En la zapatería
JosÉ MIGUEAL LZOLA
Después de casi catorce años de exilio regresó a España en 1952, de forma
temporal, don Agustín Millares Carlo.El rigor policial había amainado y se
comenzaban a reparar las arbitriaridades cometidas con aquellos que se mar-charon
por no compartir el ideario político de los vencedores. Su propósito era
volver de nuevo a Méjico, donde había sido nombrado profesor de carrera a
tiempo completo de su Universidad y tenía en proceso de edición varias obras.
Este corto viaje, sin embargo, significaba muchísimo para él porque le depa-raba
la ocasión de estar unos días en la isla natal, al lado de familiares y ami-gos;
y detenerse en Madrid, lugar en el que había desarrollado sus actividades
científicas y docentes durante tantos años.
La noticia del viaje se conoció en el Museo Canario en el mes de agosto
de 1952. En Junta directiva celebrada el día 8 del indicado mes, y presidida por
don Rafael Cabrera Suárez, íntimo amigo de don Agustín desde la niñez, se
tomó el siguiente acuerdo:
Se hace constar en acta la satisfacción por el regreso a España de don
Agustin Millares Carlo, catedrático de Paleografia de la Universidad Central,
y que tanto contribuyó al estudio y a la clasificación de los fondos documen-tales
del archivo de esta Sociedad '
El afecto hacia su persona y el recuerdo de las etapas pasadas en el Museo,
trabajando en su archivo y biblioteca, haciendo acopio de información para la
primera edición de su Biobibliografía permanecían vivos.
1 Actas Juntas Directivas Museo Canario, libro 7, fol. 83.
118 José Miguel Alzola
SE LE ENCOMIENDA LA DIRECCIÓN DE LA REVISTA
En otra Junta que tuvo lugar el día 25 del siguiente mes se le dan umpli(r\
jacultades a don Agustin Millares Carlo para que dirija lu Rei.i.\tu, procw
diendo a la formación de u12 minzero que no\ ponga al día, \egli/~ \ir
criterio 2.
Vuelve a reunirse la Directiva el 13 de noviembre y se formaliza un giro
de 6.000pesetas a,favor de do11 Agustii~ Millares Curlo cm10 trdclunto d~ lo
subvención por un año para yue dirija la Revistu desde Madrid hucic~ritio
notau; de pasada, que su nonzhre no puede ,figz~r-ure n la portacla de dichr
publicación hasta que no se publiquen los núnzeros de 1952, en que ?,a 11~1
regresado a España3.
Recordemos que la Revista del Museo Canario había sido fundada en
1880, y que con algunas interrupciones llegaría hasta 1905, en que dejó de
publicarse. Veintiocho años después reaparece bajo la dirección de Millares
Carlo, teniendo redacción compartida entre Las Palmas y Madrid. En esta
nueva etapa ven la luz ocho números, que corresponden: uno a 1933; tres a
1934; tres a 1935 y uno a 1936. La guerra y la ausencia de España de don
Agustín segarían de nuevo la vida de la publicación.
Resurge en 1944. No se nombra a don Agustín pero se dice que El plu~i
distrihucción en secciones de la revista seguirán siendo, en esta cuarta etapu
de su existencia, los mismos que en la anterioi: Es esta unu muxir?ia t1emo.s-tración
de cariñosos y admirativo respeto u quienes redactaron la i*c.iji.cta "El
Museo Canario" en su tercera y esplendomsa etapa, a la vez yue con.vtity.c
una ratificación absolutalizente total del progratm que la inspir0 J. .sir\>ii)
exactamente4.
Los retrasos en su aparición serán habituales a partir de entonces y se sal-van
agrupando varios años en un sólo número para tratar de ponerla al día. En
la dirección se suceden don Eduardo Benítez Inglott ( 1944- 1946); don Siinón
Benitez Padilla (1947-1955); y en el número doble, correspondiente a los anos
1956-1957 aparece ya como director don Agustín Millares Carlo, que conti-nuaría
dirigiéndola hasta su muerte.
El deseo de la Junta, de que el nombre de don Agustín figurara coino dircc-tor
desde el número de 1952 no lo consideró oportuno Millares Carlo y se
retrasó hasta 1956. En todo momento colaboró con él, como secretario de
redacción, Manuel Hernández Suárez.
2 Ibidem, fol. 85.
3 Ibidem, fol. 88.
4 Revista de El Museo Canario, no 9, enero-marzo 1944
En la zapatería 119
NUEVAED ICIÓN DE LA BIOBIBLIOGRADFE IEAS CRITORES CANARIOS
También en ese mismo año 1956 se recibe una carta de Millares Carlo,
desde Méjico en la que pide al Museo que estudie la posibilidad de editar la
segunda edición de su "Ensayo de una biobliograjia de escritores canarios.. ",
y la primera de su continuación, siglos XIXy XY, en cuyas obras estoy traba-jando
actualmente. Se acuerda hacer la ediciÓn5.
