HACERSE EL SUECO: COSTA BRAVA SHOCK
Josep Pérez Pena*
Fecha recepción: 5 de septiembre de 2016
Fecha de aceptación: 16 de noviembre de 2016
Resumen: «Hacerse el sueco: Costa Brava Shock» plantea un comentario crítico
en paralelo al caso canario sobre el resultado distópico de la extensión del turismo
de masas en la Costa Brava. A la búsqueda de elementos de razonamiento sobre
el carácter auxiliar de la imagen como elemento de creación identitaria, el análisis
parte del ensayo fotográfico de Xavier Miserachs «Costa Brava Show» como cró-nica
de la explosión turística y diversifica posteriormente el comentario sobre el
aprovechamiento cultural de los resultados mediáticos del desastre y sobre nuevas
formas de uso de la imagen como arma para el abuso sobre el territorio.
Palabras claves: Turismo de masas; Construcción; Identidad; Medios; Costa Brava;
Xavier Miserachs.
Abstract: «Hacerse el sueco: Costa Brava Shock» poses a critical remark parallel
to the Canary case on the dystopic result of the extension of mass tourism in Cos-ta
Brava. In search of elements of reasoning on the auxiliary character of the image
as an element of creation of identity, the paper starts from Xavier Miserachs’
photographic essay «Costa Brava Show» as a chronicle of the tourist explosion
and diversifies the commentary on the cultural exploitation of Media results of
disaster and on new ways of using the image as a weapon to abuse the territory.
Key words: Mass tourism; Construction; Identity; Media; Costa Brava; Xavier
Miserachs.
«Dios mío, ¿cómo nos metimos en esto?»
James Agee y Walker Evans. Hablemos ahora
de hombres famosos
Cartas diferentes. Revista canaria de patrimonio documental, n. 12 (2016), pp. 95-107.
* Licenciado en Bellas Artes (Imagen), Conservador de Fotografías. Correo
electrónico: jperezpena@gmail.com.
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«Turistas y numismáticos»
En medio de este conjunto de estudios que se refieren al es-tudio
de la fotografía como vehículo de creación identitaria al-rededor
del fenómeno turístico y en el entorno canario, esta co-municación
sobre el caso de Cataluña y la Costa Brava puede
parecer un tanto ajena. Es precisamente esa oportunidad que le
da la concepción de lo diferente, de lo extranjero, de la alteridad,
lo que puede hacer mínimamente interesante el reportar lo que
ha ocurrido en un sitio distinto pero seguramente de modo seme-jante
a lo que ocurre en todos los lugares.
El intento se mueve alrededor de tres ideas: la adecuación de
un lugar a la recepción del turismo promueve un cambio irre-versible
y a menudo desastroso. El visitante se mueve impulsado
por un flujo de deseo en el que la imagen resulta primordial,
dado que crea expectativas y recoge y extiende la certificación de
haberlas realizado. Y en la población recepcionista la aceptación
de la llegada de los turistas se dulcifica por la imagen y genera
una creencia de mejora por contacto y mimetización: el paisano
se convence de que el turismo le beneficia. En cada una de estas
transformaciones, la imagen participa como acompañante y to-dos,
aparentemente, ganan.
Pero luego está la historia. El resultado de la operación pro-duce
beneficios y restos. El intercambio produce realizaciones y
recuerdos. Las realizaciones materiales se desdoblan en dinero
(que es la razón principal del asunto) y en la transformación del
entorno (tanto por lo que hace físicamente al sitio como inma-terialmente
a las mentalidades). Los recuerdos son una propina
espiritual. Pero de esas tres formas de mutuo souvenir sólo una,
la transformación del entorno, se mantiene indeleblemente en el
campo de batalla cuando el mal ya está hecho y el sitio es senci-llamente
distinto para siempre.
La imagen tecnológica se constituye en moneda de cambio
y coadyuva en cada una de estas operaciones. Es trabajo para el
publicista y reclamo para el turista, gasolina para el motor del de-
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sarrollo. Celebra y certifica las realizaciones: documenta y publi-cita
los celebrados cambios. Se convierte en trofeo de recolección
onírica para el visitante, y a veces para el paisano. Y, al fin, queda
como crónica del proceso y puede incluso explotarse cultural-mente
en diversos niveles de lectura e interpretación, incluido el
crítico.
