MUJICA LAINEZ Y LOS OBJETOS
JULITAIR IARTEA RISTU
Universidad de Navarra
Un aspecto llamativo en la obra narrativa del escritor argentino
Manuel Mujica Lainez (1910) es la importancia que concede a los
objetos l. Dice el perro Cecil en la autobiografía novelada del mismo
título:
Lo primero que advertí, en su penumbra interior, fue la jerar-quía
esencial que concede a los objetos. Quizás crea en ellos más
que en las personas. Entiendo que ha subrayado esa relación en
alguno de sus libros. Los objetos le preocupan, y no obstante el
largo tiempo transcurrido desde que empezó a interesarse por ellos,
continúan hechizándolo '.
Desde su adolescencia parisiense comienza el escritor a intere-sarse
por los objetos y a coleccionarlos. En 1937 ingresa como fun-cionario
en el Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires
y allí tuvo ocasión de cultivar esta incipiente afición a los objetos:
' Esta presencia de los objetos en la obra del escritor ha sido subrayada por
casi todos sus estudiosos: Jorge CRUZ titula «La vigilia de los objetos» uno de
los breves capitulillos de su obra Genio y figura de Manuel Mujica Lainez,
Buenos Aires, Eudeba, 1978, pp. 11-14. Eduardo FONT, en su estudio Realidad
y fantasía en la narrativa de Manuel Mujica Lainez, Madrid, Eds. Porrúa Tu-ranzas,
1976, p. 144, al analizar las constantes de la narrativa de Mujica Lainez,
afirma: «otro elemento (...) es la percepción de los objetos como cargados de
vida anímica y sensible».
Cecil, Buenos Aires, Sudamericana, 1972, p. 23.
Fue aquel un decenio especialmente afortunado para mí: un
decenio durante el cual, día a día, evolucioné en el inundo alu-cinante
de los objetos, como otro Alí Babá en la fosforescencia
de la gruta3.
Mujica Lainez ha ido reuniendo infinidad de objetos en sus nu-merosos
viajes por casi todos los países del mundo y los ha insta-lado
en su casa-museo «El Paraíso», ubicada en la sierra de Córdoba,
donde reside desde 1969:
Una de las singularidades de «El Paraíso» -dice en su «Al-bum
»- ha sido la forma en que mis objetos se adecuaron a él.
Cada uno fue, sin vacilar, al sitio que le correspondía, como si yo
lo hubiese adquirido para ese lugar'.
Este interés por los objetos es patente desde el comienzo de su
obra literaria y se refleja en la abundancia con que se decoran los
interiores en que transcurren sus obras que suelen estar llenos de
objetos artísticos: cuadros, adornos, estatuas. En el cuento tituIado
«El coleccionista» (perteneciente a la recopilación Aqui vivieron) el
protagonista se jacta de haber decorado su quinta de San Isidro con
objetos artísticos. En la misma recopilación, en el cuento titulado
«El dominó amarillo», aparecen las colecciones de objetos valiosos de
don Diego Ponce de León. Los coleccionistas son personajes frecuen-tes
en la obra del escritor. Un ejemplo es el del tío Paco, obseso co-leccionista
de pisapapeles de vidrio en La casa. Para Pier Francesco
Orsini, duque de Bomarzo, sus colecciones son una forma de eva-sión,
«una distracción, una droga para postergar mis ansiedades» 5 ,
una manera de olvidarse de su vida cotidiana: «Perdido en el bosque
de los objetos, olvidaría la selva de los hombres» G.
A veces los objetos adquieren categoría de protagonistas: un
brazalete es el protagonista del cuento titulado «La pulsera de cas-cabeles
», de Misferiosa Buenos Aires. Un ejemplar de El Quijote lo
es en «El libro*, perteneciente a la misma colección.
