Radio Catedral de Las Palmas (1958-1966).
Prédica y púlpito en la emisora del obispo
Antonio Pildain*
M.a INMACULADA GARCÍA RODRÍGUEZ
RODRIGO FIDEL RODRÍGUEZ BORGES
Universidad de La Laguna
Boletín Millares Carlo, núm. 26. Centro Asociado UNED. Las Palmas de Gran Canaria, 2007.
Resumen: El artículo reconstruye la trayectoria de Radio Catedral, la primera emisora de-pendiente
de un obispado en Canarias y, probablemente, una de las primeras con esta ca-racterística
en el conjunto del país. Proyecto personal del obispo Antonio Pildain (1890-
1973), durante sus ocho años de existencia este medio de comunicación fue un instrumento
privilegiado de su acción pastoral. Sus micrófonos llevaron a toda la isla de Gran Canaria la
voz enérgica, polémica y contradictoria de la cabeza de la diócesis Canariense, una perso-nalidad
singularísima en la que convivieron una acusada sensibilidad social y el rigorismo
moral más intransigente.
Palabras clave: radiodifusión de la Iglesia, obispo Pildain, franquismo, Iglesia católica.
Abstract: This article reconstructs the evolution of Radio Catedral, the first radio station
dependent on a bishopric in the Cannary Island and, probably, one of the first ones with this
characteristic in Spain. During its lifetime, this radio station, born as a personal proyect of
bishop Antonio Pildain (1890-1973), became an important instrument for his pastoral duties.
The microphones spread all over Gran Canaria the prelate’s vigorous, energetic and pole-mic
speech, which reflected his unique personality full of social sensibility and moral se-verity
at the same time.
Key words: church broadcasting, bishop Pildain, Franco’s regime, Catholic church.
1. INTRODUCCIÓN. UN PROYECTO PERSONAL
Cuarenta años han transcurrido ya desde la desaparición de Radio Cate-dral.
Cuatro décadas que obligan a quienes firman estas páginas a tratar de
explicar qué interés tiene volver la vista atrás para conocer con detalle las
* Este trabajo ha sido posible gracias al proyecto PI 042005/080 de la Dirección
General de Universidades e Investigación del Gobierno de Canarias.
86 M.a Inmaculada García Rodríguez y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges
circunstancias y avatares que jalonaron su trayectoria, desde los primeros
pasos a finales de 1957 hasta su desaparición en 1966.
De partida, cabe aducir una razón de peso: no existen estudios rigurosos
que se hayan ocupado de reconstruir la historia de esta emisora, circunstan-cia
que, lamentablemente, no resulta nueva en Canarias, donde la historia de
la radiodifusión está aún por hacer1. Tampoco en el ámbito nacional los pri-meros
pasos de la radiodifusión de la Iglesia han merecido un tratamiento
sistemático y exhaustivo acorde con su importancia, si exceptuamos algunas
aportaciones parciales. Concurren además en el caso de Radio Catedral al-gunos
otros elementos que justifican su interés como objeto de estudio. En-tre
ellos, su condición de emisora religiosa bajo la inspiración y supervisión
directa de la diócesis Canariense2, en unas fechas en las que aún no se había
constituido la COPE, y la radiodifusión católica –fragmentada en casi doscien-tas
pequeñas emisoras por todo el país– respondía mayoritariamente a la ini-ciativa
personal de los sacerdotes de pequeñas parroquias u órdenes religio-sas.
Fue Radio Catedral la primera emisora dependiente de un obispado en
Canarias y, probablemente, una de las primeras con esta característica en
España, y toda su trayectoria obedeció al impulso personal del obispo Anto-nio
Pildain (1890-1973), una figura singularísima y de enorme proyección, no
sólo en la opinión pública grancanaria sino también en el conjunto del país.
A pesar de la enorme distancia geográfica que le separaba de los centros del
poder civil y religioso, sus polémicas tomas de posición sobre asuntos pas-torales,
morales, sociales y políticos alcanzaron en muchas ocasiones una
enorme repercusión nacional.
1 Este artículo es una aportación al proyecto de investigación denominado Historia de
la radiodifusión en Canarias, de los orígenes hasta el franquismo, desarrollado en el De-partamento
de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna. Tomando como
referencia los presupuestos de la denominada historia desde abajo, el objetivo persegui-do
por el grupo investigador es generar una cadena de producción intelectual que, avan-zando
desde abajo hacia arriba, desemboque en la construcción de un conocimiento cien-tífico
de la radiodifusión canaria durante aquel periodo. La metodología utilizada en el
empeño está delineada en la publicación de Yanes Mesa, J. A., Metodología de la Historia
de la Comunicación Social en Canarias. La prensa y las fuentes hemerográficas, Ediciones
de Baile del Sol, Tegueste (Tenerife), 2005, y su idoneidad ha quedado contrastada en
trabajos anteriores realizados en el ámbito de la prensa escrita. Al margen del presente
texto, esa labor investigadora ha rendido ya dos primeros frutos: Yanes Mesa, J. A., «El
mensuario Radio Tenerife (1935-1936) y los orígenes de la afición sinhilista en las Islas
Canarias» (comunicación presentada al III Congreso Internacional de Prensa y Periodismo
Especializado (historia y realidad actual), Universidad Complutense de Madrid y Asocia-ción
de la Prensa de Guadalajara, mayo de 2006) y el libro de Yanes Mesa, J. A. y
Rodríguez Borges, R. F., La radiodifusión sindical del franquismo. La Voz del Valle en las
Islas Canarias, 1960-1965, Ayuntamiento de La Orotava (Tenerife), 2007.
2 La Iglesia católica cuenta con dos diócesis en el archipiélago: la Nivariense en la pro-vincia
de Santa Cruz de Tenerife y la Canariense en la de Las Palmas.
Radio Catedral de Las Palmas (1958-1966)... 87
Nacido en la localidad guipuzcoana de Lezo el 17 de enero de 1890, Pil-dain
estudió en el seminario menor de Andoain y, después, en el seminario
conciliar de Vitoria, de donde marchó becado a Roma para completar estu-dios
en la Universidad Pontificia Gregoriana, en la que se doctoró en 1911.
De vuelta a Vitoria, obtiene acta de diputado en las Cortes Constituyentes
de la II República en representación de la minoría vasco-navarra. El 12 de
julio de 1931 los diputados electos vascos participan en un acto ante 20.000
personas junto al árbol de Guernika. Allí Pildain pronuncia una frase que le-vanta
una enorme polvareda: «no estamos dispuestos a entregar nuestro culto
en manos de esas hordas que incendian bárbaramente más que africanamen-te;
porque en esta ocasión el África empieza en Madrid»3. Fue el arranque
estruendoso de su labor como parlamentario entre 1931 y 1933, en la que
alternó la defensa del derecho a la autonomía de las provincias vascas –«so-mos
la Irlanda de Occidente»– con las llamadas flamígeras a la lucha contra
la regulación civil de asuntos religiosos4, lucha en la que, en ocasiones, adoptó
maneras más propias de un cura trabucaire que de un pastor de almas: «Du-rante
los debates constitucionales celebrados en otoño –refiere Callahan5– el
canónigo Antonio Pildain, diputado clerical, había provocado un escándalo en
la cámara al argumentar que la resistencia activa a mano armada contra le-yes
injustas era compatible con la doctrina católica».
