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Boletín Mil/ares Cario 2005-2006, 24-25: 51-l'5 ISSN: 0211-2140 La Muerte como reflejo de la estructura socioeconámica durante el Antiguo Régimen: el ejemplo de los prebendados del Cabildo Catedral de Canarias Pedro e QUINTANA ANDRÉS La mentalidad del hombre durante el período de la Modernidad estuvo mediatizada en parte por la asunción de su finalidad humana y la necesidad de creer en una vida espiritual, única justificación válida para la inmensa mayoría en su intento de soportar su existencia cotidiana. La bondad, sumisión, solidaridad o resignación fueron las alternativas planteadas por la ideología dominante, convertidos en factores fundamentales para alcanzar el Paraíso, justificando, dc paso, las desigualdades socioeconómicas existentes al castigarse a sus bcneficiarios por no distribuir sus riquezas o, como succdía en muchas ocasiones, hacer especial relevancia las disertaciones en estar la élite favorecida por el Altísimo ante sus muchas virtudcs. La muerte implicaba un tránsito cuyo resultado no era la mera transformación de la materia y la liberación dcl alma, también suponía un estricto juicio con una evaluación de las accioncs terrenales y la profundidad de la fe. Durante la fase estudiada la muerte estuvo presente a través de las catástrofes naturales, las epidemias, las guerras o en la vida cotidiana de cualquier comunidad donde la reducida esperanza de vida o la sobremortalidad infantil fue una constante. El hecho habitual representado por la muerte no implicó su asimilación, sobre todo en los aspectos relacionados con el dolor o la falta de condiciones suficientes para salvar el alma ante el seguro juicio divino. La lucha contra el pecado y la búsqueda de la salvación fueron factores fundamentales para un alto porcentaje dc la población, interesada más en redimir su alma que en solucionar los graves problemas que cíclicamente afectaban a sus familias o comunidades. Los poderosos, entre los que se contaban un amplio espectro de la jerarquía eclesiástica católica, fueron los principales instigadores cn mantener el statu quo imperante a través de un rígido control socioideológico favorecedor de sus intereses en mantener su privilegiada posición. En Canarias los prebendados del Cabildo Catedral-racioneros, canónigos y dignidades-- fueron un 51 Pedro C. Quin/ana Andrc',\ La Mller/e como re/Te/o de /a es/rue/llra socioeeonómiea dllrante. .. reducido sector de la población cuya capacidad económica, ascendencia social, preparación intelectual e implicación en las vías marcadas por el poder político no les hízo dudar, en general, en participar en las estrategias pergeñadas por el grupo de poder regional, pese a las múltiples díscrepancias internas entre los diversos sectores de la élite, incluidos los prebendados, sobre las estrategias y mecanismos de aplicación. Este grupo de clérigos residentes en Las Palmas -la sede del Cabildo Catedral se trasladó a esta ciudad en 1485- tuvo notable repercusión en las diversas manifestaciones sociales registradas en el lugar, cuya trascendencia abarcó a la urbe y a toda la isla. La presencia pública del conjunto de los prebendados suponia una cotidiana ostentación de poder donde vestidos, gestos, intervenciones o sus concurrencias privadas en detenninados contextos sociales estaban en gran parte regladas, siempre con el interés de servir de ejemplos vivos al resto de la población. Quizá uno de los acontecimientos donde mayor hincapié se hacía en la magnificencia del poder representado por los prebendados se registrara en sus funerales, aunque no todos los miembros del Cabildo fueron partidarios de efectuar un tránsito claramente apartado de los cánones de austeridad marcados por la doctrina eclesiástica. Para un amplio grupo de prebendados la muerte y sus funerales se convirtieron en un acto social más donde manifestar su poder, posición social y riquezas. La cscenificación de la muerte suponía algo más que una ratificación socioeconómica, al implicar también un fin dc cohesión interna del propio Cabildo eclesiástico, la preponderancia social de su jerarquía, su ascendencia sobre el resto de estamentos y su poder de convocatoria. La imposición de sufragios, la distribución de limosnas a pordioseros o enfermos, el establecimiento de recordatorios o la multiplicación de asistentes se convirtieron en los baremos fundamentales para entender la posición socioeconómica del finado, al representar la mayoría de los funerales de los eclesiásticos un determinado marco propagandístico dentro de la realidad cotidiana. EL HOMBRE MODERNO Y EL ESPACIO MORTUORIO En Antiguo Régimen el estamento eclesiástico desempeñó una labor de especial relevancia social, sobresaliendo en facetas tan importantes como el propio sostenimiento ideológico del sistema establecido desde el poder político central. El alto clero fue el más interesado en crear un sutil equilibrio respecto al resto de los poderes establecidos, sobre todo porque muchos de los integrantes de este sector eclesiástico procedían de las élites socioeconómicas. La necesidad de ser reconocidos como miembros de este reducido sector y alcanzar unas determinadas prerrogativas sociales les llevaron a crear una escenificación precisa, particular y conformada por una normativa reguladora Boletín Millares CarIo 2005-2006,24-25: 51-X5 52 Pedro C. Quin/ano Andrés La Muer/e como reflejo de la es/me/ura soeioeeomimiea durante. .. protocolizada siendo uno de sus principales capítulos el referido a la propia muerte y sus funerales l. Los cabildos catedrales castel1anos impusieron rígidas normativas respecto a los trámites a realizar en los entierros de sus miembros, todas ellas adoptadas por el Cabildo canario, aunque éste no articuló una tipología de funeral sistematizado hasta mediados del siglo XVI. En octubre de 1572 se acuerda una primera nonnalización estatutaria sobre los pasos a seguir tras el óbito de un prebendad02. En esta reunión se señalaban las dos naves colaterales de la Catedral para el entierro de los prebendados con una distribución de sepulturas en función del cargo del fal1ecido: las dignidades en el primer orden de fosas; los canónigos en la segunda fila; y los racioneros en la tercera, reproduciendo la distribución de las sepulturas la jerarquía existente dentro del cuerpo capitular. Ese espacio sería privativo de los prebendados donde serían enterrados bajo losas comunes, mientras fuera de esta área exclusiva de la Catedral podrían inhumarse en tumbas particulares bajo las mismas condiciones que el resto de la población. En enero de 1615 se acordó el establecimiento de emolumentos a percibir por la celebración de exequias y funerales de los prebendados, rentas a repartir entre sus compañeros presentes en las exequias. En las nuevas normas se establecía la realización de un novenario tasado en 9.000 maravedís, sacados casi todos de la renta del fal1ecido. A ellos se sumaba una misa de cuerpo presente con su vigilia, siete días de responsos y un aniversario con su vigilia y misa en el Altar Mayor, todo por un valor de 3.000 maravedís a cargo del fondo de la Mesa Capitular. El óbito de un prebendado significaba algo más que un mero funeral, pues tras éste el Cabildo debía establecer las actuaciones e intervención de las rentas del fallecido --sobreviviente y postmorten-, para asegurar una parte del pago de los funerales y entierro, mientras el resto de gastos recaían sobre el patrimonio del fal1ecido. A estas primeras decisiones seguía una reunión extraordinaria de sus compañeros en el aula capitular para leer las últimas voluntades del finado, si las había. Si el capitular moría intestado se le daba sepultura en el panteón de la Catedral, en la fila de sepulturas correspondientes a su gremio o, si 10 manifestaba, en el lugar encomendado. La hora del I Ejcmplos de esta mentalidad se encuentran duraute la Modernidad cn toda Europa y en los territorios de la Corona castellana, siendo alguno de los estudios más notables sobre cste asunto los dc Lebrun, F. : Les hommes e/ la mor/ en Anjou aux l7e e/ INe si"e1es, París, 1971. Chaunu, P.: La mor/ a Paris XVle, XVlh', XVllle si"e1es, Paris. 19n. Aries. P.: El homhre ante la muer/e. Madrid. 19~3. Rodriguez Sánchez. A.: ¡l¡lorir en f"'x/re/l1aduro, Una primero aproximaeiún. ¡\4orir en la horca afinales del /lntiguo Régimen (1792-1909), Cúcercs. 19~O. López. R.: Oviedo, muer/e r rel(",iosidad en el sl:",lo XVIII. Un es/udio de men/alidades eolee/ i\'{Js, Ovicdo. 19~5. Hernúndcz Cionzáicz, M.: 1,0 muer/e en Canarias en el siglo XVIII, La Laguna, 1990. Aranda Mcndiaz, M.: El hO/l1hre del siglo XVIII en Gron Canaria, el /es/wuen/o eomofi/ente de inves/igaei( in hiSIrj¡·ico-juridica. Las Palmas de Ciran Canaria. 1992. 2 Archivo 1I istóríco Nacíonal. Consejos Suprimidos. Legajo: 16.241. 53 Boletín Mil/ares Cario 2005-2006. 24-25: 51-~5 Pedro e Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconómica durante... entierro, las órdenes de actuación a cada uno de los ministros de la Catedral para la celebración de las ceremonias y el establecimiento de la pompa oportuna fueron las medidas habituales3. A partir del óbito el Cabildo transmitía a la Real Cámara de Castilla una carta donde se notificaba la muerte y se pedía la rápida sustitución del finado, además de abrirse el testamento del fallecido por el Corregidor, tal como disponía la real provisión de 21 de agosto de 1649, sin realizar inventario previ04. La muerte de un capitular significaba una representación del poder de éste y de la institución a la cual pertenecía, debiendo asistir a ella todos los prebendados residentes en Las Palmas o participar en misas de funeral celebradas por los ausentes en las parroquias de residencia momentánea. Vigilias, misas y responsos se multiplicaban a la llegada del cadáver a la Catedral donde sus antiguos compañeros recibían los restos cubiertos con las capas negras de canturía. En caso de mostrar algún capitular el deseo de inhumarse en una iglesia distinta de la Catedral, el Cabildo sólo permitía la asistencia de una pequeña diputación a su entierro, preservando de esta manera la preeminencia de la sede catedralicia; cohesionando al grupo en la defensa de sus prerrogativas respecto a un espacio de gran simbolismo ideológico-religioso; favoreciendo las arcas de la Fábrica Catedral, al invertirse en los funerales una elevada suma de dinero que repercutirían en los propios clérigos y no en los regulares; y permitiendo a sus compañeros acrecentar sus ingresos con los devengos de todo el proceso unido al funeral y en las siguientes fases. Las disposiciones de fines del siglo XVIII sobre la prohibición de dar sepultura a cualquier persona o clérigo en los recintos sagrados obligaron a los capitulares a partir de 1811 a realizar un nuevo protocolo en los entierros de sus miembros. El lugar de inhumación sería un recinto provisional junto a la ermita de San Cristóbal mientras se construía el cementerio de la ciudad, manteniéndose en todo el boato y acompañamientos de los finado hasta la ennita de Nuestra Señora de los Reyes, en la portada de la muralla sur de la ciudad, para desde allí acompañarlo una reducida representación de los ministriles de la Catedral y el sacerdote encargado del último responso. ÚLTIMAS MEMORIAS DE LA INMORTALIDAD Los prebendados en el momento de la celebración de sus testamentos o últimas voluntades optaron, básicamente, por realizarlas ante un escribano de 3 Archivo dcl Cabildo Catcdral de la Dióccsis de Canarias. Actas del Cabildo Catcdral. Tomos XXII y XXXII. Acucrdos de 2X-5-1694 y 13-5-1729. 4 Quintana Andrés, P.: Finis gloria mundi. Ideología r sociedad en Canarias. Los prehendados del Cahildo Catedral durante el Antiguo Régimen (1483-18:!1I). La Laguna. 2004. Boletín Millares CarIo 2005-2006,24-25: 51-X5 54 Pedm C Quinlana AndrJs La i\;fuerte como r(!/h:io de la e:..;trilc1ura socio(!conúrnica durante... número del lugar de residencia o ante un notario apostólico, aunque en este último caso los testimonios serán muy limitados. Menos del 5% de los prebendados decidieron plasmar sus testamentos de forma ológrafa pues, como se apuntará más adelante, son elevados los reconocidos como abintestatos o los que delegaron en sus albaceas la luctuosa tarea. La tendencia de plasmar o eludir las postreras memorias varió a lo largo de la fase analizada, pues se producen toda una serie de modificaciones y alteraciones en la presencia de los prebendados ante los escribanos en función de las transformaciones ideológicas, sociales y económicas vigentes en cada momento. La etapa donde acudieron con mayor profusión los prebendados ante los cscribanos, desde un punto de vista porcentual, fue la comprendida entre 1650-1750, mientras que las últimas décadas del Setecientos y las primeras de la siguiente centuria se caracterizaron por el considerable aumento de los abintestatos o la delegación de poderes en un familiar o allegado para testar en nombre del capitular. En esa última tendencia regis-trada entre los eclesiásticos debieron influir aspectos tan importantes como la creciente laicización social, la vivencia de un sacerdocio más cercano a fe racionalizada, el pensamiento ilustrado presente en muchos miembros del Cabildo, la crisis de las estructuras sociopolíticas unidas al Antiguo Régimen y la creciente recesión económica experimentada por las rentas del Cabildo, lo cual implicaba que muchos sacerdotes prefieran desempeñar el cargo de beneficiado en una parroquia con buenos ingresos - Teror, La Orotava, La Laguna- o disfrutar las rentas de alguna/s capellanía/s sustanciosas antes que desempeñar un cargo en una institución donde las contribuciones rcales, los socorros extraordinarios y las múltiples tareas a desempeñar la hacían ya poco atractiva a los posibles aspirantes. En otros casos, se registran capitulares cuya personalidad titubeante o la evolución de su hacienda les hicieron concurrir repetidamente ante los escribanos para añadir codicilios, reelaborar sus mandas pías o anular el primero dc los testamentos y dictar otro/s en favor de diferentes personas. A fines del Seiscientos, el racionero Luis Rodríguez dictó dos testamentos y cuatro codicilios antes de decidirse, a comienzos de la siguiente centuria, a elaborar sus definitivas mandas. Parecida situación se registra para el arcediano Domingo Albiturría Orbea, con dos testamentos, o el tesorero Leonardo Guerra. Por contra, un notable número de prebendados esperaron hasta el último momento para recurrir al escribano de tumo y poner en orden sus bienes terrenales, caso del deán Jerónimo de Róo o el racionero la Santa Ariza. De la mayoría de los prebendados dcl siglo XVI apenas si se tienen noticias, ya que muchos, como sabemos por otros estudios5, no dejaron memoria de su paso por las islas al multiplicarse el número de resignaciones y permutas, además de otros no acudir a desempe- , Quintana Andrés. P.: -"1'1 Cabildo Catedral de Canarias y sus prebendados (14X3-1 X20): Origen geogrútíco. formación intelectual y cultural". en XIII Coloquio de Historia Canario-americana. Madrid. 2000. púgs. 2.452-2.465. Dcl mismo autor. Fini, gloria mundi. Ide%gía... o¡J. cil. 55 So/crin Millares Cario 2005-2006. 24-25: 51-X5 Pedro C. Quin/ana Andrés La f1r1uerte ('unlO r(jh:jo de la estructura sociocconómica durante... ñar su prebenda. Un alto porcentaje de las escasas memorias testamentarias realizadas durante ese período se han perdido o extraviado, ya por sus diversos traslados a lo largo del tiempo entre múltiples anaqueles o, simplemente, fueron destruidas por diversas causas, tal como se creía que había sucedido con las últimas mandas efectuadas por el deán Zoilo Ramírez, el cual no se halló en la relación de papeles custodiada por el Cabildo Catedral cuando los prebendados fueron a buscarlo, creyéndose desde ese momento desaparecido por averse llevado los papeles el enemigo olandez quando entró en esta ysla, aunque, afOliunadamente, se localizó en 1710 entre los papeles de la Contaduría del Cabild06. Algunos de los prebendados realizaron sus legados en plenas facultades físicas y mentales, siendo uno de los más sanos en el momento de su presencia ante el escribano el canónigo Juan Cabrejas de Betancurt, el cual vestía su traje de sacerdote y dictaba sus memorias sentado en una silla7. Lo mismo aconteció con el canónigo Diego Vázquez Botella que, antes de paliir hacia Madrid enviado por el Cabildo Catedral a solucionar ciertos asuntos, dictó en plenas facultades sus memorias, lo cual evitó posteriores conflictos entre sus herederos, ya que el prebendado murió el Jueves Santo de ese año en El Viso durante el transcurso del viaje8. Más suerte tuvo el doctoral Juan de Cervantes cuando manifestaba elaborar su testamento por ir a Méjico, donde llegó con fortuna, pese a estar temiendo del peligro que puede suceder en viaje tan largo, ante lo que pedía se le enterrara en la parroquia a donde llegara el barco o él a pie, con la celebración de un oficio de misa y vigilia, sin exponer en dichas honras el cotidiano túmulo funerario, con cuatro cirios y se depositara su cadáver en contacto con el suelo de la fosa9. En la inmensa mayoría de las memorias los testadores buscaban distribuir sus bienes entre los más allegados y en diversas obras pías sin delegar dicha acción en familiares, amigos o albaceas que pudieran malinterpretar su voluntad. Por eso se preferia realizar el testamento en plenas facultades para evitar lapsus, olvidos, injusticias o falsos servilismos. El deán Diego Vázquez Botella lo efectuaba considerando con atenta meditación la incostancia y fragilidad de la humana vida y la incertidumbre de aquella in/alible hora en que el Celestial E!>poso nos llama a la puerta para celebrar lasfelizes vidas de nuestra alma, mientras el tesorero Luis Manrique de Lara Trujillo, en pie asidentado, realizaba sus últimas memorias temiéndome de la muerte por ser cosa natural a todo viviente, con el deseo de que quando llegue la tremenda ora me halle desembarasado de las cosas temporales lo . h I\rchivo Histórico Provincial de Las Palmas. Protocolos Notariales Legajo: 1.465. Fols. 1231'.-152 v. Fecha: 2-4- ¡558. 7 I\.JJ.P.L.P. P.N. Legajo: 1.386. Fol. 213 r. Fecha: 30-8-1679. x 1\.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.561. Fecha: 15-1-1722. ') 1\.C.C.O.c. Libro de Testamentos. Fecha: 26-5-1571. 10 A.H.P.L.P. P.N. Legajos: Legajos 1458 y 1.636. Fechas: 1-6-1699 y 19-5-1750. Boletín Míllares Cario 2005-2006,24-25: 51-85 56 Pedro C. Quilltalla Alldrés La Muer/e como re./lejo c/c la c"itrllc!uro socioecol1ómica Jurantc... En extremo opuesto se encontró el racionero Tomás de Arroyo, alojado en casa de su hermano, el canónigo Diego Arroyo, cuando solicitaba con presteza los auxilios de un sacerdote y un escribano conosiendo con la luz de la rasón ser mortal y hallarse en gravísimo peligro, por lo fatigado que lo tiene el accidente que le ha acometido, queriendo disponer de las cosas temporales para que quando le llegue la última de su vida se halle libre de ellas y sólo se emplee su espíritu en las perdurables y eternas 11. Aunque algunos, como el deán Jerónimo de Róo, esperó hasta el límite de sus fuerzas para dictar sus definitivas voluntades, por lo que sólo pudo dejar establecido el lugar de entierro y el nombre de sus herederos, pues las continuas convulsiones en su lecho de muerte no le permitieron continuar pcse a dársele por el escribano tiempo a que se sosegase del vehemente dolor de estómago de que se quejava, se quedó muerto 12. Finalmente, entre otros destaca el chantre García Manrique de Lara, tan enfermo que no pudo firmar el poder otorgado a su hermano para disponer de sus últimas voluntades, por tener la mano y brazo derecho mui hinchado y no le permitía el poder acabarl3 . Los porcentajes muestran, como se ha indicado, el peso de los testamentos ológrafos o realizados de viva voz por el propio prebendado ante los escribanos de turno hasta el primer tercio del siglo XVIII cuando, lentamente se va introduciendo cada vez con mayor eco, como en el resto de los grupos sociales de la elite local, las últimas voluntades efectuadas conjuntamente por prebendados y hermanos o aquéllas que se hacen por delegación mediante poder entregado por el capitular a un compañero o familiar. Ilustrativa es la actitud tomada por el canónigo José Tovar y Sotelo cuando otorgó un poder para establecer sus últimas voluntades a favor del arcediano Bartolomé Benítez de Lugo y del abogado Juan Magdalena Quintero, además de rogarle al Cabildo Catedral se le señalara una sepultura en el recinto de la Catedral. A su vez, demandaba a sus albaceas se llevara a cabo todas las acciones dispuestas en un memoria ológrafa, un total de cinco folios manuscritos, elaborada en 1722, la cual aún permanecía cerrada en algún anaquel de la casa de Tovarl4 . En cambio, en 1818 el prebendado Domingo Suárez de Alvarado dictó su testamento conjuntamente con sus hermanas doña Juana y doña Josefa, dejando en conjunto las mandas pías y la realización de una capellanía de misas en favor de sus almas l5 . Como ejemplo final, se encuentra el caso del canónigo Andrés de Huerta y Cigala que no sólo delegó en su primo José Hidalgo y Cigala la confección de su testamento, II i\.lIP.L.P. P.N. Legajo: 1.649. Fol. 228 v. Fecha: 29-4-1764. 