Lezama Lima o la revolución del mito
ENRIQUE PÉREZ CRISTÓBAL
Universidad de Hevry Val-d’Essonne. París
«Nada se asemeja más al pensamiento
mítico que la ideología política»
Claude Lévi-Strauss, Antropología estructural1
Boletín Millares Carlo, núm. 27. Centro Asociado UNED. Las Palmas de Gran Canaria, 2008.
Resumen: En diciembre de 1960, Lezama Lima publica en Lunes de Revolución, donde su
poesía había sido acusada de conservadora, la primera serie de versal de «Dador». A tra-vés
de una lectura minuciosa de dicho texto, escrito en 1954, es posible apuntar la posibi-lidad
de que Lezama pudiera encontrar en él una anticipacion, de carácter mítico, tanto de
la Revolución Cubana como de su Reforma Agraria.
Palabras claves: Lezama Lima , «Dador», mito, creación, cambio, Revolución Cubana, Re-forma
Agraria.
Abstract: In the month of December 1960, Lezama Lima published in the magazine Lunes
de Revolución, where his poetry had been accused of conservative, «Dador»’s first verse
series. By means of close reading of this text, written in 1954, it is possible to formulate
the hypothesis that Lezama Lima could found in these verses a mythical premonition of the
Cuban Revolution and the Agrarian Reform.
Keys-words: Lezama Lima, «Dador», mythe, creation, change, Cuban Revolution, Agrarian
Reform.
A comienzos de 1960, en el Collège de France, y en el transcurso de la
clase inaugural de la cátedra de Antropología Social, Lévi-Strauss se pregun-taba:
«Lo propio de los mitos —que ocupan un lugar tan importante en nues-tras
investigaciones—, ¿no es acaso evocar un pasado abolido y aplicarlo como
una trama, sobre la dimensión del presente, a fin de descifrar en ella un sen-tido
en el cual coincidan ambas caras, la histórica y la estructural?»2 A fines
1 Claude Lévi-Strauss, Antropología estructural, Barcelona, Paidós, 1995, p. 232.
2 Ibid., p. 21.
416 Enrique Pérez Cristóbal
de ese mismo año, en Cuba, en el magazine cultural de la revista Revolución,
Lezama Lima publicaba la primera serie versal de «Dador»3, poema que pre-sentaba,
en forma de mito, una ambiciosa «teoría» acerca del cambio y la crea-ción.
Si la poesía de Lezama había sido acusada, meses antes —tanto en el
suplemento como en la propia revista Revolución—, de retórica y gratuita4,
el autor de Muerte de Narciso tenía ahora la posibilidad de mostrar explícita-mente
su «cercana lejanía» con la Revolución. De nuevo podía invocar pú-blicamente
al ángel de la jiribilla: aquella figura con la que un año antes ha-bía
interpretado la llegada de la Revolución, cuyo significado último, entendía
Lezama, venía a confirmar, de hecho, su concepción mítica de la historia5.
Hecho que el poeta nunca se cansó de subrayar. Interrogado años más tarde
acerca de las relaciones entre su producción literaria y la Revolución, afirma-ba:
«En vísperas de la Revolución yo escribía incesantemente sobre las infi-nitas
posibilidades de la imagen en la historia. Y, de pronto, se verifica el he-cho
de la Revolución. Nuestra historia se vuelve un sí, una inmensa
afirmación, el potens nuestro comienza a actuar en la infinitud. Eso es para
mí su lección fundamental»6.
La decisión de Lunes de rodear la primera serie versal de «Dador» con
dos poemas de dos abanderados de la Revolución —«Tierra en la sierra y el
llano» o son al anunciarse la Reforma Agraria, de Nicolás Guillén, y «El com-pañero
», de Manuel Navarro Luna7—, más que un reconocimiento de la nueva
generación al autor de La fijeza, parecía antes un nuevo intento por mostrar
tanto la gratuidad como la falta de comprensión histórica y estética por par-te
de Lezama ante el desarrollo político y cultural cubano. Basta leer así una
de las estrofas del poema de Guillén.
