MANUELA MARRERO RODRÍGUEZ
(1922-2013)
Admiradora de Millares Carlo y alumna y colaboradora de Serra Ràfols: Manuela Marrero, luces y claves para el siglo xvi. Quien mejor definió a la persona y la obra de la doctora Manuela Marrero Rodríguez (1922-2013) fue su amiga y pública admiradora María Rosa Alonso, la excepción femenina entre los fundadores del Instituto de Estudios Canarios, intelectual de los más amplios registros y de una encomiable independencia. Disfrutaron ambas del magisterio carismático de Elías Serra Ràfols, decano de la Facultad de Letras, creada en 1940, hasta 1958; y compartieron también el compromiso del sabio que alumbró las vías de investigación capitales de nuestro pasado:
«Aprendió con don Elías Serra a leer los documentos que ella, y otras compañeras, pasaron a un castellano para los no especialistas y estudiosos publicados en esos impagables tomos de las Fontes Rerum Canariarum y cuando murieron Serra Ràfols y Leopoldo de la Rosa (con una diferencia de una década, 1972 el primero, y 1983, el segundo) me eché a temblar desde Madrid, no sólo por la pérdida de tan valiosas personas, sino por la ignorada suerte que correría la publicación de las fuentes documentales de nuestra historia. Pero Manuela Marrero, que actúa con admirable tesón en su labor paleográfica, ha continuado el trabajo y ha creado, a su vez, una escuela que sigue en la brecha»1.
Manuela Marrero nació en San Cristóbal de La Laguna y en 1946 se licenció en Filología Clásica y obtuvo, a la vez, el título de maestra de Enseñanza Primaria por la Escuela Normal de esta ciudad. La compatibilidad de los estudios desde 1941, me explicó, le dieron «seguridad para dedicarme a lo que realmente me interesaba que era la investigación histórica».
Desde ese mismo curso entró como profesora ayudante en la Facultad de Filosofía y Letras, creada en 1940 y en la que permaneció más
1. El día (Santa Cruz de Tenerife, 17 de junio de 2001).
Cartas diferentes. Revista canaria de patrimonio documental, n. 9 (2012), pp. 449-453.H
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de cuarenta años. En 1947 defendió su tesis doctoral dedicada a La esclavitud en Tenerife a partir de la conquista, dirigida por su maestro Elías Serra2, en una investigación que había iniciado mientras seguía los cursos de sus dos carreras.
Con su inteligencia y reconocida laboriosidad, la tutela de su mentor fue decisiva para que, durante largos periodos, frecuentara los principales archivos del país, desde el Histórico Nacional al de Simancas, y trabajara con asiduidad en los seminarios de Paleografía y Diplomática de la Universidad de Valladolid.
Desde 1952 perteneció al Instituto de Estudios Canarios (iec), creado veinte años atrás con la intervención valiosísima, entre otros, de su María Rosa Alonso3, su buena amiga, que publicó en la prensa tinerfeña varios artículos sobre la necesidad de una entidad que agrupara a profesionales de diversas disciplinas para «defender el acervo histórico, artístico y documental» y fomentar su investigación y difusión. La doctora Marrero Rodríguez desempeñó varios cargos en su Junta de Gobierno, incluidos los de bibliotecaria, secretaria y directora.
En su faceta docente destacan sus responsabilidades como profesora adjunta de geografía, historia y paleografía; fue directora del departamento de Historia Medieval y catedrática de Paleografía y Diplomática, cargo en el que se jubiló en 1987, y continuó como emérita, según acuerdo del claustro universitario, desde 1991.
En la estela del ilustre paleógrafo Agustín Millares Carlo, su sabiduría, sencillez y humanidad le granjearon el afecto de numerosas generaciones de estudiantes, a la vez que, junto a ella, se constituyó
2. Elías Serra Ràfols (Mahón, 1898-La Laguna, 1972) llegó a La Laguna con un haber bibliográfico que incluía dos títulos notables sobre el Reino de Aragón —Fernando el Católico y los payeses de la remensa (1925) y El estudio general de Lérida (1931)—. En la universidad tinerfeña —donde cumplió funciones de decano, vicerrector y rector— realizó una labor capital, con la edición de los Acuerdos del Cabildo de Tenerife de 1497 a 1524, publicados entre 1949 y 1969, y con las investigaciones sobre los viajes medievales al archipiélago canario y la conquista normanda.
3. María Rosa Alonso Rodríguez (Tacoronte, 1909-Puerto de la Cruz, 2011) fue una figura cimera de la cultura canaria; docente, filóloga y ensayista, sus aportaciones sobre la literatura histórica y contemporánea, sobre el arte y las costumbres, se unen a un acreditado cosmopolitismo y a un sentido universal de la canariedad que nos redime de la política de campanarios.Cartas diferentes. Revista Canaria de Patrimonio Documental
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un equipo que, tras su muerte, continuó con su programación, igual que ella hizo con el doctor Serra Ràfols.
