Cartas diferentes. Revista Canaria de Patrimonio Documental 487
SESENTA AÑOS DE LA PUBLICACIÓN DE UN PUEBLO
CUALQUIERA, DE JOSÉ SIVERIO PÉREZ
«Este libro no es una autobiografía —ojalá pudiera serlo!—, ni un relato
puramente imaginativo. Está hecho con retazos de vividas historias. Por
eso digo que es como historia de muchas historias, vida de muchas vidas.
El pueblo de estas páginas es un pueblo cualquiera. Y su cura, un cura
cualquiera también. No soy yo solamente. Sino una mezcla extraña de
distintas experiencias. Y el resultado es un hombre, casi niño todavía, que
ama, sufre, goza, odia, ríe o llora; que siente, que vive. Los curas rurales no
están construidos de forma especial. Ni tienen madera de héroes legenda-rios.
Son de barro y arcilla como todos los hombres. Con una misión estu-penda
en medio de un pueblo cualquiera». Con esas hermosas palabras, el
sacerdote José Siverio Pérez (Los Realejos, 1928) ofrece el marco intro-ductorio
de su novela publicada en el año 1958 por Exclusivas Cisneros,
en Madrid. Con prólogo de A. García-Ramos y a lo largo de veinte capí-tulos
y 148 páginas, se suceden relatos que toman como hilo conductor la
figura de un sacerdote rural que sueña y muestra la impaciencia propia de
un ser joven junto a otras cuestiones e inquietudes que definen cada una
de los sucesos que se reflejan. La lectura, construida con sumo cuidado,
nos adentra ante la llegada al pueblo de Cascajales de un párroco que, por
primera vez, debe hacer frente a una Diócesis. Dudas, nervios e inquie-tudes
se agolpan sobre el sacerdote de apenas veinticinco años. Tras la
primera misa, el relato se adentra en una descripción de las características
del pueblo, describiendo lugares como «La Sociedad», donde combinaban
juegos de mesa y fiestas. A tales espacios el sacerdote llegaría a acceder
para acercarse más a sus feligreses, describiendo como en cierta ocasión se
jugó con un experto en dominó llamado Nazario, describiendo la hazaña
que supuso lograr vencerlo. La escuela también ocupa la atención de otro
de sus relatos, describiendo a Estela, la maestra, como una persona muy
querida y respetada por los habitantes de Cascajales. La vida fue transcu-rriendo
en el lugar y la sucesión de hechos toman cada vez mayor fuerza.
Una charla con el artesano Aurelio despertaría en el sacerdote la posibili-dad
de formar un grupo musical, respondiendo al interés manifestado por
el propio artesano por aprender a tocar la trompeta y el esfuerzo hasta
llegar conseguir el sueño del muchacho. Otra de las aportaciones tendría
como objeto central la figura de doña Higinia, mujer de profundos cono-cimientos
de la historia de Cascajales, anotando diversas características
sobre sus rasgos físicos y particular forma de vida. Recordaría también
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las particularidades de su perro, llamado Nóbile. Relata que en uno de
sus primeros encuentros observó al perro olfateando el terciopelo rojo de
un reclinatorio, armándose de una enorme paciencia para evitar dar un
puntapiés al animal por esa acción. El siguiente capítulo trata cuestiones
relacionadas con el cura joven y su impaciencia. Las dudas y miedos se
suceden por intentar llegar a Cristo con acciones que pudieran ser real-mente
eficaces. El trabajo no tendría todo el resultado que se podría llegar
a esperar. Respecto al bautizo y su significado como sacramento para el
cristiano, el sacerdote también incluye algunas referencias, profundizando
en la necesidad que desde el sacerdocio se explique al pueblo la trascen-dencia
de tal ceremonia. Otro capítulo también describe los esfuerzos del
párroco para tratar de explicar a los feligreses la realidad espiritual de la
doctrina del Cuerpo Místico. Para ello, el sacerdote tomaría como ejem-plos
diversos casos de enfermos en el pueblo con la finalidad de explicar
la teología del dolor cristiano. Caso a caso hasta llegar a todos. Hermosas
y emotivas palabras recoge en el capítulo «El cura no comía pavo». Allí
anota como pasó el joven párroco su Navidad lejos por primera vez del
hogar, captando la emoción de abrir el paquete de aguinaldo enviado por
su madre. La descripción une la importancia de preparar ese día con la
soledad que desde la propia casa llegaría a experimentar el sacerdote, en-contrando
un gran apoyo en el recuerdo de los obsequios enviados por su
madre y las letras que acompañaban al contenido redactadas por su padre.
