243
Martín. Feliz idea y feliz resultado,
como no podía ser de otra forma. La
inteligencia y eficacia demostradas
por Hernández en la confección de
los utilísimos índices que han
acompañado la colección de proto-colos
notariales de Domingo Pérez
vuelven aquí a ponerse de relieve.
La obra queda, así, muy bien rema-tada,
facilitando al lector las bús-quedas
precisas de topónimos,
nombres personales y materias, or-denadas
por campos semánticos.
Antes de terminar creo necesa-rio
volver sobre lo ya dicho: esta
obra era una deuda que La Palma
había contraído con las autoras, cu-yo
trabajo fue obviado durante do-ce
años. Desde ahora disponen los
interesados en la historia palmera
del Quinientos de una serie docu-mental
adaptada al formato biblio-gráfico,
mediante el cual la conser-vación
del original no se verá tan
afectada por la manipulación direc-ta
y que nos ha dejado uno de los
capítulos más misteriosos (por des-conocido)
y decisivos de su devenir:
la continuación de la tranquila vida
de provincias, agitada en aquel de-sastroso
verano 1553 que sería rete-nido
para siempre en la memoria.
VÍCTOR J. HERNÁNDEZ CORREA
LUXÁN MELÉNDEZ, Santiago de y
HERNÁNDEZ SOCORRO, María de los
Reyes. El mundo del libro en Ca-narias.
Las Palmas de Gran Cana-ria:
Cabildo de Gran Canaria,
2005. 528 p. ISBN 84-8103-396-0.
Convulso anda el mundo del li-bro.
Y el de la lectura. Y el de las li-brerías.
Hay quien afirma que ha
perdido su magia el libro, arrebata-da
por el mundo digital. De la par-simoniosa
lentitud con que nacía
cada página impresa, hemos pasado
a la vertiginosa rapidez de la era en
que nos corresponde vivir. El eje del
problema cambia, pasando de la es-casez
de libros a la superabundancia
de ellos, aunque, en gran parte, los
actuales no se soporten sobre el pa-pel.
Hay una guerra abierta entre
los señores de la informática y los
guardianes de la obra impresa; pre-tenden
aquéllos volcar títulos y más
títulos en soporte digital y se opo-nen
éstos con todas sus fuerzas ale-gando
mil y una razones.
También la lectura se halla re-vuelta.
Hay pujanzas que pretenden
difundirla y las hay que procuran
dificultarla. Aquéllas se basan en
campañas fomentadas desde orga-nismos
oficiales y privados, en es-fuerzos
de bibliotecarios o profeso-res
animosos, o en el IPE, el impulso
CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL
244
popular espontáneo, como es el ca-so
del book-crossing. Éstas, las que
ponen trabas, esgrimen presiones,
como el cobro de un canon por ac-ceder
a los libros de una biblioteca.
Y a tanto maremagnum se su-man
quienes acercan el libro, si no
al lector, sí al comprador. Se trata de
las batallas de los descuentos, de las
ofertas de grandes almacenes frente
al detalle de la librería que sólo ven-de
libros; una guerra que viene a
afectar, incluso, al mundo editorial,
que se ve empujado a imprimir tí-tulos
que convengan a los magnates
del comercio.
Ante este panorama, la apari-ción
de El mundo del libro en Cana-rias,
de los profesores Santiago de
Luxán Meléndez y María de los Re-yes
Hernández Socorro, viene a fijar
el marco de los inicios del libro en
las Islas. Con esta obra sabemos de
dónde partimos y, con tal base, po-demos
hilvanar nuestra historia del
libro para comprender su futuro.
I) La editora
La obra está editada por el De-partamento
de Ediciones del Servi-cio
de Cultura del Cabildo Insular
de Gran Canaria, que pretende, con
su aparición, conmemorar sus cin-cuenta
años de actividad. La finali-dad
del Departamento es apoyar la
edición de obras en las Islas, espe-cialmente
de aquellos «estudios y
trabajos que la empresa privada del
sector no aborda por cuestiones mera-mente
comerciales».
Una simple mirada al extenso
catálogo de sus publicaciones con-firmaría
que su objetivo lo alcanza
sobradamente. Acomete materias
como el arte, los catálogos de expo-siciones,
las ciencias, el deporte, la
etnografía y el folclore, facsímiles,
fuentes, geografía, historia, lengua y
literatura, teatro, etc. Especial relie-ve
tiene su publicación estrella, el
Anuario de estudios atlánticos, así
como la edición de las ponencias y
comunicaciones de coloquios (re-cuérdese
el de Historia Canario
Americana, que acaba de cerrar su
decimoséptima edición) y congre-sos
(como los galdosianos). Botánica
macaronésica y Anales galdosianos
constituyen otros de sus títulos pri-vilegiados.
No podemos pasar por alto las
publicaciones del CAAM así como las
colecciones Alisios, Biblioteca Gal-dosiana,
Ínsulas de la Fortuna, La
Guagua, Nueva Biblioteca Canaria
y Viajes.Y en el recuerdo, la memo-ria
del que fuera su director duran-te
largos años, Jesús Bombín, hom-bre
de cadenciosa conversación con
amigos y conocidos mientras traba-
RESEÑAS
245
jaba silencioso en la destacada parte
de responsabilidad que le toca en
este éxito. Dicho lo cual, es preciso
hablar de esta edición en concreto.
Es un libro que aparece con cier-to
retraso, con algunos años de de-mora.
Cuando la obra hizo su apari-ción
en 2005, habían ya fallecido
los padres de los autores, a quienes
ellos la dedicaron cuando llevaron a
cabo su preparación. Si bien su pre-sencia
externa se halla en la línea
que la editora se ha marcado, (digna
y austera a la par), sin embargo, la
lectura se encuentra salpicada de
molestas y no escasas fallas tipográ-ficas
y alguna que otra ortográfica.
