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‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco de análisis socio-histórico de la actividad física, el deporte y la fiesta cívica en Canarias (1851-1919)1 VÍCTOR L. ALONSO DELGADO Sociólogo. GRIES. Universitat Ramon Llull2 Para Claudia, eterna fiesta Boletín Millares Carlo, núm. 27. Centro Asociado UNED. Las Palmas de Gran Canaria, 2008. Resumen: Elemento de suma importancia a la hora de conocer la vida de las poblaciones del archipiélago, la fiesta, de manera directa o paralela, otorga progresiva relevancia a la actividad física y deportiva, sirviéndose ambas realidades, mutuamente, de dicha relevan-cia. Así, para las ciencias sociales, y en especial para la historia del deporte, su estudio su-pone desvelar claves interpretativas que resultan de primer orden en el conocimiento de los procesos de deportivización generados en Canarias, y en especial las islas occidentales, a partir de mediados del siglo XIX. A través del siguiente trabajo se pretende profundizar en la implantación, desarrollo y claves más significativas del papel del deporte en la fiesta, tomando como referencia el periodo histórico comprendido entre 1851 y 1919. Palabras clave: Historia del deporte, deportivización, fiesta, Canarias. Abstract: Festivals are an aspect of the greatest importance when it comes to knowing the populations of the Archipelago. Directly or in a parallel way, festivals progressively grant relevance to physical and sportive activities, to the extent that both realities feed on that relevance. Thus, for social sciences, and more specifically for sport’s history, it is extremely fruitful to study those interpretive keys to comprehend the sportivisation processes gen-erated in the Canaries, more specifically in the western ones, from the mid-19th century on. The present article is intended to delve into the beginnings and development of sports in festivals, together with the most significative keys of their role, taking as historical frame-work the one spanning from 1851 to 1919. Key words: sports’ history, sportivisation, festivals, the Canaries. 1 Mi especial y afectuososo agradecimiento a Manuel Ferraz Lorenzo y a Xavier Puja-das i Martí, amigos, Profesores Titulares de la Universidad de La Laguna y Universitat Ramon Llull, respectivamente, por sus sabias consideraciones, pacientes consejos y suti-les miradas, hacedoras de estas líneas. 2 Grup de Reçerca i Innovacio Sport i Societat. 130 Víctor L. Alonso Delgado Poner en cuestión todos los estudios que, merced a un anacronismo esen-cial, asimilan los juegos de las sociedades precapitalistas, europeas o extraeuropeas, tratados equivocadamente como predeportivas, y los deportes propiamente dichos cuya aparición es contemporánea de la constitución de un campo de «productos deportivos». Esta producción sólo tiene fundamento si, procediendo exactamente a la inversa de cómo lo hace la búsqueda de los «orígenes», tiene por objetivo [...] aprehender la especificidad de la práctica propiamente deportiva o, más concretamente, determinados ejercicios físicos pre-existentes pudieron recibir una significación y una función radicalmente nuevas [...] convirtiéndose en deportes, definidos tanto en sus objetos en jue-go, en sus reglas de juego, como, al mismo tiempo, en la calidad social de los participantes, practicantes o espectadores, por la lógica específica del «cam-po deportivo»3. PANDORGA (O, DIGAMOS, INTRODUCCIÓN) El siguiente trabajo tiene por objeto un acercamiento a la génesis, pre-sencia y desarrollo de la actividad física y el deporte4 en la fiesta cívica5 ce-lebrada en el Archipiélago Canario. Abarca un periodo de casi siete décadas, comprendido entre los años de mil ochocientos cincuenta y uno, y mil nove-cientos diecinueve. Periodo intencionadamente amplio, enmarcado entre dos hitos como son la promulgación de la Ley de Puertos Francos y el final de la Primera Guerra Mundial, en lo económico, manifiesta un tránsito irregular, conjugando eta-pas de fuerte crecimiento6 y retracción feroz, y cuyas razones y consecuen- 3 Bourdieu, 2000:176. 4 Para favorecer una lectura más fluida, ambos conceptos serán en el genérico deporte (en cursiva). Ello no supone laminar el debate ni las particularidades de cada uno de los tales deportes, que manifiestan realidades que, a grandes rasgos, entienden la mayor o menor presencia de la reglamentación de las prácticas. 5 García Calvo, 1991. A grandes rasgos, la fiesta cívica o comunitaria se caracteriza por la participación o presencia constante de la sociedad civil, a diferencia de la denominada fiesta autoritaria (1991:153-183) o la fiesta libertaria (Op. cit., 111-133). En adelante, con idénti-ca pretensión que el caso anterior, será referida como fiesta (en cursiva). 6 A lo que corresponde el crecimiento del comercio internacional la exportación agraria de grana, papa, tomate y plátano, cierto despegue de la industria y el suministro de carbón y aguadas a través de los puertos. En una economía fuertemente dependiente, los ciclos económicos internacionales se hacen sentir especialmente, junto a factores directamente re-lacionados con las producciones agrarias (aparición y comercialización de colorantes artifi-ciales, la Independencia de la república de Cuba (1898), o la Primera Guerra Mundial, es-pecialmente el periodo del bloqueo portuario a manos de los submarinos alemanes (1916-8). Esto comprende periodos de acusada migración, básicamente a Latinoamérica, producto de los vaivenes económicos del Archipiélago, y de fuertes crisis económicas, dependientes, no sólo de los ciclos de los productos, sino de factores como la Independencia de Cuba (1898) o la Primera Guerra Mundial (1914-18). Se asiste a lo que Brito (1981) considera economía ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 131 cias derivadas provocan resultados de muy diversa índole7. La expansión de las ciudades, villas y pueblos, tanto urbanística como socialmente, supone el despegue y consolidación paralela del ocio urbano. Así la fiesta, en sus di-versas expresiones, y particularmente la fiesta cívica, van ganando importancia en el ideario insular, como muestra más significativa de tal despegue. Com-pleja, atravesada por numerosas interpretaciones y apuestas sociales, la fies-ta sugiere al investigador diversos encuadres. Desde el punto de vista urbanístico, favorece la consolidación de los es-pacios urbanos destinados al ocio, la recreación y el tiempo libre. La fiesta produce ciudad, tejido urbano. Y se apropia del mismo. Desde el primer ter-cio del XIX, en el que el Estado-nación asume el papel de regulador y direc-tor de la ciudad burguesa, equipando y dotando de los espacios necesarios para el funcionamiento de la ciudad —la calle, la plaza, la higiene...—, dejan-do a manos de la iniciativa privada la inversión en los terrenos —la edifica-ción utilitaria—8, el espacio festivo, resulta encuadrado en la plaza, la calle, o en los espacios destinados a usos recreativos y de esparcimiento (teatros, plazas de toros, circos, galleras...). Empero, el propio espacio urbano y sus significados pasan a ser reconfigurados en su relación con la fiesta, y, tanto más, con el deporte. La apropiación, progresiva, intencionalmente desintere-sada y fugaz, del espacio urbano, se construye en una relación de doble sen-tido (centrífuga y centrípeta), dinámica y cambiante. Así se toman, por unas horas, un día... la Calle O’Daly para la celebración de la sortija9, la Plaza de La Constitución para el paseo con música10, la carretera de Tejina para la dis-dependiente y relativamente diferenciada del referente estatal, cuyo eje vertebrador es la exportación agrícola, y cuyo actor principal, de nuevo cuño, queda representado en la figura de la oligarquía agraria. Omnipresente la figura del caciquismo, manifiesta y discursiva-mente (es curioso observar como, a través de la prensa, las élites locales se tildan y des-califican mutuamente de caciques dependiendo del bando político o los intereses defendidos), la constitución, legitimación y praxis de las élites sociales pasará, como se verá a lo largo del texto, por la argumentación en torno a la modernidad, la relevancia social, el progreso, el bienestar y la mejora social. En ese encuadre, la fiesta cívica y el fenómeno deportivo ad-quieren manifiesta relevancia como catalizadores y reflejo, relativamente autónomos, del periodo. Para un acercamiento pormenorizado del periodo, consultar, entre otras, Martín Hernández (1988), Burriel de Orueta (1981), Yanes Mesa (2005). 7 Como ejemplo, se produce un incremento poblacional general en todo el archipiéla-go, acompañado de la consolidación y crecimiento de las actuales capitales provinciales (Bu-rriel de Orueta, 1981: 50-1). Así, de unos 234 mil habitantes residentes en 1857 se pasa a unos 457 mil en 1920. En el mismo periodo, Santa Cruz de Tenerife (de trece a algo más de cincuenta y tres mil habitantes) y Las Palmas de Gran Canaria (de unos catorce a se-senta y tres mil habitantes) manifiestan, de modo más acusado, el proceso. Los periodos de acusada emigración, básicamente latinoamericana, producto de los vaivenes económicos su-fridos por el Archipiélago, ya señalados. 8 González Chávez, 1995:101,2. 9 El Adalid (31), 30-3-1895, p.1. 10 El Defensor (189), 12-6-1907, pp. 2,3. 132 Víctor L. Alonso Delgado puta de una prueba ciclista11, el Camino Largo con motivo de las carreras a pie12, el muelle para la celebración de un festival marítimo, con cucañas y regatas de botes13. Desde una óptica económica, la fiesta —pretendidamente cívica— mani-fiesta un crisol de registros: en su financiación, ya que, pese a la impronta de la sociedad civil y la ciudadanía —plasmadas en las aportaciones moneta-rias y en especies a través de donaciones, colectas, bazares o la celebración de festivales benéficos—, la participación de las entidades públicas —enca-bezadas por el Ayuntamiento— es notoria y creciente. En ese sentido, la ten-tación hacia una consideración del fenómeno festivo como herramienta ex-clusiva al servicio del «poder» resulta, a mi entender, fallida. Pues, coincidiendo con García Calvo, más allá del mero interés desplegado, el aná-lisis del fenómeno festivo produce una mayor gratificación en tanto en cuan-to es desarrollado desde la órbita de la estrategia desempeñada por los acto-res sociales participantes. Así, respondiendo a una acción heterodeterminada14, «la fiesta es una relación social que ejerce influencia expresiva interperso-nal. Por tanto, induce contagiosamente la hetrodeterminación exógena de las conductas, que pasan a obedecer la invencible autoridad moral ejercida por la fiesta, incapaces ya de autodeterminarse resistiendo a su influencia»15. En definitiva, la paradoja resultante de la fiesta pasa por ser Donde influye más la heterodeterminación por la autoridad expresiva, resulta sin embargo aparentemente inmune a la heterodeterminación por el poder instrumental. A nadie se le obliga a participar en la fiesta, y nadie se siente obligado a participar en ella. [...] Y, por ello resulta imposible obligar a nadie a que se divierta a la fuerza en una fiesta: de ahí la radical inmunidad de la fiesta ante el poder instrumental del poder16. En este marco, el deporte cobra especial relevancia al manifestarse gra-cias a la inversión y apuesta, bien individual, bien grupal, en torno a la atrac-ción de forasteros, la búsqueda del prestigio social, la difusión de actividades novedosas, la preponderancia y centralidad social de las sociedades deporti-vas y sus miembros, el pretendido desinterés, fin benéfico y/o evergético en este ámbito: como se verá, representa fielmente esta paradoja a la que está sometida la fiesta. Paradoja que supera la ruptura entre lo público y lo priva-do, al atribuirse, en el caso del Estado-nación, una posición que oscila entre el destierro y la denostación exclusiva de la fiesta, encaminándose, cada vez más, hacia la exclusiva vocación instrumental, bajo riesgo de caer en la im- 11 La Voz de Icod (27), 7-9-1895, p.2. 12 Diario de Tenerife (5958), 7-9-1906, p.2. 13 La Lealtad Canaria (203), 8-4-1876, p.2 14 García Calvo, 1991: 155 y ss. 15 Op. cit., 159-60. 16 Op. cit., 161. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 133 potencia y parálisis expresiva17. El binomio público- privado refleja la parti-cipación, más o menos desigual, de la Institución Pública (el Ayuntamiento) y de la sociedad Civil más significativa, al construir la fiesta, configurar el pro-grama, decidir los eventos y participar de los mismos en un curioso juego de desprendimiento, jerarquía social, intercambios simbólicos y centralidad social (a través, sobre todo, de la inclusión o no en la Junta de Festejos, a tí-tulo particular —como contribuyentes, empresarios o notables—, o colecti-vo —como representantes de asociaciones recreativas, culturales, deportivas, benéficas, etc.—. De ahí que, como referente a la hora de estudiar la socia-bilidad deportiva, la fiesta, sobre todo a lo largo de este periodo, resulte un referente de primer orden18. Asimismo, la incorporación de las actividades deportivas al fenómeno fes-tivo viene aparejado de los gustos y disposiciones de la burguesía —sobre todo—, y su consideración/ posición ante los dilemas «práctica/espectáculo» y «culto/popular»19. No menos cierto resulta entender de manera monolítica a la propia burguesía y su concepción del gusto, la fiesta, el deporte y su ex-presión más directa a través de la oferta aparecida en los programas de fies-tas, la intermitencia, desaparición o énfasis en una u otra práctica: en con-junto, todo ello orienta, sobre todo, de cara a entender la expansión y popularización de los gustos y prácticas deportivas. Los casos de la lucha canaria, la gimnasia, el fútbol y, sobre todo, la sortija, son fiel reflejo de un proceso que, lejos de estar sometido a una lógica de crecimiento y expansión continuada, responde a diferentes estrategias y realidades. Con todo, y con ánimo de concreción, puede abordarse este trabajo des-de una doble coordenada. De una parte, la establecida en torno a los concep-tos «local-foráneo»; de otra, la establecida en torno a las dimensiones «pú-blico- privado»: ambos conceptos responden, de una parte, a las posiciones tomadas por los actores en torno, a a) la filiación con el espacio físico en que se desarrolla la fiesta y, por ende, el deporte —fundamentalmente, la ciudad, pueblo o villa—, así como las relaciones derivadas; b) el papel jugado en torno a la fiesta —y, más concretamente, el depor-te— a manos de los actores sociales y las instituciones o sociedades a las que están vinculadas. 17 Op. cit., 201. 18 Cabe reseñar que el periodo estudiado se corresponde al que recoge el proceso de implantación del modelo liberal (con sus matices) en el Estado Español. 19 Si bien tales dilemas responden a una lógica dicotómica y, por tanto, exclusivamente entendibles como tipos ideales weberianos. 134 Víctor L. Alonso Delgado FOTO 1: Arcos engalanados en la Calle del Calvario, La Orotava, Tenerife. Principios del Siglo XX. (Rodríguez Mesa, 1984). LA FIESTA Y SUS DOBLES LÓGICAS La fiesta permite a las comunidades humanas un carácter social y públi-co (y, por tanto, reflexivo, pese a que su presentación y éxito se disfraza de absurdo) de indudable riqueza. Al respecto, Bell refiere a una doble realidad en el seno de la modernidad. Así, la exigida ética del trabajo —con su consi-guiente carga de eficacia y rendimiento—, se manifiesta conjuntamente con una ética del placer —hedonista, consecuencia indeseada20—. Este plantea-miento, dicotómico, conduce a un debate inacabable, manido y perverso per se. Los postulados de Bell, rebatidos desde diferentes ámbitos21 conducen 20 Op. cit., 16 y ss. 21 Entre los autores que han abordado el fenómeno festivo desde una óptica más com-pleja, Gellner trata la pervivencia en la vida social de Jaulas de Goma, cuyo fin está en la satisfacción de lo irracional como rito purificador ante la constricción de la racionalidad. Asimismo, Elster confronta las tesis de Bell y sus silogismos al considerar la Fiesta como «negación activa», revitalizante y conservacionista, frente al trabajo, «negación pasiva», destructora tanto del individuo como del Medio (Op. cit., 16 y ss.) En el caso canario, tratando la producción de las últimas décadas, destacan la produc-ción de los antropólogos Galván Tudela, García Barreto, Santana Jubells, y otros. (Santana ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 135 necesariamente a un planteamiento vinculado a lo que Beck, Giddens y Lash consideran modernidad reflexiva22, y a la innegable complejidad misma de lo social. Tal y como apunta Gil Calvo, ¿En qué consiste el hecho de celebrar una fiesta? Se trata de un aconte-cimiento ritual, espontáneo y colectivo que precisa dos ingredientes básicos: alguna trasgresión del orden (o cuando menos la momentánea suspensión de las normas cotidianas) y la caída en la paradoja (es decir, en el absurdo del humor sin sentido). [Sin embargo], la conducta festiva, por irracional que apa-rente ser, posee, sin embargo, sus propias razones, latentes y secretas. La fiesta nos libera, emancipando nuestra identidad personal. La fiesta nos vin-cula, creando lazos comunitarios de solidaridad. Y la fiesta nos obliga, susci-tando el entusiasmo colectivo de nuestra participación cívica23. En su análisis de lo festivo, cabe destacar las virtudes atribuidas: su ca-pacidad de transformación de la realidad social; su naturaleza como ritual co-municativo total; su realidad tal que ficción y simulacro teatral, transgresora a la par que elemento de orden no cotidiano; y el modo de comunicación en el que se transmiten significados paradójicos, a modo de una profecía auto-incumplida, catártica24. En gran medida, estos aspectos también pueden ser atribuibles al depor-te, igualmente encuadrado en el seno de la modernidad: El actor participan-te (deportista, sportman, practicante, aficionado...) recurre al entrenamiento, la exhibición, la competición —argumentos que estandarizan y permiten dis-tinguir su propia fisonomía, pudiendo así transmitir la ilusoria pertenencia, control y potencialidad del cuerpo—, con objeto de dominio y placer. Por otra parte, su capacidad comunicativa y expresiva se hace manifiesta en la transmisión de creatividad, razón y tragedia gracias, sobre todo, al gesto deportivo. Y a la potencia creativa del colectivo. En definitiva, gracias al sur-gimiento de un hombre deportivo activo25. Comunes realidades, deporte y fies-ta comprenden, de modo fingidamente arbitrario, una enorme capacidad de trasgresión26, encuadrada normativamente. Como ejemplos de tal regulación normativa en, diversos planos, se encuentran la redacción de normas o re-glamentos para la celebración de eventos como la lucha canaria27, campeo- Jubells, 2000). En la bibliografía final se adjuntan algunos títulos significativos, que no los únicos, en la producción acerca de la fiesta en Canarias.. 