PLANTAS MEDICINALES LEGENDARIAS:
LA SANGRE DE DRAGO
ELO~SLAL AVERROU IZ
Colegio Universitario de Las Palmas de Gran Canaria
Los constantes avances que la ciencia médica y la industria farmaceútica
están experimentando en nuestros días, no han conseguido eclipsar la gran
popularidad que, durante toda la historia de la humanidad, han tenido las
plantas medicinales. Por el contrario, en los últimos tiempos, estamos asistiendo
al renacimiento de la medicina naturalista y cada vez es mayor el número de
personas que recurren al empleo de las plantas y otras sustancias naturales
(barro, arcilla, etc.), para poner remedio a los males que las aqueja. Estas
circunstancias se ven reflejadas en la gran proliferación de manuales que,
sobre las virtudes medicinales de las plantas, hay en las librerías de cualquier
ciudad y en el incremento de herbolarios experimentando en los últimos años.
Incluso en las propias oficinas de farmacia podemos encontrar gran número
de remedios naturales, envasados por los propios laboratorios farmaceúticos
que elaboran otros medicamentos con forma galCnica.
Sin embargo, este auge de la medicina natural no es una innovación de
nuestro siglo, sino el resurgir de la medicina clásica antigua y árabe medieval.
Es, precisaiiieíiie, de uiía plaiiki legeiidaiia y iimy pecuiiai e11 ias Mas Sariarias,
que gozó de gran popularidad entre los médicos de estas épocas y culturas, de
la que nos vamos a ocupar en esta ocasión: el drago.
Existen diversas especies de este árboi, perteneciente a ia famiiia ae ias
Liliáceas, género Dracaena, aunque las más conocidas son la D. cinnabari
BALF. y la D. Drago L. La primera de ellas procede de Oriente, de la lsla de
Socotora, al sur de la Península Arábiga, mientras que la que vive en las Islas
Canarias, donde aún está muy extendido su cultivo en la actualidad.
Los dragos reciben este nombre debido a su aspecto de árbol dragón, un
tanto monstruoso, a causa de su grueso y desnudo tronco de color gris plateado
que se ramifica, más o menos dicotómicamente -el número de brazos puede
oscilar entre 6 y lo-, después de la primera floración, la cual se produce,
aproximadamente, a los quince años de edad. El tronco está coronado por
Boletín Millares Carlo n.o 11. 1990. Las Palmas de Gran Canaria. 185
unas densas rosetas de hojas lineares de hasta 60 centímetros de largo, coriáceas,
glauco-verdosas y rojizas por la base que las une a las ramas. Sus inflorescencias
son unos racimos terminaies de un 'oianco verdoso.
Su fruto es una baya carnosa, esférica, de color pardo anaranjado, que
puede alcanzar hasta 15 centímetros de diámetro.
Su madera es esponjosa y liviana, por lo que los pnmitivos habitantes de
las Islas Canarias la emplearon para hacer rodelas, a modo de escudos defen-sivos,
y como su corteza es flexible aún se emplea para torcer sogas.
Sin embargo, la gran fama que ha alcanzado el drago, a lo largo de todos
los tiempos y culturas, la debe a su savia, sustancia gomo-resinosa que fluye
de su corteza, bien de forma natural o mediante incisiones practicadas en el
tronco, más conocida como sangre de dragón y sangre de drago.
Otros árboles tropicales, además de los ya mencionados D. cinnaban BALF.
y E. &pn6" L., de .A&l y .AmdRca, &E t~mhiénr e&xir rejas a las A1-~ -I P -PP-aplica
el mismo nombre, por ejemplo, la leguminosa Pterocarpus draco L. y la
orobancácea Phelypaea coccinea Poir.
La primera referencia a la sangre de drago la cncontrarnos en la historia
Natural de Plinio -siglo I d.C.-, quien nos dice que dicha sustancia llegaba
a Roma procedente de un árbol de las Islas Afortunadas, donde era muy
abundante. No obstante, los antiguos no tenían demasiado clara la procttdericia
de esta sustancia a la que Plinio dio también el nombre de cinabrio, término
procedente, a través del latín, de la voz griega cinnabaris, que significa «de
color rojo».
