NUEVOS DATOS SOBRE EL
ESTABLECIMIENTO DE LA PRIMERA
IMPRENTA CANARIA
MANUEL POGGIO CAPOTE*
Fecha de recepción: 20 de febrero de 2008
A Víctor J. Hernández Correa, tipógrafo de ilusiones
La situación geográfica de las islas Canarias, alejadas de los
principales centros educativos u oficiales, desembocó en una tardía
introducción de la imprenta. Tanto es así que no fue hasta
mediados del siglo XVIII cuando se abrió un primer taller, ubi-cado
en Santa Cruz de Tenerife. De esta manera, la puesta en
práctica del revolucionario sistema de impresión por caracteres
móviles ideado por Gutenberg se demoró en algo más de tres-cientos
años en el archipiélago. Los motivos acerca de este re-traso
fueron diversos. En cualquier caso, es conveniente recal-car
que el establecimiento de una oficina tipográfica en las is-las
nunca estuvo dentro de los objetivos de los artesanos hispa-nos
dedicados a estos menesteres. Asimismo, y aunque parezca
contradictorio con lo apuntado inicialmente, la expresada situación
geográfica (que dificultaba en extremo la apertura de un taller)
enclavaba al archipiélago en el eje de las rutas marítimas con
el Nuevo Mundo. Ello fomentaba un intenso comercio al que
no fueron ajenos los libros. Este tráfico nutrió los anaqueles de
Cartas diferentes. Revista canaria de patrimonio documental, n.o 4 (2008), pp. 269-276.
* Archivo General de La Palma (Santa Cruz de La Palma). Correo elec-trónico:
manpoggio@hotmail.com.
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las bibliotecas locales, de forma que no se precisó de la imprenta
hasta que razones sociales, administrativas y culturales propiciaron
su instalación mediada la centuria ilustrada. El reducido mercado
isleño tampoco respaldó su establecimiento. En la mayoría de
las ocasiones bastaba con la simple copia manuscrita o la con-sabida
importación de obras manufacturadas desde los centros
metropolitanos para satisfacer las necesidades internas. Con el
ejercicio de ambas actividades, las reducidas elites intelectuales,
el alto funcionariado o las principales instituciones eclesiásticas,
civiles o militares, solventaban tanto sus urgencias profesiona-les
como recreativas. El impresor sevillano Pedro José Pablo Díaz
y Romero (¿?-1780) —bajo la protección de Juan de Urbina (¿?-
1774), entonces comandante general y presidente de la Real
Audiencia de las islas— fue quien modificó los usos isleños en
estas prácticas, abriendo la primera oficina tipográfica de Canarias.
Esbozadas estas líneas preliminares, conviene recordar que, dada
la trascendencia que supuso este hecho, desde el mismo siglo XVIII
existe una serie de trabajos dedicados a contar las vicisitudes de
este primigenio taller impresor. En 1780, el ilustrado tinerfeño
José Bethencourt y Castro (1757-1816), en un informe titula-do
Apuntes sobre el modo menos costoso de establecer una imprenta
en esta isla, escribió sobre el mencionado Pedro Díaz, quien «por
los años de 1750» trajo la primera máquina de imprimir y, «abu-sando
de la protección [de Juan de Urbina], empezó a imprimir
almanakes sin más orden que su antojo, estorvando la introduc-ción
de los fuera, que se vendían a 6 maravedís el pliego y aquí
costaban a medio real»1.
Una fecha (en torno a 1750) y una tipología documental
(almanaques) nos propone Bethencourt y Castro. Desglosemos
de manera cronológica lo que se ha opinado con posterioridad:
1. Editado por PÉREZ VIDAL, José. «La imprenta en Canarias: documen-tos
para el estudio de su establecimiento». Revista de historia [canaria], n.
59 (jul.-sep., 1942), pp. 137-143; y n. 60 (oct.-dic., 1942), pp. 237-243.
