NÉSTOR ÁLAMO, PASIÓN POR
LOS ARCHIVOS
Juan José Laforet Hernández*
Fecha recepción: 2 de mayo de 2017
Fecha de aceptación: 21 de octubre de 2017
Resumen: La relación de Néstor Álamo con el mundo de los archivos es cono-cida
por su labor profesional en centros documentales como El Museo Canario
y algunas colecciones de carácter privado o nobiliario. Este contacto le permitió
adquirir una amplia cultura que fue especialmente rica en lo referido a la historia
de Canarias, así como entablar relaciones intelectuales con numerosos expertos e
instituciones dentro y fuera de las islas Canarias.
Palabras claves: Néstor Álamo; Archivos Privados.
Abstract: It is well known the relationship Néstor Álamo had with the world
of archives due to his professional work in diverse documentary centres such as
The Canarian Museum and in several private and noble collections. This relation-ship
made possible the acquisition of a considerable knowledge which mainly
focused on the history of the Canary Islands. Likewise, he established intellectual
relations with numerous experts and institutions in the islands and abroad.
Key words: Néstor Álamo; Private Archives.
Resulta altamente elocuente, e independientemente de otros
motivos y requerimientos institucionales y técnicos, que se haya
escogido la ciudad de Guía y el entorno de la Fundación Néstor
Álamo para la celebración de este vii Encuentro de Archiveros
de Canarias, un evento que, como ya se ha señalado, bajo el tí-tulo
«¿Archivos en el Olvido? Una Aproximación a los Archivos
Privados», pretende acercarse al estudio de unos orbes registrales
Cartas diferentes. Revista canaria de patrimonio documental, n. 13 (2017), pp. 21-30.
* Cronista oficial de Gran Canaria. Correo electrónico: jjlaforet@jjlaforet.com.
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considerados de los más relegados dentro del campo archivístico,
al tiempo que obviados por el régimen jurídico y la administra-ción
pública.
Y digo elocuente pues al hablar y referirse a todo ello en Santa
María de Guía en particular, como en Gran Canaria en general,
surge indiscutiblemente, para el siglo xx, la figura señera, inol-vidable
y poliédrica de Néstor Álamo Hernández, que hizo de
libros y documentos, de bibliotecas y archivos no sólo columnas
sustanciales tanto de su existencia cotidiana como de su trabajo
intelectual y literario, sino el santo y seña de ese planeta cultural
y de progreso que estaba empeñado en transmitir a todos sus
paisanos, al considerarlo, en épocas muy diversas y difíciles, cauce
ineludible para el progreso de esta isla.
Personalmente tengo una anécdota, una vivencia, muy elo-cuente
de todo ello. Con apenas dieciocho o diecinueve años
—no recuerdo exactamente— me convenció, tras exponerme
detenidamente su significado y trascendencia, para que adqui-riera
dos obras que hoy son verdaderas joyas bibliográficas en mi
biblioteca particular. Se trataba nada menos que de los tres pri-meros
tomos de la Biobibliografía de escritores canarios, lo que
me vinculó definitivamente a la figura del gran Agustín Millares
Carlo —a quien, por breve espacio, en sexto de bachillerato, tuve
la suerte de tener como profesor de latín, en unas clases que nos
impartió excepcionalmente en la sala de juntas de El Museo Ca-nario—,
y el tomo de la Tipografía canaria de Vizcaya Cárpenter,
que también me abrió desde muy pronto las puertas del sub-yugante
mundo de la historia de imprentas, periódicos y libros
isleños.
Néstor Álamo conformó poco a poco, a lo largo de toda su
existencia, una biblioteca y un archivo en los que se asomó —o
se alongó, como nos gusta decir por aquí—, a todos los amplios
conocimientos que engalanaron su saber y su ser intelectual, en
alguien que convirtió los libros y los documentos en una verda-dera
universidad, pues no tuvo otra oportunidad en la vida que la
de ser casi autodidacta a través de libros, documentos y antiguos
Néstor Álamo, pasión por los archivos 23
legajos, dirigido inicialmente por quien él consideró siempre su
verdadero maestro, el lectoral José Feo y Ramos, y gracias a los
conocimientos de paleografía y de historia que adquirió en su
larga etapa en El Museo Canario.