El mismo Plinio, nos relata una fantástica historia que identifica nuestra
sangre de drago con la sangre del basilisco -especie de dragón que poseía
poderes mágicos-, mezclada con la del elefante, tras luchar ambos entre sí.
El basilisco atacaba al elefante y engullía su sangre, pero el elefante, en su
agonía se desplomaba sobre el basilisco y lo aplastaba. La sangre que se
obtenía entonces del basilisco -una mezcla de la suya propia y de la del
elefante- era esa sustancia resinosa de color rojo con la que traficaban los
re~l?erciun?eesr ? !I 6 ~ ~ mx t2ig m y medien!.
Al parecer, Plinio tomó esta leyenda de los mercaderes de la India que
negociaban con la Isla de Socotora, donde existe una historia similar de un
Ui~g61i que süccioii6, de üa solo sorbo, !z saí;g;e dc ün elefante, e! cüa!, a!
desplomarse, mató al dragón. La sustancia obtenida del dragón se llamó
cinabrio o sangre de los dos hermanos, debido, seguramente, a la mezcla de la
sangre de los dos animales.
Es precisamente en este punto en el que vamos a enlazar con la cultura
árabe, ya que el nombre de la sangre de drago en esta lengua es dam al-ajawayn,
es decir, «sangre de los dos hermanos*. También recibe el nombre
de :ayyzin, gitir y iayyiin gitr.
Aunque no sabemos con exactitud a qué especie corresponde la sangre de
drago empleada por los árabes, parece lógico pensar que se tratara de la D.
cúznabaris de la lsla de Socotora, por razones de proximidad y por las relaciones
comerciales que existían entre estas regiones.
Al hablar de las propiedades y utilidades de la sangre de ,dmgo, debemos
distinguir tres apartados: industrial, mágico y médico-farmacológico.
Desde el punto de vista industrial, se aprovechan sus propiedades tintóreas,
siendo empleada por orfebres y vidrieros para esmaltar y barnizar sus obras.
Como remedio mágico, la forma más habitual de emplear la sangre de
drago era quemarla, como se hace con el incienso, para alejar los malos
espíritus, o bien podía servir para pintar las puertas de las casas, como la
sangre de cordero, y, de esta manera, alejar los malos espíritus.
En el campo de la medicina, que es el que más nos interesa resaltar aquí,
destacan sus propiedades astringentes. También se le atribuyen facultades
incrasantes y antitusígenas.
Se emplea para curar las heridas, cicatrizar las llagas, combatir las hemo-rroides,
fortificar el estómago y fortalecer las encías. Su uso más normal es el
tópico, aunque también se emplea al interior y en elixires dentales.
Pero vemos, de una forma concreta, a través de los textos, cómo era
empleada la sangre de drago por algunos de los médicos árabes medievales.
Para este fin vamos a recurrir al Kitib al-Isqsi' wa-1-ibnim Ji iliY al-Yinihit
wa-1-awnim («Libro de la indagación exhaustiva y la confirmación probada
acerca del tratamiento de las heridas y los tumores»), obra compuesta en el
siglo XIV por el cirujano granadino, de origen levantino, Abü Abd Allah
Muhammad b. Alí b. Farap al -Qirbilyiini, más conocido por el sobrenombre
de al-Safra.
Este autor nos menciona por primera vez la sangre de drago en el capítulo
primero de su libro, dedicado a los tumores -entendiendo por tumor cualquier
tipo de afección o anomalía de la piel-. Al hablarnos del tratamiento del
tumor inflamatorio (waram falgamuni), que es el nombre genérico de todos
los tumores calientes producidos por sangre y bilis amarilla, nos dice que el
primer paso es la evacuación del humor maligno que 10 ha generado. Dicha
evacuación se hará por medio de medicamentos madurativos, resolutivos,
fortalecientes, repelentes, absorbentes y calmantes, o mediante la cirugía,
según la clase de tumor, el momento -comienzo, incremento, acmé o resolu-ción-
y el lugar del cuerpo en el que se halle el mismo.