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a) Francisco de León Morales (1866), dice que esta primera
imprenta se estableció en 1751, y afirma que sus impre-siones
«estuvieron reducidas, además de documentos para las
oficinas públicas, a novenas de santos y a tablas de rezo o
añalejos para el clero»2.
b) Luis Maffiotte (1905-1907) afirmó que en 1751 el esta-blecimiento
de Díaz ya «suministraba documentos a las
oficinas públicas a la vez que editaba novenas y añalejos»3.
c) Agustín Millares Carlo (1934) suscribe que Díaz Romero
arribó a Santa Cruz de Tenerife hacia 1750, aunque no co-noció
ninguna referencia de su taller anterior a 1752. No
le fue posible al recordado catedrático dar con ningún im-preso
(por modesto que fuera) previo a la fecha indicada4.
d) Buenaventura Bonnet (1947-1948) dijo que la «primera
imprenta que llegó a Tenerife fue en 1750»; y, apoyándose
en Anchieta y Alarcón, manifestó que en 1751 se impri-mieron
algunas tarjetas de comunión5.
e) Sebastián Padrón Acosta (1949) dejó constancia de que
Pedro J. Díaz llegó a Tenerife en 17506.
f) Antonio Vizcaya Cárpenter (1949) indicó que Díaz y
Romero se estableció en Santa Cruz en 1748, y examinando
el contenido de una pieza perteneciente a las colecciones
de la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife ti-tulada
Catálogo de los libros que pertenecen a Francisco María
2. LEÓN MORALES, F.M. «Breves apuntes sobre la historia del arte tipo-gráfico
en Canarias». El amigo del país, I (Santa Cruz de Tenerife, 1866), pp.
206-207.
3. MAFFIOTTE LA ROCHE, Luis. Los periódicos de las islas Canarias: apuntes
para un catálogo. Madrid: [s.n.], 1905-1907, t. I, p. 6.
4. MILLARES CARLO, Agustín. «Los incunables canarios más antiguos (1752-
1753)». El Museo Canario, n. 3 (may.-ago., 1934), pp. 31-41.
5. BONNET, B. «La imprenta en Tenerife». El día (Santa Cruz de Tenerife,
25 de mayo de 1947), p. 4; (13 de julio de 1947), p. 3; (13 de mayo de
1948), p. 3; y (27 de mayo de 1948), p. 4.
6. PADRÓN ACOSTA, S. «El primer tipógrafo de Canarias». La tarde (San-ta
Cruz de Tenerife, 6 de enero de 1949), p. 3.
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León (1854), pudo extraer la referencia bibliográfica de una
obra estampada por Díaz en 17517.
g) De nuevo Antonio Vizcaya Cárpenter (esta vez en 1964)
precisa los datos anteriores, exponiendo que Díaz y Ro-mero
llegó en 1750 a Canarias y que un año después co-menzó
su actividad tipográfica. A partir de 1751 inicia la
descripción de su producción impresora8.
Especificados estos puntos, todos ellos antecedentes a los datos
que se expondrán a continuación, señalemos que en una carta
que el presbítero Marcelo Fernández Vasconcelos (1695-1769)9
dirige al jurista palmero Pedro Massieu y Monteverde (1673-
1755)10, fechada en El Realejo de Arriba el 20 de diciembre de
1750 (Archivo General de La Palma), se lee lo siguiente:
7. VIZCAYA CÁRPENTER, Antonio. «La imprenta de la calle Sol». La
tarde (Santa Cruz de Tenerife, 23 de junio de 1949), p. 3; y (25 de junio
de 1949), p. 3.
8. VIZCAYA CÁRPENTER, Antonio. Tipografía canaria: descripción bibliográ-fica
de las obras editadas en las islas Canarias desde la introducción de la im-prenta
hasta el año 1900. Santa Cruz de Tenerife: Instituto de Estudios Ca-narios,
1964.
9. Nació el 16 de enero de 1695 y fue bautizado el día 23 siguiente. Hijo
de Salvador Fernández Barcelos y María Luis de la Guarda [ARCHIVO
DIOCESANO DE SAN CRISTÓBAL DE LA LAGUNA (ADT), Parroquia Santiago
Apóstol, Los Realejos, Libro 4º de bautismos, f. 173r]. Estudió en la Univer-sidad
de Sevilla [ARCHIVO DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA, Libro 688, ff.
