CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 271
profesional de archiveros a nivel
internacional.
En general, los trabajos presen-tados
siguen siendo de interés, y de
hecho han sido citados en estudios
posteriores y han contribuido al de-sarrollo
de la bibliografía archivística,
por desgracia, no muy abundante.
Siete años después de la cele-bración
del congreso, ASARCA sigue
muy activa a pesar de la crisis
actual que se deja sentir en los
archivos y en el resto de servicios
públicos. Tal vez sea la hora de
organizar un nuevo congreso que
suponga un estado de la cuestión
de la archivística canaria.
MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ
HERRADOR
SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Julio. Juan
Bautista Cervera: de franciscano
descalzo a obispo ilustrado. Las
Palmas de Gran Canaria: [Julio
Sánchez Rodríguez], 2010. 784
p. (In diebus illis; 3). ISBN 978-
84-613-8771-7
Una de las iniciativas ilustra-das
que más calado alcanzaron
en España fue la creación de las
denominadas sociedades econó-micas
de amigos del país. Cabe
recordar que la primera de ellas
fue la del País Vasco, instituida
en 1765. En Canarias llegaron
a establecerse cinco: Las Palmas
de Gran Canaria (1776), Santa
Cruz de La Palma (1776), San
Sebastián de La Gomera (1776),
La Laguna (1777) y Santa Cruz de
Tenerife (1837). En el archipiélago,
la fundación o iniciativa para la
instauración de la mayoría de las
mismas se debió a Juan Bautista
Cervera (1707-1782), obispo de
las islas entre 1768 y 1777. Entre
otras propuestas, muchas de estas
sociedades desplegaron un rele-vante
papel tanto en el fomento
de bibliotecas públicas como en
la introducción y desarrollo de la
imprenta.
En un voluminoso libro de más
de 700 páginas, el historiador de
la iglesia Julio Sánchez Rodrí-
272 RESEÑAS
guez traza la vida y, sobre todo,
la estancia en el archipiélago del
prelado Cervera, promotor, como
decíamos, de los Amigos del País
en el archipiélago. Se concitan
así en el trabajo de Sánchez dos
circunstancias cruciales para la
historia canaria del reinado de Car-los
III: la prelatura del franciscano
natural de Alicante Juan Bautista
Cervera, una de las cabezas visibles
del reformismo ilustrado operado
en Canarias en la segunda mitad
del siglo XVIII, y la fundación de
las reales sociedades económi-cas
de amigos del país. La obra
se presenta estructurada en tres
partes: una primera biográfica;
una segunda relativa a la visita
pastoral del obispo a su diócesis
y realizada, en distintas etapas, en
el amplio arco temporal de 1770
a 1776; y, por último, una tercera
dedicada a apéndice.
Como se apuntaba, en la pri-mera
el autor traza la biografía
del obispo Juan Bautista Cer-vera.
Nacido en la población de
Cabo de Gorgos (Alicante) el 12
de julio de 1707, fue el primer
vástago de una familia numerosa:
sus padres alumbrarían hasta diez
hijos. Lo anecdótico es que Juan
Bautista nació en Gorgos de una
manera accidental. La familia era
de la villa Orba, también en la
provincia alicantina, pero entre
los desordenes consecuencia de la
Guerra de Sucesión, su abuelo fue
asesinado y la familia, temporal-mente,
buscó refugio en Gata de
Gorgos. Poco después regresaron
a Orba, donde nacerían los otros
nueve vástagos. Es aquí donde
Cervera recibió las primeras letras
así como las primeras nociones de
doctrina cristiana. Llamado por la
vocación religiosa, con 14 años in-gresó
en el noviciado de la orden
de los franciscanos descalzos. En
la casa seráfi ca se formó bajo el
infl ujo de José Cervera Cava, a
quien el joven Juan Bautista tuvo
por su maestro espiritual; no en
vano, en su tiempo, José Cervera,
a quien, a pesar de sus apellidos,
no le unía ningún parentesco con
Juan Bautista, era considerado un
virtuoso o santo en vida. Ya orde-nado
como franciscano, en 1745,
a la muerte del mentor espiritual,
Juan Bautista Cervera redactó un
encomio fúnebre, predicado el 9
de septiembre de 1746, que es
la obra más importante escrita
por Juan Bautista. Queda acotado
así Cervera como un gran orador,
culto, erudito y con una amplia
formación en teología y fi losofía.
A partir de 1747 puede es-tablecerse
una segunda etapa en
la biografía de Cervera. Si bien
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hasta esta fecha podría conside-rarse
como una fase de formación
y enseñanza, desde el señalado
1747, con 40 años de edad, es
designado para tareas de mayor
responsabilidad. De este modo
desempeña el gobierno de los
conventos de San Juan de la Ri-vera,
en las afueras de Valencia,
y Almansa, en Albacete. Tan sólo
tres años más tarde de estos des-tinos,
es enviado a Roma con el
encargo de supervisar la fundación
del Real Convento de los Santos
Cuarenta Mártires en Roma, cuya
historia, curiosamente, no deja de
poseer numerosas concomitancias
con los «canarios» cuarenta már-tires
de Tazacorte: los cuarenta
mártires que nos ocupan fueron
un grupo de soldados romanos
que en el siglo IV se convirtieron
al cristianismo y que por esta
razón el prefecto ordenó que
fueran ahogados en un lago. Es
decir, dos grupos idénticos en
número de «soldados» (jesuitas y
legionarios), asesinados ahogados.
Lo que es indudable es que la
estancia italiana cambió el destino
de Cervera. De una vida como
franciscano descalzo, humilde y
recogida, pasó a desarrollar una
intensa actividad en el gobierno
y la administración eclesiástica. El
prestigio alcanzado por su buen
hacer condujo así a Cervera a con-vertirse
en uno de los consejeros
del papa Benedicto XIV y, en 1759,
el mismo año que Carlos III inició
su reinado, fue nombrado provin-cial
de los descalzos de Valencia.