En la actualidad la Fundación Néstor Álamo, creada por el
Ayuntamiento de Santa María de Guía, y los herederos de quien
se dejó la vista catalogando y estudiando todo el enorme archivo
de la Inquisición en Canarias, que se conserva en El Museo Ca-nario
—tarea que ya por sí sola constituye una obra ingente y un
legado monumental—, han tenido el verdadero acierto, al tiempo
que se inauguraba la Casa Museo Néstor Álamo, de rescatar y
ordenar —bajo la paciente y minuciosa dirección profesional de
Sergio Aguiar, bibliotecario y documentalista guiense—, para po-nerla
a disposición de investigadores y estudiosos tanto de su obra
como del pasado de las islas Canarias y sus relaciones con otros
ámbitos europeos y americanos, toda la biblioteca y el archivo pri-vado
que perteneció a Néstor Álamo. Un amplia biblioteca y un
valioso archivo de más de cuatro mil volúmenes donde resaltan los
temas canarios —no olvidemos que él participó en la catalogación
de la Biblioteca Canaria de El Museo Canario, y esto le dejó una
enorme huella intelectual en este orbe—, al tiempo que también
se encuentra, como ejemplo de sus relaciones con importantes
proyectos culturales de fuera de las islas, la colección casi com-pleta
de novela de Ediciones Destino, entidad con la que colaboró
durante muchos años, especialmente en el semanario Destino, al
tiempo que también escribía en La vanguardia y en abc.
Hoy, en la Biblioteca de Cataluña, en el Fondo Joseph Vergés,
fundador y director de Destino, con quien Néstor mantuvo una
estrecha amistad, se conservan algunos documentos de Néstor
Álamo, como puede ser la correspondencia suya y de Matías Vega
con Josep Vergés, 1960-1961, que se encuentra en los «Docu-mentos
sobre Editorial Destino, Josep Pla y Josep Vergés».
Y menciono esto por ser muestra de las relaciones intelectuales
que Néstor Álamo siempre procuró mantener fuera del archipié-lago,
tanto con canarios destacados con los que nunca interrum-
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pió su contacto, caso de los insignes profesores Antonio Rumeu
de Armas, Francisco Morales Padrón y Antonio de Béthencourt
Massieu, entre otros muchos, como con instituciones señeras a
las que llegó a estar vinculado directamente, entre ellas la Real
Academia Española de la Historia, de la que fue académico co-rrespondiente,
y como con otras personalidades no isleñas de la
historia, la literatura o el arte. Por ello merece la pena recalcar
su relación con el editor e intelectual catalán Josep Vergés que,
como ya señaló Antoni Vilanova, catedrático y jurado del Nadal,
«ha sido uno de los editores más importantes de la posguerra en
este país. Enérgico, gran organizador, sabía mandar y tuvo una
visión cultural y política muy clarividente. Como iniciador de Des-tino
y de la editorial, casi siempre colaborando con Joan Teixidor,
fue una persona de gran influencia en este país hasta los años 60.
Es una personalidad excepcional a la que hemos de estar agrade-cidos
».
Otra curiosidad que habla de su carácter y aporta un interés
añadido a este fondo bibliográfico y se vincula con el objeto y
la naturaleza de la actividad que hoy nos reúne en la ciudad de
Guía, es el derivado de la costumbre —que también tomé de él
y he seguido en mi biblioteca personal como un peculiar y útil
sistema de documentación particular—, que Néstor tenía de in-troducir
entre las páginas de cada libro recortes de prensa sobre el
mismo, o relativos a su contenido, e incluso cartas u otro tipo de
apuntes referidos a su temática o a la trascendencia de los asuntos
que trataba, a lo que se añadía su empeño en insertar notas con
comentarios suyos o apostillas y marcas escritas sobre las mismas
páginas de los libros. Este conjunto de notas, recortes de prensa
y apostillas constituye ahora una fuente de información docu-mental
adicional que estoy seguro de que será de gran utilidad
en el futuro para los investigadores que trabajen sobre la obra de
Néstor Álamo, o en relación con los libros y documentos que se
atesoran en la Fundación Néstor Álamo.