«La niña ciega se llamaba Adelina» forma parte de otro de los capítulos.
La niña y su participación por primera vez en el catecismo constituye
otro de los aportes en los que el sacerdote tendría que aprender y enseñar
atendiendo a las características de la joven. Curioso y síntoma de la Es-paña
que se refleja en su obra ocupa el capítulo bajo el título «El viento
dijo no». Entre las páginas de esa aportación se suceden escenas relacio-nadas
con la celebración de la Semana Santa en Cascajales, la pobreza y
humildad de esa celebración con solo la imagen de la Dolorosa para los
actos del lunes, martes y miércoles Santo, aunque no duda el narrador en
destacar los esfuerzos de los vecinos por adecentar su figura. La fuerza
del viento tendría como consecuencia que en el marco de una procesión
y, ante el estupor de los allí presentes, cayera la imagen al suelo, sufriendo
diversas roturas. El sacerdote la trasladó en sus brazos de nuevo hasta el
templo. Las dudas y necesidades de un cura se plantean a través de la
aportación que titula «Un sacristán de ocasión». En sus páginas apunta los
distintos oficios a desarrollar en la Iglesia y la necesidad de contar siem-pre
con un sacristán para ello. La labor de búsqueda se convertiría en casi
una odisea hasta llegar a localizar a una persona para hacer frente a esa
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responsabilidad, recibiendo recomendaciones para recurrir al sepulturero.
Tendría que instruirlo con los actos a desarrollar y rogar finalmente por
el mismo como persona necesaria e imprescindible en la ayuda para orga-nizar
y ejecutar los actos religiosos. Una postal con la imagen de un niño
sería el elemento utilizado para asociar una serie de recuerdos relaciona-dos
con el cumpleaños, ofreciendo esos detalles en el capítulo «Una postal
en mi cumpleaños». De forma detectivesca y, estableciendo conclusiones
que luego resultaron ser erróneas, procede el capítulo «¿Quién rompió las
vinajeras?», sucediéndose las hipótesis respecto a un objeto que fue roto y
sobre el que finalmente se lograría resolver el enigma por confesión de la
propia persona responsable. De los hechos en torno a los que reflexiona
y la labor de un sacerdote se distinguen numerosos detalles en «Como un
triángulo isósceles». Una nota de humor se refleja en el momento de la
llegada del circo al pueblo, observando el sacerdote la llegada del espec-táculo
y señalando su participación en el mismo tanto como actor como
observador. A modo de confesión y como consecuencia de discrepancias
entre la corporación municipal y la iglesia surge el apartado «Aquella bro-ma
picante». Una broma que se describe con la colocación de una mezcla
realizada con pimienta sobre la lengüeta y boquilla de los instrumentos.
De esa forma, expone que si los músicos no podían actuar en la procesión
mucho menos lo iban a hacer en el tabladillo o en la plaza, de ahí que sur-giera
la idea de una broma picante por parte del sacerdote. Dos capítulos
cierran la obra. «El gallo no lo sabía» es una de las aportaciones en la que
narra la Visita Pastoral del Obispo y el ambiente que ese suceso generó en
el pueblo, describiendo los detalles de tal acontecimiento.
Por último, el capítulo «Carta al hermano muerto» es tal vez el reflejo
más emotivo y personal del autor, en el que reflexiona sobre el significado
de la vida, su condición como seminarista en igualdad con su hermano en
el momento de fallecer y la elección de Dios para que él pudiera continuar
en el camino. Emotiva carta en la que el propio escritor se une al protago-nista
que describe en su relato y, finalmente, logra encontrar respuesta a las
dudas, miedos e inquietudes que le motivan a redactar tal escrito.
Se trata, pues, de una novela que es el reflejo de la actuación de un
cura rural en sus inicios. Con sus problemas e inexperiencia; con sus acier-tos
y logros. Una obra que es, ante todo, el reflejo de la esperanza e ilusión
por actuar de la mejor manera posible en un pueblo que se llegaría a
fusionar con el cura y, un cura, que llegaría a formar parte indispensable
del pueblo.
Javier Lima Estévez