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Elementos del ensayo en Virginia Woolf. Valoración argumentativa MARGARITA ESTHER SÁNCHEZ CUERVO Universidad de Las Palmas de Gran Canaria Boletín Millares Carlo, núm. 26. Centro Asociado UNED. Las Palmas de Gran Canaria, 2007. Resumen: El siguiente artículo ofrece una recopilación de los principales argumentos en-contrados en los ensayos de Virginia Woolf, siguiendo un modelo de análisis de argumenta-ción retórica, tal y como lo introdujeron Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca en su concep-ción de la «nueva retórica». Los ensayos de esta autora han sido casi siempre considerados de la perspectiva de la historia literaria y la crítica feminista, y se echa en falta un análisis sistemático de los aspectos lingüísticos de los textos. La Retórica, concebida como ciencia que permite el estudio de cualquier discurso oral y escrito, puede reflejar en nuestro caso los principios que gobiernan el corpus de ensayos de Woolf, definiendo de esta forma los ele-mentos textuales y extratextuales que constituyen su estilo y transmiten una ideología. Esta ideología no sólo denuncia la situación social de la mujer a lo largo de la historia, sino que también rescata la obra literaria de personajes conocidos en mayor o menor medida, con la idea de acercarnos a una tradición cultural más amplia y rica de la que cabría esperar. Palabras clave: Virginia Woolf, Retórica, argumentación, argumento, discurso, ensayo, li-teratura, feminismo. Abstract: This study intends to offer an account of the main arguments found in the es-says of Virginia Woolf, following a rhetorical argumentation analysis model as introduced by Ch. Perelman and L. Olbrechts-Tyteca in their conception of the «new rhetoric». Her essays, considered nearly always from a literary history and feminist criticism approach, have lacked a systematic analysis of the linguistic aspects of the text. Rhetorics, seen as the science that allows the study of any written and oral discourse, can depict in this case the principles that govern the essay corpora of Virginia Woolf, defining the textual and ex-tra textual elements that portray her style and further ideology. An ideology that not only denounces the woman’s social situation throughout History, but also tries to recover the literary work of known and unknown writers, both male and female, in an attempt to get us closer to a wider and richer cultural tradition than we should expect. Key words: Virginia Woolf, Rhetorics, argumentation, argument, discourse, essay, litera-ture, feminism. 262 Margarita Esther Sánchez Cuervo I Tradicionalmente, el reconocimiento literario de Virginia Woolf se ha cen-trado más en su obra narrativa que en su producción ensayística. Sus rela-tos y novelas fueron incorporando progresivamente el flujo de la concien-cia, acompañado de un lirismo en la prosa que hicieron de ella un digno exponente de la narrativa modernista a la hora de indagar en la conciencia de los personajes, su identidad y sus relaciones con los demás, y que han atraído, y siguen atrayendo, la atención de los críticos cuando se han ocu-pado de caracterizar personajes, influencias y rasgos de estilo. Sus ensayos, en cambio, han sido casi siempre abordados desde los temas que trata, desde el contexto, y no desde un punto de vista estrictamente cotextual, con el fin de caracterizar su estilo. Sí se ha ahondado en el tema de algunos en-sayos conocidos como el de «Modern Fiction», y «Mr Bennet and Mrs Brown» para hablar del contexto de su obra de ficción, hasta la publicación de su primera recopilación de ensayos en 1925, The Common Reader, que le otorgó el reconocimiento como crítica. Una etapa si cabe más conocida ha sido la de la crítica feminista, que prevalece desde los años 70 hasta prácticamente la actualidad. El centro de atención han sido A Room of One’s Own, Three Guineas y otros ensayos sueltos que tienen como objetivo la posición de las mujeres en una sociedad patriarcal. Destacan a este respec-to la colección de ensayos de Virginia Woolf que editó Michéle Barrett (1979), Women and Writing, sobre la posición de las mujeres en la sociedad y su feminismo tal y como se muestra en su ficción; y las obras de Toril Moi y Elaine Showalter. Un nuevo acercamiento ha comenzado en 1992 con el primer volumen de la producción crítica que ha editado Andrew McNei-llie, con cuatro volúmenes de la obra crítica de la autora publicados hasta el momento, tanto de la ya publicada como de la que nunca llegó a ver la luz. Estas ediciones han hecho posible a los académicos contemplar la crí-tica de Woolf en su conjunto, sin necesidad de separar la crítica feminista del resto. Asimismo, los dos volúmenes de Penguin (E. Gualtieri 2000: 14-16) que ha editado Rachel Bowlby, A Woman’s Essays en 1992 y The Crowded Dance of Modern Life, en 1993, pretenden hacer los ensayos más accesibles a un público más numeroso, intentando rechazar al mismo tiem-po la oposición entre lo popular y lo elitista e intelectual, que les ha otor-gado un papel en la literatura menor. La segunda mitad de los años noven-ta ha visto la aparición de un grupo de monografías dedicadas exclusivamente a la actividad que desarrolló Woolf como crítica de la cultu-ra, periodista e historiadora. Destacan Virginia Woolf and Samuel Johnson, de Beth Carole Rosenberg (1995), Virginia Woolf’s Renaissance, de Juliet Dusinberre (1997), Reading Virginia Woolf’s Essays and Journalism, de Leila Brosnan (1997), y los artículos recogidos en Virginia Woolf and the Essay, editados por Beth Carole Rosenberg and Jeanne Dubino (1997). Estas obras Elementos del ensayo en Virginia Woolf 263 han contribuido a agrandar los marcos de referencia diseñados con el fin de leer los textos que no son de ficción. En términos de historia literaria (Brosnan 1997: 98-101), los ensayos de Woolf ocupan un punto de transición tanto para el ensayo como género lite-rario como para el ensayo como vehículo histórico. La autora publicó sus ensayos entre 1904 y 1941, por lo que su carrera coincide con un período que padecía el culto al ensayo personal o familiar pero que presenció el surgimien-to de estudios que vieron el renacimiento del ensayo como un instrumento para la crítica literaria. Una analogía sugerente, la de la transición que expe-rimenta la oruga hasta que se convierte en mariposa, puede explicar el pro-ceso por el que los ensayos de Woolf emergieron de sus comienzos «humil-des » como productos de la prensa. Piezas que originalmente habían sido reseñas, editoriales, ensayos por encargo y contribuciones voluntarias me-tamorfosearon en piezas que llevaban el título literario de «ensayo». Al igual que la oruga y la mariposa conforman etapas diferentes de una misma forma de vida, la elección del ensayo o el periodismo refleja un acercamiento dife-rente a un mismo cuerpo de escritura. La importancia de la obra que no es de ficción de Woolf parece continuar encauzándose hacia la crítica y la historia literarias pero, ¿qué hay del texto en sí?, ¿cómo lo analizamos para lograr caracterizar el estilo de la autora? Con esta última cuestión deberíamos referirnos a la Retórica como ciencia que nos permite analizar cualquier discurso, en nuestro caso el ensayístico para, a partir de un estudio de las distintas partes en que podemos dividir el texto, trascender al contexto y, a partir de ahí, atrevernos a dilucidar de forma ge-neral la ideología que nos quiso transmitir Woolf en su corpus de ensayos1. A la hora de establecer los rasgos mínimos de todos aquellos textos que pue-den clasificarse como ensayos, se parte de la afirmación de que poseen una estructura genérico-argumentativa. Al establecer la argumentación de una idea u opinión (M. E. Arenas 1997: 150-156), no se admiten las pruebas de-mostrativas que parten de premisas que son verdaderas para llegar a una conclusión necesaria, sino las pruebas que son teórico-argumentativas por-que ofrecen premisas que son probables o verosímiles, válidas en determi-nados contextos y con un propósito concreto. Estas características se aúnan en dos aspectos fundamentales: la dimensión interna o composicional, que abarca los niveles semántico, sintáctico y verbal del texto; y la dimensión externa o pragmática, que trata los niveles comunicativos de enunciación, destinación y función. Este esquema de análisis se corresponde con el pa-trón del sistema retórico como modelo semiótico de producción y comuni-cación de textos. 1 Podemos encontrar estas características en nuestro corpus de 164 ensayos cortos, así como algunas referencias a sus ensayos más largos A Room of One’s Own y Three Guineas. 264 Margarita Esther Sánchez Cuervo II Tanto la selección de los tópicos como su ordenación sintáctica en el texto son procesos inventivos simultáneos que dependen de la superestructura, un esquema abstracto que determina la organización de las partes del texto y de su contenido (M. E. Arenas 1997: 181–183). En el ensayo de Woolf, es aplicable el análisis de las categorías de la retórica clásica que se distribu-yen mediante un exordio, una exposición o narración, una argumentación y un epílogo. Se trata de las partes orationis o secciones en que la dispositio distribuye la materia que se ha ido seleccionando en la inventio. Las partes orationis se establecen tanto en el espacio semántico-extensional como en el espacio sintáctico del texto, y pueden considerarse las categorías esenciales de la configuración de las superestructuras argumentativas. En el exordio, Woolf sigue los dictados de la tradición clásica al incluir algunos tópicos dirigidos a atraer la atención del lector, como son la construc-ción de un marco ficcional o pequeña narración que favorece la lectura del resto del ensayo, y la presencia del símil como argumento introductorio. Entre los tópicos relacionados con la materia que suele tratarse en esta clase de textos, subrayamos los que introducen un juicio de valor u opinión de la en-sayista sobre el tema que va a desarrollar; la cita de las palabras del perso-naje del que va a realizar una caracterización; las razones que ha tenido para escribir determinado ensayo así como, en ocasiones, la posible explicación de su título. También es frecuente la aparición de preguntas retóricas, la in-clusión de afirmaciones generales de la propia autora respecto del tema a tra-tar y, por último, la opinión de algunas autoridades relacionadas con la argu-mentación que se desarrolla a continuación. La superestructura argumentativa de la narración/exposición, cuya fun-ción principal en el ensayo es la de ilustrar, mediante la inclusión de una pe-queña historia o exposición, la argumentación que debería desarrollarse a continuación, ocupa uno de los tres tipos que hemos distinguido en la carac-terización de los ensayos. Destacamos, en segundo lugar, la narración y la exposición cuando aparecen fundida con la argumentación, especialmente en el caso de aquellos ensayos que tienen como tópico principal la caracteriza-ción de un autor y/o su obra, y que fueron, por lo general, reseñas periodís-ticas antes de su publicación en libros. En este tipo de ensayos los comen-tarios de la ensayista, que se alimentan de las digresiones narrativas y expositivas, conforman una argumentación propiamente dicha. Resaltamos en último lugar la presencia de una clase de ensayo cuyo contenido semántico se desarrolla en forma de narración, que ocupa casi o todo el texto. La argu-mentación se subordina en estos casos a la estructura narrativa, que puede contener todos los elementos propios de un texto de ficción, y que suelen practicar autores que también se dedican a la escritura de novelas, como es nuestro caso. Se