Estos eran algunos rasgos de la personalidad del canónigo lectoral de la
catedral de Vitoria, consagrado obispo de la diócesis Canariense el 14 de fe-brero
de 1937 en el Colegio Español de Roma, y que, al margen de las con-tribuciones
pastorales de su pontificado, ha pasado a la historia del archipié-lago
por su carácter enérgico y contradictorio, elocuente palabra, compromiso
social y vigilancia implacable de la moralidad pública. Los bailes, el carnaval,
el uso compartido de las playas por hombres y mujeres, las costumbres traí-das
por el turismo, y las obras de Unamuno –«hereje máximo y maestro de
herejes»– y Galdós –«un anticlerical inaceptable»–, fueron algunas de sus ob-sesiones
en el orden moral. En el terreno social y político, las condiciones
de vida y trabajo de la mano de obra agrícola, las desigualdades sociales y la
represión feroz e indiscriminada de la dictadura en Gran Canaria fueron ob-jeto
de severas críticas por el obispo y constituyen una parte significativa de
su actividad durante los treinta años de su pontificado, en cuyo último tercio
Radio Catedral jugó un importante papel como cómplice propagadora de sus
proclamas.
3 Cfr. Chil Estévez, Agustín, Pildain: un obispo para una época, La Caja de Canarias,
Las Palmas de Gran Canaria, 1987, p. 54.
4 Una compilación parcial de las intervenciones del obispo sobre esta materia apareció
en Discursos de Pildain contra el proyecto de ley de Congregaciones en las Cortes Españolas,
Madrid, Editorial Ibérica, 1933.
5 Callahan, William J., La Iglesia católica en España (1875-2002), Crítica, Barcelona, 2003,
p. 238.
88 M.a Inmaculada García Rodríguez y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges
Por los años en que empieza a emitir Radio Catedral, vivían en el con-junto
del archipiélago algo más de 900.000 personas. La tasa de analfabetis-mo
se situaba por encima del 22% y menos del 3% de la población poseía
estudios secundarios o superiores. La ciudad de Las Palmas de Gran Cana-ria,
sede de la diócesis Canariense, se encaminaba hacia los 200.000 habitan-tes6.
En este contexto social arrancaron las emisiones de Radio Catedral el
15 de julio de 1958, día en que se conmemoraba el centenario de la muerte
del obispo canariense Buenaventura Codina.
2. PILDAIN Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
El obispo dejó a su muerte una producción intelectual en forma de pas-torales,
disposiciones, circulares y decretos, que conforman un legado que
Agustín Chil7 cuantifica en un número cercano a los 400 documentos, parte
de los cuales fueron divulgados a través de la prensa y la radio para amplifi-car
su influencia en la sociedad de la época. Su interés por los medios de
comunicación fue permanente, y son numerosas las ocasiones en las que des-taca
el relevante papel que pueden cumplir en la divulgación del credo cató-lico.
Así, por ejemplo, con relación a la prensa, en una circular de junio de
1951 (Boletín Oficial del Obispado de Canarias8, junio de 1951: 70) el obispo
escribe:
Desde hace muchos años se viene celebrando en España El día de la pren-sa
católica. Su importancia radica en que es el altavoz que lleva la palabra de
la Iglesia y la verdad evangélica a grandes sectores de la sociedad, que no
pueden o no quieren oír la palabra del sacerdote.
La prensa católica no es solamente para la Iglesia importante, es también
necesaria, porque de otra manera quedaría sin cumplir bien su misión docente,
educadora y santificadora de los ambientes.
La Iglesia tiene pleno derecho y urgente necesidad de poseer una pren-sa
plenamente suya, totalmente suya, y en toda su amplitud.
Una prensa influyente y genuinamente católica fue una preocupación de
largo aliento no sólo de Pildain, sino también del conjunto de la jerarquía ecle-siástica,
y ello a pesar de que los periódicos de inspiración católica, protegi-dos
y respetados por el régimen, gozaban de una posición privilegiada en la
realidad española, como lo acredita un simple dato: en 1956, 34 de los 109
6 Los datos proceden de Moreno Becerra, José Luis, «Educación y fuerza de trabajo
en Canarias, 1960-1981», en Rodríguez Martín, José Ángel (dir. y coord.), Geografía de
Canarias, Interinsular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1985, vol. 6, pp. 122-125, Burriel
de Orueta, Eugenio, Canarias: población y agricultura en una sociedad dependiente, Oikos-
Tau, Barcelona, 1982, p. 133 y sig., y las estadísticas del INE.
Radio Catedral de Las Palmas (1958-1966)... 89
periódicos nacionales estaban identificados con el credo católico9. Aún así, las
iniciativas para asegurar su sostenimiento y continuidad se repiten a lo lar-go
de los años. En junio de 1960, Radio Catedral difunde una circular de la
diócesis Canariense (BOOC, junio de 1960: 22) para anunciar que el día 29
de ese mes, festividad de San Pedro y San Pablo, ha sido elegido para que
en toda España se celebre el Día de la Prensa e Información de la Iglesia y, a
tal efecto, se ordena celebrar en todos los templos una colecta:
La Iglesia necesita de prensa propia, de prensa que sea suya, totalmente
suya, denodadamente suya, e independiente en absoluto de todo lo que no sea
ella misma y la fidelidad a su misión católicamente adoctrinadora.
Por ello ordenamos que en la próxima festividad de los Apóstoles San
Pedro y San Pablo, en la Santa Iglesia Catedral y en todas las iglesias
parroquiales de nuestra Diócesis se haga una colecta para los fines de la Pren-sa
e Información de la Iglesia, y que el producto de la misma sea remitido a
nuestra Secretaría de Cámara y Gobierno.
Algunos años más tarde, ante el anuncio de la próxima promulgación de
una nueva Ley de Prensa10, Pildain publica la extensa pastoral Los derechos
de la Iglesia y de todo hombre ante la Ley de Prensa (BOOC, mayo de 1964: 5
y 6), en la que reclama con vehemencia el derecho de la Iglesia a gozar de
un fuero propio en materia de medios de comunicación:
La Iglesia, como independiente del Estado en esto, no está obligada ni a
la censura estatal, ni a insertar en su prensa las comunicaciones o noticias que
le remita la Administración estatal.
La Iglesia tiene pleno derecho, independiente de cualquier potestad o dis-posición
gubernamental, para fundar las empresas editoriales y periodísticas
que juzgase convenientes, sin esperar a la aprobación o licencia de la Admi-nistración
Gubernativa, y sin que ésta tenga derecho a inspeccionar, ni con-trolar
su funcionamiento.
La Iglesia tiene pleno derecho, independiente del Estado, para nombrar
los directores, subdirectores, redactores, etc., que ella juzgue aptos para sus
periódicos, aunque carezcan de los títulos o carnets estatales.
La Iglesia podrá servirse para su prensa, de las Agencias Informativas,
bien sean propias, bien sean otras, nacionales o extranjeras, que considere
aptas.