12 i\.IIP.L.P. P.N. Legajo: 1.969. Fol. 43 v. Fecha: 23-1-1802. IJ A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.881. Fecha: 3-11-1787. 14 i\.IIP.L.P. P.N. Legajo: 1.564. Fol. 215 r. Fecha: 31-12-1726. 15 A.H.I'.L.P. P.N. Legajo: 1.984. Fecha: 4-7-1818. En tcstamento dc 13 dejunio de 1810 lo realizaba con dichas hermanas. más doña 19nacia. difunta antes del testador. 57 Boletín Millares Cario 2005-2006. 24-25: 51-85 Pedro e Quin/ana Andrés La Muer/e como rejieio de la estructura socioeconrJmica duran/e... sino que incluso nofirmó (el poder) por la gravedad de su enfermedad, a sus ruegos lo hiso un testigo 16. La muerte repentina afectó a numerosos prebendados quedando abintestatos y sus bienes bajo la intervención de la justicia o en manos de sus directos herederos para su administración. El número de capitulares que no pudieron realizar sus últimas voluntades creció a partir del siglo XVIII, por las transfonnaciones generadas en el seno del clero más acorde, como se apuntó con anterioridad, con una estricta vivencia de la fe cristiana, las escasas rentas percibidas, la convivencia con familiares a los que redistribuyeron en vida sus ganancias o a causa de fallecimientos repentinos, sobre todo debido a las llamadas de forma genérica apoplejías. Una de ellas le acometió al racionero Roque López en 1795 o al canónigo José Pablo Dávila y Aldana en 1809. A ella se añadieron otras muertes repentinas, llamadas de fonna cotidiana y popular: insulto, ejemplificado en el sufrido por el racionero Gutiérrez y Frias; hidropesía, tal como oculTió con las muertes del racionero Domingo García Abreu o el canónigo Francisco Javier Machado y Muñoz; fiebre amarilla, ilustradas en los óbitos del racionero Leonardo Reyes Calderón o los canónigos José Romero de Franquis y Miguel Camacho Acosta; o epilepsia, presunta causa de defunción del racionero Andrés Herrera, fallecido en Santa Cruz de Tenerife en 1804. Muertes extremas fueron las acontecidas con el canónigo Carlos Musterlier y Guzmán, fallecido en la sacristía de la ermita de Nuestra Señora de la Luz (Puerto de las Isletas) el 25 de marzo de 1756, tras regresar la nao donde se trasladaba a Santa Cruz de Tencrife a causa de su repentina enfermedad; la del magistral José Tomás de Mesa, muerto de una dramática apoplejía el5 dejulio de 1712 cuando estaba en pleno sermón durante las exequias del obispo Juan Ruiz; o el óbito del deán Tomás Girón, registrado en 30 de julio de 1643, del que se sospechó era un asesinato por envenenamiento, ante lo cual intentó intervenir la justicia ordinaria, pretendiendo se abriese el cadáver para reconocerlo pero no tubo efecto esta pretensión del médico por haberlo excomulgado el señor provisor, aunque el Cabildo Catedral y el obispo no le pennitieron proseguir alegando estar el caso bajo su jurisdicción y ser sólo la acusación una distorsión infundada 17. Incluso prebendados de estimables patrimonios, cultura y posición social murieron sin realizar ningún tipo de relación de bienes o testamento, debiendo intervenir la justicia eclesiástica y civil para el inventario de sus propiedades y la distribución de las diversas rentas, algunas tan importantes como el sobreviviente y postmorten o, incluso, actuar con cierta rapidez en la tenencia de hacinamientos, mayordomías o capellanías. El canónigo Domingo Verdugo Albiturría, hermano del obispo de la diócesis Manuel Verdugo, ló !\.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.732. Fol. 153 r. Fecha: 25-2-17X2. 17 A.c.C.O.c. Libro de señores prebendados de esta Santa Iglesia Catedral. Boletín Millares Cario 2005-2006,24-25: 51-R5 58 PeJro e Quintana AnJrJ" La ¡Uuer/e como }"e./lejo dI.! /a estruc/ura socio(!conámic(J durante... murió abintestato por lo que su familia ~el citado obispo, doña Josefa, don José y don Pedro~ se vio en la obligación de comenzar unas largas diligencias judiciales para la elaboración del inventario, la tasación y la división de sus bienes. Parte de las propiedades muebles del fallecido se localizaron en la secretaria del palacio episcopal de Las Palmas, donde don Domingo ejercía de secretario de su hermano, siendo también allí el lugar donde se encontró el cadáver del canónigo. Tras comprobarse su óbito después de ser llamado por su nombre desde la puerta de la sala, como era de rigor según las normas del Cabildo, entraron en el aposento el Corregidor, el escribano, el canónigo doctoral Andrés Arvelos, representando al obispo, don Santiago Verdugo, don Pedro Zárate, apoderado de don Pedro Verdugo, y don Francisco Martínez, como representante de la citada doña Josefa, para certificar el fallecimiento, rcgistrar la cstancia y la secretaria, en donde se recogieron un total de 15 objetos propiedad del difunto lR . Un análisis exhaustivo de los testamentos del siglo XVIII permite aseverar que el 54,3% de los testadores estaban ya enfermos a la hora de disponer sus últimas voluntades; el 4,2% quebrantados o con achaques; el 3,2% padecían un accidente o se encontraban seriamente indispuestos; el 22,8% de los prebendados, ya por enfermedad ya por otros motivos, daban poder para realizar su testamento; mientras el resto, 15,2%, manifestaban estar en pleno juicio y sanos. Los porcentajes de prebendados testadores enfermos fueron variable en cada centuria pues en el Quinientos, con los datos disponibles, la cifra de los enfermos representaban el 66,6(%, para en la siguiente ésta elevarse hasta un considerable 71,6%. En el siglo XIX la cifra se rebajó hasta el 12,5%, aunque el número de prebendados con testamentos realizados disminuyó drásticamente. ELEMENTOS Y ADITAMENTOS SIMBÓLICOS. LA EXALTACIÓN DE LOS PRESUNTOS LOGROS DE UNA VIDA Los testamentos, los múltiples eodieilios y las cuantiosas disposiciones aprobadas por los prebendados mantuvieron unas premisas sobre la muerte, la exaltación del más Allá y la defensa de las honras funerarias de primera clase de sus miembros, profundamente diferenciadas a las celebradas en cualquier otra de las registradas para los miembros integrantcs del resto de las instituciones civiles o eclesiásticas asentadas en el Archipiélago. La pompa no se mantuvo dentro de una tradición inmovilista, al experimentar sustanciales modificaciones debidas a cambios generales propiciadores de transformaciones ideológicas, políticas y económicas registradas durante tan prolongado l., i\.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.971. Fol. 60R r. Fecha: lS-R-1ROO. S9 Bo/efil1 Mil/ares CarIo 200S-2006. 24-2S: Sl-RS Pedro C. Quimono Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconámica durante... tiempol9. Dentro de las mandas finales celebradas por los capitulares la disposición del lugar de sepultura fue una de las cláusulas más importante y polémica, por lo que significó en algún caso, tal como se comprueba en las tiranteces surgidas entre los representantes -parientes y/o albaceas- de los fallecidos y el resto de los capitulares en el momento de la ejecución de algunas disposiciones testamentarias. El lugar elegido por cada prebendado para su inhumación fue muy variado, ya fuera en la Catedral o en otro templo, aunque en diversas fases temporales se mantuvo un criterio casi unánime en las elecciones. Muchos capitulares se verán influidos en sus decisiones por la calidad de las relaciones del Cabildo Catedral con los conventos de religiosos -durante amplios períodos los prebendados tuvieron prohibido el contacto con regulares y la entrada en edificios monásticos a celebrar misas-, el lugar de residencia y la implicación particular, familiar o de vinculación económica o sentimental que tuvieran cada uno de los prebendados con ciertas capillas, ermitas o iglesias. La Catedral era un recinto de notable repercusión yeco para celebrar las exequias de los eclesiásticos, pues cada una de ellas se convertía en un escaparate simbólico del poder de la institución, de la ascendencia sobre la sociedad, de su ejemplo cristiano de vigor ante el tránsito hacia la muerte, de la esplendidez económica de los clérigos favorecidos por Dios, del poder político de los prebendados y de la capacidad de derroche del fallecido en misas, limosnas, ofrendas, velas o inversión en el acondicionamiento de su tumba. La posibilidad de máxima esplendidez del acto fúnebre ofrecida por la Catedral se veía limitada por el escaso número de capillas existentes -propiedad gran parte de ellas desde finales del Quinientos de antiguos prebendados y detentadas por sus familias como lugares particulares de inhumación-, mientras si se optaba por el uso de las sepulturas generales ofrecidas por el Cabildo, dicha elección implicaba un anonimato incapaz de ser asumido por muchos miembros del Capítulo canario. Por tanto, la búsqueda de lugares de enterramiento preeminentes y de suficiente rango extralimitó el recinto catedralicio y se centró en la fundación de capillas con derecho a sepultura en iglesias emplazadas en monasterios, hospitales o en parroquias, a las que se añadieron, en función de la capacidad económica de cada prebendado, los sepelios en los templos, en hospitales o colegios fundados por dichos clérigos. Si bien estos espacios de privilegio sepulcral no poseían el rango honorífico, capacidad de convocatoria y concurrencia diaria de los emplazados en la Catedral, sí les permitían hacerse alguien ante sus paisanos con la singularización de sus sepulturas en los recintos de mayor rango en el escalafón registrado en ciertos pueblos y ciudades de la región. En todo caso, detrás de la exhibición del antiguo poder representado 19 Rivas Álvarcz. J.: Miedo y piedad: testamentos sevillanos del siglo XVIII, Sevilla, ¡986. VVA.A.: La religiosidad popular ll vida y muerte: la imaginación religiosa. Barcelona. 1989. Boletín Millares Carlo 2005-2006. 24-25: 51-85 60 La lV/uerle como rejlejo de la estructura ,\'ocio(!conámic(¡ durantc.,. por el mero cuerpo en proceso de corrupción, se pretendia prolongar la memoria de éste por su significado socioeconómico para muchos allegados necesitados de situarse en mejores posiciones dentro del escalafón social, acción conseguida a través de la magnificencias de las celebraciones y el reparto de una fracción de sus rentas entre sus antiguos vecinos, pobres o beneficiados con las diversas dádivas. El último objetivo de dicha estrategia era conseguir potenciar el poder local de su parentela, a fin y al cabo la destinada a sostener la memoria perpetua del difunto, tal como recordaba en su testamento el deán Diego Vázquez Botella cuando citaba las diversas mercedes efectuadas por el monarca al clérigo, su padre, el capitán y sargento mayor Juan Botella Romero, y su abuelo, don Pedro Romero Botella, deseando el deán se mantuvieran en sus sobrinos para que continue perpetuamente en mifami/ia la lealtad, zelo y en su real servicio que tuvieron mis mayores y antepasados que aún espero de el amor y atensión con que su Magestad, Dios le guarde, honra a 10,<" que le sirven y sus hijos y descendientes2o . Los ejemplos en cada uno de los supuestos planteados se multiplican a lo largo de la fase temporal estudiada, siendo ilustrativo el caso del tesorero Estanislao de Lugo al solicitar del Cabildo Catedral sc le diera una de las fosas situadas delante de la capil1a de San Fernando, emplazada en un lugar privilegiado del templo catedralicio, donde el testador había situado una imagen de la Virgen del Pino, adquirida de su caudal, del que era expecialísimo deboto. La sepultura se ubicaba justo debajo del lugar donde se emplazaba todos los años en la octava del Corpus Christi un altar y cercana a la vista de todos los fieles, que no dudarían en asociar las dádivas entregadas por el tesorero en fomento del citado cult021 . El racionero Tomás de Arroyo, en un gesto de presunta humildad, pedía se le inhumara delante del Coro, en la nave de la capilla de Nuestra Señora de la Antigua, por donde pasa el preste que /leva a 5;1I Magestad sacramentado quando se hasen las proce(,'iones claustrales en dicha santa iglesia, sabedor de ser una de las áreas de la Catedral más visibles al público y, sobre todo, para sus antiguos compañeros. En dicho deseo Arroyo prefería la humillación de ser pisado pero recordado ad infinitum antes que olvidado en alguna fosa recolcta 22 . Más estudiada y acentuada parece la actitud de falsa modestia y arrepentimiento realizada por el racionero Luis Rodríguez --gesto contradictorio con las abundantes propiedades que adornaban su patrimonio, favorecedoras de convertirlo en uno de los capitulares más ricos de su siglo, aunque escasamente repartidas, según sus memorias, entre sus parientes y los pobres de solemnidad-, que en un último gesto, profundamente teatral y barroco, pedía se le pusiera sobre la tierra, sin vanidad de un 211 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.458. Fecha: 1-6-1699. 21 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.731. Fol. 352 r. Fecha: 15-8-1781. 22 A.lI.P.L.P. P.N. Legajo: 1.649. Fol. 229 v. Fecha: 29-4-1764. 61 Boletín Millares Cario 2005-2006.24-25: 51-85 Pedro C. Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconómica durante... nicho, ni cama, si sólo un paño de hayeta debaxo del ataúd y que los pies bayan desnudos, por mi mayor humildad y conozimiento de haver nazido desnudo y formado del polvo de la tierra, y que en la misma forma debo holver a elfa23 . 'Émulo del anterior fue el canónigo Pedro de Cabrera al reclamar con vehemencia ser sepultado junto a la puertecilla del Coro, frente a la capilla de San Pedro, escogiendo este lugar por ser el másfrequente paso, en señal de la humildad y respecto que devi tener, pero también por ser uno de los más concurridos por sus compañeros en sus continuas entradas y sal idas, al ser el 1ugar de estancia particular de los prebendados en la Catedra124 . Lugar de entierro de los prebendados del Cabildo Catedral SIGLOS XVI XVII XVIII XIX TEMPLO CATEDRAL Capilla San Gregorio l 2 4 Capilla La Antigua 1 12 29 1 Capilla San Pedro 1 4 Capilla Santa Catalina 2 2 Capilla San Francisco 3 7 Otra Capilla 5 42 29 1 ----_.-._- Trascoro 3 2 _. IGLESIAS ICONVENTOS Santo Domingo 1 2 3 San Agustin 1 Santa Clara 1 San Francisco 3 6 Parroquias 12 12 Otro Recinto Sagrado 2 1 Cementerio Civil 13 Fuente: QUINTANA ANDRÉS. P.: Finis gloria 1I11Il1di... op. cit. Nota: Elaboración propia. 21 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.432.101. 31í3 v. Fecha: IX-IO-lIí97. 24 Á.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.539. Fecha: 15-1-1733. Boletín Millares Cario 2005-2001í, 24-25: 51-85 62 Pedro C Qllill!o"u AlldrJs La A111erle como I'C!./lejo de lo eslruc/uro sociocconámica duran/e... Los capitulares privilegiados con la dotación de capillas por el Cabildo -un reducido sector que accedieron a ellas sobre todo en la segunda mitad del Quinientos- las habían construido con sus rentas, sostenían sus gastos ordinarios y ornamentos, además de tenerlas dotadas con sus bienes, siendo el lugar de inhumación elegido por ellos y sus familias, lo cual les aseguraba ser enterrado con la pompa de mayor relevancia posible. En las capillas no sólo se invertían en ornamentos de todo tipo, gasto de cera y las celebraciones correspondientes al día del patrón, sino que en ellas se efectuaban la mayor parte de los aniversarios y conmemoraciones establecidas por los difuntos a favor de su alma y memoria, convirtiéndose en un lugar de asistencia prioritaria para los fieles deseosos de oír misa en la Catedral o en una de sus capillas casi a cualquier hora del día durante todo el año. Después de la muerte del prebendado su familia seguía disfrutando del patronato, siendo su parentela, algunos de ellos también capitulares, la única capacitada para enterrarse en ellas, quedando el resto de capitulares apartados del disfrute de estas áreas de privilegio de las que, teóricamente, eran sus gestores. El deán Diego Vázquez Botella quería ser enterrado con sus vestiduras nuevas de sacerdote en su capilla de la Catedral, bajo la advocación de San Fernando, anterionnente dedicada a San Gregorio, tomándola bajo su patronato, no sólo por su deseo de perpetuar su memoria sino de unir su familia en la lealtad al monarca, el cual fue el principal mentor del culto a su santo predecesor2s . Del mismo parecer fue el maestrescuela López de Tribaldos cuando manifestaba se le sepultara en su capilla de la Asunción o el canónigo Gregario Trujillo Osorio, deseoso de poder tener para sí y su familia una bajo la advocación de San Juan y San Gregario. Los lazos familiares, las filiaciones y las amistades entre los prebendados influyeron de forma notable sobre las disposiciones para la localización del sepulcro de cada capitular en el recinto de la Catedral o fuera de ésta. El canónigo Manuel Álvarez de Castro pedía se le enterrara en el trascoro, a los pies de la tumba de su tío, de igual nombre y apellido; el racionero Francisco Flores quería depositaran su cuerpo en la sepultura a donde fueran trasladados los huesos de su hermano Hermenegildo, clérigo, lugar donde se le cubriría con su correspondiente losa de cantería en la que se cincelaría su nombre y cargo; el arcediano Pedro de Alarcón rogaba ser inhumado junto a sus padres en la capilla del Sagrario; el canónigo Juan Vivas dispuso se le enterrara al lado de la capilla del maestrescuela Tribaldos y rogaba con vehemencia se le concediera, pues llevaba sirviendo en la Catedral por más de 30 años26 ; el racionero Matías Fonte suplicaba se le diera una fosa en el patio de los Naranjos, por no ser digno mi cuerpo corrupto de estar en donde se halla realmente sacramentado 2' CAI.ORIA LU)I\. S.: liis!orio de lo Co!edral de Co"orias. Las Palmas de Gran Canaria. 1992. A.II.P.L.P. P.N. Legajo: IASg. Fecha: 1-6-1699. 26 i\C.C.D.C. Libro de Testamentos. Fecha: 27-2-ISS9. 63 Boletín Millares CarIo 200S-2006. 