Lo más notable de la profesora Marrero fue su instinto de historiadora, que no sólo la llevó a la transcripción de hechos pasados, sino también a cumplir con la regla de oro de su maestro y amigo: trabajar sin desmayo en la construcción de la historiografía y conservación del patrimonio documental canario y relacionarlo, dado el interés que siempre suscitó el archipiélago de las Afortunadas en el Viejo Continente y su contribución en la empresa americana: imbricar la crónica isleña en la historia general.
Sus intereses culturales pivotaron sobre las más notables fuentes documentales de dos islas realengas —Tenerife y La Palma— con la transcripción de los acuerdos de sus cabildos y regimientos en todas las materias de su competencia. Asimismo, y para el mejor conocimiento de las circunstancias de todo tipo de la sociedad civil, trabajó en profundidad sobre los protocolos notariales de la isla de Tenerife, la última en ser conquistada, en los años inmediatamente posteriores a la anexión a la Corona de Castilla, que se custodian en el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife. La mayoría de estas investigaciones vieron la luz en la citada colección Fontes Rerum Canariarum, la obra emblemática del iec. También tuvo una especial preocupación por el proceso de colonización y formación de la sociedad española en los últimos años del siglo xv y durante todo el xvi, con especial dedicación a los extranjeros que se radicaron en el siglo xvi en La Laguna, donde estuvo la sede de gobierno y el poder económico. Dentro de estas colonias de foráneos europeos, la doctora Marrero hizo un espléndido seguimiento de los genoveses y los flamencos.
En estos tres apartados se basó su prolífica tarea investigadora y se cimentó su prestigio entre los historiadores con los que compartió claustro y a los que formó con su paciencia, sapiencia y buenos modos.
A través de sus investigaciones, se averiguó que, en relación con el famoso ataque a Santa Cruz de La Palma por el pirata François Le Clerq, alias Jambe de Bois o Pie de Palo4, al frente de ocho navíos
4. François Le Clerq nació en la Normandía y, según las crónicas, era protestante. Algunos manuales sitúan erróneamente la fecha de su muerte en coincidencia con el ataque a la capital palmera.H 452 omenajes
y centenares de facinerosos, la mayor parte de los daños —calculados en quinientos mil ducados— fueron causados por los civiles aterrorizados ante el suceso, ocurrido en 1553, diez años antes de la muerte del corsario francés.
Directora de numerosas memorias de licenciatura y tesis doctorales, puntual asistente a cuantos congresos de historia medieval y moderna y paleografía se celebraron a nivel estatal e internacional, presentó numerosas ponencias y comunicaciones. Colaboró en revistas especializadas de dentro y fuera de España y escribió prólogos para distinguidos autores y recensiones de trabajos de colegas que reconocieron su autoridad profesional y su modestia. Participó también en los comités de dirección de notables publicaciones y, entre 1951 y 1970, participó en el consejo de redacción de la longeva Revista de historia canaria.
Miembro de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, en 1988 fue nombrada cronista oficial de San Cristóbal de La Laguna, nombramiento que, además de hacer justicia a sus profundos conocimientos de la historia de su ciudad natal, valoraba también su prosa impecable y rigurosa, sin recursos ni artificios gratuitos, y asequible y adecuada para eruditos y lectores del común.
Cuatro años después, en 2002, el pleno municipal por unanimidad le concedió el título de Hija Predilecta de la ciudad de los adelantados, a cuyo expediente se adhirieron las principales instituciones culturales y numerosos vecinos. En 2005, y dentro de los actos del Día de Canarias, recibió el mayor premio de la comunidad autónoma en su vertiente de Patrimonio Histórico, atendiendo a los méritos contraídos en su larga trayectoria docente e investigadora5. En 2009, el Gobierno de España, a propuesta del ministerio y de la delegación gubernativa en Canarias, le concedió la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo por sus notables y dilatados servicios a la formación de los universitarios isleños «y sus notables aportaciones a la historia del archipiélago».
5. En el expediente del galardón se hace constar «su enorme entrega a la construcción del conocimiento historiográfico de Canarias, y a la conservación de su patrimonio documental; una labor abnegada que le ha permitido profundizar en los fundamentos de la identidad isleña». Véase: Diario de avisos (Santa Cruz de Tenerife, 31 de mayo de 2005).Cartas diferentes. Revista Canaria de Patrimonio Documental 453
Activa, modesta y solícita hasta el último momento, la doctora Manuela Marrero, fallecida en la pasada primavera, dejó una obra inmensa, tanto la firmada como la instigada y dirigida de alumnos y colaboradores, y el recuerdo de una persona generosa que, a través de la indagación en el pasado, participó de modo decisivo en el reconocimiento de nuestros orígenes múltiples y de un futuro en consonancia con sus momentos áureos.
De modo premonitorio, su antigua profesora de bachillerato y amiga, María Rosa Alonso, marcó las claves de su perenne presencia en nuestra cultura: «pasados los años y [cuando] todos estemos en el olvido», las generaciones futuras podrán acceder a un documento del siglo xvi o xvii, gracias a las transcripciones de «una diligente y tímida profesora que, de tan modesta, da la impresión de que pide permiso para vivir. El gran premio para tan útil labor será que esta mujer nos sobrevivirá a todos, porque son muchos a los que, con su trabajo, ha servido y ojalá nos siga sirviendo».
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uis Ortega Abraham