trata del ensayo como narración, en la terminología de C. Elementos del ensayo en Virginia Woolf 265 H. Klaus (1991), o del ensayo con una forma horizontal, según D. Hesse (1989). El análisis de los argumentos no se ciñe estrictamente a la categoría re-tórica de la argumentación, sino que pueden hacer aparición en cualquiera de las categorías retóricas presentes en el ensayo, esto es, el exordio, la narra-ción y exposición, la argumentación propiamente dicha y el epílogo o conclu-sión. A partir de los argumentos que elaboraron Perelman y Olbrechts-Tyte-ca en su Nueva Retórica, otros autores han desarrollado algunos de estos esquemas argumentativos. En los textos argumentativos-literarios (M. E. Arenas 1997: 184–186), predominan las pruebas técnicas según el sistema aristotélico, que las clasificaba en técnicas o artificiales, producidas por el arte retórico, y las no técnicas o inartificiales, que no dependen del arte. Las prue-bas técnicas son un conjunto de mecanismos lingüísticos con los que se pre-tende justificar la propia tesis y se intenta persuadir al receptor para que se adhiera a ella. La sistematización de la tipología aristotélica de estas prue-bas puede estudiarse en la Nueva Retórica a partir de los distintos esquemas argumentativos. Efectivamente, los teóricos de la argumentación (van Eeme-ren 1996: 12–21) se interesan en la «organización interna» de los argumen-tos individuales, es decir, los principios sobre los que se apoyan estos argu-mentos para defender el punto de vista en cuestión por medio de las premisas. Estos principios se denominan esquemas de argumentación, y se relacionan con el tipo de relación que se establece en un argumento único, entre sus premisas y el punto de vista que el argumento trata de justificar o refutar. Un esquema de argumentación caracteriza el tipo de justificación o refutación que ofrece el punto de vista. Igualmente, la organización interna de cada argumento puede caracterizarse por el esquema de argumentación que se emplea. Para Perelman (S. Frogel 2004: 171), la «nueva retórica» di-rige nuestra atención al hecho de que existen razonamientos que no son ni lógicos ni empíricos y, por tanto, podemos defenderlos desde un punto de vista retórico en cuanto sujetos a la controversia y la refutación. A la hora de aplicar un conjunto de esquemas que ayuden a caracterizar los distintos niveles de la superestructura argumentativa de los ensayos como clase de textos, los esquemas argumentativos que encontramos en la Nueva Retórica se adecuan especialmente, debido a las características de esta manifestación discursiva, que destaca por la abundancia de juicios de valor y opiniones que vamos encontrar en las premisas que suponen el punto de partida para la ar-gumentación de los ensayos. Presentamos a continuación los esquemas más representativos en los ensayos de Woolf: - El argumento por la definición. La noción que más nos interesa (E. Schiappa 1993: 403-07) es la que se refiere a aquellas definiciones que pue-den verse de forma productiva manteniendo características retóricas distin-tivas, y que representan afirmaciones sobre cómo son ciertas porciones del 266 Margarita Esther Sánchez Cuervo mundo. En los ensayos predominan las definiciones normativas y las descrip-tivas. Las primeras se dan especialmente en aquéllos cuyo tópico se refiere a los géneros literarios y las características de sus autores, que la autora trata de dar a conocer. Constituyen, en cualquier caso, definiciones arbitrarias, que ha creado la autora y que no pretenden erigirse en axiomas, pues no es éste el fin del ensayo. Por ejemplo, en el texto titulado «Craftmanship», acerca del significado que se le otorgan a las palabras, se dice en el exordio que «words are the only thing that tell the truth and nothing but the truth»; en «The Leaning Tower», propone, también en el exordio, una definición del escritor: «A writer is a person who sits at a desk and keeps his eyes fixed, as intently as he can, upon a certain object ... He is an artist who sits with a sheet of paper in front of him trying to copy what he sees.» - El argumento por la tautología. Los autores de la Nueva Retórica lo incluyen junto al análisis como un tipo de argumento. Nosotros destacamos, sobre todo, aquellos casos en que podemos identificar la tautología de iden-tidad, que también podemos considerar como una definición circular (Claude Gratton 1994: 296), aquélla que posee el definiendum en el definiens, como en el ejemplo de a good man = a man who has the qualities of a good man. Por otro lado, también pueden considerarse (M. Kienpointner 1996: 486-88) como un caso extremo de expresiones lingüísticas que aparecen como ver-dades indudables. En los ejemplos de tautologías de los ensayos no siempre es fácil analizar su contenido en función del contexto y, en cuanto a su valor estilístico, hemos clasificado las que conforman una identidad como pertene-ciente a la figura de repetición (Vickers: 1988) denominada epanalepsis, don-de se reitera la misma palabra al principio y al final de una frase, línea u ora-ción. Así, encontramos ejemplos como «diaries are always diaries»; «her fool is a fool, her snob is a snob»; «… Surroundings, as they are called, are inva-riable eighteenth-century surroundings»; «if you are Defoe, certainly to des-cribe the fact is enough, for the fact is the right fact»; «[He] has the same realistic power. A room is to him a room, a writing table a writing table, and a waste-paper basket a waste-paper basket»; «poetry is poetry and prose is prose»; «he wanted art to be art; literature to be literature; and life to be life.» - El argumento por el símil. En el análisis del argumento por la com-paración, el estudio del símil es una figura retórica fundamental en los ensa-yos, que se define (G. Leech 1969: 153-57) como «an overt comparison», en oposición a la metáfora que sería «a covert comparison». El símil es más explícito, frente a la concisión de la metáfora, ya que puede especificar el dominio de la comparación y el grado de ésta, y suele expresarse por medio de elementos como like, as... as, more than. Ofrece (S. G. Darian 1973: 48- 51) no sólo embellecimiento literario sino que es una herramienta para el pensamiento serio, científico o de otra naturaleza. Al igual que la metáfora, Elementos del ensayo en Virginia Woolf 267 puede conceptualizar y promover nuestro entendimiento en ciertas formas y, como sucede en el argumento por el ejemplo, pueden utilizarse (W. Olms-ted 1997: 244) como herramientas relativamente indeterminadas para averi-guar más de lo que puede apreciarse a simple vista, en situaciones reales o de ficción: With a character like Thomas Day, in particular, whose history surpasses the bounds of the credible, we find ourselves oozing amazement, like a sponge which has absorbed so much that it can retain no more but fairly drips (113). «Lives of the Obscure» CR2 We find ourselves marvelling at the words, as if all the fountains of the English language had been set playing in the sunlight for our pleasure, but it seems scarcely fitting to ask what meaning they have for us (50). «Ruskin» CDB - El argumento por las consecuencias. También denominado argumen-to pragmático y argumento de dirección (Perelman y Olbrechts-Tyteca 1989), es aquél que permite apreciar un acto o acontecimiento dependiendo de si sus consecuencias son favorables o desfavorables. Constituye (D. Walton 1999: 252) una forma importante de razonamiento para la lógica informal, y se caracteriza de forma amplia como el argumento que acepta la verdad (o falsedad) de una proposición al citar las consecuencias que conllevan el acep-tar esa proposición (o no aceptarla). En los ensayos se utiliza para argumen-tar a favor o en contra del curso que propone Woolf en un momento dado y, por tanto, lo consideramos una clase legítima de razonamiento. Las conse-cuencias no son el resultado de un cambio dialéctico, sino que, en la mayo-ría de los casos, son el fruto del planteamiento realizado. Dividimos las con-secuencias en dos clases: positivas, donde destacan las conjeturas y las predicciones; y las negativas, donde sobresalen las amenazas y las adverten-cias. Su aparición es sobresaliente en el epílogo de los textos, destinada a conmover al lector. En Three Guineas, por ejemplo, las advertencias que a veces efectúa la autora integran un paso más que refuerza sus ideas de cómo ayudar a evitar la guerra. - El argumento por la interacción del acto y la persona. Es crucial para la caracterización de los textos, y se encuadra dentro los llamados por los autores de la Nueva Retórica enlaces de coexistencia, donde una realidad es más fundamental y explicativa que la otra. Este enlace se aplica a las re- 2 Las iniciales corresponden a las abreviaturas de las siguientes recopilaciones: CR a The Common Reader: First Series; CRII a The Common Reader: Second Series; M a The Moment and Other Essays; CDB a The Captain Death Bed and Other Essays; GR a Granite and Rainbow; y DM a The Death of the Moth and Other Essays. 268 Margarita Esther Sánchez Cuervo laciones que existen entre una persona y sus actos que, en este estudio, se centran en su caracterización de obras y personajes. En los ensayos de es-critores poco conocidos y lejanos en el tiempo, la escritora intenta acercar-nos a ellos mediante las categorías retóricas de la narración y la exposición, de forma que cuando terminamos de leer estos textos sentimos la misma fa-miliaridad hacia aquéllos que hacia otros autores contemporáneos de la mis-ma autora. Woolf no sólo se apoya en las obras de los escritores como única manifestación conocida a la hora de caracterizar a una persona, sino que pre-fiere en muchos casos dejar a un lado su aspecto más notorio y centrarse en la vida personal, mediante el relato de anécdotas y vivencias poco conocidas de aquélla, de tal manera que obtenemos una perspectiva muy diferente de la que nos pueden ofrecer los manuales de historia y literatura. En esta re-acción de la persona sobre sus actos destaca el prestigio, entendido como una cualidad de la persona que se reconoce en sus efectos. Desde el punto de vista de la categoría retórica predominante, la interacción del acto y la per-sona se desarrolla durante la narración/ exposición que se contamina de ar-gumentación, y a cada versión conocida del asunto puede oponerse una ra-zón para refutarla, hacer una valoración personal, o emitir una opinión. La idea de que al ensayista le gusta hablar (C. de Obaldia 1995:154-55) de un texto marginal en la obra de un autor reconocido antes que centrarse siempre en sus grandes obras, o escoger autores y obras poco conocidos para mostrar la esencia de la literatura, se cumple en el caso de Woolf. - El argumento por la autoridad. El alcance (Perelman y Olbrechts- Tyteca 1989) de este razonamiento está de igual forma condicionado por el prestigio, y utiliza actos o juicios de una persona o grupos de personas como medio de prueba a favor de una tesis. En nuestro caso, este argumento cum-ple casi siempre el propósito de reforzar la idea u opinión que en ese mo-mento intenta justificar la ensayista, aun cuando la autoridad citada no es conocida. Sírvase de ejemplo el conocido enunciado en que Woolf recurre a la figura del Dr Johnson para hablar sobre el lector común: «The common reader, as Dr Johnson implies, differs from the critic and the scholar. He is worse educated, and nature has not gifted him so generously…» Muchas veces, este argumento tiene el estatuto retórico de ejemplo, y nada mejor que aclarar o ilustrar alguna idea con otras de un personaje conocido o ilus-tre, con la que el lector puede darse cuenta de que las opiniones introduci-das