LA IMAGEN PREFOTOGRÁFICA
DE GRAN CANARIA
Germán Santana Pérez*
Fecha recepción: 2 de septiembre de 2016
Fecha de aceptación: 21 de octubre de 2016
Resumen: Aunque con el inicio de la fotografía se va gestando una imagen nueva
de Gran Canaria, ésta también existió con anterioridad. Las características fueron di-ferentes
y los elementos a destacar también. La imagen de la isla se fue construyendo
poco a poco después de la llegada de los primeros europeos a las islas. Su selección
obedeció a causas muy concretas que tenían que ver con los rasgos de la sociedad
de la Etapa Moderna, más que con las piezas destacadas del paisaje. Detrás de cada
imagen que se quiere destacar está el interés por promocionarla. Lo que se valoró de
cara al exterior y al interior fue evolutivo y cambiante a lo largo del tiempo.
Palabras claves: Imagen; Gran Canaria; Cartografía, Grabado.
Abstract: Although with the beginning of photography a new image of Gran
Canaria is being created, this image also existed previously. The features were dif-ferent
and the elements to be highlighted as well. The image of the island was built
progressively after the arrival of the first Europeans to the islands. Their choice was
due to very specific causes that had to do more with the features of the society of
the Modern Stage, rather than with the outstanding pieces of the landscape. Behind
every highlighted image lies the interest to promote it. What was valued for the
exterior and the interior was evolutionary and changing over time.
Key words: Image; Gran Canaria; Mapping; Engraving.
Son varios los trabajos que se han preocupado por las imá-genes
y representaciones de Canarias, en diferentes niveles1. Sin
* Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Departamento de Ciencias
Históricas.
1. Martín Rodríguez, Fernando Gabriel. La primera imagen de Canarias: los
dibujos de Leonardo Torriani. Santa Cruz de Tenerife: Colegio Oficial de Arqui-
Cartas diferentes. Revista canaria de patrimonio documental, n. 12 (2016), pp. 17-36.
18 Germán Santana Pérez
embargo, son casi nulas las aportaciones que se han decantado
por los referentes insulares en un ámbito geográfico en el que el
concepto isla es esencial. En este artículo nos hemos preocupado
por esta imagen insular, en la que tanto los que venían de fuera
como los que habitaban en ella se sentían identificados como re-presentación
isleña. Para ello hemos trabajado las distintas reali-dades
o ficciones que se expusieron durante la Etapa Moderna,
que básicamente, para el caso de Canarias, coincide con el na-cimiento
de la fotografía y, por tanto, a partir de ahí, de nuevas
necesidades y visiones.
Si hoy preguntásemos por el icono de Gran Canaria segura-mente
la mayor parte de los isleños, y también de los de fuera,
elegirían la pétrea figura del Roque Nublo que, entre las nubes
y en el centro de la isla, se eleva compacto hacia el cielo. Otros
quizás seleccionarían como representativos otros elementos ca-racterísticos
como las dunas de Maspalomas, la playa de Las Can-teras,
la caldera de Bandama, el roque Bentaiga o la basílica del
Pino. Son imágenes fotográficas que nos encontramos en las pos-tales
que compran los turistas y que circulan por todo el mundo.
Son iconos que a los isleños nos llegan a emocionar al verlas y
que identifican a todo el conjunto de la isla cuando nos hallamos
alejados de ella; son incluso símbolos de unidad. Emblemas que
parece que siempre estuvieron ahí y actuaron como elemento
cohesionador en todas las épocas.
En este estudio nos preguntamos si esta identificación entre
la población grancanaria y los que venían a visitarla era la misma
antes de la invención de la fotografía, en el Antiguo Régimen,
tectos de Canarias, 1986; Pico, Berta. La imagen mítica de Canarias en los re-latos
de viajeros franceses (siglos xv-xix). La Laguna: Universidad de La Laguna,
1999; López García, Juan Sebastián. «La imagen permanente y cambiante de
los centros históricos: aspectos epidérmicos en Canarias». En: xiii Coloquio de
Historia Canario Americana. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de
Gran Canaria, 2000, pp. 2809-2821; Alen, Jonathan (comp.). Historia mítica:
la imagen prehispánica en la historia artística de Canarias. Las Palmas de Gran
Canaria: Cabildo de Gran Canaria, 2007.
La imagen prefotográfica de Gran Canaria 19
que en la actualidad. También si las motivaciones para elegir estos
símbolos de grancanariedad eran los mismos en la Etapa Moder-na.
Debemos tener en cuenta que estas imágenes son asumidas
por las personas como propias, como lo más distintivo de un es-pacio,
como algo que une a una población, su imagen de cara al
exterior.
