COLONIZACION INTERIOR EN EL SW DE GRAN
CANARIA A FINES DEL SIGLO XVIII*
Es para mí un alto honor sumarme al homenaje que se le rinde
al Dr. D. Agustín Millares. Admirado y admirable maestro, amigo
entrañable, el más prestigioso polígrafo de la España contemporánea,
sólo comparable a don Marcelino Menéndez Pelayo.
Cüaii& fui iliv~iadü a pai.i~eipai~ cici", per.plej"
sobre el tema a elegir, y me decidí por el que anuncia el programa.
Un tema de su isla, a la que tanta ama, tan bien conoce y a la que
tan espléndidos servicios ha rendido y va a rendir, como Coordina-dor
del Plan Cultural.
GRAN CANARIA Y EL ARCHIPIELAGO A FINES
DEL SIGLO XVIII
Las condiciones sociopolíticas del setecientos en el Archipiélago,
como tendré ocasión de precisar en una próxima charla1, hace des-
* El presente trabajo fue pronunciado como conferencia en el Salón de
Actos del Centro Asociado de Las Palmas de la Universidad a Distancia el
otoño de 1975. Me correspondió el honor de abrir un ciclo organizado en
honor del llorado maestro don Agustín. Actos organizados alrededor de la
presentación del libro Homenaje a don Agustín Millares Carlo, Madrid, Caja
Insular de Ahorros de Gran Canaria, 1975. Se ha conservado el texto y
anadido ias notas.
' BCTHENCOURMT ASSIEUA, . y MACÍASH ERNANDEAZ.:, <Expansión del cul-tivo
y conflictos sociales en Gran Canaria en el tránsito del Antiguo al Nuevo
R6giil?cnn, er? istynria Y e ~ e r a le las I u ! ~C azarias. Suntü Urüz de Tcne-rife,
EDIRCA, 1977-79, 5 vols., IV, 337-249.
pertar en el campesinado y entre los hacendados un hambre de tle-rra'.
Hambre demostrada con las roturaciones llevadas a efecto en
terrenos baldíos fueran de realengo o de propios de Cabildos. Fc-nómeno,
de otro lado, común con la Península y Europa, producto
de un ciclo largo de expansión.
Por lo que toca a nuestra isla, valga como introducción algunas
precisiones ': aumento demográfico con una tasa de crecimiento anual
del 1,l % entre 1769 y 1787, alza progresiva de precios y renta dc
la tierra; el peso global de bienes agrícolas de consumo en la econo-mia
de1 Antigiin Rggimen, h ~ n ~ f i c i n spaa ra Gr a n Canaria, que eu-portaba
al menos 60.000 fanegas de cereales al año hacia Tenerife.
Si a esto añadimos la dificultad para emigrar, pues su centro radicaba
en Santa Cruz de Tenerife, la escasa superficie dedicada al vifiedo,
los beneficios de la salazón pesquera con un superávit en nuestra ba-lanza
de unos 100.000 pesos anuales y la acumulación de diezmos
de la Iglesia en la p i t e ~o~~e spüi idi e iai i ere nta> e p i s~ü p a k sy dr;:
Cabildo catedralicio, se comprende que hubiera un exceso de capi-tales
inmovilizados y dispuestos para ser invertidos. Finalmente, ha-bría
que calibrar las escasas tierras cultivables por nuestra compleja
orografía, así como la limitación de agua, que ya comienza a sentir-se,
o la situación calamitosa del campesino medio y pobre.
Con esta plataforma, detengamonos un instante. 1 racemos unas
breves pinceladas sobre la situación insular en la década de los 60
del siglo XVIII. La población, unos 45.000 habitantes, se hallaba con-centrada
en la ciudad de Las Palmas, «donde residían casi todos los
hacendados» -dice un documento-, y el campesinado radicaba en
la banda norte en razón de su mayor proximidad a la capital, el puerto,
la red viaria, y estar aquí las tierras más feraces, gozar de una tem-peratura
más benévola, así como mayor abundancia de aguas, pIu-viales
o de nacientes, frente a la mitad del SW, casi desértica, dis-tante
de 8 a 10 leguas de la capital y con unos ásperos caminos, pues
éstos cruzaban por la cumbre '.
' DEFOURNEAUMX.: , Pablo Olaside en l'Afrancesado, París, 1959.
BÉTHENCOUMRTA SSIEUA, . DE: «Aproximación a la economía de las Islas
Canarias (1770-1808)», Revista Universitaria Complutense, Madrid, X X X V I I
(1978), 186-202 (Tomo 1 del Homenaje a don Jesús Pabón. Estudios de His-toria
Moderna y Contemporánea).
' Expediente formado en virtud de ... un Memorial del Ayuntamiento de
ia Ciuaaa ae Canaria sobre que se ie conceda Jacuitad para hacer tres Yo-blaciones
a la banda del Sur. Archivo Histórico Nacional. Consejos suprinzi-dos,
Leg. 4061, núm. 13. Toda la información expuesta a lo largo del pre-sente
trabajo. de no hacerse referencia en contra. procede dc este volu-minoso
expediente.
El problema del agua era ya agudo, lo que limitaba las tierras
cultivables a las de alto rendimiento en las vegas, donde las altas
inversiones eran compensadas por la recogida de dos y hasta tres
cosechas. La captación de aguas obligaba a grandes desembolsos. Se
realizaban, minando los barrancos. Consistía en excavar zanjas hasta
el firme en el lecho de los mismos y luego construir muros o diques
que obligaran a ascender el líquido elemento, para después condu-cirle
mediante acequias o tarjeas de tea a los terrenos de regadío.