Ningún funcionario ni empleado de la Prensa de la Iglesia podrá ser pe-nado,
ni procesado, ni denunciado, por haber procedido de conformidad con
los derechos de la Iglesia […] Ahí tenéis escuetamente expuestos algunos de
7 Op. cit., p. 459 y sig.
8 En adelante, BOOC.
9 Cfr. Callahan, op. cit., p. 354.
10 Finalmente, la Ley de Prensa e Imprenta, conocida también como Ley Fraga, vio la
luz en marzo de 1966 y vino a abolir la antigua Ley de Prensa de 1938.
90 M.a Inmaculada García Rodríguez y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges
los derechos que, en esta materia, competen a nuestra Santa Madre la Igle-sia
Católica, derechos que habrá de tener en cuenta, para consignarlos y res-petarlos
religiosamente, la nueva Ley de Prensa11.
Como ocurrió con la prensa, la radio es un medio de masas que pronto
suscita el interés del obispo. Años antes de poner en marcha Radio Catedral,
Pildain se sirve en distintas ocasiones de las emisoras de radio de la ciudad
para sus propósitos pastorales. A modo de ejemplo, señalemos que en junio
de 1951 –año jubilar– el obispado decide que la tradicional novena de finales
de mes, que se celebra habitualmente en la Catedral, «revista este año el
carácter de Novena de Ejercicios Espirituales», bajo la dirección del padre
jesuita Eduardo Rodríguez, y a tales efectos dispone:
Y con el fin de hacer extensivo este género de predicación […] a todas
las parroquias de nuestra Diócesis que no dispongan de predicador especial
para ello, hemos dispuesto que todos los referidos actos sean radiados por la
emisora Radio Las Palmas. Por ello rogamos […] a nuestros Párrocos […] que
soliciten la prestación para los actos predichos del mejor aparato de radio
existente en cada feligresía y lo hagan colocar, debidamente acondicionado, en
el lugar más conveniente del templo, a fin de que los asistentes […] puedan
escuchar la palabra divina (BOOC, junio de 1951: 66-67).
3. LOS FUNDAMENTOS DE LA LABOR DE RADIO CATEDRAL. LEGALIDAD Y LE-GITIMIDAD
Que la gestación y materialización de Radio Catedral respondieran a un
proyecto personal de Pildain no quiere decir que el obispo se embarcara en
una empresa sin precedentes, ni que la jerarquía católica a su más alto nivel
no hubiera reparado también en las enormes posibilidades que ofrecía la ra-diodifusión
como instrumento al servicio de la propagación de la fe.
Después de la firma del Tratado de Letrán (febrero de 1929), entre la
Santa Sede y el gobierno de Mussolini, por el que se reconocía la plena so-beranía
papal sobre el estado del Vaticano, Pío XI decidió poner en marcha
una emisora de radio para difundir el credo católico por todo el mundo y contó
para ello con la colaboración de Guglielmo Marconi, pionero de la radiodifu-sión
y símbolo de la Italia fascista12. Durante el posterior pontificado de Pío
XII se mantuvo el interés de la Iglesia por las posibilidades comunicativas
de la radio. En septiembre de 1957, el Papa dio a conocer la encíclica Miranda
Prorsus que, en su parte específica, dedica sendos apartados a la radio, el cine
11 Y en efecto, la Ley Fraga en su disposición final segunda estableció que «para re-solver
las cuestiones que pueda suscitar la aplicación de la presente Ley a las publica-ciones
de la Iglesia católica […] el Gobierno y la Comisión Episcopal de Medios de Co-municación
adoptarán los acuerdos procedentes».
Radio Catedral de Las Palmas (1958-1966)... 91
y la televisión. El texto incorpora también una mención directa a las emiso-ras
católicas del mundo: «Enviamos una especial voz de aliento a las esta-ciones
radiofónicas católicas. No ignorando las numerosas dificultades que
deben afrontar, tenemos la confianza de que unidas en estrecha colaboración
continuarán su obra apostólica que Nos tanto apreciamos».
En el ámbito nacional, la radiodifusión de la Iglesia tuvo una significativa
presencia en la vida pública casi desde el nacimiento de la radio como medio
de masas. Baste señalar que en fecha tan remota como 1924, el sacerdote y
director de la revista sevillana Ora et Labora, Ildefonso Montero, descubre
en la entonces llamada telegrafía sin hilos «un medio idóneo para la propa-ganda
religiosa»13, y decide poner en marcha una estación de onda corta por
la que difunde música y sermones religiosos de su propia autoría. Salvado el
paréntesis de la Guerra Civil, sacerdotes y miembros de órdenes religiosas,
con conocimientos y carnet de radioaficionado, siguen el ejemplo de Monte-ro
y comienzan a utilizar sus estaciones para radiar homilías y rosarios. En
muchos casos no pasan de ser un par de altavoces instalados en la torre de
la iglesia14, pero todos estos intentos dispersos acaban fraguando en el em-brión
de una futura red radiofónica de la Iglesia15. Entre esas emisoras se
encontraba Radio Vida, creada en Sevilla en 1955 bajo los auspicios de la
Congregación Mariana de la Inmaculada y San Luis Gonzaga, una de las pio-neras
en la futura constitución de la COPE, junto a Radio Popular de Segura
(San Sebastián) y Radio Popular de Burgos16.
Desde el punto de vista jurídico y administrativo, la andadura de Radio
Catedral y de otras emisoras similares discurrió por un territorio de indefi-nición
normativa. El Concordato suscrito en 1953 entre la Santa Sede y Es-paña
había concedido cierto reconocimiento formal a las aspiraciones de la
jerarquía católica de contar con sus propios medios de comunicación social,
merced a una interpretación extensiva del artículo 2, por el que el Estado
aceptaba la libertad de la Iglesia para «promulgar y publicar en España», y
12 La inauguración de Radio Vaticano se produjo el 12 de febrero de 1931. Las emi-siones
se abrieron con un mensaje en código Morse («In nomine Domini, Amen»). Des-pués,
el propio Marconi se encargó de presentar al pontífice, quien pronunció una alocu-ción
en latín que comenzaba con la frase «Oíd, oh cielos, lo que estoy por decir; escu-cha,
Tierra, la palabra de mi boca… Oíd y escuchad, oh pueblos lejanos».
13 Reyero, Francisco, Historias de la radio, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2006,
p. 23.
14 García Jiménez, Jesús, Radiodifusión pastoral, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1962,
p. 53.
15 Al respecto, Callahan –sin mencionar la fuente– afirma: «Entre 1959 y 1964, una red
de emisoras radiofónicas bajo control de la jerarquía, España Ondas Populares (EOP), au-mentó
el número de emisoras de que disponía de veinticinco a treinta y nueve» (Callahan,
op. cit., p. 354).
16 Balsebre, Armand, Historia de la radio en España, vol. II (1939-1985), Cátedra, Ma-drid,
2002, p. 468.
92 M.a Inmaculada García Rodríguez y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges
«comunicar sin impedimento con los Prelados, el clero y los fieles del país».
Pero más allá de este texto, los primeros fundamentos legales para la labor
radiodifusora de la Iglesia son difíciles de precisar. De esa opinión es, por
ejemplo, Gorostiaga17, quien afirma taxativamente: «No hemos hallado dis-posición
general que otorgue a las personas morales de Derecho Público
Eclesiástico la concesión del servicio público de radio». Con todo, Balsebre
menciona un convenio18 entre la Conferencia de Metropolitanos Españoles
–antecedente de la Conferencia Episcopal Española– y el gobierno español,
cerrado en noviembre de 1959 cuando Radio Catedral tiene ya un año de
existencia.