95-102]. Disfrutó en la iglesia de Santiago Apóstol de Los Realejos (Tenerife)
de la capellanía fundada por Andrés Pérez Vasconcelos de la Guarda. El doctor
Marcelo Fernández de Vasconcelos fue beneficiado en ese mismo templo,
examinador general de la Diócesis de Canarias, abogado de los Reales Con-sejos
y comisario del Santo Oficio de la Inquisición (Vid. CAMACHO Y PÉREZ
GALDÓS, Guillermo. «La iglesia de Santiago del Realejo Alto». El Museo Canario,
XI (ene.-dic., 1950), pp. 127-161, especialmente p. 145). Falleció el 9 de julio
de 1769, y fue enterrado el día siguiente [ADT, Parroquia Santiago Apóstol,
Los Realejos, Libro 4º de entierros, ff. 71r-v]. Había testado el 4 de julio anterior
[ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SANTA CRUZ DE TENERIFE, Protoco-los
Notariales n. 3636, escribanía de Lorenzo Agustín Jácome y Oramas].
10. NOBILIARIO de Canarias. La Laguna: J. Régulo, 1952-1967, v. II, p. 126.
NUEVOS DATOS SOBRE EL ESTABLECIMIENTO DE ... 273
en Santa Cruz tenemos vna ymprenta de libros, cosa que nunca
se havia visto, aunque me parese que no podrá tener mucha
subsistencia por lo poco que tendrá que haser, y ya corren los al-manaques
aunque todauía no los he visto.
A la vista de estas líneas se colige que:
1) La oficina tipográfica de Pedro José Díaz y Romero se
encontraba en pleno funcionamiento en 1750. Lo más pro-bable
es que comenzase su actividad en los últimos me-ses
del expresado año.
2) Uno de los primeros trabajos impresos fue el almanaque.
Esta tipología documental recoge el calendario anual or-denado
por meses. Podría incluir, asimismo, datos acerca
de las festividades religiosas o astronómicas (sobre todo,
referidas a las fases lunares). Es seguro que los esfuerzos
de Díaz se destinasen a la elaboración de los calendarios
para el curso entrante. De este modo, dispondría con pron-titud
de material para su venta pública, con el consiguiente
beneficio económico que ello le iba a reportar. Por esta
misma razón tampoco se debe desdeñar que, paralelamente
a los almanaques, estampase formularios administrativos
y otros documentos de naturaleza efímera de fácil colo-cación
en el mercado.
En definitiva, los datos localizados en esta misiva no vienen
más que a certificar los que aportó en su tiempo Bethencourt
y Castro. Los mismos fueron precisados y matizados con poste-rioridad
por otros investigadores. Ahora, gracias al hallazgo de
esta carta, se puede rubricar —sin ninguna duda— el año de 1750
como aquel en el que se inició la actividad impresora en Cana-rias.
Es necesario subrayar —asimismo— que, entre la correspon-dencia
mantenida por Fernández Vasconcelos y Massieu, se han
conservado diferentes despachos que recogen noticias sobre li-bros
y otros impresos menores. Es significativo observar cómo
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en varias de ellas se hace mención expresa de los almanaques.
En una carta datada el 21 de marzo de 1734, Fernández se di-rige
a Massieu agradeciéndole el envío de algunos calendarios y
un breviario que ya tenía en sus manos, así como otros libros
que se encontraban contenidos en un cajón depositado en San-ta
Cruz de Tenerife y que todavía no había podido retirar. Unos
años más tarde, en 1740, don Marcelo acusa recibo de la recepción
de un breviario. Y en 1749, en dos epístolas (fechadas sucesiva-mente
el 26 de marzo y el 26 de mayo), Vasconcelos muestra
su gratitud al oidor de la Audiencia de Sevilla por la remisión
de unos almanaques11. Como puede comprobarse, fue una práctica
habitual entre Pedro Massieu y Marcelo Fernández la remisión
desde Sevilla de esta tipología documental. El que en 1750 sa-liese
impreso un almanaque producido en Canarias debió de
llamar poderosamente la atención al religioso tinerfeño. Éste lo
puso por escrito de inmediato y se lo adjuntó como parte de
una misiva a su amigo, afincado en la capital del Betis. Enton-ces
la novedad fue sugestiva. En la actualidad, la comunicación
de aquella primicia se ha revelado como un cimiento para in-terpretar
con mayor fidelidad los pilares de este hecho históri-co,
aun a pesar de la poca confianza que sus contemporáneos,
como el cura Vasconcelos, depositaron en el proyecto.