Con Fidel que me acompaña,
con Fidel verde y florido,
vengo a cortarte la mano,
vengo a coger lo que es mío,
te veré8.
y compararla con algunos de los versos de «Dador»,
El esturión con flaca tinta borrosa
preparando los tapetes rajados de las consagraciones,
3 Lunes de Revolución, núm. 87, 19 de diciembre de 1960, p. 14.
4 José Álvarez Baragaño, «Orígenes: una impostura», Revolución, 14 de marzo, 1959;
Heberto Padilla, «La poesía en su lugar», Lunes de Revolución, 7 de diciembre, 1959.
5 Lezama, «Se invoca ahora al Ángel de la jiribilla» (1959), «A partir de la poesía», La
cantidad hechizada, Obras completas, México, Aguilar, 1977, vol. 2, pp. 840-842.
6 «Literatura y Revolución», Imagen y posibilidad, La Habana, 1981, p. 133.
7 Publicados, respectivamente, en las páginas 13 y 15 de ese mismo número 87 de Lu-nes...,
op. cit.
8 Nicolás Guillén, «Tierra en la sierra y el llano», Tengo, Obra poética, La Habana, Edi-torial
Letras Cubanas, 2002, vol. 2., pp. 95-96
Lezama Lima o la revolución del mito 417
comienza a balbucir en el culto maternal de las aguas.
El sentarse, ya se interpone la mitad del otro cuerpo
sobre las dos manos cruzadas, desconocido intermediario
que trae el terror de la pintada tiara9.
para entender el porqué de ciertas críticas de los jóvenes de Lunes: «La poe-sía
que ha de surgir ahora en un país nuevo no puede repetir las viejas con-signas
de Trocadero [residencia de Lezama]. El poeta que expresa su angus-tia
o su alegría tendrá una responsabilidad por vez primera; al canto gratuito
habrá que oponer una voz de servicio. A la retórica desmedida, un aliento fí-sico,
esencial»10.
Y, sin embargo, el hecho de publicar aquella primera serie versal de «Da-dor
» —que no constituía propiamente el comienzo del poema, en un medio
donde su poesía había sido puesta en entredicho—, y tan sólo a once días de
que la imprenta de Teniente Rey terminase de imprimir Dador, obliga a ha-cerse
la pregunta de por qué Lezama decidió publicar entonces ese poema y
no cualquier otro, esa serie versal y no otra.
Lunes no era la mejor tribuna para presentar en sociedad un mito de re-sonancias
católicas acerca de la creación poética. Un medio desde donde se
había criticado a los origenistas el empleo no ya de términos religiosos, sino
de palabras como «reino», «corona», «príncipe» o «heraldo»11. ¿Por qué vol-vía
pues Lezama a insistir de nuevo? La costumbre de Lezama por aquel
entonces no era ya la de defenderse abiertamente ante las críticas, sino la
de «ofrecer, como decía Darío, una soberbia insinuación de brisa»12. Una bri-sa
que Lezama ya había hecho soplar veladamente en «Corona de las frutas»,
primer texto publicado tras la crítica de Heberto Padilla13. No había por ello
motivo para continuar desplegando una defensa frente a un ataque que nacía
de una instintiva incomprensión hacia su poesía. Con su obra en pleno ries-go
de madurez, Lezama había preferido ofrecer, en el año de la Reforma Agra-ria,
y junto a la vehemente y oportuna celebración de Guillén, un texto que
había sido escrito casi seis años antes, pero que los acontecimientos pare-cían
no tanto haber puesto de actualidad como dotado de un contexto histó-rico
en consonancia, o lo que es lo mismo, de un contexto por fin verdadera-mente
«mítico».
En mitad de ese discurso ontogénico, con el que comienza «Dador», tan
9 Lezama, «Dador», Dador, La Habana, [Imprenta Úcar, García & Cía], 1960, p. 8.
10 Padilla, Lunes..., op. cit., p. 6.
11 Ibidem. Recordemos que tres de esos cuatro términos («reina», «corona» y «prínci-pe
») aparecen en «Dador».