Este era un importante proyecto, tanto para don Agustín como para el
Museo, por el esfuerzo económico que representaba. El proceso de elabora-ción
de la obra sería largo, de varios años, ya que hasta 1975 no comenzaría a
imprimirse. Aquel Único tomo, de la edición de 1929, se transformarían en
cinco, al enriquecerse el original con los resultados de una dilatada investiga-ción
y de felices hallazgos.
El proyecto inicial de incorporar a la obra a los escritores canarios nacidos en
los siglos XIX y XX fue desechado. Permanecerían inalterables los límites de la
anterior, referidos únicamente a los siglos XVl, XVII y XVIII. La nueva edición
aparece profusamente ilustrada con facsímiles de portadas y autógrafos.contó don
Agustín con la colaboración de Manuel Hemández Suárez, Antonio Vizcaya
Carpenter y Agustín Millares Sall; y además, el nombre del primero de los colabo-radores
citados figura como coautor de esta nueva edición.
Como la capacidad de trabajo de don Agustín era realmente asombrosa,
pudo simultanear la preparación de la Biobibliografía con un nuevo libro, titu-lado
Descripción y estudio de los impresos de los siglos XV y XVI existentes
en la biblioteca de El Museo Canario. La obra sería publicada en 1975 y para
ella me honró don Agustín con el encargo de que le hiciera el prólogo.
Abundantes son las menciones que se hacen de don Agustín en las actas
del Museo Canario, pero no es mi propósito recoger cuanto sobre él se escri-bió.
Fueron la Revista y la Biobibliografía en las que deseaba trabajar de forma
preferente y así lo hizo. Lo demás puede quedar para otra ocasión.
Una de las carencias padecida por el Museo ha sido, desde siempre, la
insuficiencia del edificio para los fines al que se le dedica. La biblioteca y
hemeroteca han tenido limitado su crecimiento; una parte importante de los
materiales arqueológico y antropológico que posee permanece en los almace-nes
por incapacidad de las salas de exposición; las colecciones de Historia
Natural también se hallan en los depósitos. Se confía en que pronto podrá ser
remediado este problema.
Actas Juntas Directivas ... libro 7, fol. 150
120 José Miguel Alzola
Cuando Millares Carlo quiso agilizar la publicación de la Revista y poncr
en marcha la segunda edición de la Biobibliografía era necesario un espacio cn
el que pudiera instalarse un estudio, con capacidad para varios investigadores
y los correspondientes ficheros, máquinas de escribir, estanterías, pequeña
biblioteca de apoyo, archivo de microfilms, etc. No era nada fácil.
Una comisión de la Directiva, de la que formé parte, recorrimos el edificio.
de arriba a abajo, en busca de una dependencia en la que alojar a don Agustín
y sus colaboradores, con desalentadores resultados. Sólo habían dos habitacio-nes,
una en la planta baja y otra en la alta, denominadas "las zapaterías" y en
las que José Naranjo Suárez -Pepito Naranjo,- tenía sus dominios. Allí res-tauraba
cerámica; hacía vaciados de ídolos y pintaderas; se hallaba cl archivo
fotográfico; aparecían restos humanos de recientes excavaciones; ejercía de
carpintero, electricistas y fontanero; preparaba el montaje de exposicioncs y
otras muchas actividades. No hace falta decir que todo cachivache encontraba
cordial acogida en aquellos territorios.
Largas serían las conversaciones para convencer a Pepito de que, con un
poco de orden y tirando a la basura lo inservible, podía concentrar sus polifa-céticas
actividades en la zapatería de la planta baja y dejar desalojada la alta.
Mas que nuestros argumentos pesó en su ánimo el gran cariño que profesaba
a don Agustín; y así, sin grandes enfados quedó libre aquella zapatería.
Esta habitación sirvió, durante muchos años, para exponer el mobiliario de
la alcoba en la que había fallecido don Benito Pérez Galdós. Cuando cl Museo
adoptó el acuerdo de depositarla en su casa natal, quedó libre, siendo invadi-da
sin tardanza por Naranjo. Hoy se halla en ella el magnífico monetario dona-do
por don Alejandro Lifchuz.
En la zapatería. porque así se le siguió llamando, pasaba don Agustín y sus
colaboradores muchas horas diarias ocupados la preparacibn de los originales
de la Biobibliografía, a la que 1 e prestaban atención preferente. Las jornadas
de don Agustín y Manuel Hernández eran las más largas; las de Millares Sall
y Vizcaya, mas cortas a causa de sus otras ocupaciones. A partir de la siete de
la tarde comenzaban a llegar a la zapatería directivos y amigos a charlar con
Millares Carlo. El ya se hallaba fatigado y agradecía el rato de tertulia y la taza
de café que preparaba para todos Pepito Naranjo. Algunas noches se prolon-gaba
la reunión al trasladarnos a cenar al merendero de Juan Pérez, en Las
Canteras. También fueron inolvidables las "sabatinas" que organizábamos
para ir a tomar un caldo de pescado en Agaete o una paella en mi casa de Teror.
A pesar de todas estas licencias, el trabajo no se interrumpía, y ahí están
los números de la Revista y los cinco tomos de la Biobibliografía para probar-lo.
Cuántos recuerdos guardo de don Agustín, de la zapatería y de los amigos
que allí nos reuníamos.