contienen un soporte más sólido debido, probablemente, al prestigio que poseen las autoridades invocadas. - El argumento por el ejemplo. En los textos, los ejemplos introducidos tratan casi siempre de ilustrar puntos de vista sobre la crítica literaria, apor-tando la inclusión de autores y obras que contribuyen al desarrollo del tópico inicial, o subtópicos siguientes. Se convierten en prueba o apoyo para defen- Elementos del ensayo en Virginia Woolf 269 der o refutar sus opiniones, y conforman un rasgo definitorio en la configura-ción retórica de los ensayos. Debemos mencionar asimismo la gran cantidad de citas de autores y obras que enriquecen el discurso, puesto que muchas de ellas pueden considerarse ejemplos. La cita, con un gran poder persuasivo, se incluye en las llamadas figuras de comunión en la Nueva Retórica. Un grupo de ejemplos se refieren a personalidades literarias que se introducen con el fin de comparar y contrastar otro autor que constituye, en ese momento, el motivo que ha originado la escritura de ese ensayo. En muchos casos, estos ejemplos pueden considerarse autoridades cuyo reconocimiento y prestigio ayudan a caracterizar y, a veces, redefinir, la figura principal a la que Woolf hace referen-cia. También podemos incluir en este conjunto de ejemplos los que se refie-ren a la caracterización de una literatura, un género literario o período histó-rico concretos, ya sea en su estudio aislado ya sea al compararlos y contrastarlos con otros, con el fin de obtener una idea más o menos definida de lo que la autora ha intentado comunicarnos. Encontramos, de igual forma, ejemplos que ilustran una época concreta con hechos, anécdotas, gentes que de alguna manera han ayudado a construir un período histórico determinado. «The Elizabethan Lumber Room», por ejemplo, hace mención a marineros isabelinos que con sus aventuras alimentan los libros de historia que posterior-mente se escribieron. Estos ejemplos de opiniones y conductas refuerzan la argumentación por la interacción del acto y la persona. Por último, otra fuen-te abundante de ejemplos se encuentra en los fragmentos que Woolf aporta de obras literarias del autor o autores que en ese momento está investigando. En este caso la importancia del ejemplo subraya la de una figura en particular, sin tener en cuenta la relevancia que ese personaje pueda tener con respecto a otro. Así, para demostrar la naturaleza excéntrica de Margaret Cavendish, duquesa de Newscastle, ofrece versos de aquélla donde las hadas son prota-gonistas, para recalcar a continuación que «her fairies, if they survived at all, grew up into hippopotami.» - El argumento por la ilustración. Este argumento (Perelman y Olbre-chts- Tyteca 1989) se diferencia del ejemplo porque éste fundamenta un regla, mientras que la ilustración se encarga de reforzar la adhesión a una regla co-nocida, presentando casos particulares que van a esclarecer el enunciado ge-neral, y debe impresionar la imaginación del oyente para captar su atención. En el ensayo del Woolf, normalmente aparecen en medio de una argumentación a modo de aclaración que es de tipo general y que nos ayuda a comprender mejor las ideas que la autora desea transmitir. Así sucede con el ejemplo de a continuación, donde se explica que el artículo periodístico debe acoplarse a un espacio limitado y elaborarse en un tiempo establecido, pues su calidad dismi-nuye si se traslada a otro medio, como ocurre en el caso de otros objetos y personas que sacados de su entorno natural malgastan sus cualidades: 270 Margarita Esther Sánchez Cuervo So little bits of glass lose their lustre if you take them out to the sea; great prima donnas howl like hyenas if you shut them up in telephone boxes; and the most brilliant of articles when removed from its element is dust and sand and the husks of straw. Journalism embalmed in a book is unread-able (208). «The Patron and the Crocus» CR - El argumento por la analogía y la metáfora. El pensamiento filo-sófico no puede construirse (Perelman 1979: 99) sin analogías que le den estructura, lo hagan inteligible y expresen, al mismo tiempo, el estilo per-sonal del filósofo, la tradición en que vive, que continúa y adapta a las nece-sidades de su época. Nosotros trasladamos esas mismas ideas al contexto del ensayo modernista, y coincidimos en que tanto la analogía como la me-táfora ayudan a definir el estilo de Virginia Woolf. En su caso, las analogías que construye ilustran de una manera novedosa el razonamiento que en ese momento nos adelanta, pudiendo aparecer en cualquier parte de la superes-tructura argumentativa. Respecto a la metáfora, los autores de la Nueva Retórica la describen como una analogía condensada que resulta de la fusión de un elemento del dominio fuente con un elemento del dominio objeto, donde su representación gramatical es identificable, pero «donde los nive-les comunicativos y cognoscitivos componen un equilibrio de fuerzas (J. L. Martínez-Dueñas 2002: 82)» que va más allá del significado puramente gra-matical. Por tanto, la metáfora (E. Kittay 1987: 41) constituye un uso del dis-curso y, como tal, pertenece a la pragmática. En los ensayos destacamos (E. Romero y B. Soria 1998) las metáforas novedosas, en las que aparte de la anomalía contextual y el contraste conceptual como rasgos identificativos, subrayamos la provisionalidad del significado metafórico. Las metáforas no-vedosas se presentan desde dos perspectivas distintas: en primer lugar, en-contramos un uso de la metáfora como técnica argumentativa subyacente en el desarrollo de un ensayo determinado, complementada con otras como, por ejemplo, el argumento por la interacción del acto y la persona. Hablamos en este caso de la metáfora novedosa extendida, en ensayos como «Lady Do-rothy Neville», uno de los cuatro bocetos recogidos en «Outlines»; «The Pa-tron and the Crocus», «The Art of Fiction» y «Royalty»; en segundo lugar, hallamos ejemplos de metáforas novedosas aisladas en el curso de la argu-mentación, pero cuya identificación y comprensión posteriores se encaminan a lograr la persuasión en esta clase de textos. He aquí un ejemplo: From that vantage ground the art of fiction can be seen, not clearly indeed, but in a new proportion. We may speak of infancy, of youth, and of maturity. We may say that Scott is childish and Flaubert by comparison a grown man. We may go on to say that the vigour and splendour of youth almost outweigh the more deliberate virtues of maturity (133). «On Re-reading Novels» M Elementos del ensayo en Virginia Woolf 271 - El argumento por la oposición. La oposición y disociación de nocio-nes (Perelman y Olbrechts-Tyteca 1989) implican la división de algunos ele-mentos que el auditorio normalmente considera unidos. Es un proceso crea-tivo (Frans van Eemeren et al: 1996: 118) que puede deducirse a partir de la evolución de un conjunto de parejas filosóficas. Lo importante es que la di-sociación introducida sea aceptada por el público al que el hablante desea lle-gar. En los ensayos, tanto la oposición como la antítesis, vista como la figura retórica que mejor expresa la naturaleza dialéctica de los sistemas retóricos (Valesio 1980: 103), constituyen un tipo de razonamiento significativo. Vir-ginia Woolf caracteriza en numerosas ocasiones la obra de un autor o auto-ra, o la corriente literaria en que se insertan, a través de las diferencias y similitudes que se encuentran en su contraposición con otros autores o pe-ríodos literarios. Destacan en los textos la oposición del presente frente pa-sado, y la que contrapone lo masculino a lo femenino. Es en esta oposición donde quizás observamos sus ideas más radicales, donde nos presenta su vi-sión de una sociedad donde las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, como descubrimos en Three Guineas. Al decir Woolf que las muje-res deben luchar por sus derechos y tratar de transformar la sociedad, está tratando de defender una opinión y, por lo tanto, la disociación se convierte en una técnica de argumentación. - El argumento por la interrogación retórica. La pregunta retórica vista como figura de comunión (Perelman y Olbrechts-Tyteca: 1989) puesto que se busca la correspondencia con el auditorio a través de procedimientos literarios, también se estudia como una aserción indirecta (Kertzer 1987: 242), una pregunta que se plantea de tal modo que sugiere su propia respuesta o crea un efecto, más que requerir una. La interrogación retórica (J. L. Martí-nez- Dueñas 2002: 71) se relaciona con el enunciado que carece de auténtica intención de obtener información, y que se queda en la estructura interro-gativa con fin distinto al del enunciado que es la pregunta. Más que pregun-tas deberían denominarse interrogaciones metalingüísticas, al no esperar de ellas la obtención de información. Este razonamiento tiene una especial ca-bida en el ensayo puesto que Woolf recurre a ésta de forma continua como si sintiera la necesidad de preguntarse de forma manifiesta y a cada momento el porqué de un suceso, la presunta evolución de un autor o su obra, las cau-sas que han impedido a la mujer evolucionar intelectualmente a lo largo de la historia, y otras cuestiones relacionadas con el tópico o tópicos que desa-rrolla en ese momento, como en el ejemplo siguiente, donde discurre acer-ca de la prosa en contraposición a la poesía: But can prose, we may ask, adequate though it is to deal with the common and the complex – can prose say the simple things which are so tremendous? Give the sudden emotions which are so surprising? Can it chant the elegy, 272 Margarita Esther Sánchez Cuervo or hymn the love, or shriek in terror, or praise the rose, the nightingale, or the beauty of the night? Can it leap at one spring at the heart of its subject as the poet does? I think not (20). «The Narrow Bridge of Art» GR - El argumento por la repetición. El último elemento retórico que destacamos es el de la repetición que, entendida como una figura que aumenta el sentimiento de presencia en la Nueva Retórica, sirve para encarecer los afectos e influir intelectualmente (Lausberg 1967: 96-97). La repetición como recurso retórico se asocia (J. L. Martínez-Dueñas 2002: 69) con el énfasis y con la insistencia. Su mal uso, en todo caso, causa el efecto negativo de la comunicación en lo referente a la redundancia y la falta de pertinencia. En los textos de Woolf este argumento es recurrente, haciendo aparición en to-das las superestructuras argumentativas. Las figuras de repetición3 que más abundan en los textos son la anadiplosis, la anáfora, la epístrofe, el homoiote-leuton, el isocolon y la parison. Por ejemplo, al analizar esta poliptoton, figura que repite una palabra de forma diferente, en el ensayo «Thoughts on Peace in an Air Raid», podemos asociar la esclavitud social que padece la mujer con la que sufren todos los hombres que luchan en la guerra, para liberarse ellos mismos y su país del dictador que los esclaviza: [Women] are slaves who are trying to enslave. If we could free ourselves from slavery we should free men from tyranny. Hitlers are bred by slaves (245). «Thoughts on Peace in an Air Raid» DM En la categoría del epílogo, presente en los ensayos, observamos que Woolf utiliza los tópicos que suelen caracterizar esta parte de la superestruc-tura argumentativa, tanto los que se refieren a los contenidos de los temas tratados, como la prosopopeya y la construcción de una escena evocadora, como los que pretenden capturar la atención del lector, como la peroración, y la amplificación por medio del empleo de conjeturas y predicciones que, no olvidemos, podemos considerar argumentos por las consecuencias positivas; también subrayamos las preguntas