22 Beck, U.; Giddens, A.; Lash, S., 1997. 23 Gil Calvo, 1991:108. 24 Op. cit., 36-63. 25 Coca, 1993:21. 26 Dicho fingimiento se abre a las experiencias diversas que ambas realidades presen-tan: rechazo a la norma, parejo a la pauta, la regulación y la definición de tiempos y espa-cios festivos (la plaza, el recorrido de la pandorga, la recta de la sortija, el horario de inicio de la lucha). 27 Eco del Comercio (173), 3-12-1853, p. 4. O, también, El Guanche (489), 27-9-1864, p. 2 136 Víctor L. Alonso Delgado natos insulares de ciclismo28 o tiradas de pichón29; la promulgación de Nor-mas de Buen Gobierno, Ordenanzas Municipales o Edictos30, pasando por la promulgación de la Ordenanzas Cabildicias, en 167031. Y existe, por encima de todo, la común capacidad —en fiesta y deporte— de producir paradojas, entreveradas, que pasan por el continuo y enfatizable ejercicio de racionalidad weberiana y sus dobles lógicas: lógica en torno a fí-nes, de carácter instrumental, «regulada por el procedimiento, es decir, por los posibles procesos de futura obtención intencional de resultados espera-dos »32, adecuada realidad en sintonía con los dictados de la modernidad triun-fante. Y lógica en torno a valores, de carácter expresivo, «regulada por la rea-lización, es decir, por la participación contemporánea en los acontecimientos del presente»33. Como tercer elemento en juego, resulta el recurso de la tra-dición, que, lejos de manifestarse como lógica independiente, deviene refe-rente de los actores sociales en su proceso de configuración y (re) creación de la realidad social: Así, las acciones pretéritas sólo pueden ser rememora-das, eso sí, de manera particular y concreta, tomando en cuenta la reflexivi-dad del ser humano y, sobre todo, su disposición ante las realidades socia-les34 existente. Sino que, la tradición, en palabras de García Calvo, permite actuar en el presente a través de La repetición de hábitos institucionalizados de conducta, que, o bien [son] rutinas instrumentales, o bien rituales expresivos. Las rutinas son procedimien-tos operativos que ejercen consecuencias futuras. En cambio, los rituales expresivos sólo se realizan como intervenciones en el presente, pues no pue- 28 El Periódico Lagunero (259), 11-9-1912, p. 2. 29 Diario de Tenerife (6850), 9-11-1909, p. 2. 30 Resulta cada vez más frecuente la promulgación de normas municipales que regulen el buen desarrollo de fiestas y eventos vinculados a estas. Sirvan como ejemplos, «Se pro-híbe durante los días de la fiestas del Cristo, la entrada y circulación en el recinto de la plaza de San Francisco, de automóviles, coches, carros y bicicletas y en general, de toda clase de vehículos y caballerías a menos que realicen en elle números especiales, como juegos de sortija, carreras de bicicletas y otros de esta índole, durante los cuales sólo podrán perma-necer aquellos vehículos o caballerías cuyos dueños los utilicen para tomar parte en los mismos». Artículo 17, Ordenanzas Municipales de 6 de abril de 1921. (AMLL, O-2, II); o bien «Don Nicolás de Ponte y Urtusaustegui, Alcalde de la Villa de la Orotava, Hago saber: Que a fin de dar el mayor esplendor posible a las populares fiestas de San Isidro Labrador [...] prevengo a los habitantes de esta Villa [...] Que en los paseos de la plaza de la Constitu-ción, tomen los paseantes una dirección solamente, siguiendo los cuatros enlosados de aque-lla para impedir el desorden y molestia que se producen cuando es mucha la aglomeración de gente y se camina en sentidos opuestos. [...]. Orotava, quince de junio de mil novecien-tos tres». (AMO, Festejos, 55-27, 2). 31 Ver Ossuna Van de Heede, 1983. Especialmente, vol. 1. 32 García Calvo, 1991:185. 33 Op. cit., 185. 34 Bourdieu, 2002. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 137 den producir consecuencias sobre el pasado, y sus posibles consecuencias futuras son siempre involuntarias, inesperadas y latentes35. Las funciones esenciales de la fiesta, (bien comunicacionales, como ritos de paso, o próximas al orden social imperante) presentan un doble vínculo que, dinámico, tanto reproduce la constelación social dominante, como tam-bién permite su auto reestructuración (apaciguadora, vinculante y recreacio-nal). Funciones que manifiestan un claro componente colectivo donde el su-jeto, mottu proprio, se entrega al ritual festivo en un curioso juego: a una mayor entrega, de mayor intensidad, se genera un sentido de libertad mayor. Sentido éste común con el talante exclusivo y excluyente de la fiesta, ya que el «anónimo» participante goza el privilegio de la exclusividad como partícipe de la misma. El deporte se hace eco igualmente de tal funcionalidad. No ya por los po-sibles beneficios alcanzados por los diferentes actores involucrados, sino por-que, mediante la construcción social de las categorías espacio-temporales, el individuo vivencia un continuo dinamismo en el que la participación en la fies-ta deportiva pasa por la recreación continuada de la paradoja ya aludida: una deliberada adaptación, readecuación y modificación del espacio deportivo, el tiempo social y las prácticas desarrolladas. Por consiguiente, la centralidad se aparece engañosamente irreal, a modo de las claves en los acertijos infantiles: Oro-parece-plata-no-es. La individua-ción como entrega al colectivo, en plena efervescencia, surte efecto. ACERCA DEL DEPORTE Establecer causalidades entre realidades de diverso orden, convergentes en el tiempo, como en este caso son la «estructura social» y las «lúdico-de-portivas », supone una tentación en la que, de modo insistente, las ciencias sociales hay incurrido una y otra vez, no siempre con buen criterio. La cuestión es compleja, tanto más por el carácter presuntamente fútil del objeto de estudio, que invita bien poco a reflexiones teóricamente pro-fundas y a una toma de posición definida. En tanto que irrelevante y poco sig-nificativo, el deporte ocupa, la mayoría de las veces, un lugar secundario en la mesa de las ciencias sociales, de las veces que toca comer. En ocasiones, el intento de historiar y comprehender el fenómeno no va más allá de una sucesión de anécdotas, datos, nombres e imágenes, ejercicio cada vez más envolvente, en una perversa tendencia hacia la «arqueología deportiva», al modo de un Indiana Jones que descubre y logra afirmar «la primera vez que se jugó al frontón en la isla de La Palma, al billar en el municipio de San Mateo o al fútbol en la ciudad de La Laguna». Otras veces, imbuido el in- 35 García Calvo, 1991:186. 138 Víctor L. Alonso Delgado vestigador en un supuesto mesianismo postmoderno, apuesta por la «inver-sión de lo social», atribuyendo supuesta centralidad al deporte, distando del necesario rigor científico, al modo de de los jugadores que, cambiando las reglas, inventan una nueva práctica. Lo presunto deviene evidencia. En par-te ayudado por la supuesta futilidad aludida, el objeto de estudio, el deporte, periférico, de escasa tradición científica, invita a explicar, a través de una bre-ve ventana, la totalidad del paisaje. Ciertamente, en numerosas ocasiones, estas apuestas resultan bieninten-cionadas, y pretenden entender y explicar una realidad polisémica, comple-ja, que, para su estudio, responde y padece ser configurada como realidad esquizofrénicamente dividida36. Categorizada y taxonomizada al modo positi-vista, ni su carácter, ni la estrategia tomada en su análisis facilitan la total claridad, la definición exacta, la fórmula precisa. La causalidad menos casual. He ahí la desventaja y la potencialidad del objeto de estudio. De lo social en sí. De ahí la dificultad de una definición precisa del deporte, por no reparar en la imposibilidad misma. No obstante, como aprecia Arnaud «Au sens strict, le sport est une activité physique, reglementée et codifiée par une instance légifé- 36 Coca, 1993. FOTO 2: Carreras a Pie. Programa de las Fiestas del Cristo (La Laguna, Tenerife). Año 1902. AMO (Festejos, Caja 1. Varios Expedientes) • • • A las diez de la maftana el solemneacto del DESCENDIMIENTO DE LA CRUZ. que se verifical":í. en la Iglesia del Stmo_ Cristo. con Ja pompa y esplendor acostumbrados. A las cuatro y media de la tarde- ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 139 rante, qui se deroule dans un temps et un espace définis en vue d’une compéti-tion visant l’accomplissement loyal d’une performance» («en sentido estricto el deporte es una actividad física, reglamentada y codificada por una instancia legitimadora en un tiempo y espacio definidos con el objeto de una competi-ción y el cumplimiento legal de un record o registro»)37. UNA CIERTA APROXIMACIÓN A LA FIESTA A lo largo del periodo comprendido, la relación entre deporte y fiesta devie-ne de manera cada vez más intensa, evidente y notoria. Dicha relación no es unívoca, ni se manifiesta de manera unilineal. Lejos de esto, la presencia del deporte en el programa de fiestas38, dependerá de múltiples aspectos: la locali-dad en que se celebra la fiesta, la época del año o el año mismo, el ciclo eco-nómico vigente, la participación (y su intensidad) de sociedades deportivas o recreativas, la presencia de sportmans en la elaboración de los programas, etc. Y, sobre todo, la disponibilidad o no de diversos capitales y su puesta en juego. Esto supone un serio handicap a la hora de encontrar líneas o elementos comunes, dada, entre otras razones, la intermitencia en la aparición y pre-sencia de determinadas prácticas deportivas. No obstante, es cierto que, gra-cias a la consulta de la incipiente prensa decimonónica, así como la editada en las dos primeras décadas del siglo XX, pueden describirse algunas particu-laridades. a. La presencia, creciente, de los festejos más relevantes en la prensa del periodo, en un claro ejercicio de atracción de forasteros, consideración social, búsqueda de reconocimiento y, tal vez como elemento signifi-cativo, manifestación de modernidad y relevancia por parte de las lo-calidades más significativas39. Por tanto, la importancia de los festejos 37 Arnaud, 1995:1. 38 En este caso, como se verá posteriormente, fiel reflejo de un acuerdo tácito en torno a la configuración y atribución de un statu quo diferenciador, exclusivo, a las prácticas y espectáculos deportivos presentes en la fiesta. Acuerdo nacido en el seno de la Comisión o Junta de Festejos, nacida de la convocatoria municipal de todas las fuerzas vivas del mu-nicipio, tales que «representantes de la R. Sociedad Económica, del Iltmo. Cabildo Catedral, del Instituto de 2ª Enseñanza, de la Cámara Agrícola, de la Sociedad Católica, de la Cruz Roja, del Casino de La Laguna, y del Porvenir, de la Esclavitud del Stmo. Cristo, de los periódi-cos La Región Canaria, y el Tenerife, del Comercio y numeroso y distinguido público». La Región Canaria (411). 19-07-1902, p. 2. Esta representación, de carácter hegemónico, pasa a constituirse al modo de una corporación, una sociedad o asociación siguiendo el lenguaje de la época, que responde, amparada de eficiencia y «buen ojo» para con el espectáculo y los gustos más demandados, a una clara impronta mercantil que atraviesa el ocio y, gran parte del deporte hasta entrados los primeras décadas del siglo XX. 39 Que son, por este orden, Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, La Orotava y Santa Cruz de La Palma. 140 Víctor L. Alonso Delgado viene no sólo atribuida por lo atractivo del programa o la importancia de la localidad, sino, más allá, por su difusión a cargo de la prensa bur-guesa. La intensidad de tal presencia, detallada en los preliminares, presentación del programa, celebraciones y fin de fiesta, variará en consonancia con el alcance del periódico, la afinidad política o cliente-lar del mismo, la composición de la Junta de Festejos, etc.40 b. A medida que transcurre el periodo, la presencia de los programas fes-tivos y/o las celebraciones, actos y eventos en la prensa van extendién-dose a lo largo de los territorios insulares, atestiguando la incorpora-ción de las referidas lógicas del ocio urbano y el tiempo libre por parte de la población insular41. FOTO 3: Programa de Fiestas de San Isidro Labrador (La Orotava). Año 1893. AMO (Festejos, Caja 1. Expediente festejos San Isidro, 1893) 40 Como ejemplo, distante en el tiempo: «Dijo el Eco del Comercio que en la Fiesta del Cristo que se celebró ayer habría paseo, fuegos artificiales, globos, etc. En efecto, no hubo nada de lo que el Eco anunció». El Memorandum (361), 15-09-1879, p. 2. 41 Así, siguiendo un orden cronológico, ver: Fiesta de Nuestra Señora del Rosario, Va-lle de Guerra —El Eco del Comercio (1367), 4-10-1856, p. 2—; Fiestas de San Juan Bautis-ta Degollado, Arafo —Eco del Comercio (458), 3-9-1856, p. 2—; Fiestas del Cristo de los Do-lores, Tacoronte —Eco del Comercio (563), 10-9-1857, p. 1—; Fiestas de Santa Ana, ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 141 c. Por su parte, la difusión de las prácticas más comunes sigue idéntica lógica. Como ejemplo significativo, aún no siendo alcance de este tra-bajo, son las compañías circenses y acrobáticas, que reflejan fielmen-te, con su movilidad, el alcance del consumo de ocio42. En el caso de las prácticas deportivas insertas en los programas de festejos, la sor-tija es, en ese sentido, la «joya de la corona». Haciendo su re-apari-ción durante la Feria de Diciembre de 1853, celebrada en Santa Cruz de Tenerife, ya en la década de mil ochocientos noventa se disputan pruebas de sortija, con regularidad, en los festejos de La Laguna43, La Orotava44, Santa Cruz de La Palma45, Icod de los Vinos46, Tacoronte47, Garachico48, Puerto de La Cruz49, El Paso50, San Juan de la Rambla51, Los Llanos de Aridane52, entre otras53. Teniendo en cuenta la necesaria limitación del texto, resulta convenien-te plantear, tal que doble ámbito de análisis, los aspectos fundamentales a la hora de profundizar en el objeto de estudio. Así, de una parte, concurre la presencia, cada vez de manera más intensa y amplia, del deporte en los pro-gramas de fiestas. De otra, la consolidación del fenómeno festivo como ejem-plo de ocio urbano, significativo y cada vez más extensivo (en su duración54), Garachico —El Eco del Comercio (753), 20-7-1859, p. 1—; Fiestas de San Roque, Vilaflor —El Eco del Comercio (1845), 22-10-1869—; Fiestas patronales de Los Llanos de Aridane —El Time (286), 17-7-1869—; etc. 42 Al respecto, valga el ejemplo de la Compañía de Madame Turneur, que a lo largo de los años 1964 y 1865, celebra actuaciones durante las fiestas de Santa Cruz de Tenerife —El Eco del Comercio (1225), 25-5-1864, p. 2—; La Orotava —El Eco del Comercio (1224), 21-5-1864, p. 1—; La Laguna —El Eco del Comercio (1263), 5-10-1864, p. 2—. 43 El Propagandista (9), 21-7-1881, p. 4. 44 Diario de Tenerife (1064), 20-5-1890, p. 3. 45 Diario de Tenerife (1021), 14-3-1890, p. 2. 46 Diario de Tenerife (1170), 25-9-1890, p. 2. 47 Diario de Tenerife (1509), 14-11-1891, p. 2. 48 El Liberal de Tenerife (67), 8-10-1891, p. 3. 49 Diario de Tenerife (2345), 6-9-1894, p. 2. 50 El País (74), 18-9-1897, p. 3. 51 La Voz de Icod (46), 3-7-1897, p.2. 