24-2S: SI-gS Pedm C. Quintana Andrés La Muerte como re/leío de la estructura socioeconómica durante... Nuestro Señor Jesuchristo yen donde diariamente se celevran los divinos oficios y sacrificios, aunque, si el Cabildo no lo permitía, le señalaran a sus albaceas un lugar en otro espacio de la Catedral, siempre con la condición de que no le celebraran una pompas fúnebres demasiado ostentosas27. A fines del siglo XVIII las disposiciones de la Corona sobre la obligatoriedad de los entierros en campos santos, separados de los lugares de vivienda y preparados sanitariamente para la acogida de cadáveres, influyen en las cláusulas de los prebendados referidas a sus lugares de enterramiento y a las órdenes establecidas sobre las pompas fúnebres a efectuar. A partir de esos momentos se ocuparán sólo de disponer en sus cláusulas el lugar del depósito de sus cuerpos en el cementerio civil más próximo y, si el óbito acontecía en Las Palmas, les condujeran al panteón de los eclesiásticos habilitado en el cementerio de la ciudad2x . Esta última solicitud la hacía el prebendado Domingo García Abreu en 1817, dejando a sus compañeros del Cabildo dispusieran todos los preparativos y ceremonias relativas al acto del funeraJ29. Evidentemente, la decisión sanitaria y política de no permitir las inhumaciones en los recintos sagrados no fue bien acogida por varios miembros del Cabildo Catedral, siendo uno de los más opuestos a la medida el arcediano José de Viera, tal como refleja en su testamento, dictado en 1811. El Arcediano de Fuerteventura en sus últimas voluntades solicitaba se le sepultara en la capilla construida en el nuevo crucero de la Catedral, destinada al culto de San José,junto a las gradas ----de la cual había costeando la tercera parte del valor de la estatua del santo titular--, cubierta la fosa por una losa con el epitafio de Don Josef Viera y Clavijo, Arcediano de Fuerteventura. Ecce nunc in pulvere dormito La nueva legislación sobre entierros le hizo desistir de su idea, ante lo cual se quejaba amargamente de una medida real contraria a la ohservancia de la constante disiplina eclesiástica de quatro siglos, que desde la conquista y población de las Canarias hahía seguido en ellas por ser la misma piadosa disciplina de enterrarse losfleles en los templo,)', que por más de ochocientos años ha prevalesido en la Yglesia Católica. Pero, pues las ideas políticas, haora dominantes, se opondrán a mi voluntad, sólo puedo pedir que se dé sepultura a mi cadáver en el campo santo, donde tuvieren a bien los vivos. Pero si acontesiere mifallecimiento en otro pueblo de esta ysla, pido que se dé sepultura a mi cadáver en la yglesia parroquial de él; y si acaesiere que en la capital y en esta parte holviesen las cosas a su primero ser, se verificará lo que tengo dispuest030. 27 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.893. Fccha: 10-6-IXOO. 2X Bethencourt Massieu, A.:""Secularización y mentalidades: El ccmcnterio dc San Cristóbal dc la Laguna (1807-1816)", en Anuario de Estudio.\' Atlánticos n.o 41, Madrid, 1995, págs. 459-516. Quirós Linares, F.: Eljardín melancólico. Los cementerio.\' e.\pañole.\· en la primera mitad del siglo XIX, Oviedo, 1990. Galantc Gómez, F.: "Los ccmenterios: otra lectura de la ciudad burgucsa", en VII Coloquio de Historia Canario Americano Madrid, 1990, Tomo 11, pp. 601-624 29 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.9X4. Fol. 287 v. Fecha: 3-12-IXI7. 30 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 2.675. Fol. 443 r. Fecha: 30-9-1811. Boletin Mí/lares CarIo 2005-2006,24-25: 51-X5 64 Pedro e Quintana Andrés Lo Muerte eomo rejle;o de lo estructura socioeconómica durante... Las disposiciones para ser enterrados fuera del recinto de la Catedral se dieron en prebendados fallecidos lejos de Las Palmas, en tareas relacionadas muchas veces con oficios o misiones encomendadas por el Cabildo (hacinamientos, delegado en la Corte); entre los fundadores o tenentes de capillas y/o patronatos; o en aquéllos cuyos intereses o simpatías estaban unidos a una determinada orden de regulares. Dentro de este último caso se encontraban los jesuitas, orden acogida con gran regocijo por los prebendados gracias a su meritoria labor en la docencia, en la forja de un espíritu de renovación de la doctrina de la Iglesia y ante la considerable propaganda cristiana desarrollada en las islas desde su arribo a través, por ejemplo, de las misiones de predicación entre los grupos populares31 . La positiva actitud de los jesuita y su sincero trabajo por la fe católica contra los desvío de la doctrina atrajo la atención de varios prebendados al concederle a la orden cuantiosas limosnas, llegando algunos a intentar integrarse en ella --caso del deán Benítez de Lugo, con la oposición del resto del Cabildo-- o disponer su última morada en algunos de los templos construidos por los jesuitas en sus diversos colegios de Canarias. El arcediano Figueredo no dudó en su testamento en querer ser inhumado en la iglesia del colegio de la Compañia fundado en Las Palmas, aunque, si éste no se había construido aún cuando llegara su óbito, se le diera como lugar alternativo una sepultura en la Catedral, junto a la fosa del canónigo Pedro Valentín32. En cambio, el citado Benítez de Lugo insistió en ser enterrado en la iglesia de los jesuitas de Las Palmas, justo debajo de la pila de agua bendita o en cualquier sitio que se le mandara si no podía cumplirse su deseo, aunque si moría fuera de la ciudad su cuerpo fuera conducido a la iglesia del colegio jesuita más cercan033. Algún prebendado como el prior Leandro Curbelo demandó en su testamento, hecho aún con salud, le acompañara en el último momento que espire dos sacerdotes jesuitas, se buscaran si no estaban presentes en la isla y, si no los encontraban con presteza, rogaba lo hicieran por todos los medios para que no me priven del consuelo de su asistencia en el lecho de muerte y en su conducción a la sepultura, dándole a cada uno de los presentes 240 maravedís de limosna34. La filiación, devoción y lazos particulares con otras parroquias o conventos, además de los aspectos de presencia y preeminencia implícitos, impulsaron a varios prebendados a disponer en sus memorias testamentarias de gastos extras para sus entierros en una primera sepultura y, posteriormente, sufragar las cantidades necesarias para el traslado de los restos a otro lugar de prefe- 11 Escribano Garrido. .J.. Los jesuitas v Conarias (156ó-17ó7). Granada. 19R7. llemández Gonzálcz. M.: Lo Ilustración. La Laguna. 19R9. Viera y Clavijo. 1. de: Of!. cit. Quintana Andrés. P.: A Dios rogando l' con el miCO dando. Fe. poder yjerarCfuía en la Iglesia conoria. El Cahildo Catedral de Conarias entre 1483-1871! Madrid. 2004. 12 A.\I.P.L.P. P.N. Legajo: 1.433. Eo!. 249 r. Fecha: R-6-1698. 13 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.538. Fecha: 12-3-1732. 34 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.565. Fecha: 1-9-1728. 65 Boletín Mí/lares CarIo 2005-2006. 24-25: 51-85 Pedro C Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconómica durante... rencia al cabo del año del óbito. Uno de los prebendados que usó esta fórmula fue el tesorero Pedro de Vera, disponiendo se depositara su cuerpo, previa licencia del patrono, en la capilla de San Francisco de Paula de la Catedral, para con posterioridad, transcurrido el año de fallecimiento, se cumpliera su voluntad de trasladar sus restos. Estos últimos se conducirían en una caja cuyas medidas serían de una vara de cumplido, forrándola los encargados de tafetán con sus franjas de galones, donde, explicitaba, se entren en ella mis huesos y se transporten a la ciudad de La Laguna, depositándose en un sepulcro de su propiedad en la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios35. El canónigo Antonio de la Cruz Caraveo pedía se condujera su cuerpo a cualquier convento de la orden de los dominicos, siempre que tuviera una capilla de la Virgen del Rosario, inhumándolo a los pies del altar de la citada advocación. Si no existía en el convento de la localidad del óbito dicha imagen se le sepultara donde la hubiera, indistintamente fuera el recinto una parroquia o una ermita36 . Finalmente, muchos prebendados fueron enterrados siguiendo ciertas innovaciones introducidas durante determinados períodos, caso de los escapularios, registrándose estas modas pasajeras fundamentalmente a comienzos del siglo XVIII. En el caso de los citados escapularios el canónigo González Boza exigía a sus albaceas se acompañara su cuerpo con el escapulario de San Pedro, mientras el canónigo Femández Oñate rogaba, como hicieron varios compañeros en esa época, se le amortajara con su traje sacerdotal, una casulla nueva con su forro y los correspondientes pasamanos de oro. El vestido sacerdotal fue el sudario habitual de los capitulares pero en ciertos períodos, sobre todo a fines del siglo XVII se introdujo la costumbre, arribada desde la Península, de enterrarse con algún hábito de las órdenes regulares, hasta un máximo de tres, bajo el habitual de sacerdote, como muestra de humildad y de acercamiento a Dios. La posibilidad de tal mortaja se le reconoció al deán Manuel Massieu cuando fue inhumado con los hábitos de las tres órdenes de regulares presentes en Las Palmas (franciscanos, dominicos y agustinos), situados bajo su traje de sacerdote; o el canónigo Juan Méndez de Guevara, el cual pedía como sudario debajo de sus lujosas ropas de sacerdote los hábitos de las órdenes de Santo Domingo y San Francisco. En racionero Luis Rodríguez dejaba un hábito de sacerdote prevenido para su sepelio pero devajo de él se me ponga el de mi seráphico padre San Francisco, de quien he sido y soi debato para que meresca ganar sus gracias e yndulgenzias37 . En el convento de San Bemardino de Sena de Las Palmas, orden de Santa Clara38, quería ser enterrado el racionero Luis Rodríguez, pese a conocer 35 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.664. 12-11-1753. 36 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.718. Fccha: 1768. ]7 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.432. Fecha: 18-10-1697. 3N Pércz Ilerrero, E.: "Notas para la historia del convento de San Bemardino de Sena, orden de Santa Clara, de Las Palmas, 1664-1671", en!ll CH.CA. Las Palmas de Gran Canaria, 1980, Tomo 1, p.p. 409-452. Boletín Mil/ares Carla 2005-2006, 24-25: 51-85 66 Pedro e Quin/ano Andres La Muerte como reflejo de la estructura ,\'ocioeconámica durante... que los miembros del Cabildo no lo custodiarían hasta su última morada por cuestiones de preeminencia. Ante tal circunstancia, pedía ser acompañado por el curato del Sagrario, los capellanes reales y de Coro, además de los mozos de la Catedral, completándose la comitiva con las tres comunidades de religiosos presentes en la ciudad. La razón para desechar su sepultura en la Catedral era haberle concedido el citado convento una patente, otorgada el 31 de enero de 1682, con la cual podría construir en la iglesia conventual un altar y un nicho de cantería de tres cuerpos del que sería patrono con derecho a disfrutar de una sepultura. A él se sumó el racionero Agustín García cuando manifestó, en plena controversia entre prebendados y agustinos por cuestión de preeminencias en las asistencias a las iglesias conventuales, se le concediera su última morada en el convento de San Agustín de Las Palmas. Si no le daban una fosa en la capilla del Cristo de la Vera Cruz, cita en dicho monasterio, se le otorgara una bajo la losa de su bisabuelo, don Antonio Acosta Narváez, delante de la citada capilla y, si estaba ocupada, en la de su abuelo don Fernando Vélez, emplazada en el coro de la iglesia agustina39. Ceremonias más complejas por los traslados, permisos o confrontaciones entre las partes implicadas fueron solicitadas por otros prebendados como el arcediano Lorenzo Diaz de Barrios, al querer que tras su muerte se le amortajara con el hábito de franciscano y el de sacerdote, trasladándose el cadáver a la iglesia del hospital de San Martín, donde se mantendría con el gasto de luces correspondientes a su categoría y con el propósito de la custodia de dos hombres junto a su ataúd. Posteriormente, tras hacérsele las encomendaciones de rigor por el Cabildo Catedral y las tres comunidades de religiosos, se le debía conducir a la Catedral para enterrarlo en la sepultura elegida por el fallecid04o. De parecidas intenciones fueron los racioneros Juan de Betancurt, Domingo Suárez de Alvarado y Domingo Melián al manifestar todos ellos su deseo de ser conducidos e inhumados en la iglesia del Hospital de San Mal1ín, refugio de pobres e impedidos, quizá en una muestra de sincera piedad póstuma. En las gradas de dicho sagrado recinto se dio sepultura al canónigo Francisco de los Cobos, pidiendo éste se le pusiera una lápida con su nombre y categoría --menos propicio que los anteriores a diluir su memoria entre sus iguales ante la Justicia Celestial-, dando por todo una limosna de 26.400 maravedís, destinados a la adquisición de ropa de cama para los enfermos y la limpieza del hospital41 . A la manifestación y ostentación de las sepulturas, se unió el uso de otros elementos de primer orden de significación y simbolización del poder en la época estudiada, caso de las lápidas o las laudes. En éstas no sólo se reflejaría \,) A.H.P.LP. P.N. Legajo: 2.305. Fecha: 20-7-1807. 40 i\.II.P.LP. P.N. Legajo: 1.726. Fecha: 19-9-1776. 41 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 996. Fecha: 17-3-1620. 67 Boletín Millares Cario 2005-2006, 24-25: 51-85 Pedro e Quintana Andrés La A1uerte como relleio de la estructura socioeconómica durante... el nombre del difunto o la fecha de su óbito sino también, como postrera vanidad, todos los adornos intelectuales y categorías desempeñadas dentro del Cabildo o en otras instituciones42 . Las laudes se muestran como elementos de un valor especial para el estudio social de un sector de poder y lograr comprender la notable influencia propagandística y carga ideológica generada entre la población en un período donde la fuerza del poder visualizado era esencial. Las lápidas situadas sobre las tumbas de los fallecidos -en algunos casos acogiendo a varios de su parentela, incluidos algunos miembros del propio Cabildo- se convirtieron en el definitivo símbolo del poder terrenal de una fracción de esta élite clerical, pero también donde una parte de los prebendados hacían naufragar sus deseos de falsa modestia y acrecentar su vanidad póstumamente. El ansia de magnificencia y reconocimiento de sus personas y méritos en estas lápidas quedó de manifiesto en testamentos como el dictado por el canónigo y chantre Juan González al solicitar se le pusiera sobre su fosa una losa traída de Flandes, pidiendo a los curas del Sagrario celebraran sobre ella un responso por su alma43 . El deán Zoilo Ramírez de la Nuez pedía ser enterrado en su capilla de Nuestra Señora de la Antigua, en el canto del Altar Mayor, colocándose sobre su fosa una lápída de mánnol blanco con un letrero donde se plasmara por extenso como file rac,Jonero desta Santa Yglesia, y como despuésfúe canónigo y maestrescuela y chantre y deán y el tiempo que la serví. y el día de mifinamyento, disponiendo que, cuando la Catedral terminara el período de obras y finalizara la adecuación de la capilla de su patronato, mis giiesos sean pasados a ella y puestos con la dicha losa de mármol44 . Más modesta fue la pretensión del canónigo Oñate al mandar comprar su losa de cantería en El Lugarejo (Las Palmas), rogando gravaran en ella el lugar donde nació, su cargo y el día de fallecimiento, además de puntualizar que mi sepultura no se abra xamás para persona alguna45 . Del mismo parecer fue el poderoso canónigo Juan González Boza, al disponer se trasladara su cadáver al convento de San Pedro Mártir de Las Palmas para, tras inhumarlo, se sellara su fosa con una lápida, ya adquirida y depositada en su casa en el momento del dictado de sus últimas voluntades. En la laude se cincelaría su nombre, el lugar de nacimiento, su cargo y, al pie en verso, Inte Domine esperavi non confundas, In eternum yn yustisia sua livera me46 . El poder del prebendado no sólo se manifestó en el uso de la laude y en los méritos inscritos en ella, pues éste se reflejó en la calidad de los soportes utilizados, los desembolsos efec- 42 Las mismas condieioncs se recogen para otros prcbendados en los cabildos peninsulares. VVA.A.: La organización del Cabildo Catedralicio leonés ~1 comienzos de! siglo XV (14 I 9- 1426), León, 1989. López Arévalo. J.: Un cabildo catedral de la vicia Castilla: Avila. Sil estructurajuridica. Siglos XII-XIX, Madrid. 1966. 43 A.eeO.e Libro de Testamcntos. Fecha: 26-5-1519. 44 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.465. Fols. 129 v.-l30 r. Fecha: 2-4- 1558. 45 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.303. Fecha: 16-11-656. 46 A.eeO.e. Libro de Testamentos. Fecha: 8-3-1693. Boletín Millares Cario 2005-2006.24-25: 51-85 68 Pedro C. Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconómica durante... tuados en el transporte, a veces desde zonas alejadas del Archipiélago, y la perfección artísticas del cincelado. En el Quinientos los prebendados con testamentos dictados donde se solicitara la cubrición de sus fosas de inhumación con laudes estaba presente sólo en el 17,3% de las cláusulas de obligado cumplimiento; en el siglo XVII el porcentaje alcanzaba al 19,7%, siendo ésta la fase de mayor esplendor en la explicitación de esta manda, en consonancia con el peso ideológico del espíritu contrarrefonnista, con el volumen de rentas ingresadas por los capitulares, la concentración económica y la acumulación de cargos (capitulares, subdelegados del Tribunal de la Santa Cruzada, miembros del Santo Oficio), en muchos casos detentados sólo por un corto número de miembros de la institución. En el Setecientos las cláusulas de disposición de laudes experimentaron un considerable estancamiento, se recoge en el 16,4% de los testamentos, y en la siguiente centuria se llega a un escaso 4,5%, a causa de la laicización de la sociedad, las nuevas corrientes reformistas de la doctrina eclesiástica y la obligación de conducir los cadáveres a los cementerios públicos47 . El resto de los testadores y abintestatos fueron, salvo si sus familiares o amigos manifestaban otro deseo, enterrados en las sepulturas comunes de la Catedral o en los templos más cercanos al lugar de óbito, destinándose para ellos las sepulturas de privilegio dentro del recinto sagrado, tal como sucedía en la Catedral, manteniendo la estructuración del espacio funerario el orden jerárquico existente en el Cabildo. El general, cl resto de los capitulares se limitaban a solicitar al Cabildo una sepultura en el recinto catedralicio, allí donde le pareciera a sus compañeros más adecuada a la categoría del difunto. En varios casos, el prebendado ya tenía establecida su laude y sólo faltaba se le señalara a sus albaceas la fosa adecuada o la vacía más apropiada a los méritos del finado. Esto no evitó la elevación por algunos clérigos de ciertas solicitudes particulares y peculiares al Cabildo, siendo ilustrativas las del canónigo Tovar al pedir situar sobre su sepultura una laude con su nombre y las armas de su apellid048 ; el canónigo Juan de Vivas, cuando solicitaba una sepultura donde se le dejara poner una losa con la inscripción Jacet hic doctor complutensis theologus Bibas hujus ec!esiasticos natura/is. etc.49 ; o el arcediano Lorenzo Pereira, criticado y tachado de descendientes de conversos por parte de varios capitulares opuestos a los presuntos grupos socioeconómicos del cual parecía ser éste representante dentro de la Institución, rogaba sólo la celebración de los sufragios de rigor por sus compañeros, sin encomiendas explícitas por su alma, y no se le pusiera una lápida laudatoria, porque los ladri//os ocultan sujetos que pueden 47 Varias aportaciones se realizan en la obra colectiva VVA. A.: La religiosidadpopular, Barcelona. 1989. 4X A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.564. Fol. 215 r. Fecha: 31-12-1726. 4Y A.Ce.D.e. Libro de Testamentos. Fols. sin foliar Fecha: 27-2-1559. 