Frecuentemente podemos encontrar indicios de los elementos
germinales de cuestiones capitales en objetos aparentemente in-significantes,
como puedan ser las imágenes. El encabezamiento
mismo de esta introducción responde a un intento de esquemati-zación
temática muy breve sirviéndose de la traducción del títu-lo
de una canción del genial cantautor barcelonés (un gentilicio
distinto al de «catalán», pese a que él utiliza este último para
referirse a sí mismo en sus propias canciones) Jaume Sisa, en la
que ofrece un inclasificable friso social capitalizado por esa frase
que refiere a dos de los grandes afanes humanos: pasear y contar
billetes, que podríamos decir que van a ser los hilos sobre los que
andaremos en las siguientes líneas.
Show, shock, sock
Los orígenes de la propia población del territorio y el fenó-meno
del turismo en Cataluña tienen, naturalmente, raíces más
antiguas, pero enfocando el fenómeno del turismo de masas he
elegido como ejemplo a celebrar el caso del ensayo fotográfico
«Costa Brava Show», del fotógrafo barcelonés afincado temporal-mente
en el Baix Empordà gerundense Xavier Miserachs.
La historiadora del arte Alicia Fuentes Vega ya realizó su aná-lisis
«Turismo, arte y mascarada en España: el caso de la Costa
Brava»1, basándose en un estudio comparativo entre la obra de
1. Fuentes Vega, Alicia. «Turismo, arte y mascarada en España: el caso de la
Costa Brava». Anales de historia del arte, v. 23 (2013), pp. 51-65. El artículo se
encuentra disponible en la red.
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Miserachs y la de Català-Roca, que pauta una recolección de di-ferencias
formales que expresan una enorme diferencia de men-talidad
y que refuerza algunos aspectos que tienen mucho que
ver con la adecuación ideológica que promueven las imágenes.
Pero es que más allá del tratamiento en clave de análisis artístico,
el repaso del conjunto constituye casi un elemento de juicio so-bre
el choque cultural y las retroacciones identitarias que plantea
la maniobra turística y que en las fotografías de este autor apare-cen
ilustradas como auténticos resúmenes emblemáticos en nu-merosos
casos. Si, como afirma Gabriel Betancor, «fotografiar es
escribir con luz», diríamos que leyendo las imágenes de Miserachs
entre líneas y apreciando sus acentos se podría llegar a la no muy
sorprendente y tan sólo aparentemente salvaje conclusión de que
sobra cualquier texto, incluso éste.
El conjunto completo, que incluye imágenes no publicadas en
la selección para el libro original, puede observarse actualmente
en un apartado de la página web del Museo de Arte Contempo-ráneo
de Barcelona (macba)2, al que las herederas del legado de
Miserachs han cedido el fondo para su cuidado y difusión. Apun-taré
como ejemplo tres imágenes que pueden paladearse en ese
acceso y que presentaría como prólogo, nudo y epílogo de una
crónica realizada bajo una mirada fotográfica aguda, humana y
hasta mordaz como merece el caso:
a) En una de las imágenes aparecen una tartana con sus ocu-pantes
y un automóvil de turistas locales circulando por los
lados opuestos de una carretera. Dos mundos en tránsito y
el adelantamiento3.
b) En otra, un Seat 600 autóctono, cómo no, aparece destro-zado
tras la colisión con un Mercedes de placa extranjera.
2. https://www.flickr.com/photos/arxiu-macba/sets/72157626481681160/.
3. https://www.flickr.com/photos/arxiu-macba/5589700608/in/album-7215
7626481681160/.
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Turistas y lugareños contemplan la escena, conversan y uno
hasta colabora para que el tráfico pueda seguir fluyendo. El
estado de choque postraumático4.
c) En una más, aparece un chiringuito de la playa de Tamariu
donde un cartel reza: «English spoken, tan poken que no ens
aclarirem». Sorprendentemente, y para mayor sorna (una de
las materias primas del país), el rótulo está medio escrito en
catalán. Un sabroso y especiado cóctel sobre la incomuni-cación5.
El visionado del fondo en conjunto promoverá a quien lo
realice ricas y variadas interpretaciones. Yo apunto una lectura
personal muy breve de lo que me sugieren esas fotografías, más
allá de los beneficios añadidos de la rememoración entrañable y
hasta divertida de lo que también fue una parte de mi vida y de
la delectación estética que me produce el buen ojo de nuestro
apreciado Miserachs.