12 Lezama, Cartas a Eloísa y otra correspondencia, Madrid, Verbum, 1998, p. 73.
13 Lezama, «Corona de las frutas», Lunes de Revolución, 21 de diciembre de 1959. Para
una lectura de ese texto véase, Remedios Mataix, La escritura de lo posible: el sistema poé-tico
de José Lezama Lima, Lleida, Universitat, Asociación Española de Estudios Literarios
Hispanoamericanos, 2000, p. 198.
418 Enrique Pérez Cristóbal
característico del pensamiento lezamiano —donde el nacimiento del poema
es comparado a un cuerpo nacido fuera de la reproducción—, Lezama volvía
a hacerse de nuevo aquella vieja pregunta que ya desde su juventud lo había
hostigado. ¿De qué manera el poema, suma de cualquier forma de cultura,
se decanta hasta ofrecer una expresión reconocible? Reticente a los concep-tos
de síntesis y de mestizaje14, «Dador» proponía ahora una nueva alterna-tiva
a las ideas de fusión y de mezcla, que Lezama había desestimado en su
momento, en abierta crítica al eclecticismo de la poesía afrocubana —y que
la Revolución no dudaba en asimilar ahora, en especial en la figura de Nico-lás
Guillén. Desde hacía algún tiempo, sin embargo, Lezama había comenza-do
a profundizar en una idea que se acercaba a la del mestizaje, pero que la
desbordaba y enriquecía, y que partía del concepto griego de hybris. Térmi-no
que el autor de Paradiso retrotraía desde su contexto griego hasta un im-probable
precedente en la cultura egipcia; al igual que había relacionado ya
el mito de Dionisos, siguiendo a Heródoto, con el Egipto del período men-desio15.
Entendía Lezama, pues, esa hybris no como una falta16, sino como
aquella sobreabundancia o desmesura17 tan valorada por la cultura egipcia como
exorcizada por el pensamiento griego, y a la que el poeta se refiere en va-rias
ocasiones como «la desmesura de los orígenes» o «lo enigmático egip-cio
»18. Recontextualizada así, la idea de hybris pasaba a apuntar directamen-te,
para Lezama, a la hibridez o desmesura de los comienzos, tal y como
aparecía en diferentes cosmogonías egipcias19. Pero, ¿cómo entendía Lezama
esa hibridez, y, sobre todo, qué funcionalidad le otorgaba en su propia «cos-mogonía
» del poema? Para responder a esa cuestión, no obstante, resulta
imprescindible conocer antes qué es aquello por lo que inquiere Lezama cuan-do,
poco después del comienzo del poema, se pregunta:
¿Lo híbrido sigue el rastro del mijo o de la centifolia?20
14 Cf. Lezama, «Coloquio con Juan Ramón Jiménez» y «X y XX», Analecta del reloj, Obras
completas, op. cit., pp. 58-59 y 143, respectivamente.
15 «Introducción a un sistema poético», Tratados en la Habana, Obras completas, op. cit.,
p. 426.
16 «La hubris, la arrogancia en palabras, actos o pensamientos [...] se había convertido
en el mal innato, en el pecado, cuya paga era la muerte», E. R. Doods, Les Grecs et
l’irrationnel, París, Flammarion, 1977, p. 40.
17 «No fue el mito dionisíaco un aporte esencial para el griego, sino el orden de la des-mesura,
de la hybris [...], esa desmesura primordial sin la que no se puede establecer el
ordenamiento de la poesía», «Introducción a un sistema poético», Tratados en La Habana,
op. cit., p. 426-427.
18 «Introducción a un sistema poético», op. cit., p. 426; La posibilidad infinita, Madrid,
Verbum, 2000, pp. 166 y 170.
19 «Así como tampoco pueden asegurar la tierra, no pueden fijar la prole, toda descen-dencia
se hace enigmática, pues se ven obligados a engendrar con demonios androginales,
o con hijas de los hombres...», «Las eras imaginarias: los egipcios», La cantidad hechizada,
Obras completas, op. cit., p. 876.
20 Lezama, «Dador», op. cit., p. 9.
Lezama Lima o la revolución del mito 419
Y es aquí, precisamente, donde Lezama podía haber encontrado, tal vez,
una coincidencia con el advenimiento de la Revolución, y más concretamen-te
con el anuncio de la Reforma Agraria, que habría podido empujarle a en-tregar
a Lunes no el comienzo en prosa de «Dador», sino aquella primera
serie versal donde se ofrecía una lectura mítica de la emergencia del poema.