69 Boletín Millares Cario 2005-2006, 24-25: 51-85 Pedro C. Quintana Andrés La Muer/e como reflejo de la estructura socioeconámica durante... tener nombre y lo meresían, yo ni lo meresco ni lo pretendo, pero si con el tiempo alguno la quisiere poner a de ser con este único epitafio y no de otro modo: desendió a la corrupción el cadáver del doctor don Lorenzo Pereira de Ocampo arsediano que fue de Canaria, descanse en pax50 . La evolución experimentada en los testamentos y disposiciones sobre entierros y laudes sigue, a grandes rasgos, los cambios operados en la formación social, ideología y mentalidad de cada momento, aunque dicho análisis se debe complementar con un estudio paralelo de las imposiciones de memorias realizadas por los prebendados. Éstas se muestran como uno de los mejores baremos de evaluación de los procesos de transformación mental implícitos dentro de la ideología emanada del período contrarreformista, espíritu tan caro a los prebendados. El establecimiento de misas, sufragios y aniversarios por el alma del difunto se convirtió en ciertas fases en un proceso de sistematización, de competencia cuantitativa entre las fortunas personales de los prebendados, de mera retórica social, de pompa hueca de todo sentir cristiano y una de las vías de empobrecimiento de las fortunas legadas por algunos de los eclesiásticos a sus beneficiarios. El volumen de las memorias solicitadas varió de forma notable a lo largo de las centurias estudiadas, con considerables incrementos en su número en la etapa más cercanas a los períodos unidos al espíritu de la contrarreforma, las ideas escolástica, con las fases de predominio dc los sectores eclesiásticos procedentes de las elites económicas, cuando el sector religioso tenía un considerable peso sociopolítico y ascendencia ideológica sobre el resto de la población. En cambio, se registra una progresiva reducción de los sufragios en función de la penetración y desarrollo de las ideas ilustradas, de los procesos sociopolíticos generados en Europa a fines del Setecientos y a causa de la drástica caída de las rentas de los prebendados durante los primeros balbuceos de la fase decimonónica. Si en el XVI el 23% de los capitulares establecían menos de 100 misas por su alma y sólo el 15,3% más de 500, en el Seiscientos hay una clara transformación en las tendencias, pues el 23,9% querían la celebración de menos de 100 misas entre el momento de su entierro y el día de aniversario. Los máximos registros de imposición de sufragios comenzaron a predominar desde las primeras décadas de la centuria; el 18,7% establecieron entre 500 y 1.000 celebraciones; y por encima de esta cantidad se situaba el 14,5%, llegando alguno de ellos a establecer hasta la exorbitante cifra de 4.000. En el siglo XVIII la situación experimenta un brusco cambio, ya que los prebendados con disposiciones donde establecían las celebraciones de menos de 100 misas representan sólo el 7,6%; los que solicitan entre 100 Y 500 suponen el 32,6%; Ydesde esta última cantidad a las 1.000 el 11,5%. Por encima del millar supone sólo el 4,8%, alcanzando extraordinariamente las 2.000 misas y aniversarios, máximo volumen impuesto por un prebendado en 'o A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.677. Fo!. sf. Fccha: 30-9-1767. Boletín Millares Cario 2005-2006, 24-25: 51-85 70 Pedro C. QlIinlUlw Andrés La ¡\1lferte como "(~flci() de la estructura .\'ocio('('onámic(I durante... esa fase. En las primeras décadas de Setecientos las tendencias registradas en los testamentos eran similares a las especificadas en la centuria anterior, para, desde el segundo tercio del siglo, comenzar a reducirse el volumen de sufragios en directa proporción a la disminución de las rentas percibidas, situación achacable a diversos factores, y la lenta introducción del pensamiento católico ilustrado entre los clérigos del Capítulo canario. En el siglo XIX la costumbre de imponer numerosos sufragios decae, limitándose, en la mayoría de los casos, a las dispuestas por las normativas del Cabildo más las que desearan celebrar amigos, albaceas o herederos. El establecimiento de abundantes misas queda limitado a los prebendados con una mentalidad arraigada aún a las tradiciones dictadas en anteriores períodos de esplendor, sufragando la mayoría menos de dos centenares de misas por el bien de su alma. Ejemplo de número de misas impuestas por algunos prebendados Fuente: QUINTANA ANDRl:S, 1'.: Finis g/oria mundi .. of7. cit. XVI XVII XVIII XIX 109 600 590 650 36 500 1.500 4.000 150 38 400 24 -100 200 150 400 550 +1.000 PREBENDADOS SIGLOS Pedro de Alarcón Domingo Albiturría Manuel Álvarez de Castro Manuel Álvarez de Godoy Miguel Álvarez de Miranda Tomás de Arroyo Bartolomé Benitez de Lugo Miguel Calderín y Casares Juan de Cervantes Juan Codina Domingo de Espinosa Agustín de Figueredo Agustín García Vélez Pedro Giraud Francisco Henríquez Luis Manrique de Lara Gregorio Trujillo Diego Vázquez Botello Juan Vivas 35 I Nota: Elaboración propia. 71 Bo/etin Mi//ares CarIo 2005-2006. 24-25: 51-R5 Pedro C. Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconámica durante... El siglo XIX se muestra como una etapa de descarnamiento del interés por el boato, la parafernalia vacua, la vanidad por la figuración o el deseo de conseguir una bocanada de posteridad terrenal, ahora la mayoría de los prebendados quieren vivir una fe más próxima a la realidad de la doctrina cristiana, incluso para varios de ellos, aunque en la intimidad, más cercanas al jansenismo que a los parámetros ambiguos del modelo ilustrado emanado desde la cúspide del poder, en general, articulado alrededor de los planes de la Corona en una etapa donde ya el propio modelo de la monarquía estaba cuestionada. La disminución en el volumen de memorias dispuestas por los prebendados está en consonancia, tal como se mencionó con anterioridad, con la propia evolución de la doctrina católica; la irrupción de las nuevas teorías filosóficas; el recogimiento interior de la fe -ejercicio del verdadero cristiano-; las propias disposiciones-normativas de los papas y los obispos para disminuir el volumen de misas celebradas; el angustioso dilema que tenían los prebendados en cumplir todas las mandas pías impuestas en la Catedral, incluidas las no celebradas por falta de tiempo desde hacía años, o desarrollar sus oficios con normalidad; y el propio deterioro de las condiciones económicas de gran parte de los capitulares, al verse seriamente afectadas sus rentas en la prolongada crisis del Antiguo Régimen a causa de los procesos inflacionarios, la intervención de la Corona en las rentas eclesiásticas o verse perjudicados por los crecientes procesos de ocultación de rentas generadas entre un campesinado cada vez más empobrecido, todo lo cual no les pennitió desviar importantes partidas de caudales a este y otros menesteres. Los prebendados mediante sus mandas distribuían las misas y celebraciones de aniversarios desde el mismo momento de su sepelio hasta el primer aniversario de su fallecimiento, además de las celebraciones impuestas a través de capellanías perpetuas. A los sufragios obligados, tres, dictados por los estatutos de la Catedral que debían hacer los prebendados en favor de los capitulares difuntos, se añadían toda una serie de misas dispuestas por el testador donde se implicaba a sus compañeros, los frailes de los conventos existentes en Las Palmas o en las localidades donde falleciera el capitular y a los sacerdotes presentes en cada uno de los núcleos de población. En Las Palmas las misas se distribuían entre los tres conventos de regulares existentes dominicos, franciscanos y agustinos, los últimos a partir de 1664-, casi siempre repartidas por igual como medio de evitar conflictos entre las comunidades. Al unísono, se establecía un cupo de misas parecido a las entregadas a las regulares para su celebración por los curas del Sagrario, los sacerdotes presentes en el lugar o algún/os capellán/es establecido/s por el testador o sus albaceas. A la muerte comenzaba un novenario por el alma del difunto, mientras a su término se celebraban tantas misas como se pudieran realizar ese día, acto que se repetía en la conmemoración del aniversario. Además, podían sufragarse misas de aniversario a celebrar en otros conventos fuera de la ciu- Boletín Millares Carla 2005-2006, 24-25: 51-85 72 Pedm C. QlIil/lal/a Andr,'s La Muerte como rejlejo de !o estructura socioeconómica durante... dad, en las diversas capillas de la Catedral o cualquier otro templo. En el siglo XVI fueron habituales las disposiciones para abonar los sufragios llamados de San Amador -pese a las reiteradas advertencias de los prelados y sínodos de la diócesis para erradicarlos-, las misas de Nuestra Señora de La Luz, los treintenarios y los responsos, todos sobre las sepulturas, mientras, desde las últimas décadas del siglo XVII hasta mitad de la siguiente centuria estas advocaciones quedaron en un lugar secundario con la potenciación del culto a San Francisco, San Antonio o San Fernando, además de numerosas advocaciones particulares. A éstas se unían las misas establecidas de forma común dedicadas a San Vicente Ferrer, también llamadas de San Gregorio. A mediados del Quinientos, el deán Juan de Villalta manifestaba en su testamento, realizado antes de pasar definitivamente a la Península y con el temor de morir en el tránsito, se le hicieran tres misas de Nuestra Señora de La Luz y tres treintenariossl . Algunos prebendados no sólo pidieron la celebración de misas en su memoria, sino que exigieron se tomara anotación puntual de ellas, tal como hizo el prior Domingo Alfaro de Franquis al demandar la anotación en libros adecuados de todas las realizadas por su alma, depositándolos respectivamente en las sacristías de la Catedral, de la iglesia del Sagrario, en las de los tres conventos de la ciudad y en la parroquia de Santa Cruz de La Palma, de donde era originario. En los libros se fijaría un pliego de papel en donde todos los sacerdotes, así seculares como regulares, que quisieren aplicar por mi alma las misas que celebrasen en los tres días siguientes al de ./allesimiento las asienten y./irmenS2 . Misas establecidas por los prebendados por su alma - -100 +100 +300 +500 +700 +900 +1.000 +1.500 +2.000 XVI 3 ~ 2 XVII 23 12 ~ 12 1 9 3 6 XVIII ~ 16 11 IS 3 S 1 2 f------- XIX 1 2 Fuente: QUINTANA ANnrü's, P.: Fil1is gloria 1I111I1di... op. cit. Nota: Elaboración propia. 51 i\.H.P.L.P. P.N. Legajo: ~78. Fecha: 21-1-IS~1. 52 i\.II.I'.L.I'. P.N. Legajo: 1.~91. Fecha: 24-9-179~. 73 Boletín Millares Cario 200S-2006. 24-2S: SI-~S Pedro C. Quil7!0l10 Andrés La Muerte como reflejo de la estructura .',;ocioccol1ómica durante... El deán Zoilo Ramírez fue uno de los que precisó con mayor minuciosidad sus exequias, como correspondía a la posición que ocupaba en el Cabildo y en su idea de cómo se debía expresar la pompa fúnebre de un miembro destacado del poder en el seno de una población afectada por la fractura ideológica de la Refonna, las recesiones económica en la cual había entrado el Archipiélago en esa fase histórica y los reiterados episodios de sobremortalidad coyuntural registrados en esa etapa. El deán disponía se ofreciera una vigilia y una misa cantada el día de su fallecimiento con ofrenda de pan y vino, rezando el sacerdote en la vigilia, al final de cada lección, una letanía cantada a la Virgen. En la misa mayor el sacerdote, tras la bendición del cáliz, se encargaría de cantar la antífona Ostias et preces y el día de su entierro quería en la eucaristía se cantara con devoción la antífona De mentissime domine. A ellas se sumaban los sufragios de réquiem a celebrar por frailes y sacerdotes, obligando a sus albaceas a pagarle la pitanza, más 68 maravedís y dos candelas de cera amarilla de media libra cada una. A los nueve días el Cabildo cuidaría de realizar una misa cantada con su responso y nueve misas, tres de ellas a Nuestra Señora de La Luz, y cinco treintenarios a diversos santos por la salvación de su alma. En la misa mayor de todos los domingos, hasta cumplir la fecha de su aniversario, se repartiría pan y vino y 34 maravedís a cada pobre asistente a la función s3 . La mayoría de las disposiciones registradas en el testamento de Zoilo Ramírez se reproducirán en parte o su totalidad, en función del volumen de propiedades y cuantía de ingresos de cada capitular, en el resto de los testamentos dictados por los capitulares en las siguientes décadas, volviéndose éstas disposiciones más parcas a partir del segundo tercio del siglo XVIII. Otro de los prebendados con mayor esplendidez en la dotación de misas fue el maestrescuela Pedro de Mesa Espínola cuando dio la limosna necesaria para la celebración de doce sufragios por los curas del Sagrario y otros tantos en cada uno de los conventos masculinos de Las Palmas, a 96 maravedís cada uno. Además, quería repartir otras 500, entregando 40 a cada comunidad de regulares; 20 al licenciado Juan Pérez; 30 a los curas del Sagrario; y el resto a los capellanes de la Catedral, a lo que añadía los tres aniversarios del Cabildo a 2.400 maravedís cada uno. Todo ello se complementaba con 48.000 maravedís cedidos a censo para que los curas del Sagrario celebraran tantas misas anuales como sustanciaran sus réditos, tasada cada una en 144 maravedís por el finados4. La misma intención tuvo el deán Benítez de Lugo, hijo del marqués de Celada, uno de los pocos nobles que optaron por una carrera eclesiástica dentro del Cabildo canario, cuando dejó situada un total de 1.500 misas " A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.46S. Feeha: 2-4-1 SSX. De sus bienes se sacarían 26.000 maravedis para destinarlos a la comida de los que asistieran a las misas del novenario. la realizada al término del novenario y en el aniversario. 04 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.429. Fecha: 10-S-1694. Boletín Millares Cario 200S-2006. 24-2S: SI-XS 74 La Muerte como reflejo de la estructura socioeconómica durante... por su alma: 200 de ellas a la colecturía de la parroquia de La Orotava, de donde era natural; 100 a cada uno de los tres conventos de la citada Villa; 200 a los curas de la iglesia del Sagrario; 300 a repartir entre los tres conventos de regulares dc Las Palmas; 100 para celebrarlas don Bartolomé de Torres; y 400 a arbitrio de sus albaceas55 . A las cantidades establccidas por misa se añadieron otras ofrendas generales o limosnas particulares a cada uno de los participantes en la ceremonia, tal como hizo en 1633 el magistral Afonso al rogar se le celebraran las misas de rigor por los sacerdotes y órdenes religiosas, dándole a cada uno de los capitulares partícipes una vela de una libra de peso, costumbre introducida entre los prebendados en el siglo XVII, y a los 12 pobres acompañantes de su ataúd 48 maravedís de limosna a cada un056. En 1519, el chantre González mandaba se hiciera un sufragio el día de su fallecimiento, un novenario con su correspondiente misa al final del mismo y un aniversario al cumplirse el año de su óbito. A ello añadía una misa todos los lunes del año con su responso sobre su sepultura y la entrega de pan, vino y velas durante los domingos y fiestas del año en el momento de la misa mayor, celebraciones y dádivas limitadas sólo hasta cumplir el año de su muerte57. También el racionero Luis Rodríguez dejaba establecida una notable cantidad dc sufragios, además de los tres oficios solemnes de rigor a realizar por sus compañeros, entregando como ofrenda en cada uno de ellos a las comunidades encargadas de talcs celebraciones dos barriles de vino, dos fanegas de trigo y la cera suficiente para los oficios5x . El tesorero Leonardo Guerra pedía se le enterrara en la iglesia del hospital fundado con sus bienes en Icod de los Vinos, como se hizo, y, si no se podía, en la iglesia parroquia desde donde se trasladarían sus huesos al mencionado centro de asistencia tras el correspondiente año de corrupción. El día de sus honras daba de ofrenda cuatro fanegas de trigo y otros tantos barriles de vino a los celebrantes59. Los sacerdotes presentes en las localidades en las que fallecían los prebendados y las comunidades religiosas cercanas al lugar acompañaron regularmente los féretros de los capitulares y fueron los principales celebrantes en las pompas fúnebres aunque, circunstancialmente, también intervinieron en las ccremonias las cofradías donde estaban integrados los capitulares como hermanos o sentían especial querencia hacia ella/s, siendo tales acompañamientos un mandato de notable relevancia en los testamentos registrados en la segunda mitad del Seiscientos. Así, el canónigo Lucas Andrés Femández pedía le asistiera, además de las habituales instituciones de regulares, las cofradías " A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.53X. 12-3-1732. '6 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.09X. Fecha: 2X-4-1633. '7 A.C.C.D.C. Libro de Testamentos. Fecha: 26-5-1519. 's A.HP.L.P. PN. Legajo: 1.432. Fecha: IX-10-1697. '9 Archivo Ilistórieo Provincial dc Santa Cruz de Tcnerifc. P. N. Legajo: 2.553. Fecha: 4-2-1710. 75 Boletín Míl/ares CarIo 2005-2006, 24-25: 51-X5 Pedm C. Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconámica durante... del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, la de Jesús Nazareno, la del Santo Cristo y la Nuestra Señora de la Soledad de Las Palmas6o. El deán Diego Vázquez Botella pedía en su testamento se diera a todos los capellanes de coro y clérigas que quisieran acompañar su cuerpo vestidos con sus mejores galas el día de su entierro y en el novenario un total de 120 maravedís con tal ayan de ais'tir a todos los dos officios y dezirme un responso por mi alma y si estuvieren diziendo missa al tiempo de dichos officios ganen los dichos dos reales de plata con tal que acabada la missa entren en el charo a los restante de los oflicios y con que ayan asistido a la processión de el entierr061 . No todos los prebendados podían fundar o establecer un elevado número de sufragios por su alma y las de sus parientes pues, como se ha apuntado, la capacidad económica de un considerable número de clérigos se encontraba muy limitada al no disfrutar de sustanciosos patrimonios legados por sus familiares, no acumular las rentas devengadas por el desempeño de diversas funciones, tener prohibido por sus cargos dentro del Capítulo entrar en los hacinamiento y oficios del Cabildo o, simplemente, coincidir su etapa en la institución con momentos de recesión o con la notable intervención impositiva de la Corona, tal como sucede a fines del Setecientos. El arcediano de Fuerteventura Agustín de Figueredo sólo pudo disponer de seis misas, celebradas el día de su entierro por los curas del Sagrario, más otras dieciocho distribuidas entre los conventos de Las Palmas, por hallarme con tan pocos medios no puedo dexar más missas, y assí suplico a los señores deán y Cavildo se sirvan dezir por mi alma las missas que acostumbran por sus compañeros con la brevedad posible y lo mismo encargo y ruego a los demás mis amigos sacerdotes me digan las que pudieren62 . La misma situación de penuria económica padecía el racionero Bartolomé Espino Péloz, rogando al Cabildo le hiciera las misas de devoción, atento estar tan pobre como ellos lo saven, hecho conocido a través de su hermano, fray Pedro Espin063 . A ellos se sumó el canónigo Bartolomé López de Linzaga, no dudando en pedir de favor a sus compañeros le celebraran algunas misas com;:iderando el poco caudal y hacienda que tengo y lo mucho que devo a causa de hipotecársele todos sus bienes, ante sus reiterados atrasos en el pago de las rentas gestionadas en su hacinamiento de Tenerife, cuyo epílogo fue el embargo de todos sus bienes por la Contaduría del Cabildo. Abogaba por la piedad de sus compañeros, confiado en la mucha christiandad y cathólico zelo perdonarán todos mis defectos, ruegos poco efectivos en el seno de una institución donde, como bien sabía Linzaga pues había participado de forma activa en anterio- 6() 1\.II.P.L.P. P. N. Legajo: 1.190. Fecha: \3-3-1653. 61 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.458. Fecha: 1-6-1699. 62 1\.\ I.P.L.P. P.N. Legajo: \.433. Fol. 249 v. Fecha: 8-6-\698. 61 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.