Conocidas son las frases sobre la determinación de que el pue-blo
que no sabe de dónde viene no puede saber a dónde va, y otra
que afirma que las naciones que no conocen su historia se ven
obligadas a repetirla. Desgraciadamente, la aproximación estadís-tica
arroja el resultado de que pese a los avisos solemos regocijar-nos
en la vivencia repetida de ciclos previsibles. Cuando cito el
shock jugando con el «show» del título del ensayo fotográfico de
Miserachs, y aun de manera quizás exculpatoria, me refiero a que
sólo parece creíble que una sociedad en ese estado pueda cometer
la derrucción de una Arcadia en aras del beneficio económico
pagando el altísimo precio de la transformación del paisaje, el
extrañamiento social y sus derivaciones en forma de problemas
aún más complejos.
4. https://www.flickr.com/photos/arxiu-macba/5589700510/in/album-72
157626481681160/.
5. https://www.flickr.com/photos/arxiu-macba/5589100013/in/album-7
2157626481681160/.
100 Josep Pérez Pena
Eso, o que la tal Arcadia no era tanta, y que el dinero bien valía
el precio. Mientras buscaba un título para este trabajo dudé en
llegar a eliminar la h del «shock» para trabajar el símil de un sock,
calcetín. Porque en Catalunya se le dio la vuelta al territorio para
dejarlo en un revés irreversible, pero es que a la vez se produjo
algo muy similar en la mentalidad de sus habitantes. Podemos
reflexionar a posteriori sobre el proceso y sus consecuencias, pero
ello no evita el daño causado por la inoportunidad del momento,
y quizás sólo produzca un rédito: aprender demasiado tarde que
el desapercibimiento, pese a ser un estado fascinante, suele des-embocar
en desastrosos resultados. Los motores ruidosos salvan
vidas, pero los mecanismos sutiles, silenciosos y bien lubricados,
como puedan ser la capacidad fascinante y creadora de modelos
y deseo de las imágenes, dejan a sus transportados en un tránsito
somnoliento pese a que a veces la pérdida de atención y la ausen-cia
de alertas producen como resultado el desagradable despertar
para comprobar daños tras el estruendo del choque.
En los mecanismos de adecuación ideológica participa signifi-cativamente
la imagen. En el caso de la Costa Brava aparece entre
las ruinas y los escombros la fortuna monumental de la crónica de
Miserachs, que deja noticia de cómo se organizaba el espectáculo
en lo que parecían sus años más boyantes. Yo aquí lo he aprove-chado
como un índice, casi una excusa y a la vez un emblema,
para presentar un punto de vista, indefectiblemente personal y
crítico, sobre la fenomenología del turismo y de la imagen. A con-tinuación
reseñaré unos apuntes sobre otros aspectos históricos y
utilitarios que deberían ejemplificar algunos usos de las imágenes
como vehículos para el tránsito turístico. A la vez, podrá notarse
que de los usos originales en ocasiones se evoluciona, por decirlo
de algún modo, hacia relecturas culturales de diversa índole.
Las marcas turísticas: la construcción de la idea del lugar
«Costa Brava», «Catalunya», «Costa Brava-Girona», «Catalun-ya-
Costa Brava-Girona» y «Costa Brava-Pirineu de Girona» son
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auténticas marcas comerciales, aun siendo institucionales, que
se han ido sucediendo en diferentes combinaciones para promo-cionar
el territorio pero a la vez creando una idea de concepto,
de extensión, un resumen de oferta, y además en cada variable
se han sucedido diferentes evoluciones de modelos gráficos que
contienen colores relacionados con elementos identitarios y tam-bién
turísticos, y donde lo que era una bandera se llega a transfor-mar
en un icono de sol y playa.
El nombre de la Costa Brava, creación literaria atribuida a Fe-rran
Agulló y celebrada como invento germinal para la promo-ción
del territorio desde la primera mitad del siglo xx, ha ido
recibiendo el refuerzo de diferentes propuestas icónicas que faci-litan
el establecimiento de un marchamo mental, que etiquetan
el lugar mediante la fluidificación de la idea que facilita que esté
resumida y contenida en una imagen eficiente.