retóricas, las anécdotas y, por último, la interrupción lingüística o aposiopesis, un recurso que no se incluye en el estudio del epílogo del ensayo pero que, sin embargo, es destacable en el caso de la autora. Respecto al nivel sintáctico-dispositivo de sus ensayos, se caracterizan por una forma/estructura que parte de un tópico principal, que se va a desa-rrollar mediante una justificación razonada a través de argumentos y, en al-gunos casos, complementada a través de una propuesta que pretende trans- 3 Nos basamos en la clasificación que ofrece Vickers (1988) en el apéndice de su obra In Defence of Rhetoric. Elementos del ensayo en Virginia Woolf 273 formar lo dicho durante el curso de la argumentación. Igualmente, y a la hora de hablar del orden de las categorías retóricas que hemos destacado del ni-vel semántico-inventivo, predomina el orden natural, de forma que en un ensayo van a poder analizarse el exordio, seguido de la narración/exposición, la argumentación y, por último, el epílogo. En el nivel verbal-elocutivo, referente a la manifestación verbal del tex-to, destacamos la expresividad artística del ensayo de Virginia Woolf, carac-terizada a través de los recursos y argumentos procedentes de la inventio y ordenados siguiendo una forma/estructura determinada en la dispositio ma-croestructural. La conjunción de estos elementos son los que percibe el lec-tor desde una vertiente doble, que le permite la reflexión de los contenidos allí expuestos al mismo tiempo que disfruta de la lengua allí utilizada, ayu-dando a conformar el estilo de sus ensayos. En cualquier caso, conviene in-cidir en la idea de que la utilización de las figuras y los argumentos no obe-dece sólo a un gusto por lo bello, sino que su uso también está ligado a una función argumentativa y cognitiva. Podríamos denominarlo «the artful marria-ge of argument and style» (M. D. Zulick 1998: 490), si bien deberíamos pre-cisar que el estilo se refleja a partir del análisis de los argumentos. Virginia Woolf es un ejemplo idóneo a la hora de entender cómo el plano elocutivo refleja lo estudiado en los niveles semántico-inventivo y sintáctico dispositi-vo. A la estructura analizable de la forma/estructura se llega a través del aná-lisis previo de argumentos donde va a destacar simultáneamente el placer estético que se deriva de su lectura y su valor intelectual, factores ambos que refuerzan su dimensión persuasiva. Pero los estudiosos (J. Vandivere 1996: 221) se han centrado en analizar cómo construye Woolf el sujeto y la cons-trucción del mundo, y no han investigado cómo se refleja este interés en los niveles gramaticales y retóricos: Separately, Woolf has always been renowned for her feminist consciousness. Historically, the two have been divorced, as modernists speak of her aesthetic virtuosity, and feminist scholars praise her social agenda. But detaching her beautiful writing from her feminism ignores the most radical aspect of Woolf’s effort: the creation of a technically remarkable prose that would help effect social change (J. Vandivere 1996: 231). En el apartado relativo a los sujetos participantes en la comunicación, destacamos, en primer lugar, el papel del enunciador y su construcción tex-tual. La subjetividad de, en este caso, la ensayista, va a manifestarse a tra-vés de varias marcas lingüísticas. Identificamos al sujeto de la enunciación con la propia ensayista, por lo que el contenido ideológico que reflejan sus textos pertenece a la autora real. Las marcas lingüísticas que destacan en este caso la subjetividad de Woolf se logran a través de la localización y de la modalidad. En el caso de la localización, la categoría personal predominante 274 Margarita Esther Sánchez Cuervo es la del pronombre personal we, que se identifica con un «decimos» en el plano de la enunciación. Se trata de un «nosotros» inclusivo, donde se reco-noce la existencia de un sujeto plural colectivo del que la ensayista forma parte. En la mayoría de los textos, podemos interpretar este uso como una marca de impersonalidad que nace del deseo de identificarse con la comuni-dad de lectores comunes a los que se dirige, más que como un intento por alejarse del egocentrismo y el fascismo (L. Low 1997: 262-63) que puede implicar el uso del «yo». En lo que respecta a la categoría temporal resalta-mos el uso del presente en una doble perspectiva: por un lado, es el tiempo verbal predominante a la hora de indicar un sujeto en el texto en el momen-to de la escritura y de implicar al lector durante el desarrollo de la argumen-tación y, por el otro, destacamos su presencia en aquellos casos en que po-see una referencia intemporal, especialmente en la superestructura argumentativa del exordio, para atraer la atención del lector. En cuanto a la aparición de deícticos demostrativos y adverbiales, predominan aquéllos que hacen alusión al momento de la escritura y al mismo texto que se está re-dactando, haciendo aparición, igualmente, en el exordio. La modalidad (P. Simpson 1993) predominante es la epistémica y la de percepción, acorde con el tono conversacional de los textos que no pretenden imponer ningún cri-terio al lector. Sin embargo y, sobre todo en aquellos ensayos donde la críti-ca social y cultural es más pronunciada, la inclusión de deberes, promesas, consejos, conjeturas o advertencias se realiza mediante el uso de expresio-nes modales deónticas y volitivas. En segundo lugar, hemos subrayado la importancia del lector en cuanto destinatario no representado, ya que se con-tiene en el pronombre personal we y en las formas verbales correspondien-tes a la primera persona del plural. Se sugiere un diálogo con este destina-tario desconocido que, por otra parte, engloba al lector común en tanto que lector implícito y lector ideal. Se trata de una concepción dialogal del ensa-yo que ya se observó en Montaigne y que también practica Woolf, como dig-na sucesora del genial ensayista. Finalmente, al analizar el ensayo de VW como macroacto de habla perlo-cutivo, que condiciona la clase de actos de habla locutivos e ilocutivos que van a aparecer en sus textos, observamos el predominio de actos de habla asertivos, propios de las digresiones, justificaciones, opiniones y puntos de vista que introduce la autora en las cuatro categorías retóricas, con una es-pecial incidencia en las de la narración/exposición y las de la argumentación propiamente dichas. Los actos de habla directivos como los consejos, las in-terrogaciones retóricas, las sugerencias, y los actos de habla comisivos como las predicciones y las promesas destacan en las categorías del exordio y el epílogo, con una fuerza ilocutiva especialmente ideada para atraer favorable-mente al lector, en el caso del exordio, y afectarlo vivamente, en el epílogo. Con esta representación se logra una finalidad que es propia de esta clase de textos, y que consiste en hacernos reflexionar acerca de las cuestiones que Elementos del ensayo en Virginia Woolf 275 allí se plantean, no para suscitar una posible réplica, o para seguir sus con-sejos, a veces polémicos, cuando los expone. Tan sólo pretende que nos de-mos cuenta de los puntos de vista que justifica a lo largo de la argumenta-ción para, a partir de ahí, extraer nuestras propias conclusiones. III El ensayo en Virginia Woolf, tal y como lo hemos estudiado, procede de la tradición continental que inauguró Montaigne en cuanto justificación de la opinión subjetiva y circunstancial, y la valoración de los aspectos personales y afectivos con una especial sensibilidad hacia los temas femeninos. Se lo aprecia desde una forma marginal y «menor» de la literatura pero, al mismo tiempo, la búsqueda del estilo se asocia a una manera diferente de concebir la historia y la modernidad. Esta visión del ensayo como forma adecuada de enfocar la modernidad es heredera del comentario sobre el ensayo que de-sarrollaron Lukács y Adorno. La estela de escepticismo característica de Montaigne se refleja en Virginia Woolf al querer apartarse de los dictados de la convención cuando, por ejemplo, decide reflejar los movimientos de la con-ciencia en detrimento de la secuencia narrativa. El uso del ensayo como ve-hículo para la contemplación la aparta de otras feministas más radicales que utilizan esta manifestación discursiva como campo de batalla para la introduc-ción de ideas revolucionarias. La autora establece el diálogo con un lector común en un contexto modernista que propicia el desarrollo no sólo del en-sayo personal o familiar, acerca de un determinado tema, sino del ensayo como crítica de la literatura y la cultura. En sus ensayos, el contenido está ligado indisolublemente a la forma en una conjunción de argumentos y figu-ras retóricas que se manifiestan en la dimensión textual, y que permiten al lector disfrutar de la expresividad artística o delectare al mismo tiempo que puede enriquecerse con los puntos de vista ofrecidos mediante el docere. Esta persuasión para la reflexión de la que puede disfrutar un lector de su con-texto modernista y un lector de la época actual, que es capaz de percibir una crítica a la cultura y, en su caso, de la situación social de la mujer a lo largo de la historia, permite calificar sus ensayos como literarios. Finalmente, apuntaremos que la retórica feminista que encontramos en los ensayos se refiere a una concepción del mundo desde la perspectiva mo-dernista de una mujer que ha intentado destacar el papel que han tenido las demás mujeres, pero también el de muchos hombres, en la historia y la lite-ratura. Su feminismo muestra una faceta más radical en ensayos como «Pro-fessions for Women», A Room of One’s Own y Three Guineas, ya que preco-nizan un estado de cosas diferente, un cambio social que se manifiesta a través de la técnica argumentativa de la disociación de nociones y un uso más pronunciado del pronombre personal I, a la vez que una mayor predominio 276 Margarita Esther Sánchez Cuervo de la modalidad deóntica como rasgo ideológico de autoridad más severa. Por lo demás, su feminismo no es exacerbado ni polémico y se inclina más hacia una sensibilidad femenina que trata de recuperar voces y palabras de ambos sexos, de todas las épocas y de una fama notoria, en el caso de celebridades literarias, o de gente desconocida. En este sentido, la preocupación de Vir-ginia Woolf (J. L. Martínez-Dueñas 1998: 61) por la condición de la mujer no es una forma de redención o salvación social, sino que sigue más bien «los complejos derroteros de lo literario, y en particular de la tradición clásica y la novela.» Se trata de un acercamiento novedoso a la historia literaria que fa-vorece el anonimato y que simboliza (Gualtieri 2000: 47): The unity of public and private, of different artistic forms and media for which Woolf had been striving in the attempt to heal what she perceived to be the painful splits endured by the modern subject. BIBLIOGRAFÍA ARENAS CRUZ, María Elena, 1997: Hacia una teoría general del ensayo. Construcción del texto ensayístico. Cuenca: U. de Castilla-La Mancha. BROSNAN, Leila, 1997: Reading Virginia Woolf’s Essays and Journalism. Breaking the Surface of Silence. Edinburgh: Edinburgh UP. DARIAN, Steven J., 1973: «Similes and the Creative Process.» Language and Style 6.1: 48-57. EEMEREN, FRANS H. VAN R. GROOTENDORST, A. F. SNOECK HENKEMANS, J. A. 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Título y subtítulo | Elementos del ensayo en Virginia Wolf. Valoración argumentativa |
Autor principal | Sánchez Cuervo, Margarita Esther |
Entidad | Universidad Nacional de Educación a Distancia (España). Centro Asociado de Las Palmas (Las Palmas de Gran Canaria) |
Publicación fuente | Boletín Millares Carlo |
Numeración | Número 26 |