\71. Fol. 228 v. Fecha: 2-5-1647. Boletín Millares CarIo 2005-2006.24-25: 5\-85 76 Pedro ('. Quintana Andr';s La A4uerte como reflejo de la estructura s()cio(!co!l()l11ica durantc .. res incautaciones contra otros compañcros, primaba más el fiel dc la balanza que el pcso de un alma libcrada de cargas64. La tcatralidad dc los entierros, la magnitud social pretendida en cada acto, la búsqueda a través de ellos de la redención de los pecados terrenales, el deseo de convertir cada sepelio en una manifcstación de carácter plural, la tasación del valor social y la categoría alcanzada por el prebendado a través de la ostentación de su riqueza -ya por propio deseo, ya por imposición del Cabildo-, llevó a que los prebendados tuvieran especial cuidado en dejar establecido y trazado no sólo las celebraciones de las exequias, tal como se ha comprobado, sino los propios actos de traslados y depósito en la última morada, a los que veían como sus postreras manifestaciones terrenales y el inicio de una nueva vida. Por ello, los sepelios eran contradictorios, pues a los derroches monetarios en misas, lápidas, cera, etc., se unía la falsa modestia de aquéllos que, tras pedir ser enterrados y considerados como inmerecedores de la gloria divina, pecadores o míseros por su vanidad, deseaban ser acompañados por el mayor número de comunidades religiosas, cofradías o pobres de solemnidad, cada vez más abundantes como ratificadores, contrariamente a los que se buscaba, de la riqueza y statu social del difunto. En 1764, el racionero Tomás de Arroyo mandaba acudicran a su entierro un número indeterminado de pobres, entre los que se repartieran un total de 2.400 maravedís. En otros momentos, los prebendados hacían legados de capitales a míseros vergonzantes conocidos, tal como hizo en 1692 el arcediano Domingo Albiturría cuando envió a Teresa Alonso, Beatriz Rodríguez, Asencia de la Cruz y la hija de ésta un manto de anascote y una saya de bayeta o, en su defecto, 4.800 maravedís, con el ruego de que se le rezara un Padre nuestro y un Ave María cada día65 . El maestrescuela Pérez de Medina quería ser acompañado por una procesión conformada por doce pobres con cirios cn las manos, dándole a cada uno 48 maravedís, y la Capilla de Música de la Catedral, con la gratificación de 3.168 maravedís, la cual debía acudir también, como los primeros, en su aniversario por una renta total de 2.112, reflejándose idénticas demandas en el testamento del maestrescuela Juan Bautista Suri066 . El citado deán Vázquez Botello abonaría de sus ingresos el día de su entierro, si podía ser, o después de los nueve día del óbito, la indumentaria de luto de seis pobres dándoles vestidos de rajeta de la tierra y sus medias y zapatos con capas y sombreros, y asimismo a seis pobres mugeres vergonzantes seis mantos, a cada una el suyo, de anascote67 . (,-1 I\.H.p.L.p. p.N. Legajo: 1 195. Fol. 363 v. Fecha: 20-12-1662. Linzaga estaba obligado. por diversas capellanias. a celebrar 2.21 Xmisas -·sumadas las acumuladas-. no realizadas hasta ese momento aunque había gastado ya el dinero. (,i 1\.ll.p.L.p. p.N. Legajo: 1.427. Fecha: 26-9-1692. (,(, I\ll.p.L.P. P.N. Legajos: I.IR4 y 1.147. Fechas: 24-1-1649 y 23-12-1656. 1\.II.P.L.p. p.N. Legajos: 1.45X. Fecha: 1-6-1699. 77 Boletín Millares CarIo 2005-2006.24-25: 51-X5 Pedro C. Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconámica durante... Algunos menesterosos eran personas conocidas y varios ayudados de forma habitual por los propios prebendados, por lo que también en sus legados se acordaron especialmente de ellos. El arcediano Padrón declaraba que Eufrasia y Catalina de Armas, a las que e debido muy buena boluntad desde que bine asta ysla, las tenía socorridas en su pobreza hacia ya cuatro años con 192 maravedís cada mes, no haciéndolo desde hacia un año por lo que les dejaba por una vez 2.400 maravedís sin poderles dar más68 . El racionero Calderín se acordaba de seis mujeres pobres legándoles a cada una de ellas una saya de bayeta y un manto de anascote. El mismo deseo se manifiesta en la voluntad del deán Vázquez Botello, el cual pedía se le legaran a seis pobres unos vestidos de bayeta de la tierra, las medias necesarias, un par de zapatos, las capas y los sombreros; ya seis mujeres pobres un manto de anascote69 . Finalmente, entre los más dadivosos, aunque también con mayores deseos de ostentación y vanidad, se encontraba el deán Benítez de Lugo, el cual no dudó en solicitar en su sepelio la compañía de 50 pobres. Todos ellos irían en fila, rezando el rosario y estarían en el entierro sumissa voce hasta entregarles a cada uno una limosna de 60 maravedís, suficiente para el sustento de dos o tres días. Los pobres mendicantes y vergonzantes conocedores de tales veleidades de vanidad no dudaban en acercarse a las puertas de los prebendados difuntos, seguros de recibir el correspondiente reparto fatuo desprendido de una mano vacía de todo amor fraterno y ya en pleno rigor mortuorio. Ejemplo de ello fueron los concurrentes a la puerta de la casa del doctoral Falcón en la fecha de su fallecimiento, deseosos de lograr alcanzar parte de la fanega de pan distribuida entre los harapientos durante los dos días de su funeral, alcanzando idéntica limosna los vergonzantes de su lugar natal, Telde, durante una sola jornada, pues el eco de la dádiva en dicho núcleo no alcanzaba la resonancia social capitalina. A estas limosnas añadía la entrega de 48 maravedís a cada pobre de Las Palmas al tiempo de su óbit07o. El citado deán Zoilo Ramírez mandó al Cabildo tomara de sus bienes 250.000 maravedís, los impusiera a censo redimible y se distribuyeran sus réditos entre los pobres de la isla con un máximo de 204 maravedís por persona. Las limosnas repartidas por los prebendados el día de su óbito y las entregadas en fechas de novenarios y aniversarios alcanzaron a los pobres vergonzantes, pero también a las instituciones que los acogían. Las entidades más beneficiadas fueron las emplazadas en Las Palmas, lugar de ubicación de la sede del Cabildo, y, donde por las características de la redistribución y acumulación de las rentas generadas en la ciudad, el número de pobres 6N A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.427. Fol. 164 f.-V. Fecha: 10-3-1691. 69 A.H.P.L.P. P.N. Legajos: 1.477 y 1.458. Fechas: 3-2-1695 y 1-6-1699. 711 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.723. Fecha: 24-6-1771. Boletín Millares Cario 2005-2006.24-25: 51-85 78 Pedro e Quinlana Andrés La Muer/e como reflejo de la cs!rllclllra .\'()('joecol7ámica durantc. .. debió ser elevado71. De esta manera, el racionero Domingo García Abreu entregaba en 1817 a los enfermos del Hospital San Martín de Las Palmas un total de 12.750 maravedís, en su intención de mejorarlos en las necesidades más perentorias72 . El arcediano Antonio María de Lugo dejaba, por vía de limosna, al citado hospital 25.500 maravedís, además de legar idéntica cuantía al dc Nuestra Señora de Dolores de La Laguna y al de La Orotava, de donde era natural. A el10 sumaba la ropa negra de su vestuario, la cual debía repartirse entre eclesiásticos pobres, y la blanca y de cama entre sus sirvientes y los pobres del Hospital de San Martín, según decidieran sus albaceas73. Otros prebendados entregaron bienes en especies, tal como hizo el doctoral Falcón cuando en 1771 daba al hospital de San Martín doce gal1inas ~también las ofrecía al hospital de San Pedro Mártir de Telde~ para alimentar a sus enfermos, a lo que sumaba una fanega de trigo el día de sus funeral entregada a los gafos y elefanciacos del hospital de San Lázaro de Las Palmas, mientras a los pobres de la cárcel le suministraría todo el pan que diera una fanega de trigo. El citado Hospital también fue agraciado por el deán Vázquez Botella allegarle 10.560 maravedís de una vez, más todos los dulces y azúcar existentes en su casa. A las mandas forzosas, la imposición de misas y el reparto de limosnas se unió, hasta casi a finales del siglo XVIIl, el uso de compra de bulas de difuntos para indulgencias y redención de pecados. Por ejemplo, el citado doctoral Falcón manifestaba se tomara una bula de difuntos cada año por espacio de cuarenta, donde se escribiera su nombre, pagándose de la limosna de los bienes legados por el prebendad074 . En cambio, el canónigo Manuel Álvarez pedía que después de cinco años de su muerte se le tomara una bula y otras tres de las llamadas de composición para redención de sus pecados. INFLUENCIAS Y PARENTELAS: HACERSE UN SITIO ENTRE LOS MUERTOS Un aspecto secundario aunque importante para entender el proceso de elitización del Cabildo y su parentela se encuentra en las diversas normativas dictadas por el Cabildo sobre la inhumación de los familiares directos de los prebendados, muchos de ellos miembros del grupo de poder. Desde los estatutos de finales del Cuatrocientos las reivindicaciones de los prebendados sobre la 71 Quintana Andrés. P.: '"Grupos urbanos y asistcncia social: el ilospital dc San Martin de Las Palmas cn el Sciscicntos". en Anuario de la Facullad de G('()gra/ia e Hisloria de la Universidad de ras Palmas de Gran Cwwrio. N" 7. Las Palmas dc Gran Canaria. 2004. 72 A.II.I'.L.I'. P.N. Legajo: 1.9X4. Fol. 2X7 v. Fecha: 3-12-IXI7. 73 A.II.I'.L.P. P.N. Legajo: 2.110. Fecha: 13-5-IXI9. 74 A.II.PL.I'.I'.N. Legajo: 1.723 Fecha: 24-6-1771. 79 Boletín Mil/ares Cario 2005-2006.24-25: 51-X5 Pedro C. Quintana Andrés La Muerte como relleio de la estructura socioeconámica durante... consideración, respeto y celebración de honras de los familiares fallecidos directos había sido una constante, cuestión resuelta en las primeras décadas de la siguiente centuria. En los estatutos de inicios del Quinientos se explicitaba la implicación de los miembros del Cabildo Catedral en las exequias de los padres y hermanos de los prebendados, una de las vías más adecuadas para la cohesión del grupo, incrementar el rango de la parentela más cercana, establecer un criterio de reciprocidad entre los miembros del Cabildo pero también entre los sectores de élite que podrían reconocerse entre ellos como tales, llevar a la máxima consecuencia el trato de hennanos dispuesto como saludo retórico entre los miembros del Capítulo y establecer nonnas no lesivas entre los gremios integrantes de la institución, tal como sucedía con ciertas arbitrariedades tomadas en fases anteriores. El Cabildo en pleno estaba obligado a acompañar y enterrar a todos los familiares. El consenso sobre este asunto se plasmó el 19 de junio de 1518, acordándose incluir dentro de la categoría de familiares a los padres, hermanos, sobrinos y parientes hasta cuarto grado. En octubre de 1533 la nonna sólo se aplicó a los padres y hennanos, mientras los capellanes reales y los curas de la iglesia del Sagrario debían ir a las exequias de los familiares de los prebendados hasta cuarto grado. Los capitulares eran obligados a asistir a los sepelios de los padres de sus compañeros si eran celebrados en cualquier parte de la ciudad de Las Palmas. En el caso de los hermanos sólo se presentarían en los sepelios de los fallecidos en casa de los capitulares y que fueran de edad de diez y ocho años o más, concurriendo a éstos siempre sin recibir renta alguna. A su vez, en este acuerdo se recordaba a los prebendados residentes en la ciudad ese día que no acudir al sepelio supondría la perdida de renta equivalente a un día de su gruesa o retribución75 . En diversos momentos, las exequias de los familiares y aún la de los propios prebendados fueron centro de polémica, en especial con el cuerpo de los capellanes reales, al negarse éstos a participar en dichos actos fúnebres, pues alegaban no encontrarse este cometido entre las funciones atribuidas por los monarcas cuando se creó el gremi076. En 1602 los capellanes reales fueron reprendidos tras el entierro del racionero Borrero, ciñéndose las críticas al descuido en los cantos efectuados durante el funeral. El Cabildo acordó castigar al capellán Bartolomé López por el descomedimiento que tuvo en público con el presidente en los que se mandó, no queriendo obedecer y reclamando que no quería hechar mano al cuerpo del difúnto, el qual trayan en hombros señores prebendados. Los prebendados que los capellanes tenían por costumbre después de los señores prebendados sacar el cuerpo, traello ellos como lo an 75 A.e.e.O.e. Actas del Cabildo. Tomos II y IV. Acuerdos de 19-6-1518 y 20-10-1533. 76 8ethcncourt Massicu, A. DE: "Los capellanes reales en la Catedral de Las Palmas. el Cabildo y el Real Patronato (1515-1750)". en Anuario de la Facultad de Geogralia e Historia de la Universidad de Las Palmas de Grall Callaria. Las Palmas de Gran Canaria. 1992, Tomo O, p.p. 55-66. Boletín Mil/ares CarIo 2005-2006.24-25: 51-85 80 Peoro C. Qllill/(//1(/ AIIO,."s Lo Mucrle como reflejo de la estructura .";ociocconámica durante. .. fecho los demás sus antesesores y contraveniendo en esto no ,'iólo se escondieron y no quisieron yr, imponiendo al citado López una pena de 2.640 maravedís a favor del fondo de la Fábrica Catedral mientras a otro de los implicados, Francisco de la Cruz, sochantre y capellán de coro, se le multaba con 1.056 maravedís77 . Las normas específicas del Cabildo no supusieron una retracción en las solicitudes de permisos para entierros en el suelo catedralicio, en la Iglesia baja, concediéndose éstos a aquellas personas de mayor rango socioeconómica, benefactoras de la institución, unidas por lazos de sangre o amistad con miembros del Cabildo o con detenninados intereses favorecedores de uno o más capitulares, lo que obligó a conformar en 1616 un padrón de todos los asientos y sepulturas sitas en la Catedral. Ya desde los primeros momentos, la Catedral se abrió económicamente a la participación de los próceres de la isla para costear la construcción y fomentar el culto en ella, razón por la cual los prebendados dejaros unos determinados espacios en la Catedral para permitir los entierros y atraer fundaciones pías. Desde el 2 de septiembre de 1608 se prohibió a los prebendados, bajo ningún pretexto, cantar misa o realizar oficios solemnes en los conventos de la ciudad, salvo entierros u honras por padres o hermanos, con pena de 2.112 maravedísn. Dicha determinación se amplió el 16 de enero de 1615 a los sepelios de personas de calidad, dándole rango de estatuto, a la vez que se exigía el pago por cada sepelio, vigilia y misa de 26.400 maravedís y no más, aunque la persona fuera de alto rango social. También se podía doblar las campanas por el óbito de alguien conocido en la isla por su poder, capacidad económica o intelectual, tocándose tres veces con el llamado doble de rigidor, que era un asunto de materia de gobierno y no de gracia. A estos últimos se les podía ceder la cruz dorada y los trajes de luto de manga negra -como ocurrió en el entierro de Argote de Malina, sepultado en la llamada Iglesia Vieja en 1596, o con el sepelio del alférez mayor Miguel de Mújica en 1621- pero prohibiéndose taxativamente la salida de tal vestuario de la Catedral, además de extender dicho veto a los ciriales, las mangas moradas y el dosel negro. El Estatuto de 1538 intentó ordenar los entierros y extracción de huesos de las personas ajenas al Cabildo sepultadas en la Catedral o lugares anexos, prohibiéndose el trasiego de osamentas y si tal sucedía, fueran obligados sus parientes a abonar el 1% de la hacienda del finado en vida antes de abrir la sepultura79. En 1572, ante el abuso en las mandas de entierro de las personas 77 A.CCO.C. Actas del Cabildo. Tomo XI. Acucrdo dc 11-2-1602. Para más información bibliográfíca. véasc QUINI!\'JiI A'J[)R~S. P.: A Dios rogalloo ... O/i. ('il. 7S A.CCD.C Actas del Cabildo. Tomo X. 79 A.II.N. Conscjos Suprimidos. Lcgajo: 16.241. 81 Boletín Millares Cario 2005-2006.24-25: 51-85 Pedro C. Quin/ano Andrés La Muer/e como re/leio de la es/rue/ura soeioeeonámiea duran/c .. ajenas a los capitulares, se invalidó cualquier cláusula donde se especificara como lugar de sepultura el panteón de la Catedral, reservado desde entonces en exclusiva a los prebendados. Incluso, este veto se extendió a gran parte del recinto Catedral cuando don Diego de la Cruz pidió dos sepulturas para sí, alegando ser suyas, palabras calificadas por el Cabildo como de sinie.'itra relac;: ión, al ser él sólo el competente como administrador de la Fábrica y no poder dar ninguna por la poca capm;idad de sitio y sería ocuparle de suerte que no uhiese lugar para enterrar los vec;·inos xo. Desde entonces, sólo mediante permisos especiales, otorgados a personas de relevancia socioeconómica, se pennitirá celebrar funerales solemnes, como se hizo en noviembre de 1661 con la hija del regidor Francisco Amoreto Manrique. El Cabildo reiteró en diversas ocasiones órdenes a los servidores catedralicios y sacerdotes sobre las formas de entierro y sobre algunas prohibiciones específicas en las inhumaciones a efectuar dentro del recinto catedralicio. En el tardío año de 1800 se volvía a tratar en una reunión acerca de las ofrendas efectuadas en los funerales de los vecinos destacados de la elite social, siendo loables las entregas de pan, vino y otras cosas conforme a los cánones y costumbres. Respecto a los animales-cameros, becerros, cabras- ofrecidos en estas ocasiones en la Catedral y otras iglesias, los capitulares manifestaban no son correctas al estar prohihidas por varios reglamentos eclesiásticos, y que no es desente que se pongan dentro de nuestros templos en la que hahita la realidad de Jesu-Christo, Dios verdadero, ensusiándolos con sus inmundizias y turbando el cando sagrado de los oficiosfúnehres con sus validos, que causan la irriC;'ión indecorosa a la casa de Dios, que la acreditado la experiencia. El Cabildo, senado de la yglesia, mandaba a todos los clérigos y ministros impidiera la presencia en el interior de los templos de animales, los cuales se situarían fuera de la iglesia. Advertían a los conventos acataran las normas generales y los mandatos de los prebendados, pues, en caso contrario, no irían diputaciones del Cabildo a los funerales de cualquier rangoXl. El control normativo ejercido por el Capítulo sobre las ceremonias relacionadas con los sepelios se extendió a algunos grupo de eclesiásticos y conventos, como el femenino de San Ildcfonso de Las Palmas, aplicando de forma estricta cada una de las disposiciones, sobrc todo en las inhumaciones de las profesas. En 1819 el Cabildo Catedral expresó su contradicción cuando se enterró a la abadesa de San Ildcfonso en el coro del monasterio, contra lo dispuesto por el real decreto de 19 de abril de 1818, el cual sólo pennitía las inhumaciones de las religiosas en los atrios o huertos de los monasterios. Los prebendados reprendían a las profesas, les mandaban cumplir las órdenes del monarca y prohibía la entrada en el monasterio para su participación en los entierros a la so A.C.C.D.C. Actas del Cabildo. Tomo Xv. Acucrdo dc l X-6-1 (¡40. SI A.C.C.D.C. Actas del Cabildo. Tomo LXI. Acuerdo dc 22-11-IXOO. Boletín Mil/ares CarIo 2005-2006.24-25: 51-X5 82 Pedro C. Quil1tal1a Al1drés La Muerte como reflejo de {a estructura soeioeeol1úmica dural1te... Hennandad del Rosario, al no estar normalizada su presencia, y sí a cuatro de sus integrantes para cargar el cadáverx2 . Por las concurrencias a los sepelios de los familiares se distribuirían seis mil maravedís, los cuatro mil por el acompañamiento y los dos mil por la vigilia, sufragio de cuerpo presente y el oficio de sepultura. La misa de aniversario supondría añadir otros tres mil maravedís por la vigilia y celebración litúrgica. La muerte de los citados familiares fuera de la isla o si establecían en sus mandas enterrarse en otra iglesia, no impedían siguieran celebrándose por los prebendados la realización de sus honras en el recinto de la Catedral, entregándose los seis mil maravedís y la cera acostumbra en dichos autos. Del mismo modo, si quisieran proseguir con la celebración de la misa de aniversario se darían los citados tres mil maravedís y la cera para la citada ceremonia. Los cambios económicos generados a comienzos del Seiscientos obligaron a la modificar las cantidades a abonar por los funerales de cuerpo presente de los familiares al establecer su montante en 26.400 maravedís y no menos. El Cabildo impedía a todos sus miembros asistir a entierros y funerales de familiares suyos inhumados en otras iglesias o conventos fuera de la Catedral. Así, se vetaba la presencia de los prebendados representando a la institución, aunque sí podían hacerlo a título individual por ningún precio ni de gracia, aunque fuera el sepelio de un eclesiástico catedraliciox3 . El Cabildo jamás asistía como institución a ningún entierro de persona particular, fuera de cualquier condición social y económica. Los difuntos particulares no podían, como se comprobó con anterioridad, ser inhumados en sepulturas propias del panteón de la Catedral, sí, en cambio en las capillas particulares o en las fosas de la iglesia del Sagrario. El Cabildo, pues todos su miembros se debían implicar en un momento u otro, tenía presente en el Coro, donde se percibía gran parte de las rentas diarias del prebendado, al capitular de luto durante nueve días para que guardaran el período de duelo por sus parientes más cercanosX4. Caso aparte fueron los entierros de los inquisidores, al no asistir a ellos el Cabildo desde mediados del siglo XVII, aunque éstos fueran miembros del Capítulo al no querer estar presente cuando los inquisidores y su séquito colocaran sillas en la Capilla Mayor de la Catedral, alegando no tener órdenes reales expresa sobre el asunto y ser lesiva dicha aptitud contra la preeminencia del Cabildo. Este mismo problema se extendió a la Real Audiencia, siendo ejemplo de ello el sepelio del regente Juan Manuel de la Chica cuyo deseo de ser sepultado en la Capilla del Cannen de la Catedral se vio envuelto en una importante trifulca entre el Capítulo y el Tribunal civil. La negativa de los capitulares a que la Real Audiencia colocara sillas en el templo, según la real X2 A.e.e.D.e. Actas del Cabildo. Tomo LXIX. Acuerdo de 21-7-IXI9. Xl A.JI.N. Consejos Suprimidos. Legajo: 16.241. s4 A.C.e.D.e. Aetas del Cabildo. Tomo XXXII. Acuerdo de II-X-I728. 