52 El País (199), 13-7-1899, p. 1. 53 Una revisión de los programas y su contenido permiten ver cómo, progresivamente, la sortija, en sus múltiples variantes (a caballo o en bicicleta y, más adelante, incluso en automóvil o moto) va ganado espacio en los días más importantes de la fiesta, convergien-do junto a los actos cívicos y religiosos más relevantes, en el cenit de la jornada festiva (entre las tres y cinco de la tarde). Evitando caer en un ejercicio meramente descriptivo, el repaso de diversos programas arroja la siguiente evidencia: la sortija (en sus diversas variantes) resulta ser el evento que, no sólo se repite y consolida en los programas, sino que, al mismo tiempo, va ganando en importancia o significación en el ideario del mismo pro-grama y, por ende, de la propia fiesta. 54 Así, el programa de fiestas presenta cada vez más días de duración. Sirva como ejem-plo ilustrativo, el caso de la ciudad de La Laguna, donde la celebración del día de San Mi- 142 Víctor L. Alonso Delgado e intensivo (en su alcance y contenidos). Como puntos de referencia, ambos aspectos vertebran el significado de unos procesos sociales donde los acto-res, concurrentes en un campo social determinado, ponen en juego sus op-ciones y apuestas sobre el propio ocio, la fiesta, el cuerpo y el deporte, en vir-tud de las posibilidades tenidas y/o capacidades desplegadas. Así, y esta es una de las consecuencias extraíbles, el papel, bien como espectador o partí-cipe en la fiesta deportiva se ve doblemente reforzado en su origen. Pues, tanto las propuestas realizadas, la elaboración del programa de festejos e in-clusión/ distribución de los actos a desarrollar, así como la sanción positiva o negativa de las propuestas y los resultados obtenidos (traducido, entre otras cuestiones, por el éxito recogido) nacen de, por y para la sociedad (en mayús-cula): los miembros de sociedades, asociaciones, colectivos y grupos socia-les definidos, urbanos, participantes de la compleja economía festiva de la fies-ta55, su supuesto desinterés, altruismo, significación social e intercambios fundamentalmente simbólicos. En definitiva, la referida burguesía incipiente participa de la fiesta —entre otras acciones, por medio del deporte—, y es, guel, 28 de Septiembre, en 1864, en la que el «Ilustrísimo Ayuntamiento mantuvo todo el día agradabilísimos espectáculos de ejercicios acrobáticos durante la tarde y cuadros vivos por la noche; [...] terminando tan gratos momentos una colección de fuegos artificiales de muy buen gusto» —El Eco del Comercio (1263), 5-10-1864, p. 2—. Ya en la década de 1890, las Fiestas del Cristo prolongan su duración entre los días tres y veintinueve de septiem-bre —Diario de Tenerife (1737), 23-08-1892, p. 1—. En 1902, tal y como refleja el Progra-ma, son tres los días de celebraciones —Programa de las fiestas del Santísimo Cristo de La Laguna, en el año 1902, AMLL (4000,3)— al igual que una década después, en 1915 —La Información (1519), 2-09-1915, p. 1—. 55 Respondiendo a modelos diametralmente opuestos, las fiestas cívicas recogen una variedad de situaciones, que oscilan entre la total y exclusiva aportación ciudadana, hasta la presencia del Ayuntamiento, de manera casi exclusiva. En este caso, es notoria la parti-cipación de las élites locales y la incipiente burguesía urbana en el «sufragio de los feste-jos »: pues, al igual que se apuntó anteriormente, la fiesta de buen éxito, atractiva para fo-rasteros y conciudadanos, es aquella que presenta números novedosos, de buen gusto. La fiesta y su gestión es entendida como empresa, plasmando una perspectiva fuertemente mercantilista. Sirva como ejemplo la constitución de las Sociedades o Juntas de Fomento del Turismo, hacia la primera década del siglo XX, dentro de cuyos propósitos está la cele-bración de festejos y eventos deportivos con el fin de atraer turistas y poner en marcha una esperanzadora industria turística, siguiendo ejemplos de países europeos. Tratando de reflejar esta curiosa tesitura, se muestran las cuentas municipales que, en el caso de Santa Cruz de Tenerife, son derivadas a Funciones y Festejos, extraídas de los Presupuestos Ordinarios y las Cuentas Presupuestarias correspondientes al periodo 1869- 1919. Pese a los vacíos documentales, la aridez de los contenidos, y a la previa agrupación que se hace de los datos, sobre todo en lo referido a los ingresos económicos percibidos por el Municipio en concepto de celebración de fiestas, ha sido elaborado un cuadro sinóptico (cuadro uno) que recoge el progresivo incremento del gasto en materia de fiestas. Para com-plementar estos datos, (el cuadro dos), pormenoriza los gastos e ingresos derivados de la fiesta de San Isidro, Villa de La Orotava, en el año 1894. Por último, (el cuadro tres) reco-ge, en el caso de la sortija, el coste derivado de la misma durante los festejos de 1894, en La Orotava. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 143 gracias a esto, como refuerza su papel, manifiesta su situación y constituye una visión particular de la ciudad y la ciudadanía. FOTO 4: Diario de Tenerife (1630). 12-04-1892, p. 3. Apertura de la fiesta, jerarquía regional y atracción de forasteros: resumen del programa de las Fiestas de Mayo, rebaja en las tarifas de los vapores interinsulares. La prensa del periodo mues-tra igualmente los casos de las fiestas de San Pedro (Las Palmas de Gran Canaria) y la Fiesta Lustral (La Palma). DEPORTE Y FIESTA. LA IMPORTANCIA DE LAS SOCIEDADES DEPORTIVAS «En los días de San Juan Bautista y Santiago se corrían en la Ciudad de San Cristóbal de La Laguna, cuatro toros; en la plaza Mayor de San Miguel, el día de San Juan, y en la plaza de la Villa de arriba el día de Santiago se co-rría relacionase con el bien universal del Reino, disponían las Ordenanzas, fuesen celebrados con festejos y regocijos públicos» [Para ello, se delimitaba el espacio de juego con tricias grandes, fijadas en los sitios más convenien-tes. Así, por ejemplo, con motivo del Natalicio de Felipe II, en 1527] «Habrá un palenque en la plaza de San Miguel de los Ángeles, donde se han de sen-tar el Adelantado, el Regimiento y caballeros. Correrá parejas la nobleza, y para socorrer se pondrán trece varas de raso o de damasco, repartidas en ele 144 Víctor L. Alonso Delgado orden siguiente: el primer caballero que llegue al pario ganará seis varas; el segundo cuatro; el tercero tres, y todos habrán de correr en caballos y no en yeguas, empezando desde el camino de San Lázaro hasta la dicha plaza. Y se preparará en ella una fuente de vino con botijas para que todos beban. Se ju-garán cañas; se correrá sortija; y habrá doce varas de damasco o raso para que cada caballero gane media, con tal que saque la sortija dentro de la lanza a vista de los diputados. Se habrán de correr doce toros [y] habrá luchas y el lucha-dor que venciese a tres, dando a cada uno dos idas sin recibir ninguna, gana-rá dos varas de la misma seda. El día de Corpus se duplicarán los festejos, para lo que se echará un pregón»56 Al tratar de festejos, celebraciones y deporte, se produce la inefable ten-tación de emparentar prácticas, ideologías y, en definitiva, realidades huma-nas, incurriendo así en un continuum discursivo y perversamente ahistori-cista57. Recalcar el contexto donde se enmarca el trabajo, que no es otro que la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX, permite esta-blecer el pulso de lo que, a grandes rasgos, es considerado como deporte a lo largo de esta páginas, y que comprende un tránsito complejo, conducente a la múltiple interpretación de las prácticas, formas de entender y legitimar la relación con el propio cuerpo, la reglamentación y los sistemas de control establecidos, amén de procesos de organización, deportivización y sociabili-dad deportiva58. Al igual que el proceso de modernización no ha de ser en-tendido desde un punto de vista unilineal y continuo, siguiendo a Bourdieu, en el juego de re (creación) de las prácticas deportivas, arroja interesantes cuestiones. Por ejemplo, el juego de la sortija, que reaparece a mediados del siglo XIX en Canarias, lo hace en plena efervescencia romántica, reviviendo la idealización de las justas y torneos medievales. El convite entre caballe-ros cobra sentido enormemente, tal y como expresa la prensa del periodo59. Diversos ejemplos testimonian la presencia de eventos de distinto orden, 56 Ossuna y Van de Heede, 1983:183-4. 57 Con esto, siguiendo a Pierre Arnaud, el deporte, lejos de derivarse, por decantación, de las prácticas similares que lo anteceden el en tiempo, se manifiesta, en toda su comple-jidad, de manera diferente en plena modernidad occidental. El debate, enriquecedor, tras-ciende estas páginas. 58 Al respecto, para una mayor profundización, ver Arnaud (1986, 1987), Bourdieu (1996, 2000); Elías y Dunning (1992); Dunning (2003); Holt (1989), Tranter (1998), entre otros. En España, resumidamente, Lagardera Otero (1994), Pujadas (2004) y Pujadas y Santacana (1994, 2004). En Canarias, destaco especialmente la obra de Almeida (2005), y su análisis de la comunidad británica hasta 1914. Un tratamiento más pormenorizado del fenómeno, podrá encontrarse en Alonso Delgado, Génesis y desarrollo del asociacionismo deportivo en la Islas Canarias Occidentales (1880-1936), tesis doctoral en curso. 59 «[La calle], engalanada a todo lo largo con vistosas banderolas. Varias filas de sillas en ambos costados estaban ocupadas especialmente por graciosas y bellas mujeres. Del puente pendían 16 cintas de esquisito gusto pintadas [...] y bordadas al realce [por varias señoritas]. Poco después de las 5 desembocó el apuesto y lucido escuadrón de caballeros, de esta isla y algunos extranjeros». El Liberal de Tenerife (235), 4-5-1892, p.2. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 145 no comprendidos en este trabajo: Carreras y corridas de toros60; carreras de barcos61; peleas de gallos; juegos de cañas; peleas de carneros; cucañas; y así un largo etcétera. En un lugar destacado, la lucha canaria —dada su relevan-cia y significación—62. Y, de manera central, el paseo en sus diferentes acep-ciones y espacios de práctica (en plazas, ramblas o avenidas; con o sin músi-ca; con o sin asientos de pago; en la ciudad, o en los aledaños, camino de la costa, camino por la vega, etc.)63. A ello, podrían añadirse los diferentes jue- 60 Hay constancia de celebración de carreras de toros ya en el siglo XVI, algunos años después del fin de la conquista militar. En el año 1891 es construida la primera plaza de toros de Canarias, toda de madera, en La Laguna. Dos años después, se inaugura la de Santa Cruz de Tenerife. Ambos cosos, inaugurados en plenas fiestas locales, serán espacios de múltiple uso para espectáculos deportivos, artísticos y taurinos. Igualmente hay cons-tancia de becerradas en las Fiestas de Guía de Isora —Diario de Tenerife (4712), 25-8-1902, p. 2—, e Icod de los Vinos. Unas curiosas corridas de carneros, anunciadas durante las fies-tas de Tacoronte, mimesis bufesca de las celebradas, meses atrás, en La Laguna, convocan «A las 2 y media corrida de carneros lidiándose tres de los más fieros por la cuadrilla de Ambrosio Alonso y Sebastián López (espadas)». Diario de Tenerife (1509), 14-11-1891, p.2. 61 Las carreras de barcos, celebradas fundamentalmente en el zonas rurales del Nores-te de la Isla de Tenerife, (fundamentalmente los municipios de La Laguna —San Benito, Valle de Guerra, las Mercedes...— y Tegueste). Relata un civilizado periodista del XIX que «Los barcos constituyen la parte más notable de la festividad. Hacía tiempo que entre no-sotros no tenía lugar ese espectáculo, más censurable que la fiesta nacional, es decir, las corridas de toros. [Consisten en] unas carretas, a las que se da forma de antiguos navíos y dentro de los cuáles se colocan varias personas que cantan, chillan, representan, etc, etc. [...] Cada carreta va tirada por bueyes uncidos que corren a todo escape, llevando delante un hombre que se llama el corredor, y que por lo general es atropellado o aplastado por la carreta» —El Propagandista (s/n), 7-6-1885, p. 2—. 62 Eterna convidada de piedra al debate de las ciencias sociales en Canarias, la lucha ca-naria resulta ser una actividad que, presente en algunos programas de fiestas de modo in-termitente, va cobrando presencia a lo largo del siglo XIX.Ese proceso de reconstrucción, permanente a lo largo del XIX y las primeras décadas del siglo XX, la tensión manifiesta en-tre su carácter atribuido e irrenunciable como espectáculo, de una parte, y la cristalización del discurso romántico en torno al buen salvaje, por otra, arroja una propuesta de ocio ur-bano, más o menos intermitente, denostada y cercana, regulada, que va exhibiendo, a tra-vés de la prensa del periodo, la vitola de sport regional a medida que se adentra el siglo XX. El golpe de timón, de manos de la Dirección Nacional de Deportes a principios de los años cuarenta del pasado siglo, en plena revolución nacionalsindicalista, siguiendo la jerga al uso, no hace más que ahondar en un dilema aún no abordado, creo, con la suficiente profundi-dad. Para un mayor conocimiento, ver Alonso Delgado. El terrero indeterminado. Lucha ca-naria, sociabilidad y ocio urbano en la isla de Tenerife (1851-1936). En prensa. 63 Institución central en el ocio y recreo urbanos, el paseo constituye el espíritu que recorre la ciudad moderna, contribuyendo a la configuración de los espacios públicos (pla-zas, alamedas, paseos, ramblas...), ennobleciéndolos, justificando la implantación de criterios de corte higienista, ya que «facilitan el ejercicio y diversión de los vecinos, [pues] conduce a la salud» , tan y como reza el Artículo 36 de la Real Cédula de Plantíos promulgada bajo el reinado de Carlos III. (En Fraga González, 1973:30). En un claro juego de recreación y representación social, la práctica del paseo, al igual que el baile, tiene sus detractores en la figura de los higienistas del siglo XIX, en su ámbito más lúdico, no tanto en sus ventajas 146 Víctor L. Alonso Delgado gos (cucañas marinas o terrestres, carreras de sacos...), números irrenuncia-bles en los programa festivos, unido al espectáculo por excelencia, el circo y su pléyade de artistas: acróbatas, funambulistas, forzudos, clowns, contorsio-nistas, jinetes, ciclistas, aeronautas... que se establece, de forma paralela a los festejos, como oferta complementaria y valiéndose de los mismos en pro de un mayor beneficio económico. Por consiguiente, son objeto de este estudio actividades de diferente sig-no, que van haciendo su aparición en los festejos a medida que el proceso de deportivización toma forma en Canarias, tal y como puede verse, a modo ilustrativo, en Santa Cruz de Tenerife (encuentros de tenis organizados por el Lawn Tennis Club64; espectáculos de equitación, ciclismo y gimnasia a cargo del Club Gimnástico Tinerfeño65; festivales deportivos incluyendo esgrima, ciclismo y carreras a pie a cargo del Sport Club de Tenerife66; regatas en el Club Tinerfeño67, encuentros de fútbol organizados por el Tenerife Sporting Club68, festivales a cargo de los Exploradores de España69), o La Laguna (ca-rreras de caballos organizadas por la Escuela de Equitación de Juan Delgado70; pruebas ciclistas a cargo del Club Velo-Excursionista71 o la Sociedad Veloz Sport72; tiradas de pichón a cargo del Ateneo de La Laguna73 o la Asociación de Cazadores de Tenerife74, giras automovilistas por el Automóvil Club de Te-nerife75, o los primeros encuentros de fútbol de los que se tiene constancia en la isla, organizado por el Laguna Sporting Club76). Como clave interpreta-tiva, el papel jugado por las asociaciones y sociedades deportivas resulta ex-traordinariamente relevante, por razones que escapan a estas páginas y que, de manera resumida, trataré de exponer. En primer lugar, porque el desarrollo del asociacionismo deportivo, coe-táneo al fenómeno estudiado, desarrolla vínculos diversos y fuertes con la fiesta y el deporte en esta etapa: veces, al formar los cuadros directivos de las asociaciones deportivas parte de las comisiones de festejos. La contribu-médicas, asépticas, descontextualizadas —Ver, por ejemplo, El Eco del Comercio (1138), 22-07-1163, p. 2; o bien El Eco del Comercio (1648), 14-08-1867, p. 1—. En su dimensión más festiva, la fiesta decimonónica es fiel reflejo de la importancia del paseo. Va languide-ciendo con el avance del siglo XX. 64 El Liberal de Tenerife (828), 5-5-1894, p. 2. 65 Diario de Tenerife (4583), 17-3-1902, p. 2. 66 Diario de Tenerife (4016), 23-4-1900, p. 2 67 Diario de Tenerife (4910), 25-4-1903, p. 2. 68 La Prensa (1901), 1-4-1916, p. 2. 69 La Prensa (1932), 2-5-1916, p. 1. 70 Diario de Tenerife (858), 10-9-1888, p. 3 71 El Heraldo de Canarias (208), 7-9-1897, p. 4. 72 El Heraldo de Canarias (59), 15-9-1896, p. 2. 73 La Razón (10), 18-9-1907, p. 2. 74 Diario de Tenerife (6850), 9-9-1909, p. 2. 75 Arautapala (58), 11-9-1909, p. 2 76 El Pueblo Canario (238), 4-9-1908, p. 2. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 147 ción se produce, de este modo, con un continuo e insistente ejercicio a fa-vor de la representación, presencia y elogio de dichas comisiones77, generan-do eventos novedosos o de éxito pasado —por consiguiente, asegurado—, de carácter deportivo o no78. Esto supone la apuesta a favor de la celebración y participación en los actos, deliberada y consciente. Así, el Club Tinerfeño, que pasa a organizar diversos eventos con motivo de las fiestas de Mayo, en 1903, destapa el tarro de las esencias, contrapo-niéndose a la indiferencia e ineficiencia municipal, tal y como celebra la prensa del periodo: El Club Tinerfeño, que si hay algo este año a que pueda darse el nom-bre de Fiestas de Mayo, a él y sólo a él se le deberá, está organizando por su propia iniciativa y sin auxilio de nadie, varios números nuevos que le cos-tarán mucho dinero, pero que podrán resultar muy brillantes, si el público no se retrae, cosa que será muy posible en vista de la frialdad, o de la indiferen-cia, por no decir hostilidad, que en el Ayuntamiento se nota en lo que a es-tos festejos se refiere79. Lo que invita a una lectura más profunda: o sea, las asociaciones depor-tivas participantes de la fiesta, en cualquiera de sus procesos y fases, (desde la planificación a la ejecución y seguimiento de las acciones, en jerga al uso) manifiestan el espíritu de asociación, liberal, mercantilista, y su clara defensa de la iniciativa, la emprendiduría y la empresa80. En la práctica, esta apuesta deviene compleja y perversa pues, en su propósito manifiesto, el mercanti-lismo decimonónico converge, en Canarias, con un clientelismo político exa-cerbado. Y, en esta coyuntura, la relación entre sociedad civil (de mano de las asociaciones) y estado-nación (básicamente, en la figura del Ayuntamien-to), se ve representada por dobles filiaciones81, apoyos irrenunciables, críti- 77 Así, consultando la prensa del periodo, es común y habitual resaltar el papel y apor-taciones de estas sociedades a los festejos y, por ende, a la ciudad y/o la isla. 78 Como el caso de la elaboración de arcos decorativos, celebración de verbenas, certá-menes musicales o de belleza, festivales benéficos, artísticos, conferencias, comidas para pobres, colectas, bazares, pandorgas, desfiles, retretas, etc. 79 Diario de Tenerife (4903), 17-4-1903, p. 2. 80 Constante en el discurso afín al liberalismo, fundamentalmente, en sus orígenes, el espíritu de asociación supone, no sólo la búsqueda y defensa de derechos sociales y políti-cos, sino que, sobre todo, alude a la iniciativa privada, la sociedad civil. Siendo constante su presencia en la prensa decimonónica, valga una muestra: «Sin la Asociación, sin que la fuerzas de muchos se reuniesen, con un objeto, no hubiesen podido llevarse a término fe-liz, los grandes proyectos destinados a marcar las huellas del siglo XIX. Un hombre sólo, jamás se hubiese abierto paso por el corazón de las montañas y por el lecho de los ríos, a favor de los túneles. [De ahí que] cuanto más desarrollado y extendido se encuentra en un país el espíritu de asociación tanto más rápidamente se le ve marchar hacia su prosperidad». El Eco del Comercio (883), 24-10-1860, p. 1. 81 Los casos de Pedro Schwartz Mattos y Nicolás Martí Dehesa, alcaldes de Santa Cruz de Tenerife y reconocidos sportmans, así lo atestiguan. 148 Víctor L. Alonso Delgado cas feroces, y una mayor o menor fluidez, en virtud de la fratría política o clientelar de unos y otros. Como se ha visto anteriormente, las aportaciones económicas por parte de los municipios van en aumento —con excepciones y matices—, y la participación, a manos de las fuerzas vivas del municipio se consolida, con el paso de los años, hasta ser una constante a partir de dé-cada de 1890. De otra parte, las asociaciones se valen de la fiesta para cobrar relevan-cia y posición. En ocasiones, utilizándola como espacio para la «puesta de lar-go » de la recién creada sociedad, celebrando «notables y entretenidos actos», como bien ilustran los ejemplos del concurso de bandas de música que orga-niza el Club Tinerfeño82, o el tiro de pichón organizado por la Asociación de Cazadores de La Laguna83. En definitiva, todo un despliegue de estrategias y acciones que, fingidamente desinteresadas, manifiestan la sociabilidad de-portiva en toda su amplitud, y cuyo análisis escapa a estas páginas. Cambiando de registro, puede atisbarse la referencia permanente del fo-ráneo84 (como visitante o participante de los eventos) a través de las cróni-cas periodísticas, programas de festejos y edictos municipales. Los organi-zadores de la fiesta mantienen esa permanente búsqueda de eventos y actos que resulten atractivos para los visitantes, y la introducción de los eventos deportivos resulta ser una de las principales bazas empleadas con ese fin, y así esgrimidas. Sin obviar el papel de los «motores» de la propia fiesta (fun-damentalmente la burguesía local), se aprecia como, en una interesante re-lación de cooperación-competición, el foráneo es indicador del éxito de la fies-ta, al suponer un logro económico y un reconocimiento, tácito y explícito, de las virtudes del programa presentado. Así, 82 Diario de Tenerife (4902), 16-4-1903, p. 2. 83 Noticiero Canario (1300), 11-9-1908, p. 1. 84 Referente continuado en la fiesta, desde diversos ángulos, a modo de poliedro, la fi-gura del foráneo suscita numerosas interpretaciones. Por una parte, entendiendo el contexto, insistentemente aludido, de crecimiento de la ciudad y expansión del estilo de vida urba-no, el forastero resulta ser pieza clave a la hora de ponderar el peso de la oferta festiva y su alcance en la economía local. Por otra, manifiesta la competencia entre poblaciones, como los casos de Santa Cruz de Tenerife y La Laguna, o Santa Cruz de La Palma y Los Llanos de Aridane. El primero de los casos, notorio y destacado durante el siglo XIX, donde la ce-lebración de festejos en una y otra población (sobre todo, en La Laguna, por su carácter de ciudad de veraneo) suponen una gran movilidad de personas y la suspensión, por unos días, de las tiradas de los diarios. Tal capacidad de atracción del «vecino», que supone que «to-dos los pueblos, en fin, con un motivo o a veces con un pretexto cualquiera, celebran sus fiestas y procuran atraer a los forasteros, que cuando salen de sus casas con ánimo de di-vertirse es casi seguro que gasten su dinero en la jornada. Preguntad a cualquiera que re-gresa de estas fiestas, y conforme a lo que personalmente se haya divertido, así os contes-tará; pero seguramente que ha de decir también —“Mucha concurrencia; medio Santa Cruz esta allí”—». Diario de Tenerife (874), 28-9-1889, pp. 2,3. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 149 La mayor brillantez y animación de estas fiestas es la grandísima concu-rrencia que aflora de los demás pueblos de la Isla. En los ocho días de feste-jos consecutivos hasta las altas horas de la madrugada, iban entrando miles de forasteros; las calles estaban cuajadas de gente. [...] Grandísima concurren-cia a la carrera de sortija. La expectación y el interés se mantuvo por más de una hora85. El foráneo atestigua la importancia del festejo a través de su participa-ción activa, más allá de ser un mero espectador y/o consumidor. Esta parti-cipación puede darse de manera individual86, o de colectiva, a través de aso-ciaciones, confirmando el proceso de deportivización que, poco a poco, va fraguándose87. Al igual que el espacio festivo se adecua al diseño de la ciudad (acotado y definido por el trazado de la ciudad, sobre todo, a partir de mediados del XIX), el programa de festejos establece los espacios de práctica y consumos deportivos, regulando su uso y estableciendo una visible jerarquización del espacio urbano88. Igualmente, no son éstos los únicos espacios usados durante las fiestas, pues, de manera paralela, sociedades y particulares celebran even-tos de diverso orden. No obstante, los eventos deportivos recurren a los es-pacios más representativos y valorados en el ideario burgués acerca de la ciu-dad, atribuyendo una mayor jerarquía urbana y social en el conjunto del tejido urbano. Para ello, se combinan diversos criterios; sobre todo la funcionalidad del espacio (amplitud de la calzada, vista despejada, como por ejemplo, la Calle de La Laguna o la Carretera de San Andrés, en Santa Cruz de Tenerife, lu-gares de reciente creación o expansión urbana), y la apropiación del centro urbano celebrando eventos en el «centro urbano», o las zonas más significa-tivas de la población —calles principales y plazas—. En ese sentido, la dis-puta de la sortija a lo largo de la calle O’Daly en Santa Cruz de La Palma, el calvario, en Icod de los Vinos, o la Avenida Antonio Domínguez Afonso, en La Orotava, son ejemplos ilustrativos. Esta apropiación de la ciudad, intramuros, como fuente, foco y fin último de los eventos, va dando paso, de modo progresivo, a una perspectiva extra- 85 El Adalid (33), 4-5-95, p. 2. 86 El caso más notable y repetido es el de los concursantes de la sortija que acuden desde otras localidades vecinas, e incluso algunos extranjeros, residentes en la isla o de paso. Otros casos son las carreras a pie, ciclistas o el tiro de pichón, ya referidos. 87 Como la participación del cuadro de gimnastas de la Sociedad El Recreo en las fies-tas de Arafo —El Eco del Comercio (350), 8-9-1856. p. 1—; la presencia del Club Velo-Ex-cursionista de La Laguna, en las fiestas de Santa Cruz de Tenerife —El Heraldo de Cana-rias (289), 19-3-1898, p. 4—; la celebración de encuentros de fútbol entre clubes de esta localidad y clubes grancanarios, andaluces y madeirenses —por ejemplo, La Prensa (1196), 1-5-1914, p. 1.—; o la presencia regular de la banda de música de los exploradores del Puerto de La Cruz en las fiestas de La Orotava, San Juan de La Rambla e Icod. 88 Por ejemplo, la celebración de espectáculos en los que se colocan sillas de pago, para facilitar la cómoda visión del espectáculo deportivo y formar, a la vez, parte del mismo. 150 Víctor L. Alonso Delgado muros, que perpetra, por medio de la expansión geográfica de la fiesta más allá de los límites de la población, de un modo fugaz, la difusión y ostenta-ción del gusto y ocio burgueses, así como la contribución a la propagación de un estilo de vida urbano, moderno, desenfadado y liviano, nacido de «simpá-ticas sociedades» que, compuestas por «jóvenes caballeros», participan del proceso de deportivización89. Sin embargo, esa, por extensa, es fiesta que merece otras crónicas, más allá de estas líneas. FOTO 5: Sortija en la Calle O’Daly, Santa Cruz de La Palma, durante las Fiestas Lustrales, S/f (Probablemente años 1905 o 1910). (Fernández, 1995) 89 Como ejemplos destacables, la celebración del recorrido ciclista La Laguna-Tejina-La laguna —La Voz de Icod (27), 7-9-1895, p. 2—; carreras a pie entre Santa Cruz y La Laguna, durante las Fiestas de Mayo —Programa de las Fiestas del Cristo. La Laguna. Tenerife. Año 1902. (AMO, Fiestas, Caja 1); festivales aeronáuticos en el La Laguna —El Periódico Lagunero (642), 27-9-1913, p. 1—. FUEGOS ARTIFICIALES (O UNA CIERTA CONCLUSIÓN) He pretendido plasmar, a través de estas páginas, la importancia que ha supuesto el fenómeno festivo en Canarias (especialmente en las islas occi-dentales) de cara a la configuración urbana, el desarrollo e implantación de una consideración del ocio, así como la difusión y asentamiento de las prác-ticas deportivas, en un proceso que Elías y Dunning (1992) entienden como proceso de deportivización. Es un hecho complejo, necesitado de un recorrido ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 151 de largo aliento en su desarrollo y explicación al que estas páginas han in-tentado aportar un breve aliento, a sabiendas del camino a recorrer y los es-fuerzos requeridos. De todo, ha de quedar manifiestamente claro lo siguiente: la fiesta cívi-ca, urbana y moderna, supone una apuesta decisiva por una forma de enten-der la vida y las relaciones sociales. Al mismo tiempo, es un espacio idóneo para la exhibición de estilos de vida, distribución de bienes y recursos a la población, al modo de los evergetas en las antiguas polis griegas, o bien una apuesta firme y decidida a favor del espíritu de asociación decimonónico, con-tradictorio en sus propuestas y logros, apoyos y renuncias. El papel del deporte alcanza más allá de la práctica o el mero referente anecdótico. Permite poner en marcha estrategias de cara a la importancia de los festejos; otorga un prurito especial, al traspasar su alcance los límites de la ciudad, logrando incluso, cotas internacionales. Las visitas de los aviado-res Poumet y Garnier, o de los clubes de fútbol Marítimo y Nacional de Fun-chal durante la década de 1910, son claro ejemplo. Su puesta en juego supo-ne una diversa y enriquecedora apuesta colectiva, de la que los sportmans resultan elementos centrales, en una posición de liderazgo asentada, en oca-siones, en redes político-clientelares, así como en multitud de capitales de diverso orden (económico, cultural, etc.). 152 Víctor L. Alonso Delgado A N E X O S CUADRO I Relación quinquenal del gasto presupuestado y ejecutado en festejos (en pesetas). Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife (1870-1919) * La ejecución presupuestaria no es fácilmente localizable, dados los vacíos documentales existentes. Como ejem-plos, siguiendo la distribución establecida, ver los años presupuestarios 1891-92 (2000-4700 ptas.); 1892-93 (2000- 9467,43); 1897-98 (3000-2227,5); 1901 (1108,25-3350,76); ó 1903 (6000-8849,54). CUADRO II Ingresos y gastos originados por la fiesta (en pesetas). Fiestas de San Isidro (Villa de La Orotava). Año 1894 90 AMSC 1177,1. Presupuesto de gastos e ingresos del año económico 1870-71. 91 AMSC 1178,1. Presupuesto de gastos e ingresos para el año económico de 1875-76.. Ese año son consignadas 5000 pesetas más, de modo extraordinario, con motivo de las celebra-ciones por el fin de las Guerras Carlistas. 92 AMSC 1178,6. Presupuesto ordinario para el año económico de 1880-81. 93 AMSC 1180,1. Presupuesto municipal ordinario. Ejercicio económico 1885-86. 94 AMSC 1180,7. Presupuesto municipal ordinario. Ejercicio económico 1890-91. 95 AMSC 1181,6. Presupuesto municipal ordinario. Ejercicio económico 1895-96. 96 AMSC 1182,7. Presupuesto municipal adicional y refundido, año 1901. 97 AMSC 1183,5. Presupuesto municipal ordinario. Año 1905. 98 AMSC 1185,1, Presupuesto municipal ordinario. Año 1910. 99 AMSC 1186,3. Presupuesto municipal ordinario. Año 1915. 100 AMSC. Presupuesto ordinario de ingresos y gastos para el año 1919-20. Tipografía El Comercio, Santa Cruz de Tenerife, 1919. 101 AMSC 1179,1. Presupuesto ordinario para el año económico de 1881-82. 102 AMSC 1181,1. Presupuesto municipal ordinario. Ejecución económica. Año 1891-92. 103 AMSC 1182,8. Presupuesto municipal ordinario. Año 1901-02. AMO Festejos, Caja 1. Expediente sobre gastos e ingresos. Festejos 1894. INGRESOS GASTOS • Producto de la suscripción vecinal (818,20), a • Pagado a varios por los diferentes conceptos que saber: se espresan con los 83 vales y recibos unidos a - En efecto metálico. (567'40). dichas cuentas. (Pesetas, 1308,53). - Por catorce fanegas, nueve a¡mudes de trigo, a 4 pesos fanega. (221,25). - Por dos fanegas, 7 y, almudes de maíz, a 3 pesos fanega. (29,35). • Producto del tío-vivo. (18,30). • Producto líquido en beneficio de la fiesta en las funciones dadas por la Danza de Enanos. (137,18). Donativos hechos por los vendedores que ocuparon sitios públicos. (97,82). • Otros donativos particulares. (137) 1072,87/Jesefas 1308,53 pesetas Saldo que ha librado con cargo al presupuesto municipal, (235,76 pesetas). Villa de la Orotava, 15 de Octubre de 1894. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 153 CUADRO III Relación de gastos ocasionados por la sortija. Fiestas de San Isidro (Villa de La Orotava). Año 1894 AMO Festejos, Caja 1. Expediente sobre gastos e ingresos. Festejos 1894. BIBLIOGRAFÍA ALMEIDA AGUIAR, A. S., Británicos, deporte y burguesía en una ciudad atlántica (Las Palmas de Gran Canaria, 1880-1914). Universidad de Las Palmas de Gran Ca-naria- Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Cana-ria, 2005. ALONSO DELGADO, V. L., «Bases y estrategias para el estudio de la génesis y desa-rrollo del asociacionismo deportivo en las Islas Canarias occidentales (1880-1936). El caso de la isla de La Palma», en Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma (2), 2006, pp. 11-30. ARNAUD, P., «La trama i l’ordt. La xarxa de societats gimnástiques d’instrucció mili-tar a França (1870- 1890)», en Acácia. 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Título y subtítulo | 'Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta'. En torno a un marco de análisis socio-histórico de la actividad fisica, el deporte y la fiesta cívica en Canarias (1851-1919) |
Autor principal | Alonso Delgado, Víctor L. |
Entidad | Universidad Nacional de Educación a Distancia (España). Centro Asociado de Las Palmas (Las Palmas de Gran Canaria) |