La reflexión en torno a la hybris que en esa serie versal se desarrolla no
hace así, en el fondo, sino preguntarse por la naturaleza del cambio: ¿producto
de la sucesión o más bien de la «ley de las excepciones»? Para tratar de con-testar
a dicha pregunta Lezama había recurrido, en esta ocasión, a una divi-sión
numérica procedente del pensamiento chino, en el que mítica e históri-camente
se distinguía —dentro del ciclo denario— entre una división por
cinco y una división por seis, derivándose de cada una de ellas toda una con-cepción
simbólica del universo. Simbolismo del que Lezama había selec-cionado,
respectivamente, dos emblemas: el de la mano izquierda y el mijo
—propio de la división por seis—, y el de la mano derecha y las mil hojas
—característico de la división por cinco—, si bien sustituyendo éste último
por el de la rosa centifolia.
El cultivo del mijo y el cómputo por seis van entrando en el nido de bambú
que huye del río [...].
Los extensos lentiscos de la mano izquierda avizoran el mijo que golpea en
tamborcillos de seis timbres [...].
La mano derecha estruja la centifolia y fija el cómputo por cinco21.
Es más que probable que Lezama hallará esta clasificación numérica en
las obras de Marcel Granet, tanto en La pensée chinoise22, que cita en su en-sayo
«La biblioteca como dragón»23, como en Danses et légendes de la Chine
ancienne, libro que se conserva hoy en su biblioteca24. Es precisamente en
esta última obra donde el sinólogo francés formulaba la hipótesis de un ori-gen
distinto para cada una de las dos clasificaciones: de posible procedencia
campesina la primera, es decir, la clasificación por cinco, de ascendencia no-ble
la segunda, o clasificación por seis25.
Antes, no obstante, de responder a la pregunta de a cuál de las dos clasi-ficaciones
adscribía Lezama su concepto de «hibridez», no debemos olvidar
21 Ibid., pp. 9-10.
22 «La concepción de un ciclo de diez etiquetas numéricas está ligado a un sistema de
clasificación por 5, cuya importancia se completa oponiéndose a un sistema de clasificación
por 6», Marcel Granet, La pensée chinoise, (1934), París, Albin Michel, 1999, p. 130.
23 «La desaparición y la reaparición de los hibernantes, dice Granet, señalan, respecti-vamente,
el comienzo y el fin de la estación de paro... [morte-saison]», «La biblioteca como
dragón», La cantidad hechizada, op. cit., p. 922; cf. Granet, op. cit., pp. 111-112.
24 Marcel Granet, Danses et légendes de la Chine ancienne, vol. 1, París, Félix Alcan, 1926.
Libro catalogado por la Biblioteca José Martí de La Habana, como parte de la Colección José
Lezama Lima, el 15 de julio de 1993; conservado hoy en la Casa Museo Lezama Lima.
25 Cf. Granet, Danses et légendes de la Chine ancienne, París, P. U. F., 1994, p. 10.
420 Enrique Pérez Cristóbal
la existencia —en esa primera serie versal de «Dador»— de toda una serie
de imágenes que parecían aproximar la llegada de la Revolución a la irrup-ción
mítica de la imago. En especial, aquella advertencia que, salvando las
distancias, podía competir en explicitud y vehemencia con la estrofa citada
de Guillén: «También romper la tierra», afirmaba Lezama, «tiene la escritura
del sueño...»26 Pero, sobre todo, aquel mitema característico donde los haya
de la escritura lezamiana, me refiero a la entrada germinativa en la ciudad,
que ni Martí ni Calixto García pudieron realizar, pero que los jinetes de la
Revolución habían cumplido finalmente.
La caballería entrando en Damasco se deja penetrar por las mil hojas, en
ese gesto llegó el halcón y cayó el guante, así se fueron endureciendo y comenza-ron
a martillarlos.
El cómputo por cinco amiga la distancia del jinete y la estrella fría27.