El turista, el paisano y el intercambio identitario. Mercaderes,
recolectores, excursionistas y turistas
Gerundenses y catalanes, al igual que sus coetáneos españo-les,
fueron tipos exóticos para los antiguos viajeros del siglo xix y
principios del xx por lo pintoresco de su apariencia e indumenta-ria.
Las fotografías de viejos pescadores de principios del siglo xx
aún ilustran las botellas de vino que consumen los turistas.
En la época del boom turístico el disfraz y otras mascaradas,
como los toreros de pega y los bailaores trasuntados, materiali-zaron
la presunción laboral que se le suponía a todo ibérico, y
con esos actores se produjeron espectáculos, postales e incluso
una ideología. Volviendo a una imagen de Miserachs, la propia
aparición de la palabra auténtico en una pizarra refiriéndose a la
presunta presencia de gitanos granadinos en espectáculos oferta-dos
en Tossa de Mar se convierte en un entrañable oxímoron o en
la demostración de que la publicidad hecha con tiza bien puede
ser fantástica literatura y hasta una filosofía.
102 Josep Pérez Pena
Actualmente, la globalización del aspecto y la indumentaria ha
sumido al territorio en el camuflaje de la uniformización. Ni pro-pios
ni falsos, ahora ya todos somos turistas, o lo que es mejor, más
importante y definitivo: hemos aprendido a parecerlo. De hecho,
si todo el mundo se ha vuelto Nueva York o Los Ángeles, la Costa
Brava seguramente ya es Hawái. Y para quien no se lo crea, y para
no reducir el fenómeno a las cuestiones de la autoimagen personal
y la apariencia física, usaremos un ejemplo toponímico. En la costa
de Tarragona existe un pueblo llamado Miami-Playa. Poca broma.
Al deseo por la imagen: el caso del románico catalán, emblema
y ejemplo de transformación cultural
Sin necesidad de remontarnos a la germinal llegada de los grie-gos
a Empúries, claro prolegómeno de los beneficiosos resultados
de algunas visitas y de la apertura de mercados, me entretendré
un tanto en el caso strappo, donde el románico catalán se convier-te
en bisagra reversible y demostrativa de los mecanismos de lla-mada
mediática, visita, riesgo, sinergias y consecuencias en forma
de cambio cultural y, lo que es más, de mentalidad.
A principios del siglo xx, algunos ilustres arquitectos catalanes
promovieron la valorización del románico catalán que dormía en
la paz de sus ruinas. Entre otras realizaciones se produjeron libros
ilustrados que llegaron a manos de millonarios ingleses y ameri-canos
coleccionistas de arte, que así avisados encargaron a una fa-milia
de especialistas italianos la recolecta de frescos románicos
pirenaicos mediante la técnica del strappo tras pactar los precios de
compra con las autoridades civiles y eclesiásticas locales. Alertadas
las autoridades regionales de la existencia de tan oportuno negocio,
cambiaron las tornas, se rehicieron los tratos y, tirando incluso de
los mismos operarios, se recondujo la exportación hacia Barcelona, y
así germinó el Museo Nacional de Arte de Catalunya, donde aún
hoy se celebra la contemplación de los ábsides descontextualizados
en un entorno neutralizado donde nadie habla ya de desvirtuación,
Hacerse el sueco: Costa Brava Shock 103
centralismo o apropiación, que para eso está la cultura y sus cons-tructos.
Mientras, en el Pirineo los viajeros y turistas han podido ir
contemplando primero aún ruinas, más tarde restauraciones (pero
sólo de edificios), antes sinopias y luego ni eso, porque los restos de
dibujos originales de esbozo han sido cubiertos por falsificaciones
(que cuando las realiza la autoridad se acuerda designar como re-producciones).
Sirva de ejemplo para ver hasta dónde puede gene-rar
deseo una imagen y a qué complicados procesos de intercambio
cultural se puede llegar, incluidas las propias concepciones sobre la
materia de lo original y sus conceptos.
