gru-po de prohombres que se reunieron a finales de agosto de 1879 8. El suelto lo rubricaban, entre otros: Grau-Bassas, Sebastián Díaz, Luis Delgado, Jose Ojeda, Juan Cerdeña Guzmán, Fernando Cerdeña, Tomás Mo-rales y Suárez, Bruno Guerra, Domingo y Eduardo Perdomo y Rancel, Juan Guerra Quintana, José Guerra, Juan Ocampo, Manuel Millares, Agustín Bení-tez, Hermenegildo Ocampo, José Sarrias, Esteban Navarro Cambreleng, Juan Hernández, Francisco R. Díaz, Sebastián Morales y Suárez, Miguel de Rosa y Falcón, Gabriel Garachico, Juan Garachico, Andrés Romero y García, José Bethencourt y Salazar, Antonio Hernández, Francisco Millares, Antonio En-ríquez, Manuel Pulido, Manuel Suárez López, Lucas Díaz, Francisco Melián, Fermín Nicasio Mateos, Francisco Pulido y Castro, Agustín Marrero y Pérez, Ezequiel Cabrera, Esteban Mateos y H., Esteban Mateos Rodríguez y Agustín del Pino Osorio. Véase: El liberal (Las Palmas de Gran Canaria, 14 de febrero de 1890). 9. Cabrera Déniz, Gregorio. Op. cit., p. 3; Martín del Castilo, Juan F. «Juan de León y Castillo y las sociedades científicas, literarias, artísticas o de recreo de su tiempo». Anuario de estudios atlánticos, 39 (1993), pp. 427-428. 92 Mari Carmen Naranjo Santana en la casa del intelectual Agustín Millares Torres con el fin de tratar una propuesta de reglamento para la creación de un centro científico y literario que, bajo el nombre de Ateneo, reuniera en sus salones un museo de antigüedades canarias y una biblioteca10. Un grupo de ellos, entre los que se encontraba el Dr. Gregorio Chil y Naranjo, apoyaban fervientemente la propuesta única de crear un museo hasta que lo materializaron en el nacimiento de la Sociedad Científica y Cultural El Museo Canario. El principio de este colectivo se produjo en un contexto en el que el movimiento educativo y cultural de las islas era exiguo, pero en el que el na-cimiento de tertulias y sociedades, el progresivo desarrollo de los puertos y con ellos el contacto con el mundo, y la llegada de las nuevas corrientes de pensamiento como el darwinismo fueron, entre otros, el punto de arranque para el nacimiento de un espíri-tu patriota interesado por el pasado de las islas. Y es este argumento bajo el que hemos de entender el naci-miento de El Museo Canario (anterior incluso a otros colectivos del ámbito nacional como la Sección de Sevilla de la Sociedad Española de Historia Natural, de 1888), fruto del gran interés que despertaba el pasado canario, tanto para la burguesía local como para la extranjera, por encontrarse en la Prehistoria cuando había sido conquistado en la modernidad y del que era necesario inda-gar en sus orígenes para desarrollar un posicionamiento cultural y científico de lo canario ante la península y ante el mundo. Desde esta perspectiva, El Museo Canario tuvo como priori-dades las islas y la creación y proyección de un ideal de lo canario en España, en Europa y en América. Y, no en vano, una de sus primeras gestiones fue la creación e instalación del museo pro-piamente dicho, cuyo primer director fue el Dr. Chil (uno de los mayores impulsores del proyecto); y el nombramiento de socios corresponsales y colaboradores externos (figura contemplada en 10. Reglamento del Ateneo de Las Palmas. Las Palmas de Gran Canaria: Ate-neo de Las Palmas, 1879. Archivo de El Museo Canario, Fondo Agustín Millares Torres, Manuscritos, 13 p. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 93 el reglamento de la Sociedad de 1881)11, que cumplían la función de embajadores de la institución canaria recopilando material allí donde residían o realizando viajes a través de los cuales incremen-taban los fondos del centro. Tal y como tuvimos ocasión de reflejar en otro texto12, la So-ciedad Científica y Cultural El Museo Canario se presentó ante el público el 24 de mayo de 1880, ubicándose en el tercer piso de las casas consistoriales de la ciudad de Las Palmas, en el ala norte del edificio, junto a las salas de su museo y biblioteca. El acto de apertura estuvo dotado de gran majestuosidad, al enmarcarlo en la conmemoración de los festejos por el 397º aniversario de la in-corporación de Gran Canaria a la corona de Castilla y celebrarse con tres discursos: uno del presidente del colectivo, Dr. Domingo José Navarro; otro del director del museo, Dr. Chil y Naranjo, que habló de las ciencias modernas y de la importancia de la antropo-logía; y el último del secretario de la sociedad, Amaranto Martí-nez de Escobar, que realizó una lectura de los proyectos llevados a cabo hasta la fecha por el colectivo. Posteriormente el subgobernador, presente en el acto, declaró abierto el museo y procedió a la apertura de sus salones de histo-ria natural, arqueología y artes y a los de la biblioteca municipal. Los objetos de historia natural y los arqueológicos se ubicaron en el salón de entrada, exponiendo más de trescientos cráneos de aborígenes canarios y multitud de huesos humanos. Pasando a la izquierda se accedía a un salón que exponía, a ambos lados, nu-merosos objetos de historia mineralógica y natural (material ins-trumental para el estudio de estas disciplinas, así como aves, pe-ces, mamíferos disecados, cuadrúpedos, etc.) y en el centro de la 11. Estatutos y Reglamento interior de la Sociedad «El Museo Canario». Las Palmas de Gran Canaria: El Museo Canario, 1881. Archivo de El Museo Canar-io, Colección Roja de Millares, Sociedades, ix-a-161, 9-10. 12. Naranjo Santana, Mari Carmen. Cultura, ciencia y sociabilidad en Las Palmas de Gran Canaria: el Gabinete Literario y El Museo Canario. Pról. Fran-cisco Ollero Lobato. Madrid: Mercurio, 2016. 94 Mari Carmen Naranjo Santana sala los productos marítimos13. Una organización que no parecía responder, en esta fase primigenia, a los preceptos de un discurso museográfico evolucionista pero que sí se escindía, y suponía un salto en el tiempo, con respecto a la muestra de colecciones que hasta la fecha se habían llevado a cabo en la ciudad. Desde sus inicios y en fechas posteriores a su inauguración e instalación, la Sociedad El Museo Canario se implicó en la bús-queda y conservación de bienes tanto para el museo como para la biblioteca, y los medios que se llevaron a cabo para ello fueron a través de fórmulas diversas (subvenciones y aportaciones propias para la compra de material, donaciones, intercambios, exploracio-nes y rebuscas) de las que, para el caso que nos ocupa y centrán-donos en el proyecto del museo, destacaremos el papel que ju-garon los socios corresponsales y los contactos con otros centros. La red de contactos que el colectivo mantuvo con los munici-pios de la isla y con el exterior fue uno de sus aspectos más desta-cados, pues no solo permitió proyectar la imagen de la sociedad a nivel insular, regional, nacional e internacional; sino que también posibilitó el intercambio ideológico, documental y material (es-pecialmente objetos de ciencias naturales y restos arqueológicos) ampliando las miras de aquellos centros que participaban en esta red de contactos y de amplios lazos políticos, económicos, socia-les, culturales, científicos... (aunque tampoco podemos pasar por alto que este episodio de la arqueología en Gran Canaria también supuso la pérdida de numerosas piezas arqueológicas y restos an-tropológicos que se enviaron al extranjero, bajo la justificación de su estudio en otros centros, o como moneda de cambio de 13. Archivo de El Museo Canario, archivo general, es 35001 amc/amc Ofi-cios y Correspondencia, 1880, Acta de la sesión pública inaugural de 24 de mayo de 1880, 24 de mayo de 1880. Las Palmas de Gran Canaria; La correspondencia (Las Palmas de Gran Canaria, 31 de mayo de 1880); El independiente (Las Palmas de Gran Canaria, 2 de junio de 1880); Bosch Milares, Juan. Don Gre-gorio Chil y Naranjo: su vida y su obra. Las Palmas de Gran Canaria: El Museo Canario, 2003, p. 112. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 95 otros materiales con los que incrementar los fondos de El Museo Canario)14. De esta forma, el primer nombramiento de socios correspon-sales que se acordó por la junta directiva de El Museo Canario se trató en la primera sesión de mayo de 1881, designando a algunos miembros en Tenerife, Lanzarote, Madrid y dentro de la propia isla de Gran Canaria, en el municipio de Gáldar. Pero fue a partir de este momento cuando el número de esta categoría de socios no dejó de ir en aumento, abarcando puntos y lugares del planeta de lo más diverso (Manila, Cuba, Francia) y, por supuesto, llegan-do a Argentina y en concreto a la ciudad de La Plata15. En aquella ciudad, en décadas posteriores a su fundación, tam-bién se fue conformando una red social y cultural con la presen-cia de núcleos asociativos y espacios para cultura, la ciencia y el ocio como el Museo General de La Plata (1884), el Club de Gim-nasia y Esgrima (1887), o la construcción del Teatro Argentino (sus obras se iniciaron también en 1887 y se inauguró en 1890), entre otros. 14. Arco Aguilar, María del Carmen. La arqueología en Canarias: del mito a la ciencia. Santa Cruz de Tenerife: Editorial Interinsular Canaria, 1992, pp. 23-24. 15. Aparte del caso específico que nos ocupa en estas páginas, las relaciones Canarias-La Plata, nos consta la existencia de patrimonio canario en otros pun-tos de tierras argentinas. Sirva de ejemplo el caso del canario José R. Domín-guez, que envió una carta, desde Adrogué, dirigida al secretario de El Museo Canario con fecha 31 diciembre de 1897, en la que manifestaba que en aquella localidad argentina «(…) se había intentado formar una Sociedad protectora de este Museo, proyecto de nuestros paisanos, cuya idea no ha llegado a realizarse; lo cual le había sugerido el pensamiento de enviar algo por su propia cuenta, o más bien, por cuenta de aquel Instituto, spre. que por parte de este Museo se le enviase algo como canje; pues se halla formando aquel Colegio un Gabinete de historia natural (…)». Y concluía lamentándose de «(…) que en el Museo de La Plata existan algunos cráneos de estos indígenas que, con el rótulo de su procedencia, dice Comprados; lo cual no es de buen efecto, habiendo aquí Centros antropológicos» (El Museo Canario, Sesión del ii Libro de actas de la Junta Directiva (1894- 1905), 15-iii-1898). 96 Mari Carmen Naranjo Santana Centrándonos en el Museo General de La Plata, hemos de re-montarnos para conocer su historia16 a un contexto en el que los museos de América del Sur que afloraron en el xix se carac-terizaron por la escasez de recursos, por nacer en un tiempo de construcción de los principios de identidad nacional, de posicio-namiento político-económico-social de una elite minoritaria que ponía especial importancia a sus redes de contactos, y la toma de referencia de los modelos de museos de Europa. Pero, sin lugar a dudas, hablar de los orígenes del Museo de La Plata es hablar de la figura de Francisco Pascasio Josué Moreno, un hombre poliédrico (naturalista, explorador, geógrafo, políti-co, botánico…), de familia acomodada ligada al comercio, a las finanzas y a la política, cuyo interés desde niño por la colección de objetos curiosos y por la historia natural, la arqueología y la antropología en fase adulta, le llevó a viajar durante la década de 1870 por el interior de la provincia de Buenos Aires, Catamarca y la Patagonia, con el apoyo de su padre y de la Sociedad Científica Argentina, en busca de objetos para exhibir a su círculo próximo en su museo particular. Siete años más tarde donó sus colecciones para la constitución del Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires, ubicado en el teatro Colón, nombrándole director del centro. Entre 1880 y 1881, durante una estancia por Europa, More-no visitó los principales museos y colecciones antropológicas de Francia e Inglaterra, proponiendo crear un museo general en la ciudad de Buenos Aires, pero la idea no surtió efecto. Al año si-guiente, en 1882, emprendió un nuevo viaje por las provincias de Cuyo y Chile, donde también armó colecciones arqueológicas y confeccionó un álbum fotográfico de las actividades desarrolladas en el recorrido. Hasta que finalmente las autoridades de la pro-vincia de Buenos Aires decidieron apoyar la idea de Moreno de 16. Consulta en línea: http://www.museo.fcnym.unlp.edu.ar/, el 1 de mayo de 2017. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 97 crear un museo con instalación en la nueva capital, La Plata, que se había fundado dos años antes17: «la conveniencia de la creación de un Museo de antigüedades americanas, para guardar en él las curiosidades arqueológicas y antropológicas que se descubran en nuestros territorios, todavía inexplorados, vestigios de un pasado perdido y cuyas reliquias, cla-sificadas científicamente, servirían para la solución de complicados problemas (…) Hago votos para que esta institución pueda crear-se, cuya base podría ser el Museo formado por el Sr. Francisco P. Moreno; lo que ha hecho el interés individual á favor de la ciencia, podría hacerlo con mas amplitud la autoridad». En mayo de 1884 el gobernador de la provincia, Dr. Carlos D’Amico (sucesor de Rocha), encargó a Moreno un proyecto de museo que reemplazara con la mayor brevedad posible al museo público de Buenos Aires, que se federalizaría en breve (acto que tuvo lugar el 4 de septiembre de dicho año), de tal forma que por decreto con fecha 17, del mismo mes y año, la fundación del Mu-seo de La Plata era un hecho y por otro decreto, de igual fecha, la construcción de un edificio adecuado para sus colecciones18. El Museo de La Plata abrió sus puertas al público en 1888, de-pendiente del Ministerio de Obras Públicas Provincial, tomando como primeras colecciones y biblioteca las del patrimonio dona-do por el propio Francisco P. Moreno (recuperadas de los fondos que había depositado en el Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires y de su biblioteca personal, compuesta por dos mil volúmenes, en gran parte de obras americanas antiguas y de ciencias físico-naturales), a quien se le consignó la tarea de dirigir el naciente centro museístico. De esta forma, el Museo de La Plata nacía con el objetivo de exponer muestras de historia natural, antropología, arqueología 17. Moreno, Francisco P. «El Museo de La Plata: rápida ojeada sobre su fundación y desarrollo». Revista Museo de La Plata, t. i (1890-1891), p. 36. 18. Ibidem, p. 38. 98 Mari Carmen Naranjo Santana y bellas artes que contribuyeran a la educación general de los habitantes de la provincia. Y, por otro lado, se pretendía también llevar a cabo expediciones en el interior del país que permitieran identificar recursos naturales de explotación económica. El obje-tivo final era formar colecciones de estudio que se albergarían en el imponente edificio del museo, autoría del arquitecto alemán Heynemann y del sueco Aberg, con forma de templo de estilo neoclásico (inspirado en los grandes museos europeos de la época como el Museo Británico, la Gliptoteca de Munich y la National Gallery de Londres, entre otros), «carácter americano arcaico» tal y como lo definió el propio Moreno19, planta rectangular, y re-marcado por un pórtico con seis columnas corintias en la fachada principal sobre una escalinata flanqueada por dos esmilodontes de piedra. La situación del inmueble en el parque de la ciudad le permitía disponer de un amplio espacio para la creación de un jardín botánico y zoológico que, junto al Observatorio Astro-nómico, la Facultad de Agronomía y Veterinaria, y la Escuela de Artes y Oficios, pretendían formar un núcleo conjunto para las ciencias y la cultura20. En 1896, Moreno fue nombrado perito representante de Ar-gentina (de ahí que fuera comúnmente conocido como el Peri-to Moreno) en el conflicto por los límites con Chile, poniendo a disposición del gobierno nacional los servicios del museo y diri-giendo en el terreno a las comisiones de ingenieros topógrafos y naturalistas que exploraron todas las regiones de la disputa y que se extendían a lo largo de la cordillera de los Andes. En paralelo, el Museo de La Plata creó sus cinco secciones: Antropología, Geolo-gía, Zoología, Paleontología y Botánica, a cargo de estudiosos ex-tranjeros que clasificaban las colecciones, realizaban expediciones 19. Ibidem, p. 40. 