Es cierto que las nuevas tecnologías
facilitan la tarea de composición de
una obra, pero ello no es óbice para
que se eluda siquiera una somera
lectura de pruebas que elimine tan-tas
máculas que puedan empañar el
brillo propio del contenido. Abun-dan
las faltas de espacios tras los
puntos, la ausencia de mayúsculas
cuando se requiere su presencia, la
incorrecta partición de vocablos al
final de línea, el aleatorio empleo
de cursivas, etc. Una pena, cierta-mente.
Otro extremo que no queremos,
ni debemos, silenciar es el lugar de
impresión. Parece una norma habi-tual
que los libros se impriman fue-ra,
no ya de la isla grancanaria, sino
del Archipiélago. ¿No existen im-prentas
cualificadas aquí? Se suele
argüir la diferencia de precios entre
los productos elaborados en la re-gión
y los realizados en el exterior.
Sin embargo, salvo excepciones,
contamos con experiencias que ava-lan
lo contrario.
También se habla de una su-puesta
falta de cualificación; y deci-mos
«supuesta» por no estar siem-pre
justificada, aparte de que, si no
encargamos nuestras obras a nues-tros
impresores, difícilmente po-drán
obtener los estándares de cali-dad
que desde la editora se
reclaman.
Mutatis mutandis, son, en el fon-do,
los mismos problemas (costo y
cualificación) que detecta el texto
atribuido por Pérez Vidal a José de
Béthencourt y Castro:
Don Pedro Joseph traía unos
caracteres muy gastados y ruines;
empezó a pedir el doble de lo que
costaba cualquiera otra que venía
de fuera bien empresa (sic)1.
CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL
1. Véanse las pp. 493 y 494 del libro reseñado.
246
Y, justamente, quien fuera pro-motor
de la introducción de la im-prenta
en Las Palmas,Viera y Clavi-jo,
se quejaba de los abusivos
precios, surgidos de la falta de com-petencia
al haber un solo taller en la
ciudad. En todo caso, parece lamen-table
que tras los esfuerzos de los
ilustrados por lograr una imprenta
en la Isla, demos de lado a este sec-tor
que puede realizar labores más
complejas que la edición de alma-naques,
impresos de facturas o pa-peletas
electorales.
II) La obra
Contiene esta obra catorce capí-tulos
que se corresponden con otros
tantos trabajos publicados por los
autores en diferentes publicaciones
periódicas de las Islas o en las actas
de congresos aquí celebrados. Tales
trabajos, unidos por un común de-nominador,
la obra impresa, se ha-llaban
dispersos y, por lo general,
eran difícilmente accesibles, por lo
que reunirlos en un solo tomo cons-tituye
un acierto.
El eje de su contenido lo consti-tuye
el libro; a su alrededor gira todo
su universo: la imprenta, los libreros,
los lectores, los bibliotecarios, las bi-bliotecas
y, no menor por ser citada
en último lugar, la lectura, que, en
definitiva, es el objetivo final de to-da
obra.
Los diferentes capítulos han sido
redactados en momentos distintos y
con carácter independiente entre sí.
Pese a ello, no se conserva un orden
cronológico de publicación, sino el
más lógico de agrupación temática,
lo que conlleva algunas repeticiones
nacidas de la necesidad de encua-drar
algún aspecto. Detalle que, co-mo
observará el lector, no resta va-lor
ninguno al contenido.
Consideremos, pues, los diferen-tes
apartados en los que pueden
agruparse.
1 BIBLIOTECAS
El tema de las bibliotecas en Las
Palmas ha sido abordado por Anto-nio
Cabrera Perera2, profundo co-nocedor
de este mundo por sus res-ponsabilidades
profesionales a lo
largo de su dilatada carrera. Tenién-dola
presente, los autores ahondan
en su estudio, ofreciéndonos impor-tantes
e ilustradores aspectos.
RESEÑAS
2. CABRERA PERERA, Antonio. Las bibliotecas de Las Palmas. Las Palmas de
Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria, 1982.
247
1.1 PÚBLICAS
1.1.1 Biblioteca y Museo Provincial
de Santa Cruz de Tenerife
Se trata de ella en el segundo ca-pítulo,
que se refiere al patrimonio
cultural procedente de la desamor-tización.
Los autores analizan el pa-pel
jugado por las comisiones de
monumentos surgidas por la R. O.
de 29 de julio de 1835 para reunir y
conservar, entre otros elementos
culturales, los libros que se hallaban
en poder de la Iglesia. Sería la Uni-versidad
de San Fernando la encar-gada
de su instalación y organiza-ción
y, al desaparecer ésta, la
sustituyó en tal quehacer el Institu-to
Provincial de Enseñanza Media.
Analizan los autores los volúmenes
que constituyeron el fondo inicial,
especificando su procedencia, los
años de edición, ciudades en que
fueron editados, clasificación por
materias, etc.Y finalizan preguntán-dose
si realmente existió la bibliote-ca,
dados los informes contradicto-rios
que circularon en aquellos años
sobre a ella.
1.1.2 Biblioteca Municipal de Las
Palmas
Aparte de las continuas referen-cias
a esta institución que hacen los
autores en diferentes capítulos de la
obra, le dedican uno exclusivamen-te.
En él se definen sus orígenes,
destacando el hecho de que el pri-mer
fondo procediera de donacio-nes
de particulares y de institucio-nes
privadas. Sufrió diversos
avatares, compartió sede con la acti-vidad
municipal y con la biblioteca
de El Museo Canario y acabó per-diendo
su independencia para inte-grarse
en aquélla. Realizan, igual-mente,
los autores un detenido y
extenso análisis de su contenido:
materias, fecha de edición de las
obras, lugar de edición, idioma, en-cuadernación
y estado de conserva-ción.
Asimismo, detallan los donan-tes
del fondo inicial, especificando
el número de obras que entregó ca-da
uno de ellos.
1.1.3 Biblioteca del Seminario Conci-liar
Sólo citarla dentro de este apar-tado,
pues fue pública hasta 1852,
cuando, con la llegada de los jesui-tas,
pasó a ser privada. A ella nos re-feriremos
al abordar ese grupo.