11. ARCHIVO GENERAL DE LA PALMA (Santa Cruz de La Palma): Fondo
Lugo-Viña y Massieu, sección Massieu, caja 1, cartas (por clasificar).
NUEVOS DATOS SOBRE EL ESTABLECIMIENTO DE ... 275
ANEXO DOCUMENTAL12
1750, diciembre, 20. Los Realejos (Tenerife)
Marcelo Fernández Vasconcelos, clérigo, escribe a Pedro Massieu
y Monteverde, oidor de la Audiencia de Sevilla, y describe dis-tintos
asuntos acerca de la isla de Tenerife.
ARCHIVO GENERAL DE LA PALMA, LUGO-VIÑA Y MASSIEU, sec-ción
Massieu, c. 1.
A. — Papel. 210 x 305. Carta. Letra del siglo XVIII. Tinta ne-gra.
Estado de conservación bueno.
(fol. [1]r)
(cruz)
Señor oydor don Pedro Masieu y Monteverde.
Muy señor mío: celebraré gustoso que vuessencia se mantenga
en cabal salud, ofreciendo la mía a su dispocisión como es presetivo.
Estoy con el cuidado de no haver visto carta de vuessencia después
de la que reseuí con fecha de 30 de mayo de este presente año;
no sé si se habrán perdido las mías, y aora se me ofrese remitir por
mano del señor don Blas del Campo ciento y catorze pessos; los
dies para que vuessencia los cargue a mi quenta, que no dudo estaré
deviendo algún resto del ymporte de la señora santa Bárbara; y los
ciento y quatro me los entregó don Joseph Briel con la ynclusa para
que vuessencia se sirba haçer que se entreguen para los socorros
de su hixo que se halla en esa ciudad, quien me dio a entender
que los quatro pesos son para el padre fray Isidoro de Abreu, na-tural
destos lugares, que también se halla en esa ciudad, y que se
12. Los criterios seguidos en la transcripción pueden resumirse en el respeto
a la grafía original, desarrollo de las abreviaturas y uso de puntuación y acen-tuación
modernas donde ha sido necesario para facilitar su lectura.
276 MANUEL POGGIO CAPOTE
los manda de limosna. Harto siento darle a vuessencia este enfa-do,
pero lo mucho que estimo al dicho don Joseph Briel, que es
hombre de mucha onrra, me motiua a valerme de vuessencia para
que por esta senda vayan más seguros (fol. [1]v) los ciento y quatro
pessos.
La isla que aora está abundante de comestibles aunque el trigo
se mantiene a dos pesos y medio, y la sebada a dies de plata. La
cosecha de vinos fue la más corta que se ha visto en muchísimos
años, y también la de granos, que a no auer venido tantos de fue-ra
hubiéramos peresido. El año da esperanças de ser bueno aun-que
las sementeras tienen ya mucha falta de agua, y en estos días
han llegado a Santa Cruz tres navíos de Indias, y entre ellos vno
de la Costa. No sé si vienen muy ynteresados por el poco tiempo
de su llegada.
El señor deán se mantiene bueno y el señor obispo que se ha-llaba
en este pays hiso su salida el día de ayer para Santa Cruz,
para de allí haser su marcha en la primauera para Burgos, por haver
sido promouido, y se espera por oras el nuevo obispo destas yslas
que corre se halla en Cádiz. En Santa Cruz tenemos vna impren-ta
de libros, cosa que nunca se havía visto aunque me parese no
podrá tener mucha subsistencia por lo poco que tendrá que haser,
y ya corren los almanaques aunque todauía no los he visto, y ayer
me dicen entró nabío de España en que viene el corregidor haviendo
arribado a la isla de la Madera en donde (fol. [2]r) estubo días. Que
es cuanto ocurre que avisar quedando con el seguro afecto que e
ciempre para servir a vuessencia en lo que fuere servido mandar-me,
cuya vida guarde Dios muchos años. Realexo de Arriba, y di-ciembre,
20 de 1750.
Besa la mano de vuessencia su más alto servidor y capellán.
Don Marcelo Fernández Vasconcelos (firmado y rubricado).