Sin embargo, comprobaremos que durante la Etapa Moderna,
antes de la llegada del fenómeno del turismo en el siglo xix, la
imagen de la isla fue mucho más tenue de cara al exterior. No
existían grandes monumentos geológicos como el Roque Nublo,
el Bentaiga, las dunas de Maspalomas o la playa de Las Canteras
que atrajeran las miradas de los propios o extraños. ¿Por qué no
eligieron la misma representación de fuerza en esos siglos que
en los tiempos presentes? Lo que llamó la atención se trasladó a
diferentes tipos de descripciones, grabados, pintura y cartografía,
principalmente, que fueron conformando cómo veían la isla los
isleños y cómo la veían los foráneos.
Antes de la conquista ya se fueron creando imágenes que se
trasladaron a Europa, fruto de los viajes de exploración, evan-gelizadores
y de rapiña que llegaron en el siglo xiv. La primera
lámina de Gran Canaria durante los viajes de descubrimiento es
la de la carta portulana de los hermanos Pizzigani en 1367, si
bien la primera en que aparece la isla con topónimos es la de
1506 de Valentim Fernandes. Estas primeras cartografías están
preocupadas por situarla en los viajes en el Atlántico, por lo que
se van a interesar por aquellos elementos que puedan tener más
relevancia para los marineros. Éstos eran sin duda los puertos, en
especial el de Las Isletas, aunque también el de Gando o los de
Maspalomas o Sardina, junto con otros elementos a destacar, pos-teriores
a la conquista, como la ciudad de Las Palmas, el barranco
del Guiniguada o la Isleta. La representación de la señalización de
los principales puertos y bahías seguirá después de la fase de des-cubrimientos
y de conquista, puesto que este elemento siempre
será de interés para los marinos de otras potencias. Un ejemplo
son los de Lukas JanszoomWaghenaer en 1596 y en 1606, o el an-
20 Germán Santana Pérez
terior de Valentim Fernandes de 1507, en donde aparecen barcos
recalando en el puerto de Maspalomas2. También los extranjeros
representan en grabados el tráfico de naves en el puerto de Las Is-letas
y en la caleta de Santa Ana y el puerto del Arrecife. Tanto los
españoles como los extranjeros aprovecharán la ocasión para de-finir
cuáles son las principales fortalezas y defensas de la ciudad.
La primera imagen de Gran Canaria y de Canarias en general
está asociada a los viajes de descubrimiento. Las islas, que están
siendo visitadas por los europeos en el siglo xv, quedan en el
margen del mundo conocido, casi se salen del mapa geográfico3.
Al mismo tiempo se las sitúa y se las relaciona con otros descu-brimientos
geográficos insulares reales e imaginarios en el océano
Atlántico (además de Madeira, Azores o las islas Salvajes, otras
imaginarias como Antilia, Brasil, Siete Ciudades, Islas Azules, San
Borondón, etcétera). Hasta el descubrimiento de América, el ar-chipiélago
está en esta situación, entre lo real y lo maravilloso4.
2. Tous Melía, Juan. Gran Canaria a través de la cartografía (1507-1899):
atlas histórico-geográfico de la isla. La Laguna: Juan Tous Meliá, 2014, pp. 10-15.
3. Rey Pastor, Julio; García Camarero, Ernesto. La cartografía mallorquina.
Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto Luis Vives,
1960. También Cerezo Martínez, Ricardo. La cartografía náutica española en
los siglos xiv, xv y xvi. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
1994.
4. Chaparro Domínguez, María Ángeles. «Revisión del mito geográfico de
San Borondón y aproximación a su huella en la literatura y otras artes». Revista
de filología románica, v. 30, n. 2 (2013), pp. 229-244; Díez de Velasco, F.; Mar-tínez,
M.; Tejera, A. (Eds.). Realidad y mito: semana canaria sobre el Mundo
Antiguo. Madrid: Ediciones Clásicas; La Laguna: Universidad de La Laguna,
1997; Hernández González, Fremiot. Navegación de San Brendán. Madrid:
Akal, 2006; Martínez, Marcos. Canarias en la mitología: historia mítica del ar-chipiélago.
Santa Cruz de Tenerife: Cabildo Insular de Tenerife; La laguna: Cen-tro
de la Cultura Popular Canaria, 1992; Martínez, Marcos. La mitología: todo
sobre Canarias. Santa Cruz de Tenerife: Caja Canarias; La Laguna: Centro de la
Cultura Popular Canaria, 2005; Ode, Tarek; Olivera, David. San Borondón: la
isla descubierta. (La Laguna: Litografía Trujillo), d.l. 2004; Sörgel de la Rosa,
Jorge. San Borondón: la historia de una isla mítica. Barcelona: Grafein, 2005;
Tous Meliá, Juan. El Plan de las afortunadas islas del Reyno de Canarias y la isla
de San Borondón. Las Palmas de Gran Canaria: Casa de Colón, 1996; Vázquez
La imagen prefotográfica de Gran Canaria 21
Cumplirá también una imagen de frontera en la cartografía, al
menos durante las primeras centurias, cuando la frontera se vaya
construyendo a partir de la conquista. Luego se lo seguirá pre-sentando
en muchas ocasiones en el conjunto de islas atlánticas
orientales (la Macaronesia) o en relación con África, tanto con
Marruecos y la Berbería, como con la Guinea.