1.1.4 Otras bibliotecas
Como bibliotecas públicas apa-recen
citadas y, por lo general, con
información no escasa, otras que tu-vieron
tal carácter, aunque poca en-tidad
y duración. Nos referimos a la
CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL
248
del Instituto de corta vida, a la de la
Escuela Normal y a la de la Escuela
de Comercio en aquellos momen-tos
finiseculares.
1.2 PRIVADAS
La relación de bibliotecas en manos
de particulares que se contempla en
esta obra es extensa. Únicamente la
de Manuel Ponce de León es anali-zada
exhaustivamente (en el Capí-tulo
V), así como el proyecto de
Agustín Millares Torres de crear
una biblioteca isleña, (en el Capítu-lo
VI). Las que figuran a nombre de
entidades se encuentran muy bien
documentadas.
No abundan los trabajos sobre
las colecciones bibliográficas de ca-rácter
personal. Conocemos, entre
otras, la de Tomás Mena y Mesa3, la
de Pérez Galdós4 y la de Nicolás
Massieu Salgado5, esta última rese-ñada
en tres ocasiones. Más actuales
y con carácter de reportaje, son las
entrevistas que el suplemento de
Canarias 7 en aquel entonces reali-zó
a diversos personajes de las Islas
sobre sus respectivas bibliotecas
privadas6. Por vía de nota a pie de
página, la obra nos aporta datos so-
RESEÑAS
3. BARROSO ALFARO, Manuel. La biblioteca del doctor Tomás Mena y Mesa.
Puerto del Rosario: Cabildo Insular de Fuerteventura, 2001.
4. BERKOWITZ, H. Chonon. La biblioteca de Benito Pérez Galdós: catálogo ra-zonado
precedido de un estudio. Las Palmas de Gran Canaria: El Museo Cana-rio,
1951.
5. LORENZO TENA, Antonio. «Cultura y poder en La Palma: la biblioteca de
don Nicolás Massieu Salgado (1720-1791)». El día / La prensa (Santa Cruz de
Tenerife, 5 de mayo de 2001), pp. 1-3; IDEM. «Bibliotecas nobiliarias de la isla
de La Palma en el ocaso del Antiguo Régimen: la faceta cultural de don Nico-lás
Massieu Salgado (1720-1791)». Boletín Millares Carlo, n. 20 (2001), pp. 231-
244. Véase también del mismo autor: «La librería de don Nicolás Massieu Sal-gado
(1720-1791)», publicado en el volumen IV Cartas diferentes (en prensa).
6. No se trata de un catálogo de cada una de estas bibliotecas, sino de un
reportaje sobre ellas, explicando sus peculiaridades. Se publicaron diez artícu-los,
con autoría de Dolores Campos-Herrero, en el suplemento Canarias 7 se-manal:
Telesforo Fuentes (20 de noviembre de 1982); Pedro Perdomo Acedo
(27 de noviembre de 1982); Lola de la Torre (4 de diciembre de 1982); Simón
Benítez Padilla (18 de diciembre de 1982); Alejandro del Castillo (8 de enero
de 1983); Cabildo Catedral de Canarias y Bernardo Cabrera (15 de enero de
1983); Juan Rodríguez Doreste (29 de enero de 1983); Francisco Navarro Ar-tiles
(15 de marzo de 1983); Matías González (12 de marzo de 1983) y Anto-nio
de la Nuez Caballero (19 de marzo de 1983).
249
bre el número de volúmenes alber-gados
en las estanterías de algunos
patricios de la ciudad de Las Palmas
de Gran Canaria. Veamos las que,
con más detalle, nos proponen los
autores.
1.2.1 Biblioteca de la catedral de
Canarias
Constituye, a juicio de los auto-res,
«uno de los más importantes de-pósitos
bibliográficos con que contó la
Iglesia» en las Islas.A ella dedican el
Capítulo I de la obra. Analizan su
constitución, motivada por la nece-sidad
de formación de los propios
canónigos para que las diversas ca-nonjías
fueran ocupadas por perso-nas
naturales de la región, y se de-tienen,
de manera especial, en el
papel jugado singularmente por el
obispo fray Francisco de Sosa en el
asunto de una supuesta adquisición
en almoneda de El Escorial. Su in-dagación
cuestiona y perfila algu-nos
extremos dados por buenos
hasta ahora. Posteriormente, en el
Capítulo III, se vuelve a tratar de
ella, al abordar la secularización de
las bibliotecas eclesiásticas.
1.2.2 Biblioteca de la catedral de La
Laguna
Nacida de la donación realizada
por el obispo Esteban Bencomo, su
andadura es recorrida en el citado
Capítulo III, detallando su pase a la
Biblioteca Provincial y el retorno
de sus fondos a los originales pro-pietarios
con la llegada de la Res-tauración.
1.2.3 Biblioteca del Seminario Conci-liar
Surge del programa de creación
de bibliotecas ordenado por Carlos
III, disponiendo de los fondos proce-dentes
de los legados de los obispos
fallecidos y los recogidos tras la ex-pulsión
de los jesuitas, a los que se
unieron los de las órdenes religiosas
con la desamortización y las dona-ciones
de clérigos ilustrados. Fue
pública hasta 1852, cuando, con la
llegada de la Compañía de Jesús,
volvió al terreno de lo privado. No
se estudia en un capítulo determi-nado,
pero sí se alude a ella reitera-damente
a lo largo de la obra, como
no podía ser menos dada su impor-tancia.
CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL
7. BALBÁS PEÑA, Jorge. «El Gobierno duplica las ayudas a la edición para re-forzar
el tejido industrial del libro». La provincia / Diario de Las Palmas (Las
Palmas de Gran Canaria, 11 de junio de 2006), p. 54.
250
1.2.4 Bibliotecas parroquiales
A ellas se dedica el Capítulo IV.