Cabe recodar que desde 1762
Carlos III había iniciado, junto al
conde de Campomanes, diferentes
reformas dirigidas a acabar con el
retraso «moral y material de Espa-ña
»; con este fi n se analizaron me-joras
en el comercio, la industria y,
sobre todo, la agricultura. En todo
este proceso participó un amplio
grupo de religiosos, en especial
obispos, alineados con el movi-miento
renovador y que confor-maban
parte de la élite intelectual
del reino. Bajo este protocolo se
cuidó que la designación de nuevos
prelados estuviera en consonancia
con este espíritu modernizador. De
ahí el nombramiento de Cervera,
que fue respaldado por algunos
ilustrados como su paisano el po-lígrafo
Gregorio Mayans y Siscar
(1699-1781).
Nombrado obispo de Canarias
en 1768, un año después Cervera
fue consagrado como prelado de
las islas, donde desplegó una sus-tanciosa
labor. Entre otras actua-ciones
cabría destacar la fundación
del Seminario Conciliar en 1777,
la erección de la Congregación
274 RESEÑAS
para la Enseñanza de la Doctrina
Cristiana, la creación del Hospi-tal
de Teguise en Lanzarote y el
sostenimiento de otros estableci-mientos
sanitarios en Tenerife y
Gran Canaria, así como la apertura
de una biblioteca pública en el
palacio episcopal.
Desde su llegada, además, inició
una visita pastoral a la diócesis que
le condujo a recorrer el archipiéla-go
en su totalidad. En una primera
etapa, comprendida entre 1770 y
1774, visitó las islas orientales, y
en una segunda, en 1776, viajó
por Tenerife, La Palma, El Hierro
y La Gomera.
Entretanto, el 30 de mayo de
1775 se había fundado la Sociedad
Matritense de Amigos del País con
el fi n de canalizar a través de la
ciudadanía el espíritu reformista.
Y es así como poco después el
obispo Cervera crea en Canarias
las primeras instituciones de este
tipo: la de Las Palmas de Gran
Canaria, fundada el 5 de febrero
de 1776; la de Santa Cruz de La
Palma, fundada el 28 de agosto
durante la mencionada visita pas-toral;
la de San Sebastián de La
Gomera, el 25 de noviembre del
mismo año, también durante la
visita episcopal; y la de La Laguna,
creada el 15 de febrero de 1777.
Como se dejó anotado, existió
en Canarias una quinta Sociedad
Económica de Amigos del País, la
de Santa Cruz de Tenerife, creada
en el tardío año de 1837. Poco
después, el 12 de mayo de 1777,
fue nombrado obispo de Cádiz
y abandonó para siempre el ar-chipiélago.
Lo relevante es que a
partir de Juan Bautista Cervera se
sucedieron de manera consecutiva
hasta otros cuatro obispos ilustra-dos
en las islas: Joaquín Herrera
de la Bárcena (1779-1783), Anto-nio
Martínez de la Plaza (1785-
1790), Antonio Tavira y Almazán
(1791-1796) y Manuel Verdugo y
Albiturría (1796-1816).
En la segunda parte del libro se
describe la visita pastoral a las islas
entre 1770 y 1777. Un período di-latado
de tiempo y que el prelado
combinó con el desempeñó propio
de la silla episcopal: Gran Canaria
fue visitada en distintas etapas
entre 1770 y 1773; Fuerteventura
y Lanzarote en 1773; y en orden
cronológico, Tenerife, La Palma, El
Hierro y La Gomera en 1776. En
esta ingrata labor, Julio Sánchez ha
recorrido todas las parroquias de
Canarias transcribiendo de cada
uno de los correspondientes libros
de visitas los registros de cada una
de las mismas.
La tercera y última parte
del libro es un amplio apéndice
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compuesto de 21 documentos
transcritos y facsímiles: el testa-mento
de su padre, parte de la
correspondencia mantenida por
Cervera con el ilustrado Gregorio
Mayans, una copia de la bula para
su nombramiento episcopal en
Canarias, su toma de posesión, la
autorización real, su correspon-dencia
como obispo entre 1771
y 1777, algunos de sus sermones,
dictámenes, cartas pastorales, edic-tos,
otros documentos de interés
como actas de fundación de las
sociedades económicas de Gran
Canaria, La Palma, y La Gomera,
las constituciones y estatutos del
Seminario Conciliar de Las Pal-mas,
donaciones patrimoniales a
instituciones religiosas y sociales,
y oraciones a su fallecimiento, su
inventario de bienes o el encomio
que con ocasión de su natalicio
le escribió el poeta, dramaturgo
y teniente coronel de La Palma
Nicolás Massieu Salgado en 1773.
La monografía incorpora un índi-ce
onomástico que, sin duda, ayuda-rá
al lector a la consulta de autores
en un trabajo tan extenso. De igual
modo, debe resaltarse la excelencia
de su presentación. No cabe duda
de que la obra sella un modelo de
libro caracterizado por su impecable
formato. El cuidado de su tipografía
y la calidad externa, así como la
ingente cantidad y calidad de las
ilustraciones que presenta, entre las
que se encuentran documentos fac-símiles,
dibujos, fotografías, grabados,
pinturas y esculturas aludidos en el
texto, invitan a su lectura.
Juan Bautista Cervera fue un
hombre que apostó por el desarro-llo
de las sociedades económicas
en Canarias como un instrumento
de fomento y promoción social,
económica y educativa. Este com-pendioso
libro de Julio Sánchez es
un justo tributo a su aguda labor.
MANUEL POGGIO CAPOTE