Publicación fuente | Boletín Millares Carlo |
Numeración | Número 27 |
Sección | Historia |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Centro Regional Uned |
Fecha | 2008 |
Páginas | p. 129-156 |
Materias | Cultura ; Literatura ; Filosofía ; Historia ; Canarias |
Enlaces relacionados | Enlace al editor: http://www.boletinmillarescarlo.es/index.php/BMC/index |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 1746188 Bytes |
Texto | ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco de análisis socio-histórico de la actividad física, el deporte y la fiesta cívica en Canarias (1851-1919)1 VÍCTOR L. ALONSO DELGADO Sociólogo. GRIES. Universitat Ramon Llull2 Para Claudia, eterna fiesta Boletín Millares Carlo, núm. 27. Centro Asociado UNED. Las Palmas de Gran Canaria, 2008. Resumen: Elemento de suma importancia a la hora de conocer la vida de las poblaciones del archipiélago, la fiesta, de manera directa o paralela, otorga progresiva relevancia a la actividad física y deportiva, sirviéndose ambas realidades, mutuamente, de dicha relevan-cia. Así, para las ciencias sociales, y en especial para la historia del deporte, su estudio su-pone desvelar claves interpretativas que resultan de primer orden en el conocimiento de los procesos de deportivización generados en Canarias, y en especial las islas occidentales, a partir de mediados del siglo XIX. A través del siguiente trabajo se pretende profundizar en la implantación, desarrollo y claves más significativas del papel del deporte en la fiesta, tomando como referencia el periodo histórico comprendido entre 1851 y 1919. Palabras clave: Historia del deporte, deportivización, fiesta, Canarias. Abstract: Festivals are an aspect of the greatest importance when it comes to knowing the populations of the Archipelago. Directly or in a parallel way, festivals progressively grant relevance to physical and sportive activities, to the extent that both realities feed on that relevance. Thus, for social sciences, and more specifically for sport’s history, it is extremely fruitful to study those interpretive keys to comprehend the sportivisation processes gen-erated in the Canaries, more specifically in the western ones, from the mid-19th century on. The present article is intended to delve into the beginnings and development of sports in festivals, together with the most significative keys of their role, taking as historical frame-work the one spanning from 1851 to 1919. Key words: sports’ history, sportivisation, festivals, the Canaries. 1 Mi especial y afectuososo agradecimiento a Manuel Ferraz Lorenzo y a Xavier Puja-das i Martí, amigos, Profesores Titulares de la Universidad de La Laguna y Universitat Ramon Llull, respectivamente, por sus sabias consideraciones, pacientes consejos y suti-les miradas, hacedoras de estas líneas. 2 Grup de Reçerca i Innovacio Sport i Societat. 130 Víctor L. Alonso Delgado Poner en cuestión todos los estudios que, merced a un anacronismo esen-cial, asimilan los juegos de las sociedades precapitalistas, europeas o extraeuropeas, tratados equivocadamente como predeportivas, y los deportes propiamente dichos cuya aparición es contemporánea de la constitución de un campo de «productos deportivos». Esta producción sólo tiene fundamento si, procediendo exactamente a la inversa de cómo lo hace la búsqueda de los «orígenes», tiene por objetivo [...] aprehender la especificidad de la práctica propiamente deportiva o, más concretamente, determinados ejercicios físicos pre-existentes pudieron recibir una significación y una función radicalmente nuevas [...] convirtiéndose en deportes, definidos tanto en sus objetos en jue-go, en sus reglas de juego, como, al mismo tiempo, en la calidad social de los participantes, practicantes o espectadores, por la lógica específica del «cam-po deportivo»3. PANDORGA (O, DIGAMOS, INTRODUCCIÓN) El siguiente trabajo tiene por objeto un acercamiento a la génesis, pre-sencia y desarrollo de la actividad física y el deporte4 en la fiesta cívica5 ce-lebrada en el Archipiélago Canario. Abarca un periodo de casi siete décadas, comprendido entre los años de mil ochocientos cincuenta y uno, y mil nove-cientos diecinueve. Periodo intencionadamente amplio, enmarcado entre dos hitos como son la promulgación de la Ley de Puertos Francos y el final de la Primera Guerra Mundial, en lo económico, manifiesta un tránsito irregular, conjugando eta-pas de fuerte crecimiento6 y retracción feroz, y cuyas razones y consecuen- 3 Bourdieu, 2000:176. 4 Para favorecer una lectura más fluida, ambos conceptos serán en el genérico deporte (en cursiva). Ello no supone laminar el debate ni las particularidades de cada uno de los tales deportes, que manifiestan realidades que, a grandes rasgos, entienden la mayor o menor presencia de la reglamentación de las prácticas. 5 García Calvo, 1991. A grandes rasgos, la fiesta cívica o comunitaria se caracteriza por la participación o presencia constante de la sociedad civil, a diferencia de la denominada fiesta autoritaria (1991:153-183) o la fiesta libertaria (Op. cit., 111-133). En adelante, con idénti-ca pretensión que el caso anterior, será referida como fiesta (en cursiva). 6 A lo que corresponde el crecimiento del comercio internacional la exportación agraria de grana, papa, tomate y plátano, cierto despegue de la industria y el suministro de carbón y aguadas a través de los puertos. En una economía fuertemente dependiente, los ciclos económicos internacionales se hacen sentir especialmente, junto a factores directamente re-lacionados con las producciones agrarias (aparición y comercialización de colorantes artifi-ciales, la Independencia de la república de Cuba (1898), o la Primera Guerra Mundial, es-pecialmente el periodo del bloqueo portuario a manos de los submarinos alemanes (1916-8). Esto comprende periodos de acusada migración, básicamente a Latinoamérica, producto de los vaivenes económicos del Archipiélago, y de fuertes crisis económicas, dependientes, no sólo de los ciclos de los productos, sino de factores como la Independencia de Cuba (1898) o la Primera Guerra Mundial (1914-18). Se asiste a lo que Brito (1981) considera economía ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 131 cias derivadas provocan resultados de muy diversa índole7. La expansión de las ciudades, villas y pueblos, tanto urbanística como socialmente, supone el despegue y consolidación paralela del ocio urbano. Así la fiesta, en sus di-versas expresiones, y particularmente la fiesta cívica, van ganando importancia en el ideario insular, como muestra más significativa de tal despegue. Com-pleja, atravesada por numerosas interpretaciones y apuestas sociales, la fies-ta sugiere al investigador diversos encuadres. Desde el punto de vista urbanístico, favorece la consolidación de los es-pacios urbanos destinados al ocio, la recreación y el tiempo libre. La fiesta produce ciudad, tejido urbano. Y se apropia del mismo. Desde el primer ter-cio del XIX, en el que el Estado-nación asume el papel de regulador y direc-tor de la ciudad burguesa, equipando y dotando de los espacios necesarios para el funcionamiento de la ciudad —la calle, la plaza, la higiene...—, dejan-do a manos de la iniciativa privada la inversión en los terrenos —la edifica-ción utilitaria—8, el espacio festivo, resulta encuadrado en la plaza, la calle, o en los espacios destinados a usos recreativos y de esparcimiento (teatros, plazas de toros, circos, galleras...). Empero, el propio espacio urbano y sus significados pasan a ser reconfigurados en su relación con la fiesta, y, tanto más, con el deporte. La apropiación, progresiva, intencionalmente desintere-sada y fugaz, del espacio urbano, se construye en una relación de doble sen-tido (centrífuga y centrípeta), dinámica y cambiante. Así se toman, por unas horas, un día... la Calle O’Daly para la celebración de la sortija9, la Plaza de La Constitución para el paseo con música10, la carretera de Tejina para la dis-dependiente y relativamente diferenciada del referente estatal, cuyo eje vertebrador es la exportación agrícola, y cuyo actor principal, de nuevo cuño, queda representado en la figura de la oligarquía agraria. Omnipresente la figura del caciquismo, manifiesta y discursiva-mente (es curioso observar como, a través de la prensa, las élites locales se tildan y des-califican mutuamente de caciques dependiendo del bando político o los intereses defendidos), la constitución, legitimación y praxis de las élites sociales pasará, como se verá a lo largo del texto, por la argumentación en torno a la modernidad, la relevancia social, el progreso, el bienestar y la mejora social. En ese encuadre, la fiesta cívica y el fenómeno deportivo ad-quieren manifiesta relevancia como catalizadores y reflejo, relativamente autónomos, del periodo. Para un acercamiento pormenorizado del periodo, consultar, entre otras, Martín Hernández (1988), Burriel de Orueta (1981), Yanes Mesa (2005). 7 Como ejemplo, se produce un incremento poblacional general en todo el archipiéla-go, acompañado de la consolidación y crecimiento de las actuales capitales provinciales (Bu-rriel de Orueta, 1981: 50-1). Así, de unos 234 mil habitantes residentes en 1857 se pasa a unos 457 mil en 1920. En el mismo periodo, Santa Cruz de Tenerife (de trece a algo más de cincuenta y tres mil habitantes) y Las Palmas de Gran Canaria (de unos catorce a se-senta y tres mil habitantes) manifiestan, de modo más acusado, el proceso. Los periodos de acusada emigración, básicamente latinoamericana, producto de los vaivenes económicos su-fridos por el Archipiélago, ya señalados. 8 González Chávez, 1995:101,2. 9 El Adalid (31), 30-3-1895, p.1. 10 El Defensor (189), 12-6-1907, pp. 2,3. 132 Víctor L. Alonso Delgado puta de una prueba ciclista11, el Camino Largo con motivo de las carreras a pie12, el muelle para la celebración de un festival marítimo, con cucañas y regatas de botes13. Desde una óptica económica, la fiesta —pretendidamente cívica— mani-fiesta un crisol de registros: en su financiación, ya que, pese a la impronta de la sociedad civil y la ciudadanía —plasmadas en las aportaciones moneta-rias y en especies a través de donaciones, colectas, bazares o la celebración de festivales benéficos—, la participación de las entidades públicas —enca-bezadas por el Ayuntamiento— es notoria y creciente. En ese sentido, la ten-tación hacia una consideración del fenómeno festivo como herramienta ex-clusiva al servicio del «poder» resulta, a mi entender, fallida. Pues, coincidiendo con García Calvo, más allá del mero interés desplegado, el aná-lisis del fenómeno festivo produce una mayor gratificación en tanto en cuan-to es desarrollado desde la órbita de la estrategia desempeñada por los acto-res sociales participantes. Así, respondiendo a una acción heterodeterminada14, «la fiesta es una relación social que ejerce influencia expresiva interperso-nal. Por tanto, induce contagiosamente la hetrodeterminación exógena de las conductas, que pasan a obedecer la invencible autoridad moral ejercida por la fiesta, incapaces ya de autodeterminarse resistiendo a su influencia»15. En definitiva, la paradoja resultante de la fiesta pasa por ser Donde influye más la heterodeterminación por la autoridad expresiva, resulta sin embargo aparentemente inmune a la heterodeterminación por el poder instrumental. A nadie se le obliga a participar en la fiesta, y nadie se siente obligado a participar en ella. [...] Y, por ello resulta imposible obligar a nadie a que se divierta a la fuerza en una fiesta: de ahí la radical inmunidad de la fiesta ante el poder instrumental del poder16. En este marco, el deporte cobra especial relevancia al manifestarse gra-cias a la inversión y apuesta, bien individual, bien grupal, en torno a la atrac-ción de forasteros, la búsqueda del prestigio social, la difusión de actividades novedosas, la preponderancia y centralidad social de las sociedades deporti-vas y sus miembros, el pretendido desinterés, fin benéfico y/o evergético en este ámbito: como se verá, representa fielmente esta paradoja a la que está sometida la fiesta. Paradoja que supera la ruptura entre lo público y lo priva-do, al atribuirse, en el caso del Estado-nación, una posición que oscila entre el destierro y la denostación exclusiva de la fiesta, encaminándose, cada vez más, hacia la exclusiva vocación instrumental, bajo riesgo de caer en la im- 11 La Voz de Icod (27), 7-9-1895, p.2. 12 Diario de Tenerife (5958), 7-9-1906, p.2. 13 La Lealtad Canaria (203), 8-4-1876, p.2 14 García Calvo, 1991: 155 y ss. 15 Op. cit., 159-60. 16 Op. cit., 161. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 133 potencia y parálisis expresiva17. El binomio público- privado refleja la parti-cipación, más o menos desigual, de la Institución Pública (el Ayuntamiento) y de la sociedad Civil más significativa, al construir la fiesta, configurar el pro-grama, decidir los eventos y participar de los mismos en un curioso juego de desprendimiento, jerarquía social, intercambios simbólicos y centralidad social (a través, sobre todo, de la inclusión o no en la Junta de Festejos, a tí-tulo particular —como contribuyentes, empresarios o notables—, o colecti-vo —como representantes de asociaciones recreativas, culturales, deportivas, benéficas, etc.—. De ahí que, como referente a la hora de estudiar la socia-bilidad deportiva, la fiesta, sobre todo a lo largo de este periodo, resulte un referente de primer orden18. Asimismo, la incorporación de las actividades deportivas al fenómeno fes-tivo viene aparejado de los gustos y disposiciones de la burguesía —sobre todo—, y su consideración/ posición ante los dilemas «práctica/espectáculo» y «culto/popular»19. No menos cierto resulta entender de manera monolítica a la propia burguesía y su concepción del gusto, la fiesta, el deporte y su ex-presión más directa a través de la oferta aparecida en los programas de fies-tas, la intermitencia, desaparición o énfasis en una u otra práctica: en con-junto, todo ello orienta, sobre todo, de cara a entender la expansión y popularización de los gustos y prácticas deportivas. Los casos de la lucha canaria, la gimnasia, el fútbol y, sobre todo, la sortija, son fiel reflejo de un proceso que, lejos de estar sometido a una lógica de crecimiento y expansión continuada, responde a diferentes estrategias y realidades. Con todo, y con ánimo de concreción, puede abordarse este trabajo des-de una doble coordenada. De una parte, la establecida en torno a los concep-tos «local-foráneo»; de otra, la establecida en torno a las dimensiones «pú-blico- privado»: ambos conceptos responden, de una parte, a las posiciones tomadas por los actores en torno, a a) la filiación con el espacio físico en que se desarrolla la fiesta y, por ende, el deporte —fundamentalmente, la ciudad, pueblo o villa—, así como las relaciones derivadas; b) el papel jugado en torno a la fiesta —y, más concretamente, el depor-te— a manos de los actores sociales y las instituciones o sociedades a las que están vinculadas. 17 Op. cit., 201. 18 Cabe reseñar que el periodo estudiado se corresponde al que recoge el proceso de implantación del modelo liberal (con sus matices) en el Estado Español. 19 Si bien tales dilemas responden a una lógica dicotómica y, por tanto, exclusivamente entendibles como tipos ideales weberianos. 