20. Unidades que posteriormente pasaron a formar parte de la Universidad Nacional de La Plata, fundada en 1905; véase: Podgorny, Irina. «De razón a facultad: ideas acerca de las funciones del Museo de La Plata en el período 1890-1918». Runa, xxii (1995), p. 90. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 99 y publicaban trabajos científicos en la revista y en los anales del museo (creados en 1890). 4 El Museo Canario y el Museo de La Plata. Nexos La presencia canaria en la ciudad de La Plata y la estancia que Francisco P. Moreno realizó entre 1880 y 1881 en Europa (una carta de Víctor Grau-Bassas dirigida a Chil21 confirma que More-no tenía intención de volver al viejo continente en septiembre de 1889 y visitar Canarias, si bien no hemos podido confirmar que así fuera) posibilitaron que los contactos entre El Museo Cana-rio y el de La Plata se intensificaran de forma muy temprana22, 21. Archivo de El Museo Canario, fondo Víctor Grau-Bassas, corresponden-cia. 1889, La Plata Junio-10/89 x/3. Sr D Gregorio Chil. La Plata, 10 de junio de 1889. 22. Para la elaboración de este texto hemos contactado con el Museo de la Plata para solicitar la correspondencia entre Chil y Naranjo y Francisco P. Mo-reno a la que aluden Manuel A. Fariña González y Antonio Tejera Gaspar en su obra La memoria recuperada: la colección «Casilda» de Tacoronte en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, Argentina (1998). No obstante, no hemos po-dido rescatar datos al respecto por parte del Museo de La Plata, pues el doctor Máximo Farro, encargado de colecciones y atención de consultas del archivo histórico de ese centro, nos ha informado de que en el museo no ha sobrevivido la correspondencia personal de Moreno, ni muchas de las cartas intercambiadas desde la dirección del centro platense en el período 1884-1906. En ese sentido, el museo argentino no posee cartas de Gregorio Chil y Naranjo ni de El Museo Canario, pero esta ausencia de material la hemos suplido gracias a la corres-pondencia que se custodia en el centro canario del propio F. Moreno y de otros próceres que trabajaron en el museo platense, como Grau-Bassas. Igualmente, esta ausencia de documentación en el Museo de la Plata y en la época objeto de nuestro estudio no es novedad, pues entre la documentación que se custodia en El Museo Canario sobre la pesquisa que llevó a cabo José Miguel Alzola sobre Grau-Bassas, consta en su correspondencia una carta que envió al director del Instituto Nacional de Antropología de Buenos Aires, Julián Cáceres Freyre, a raíz de la visita de este al centro canario, solicitándole llevar a cabo gestiones con el director del Museo de La Plata con el fin de averiguar sobre la colección de momias y enseres de la prehistoria canaria existente en el centro platense. Transcurridos unos meses, Cáceres Freyre respondió a Alzola, en calidad de 100 Mari Carmen Naranjo Santana acentuados por el sostenimiento de las líneas ideológicas de las escuelas francesa y alemana de antropología en pro de «la búsque-da de la historia de la difusión humana prehistórica y la configura-ción geográfica de las diferencias raciales, en base a las morfologías craneanas y osteológicas diferenciales de los troncos raciales y las distintas “cranias” continentales y nacionales establecidas»23. Para el caso de estas líneas nos centraremos en los primeros años de existencia de ambos centros y en los contactos estable-cidos entre sus respectivos directivos, Francisco P. Moreno y el Dr. Chil y Naranjo; si bien no podemos dejar de referir que los contactos entre ambos centros se desarrollaron a lo largo de toda la centuria y por diferentes vías, entre las que destacan las comu-nicaciones establecidas entre los empleados canarios radicados en el Museo de La Plata (como León Mateos Amador, Gabriel Garachico y Víctor Grau-Bassas) con los de El Museo Canario, caso que tratamos con mayor detalle en otro texto centrado en el papel que jugó en este sentido Grau-Bassas. Los libros de actas de las juntas directivas del centro canario nos hablan de que los contactos entre los directivos se dieron an-tes de que la institución platense abriera oficialmente sus puertas al público. De 1884 el centro canario custodia una misiva en la que Moreno escribe a Chil informándole de que había realizado presidente de El Museo Canario, informándole de que el Dr. Armando Vivante, director interino del Departamento de Antropología del Museo de La Plata, le había comunicado que «el estado de desorden y cáos que reina con motivo del paso de los vándalos por nuestras universidades durante el período peronista y marxista que debió sufrir la Argentina en años recientes, ha hecho que no solo se pierdan innumerables papeles de archivo sino que quedara tambien destruida mu-cha documentación sobre piezas de museo» (Archivo de El Museo Canario, fondo José Miguel Alzola, sección Grau, 1978. Iltmo. Sr. D. Julián Cáceres Freyre, 11 de febrero de 1978; Archivo de El Museo Canario, fondo José Miguel Alzola, sección Grau, 1978. Instituto Nacional de Antropología, 30 de junio de 1978, Buenos Aires). 23. Ortiz García, Carmen. «Intercambio científico y coleccionismo: el Mu-seo de La Plata y El Museo Canario». En: Miranda, Marisa, et al. (editores). vii Coloquio Internacional sobre Darwinismo en Europa y América: Darwin en las Pampas. Aranjuez: Doce Calles (en prensa). Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 101 a Canarias, meses atrás, un envío de material y que se encontraba trabajando en el término del edificio que albergaría el Museo de La Plata y en la formación de las colecciones que lo compondrían, que tomaban por base sus colecciones formadas en la Patagonia y en el interior de la república y que él creía que llegarían a ocu-par el primer puesto de los museos sudamericanos en lo que se refería a paleontología y antropología. La carta recogía el interés de Moreno de remitir a Chil más materiales de aquella parte de América y de los que se conservasen en el Museo de La Plata, así como proseguir con el intercambio de material por ambas par-tes porque consideraba que «para que los estudios antropológicos y arqueológicos den lo que se espera en Sud-America, es indispensa-ble conocer lo que han dejado como vestigios los Encuentros en Las Canarias. Hay de los que piensan que no es imposible el que haya habido contacto de esas poblaciones con nuestros territorios (…)». Concluía la misiva informando a Chil de que le enviaría copias de inscripciones que se encontraban en aquella república, con el fin de que las comparase con las que había en Canarias, pues, basándose en las láminas de Berthelot y Verneau, había apreciado similitudes entre ellas24 (fig. 4). Los envíos desde el Museo de La Plata a El Museo Canario continuaron en años sucesivos. Sirva de ejemplo, en 1885, el en-vío de bienes de las colecciones del centro de La Plata al isleño pues, en aquel año, el canario León Mateos Amador, empleado del Museo de La Plata y posteriormente responsable de la biblio-teca pública de esa ciudad, envió a El Museo Canario dieciséis aves y un nido de barro de curiosa estructura. O el que volvió a realizar el propio Francisco Moreno en 1887 (año en que llegó a la urbe platense y comenzó a trabajar en el museo Gabriel Gara-chico, oficial preparador de El Museo Canario)25 enviando a la so-ciedad canaria cuarenta pieles de aves, entre ellas dos de avestruz 24. Archivo de El Museo Canario, fondo Dr. Gregorio Chil y Naranjo, es 35001 emc/gch 0565. 1884, La Plata, 15 de octubre de 1884. 