A pesar de la endeblez jurídica que respalda su iniciativa radiofónica, Pil-dain
no duda en poner en marcha la emisora, acogiéndose al derecho inne-gociable
de la Iglesia a gozar de un fuero propio. Cuando a finales de los 50
algunas diócesis trataron de regularizar sus emisoras solicitando licencias,
Pildain les decía burlonamente a sus compañeros obispos: «¿Y ahora es cuan-do
a Ustedes les ha nacido el derecho a emitir por radio? ¡Pues yo lo he te-nido
de siempre!». En efecto, la clave de bóveda de la argumentación del
mitrado canariense –y en general de la jerarquía católica– estuvo siempre en
el concepto de sociedad perfecta, propio del derecho canónico y recogido en
el artículo 2.1 del Concordato: «El Estado español reconoce a la Iglesia ca-tólica
el carácter de sociedad perfecta y le garantiza el libre y pleno ejerci-cio
de su poder espiritual y de su jurisdicción». Esta condición de sociedad
jurídicamente perfecta significa, de hecho, que la Iglesia es plena y exclusi-vamente
soberana en el ámbito de sus competencias sin que la jurisdicción
del poder civil pueda imponerse a la eclesiástica. Aún más: en caso de incom-patibilidad
o interferencia entre los derechos de la Iglesia y los del Estado,
deberán prevalecer los de la Iglesia por tratarse de un derecho anterior y de
orden supremo19.
Este mismo esquema argumentativo fue utilizado por el obispo Pildain en
el texto de su pastoral El divino e intangible Derecho de la Iglesia a sus emi-soras
de radio (BOOC, noviembre de 1958: pp. 41-44), publicada como res-puesta
a dos iniciativas legislativas del gobierno que amenazaban la continui-dad
de Radio Catedral. La primera de ellas era la Orden conjunta del
Ministerio de Industria y del Ministerio de Información y Turismo, sobre el
17 Gorostiaga, Eduardo, La radiotelevisión en España. Aspectos jurídicos y derecho po-sitivo,
EUNSA, Pamplona, 1976, p. 348.
18 Op. cit., p. 467. De decreto reservado lo califica Lorenzo Díaz (La radio en España,
1923-1997, Alianza, Madrid, 1997, p. 230). Por su parte, García Jiménez reconoce que «ni
el Concordato, ni los documentos pontificios hablan de emisoras propiedad de la Iglesia» (op.
cit., p. 15).
19 Por esa razón, a Pildain le sublevaba especialmente la intervención del régimen fran-quista
en el nombramiento de los obispos: un «vetusto y triste anacronismo que desagrada
a la Iglesia, desacredita al Estado y desprestigia enormemente al clero» (citado por Pets-chen,
Santiago, La Iglesia en la España de Franco, SEDMAY Ediciones, Madrid, 1977, p. 17).
Radio Catedral de Las Palmas (1958-1966)... 93
régimen de suministro de energía eléctrica a las emisoras de radiodifusión
(BOE, de 1 de agosto de 1957). A la vista –se arguye en el preámbulo– de
que actualmente las emisiones de radio se encuentran perturbadas «por la
anarquía de numerosas estaciones que ni siquiera han puesto en conocimiento
de la Dirección General de Radiodifusión las condiciones técnicas y adminis-trativas
de funcionamiento», la Dirección General de Industria procederá a
cortar el suministro eléctrico en los edificios «en los que existiere una emi-sora
de radiodifusión no autorizada administrativamente», cual era el caso de
Radio Catedral. La segunda de las iniciativas legales fue el Decreto de 8 de
agosto de 1958 (BOE, de 7 de octubre), del Ministerio de Información y Tu-rismo,
que, con el propósito de solucionar la saturación de la banda de ondas
medias, obligaba a las emisoras locales y a las de las tres cadenas del Movi-miento
(REM, CAR y CES) a reconvertirse en estaciones de frecuencia mo-dulada
en el plazo máximo de 5 años.
La reacción de Pildain ante la posibilidad de que el poder civil se atre-viera
a coartar la libertad pastoral de la Iglesia fue fulminante:
La Iglesia, independientemente de cualquier poder civil, tiene el derecho
y el deber de enseñar a todas las gentes la doctrina evangélica (Canon 1.322
del Código de Derecho Canónico).
Es éste un derecho divino, conferido de N. S. Jesucristo (Evangelio, S. Mt.
XXVIII), que abarca el fin y sus medios.
Uno de los medios más potentes y amplios de que dispone hoy la Iglesia
para enseñar la doctrina evangélica es el de las Emisoras de Radio (Pío XII).
Por consiguiente, la Iglesia tiene un derecho a sus Emisoras de Radio,
independiente y superior al que el Estado tiene a las suyas […]
Tan supremo es el derecho de la Iglesia a poseer y disponer de Emiso-ras
de Radio, como de uno de los medios más aptos, al fin y al cabo, para rea-lizar
en su plenitud la fundamental misión de adoctrinar a todas las gentes,
que la confió su Divino Fundador, Nuestro Señor Jesucristo.
Y que no se nos vengan diciendo que todas las Emisoras del Estado es-tán
a disposición de la Iglesia, para que puedan utilizarlas en la misión que le
es propia; porque aparte de otras múltiples razones, la Iglesia no tiene por qué
mendigar y usufructuar de prestado lo que ella puede poseer y utilizar por
plenísimo y supremo derecho propio (BOOC, noviembre de 1958: 42-43).
La pastoral se cerraba con una terrible admonición:
Conste pues, por nuestra parte, que nosotros no estamos dispuestos a
poner la soga al cuello a nuestra Radio Catedral, ni a trueque de la promesa
de que tardarán todavía cinco años en apretar el lazo. Y advertimos solemne-mente,
desde ahora, que si –lo que no creemos– se llegase a cortar el fluido
eléctrico a nuestra emisora diocesana, haríamos caer públicamente las corres-pondientes
penas canónicas, a que alcanza nuestro poder episcopal, no sobre
los directores, ni obreros de la central eléctrica, que lo ejecutasen, sino so-bre
aquellos que lo ordenasen (BOOC, noviembre de 1958: 44).
94 M.a Inmaculada García Rodríguez y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges
4. EL FUNCIONAMIENTO DE RADIO CATEDRAL. LA PROGRAMACIÓN
A buen seguro que el proyecto de Radio Catedral llevaba mucho tiempo
fraguándose en la mente del obispo, pero no fue hasta 1957 que decidió dar
los primeros pasos para hacerlo realidad. Tras conseguir la donación de una
antigua emisora del ejército20 que figuraba como excedente de guerra, encargó
al jefe técnico de Radio Atlántico21, José Julio Quevedo Bautista, su instala-ción
en una habitación de la planta baja de la sede del Palacio Episcopal en
la Plaza de Santa Ana22, mientras que la antena de emisión se situó entre las
torres de la Catedral, justo frente a ese edificio.