134 Víctor L. Alonso Delgado FOTO 1: Arcos engalanados en la Calle del Calvario, La Orotava, Tenerife. Principios del Siglo XX. (Rodríguez Mesa, 1984). LA FIESTA Y SUS DOBLES LÓGICAS La fiesta permite a las comunidades humanas un carácter social y públi-co (y, por tanto, reflexivo, pese a que su presentación y éxito se disfraza de absurdo) de indudable riqueza. Al respecto, Bell refiere a una doble realidad en el seno de la modernidad. Así, la exigida ética del trabajo —con su consi-guiente carga de eficacia y rendimiento—, se manifiesta conjuntamente con una ética del placer —hedonista, consecuencia indeseada20—. Este plantea-miento, dicotómico, conduce a un debate inacabable, manido y perverso per se. Los postulados de Bell, rebatidos desde diferentes ámbitos21 conducen 20 Op. cit., 16 y ss. 21 Entre los autores que han abordado el fenómeno festivo desde una óptica más com-pleja, Gellner trata la pervivencia en la vida social de Jaulas de Goma, cuyo fin está en la satisfacción de lo irracional como rito purificador ante la constricción de la racionalidad. Asimismo, Elster confronta las tesis de Bell y sus silogismos al considerar la Fiesta como «negación activa», revitalizante y conservacionista, frente al trabajo, «negación pasiva», destructora tanto del individuo como del Medio (Op. cit., 16 y ss.) En el caso canario, tratando la producción de las últimas décadas, destacan la produc-ción de los antropólogos Galván Tudela, García Barreto, Santana Jubells, y otros. (Santana ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 135 necesariamente a un planteamiento vinculado a lo que Beck, Giddens y Lash consideran modernidad reflexiva22, y a la innegable complejidad misma de lo social. Tal y como apunta Gil Calvo, ¿En qué consiste el hecho de celebrar una fiesta? Se trata de un aconte-cimiento ritual, espontáneo y colectivo que precisa dos ingredientes básicos: alguna trasgresión del orden (o cuando menos la momentánea suspensión de las normas cotidianas) y la caída en la paradoja (es decir, en el absurdo del humor sin sentido). [Sin embargo], la conducta festiva, por irracional que apa-rente ser, posee, sin embargo, sus propias razones, latentes y secretas. La fiesta nos libera, emancipando nuestra identidad personal. La fiesta nos vin-cula, creando lazos comunitarios de solidaridad. Y la fiesta nos obliga, susci-tando el entusiasmo colectivo de nuestra participación cívica23. En su análisis de lo festivo, cabe destacar las virtudes atribuidas: su ca-pacidad de transformación de la realidad social; su naturaleza como ritual co-municativo total; su realidad tal que ficción y simulacro teatral, transgresora a la par que elemento de orden no cotidiano; y el modo de comunicación en el que se transmiten significados paradójicos, a modo de una profecía auto-incumplida, catártica24. En gran medida, estos aspectos también pueden ser atribuibles al depor-te, igualmente encuadrado en el seno de la modernidad: El actor participan-te (deportista, sportman, practicante, aficionado...) recurre al entrenamiento, la exhibición, la competición —argumentos que estandarizan y permiten dis-tinguir su propia fisonomía, pudiendo así transmitir la ilusoria pertenencia, control y potencialidad del cuerpo—, con objeto de dominio y placer. Por otra parte, su capacidad comunicativa y expresiva se hace manifiesta en la transmisión de creatividad, razón y tragedia gracias, sobre todo, al gesto deportivo. Y a la potencia creativa del colectivo. En definitiva, gracias al sur-gimiento de un hombre deportivo activo25. Comunes realidades, deporte y fies-ta comprenden, de modo fingidamente arbitrario, una enorme capacidad de trasgresión26, encuadrada normativamente. Como ejemplos de tal regulación normativa en, diversos planos, se encuentran la redacción de normas o re-glamentos para la celebración de eventos como la lucha canaria27, campeo- Jubells, 2000). En la bibliografía final se adjuntan algunos títulos significativos, que no los únicos, en la producción acerca de la fiesta en Canarias.. 22 Beck, U.; Giddens, A.; Lash, S., 1997. 23 Gil Calvo, 1991:108. 24 Op. cit., 36-63. 25 Coca, 1993:21. 26 Dicho fingimiento se abre a las experiencias diversas que ambas realidades presen-tan: rechazo a la norma, parejo a la pauta, la regulación y la definición de tiempos y espa-cios festivos (la plaza, el recorrido de la pandorga, la recta de la sortija, el horario de inicio de la lucha). 27 Eco del Comercio (173), 3-12-1853, p. 4. O, también, El Guanche (489), 27-9-1864, p. 2 136 Víctor L. Alonso Delgado natos insulares de ciclismo28 o tiradas de pichón29; la promulgación de Nor-mas de Buen Gobierno, Ordenanzas Municipales o Edictos30, pasando por la promulgación de la Ordenanzas Cabildicias, en 167031. Y existe, por encima de todo, la común capacidad —en fiesta y deporte— de producir paradojas, entreveradas, que pasan por el continuo y enfatizable ejercicio de racionalidad weberiana y sus dobles lógicas: lógica en torno a fí-nes, de carácter instrumental, «regulada por el procedimiento, es decir, por los posibles procesos de futura obtención intencional de resultados espera-dos »32, adecuada realidad en sintonía con los dictados de la modernidad triun-fante. Y lógica en torno a valores, de carácter expresivo, «regulada por la rea-lización, es decir, por la participación contemporánea en los acontecimientos del presente»33. Como tercer elemento en juego, resulta el recurso de la tra-dición, que, lejos de manifestarse como lógica independiente, deviene refe-rente de los actores sociales en su proceso de configuración y (re) creación de la realidad social: Así, las acciones pretéritas sólo pueden ser rememora-das, eso sí, de manera particular y concreta, tomando en cuenta la reflexivi-dad del ser humano y, sobre todo, su disposición ante las realidades socia-les34 existente. Sino que, la tradición, en palabras de García Calvo, permite actuar en el presente a través de La repetición de hábitos institucionalizados de conducta, que, o bien [son] rutinas instrumentales, o bien rituales expresivos. Las rutinas son procedimien-tos operativos que ejercen consecuencias futuras. En cambio, los rituales expresivos sólo se realizan como intervenciones en el presente, pues no pue- 28 El Periódico Lagunero (259), 11-9-1912, p. 2. 29 Diario de Tenerife (6850), 9-11-1909, p. 2. 30 Resulta cada vez más frecuente la promulgación de normas municipales que regulen el buen desarrollo de fiestas y eventos vinculados a estas. Sirvan como ejemplos, «Se pro-híbe durante los días de la fiestas del Cristo, la entrada y circulación en el recinto de la plaza de San Francisco, de automóviles, coches, carros y bicicletas y en general, de toda clase de vehículos y caballerías a menos que realicen en elle números especiales, como juegos de sortija, carreras de bicicletas y otros de esta índole, durante los cuales sólo podrán perma-necer aquellos vehículos o caballerías cuyos dueños los utilicen para tomar parte en los mismos». Artículo 17, Ordenanzas Municipales de 6 de abril de 1921. (AMLL, O-2, II); o bien «Don Nicolás de Ponte y Urtusaustegui, Alcalde de la Villa de la Orotava, Hago saber: Que a fin de dar el mayor esplendor posible a las populares fiestas de San Isidro Labrador [...] prevengo a los habitantes de esta Villa [...] Que en los paseos de la plaza de la Constitu-ción, tomen los paseantes una dirección solamente, siguiendo los cuatros enlosados de aque-lla para impedir el desorden y molestia que se producen cuando es mucha la aglomeración de gente y se camina en sentidos opuestos. [...]. Orotava, quince de junio de mil novecien-tos tres». (AMO, Festejos, 55-27, 2). 31 Ver Ossuna Van de Heede, 1983. Especialmente, vol. 1. 32 García Calvo, 1991:185. 33 Op. cit., 185. 34 Bourdieu, 2002. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 137 den producir consecuencias sobre el pasado, y sus posibles consecuencias futuras son siempre involuntarias, inesperadas y latentes35. Las funciones esenciales de la fiesta, (bien comunicacionales, como ritos de paso, o próximas al orden social imperante) presentan un doble vínculo que, dinámico, tanto reproduce la constelación social dominante, como tam-bién permite su auto reestructuración (apaciguadora, vinculante y recreacio-nal). Funciones que manifiestan un claro componente colectivo donde el su-jeto, mottu proprio, se entrega al ritual festivo en un curioso juego: a una mayor entrega, de mayor intensidad, se genera un sentido de libertad mayor. Sentido éste común con el talante exclusivo y excluyente de la fiesta, ya que el «anónimo» participante goza el privilegio de la exclusividad como partícipe de la misma. El deporte se hace eco igualmente de tal funcionalidad. No ya por los po-sibles beneficios alcanzados por los diferentes actores involucrados, sino por-que, mediante la construcción social de las categorías espacio-temporales, el individuo vivencia un continuo dinamismo en el que la participación en la fies-ta deportiva pasa por la recreación continuada de la paradoja ya aludida: una deliberada adaptación, readecuación y modificación del espacio deportivo, el tiempo social y las prácticas desarrolladas. Por consiguiente, la centralidad se aparece engañosamente irreal, a modo de las claves en los acertijos infantiles: Oro-parece-plata-no-es. La individua-ción como entrega al colectivo, en plena efervescencia, surte efecto. ACERCA DEL DEPORTE Establecer causalidades entre realidades de diverso orden, convergentes en el tiempo, como en este caso son la «estructura social» y las «lúdico-de-portivas », supone una tentación en la que, de modo insistente, las ciencias sociales hay incurrido una y otra vez, no siempre con buen criterio. La cuestión es compleja, tanto más por el carácter presuntamente fútil del objeto de estudio, que invita bien poco a reflexiones teóricamente pro-fundas y a una toma de posición definida. En tanto que irrelevante y poco sig-nificativo, el deporte ocupa, la mayoría de las veces, un lugar secundario en la mesa de las ciencias sociales, de las veces que toca comer. En ocasiones, el intento de historiar y comprehender el fenómeno no va más allá de una sucesión de anécdotas, datos, nombres e imágenes, ejercicio cada vez más envolvente, en una perversa tendencia hacia la «arqueología deportiva», al modo de un Indiana Jones que descubre y logra afirmar «la primera vez que se jugó al frontón en la isla de La Palma, al billar en el municipio de San Mateo o al fútbol en la ciudad de La Laguna». Otras veces, imbuido el in- 35 García Calvo, 1991:186. 138 Víctor L. Alonso Delgado vestigador en un supuesto mesianismo postmoderno, apuesta por la «inver-sión de lo social», atribuyendo supuesta centralidad al deporte, distando del necesario rigor científico, al modo de de los jugadores que, cambiando las reglas, inventan una nueva práctica. Lo presunto deviene evidencia. En par-te ayudado por la supuesta futilidad aludida, el objeto de estudio, el deporte, periférico, de escasa tradición científica, invita a explicar, a través de una bre-ve ventana, la totalidad del paisaje. Ciertamente, en numerosas ocasiones, estas apuestas resultan bieninten-cionadas, y pretenden entender y explicar una realidad polisémica, comple-ja, que, para su estudio, responde y padece ser configurada como realidad esquizofrénicamente dividida36. Categorizada y taxonomizada al modo positi-vista, ni su carácter, ni la estrategia tomada en su análisis facilitan la total claridad, la definición exacta, la fórmula precisa. La causalidad menos casual. He ahí la desventaja y la potencialidad del objeto de estudio. De lo social en sí. De ahí la dificultad de una definición precisa del deporte, por no reparar en la imposibilidad misma. No obstante, como aprecia Arnaud «Au sens strict, le sport est une activité physique, reglementée et codifiée par une instance légifé- 36 Coca, 1993. FOTO 2: Carreras a Pie. Programa de las Fiestas del Cristo (La Laguna, Tenerife). Año 1902. AMO (Festejos, Caja 1. Varios Expedientes) • • • A las diez de la maftana el solemneacto del DESCENDIMIENTO DE LA CRUZ. que se verifical":í. en la Iglesia del Stmo_ Cristo. con Ja pompa y esplendor acostumbrados. A las cuatro y media de la tarde- ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 139 rante, qui se deroule dans un temps et un espace définis en vue d’une compéti-tion visant l’accomplissement loyal d’une performance» («en sentido estricto el deporte es una actividad física, reglamentada y codificada por una instancia legitimadora en un tiempo y espacio definidos con el objeto de una competi-ción y el cumplimiento legal de un record o registro»)37. UNA CIERTA APROXIMACIÓN A LA FIESTA A lo largo del periodo comprendido, la relación entre deporte y fiesta devie-ne de manera cada vez más intensa, evidente y notoria. Dicha relación no es unívoca, ni se manifiesta de manera unilineal. Lejos de esto, la presencia del deporte en el programa de fiestas38, dependerá de múltiples aspectos: la locali-dad en que se celebra la fiesta, la época del año o el año mismo, el ciclo eco-nómico vigente, la participación (y su intensidad) de sociedades deportivas o recreativas, la presencia de sportmans en la elaboración de los programas, etc. Y, sobre todo, la disponibilidad o no de diversos capitales y su puesta en juego. Esto supone un serio handicap a la hora de encontrar líneas o elementos comunes, dada, entre otras razones, la intermitencia en la aparición y pre-sencia de determinadas prácticas deportivas. No obstante, es cierto que, gra-cias a la consulta de la incipiente prensa decimonónica, así como la editada en las dos primeras décadas del siglo XX, pueden describirse algunas particu-laridades. a. La presencia, creciente, de los festejos más relevantes en la prensa del periodo, en un claro ejercicio de atracción de forasteros, consideración social, búsqueda de reconocimiento y, tal vez como elemento signifi-cativo, manifestación de modernidad y relevancia por parte de las lo-calidades más significativas39. Por tanto, la importancia de los festejos 37 Arnaud, 1995:1. 38 En este caso, como se verá posteriormente, fiel reflejo de un acuerdo tácito en torno a la configuración y atribución de un statu quo diferenciador, exclusivo, a las prácticas y espectáculos deportivos presentes en la fiesta. Acuerdo nacido en el seno de la Comisión o Junta de Festejos, nacida de la convocatoria municipal de todas las fuerzas vivas del mu-nicipio, tales que «representantes de la R. Sociedad Económica, del Iltmo. Cabildo Catedral, del Instituto de 2ª Enseñanza, de la Cámara Agrícola, de la Sociedad Católica, de la Cruz Roja, del Casino de La Laguna, y del Porvenir, de la Esclavitud del Stmo. Cristo, de los periódi-cos La Región Canaria, y el Tenerife, del Comercio y numeroso y distinguido público». La Región Canaria (411). 19-07-1902, p. 2. Esta representación, de carácter hegemónico, pasa a constituirse al modo de una corporación, una sociedad o asociación siguiendo el lenguaje de la época, que responde, amparada de eficiencia y «buen ojo» para con el espectáculo y los gustos más demandados, a una clara impronta mercantil que atraviesa el ocio y, gran parte del deporte hasta entrados los primeras décadas del siglo XX. 39 Que son, por este orden, Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, La Orotava y Santa Cruz de La Palma. 140 Víctor L. Alonso Delgado viene no sólo atribuida por lo atractivo del programa o la importancia de la localidad, sino, más allá, por su difusión a cargo de la prensa bur-guesa. La intensidad de tal presencia, detallada en los preliminares, presentación del programa, celebraciones y fin de fiesta, variará en consonancia con el alcance del periódico, la afinidad política o cliente-lar del mismo, la composición de la Junta de Festejos, etc.40 b. A medida que transcurre el periodo, la presencia de los programas fes-tivos y/o las celebraciones, actos y eventos en la prensa van extendién-dose a lo largo de los territorios insulares, atestiguando la incorpora-ción de las referidas lógicas del ocio urbano y el tiempo libre por parte de la población insular41. FOTO 3: Programa de Fiestas de San Isidro Labrador (La Orotava). Año 1893. AMO (Festejos, Caja 1. Expediente festejos San Isidro, 1893) 40 Como ejemplo, distante en el tiempo: «Dijo el Eco del Comercio que en la Fiesta del Cristo que se celebró ayer habría paseo, fuegos artificiales, globos, etc. En efecto, no hubo nada de lo que el Eco anunció». El Memorandum (361), 15-09-1879, p. 2. 41 Así, siguiendo un orden cronológico, ver: Fiesta de Nuestra Señora del Rosario, Va-lle de Guerra —El Eco del Comercio (1367), 4-10-1856, p. 2—; Fiestas de San Juan Bautis-ta Degollado, Arafo —Eco del Comercio (458), 3-9-1856, p. 2—; Fiestas del Cristo de los Do-lores, Tacoronte —Eco del Comercio (563), 10-9-1857, p. 1—; Fiestas de Santa Ana, ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 141 c. Por su parte, la difusión de las prácticas más comunes sigue idéntica lógica. Como ejemplo significativo, aún no siendo alcance de este tra-bajo, son las compañías circenses y acrobáticas, que reflejan fielmen-te, con su movilidad, el alcance del consumo de ocio42. En el caso de las prácticas deportivas insertas en los programas de festejos, la sor-tija es, en ese sentido, la «joya de la corona». Haciendo su re-apari-ción durante la Feria de Diciembre de 1853, celebrada en Santa Cruz de Tenerife, ya en la década de mil ochocientos noventa se disputan pruebas de sortija, con regularidad, en los festejos de La Laguna43, La Orotava44, Santa Cruz de La Palma45, Icod de los Vinos46, Tacoronte47, Garachico48, Puerto de La Cruz49, El Paso50, San Juan de la Rambla51, Los Llanos de Aridane52, entre otras53. Teniendo en cuenta la necesaria limitación del texto, resulta convenien-te plantear, tal que doble ámbito de análisis, los aspectos fundamentales a la hora de profundizar en el objeto de estudio. Así, de una parte, concurre la presencia, cada vez de manera más intensa y amplia, del deporte en los pro-gramas de fiestas. De otra, la consolidación del fenómeno festivo como ejem-plo de ocio urbano, significativo y cada vez más extensivo (en su duración54), Garachico —El Eco del Comercio (753), 20-7-1859, p. 1—; Fiestas de San Roque, Vilaflor —El Eco del Comercio (1845), 22-10-1869—; Fiestas patronales de Los Llanos de Aridane —El Time (286), 17-7-1869—; etc. 42 Al respecto, valga el ejemplo de la Compañía de Madame Turneur, que a lo largo de los años 1964 y 1865, celebra actuaciones durante las fiestas de Santa Cruz de Tenerife —El Eco del Comercio (1225), 25-5-1864, p. 2—; La Orotava —El Eco del Comercio (1224), 21-5-1864, p. 1—; La Laguna —El Eco del Comercio (1263), 5-10-1864, p. 2—. 43 El Propagandista (9), 21-7-1881, p. 4. 