A todo ello habría que añadir la fabricación de fincas en los cauces
de los barrancos. para construir así rientes vegas.
De esta situación eran conscientes nuestros ilustrados de la épo-ca.
Veamos algún texto. El coronel, arquitecto y personero general,
José de la Rocha escribía:
«Esta isla forma un pequeño continente -la expresión tuvo has-ta
su repercusión turística, como slogan reinventado por el inolvida-ble
Fray Lesco- de figura circular...», pcro tan quebrada «que im-pide
alimentar sus 45.000 moradores.»
La divide tres zonas: la mitad de montañas y laderas, una cuarta
parte, la zona desériica del SW, y sólo la otra apta para el cultivo.
«No teniendo ya cabida tanta gente en tan corto recinto se inco-modan
unos a otros, siendo consecuente en este principio la pobreza,
origen de los desórdenes y la transmigración a América, con lamen-table
abandono de sus casas y familias, que por lo regular queda
siendo pesada carga para la república.»
Arrendatarios, medianeros, aparceros y colonos, no sólo se ven
muy presionados por los propietarios, sino que además las tierras se
hallan «sobrecargadas de tributos, mandas, capellanías, pensiones,
hipotecas, etc.», lo que obliga al personero Russell, en 1776, a diri-girse
al rey en búsqueda de solución. Sin embargo, el poder central
la agrava al decretar dos sisas sobre el Archipiélago, «las dos únicas
pechas o impuestos que pagan estos vecinos» 5, motivo de enérgica
protesta por parte de la Económica en 1782.
«El agua -dice Rocha- no baja en esta ciudad de 16 pesos y
poco menos en los demás pueblos de dos cosechas; y la fanegada de
terreno bajo riego no baja de 30 y sube hasta 50, que componen 46.»
Texto que indica cómo ya había surgido cl divorcio entre propiedad
de tierra y propiedad de agua, bien éste enajenable, vendible, partible,
arrendable e hipotecable, que va a colocar al cultivador en manos
de los especuladores. «Si V. E. curre la vista por la parte de la isla
Véase RUMEU DE ARMAS, A.: «Las franquicias económico-fiscales de las
Islas Canarias», El Día, Santa Cruz de Tenerife, 9-1-1973.
poblada y panificada -añade el Coronel- advertirá no ser los te-rrenos
por sí solos los contribuyentes al fomento de las plantas; y
que el agua de pie es el agente más necesario para la panificación.»
Se detiene a renglón seguido en explicarnos el sistema de minas antes
descrito, para concluir: «en cuya operación hemos visto los mayo-res
progresos de la Labranza». Textos semejantes podrían multipli-carse
indefinidamente '.
El resultado de lo expuesto es que hacia 1770 había un exce-dente
de 400 a 500 familias ociosas, sin ocupación. Cifra que supo-dn
~ f 4i,4 % 6 5,5 ?& e! teta! & pGb!uriór, inru!2i., regLn
apliquemos el índice 4 ó 5 miembros por familia. Cifra respetable,
de dos a dos mil quinientas personas condenadas a la caridad públi-ca,
y aún peor si consideramos que la mayor parte de la población
campesina canaria en esta centuria sólo alcanzaba un nivel de vida
de mera subsistencia. Piénsese que con la gravísima crisis de la
i Guerra Mundiai, ia cifra de parados para ia diócesis, según esruciio
dirigido por el obispo Marquina, alcanzó la cifra de 5.000, en 1917.
Es lógico, que la única salida para las autoridades del siglo xvm
fuera tratar simultáneamente de colocar estas 500 familias en tierras
baldías, con el fin de transformarlas útiles a la comunidad, y de po-tenciar,
de paso, al campesinado depauperado, que aspiraba a ac-ceder
a la propiedad de tierras. En otras palabras, dar una respuesta
al hambre de tierra que se despertó en la conciencia del campesinado
insular. Quizá pronto podamos comprobar en el seno del Depar-tamento
de Historia Moderna de la Universidad lagunera, que algu-nos
de los motines en la isla durante el Antiguo Régimen no obe-dezca
solamente a razones de crisis carencialei, sino a esta hambre
de tierra, con roturaciones subrepticias en baldíos de realengo o mu-nicipales.
Este es el caso del de la Aldea que estudió Antonio Macías
Rodríguez 7.
Esta aspiración provoca infinidad de solicitudes sobre el Consejo
de Castilla con el fin de legalizar situaciones que erosionaban a una
-1-.%-3 : ,1.1- L a.n- r L,.i-- '" 11 n
v C ; I u b i u a u I I I ~ IGIUIG I I U G D L L ~ D lllaaaa L U L G U L ~ ~ G D .~ u ~ D c . I L~ U, I IIU I IULLL-rador
del Común, piensa que hay que conceder nuevas datas pero
procurando sostener un equilibrio entre bosque, ganadería y agri-cuitura.
«Ni uno, ni otro motivo, io es para que se considere necesariv
Son del legado citado.