El equipamiento inicial de la emisora estaba formado por un transmisor
de un kilowatio de potencia con el que se cubría toda la isla de Gran Cana-ria,
un mezclador, dos platos giradiscos y un magnetófono de tres pistas. Más
tarde se incorporaría al estudio un receptor de radio de la firma Marconi, pro-piedad
personal de Pildain, con el que se sintonizaban las emisiones de Ra-dio
Vaticano que la emisora del obispo se encargaba de redifundir a determi-nadas
horas. Radio Catedral transmitía en onda media con una frecuencia de
oscilación de 1.350 kilociclos, equivalentes a una longitud de onda de 222
metros, y sus emisiones comenzaban con los acordes del himno pontificio, a
modo de sintonía, al que seguía un escueto saludo: «Transmite Radio Cate-dral,
emisora diocesana de Canarias en Las Palmas de Gran Canaria».
Durante un año, los equipos estuvieron inoperativos a la espera de las
circunstancias adecuadas para empezar a emitir. Su existencia era un secre-to
que el obispo guardaba con mucho celo. A finales de 1957 lo compartió con
el padre Heraclio Quintana Sánchez, al que acabada de ordenar sacerdote y
en quien había puesto su mirada para encargarle la dirección de la emisora.
Bajo la atenta y permanente mirada de Pildain, el padre Quintana tomó las
riendas de Radio Catedral desde la primera emisión, el 15 de julio de 1958,
en la que se encargó de inaugurar sus micrófonos con una semblanza biográ-fica
del celebrado obispo Buenaventura Codina. Ese día tuvo lugar en la Ca-tedral
de Las Palmas de Gran Canaria una solemne ceremonia para conme-morar
el centenario de la muerte de Codina. Pildain decidió que había llegado
el momento de inaugurar la emisora y dispuso todo lo necesario para que se
realizara la retransmisión en directo del acto.
Según su propio testimonio, el padre Heraclio ejerció desde ese día y
hasta el cierre de «director, editor de programas, redactor, realizador, técni-
20 Circunstancia que también concurrió en la emisora sevillana Radio Vida, que construyó
su primer estudio con elementos sobrantes del Ejército del Aire (Reyero, op. cit., 133), y en
el nacimiento de Radio Juventud de Cádiz en 1951, cuyo primer emisor de onda corta fue
cedido por el Gobierno Militar (Hidalgo Viaña, José Antonio, El sonido de un siglo. Historia
de 75 años de radio en Cádiz, Industrias Gráficas Gaditanas, Cádiz, 2001, p. 97).
21 Radio Atlántico empezó a emitir en marzo de 1956 en Las Palmas de Gran Canaria.
22 En ese lugar se encuentran actualmente los archivos diocesanos.
Radio Catedral de Las Palmas (1958-1966)... 95
co de control y responsable del mantenimiento de los equipos y de la repa-ración
de averías», pues fue el único personal estable de la emisora. En esto
tuvieron mucho que ver la desconfianza y el deseo del Obispo de ejercer el
pleno control sobre los contenidos. En el año 1963 el obispado de Canarias
sacó a oposición una canonjía con el cargo de Organista, Maestro de Capilla
de la Catedral y encargado de la Emisora Diocesana23. Heraclio Quintana Sán-chez
ganó la oposición y consolidó así el puesto que venía desempeñando
desde cinco años atrás.
La reducida nómina de colaboradores de la emisora se nutrió fundamen-talmente
de seminaristas y miembros del clero aficionados a la radio, que
participaban de manera desinteresada. Entre ellos destacaron, por su conti-nuidad,
los sacerdotes José Hernández Barbosa, Manuel Alemán Álamo y
Ángel Martín Sarmiento. Cuando las horas de emisión fueron creciendo, Pil-dain
accedió a incorporar colaboradores seglares que recibían una pequeña
remuneración, caso de Matías Aragunde, que estuvo vinculado a la emisora
durante algo más de un año y de Enrique Bañares, funcionario del Banco de
España, abogado y persona muy próxima a los medios eclesiales, que inclu-so
llegó a cubrir algunas ausencias temporales del padre Quintana. Pero los
recelos del obispo pusieron pronto fin a la colaboración de este último.
En su primera etapa, Radio Catedral sólo salía al aire los sábados por la
noche durante escasamente una hora y la emisión respondía siempre a un
mismo formato: un comentario pastoral de actualidad como apertura, un es-pacio
denominado Nuestros Pobres, donde se abordaba un caso real de extre-ma
necesidad, una entrevista, la sección de noticias con informaciones de las
distintas parroquias y la censura moral de espectáculos, y un guión radiofó-nico
de quince minutos de duración producido por Propaganda Popular Ca-tólica24,
alusivo a las jornadas eclesiales o los tiempos litúrgicos. Las transi-ciones
entre una sección y otra se solucionaban con fragmentos de música
clásica y religiosa, y el cierre se hacía con un concierto breve. Pildain habla-ba
muchas veces en directo y también se retransmitían actos y cultos reli-giosos
celebrados en distintas localidades de la isla.
Con el tiempo la programación de la emisora diocesana se amplió y di-versificó,
tal como refleja la edición de 16 de julio de 1959 del diario granca-nario
Falange que, en su sección Oiga usted la radio, anuncia la emisión se-
23 Como se ve, que la emisora estuviera en una situación de alegalidad no fue óbice
para que Pildain, en el ámbito de sus competencias, convocara una plaza para encargar-se
de su funcionamiento.
24 «Creadas en 1955 por iniciativa de dos sacerdotes liberales que ya habían desempe-ñado
un papel notable en la prensa católica, Montero y Javierre, las ediciones PPC multi-plican
rápidamente sus actividades en campos diversos, asegurando […] la aparición de
cuatro periódicos, uno de los cuales es Vida Nueva, fundado en 1959, y de varias coleccio-nes
de libros y discos» (Hermet, Guy, Los católicos en la España franquista, I. Los actores
del juego político, Centro de Investigaciones Sociológicas y Siglo XXI Editores, Madrid, 1985,
p. 205).
96 M.a Inmaculada García Rodríguez y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges
manal de Cáritas Diocesana en Radio Catedral, prevista para ese día a las ocho
de la tarde con arreglo al siguiente programa: «Apertura. El Ángelus, la ora-ción
de la tarde. Boletín informativo de Cáritas Internacional. Entrevista con
el director de Cáritas Diocesana, don Natividad Alfonso Calzada Castañeda,
acerca de la Casa de Caridad de Las Palmas. Boletín informativo diocesano.
Servicio de Socorro. Que usted lo pase bien. Declaraciones acerca de las can-tinas
de Cáritas Diocesana, por el jefe de esta sección, don Rafael Jaímez
Medina. Cierre de la emisión»25.