Néstor Álamo, pasión por los archivos 25
Unas brevísimas notas biográficas sobre Néstor Álamo Her-nández
nos señalan su nacimiento en Guía de Gran Canaria el 27
de febrero de 1906 (fallecería en Las Palmas de Gran Canaria el
24 de marzo de 1994). En su pueblo cursa estudios elementales
hasta que, en 1920, marcha a La Habana donde bajo la tutela
de su tío trabaja en el comercio familiar. Tras su regreso a Gran
Canaria en 1922, y después de realizar el servicio militar, se in-dependiza
de su familia y se emplea como contable en algunas
firmas comerciales de la capital, a la vez que comienza a introdu-cirse
en los círculos culturales de la ciudad e inicia sus primeras
colaboraciones periodísticas.
Al mismo tiempo, entabla amistad con el que él consideró su
maestro, el lectoral y canónigo de la catedral de Canarias José Feo
y Ramos, natural de Gáldar. Según Álamo, el influjo de este sacer-dote
será fundamental en sus lecturas y formación intelectual, ya
que lo introduce en sus primeros conocimientos de archivística
y paleografía. En el periódico El país tuvo a su cargo la sección
«Panoramas». Posteriormente, fundó en Guía, junto a Juan García
Mateos, el semanario La voz del norte.
En 1925 entra a formar parte de El Museo Canario como ofi-cial
primero en la biblioteca de la centenaria institución científica.
Allí se dedica a ordenar y clasificar, durante casi dos decenios, una
importante parte de sus fondos documentales, especialmente el
de la Inquisición de Canarias, compuesto de miles de manuscritos
de un interés capital para la historiografía isleña que, hasta ese
momento, eran de difícil consulta. El contacto diario de Néstor
Álamo con esas privilegiadas fuentes de información propiciará,
en su formación intelectual y en sus trabajos literarios, una visión
más completa acerca del mundo insular y sus conexiones históri-cas
fuera de sus fronteras que la que había tenido hasta entonces.
Terminada la Guerra Civil española ejerce como secretario y
asesor cultural de Matías Vega Guerra, que presidió el Cabildo
de Gran Canaria desde 1945 hasta 1960. Las gestiones de Néstor
Álamo favorecen la creación del Archivo Histórico Provincial y
la Biblioteca Provincial de Las Palmas de Gran Canaria. También
26 Juan José Laforet Hernández
fue creador y primer director de la Casa-Museo de Colón, insta-lada
en el corazón del núcleo primitivo de la ciudad donde los
conquistadores castellanos fundaran la ciudad.
Los títulos con los que fue investido y reconocido por su labor
fueron numerosos; entre ellos se encuentran el de cronista oficial
de la isla de Gran Canaria, comendador de número de la Orden
del Mérito Civil, miembro correspondiente de la Real Academia
de la Historia, hijo adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria, Can
de Plata e hijo predilecto de Gran Canaria, y en 1989 le fue otor-gado
el Premio Canarias de Investigación.
De su amplia y diversa obra ahora considero oportuno desta-car
tres que tienen en su origen mucho que ver con su actividad
minuciosa y paciente como archivero y documentalista, tanto en
el orbe de fondos públicos e institucionales como los de El Mu-seo
Canario, el Archivo Catedral, los parroquiales o el Archivo
Histórico Provincial, u otros privados como el de Acialcázar, el
del condado de la Vega Grande de Guadalupe o el de la familia
Manrique de Lara, entre otros cuya propiedad no mencionaba se-gún
me comentó también en muchísimas ocasiones; y no olvido
tampoco sus muchas horas de trabajo en los archivos históricos
de Madrid y Sevilla, en el de la Real Academia de la Historia, o
en el de la Casa de Alba. Así mismo, destacaría cómo estaba en-cantado
del papel que había jugado como responsable de la do-cumentación,
libros y legajos de la antigua cofradía de hipotecas,
en El Museo Canario y en la biblioteca León y Castillo de Telde.