' «El motín de 1777. Su significación socioeconómica en la comarca del
Suroeste de Gran Canaria», Anuario Estudios Atlánticos, 23 (1977), pp. 263-
345. Idem: La transformación de la propiedad agraria concejil en el paso
rlnl A - G n i i n hI<iniin RSnimow Annjc & ?.pojrtn de Uisteljs & C222- Y " '.,.L. D.." I 7 Y""" ..-e .... v.-> 1 -1.
rias, La Laguna, 1978.
defrarrdar y estrechar los montes de Lentiscal y Doramas, como lo
hemos visto y vamos a ver con dolor y notable daño de todos estos
naturales.» Russell ¿un profeta o un simple observador consciente?
Rcsijccto a E! Lciiiisca?, Earaiiias y e! Pinar, escribe Rocha; ~<\'ii
la naturaleza y ya la experiencia han destinado con su sabia con-ducta
(agricultura, ganadería y bosques) para la conservación de la
isla con sus habitantes de lu que, jojalá! , no tuviéramos tan tristes
ideas por lo que respecta a los montes, que tememos con fundamen-to
su total desolación, así por los agraciados en sus límites, contra
cuya posesión no han bastado íos clamores de toda la isla».
SURGE LA IDEA DE REPOBLAR EL SW
Planteado así el problema, a primera vista, parece que no había
solución. Sin embargo, existía una y la misma fue una idea feliz,
de las muchas que tuvo, el obispo Juan Bautista Sewera (1769-1777),
«cuya memoria será eterna en esta isla», como reza un documento.
Hacia 1773 lanzó el proyecto de establecer las 400 ó más familias
ociosas en el SW de la isla, entre el barranco de La Aldea, que limi-taha
con las controvertidas poresinner del marqiiés de Villanrieva
del Prado, y el de Arguineguín, frontero a las posesiones del con-dado
de la Vega Grande. En la cuenca baja, para salvar los pinares,
se establecerían tres nuevas poblaciones en los valles de Mogán, Ve-neguera
y Tazarte. Esta comarca, entonces desértica, se converti-ría
en un vergel, transformando a las familias ociosas en «vecinos
útiles a sí, a la isla y al estado)), como él escribe. Cada familia reci-biría
parcelas de regadío y secano, aperos, simientes, etc., a cambio
de romperlas y abonar un moderado canon anual. Finalmente, por
cuenta de los promotores se realizarían las obras costosas de cap-tación
y conducción de aguas. Como las tierras eran realengas no
habría inconveniente, pues la Hacienda real percibiría el canon.
-. Unica ciificultad: los grandes desembolsos iniciales, que ei obispo
paliaría, aportando 24.000 pesos de sus rentas a fondo perdido.
LA PROPUESTA DEL CABILDO AL REY
El Cabildo dedicó a perfeccionar el proyecto de Servera sus se-siones
de 26 de septiembre, 20 de octubre de 1773 y 25 de noviem-bre
de 1776 y, aún empujado por la Económica, no lo elevó a Car-los
111 hasta el 4 de noviembre de 1782. Fue un tiempo perdido que
costará caro con vistas al futuro. Y eso que Servera no dejaba de
presionar. Por ejemplo, en 1777 comunica que el momento es óp-timo,
pues con su traslado a Cádiz, el Rey podría dedicar al pro-yecto
repoblador los 80.000 pesos de sus rentas durante el año de
sede vacante, que como expolios se depositarían en las arcas catedra-licias
y allí permanecerían hasta 1784. Sin embargo, el momento
para dirigirse al rey estuvo bien elegirlo. A los 100.000 pesos de
expolios retenidos en el tesoro de la Catedral, vendrían a sumarse
los producidos por sede vacante, con motivo del fallecimiento del
obispo Fray Joaquín Herrera.
Este proyecto estuvo a punto de verse potenciado con la finan-ciación
por parte del Cabildo catedralicio. Tiene razón Millares To-rres
', aunque Rumeu de Almas lo niegue, cuando afirma quc hubo
discusiones entre los canónigos entre destinar sus cuantiosos fondos
a promocionar la población en el Sur de las islas mayores o al au-mento
de parroquias y adquirir objetos piadosos para avivar la le.
Es más, fue el canónigo Róo quien convenció a sus compañeros para
dedicar tan cuantiosos fondos a ultimar las obras de la catedral lo.
El Cabildo Insular añade en su escrito a Carlos 111 nuevos argu-mentos
a los expuestos por Servera: defensa militar del sector del SW
frente a un posible desembarco, apoyo a la Compañía para la Pesca
de Ballenas, a establecer en Arguineguín. En este escrito parece que
todo, hasta los menores detalles, lo tenían previsto. Era fácil ins-talar
las 500 familias e incluso solicitan que el producto del censo
enfitéutico perpetuo sirva de alivio para los propios de la institución,
que tan cortos eran para hacer frente a crecientes obligaciones.
LAS CONDICIONES DEL CONSEJO DE CASTILLA
El expediente fue evacuado en un tiempo récord. Salió de Las
Palmas el 9 de agosto y el rey firmaba las instrucciones el 10 de di-ciembre.
Floridablanca remitió la propuesta de Gran Canaria a Cam-
Historia General de las Islas Canarias. Las Palmas, 1893-1895, 10 tomos;
tomo VI, p. 245: «Opinaban unos (canónigos) que aquellas sumas se dedi-caran
a fomentar la población rural de las desiertas costas del Sur de Cana-ria
y Tenerife. Creían otros que sería más beneficioso a sus intereses aumen-tar
el número de las parroquias.. .D.