Si bien los autores lamentan no dis-poner
de la documentación admi-nistrativa
producida con la puesta
en marcha de estas bibliotecas o
con elementos de comparación con
lo ocurrido en otras diócesis, reali-zan
un importante esfuerzo para
describirnos el proyecto, promovido
por el obispo Lluch y Garriga, de
abrir dieciocho centros por todo el
Archipiélago en la década de 1860.
Primero nos ofrecen un panorama
sobre las bibliotecas eclesiásticas en
Canarias antes de esos años; luego
se detienen en la oferta de libros re-ligiosos
en el caso concreto de Las
Palmas así como en el papel jugado
por la jerarquía eclesial en la circu-lación
de libros en las Islas, culmi-nando
en una serie de claves para
entender las motivaciones que im-pulsaron
al prelado a crear tales bi-bliotecas:
la lucha contra el analfa-betismo
y, sobre todo, contra la
introducción de libros extranjeros
que hacían peligrar la ortodoxia ca-tólica.
1.2.5 Biblioteca de Manuel Ponce de
León
Todo el Capítulo V se dedica a la
colección de libros de este destaca-do
personaje. Antes de abordar el
análisis detallado de su contenido,
esbozan los autores una aproxima-ción
al estado de la cuestión de las
bibliotecas públicas y privadas en
Las Palmas durante el siglo XIX;
concienzuda síntesis, de la que con-cluyen,
ya en 1988, año de publica-ción
de la primera edición de este
trabajo, que «está por hacer el estudio
de las bibliotecas de Las Palmas, tan-to
públicas como privadas, durante la
época contemporánea». Un recorrido
por la historia de estos centros en la
capital grancanaria, realizado bri-llantemente
en tan pocas páginas.
Por lo que se refiere ya a la biblio-teca
de Ponce de León, estudian su
tamaño, el paradero de los libros, su
identificación, cómo y cuándo se
adquirieron, de dónde proceden y
su clasificación por materias, finali-zando
con un catálogo anotado, de-talladamente
anotado, según el in-ventario
de esta biblioteca.
1.2.6 Biblioteca Isleña de Agustín
Millares Torres
La obra dedica el Capítulo VI a
la figura del insigne historiador y al
papel que jugó su biblioteca en la
confección de sus obras, especial-mente
de la Historia general de las
islas Canarias. Biblioteca y perso-naje
parecen llegar a fundirse en
una simbiosis perfecta. Los autores
RESEÑAS
251
van desgranando diversas facetas de
Agustín Millares, destacando su co-rrespondencia
epistolar con Sabino
Berthelot; todo ello encaminado a
señalar los pasos dados en la confor-mación
de su biblioteca con la mira
puesta en la redacción de sus escri-tos
históricos. Lo resumen bien los
autores en la introducción de este
capítulo:
El legado de Millares-historia-dor
tiene, por consiguiente, dos ca-ras
firmemente fundidas. De un
lado, su archivo-biblioteca, patri-monio
cultural insustituible de to-do
el Archipiélago. Y, de otro, La
historia general eslabón clave en
la conformación de una conciencia
regional.
De su biblioteca confeccionó
Millares dos inventarios.Tanto éstos
como el fondo fueron donados por
su viuda, Encarnación Cubas, en
1911, a El Museo Canario, donde se
encuentran en la actualidad.
1.2.7 Biblioteca de la Real Sociedad
Económica de Amigos del País
Aunque la obra no le dedica un
capítulo exclusivo, los autores no
pasan por alto su existencia al trazar
el panorama bibliotecario de Las
Palmas. De ella afirman que no eran
cuantiosos los libros, folletos e im-presos
que ocupaban sus estantes.Y
dan cuenta de su cesión a El Museo
Canario, ya en el siglo XX, cuando la
Económica pretende que se dé un
mayor uso a sus fondos, puesto que
el número de sus socios no era ele-vado.
El proyecto de su creación
arranca en 1872, solicitando a sus
asociados la donación de obras con
la intención inicial de abrir la bi-blioteca
al público. Actualmente,
según nuestras noticias, se conser-van
en dicha Real Sociedad las co-rrespondientes
papeletas de los do-cumentos
que albergó.
1.2.8 Biblioteca del Gabinete Litera-rio
Reducido es el espacio que des-tinan
los autores a esta biblioteca,
de tanta relevancia en la actualidad
por la riqueza de sus fondos. No por
ello dejan de considerar su impor-tancia
por el papel que vino a des-empeñar
en el panorama cultural
de la ciudad de Las Palmas en el si-glo
XIX. De ella afirman que su fon-do
inicial se constituyó con aporta-ciones
de sus socios y que parece
que llegó a contar con el servicio de
préstamos o biblioteca circulante. Su
vinculación al Colegio de San Agus-tín
permite considerar el posible
uso por parte de profesores y alum-
CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL
252
nos del fondo bibliográfico de esta
sociedad.
1.2.9 Biblioteca de El Museo Cana-rio
En 1879 nace la institución que,
desde ese momento, se constituyó
como museo y como biblioteca. Sus
fondos crecieron paulatinamente y,
durante cierto tiempo, compartie-ron
plúteos con la municipal, alcan-zando
la cifra aproximada de 14000
obras, de las que la mitad corres-pondería
a la sociedad cultural. Fi-nalmente,
los fondos de la bibliote-ca
del Ayuntamiento pasarían a
engrosar los de la del Museo, previa
separación temporal de ambas
cuando ésta se trasladó al edificio
donado por el doctor Chil. Sin en-trar
a estudiar en detalle tan impor-tante
entidad bibliotecaria, los au-tores
la citan de manera reiterada
por ser pieza fundamental en la his-toria
cultural de la ciudad y, aun,
del Archipiélago.
1.2.10 Otras bibliotecas privadas
A lo largo de la obra citan los au-tores
todas aquellas de las que se
tiene conocimiento, como ocurre
con la del Ateneo, aunque los esca-sos
datos que existen de ellas no
permiten un análisis más profundo.