Sección | Literatura |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Centro Regional Uned |
Fecha | 2007 |
Páginas | p. 261-278 |
Materias | Cultura ; Literatura ; Filosofía ; Historia ; Canarias |
Enlaces relacionados | Enlace al editor: http://www.boletinmillarescarlo.es/index.php/BMC/index |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 189448 Bytes |
Texto | Elementos del ensayo en Virginia Woolf. Valoración argumentativa MARGARITA ESTHER SÁNCHEZ CUERVO Universidad de Las Palmas de Gran Canaria Boletín Millares Carlo, núm. 26. Centro Asociado UNED. Las Palmas de Gran Canaria, 2007. Resumen: El siguiente artículo ofrece una recopilación de los principales argumentos en-contrados en los ensayos de Virginia Woolf, siguiendo un modelo de análisis de argumenta-ción retórica, tal y como lo introdujeron Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca en su concep-ción de la «nueva retórica». Los ensayos de esta autora han sido casi siempre considerados de la perspectiva de la historia literaria y la crítica feminista, y se echa en falta un análisis sistemático de los aspectos lingüísticos de los textos. La Retórica, concebida como ciencia que permite el estudio de cualquier discurso oral y escrito, puede reflejar en nuestro caso los principios que gobiernan el corpus de ensayos de Woolf, definiendo de esta forma los ele-mentos textuales y extratextuales que constituyen su estilo y transmiten una ideología. Esta ideología no sólo denuncia la situación social de la mujer a lo largo de la historia, sino que también rescata la obra literaria de personajes conocidos en mayor o menor medida, con la idea de acercarnos a una tradición cultural más amplia y rica de la que cabría esperar. Palabras clave: Virginia Woolf, Retórica, argumentación, argumento, discurso, ensayo, li-teratura, feminismo. Abstract: This study intends to offer an account of the main arguments found in the es-says of Virginia Woolf, following a rhetorical argumentation analysis model as introduced by Ch. Perelman and L. Olbrechts-Tyteca in their conception of the «new rhetoric». Her essays, considered nearly always from a literary history and feminist criticism approach, have lacked a systematic analysis of the linguistic aspects of the text. Rhetorics, seen as the science that allows the study of any written and oral discourse, can depict in this case the principles that govern the essay corpora of Virginia Woolf, defining the textual and ex-tra textual elements that portray her style and further ideology. An ideology that not only denounces the woman’s social situation throughout History, but also tries to recover the literary work of known and unknown writers, both male and female, in an attempt to get us closer to a wider and richer cultural tradition than we should expect. Key words: Virginia Woolf, Rhetorics, argumentation, argument, discourse, essay, litera-ture, feminism. 262 Margarita Esther Sánchez Cuervo I Tradicionalmente, el reconocimiento literario de Virginia Woolf se ha cen-trado más en su obra narrativa que en su producción ensayística. Sus rela-tos y novelas fueron incorporando progresivamente el flujo de la concien-cia, acompañado de un lirismo en la prosa que hicieron de ella un digno exponente de la narrativa modernista a la hora de indagar en la conciencia de los personajes, su identidad y sus relaciones con los demás, y que han atraído, y siguen atrayendo, la atención de los críticos cuando se han ocu-pado de caracterizar personajes, influencias y rasgos de estilo. Sus ensayos, en cambio, han sido casi siempre abordados desde los temas que trata, desde el contexto, y no desde un punto de vista estrictamente cotextual, con el fin de caracterizar su estilo. Sí se ha ahondado en el tema de algunos en-sayos conocidos como el de «Modern Fiction», y «Mr Bennet and Mrs Brown» para hablar del contexto de su obra de ficción, hasta la publicación de su primera recopilación de ensayos en 1925, The Common Reader, que le otorgó el reconocimiento como crítica. Una etapa si cabe más conocida ha sido la de la crítica feminista, que prevalece desde los años 70 hasta prácticamente la actualidad. El centro de atención han sido A Room of One’s Own, Three Guineas y otros ensayos sueltos que tienen como objetivo la posición de las mujeres en una sociedad patriarcal. Destacan a este respec-to la colección de ensayos de Virginia Woolf que editó Michéle Barrett (1979), Women and Writing, sobre la posición de las mujeres en la sociedad y su feminismo tal y como se muestra en su ficción; y las obras de Toril Moi y Elaine Showalter. Un nuevo acercamiento ha comenzado en 1992 con el primer volumen de la producción crítica que ha editado Andrew McNei-llie, con cuatro volúmenes de la obra crítica de la autora publicados hasta el momento, tanto de la ya publicada como de la que nunca llegó a ver la luz. Estas ediciones han hecho posible a los académicos contemplar la crí-tica de Woolf en su conjunto, sin necesidad de separar la crítica feminista del resto. Asimismo, los dos volúmenes de Penguin (E. Gualtieri 2000: 14-16) que ha editado Rachel Bowlby, A Woman’s Essays en 1992 y The Crowded Dance of Modern Life, en 1993, pretenden hacer los ensayos más accesibles a un público más numeroso, intentando rechazar al mismo tiem-po la oposición entre lo popular y lo elitista e intelectual, que les ha otor-gado un papel en la literatura menor. La segunda mitad de los años noven-ta ha visto la aparición de un grupo de monografías dedicadas exclusivamente a la actividad que desarrolló Woolf como crítica de la cultu-ra, periodista e historiadora. Destacan Virginia Woolf and Samuel Johnson, de Beth Carole Rosenberg (1995), Virginia Woolf’s Renaissance, de Juliet Dusinberre (1997), Reading Virginia Woolf’s Essays and Journalism, de Leila Brosnan (1997), y los artículos recogidos en Virginia Woolf and the Essay, editados por Beth Carole Rosenberg and Jeanne Dubino (1997). Estas obras Elementos del ensayo en Virginia Woolf 263 han contribuido a agrandar los marcos de referencia diseñados con el fin de leer los textos que no son de ficción. En términos de historia literaria (Brosnan 1997: 98-101), los ensayos de Woolf ocupan un punto de transición tanto para el ensayo como género lite-rario como para el ensayo como vehículo histórico. La autora publicó sus ensayos entre 1904 y 1941, por lo que su carrera coincide con un período que padecía el culto al ensayo personal o familiar pero que presenció el surgimien-to de estudios que vieron el renacimiento del ensayo como un instrumento para la crítica literaria. Una analogía sugerente, la de la transición que expe-rimenta la oruga hasta que se convierte en mariposa, puede explicar el pro-ceso por el que los ensayos de Woolf emergieron de sus comienzos «humil-des » como productos de la prensa. Piezas que originalmente habían sido reseñas, editoriales, ensayos por encargo y contribuciones voluntarias me-tamorfosearon en piezas que llevaban el título literario de «ensayo». Al igual que la oruga y la mariposa conforman etapas diferentes de una misma forma de vida, la elección del ensayo o el periodismo refleja un acercamiento dife-rente a un mismo cuerpo de escritura. La importancia de la obra que no es de ficción de Woolf parece continuar encauzándose hacia la crítica y la historia literarias pero, ¿qué hay del texto en sí?, ¿cómo lo analizamos para lograr caracterizar el estilo de la autora? Con esta última cuestión deberíamos referirnos a la Retórica como ciencia que nos permite analizar cualquier discurso, en nuestro caso el ensayístico para, a partir de un estudio de las distintas partes en que podemos dividir el texto, trascender al contexto y, a partir de ahí, atrevernos a dilucidar de forma ge-neral la ideología que nos quiso transmitir Woolf en su corpus de ensayos1. A la hora de establecer los rasgos mínimos de todos aquellos textos que pue-den clasificarse como ensayos, se parte de la afirmación de que poseen una estructura genérico-argumentativa. Al establecer la argumentación de una idea u opinión (M. E. Arenas 1997: 150-156), no se admiten las pruebas de-mostrativas que parten de premisas que son verdaderas para llegar a una conclusión necesaria, sino las pruebas que son teórico-argumentativas por-que ofrecen premisas que son probables o verosímiles, válidas en determi-nados contextos y con un propósito concreto. Estas características se aúnan en dos aspectos fundamentales: la dimensión interna o composicional, que abarca los niveles semántico, sintáctico y verbal del texto; y la dimensión externa o pragmática, que trata los niveles comunicativos de enunciación, destinación y función. Este esquema de análisis se corresponde con el pa-trón del sistema retórico como modelo semiótico de producción y comuni-cación de textos. 1 Podemos encontrar estas características en nuestro corpus de 164 ensayos cortos, así como algunas referencias a sus ensayos más largos A Room of One’s Own y Three Guineas. 264 Margarita Esther Sánchez Cuervo II Tanto la selección de los tópicos como su ordenación sintáctica en el texto son procesos inventivos simultáneos que dependen de la superestructura, un esquema abstracto que determina la organización de las partes del texto y de su contenido (M. E. Arenas 1997: 181–183). En el ensayo de Woolf, es aplicable el análisis de las categorías de la retórica clásica que se distribu-yen mediante un exordio, una exposición o narración, una argumentación y un epílogo. Se trata de las partes orationis o secciones en que la dispositio distribuye la materia que se ha ido seleccionando en la inventio. Las partes orationis se establecen tanto en el espacio semántico-extensional como en el espacio sintáctico del texto, y pueden considerarse las categorías esenciales de la configuración de las superestructuras argumentativas. En el exordio, Woolf sigue los dictados de la tradición clásica al incluir algunos tópicos dirigidos a atraer la atención del lector, como son la construc-ción de un marco ficcional o pequeña narración que favorece la lectura del resto del ensayo, y la presencia del símil como argumento introductorio. Entre los tópicos relacionados con la materia que suele tratarse en esta clase de textos, subrayamos los que introducen un juicio de valor u opinión de la en-sayista sobre el tema que va a desarrollar; la cita de las palabras del perso-naje del que va a realizar una caracterización; las razones que ha tenido para escribir determinado ensayo así como, en ocasiones, la posible explicación de su título. También es frecuente la aparición de preguntas retóricas, la in-clusión de afirmaciones generales de la propia autora respecto del tema a tra-tar y, por último, la opinión de algunas autoridades relacionadas con la argu-mentación que se desarrolla a continuación. La superestructura argumentativa de la narración/exposición, cuya fun-ción principal en el ensayo es la de ilustrar, mediante la inclusión de una pe-queña historia o exposición, la argumentación que debería desarrollarse a continuación, ocupa uno de los tres tipos que hemos distinguido en la carac-terización de los ensayos. Destacamos, en segundo lugar, la narración y la exposición cuando aparecen fundida con la argumentación, especialmente en el caso de aquellos ensayos que tienen como tópico principal la caracteriza-ción de un autor y/o su obra, y que fueron, por lo general, reseñas periodís-ticas antes de su publicación en libros. En este tipo de ensayos los comen-tarios de la ensayista, que se alimentan de las digresiones narrativas y expositivas, conforman una argumentación propiamente dicha. Resaltamos en último lugar la presencia de una clase de ensayo cuyo contenido