En el caso de que se hubiera tenido que recurrir a la cirugía para realizar
la evacuación del humor, recomienda nuestro autor que se proceda a la
cicatrización de la herida con «algo que la seque, la enjugue y la sane»,
puesto que las majaduras necesitan lo que las haga cicatrizar»:
«Entre las cosas que se introducen en la raja de la herida hasta que se cura
está el lechino, (procurando) que no le quede ningún lugar hueco. Se espolvorea
en él sangre de drago, mirra, acíbar, sarcocola y ungüento de palmera. Procura
no quitar el Iechino hasta que (ya) no encuentras donde colocarlo (en la
herida), para evitar que se cierre la abertura de la raja antes de eliminarse el
pus y el endurecimiento, pues volvería (a aparecer) el tumor.»
La segunda vez que se menciona la sangre de drago es en el tratamiento
del tumor caliente conocido como angurja -palabra de origen griego que
significa «lo que mata y termina», y que es una especie de gangrena-,
cuando el lugar donde está el tumor se ha corrompido:
«Si apa,"cieia eoIIüyc~~Ii lugar, Uesp6jaiu de eiia süavciiicli~c iiasia
que se limpie todo lo negro, luego trátalo con los polvos (siguientes): arcilla de
Armenia, balausta, hoja de arrayán, sangre de drago, mirra roja y acíbar, una
parte de cada uno; se pulveriza todo, se tamiza y se espolvorea sobre la herida.
(Por otra parte) se cuece miel, vinagre y zumo de llantén, hasta que adquiera
la consistencia de la miel, se moja en ello un algodón, que se coloca sobre los
pn!ins (y se = y ~ ) lCglr de! =cgGefitc; lfi2& hiel & I/ZC(~2! C&miPi"ifC))
será más fuerte su acción en el tratamiento. (También) el ungüento de palmera,
después de mezclado con aceite de rosa, es excelente para esto. Deben usarse
estos polvos porque desecan y cicatrizan, del mismo mndo que debe lavarse (la
herida) con agua de llantén y vinagre hasta que se cure el lugar. No cesarás de
poner sobre el lugar del corte arcilla de Armenia con vinagre, hasta que no
quede en él nada de enrojecimiento ni de ardor y el estado de la totalidad del
cuerpo sea bueno.»
En el caso del tumor que se produce a consecuencia de la sangría (al-wararn
al-ürid min al-fasad), cuando se ha cortado una arteria y existe hemo-rragia,
al-Safra hace las siguientes recomendaciones:
«Moja un trapo o un algodón en un poco de clara de huevo, luego emba-dúrnalo
con acíbar, incienso y sangre de drago, después de pulverizados y
tamizados, y aplícalo sobre la abertura, introduciéndolo con una sonda; luego
véndalo -con una fuerza determinada- y déjalo (así) tres días. Después de
eso desátalo con cuidado y colócale tu dedo sobre la boca de la vena; si brota
'lo" rgnnr-e> w. -z-e"l i-r ~( 2 Pener) ~ f i ~ ide-! ~-m. -~~ &~ lm~&f iját nq& !g c f i ~ dr iir;
bien toma media haba o media cáscara de pistacho, ponlas sobre la boca de la
vena y sujétalas con las vendas hasta que se mitigue el tumor y se cicatrice la
vena u
En el capítulo segundo del K al-isliqsü', dedicado a las heridas, encontramos
varios tratamientos en los que interviene la sangre de draga El primero de
ellos es el tratamiento de las heridas que son grandes y sangran mucho (al-jkih5t
al-dzmiyya al-kubra):
«Se espolvorean en la herida, después de limpiarla como te dije anteriomente,
unos polvos (compuestos de) incienso, mirra, sarcocola y sangre de drago. Se
pulveriza todo, se tamiza y se espolvorea en la herida; o (bien) se amasa Con
aceite de rosa y se aplica sobre ella o se trata (la herida) con ungüento de
palmera, hasta que esté curada.»