La fotografía como celebración nostálgica contradictoria
Curiosamente, y en la época ya no de florecimiento sino de
explosión turística, no abunda la visibilidad de la postal antigua
ni nostálgica. Lo moderno, en su supremacía, vela la imagen del
antes y hasta parece que borra su recuerdo. En las postales brilla
lo falso (incluso con vestidos de auténtico tejido cosidos a las fo-tos)
y lo moderno. Podríamos hablar de un período de suspensión
nostálgica y ocultación histórica en las imágenes de circulación
mayoritaria, una veda del pasado que por el contrario se recrea
en una celebración del presente mediante las repeticiones de la
fenomenología de construcción identitaria falsaria y su explota-ción
comercial y agotamiento cíclico: sol y playa, sangría a go-gó,
toreros y sevillanas, helados monumentales, algunos guiños his-téricos
y más bien mojigatos dirigidos a la cita de la presencia de
cuerpos gloriosos según los cánones al uso y una primera oleada
de explotación de la costa como lugar de asueto de los famosos
y de extensión de las modernas tendencias extendidas por éstos.
Sorprendentemente, en cuanto cesa el boom y la crisis del tu-rismo
fuerza a proponer medidas alternativas y elitizantes para
limpiar los restos del turismo de sol, playa y borrachera, explota
la costumbre de la rememoración del sitio en su estado más o me-nos
primigenio, se valoriza la postal antigua, se organizan diversas
104 Josep Pérez Pena
maniobras culturales (edición de libros, producción de exposicio-nes),
y ello permite a la ciudadanía el descubrimiento tardío y un
tanto inoportuno de una Arcadia ya arrasada, e incluso en alguna
ocasión la masoquista rememoración de la sencilla belleza del
pasado yuxtapuesta a la monstruosidad del presente mediante la
manida propuesta de la refotografía contemporánea de un sitio
en muestra comparada con las vistas y postales del pasado.
Un lugar de película
Otra celebrada extensión social es la promovida por la elec-ción
del territorio como telón de fondo para la realización de
productos audiovisuales de entretenimiento como puedan ser pe-lículas
y teleseries en la versión menos patógena o la hipertóxica
determinación del marcaje que conlleva la realización de algunos
anuncios publicitarios.
Desde clásicos como «Pandora y el holandés errante», Gero-na
y la Costa Brava han sido escenografías de fantasía donde los
habitantes cambian de rol al son de las pesetas hasta llegar a los
aplaudidos excesos de «Juego de tronos» o la pseudohilarante y
multifalsaria «Ocho apellidos catalanes». En medio de esa diversa
basurilla mediática destaca la honestidad demoledora de los la-mentables
anuncios de una cerveza mainstream que me ahorraré
citar, y que primavera tras primavera, mediterráneamente, apuntan
a un objetivo concreto que al popularizarse hasta la saciedad se
convertirá en obligado objetivo del subsiguiente verano, y pro-vocará,
oh, éxito, la superpoblación del escenario indicado, con el
consecuente destrozo y recuento de propinas.
Oído, cocina. Comer por los ojos o cómo vender humo
Actualmente, la promoción del territorio parte de un esquema
elitista donde las lecciones aprendidas del pasado promueven la
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evitación del turismo masivo de sol, playa y, dicho siempre más
bajito, borrachera, y la promoción del turismo de élite económica
y de lo que deba entenderse según quien mande como turismo
cultural. Parece que la última línea de lo tolerable pueda ser el
turismo familiar, pero en conjunto esas propuestas no resuelven
ni cómo rentabilizar las monstruosidades urbanísticas heredadas
ni cómo generar ocupación en una población condenada al sector
terciario (y mal pagado).
En ese contexto, y en una muestra más de la inagotable afición
autóctona por el surrealismo, la solución parece llegar en forma
de cocineros-estrella con su gastronomía ultraexclusiva y de sus-pense.
Y en el mundo de los restaurantes con lista de espera matu-salénica,
sólo comparable a la de la Seguridad Social, de raciones
microscópicas y precios telescópicos, la imagen vuelve a consti-tuirse
en vehículo fundamental de propaganda., como no puede
ser de otro modo ante lo que no oleremos ni probaremos hasta
que seamos ricos, pero que podremos desear viendo fotos del fes-tín
desde la mampara. Platos de orfebrería, espacios de ensueño
e ídolos de los fogones olfateando en imágenes eficientemente
estudiadas, inodoras e insípidas: la filosofía en el trinchador.