44 Diario de Tenerife (1064), 20-5-1890, p. 3. 45 Diario de Tenerife (1021), 14-3-1890, p. 2. 46 Diario de Tenerife (1170), 25-9-1890, p. 2. 47 Diario de Tenerife (1509), 14-11-1891, p. 2. 48 El Liberal de Tenerife (67), 8-10-1891, p. 3. 49 Diario de Tenerife (2345), 6-9-1894, p. 2. 50 El País (74), 18-9-1897, p. 3. 51 La Voz de Icod (46), 3-7-1897, p.2. 52 El País (199), 13-7-1899, p. 1. 53 Una revisión de los programas y su contenido permiten ver cómo, progresivamente, la sortija, en sus múltiples variantes (a caballo o en bicicleta y, más adelante, incluso en automóvil o moto) va ganado espacio en los días más importantes de la fiesta, convergien-do junto a los actos cívicos y religiosos más relevantes, en el cenit de la jornada festiva (entre las tres y cinco de la tarde). Evitando caer en un ejercicio meramente descriptivo, el repaso de diversos programas arroja la siguiente evidencia: la sortija (en sus diversas variantes) resulta ser el evento que, no sólo se repite y consolida en los programas, sino que, al mismo tiempo, va ganando en importancia o significación en el ideario del mismo pro-grama y, por ende, de la propia fiesta. 54 Así, el programa de fiestas presenta cada vez más días de duración. Sirva como ejem-plo ilustrativo, el caso de la ciudad de La Laguna, donde la celebración del día de San Mi- 142 Víctor L. Alonso Delgado e intensivo (en su alcance y contenidos). Como puntos de referencia, ambos aspectos vertebran el significado de unos procesos sociales donde los acto-res, concurrentes en un campo social determinado, ponen en juego sus op-ciones y apuestas sobre el propio ocio, la fiesta, el cuerpo y el deporte, en vir-tud de las posibilidades tenidas y/o capacidades desplegadas. Así, y esta es una de las consecuencias extraíbles, el papel, bien como espectador o partí-cipe en la fiesta deportiva se ve doblemente reforzado en su origen. Pues, tanto las propuestas realizadas, la elaboración del programa de festejos e in-clusión/ distribución de los actos a desarrollar, así como la sanción positiva o negativa de las propuestas y los resultados obtenidos (traducido, entre otras cuestiones, por el éxito recogido) nacen de, por y para la sociedad (en mayús-cula): los miembros de sociedades, asociaciones, colectivos y grupos socia-les definidos, urbanos, participantes de la compleja economía festiva de la fies-ta55, su supuesto desinterés, altruismo, significación social e intercambios fundamentalmente simbólicos. En definitiva, la referida burguesía incipiente participa de la fiesta —entre otras acciones, por medio del deporte—, y es, guel, 28 de Septiembre, en 1864, en la que el «Ilustrísimo Ayuntamiento mantuvo todo el día agradabilísimos espectáculos de ejercicios acrobáticos durante la tarde y cuadros vivos por la noche; [...] terminando tan gratos momentos una colección de fuegos artificiales de muy buen gusto» —El Eco del Comercio (1263), 5-10-1864, p. 2—. Ya en la década de 1890, las Fiestas del Cristo prolongan su duración entre los días tres y veintinueve de septiem-bre —Diario de Tenerife (1737), 23-08-1892, p. 1—. En 1902, tal y como refleja el Progra-ma, son tres los días de celebraciones —Programa de las fiestas del Santísimo Cristo de La Laguna, en el año 1902, AMLL (4000,3)— al igual que una década después, en 1915 —La Información (1519), 2-09-1915, p. 1—. 55 Respondiendo a modelos diametralmente opuestos, las fiestas cívicas recogen una variedad de situaciones, que oscilan entre la total y exclusiva aportación ciudadana, hasta la presencia del Ayuntamiento, de manera casi exclusiva. En este caso, es notoria la parti-cipación de las élites locales y la incipiente burguesía urbana en el «sufragio de los feste-jos »: pues, al igual que se apuntó anteriormente, la fiesta de buen éxito, atractiva para fo-rasteros y conciudadanos, es aquella que presenta números novedosos, de buen gusto. La fiesta y su gestión es entendida como empresa, plasmando una perspectiva fuertemente mercantilista. Sirva como ejemplo la constitución de las Sociedades o Juntas de Fomento del Turismo, hacia la primera década del siglo XX, dentro de cuyos propósitos está la cele-bración de festejos y eventos deportivos con el fin de atraer turistas y poner en marcha una esperanzadora industria turística, siguiendo ejemplos de países europeos. Tratando de reflejar esta curiosa tesitura, se muestran las cuentas municipales que, en el caso de Santa Cruz de Tenerife, son derivadas a Funciones y Festejos, extraídas de los Presupuestos Ordinarios y las Cuentas Presupuestarias correspondientes al periodo 1869- 1919. Pese a los vacíos documentales, la aridez de los contenidos, y a la previa agrupación que se hace de los datos, sobre todo en lo referido a los ingresos económicos percibidos por el Municipio en concepto de celebración de fiestas, ha sido elaborado un cuadro sinóptico (cuadro uno) que recoge el progresivo incremento del gasto en materia de fiestas. Para com-plementar estos datos, (el cuadro dos), pormenoriza los gastos e ingresos derivados de la fiesta de San Isidro, Villa de La Orotava, en el año 1894. Por último, (el cuadro tres) reco-ge, en el caso de la sortija, el coste derivado de la misma durante los festejos de 1894, en La Orotava. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 143 gracias a esto, como refuerza su papel, manifiesta su situación y constituye una visión particular de la ciudad y la ciudadanía. FOTO 4: Diario de Tenerife (1630). 12-04-1892, p. 3. Apertura de la fiesta, jerarquía regional y atracción de forasteros: resumen del programa de las Fiestas de Mayo, rebaja en las tarifas de los vapores interinsulares. La prensa del periodo mues-tra igualmente los casos de las fiestas de San Pedro (Las Palmas de Gran Canaria) y la Fiesta Lustral (La Palma). DEPORTE Y FIESTA. LA IMPORTANCIA DE LAS SOCIEDADES DEPORTIVAS «En los días de San Juan Bautista y Santiago se corrían en la Ciudad de San Cristóbal de La Laguna, cuatro toros; en la plaza Mayor de San Miguel, el día de San Juan, y en la plaza de la Villa de arriba el día de Santiago se co-rría relacionase con el bien universal del Reino, disponían las Ordenanzas, fuesen celebrados con festejos y regocijos públicos» [Para ello, se delimitaba el espacio de juego con tricias grandes, fijadas en los sitios más convenien-tes. Así, por ejemplo, con motivo del Natalicio de Felipe II, en 1527] «Habrá un palenque en la plaza de San Miguel de los Ángeles, donde se han de sen-tar el Adelantado, el Regimiento y caballeros. Correrá parejas la nobleza, y para socorrer se pondrán trece varas de raso o de damasco, repartidas en ele 144 Víctor L. Alonso Delgado orden siguiente: el primer caballero que llegue al pario ganará seis varas; el segundo cuatro; el tercero tres, y todos habrán de correr en caballos y no en yeguas, empezando desde el camino de San Lázaro hasta la dicha plaza. Y se preparará en ella una fuente de vino con botijas para que todos beban. Se ju-garán cañas; se correrá sortija; y habrá doce varas de damasco o raso para que cada caballero gane media, con tal que saque la sortija dentro de la lanza a vista de los diputados. Se habrán de correr doce toros [y] habrá luchas y el lucha-dor que venciese a tres, dando a cada uno dos idas sin recibir ninguna, gana-rá dos varas de la misma seda. El día de Corpus se duplicarán los festejos, para lo que se echará un pregón»56 Al tratar de festejos, celebraciones y deporte, se produce la inefable ten-tación de emparentar prácticas, ideologías y, en definitiva, realidades huma-nas, incurriendo así en un continuum discursivo y perversamente ahistori-cista57. Recalcar el contexto donde se enmarca el trabajo, que no es otro que la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX, permite esta-blecer el pulso de lo que, a grandes rasgos, es considerado como deporte a lo largo de esta páginas, y que comprende un tránsito complejo, conducente a la múltiple interpretación de las prácticas, formas de entender y legitimar la relación con el propio cuerpo, la reglamentación y los sistemas de control establecidos, amén de procesos de organización, deportivización y sociabili-dad deportiva58. Al igual que el proceso de modernización no ha de ser en-tendido desde un punto de vista unilineal y continuo, siguiendo a Bourdieu, en el juego de re (creación) de las prácticas deportivas, arroja interesantes cuestiones. Por ejemplo, el juego de la sortija, que reaparece a mediados del siglo XIX en Canarias, lo hace en plena efervescencia romántica, reviviendo la idealización de las justas y torneos medievales. El convite entre caballe-ros cobra sentido enormemente, tal y como expresa la prensa del periodo59. Diversos ejemplos testimonian la presencia de eventos de distinto orden, 56 Ossuna y Van de Heede, 1983:183-4. 57 Con esto, siguiendo a Pierre Arnaud, el deporte, lejos de derivarse, por decantación, de las prácticas similares que lo anteceden el en tiempo, se manifiesta, en toda su comple-jidad, de manera diferente en plena modernidad occidental. El debate, enriquecedor, tras-ciende estas páginas. 58 Al respecto, para una mayor profundización, ver Arnaud (1986, 1987), Bourdieu (1996, 2000); Elías y Dunning (1992); Dunning (2003); Holt (1989), Tranter (1998), entre otros. En España, resumidamente, Lagardera Otero (1994), Pujadas (2004) y Pujadas y Santacana (1994, 2004). En Canarias, destaco especialmente la obra de Almeida (2005), y su análisis de la comunidad británica hasta 1914. Un tratamiento más pormenorizado del fenómeno, podrá encontrarse en Alonso Delgado, Génesis y desarrollo del asociacionismo deportivo en la Islas Canarias Occidentales (1880-1936), tesis doctoral en curso. 59 «[La calle], engalanada a todo lo largo con vistosas banderolas. Varias filas de sillas en ambos costados estaban ocupadas especialmente por graciosas y bellas mujeres. Del puente pendían 16 cintas de esquisito gusto pintadas [...] y bordadas al realce [por varias señoritas]. Poco después de las 5 desembocó el apuesto y lucido escuadrón de caballeros, de esta isla y algunos extranjeros». El Liberal de Tenerife (235), 4-5-1892, p.2. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 145 no comprendidos en este trabajo: Carreras y corridas de toros60; carreras de barcos61; peleas de gallos; juegos de cañas; peleas de carneros; cucañas; y así un largo etcétera. En un lugar destacado, la lucha canaria —dada su relevan-cia y significación—62. Y, de manera central, el paseo en sus diferentes acep-ciones y espacios de práctica (en plazas, ramblas o avenidas; con o sin músi-ca; con o sin asientos de pago; en la ciudad, o en los aledaños, camino de la costa, camino por la vega, etc.)63. A ello, podrían añadirse los diferentes jue- 60 Hay constancia de celebración de carreras de toros ya en el siglo XVI, algunos años después del fin de la conquista militar. En el año 1891 es construida la primera plaza de toros de Canarias, toda de madera, en La Laguna. Dos años después, se inaugura la de Santa Cruz de Tenerife. Ambos cosos, inaugurados en plenas fiestas locales, serán espacios de múltiple uso para espectáculos deportivos, artísticos y taurinos. Igualmente hay cons-tancia de becerradas en las Fiestas de Guía de Isora —Diario de Tenerife (4712), 25-8-1902, p. 2—, e Icod de los Vinos. Unas curiosas corridas de carneros, anunciadas durante las fies-tas de Tacoronte, mimesis bufesca de las celebradas, meses atrás, en La Laguna, convocan «A las 2 y media corrida de carneros lidiándose tres de los más fieros por la cuadrilla de Ambrosio Alonso y Sebastián López (espadas)». Diario de Tenerife (1509), 14-11-1891, p.2. 61 Las carreras de barcos, celebradas fundamentalmente en el zonas rurales del Nores-te de la Isla de Tenerife, (fundamentalmente los municipios de La Laguna —San Benito, Valle de Guerra, las Mercedes...— y Tegueste). Relata un civilizado periodista del XIX que «Los barcos constituyen la parte más notable de la festividad. Hacía tiempo que entre no-sotros no tenía lugar ese espectáculo, más censurable que la fiesta nacional, es decir, las corridas de toros. [Consisten en] unas carretas, a las que se da forma de antiguos navíos y dentro de los cuáles se colocan varias personas que cantan, chillan, representan, etc, etc. [...] Cada carreta va tirada por bueyes uncidos que corren a todo escape, llevando delante un hombre que se llama el corredor, y que por lo general es atropellado o aplastado por la carreta» —El Propagandista (s/n), 7-6-1885, p. 2—. 62 Eterna convidada de piedra al debate de las ciencias sociales en Canarias, la lucha ca-naria resulta ser una actividad que, presente en algunos programas de fiestas de modo in-termitente, va cobrando presencia a lo largo del siglo XIX.Ese proceso de reconstrucción, permanente a lo largo del XIX y las primeras décadas del siglo XX, la tensión manifiesta en-tre su carácter atribuido e irrenunciable como espectáculo, de una parte, y la cristalización del discurso romántico en torno al buen salvaje, por otra, arroja una propuesta de ocio ur-bano, más o menos intermitente, denostada y cercana, regulada, que va exhibiendo, a tra-vés de la prensa del periodo, la vitola de sport regional a medida que se adentra el siglo XX. El golpe de timón, de manos de la Dirección Nacional de Deportes a principios de los años cuarenta del pasado siglo, en plena revolución nacionalsindicalista, siguiendo la jerga al uso, no hace más que ahondar en un dilema aún no abordado, creo, con la suficiente profundi-dad. Para un mayor conocimiento, ver Alonso Delgado. El terrero indeterminado. Lucha ca-naria, sociabilidad y ocio urbano en la isla de Tenerife (1851-1936). En prensa. 63 Institución central en el ocio y recreo urbanos, el paseo constituye el espíritu que recorre la ciudad moderna, contribuyendo a la configuración de los espacios públicos (pla-zas, alamedas, paseos, ramblas...), ennobleciéndolos, justificando la implantación de criterios de corte higienista, ya que «facilitan el ejercicio y diversión de los vecinos, [pues] conduce a la salud» , tan y como reza el Artículo 36 de la Real Cédula de Plantíos promulgada bajo el reinado de Carlos III. (En Fraga González, 1973:30). En un claro juego de recreación y representación social, la práctica del paseo, al igual que el baile, tiene sus detractores en la figura de los higienistas del siglo XIX, en su ámbito más lúdico, no tanto en sus ventajas 146 Víctor L. Alonso Delgado gos (cucañas marinas o terrestres, carreras de sacos...), números irrenuncia-bles en los programa festivos, unido al espectáculo por excelencia, el circo y su pléyade de artistas: acróbatas, funambulistas, forzudos, clowns, contorsio-nistas, jinetes, ciclistas, aeronautas... que se establece, de forma paralela a los festejos, como oferta complementaria y valiéndose de los mismos en pro de un mayor beneficio económico. Por consiguiente, son objeto de este estudio actividades de diferente sig-no, que van haciendo su aparición en los festejos a medida que el proceso de deportivización toma forma en Canarias, tal y como puede verse, a modo ilustrativo, en Santa Cruz de Tenerife (encuentros de tenis organizados por el Lawn Tennis Club64; espectáculos de equitación, ciclismo y gimnasia a cargo del Club Gimnástico Tinerfeño65; festivales deportivos incluyendo esgrima, ciclismo y carreras a pie a cargo del Sport Club de Tenerife66; regatas en el Club Tinerfeño67, encuentros de fútbol organizados por el Tenerife Sporting Club68, festivales a cargo de los Exploradores de España69), o La Laguna (ca-rreras de caballos organizadas por la Escuela de Equitación de Juan Delgado70; pruebas ciclistas a cargo del Club Velo-Excursionista71 o la Sociedad Veloz Sport72; tiradas de pichón a cargo del Ateneo de La Laguna73 o la Asociación de Cazadores de Tenerife74, giras automovilistas por el Automóvil Club de Te-nerife75, o los primeros encuentros de fútbol de los que se tiene constancia en la isla, organizado por el Laguna Sporting Club76). Como clave interpreta-tiva, el papel jugado por las asociaciones y sociedades deportivas resulta ex-traordinariamente relevante, por razones que escapan a estas páginas y que, de manera resumida, trataré de exponer. En primer lugar, porque el desarrollo del asociacionismo deportivo, coe-táneo al fenómeno estudiado, desarrolla vínculos diversos y fuertes con la fiesta y el deporte en esta etapa: veces, al formar los cuadros directivos de las asociaciones deportivas parte de las comisiones de festejos. La contribu-médicas, asépticas, descontextualizadas —Ver, por ejemplo, El Eco del Comercio (1138), 22-07-1163, p. 2; o bien El Eco del Comercio (1648), 14-08-1867, p. 1—. En su dimensión más festiva, la fiesta decimonónica es fiel reflejo de la importancia del paseo. Va languide-ciendo con el avance del siglo XX. 64 El Liberal de Tenerife (828), 5-5-1894, p. 2. 65 Diario de Tenerife (4583), 17-3-1902, p. 2. 66 Diario de Tenerife (4016), 23-4-1900, p. 2 67 Diario de Tenerife (4910), 25-4-1903, p. 2. 68 La Prensa (1901), 1-4-1916, p. 2. 69 La Prensa (1932), 2-5-1916, p. 1. 