En «El cofre», cuento de Aqui vivieron, un objeto, un cofre, es
el desencadenante de la tragedia y destroza el cuerpo de Miguel, uno
de los muchachos protagonistas. En «El arzobispo de Samos», de
Misteriosa Buenos Aires, el objeto que adquiere importancia es un
«Recepción académica», en Púginas de Manuel Mujica Lainez seleccionadas
por el autor, Buenos Aires, Editorial Celtia, 1982, p. 109.
Jorge CRUZ, Genio y figura de Manuel Mujica Lainez, op. cit., p. 151.
Bomarzo, Barcelona, Planeta, 1980, p. 485. (La novela es de 1962.)
Ibíd.
anillo con el que huye Walter, el paje del arzobispo, que le gangrena
los brazos y una pierna y acaba arrojándolo.
Los objetos son también a veces una presencia misteriosa: un
espejo en «El espejo desordenado», de Misteriosa Buenos Aires, en-cierra
para el judío Simón del Rey algo secreto que no acierta a
explicarse. Un espejo también es el centro del cuento titulado «Nar-ciso
», del libro El brazalete y otros cuentos: «Serafín no otorgaba
importancia a nada que no fuese su espejo» l.
Los objetos, las joyas, son a veces signos identificadores de las
personas: en «El brazalete» (de El brazalete y otros cuentos), una
mujer tenía un brazalete que había contribuido a su fama tanto como
su nombre y su hermosura. Como el cofre, el brazalete acarrea mala
suerte a sus poseedores; había pertenecido a mujeres que acabaron
trágicamente o tuvieron alguna desgracia.
En «El retrato», de El brazalete y otros cuentos, un cuadro, «El
retrato de un arquitecto», cambia el panorama de una casa bonae-rense.
Los objetos artísticos adquieren en Bomarzo una importancia ex-cepcional,
el escritor contagia al protagonista -Pier Francesco Or-sini-
su «pasión por los objetos» a y hay en la novela muchas re-flexiones
sobre las extrañas alianzas que se establecen entre los ob-jetos
y las personas es las que se ve que los objetos no son algo iner-te,
pasivo, sino que tienen vida, alma:
Las cosas, de las cuales se afirma que carecen de alma, son
dueñas de secretos profundos que se imprimen en ellas y les crean
un modo de almas, especialísimo, desbordan de secretos, de men-sajes,
y, como no pueden comunicarlos sino a los seres escogidos,
se vuelven, con el andar de los años, extrañas, irreales, casi pen-sativas.
Hablamos de pátina, de pulimento, del matiz de las cen-turias,
el referirnos a ellas, y no se nos ocurre hablar de alma.
La armadura de Bomarzo tiene alma9.
Los objetos son capaces de amar a sus poseedores. Cuando Pier
Francesco -construye s i subterráneo en el
reúne allí sus extrañas colecciones se afirma:
Cuanto le circuía le era adicto, con
sienten por quienes las han elegido, y
otros una esotérica unión ' O .
castillo de Bomarzo y
el amor sutil que las cosas
que establece entre unos y
El brazalete y otros cuentos, Buenos Aires, Sudamericana, 1978, p. 11.
Bomarzo, op. cit., p. 367.
Ibíd., p. 47.
' O Ibíd., p. 491.
Las enumeraciones de objetos artísticos son un rasgo muy fre-cuente
en la narrativa de Manuel Mujica Lainez ".
Una de las características que subraya Mujica Lainez en los ob-jetos
es su fidelidad, su presencia continua al lado del hombre:
En el comedor Don Boni hablaba de los objetos.
-A esta altura de la vida -dijo- no creo en más fidelidad
que la de los objetos. Son los únicos fieles, los únicos que no
traicionan. Nos acompafian, se solidarizan con nosotros, son parte
de nosotros mismos ".
Pero el rango más importante que el escritor ha concedido a los
objetos es hacerlos narradores en algunas de sus obras. Y éste es uno
de los aspectos en que reside la originalidad de la novelística de
Manuel Mujica Lainez. A lo más que estábamos acostumbrados es
a que hablaran los animales en las fábulas. En la novela, la tradi-ción
se inicia con El coloquio de los perros, de Cervantes. En Flush
(1933), de Virginia Woolf, el protagonista es un perro y en Ce-cil
(1972), del propio Mujica Lainez, un perro es el narrador. En
la narrativa hispanoamericana ya había antecedentes de perros ha-bladores
en Los perros hambrientos (1938), del peruano Ciro Ale-gría.
Pero es original el hecho de hacer hablar a los objetos. Es una
manera de rendirles culto por parte del escritor que siempre fue
aficionado a ellos.
En Misteriosa Buenos Aires (1950), el cuento titulado «Memorias
de Pablo y Virginia» está narrado por un libro, una traducción cas-tellana
de la obra Paul et Virginie, de Bernardin de Saint-Pierre:
En efecto: ser Pablo y Virginia encerraba sus dificultades, pero
serlo en castellano, con eso de bastardo que toda traducción aca-rrea,
es aún más penoso 'l.
Es el libro quien nos va contando en primera persona la historia
de todos sus poseedores: el lord Gerald Dunstanville, el boticario
Publio Virgilio Muñoz, Graciela, Monsieur Gerome, doña Estefa-nía,
etc., sus viajes por Francia y España y su paso a Buenos Aires,
las escasas lecturas de que fue objeto, etc.
Al comienzo del relato, el libro se queja de la actitud de los
hombres hacia los objetos y de la falta de comunicación entre ambos
" Vid, entre los numerosos ejemplos que se podrían traer a colación, Crónicas
reales, Buenos Aires, Sudamericana, 1967, pp. 40-41, y Bomarzo, op. cit., p. 485.
l2 Invitados en «El Paraísos, Buenos Aires, Sudamericana, 1957, p. 75.
" «Misteriosa Buenos Aires)), en O. C., vol. 111, Buenos Aires, Sudamericana,
1980, p. 515.
mundos: el de los hombres y el de los objetos por el orgullo de los
hombres que tienen a menos dialogar con los objetos y a quienes
lo hacen los tachan de locos:
Nunca entenderé la actitud de los hombres frente a nosotros,
los objetos. Proceden como si creyeran que la circunstancia de
habernos dado vida los autorizara a tratarnos como a esclavos
mudos. Jamás nos escuchan. Supongo que lo hacen por vanidad,
por estúpido prejuicio de clase, pues consideran que un hombre
es demasiada cosa para detenerse a departir con una alacena, o
con una jofaina, o con un tintero. Eso menoscabaría su dignidad.
¡Qué tontos! l4
Lo que atrae a Mujica Lainez de los objetos es seguramente su
eternidad, su eterna vigilia, la «experiencia» que acumulan por su
condición de testigos mudos de la vida de los humanos. Esta idea
la refleja también el libro narrador de «Memorias de Pablo y Vir-ginia~:
No se dan cuenta de que quienes más aprovecharían del diálogo
serían ellos, pues la condición de testigos inmóviles, sin cesar
vigilantes, enriquece nuestra experiencia con garantías valiosas.
Desde esa posición prescindente, que es un signo de flaqueza,
los hombres se aíslan del mundo inmediato y se privan de las
mejores amistades. Han decidido quedarse solos y que nosotros
quedemos solos entre ellos. Es incomprensible 15.
Los objetos están continuamente transmitiendo mensajes, las puer-tas,
los crujidos de los muebles, la vocecita de la pluma sobre el
papel y los hombres no los captan, de ello se queja el libro narrador:
Fingen continuamente no captar nuestros mensajes. O quizás la
costra de orgullo empecinado haya endurecido su sensibilidad de
tal forma que no los captanI6.
Los hombres buscan cualquier explicación a estos mensajes de
los objetos menos el ansia de los objetos por comunicarse con el
mundo de los humanos y de romper las barreras que los separan;
así lo expresa el ejemplar castellano de Pablo y Virginia:
Los hombres viven inventando leyes y coartadas para explicar
lo más sencillo, lo que no ha menester de números y de axiomas:
que estamos aquí, a su lado, que somos sus amigos, que ansiamos
l4 Ibíd., p. 511.
Ibíd.
l6 Ibíd.
comunicarnos con ellos (.. ). Lo curioso es que cuando un hombre,
más cuerdo que los demás, se rinde por fin a la evidcncia de
nuestra cordialidad y acude a nosotros fiatein,ilniente, le eiicl'i~ia-tran
por loco ".
El libro adopta el lema que su primer poseedor, Lord Gerald
Dunstanville, puso a su escudo: «fari quae sentias» y se decide,
cuando ya presiente su destrucción, a contar su historia:
Yo he sido riempre un gran conversador. Se coniprendzrrí, p u ~ s .
cuánto me ha dolido la indiferencia humana. Condenado a la
exclusiva sociedad de los objetos, a menudo nie he distiaido
monologando 18.
Mujica Lainez, después de haber hecho hablar a un libro en
La casa (1954), perteneciente a la saga de la sociedad porteña, hace
hablar a una casa. El libro contaba su vida cuando iba a ser destruido
por las polillas:
Ahora, mientras siento en el costado una puntada terrible, me
propongo contar la historia de mi existencia".
La casa también comienza a contar su historia cuando van a de-rruirla
(la situación inicial es en ambas obras la misma):
Soy vieja, revieja. Tengo setenta y ocho años. Pronto voy a
morir. Me estoy muriendo ya, me están matando día a día
Como el libro, en algunas ocasiones, la casa lamenta su falta de
comunicación con los hombres:
Jamás deploré tanto la falta de comunicación que existe entre
el mundo de los hombres y el mío 2L.
En esta novela, los objetos inanimados tienen una capacidad que
no tienen los humanos: la propia casa, las estatuas, los cuadros, el
tapiz, el techo decorativo, son capaces de advertir las presencias mis-teriosas
que se manifiestan en la casa: el fantasma «El Caballero» y
la aparición de Tristán después de su muerte vestido de Arlequín.
También aquí, como en Bornmzo, los objetos cobran alma
l7 Ibíd., p. 512.
'' Ibíd., pp. 512-513.
l9 Ibíd., p. 513.
20 La casa, Buenos Aires, Sudamericana, 1954, p. 9.
21 Ibíd., p. 22.
-«sólo tienen alma ciertos objetos)) "-, se «animan». Los perso-najes
del tapiz y los cuadros le preguntan cosas a la casa.
La casa se queja de la desaparición de los objetos artísticos en
las casas nuevas:
Las casas de hoy, gigantes por fuera y pigmeas por dentro, no
tienen estatuas, son mudas, no dicen nada, no pueden decirloz3.
y de que la destruyan a ella que atesora objetos preciosos para cons-truir
en su solar unas oficinas.
Otro objeto, un escarabajo egipcio de lapislázuli, talismán crea-do
para la reina Nefertari, es el narrador de la última novela de
Mujica Lainez, El escarabajo (1982). Este escarabajo va relatando
a lo largo de tres mil novecientos años de historia la vida de todos
sus poseedores.
Como el ejemplar de Pablo y Virginia y como la casa, lamenta
no poder hablar, no poder comunicarse con el mundo de los hu-manos:
Ni adiós le dije a mi señora. ¿Acaso me es dado hablar con un
ser humano? "
iAh, qué rabia contra la mordaza congénita que me impide
hablar! 25
El escarabajo tiene por interlocutor durante toda la obra a otro
objeto, una estatua de Poseidón.
La capacidad de amor que se atribuye en Bomarzo a los obje-tos
es un deit-motiv» en toda la novela, hasta el punto de que el es-carabajo
se define como «una enamorada piedra» parafraseando el
«polvo enamorado» de Quevedo. A lo largo de toda la obra, el es-carabajo
recuerda su amor por la reina Nefertari, su primera posee-dora,
la «adorable reina Nefertari)) como él la llama:
Reflexioné entonces largamente sobre la anomalía de mi sino de
espectador de los milenios y sobre la exclusividad inconmensurable
que significa ser fiel a un amor más fuerte que el tiempo 26.
En su condición de inmortal, este narrador recuerda a Pier Fran-cesco
Orsini, el narrador inmortal de Bomarzo y al hada Melusina
" Ibíd., p. 29.
23 Ibíd., p. 63.
" El Escarabajo, Barcelona, Plaza & Janés, 1982, p. 10.
z5 Ibíd., p. 135.
Ibíd., p. 266.
en El unicornio. Esta condición de inmortal le permite al escarabajo
asistir a grandes acontecimientos históricos:
¿Quién podía jactarse, como yo, de haber asistido a los sensuales
retozos de Nefertari y de Ramsés 11; a la lectura parcial, por su
autor, de una escena de Aristófanes, y al asesinato de Cayo Julio
César? 27
Su condición de objeto le impide narrar algunos retazos de his-toria
que pasa encerrado en una tumba, en un cajón, perdido en un
desierto, etc., pero a veces es un testigo de excepción de algunos
hechos y es el único que los observa desde su peculiar punto de vista:
Ninguno oyó aquella manifestación de su regocijo, fuera de este
Escarabajo que parece ser el único que tuvo en cuenta su presencia
prestigiosa 28.
Quizás fue el único capaz de advertir ... 29
Su Escarabajo fue el único que se percató de que el corazón
de su gato se había detenido con el suyo, y que estaba acurrucado,
quieto para siempre, debajo de una de las mesas. El Escarabajo
era el único, además, por descontado, que aguardaba que un acon-tecimiento
insólito, confirmante de sus singulares sospechas, com-pletase
las ceremonías del entierro M.
Ya hemos visto que este interés por los objetos le viene a Mujica
Lainez desde su adolescencia y de su posterior vocación de hombre
de museo. Jorge Cruz afirma: «Los objetos de Manuel Mujica Lai-nez
manifiestan, ante todo, la pasión de la belleza y de lo insólito,
la veneración de lo literario y lo histórico» 31.
Lo que atrae a Mujica Lainez de los objetos es su eternidad; en
ellos está más la historia que en los hombres; el hombre hace la his-toria
pero la guardan los objetos. El hecho de que los presente a
veces como narradores puede querer significar una búsqueda de una
mayor objetividad: los objetos son testigos implacables de la vida
del hombre y dicen lo que a veces éste no se atrevería a decir 3! Esta
l7 Ibíd., p. 100.
28 Ibíd., p. 62.
29 Ibíd., p. 184.
30 Ibíd., p. 328.
" Genio y figura de Manuel Mujica Lainez, op. cit., p. 14.
" Dice Oscar TACCA«:P ersiguiendo una asepsia cada vez mayor, una neu-tralidad
o abstención más absoluta, el relato ha quedado a cargo de un árbol
o una casa. Tal lo que ocurre, por ejemplo, en La sangre de Elena Quiroga y
La casa de Mujica Lainez. Pero -es curioso- no podría hablarse de des-humanización.
Paradojalmente, el árbol, la casa, guardan más humanidad que
el narrador de muchas novelas contemporáneas», Las voces de la novela, Madrid,
Gredos, 2." ed., 1978, p. 48.
búsqueda de la objetividad suele darse siempre que se recurre a un
narrador extraño como por ejemplo cuando se busca a un extranjero
para juzgar la vida de un país.
Hay también en los objetos de Mujica Lainez una leve crítica a
la falta de sensibilidad del hombre que no sabe descubrir las huellas
y los mensajes que guardan en ellos.
El interés por los objetos es una de las peculiaridades de la na-rrativa
de Manuel Mujica Lainez.