Se trata, en primer lugar, de El almirante de la Mar Océana en
Gran Canaria (1956), sobre el que llegó a desvelar no sólo que
trabajó en el mismo seis años, desde 1951, o que para ello leyó
«...con detenimiento y desde un punto de vista insular el extracto del
Diario de Colón, encontrando en él alusiones que hacía a Canarias,
alusiones que para la mayor parte de las gentes habían permanecido
herméticas, desapercibidas...», sino que aquí «...en la isla, hallé dos
datos —de interés definitivo— en el Archivo de Acialcázar, la prue-ba
de que los banqueros Rivarol vivían, efectivamente, en la calle
Montesdeoca y que la actual Casa de Colón era la residencia de los
Néstor Álamo, pasión por los archivos 27
Gobernadores de las Armas...»; en segundo lugar aparece la obra
Thenesoya Vidina y otras tradiciones (1959), al que añade como
apéndices tres documentos sustanciales para la historia de Gran
Canaria, ubicando el primero de ellos directamente en el archivo
de Acialcázar; y en tercer lugar de «Crónica de un siglo: 1844-
1944», que se publicó en forma de folletín, a partir de la década
de los 50, en el Diario de Las Palmas y tuvo como objeto prin-cipal
historiar las actividades sociales del Gabinete Literario con
motivo de su primer centenario, pero acabó siendo una historia
de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria desde mediados del
siglo xix hasta mediados del siglo xx.
También ahora, en este preámbulo al importante y trascen-dente
encuentro para las perspectivas actuales y futuras de la ar-chivística
en Canarias que se celebrará aquí hoy y mañana, viene
muy a propósito mencionar otra obra suya, menor si cabe por su
naturaleza y tamaño, que no por su contenido, que es muy signi-ficativa
para mostrarnos el aprecio y el valor que Néstor otorgaba
al orbe documental y archivístico. Se trata de «Mi pregón de San
Pedro Mártir», 29 de abril de 1954, pronunciado a través de los
micrófonos de radio —como era costumbre con los pregones en
aquella época, fuera éste, el de Semana Santa o el de El Pino— y
que se preocupó por dar a conocer posteriormente en una cuida-da
edición, en la que sin embargo no constan datos de imprenta
pero sí que se imprimieron 100 ejemplares, fuera de venta, en pa-pel
del siglo xvii con capitulares miniadas —algo que era muy del
gusto de nuestro personaje— y otros 150 en «papel registro», y en
la que incluyó una cuidada reproducción de las «Armas de la Ysla
de Gran Canaria», un curioso y bello dibujo de Francisco Zum-bado
y Ripa, que data hacia 1800 en la ciudad de Telde, así como
otra lámina, al final con un dibujo a plumilla de la Plaza Mayor
—la plaza de Santa Ana— a comienzos del siglo xix (a cuyo pie
también señala cómo se encuentra «En primer término la Casa de
los Alféreces Mayores de la isla») y, tras el texto del pregón en sí,
enriquece la publicación con unos Apéndices en los que incluye
un trabajo suyo, de neta base archivística y documental, aunque
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algo literaturizado en su redacción, titulado «La isla y su alferazgo
mayor» (que ya había publicado en el periódico Falange el 29 de
abril de 1942, así como una «Certificación de las ceremonias ce-lebradas
en la ciudad de Canarias en la proclamación de Carlos iii
el 26 de julio de 1760» (se trata, como el propio Néstor señala,
de una «copia obtenida por Alejandro del Castillo y Bravo de Lagu-na
del testimonio que figuraba en las diligencias sobre el Alferazgo
Mayor de Gran Canaria —hoy desaparecidas— a que se alude en
el texto del pregón...»).
El pregón en sí, tras las consabidas expresiones literarias o poé-ticas,
muy breves en forma y espíritu en este caso, más que una
exaltación vacua y rimbombante de la efeméride —algo que él no
hubiera hecho nunca— es un extenso y minucioso estudio, y no
por ello exento de un estilo agradable y ameno, de la evolución e
incidencias de las ceremonias con las que cada 29 de abril, día de
San Pedro Mártir, patrono de Gran Canaria, a lo largo de los siglos
se conmemoró la festividad de la incorporación de Gran Canaria
a la corona de Castilla, así como de las significativas, y en casos
trascendentes, incidencias que se dieron en muy diversas épocas
y contextos.