2 BIBLIOTECARIOS
Los bibliotecarios constituyen
importante eslabón en la cadena
cultural. Su papel destacado en el
mundo del libro induce a los auto-res
a dedicar un capítulo específico
a aquellos que ocuparon este pues-to
en la Biblioteca Municipal de Las
Palmas, mencionando a otros tantos
que, bien integrando comisiones,
bien como alentadores de la activi-dad
bibliotecaria como arma contra
la incultura, prestaron sus inestima-bles
servicios a la sociedad. De los
recogidos en este libro de forma
más detallada, destacamos a los si-guientes:
2.1 PEDRO MAFFIOTTE
Este ayudante de Obras Públicas
fue nombrado bibliotecario de la
Biblioteca Provincial de Santa Cruz
de Tenerife a fines de 1844. Tam-bién
desarrolló su actividad profe-sional
en la capital grancanaria,
donde colaboró con el Ayuntamien-to
en la constitución de su bibliote-ca
pública en la década de 1860.
2.2 JUAN PADILLA
Tres bibliotecarios tuvo la Bi-blioteca
Municipal de Las Palmas,
RESEÑAS
253
estudiados todos ellos en el Capítu-lo
VIII. Juan Padilla fue el primero,
ocupando este cargo durante un
corto espacio de tiempo, debido a
su prematuro fallecimiento en fe-brero
de 1891, al año siguiente de
su nombramiento. Doctor en Medi-cina
por la Universidad de París, nos
recuerdan los autores que González
Díaz publicó su biografía como ca-nario
notable.
2.3 PABLO PADILLA
Detalla la obra los diversos re-quisitos
exigidos por la municipali-dad
para quien sustituyera al primer
bibliotecario, ante la incapacidad de
las arcas del consistorio para contra-tar
a un facultativo. Pablo Padilla,
hermano de Juan, compitió nada
menos que con Agustín Millares.
Era agrimensor, bachiller en artes,
maestro y profesor mercantil. Ana-lizan
los autores su actividad como
bibliotecario hasta su muerte, acae-cida
en 1904. Su precario estado de
salud llevó al nombramiento de un
bibliotecario suplente, sin sueldo, en
la persona del maestro Francisco
Cabrera Rodríguez, en 1902. Cita
necesaria en una relación de los bi-bliotecarios
de las Islas.
2.4 JOSÉ BATLLORI
Desempeñó su tarea hasta 1922,
fecha en la que la biblioteca muni-cipal
pasó a El Museo Canario. Con
anterioridad a su designación, ac-tuaba
como auxiliar del biblioteca-rio.
Fue Batllori cronista oficial de
Gran Canaria.
2.5 OTROS BIBLIOTECARIOS
Al tratar, bien específicamente,
bien dentro de otros capítulos, las
diferentes bibliotecas, especialmen-te
las privadas, los autores se refie-ren
a sus respectivos bibliotecarios,
aunque no de forma detallada. Por
lo general, se trata de personas co-nocidas
en los ambientes culturales,
cuya trayectoria está recogida en
otras publicaciones.
3 EL COMERCIO DEL LIBRO
Dicen que el sector del libro en
España es (o está) fuerte. Al menos,
eso afirmó la ministra de Cultura en
la inauguración de una de las últi-mas
ferias del libro, Liber 2005. Pe-ro,
curiosamente, las cifras dicen
que en nuestro país se cierran más
librerías de las que se abren. Para-dojas
que tendrán su explicación,
pero que, de entrada, no dejan de
CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL
254
sorprender. Eso pasa hoy. Ayer, en
recientes centurias, la situación era
muy otra. Vender libros era una ac-tividad
emergente que también es-tudian
Luxán y Hernández.
En la obra, de manera resumida,
especialmente al abordar el status
quaestionis de la cultura de Las Pal-mas,
aparecen breves apuntes sobre
el papel jugado por las librerías, en
el sentido actual del término, de la
ciudad. En uno de esos apuntes se
dice que «contaba con un mercado
estrecho y cerrado, en el que predomi-naban
los pequeños comisionistas que
vendían libros por suscripción en sus
domicilios». Un antecedente remoto
de la venta por fascículos, tan en
boga durante las décadas de los se-tenta
y ochenta del siglo pasado y
que aún hoy tiene sus adeptos.
Especial mención merece la
oferta de libros religiosos, peculiari-dad
convertida casi en disciplina de
destacado volumen de circulación,
y que los autores detallan con mi-nuciosidad
en el Capítulo IV, dedi-cado
al papel de la Iglesia en el des-arrollo
cultural de Las Palmas.
Pero donde profundiza la obra
en este importante bloque es en los
capítulos X («El mundo de la lectu-ra
en la ciudad de Las Palmas a me-diados
del siglo XIX: el papel de la
prensa como intermediario entre el
libro y el lector») y, sobre todo, en el
XIII («Libros, libreros y librerías de
Las Palmas durante los años centra-les
del siglo XIX»).
En el primero de los casos, la de-tallada
lectura de El ómnibus y El
país da pie a los autores para reali-zar
un profundo análisis de la ofer-ta
bibliográfica en la ciudad. Se tra-ta
de un hermoso capítulo que nos
aproxima al destacado rol de la
prensa en el ámbito de la lectura.
Podemos así considerar qué se
anunciaba en primera página, qué
en páginas interiores y en qué sec-ciones.
Accedemos a una relación,
clasificada por materias, de las obras
mencionadas en los diarios. Y cali-bramos
el papel de la crítica litera-ria.
Lógicamente, Canarias y todo lo
relacionado con las islas ocupaban
un lugar preeminente a la hora de
seleccionar los títulos de que se da-ba
cuenta en la prensa de la época.
Por su parte, el Capítulo XIII sa-ca
a relucir a los vendedores de pu-blicaciones
y trata de dar respuesta
a la pregunta de si existían o no li-breros
en Las Palmas en el siglo XIX,
abarcando también un análisis de la
oferta de los principales.