A partir de abril de 1961 se inicia una etapa de mayor actividad, con emi-siones
diarias entre las nueve y las diez y media de la noche, excepto los
domingos. Dentro de la programación general, cada día de la semana conta-ba
con un espacio destacado. De ese periodo son programas como Las co-sas
del mundo y el mundo de las cosas, una sucesión de breves noticias de
actualidad comentadas en un pretendido tono humorístico, y La hora de los
niños que entretiene a los mayores, un concurso en el que sólo se aceptaba la
participación de menores, que tenían que responder a tres preguntas sobre
temas religiosos y morales para entrar en el sorteo de un obsequio. El pro-pio
padre Quintana elaboraba los guiones de otro espacio original de Radio
Catedral, la tertulia Diálogos de Hoy, que se basaba en la simulación teatral
de un diálogo entre dos personajes, en clave irónica y siempre con un tras-fondo
religioso y moral. Especialmente popular fue el espacio Luz en las
sombras, que realizaba el padre Ángel Martín Sarmiento, quien atendía
una suerte de consultorio sobre cuestiones morales planteadas por los oyen-tes
mediante cartas26, pero los sobresaltos y desacuerdos de Pildain con al-gunos
de los contenidos tratados llevaron a la pronta desaparición del pro-grama.
Las horas de emisión se completaban con los ya mencionados programas
de Radio Vaticano, las retransmisiones de actos religiosos celebrados en pa-rroquias
de la diócesis, audiciones de música clásica y religiosa, y algunas
producciones a partir de guiones elaborados por el padre Quintana o colabo-radores
del seminario. Radio Catedral no emitía publicidad.
25 Falange, de Las Palmas de Gran Canaria, 16 de julio de 1959, p. 9. Esta es una de
las escasas referencias a Radio Catedral en la prensa de la época. Acaso porque el obis-pado
no se preocupaba de remitir a los periódicos la programación de la emisora, acaso
porque la prensa eludía referirse con demasiada asiduidad a una emisora que operaba al
margen de la legalidad.
26 García Jiménez veía en esos consultorios una fórmula especialmente interesante:
«Nadie podría negar las evidentes ventajas del consultorio como técnica pastoral; en efec-to:
establece el contacto con un problema de conciencia […] exponiendo a la pública ejem-plaridad
la sincera actitud del consultante» (García Jiménez, op. cit., p. 134).
Radio Catedral de Las Palmas (1958-1966)... 97
5. PRÉDICA Y PÚLPITO.
Más allá de los espacios concretos que componían la modesta programa-ción
de Radio Catedral, los contenidos de sus emisiones gravitaron en torno
a cuatro núcleos temáticos que eran, de hecho, otras tantas preocupaciones
permanentes del obispo. De una parte, una aguda sensibilidad para la cues-tión
social, adoptando actitudes que soliviantaban a los círculos oficiales por
su defensa de los aparceros o su oposición a la pena de muerte. De otra, un
fuerte rigorismo moral que se ponía reiteradamente de manifiesto en sus
soflamas intransigentes contra lo que consideraba conductas moralmente
perniciosas (el baile, el carnaval, el turismo y las playas, o ciertas películas).
A estos dos elementos, se unían sus posiciones doctrinales, algunas de ellas
plasmadas en sus contribuciones al Concilio Vaticano II27, y una inquina, ra-yana
en obsesión, contra Galdós y Unamuno, a quienes consideraba conspi-cuos
representantes de una intelectualidad disolvente que se valía de su in-teligencia
para atacar a la Iglesia.
La implicación de Pildain en diversos asuntos de índole social, con pos-turas
discordantes con las de la jerarquía eclesiástica, le dio una enorme pro-yección
nacional e incluso internacional. Una de sus intervenciones de ma-yor
repercusión fue la carta pastoral El sistema sindical vigente en España,
¿está o no concorde con la doctrina social de la Iglesia? (BOOC, noviembre
1954: 65-76)28. La respuesta del obispo a tan provocadora pregunta era ne-gativa:
Empeñarse en pregonar a aquellos desgraciados [los obreros en paro] que
la situación o el régimen en que viven es la traducción práctica de la doctri-na
social católica y la realización cabal de las encíclicas de los Papas, equiva-le
a clavarles el puñal del desengaño definitivo en cuanto a lo que pueden
esperar ya de la Iglesia y de sus enseñanzas, y empujarlos por el acantilado
de la desesperación en los abismos del comunismo o de la anarquía.
Las afirmaciones de Pildain motivaron una protesta del gobierno ante la
Santa Sede y el nuncio le comunicó que, en adelante y para evitar divisiones
en el magisterio pastoral de los obispos, consultase previamente con el car-denal
primado antes de pronunciarse sobre cualquier cuestión social o reli-giosa
de alcance nacional29.
No menos conmoción provocó su negativa a recibir a Franco en la Cate-dral
de Las Palmas de Gran Canaria en octubre de 1950. La actitud del obis-
27 Pildain participó activamente en los cuatro periodos de sesiones del Concilio –que
se desarrolló entre 1962 y 1965– y pronunció ocho discursos recogidos en las Actas
Sinodales.
28 «La citada pastoral […] tuvo especial resonancia en los medios católicos franceses
e italianos» (Chil, op. cit., p. 275).
29 Cfr. Petschen, op. cit., 82.
98 M.a Inmaculada García Rodríguez y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges
po estuvo motivada por la inclusión en el programa de la visita de un baile
en una sociedad de recreo, actividad que desautorizaba en la práctica la cam-paña
que Pildain estaba desarrollando en su diócesis contra esa pecaminosa
forma de diversión30. Similar trascendencia pública tuvieron su oposición a
las ejecuciones de militantes republicanos en Jinámar31, y el intento infruc-tuoso
de abortar la condena a muerte por garrote vil, dictada contra el popu-lar
activista de izquierdas Juan García Suárez El Corredera. Y todo ello sin
que quepa concluir, en absoluto, que Pildain fuera un opositor al régimen y
un liberal32.
Sonoro eco obtuvieron, asimismo, sus pastorales sociales sobre la situa-ción
de la mano de obra aparcera, las desigualdades sociales y la precariedad
de los salarios. La preocupación social de Pildain no era una posición aislada
y respondía a una corriente doctrinal que se había ido abriendo paso en el
seno de la Iglesia: «En casi todos los documentos, desde la Rerum novarum,
la Iglesia está reivindicando para sí el derecho a intervenir en el problema
social, y exigiéndose la responsabilidad y el deber de hacerlo»33. Los asun-tos
de índole social constituyeron el centro de la programación de Radio Ca-tedral
entre el 20 y el 24 de noviembre de 1961, coincidiendo con el ochen-ta
aniversario del nacimiento del papa Juan XXIII. Durante esos cinco días y
en horario de ocho a diez de la noche, el obispo pronunció ante el micrófono
las conferencias Enormes e injustas desigualdades sociales (día 20); La Solu-ción
comunista: no más propietarios, sino todos proletarios (día 21); La Solu-ción
católica: no más proletarios, sino todos propietarios (día 22); Salarios dig-nos
y participación en las empresas (día 23); y Jornaleros, aparceros y sus
viviendas (día 24)34. Por último, mencionemos la serie de conferencias que
Pildain pronuncia en la Catedral en los primeros meses de 1965, agrupadas
bajo el título Temas del Concilio Vaticano II: la pobreza, la vivienda, los obre-ros,
las huelgas, el cine y la guerra son otros tantos temas abordadas en es-tas
charlas, que la emisora diocesana se ocupó también de divulgar.
Otra de las preocupaciones constantes de Pildain fue la moralidad en su
diócesis, aspecto en el que siempre mantuvo una posición ultraconservado-ra
e intransigente. El obispo es recordado por sus condenas delirantes de la
prostitución en algunas zonas de Las Palmas de Gran Canaria, su oposición
30 El cardenal Segura también se opuso a la entrada de Franco bajo palio en las igle-sias
de su jurisdicción.