Un texto en el que vuelve a mostrar la importancia que para él
tenía el trabajo con fuentes primarias, por la investigación cons-tante
en los archivos de la isla —siempre lloró y se enfureció por
la desaparición inaceptable de algunos de ellos, tanto públicos
como privados—, y no duda en señalar en el propio texto de este
«pregón», que más parece lección histórica o académica de la efe-méride,
cómo:
«Todo cuanto aquí se ha dicho tenía comprobantes legales en el
tesoro documental existente en el maravilloso archivo del Cabildo
—Ayuntamiento— de Gran canaria, desaparecido en el incendio
que manos criminales provocaran el año triste de 1842...» (él en
nota aparte las atribuye a las del secretario capitular don Carlos
Grandy y sus secuaces, aunque este señor fue absuelto por la jus-ticia
en su momento y posteriores indagaciones historiográficas no
Néstor Álamo, pasión por los archivos 29
encuentran tampoco pruebas fehacientes para tal inculpación, que
fue moneda de cambio en la ciudad de aquellos años de mitad del
siglo xix) y continúa resaltando cómo «...Nuestra isla —el archi-piélago
todo— no llorará bastante esta pérdida que anegó en la
nada los más valiosos testigos de nuestra historia regional, desde
los tiempos de los Reyes Católicos a la etapa primera del reinado
de Isabel ii. Por eso la historia del Ayuntamiento de la Muy Noble
y Muy Leal Ciudad Real de Las Palmas de Gran Canaria, la de
la isla e incluso la del archipiélago, difícilmente podrán ser escritas
con sujeción a la más rigurosa verdad...».
Tampoco deja de asentar la tesis de su texto «pregón» versus
«lección académica» en la exposición de sus bases documentales,
aunque no llega a descubrir la procedencia archivística del docu-mento
principal en que se basa, pues sólo señala que «hará unos
diez o quince años llegó a nuestras manos por milagro verdadero un
testimonio de las diligencias incoadas en 1795, a instancias del Con-de
de la Vega Grande de Guadalupe», un documento que remite
entonces a la casa condal para que obtuvieran copia del mismo,
por lo que les relacionaba con él mismo, que pudo, a su vez, ob-tener
copia, sin mencionar tampoco en este caso el archivo al
que se acudía, de un documento de los muchos que al parecer
conformaban, como Néstor destacó, aquel «...hito monumental de
nuestra historia...», y deja claro que se trataba de un archivo ajeno
a esta familia pues señala cómo don Alejandro lo hizo «...acaso en
su interés por devolver unos papeles que no eran de su propiedad...».
Queda claro que Néstor Álamo, como otras personas, estaba tra-bajando
con documentos pertenecientes a archivos particulares
que, por esa misma condición, no quiere mencionar, lo cual abre
puertas y una nueva pista no sólo para resaltar la importancia
que tienen en Canarias en general, como en Gran Canaria en
particular, los archivos privados, muchos aún desconocidos y se-cretamente
guardados, máximo cuando otros públicos e institu-cionales
desaparecieron accidentalmente en diversas ocasiones y
momentos históricos (Van der Does, incendio del ayuntamien-
30 Juan José Laforet Hernández
to, etc.), sino para que ahora pueda seguirse una nueva línea de
investigación en la búsqueda de los mismos, que sirva también,
como ya intentaba hacer el propio Néstor Álamo, para concien-ciar
a muchos propietarios de archivos y fondos documentales
particulares de la importancia de ponerlos a disposición de los
profesionales de la archivística y de los investigadores, que garan-tizarán
tanto una mejor preservación de esos tesoros documenta-les,
como un avance certero en la investigación del pasado insular.
Sólo se ha tratado de perfilar y dejar constancia, cuando se
conmemora el 23º aniversario de su fallecimiento, de la relación
honda que mantuvo Néstor Álamo con los archivos y fondos do-cumentales,
de la importancia y enorme valor que les daba, sobre
todo en momentos en que muy pocas personas los tenían en con-sideración,
en especial a niveles de fondos y legados particulares,
de cómo la propia actividad archivística contribuyó a definir su
propia vida en buena manera e incluso a modelar su propio ca-rácter
y talante. Quedan ahora abiertas las puertas a nuevas y
sustanciosas investigaciones sobre archivística insular a través de
las pistas que nos ha dejado Néstor con su vida y en sus obras.
Vaya aquí con estas palabras, una vez más, nuestro homenaje de
reconocimiento y afecto a esta figura ineludible para la historia,
así como para el ser y sentir de la Gran Canaria.