Hay que dejar claro que Lezama en ningún caso escribió estos versos
desde un espíritu revolucionario —escritos a dos años todavía de cumplirse
el desembarco del Granma—, sino más bien desde su famoso eros de la leja-nía,
al que apunta toda la parte final de esta primera serie de «Dador». Re-volución,
por tanto, a la que en ningún caso aluden, pero con la que pudie-ran,
desde un punto de vista mítico, quizá coincidir. Pues asumen, de un modo
semejante al de la Revolución, la necesidad de esa ruptura con las sucesivas
corrupciones políticas, en el caso del proceso revolucionario, y con la suce-sión
condicionada y causal del cambio ontológico, en el caso de Lezama.
La fidelidad del cultivo del mijo no impide el terror de las estaciones, la rueda
al multiplicarse se rompe en un punto encandilado28.
La pregunta, acaso imposible de contestar, es si Lezama pudo releer es-tos
versos desde la perspectiva de la Revolución, es decir, dirigiendo de nuevo
esa «suave brisa», de la que hablaba Darío, hacia los jóvenes de Lunes, quie-nes
habían acusado a la poesía origenista, y en especial a la de Lezama, casi
de connivencia con el período prerrevolucionario.
Pero para el autor de La cantidad hechizada, ya en 1954 —momento en
el que puede situarse la escritura de esa primera serie versal de «Dador»—,
la opción por la hibridez implicaba necesariamente la opción por la clasifica-ción
numérica por cinco, que, como bien sabía Lezama por su lectura de Gra-net,
podía haber surgido no entre la nobleza, sino en el seno del campesina-do
chino29. A diferencia del equilibrio simbólico que el pensamiento chino
26 Lezama, «Dador», op. cit., p. 9.
27 Ibid., p. 10.
28 Ibid., p. 9.
29 «Ne faut-il pas tenir compte de la variété des techniques locales et de l’esprit de sys-tématisation
qui a pu conduire à les opposer par deux ? Le comput par 5 est-il une carac-
Lezama Lima o la revolución del mito 421
establece entre ambas clasificaciones —solidarias de la dicotomía entre nor-te
y sur, par e impar, izquierda y derecha, yin y yang, etc.—, Lezama, desde
una óptica mitopoyética, reconocía, sin embargo, en la mano derecha (la de los
menos favorecidos, en el pensamiento chino)30 y en el cómputo por cinco aque-lla
posibilidad de ruptura que el nacimiento de la imago requería.
Los sacerdotes inauguran sus metales como si las estaciones siguieran la ley
de su excepción y no sus murmuraciones sucesivas.
La mano derecha estruja la centifolia y fija el cómputo por cinco, aquella
mano repasa las flores del desierto regadas con arenas.31.
Lo imposible, pues, sucedía. La flor de la revolución, al igual que la ima-go,
crecía en aquel desierto de arena; la ley de la excepción, por fin, se cum-plía,
a pesar de la terrorífica causalidad y de la sucesión semejante de las es-taciones.
Una prueba todavía de que Lezama podía haber releído esta primera se-rie
versal de «Dador» desde una óptica «mítico-revolucionaria», es la coinci-dencia
léxica entre dicha serie y una buena parte de su invocación al ángel
de la jiribilla. La ruptura y la hinchazón de la tierra, el desenvolvimiento del
germen, que presiden dicha serie versal, volvían de nuevo a aparecer así, cin-co
años después, en la parte final de esa invocación:
«... lo imposible al actuar sobre lo posible engendra un potens, que es lo po-sible
en la infinitud. Ahora se ha adquirido esa posibilidad, ese potens por el
cubano. Toda imagen tiene ahora el altitudo y la fuerza de su posibilidad.
Todos los posibles atraviesan la puerta de los hechizos. Todos los hechizos
ovillan esa posibilidad, como una energía que en un instante es un germen.
La tierra transfigurada recibe ese germen y lo hincha al extremo de sus po-sibilidades.
Son así ahora alegres nuestros campesinos al estar muy adentro
en la melodía de nuestro destino»32.