25. El Museo Canario, Sesión del i Libro de actas de la Junta Directiva (1879-1893), 16 de abril de 1887. Las Palmas de Gran Canaria. 102 Mari Carmen Naranjo Santana de América, diez restos fósiles y una tibia fósil de lostodón, un esqueleto de nutria y otro de ave, una piel y un cráneo de guanaco y otro de araucano moderno26. Un año más tarde, en 1888, consta la existencia de otra carta de Moreno dirigida a Chil (en ella se pone de manifiesto cómo se había intensificado la relación entre ambos al otorgarle el trato de «muy estimado amigo y colega»), en la que le informaba de que sus suegros y cuñados partían al día siguiente para Europa y que el buque que los llevaría haría escala en Las Palmas, que aprovecharían para visitar El Museo Canario, saludarlo personalmente y entregarle, del Museo de La Plata, un cráneo de indio araucano distinto del de los guanches27. De esta forma, y por las diferentes vías que hemos menciona-do, El Museo Canario fue ampliando sus fondos con el transcurrir del tiempo; destacando entre sus colecciones, tal y como lo ex-presó el presidente de la sociedad Domingo J. Navarro en 188228, el gabinete de antropología que contaba con los restos de los abo-rígenes canarios. La intención del colectivo era que ese gabinete y el de historia natural (este último era más escaso, pero servía de escuela práctica para la formación en ciencias naturales) se fueran completando en el futuro hasta formar un centro que mostrara la historia completa del archipiélago canario, tanto la natural como la antropológica, y que incluyeran desde una muestra de figuras de tamaño natural que permitiera comparar los trajes y utensilios de los aborígenes con los de sus conquistadores y con los de las generaciones que les sucedieron, pasando por secciones variadas 26. El Museo Canario, Sesión del i Libro de actas de la Junta Directiva (1879-1893), 28 de diciembre de 1885; 28 de diciembre de 1887. Las Palmas de Gran Canaria. 27. Archivo de El Museo Canario, fondo Dr. Gregorio Chil y Naranjo, es 35001 emc/gch 0598. 1888, La Plata, 28 de junio de 1888. 28. Navarro, Domingo J. «Discurso pronunciado por el Excmo. Sr. Dr. D. Domingo José Navarro, presidente de la Sociedad El Museo Canario, en la se-sión pública celebrada en conmemoración del segundo aniversario de su insta-lación oficial». El Museo Canario, t. 5 (1882), n. 55, pp. 196-200. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 103 que iban desde la conquiliológica, la ornitológica y la ictiológica, hasta una colección de cartas marítimas29, entre otras. De manera temprana el museo se convirtió en uno de los pro-yectos estrella de la Sociedad El Museo Canario, hasta el punto de que al poco de su apertura tuvieron que llevar a cabo gestiones solicitando la ampliación de su espacio y el de la biblioteca, ma-terializándose en la cesión por parte del ayuntamiento del salón alto, que miraba al naciente, en las casas consistoriales30. Si bien la adquisición de nuevo material siguió en aumento y con el trans-currir de los años los salones precisaron de nuevas reformas (se construyeron armarios y carpetas, se llevaron a cabo obras en el salón de antropología, se arregló el salón de la entrada, se dotó de andamios a la sala de mineralogía, etc.)31, fruto de las ansias de ampliación del colectivo que gestionaba el centro y de su interés por crear en él, de manera singular, secciones de los tres reinos de la naturaleza que hicieran referencia, de forma exclusiva, a las islas Canarias, pues se entendía que la mineralogía, la botánica y la zoología se encontraban en la mayoría de los museos de la época32. Las obras de ampliación se siguieron ejecutando33 y, en pa-ralelo, el colectivo se marcó como objetivo estudiar con detalle los fondos que componían el museo (dar a cada objeto su valor, identificar su procedencia, describir las razas ampliando el plano más allá de lo físico para tratar sus costumbres y usos...)34, así como mejorar la forma en que se exponían, adecuando las salas, los estantes y los aparatos en los que se ubicaban los objetos35. 29. El Museo Canario, Sesión del i Libro de actas de la Junta Directiva (1879-1893), 16 de abril de 1887, 18 de enero de 1892. Las Palmas de Gran Canaria. 30. Ibidem, sesiones 3 y 26 de enero de 1881. 31. Ibidem, sesiones 2 y 15 de abril de 1886 y 3 de diciembre de 1889. 32. Ibidem, sesiones 24 de diciembre de 1889 y 16 de mayo de 1891. 33. Ibidem, sesión 1 de julio de 1891. 34. Ibidem. 35. La Sociedad científica realizó un arduo trabajo en la confección de ma-terial para la ubicación de las diferentes colecciones de objetos, como la de 104 Mari Carmen Naranjo Santana En definitiva, el gran reto de la Sociedad El Museo Canario era convertirse en un centro de exposición, investigación e instruc-ción cuyo fin fuera36 «(…) atesorar objetos de ciencias naturales, arqueológicas y de artes, y crear una biblioteca de literatura antigua y moderna, prestando siempre atencion preferente á cuanto se relaciona con la Provincia y muy especialmente con esta isla de Gran—Canaria (…) La creacion de el museo obtuvo favorable acogida; el pueblo Canario le dispensó su más decidida proteccion, y el Municipio de esta Ciudad le colocó bajo sus auspicios; brindandole su coopera-cion las Sociedades Económicas de Amigos del País; porque todos comprendieron que la ilustracion de los pueblos no se mide hoy por el mayor o menor número de sus sociedades de recreo, sino por el ictiológica, para la que se solicitó material a Barcelona y a Alemania. O también la de numismática, para la que se recurrió a Madrid para la construcción de los aparatos en los que se expondría; en relación a esta última, el Dr. Chil escribió al paisano Juan de Quesada y Déniz para que informara si en el museo de la corte existía algo nuevo para la colocación de monedas, a lo que Quesada res-pondió negativamente, pero indicando que su amigo José Ramón Mélida, del Museo Arqueológico Nacional, le había informado de que las monedas podían guardarse y exhibirse «(…) en mesas con cubierta de cristal, en forma de carpetas con muy ligero declive, o en cajitas que se coloquen sobre mesas cualesquiera. De todo hay en el Museo de Madrid, y casi es preferible el segundo sistema, porque en una sola mesa a propósito se pueden guardar diez, doce o más cajones con mone-das, todos con tapa de cristal plana. Entre la tapa y el fondo basta la separación de un par de centímetros. Luego, las monedas se colocan y hasta se clasifican en car-tones, del tamaño que se quiera, como una carilla o como dos de esta carta. Estos cartones son dobles: uno bastante grueso, está lleno de agujeros, en los que entran las monedas, y otro, que puede ser más fino, sirve de fondo después de pegado al otro». Juan de Quesada y Déniz envió una muestra de los cartones a la Sociedad grancanaria, pero estos no cumplieron con el objetivo del colectivo, dado que la colección de numismática poseía ejemplares duplicados y por lo tanto debían verse por ambas caras (El Museo Canario, Sesión del ii Libro de actas de la Junta Directiva (1894-1905), 24 de diciembre de 1896, 30 de enero de 1897. Las Palmas de Gran Canaria). 36. Martínez de Escobar, Amaranto. «Memoria». El Museo Canario, t. i (1880), n. 7 y 8, pp. 213-215. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 105 de sus centros de instruccion; porque alli donde tienen digna ma-nifestacion las ciencias, las letras y las artes, allí está el gérmen, el principio fundamental del verdadero progreso (…) Es indispensa-ble presentar el material para que el artífice levante la obra (…)». Y qué mejor forma de concluir ese reto que se materializaba en el museo que mostrarlo a los locales y visitantes a través de un plan museológico y museográfico que creara una imagen y exhi-biera a Canarias como un territorio singular que formaba parte de un engranaje nacional y europeo. Un proyecto que se fue construyendo con la mirada general de los hombres que conformaban el colectivo y muy especialmente con la de su director, el Dr. Chil, que fruto de sus contactos y viajes al exterior aprovechaba para hacer contactos que enviaran material, especialmente cráneos, a El Museo Canario. El médico grancanario trataba de trasladar los avances de los centros cien-tíficos que visitaba en el continente (Havre, París, Viena...) a su versión isleña, aunque de ellos afirmaba que solo le llamaban la atención los museos y la disposición de las secciones que los com-ponían37; y en esta labor exaltaba la altura de la cultura aborigen a través de sus objetos antropológicos, y poniéndola en comparación con otras culturas como la egipcia, de la que llegó a afirmar que38 «(…) nada encontré que pudiera relacionar á un pueblo con otro, ni á unas industrias con otras: la ventaja está siempre de parte de los Guanches (…) lord Carnavon, Presidente de la Sociedad arqueológica de Inglaterra y Ministro de las Colonias de s.m. Bri-tánica, quien nos dijo bien claramente que los trabajos de cerami-ca de los Guanches no tenian otros iguales en el mundo. (…) El Museo Canario puede y debe ser considerado hoy como un esta-blecimiento verdaderamente nacional, que vendrá á ser sin duda 37. Chil y Naranjo, Gregorio. «Museos antropológicos y de historia natural en Europa (conclusión)». El Museo Canario, t. iv (1882), n. 48, p. 360. 38. Véase a este respecto el relato de Chil sobre uno de sus viajes por los museos de Europa, en el texto anteriormente citado. Ibidem, 325-328; 357-360. 106 Mari Carmen Naranjo Santana alguna el mejor en su género de España, por el interés científico que hoy tiene cuanto se relaciona con la historia y origen de los primitivos habitantes de estas islas (…)». De esta forma, la Sociedad El Museo Canario fue avanzando en sus propósitos hasta que ya en 1882 se podía hablar de su museo como un proyecto consolidado que, tomando por base la tradición de los centros europeos y el pasado del coleccionis-mo en Canarias, entendía al museo como la base de la riqueza industrial, artística y científica de las poblaciones; y que, para el caso del centro canario, aportaría objetos que aclararían el debate sobre la Atlántida y ricas colecciones que lo convertirían en un centro único en su especie39. Años más tarde, el director del centro museístico hacía balan-ce de los avances llevados a cabo, concluyendo que: contaba con un salón de mineralogía (con variados materiales de construc-ción y productos volcánicos), de prehistoria (contenía vaciados y originales de las épocas de la piedra de los diferentes países y continentes), de zoología y paleontología, de antropología y loi-pografía (con objetos y restos de antiguas razas), colecciones de osteología y anatomía patológica, etc. Y, todo ello, con el deseo de que su exposición y análisis permitiera esclarecer el origen de los antiguos pobladores de Canarias a través de materiales únicos como las momias, las pieles, los tejidos, la cerámica y los sellos o pintaderas que el propio Dr. Verneau llegó a considerar la prime-ra colección del mundo, otorgando importancia y singularidad a El Museo Canario40. Si bien, por el contrario, lamentaba lo pobre 39. Chil y Naranjo, Gregorio. «Discurso pronunciado por el Sr. Director del Gabinete Antropológico y de Historia Natural, Dr. D. Gregorio Chil y Naranjo». El Museo Canario, t. v (1882), n. 55, p. 216. 40. Chil y Naranjo, Gregorio. «Discurso leído en el x aniversario de la fundación de esta Sociedad por el Sr. Director Dr. D. Gregorio Chil». El Museo Canario, t. ix (1900), n. 97, pp. 372-373. Véase además: Chil y Naranjo, Gre-gorio. «Discurso leído en el iv aniversario del Museo, 1884». El Museo Canario, t. vi (1899), n. 69, pp. 369-373. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 107 de colecciones como las de minerales canarios, de flora y fauna, de ictiología (de esta última resaltaba que la presencia canaria o de la costa occidental africana sí era llamativa en los museos de Roma y Florencia), de monedas… o de no disponer de un espacio en condiciones para los fondos de la biblioteca41. Pero, en definitiva, más presencias que ausencias, que condu-cían al Dr. Chil a afirmar, en su propósito por demostrar el impor-tante papel que ocupaban las islas y los aborígenes canarios en el conocimiento y evolución del mundo en general y de Europa en particular, que42 «(…) numerosos viajeros y Profesores en Ciencias de las Uni-versidades más afamadas y de más sólida reputación de Europa y América se dirijen hoy á Las Palmas con el fin de estudiar esos árduos problemas que la ciencia antropológica ha planteado, cre-yendo con fundamento que en nuestro suelo existen datos para llegar á la posesión de la verdad (…)». Hasta concluir a finales de siglo, cuando el museo estaba con-solidado y fruto de las indagaciones en las colecciones que osten-taba con un posicionamiento claramente evolucionista, que43 «(…) Concretándonos a las Canarias, objeto esencial de nues-tros estudios y observaciones, sostenemos, la raza indígena fue la de Cro-magnón (…) La raza de Cro-magnón ha seguido la ley de la evolución. Por todos lados donde un elemento poderoso se introduce por la fuerza, se impone al principio, luego se mezcla con el habi-tante, y llega á ser patria; pero si ese mismo elemento entra por la persuasión y por sólo la predicación de la doctrina, entonces resalta 41. Chil y Naranjo Gregorio. «Discurso del Sr. Director del Museo. Dr. D. Gregorio Chil y Naranjo». El Museo Canario, t. vii (1899), n. 70, p. 23. 42. Ibidem, p. 344. 43. Chil y Naranjo, Gregorio. «Discurso del Director del Museo Dr. D. Gregorio Chil, en el 10º aniversario de dicha Sociedad». El Museo Canario, t. ix (1900), n. 97, pp. 111 y 114. 108 Mari Carmen Naranjo Santana siempre la creencia aborigen, la creencia primitiva, las inspiracio-nes de la infancia; y al inmiscuirse el invasor con otro elemento, da lugar á la formación de otro tercer y nuevo elemento donde domina aquel que más habilidad ha tenido (…)». De esta forma, la distribución de las salas del museo atendían, precisamente, a esos principios evolucionistas que iban de las formas más primitivas de la naturaleza a su máxima expresión representada en el hombre, comenzando por un salón de entra-da (en él se encontraba el escudo de la Ciudad del Real de Las Palmas y de la isla, ostentado por el fuerte de Santa Ana que fue construido a comienzos de la conquista) destinado a la minera-logía que, aunque seguía siendo pobre e incompleta por la falta de materiales de construcción, destacaba la calidad de productos volcánicos y, en especial, la obsidiana, varios ejemplares de lavas de El Hierro, La Palma y el resto de islas, y calizas de Gran Ca-naria y de Fuerteventura. De aquel salón se pasaba a la galería de loipografía, en la que se mostraban la evolución de la piedra, adornos femeninos, sacos de pieles y tejidos de juncos, punzones de hueso, instrumentos para sacar fuego, diversidad de esteras, un trozo de piel curtida con pequeños remiendos cosidos sin el uso de instrumentos de metal, los molinos que los aborígenes canarios usaban, las piletas, morteros, un bastón de mando, etc. Tras esta sala seguían las habitaciones destinadas a la cerámica y a la colección de pintaderas, para dar paso a la sección de historia natural y de paleontología, con la exposición de cabras, perros, peces, animales con enfermedades, etc. y concluir en el gran salón de antropología y prehistoria44. Dando un salto en el tiempo y en el mar y trasladándonos al Museo de La Plata, recordemos que este abrió sus puertas, tal y como hemos señalado, más tarde que El Museo Canario. Pero su 44. Chil y Naranjo, Gregorio. «Discurso leído en el x aniversario de la fundación de esta Sociedad por el Sr. Director Dr. D. Gregorio Chil»… Op. cit., pp. 239-246. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 109 apertura no interrumpió los contactos con el centro insular, no solo por los envíos que siguió haciendo Moreno (de ello dan fe fuentes como la prensa El liberal45 y las actas de las juntas direc-tivas del propio Museo Canario, que recogen que, en 1889, Mo-reno envió la publicación Breve reseña de los progresos del Museo La Plata, durante el 2º semestre de 1888)46; sino también por la adquisición de material por parte del centro platense, como el caso de los cráneos que, casi todos en perfecto estado de conser-vación, adquirieron sobre los guanches canarios, cuyo valor y au-tenticidad quedaban constatados por las indagaciones de Víctor Grau-Bassas, y que ubicaron en la sala de antropología anatómica del edificio. Según datos aportados por Máximo Farro, las colec-ciones de cráneos y esqueletos se exponían «en vitrinas laterales apoyadas en la pared, en una ringlera de doble piso colocada en el centro del salón, en cuatro muebles altos colocados en las esquinas, y en una serie de vitrinas bajas colocadas de manera transversal a la ringlera central»47. El doctor Farro señala que el interés de Moreno por obtener cráneos guanches se relacionaba con la idea de la época, en el campo de los estudios americanistas, de que en los antiguos po-bladores de Canarias podía encontrarse el eslabón entre las po-blaciones de la cuenca del Mediterráneo y la costa occidental africana con las poblaciones del continente americano, por lo que Moreno estimaba que el examen de los cráneos guanches hacía pensar que hombres de la raza de los antiguos canarios habían visitado América y previsiblemente ese continente podía ser la famosa Atlántida a la que Platón aludía48. 45. El liberal (Las Palmas de Gran Canaria, 31 de mayo de 1889). 46. El Museo Canario, Sesión del i Libro de actas de la Junta Directiva (1879-1893), 19 de octubre de 1889. Las Palmas de Gran Canaria. 47. Farro, Máximo. La formación del Museo de La Plata: coleccionistas, co-merciantes, estudiosos y naturalistas viajeros a fines del siglo xix. Rosario: Prohis-toria, 2009, p. 41. 48. Ibidem, pp. 39-40. 110 Mari Carmen Naranjo Santana Respecto a este material de Canarias que custodiaba el Museo de La Plata, el propio Moreno expresaba en la revista del centro49: «(…) no creo que sean comunes en los grandes museos, series tan características como esta, que para nosotros tiene una importancia excepcional, porque nos permite conocer de visu, si existe, realmen-te, parentesco íntimo entre esas antiguas razas y las americanas actuales. Espero que pronto recibiremos otra de igual importancia, lo que reunida á esta y á los 25 cráneos que antes poseíamos, for-maran una colección que nos dará el tipo medio de esos hombres, sin temor de equivocarnos. De las mismas islas Canarias, hemos obtenido una colección geológica, y esqueletos y pieles de las aves que las habitan, peces crustáceos, moluscos, etc.» (figs. 5-6). En esa línea, las referencias a Canarias en la publicación del Museo de La Plata eran relevantes, poniéndolas en comparación con otras regiones y materiales del mundo, y publicándose estu-dios y referencias sobre ellas de profesionales como Pablo Fis-cher50: «(…) dudo de que se halle en otra parte un campo mas vasto de observaciones que en las islas de la Atlántida, esto es en las Azores, Madera, las Canarias y las islas del Cabo Verde (…) Ade-más, la comparación de los varios animales terrestres que pueblan las islas de la Atlántida, nos conduce á las mismas conclusiones. Mientras que los moluscos indijenas de las Azores, de Madera y de las Canarias son completamente distintos, las aves de esos ar-chipiélagos son esclusivamente europeas, esceptuando solo dos es- 49. Moreno, Francisco P. «Reseña general de las adquisiciones y trabajos hechos en 1889 en el Museo de La Plata». Revista del Museo de La Plata, t. i (1890-1991), pp. 67-70. 50. Fischer, Pablo. «Determinación de las regiones del globo donde la fauna es insuficientemente conocida: informe presentado al Congreso Internacional de Zoología reunido en París en agosto de 1889». Revista del Museo de La Plata, t. i (1890-91), pp. 171, 173, 175, 177, 187. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 111 pecies (Regulus maderensis y Columba trocaz). La distribución de los insectos es menos precisa. Sobre 1,480 coleópteros de las Canarias y de Madera, 360 son europeos y los demás especiales. En las islas Azores la proporción de los coleópteros es mayor; 175 sobre 212 especies (…) Sólo un estudio esmerado de la geología de las islas puede indicar las afinidades de sus faunas con las de los continentes vecinos y hacer sospechar su continuidad en una época, mas ó menos lejana en los tiempos geológicos (…) Por el contrario, las divergencias que hemos citado mas arriba entre las faunas terrestres de las Antillas y las del continente americano, entre las faunas terrestres de las Azores, Madera, Canarias, Cabo Verde, Santa Elena, y las del África occidental: (…) atestiguan una disjuncion muy antigua… Necesario es combinar el estudio de las faunas cuaternarias de las islas y el de los documentos his-tóricos ó administrativos para llegar al conocimiento de las formas exóticas, agregadas á las formas autóctonas y que pueden á veces reemplazarlas. Este trabajo seria digno de llamar la atención de los naturalistas si se emprendiera en muchos puntos del globo (…) Apenas se citan las ranas y las rubetas de las Canarias, los Ci-prinos dorados de Caldeiras de las Azores, etc. (…) En cuanto á los animales vertebrados la historia de su importación en las islas, está muy descuidada. Por mi parte, me ha sorprendido en estre-mo el constatar en Madera, en las Canarias y en las Azores, que una zona muy estensa vecina del litoral y en las tierras cultivadas mas elevadas, estaban pobladas de moluscos terrestres de origen europeo que suplantan las especies indígenas. Para reconocer el carácter verdadero de las faunas insulares es preciso pues visitar las partes mas elevadas y menos frecuentadas de esas islas (…) La atrofia de las alas en los insectos confinados en las islas, ha sido puesta en evidencia por los trabajos de Wollaston sobre la fauna entomológica de Madera. El total de insectos de esta isla es de 550, de los cuales 200, muestran un estado de alas imperfecto. Hechos idénticos se han constatado en los insectos de las islas Canarias. Sería de desear que se examine atentamente la fauna entomológica de otras islas tan distantes del continente como Madera y Cana- 112 Mari Carmen Naranjo Santana rias para averiguar si existen las mismas particularidades (…) La fauna marina del Mediterráneo dará también lugar á discusiones á propósito de sus orígenes… Es preciso pues, averiguar si esas especies no podrían encontrarse, sea sobre el litoral occidental de la Península ibérica y de Francia, sea sobre la costa de Marruecos, sea en fin sobre las costas de las islas de la Atlántida, (Canarias, Madera, Azores, islas del Cabo Verde) (…)». En ese sentido, tal y como ha apuntado Carmen Ortiz51, «La gran diferencia radica en que, mientras en Canarias estamos hablando de un ancestro idealizado y en buena parte inventado para los fines políticos y de desarrollo de los intelectuales canarios, pero ya inexistente, en el caso del Museo de La Plata (como ocurrió en otros museos y exhibiciones temporales coetáneas), era el indio vivo al que se combatía y sobre el que se planteó una auténtica política de extinción, en la llamada “conquista del desierto”, como un salvaje que no podía formar parte de una República desarro-llada y moderna, el que era utilizado teóricamente como ancestro y detentador de la identidad propia de la nación, mientras que en la práctica era apresado violentamente y exhibido en vivo en el Museo que a su vez atesoraba los huesos y los restos producto del expolio de sus propias tumbas y poblaciones». Unos discursos ideológicos y comparativos que se materializa-ban en una propuesta museográfica que, tal y como han apuntado María Margaret y Sandra E. Murriello52, miraba al museo ideal del que fuera director del Museo Británico de Historia Natural William H. Flower, cuyo texto sobre los museos de historia natu- 51. Ortiz García, Carmen. «Intercambio científico y coleccionismo: el Museo de La Plata y El Museo Canario». Op. cit. (en prensa). 