semántico se desarrolla en forma de narración, que ocupa casi o todo el texto. La argu-mentación se subordina en estos casos a la estructura narrativa, que puede contener todos los elementos propios de un texto de ficción, y que suelen practicar autores que también se dedican a la escritura de novelas, como es nuestro caso. Se trata del ensayo como narración, en la terminología de C. Elementos del ensayo en Virginia Woolf 265 H. Klaus (1991), o del ensayo con una forma horizontal, según D. Hesse (1989). El análisis de los argumentos no se ciñe estrictamente a la categoría re-tórica de la argumentación, sino que pueden hacer aparición en cualquiera de las categorías retóricas presentes en el ensayo, esto es, el exordio, la narra-ción y exposición, la argumentación propiamente dicha y el epílogo o conclu-sión. A partir de los argumentos que elaboraron Perelman y Olbrechts-Tyte-ca en su Nueva Retórica, otros autores han desarrollado algunos de estos esquemas argumentativos. En los textos argumentativos-literarios (M. E. Arenas 1997: 184–186), predominan las pruebas técnicas según el sistema aristotélico, que las clasificaba en técnicas o artificiales, producidas por el arte retórico, y las no técnicas o inartificiales, que no dependen del arte. Las prue-bas técnicas son un conjunto de mecanismos lingüísticos con los que se pre-tende justificar la propia tesis y se intenta persuadir al receptor para que se adhiera a ella. La sistematización de la tipología aristotélica de estas prue-bas puede estudiarse en la Nueva Retórica a partir de los distintos esquemas argumentativos. Efectivamente, los teóricos de la argumentación (van Eeme-ren 1996: 12–21) se interesan en la «organización interna» de los argumen-tos individuales, es decir, los principios sobre los que se apoyan estos argu-mentos para defender el punto de vista en cuestión por medio de las premisas. Estos principios se denominan esquemas de argumentación, y se relacionan con el tipo de relación que se establece en un argumento único, entre sus premisas y el punto de vista que el argumento trata de justificar o refutar. Un esquema de argumentación caracteriza el tipo de justificación o refutación que ofrece el punto de vista. Igualmente, la organización interna de cada argumento puede caracterizarse por el esquema de argumentación que se emplea. Para Perelman (S. Frogel 2004: 171), la «nueva retórica» di-rige nuestra atención al hecho de que existen razonamientos que no son ni lógicos ni empíricos y, por tanto, podemos defenderlos desde un punto de vista retórico en cuanto sujetos a la controversia y la refutación. A la hora de aplicar un conjunto de esquemas que ayuden a caracterizar los distintos niveles de la superestructura argumentativa de los ensayos como clase de textos, los esquemas argumentativos que encontramos en la Nueva Retórica se adecuan especialmente, debido a las características de esta manifestación discursiva, que destaca por la abundancia de juicios de valor y opiniones que vamos encontrar en las premisas que suponen el punto de partida para la ar-gumentación de los ensayos. Presentamos a continuación los esquemas más representativos en los ensayos de Woolf: - El argumento por la definición. La noción que más nos interesa (E. Schiappa 1993: 403-07) es la que se refiere a aquellas definiciones que pue-den verse de forma productiva manteniendo características retóricas distin-tivas, y que representan afirmaciones sobre cómo son ciertas porciones del 266 Margarita Esther Sánchez Cuervo mundo. En los ensayos predominan las definiciones normativas y las descrip-tivas. Las primeras se dan especialmente en aquéllos cuyo tópico se refiere a los géneros literarios y las características de sus autores, que la autora trata de dar a conocer. Constituyen, en cualquier caso, definiciones arbitrarias, que ha creado la autora y que no pretenden erigirse en axiomas, pues no es éste el fin del ensayo. Por ejemplo, en el texto titulado «Craftmanship», acerca del significado que se le otorgan a las palabras, se dice en el exordio que «words are the only thing that tell the truth and nothing but the truth»; en «The Leaning Tower», propone, también en el exordio, una definición del escritor: «A writer is a person who sits at a desk and keeps his eyes fixed, as intently as he can, upon a certain object ... He is an artist who sits with a sheet of paper in front of him trying to copy what he sees.» - El argumento por la tautología. Los autores de la Nueva Retórica lo incluyen junto al análisis como un tipo de argumento. Nosotros destacamos, sobre todo, aquellos casos en que podemos identificar la tautología de iden-tidad, que también podemos considerar como una definición circular (Claude Gratton 1994: 296), aquélla que posee el definiendum en el definiens, como en el ejemplo de a good man = a man who has the qualities of a good man. Por otro lado, también pueden considerarse (M. Kienpointner 1996: 486-88) como un caso extremo de expresiones lingüísticas que aparecen como ver-dades indudables. En los ejemplos de tautologías de los ensayos no siempre es fácil analizar su contenido en función del contexto y, en cuanto a su valor estilístico, hemos clasificado las que conforman una identidad como pertene-ciente a la figura de repetición (Vickers: 1988) denominada epanalepsis, don-de se reitera la misma palabra al principio y al final de una frase, línea u ora-ción. Así, encontramos ejemplos como «diaries are always diaries»; «her fool is a fool, her snob is a snob»; «… Surroundings, as they are called, are inva-riable eighteenth-century surroundings»; «if you are Defoe, certainly to des-cribe the fact is enough, for the fact is the right fact»; «[He] has the same realistic power. A room is to him a room, a writing table a writing table, and a waste-paper basket a waste-paper basket»; «poetry is poetry and prose is prose»; «he wanted art to be art; literature to be literature; and life to be life.» - El argumento por el símil. En el análisis del argumento por la com-paración, el estudio del símil es una figura retórica fundamental en los ensa-yos, que se define (G. Leech 1969: 153-57) como «an overt comparison», en oposición a la metáfora que sería «a covert comparison». El símil es más explícito, frente a la concisión de la metáfora, ya que puede especificar el dominio de la comparación y el grado de ésta, y suele expresarse por medio de elementos como like, as... as, more than. Ofrece (S. G. Darian 1973: 48- 51) no sólo embellecimiento literario sino que es una herramienta para el pensamiento serio, científico o de otra naturaleza. Al igual que la metáfora, Elementos del ensayo en Virginia Woolf 267 puede conceptualizar y promover nuestro entendimiento en ciertas formas y, como sucede en el argumento por el ejemplo, pueden utilizarse (W. Olms-ted 1997: 244) como herramientas relativamente indeterminadas para averi-guar más de lo que puede apreciarse a simple vista, en situaciones reales o de ficción: With a character like Thomas Day, in particular, whose history surpasses the bounds of the credible, we find ourselves oozing amazement, like a sponge which has absorbed so much that it can retain no more but fairly drips (113). «Lives of the Obscure» CR2 We find ourselves marvelling at the words, as if all the fountains of the English language had been set playing in the sunlight for our pleasure, but it seems scarcely fitting to ask what meaning they have for us (50). «Ruskin» CDB - El argumento por las consecuencias. También denominado argumen-to pragmático y argumento de dirección (Perelman y Olbrechts-Tyteca 1989), es aquél que permite apreciar un acto o acontecimiento dependiendo de si sus consecuencias son favorables o desfavorables. Constituye (D. Walton 1999: 252) una forma importante de razonamiento para la lógica informal, y se caracteriza de forma amplia como el argumento que acepta la verdad (o falsedad) de una proposición al citar las consecuencias que conllevan el acep-tar esa proposición (o no aceptarla). En los ensayos se utiliza para argumen-tar a favor o en contra del curso que propone Woolf en un momento dado y, por tanto, lo consideramos una clase legítima de razonamiento. Las conse-cuencias no son el resultado de un cambio dialéctico, sino que, en la mayo-ría de los casos, son el fruto del planteamiento realizado. Dividimos las con-secuencias en dos clases: positivas, donde destacan las conjeturas y las predicciones; y las negativas, donde sobresalen las amenazas y las adverten-cias. Su aparición es sobresaliente en el epílogo de los textos, destinada a conmover al lector. En Three Guineas, por ejemplo, las advertencias que a veces efectúa la autora integran un paso más que refuerza sus ideas de cómo ayudar a evitar la guerra. - El argumento por la interacción del acto y la persona. Es crucial para la caracterización de los textos, y se encuadra dentro los llamados por los autores de la Nueva Retórica enlaces de coexistencia, donde una realidad es más fundamental y explicativa que la otra. Este enlace se aplica a las re- 2 Las iniciales corresponden a las abreviaturas de las siguientes recopilaciones: CR a The Common Reader: First Series; CRII a The Common Reader: Second Series; M a The Moment and Other Essays; CDB a The Captain Death Bed and Other Essays; GR a Granite and Rainbow; y DM a The Death of the Moth and Other Essays. 268 Margarita Esther Sánchez Cuervo laciones que existen entre una persona y sus actos que, en este estudio, se centran en su caracterización de obras y personajes. En los ensayos de es-critores poco conocidos y lejanos en el tiempo, la escritora intenta acercar-nos a ellos mediante las categorías retóricas de la narración y la exposición, de forma que cuando terminamos de leer estos textos sentimos la misma fa-miliaridad hacia aquéllos que hacia otros autores contemporáneos de la mis-ma autora. Woolf no sólo se apoya en las obras de los escritores como única manifestación conocida a la hora de caracterizar a una persona, sino que pre-fiere en muchos casos dejar a un lado su aspecto más notorio y centrarse en la vida personal, mediante el relato de anécdotas y vivencias poco conocidas de aquélla, de tal manera que obtenemos una perspectiva muy diferente de la que nos pueden ofrecer los manuales de historia y literatura. En esta re-acción de la persona sobre sus actos destaca el prestigio, entendido como una cualidad de la persona que se reconoce en sus efectos. Desde el punto de vista de la categoría retórica predominante, la interacción del acto y la per-sona se desarrolla durante la narración/ exposición que se contamina de ar-gumentación, y a cada versión conocida del asunto puede oponerse una ra-zón para refutarla, hacer una valoración personal, o emitir una opinión. La idea de que al ensayista le gusta hablar (C. de Obaldia 1995:154-55) de un texto marginal en la obra de un autor reconocido antes que centrarse siempre en sus grandes obras, o escoger autores y obras poco conocidos para mostrar la esencia de la literatura, se cumple en el caso de Woolf. - El argumento por la autoridad. El alcance (Perelman y Olbrechts- Tyteca 1989) de este razonamiento está de igual forma condicionado por el prestigio, y utiliza actos o juicios de una persona o grupos de personas como medio de prueba a favor de una tesis. En nuestro caso, este argumento cum-ple casi siempre el propósito de reforzar la idea u opinión que en ese mo-mento intenta justificar la ensayista, aun cuando la autoridad citada no es conocida. Sírvase de ejemplo el conocido enunciado en que Woolf recurre a la figura del Dr Johnson para hablar sobre el lector común: «The common reader, as Dr Johnson implies, differs from the