Las primeras representaciones cartográficas de Gran Cana-ria
exageran su tamaño con respecto al resto de las islas y a su
superficie real, la tercera del archipiélago, por el calificativo de
«gran». También por el mismo motivo, y por tener la economía
más próspera durante los siglos xv y xvi, al ser la isla más poblada
por indígenas antes de la conquista, se la sitúa en una posición de
centralidad dentro del archipiélago. Si trazásemos dos diagonales
en el archipiélago, el centro quedaría ocupado por Gran Canaria,
lo que se aleja en parte de la realidad. Una buena representación
de esta imagen de centralidad es la efectuada por Torriani en su
mapa de finales del siglo xvi titulado «Canarias bajo el signo de
Cáncer», en el que además se convierte visualmente en la isla de
mayor tamaño (figura 1)5.
Al mismo tiempo van llegando a Europa no sólo informacio-nes
de su situación sino también artículos de intercambio, entre
los que se encuentran los indígenas que son vendidos como es-clavos.
En ese momento, en el siglo xv, les llaman la atención
los rasgos físicos de los indígenas, su piel, su altura6, e incluso
algunas de sus costumbres. Además de las personas, se trasladan
a Europa nuevas plantas como la orchilla o los dragos, que son
representados en varios cuadros o grabados cuando no se plantan
directamente en algunos jardines europeos. La isla da nombre a
de Parga y Chueca, Mª José. San Brandán, navegación y visión. Madrid: Doce
Calles; Puerto de la Cruz: Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, 2006.
5. Martín Rodríguez, Fernando Gabriel. La primera imagen de Canarias:
los dibujos de Leonardo Torriani. Santa Cruz de Tenerife: Colegio Oficial de
Arquitectos de Canarias, 1986, pp. 53-55.
6. Colón, Cristóbal. Diario de a bordo. Madrid: Edaf, 2006.
22 Germán Santana Pérez
los pájaros canarios7, que recorrerán primero diversas cortes eu-ropeas
y luego ricas casas, dando una imagen positiva de las islas
a través de su canto.
Las primeras noticias de Le Canarien sobre Gran Canaria des-tacan
las bondades del puerto de Gando, «entraron en un gran
puerto, que está entre Telde y Agüimes» y la gran cantidad de sangre
de drago que comerciaron los conquistadores. De ella destacaron
sus montañas «grandes y maravillosas hacia el lado sur», la varie-dad
de bosques, la abundancia de sus cultivos, la belleza de sus
indígenas y sus buenos puertos8.
Tras la conquista, la nueva sociedad, constituida en buena me-dida
por población nueva, se enfrenta a la tremenda tarea de ca-talogar
y poner nombre a los lugares, utilizando para ello también
una abundante toponimia indígena. La simbología que se va a
crear es sin duda diferente, con distintas raíces a la que tuvieron
los indígenas canarios de su propia isla, que también valoraron
otros elementos identificativos. Con independencia de los por-centajes
de población indígena que sobreviven a la conquista, la
cultura, aunque con un gran aporte de mezcolanza, se basa en los
pilares europeos y castellanos en particular. La imagen de la isla
se fue construyendo en estas centurias con diferentes escenas que
ensayaron distintas visiones de lo que era llamativo y destacable.
A partir de esos momentos, uno de los iconos isleños es la
propia ciudad de Las Palmas. Es la puerta de entrada y de salida
y en donde se depositan por primera vez los ojos de los recién
llegados. Es el principal núcleo de población y el lugar elegido
para llevar los asuntos políticos más importantes, y el que tie-
7. Ver: Lobo Cabrera, Manuel. «El comercio de pájaros canarios bajo Felipe
ii». Studia historica: Historia Moderna, v. v (1987), pp. 193-198; y Torres San-tana,
Elisa. «Notas sobre el comercio de pájaros canarios en el siglo xvii». En:
Serta gratuloria in honorem Juan Régulo. La Laguna: Universidad de La Laguna,
1984, pp. 885-893.
8. Le Canarien: crónicas francesas de la conquista de Canarias. La Laguna:
Consejo Superior de Investigaciones Científicas; Las Palmas de Gran Canaria:
El Museo Canario, 1960, t. ii, texto b, pp. 148-150 y 242-246.