52. Margaret Lopes, María; Elene Murielo, Sandra. «El movimiento de los museos en Latinoamérica a fines del siglo xix: el caso del Museo de La Plata». Asclepio: revista de historia de la medicina y de la ciencia, n. 57-2 (2005), p. 221. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 113 ral (resultado del discurso que ofreció en Newcastle, como pre-sidente de la Asociación Británica para el Adelanto de las Cien-cias) abría, traducido, las páginas de la revista del Museo de La Plata53. Según Flower se debían reunir en una sola institución las colecciones nacionales que mostraban las diferentes ramas de la ciencia y del arte, exponiéndolas de tal forma que se enseñaran de forma permanente sus atributos propios, las relaciones entre ellas y la evolución de las especies. El propio Francisco P. Moreno reconocía que el estudio de Flower (ambos se habían conocido en el Museo del Colegio Real de Cirujanos) encerraba todo el plan del museo de La Plata54; un centro que trataba como su proyecto personal (no en vano, y en esa línea, son reiteradas las referencias en primera persona en los textos que Moreno escribió para la revista), hasta tal punto que las crónicas sobre el museo se estructuraron en vinculación con su biografía55. Moreno afirmaba que había empezado la tarea con problemas de organización, escasez de personal y de recolección de material, arrancando con una pequeña colección donada que se había ido acrecentando, aunque con la satisfacción de haber iniciado la sen-da para que Sudamérica contase con un centro que se aproxima-se, en cierta forma, al Instituto Smithsoniano del Norte (centro fundado en 1846 con los fondos legados por James Smithson). Tal y como ha afirmado la profesora Podgorny56: «El Museo que Moreno veía consolidado hacia el futuro en 1890 era este museo de exhibición de la grandeza argentina, una gran-deza que, al igual que el Museo, estaba en continua expansión y ri-valizaba desde Sudamérica con la expansión norteamericana (…) 53. Flower, William H. «Los museos de historia natural» (trad.). Revista del Museo de La Plata, t. i (1890-91), pp. 1-25. 54. Moreno, Francisco P. «El Museo de La Plata: rápida ojeada sobre su fundación y desarrollo». Op. cit., pp. 28-29. 55. Podgorny, Irina. Op. cit., p. 90. 56. Ibidem, p. 95. 114 Mari Carmen Naranjo Santana El Museo como centro explorador del territorio hizo argentinos a los fósiles, a los sitios arqueológicos y a varias colecciones privadas (…)». En las salas del Museo de La Plata se exponía al hombre y su obra como un todo, «(…) estructurando el contenido de las salas a partir del anillo biológico (que es factible a partir del diseño oval del edificio) conformado por quince salas comunicadas entre sí»57; siguiendo los principios de la evolución de las especies y el mo-delo de exhibición propuesto por Albert Gaudry, empezando por mostrar las primeras formas de vida y terminando con las Bellas Artes como símbolo de la perfección de la especie humana. Y respondiendo, expresamente, a las necesidades del material que se mostraba y a la creación de un discurso propio para Argentina y su relación con el mundo; siempre bajo el criterio del director Moreno, que era consciente de las particularidades y necesidades del centro que había fundado (tiempo, presupuesto, personal...) y de las diferencias con otros museos como los europeos: «(…) Lo que era posible en Londres, fue imposible exigirlo de la Plata, la ciudad que no existía cuando admiraba aquellas colecciones y hube de dar tiempo al tiempo para poner en práctica mi programa»58. Un centro específico que aunque bebía de las fuentes euro-peas (Moreno aludía a la labor de Tradescant y al concepto de «museos bazares») estaba hecho a la medida de Argentina y de la ciudad floreciente de La Plata alcanzando, según datos de su director publicados en la revista del centro: la visita de cincuenta mil personas en un año; aglutinando materias de lo más variado 57. González Pérez, Carlos F. «Referencias históricas del Museo de La Plata, Facultad de Ciencias Naturales y Museo: trayectorias necesarias para entender su presente». [En línea]. Aletheia, vol. 3-5 (2012), p. 8. Disponible en: Memoria Académica: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/ pr.5458/pr.5458.pdf. 58. Margaret Lopes, María; Elene Murielo, Sandra. Op. cit., p. 212; Moreno, Francisco P. «El Museo de La Plata: rápida ojeada sobre su fundación y desarrollo». Op. cit., pp. 38-39. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 115 pero con una disposición pensada (geología, biología, paleontolo-gía, antropología, arqueología, sociología, lingüística, etc.); y tra-bajando por despertar, progresivamente, el interés de la población hacia el museo, hasta el punto de que distinguía entre museo de exposición, museo de instrucción y la relación entre ambos. Un proyecto necesario por lo ambicioso de su destino final: crear un centro para el estudio, la exposición y la instrucción (en este último sentido sobresale la función difusora de la publica-ción de los anales y de la citada revista del museo, con la inten-ción de dar cobertura a diversidad de textos y de establecer rela-ciones con proyectos similares de otros centros del mundo como El Museo Canario)59. Y, todo ello, con un claro posicionamiento nacional e internacional60: «(…) Una vez que los hombres de estudio del Norte tengan cono-cimiento de los materiales que en estos países se han reunido para el mayor adelanto de las ciencias, hemos de ver iniciarse una reac-ción favorable hacia Sud-América, bajo el punto de vista intelec-tual. Las reuniones científicas internacionales, que tantos servicios prestan en el otro hemisferio, acercando á los hombres consagrados á la investigación de lo útil al cuerpo y al espíritu, han de estender-se hasta esta pobre América, tan denigrada, y abrigo la convicción de que La Plata ha de ser una de las primeras ciudades que las al-bergue. Este Museo cooperará á ello con sus vastas colecciones, que abarcan mucha parte del pasado y presente austral americano». A los cinco años de la fundación del Museo de La Plata, a comienzos de 1890, el edificio estaba terminado en su interior y se habían instalado en él las que se consideraban sus principales colecciones (aunque, por esas fechas, aún no disponía de catálo-go), de tal forma que «(…) las cosas y las imágenes han sido dis- 59. Moreno, Francisco P. «El Museo de La Plata: rápida ojeada sobre su fundación y desarrollo». Op. cit., pp. 32-33. 60. Moreno, Francisco P. «Al lector». Revista del Museo de La Plata, t. i (1890-91), vi. 116 Mari Carmen Naranjo Santana puestas para que hablen por sí mismas sin necesidad de la presencia del creador. Si bien muchas veces se ha señalado que Moreno en su museo había querido representar la teoría evolucionista (More-no 1890b, Ward 1890, Teruggi 1988), no se ha puesto demasiado énfasis en el montaje del museo como una máquina aceleradora del tránsito de la barbarie a la civilización (…)»61. Pero el espacio se había quedado pequeño porque poseía, en-tre otras, salas de biología, geología, antropología anatómica y bellas artes; pero también otros espacios como los talleres, labo-ratorios generales y depósitos —herrería, carpintería, laboratorios de paleontología, de anatomía comparada, zoología, taxidermia y modelaje, imprenta, litografía, fototipia y otros sistemas de repro-ducción—. Por lo que tuvieron que preveer de forma temprana, desde 1890, el ensanche de sus galerías. A partir de este periodo y hasta comienzos del siglo xx (1892- 1902), investigadores como González Pérez han identificado la segunda etapa del Museo de La Plata como un tiempo que se definió «(…) por la relación del Museo (y del propio Moreno) con la problemática de fijación de límites con Chile. Moreno pone a dispo-sición del Gobierno nacional el Museo, como agente de exploración, siendo nombrado oficialmente como Perito en Límites en 1896. (…) La nueva atención del Museo, puesta en la cuestión limítrofe, hizo que Moreno dejara de atender sus prioridades (…)»62. Concluido el arbitraje internacional (hacia 1902), Francisco Moreno permaneció en la dirección del Museo de La Plata hasta 1906, fecha a partir de la cual la institución vivió un cambio im-portante al pasar a las manos directivas de Samuel Lafone Queve-do y a depender administrativamente de la Universidad Nacional de La Plata, sumando a las funciones de muestra pública e inves-tigación, la de formación académica con el nombre de Instituto del Museo-Facultad de Ciencias Naturales. 