Piruterias y uluques rravules curtir-a lus Islus Cnrzarias. Madi-id, 1947-1950,
3 tomos en 5 volúmenes. Tomo 111, 1." parte, p. 312, nota 57. «No nos pa-rece
admisible la notician de Millares.
'O PADRÓNA COSTAS, .: «El deán don Jerónimo Róo», Revista Historia. nú-meros
90-91 (1950), pp. 179-198.
pomanes, Presidente del Consejo, quien se conformó con el dictá-men
del fiscal: éste recomienda, para evitar sorpresas y un flagrante
fracaso, dada la envergadura del plan, que la zona fuera recorrida por
el corregidor Eguiluz, con acompañamiento de munícipes y técnicos,
con el fin de realizar sobre un mapa la localización de los poblados,
señalar las suertes, los cultivos idóneos, obras de captación y con-ducción
de aguas, dchcsas para el ganado, edificios públicos y pri-vados,
presupuesto, etc. Además, la Audiencia debería perfilar el
proyecto acompañándolo de «un paño pintado» para una mayor cla-ridad.
A todo ellv añadió por su cuenta tres condiciones Florida-blanca:
las nuevas poblaciones se ajustarían al modelo del Fuero
publicado para Sierra Morena; el producto del moderado canon se
destinaría a propios de las nuevas comunidades; y sólo recibirían
lotes, pobres de solemnidad de la isla.
LA VISITA DE EGUILUZ AL SW
Recibidas estas instrucciones por el Ayuntamiento de Las Palmas,
su corregidor, acompañado del regidor Cerpa y un escribano, cruzó
la cumbre y se dirigió a La Aldea para realizar un «prolixo examen
técnico» con el fin de cumplimentar lo ordenado.
El informe nos servirá para describir una geografía humana y
económica desde La Aldea a los límites de Telde con muchos datos
que ahora exceden a nuestro objetivo momentáneo. Sin embargo, el
informe adoleció de tres graves defectos: l.") La falta de un dibu-jante,
por no esperar a un ingeniero militar, lo que impidió levantar
un mapa de la zona. 2.") Tuvo que asesorarse de «conocedores», con
lo que los datos necesarios para tal fin carecían de objetividad; y
3.") Llevadv Eguiluz de su mejor voluntad, no se restringió a reco-nocer
las comarcas de Veneguera, Mogán y Tazarte, sino una de
mucho mayor extensión, lo que daría lugar a confusionismos y pleitos
por parte de personas poderosas que se creyeron perjudicadas. Por
ejemplo, Villanueva del Prado en la banda norte del barranco de La
Aldea, o ]osé Quintana, en Amurga.
¿Cómo un burócrata tan experimentado cayó en semejante cela-da?
Pienso que Eguiluz, celoso funcionario, trató de aclarar en pa-rajes
tan insólitos y alejados, que no tendría otra ocasión de visitar.
los Iímites entre tierras realengas, municipales y privadas; así como
las usurpaciones, el estado moral, espiritual y político; evaluar pro-ducciones,
valor de las mismas, tierras raturables y capaces de rega-dío,
etc. De otro lado, el corregidor concibe el plan de colonización
a lo grande, ya que las tres colonias proyectadas serían el modelo
de otras a establecer, con el fin de ir instalando mayor número de
nuevos propietarios.
Nos reduciremos a algunas de sus conclusiones. T.as tierras rea-lengas
se reducían a El Furel, Inagua, Güigüí Chico y Grande, Tazar-tico,
Tazarte, Veneguera, Mogán, Macizo de Tauro, Taurito y Le-chugal,
así como La Solana dc Arguineguín, Ayagaures, Amurga, Al-dea
Blanca, parte de Sardina y el Barranco de Balos. En la zona co-lonizable
se hallaban establecidos 163 labradores permanentes, que
habían ruturadu y lie~ieficiadu iierras, ahí cuiiiu ut~as 106 familias
de pueblos y pagos más o menos próximos que acudían temporal-mente
para sembrar y recoger sus cosechas de millo, granos menu-dos,
frutaIes y ganados. En consecuencia, las tierras cultivables, una
vez roturadas, admitirían solamente 290 nuevos colonos, cifra muy
inferior a las 500 familias ociosas del proyecto. Sólo 290, porque en
la zona previamente escogida, una vez realizadas las roturaciones, le-vantadas
las casas, minados los barrancos, etc., sólo serían suscepti-bles
de poner en cultivo 5.940 fanegadas. A los ya establecidos y a
los nuevos colonos les esperaba un esperanzador porvenir, siempre
que mejoraran las técnicas de cultivos y regadíos sobre las 198 fane-gadas
de regadío y las 3.825 de secano ya en producción, pues hasta
el presente las labores eran hasta defectuosas, con sólo una produc-ción
de 1.420 fanegas de maíz y 12.400 de trigo y centeno 'l.
INFORME DEL AYUNTAMIENTO
Ante el contenido de esta información, el Ayuntamiento Ileqa a
una serie de conclusiones: l.") La situación de Veneguera, Mogán
y Tazarte era muy distinta a la de diez años ariies. El hurrióre de
tierra había producido una avalancha de roturadores, por tanto ya
no cabían en la zona las 500 familias ociosas. En consecuencia, es
urgente prestar a aquellos vecinos asistencia espiritual y politica con
el fin de evitar graves querellas entre ellos, como las ocurridas entre
labradores y ganaderos.