31 En los momentos más duros de la represión franquista, numerosos presos políticos
fueron arrojados a la Sima de Jinámar, en el municipio grancanario de Telde.
32 Una conclusión así sólo se puede mantener «ocultando cuidadosamente la presencia
de Pildain en todos los actos organizados por Falange o la Administración» (Jiménez Ma-rrero,
Miguel, Crónica de medio siglo, vol. II (1939-1961), Ediciones Fragua, Madrid, 1992,
p. 390).
33 Chil Estévez, op. cit., p. 278.
34 Chil Estévez, Agustín, Pildain, cartas y documentos inéditos. Tomo II, Fundación Ca-naria
MAPFRE Guanarteme, Las Palmas de Gran Canaria, 2001, p. 509.
Radio Catedral de Las Palmas (1958-1966)... 99
férrea a los bailes35, las fiestas de Carnaval36 y los concursos de belleza, o la
estricta calificación moral de las películas. Al respecto de este último asun-to,
Pildain defendió el fuero propio y exclusivo de la Iglesia en esta materia
en el documento pastoral La Calificación Moral de las Películas (BOOC, agosto
1963: 1-11). Es a la Iglesia –se afirma allí–, es decir, al Papa y los obispos «a
quienes compete exclusivamente y por derecho divino, la calificación moral
de las películas en orden a que sirva de norma de conciencia para sus fie-les
» […] «ante los graves peligros morales que entraña el cine», invalidan-do
para sus diocesanos la labor de censura y calificación que el gobierno rea-lizaba
a través de la Junta del Ministerio de Información y Turismo37. La
amonestación episcopal que firmara en enero de 1948 prohibiendo a los em-presarios
la exhibición y a los fieles la visión de la película Gilda –«grave-mente
escandalosa»–, que se proyectaba en el Cine Cuyás de la capital gran-canaria
y cuya exhibición amenazaba con extenderse a otras salas de cine de
la isla, le valió al obispo el apelativo de Gildain.
A partir de los años 60, la llegada masiva de turistas a las Islas Canarias
trae consigo un nuevo enemigo de la moral. Los micrófonos de la emisora
propagan en 1964, en noches sucesivas, tres exaltadas conferencias del obispo
sobre esta amenaza: El turismo y nuestras playas, El turismo y las divisas, y
El turismo y los escándalos38, en las que proclama «la inmoralidad en nuestra
Diócesis, bajo el signo condescendiente del turismo», que mantiene un «pro-ceder
descocado», «no sólo en su trato íntimo con otras personas, sino has-ta
en algo tan público como son las playas y sus aledaños», y ante los argu-mentos
a favor de las divisas que aporta a la economía local esa actividad,
denuncia que éstas no llegan a «los empleados y a los obreros, que son los
que constituyen la inmensa mayoría de los vecinos». Pildain, pues, llama a
sus feligreses a través de los micrófonos de Radio Catedral «a demandar, a
exigir, que [las] playas sean unas playas limpias, cultas, decentes, unas pla-yas
pulcras, sin inmundicias, sin desnudeces, sin procacidades, que no pode-
35 En 1954 se creó la Asociación de la Cruzada Nacional de la Decencia, cuyos miem-bros
se comprometían a respetar un estricto código de conducta moral (cfr. Petschen, op.
cit., p. 132). En junio de 1957 la Conferencia de Metropolitanos Españoles publicó una
instrucción sobre moralidad pública en la que se describía el baile moderno como «tor-tura
de confesores, virus de las asociaciones piadosas, feria predilecta de Satanás» (cita-do
en Petschen, op. cit., p. 131).
36 Sobre el carnaval, véase su carta pastoral Ciegos al borde del abismo. Ante el carnaval
(BOOC, febrero 1954: 25-40).
37 Ya en 1943 el obispo de León aseguró que la Iglesia debía ser beligerante contra «el
cine malo» que exhibe «escenas ardientes de sentimentalismo sensual y voluptuoso», que
producen una «sobreexcitación del sistema nervioso» de los espectadores (citado en Calla-han,
op. cit., p. 363).
38 Estas tres charlas radiofónicas fueron editadas conjuntamente en el boletín del obis-pado
(BOOC, marzo 1964: 1-44).
100 M.a Inmaculada García Rodríguez y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges
mos tolerar por anti-cristianas, por anti-patriotas, por anti-morales. Por Dios,
por la Patria, y por nuestros niños, ¡Todos unidos!, y ¡Adelante!».
6. LA INQUINA CONTRA GALDÓS Y UNAMUNO
La animadversión de Pildain hacia Galdós, objeto de distintas interven-ciones
ante los micrófonos de Radio Catedral, tenía unos antecedentes muy
precisos, referido en detalle por Callahan: en enero de 1901 Galdós estrenó
en el Teatro Español de Madrid Electra, que narraba las desdichas de una jo-ven
obligada a ingresar en un convento, víctima del oscurantismo del clero.
El contenido anticlerical de la obra provocó encendidas reacciones entre los
espectadores, que lanzaban gritos contra los curas durante las representacio-nes.
«Electra –dice Callahan39– se convirtió en un símbolo […] La prensa ca-tólica
veía la obra como un instrumento para atacar a la religión y las órde-nes
religiosas. En todo el país los obispos hicieron públicas cartas pastorales
en las que prohibían a los fieles asistir a las representaciones de la obra».
La conducta del obispo Pildain guardará absoluta coherencia con la acti-tud
mantenida por la Iglesia, sin que los casi cuarenta años transcurridos
desde la muerte del escritor canario ni los cambios en las circunstancias le
hicieran abdicar de sus posiciones. Cuando en 1959 el Cabildo Insular de Gran
Canaria adquiere la casa natal de Galdós con el propósito de crear un museo,
el obispo se pronuncia inmediatamente contra esa iniciativa que persigue
ensalzar la figura de un perseguidor de la Iglesia, «portaestandarte y símbo-lo
de una de las más inicuas e infames campañas perpetradas contra la Igle-sia
católica». El 20 de julio de ese año se dirige por carta a Franco para que
paralice un proyecto que enaltece «una de las obras literarias más sectarias,
nocivas y contrarias al Catolicismo y a sus instituciones predilectas, que re-gistra
la historia de la literatura española»40. Escritos de tenor semejante fue-ron
también remitidos al Gobierno Civil y al propio Cabildo Insular.