La imagen prefotográfica de Gran Canaria 23
ne una posición más destacada para equipararse a otros centros
de población europeos o al menos atlánticos. Se destacan en ella
sus edificios principales y lugares públicos, esto es iglesias, plazas,
conventos, puentes sobre el Guiniguada, cabildo, murallas, hospi-tales,
Inquisición, Audiencia, calles referentes e incluso zonas de
huerta.
Por otro lado, se destaca su riqueza en azúcar y la abundancia
en ella de ingenios azucareros, puesto que, recordemos, es la isla
que cuenta con más ingenios y más producción de azúcar desde
finales del siglo xv hasta finales del siglo xvi, convirtiéndose este
cultivo en el dominante y en el más dinámico de cara a la ex-portación.
Un buen ejemplo de poner en valor estos elementos,
la ciudad y la riqueza en azúcar, es el texto del azoreano Gaspar
Frutuoso, que afirmará de la isla que es «cabeza y metrópoli de to-das
las siete», además de extraer otra imagen en las descripciones
de la ínsula, la peculiaridad de sus perros, grandes y fuertes, que
fueron los que, según él y otros autores de la época, le dieron el
nombre, al derivarse de la palabra latina can. Por supuesto, tam-bién
insiste en la riqueza agrícola y ganadera9. En esta misma
línea, exaltación de la catedral y de la ciudad de Las Palmas, de los
principales núcleos de población, de la riqueza agrícola y ganade-ra
y particularmente del azúcar y de la abundancia de los ingenios
azucareros, a la que debemos sumar el impresionante bosque Do-ramas,
podemos nombrar también otros textos de la época como
el del alférez mayor Francisco de Valcárcel hacia 158010. En esta
misma línea debemos comprender el texto del inglés Thomas Ni-chols
en el tercer cuarto del siglo xvi, quien afirma que «la isla
es ahora la más importante de todas», recalcando que se sitúen en
ella las principales instituciones, resalta la hermosura de la ciudad
de Las Palmas, lo cuidado y bien vestido de sus habitantes, así
9. Frutuoso, Gaspar. Las islas Canarias (de «Saudades da terra»). La Laguna:
Instituto de Estudios Canarios, 1964, pp. 7 y 18-19.
10. Marco Dorta, Enrique. «Descripción de las islas Canarias hecha en
virtud de mandato de s.m. por un tío del licenciado Valcárcel». Revista de
historia [canaria], n. 63 (1943), pp. 198-199.
24 Germán Santana Pérez
como lo equilibrado de sus temperaturas. También destaca la ca-lidad
del cereal que se cultiva, de sus frutos y ganado, las ciudades
de Telde, Guía y Gáldar y la abundancia de ingenios azucareros y
de su producción de azúcar11.
Canarias, y en particular Gran Canaria, será descrita por su
buen clima, por su eterna o continua primavera, por su fertilidad
y cuantiosos frutos, por ser posible recoger en ella varias cosechas
al año y por su abundancia de agua. La bonanza climatológica y la
feracidad de las tierras del volcán y el potencial de agua en com-paración
con otras como Lanzarote o Fuerteventura, será siempre
valorado a lo largo del Antiguo Régimen. El mismo Colón llega
a situar el Paraíso en las islas, al menos en sus primeros viajes, y
otros no dudaron en identificar tierras míticas de la Antigüedad
clásica, caracterizadas por su abundancia de frutos, con las islas.
Esta imagen se consolidó aún más en el siglo xviii, al ser una isla
con menos déficit de alimentos que Tenerife e incluso exportado-ra
de ellos. En Gran Canaria, debido a sus microclimas, se podía
cultivar y obtener casi de todo. Entre sus frutos, además del ce-real,
eran abundantes las legumbres, las papas y las frutas como
los plátanos, papayas y guayabas. Un buen ejemplo de ello son los
viajeros franceses, como André Thévet a finales del siglo xvi, que
dice «es la otra de las más renombradas» y que en ella «se ven los
más hermosos huertos que es posible contemplar, en los que crecen los
mejores frutos del mundo»; Bory de Saint-Vincent, en los primeros
años del siglo xix, o en la misma época Pierre-Bertrand Milius,
que afirma que «es la más fértil de todas, regada por una infinidad
de manantiales»12.
Una clara imagen que circuló por Europa a principios del siglo
xvii fue la de la captura de la ciudad de Las Palmas, la cabecera
11. Cioranescu, Alejandro. Thomas Nichols: mercader de azúcar, hispanista
y hereje. La Laguna: Instituto de Estudios Canarios en la Universidad de La
Laguna, 1963, pp. 104-112.