2.") Sobre la marcha habría que acometer obras de captación
de aguas de un lado; y de otro, procurar mantener un racional equi-
'' Las cifras aquí reflejadas no tienen mayor interés que animar a otros
investigadores para que nos den a conocer los datos que vayan trope-zando,
lo que nos permitirá algún día establecer comarcalmente rentas, ten-sos,
rendimientos, etc.. . y hasta su posible evolución.
librio entre pastos, agricultura y montes, muy desatendidos éstos y en
retroceso, 10 que produce una pérdida cierta, por el alto valor de
las maderas para la construcción naval y urbana.
3.") Se queja el Cabildo de la falta del mapa; expone la im-posibilidad
de aplicar el Fuero de Sierra Morena a Canarias por las
naturales diferencias y muestra su discrepancia con el Consejo sobre
el destino del producto de los censos, ya que los propios del Ayunta-miento
son cortos para sus crecientes obligaciones.
4.") Son partidarios de establecer cinco tipos de cánones por
fanegada: uno muy leve para los roturadores de viejo, algo superior
para los recientes y el más elevado para los nuevos colonos; tam-bién
de diferenciar la fanegada de secano de la de regadío, así como
un suplemento más gravoso, en concepto de compensación, para
aquellos que ya tuvieran en cultivo parcelas más dilatadas de las
que se fijen en el plan colonizador.
Finalmente, proponen como canon por fanegada tres reales de
vellón para las tierras medias de cereales, cinco para las mejores
de secano y cinco pesos para las de regadío. Este informe lo hicieron
suyo los síndicos personeros de 1785 y 1786 Russell y La Rocha.
Ambos tienen interés, pero los obviaremos ahora, porque lo único que
añaden es una serie de medidas de caución con el fin de que el
nuevo repartimiento no vaya a beneficiar a hacendados o incluso a
eclesiásticos.
PARALIZACION DEL PROYECTO
El Cabildo parecía contento con sii trahajn pero el 23 de mayo
de 1786 el dictamen del fiscal de la audiencia les cayó como un jarro
de agua fría. La comarca no estaba deshabitada, no se señalaba el
régimen de policía, desconocíase el monto total del presupuesto, ni
cómo se financiarían los edificios, templos, captaciones de agua, etc.,
y, menos, las fórmulas amortizadoras.
Inconvenientes todos razonables, a los que se sumaron los infor-mes
contradictorios solicitados a la Sociedad Económica y su Censor,
el canónigo Jerónimo Róo. ¿En qué consistían estas divergencias? La
Económica, previendo lo peor, trató de salvar lo salvable. Posponer
«ad kalendas Graecas» el ambicioso proyecto y reducir la acción al
reparto de los tres valles. Lo dice con claridad: «No es conveniente
dexar lo cierto por lo dudoso». Niega factibilidad a crear núcleos de
población «arruada», ya que en Tirajana, Tejeda, Artenara o en La
Aldea los vecinos viven en caseríos dispersos. En otras palabras, la
Económica sacrifica un auténtico plan de ordenación comarcal en
aras de un problema urgente: dar satisfacción a la demanda de
tierras.
Frente a este abandonismo pragmático, Jerónimo Róo, modelo de
fino pensador e ilustrado optimista, coge el toro por los cuernos y
trata de salvar la integridad del plan. Su informe merece otra con-ferencia.
En resumen: hace un estudio a fondo del Fuero de las
nuevas poblaciones de Sierra Morena y demuestra que sin atacar siiq
esencias es perfectamente adaptable al SW de Gran Canaria. Reco-noce
que lo más arduo del plan radica en su financiación. Para obviar
el problema, proponc rcnlizarlo por ctnpas. Primcro Mogán, y cuan-do
se contemple esta espléndida realidad, otros poblados surgirían
con facilidad. Sin embargo, llevado de su optimismo innato comien-za
una manipulación de cifras para demostrar que, con facilidad, la
zona a colonizar llegaría a suponer un beneficio de más de 50.000
pesos anuales. Sus razonamientos son convincentes. Pero un observador
crítico descubre con facilidad que desconocía el terreno y que el
rendimiento que preconiza era altamente hipotético.
Sobre estas discrepancias y dificultades, que hacen cundir el desá-nimo,
se acumulan las demandas judiciales interpuestas ante la Au-diencia
contra el proyecto por el marqués de Villanueva del Prado
y José Quintana, quienes consideran amenazadas sus litigiosas pro-piedades
en La Aldea y Amurga, por haber sido incluidas en el
informe de Eguiluz. El Cabildo no está dispuesto a pleitear y así lo
reconoce en 1792: «Esta empresa por la que el Ayuntamiento y toda
la isla en general suspira muchos años ha», no era razonable «se
mezclara en un fastidioso y prolongado pleito» contra personas pre-potentes
y conocedoras del derecho.