70 Diario de Tenerife (858), 10-9-1888, p. 3 71 El Heraldo de Canarias (208), 7-9-1897, p. 4. 72 El Heraldo de Canarias (59), 15-9-1896, p. 2. 73 La Razón (10), 18-9-1907, p. 2. 74 Diario de Tenerife (6850), 9-9-1909, p. 2. 75 Arautapala (58), 11-9-1909, p. 2 76 El Pueblo Canario (238), 4-9-1908, p. 2. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 147 ción se produce, de este modo, con un continuo e insistente ejercicio a fa-vor de la representación, presencia y elogio de dichas comisiones77, generan-do eventos novedosos o de éxito pasado —por consiguiente, asegurado—, de carácter deportivo o no78. Esto supone la apuesta a favor de la celebración y participación en los actos, deliberada y consciente. Así, el Club Tinerfeño, que pasa a organizar diversos eventos con motivo de las fiestas de Mayo, en 1903, destapa el tarro de las esencias, contrapo-niéndose a la indiferencia e ineficiencia municipal, tal y como celebra la prensa del periodo: El Club Tinerfeño, que si hay algo este año a que pueda darse el nom-bre de Fiestas de Mayo, a él y sólo a él se le deberá, está organizando por su propia iniciativa y sin auxilio de nadie, varios números nuevos que le cos-tarán mucho dinero, pero que podrán resultar muy brillantes, si el público no se retrae, cosa que será muy posible en vista de la frialdad, o de la indiferen-cia, por no decir hostilidad, que en el Ayuntamiento se nota en lo que a es-tos festejos se refiere79. Lo que invita a una lectura más profunda: o sea, las asociaciones depor-tivas participantes de la fiesta, en cualquiera de sus procesos y fases, (desde la planificación a la ejecución y seguimiento de las acciones, en jerga al uso) manifiestan el espíritu de asociación, liberal, mercantilista, y su clara defensa de la iniciativa, la emprendiduría y la empresa80. En la práctica, esta apuesta deviene compleja y perversa pues, en su propósito manifiesto, el mercanti-lismo decimonónico converge, en Canarias, con un clientelismo político exa-cerbado. Y, en esta coyuntura, la relación entre sociedad civil (de mano de las asociaciones) y estado-nación (básicamente, en la figura del Ayuntamien-to), se ve representada por dobles filiaciones81, apoyos irrenunciables, críti- 77 Así, consultando la prensa del periodo, es común y habitual resaltar el papel y apor-taciones de estas sociedades a los festejos y, por ende, a la ciudad y/o la isla. 78 Como el caso de la elaboración de arcos decorativos, celebración de verbenas, certá-menes musicales o de belleza, festivales benéficos, artísticos, conferencias, comidas para pobres, colectas, bazares, pandorgas, desfiles, retretas, etc. 79 Diario de Tenerife (4903), 17-4-1903, p. 2. 80 Constante en el discurso afín al liberalismo, fundamentalmente, en sus orígenes, el espíritu de asociación supone, no sólo la búsqueda y defensa de derechos sociales y políti-cos, sino que, sobre todo, alude a la iniciativa privada, la sociedad civil. Siendo constante su presencia en la prensa decimonónica, valga una muestra: «Sin la Asociación, sin que la fuerzas de muchos se reuniesen, con un objeto, no hubiesen podido llevarse a término fe-liz, los grandes proyectos destinados a marcar las huellas del siglo XIX. Un hombre sólo, jamás se hubiese abierto paso por el corazón de las montañas y por el lecho de los ríos, a favor de los túneles. [De ahí que] cuanto más desarrollado y extendido se encuentra en un país el espíritu de asociación tanto más rápidamente se le ve marchar hacia su prosperidad». El Eco del Comercio (883), 24-10-1860, p. 1. 81 Los casos de Pedro Schwartz Mattos y Nicolás Martí Dehesa, alcaldes de Santa Cruz de Tenerife y reconocidos sportmans, así lo atestiguan. 148 Víctor L. Alonso Delgado cas feroces, y una mayor o menor fluidez, en virtud de la fratría política o clientelar de unos y otros. Como se ha visto anteriormente, las aportaciones económicas por parte de los municipios van en aumento —con excepciones y matices—, y la participación, a manos de las fuerzas vivas del municipio se consolida, con el paso de los años, hasta ser una constante a partir de dé-cada de 1890. De otra parte, las asociaciones se valen de la fiesta para cobrar relevan-cia y posición. En ocasiones, utilizándola como espacio para la «puesta de lar-go » de la recién creada sociedad, celebrando «notables y entretenidos actos», como bien ilustran los ejemplos del concurso de bandas de música que orga-niza el Club Tinerfeño82, o el tiro de pichón organizado por la Asociación de Cazadores de La Laguna83. En definitiva, todo un despliegue de estrategias y acciones que, fingidamente desinteresadas, manifiestan la sociabilidad de-portiva en toda su amplitud, y cuyo análisis escapa a estas páginas. Cambiando de registro, puede atisbarse la referencia permanente del fo-ráneo84 (como visitante o participante de los eventos) a través de las cróni-cas periodísticas, programas de festejos y edictos municipales. Los organi-zadores de la fiesta mantienen esa permanente búsqueda de eventos y actos que resulten atractivos para los visitantes, y la introducción de los eventos deportivos resulta ser una de las principales bazas empleadas con ese fin, y así esgrimidas. Sin obviar el papel de los «motores» de la propia fiesta (fun-damentalmente la burguesía local), se aprecia como, en una interesante re-lación de cooperación-competición, el foráneo es indicador del éxito de la fies-ta, al suponer un logro económico y un reconocimiento, tácito y explícito, de las virtudes del programa presentado. Así, 82 Diario de Tenerife (4902), 16-4-1903, p. 2. 83 Noticiero Canario (1300), 11-9-1908, p. 1. 84 Referente continuado en la fiesta, desde diversos ángulos, a modo de poliedro, la fi-gura del foráneo suscita numerosas interpretaciones. Por una parte, entendiendo el contexto, insistentemente aludido, de crecimiento de la ciudad y expansión del estilo de vida urba-no, el forastero resulta ser pieza clave a la hora de ponderar el peso de la oferta festiva y su alcance en la economía local. Por otra, manifiesta la competencia entre poblaciones, como los casos de Santa Cruz de Tenerife y La Laguna, o Santa Cruz de La Palma y Los Llanos de Aridane. El primero de los casos, notorio y destacado durante el siglo XIX, donde la ce-lebración de festejos en una y otra población (sobre todo, en La Laguna, por su carácter de ciudad de veraneo) suponen una gran movilidad de personas y la suspensión, por unos días, de las tiradas de los diarios. Tal capacidad de atracción del «vecino», que supone que «to-dos los pueblos, en fin, con un motivo o a veces con un pretexto cualquiera, celebran sus fiestas y procuran atraer a los forasteros, que cuando salen de sus casas con ánimo de di-vertirse es casi seguro que gasten su dinero en la jornada. Preguntad a cualquiera que re-gresa de estas fiestas, y conforme a lo que personalmente se haya divertido, así os contes-tará; pero seguramente que ha de decir también —“Mucha concurrencia; medio Santa Cruz esta allí”—». Diario de Tenerife (874), 28-9-1889, pp. 2,3. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 149 La mayor brillantez y animación de estas fiestas es la grandísima concu-rrencia que aflora de los demás pueblos de la Isla. En los ocho días de feste-jos consecutivos hasta las altas horas de la madrugada, iban entrando miles de forasteros; las calles estaban cuajadas de gente. [...] Grandísima concurren-cia a la carrera de sortija. La expectación y el interés se mantuvo por más de una hora85. El foráneo atestigua la importancia del festejo a través de su participa-ción activa, más allá de ser un mero espectador y/o consumidor. Esta parti-cipación puede darse de manera individual86, o de colectiva, a través de aso-ciaciones, confirmando el proceso de deportivización que, poco a poco, va fraguándose87. Al igual que el espacio festivo se adecua al diseño de la ciudad (acotado y definido por el trazado de la ciudad, sobre todo, a partir de mediados del XIX), el programa de festejos establece los espacios de práctica y consumos deportivos, regulando su uso y estableciendo una visible jerarquización del espacio urbano88. Igualmente, no son éstos los únicos espacios usados durante las fiestas, pues, de manera paralela, sociedades y particulares celebran even-tos de diverso orden. No obstante, los eventos deportivos recurren a los es-pacios más representativos y valorados en el ideario burgués acerca de la ciu-dad, atribuyendo una mayor jerarquía urbana y social en el conjunto del tejido urbano. Para ello, se combinan diversos criterios; sobre todo la funcionalidad del espacio (amplitud de la calzada, vista despejada, como por ejemplo, la Calle de La Laguna o la Carretera de San Andrés, en Santa Cruz de Tenerife, lu-gares de reciente creación o expansión urbana), y la apropiación del centro urbano celebrando eventos en el «centro urbano», o las zonas más significa-tivas de la población —calles principales y plazas—. En ese sentido, la dis-puta de la sortija a lo largo de la calle O’Daly en Santa Cruz de La Palma, el calvario, en Icod de los Vinos, o la Avenida Antonio Domínguez Afonso, en La Orotava, son ejemplos ilustrativos. Esta apropiación de la ciudad, intramuros, como fuente, foco y fin último de los eventos, va dando paso, de modo progresivo, a una perspectiva extra- 85 El Adalid (33), 4-5-95, p. 2. 86 El caso más notable y repetido es el de los concursantes de la sortija que acuden desde otras localidades vecinas, e incluso algunos extranjeros, residentes en la isla o de paso. Otros casos son las carreras a pie, ciclistas o el tiro de pichón, ya referidos. 87 Como la participación del cuadro de gimnastas de la Sociedad El Recreo en las fies-tas de Arafo —El Eco del Comercio (350), 8-9-1856. p. 1—; la presencia del Club Velo-Ex-cursionista de La Laguna, en las fiestas de Santa Cruz de Tenerife —El Heraldo de Cana-rias (289), 19-3-1898, p. 4—; la celebración de encuentros de fútbol entre clubes de esta localidad y clubes grancanarios, andaluces y madeirenses —por ejemplo, La Prensa (1196), 1-5-1914, p. 1.—; o la presencia regular de la banda de música de los exploradores del Puerto de La Cruz en las fiestas de La Orotava, San Juan de La Rambla e Icod. 88 Por ejemplo, la celebración de espectáculos en los que se colocan sillas de pago, para facilitar la cómoda visión del espectáculo deportivo y formar, a la vez, parte del mismo. 150 Víctor L. Alonso Delgado muros, que perpetra, por medio de la expansión geográfica de la fiesta más allá de los límites de la población, de un modo fugaz, la difusión y ostenta-ción del gusto y ocio burgueses, así como la contribución a la propagación de un estilo de vida urbano, moderno, desenfadado y liviano, nacido de «simpá-ticas sociedades» que, compuestas por «jóvenes caballeros», participan del proceso de deportivización89. Sin embargo, esa, por extensa, es fiesta que merece otras crónicas, más allá de estas líneas. FOTO 5: Sortija en la Calle O’Daly, Santa Cruz de La Palma, durante las Fiestas Lustrales, S/f (Probablemente años 1905 o 1910). (Fernández, 1995) 89 Como ejemplos destacables, la celebración del recorrido ciclista La Laguna-Tejina-La laguna —La Voz de Icod (27), 7-9-1895, p. 2—; carreras a pie entre Santa Cruz y La Laguna, durante las Fiestas de Mayo —Programa de las Fiestas del Cristo. La Laguna. Tenerife. Año 1902. (AMO, Fiestas, Caja 1); festivales aeronáuticos en el La Laguna —El Periódico Lagunero (642), 27-9-1913, p. 1—. FUEGOS ARTIFICIALES (O UNA CIERTA CONCLUSIÓN) He pretendido plasmar, a través de estas páginas, la importancia que ha supuesto el fenómeno festivo en Canarias (especialmente en las islas occi-dentales) de cara a la configuración urbana, el desarrollo e implantación de una consideración del ocio, así como la difusión y asentamiento de las prác-ticas deportivas, en un proceso que Elías y Dunning (1992) entienden como proceso de deportivización. Es un hecho complejo, necesitado de un recorrido ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 151 de largo aliento en su desarrollo y explicación al que estas páginas han in-tentado aportar un breve aliento, a sabiendas del camino a recorrer y los es-fuerzos requeridos. De todo, ha de quedar manifiestamente claro lo siguiente: la fiesta cívi-ca, urbana y moderna, supone una apuesta decisiva por una forma de enten-der la vida y las relaciones sociales. Al mismo tiempo, es un espacio idóneo para la exhibición de estilos de vida, distribución de bienes y recursos a la población, al modo de los evergetas en las antiguas polis griegas, o bien una apuesta firme y decidida a favor del espíritu de asociación decimonónico, con-tradictorio en sus propuestas y logros, apoyos y renuncias. El papel del deporte alcanza más allá de la práctica o el mero referente anecdótico. Permite poner en marcha estrategias de cara a la importancia de los festejos; otorga un prurito especial, al traspasar su alcance los límites de la ciudad, logrando incluso, cotas internacionales. Las visitas de los aviado-res Poumet y Garnier, o de los clubes de fútbol Marítimo y Nacional de Fun-chal durante la década de 1910, son claro ejemplo. Su puesta en juego supo-ne una diversa y enriquecedora apuesta colectiva, de la que los sportmans resultan elementos centrales, en una posición de liderazgo asentada, en oca-siones, en redes político-clientelares, así como en multitud de capitales de diverso orden (económico, cultural, etc.). 152 Víctor L. Alonso Delgado A N E X O S CUADRO I Relación quinquenal del gasto presupuestado y ejecutado en festejos (en pesetas). Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife (1870-1919) * La ejecución presupuestaria no es fácilmente localizable, dados los vacíos documentales existentes. Como ejem-plos, siguiendo la distribución establecida, ver los años presupuestarios 1891-92 (2000-4700 ptas.); 1892-93 (2000- 9467,43); 1897-98 (3000-2227,5); 1901 (1108,25-3350,76); ó 1903 (6000-8849,54). CUADRO II Ingresos y gastos originados por la fiesta (en pesetas). Fiestas de San Isidro (Villa de La Orotava). Año 1894 90 AMSC 1177,1. Presupuesto de gastos e ingresos del año económico 1870-71. 91 AMSC 1178,1. Presupuesto de gastos e ingresos para el año económico de 1875-76.. Ese año son consignadas 5000 pesetas más, de modo extraordinario, con motivo de las celebra-ciones por el fin de las Guerras Carlistas. 92 AMSC 1178,6. Presupuesto ordinario para el año económico de 1880-81. 93 AMSC 1180,1. Presupuesto municipal ordinario. Ejercicio económico 1885-86. 94 AMSC 1180,7. Presupuesto municipal ordinario. Ejercicio económico 1890-91. 95 AMSC 1181,6. Presupuesto municipal ordinario. Ejercicio económico 1895-96. 96 AMSC 1182,7. Presupuesto municipal adicional y refundido, año 1901. 97 AMSC 1183,5. Presupuesto municipal ordinario. Año 1905. 98 AMSC 1185,1, Presupuesto municipal ordinario. Año 1910. 99 AMSC 1186,3. Presupuesto municipal ordinario. Año 1915. 100 AMSC. Presupuesto ordinario de ingresos y gastos para el año 1919-20. Tipografía El Comercio, Santa Cruz de Tenerife, 1919. 101 AMSC 1179,1. Presupuesto ordinario para el año económico de 1881-82. 102 AMSC 1181,1. Presupuesto municipal ordinario. Ejecución económica. Año 1891-92. 103 AMSC 1182,8. Presupuesto municipal ordinario. Año 1901-02. AMO Festejos, Caja 1. Expediente sobre gastos e ingresos. Festejos 1894. INGRESOS GASTOS • Producto de la suscripción vecinal (818,20), a • Pagado a varios por los diferentes conceptos que saber: se espresan con los 83 vales y recibos unidos a - En efecto metálico. (567'40). dichas cuentas. (Pesetas, 1308,53). - Por catorce fanegas, nueve a¡mudes de trigo, a 4 pesos fanega. (221,25). - Por dos fanegas, 7 y, almudes de maíz, a 3 pesos fanega. (29,35). • Producto del tío-vivo. (18,30). • Producto líquido en beneficio de la fiesta en las funciones dadas por la Danza de Enanos. (137,18). Donativos hechos por los vendedores que ocuparon sitios públicos. (97,82). • Otros donativos particulares. (137) 1072,87/Jesefas 1308,53 pesetas Saldo que ha librado con cargo al presupuesto municipal, (235,76 pesetas). Villa de la Orotava, 15 de Octubre de 1894. ‘Alegre y bulliciosa es siempre la velada de una fiesta’. En torno a un marco... 153 CUADRO III Relación de gastos ocasionados por la sortija. Fiestas de San Isidro (Villa de La Orotava). Año 1894 AMO Festejos, Caja 1. Expediente sobre gastos e ingresos. Festejos 1894. BIBLIOGRAFÍA ALMEIDA AGUIAR, A. S., Británicos, deporte y burguesía en una ciudad atlántica (Las Palmas de Gran Canaria, 1880-1914). Universidad de Las Palmas de Gran Ca-naria- Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Cana-ria, 2005. ALONSO DELGADO, V. L., «Bases y estrategias para el estudio de la génesis y desa-rrollo del asociacionismo deportivo en las Islas Canarias occidentales (1880-1936). El caso de la isla de La Palma», en Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma (2), 2006, pp. 11-30. ARNAUD, P., «La trama i l’ordt. La xarxa de societats gimnástiques d’instrucció mili-tar a França (1870- 1890)», en Acácia. 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