12. Pico, Berta; Corbela, Dolores (dir.). Viajeros franceses a las islas Ca-narias:
repertorio bio-bibliográfico y selección de textos. La laguna: Instituto de
Estudios Canarios, 2000, pp. 28, 208-209 y 225.
La imagen prefotográfica de Gran Canaria 25
de la isla, a manos de los holandeses de Van der Does en 1599. Es
una escena que se reproduce por los extranjeros, sobre todo ho-landeses,
pues es propagandística, señala el sometimiento de una
ciudad próspera a manos de los norteuropeos y la constatación
de una derrota de la monarquía que hasta no hacía muchas déca-das
había sido también la suya. Trasmite que el poderío hispano
es quebrantable en el Atlántico. Supone un hito en la expansión
holandesa, puesto que los otrora invencibles hispanos son ahora
batidos, aun con una defensa encarnizada, y deja abierta las puer-tas
del Atlántico al nuevo poder. La victoria holandesa es aún ma-yor
porque supera esta efeméride la derrota cuatro años antes de
Drake en 1595 en similar intentona. Además, esta fecha supone
el hito de la crisis de la isla, que pierde la hegemonía del archipié-lago
en las siguientes centurias en favor de Tenerife (figura 2)13.
Los barrancos son otra de las características de las representa-ciones
cartográficas de la isla, es decir, otro de los elementos que
llamaron la atención. No falta el Guiniguada, pero tampoco el
real de Telde, el de Tenoya, el de Moya ni el de Fataga. No debe
sorprendernos si lo que se está representando son no sólo los ríos,
en donde se pueden encontrar cauces de agua potable, sino tam-bién
las principales vías de comunicación hacia el interior de la
isla.
Es lógico también pensar que no se destaque apenas nada de
lugares tan alejados como los actuales municipios de Tejeda, Ar-tenara
o Mogán, puesto que, además de estar poco poblados, el
acceso a ellos era muy penoso por lo que ni los visitantes extran-
13. Rumeu de Armas, Antonio. Canarias y el Atlántico: piraterías y ataques
navales. Madrid: Gobierno de Canarias, 1991, t. ii, segunda parte.; Quintana
Andrés, Pedro C. Las sombras de una ciudad: Las Palmas de Gran Canaria
después de Van der Does. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran
Canaria, 1999; Béthencourt Masieu, Antonio de (coord.). iv Centenario del
ataque de Van der Does a Las Palmas de Gran Canaria (1999). Coloquio Inter-nacional
Canarias y el Atlántico 1580-1648. Las Palmas de Gran Canaria: Ca-bildo
de Gran Canaria, 2001; Santana Pérez, Germán. «El ataque de Van der
Does: piedra de toque para una transformación económica de Gran Canaria».
Vegueta, n. 6 (2001-2002), pp. 45-52.
26 Germán Santana Pérez
jeros ni la propia población de la isla se adentraba por sus tortuo-sos
y a veces impracticables caminos. Difícilmente podían relatar
cualquier elemento natural como símbolo, porque el acceso era
muy limitado14.
La cartografía, tanto la elaborada por españoles como por ex-tranjeros,
se detiene cada vez más en los principales barrancos. En
el mapa de Leonardo Torriani de 1592, además de los barrancos y
de las montañas del interior (mal dispuestas), se llama la atención
sobre las puntas de la isla, los puertos y caletas y los principales
núcleos de población. En este mapa se destacan, sin embargo, dos
elementos: Tirma y el bosque de Doramas en torno a Moya, Fir-gas
y Teror. El mismo Torriani destaca en Gran Canaria la monta-ña
Doramas, por su abundancia y calidad de agua, sus diferentes
árboles, «que parece como si reuniese en sí a todos los dioses del Par-naso
y de la Arcadia». También destaca la ciudad de Las Palmas,
la fertilidad de sus campos, al igual que se interesa por el mundo
indígena. De éste destaca sus vestidos, sus casas, en especial las
de cuevas o las subterráneas y los lugares de sacrificio. En este
mapa es reconocible la montaña de Gáldar. La misma Tirma será
nombrada otras veces por otros cartógrafos durante el siglo xvii.
En el plano de Telde, del mismo autor, llama la atención su interés
por las viviendas cuevas indígenas de Cendro y Tara, temática que
también había plasmado en otros dibujos.
En el plano de Torriani de la costa de Maspalomas a Arguine-guín
de 1592 tan sólo se distingue la salida del barranco arbolado
de Fataga, sin que se precise la existencia de la Charca o de un
gran palmeral donde hoy está situado, y un espacio de dunas y
playa que ocupa una superficie aparentemente mucho más redu-cida
que en la actualidad. En definitiva, que desde finales del siglo
xvi se van construyendo las imágenes principales que se repetirán
hasta el siglo xix. Por un lado, el bosque Doramas, y por otro la
ciudad de Las Palmas. Sobre ellas habrá otras estampas menores
14. Moreno Medina, Claudio. Los caminos de Gran Canaria. Las Palmas de
Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria, 1997.