critic and the scholar. He is worse educated, and nature has not gifted him so generously…» Muchas veces, este argumento tiene el estatuto retórico de ejemplo, y nada mejor que aclarar o ilustrar alguna idea con otras de un personaje conocido o ilus-tre, con la que el lector puede darse cuenta de que las opiniones introduci-das contienen un soporte más sólido debido, probablemente, al prestigio que poseen las autoridades invocadas. - El argumento por el ejemplo. En los textos, los ejemplos introducidos tratan casi siempre de ilustrar puntos de vista sobre la crítica literaria, apor-tando la inclusión de autores y obras que contribuyen al desarrollo del tópico inicial, o subtópicos siguientes. Se convierten en prueba o apoyo para defen- Elementos del ensayo en Virginia Woolf 269 der o refutar sus opiniones, y conforman un rasgo definitorio en la configura-ción retórica de los ensayos. Debemos mencionar asimismo la gran cantidad de citas de autores y obras que enriquecen el discurso, puesto que muchas de ellas pueden considerarse ejemplos. La cita, con un gran poder persuasivo, se incluye en las llamadas figuras de comunión en la Nueva Retórica. Un grupo de ejemplos se refieren a personalidades literarias que se introducen con el fin de comparar y contrastar otro autor que constituye, en ese momento, el motivo que ha originado la escritura de ese ensayo. En muchos casos, estos ejemplos pueden considerarse autoridades cuyo reconocimiento y prestigio ayudan a caracterizar y, a veces, redefinir, la figura principal a la que Woolf hace referen-cia. También podemos incluir en este conjunto de ejemplos los que se refie-ren a la caracterización de una literatura, un género literario o período histó-rico concretos, ya sea en su estudio aislado ya sea al compararlos y contrastarlos con otros, con el fin de obtener una idea más o menos definida de lo que la autora ha intentado comunicarnos. Encontramos, de igual forma, ejemplos que ilustran una época concreta con hechos, anécdotas, gentes que de alguna manera han ayudado a construir un período histórico determinado. «The Elizabethan Lumber Room», por ejemplo, hace mención a marineros isabelinos que con sus aventuras alimentan los libros de historia que posterior-mente se escribieron. Estos ejemplos de opiniones y conductas refuerzan la argumentación por la interacción del acto y la persona. Por último, otra fuen-te abundante de ejemplos se encuentra en los fragmentos que Woolf aporta de obras literarias del autor o autores que en ese momento está investigando. En este caso la importancia del ejemplo subraya la de una figura en particular, sin tener en cuenta la relevancia que ese personaje pueda tener con respecto a otro. Así, para demostrar la naturaleza excéntrica de Margaret Cavendish, duquesa de Newscastle, ofrece versos de aquélla donde las hadas son prota-gonistas, para recalcar a continuación que «her fairies, if they survived at all, grew up into hippopotami.» - El argumento por la ilustración. Este argumento (Perelman y Olbre-chts- Tyteca 1989) se diferencia del ejemplo porque éste fundamenta un regla, mientras que la ilustración se encarga de reforzar la adhesión a una regla co-nocida, presentando casos particulares que van a esclarecer el enunciado ge-neral, y debe impresionar la imaginación del oyente para captar su atención. En el ensayo del Woolf, normalmente aparecen en medio de una argumentación a modo de aclaración que es de tipo general y que nos ayuda a comprender mejor las ideas que la autora desea transmitir. Así sucede con el ejemplo de a continuación, donde se explica que el artículo periodístico debe acoplarse a un espacio limitado y elaborarse en un tiempo establecido, pues su calidad dismi-nuye si se traslada a otro medio, como ocurre en el caso de otros objetos y personas que sacados de su entorno natural malgastan sus cualidades: 270 Margarita Esther Sánchez Cuervo So little bits of glass lose their lustre if you take them out to the sea; great prima donnas howl like hyenas if you shut them up in telephone boxes; and the most brilliant of articles when removed from its element is dust and sand and the husks of straw. Journalism embalmed in a book is unread-able (208). «The Patron and the Crocus» CR - El argumento por la analogía y la metáfora. El pensamiento filo-sófico no puede construirse (Perelman 1979: 99) sin analogías que le den estructura, lo hagan inteligible y expresen, al mismo tiempo, el estilo per-sonal del filósofo, la tradición en que vive, que continúa y adapta a las nece-sidades de su época. Nosotros trasladamos esas mismas ideas al contexto del ensayo modernista, y coincidimos en que tanto la analogía como la me-táfora ayudan a definir el estilo de Virginia Woolf. En su caso, las analogías que construye ilustran de una manera novedosa el razonamiento que en ese momento nos adelanta, pudiendo aparecer en cualquier parte de la superes-tructura argumentativa. Respecto a la metáfora, los autores de la Nueva Retórica la describen como una analogía condensada que resulta de la fusión de un elemento del dominio fuente con un elemento del dominio objeto, donde su representación gramatical es identificable, pero «donde los nive-les comunicativos y cognoscitivos componen un equilibrio de fuerzas (J. L. Martínez-Dueñas 2002: 82)» que va más allá del significado puramente gra-matical. Por tanto, la metáfora (E. Kittay 1987: 41) constituye un uso del dis-curso y, como tal, pertenece a la pragmática. En los ensayos destacamos (E. Romero y B. Soria 1998) las metáforas novedosas, en las que aparte de la anomalía contextual y el contraste conceptual como rasgos identificativos, subrayamos la provisionalidad del significado metafórico. Las metáforas no-vedosas se presentan desde dos perspectivas distintas: en primer lugar, en-contramos un uso de la metáfora como técnica argumentativa subyacente en el desarrollo de un ensayo determinado, complementada con otras como, por ejemplo, el argumento por la interacción del acto y la persona. Hablamos en este caso de la metáfora novedosa extendida, en ensayos como «Lady Do-rothy Neville», uno de los cuatro bocetos recogidos en «Outlines»; «The Pa-tron and the Crocus», «The Art of Fiction» y «Royalty»; en segundo lugar, hallamos ejemplos de metáforas novedosas aisladas en el curso de la argu-mentación, pero cuya identificación y comprensión posteriores se encaminan a lograr la persuasión en esta clase de textos. He aquí un ejemplo: From that vantage ground the art of fiction can be seen, not clearly indeed, but in a new proportion. We may speak of infancy, of youth, and of maturity. We may say that Scott is childish and Flaubert by comparison a grown man. We may go on to say that the vigour and splendour of youth almost outweigh the more deliberate virtues of maturity (133). «On Re-reading Novels» M Elementos del ensayo en Virginia Woolf 271 - El argumento por la oposición. La oposición y disociación de nocio-nes (Perelman y Olbrechts-Tyteca 1989) implican la división de algunos ele-mentos que el auditorio normalmente considera unidos. Es un proceso crea-tivo (Frans van Eemeren et al: 1996: 118) que puede deducirse a partir de la evolución de un conjunto de parejas filosóficas. Lo importante es que la di-sociación introducida sea aceptada por el público al que el hablante desea lle-gar. En los ensayos, tanto la oposición como la antítesis, vista como la figura retórica que mejor expresa la naturaleza dialéctica de los sistemas retóricos (Valesio 1980: 103), constituyen un tipo de razonamiento significativo. Vir-ginia Woolf caracteriza en numerosas ocasiones la obra de un autor o auto-ra, o la corriente literaria en que se insertan, a través de las diferencias y similitudes que se encuentran en su contraposición con otros autores o pe-ríodos literarios. Destacan en los textos la oposición del presente frente pa-sado, y la que contrapone lo masculino a lo femenino. Es en esta oposición donde quizás observamos sus ideas más radicales, donde nos presenta su vi-sión de una sociedad donde las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, como descubrimos en Three Guineas. Al decir Woolf que las muje-res deben luchar por sus derechos y tratar de transformar la sociedad, está tratando de defender una opinión y, por lo tanto, la disociación se convierte en una técnica de argumentación. - El argumento por la interrogación retórica. La pregunta retórica vista como figura de comunión (Perelman y Olbrechts-Tyteca: 1989) puesto que se busca la correspondencia con el auditorio a través de procedimientos literarios, también se estudia como una aserción indirecta (Kertzer 1987: 242), una pregunta que se plantea de tal modo que sugiere su propia respuesta o crea un efecto, más que requerir una. La interrogación retórica (J. L. Martí-nez- Dueñas 2002: 71) se relaciona con el enunciado que carece de auténtica intención de obtener información, y que se queda en la estructura interro-gativa con fin distinto al del enunciado que es la pregunta. Más que pregun-tas deberían denominarse interrogaciones metalingüísticas, al no esperar de ellas la obtención de información. Este razonamiento tiene una especial ca-bida en el ensayo puesto que Woolf recurre a ésta de forma continua como si sintiera la necesidad de preguntarse de forma manifiesta y a cada momento el porqué de un suceso, la presunta evolución de un autor o su obra, las cau-sas que han impedido a la mujer evolucionar intelectualmente a lo largo de la historia, y otras cuestiones relacionadas con el tópico o tópicos que desa-rrolla en ese momento, como en el ejemplo siguiente, donde discurre acer-ca de la prosa en contraposición a la poesía: But can prose, we may ask, adequate though it is to deal with the common and the complex – can prose say the simple things which are so tremendous? Give the sudden emotions which are so surprising? Can it chant the elegy, 272 Margarita Esther Sánchez Cuervo or hymn the love, or shriek in terror, or praise the rose, the nightingale, or the beauty of the night? Can it leap at one spring at the heart of its subject as the poet does? I think not (20). «The Narrow Bridge of Art» GR - El argumento por la repetición. El último elemento retórico que destacamos es el de la repetición que, entendida como una figura que aumenta el sentimiento de presencia en la Nueva Retórica, sirve para encarecer los afectos e influir intelectualmente (Lausberg 1967: 96-97). La repetición como recurso retórico se asocia (J. L. Martínez-Dueñas 2002: 69) con el énfasis y con la insistencia. Su mal uso, en todo caso, causa el efecto negativo de la comunicación en lo referente a la redundancia y la falta de pertinencia. En los textos de Woolf este argumento es recurrente, haciendo aparición en to-das las superestructuras argumentativas. Las figuras de repetición3 que más abundan en los textos son la anadiplosis, la anáfora, la epístrofe, el homoiote-leuton, el isocolon y la parison. Por ejemplo, al analizar esta poliptoton, figura que repite una palabra de forma diferente, en el ensayo «Thoughts on Peace in an Air Raid», podemos asociar la esclavitud social que padece la mujer con la que sufren todos los hombres que luchan en la guerra, para liberarse ellos mismos y su país del dictador que los esclaviza: [Women] are slaves who are trying to enslave. If we could free ourselves from slavery we should free men from tyranny. Hitlers are bred by slaves (245). «Thoughts on Peace in an Air Raid» DM En la categoría del epílogo, presente en los ensayos, observamos que Woolf utiliza los tópicos que suelen caracterizar esta parte de la superestruc-tura argumentativa, tanto los que se refieren a los contenidos de los temas tratados, como