Hasta 43 personas aparecen co-mo
vendedoras de libros y publica-ciones
periódicas en el espacio
RESEÑAS
255
comprendido entre 1855 y 1869.
Entre ellas destaca, por el espacio
que le dedican los autores, la figura
de don José Urquía. Pero no desme-recen
en méritos Mariano Collina e
Isidro Miranda, impresores y libre-ros,
cuya oferta de libros también se
detalla.
En el apartado de particulares
dedicados a la venta de libros, Ama-ranto
Martínez Escobar, Juan Loren-zo
Ferrer y Segundo María Carrós
son las figuras más sobresalientes del
sector.
Se cierra el capítulo con un ba-lance
general, donde encuentran ca-bida
la oferta bibliográfica clasifica-da
por materias, una extensa
relación de vendedores ocasionales
(entre los que encontramos a profe-sores,
escritores, periodistas, médi-cos,
farmacéuticos, funcionarios e
impresores) y una nota sobre la pro-cedencia
de los títulos, todo ello grá-ficamente
expresado mediante cua-dros
y tablas.
4 LECTORES
¡Qué sería del libro sin lectores!
No abundaban éstos en el siglo XIX,
cuando los porcentajes de analfabe-tismo
nos resultan alarmantes. Pese
a ello, a los pocos que hubiese he-mos
de estar agradecidos: sin su afán
por leer, los esfuerzos del libro por
ocupar un lugar digno en nuestra so-ciedad
habrían resultado estériles.
¿Quiénes eran? Dicen los autores:
Estamos, pues, ante una oferta
de lectura dirigida a un público
burgués, de clase media, en el que
las mujeres ocupan un lugar se-cundario,
aunque algunas indica-ciones
nos permitan saber que el
género poético [...] es el preferido
entre sus lecturas.
A ellos, a los lectores, dedican los
autores cuatro capítulos. El IX se en-tretiene
en los lectores de títulos
prohibidos en Canarias a fines del si-glo
XVIII. Son los documentos de la
Inquisición la base para el estudio
que realizan Luxán y Hernández. El
período estudiado va desde 1763
hasta 1820, es decir, los reinados de
Carlos III, Carlos IV y Fernando VII,
durante los cuales se concedieron al-go
más de cincuenta permisos para
leer libros prohibidos. La mayoría de
tales licencias fueron dadas a miem-bros
del clero, tanto regular como
secular; también destacan las que se
otorgaron a personajes de la Audien-cia
junto a un número más reducido
de diferentes sujetos.
Se resalta en la obra el alto nivel
de instrucción de quienes recibie-
CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL
256
ron autorización perteneciendo al
clero, y especifican, también, la
edad de los lectores y sus relaciones
con el Santo Oficio, así como el al-cance
de las licencias otorgadas. No
olvidan tampoco aquellas solicitu-des
que resultaron problemáticas y
que, incluso, fueron en ocasiones
denegadas, bien por la Suprema,
bien por la de Canarias.
El Capítulo X, del que ya algo se
ha dicho más arriba, aborda el mun-do
de la lectura en Las Palmas a me-diados
del siglo XIX. Y lo hace de la
mano de la prensa en su papel de
intermediaria entre el libro y el lec-tor.
Evidentemente, no se puede
analizar nominatim quiénes eran los
lectores en la época; alguna excep-ción
se hace al acercarnos a las pre-ferencias
de Agustín Millares Cubas
o al ofrecernos el contenido de una
biblioteca particular, como es el ca-so
de la de Ponce de León. Pero sí se
puede deducir, tanto de éste como
de los otros capítulos de la obra,
qué personas tenían posibilidad de
acceder al mundo de la lectura: el
clero, personal de la Audiencia, pro-fesionales
formados en el extranje-ro,
profesores, estudiantes, etc. Un
número no elevado y, por lo gene-ral,
preocupado por extender los
beneficios de la cultura al resto de
la sociedad. No abundamos más en
el capítulo; basta con lo ya apunta-do
en anteriores líneas.
El Capítulo XI se refiere a la am-pliación
de la oferta de lectura en
Canarias durante el siglo XIX. El
análisis se realiza a través de los pro-yectos
frustrados de lucha contra el
atraso cultural y económico. El pri-mer
punto tratado habla de la inci-dencia,
escasa, de la creación de bi-bliotecas
populares, con especial
detenimiento en el ensayo de las bi-bliotecas
agrícolas. El ayuntamiento
capitalino de Gran Canaria, entre
1883 y 1888, consiguió tres biblio-tecas
populares y otra del depósito
de la Dirección General de Agricul-tura,
que se vienen a sumar a las
restantes existentes en el Archipié-lago;
pero no nos engañemos: junto
a la provincia de Álava, las Islas fi-guraban
a la cola del conjunto na-cional
en este tipo de instituciones.
Las vicisitudes de todo este proyec-to
son analizadas minuciosamente
por los autores. Se detienen luego
en los llamados gabinetes de lectura
en Canarias, con especial referencia
a la biblioteca circulante de la im-prenta
Isleña:
Una de las facetas menos co-nocidas
de la actuación de las im-prentas
en Canarias fue su papel
en el proceso de ampliación de la
RESEÑAS
257
oferta de lectura, no sólo como li-brerías,
publicando catálogos de
sus existencias o anunciando, co-mo
comisionistas las novedades
editoriales en los periódicos, sino
poniendo en funcionamiento el sis-tema
de préstamo de libros por
suscripción mensual, es decir, cons-tituyendo
«gabinetes de lectura».
Estas líneas resumen el sentido
de esta parte del capítulo. Tipología
de obras, su número, catálogos, sis-tema
de suscripción, etc. son aparta-dos
que se abordan, desvelando una
de las páginas más sabrosas de la
historia de la difusión del libro en
Canarias. Cierra el capítulo una se-rie
de cuadros en la que se detallan
obras presentes en las bibliotecas
populares y los fondos dedicados a
la agricultura del lote donado por la
dirección general del ramo.