La imagen prefotográfica de Gran Canaria 27
como la Virgen del Pino y su árbol y la siempre presente fascina-ción
por el mundo indígena.
No sólo en la cartografía, sino también en los textos, se ensalza
recurrentemente el paisaje vegetal y sobre todo la extensión y
belleza del monte Doramas y su diversidad en el bosque de lauri-silva.
Bartolomé Cairasco, que desarrolla su obra entre finales del
siglo xvi y principios del siglo xvii, hace constantes referencias
en su Templo militante al paisaje forestal de la isla. A esto se unen
los elogios de Torriani, del tío del licenciado Valcárcel, de Abréu
y Galindo, de Pedro Agustín del Castillo, de fray José de Sosa, de
George Glas, de Viera y Clavijo15. Cámara y Murga escribirá:
«Es pues aquella montaña de las grandes cosas de España: muy
cerrada de variedad de árboles, que mirarlos a lo alto casi se pierde
la vista, y puestos a trechos en unas profundidades, y unas peñas,
que fue singular obra de Dios, criándolos allí: hay muchos arroyos,
y nacimientos de frescas aguas, y están los árboles tan acopados,
que el mayor Sol no baja a la tierra. A mí me espantaba lo que me
decían, y visto de ella lo que pude, dije me habían dicho poco»16.
Como ya hemos dicho, Viera y Clavijo relata también uno de
los textos más bellos sobre este bosque, subrayando el paraje que
él denomina «la catedral»:
«Muéstrase allí la naturaleza en toda su simplicidad, pero nunca
tan rica, tan risueña ni tan agradable. Ésta parece su obra más
exquisita por la diversidad y espesura de árboles robustos siempre
15. Lobo Cabrera, Manuel; Santana Pérez, Germán; Rodríguez Padila,
Ángel Luis. Los usos de la madera: recursos forestales en Gran Canaria durante el
siglo xvi. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria, 2007,
pp. 45-55.
16. Constituciones sinodales del obispado de la Gran Canaria, y su Santa
Iglesia, con su primera fundación y translación. Vidas sumarias de sus obispos,
y breve relación de todas siete islas. Compuestas y ordenadas por el Doctor
don Cristóbal de la Cámara y Murga. Madrid, 1631, ff. 344-345.
28 Germán Santana Pérez
verdes, descollados, rectos, fértiles y frondosos. Jamás ha penetrado
el sol el laberinto de sus ramas ni las yedras, hibalveras y zarzas
se han desprendido de sus troncos. La gran copia de aguas claras y
sumamente frías que en arroyos muy caudalosos cortan y bañan el
terreno por diferentes parajes, especialmente en las que dicen Ma-dres
de Moya, conservan un suelo siempre entapizado de yerbas
medicinales y olorosas. El canto de los pájaros y el continuado vue-lo
de las aves que allí habitan en infinitas tropas dan un aspecto
delicioso a toda la selva. Entre en ella una imaginación poética y se
verán por todas partes náyades, dríades, etc. Los paseos dilatados
y planos parecen un esmero del arte y agradan más porque no lo
son. Hay un sitio que los paisanos llaman La Catedral, que a la
verdad representa una gran pieza de arquitectura, decorada de
columnas, arcos y bóvedas. Finalmente, toda esta montaña tiene
bellos lejos y puntos de perspectiva; y si los bosques afortunados de
los Campos Elíseos no tuvieron en nuestras islas su asiento, esta
montaña es una buena prueba de que le debieron tener»17.
En el mapa de Próspero Casola de 1635 lo más destacado a
simple vista es la enorme extensión de la Montaña de Doramas,
recubierta de diferente foresta. También se señala cierta espesu-ra
boscosa en torno a Tirajana. No hay elementos señeros de las
cumbres de Gran Canaria e interesa como siempre resaltar los
accidentes de la costa.
En la planta de la isla de Gran Canaria realizada por Pedro
Agustín del Castillo se destacan, además de los puntos más sig-nificativos
de la costa y los principales núcleos de población, las
masas boscosas de la isla; la más extensa al sur y oeste de Tejeda
hasta Tirajana, la de la montaña Doramas, y la más menguada en
torno a Tirma (figura 3). Además, en su descripción destaca sobre
todo la ciudad de Las Palmas, la devoción por la virgen del Pino
y su árbol recién derribado y la fuente agria que hay en ella; tam-
17. Viera y Clavijo, José. Noticias de la historia general de las islas Canarias.
Santa Cruz de Tenerife, 1996, pp. 200-203.