83 Boletín Millares CarIo 2005-2006.24-25: 51-85 Pedro C. Quintana Andrés La Muerte COII1O reflejo de /0 estructura socioecomj¡nica durante... cédula de 18 de diciembre de 1706, salvo para el que presidiera la ceremonia, motivó la negativa de los oidores a acudir y la del Cabildo para dar el permiso de la inhumación en otra iglesia o lugar, basados en la última voluntad del difunt085 . La misma situación conflictiva respecto al protocolo se generó tras la muerte del oidor José Azofra, al querer la Audiencia entrar en la Catedral en formación y colocar sillas en la Capilla del Sagrario, imposibilitada dicha acción por el Cabildo, amparado en la real cédula de 18 de diciembre de 1708, por la cual sólo el que pret,:idiera la Audiencia se le permitiría silla y el resto se sentaría en bancos. Si se negaban los miembros del Tribunal, el Cabildo accedería a dar permiso para su entierro en otra iglesia, al no poder hacer ninguna novedad en las normas de los sepelios de la Catedral sin el consentimiento real, facilitando, en prueba de su ánimo, una de las cuatro sepulturas que los capitulares poseían en la capilla de Nuestra Sefiora del Carmen para la citada inhumación. La Audiencia cede cn este caso, scntándose el Regente en una silla con cojín, pero sin tapete, mientras en resto de los oidores se acomodaron en un banco de reducidas dimensiones y algunos taburetes. Del mismo modo, a comienzos del siglo XVIII la pretensión del chantre Benítez de Lugo de celebrar exequias en la Catedral por su padre, el Marqués de Celada, originó un considerable litigio entre las diferentes facciones de prebendados, todo lo cual fue la causa de una real cédula de 24 de noviembre de 1707, donde se disponía que sólo se celebraran exequias y honras fúnebres en el templo por los prebendados, los obispos y los miembros de la familia real 86 . En las honras funerarias de la familia real correspondía al Ayuntamiento establecer el día de las exequias, pasando luego comunicación de lo acordado al Cabildo mediante una comisión de regidores. Los prebendados eran los encargados de hacer la convocatoria general de los dos días de exequias, siendo el primero de vigilia y el segundo de honras. CONCLUSIONES Los funerales de los prebendados canarios fueron similares a los registrados en el seno de capitulares situados al frente de otras diócesis castellanas durante la Modernidad, es decir, casi todos ellos fueron una muestra del peso sociopolítico y económico de este conjunto de clérigos dentro de la sociedad del momento. La disparidad entre las inhumaciones del común y las celebradas por el sector de la elite no sólo significaba una tangible diferencia física, sino también un claro proceso de diferenciación ideológico y espiritual esta- X5 A.C.C.O.e. Actas del Cabildo. Tomo XXXII. Acuerdos de 21-5.10-7-1725 Y26-4-1727. Si> Dicho chantre n:cibió nueva prohibición real el 24 de diciembre de 1709, véase en Quintana Andrés, P.: A Dios rogando... op. cit. Boletín Millares CarIo 2005-2006,24-25: 51-85 84 Pl'dm C. Quinlana Andrés La ¡'vIuNII' CUIIIO rl'j11'jo dI' /a I'slruC!ura SOcúJl'conl!lIIica duranl!'. .. mental respecto a los elementos teleológicos implícitos y asumidos de la fe. El prebendado sobresalía en la sociedad por sus capacidades sociales y económicas, ya apuntadas más arriba, pero también por ser un elemento fundamental para una población cuyo objetivo era preparar su muerte y afrontar la inmortalidad. Los sepelios de los capitulares eran un ejemplo para el resto de sus conciudadanos en las formas establecidas, en la presunta resignación del difunto en asumir la muerte y en su considerable preparación espiritual. La variedad de inhumaciones registradas entre los miembros del Cabildo indican la diversidad de pensamientos, tendencias y formas de afrontar la muerte, en la mayoría de las ocasiones a causa de imposiciones normativas aunquc también existieron numerosas influencias extcrnas en muchas de las modificaciones establecidas. La abigarrada respuesta a la manifestación y celebración de la muerte registrada entre los prebendados coetáneos y durante la fase de estudio permite analizar unas respuestas particulares y a veces contradictorias de los capitulares en función de la vivencia de la fe, del acercamiento <:1 dogma, su espiritualidad y la posición asumida ante la sociedad. 85 Boletín Millares CarIo 2005-2006. 24-25: 51-85
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Título y subtítulo | La muerte como reflejo de la estructura socioeconómica durante el Antiguo Régimen: el ejemplo de los prebendados del Cabildo Catedral de Canarias |
Autor principal | Quintana Andrés, Pedro C. |
Entidad | Universidad Nacional de Educación a Distancia (España). Centro Asociado de Las Palmas (Las Palmas de Gran Canaria) |
Publicación fuente | Boletín Millares Carlo |
Numeración | Número 24-25 |
Sección | Historia |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Centro Regional Uned |
Fecha | 2005-2006 |
Páginas | p. 051-085 |
Materias | Cultura ; Literatura ; Filosofía ; Historia ; Canarias |
Enlaces relacionados | Enlace al editor: http://www.boletinmillarescarlo.es/index.php/BMC/index |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 1625637 Bytes |
Texto | Boletín Mil/ares Cario 2005-2006, 24-25: 51-l'5 ISSN: 0211-2140 La Muerte como reflejo de la estructura socioeconámica durante el Antiguo Régimen: el ejemplo de los prebendados del Cabildo Catedral de Canarias Pedro e QUINTANA ANDRÉS La mentalidad del hombre durante el período de la Modernidad estuvo mediatizada en parte por la asunción de su finalidad humana y la necesidad de creer en una vida espiritual, única justificación válida para la inmensa mayoría en su intento de soportar su existencia cotidiana. La bondad, sumisión, solidaridad o resignación fueron las alternativas planteadas por la ideología dominante, convertidos en factores fundamentales para alcanzar el Paraíso, justificando, dc paso, las desigualdades socioeconómicas existentes al castigarse a sus bcneficiarios por no distribuir sus riquezas o, como succdía en muchas ocasiones, hacer especial relevancia las disertaciones en estar la élite favorecida por el Altísimo ante sus muchas virtudcs. La muerte implicaba un tránsito cuyo resultado no era la mera transformación de la materia y la liberación dcl alma, también suponía un estricto juicio con una evaluación de las accioncs terrenales y la profundidad de la fe. Durante la fase estudiada la muerte estuvo presente a través de las catástrofes naturales, las epidemias, las guerras o en la vida cotidiana de cualquier comunidad donde la reducida esperanza de vida o la sobremortalidad infantil fue una constante. El hecho habitual representado por la muerte no implicó su asimilación, sobre todo en los aspectos relacionados con el dolor o la falta de condiciones suficientes para salvar el alma ante el seguro juicio divino. La lucha contra el pecado y la búsqueda de la salvación fueron factores fundamentales para un alto porcentaje dc la población, interesada más en redimir su alma que en solucionar los graves problemas que cíclicamente afectaban a sus familias o comunidades. Los poderosos, entre los que se contaban un amplio espectro de la jerarquía eclesiástica católica, fueron los principales instigadores cn mantener el statu quo imperante a través de un rígido control socioideológico favorecedor de sus intereses en mantener su privilegiada posición. En Canarias los prebendados del Cabildo Catedral-racioneros, canónigos y dignidades-- fueron un 51 Pedro C. Quin/ana Andrc',\ La Mller/e como re/Te/o de /a es/rue/llra socioeeonómiea dllrante. .. reducido sector de la población cuya capacidad económica, ascendencia social, preparación intelectual e implicación en las vías marcadas por el poder político no les hízo dudar, en general, en participar en las estrategias pergeñadas por el grupo de poder regional, pese a las múltiples díscrepancias internas entre los diversos sectores de la élite, incluidos los prebendados, sobre las estrategias y mecanismos de aplicación. Este grupo de clérigos residentes en Las Palmas -la sede del Cabildo Catedral se trasladó a esta ciudad en 1485- tuvo notable repercusión en las diversas manifestaciones sociales registradas en el lugar, cuya trascendencia abarcó a la urbe y a toda la isla. La presencia pública del conjunto de los prebendados suponia una cotidiana ostentación de poder donde vestidos, gestos, intervenciones o sus concurrencias privadas en detenninados contextos sociales estaban en gran parte regladas, siempre con el interés de servir de ejemplos vivos al resto de la población. Quizá uno de los acontecimientos donde mayor hincapié se hacía en la magnificencia del poder representado por los prebendados se registrara en sus funerales, aunque no todos los miembros del Cabildo fueron partidarios de efectuar un tránsito claramente apartado de los cánones de austeridad marcados por la doctrina eclesiástica. Para un amplio grupo de prebendados la muerte y sus funerales se convirtieron en un acto social más donde manifestar su poder, posición social y riquezas. La cscenificación de la muerte suponía algo más que una ratificación socioeconómica, al implicar también un fin dc cohesión interna del propio Cabildo eclesiástico, la preponderancia social de su jerarquía, su ascendencia sobre el resto de estamentos y su poder de convocatoria. La imposición de sufragios, la distribución de limosnas a pordioseros o enfermos, el establecimiento de recordatorios o la multiplicación de asistentes se convirtieron en los baremos fundamentales para entender la posición socioeconómica del finado, al representar la mayoría de los funerales de los eclesiásticos un determinado marco propagandístico dentro de la realidad cotidiana. EL HOMBRE MODERNO Y EL ESPACIO MORTUORIO En Antiguo Régimen el estamento eclesiástico desempeñó una labor de especial relevancia social, sobresaliendo en facetas tan importantes como el propio sostenimiento ideológico del sistema establecido desde el poder político central. El alto clero fue el más interesado en crear un sutil equilibrio respecto al resto de los poderes establecidos, sobre todo porque muchos de los integrantes de este sector eclesiástico procedían de las élites socioeconómicas. La necesidad de ser reconocidos como miembros de este reducido sector y alcanzar unas determinadas prerrogativas sociales les llevaron a crear una escenificación precisa, particular y conformada por una normativa reguladora Boletín Millares CarIo 2005-2006,24-25: 51-X5 52 Pedro C. Quin/ano Andrés La Muer/e como reflejo de la es/me/ura soeioeeomimiea durante. .. protocolizada siendo uno de sus principales capítulos el referido a la propia muerte y sus funerales l. Los cabildos catedrales castel1anos impusieron rígidas normativas respecto a los trámites a realizar en los entierros de sus miembros, todas ellas adoptadas por el Cabildo canario, aunque éste no articuló una tipología de funeral sistematizado hasta mediados del siglo XVI. En octubre de 1572 se acuerda una primera nonnalización estatutaria sobre los pasos a seguir tras el óbito de un prebendad02. En esta reunión se señalaban las dos naves colaterales de la Catedral para el entierro de los prebendados con una distribución de sepulturas en función del cargo del fal1ecido: las dignidades en el primer orden de fosas; los canónigos en la segunda fila; y los racioneros en la tercera, reproduciendo la distribución de las sepulturas la jerarquía existente dentro del cuerpo capitular. Ese espacio sería privativo de los prebendados donde serían enterrados bajo losas comunes, mientras fuera de esta área exclusiva de la Catedral podrían inhumarse en tumbas particulares bajo las mismas condiciones que el resto de la población. En enero de 1615 se acordó el establecimiento de emolumentos a percibir por la celebración de exequias y funerales de los prebendados, rentas a repartir entre sus compañeros presentes en las exequias. En las nuevas normas se establecía la realización de un novenario tasado en 9.000 maravedís, sacados casi todos de la renta del fal1ecido. A ellos se sumaba una misa de cuerpo presente con su vigilia, siete días de responsos y un aniversario con su vigilia y misa en el Altar Mayor, todo por un valor de 3.000 maravedís a cargo del fondo de la Mesa Capitular. El óbito de un prebendado significaba algo más que un mero funeral, pues tras éste el Cabildo debía establecer las actuaciones e intervención de las rentas del fallecido --sobreviviente y postmorten-, para asegurar una parte del pago de los funerales y entierro, mientras el resto de gastos recaían sobre el patrimonio del fal1ecido. A estas primeras decisiones seguía una reunión extraordinaria de sus compañeros en el aula capitular para leer las últimas voluntades del finado, si las había. Si el capitular moría intestado se le daba sepultura en el panteón de la Catedral, en la fila de sepulturas correspondientes a su gremio o, si 10 manifestaba, en el lugar encomendado. La hora del I Ejcmplos de esta mentalidad se encuentran duraute la Modernidad cn toda Europa y en los territorios de la Corona castellana, siendo alguno de los estudios más notables sobre cste asunto los dc Lebrun, F. : Les hommes e/ la mor/ en Anjou aux l7e e/ INe si"e1es, París, 1971. Chaunu, P.: La mor/ a Paris XVle, XVlh', XVllle si"e1es, Paris. 19n. Aries. P.: El homhre ante la muer/e. Madrid. 19~3. Rodriguez Sánchez. A.: ¡l¡lorir en f"'x/re/l1aduro, Una primero aproximaeiún. ¡\4orir en la horca afinales del /lntiguo Régimen (1792-1909), Cúcercs. 19~O. López. R.: Oviedo, muer/e r rel(",iosidad en el sl:",lo XVIII. Un es/udio de men/alidades eolee/ i\'{Js, Ovicdo. 19~5. Hernúndcz Cionzáicz, M.: 1,0 muer/e en Canarias en el siglo XVIII, La Laguna, 1990. Aranda Mcndiaz, M.: El hO/l1hre del siglo XVIII en Gron Canaria, el /es/wuen/o eomofi/ente de inves/igaei( in hiSIrj¡·ico-juridica. Las Palmas de Ciran Canaria. 1992. 2 Archivo 1I istóríco Nacíonal. Consejos Suprimidos. Legajo: 16.241. 53 Boletín Mil/ares Cario 2005-2006. 24-25: 51-~5 Pedro e Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconómica durante... entierro, las órdenes de actuación a cada uno de los ministros de la Catedral para la celebración de las ceremonias y el establecimiento de la pompa oportuna fueron las medidas habituales3. A partir del óbito el Cabildo transmitía a la Real Cámara de Castilla una carta donde se notificaba la muerte y se pedía la rápida sustitución del finado, además de abrirse el testamento del fallecido por el Corregidor, tal como disponía la real provisión de 21 de agosto de 1649, sin realizar inventario previ04. La muerte de un capitular significaba una representación del poder de éste y de la institución a la cual pertenecía, debiendo asistir a ella todos los prebendados residentes en Las Palmas o participar en misas de funeral celebradas por los ausentes en las parroquias de residencia momentánea. Vigilias, misas y responsos se multiplicaban a la llegada del cadáver a la Catedral donde sus antiguos compañeros recibían los restos cubiertos con las capas negras de canturía. En caso de mostrar algún capitular el deseo de inhumarse en una iglesia distinta de la Catedral, el Cabildo sólo permitía la asistencia de una pequeña diputación a su entierro, preservando de esta manera la preeminencia de la sede catedralicia; cohesionando al grupo en la defensa de sus prerrogativas respecto a un espacio de gran simbolismo ideológico-religioso; favoreciendo las arcas de la Fábrica Catedral, al invertirse en los funerales una elevada suma de dinero que repercutirían en los propios clérigos y no en los regulares; y permitiendo a sus compañeros acrecentar sus ingresos con los devengos de todo el proceso unido al funeral y en las siguientes fases. Las disposiciones de fines del siglo XVIII sobre la prohibición de dar sepultura a cualquier persona o clérigo en los recintos sagrados obligaron a los capitulares a partir de 1811 a realizar un nuevo protocolo en los entierros de sus miembros. El lugar de inhumación sería un recinto provisional junto a la ermita de San Cristóbal mientras se construía el cementerio de la ciudad, manteniéndose en todo el boato y acompañamientos de los finado hasta la ennita de Nuestra Señora de los Reyes, en la portada de la muralla sur de la ciudad, para desde allí acompañarlo una reducida representación de los ministriles de la Catedral y el sacerdote encargado del último responso. ÚLTIMAS MEMORIAS DE LA INMORTALIDAD Los prebendados en el momento de la celebración de sus testamentos o últimas voluntades optaron, básicamente, por realizarlas ante un escribano de 3 Archivo dcl Cabildo Catcdral de la Dióccsis de Canarias. Actas del Cabildo Catcdral. Tomos XXII y XXXII. Acucrdos de 2X-5-1694 y 13-5-1729. 4 Quintana Andrés, P.: Finis gloria mundi. Ideología r sociedad en Canarias. Los prehendados del Cahildo Catedral durante el Antiguo Régimen (1483-18:!1I). La Laguna. 2004. Boletín Millares CarIo 2005-2006,24-25: 51-X5 54 Pedm C Quinlana AndrJs La i\;fuerte como r(!/h:io de la e:..;trilc1ura socio(!conúrnica durante... número del lugar de residencia o ante un notario apostólico, aunque en este último caso los testimonios serán muy limitados. Menos del 5% de los prebendados decidieron plasmar sus testamentos de forma ológrafa pues, como se apuntará más adelante, son elevados los reconocidos como abintestatos o los que delegaron en sus albaceas la luctuosa tarea. La tendencia de plasmar o eludir las postreras memorias varió a lo largo de la fase analizada, pues se producen toda una serie de modificaciones y alteraciones en la presencia de los prebendados ante los escribanos en función de las transformaciones ideológicas, sociales y económicas vigentes en cada momento. La etapa donde acudieron con mayor profusión los prebendados ante los cscribanos, desde un punto de vista porcentual, fue la comprendida entre 1650-1750, mientras que las últimas décadas del Setecientos y las primeras de la siguiente centuria se caracterizaron por el considerable aumento de los abintestatos o la delegación de poderes en un familiar o allegado para testar en nombre del capitular. En esa última tendencia regis-trada entre los eclesiásticos debieron influir aspectos tan importantes como la creciente laicización social, la vivencia de un sacerdocio más cercano a fe racionalizada, el pensamiento ilustrado presente en muchos miembros del Cabildo, la crisis de las estructuras sociopolíticas unidas al Antiguo Régimen y la creciente recesión económica experimentada por las rentas del Cabildo, lo cual implicaba que muchos sacerdotes prefieran desempeñar el cargo de beneficiado en una parroquia con buenos ingresos - Teror, La Orotava, La Laguna- o disfrutar las rentas de alguna/s capellanía/s sustanciosas antes que desempeñar un cargo en una institución donde las contribuciones rcales, los socorros extraordinarios y las múltiples tareas a desempeñar la hacían ya poco atractiva a los posibles aspirantes. En otros casos, se registran capitulares cuya personalidad titubeante o la evolución de su hacienda les hicieron concurrir repetidamente ante los escribanos para añadir codicilios, reelaborar sus mandas pías o anular el primero dc los testamentos y dictar otro/s en favor de diferentes personas. A fines del Seiscientos, el racionero Luis Rodríguez dictó dos testamentos y cuatro codicilios antes de decidirse, a comienzos de la siguiente centuria, a elaborar sus definitivas mandas. Parecida situación se registra para el arcediano Domingo Albiturría Orbea, con dos testamentos, o el tesorero Leonardo Guerra. Por contra, un notable número de prebendados esperaron hasta el último momento para recurrir al escribano de tumo y poner en orden sus bienes terrenales, caso del deán Jerónimo de Róo o el racionero la Santa Ariza. De la mayoría de los prebendados dcl siglo XVI apenas si se tienen noticias, ya que muchos, como sabemos por otros estudios5, no dejaron memoria de su paso por las islas al multiplicarse el número de resignaciones y permutas, además de otros no acudir a desempe- , Quintana Andrés. P.: -"1'1 Cabildo Catedral de Canarias y sus prebendados (14X3-1 X20): Origen geogrútíco. formación intelectual y cultural". en XIII Coloquio de Historia Canario-americana. Madrid. 