Alguna repercusión debieron tener las gestiones del prelado porque lo
cierto es que la apertura al público del museo se demoró hasta el 20 de mayo
de 1964. Pildain estaba en esos días ingresado en la Clínica Cajal, aquejado
de una dolencia cardiaca, pero hizo oír su desacuerdo gracias a los micrófo-nos
de Radio Catedral. Los argumentos utilizados en esa ocasión fueron luego
reiterados en la carta pastoral La Casa-Museo de Pérez Galdós, que arranca
con esta frase: «permitidme que dé comienzo a esta Carta Pastoral con las
palabras mismas que hube de dirigiros a través de Radio Catedral desde la
Clínica donde a la sazón me hallaba». La inauguración del museo era una
noticia cruel e inesperada, conocida apenas unos días después de haber procla-
39 Callahan, op. cit., p. 57.
40 En Chil, op. cit., p. 219.
Radio Catedral de Las Palmas (1958-1966)... 101
mado «en plena Misa Pontifical, y ante uno de los auditorios más numerosos
y selectos, lo que en la Historia del Anti-Catolicismo Español representaban
la figura y la obra de Pérez Galdós». Por todo ello, el obispo decreta «que
todos los que sean responsables de que en la citada Casa-Museo Pérez Gal-dós
se retengan los libros del mismo autor […] pecan mortalmente» (BOOC,
agosto de 1964: pássim). La obcecación de Pildain con Galdós llegó al punto
de tratar de impedir que el filósofo Julián Marías pronunciara una conferen-cia
sobre el escritor en el Museo Canario en junio del 64. El obispo habló
con Marías la víspera de su viaje a Las Palmas para decirle que no debía acep-tar
la invitación de unos intelectualuchos para hablar de aquel anticlerical in-aceptable.
El filósofo desoyó la petición del obispo y pronunció su conferen-cia
«mientras la radio del Obispado no dejó de emitir con gran hostilidad hacia
Galdós y Marías»41.
Al igual que ocurrió con Galdós, el desencuentro de Pildain con Unamu-no
y su obra –expresado en distintos documentos pastorales y comentarios
en la radio– se atenía escrupulosamente a la posición mantenida por la je-rarquía
católica durante años. A comienzos de la década de los 40, la Iglesia
estaba embarcada en una campaña de regeneración moral de una sociedad,
la española, a la que se creía corrompida por el anticlericalismo disolvente
de la República. El obispo Pla i Deniel instruyó a sus fieles de la diócesis de
Salamanca para que ningún católico poseyera, comprara o vendiera ejempla-res
de Del sentimiento trágico de la vida, de acuerdo con el canon 1.399 del
Código de Derecho Canónigo, pues el propósito de la obra era «destruir los
fundamentos de la Iglesia»42.
En ese clima moral y social de intransigencia se entiende la irritación que
provoca en Pildain la noticia de la inauguración de la Casa-Museo de Una-muno
en 1953, iniciativa de la Universidad de Salamanca en el VII Centena-rio
de su fundación. El 19 de septiembre de ese año el obispo canariense di-vulga
la pastoral Don Miguel de Unamuno, hereje máximo y maestro de herejes,
que contiene una durísima diatriba contra el escritor, enumerando los dog-mas
de fe que se atreve a poner en cuestión y sometiendo sus principales
obras a una crítica implacable. «Y este hombre –escribe Pildain (BOOC, sep-tiembre
de 1953: 55)–, que descatolizando ciertamente, y en el peor de los
sentidos, a millares de hijos de España, se dedicó a verter en sus artículos y
en las páginas de sus libros toda esa balumba de errores, impiedades y he-rejías
[…], a este hereje máximo es a quien, con motivo del VII Centenario
de la Universidad de Salamanca, va a rendírsele el máximo homenaje».
Lejos de tratarse de una extravagancia intempestiva, esta actitud del rec-tor
de la diócesis canariense se situaba en línea con la corriente pastoral do-
41 González Hernández, Enrique, «El valor de la fe», Cuenta y Razón, n.º 107, 1998,
<http: //www.cuentayrazon.org/revista/doc/107/Num107_007.doc>, [consulta: diciembre de
2006].
42 Citado en Callahan, op. cit., p. 363.
102 M.a Inmaculada García Rodríguez y Rodrigo Fidel Rodríguez Borges
minante entonces. Todavía en 1957, años después de la aparición de la pas-toral
de Pildain, la Sagrada Congregación del Santo Oficio incorporó al Index
Librorum Prohibitorum las obras de Unamuno Del sentimiento trágico de la
vida y La agonía del cristianismo, y advertía a los fieles de los peligros y erro-res
contenidos en otros textos del mismo autor43. Al tiempo, las publicacio-nes
y emisoras de radio católicas –Radio Catedral entre ellas- seguían encar-gándose
de difundir por todo el país listas de libros cuya lectura resultaba
desaconsejada para los creyentes.
7. LA DESAPARICIÓN DE LA EMISORA
En 1965 Radio Catedral entró en un periodo de decadencia que la lleva-ría
a la desaparición definitiva: se encadenaron varias averías de importancia
y, como consecuencia, hubo muchos días en los que no se pudo radiar. En
1966, un temporal derribó la antena de emisión situada en la torre de la Ca-tedral
y ya nadie se ocupó de repararla. Así las cosas, las emisiones apenas
se escuchaban más allá de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. El su-ceso
coincidió también con un agravamiento del estado de salud de Pildain,
quien abandonaría finalmente el cargo el 16 de diciembre de ese mismo año,
luego de que Pablo VI aceptara su petición de renuncia por razones de edad
y salud.
Los acontecimientos parecieron conjurarse de manera que el cierre de la
emisora coincidiese con el final del pontificado del obispo guipuzcoano. En
este funesto encadenamiento de circunstancias cumplió un papel destacado
la decisión del ministro Fraga Iribarne de reorganizar la radiodifusión nacio-nal
y, en especial, la onda media, cuya crecimiento elefantiásico hasta un nú-mero
de emisoras próximo a las quinientas, llevaba camino de desembocar
en una situación caótica. El llamado Plan Transitorio de Ondas Medias, apro-bado
en diciembre de 1964, estableció el número máximo de emisoras del
Estado, del Movimiento, de la Comisión Episcopal y de propiedad privada, que
podían continuar emitiendo en OM en cada provincia y obligó a las restantes
existentes a trasladarse a la banda de frecuencia modulada. Resignado ante
las exigencias gubernamentales, el propio Pildain inició los trámites para crear
una nueva emisora de acuerdo a los requisitos legales.
El obispo entrante, Monseñor Infantes Florido, llegado a Gran Canaria en
1967, siguió adelante con las gestiones para poner en marcha la nueva emi-sora
diocesana, la futura Radio Popular de Las Palmas, integrada como una
más en la Cadena de Ondas Populares Españolas, y cuya inauguración oficial
se produjo el 29 de septiembre de 1971. El proyecto de Radio Popular de Las
Palmas –y el de emisoras semejantes en otras diócesis– se alejaba del mo-
43 Cfr. Petschen, op. cit., p. 128.
Radio Catedral de Las Palmas (1958-1966)... 103
delo escasamente profesional de las antiguas estaciones parroquiales para
adentrarse en el campo de la radiodifusión convencional: «Nuestras emiso-ras
–venía proponiendo García Jiménez desde 1962– deben ser emisoras como
las demás: sus seriales, sus comentarios de actualidad, sus entrevistas, sus
reportajes, su música de baile, sus discos dedicados, su publicidad, etc.»44.
Para la nueva emisora de la diócesis Canariense fue necesaria la adquisición
de instalaciones adecuadas y equipos técnicos, y la contratación de personal.
Los estudios se ubicaron en un edificio del barrio de Escaleritas y las ante-nas
en el seminario de Tafira, en las afueras de la capital. Nadie sabe a dón-de
fueron a parar los equipos de la extinta Radio Catedral.
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