Finalmente, el Capítulo XII se re-fiere
al libro y la lectura en Canarias
durante el siglo XIX. Lo encontra-mos
uno de los más atractivos de es-ta
obra que comentamos; su plante-amiento
y su contenido son del
mayor interés y su exposición con-cisa
y clara. Contiene los siguientes
apartados: ¿Libros, lectores, biblio-tecarios?;
¿Cómo se debe promover
la lectura? La toma de conciencia
del problema de la minoría ilustra-da;
¿Para quién escriben los escrito-res
en Canarias? Las dificultades de
promover empresas culturales en el
archipiélago por falta de público
lector; ¿Qué leen los que leen? La
vertebración de Canarias a la comu-nidad
cultural española. El caso de
Isleña (1850); Un ensayo de indaga-ción
particular: las lecturas de Agus-tín
Millares Cubas (1863-1931).
¿Un manifiesto a favor de la litera-tura
de aventuras?; ¿Hubo una am-pliación
de la oferta de lectura a lo
largo del siglo XIX? Una especial re-ferencia
a las bibliotecas agrícolas.
Sería prolijo detenernos en cada
uno de estos apartados; pero sólo su
título es ya sugerente. No importa
el hecho de que, como los propios
autores advierten en la introduc-ción
a la obra, se repitan algunas
aportaciones. Aquí encajan sin estri-dencia,
ofreciendo el conjunto, co-mo
dijimos, uno de los capítulos
más logrados.
5 LOS ESCRITORES
Aparte de los autores de las
obras que aparecen en el texto, Lu-xán
y Hernández analizan somera-mente
la presencia de escritores en
las páginas de la prensa local. Lo ha-cen
en el Capítulo X.
El período estudiado abarca des-de
1855 hasta 1869 y, pese a no ser
CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL
258
fuente de noticia abundante, sí —
afirman— es representativa.
Los escritores son objeto de in-terés
para la prensa a su falleci-miento,
cuando se redactan necro-lógicas;
o cuando visitan las Islas o
salen de ellas. También son mencio-nados
al recibir premios o reconoci-mientos
o en el momento en que
llevan a cabo alguna actividad des-tacada,
como, por ejemplo, la crea-ción
de una sociedad.
6 LA PRODUCCIÓN
No podía faltar en esta gira alre-dedor
del libro en Canarias un apar-tado
dedicado a la producción bi-bliográfica
nativa, no desde el punto
de vista del autor, sino del hecho
material de la edición.
Actualmente, la Dirección Ge-neral
del Libro del gobierno regio-nal
trata de reconducir el «grave re-troceso
» experimentado por el
sector editorial en los últimos ocho
años7, especialmente en la provin-cia
de Las Palmas. Para ello, plantea
ayudas a la coedición; a la primera
convocatoria, en 2005, se presenta-ron
149 proyectos de once empre-sas
(diez de Santa Cruz de Tenerife
y una de Las Palmas) y, para 2006,
los proyectos son 116 correspon-dientes
a veintitrés empresas, de las
que siete son de Las Palmas. No se
habla de imprentas que hoy en día
son capaces de competir con cual-quier
otra empresa tipográfica del
exterior.
Contrasta este panorama actual
con los endebles pasos de la anda-dura
editorial e impresora en la re-gión.
Al tema de la imprenta se de-dica
el último capítulo de la obra.
Se analiza en él su introducción en
Canarias (1750-1833), estudiando
estos años de ensayos e incertidum-bres.
Especial relevancia tiene Viera
y Clavijo y la imprenta de la Real
Sociedad Económica de Amigos del
País de Las Palmas.
El primer peldaño es el de los ta-lleres
de Santa Cruz de Tenerife y
La Laguna, en los treinta y cinco
años que van de 1750 a 1785. Es
deliciosa la narración que los auto-res
nos ofrecen de estos primeros
pasos, sustentados por utensilios
poco conocidos y de no muy buena
calidad. Los nombres de los prime-ros
impresores surgen y desapare-cen
en estos años del abecedario ti-pográfico,
en los que las imprentas
son rara avis, aplicando en algunos
casos unos precios que no se corres-pondían
con la calidad del produc-to.
¿Qué se imprimía? El panorama
no era muy amplio. Obras sencillas
RESEÑAS
259
de carácter religioso o administrati-vo
y, también, almanaques constitu-yen
el fuerte de la producción.
Alentador es, sin embargo, algún
proyecto ilustrado de ediciones, del
que se da cuenta en este capítulo.
Viera y Clavijo desempeñó un
papel trascendental en la presencia
de la imprenta en Las Palmas, a tra-vés
de la Real Sociedad Económica
de Amigos del País. Los avatares de
ese papel y los primeros y vacilantes
pasos de esta tipografía de la patrió-tica
institución ocupan las páginas
finales del libro y del capítulo, con
aclaraciones sobre la información
que nos han aportado sobre este
particular especialistas como Milla-res
Carlo, Hernández Suárez o Viz-caya
Cárpenter.
Evidentemente, no es sólo en es-te
apartado final de la obra donde se
trata de la imprenta. De forma ac-cesoria,
el tema es abordado en
otros capítulos. Así, por ejemplo, se
menciona esta misma imprenta de
la Económica al hablar de la edición
del Diccionario de Historia Natural,
con la anécdota de que sufrió un re-traso
por faltar la letra J. Citemos,
igualmente, el caso de la imprenta
Isleña, del que ya hemos dicho algo,
aunque su actividad es posterior en
unos años al período que abarca es-te
capítulo.
En todo caso, Santiago de Luxán
es autor del magnífico estudio La
industria tipográfica en Canarias,
1750-1900: balance de la producción
impresa, editado por Cabildo de
Gran Canaria, donde el interesado
lector podrá ampliar el contenido
de este bloque final de la obra.