2000. púgs. 2.452-2.465. Dcl mismo autor. Fini, gloria mundi. Ide%gía... o¡J. cil. 55 So/crin Millares Cario 2005-2006. 24-25: 51-X5 Pedro C. Quin/ana Andrés La f1r1uerte ('unlO r(jh:jo de la estructura sociocconómica durante... ñar su prebenda. Un alto porcentaje de las escasas memorias testamentarias realizadas durante ese período se han perdido o extraviado, ya por sus diversos traslados a lo largo del tiempo entre múltiples anaqueles o, simplemente, fueron destruidas por diversas causas, tal como se creía que había sucedido con las últimas mandas efectuadas por el deán Zoilo Ramírez, el cual no se halló en la relación de papeles custodiada por el Cabildo Catedral cuando los prebendados fueron a buscarlo, creyéndose desde ese momento desaparecido por averse llevado los papeles el enemigo olandez quando entró en esta ysla, aunque, afOliunadamente, se localizó en 1710 entre los papeles de la Contaduría del Cabild06. Algunos de los prebendados realizaron sus legados en plenas facultades físicas y mentales, siendo uno de los más sanos en el momento de su presencia ante el escribano el canónigo Juan Cabrejas de Betancurt, el cual vestía su traje de sacerdote y dictaba sus memorias sentado en una silla7. Lo mismo aconteció con el canónigo Diego Vázquez Botella que, antes de paliir hacia Madrid enviado por el Cabildo Catedral a solucionar ciertos asuntos, dictó en plenas facultades sus memorias, lo cual evitó posteriores conflictos entre sus herederos, ya que el prebendado murió el Jueves Santo de ese año en El Viso durante el transcurso del viaje8. Más suerte tuvo el doctoral Juan de Cervantes cuando manifestaba elaborar su testamento por ir a Méjico, donde llegó con fortuna, pese a estar temiendo del peligro que puede suceder en viaje tan largo, ante lo que pedía se le enterrara en la parroquia a donde llegara el barco o él a pie, con la celebración de un oficio de misa y vigilia, sin exponer en dichas honras el cotidiano túmulo funerario, con cuatro cirios y se depositara su cadáver en contacto con el suelo de la fosa9. En la inmensa mayoría de las memorias los testadores buscaban distribuir sus bienes entre los más allegados y en diversas obras pías sin delegar dicha acción en familiares, amigos o albaceas que pudieran malinterpretar su voluntad. Por eso se preferia realizar el testamento en plenas facultades para evitar lapsus, olvidos, injusticias o falsos servilismos. El deán Diego Vázquez Botella lo efectuaba considerando con atenta meditación la incostancia y fragilidad de la humana vida y la incertidumbre de aquella in/alible hora en que el Celestial E!>poso nos llama a la puerta para celebrar lasfelizes vidas de nuestra alma, mientras el tesorero Luis Manrique de Lara Trujillo, en pie asidentado, realizaba sus últimas memorias temiéndome de la muerte por ser cosa natural a todo viviente, con el deseo de que quando llegue la tremenda ora me halle desembarasado de las cosas temporales lo . h I\rchivo Histórico Provincial de Las Palmas. Protocolos Notariales Legajo: 1.465. Fols. 1231'.-152 v. Fecha: 2-4- ¡558. 7 I\.JJ.P.L.P. P.N. Legajo: 1.386. Fol. 213 r. Fecha: 30-8-1679. x 1\.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.561. Fecha: 15-1-1722. ') 1\.C.C.O.c. Libro de Testamentos. Fecha: 26-5-1571. 10 A.H.P.L.P. P.N. Legajos: Legajos 1458 y 1.636. Fechas: 1-6-1699 y 19-5-1750. Boletín Míllares Cario 2005-2006,24-25: 51-85 56 Pedro C. Quilltalla Alldrés La Muer/e como re./lejo c/c la c"itrllc!uro socioecol1ómica Jurantc... En extremo opuesto se encontró el racionero Tomás de Arroyo, alojado en casa de su hermano, el canónigo Diego Arroyo, cuando solicitaba con presteza los auxilios de un sacerdote y un escribano conosiendo con la luz de la rasón ser mortal y hallarse en gravísimo peligro, por lo fatigado que lo tiene el accidente que le ha acometido, queriendo disponer de las cosas temporales para que quando le llegue la última de su vida se halle libre de ellas y sólo se emplee su espíritu en las perdurables y eternas 11. Aunque algunos, como el deán Jerónimo de Róo, esperó hasta el límite de sus fuerzas para dictar sus definitivas voluntades, por lo que sólo pudo dejar establecido el lugar de entierro y el nombre de sus herederos, pues las continuas convulsiones en su lecho de muerte no le permitieron continuar pcse a dársele por el escribano tiempo a que se sosegase del vehemente dolor de estómago de que se quejava, se quedó muerto 12. Finalmente, entre otros destaca el chantre García Manrique de Lara, tan enfermo que no pudo firmar el poder otorgado a su hermano para disponer de sus últimas voluntades, por tener la mano y brazo derecho mui hinchado y no le permitía el poder acabarl3 . Los porcentajes muestran, como se ha indicado, el peso de los testamentos ológrafos o realizados de viva voz por el propio prebendado ante los escribanos de turno hasta el primer tercio del siglo XVIII cuando, lentamente se va introduciendo cada vez con mayor eco, como en el resto de los grupos sociales de la elite local, las últimas voluntades efectuadas conjuntamente por prebendados y hermanos o aquéllas que se hacen por delegación mediante poder entregado por el capitular a un compañero o familiar. Ilustrativa es la actitud tomada por el canónigo José Tovar y Sotelo cuando otorgó un poder para establecer sus últimas voluntades a favor del arcediano Bartolomé Benítez de Lugo y del abogado Juan Magdalena Quintero, además de rogarle al Cabildo Catedral se le señalara una sepultura en el recinto de la Catedral. A su vez, demandaba a sus albaceas se llevara a cabo todas las acciones dispuestas en un memoria ológrafa, un total de cinco folios manuscritos, elaborada en 1722, la cual aún permanecía cerrada en algún anaquel de la casa de Tovarl4 . En cambio, en 1818 el prebendado Domingo Suárez de Alvarado dictó su testamento conjuntamente con sus hermanas doña Juana y doña Josefa, dejando en conjunto las mandas pías y la realización de una capellanía de misas en favor de sus almas l5 . Como ejemplo final, se encuentra el caso del canónigo Andrés de Huerta y Cigala que no sólo delegó en su primo José Hidalgo y Cigala la confección de su testamento, II i\.lIP.L.P. P.N. Legajo: 1.649. Fol. 228 v. Fecha: 29-4-1764. 12 i\.IIP.L.P. P.N. Legajo: 1.969. Fol. 43 v. Fecha: 23-1-1802. IJ A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.881. Fecha: 3-11-1787. 14 i\.IIP.L.P. P.N. Legajo: 1.564. Fol. 215 r. Fecha: 31-12-1726. 15 A.H.I'.L.P. P.N. Legajo: 1.984. Fecha: 4-7-1818. En tcstamento dc 13 dejunio de 1810 lo realizaba con dichas hermanas. más doña 19nacia. difunta antes del testador. 57 Boletín Millares Cario 2005-2006. 24-25: 51-85 Pedro e Quin/ana Andrés La Muer/e como rejieio de la estructura socioeconrJmica duran/e... sino que incluso nofirmó (el poder) por la gravedad de su enfermedad, a sus ruegos lo hiso un testigo 16. La muerte repentina afectó a numerosos prebendados quedando abintestatos y sus bienes bajo la intervención de la justicia o en manos de sus directos herederos para su administración. El número de capitulares que no pudieron realizar sus últimas voluntades creció a partir del siglo XVIII, por las transfonnaciones generadas en el seno del clero más acorde, como se apuntó con anterioridad, con una estricta vivencia de la fe cristiana, las escasas rentas percibidas, la convivencia con familiares a los que redistribuyeron en vida sus ganancias o a causa de fallecimientos repentinos, sobre todo debido a las llamadas de forma genérica apoplejías. Una de ellas le acometió al racionero Roque López en 1795 o al canónigo José Pablo Dávila y Aldana en 1809. A ella se añadieron otras muertes repentinas, llamadas de fonna cotidiana y popular: insulto, ejemplificado en el sufrido por el racionero Gutiérrez y Frias; hidropesía, tal como oculTió con las muertes del racionero Domingo García Abreu o el canónigo Francisco Javier Machado y Muñoz; fiebre amarilla, ilustradas en los óbitos del racionero Leonardo Reyes Calderón o los canónigos José Romero de Franquis y Miguel Camacho Acosta; o epilepsia, presunta causa de defunción del racionero Andrés Herrera, fallecido en Santa Cruz de Tenerife en 1804. Muertes extremas fueron las acontecidas con el canónigo Carlos Musterlier y Guzmán, fallecido en la sacristía de la ermita de Nuestra Señora de la Luz (Puerto de las Isletas) el 25 de marzo de 1756, tras regresar la nao donde se trasladaba a Santa Cruz de Tencrife a causa de su repentina enfermedad; la del magistral José Tomás de Mesa, muerto de una dramática apoplejía el5 dejulio de 1712 cuando estaba en pleno sermón durante las exequias del obispo Juan Ruiz; o el óbito del deán Tomás Girón, registrado en 30 de julio de 1643, del que se sospechó era un asesinato por envenenamiento, ante lo cual intentó intervenir la justicia ordinaria, pretendiendo se abriese el cadáver para reconocerlo pero no tubo efecto esta pretensión del médico por haberlo excomulgado el señor provisor, aunque el Cabildo Catedral y el obispo no le pennitieron proseguir alegando estar el caso bajo su jurisdicción y ser sólo la acusación una distorsión infundada 17. Incluso prebendados de estimables patrimonios, cultura y posición social murieron sin realizar ningún tipo de relación de bienes o testamento, debiendo intervenir la justicia eclesiástica y civil para el inventario de sus propiedades y la distribución de las diversas rentas, algunas tan importantes como el sobreviviente y postmorten o, incluso, actuar con cierta rapidez en la tenencia de hacinamientos, mayordomías o capellanías. El canónigo Domingo Verdugo Albiturría, hermano del obispo de la diócesis Manuel Verdugo, ló !\.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.732. Fol. 153 r. Fecha: 25-2-17X2. 17 A.c.C.O.c. Libro de señores prebendados de esta Santa Iglesia Catedral. Boletín Millares Cario 2005-2006,24-25: 51-R5 58 PeJro e Quintana AnJrJ" La ¡Uuer/e como }"e./lejo dI.! /a estruc/ura socio(!conámic(J durante... murió abintestato por lo que su familia ~el citado obispo, doña Josefa, don José y don Pedro~ se vio en la obligación de comenzar unas largas diligencias judiciales para la elaboración del inventario, la tasación y la división de sus bienes. Parte de las propiedades muebles del fallecido se localizaron en la secretaria del palacio episcopal de Las Palmas, donde don Domingo ejercía de secretario de su hermano, siendo también allí el lugar donde se encontró el cadáver del canónigo. Tras comprobarse su óbito después de ser llamado por su nombre desde la puerta de la sala, como era de rigor según las normas del Cabildo, entraron en el aposento el Corregidor, el escribano, el canónigo doctoral Andrés Arvelos, representando al obispo, don Santiago Verdugo, don Pedro Zárate, apoderado de don Pedro Verdugo, y don Francisco Martínez, como representante de la citada doña Josefa, para certificar el fallecimiento, rcgistrar la cstancia y la secretaria, en donde se recogieron un total de 15 objetos propiedad del difunto lR . Un análisis exhaustivo de los testamentos del siglo XVIII permite aseverar que el 54,3% de los testadores estaban ya enfermos a la hora de disponer sus últimas voluntades; el 4,2% quebrantados o con achaques; el 3,2% padecían un accidente o se encontraban seriamente indispuestos; el 22,8% de los prebendados, ya por enfermedad ya por otros motivos, daban poder para realizar su testamento; mientras el resto, 15,2%, manifestaban estar en pleno juicio y sanos. Los porcentajes de prebendados testadores enfermos fueron variable en cada centuria pues en el Quinientos, con los datos disponibles, la cifra de los enfermos representaban el 66,6(%, para en la siguiente ésta elevarse hasta un considerable 71,6%. En el siglo XIX la cifra se rebajó hasta el 12,5%, aunque el número de prebendados con testamentos realizados disminuyó drásticamente. ELEMENTOS Y ADITAMENTOS SIMBÓLICOS. LA EXALTACIÓN DE LOS PRESUNTOS LOGROS DE UNA VIDA Los testamentos, los múltiples eodieilios y las cuantiosas disposiciones aprobadas por los prebendados mantuvieron unas premisas sobre la muerte, la exaltación del más Allá y la defensa de las honras funerarias de primera clase de sus miembros, profundamente diferenciadas a las celebradas en cualquier otra de las registradas para los miembros integrantcs del resto de las instituciones civiles o eclesiásticas asentadas en el Archipiélago. La pompa no se mantuvo dentro de una tradición inmovilista, al experimentar sustanciales modificaciones debidas a cambios generales propiciadores de transformaciones ideológicas, políticas y económicas registradas durante tan prolongado l., i\.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.971. Fol. 60R r. Fecha: lS-R-1ROO. S9 Bo/efil1 Mil/ares CarIo 200S-2006. 24-2S: Sl-RS Pedro C. Quimono Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconámica durante... tiempol9. Dentro de las mandas finales celebradas por los capitulares la disposición del lugar de sepultura fue una de las cláusulas más importante y polémica, por lo que significó en algún caso, tal como se comprueba en las tiranteces surgidas entre los representantes -parientes y/o albaceas- de los fallecidos y el resto de los capitulares en el momento de la ejecución de algunas disposiciones testamentarias. El lugar elegido por cada prebendado para su inhumación fue muy variado, ya fuera en la Catedral o en otro templo, aunque en diversas fases temporales se mantuvo un criterio casi unánime en las elecciones. Muchos capitulares se verán influidos en sus decisiones por la calidad de las relaciones del Cabildo Catedral con los conventos de religiosos -durante amplios períodos los prebendados tuvieron prohibido el contacto con regulares y la entrada en edificios monásticos a celebrar misas-, el lugar de residencia y la implicación particular, familiar o de vinculación económica o sentimental que tuvieran cada uno de los prebendados con ciertas capillas, ermitas o iglesias. La Catedral era un recinto de notable repercusión yeco para celebrar las exequias de los eclesiásticos, pues cada una de ellas se convertía en un escaparate simbólico del poder de la institución, de la ascendencia sobre la sociedad, de su ejemplo cristiano de vigor ante el tránsito hacia la muerte, de la esplendidez económica de los clérigos favorecidos por Dios, del poder político de los prebendados y de la capacidad de derroche del fallecido en misas, limosnas, ofrendas, velas o inversión en el acondicionamiento de su tumba. La posibilidad de máxima esplendidez del acto fúnebre ofrecida por la Catedral se veía limitada por el escaso número de capillas existentes -propiedad gran parte de ellas desde finales del Quinientos de antiguos prebendados y detentadas por sus familias como lugares particulares de inhumación-, mientras si se optaba por el uso de las sepulturas generales ofrecidas por el Cabildo, dicha elección implicaba un anonimato incapaz de ser asumido por muchos miembros del Capítulo canario. Por tanto, la búsqueda de lugares de enterramiento preeminentes y de suficiente rango extralimitó el recinto catedralicio y se centró en la fundación de capillas con derecho a sepultura en iglesias emplazadas en monasterios, hospitales o en parroquias, a las que se añadieron, en función de la capacidad económica de cada prebendado, los sepelios en los templos, en hospitales o colegios fundados por dichos clérigos. Si bien estos espacios de privilegio sepulcral no poseían el rango honorífico, capacidad de convocatoria y concurrencia diaria de los emplazados en la Catedral, sí les permitían hacerse alguien ante sus paisanos con la singularización de sus sepulturas en los recintos de mayor rango en el escalafón registrado en ciertos pueblos y ciudades de la región. En todo caso, detrás de la exhibición del antiguo poder representado 19 Rivas Álvarcz. J.: Miedo y piedad: testamentos sevillanos del siglo XVIII, Sevilla, ¡986. VVA.A.: La religiosidad popular ll vida y muerte: la imaginación religiosa. Barcelona. 1989. Boletín Millares Carlo 2005-2006. 24-25: 51-85 60 La lV/uerle como rejlejo de la estructura ,\'ocio(!conámic(¡ durantc.,. por el mero cuerpo en proceso de corrupción, se pretendia prolongar la memoria de éste por su significado socioeconómico para muchos allegados necesitados de situarse en mejores posiciones dentro del escalafón social, acción conseguida a través de la magnificencias de las celebraciones y el reparto de una fracción de sus rentas entre sus antiguos vecinos, pobres o beneficiados con las diversas dádivas. El último objetivo de dicha estrategia era conseguir potenciar el poder local de su parentela, a fin y al cabo la destinada a sostener la memoria perpetua del difunto, tal como recordaba en su testamento el deán Diego Vázquez Botella cuando citaba las diversas mercedes efectuadas por el monarca al clérigo, su padre, el capitán y sargento mayor Juan Botella Romero, y su abuelo, don Pedro Romero Botella, deseando el deán se mantuvieran en sus sobrinos para que continue perpetuamente en mifami/ia la lealtad, zelo y en su real servicio que tuvieron mis mayores y antepasados que aún espero de el amor y atensión con que su Magestad, Dios le guarde, honra a 10,<" que le sirven y sus hijos y descendientes2o . Los ejemplos en cada uno de los supuestos planteados se multiplican a lo largo de la fase temporal estudiada, siendo ilustrativo el caso del tesorero Estanislao de Lugo al solicitar del Cabildo Catedral sc le diera una de las fosas situadas delante de la capil1a de San Fernando, emplazada en un lugar privilegiado del templo catedralicio, donde el testador había situado una imagen de la Virgen del Pino, adquirida de su caudal, del que era expecialísimo deboto. La sepultura se ubicaba justo debajo del lugar donde se emplazaba todos los años en la octava del Corpus Christi un altar y cercana a la vista de todos los fieles, que no dudarían en asociar las dádivas entregadas por el tesorero en fomento del citado cult021 . El racionero Tomás de Arroyo, en un gesto de presunta humildad, pedía se le inhumara delante del Coro, en la nave de la capilla de Nuestra Señora de la Antigua, por donde pasa el preste que /leva a 5;1I Magestad sacramentado quando se hasen las proce(,'iones claustrales en dicha santa iglesia, sabedor de ser una de las áreas de la Catedral más visibles al público y, sobre todo, para sus antiguos compañeros. En dicho deseo Arroyo prefería la humillación de ser pisado pero recordado ad infinitum antes que olvidado en alguna fosa recolcta 22 . Más estudiada y acentuada parece la actitud de falsa modestia y arrepentimiento realizada por el racionero Luis Rodríguez --gesto contradictorio con las abundantes propiedades que adornaban su patrimonio, favorecedoras de convertirlo en uno de los capitulares más ricos de su siglo, aunque escasamente repartidas, según sus memorias, entre sus parientes y los pobres de solemnidad-, que en un último gesto, profundamente teatral y barroco, pedía se le pusiera sobre la tierra, sin vanidad de un 211 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.458. Fecha: 1-6-1699. 