Si el pensamiento poético de Lezama marchaba en busca de un concepto
de cambio capaz de superar el principio de causalidad aristotélico, cuyo últi-mo
fundamento era de raíz ontológica —a diferencia de lo que ocurría con la
idea de mutación en la antigua China, con el concepto de doble o ka en el
antiguo Egipto, o con la perichôrêsis trinitaria en el cristianismo33—, no por
téristique paysanne ? c’est là une induction possible ; mais, ceci est certain : dans les
légendes et les usages patriciens, la classification par 5 tend à l’emporter sur la classification
par 6 : or 6, dans l’hypothèse, est déclaré nombre caractéristique des nobles», Granet,
Danses et légendes de la Chine ancienne, op. cit., p. 10.
30 Cf. Granet, «La droite et la gauche en Chine», Essais sociologiques sur la Chine, Pa-rís,
P. U. F., 1990, p. 41.
31 Lezama, «Dador», op. cit., p. 10.
32 Lezama, «Se invoca ahora al Ángel de la jiribilla», op. cit., p. 839.
33 La pregunta es, ¿a diferencia también del concepto de cambio del materialismo histó-rico,
o de su interpretación revolucionaria? Digamos tan sólo que en el concepto de «repro-
422 Enrique Pérez Cristóbal
ello permanecía indiferente ante las derivaciones políticas y sociales que esa
búsqueda metafísica entrañaba. Así, y después de haber desarrollado en su
diario, en 1942, un esquema sobre la dicotomía platónico-aristotélica, Lezama
escribía: «Aristóteles al hablar de los labradores los considera oficios sin no-bleza
“ya que ocupan el tiempo necesario para la virtud”»34. En su interpre-tación
poética, y por ello «anacrónica», de la areteia «dórica» y la aristía griega
—la nobleza de clase, que culmina en la autoinmolación reguladora, y la aris-tocracia
individual, que se abre a la gracia a través de la participación35—,
puede verse cómo Lezama concebía en ambos casos la nobleza no como una
expresión clasista, sino como un medio dispuesto al sacrificio cuando la so-ciedad
así lo exigía, así como una forma de penetración en la raíz hostil de la
propia circunstancia. Una lectura poética del concepto «dórico» de nobleza no
muy diferente de la que haría, basándose en los Evangelios, en su «Lectu-ra
» de la pobreza «revolucionaria», allá por 1959 en la Universidad de La
Habana36.
Habiendo descubierto detras del nacimiento de numerosos mitos una re-volución
de origen natural, social o económico, no debería sorprendernos por
ello el hecho de que distintos escritores hayan podido ver en las revolucio-nes
más recientes (rusa, china, mexicana o cubana) una latente estructura
de carácter mítico. «Nada se asemeja más al pensamiento mítico que la ideo-logía
política», afirmaba Lévi-Strauss, «tal vez ésta», concluía, «no ha hecho
más que reemplazar a aquél en nuestras sociedades contemporáneas»37. Di-gamos,
para concluir, que la perspectiva de Lezama, coincidiendo en su ma-yor
parte con la afirmación precedente, se sitúa no sólo en la historia, sino
también antes de que ésta se haya producido. De tal forma que es posible
afirmar que su comprensión de la historia pudo quizá anticiparse, desde un
punto de vista mítico, a la llegada de la propia Revolución. Algo que, en nin-gún
caso, es exclusivo del autor de Paradiso, como demuestra sin ir más le-jos
la propia historia de la literatura cubana. «Ya hoy podemos afirmar», es-cribía
Lezama en marzo de 1954, «que Hesiodo y Homero no imitaron una
circunstancia, sino que la prefiguraron, ayudando a darles nombres nuevos a
los dioses»38.
ducción», Marx deja traslucir una posible deuda con la filosofía de la substancia, el argumento
ontológico y el principio de inercia, cf. Étienne Balibar, Cinq études du matérialisme
historique, París, François Maspero, 1974, p. 236.
34 Lezama, Diarios. 1939-49/1956-58, México D. F. , Era, 1994, p. 60.
35 Lezama, «La dignidad de la poesía», Tratados en la Habana, op. cit., p. 782.
36 Lezama, «Lectura», Imagen y posibilidad, op.cit., pp. 110-112.
37 Lévi-Strauss, op. cit., p. 232.
38 «Introducción a un sistema poético», op. cit., p. 426.
Lezama Lima o la revolución del mito 423
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