UN ESFUERZO CONSTRUCTIVO: EL DEL PERSONERO
JOSE ANTONIO GOMEZ
1792 fue un mal año para las Canarias. El nuevo sindico
personero, José Antonio Gómez, quizás para ratificar la confianza
en él depositada por el común, trata de poner en marcha de nuevo el
proyecto, ya que sería una salvación ante el número creciente de
desamparados. El 22 de enero recaba en un escrito ante la Audiencia
la puesta en marcha del expediente. Lo divide en tres partes: la pri-mera
es una crítica acerba de todos los que intervinieron, Róo in-
cluido, pues le acusa de falacia en las cifras. La segunda, de solu-ciones:
hay que volver al terreno, levantar el plano, forma de fi-nanciar
esta operación, para que la grandeza del proyecto entre por
los ojos; al tiempo que insinúa nuevas posibles soluciones en los
puntos conflictivos. En la última, solicita que la Audiencia cumpla
con su obligación: O sea, desglose el expediente en tres: l.") los
pleitos suscitados por el marqués y Quintana, al estar los terrenos
litigiosos de La Aldea y Amurga fuera de las realengas colonizables,
se separen; 2.") los límites generales de realengo también, pues es
claro que Mogán, Venegiiera y Tamrte están dentro de ellas; y
3.") que dirija el expediente de la colonización al Consejo de Casti-lla.
De nuevo una respuesta ambivalente del propio Cabildo frena
las buenas intenciones de tan eficaz causa.
EL FISCAL ZUAZNAVAR DESCONGELA EL PROYECTO
Fino jurista, historiador del derecho foral, hombre de gustos tan
dieciuchescus, de quien D. Agustin Millares nos ha brindado en el
Apéndice a su Biobibliografía la deliciosa aportación de su diario tel-dense
12, tratará en 1799 de poner en marcha el dormido plan de co-lonización.
Escribe: «...las circunstancias en que nos hallamos los
habitantes de Canarias, de estar extendidas en medio del mar, el
escaso tráfico interior y tener que alimentar dos regimientos vetera-nos,
que nunca ha habido de guarnición en las islas y el acrecido
número de naturales, con que se ha aumentado la población durante
la guerra por haber cesado la emigración a América», convierte la
situación en insostenible -añade- porque «en ningún tiempo había
más escasez que en el presente, en que la continuación de la guerra,
principiada ya hace seis años y que no se sabe cuándo acabará, tiene
interrumpido el comercio, parados los caudales y desean los dueños
de emplearlos con seguridad y sin riesgos».
Para paliar el problema, explica el fiscal a la Audiencia, es por
lo que ésta ha impulsado el repartimiento de datas realizados en
los propios de la ciudad de La Laguna. Sin embargo, Zuaznavar pro-pone
un nuevo plan para el SW de Gran Canaria que desvirtúa el
primitivo. Su propuesta gira alrededor de tres pivotes centrales:
l.") Como los pobres y la Hacienda carecen de dinero, propugna
I2 Ensayo de una biobibliografía de escritores naturales de las Islas Ca-narias
(siglos XVI, XVII y XVIII), Madrid, 1932. Apéndice 11, pp. 619-663.
«Diario de unas ocupaciones durante mi mansión en Telde de a fines de 1805
y principios de 1806. Don Jph. María Zuaznavar y Francia)).
verificar el repartimiento entre quienes tengan capitales que les per-mita
romper las tierras y obtener agua; o sea, en beneficio de los
hacendados y pequeños propietarios que posean yuntas, algo de di-nero
y experiencia. 2.") Para las grandes captaciones de agua, las
más costosas, desvincular propiedad de agua y tierra, fenómeno que
ya se venía produciendo y no hará sino acentuarse hasta el presente.
Y 3.") Como la Audiencia tiene jurisdicción para hacer repartimien-tos,
realizarlos sobre la marcha. El famoso fiscal se nos muestra
partidario de la iniciativa privada. ¿Habría ya leído a Adam Smith?
RENACEN LAS ESPERANZAS
La paz de Amiens de 1802, aunque aleatoria, supuso un respiro.
El Consejo, consciente de la difícil situación insular, el 23 de marzo
de 1803, recordó a la Audiencia el encargo de 1784, y que en el
plazo perentorio de dos meses, elaborará no sólo el mapa de la zona,
sino las conclusiones definitivas y un proyecto de fuero para las nue-vas
poblaciones.
Ahora renace la esperanza. El obispo canario D. Manuel Verdu-go
Albiturría sigue los trabajos de cerca y ofrece la erección y cons-trucción
de las parroquias, teniendo presto el dinero para levantar
una bajo la advocación de San Antonio de Padua en Mogán, gracias
a la cantidad remitida por Matías Sarmiento, un indiano tirajanero,
a quien las cosas le iban bien en La Habana. La Audiencia trabaja
ahora de duro. Encarga el plano a Manuel de la Cruz, «único perito
inteligente que en la actualidad se conocía en toda la ciudad», aun-que
este «paño o pintura» se perdiera con el expediente, por lo que
hubo que rahecerlo. Consecuentemente, el que hemos localizado va
firmado por el famoso artista, por tantos conceptos, Tosé Ossavarry.
Resultó el de éste «más estimable, por su exactitud, para otros ob-jetos
de interés públicos)). Junto con el plano, la Audiencia elabora
un amplin informe y, finalmente, ~1 FILPYO solicitado.
El informe va precedido de una historia de las vicisitudes del
proyecto. Ante los labradores ya avecindados sólo se instalarán en la
nueva zona 300 colorios. Mayor interés tienen las coilsideracioi~es
socioeconómicas y politicorreligiosas sobre los habitantes de la zona
menos poblada de la isla, que es la separada por una línea recta ideal
que arrancando desde el Risco de las Mujeres, al sur de Guayedra,
y alcanza la desembocadura del barranco de Amurga, entre los de
Fataga y Juan Grande. En este tercio de la superficie insular «viven
los hombres sin gobierno político ni moral, derramados por los riscos
y valles, habitando, sin cultura alguna, en cuevas y entre peñascos».