La imagen prefotográfica de Gran Canaria 29
bién la montaña Doramas, repitiéndose la idea de sus muchos y
grandes árboles y la abundancia de agua; los asperísimos riscos de
Tirajana; las cuevas en las que vivían los antiguos canarios.
En la Planta de la Ysla de Canaria, de Próspero Casola, por
el contrario, se define solamente el bosque de Doramas, además,
como siempre, de los principales elementos de la costa y de los
núcleos de población. Es la primera vez que, aparentemente, jun-to
a Tejeda una parte del dibujo de una montaña parece dibujar
el perfil del Roque Nublo y del Fraile, sin que lo podamos afirmar
categóricamente18. Parecida información aparece en el Discurso y
plantas de Lope de Mendoza para la segunda mitad del siglo xvii,
puertos, fertilidad, abundancia de aguas, principales núcleos de
población, bosque de Doramas y, por supuesto, preocupación por
las defensas existentes y las que debían existir19.
Tenemos que ser conscientes de que el interior de la isla, con
lugares tan potencialmente atractivos como la caldera de Tejeda,
quedan muy lejanos a ojos de los visitantes. No es sólo por la dis-tancia
en kilómetros sino por lo tortuoso y el mal estado de los
caminos. Llegar hasta ellos, y mucho menos potenciar su imagen
como símbolo, se convierte en tarea casi imposible antes de la
mejora de las comunicaciones. Además, las zonas «asperas», como
los roques, no son en esos momentos tan apreciados como los
valles, los bosques o los barrancos.
Abréu Galindo describe la isla en ese momento diciendo: «Ha-bía
en esta isla de Canaria muchas y espesas arboledas, de diversos
géneros de árboles y suelo, y estas arboledas y frescuras en muchas
partes de la isla»20. También Pedro Agustín del Castillo relata, a
principios del siglo xviii, que en Gran Canaria «Hay dilatadas
montañas de pinares, de donde se proveen de maderas para las me-
18. Tous Meliá, Juan. Gran Canaria a través…Op. cit., pp. 27-28.
19. Mendoza y Salazar, Lope de. Discurso y plantas de las yslas de Canaria.
Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria, 1999, pp. 42-56.
20. Abréu Galindo, José de. Historia de la conquista de las siete islas de
Canaria. Santa Cruz de Tenerife: Goya Ediciones, 1977, p. 165.
30 Germán Santana Pérez
jores fábricas, no tanto por ser incorruptibles al agua, como por lo
fuerte y dócil de trabajar, su color encendido y hermoso»21.
De Teror, además de la Virgen del Pino, destaca ya para el siglo
xviii la importancia de la fuente agria y de sus muchos remedios.
Sobre la Virgen del Pino, Simón de Brieva la representa en su
aparición en 1483, en el pino legendario, sobre la piedra, que
fue luego perdida y supuestamente trasladada a América22. De
hecho, no sólo la virgen sino el Pino, antes de que fuera derribado
por un temporal en 1684, también forma parte de esta relevan-cia.
Llamaron notablemente la atención de los grancanarios y de
quienes visitaban la isla. La Virgen del Pino era un referente para
los grancanarios, que, en muchos casos, donaban algunos bienes a
su iglesia a través de los testamentos, antes de morir. Serán varias
las representaciones pictóricas y las imágenes grabadas de la vir-gen,
además de supuestos milagros de apariciones de la imagen
de Teror en la propia corte de Aranjuez en 1753 y el traslado de
sus representaciones a tierras americanas23 y los cuantiosos textos
que hablaban de su aparición y milagros (figura 4).
En general las representaciones en el siglo xviii suelen ser más
detallistas que en las centurias anteriores. La profusión de monta-ñas,
ciudades, pueblos, barrancos, vegetación, algunas descripcio-nes
añadidas e incluso zonas de cultivo es mayor. Estos momen-tos
coinciden con el periodo de la Ilustración, de las Sociedades
Económicas de Amigos del País y de la elaboración de todo tipo
de informes.
21. Castilo Ruiz de Vergara, Pedro Agustín del. Descripción histórica y
geográfica de las islas de Canaria. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran
Canaria, 2001, p. 196.
22. León Hernández, José de. «Un viaje a México en busca de un tesoro
patrimonial: el enigma de la laja verde con el pie de la Virgen del Pino». En:
Enigmas y tesoros en Canarias: el misterio de Cabeza de Perro. [Guímar]: Her-ques,
2014, pp. 132-146.