la prosopopeya y la construcción de una escena evocadora, como los que pretenden capturar la atención del lector, como la peroración, y la amplificación por medio del empleo de conjeturas y predicciones que, no olvidemos, podemos considerar argumentos por las consecuencias positivas; también subrayamos las preguntas retóricas, las anécdotas y, por último, la interrupción lingüística o aposiopesis, un recurso que no se incluye en el estudio del epílogo del ensayo pero que, sin embargo, es destacable en el caso de la autora. Respecto al nivel sintáctico-dispositivo de sus ensayos, se caracterizan por una forma/estructura que parte de un tópico principal, que se va a desa-rrollar mediante una justificación razonada a través de argumentos y, en al-gunos casos, complementada a través de una propuesta que pretende trans- 3 Nos basamos en la clasificación que ofrece Vickers (1988) en el apéndice de su obra In Defence of Rhetoric. Elementos del ensayo en Virginia Woolf 273 formar lo dicho durante el curso de la argumentación. Igualmente, y a la hora de hablar del orden de las categorías retóricas que hemos destacado del ni-vel semántico-inventivo, predomina el orden natural, de forma que en un ensayo van a poder analizarse el exordio, seguido de la narración/exposición, la argumentación y, por último, el epílogo. En el nivel verbal-elocutivo, referente a la manifestación verbal del tex-to, destacamos la expresividad artística del ensayo de Virginia Woolf, carac-terizada a través de los recursos y argumentos procedentes de la inventio y ordenados siguiendo una forma/estructura determinada en la dispositio ma-croestructural. La conjunción de estos elementos son los que percibe el lec-tor desde una vertiente doble, que le permite la reflexión de los contenidos allí expuestos al mismo tiempo que disfruta de la lengua allí utilizada, ayu-dando a conformar el estilo de sus ensayos. En cualquier caso, conviene in-cidir en la idea de que la utilización de las figuras y los argumentos no obe-dece sólo a un gusto por lo bello, sino que su uso también está ligado a una función argumentativa y cognitiva. Podríamos denominarlo «the artful marria-ge of argument and style» (M. D. Zulick 1998: 490), si bien deberíamos pre-cisar que el estilo se refleja a partir del análisis de los argumentos. Virginia Woolf es un ejemplo idóneo a la hora de entender cómo el plano elocutivo refleja lo estudiado en los niveles semántico-inventivo y sintáctico dispositi-vo. A la estructura analizable de la forma/estructura se llega a través del aná-lisis previo de argumentos donde va a destacar simultáneamente el placer estético que se deriva de su lectura y su valor intelectual, factores ambos que refuerzan su dimensión persuasiva. Pero los estudiosos (J. Vandivere 1996: 221) se han centrado en analizar cómo construye Woolf el sujeto y la cons-trucción del mundo, y no han investigado cómo se refleja este interés en los niveles gramaticales y retóricos: Separately, Woolf has always been renowned for her feminist consciousness. Historically, the two have been divorced, as modernists speak of her aesthetic virtuosity, and feminist scholars praise her social agenda. But detaching her beautiful writing from her feminism ignores the most radical aspect of Woolf’s effort: the creation of a technically remarkable prose that would help effect social change (J. Vandivere 1996: 231). En el apartado relativo a los sujetos participantes en la comunicación, destacamos, en primer lugar, el papel del enunciador y su construcción tex-tual. La subjetividad de, en este caso, la ensayista, va a manifestarse a tra-vés de varias marcas lingüísticas. Identificamos al sujeto de la enunciación con la propia ensayista, por lo que el contenido ideológico que reflejan sus textos pertenece a la autora real. Las marcas lingüísticas que destacan en este caso la subjetividad de Woolf se logran a través de la localización y de la modalidad. En el caso de la localización, la categoría personal predominante 274 Margarita Esther Sánchez Cuervo es la del pronombre personal we, que se identifica con un «decimos» en el plano de la enunciación. Se trata de un «nosotros» inclusivo, donde se reco-noce la existencia de un sujeto plural colectivo del que la ensayista forma parte. En la mayoría de los textos, podemos interpretar este uso como una marca de impersonalidad que nace del deseo de identificarse con la comuni-dad de lectores comunes a los que se dirige, más que como un intento por alejarse del egocentrismo y el fascismo (L. Low 1997: 262-63) que puede implicar el uso del «yo». En lo que respecta a la categoría temporal resalta-mos el uso del presente en una doble perspectiva: por un lado, es el tiempo verbal predominante a la hora de indicar un sujeto en el texto en el momen-to de la escritura y de implicar al lector durante el desarrollo de la argumen-tación y, por el otro, destacamos su presencia en aquellos casos en que po-see una referencia intemporal, especialmente en la superestructura argumentativa del exordio, para atraer la atención del lector. En cuanto a la aparición de deícticos demostrativos y adverbiales, predominan aquéllos que hacen alusión al momento de la escritura y al mismo texto que se está re-dactando, haciendo aparición, igualmente, en el exordio. La modalidad (P. Simpson 1993) predominante es la epistémica y la de percepción, acorde con el tono conversacional de los textos que no pretenden imponer ningún cri-terio al lector. Sin embargo y, sobre todo en aquellos ensayos donde la críti-ca social y cultural es más pronunciada, la inclusión de deberes, promesas, consejos, conjeturas o advertencias se realiza mediante el uso de expresio-nes modales deónticas y volitivas. En segundo lugar, hemos subrayado la importancia del lector en cuanto destinatario no representado, ya que se con-tiene en el pronombre personal we y en las formas verbales correspondien-tes a la primera persona del plural. Se sugiere un diálogo con este destina-tario desconocido que, por otra parte, engloba al lector común en tanto que lector implícito y lector ideal. Se trata de una concepción dialogal del ensa-yo que ya se observó en Montaigne y que también practica Woolf, como dig-na sucesora del genial ensayista. Finalmente, al analizar el ensayo de VW como macroacto de habla perlo-cutivo, que condiciona la clase de actos de habla locutivos e ilocutivos que van a aparecer en sus textos, observamos el predominio de actos de habla asertivos, propios de las digresiones, justificaciones, opiniones y puntos de vista que introduce la autora en las cuatro categorías retóricas, con una es-pecial incidencia en las de la narración/exposición y las de la argumentación propiamente dichas. Los actos de habla directivos como los consejos, las in-terrogaciones retóricas, las sugerencias, y los actos de habla comisivos como las predicciones y las promesas destacan en las categorías del exordio y el epílogo, con una fuerza ilocutiva especialmente ideada para atraer favorable-mente al lector, en el caso del exordio, y afectarlo vivamente, en el epílogo. Con esta representación se logra una finalidad que es propia de esta clase de textos, y que consiste en hacernos reflexionar acerca de las cuestiones que Elementos del ensayo en Virginia Woolf 275 allí se plantean, no para suscitar una posible réplica, o para seguir sus con-sejos, a veces polémicos, cuando los expone. Tan sólo pretende que nos de-mos cuenta de los puntos de vista que justifica a lo largo de la argumenta-ción para, a partir de ahí, extraer nuestras propias conclusiones. III El ensayo en Virginia Woolf, tal y como lo hemos estudiado, procede de la tradición continental que inauguró Montaigne en cuanto justificación de la opinión subjetiva y circunstancial, y la valoración de los aspectos personales y afectivos con una especial sensibilidad hacia los temas femeninos. Se lo aprecia desde una forma marginal y «menor» de la literatura pero, al mismo tiempo, la búsqueda del estilo se asocia a una manera diferente de concebir la historia y la modernidad. Esta visión del ensayo como forma adecuada de enfocar la modernidad es heredera del comentario sobre el ensayo que de-sarrollaron Lukács y Adorno. La estela de escepticismo característica de Montaigne se refleja en Virginia Woolf al querer apartarse de los dictados de la convención cuando, por ejemplo, decide reflejar los movimientos de la con-ciencia en detrimento de la secuencia narrativa. El uso del ensayo como ve-hículo para la contemplación la aparta de otras feministas más radicales que utilizan esta manifestación discursiva como campo de batalla para la introduc-ción de ideas revolucionarias. La autora establece el diálogo con un lector común en un contexto modernista que propicia el desarrollo no sólo del en-sayo personal o familiar, acerca de un determinado tema, sino del ensayo como crítica de la literatura y la cultura. En sus ensayos, el contenido está ligado indisolublemente a la forma en una conjunción de argumentos y figu-ras retóricas que se manifiestan en la dimensión textual, y que permiten al lector disfrutar de la expresividad artística o delectare al mismo tiempo que puede enriquecerse con los puntos de vista ofrecidos mediante el docere. Esta persuasión para la reflexión de la que puede disfrutar un lector de su con-texto modernista y un lector de la época actual, que es capaz de percibir una crítica a la cultura y, en su caso, de la situación social de la mujer a lo largo de la historia, permite calificar sus ensayos como literarios. Finalmente, apuntaremos que la retórica feminista que encontramos en los ensayos se refiere a una concepción del mundo desde la perspectiva mo-dernista de una mujer que ha intentado destacar el papel que han tenido las demás mujeres, pero también el de muchos hombres, en la historia y la lite-ratura. Su feminismo muestra una faceta más radical en ensayos como «Pro-fessions for Women», A Room of One’s Own y Three Guineas, ya que preco-nizan un estado de cosas diferente, un cambio social que se manifiesta a través de la técnica argumentativa de la disociación de nociones y un uso más pronunciado del pronombre personal I, a la vez que una mayor predominio 276 Margarita Esther Sánchez Cuervo de la modalidad deóntica como rasgo ideológico de autoridad más severa. Por lo demás, su feminismo no es exacerbado ni polémico y se inclina más hacia una sensibilidad femenina que trata de recuperar voces y palabras de ambos sexos, de todas las épocas y de una fama notoria, en el caso de celebridades literarias, o de gente desconocida. En este sentido, la preocupación de Vir-ginia Woolf (J. L. Martínez-Dueñas 1998: 61) por la condición de la mujer no es una forma de redención o salvación social, sino que sigue más bien «los complejos derroteros de lo literario, y en particular de la tradición clásica y la novela.» Se trata de un acercamiento novedoso a la historia literaria que fa-vorece el anonimato y que simboliza (Gualtieri 2000: 47): The unity of public and private, of different artistic forms and media for which Woolf had been striving in the attempt to heal what she perceived to be the painful splits endured by the modern subject. BIBLIOGRAFÍA ARENAS CRUZ, María Elena, 1997: Hacia una teoría general del ensayo. Construcción del texto ensayístico. Cuenca: U. de Castilla-La Mancha. BROSNAN, Leila, 1997: Reading Virginia Woolf’s Essays and Journalism. Breaking the Surface of Silence. Edinburgh: Edinburgh UP. DARIAN, Steven J., 1973: «Similes and the Creative Process.» Language and Style 6.1: 48-57. EEMEREN, FRANS H. VAN R. GROOTENDORST, A. F. SNOECK HENKEMANS, J. A. 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