Limpiando después de la fiesta
El reciclaje de los restos mediáticos devengados del fenóme-no
turístico plantea la posibilidad de su uso como material para
nuevos constructos culturales. Pese a la ya tratada inutilidad de la
crítica y la previsible integración del repateo como carne para la
máquina del consumo, creo que resulta interesante hacer notar la
aparición de propuestas en el mercado cultural que apuntan a lo
que fue esa imagen mental del propio mundo y del propio sitio
para realizar relecturas interesantes, sorprendentes, reflexivas y
hasta, por qué no, divertidas.
Como ejemplo de reciclaje cultural institucional destacaré la
iniciativa en el año 2011 del Ayuntamiento de Roses, Alt Em-
106 Josep Pérez Pena
pordà, que produjo un ciclo expositivo titulado «Votre place au
soleil»6, donde cuatro artistas explotaban restos del turismo de
masas para producir nuevas obras. En las diferentes muestras, que
han quedado recogidas sinópticamente en la web municipal, la
investigación a través de iconos turísticos y su reinterpretación en
una clave irónica aguda llevaba a la reflexión sobre la formación
de la mentalidad del público de la época del boom turístico. Se
ponía al descubierto cómo se habían trasladado hasta la acepta-ción
y el deseo local modelos estéticos muy ajenos, casi marcia-nos
(Venecia o California) en forma de permanentes constructos
urbanísticos con su correspondiente halo de vivencias, creencias
e imágenes. Otras propuestas efectuaban comentarios sobre los
resultados del turismo báquico o sobre la flexibilidad de uso de
modelos icónicos muy eficientes del altar librecambista (Bambi,
por ejemplo).
En un óptimo aprovechamiento de los restos culturales cir-cundantes,
el artista Perejaume ha ido conduciendo su discurso
hacia la reflexión sobre el peso y el exceso de imágenes, incluidas
las artísticas. Un parangón de su punto de vista se aparece en su
obra «Postaler»7, que para mí, y quizás en indebida apropiación,
es un perfecto emblema de lo que he tratado de decir a lo largo
de mi intento, y así, quizás, un buen final de trayecto. «Postaler»
presenta un objeto demediado: un expositor comercial giratorio
de postales consistente en un «carrousel» de marcos metálicos
montados sobre un eje aparece liberado de su uso original y con
una colección de espejos ocupando los lugares de las postales. En
sus exposiciones, Perejaume expone tanto el objeto, físicamente
cercano a los ready-made surrealistas, como fotografías de éste
en entornos naturales donde ofrece diferentes reflejos, y también
del traslado en excursiones llevadas a cabo por el propio artista
hasta paisajes de difícil acceso, como cimas de montañas, donde
6. http://www.roses.cat/noticies/historic/votre-place-au-soleil-4-mirades-al
-fenomen.
7. http://www.macba.cat/ca/postaler-0167.
Hacerse el sueco: Costa Brava Shock 107
se produce un comercio dialéctico entre naturaleza e imagen de
abiertas y sugerentes lecturas. Una reelaboración panorámica y
casi panóptica, en fin, de los efectos del travelling físico y mental
humanos y de sus correlatos en la imagen y en los negocios de
moneda, cuerpos y almas, un estudio de la imagen como con-tribución
a la carga impositiva de la necesidad de construcción
identitaria.
Y todo desde la tierra que vio llegar a Walter Benjamin al pun-to
de afrontar dos variables existenciales hiperbólicas, la del tu-rismo
mediante el exilio y la de la muerte mediante el suicidio,
y en la que su recuerdo permanece en el eco de que la memoria,
aun en el intento de ser borrada, produce determinadas formas de
cultura y de que la realidad se construye socialmente, y también
mediante la imagen, aunque pueda llegar a ser barbarie: en oca-siones,
pretender dibujar sueños produce pesadillas8.
8. http://walterbenjaminportbou.cat/es/content/lobra. El homenaje de Ben-jamin
en Portbou es un remarcable caso de monumentalización. La gigantesca
escultura de Dani Karavan interpretando un tanto literalmente el tema de los
«Pasajes» plantea un hiperbólico contrapunto a la nebulosa sobre la ubicación
exacta de la tumba del filósofo, que se desconoce. Y en un mundo convertido ya
totalmente en Pasaje por efecto del e-commerce, la instalación y la propia figura
de Benjamin se adaptan también para bien y para mal como reclamos para la
atracción turística.