23. Hernández Socorro, María de los Reyes; Concepción Rodríguez, José
(comisarios). Arte, devoción y tradición: la imagen del Pino de Teror. Teror: Ayun-tamiento
de Teror; Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria,
2007, pp. 69-71.
La imagen prefotográfica de Gran Canaria 31
En algún mapa, sobre todo a partir del siglo xviii, figura alguna
de las salinas del sureste, como la del Romeral. La construcción
de salinas se había implantado justo en esa centuria al amparo
del desarrollo de las pesquerías en el banco sahariano. Es normal,
pues, que se destaque el papel de la pesca en Gran Canaria, que
era la que contaba con una mayor actividad y número de pobla-ción
que participaba en ella24.
Viajeros ingleses como George Glas señalan en su Descripción,
en 1764, como hechos relevantes de la isla, además de su clima,
pues «la temperatura del aire no es en ninguna parte más deliciosa
que en la isla de Canaria», la ciudad de Las Palmas, algunos puer-tos
como los de Gando y Agaete, y sobre todo la montaña Dora-mas
y, «en contraste con esta maravillosa tierra», «la parte más alta
de la isla está totalmente desolada y es árida»25.
A comienzos del siglo xix, algunos viajeros que llegan a Cana-rias,
fundamentalmente británicos, también lo hacen para el dis-frute.
Un ejemplo de ello es J. J. Williams, que realizará una serie
de escenas costumbristas, más ligadas a lo que luego retratará la
fotografía. Así se suceden fotografías de paisajes, como una vista
de la Montaña de Gáldar o el barranco de los Frailes, de edificios
grandiosos como la catedral o del puerto de Las Isletas. Además,
en muchas de ellas salen personajes anónimos de naturales cana-rios,
en una visión casi folklórica (figura 5).
Conclusiones
La construcción de esta nueva imagen fue en paralelo con la
edificación de la identidad insular. La realidad económica, social
y política condicionó siempre la elaboración de las distintas imá-genes
que se querían expresar, y por eso los resultados fueron tan
24. Santana Pérez, Germán; Santana Pérez, Juan Manuel. La pesca en el
banco sahariano: siglos xvii y xviii. Madrid: Los Libros de La Catarata, 2014.
25. Glas, George. Descripción de las islas Canarias 1764. La Laguna: Insti-tuto
de Estudios Canarios, 1999, pp. 59-66.
32 Germán Santana Pérez
distintos de un siglo a otro y antes y después de la invención de
la fotografía.
Los iconos en la Edad Moderna, antes de la invención de la
fotografía, fueron casi siempre distintos a los de la etapa con-temporánea,
fotográfica. Esto no fue así por un capricho o fruto
del azar sino por los distintos intereses y condicionantes que se
tuvieron en cada momento histórico para resaltar los elementos
símbolos de la isla. Entre los condicionantes estaban la lejanía
e inaccesibilidad de piezas claves en la imagen a partir del siglo
xix, como el Roque Nublo o el Bentaiga. A ello se sumaba que su
valoración era intrascendente o nula al no dárseles en sí ningún
uso y ser tierras estériles, no atractivas, como tampoco cumplía
esta función infravalorada otro de los monumentos paisajísticos
en épocas posteriores, las dunas de Maspalomas. Frente a ello, las
sociedades rurales como la grancanaria de este periodo ponían en
valor lo que representaba fertilidad, recursos hídricos y verdor, y
ello venía representado por el bosque de Doramas y la frondosi-dad
de su laurisilva, que junto con la ciudad de Las Palmas se con-virtió
en una de las principales imágenes de la isla durante el An-tiguo
Régimen, admirada por propios y extraños. Precisamente la
ciudad también representó para esa sociedad rural el escaparate
isleño frente al mundo, sede de numerosas instituciones insulares
y del archipiélago, con las mejores edificaciones, donde se asenta-ban
los elementos más ricos y avance hacia la «modernidad». En
las centurias siguientes Las Palmas continuaría siendo imagen de
Gran Canaria, y en particular su casco antiguo. Peor suerte corre-ría
el bosque de Doramas, que terminó por desaparecer no sólo
como imagen de la isla sino de forma literal.
La imagen prefotográfica de Gran Canaria 33
Apéndice
Figura 1: Leonardo Torriani. «Canarias bajo el signo de Cáncer», finales del
siglo xvi.
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34 Germán Santana Pérez
Figura 2: Ataque de Van der Does a Las Palmas en 1599.
Figura 3: Pedro Agustín del Castillo. Planta de la isla de Gran canaria, 1686.
I
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La imagen prefotográfica de Gran Canaria 35
Figura 4: Simón de Brieva. Representación de la aparición de la virgen
del Pino, segunda mitad del siglo xviii.
36 Germán Santana Pérez
Figura 5: J. J. Williams. Vista de Gáldar.