En el caso de las heridas de la cabeza (al-Yi6hit al-wügi a fi 1-ra's),
cuando se ha producido una hemorragia, al-Safra recomienda el siguiente
tratamiento:
«Observa el punto de salida (de la sangre) y presiona con tu dedo sobre la
piel, a escasa distancia de la herida, en varios lugares. con una presión intensa.
Cuando veas disminuir la sangre, disminuye la presión de tu dedo, pero si ves
fluir la sangre como antes, entonces, vuelve a presionar sobre el lugar donde
estaba tu dedo. Si ves detenerse la hemorragia por segunda vez, sabrás que la
vena de ese lado es su camino; entonces, coloca en ese lugar media chscara de
nuez, apriétala perfectamente con una venda y rellena la herida con incienso,
sangre de drago, agalla de tinte, balausta y cal viva. Se amasa todo, después de
pulverizado y tamizado con clara de huevo, se le mezcla pelo de conejo y se
rellena con esto el hueco de la herida; véndala con un trozo de lino, que habrás
embebido (previamente) en clara de huevo y no lo desates durante tres días.
Cuando lo desates, si encuentras que el iiicdicariierito (aún) está húmedo,
(vuelve) a vendarlo y vigílalo, y cuando se haya secado el medicamento,
humedécelo con vinagre hasta que se despegue y se mueva, tratándolo según
lo que ya hemos mencionado.»
En el caso de las heridas que afectan a la cara (al-Yirihit al-wigi a fi
1-wayh), en cuyo tratamiento recomienda usar vcndas en lugar de sutura para
que no queden cicatrices que afeen el rostro, nos relata el autor un ejemplo de
su práctica personal:
«He visto un hombre que había recibido un golpe, causado por una piedra,
sobre su nariz, cortándosela en cuatro partes. Yo coloqué, en los orificios de la
nariz, dos lechinos y le recompuse sus paites cuiiiu estabari arites; luego apreté
sobre ellas con una pinza (hecha con) una caña pequeña, después de esparcir
sobre ella sangre de drago, y no la desaté hasta (pasados) cuatro días. Cuando
llegó el quinto día, lo desaté y encontré que la nariz ya había cicatrizado, sin
necesidad de coserla. Luego la traté con el ungüento de palmera hasta que
estuvo curada. (Esto) sucedió en la estación del otofio.~
Al hablar de las heridas que afectan a los brazos (al-yirihit al-wigi a fi
al-di6 ayn), recoge el autor el tratamiento que uno de sus maestros había
seguido con una persona que tenía entumecido el brazo y corrompida la
carne, a causa de una hemorragia que afectaba uno de sus antebrazos. Una
vez eliminada la corrupción, procedió del modo siguiente:
«Serró el hueso y colocó sobre la herida incienso, sangre de drago, mirra,
acíbar, arcilla de Armenia y balausta, después de pulverizados y tamizados; lo
cubrió todo con un algodón empapado cn clara de huevo y lo dejó tres días.
Luego desató y humedeció el algodón con los zumos (anteriores) hasta que se
desprendió y estuvo a salvo de la hemorragia por la aparición del pus; continuó
aplicando, sobre el resto del brazo y el hombro, los medicamentos mencionados
hasta que estuvo a salvo de la aparición del tumor.»
En el último capítulo del K al-istiqsii', dedicado a los medicamentos,
recoge al-Safra algunas de las recetas que hemos mencionado, señalando los
ingredientes exactos que las componen y la forma de prepararlas. Entre ellas
se encuentran tres clases de polvos: unos para hacer crecer la carne en las
heridas húmedas, otros para unir el corte producido por la espada y el cuchillo
y cortar la sangre, y los terceros, para unir las heridas, cortar la sangre que
fluye y cicatrizar. Completa las recetas, en las que interviene la sangre de
drago, un medicamento que se da a beber a toda persona que, a consecuencia
de un golpe o una caída, sangra abundantemente.
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