61. Podgorny, Irina. Op. cit., pp. 93-94. 62. González Pérez, Carlos F. Op. cit., pp. 8-9. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 117 5 Conclusiones Los museos del siglo xix, nacidos en el contexto colonial, emer-gieron para dar muestra de la grandeza de los territorios en los que se localizaban, de las gestas llevadas a cabo por estos, y de la grandeza de los pueblos que los habitaban. Fue este el periodo en el que el concepto de raza y el museo se imponen como concepto y espacio diferenciador entre el «noso-tros » y el «otro»63; si bien no fue un fenómeno único de aquellas naciones que, con una larga trayectoria histórica, ampliaban sus fronteras, sino también de territorios de nueva planta o de aque-llos que empezaban a trabajar en un concepto propio de nación. Como hemos visto a lo largo de estas páginas, ejemplo de es-tos últimos son El Museo Canario y El Museo de La Plata. Dos centros que, distantes en el espacio pero no tanto en el tiempo, compartieron materiales y objetivos comunes que respondían a la construcción de un discurso nacional propio y a un modelo expositivo evolucionista, basado en el método comparativo que permitía identificarse con la civilización y diferenciarse del sal-vajismo; a la vez que servía de símbolo del ideal de progreso de la ciudad o región a la que se ceñían, tejiendo una amplia red de contactos dentro y fuera de sus paredes; y que dio como fruto, en-tre otras, las relaciones Gran Canaria-La Plata a través de los con-tactos e intereses compartidos de sus primeros directores, cuya impronta personalista y líneas de gestión marcaron los primeros años de vida de ambas instituciones. La correspondencia que Moreno mantuvo con el Dr. Chil y los escritos y discursos que hemos consultado, ponen de manifiesto la relevancia que ambos directores otorgaron a la presencia en los museos de materiales de otras culturas para el estudio de la propia a través del método comparativo y diferenciador: el uno 63. Estévez González, Fernando. «Determinar la raza, imaginar la nación: el paradigma radiológico en la obra de Chil y Naranjo». El Museo Canario, n. 56 (2001), pp. 329-348 (número dedicado a: Homenaje al Dr. D. Gregorio Chil y Naranjo 1831-1901). 118 Mari Carmen Naranjo Santana como oposición del otro, del bárbaro. Una historia que habla de museos, de naciones y mentalidades en la búsqueda de un sello, de una identidad propia que iba más allá de lo local. Un discurrir que, tanto para el caso de Canarias como para el de La Plata, se dio en un contexto de exploración de territorios y de «movimiento de museos» (tal y como lo definió Coleman64 para referirse a las redes de comunicación internacionales de es-tos centros culturales), sumándose al proceso de indagación de las riquezas propias y de otras regiones, recolectando e identificando objetos, exponiéndolos en sus espacios y creando redes de inter-cambio de material, de ideas y de exploradores e investigadores. Y, todo ello, con el fin de sumar en la carrera por la construcción nacional a través del conocimiento del pasado y del proceso com-parativo, con la educación, la cultura y la ciencia como muestra de progreso y como garantía de futuro. No hay verdad en los extremos. La verdad corre entre dos orillas, delgado hilo de agua o masa arrolladora del río, cada día distinta (Le Corbusier) (fig. 7) Referencias bibliográficas Arco Aguilar, María del Carmen. La arqueología en Canarias: del mito a la ciencia. Santa Cruz de Tenerife: Editorial Interinsular Canaria, 1992. Bosch Milares, Juan. Don Gregorio Chil y Naranjo: su vida y su obra. Las Palmas de Gran Canaria: El Museo Canario, 2003. Cabrera Déniz, Gregorio. «Prensa y asociaciones canarias en el cono sur». La prensa, Canarias en América, América en Canarias, entrega 23 (1998), pp. 1-4. Chil y Naranjo, Gregorio. «Discurso del director del Museo Dr. D. Gregorio Chil, en el 10º aniversario de dicha Sociedad». El Museo Canario, t. ix (1900), n. 97, pp. 110-116. 64. Margaret Lopes, María; Elene Murielo, Sandra. Op. cit., p. 206. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 119 Chil y Naranjo Gregorio. «Discurso del Sr. Director del Museo. Dr. D. Gregorio Chil y Naranjo». El Museo Canario, t. vii (1899), n. 70, pp. 20-24. Chil y Naranjo, Gregorio. «Discurso leído en el iv aniversario del Mu-seo, 1884». El Museo Canario, t. vi (1899), n. 69, pp. 369-373. Chil y Naranjo, Gregorio. «Discurso leído en el x aniversario de la fun-dación de esta Sociedad por el Sr. Director Dr. D. Gregorio Chil». El Museo Canario, t. ix (1900), n. 97, pp. 239-246. Chil y Naranjo, Gregorio. «Discurso pronunciado por el Sr. Director del Gabinete Antropológico y de Historia Natural, Dr. D. Gregorio Chil y Naranjo». El Museo Canario, t. v (1882), n. 55, pp. 209-216. Chil y Naranjo, Gregorio. «Museos antropológicos y de historia natural en Europa (conclusión)». El Museo Canario, t. iv (1882), n. 48, pp. 357-360. Estévez González, Fernando. «Determinar la raza, imaginar la nación: el paradigma radiológico en la obra de Chil y Naranjo». El Museo Canario, n. 56 (2001), pp. 329-348 (número dedicado a: Homenaje al Dr. D. Gregorio Chil y Naranjo 1831-1901). Farro, Máximo. La formación del Museo de La Plata: coleccionistas, co-merciantes, estudiosos y naturalistas viajeros a fines del siglo xix. Rosa-rio: Prohistoria, 2009. 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Ortiz García, Carmen. «Intercambio científico y coleccionismo: el Mu-seo de La Plata y El Museo Canario». En: Miranda, Marisa, et al. (editores). vii Coloquio Internacional sobre Darwinismo en Europa y América: Darwin en las Pampas. Aranjuez: Doce Calles (en prensa). Podgorny, Irina. «De razón a facultad: ideas acerca de las funciones del Museo de La Plata en el período 1890-1918». Runa, xxii (1995), pp. 89-104. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 121 Apéndice Figura 1: Extracto de la «Guía de domicilios españoles residentes en la República Argentina». El País, 27 y 31 de mayo de 1890, Las Palmas de Gran Canaria. Figuras 2 y 3: Domingo y Eduardo Perdomo Rancel, La Plata, 1887 y 1905 respectivamente. Archivo Tyldet de Fotografía Histórica de Canarias. S. Scarpino y Bizioli Hermanos. Consultado el 6 de marzo de 2017. http://www.fotografia-historica. tyldet.org/items/show/1040. http://www.fotografiahistorica.tyldet.org/ items/show/1030. 122 Mari Carmen Naranjo Santana Figura 4: Carta de Francisco P. Moreno al Dr. Gregorio Chil y Naranjo. La Plata, 15 de octubre de 1884. El Museo Canario. Colección Gregorio Chil y Naranjo, ES 35001 AMC/GCh-0565. Gran Canaria-La Plata: relaciones y pláticas en torno al museo 123 Figuras 5-6: De arriba a abajo, fachada principal y plantas del Museo de La Plata, siglo xix. Revista del Museo de La Plata. Direct. Francisco P. Moreno. La Plata: Talleres del Museo de La Plata, 1890-91. t. I. http://www.biodiversi-tylibrary. org/bibliography/8796. 124 Mari Carmen Naranjo Santana Figura 7: Panel expositivo «Verdad» de Le Corbusier. La Plata, Casa Curutchet, 2009. Colección particular. |
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