De ahí, la necesidad de ((remediar tanta calamidad», que aunque es
general en la isla, no se sufre con la intensidad de la zona reseñada.
L2r czuras rstdn c!urus: u m pe,s .~ zzxq p&uciSr? nc!minirtr~tiu~c m-tralizada
en Las Palmas y la compleja orografía insular, carente por
entonces casi de caminos. Desasistidos espiritual y políticamente, se
comprende que vivan «sin ideas, sin instrucción, faltos dc todo au-xilio
». Al margen de la productividad, del establecimiento de colo-nos
y cualquier otra motivación económica, sólo el atender «estos
vasaiios dei rey» es lo que hace imperiosa ia fundación de ias ircs
poblaciones.
El presupuesto total de las obras e instalación de los 300 colonos
es de 40.000 pesos, que si bien puede parecer caro con respecto a
Sierra Morena y reducible en un 50 %, lo que no recomienda la
Audiencia, pues la tierra es feraz y de lo que se trata es de instalar
propietarios censalistas acomodados, para evitar lo que ha ocurrido
en el norte, «donde los propietarios son, por desgracia, muy pocos y
muy absolutos».
Para financiación del mismo, uno de los principales inconvenien-tes
desde que naciera la idea en la mente de Servera, la Audiencia
propone cuatro soluciones alternativas: librar los 40.000 pesos por
la Hacienda Real, que se resarciría en el futuro percibiendo los diez-mos,
por ser novales (o sea producto de una inversión productiva por
parte de la Corona); conseguir dicha cantidad con cargo a expolios
y vacantes de las rentas episcopales, ésta con un doble inconveniente:
trasladar de sede a Verdugo, o esperar su fallecimiento. La tercera:
aceptar la propuesta realizada por el Cabildo de la Catedral el 18 de
julio, que también aceptaba el obispo: adelantarían el dinero a cam-bio
de percibir en el futuro los diezmos novales (fórmula que bene-ficiaba
al rey, pues de los mismos percibiría las tercias reales). Fi-nalmente
-una solución apuntada por el fiscal Ossés-: autoriza-ción
para emplear en la colonización las rentas reservadas para la
fundación de la Universidad de Canarias: estas rentas de dos canon-gías,
congeladas doce años atrás, a 2.000 ducados anuales, que hacían
48.000, así como una pensión sobre rentas del obispado, ascendien-do
el total depositado en la catedral a 75.000 duros.
EL FUERO
Nn menas interés tend-la 1x1 análisis pormenorizado de los hO m-pítulos
que integran el Fuero de las Nuevas Poblaciones, que se de-
nominarían Carolina, Luisiana y Fernandina de Canarias. Digo que
no menos interés, porque es un auténtico modelo, donde la vida de
las nuevas comunidades está prevista al mínimo. La finalidad del
proyecto es social: dar tierras legalmente a los ya establecidos o a
desposeídos; económico: buscar la puesta en producción de la zona
desertizada, que si diera resultado, como se espera, serviría de mo-delo
a nuevos poblados; espiritual: los vecinos recibirían la conve-niente
asistencia apostólica; y política: acostumbrar a la conviven-cia
a los colonos que administrarían sus comunales y producto de los
censos, bajo la batuta del superintendente. Para un desarrollo del es-píritu
comunitario, tanto los nuevos colonos como sus hijos se com-prometerían
a levantar los poblados, ayudar en la captación y con-ducción
dc aguas y servicios gcncralcs para los que fueran solicitados.
No se olvida el urbanismo; debiendo, si fuera factible, situar los
nuevos núcleos cerca de las playas, en boca-barranco, para facilitar
la salida de sus productos excedentes. Cada pueblu con S0 ó 100 ve-cinos
en el momento inicial, contará con templo, casa parroquial,
casa del concejo, cárcel y hogares para el maestro, escribano, ciruja-no-
sangrador, e incluso para poder recibir a algún funcionario ins-pector
o el comisario que vigile las obras en proyecto, y las de los
campesinos y los «artistas».
La administración local quedaba estructurada en un alcalde pe-dáneo,
dos regidores, un síndico y un escribano, todos elegidos por
los vecinos, y rigurosamente prohibida la vinculación de estos oficios.
Se ordena llevar un libro de registro de las suertes y solares re-partidos,
que servirá como registro de la propiedad, debiendo levan-tar
«un ingeniero, agrimensor o facultativo» un mapa donde cuente
con toda precisión tales extremos.
Cada poblador recibirá 14 fanegadas de secano y cuatro de rega-dío,
así como porción de terrcnos colgados quc sc obligarán a plan-tar
de árboles, viñas, etc., a fin de que recojan allí la leña. Asimismo.
las lindes irán señaladas por arbolado, para evitar pleitos y quere-llas.
Las obras hidráulicas se costearán con cargo a la superi~iiericlcri-cía.
El canon enfitéutico perpetuo será devengado, desde que la tierra
produzca cosecha, en cuantía uno, dos o tres reales de vellón por fa-negada
de secano, menos buena, mediana o buena, y 30 reales por
la de regadío. Su destino: las obras y luego propios de cada comu-nidad.
Cada suerte es indivisible y aunque pueda pignorarse, no
podrá ser objeto de hipoteca o cualquier tipo de carga civil o ecle-siástica.
Se fija escrupulosamente los aperos, simientes y ganado que
recibe cada repoblador, antiguo o nuevo (por ejemplo: dos ovejas,
una cabra, seis gallinas y un gallo por vecino, así como 150 vacas,
100 cerdas y 50 burras y algunos machos para uso de la comunidad).
No se olvida la industria doméstica y femenina: recogida de barrilla
para el jabón y tejer lino, cáñamo y lana.
Yst2b!rcides pUvb!=u se r!rgir& idSnrsS par' ir?stu!2t.
molinos, hidráulicos o eólicos, horno, etc., tampoco se olvida la nece-sidad
de un equilibrio entre agricultura y ganadería, para lo cual la
comunidad disfrutará de una dehesa con prohibición de arrendar
parte de sus pastos a particulares. En caso de arrendarse tierras con-cejiles,
tendrán primacía los vecinos.
Ei piazo para poner ei quiííón en cuidvo es de dos años, en ius
que estarán exceptuados del canon. Otra condición imprescindible
es la de residir y no vender en diez años. La suerte es heredable por
hijo o hija casada con labrador. Si hubiera una parcela vacante, ten-drán
derecho preferente un hijo segundo o tercero de vecino, quienes
también tendrán prelación en caso de verificarse nuevo repartimiento.
Las suertes son vendibles pero a labrador «legal y contribuyente»,
aunque pagando como «laudenio», 1/15 de su valor. Todos estos
cambios serían asentados en el libro registro. Sacrificar los anima-les
recibidos se tomaría por una malversación; pero en caso de ac-cidente
justificado le será repuesto. Si en dos años no ponen su te-rreno
en cultivo, será calificado de vago y destinado a la Marina.
Sería interesante entretenernos en relatar cómo funcionarían los
curatos, la prohibición de establecer en la comarca conventos de
frailes o monjas, o cualquier otra institución religiosa ni siquiera a
título de hospicio u hospital. El maestro, la enseñanza, obligatoria y
gratuita, aunque se prohíba instalar (cátedras de gramática», o sea,
enseñanza media, y aún menos estudios universitarios, en conformi-dad
con ley del Reino, porque en este tipo de colonizaciones «sus
moradores deben constantemente ocuparse en la labranza, cría de
ganado y en las artes mecánicas, que es el nervio de la fuerza del
estado» (capítulo 52). Tampoco se olvida la administración de la
justicia y sus vías de apelación, ni toda una administración y conta-biiiddd
ri~uy ~ u ~ r ~ ~Lld~jw j dId , cl ire~~ióiyi ~es~uiisa'vilicladd e uii
superintendente, a quien, incluso, incumbe redactar las iniciales or-denanzas
municipales. Todo este aparato burocrático que adminis-traría
una inversión de 40.000 pesos tendría su arca y oficinas en los
bajos de la casa Regental, en la plaza Santa Ana.
Termina tan abrumador trabajo el 8 de agosto de 1804, en el
plazo de un año corto. Es de pensar que lo remitieran en el primer
barco. A causa de naufragio, accidente o pérdida no llegó al Con-sejo,
por lo cual su secretario en 4 de junio de 1806 reiteraba al
regente, Juan Benito de Hermosilla, su pronta remisión. El 17 de
septiembre salía el duplicado hacia Madrid y a mediados de diciem-bre
el Consejo lo remite a informe de su fiscal.
Tan brillante idea de Servera, desarrollada con tanta pericia y
tanto trabajo a lo largo de treinta y un años, perdió así el último
tren, 1804-1806. Aunque el fiscal emitiera el informe en los inicios
de 1807, ya era tarde. Sobre el Gobierno de Carlos IV y Godoy se
acumulan problemas y para España negros nubarrones. El 2 de mayo
de 1808 está a la vuelta de la esquina. El expediente dormiría hasta
ahora en el archivo el sueño de los justos.
A estas alturas podríamos interrogarnos: ¡.qué conclusiones pue-den
derivarse de esta lección?: l."), un futurible. ¿Qué hubiera sido
del SW de nuestra isla, hoy tan evolucionado por ser centro de atrac-ción
turística, de haberse fundado a tiempo tres o más piiehlns de
pequeños propietarios?
2.") La presión demográfica en un momento de inflación desen-cadenada
en la isla, y a pesar de la pésima coyuntura, despierta un
hambre de tierra que las autoridades locales y nacionales trataron
de regularizar con una planificación comarcal.
3.") Nuestros hombres ilustrados: Servera y Verdugo, Eguiluz,
Róo, Rusell y Rocha, Ossés y Zuaznavar se nos muestran no sólo
preocupados por los problemas socioeconómicos sino que a su vez
son hombres que están muy en línea con el pensamiento ilustrado,
son ejemplos vivos de Ilustración.
4.') Una constante: casi todas las grandes ideas aquí nacidas,
naufragan a causa de una administración central lenta, burocrati-zada
y pobretona, pues la falta de recurmb fue reírasarido estos suc-ños
hasta reducirlos a nadería. Sin embargo, en este caso concreto,
como en otros, es de justicia subrayar que parte de la culpa radicó
aquí, ya que el estudio y la planificación no fue ni exhaustiva ni
clara desde sus principios.