7 LAS FUENTES
Para la realización de los trabajos
contenidos en este libro, como no
podía ser de otra forma, los autores
han consultado un sólido catálogo
de obras, documentos, artículos y
archivos. La lectura del aparato crí-tico
permite calibrar el esfuerzo lle-vado
a cabo. Hay referencias a títu-los
de carácter general, pero las que
aluden a los dedicados a las Islas
destacan sobremanera; tratándose,
además, de una recopilación de artí-culos,
no es de extrañar que los au-tores
utilicen con frecuencia la au-tocita,
proporcionándonos una pista
sobre su dedicación permanente al
estudio del libro.
Las Noticias de la historia de Ca-narias
de Viera, la Historia general
de las islas Canarias de Millares To-rres,
la Historia de Santa Cruz de Te-nerife
de Cioranescu, los Estudios
históricos, climatológicos y patológicos
de las islas Canarias del doctor
CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL
260
Chil, la Historia de la Real Sociedad
Económica de Amigos del País de Las
Palmas de Cristóbal García del Ro-sario,
la Enseñanza en Canarias de
Olegario Negrín, El Museo Canario:
breve reseña histórica y descriptiva
de Juan Rodríguez Doreste, el Des-arrollo
de las investigaciones históri-cas
canarias tras Millares Torres de
Antonio de Béthencourt Massieu, la
Historia de la medicina en Gran Ca-naria
de Juan Bosch Millares, la
Descripción geográfica de las islas
Canarias de Juan de la Puerta Can-seco,
las Cartas histórico-filosófico-administrativas
sobre las islas Cana-rias
de Mariano Nougués son sólo
algunos de los títulos recogidos co-mo
fuentes de sus trabajos.
A ellas hay que añadir la lectura
de los catálogos de librerías y las
consultas en los archivos parroquia-les
de San Juan de Telde y Arucas, el
Archivo Histórico Provincial, el de
la Inquisición y el de Millares To-rres.
No faltan los estudios de las ac-tas
de El Museo Canario, del Gabi-nete
Literario y del Ayuntamiento
de Las Palmas de Gran Canaria,
junto con los legajos referidos a la
Comisión de Canarias de la Real
Academia de Bellas Artes de San
Fernando y el Reglamento del Ate-neo
Canario de Las Palmas de Gran
Canaria, entre otros documentos.
De la prensa, los títulos El popu-lar,
Diario de Las Palmas, El país, El
tribuno, El ómnibus, El atlante, El ca-nario,
La ilustración canaria y los
Anales de la Sociedad Económica de
Amigos del País, junto con el Boletín
eclesiástico de los obispados de Cana-ria
y Tenerife y el Boletín oficial de la
provincia de Canarias, constituyen
un amplio muestrario de sus visitas
a las hemerotecas.
No podían faltar los clásicos en
lo referente al mundo del libro: la
Biobibliografía de escritores canarios
(siglos XVI, XVII y XVIII), de Millares
Carlo, Hernández Suárez y Vizcaya
Cárpenter, el Índice de documentos
de la colección Millares Torres de
Manuel Hernández Suárez, la Tipo-grafía
canaria de Vizcaya, las Breves
biografías actualizadas de personajes
canarios y Contribución a la historia
de la imprenta en Canarias, ambos
trabajos de Hernández Suárez, Los
periódicos de las islas Canarias de
Luis Maffiotte, La biblioteca de la
Universidad de La Laguna de M. G.
Martínez, La biblioteca de La Lagu-na:
algo de códices de C. Pizarroso,
Las bibliotecas de Las Palmas de An-tonio
Cabrera Perera, Las bibliotecas
públicas y librerías particulares de J.
Padilla, los «Libros y lectores cana-rios
del siglo XVI» de Manuel Lobo
y «La imprenta en Canarias: docu-
RESEÑAS
261
mentos para el estudio de su esta-blecimiento
» de Pérez Vidal, son
únicamente una rápida ojeada a los
trabajos más destacados.
Esta relación, ya prolija de por
sí, constituye sólo un somero repaso
a la muy abundante bibliografía
consultada por los autores. Baste
como respaldo a la afirmación que
hacemos sobre la profundidad de
los trabajos recogidos en esta obra.
III) Los autores
De Santiago de Luxán Meléndez
y María de los Reyes Hernández So-corro
habla a las claras la abundan-cia
de textos, buenos textos, a que
nos tienen acostumbrados; no nece-sitan
más presentación. Creo que
les podemos aplicar, parafraseando,
lo que se decía de Alfonso X: son
«escudriñadores de sciencias, requeri-dores
de doctrinas e enseñamientos».
Si consultamos el Centro de Do-cumentación
Pedro Agustín del
Castillo sobre las referencias recogi-das
de estos autores, nos encontra-mos
que Luxán cuenta con una do-cena
de monografías, casi treinta
artículos y casi veinte trabajos en
colaboración, mientras que Hernán-dez
alcanza prácticamente la quin-cena
de monografías y otros tantos
artículos e iguala a Santiago de Lu-xán
en trabajos en colaboración.
Datos aproximados, por necesitar el
expurgo de alguna repetición y te-ner
presente la continua actividad
de estos profesores, que precisa de
una continua actualización del re-pertorio
de sus obras.
En esta ocasión, han reunido es-te
grupo de trabajos que se hallaban
dispersos. Ya hemos señalado que
esto ha supuesto algunas repeticio-nes.
Pero gracias a ellos podemos
contar con un importante e impres-cindible
bagaje para presentar de
manera organizada la andadura del
libro en Canarias. Es algo que tene-mos
que agradecerles. Creo que po-demos
terminar aplicándoles un
texto extraído de su propia obra:
lo mucho que el Cabildo [y los aman-tes
del libro y la lectura, añadiríamos
nosotros] ha apreciado su papel y lo
muy complacido que queda de que
apliquen sus talentos a la felicidad de
la patria.
JUAN A. MARTÍNEZ DE LA FE
EL DISEÑO de revistas: las publi-caciones
periódicas de investiga-ción
de la ULL. Prólogo Fernando
Gabriel Martín; [basado en] un
proyecto de investigación para la
CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL