«La Voz de Canarias» en frecuencia modulada:
un anacronismo radiofónico por anticipación
en los años centrales del franquismo1
JULIO ANTONIO YANES MESA
Profesor titular de Historia de la Comunicación
de la Universidad de La Laguna
Boletín Millares Carlo, núm. 26. Centro Asociado UNED. Las Palmas de Gran Canaria, 2007.
Resumen: En el presente trabajo nos planteamos esclarecer las razones que hacen expli-cables
el corto ciclo vital de la emisora sindical de frecuencia modulada La Voz de Canarias,
la cual estuvo emitiendo en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife desde inicios de 1963 has-ta
poco después de comenzar el año 1965. A tal fin, hemos estudiado las bases materiales
en las que se sustentó el proyecto dentro de la dictadura franquista y, luego, enmarcado su
trayectoria en los contextos insular, estatal e internacional. A la vista de todo ello, hemos
deducido que su fracaso se debió a su prematuro nacimiento, dado que su entorno aún no
había alcanzado el grado de desarrollo socioeconómico suficiente como para demandar los
servicios que prestaba tal tipo de ondas radiofónicas.
Palabras clave: radiodifusión, frecuencia modulada, franquismo, Islas Canarias.
Abstract: Presently work thinks about to clarify the reasons that make accountable the
short vital cycle of the union radio station of modulated frequency The Voice of Canarias,
which was emitting in the city of Santa Cruz of Tenerife from beginnings of 1963 until soon
after of beginning the year 1965. To such an end, we have studied the material bases in
those that the project was sustained inside the pro-Franco dictatorship, and then, framed
its trajectory in the contexts islander, state and international. In view of everything it, we
have deduced that their failure was due to its premature birth, since its environment had
not still reached the degree of enough socioeconomic development as to demand the ser-vices
that it lent such a type of radio waves.
Key words: broadcasting, modulated frequency, tendency to support Franco, Canary Is-lands.
1 Este trabajo de investigación se ha realizado con cargo al proyecto Historia de la
radio en Canarias. De los orígenes hasta el franquismo (PI042005/080), financiado por la
Dirección General de Universidades e Investigación de la Consejería de Educación, Cul-tura
y Deportes del Gobierno de Canarias, por resolución de 10 de mayo de 2006 (Bole-tín
Oficial de Canarias, núm. 120, jueves 22 de junio de 2006).
106 Julio Antonio Yanes Mesa
En la aldea global en la que, cada vez más, está inmersa la humanidad,
muchos son los nuevos retos que a todos los niveles, desde el económico al
cultural, pasando por el ecológico, el migratorio o el informativo, presenta
el acontecer diario en todas partes incluyendo, como no podía ser de otra
manera, las Islas Canarias. Para afrontar la papeleta con las menores proba-bilidades
de errar, tanto los organismos decisorios como la ciudadanía en ge-neral
precisan del conocimiento científico que, desde sus particulares plan-teamientos,
aportan las distintas ciencias sociales, entre las cuales la Historia,
con su mirada serena y profunda en el tiempo, está llamada a desempeñar
un papel fundamental con la explicación de los orígenes y el desarrollo de los
procesos que han conducido a la presente situación. A la vista del especta-cular
crecimiento que ha experimentado la comunicación social desde el úl-timo
cuarto del siglo XX para acá, hasta el extremo de generar lo que se ha
dado en llamar sociedad de la información, la prensa, la radiodifusión, la tele-visión,
las llamadas nuevas tecnologías de la información y la comunicación
y, en definitiva, todo el andamiaje que ha dado soporte al desarrollo del fe-nómeno
reclama un lugar de privilegio dentro de las vertientes a estudiar por
todas las ciencias sociales. En el caso concreto de la Historia, aunque el tema
ha suscitado hasta el momento un escaso interés entre los historiadores, todo
hace pensar en un cambio de tendencia porque la aportación de nuestra dis-ciplina,
al igual que le ocurre a cualquier otra, no puede conformarse con
demostrar su veracidad científica sino, además, revertir en un beneficio pal-mario
para la sociedad. Y tal requisito, que a los historiadores nos obliga a
ser muy sensibles con la problemática actual a la hora de diseñar nuestras
investigaciones, lo cumple como ningún otro el tema que nos ocupa por las
razones comentadas.
En los renglones que siguen, nos proponemos añadir un eslabón más a
la cadena de producción de conocimientos científicos que, desde abajo hacia
arriba, esto es, a partir del estudio previo de todas y cada una de las partes
que componen el todo para no caer en el archiconocido error metodológico
de construir la casa por el tejado, hemos diseñado con el propósito de elabo-rar
una Historia de la radio en Canarias, desde los orígenes hasta el franquis-mo.
El reto está inmerso en una línea de investigación aún mas ambiciosa
que, desde los mismos parámetros teóricos pero con unas perspectivas epis-temológicas
mucho más amplias2, pretende construir a largo plazo una His-toria
de la comunicación social en Canarias en toda la extensión del término.
La hipótesis que pretendemos verificar en esta ocasión está resumida en el
título del propio artículo.
2 El estado de la cuestión y los ejes sobre los que pivota la línea de investigación están
desarrollados en la obra de Julio Antonio Yanes Mesa: Metodología de la Historia de la
Comunicación Social en Canarias. La prensa y las fuentes hemerográficas, Ediciones de
Baile del Sol, Tegueste (Tenerife), 2005.
«La Voz de Canarias» (1963-1965) en frecuencia modulada... 107
1. LA ESTRUCTURA MINIFUNDISTA DE LA RADIODIFUSIÓN ESPAÑOLA A INICIOS
DE LA DÉCADA DE 1960
En los años centrales del franquismo, al margen de estar sometida a la
dictadura, el otro rasgo distintivo de la radiodifusión española era su atomi-zación
en un sinfín de emisoras de baja potencia para, así, cubrir el mayor
espacio geográfico posible ante el atraso socioeconómico del país. Nacida en
coincidencia con el golpe de estado que el general Primo de Rivera diera en
septiembre de 1923, cuando las empresas dedicadas a la importación, mon-taje
y venta de aparatos de radio instalaron las primeras estaciones por su
cuenta para dinamizar, con la emisión esporádica de música, la demanda de
sus productos en el mercado, el medio había dejado patente desde un princi-pio
que su implantación en España no podía seguir, ni de lejos, el espectacu-lar
ritmo del que ya hacía gala en los países más desarrollados. El directorio
militar reguló su desarrollo en base a un régimen de concesiones guberna-mentales
que, desde mediados de 1924, alumbró la aparición de las prime-ras
emisoras legales de Madrid, Barcelona y los islotes más urbanizados del
Estado. La mejor dotada de todas ellas fue Unión Radio, cuyos promotores,
un consorcio formado por las quinces compañías punteras relacionadas con
la radiotelegrafía, llevaron a cabo luego, desde que la ley autorizó la transfe-rencia
de las titularidades, una política de acaparamiento del medio que, a fi-nales
de la década, había cristalizado en una cadena (URSA) que casi mono-polizaba
la radiodifusión española. Con la llegada de la República, el decreto
de 8 de diciembre de 1932 estableció un régimen de concesiones para emi-soras
locales de potencia inferior a los 200 vatios que, de inmediato, propi-ció
el nacimiento de un medio centenar de ellas en las ciudades medianas y
pequeñas del país3, entre las cuales debemos contar Radio Club Tenerife4 y
Radio Las Palmas. En vísperas del estallido de la guerra civil, un indicador
tan frío y objetivo como el número de aparatos receptores instalados, ilustra
magníficamente el atraso hispano en el contexto europeo: 7.403.109 en In-glaterra,
7.192.952 en Alemania, 2.625.677 en Francia y, tan sólo, 303.983 en
España5. Desde entonces, pues, más que vía para el acercamiento de los pue-
3 Véanse, entre otras, las obras de Carmelo Garitaonaindía Garnacho: La radio en
España, 1923-1939 (de altavoz musical a arma de propaganda), Siglo XXI y Universidad
de País Vasco, Madrid y Bilbao, 1988, pp. 14-40; y, para más detalles sobre los inicios,
Manuel Fernández Sande: Los orígenes de la radio en España, 2 vols., Editorial Fragua,
Madrid, 2006.
4 Las etapas previa e inaugural de la emisora tinerfeña están recreadas en el trabajo de
Julio Antonio Yanes Mesa: «El mensuario Radio Tenerife (1935-1936) y los orígenes de la
afición sinhilista en las Islas Canarias», en Juan José Fernández Sanz, Carlos Sanz Establés
y Ángel Luis Rubio Moraga (coords.), Prensa y Periodismo Especializado, 3, vol. I, Univer-sidad
Complutense de Madrid y Asociación de la Prensa de Guadalajara, 2006, pp. 269-283.
5 Véase la obra de Carmelo Garitaonaindía Garnacho: La radio en España…, op. cit.,
pp. 125-126.
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blos y las culturas, como en un principio habían vaticinado los más optimis-tas,
la radio se había convertido en un instrumento de poder para los países
más desarrollados6.
Con el estallido de la guerra civil, el precario cuadro que ofrecía la radiodi-fusión
española se degradó hasta límites extremos a consecuencia del uso pro-pagandístico
del medio, la destrucción de buena parte del tendido eléctrico del
país y, luego, la miseria de la posguerra, factores que al unísono se encargaron
de reducir la audiencia a su mínima expresión. Un escueto dato comercial deja
patente cómo el elitismo volvió a caracterizar la dinámica del medio en aque-llos
aciagos años: mientras la importación anual de aparatos receptores bajó
desde las 180.000 unidades de 1935 a las escasas 4.000 de 1941, la producción
interna del país, incentivada por la autarquía, tan sólo pudo subir entre tales
fechas desde los 15.000 a los 40.000 receptores, éstos de calidad inferior a los
extranjeros7. En cuanto a las titularidades, sin embargo, aunque Falange Espa-ñola
Tradicionalista y de la JONS se hizo con un buen número de las estacio-nes
de la zona republicana, el naciente régimen respetó la propiedad y, tras la
oportuna purga política, la autonomía administrativa de las emisoras locales e,
incluso, de la cadena Unión Radio, S. A. (URSA), la cual, una vez puesta al
servicio de su causa, pasó a denominarse Sociedad Española de Radiodifusión
(SER). A ello debió contribuir la incapacidad del régimen para asumir la ges-tión
directa del sector en el calamitoso contexto de entonces, cosa que deja
patente el hecho de haber tenido que demorar hasta 1944 la inauguración del
primer jalón de su sistema informativo radiofónico, una potente emisora de
onda media en Madrid, de 120 kilovatios, para sacar al aire la programación de
Radio Nacional de España (RNE), creada en Salamanca a poco de comenzar la
guerra con un equipo facilitado por la Alemania nazi a Franco.
Conforme avanzaron los años, las diversas familias del régimen gestaron,
por su cuenta y con los escasos medios disponibles en la época, sus propias
emisoras con fines propagandísticos, las cuales fueron reconocidas y reguladas
en cadenas radiofónicas a lo largo de la década de 1950, cuando la economía
empezó a salir del túnel y la legislación introdujo las vías precisas para ello8.
6 En efecto, a escala internacional, el 50 por 100 de los casi sesenta millones de apa-ratos
receptores de radio que había en el mundo a mediados de los años treinta estaban
instalados en Europa occidental, y más del 40 por 100 en los Estados Unidos, mientras
que a Latinoamérica, Asia, África y Oceanía ni tan siquiera le correspondían el 10 por
100, la mayoría ubicados en los enclaves más accidentalizados (véase la obra de Pierre
Albert y André-Jean Tudesq: Historia de la radio y la televisión, Fondo de Cultura Eco-nómica,
Méjico, segunda edición en español, 2001, p. 54; edición original francesa: Histoire
de la radio-télévision, 1981).
7 Véase la obra de Armand Balsebre Torroja: Historia de la radio en España (1939-1985),
vol. II, Ediciones Cátedra, Madrid, 2002, pp. 55-57.
8 Los detalles legislativos sobre el medio durante el franquismo, están recogidos en la
obra de Eduardo Gorostiaga Alonso-Villalobos: La radiotelevisión en España (Aspectos jurí-dicos
y derecho positivo), Universidad de Navarra, Pamplona, 1976, pp. 161-458.
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De 1941 data Radio SEU (Sindicato Español Universitario) de Madrid, embrión
de las estaciones-escuela creadas en todo el país por el Frente de Juventudes
con el indicativo Radio Juventud de… para formar a los profesionales del
medio, las cuales fueron agrupadas en 1958, cuando su número rondaba las
sesenta, en la Cadena Azul de Radiodifusión (CAR). Previamente, una orden
de 4 de noviembre de 1954 (BOE del 12 de noviembre de 1954) había creado
la Red de Emisoras del Movimiento (REM), ésta constituida por el medio cen-tenar
de estaciones que, con el indicativo La Voz de…, dependían de la Secre-taría
General del Movimiento. Por las mismas fechas, el Sindicato Vertical ha-bía
empezado a montar sus propios órganos radiodifusores haciendo también
suyo el indicativo La Voz de…, germen de la Cadena de Emisoras Sindicales
(CES) que, a finales de la década, integraban otras sesenta emisoras, de las que
más de la mitad no rebasaba el kilovatio de potencia9.
Mientras tanto, la jerarquía eclesiástica había empezado a hacerse con sus
propias estaciones al calor del concordato que, el 27 de agosto de 1953, ha-bían
firmado el gobierno franquista y la Santa Sede, por el cual se reconocía
a la Iglesia el derecho a tener sus órganos de difusión en España. Los oríge-nes
del sector se remontaban a los años posteriores a la guerra civil, cuando
los sacerdotes radioaficionados, que hasta entonces se habían conformado con
intercambiar controles y misivas con otros entusiastas del medio, empeza-ron
a readaptar sus equipos para hacer llegar, a través de la onda media, la
misa a los enfermos e impedidos, cosa que luego extendieron a las homilías
y los rezos del rosario. Con la vía legal abierta por el concordato, el proceso
se disparó en todo el Estado, tal y como ilustran las 115 emisoras parroquiales
que fueron detectadas en la península por una inspección parcial en 1957,
todas con unos medios tan precarios que la potencia de la mayoría rondaba
los doce vatios, y ninguna de ellas llegaba, siquiera, al medio kilovatio10. En
Canarias, el sector no despuntó hasta 1958, cuando, con las consabidas ca-rencias
de sus homólogas peninsulares, empezó a emitir Radio Catedral de
Las Palmas a iniciativa del obispo de la diócesis Canariense Antonio Pildain
Zapiain11.
9 Véase la obra de Julio Antonio Yanes Mesa y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges: La
radiodifusión sindical del franquismo. «La Voz del Valle» en las Islas Canarias, 1960-1965,
Ayuntamiento de La Orotava, Cabildo de Tenerife y Gobierno de Canarias, La Orotava
(Tenerife), 2007, pp. 55-61.
10 Véanse más detalles en la obra del sacerdote Jesús García Jiménez: Radio pastoral,
Editorial Vizcaína, «Biblioteca de Estudios Pastorales», Bilbao, 1962, pp. 52-56; y Armand
Balsebre Torroja: Historia de la radio…, op. cit., vol. II, pp. 114-141.
11 Secundada a los dos años por Radio Popular de Güímar, ésta dotada con todos los
medios básicos por el vecindario de la localidad tinerfeña ante el deseo que tenía, como toda
la población isleña, de abrir sus perspectivas culturales en los oscuros años del franquismo,
la cual, a pesar de ingresar de inmediato en la embrionaria Cadena de Ondas Populares Es-pañolas
(COPE), fue cerrada por el obispado en 1969 sin resarcir a los vecinos, tras montar
110 Julio Antonio Yanes Mesa
Sobre la precaria red comunicativa que tejía un cúmulo tan grande de di-minutas
emisoras, Radio Nacional de España había empezado a inaugurar
desde inicios de los años cincuenta, al calor de los efectos beneficiosos de
las primeras medidas aperturistas del régimen, algunos centros secundarios
con el ánimo de hacer llegar, poco a poco, la señal a toda la geografía espa-ñola.
Por entonces, las otras modificaciones que registró el espectro radio-fónico
del país se redujeron a la ampliación, desde mediados de la década, de
los efectivos de la SER, cuando el decreto de 9 de julio de 1954 autorizó la
transferencia de las concesiones dadas a los particulares, sin que el proceso
conllevara la introducción de mejora cualitativa alguna en las estaciones in-corporadas.
En efecto, la sucesora de URSA se limitó a adquirir la titulari-dad
de la mayoría de las emisoras privadas del Estado, tanto de las locales
de baja potencia creadas en la República como de las integrantes de la cade-na
que, al amparo oficial, forjara el falangista Ramón Rato Rodríguez San Pe-dro
a partir de 195012, las cuales siguieron funcionando con los mismos me-dios.
En definitiva, a inicios de los años sesenta, aunque España tenía más
emisoras que todos los países de Europa occidental juntos, estaba a la cola
en cuanto a la potencia global de emisión13. Se trataba, pues, de una estruc-tura
minifundista que, guardando coherencia con el atraso socioeconómico del
contexto, era el fruto de los esfuerzos de las distintas familias del franquis-mo
por cubrir, con los escasos recursos disponibles, el mayor territorio po-sible
con las ondas. Aunque Madrid recibía continuos requerimientos de los
organismos europeos para que homologara la red a la del viejo continente,
la escasez presupuestaria impidió, hasta bien avanzados los años sesenta,
introducir las medidas correctoras oportunas.
2. EL PLAN DE ESTABILIZACIÓN DE 1959 Y EL PLAN TRANSITORIO DE ON-DAS
MEDIAS DE 1964
Como es de sobra conocido, la situación del país cambió drásticamente a
raíz de la promulgación, en el verano de 1959, del llamado Plan de Estabili-zación,
el cual introdujo un reajuste general en la economía que, no sin un
por su cuenta, haciendo un fuerte desembolso económico en un enclave mucho más dinámico,
Radio Popular de Tenerife en La Laguna (véanse detalles pormenorizados que, aunque refe-ridos
a un caso concreto, son representativos del despegue inicial del sector a lo largo y ancho
del Estado, en la obra de Julio Antonio Yanes Mesa: Los orígenes de la COPE en Canarias.
«Radio Popular de Güímar», 1960-1969, Ediciones del Baile del Sol con la colaboración del
Ayuntamiento de Güímar y el Cabildo de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 2007.
12 Véase la obra de Armand Balsebre Torroja: Historia de la radio…, op. cit., vol. II,
p. 303.
13 Véase la obra de Jesús García Jiménez: Radio Pastoral, op. cit., p. 19.
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alto coste social, propició el drenaje al exterior de los excedentes laborales
propios y el despegue en el interior del turismo de masas. Para ilustrar la
magnitud de un proceso que hasta la crisis internacional de 1973 desató un
«crecimiento sin precedentes en la economía española»14, basta con recordar
los datos referidos a las dos vías recién abiertas para la captación de liqui-dez
del exterior. Según refiere la memoria anual del Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social, los trabajadores que emigraron a Francia, Alemania y, en
menor medida, los restantes países punteros del viejo continente entre ta-les
fechas rebasaron ligeramente el millón, cifra que los estudios más recien-tes
han duplicado al descubrir la existencia de un contingente similar que
partió al margen de la tutela del Estado15. Las paralelas remesas enviadas
desde tales destinos a España, sin perder de vista que los grandes benefi-ciados
del proceso fueron los países receptores del éxodo, subieron de los
116 millones de dólares de 1961 a los 1.268 de 1973, esto es, se multiplica-ron
por 11 enteros. Algo similar ocurrió con los ingresos generados por el
turismo, que aumentaron sin solución de continuidad desde los 385 a los 3.216
millones de dólares16, uno de cuyos enclaves principales fue el Puerto de la
Cruz en las Islas Canarias, donde la oferta de las plazas hoteleras se multi-plicó
por 8,70 entre 1963 y 197317.
Para comprobar hasta qué punto los efectos del Plan de Estabilización se
dejaron sentir en toda la economía española y, junto a las novedades traídas
por la favorable coyuntura internacional, empezaron a modernizar la estruc-tura
social del país, basta con echar un vistazo a algunos indicadores de los
sectores primario y secundario. En el caso concreto de la agricultura, entre
1960 y 1970, el número de cosechadoras subió de 5.025 a 31.596, el de trac-tores
de 56.845 a 259.817 y el uso de fertilizantes de 37 a 72 kilogramos por
hectárea. En paralelo al incremento de la productividad del sector y a la pu-janza
de las actividades urbanas, el país asistió a un fuerte éxodo rural que,
a lo largo de la década, contrajo la población activa del campo en más de una
tercera parte. Pero como el avance fue aun mayor en los otros renglones eco-nómicos,
tales mejoras no impidieron que la participación agraria en el pro-ducto
interior bruto bajara del 21 al 11 por 100, al tiempo que la industria,
con la producción automovilística creciendo a un 22 por 100 anual entre 1958
14 Para más detalles, véase la obra de Gabriel Tortella Casares: El desarrollo de la
España contemporánea. Los siglos XIX y XX, Alianza Editorial, Madrid, 1994, pp. 197-377.
15 Tal y como recrea la obra de Juan Bautista Vilar Ramírez y María José Vilar García:
La emigración española a Europa en el siglo XX, Arco Libros, colección: «Cuadernos de His-toria
», nº 66, Madrid, 1999, pp. 27-30 y 79, en particular.
16 Véase la obra de Eric M. Baklanoff: La transformación económica de España y Portu-gal
(la economía del franquismo y del salazarismo), Espasa-Calpe, Madrid, 1980, pp. 103-105.
17 Se trata de datos extraídos de la obra de Antonio Álvarez Alonso: Agricultura y turis-mo
en el Valle de La Orotava. Un modelo de articulación, tesis doctoral inédita, Facultad de
Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna, noviembre de 1983, vol. II, pp. 499-
504.
112 Julio Antonio Yanes Mesa
y 1973, subía del 26 al 34 por 10018. La bonanza económica también se dejó
sentir, como no podía ser de otra manera, en la radio que, desde inicios de
la década, empezó a dar unas señales de mejora cada vez más consistentes,
tanto en el sector privado como en el público.
En el caso de la SER, la programación realizada desde Radio Madrid para
toda la cadena, que durante los años cincuenta había permanecido estancada
en unas trece horas semanales, entró a partir de 1960 en un proceso expan-sivo
sin solución de continuidad. Paralelamente, el ritmo que llevaba la ins-talación
de los centros secundarios por Radio Nacional de España para cu-brir
toda la geografía española se aceleró de tal manera que, entre el 7 de
septiembre de 1963 y el 18 de julio de 1964, culminó con la puesta en mar-cha
de una potente estación en Oviedo y los llamados centros emisores del
Noroeste (A Coruña), Sur (Sevilla), Nordeste (Barcelona) y el Atlántico (Te-nerife)
19. Más ilustrativa aún del cambio de coyuntura fue, tras la serie de
decretos promulgados desde agosto de 1958 cuya aplicación, como dijimos,
siempre se demoraba por las penurias económicas de la época, la aprobación
a finales del propio año 1964 del llamado Plan Transitorio de Radiodifusión
en Ondas Medias20. Con esta disposición, el gobierno franquista se propuso
atender los requerimientos que, desde la década anterior, había recibido desde
el exterior, con el propósito, al margen de homologar su infraestructura ra-diofónica
a la del viejo continente, de allanar el camino para su ansiada inte-gración
en la recientemente constituida Comunidad Económica Europea.
Hasta el momento, lo único que había podido hacer el régimen al respecto
había sido concertar, en noviembre de 1959, un acuerdo con la Iglesia21, a con-secuencia
del cual la jerarquía eclesiástica cerró unos dos centenares largos
de emisoras parroquiales y agrupó las sobrevivientes en una nueva entidad
jurídica centralizada, embrión de la Cadena de Ondas Populares Españolas
(COPE). Ahora, con el Plan Transitorio de Radiodifusión en Ondas Medias,
se pretendía racionalizar y clarificar todo el sector, cosa que se hizo median-te
la concesión de un número restringido de licencias al Estado, el Movimien-to
y la Iglesia, con la especificación, en cada caso, de la categoría (estatal,
comarcal y local), la potencia y la ubicación territorial. Para impulsar la di-versificación
del espectro de emisión del medio, las estaciones autorizadas
fueron obligadas a emitir, simultáneamente, en frecuencia modulada, alterna-
18 Remitimos de nuevo al lector a la obra de Gabriel Tortella Casares: El desarrollo
de la España…, op. cit., pp. 242-244 y 283-284.
19 Véase la obra de Armand Balsebre Torroja: Historia de la radio…, op. cit., vol. II,
pp. 222-223 y 401-403.
20 Al margen de la obra citada en la nota 7, véase la obra de Julio Antonio Yanes Mesa
y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges: La radiodifusión sindical…, op. cit., pp. 60 y 74, en par-ticular.
21 Véase la obra de Armand Balsebre Torroja: Historia de la radio…, op. cit., vol. II,
pp. 466-470.
«La Voz de Canarias» (1963-1965) en frecuencia modulada... 113
tiva que, de manera exclusiva, se les ofreció al más del cuarto de millar que
tuvieron que suspender sus emisiones en onda media en julio de 1965, cuando
entró en vigor la disposición22. Ello no impidió la clausura de la inmensa ma-yoría
de ellas porque la frecuencia modulada no disponía, en una época en la
que los receptores capacitados para su sintonización eran muy escasos, de
la infraestructura adecuada para conseguir su implantación en el país, ni éste
había alcanzado el grado de bienestar suficiente para ello. Las secuelas de
tales rémoras habían sido comprobadas previamente por La Voz de Canarias,
promovida en el seno del Sindicato Vertical por algunos entusiastas del me-dio
en Santa Cruz de Tenerife.
3. LA TARDÍA IRRUPCIÓN DE LA FRECUENCIA MODULADA EN ESPAÑA
La radiodifusión en frecuencia modulada empezó a desarrollarse en el
mercado norteamericano muy lentamente después de la II Guerra Mundial, en
consonancia con la precariedad de los equipos emisores, el uso marginal de
éstos en las estaciones de onda media, la escasa calidad de las programaciones
y la carestía de los receptores dotados para captar tal tipo de señal. Así, ciñen-do
su uso a la educación y la música clásica, el sector evolucionó en las dos
décadas siguientes desde la veintena de emisoras que funcionaban en 1941, las
cuales apenas suponían un 2 por 100 de las totales, a las 668 de 1960, cuando
tal porcentaje llegaba al 17 por 100. Fue a continuación cuando, al calor del
crecimiento económico de los años sesenta, el sector empezó a configurarse
como un medio diferenciado y, en consecuencia, a crecer ya de manera deci-dida
y sin solución de continuidad, lo que le permitió emanciparse de las es-taciones
de onda media y adquirir, con los ingresos publicitarios, una estruc-tura
empresarial autónoma. Al margen de las razones derivadas de la bonanza
económica, al proceso contribuyeron las mejoras introducidas por la estereo-fonía,
la prohibición de las emisiones simultáneas en onda media y frecuencia
modulada, y la competitividad del medio para hacer frente, por la mayor cali-dad
de las audiciones y los menores costos de programación musical, a la te-levisión23.
Todo ello, unido al desarrollo del mercado discográfico en los Esta-
22 Adelantándose cinco meses a tales medidas, la Comisión episcopal de medios de comu-nicación
social del Estado, en reunión celebrada en Madrid el 16 de febrero de 1965, había
acordado clausurar, a la vista del decreto que reducía las emisoras de onda media de la Iglesia
a cincuenta en todo el país, todas las que, estando bajo los auspicios de las parroquias y otros
organismos eclesiásticos, quedaron fuera de la ley, instando a los obispos a tomar las medi-das
oportunas al efecto (véase el Boletín Oficial del Obispado de Tenerife, julio de 1965, nº 7,
p. 603), de lo que quedó al margen Radio Catedral de Las Palmas.
23 Entre 1947 y 1952, esto es, en tan sólo un lustro, los receptores de televisión insta-lados
en los Estados Unidos pasaron de 30.000 a nada menos que 15.000.000 (véase la obra
de Pierre Albert y André-Jean Tudesq: Historia de la radio y la televisión, op. cit., pp. 87-89).
114 Julio Antonio Yanes Mesa
dos Unidos y el auge de los programas educativos audiovisuales, hicieron que
la frecuencia modulada se especializara a partir de entonces en la música. La
evolución de las ventas anuales de los receptores que tenían incorporada la
banda de la frecuencia modulada, que del millón de 1959 subieron a los vein-te
millones diez años más tarde, ilustra magníficamente el espectacular creci-miento
del sector a lo largo de la década24.
En coherencia con el atraso socioeconómico del país, la frecuencia modu-lada
llegó a España con décadas de demora en relación a los Estados Unidos,
en marzo de 1957, cuando Radio Nacional de España empezó a emitir cuatro
horas diarias desde Madrid, a los dos años otras tantas en Barcelona y, a par-tir
de 1960, en Valencia. Tales emisiones prosiguieron de manera testimonial
hasta finales de 1964, cuando la dictadura franquista, al calor de los primeros
beneficios generados por el Plan de Estabilización, se propuso diversificar el
espectro radiofónico y, con ello, modernizar y centralizar su aparato propagan-dístico.
En efecto, fue entonces cuando la legislación, al margen de reforzar la
presencia del sector estatal en la onda media, ofreció la frecuencia modulada
como alternativa de supervivencia a los dos centenares y medio de emisoras
clausuradas para cumplir las directrices de los organismos internacionales.
Pero como la inmensa mayoría de los receptores que había en el país sólo es-taban
capacitados para sintonizar las ondas media y corta, y el nivel de vida de
la población aún no había alcanzado las cotas suficientes como para demandar
los servicios que prestaba tal tipo de señal, la medida apenas dio frutos en los
islotes más desarrollados de la península. En el ámbito privado, aunque la SER
ya había hecho sus primeros pinitos en Radio Mediterráneo de Valencia, en
1960, y Radio Barcelona, dos años más tarde, éstos derivaron más de la curio-sidad
del personal técnico por el novedoso sistema de propagación que de las
estrategias de gestión porque, como dijimos, razones comerciales no había
para llevar a cabo tal tipo de iniciativa en el mercado español.
Pero al margen de la radiodifusión oficial española, desde finales de los
años cincuenta estaban funcionando en España, en el seno de los tres micro-cosmos
que conformaban las bases norteamericanas de Zaragoza, Morón-Se-villa
y Torrejón de Ardoz, otras tantas emisoras en frecuencia modulada al
estilo de las que, por entonces, estaban en expansión en los Estados Unidos.
El contraste con el quehacer de la radio franquista era tan acusado que la
programación de éstas se reducía a la emisión de música ligera anglosajona
durante todo el día, unas veces en directo y otras mediante cintas grabadas
que llegaban del exterior, con la intercalación de algún que otro radioteatro
o concurso humorístico procedentes, asimismo, de los Estados Unidos25. Des-de
el punto de vista profesional, la mayor innovación que introdujo la nueva
forma de hacer radio fue la conversión de los locutores en disc jockey que,
24 Para más detalles, véase la obra de Alberto Díaz Mancisidor: La empresa de radio
en USA, Universidad de Navarra, Pamplona, 1984, pp. 65-66 y 153-160.
«La Voz de Canarias» (1963-1965) en frecuencia modulada... 115
además de la tradicional locución, asumían las funciones del técnico opera-dor
de la mesa de mezclas y del montador musical. Conforme avanzó la dé-cada,
los tres implantes foráneos en la radiodifusión franquista se dejaron
sentir en las áreas geográficas inmediatas a ellos, donde llegaban las señales
y, al ser sintonizadas, introdujeron nuevos hábitos de consumo en un sector
de la audiencia. Pero no sería hasta después del franquismo cuando, en Ma-drid,
Barcelona y los enclaves más urbanizados y turísticos del país, empezó
a desarrollarse el sector al compás del definitivo despegue del mercado dis-cográfico
en España, en un proceso que, en sucesivas oleadas, llegó al resto
del Estado, al ritmo que ha marcado la paulatina modernización en la que
quedó inmerso desde entonces para acá.
En definitiva, en la primera mitad de los años sesenta, instalar una emi-sora
de frecuencia modulada en España era, simple y llanamente, un desati-no,
tanto desde el punto de vista comercial como del propagandístico, más
aún en la zona periférica del Estado donde, a inicios de 1963, salió al aire la
estación sindical La Voz de Canarias.
4. EL CORTO Y PENOSO CICLO VITAL DE LA VOZ DE CANARIAS26
La emisora sindical en frecuencia modulada La Voz de Canarias salió al
aire en Santa Cruz de Tenerife a inicios de 1963, con una propuesta radiofó-nica
centrada, desde las siete de la tarde a las doce de la noche, en la músi-ca,
tanto clásica como ligera. Su montaje había supuesto todo un reto para
su artífice, el técnico autodidacta Wigberto Ramos Martínez, que, con ante-lación,
había instalado también con sus propios medios tres estaciones de onda
media en la provincia: Radio Juventud de Canarias, La Voz del Valle de La
Orotava y La Voz de la Isla de La Palma; estas dos últimas sindicales, como
la que nos ocupa. Domiciliada en el piso 12 del rascacielos que era sede del
Sindicato Vertical, La Voz de Canarias tenía un equipo emisor de tan sólo 35
vatios cuya señal no rebasaba los ocho kilómetros de distancia, aunque por
la manera de propagarse tal tipo de ondas y la limpieza que, por entonces,
había en el espectro radiofónico, con frecuencia llegaba a los navíos que cru-zaban
las aguas próximas, los cuales solían remitir saludos y controles27. Des-
25 Véase la obra de Armand Balsebre Torroja: Historia de la radio…, op. cit., vol. II,
pp. 345-357 y 397-398.
26 Véase el diario La Tarde de Santa Cruz de Tenerife, 27 de agosto de 1963, p. 3, «La
Voz de Canarias. Única emisora de frecuencia modulada (FM) en el archipiélago», por Olga
Darias.
27 Conversación mantenida con el propio Wigberto Ramos Martínez (03-01-1919) en
marzo de 2006, el técnico más importante de la radiodifusión canario-occidental durante el
franquismo (véase al respecto: El Día de Santa Cruz de Tenerife, 8 de febrero de 1985, p.
2, artículo de Ernesto Salcedo Vílchez).
116 Julio Antonio Yanes Mesa
de un principio, sus promotores se plantearon el objetivo de ampliar la po-tencia
de emisión hasta los 250 vatios, la que, en teoría, tenían por entonces
las escasísimas estaciones sindicales de las mismas características que ha-bía
en el país28, y montar sendos repetidores en los montes de La Esperan-za
e Izaña para ampliar la zona de cobertura, propósito que, por las razones
que a continuación comentamos, nunca llegó a cristalizar.
Bajo la dirección de Antonio Cruz García, el personal técnico que prota-gonizó
la aventura estuvo integrado por el jefe de programación, Pedro Ro-dríguez
Gutiérrez, el realizador, Jesús Nicolás de León González29, y los sin-cronizadores
que se turnaban en la mesa de mezclas, Domingo Santamaría,
José Luis Gómez, Alberto Méndez y Ramón Navarro. Los locutores, todos
formados con los cursos de locución que se impartían en la radio-escuela de
Radio Juventud de Canarias, fueron Ángel Jorge González, María Elvira Saave-dra
de la Torre, María del Carmen Mascareño, María Francisca Pérez, Ofelia
Córdoba y María del Carmen Alayón30. Al margen del elemento humano y el
instrumental básico para poder emitir, la estación tenía una discoteca dota-da,
por las vías más diversas, con medio millar de unidades, la cual nutría,
como dijimos, el grueso de la parrilla de la programación, evidentemente,
junto con los boletines informativos y propagandísticos que el Sindicato Ver-tical
hacía circular por toda la cadena. Con la publicidad y las cuotas de los
socios protectores comprometidos inicialmente, cuyo número se pensaba que
aumentaría espontáneamente con el paso del tiempo, La Voz de Canarias sa-lió
al aire a inicios de 1963 con la intención de conseguir los ingresos nece-sarios
para, simplemente, cubrir sus gastos de funcionamiento, los cuales
habían restringido sus promotores a su mínima expresión.
28 Decimos en teoría porque las cuatro emisoras (incluyendo La Voz de Canarias) que,
a finales de 1962, emitían en frecuencia modulada entre las 59 sindicales que había en
el país, estaban oficialmente registradas con una potencia de emisión de 250 vatios, cosa
que, al menos, en el caso de la que nos ocupa, no era cierto (véanse detalles en la obra
de Julio Antonio Yanes Mesa y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges: La radiodifusión sindi-cal…,
op. cit., pp. 20 y 21).
29 Éste, junto al director, Antonio Cruz García, formarían parte luego del vasto plantel
de colaboradores que, en la primavera de 1964, reunió la sección de radio de la reciente-mente
constituida Comisión de cine, radio y televisión de la diócesis Nivariense (se trata de
un dato recabado en el archivo personal del sacerdote Prudencio Redondo Camarero, direc-tor
por entonces de Radio Popular de Güímar, la primera emisora eclesiástica de la provincia
occidental del archipiélago).
30 De todos ellos, tan sólo María del Carmen Alayón Cabrera, que en 1976 estaba en
plantilla en el sector emisiones y producción del Centro Emisor del Atlántico de Radio Na-cional
de España, estaba adscrita a la asociación sindical de profesionales del medio de la
provincia a inicios de la transición democrática, tal y como se puede comprobar en el folle-to
Asociación sindical provincial de profesionales de radiodifusión y televisión de Santa Cruz
de Tenerife, listas oficiales de 1976 (se trata de un dato recabado en el archivo personal del
sacerdote José Siverio Pérez que, por entonces, era el director de Radio Popular de Tene-rife).
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Pero a pesar de las economías que se hicieron, la emisora acusó desde
un principio la menudencia de su potencial clientela, hasta el extremo de que
las fuentes orales nos han comentado que el grueso del vecindario de Santa
Cruz desconocía su existencia. Con tan limitadas perspectivas, el Club mu-sical
de los socios, cuyas cuotas debían rondar las diez pesetas mensuales,
se estancó en unas cifras bajísimas, por más que reuniera a toda la élite que
en aquella época, meses antes de la puesta en marcha del Centro regional de
Televisión Española en Canarias, le gustaba la música y, además, podía per-mitirse
el lujo de tener un receptor capaz de sintonizar la frecuencia modu-lada.
Con tan raquítico índice de penetración en su entorno, a pesar del alto
perfil socioeconómico de la audiencia, la captación de publicidad se movió en
las cifras testimoniales que debieron propiciar los compromisos personales
porque la rentabilidad de la inversión era nula para cualquier negocio, con lo
que el ente quedó inmerso en un déficit crónico. La agonía se prolongó has-ta
el año 1965 merced a las 25.000 pesetas mensuales que su hermana de
La Orotava, ésta de onda media y sumamente rentable31, empezó a trasva-sar
a sus arcas de inmediato, junto a otras partidas extraordinarias para cu-brir
los gastos de material técnico, discográfico y bibliográfico pendiente de
pago, hasta que un día se decidió cerrar la estación.
Los equipos de La Voz de Canarias fueron puestos de nuevo en marcha
meses más tarde en La Orotava, cuando el Plan Transitorio de Ondas Medias
obligó a La Voz del Valle a suspender las emisiones en onda media y a emitir
en frecuencia modulada, donde, por los mismos motivos32, vivieron otra eta-pa
con dificultades similares durante otros dos años. Todavía hubo un tercer
capítulo, cuando parte del material de La Voz de Canarias fue utilizado por
Wigberto Ramos Martínez para instalar el equipo emisor de frecuencia mo-dulada
que la legislación exigió, en este caso, simultáneamente al de onda
media, a Radio Popular de Güímar, aunque éste no llegó siquiera a encenderse
por la inmediata clausura de la emisora por las autoridades eclesiásticas33.
31 Véase la obra de Julio Antonio Yanes Mesa y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges: La
radiodifusión sindical…, op. cit., pp. 199-224
32 Ibídem, pp. 79-96. El número de receptores aptos para captar la frecuencia modulada
era tan reducido en la zona, que los gestores de La Voz del Valle decidieron llegar a un acuer-do
con una casa catalana para importar un mecanismo que, colocado a un costo mínimo,
permitía la sintonización de tal tipo de ondas en cualquier receptor, estrategia que abando-naron
pronto por la escasa respuesta del público ante su preferencia, en aquellos años pre-vios
al desarrollo del mercado discográfico, por la tradicional onda media.
33 Véase la obra de Julio Antonio Yanes Mesa: Los orígenes de la COPE en Canarias...,
op. cit., pp. 197-211.
118 Julio Antonio Yanes Mesa
CONCLUSIÓN
La crítica y fugaz trayectoria de La Voz de Canarias en frecuencia modu-lada
en la primera mitad de los años sesenta se hace explicable porque su
fundación, fruto de la inquietud de unos cuantos entusiastas del medio al
amparo de la cobertura legal que les brindaba el Sindicato Vertical en el fran-quismo,
se produjo en un entorno que aún no había alcanzado el grado de
modernización suficiente como para generar la audiencia y los ingresos pu-blicitarios
necesarios. La suya, pues, fue la crónica de un anacronismo radio-fónico
por anticipación en Santa Cruz de Tenerife, porque todavía tendrían
que pasar unas dos décadas para que el servicio musical prestado por tal tipo
ondas fuera comercialmente rentable en el archipiélago.