21 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.731. Fol. 352 r. Fecha: 15-8-1781. 22 A.lI.P.L.P. P.N. Legajo: 1.649. Fol. 229 v. Fecha: 29-4-1764. 61 Boletín Millares Cario 2005-2006.24-25: 51-85 Pedro C. Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconómica durante... nicho, ni cama, si sólo un paño de hayeta debaxo del ataúd y que los pies bayan desnudos, por mi mayor humildad y conozimiento de haver nazido desnudo y formado del polvo de la tierra, y que en la misma forma debo holver a elfa23 . 'Émulo del anterior fue el canónigo Pedro de Cabrera al reclamar con vehemencia ser sepultado junto a la puertecilla del Coro, frente a la capilla de San Pedro, escogiendo este lugar por ser el másfrequente paso, en señal de la humildad y respecto que devi tener, pero también por ser uno de los más concurridos por sus compañeros en sus continuas entradas y sal idas, al ser el 1ugar de estancia particular de los prebendados en la Catedra124 . Lugar de entierro de los prebendados del Cabildo Catedral SIGLOS XVI XVII XVIII XIX TEMPLO CATEDRAL Capilla San Gregorio l 2 4 Capilla La Antigua 1 12 29 1 Capilla San Pedro 1 4 Capilla Santa Catalina 2 2 Capilla San Francisco 3 7 Otra Capilla 5 42 29 1 ----_.-._- Trascoro 3 2 _. IGLESIAS ICONVENTOS Santo Domingo 1 2 3 San Agustin 1 Santa Clara 1 San Francisco 3 6 Parroquias 12 12 Otro Recinto Sagrado 2 1 Cementerio Civil 13 Fuente: QUINTANA ANDRÉS. P.: Finis gloria 1I11Il1di... op. cit. Nota: Elaboración propia. 21 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.432.101. 31í3 v. Fecha: IX-IO-lIí97. 24 Á.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.539. Fecha: 15-1-1733. Boletín Millares Cario 2005-2001í, 24-25: 51-85 62 Pedro C Qllill!o"u AlldrJs La A111erle como I'C!./lejo de lo eslruc/uro sociocconámica duran/e... Los capitulares privilegiados con la dotación de capillas por el Cabildo -un reducido sector que accedieron a ellas sobre todo en la segunda mitad del Quinientos- las habían construido con sus rentas, sostenían sus gastos ordinarios y ornamentos, además de tenerlas dotadas con sus bienes, siendo el lugar de inhumación elegido por ellos y sus familias, lo cual les aseguraba ser enterrado con la pompa de mayor relevancia posible. En las capillas no sólo se invertían en ornamentos de todo tipo, gasto de cera y las celebraciones correspondientes al día del patrón, sino que en ellas se efectuaban la mayor parte de los aniversarios y conmemoraciones establecidas por los difuntos a favor de su alma y memoria, convirtiéndose en un lugar de asistencia prioritaria para los fieles deseosos de oír misa en la Catedral o en una de sus capillas casi a cualquier hora del día durante todo el año. Después de la muerte del prebendado su familia seguía disfrutando del patronato, siendo su parentela, algunos de ellos también capitulares, la única capacitada para enterrarse en ellas, quedando el resto de capitulares apartados del disfrute de estas áreas de privilegio de las que, teóricamente, eran sus gestores. El deán Diego Vázquez Botella quería ser enterrado con sus vestiduras nuevas de sacerdote en su capilla de la Catedral, bajo la advocación de San Fernando, anterionnente dedicada a San Gregorio, tomándola bajo su patronato, no sólo por su deseo de perpetuar su memoria sino de unir su familia en la lealtad al monarca, el cual fue el principal mentor del culto a su santo predecesor2s . Del mismo parecer fue el maestrescuela López de Tribaldos cuando manifestaba se le sepultara en su capilla de la Asunción o el canónigo Gregario Trujillo Osorio, deseoso de poder tener para sí y su familia una bajo la advocación de San Juan y San Gregario. Los lazos familiares, las filiaciones y las amistades entre los prebendados influyeron de forma notable sobre las disposiciones para la localización del sepulcro de cada capitular en el recinto de la Catedral o fuera de ésta. El canónigo Manuel Álvarez de Castro pedía se le enterrara en el trascoro, a los pies de la tumba de su tío, de igual nombre y apellido; el racionero Francisco Flores quería depositaran su cuerpo en la sepultura a donde fueran trasladados los huesos de su hermano Hermenegildo, clérigo, lugar donde se le cubriría con su correspondiente losa de cantería en la que se cincelaría su nombre y cargo; el arcediano Pedro de Alarcón rogaba ser inhumado junto a sus padres en la capilla del Sagrario; el canónigo Juan Vivas dispuso se le enterrara al lado de la capilla del maestrescuela Tribaldos y rogaba con vehemencia se le concediera, pues llevaba sirviendo en la Catedral por más de 30 años26 ; el racionero Matías Fonte suplicaba se le diera una fosa en el patio de los Naranjos, por no ser digno mi cuerpo corrupto de estar en donde se halla realmente sacramentado 2' CAI.ORIA LU)I\. S.: liis!orio de lo Co!edral de Co"orias. Las Palmas de Gran Canaria. 1992. A.II.P.L.P. P.N. Legajo: IASg. Fecha: 1-6-1699. 26 i\C.C.D.C. Libro de Testamentos. Fecha: 27-2-ISS9. 63 Boletín Millares CarIo 200S-2006. 24-2S: SI-gS Pedm C. Quintana Andrés La Muerte como re/leío de la estructura socioeconómica durante... Nuestro Señor Jesuchristo yen donde diariamente se celevran los divinos oficios y sacrificios, aunque, si el Cabildo no lo permitía, le señalaran a sus albaceas un lugar en otro espacio de la Catedral, siempre con la condición de que no le celebraran una pompas fúnebres demasiado ostentosas27. A fines del siglo XVIII las disposiciones de la Corona sobre la obligatoriedad de los entierros en campos santos, separados de los lugares de vivienda y preparados sanitariamente para la acogida de cadáveres, influyen en las cláusulas de los prebendados referidas a sus lugares de enterramiento y a las órdenes establecidas sobre las pompas fúnebres a efectuar. A partir de esos momentos se ocuparán sólo de disponer en sus cláusulas el lugar del depósito de sus cuerpos en el cementerio civil más próximo y, si el óbito acontecía en Las Palmas, les condujeran al panteón de los eclesiásticos habilitado en el cementerio de la ciudad2x . Esta última solicitud la hacía el prebendado Domingo García Abreu en 1817, dejando a sus compañeros del Cabildo dispusieran todos los preparativos y ceremonias relativas al acto del funeraJ29. Evidentemente, la decisión sanitaria y política de no permitir las inhumaciones en los recintos sagrados no fue bien acogida por varios miembros del Cabildo Catedral, siendo uno de los más opuestos a la medida el arcediano José de Viera, tal como refleja en su testamento, dictado en 1811. El Arcediano de Fuerteventura en sus últimas voluntades solicitaba se le sepultara en la capilla construida en el nuevo crucero de la Catedral, destinada al culto de San José,junto a las gradas ----de la cual había costeando la tercera parte del valor de la estatua del santo titular--, cubierta la fosa por una losa con el epitafio de Don Josef Viera y Clavijo, Arcediano de Fuerteventura. Ecce nunc in pulvere dormito La nueva legislación sobre entierros le hizo desistir de su idea, ante lo cual se quejaba amargamente de una medida real contraria a la ohservancia de la constante disiplina eclesiástica de quatro siglos, que desde la conquista y población de las Canarias hahía seguido en ellas por ser la misma piadosa disciplina de enterrarse losfleles en los templo,)', que por más de ochocientos años ha prevalesido en la Yglesia Católica. Pero, pues las ideas políticas, haora dominantes, se opondrán a mi voluntad, sólo puedo pedir que se dé sepultura a mi cadáver en el campo santo, donde tuvieren a bien los vivos. Pero si acontesiere mifallecimiento en otro pueblo de esta ysla, pido que se dé sepultura a mi cadáver en la yglesia parroquial de él; y si acaesiere que en la capital y en esta parte holviesen las cosas a su primero ser, se verificará lo que tengo dispuest030. 27 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.893. Fccha: 10-6-IXOO. 2X Bethencourt Massieu, A.:""Secularización y mentalidades: El ccmcnterio dc San Cristóbal dc la Laguna (1807-1816)", en Anuario de Estudio.\' Atlánticos n.o 41, Madrid, 1995, págs. 459-516. Quirós Linares, F.: Eljardín melancólico. Los cementerio.\' e.\pañole.\· en la primera mitad del siglo XIX, Oviedo, 1990. Galantc Gómez, F.: "Los ccmenterios: otra lectura de la ciudad burgucsa", en VII Coloquio de Historia Canario Americano Madrid, 1990, Tomo 11, pp. 601-624 29 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.9X4. Fol. 287 v. Fecha: 3-12-IXI7. 30 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 2.675. Fol. 443 r. Fecha: 30-9-1811. Boletin Mí/lares CarIo 2005-2006,24-25: 51-X5 64 Pedro e Quintana Andrés Lo Muerte eomo rejle;o de lo estructura socioeconómica durante... Las disposiciones para ser enterrados fuera del recinto de la Catedral se dieron en prebendados fallecidos lejos de Las Palmas, en tareas relacionadas muchas veces con oficios o misiones encomendadas por el Cabildo (hacinamientos, delegado en la Corte); entre los fundadores o tenentes de capillas y/o patronatos; o en aquéllos cuyos intereses o simpatías estaban unidos a una determinada orden de regulares. Dentro de este último caso se encontraban los jesuitas, orden acogida con gran regocijo por los prebendados gracias a su meritoria labor en la docencia, en la forja de un espíritu de renovación de la doctrina de la Iglesia y ante la considerable propaganda cristiana desarrollada en las islas desde su arribo a través, por ejemplo, de las misiones de predicación entre los grupos populares31 . La positiva actitud de los jesuita y su sincero trabajo por la fe católica contra los desvío de la doctrina atrajo la atención de varios prebendados al concederle a la orden cuantiosas limosnas, llegando algunos a intentar integrarse en ella --caso del deán Benítez de Lugo, con la oposición del resto del Cabildo-- o disponer su última morada en algunos de los templos construidos por los jesuitas en sus diversos colegios de Canarias. El arcediano Figueredo no dudó en su testamento en querer ser inhumado en la iglesia del colegio de la Compañia fundado en Las Palmas, aunque, si éste no se había construido aún cuando llegara su óbito, se le diera como lugar alternativo una sepultura en la Catedral, junto a la fosa del canónigo Pedro Valentín32. En cambio, el citado Benítez de Lugo insistió en ser enterrado en la iglesia de los jesuitas de Las Palmas, justo debajo de la pila de agua bendita o en cualquier sitio que se le mandara si no podía cumplirse su deseo, aunque si moría fuera de la ciudad su cuerpo fuera conducido a la iglesia del colegio jesuita más cercan033. Algún prebendado como el prior Leandro Curbelo demandó en su testamento, hecho aún con salud, le acompañara en el último momento que espire dos sacerdotes jesuitas, se buscaran si no estaban presentes en la isla y, si no los encontraban con presteza, rogaba lo hicieran por todos los medios para que no me priven del consuelo de su asistencia en el lecho de muerte y en su conducción a la sepultura, dándole a cada uno de los presentes 240 maravedís de limosna34. La filiación, devoción y lazos particulares con otras parroquias o conventos, además de los aspectos de presencia y preeminencia implícitos, impulsaron a varios prebendados a disponer en sus memorias testamentarias de gastos extras para sus entierros en una primera sepultura y, posteriormente, sufragar las cantidades necesarias para el traslado de los restos a otro lugar de prefe- 11 Escribano Garrido. .J.. Los jesuitas v Conarias (156ó-17ó7). Granada. 19R7. llemández Gonzálcz. M.: Lo Ilustración. La Laguna. 19R9. Viera y Clavijo. 1. de: Of!. cit. Quintana Andrés. P.: A Dios rogando l' con el miCO dando. Fe. poder yjerarCfuía en la Iglesia conoria. El Cahildo Catedral de Conarias entre 1483-1871! Madrid. 2004. 12 A.\I.P.L.P. P.N. Legajo: 1.433. Eo!. 249 r. Fecha: R-6-1698. 13 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.538. Fecha: 12-3-1732. 34 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.565. Fecha: 1-9-1728. 65 Boletín Mí/lares CarIo 2005-2006. 24-25: 51-85 Pedro C Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconómica durante... rencia al cabo del año del óbito. Uno de los prebendados que usó esta fórmula fue el tesorero Pedro de Vera, disponiendo se depositara su cuerpo, previa licencia del patrono, en la capilla de San Francisco de Paula de la Catedral, para con posterioridad, transcurrido el año de fallecimiento, se cumpliera su voluntad de trasladar sus restos. Estos últimos se conducirían en una caja cuyas medidas serían de una vara de cumplido, forrándola los encargados de tafetán con sus franjas de galones, donde, explicitaba, se entren en ella mis huesos y se transporten a la ciudad de La Laguna, depositándose en un sepulcro de su propiedad en la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios35. El canónigo Antonio de la Cruz Caraveo pedía se condujera su cuerpo a cualquier convento de la orden de los dominicos, siempre que tuviera una capilla de la Virgen del Rosario, inhumándolo a los pies del altar de la citada advocación. Si no existía en el convento de la localidad del óbito dicha imagen se le sepultara donde la hubiera, indistintamente fuera el recinto una parroquia o una ermita36 . Finalmente, muchos prebendados fueron enterrados siguiendo ciertas innovaciones introducidas durante determinados períodos, caso de los escapularios, registrándose estas modas pasajeras fundamentalmente a comienzos del siglo XVIII. En el caso de los citados escapularios el canónigo González Boza exigía a sus albaceas se acompañara su cuerpo con el escapulario de San Pedro, mientras el canónigo Femández Oñate rogaba, como hicieron varios compañeros en esa época, se le amortajara con su traje sacerdotal, una casulla nueva con su forro y los correspondientes pasamanos de oro. El vestido sacerdotal fue el sudario habitual de los capitulares pero en ciertos períodos, sobre todo a fines del siglo XVII se introdujo la costumbre, arribada desde la Península, de enterrarse con algún hábito de las órdenes regulares, hasta un máximo de tres, bajo el habitual de sacerdote, como muestra de humildad y de acercamiento a Dios. La posibilidad de tal mortaja se le reconoció al deán Manuel Massieu cuando fue inhumado con los hábitos de las tres órdenes de regulares presentes en Las Palmas (franciscanos, dominicos y agustinos), situados bajo su traje de sacerdote; o el canónigo Juan Méndez de Guevara, el cual pedía como sudario debajo de sus lujosas ropas de sacerdote los hábitos de las órdenes de Santo Domingo y San Francisco. En racionero Luis Rodríguez dejaba un hábito de sacerdote prevenido para su sepelio pero devajo de él se me ponga el de mi seráphico padre San Francisco, de quien he sido y soi debato para que meresca ganar sus gracias e yndulgenzias37 . En el convento de San Bemardino de Sena de Las Palmas, orden de Santa Clara38, quería ser enterrado el racionero Luis Rodríguez, pese a conocer 35 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.664. 12-11-1753. 36 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.718. Fccha: 1768. ]7 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.432. Fecha: 18-10-1697. 3N Pércz Ilerrero, E.: "Notas para la historia del convento de San Bemardino de Sena, orden de Santa Clara, de Las Palmas, 1664-1671", en!ll CH.CA. Las Palmas de Gran Canaria, 1980, Tomo 1, p.p. 409-452. Boletín Mil/ares Carla 2005-2006, 24-25: 51-85 66 Pedro e Quin/ano Andres La Muerte como reflejo de la estructura ,\'ocioeconámica durante... que los miembros del Cabildo no lo custodiarían hasta su última morada por cuestiones de preeminencia. Ante tal circunstancia, pedía ser acompañado por el curato del Sagrario, los capellanes reales y de Coro, además de los mozos de la Catedral, completándose la comitiva con las tres comunidades de religiosos presentes en la ciudad. La razón para desechar su sepultura en la Catedral era haberle concedido el citado convento una patente, otorgada el 31 de enero de 1682, con la cual podría construir en la iglesia conventual un altar y un nicho de cantería de tres cuerpos del que sería patrono con derecho a disfrutar de una sepultura. A él se sumó el racionero Agustín García cuando manifestó, en plena controversia entre prebendados y agustinos por cuestión de preeminencias en las asistencias a las iglesias conventuales, se le concediera su última morada en el convento de San Agustín de Las Palmas. Si no le daban una fosa en la capilla del Cristo de la Vera Cruz, cita en dicho monasterio, se le otorgara una bajo la losa de su bisabuelo, don Antonio Acosta Narváez, delante de la citada capilla y, si estaba ocupada, en la de su abuelo don Fernando Vélez, emplazada en el coro de la iglesia agustina39. Ceremonias más complejas por los traslados, permisos o confrontaciones entre las partes implicadas fueron solicitadas por otros prebendados como el arcediano Lorenzo Diaz de Barrios, al querer que tras su muerte se le amortajara con el hábito de franciscano y el de sacerdote, trasladándose el cadáver a la iglesia del hospital de San Martín, donde se mantendría con el gasto de luces correspondientes a su categoría y con el propósito de la custodia de dos hombres junto a su ataúd. Posteriormente, tras hacérsele las encomendaciones de rigor por el Cabildo Catedral y las tres comunidades de religiosos, se le debía conducir a la Catedral para enterrarlo en la sepultura elegida por el fallecid04o. De parecidas intenciones fueron los racioneros Juan de Betancurt, Domingo Suárez de Alvarado y Domingo Melián al manifestar todos ellos su deseo de ser conducidos e inhumados en la iglesia del Hospital de San Mal1ín, refugio de pobres e impedidos, quizá en una muestra de sincera piedad póstuma. En las gradas de dicho sagrado recinto se dio sepultura al canónigo Francisco de los Cobos, pidiendo éste se le pusiera una lápida con su nombre y categoría --menos propicio que los anteriores a diluir su memoria entre sus iguales ante la Justicia Celestial-, dando por todo una limosna de 26.400 maravedís, destinados a la adquisición de ropa de cama para los enfermos y la limpieza del hospital41 . A la manifestación y ostentación de las sepulturas, se unió el uso de otros elementos de primer orden de significación y simbolización del poder en la época estudiada, caso de las lápidas o las laudes. En éstas no sólo se reflejaría \,) A.H.P.LP. P.N. Legajo: 2.305. Fecha: 20-7-1807. 40 i\.II.P.LP. P.N. Legajo: 1.726. Fecha: 19-9-1776. 41 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 996. Fecha: 17-3-1620. 67 Boletín Millares Cario 2005-2006, 24-25: 51-85 Pedro e Quintana Andrés La A1uerte como relleio de la estructura socioeconómica durante... el nombre del difunto o la fecha de su óbito sino también, como postrera vanidad, todos los adornos intelectuales y categorías desempeñadas dentro del Cabildo o en otras instituciones42 . Las laudes se muestran como elementos de un valor especial para el estudio social de un sector de poder y lograr comprender la notable influencia propagandística y carga ideológica generada entre la población en un período donde la fuerza del poder visualizado era esencial. Las lápidas situadas sobre las tumbas de los fallecidos -en algunos casos acogiendo a varios de su parentela, incluidos algunos miembros del propio Cabildo- se convirtieron en el definitivo símbolo del poder terrenal de una fracción de esta élite clerical, pero también donde una parte de los prebendados hacían naufragar sus deseos de falsa modestia y acrecentar su vanidad póstumamente. El ansia de magnificencia y reconocimiento de sus personas y méritos en estas lápidas quedó de manifiesto en testamentos como el dictado por el canónigo y chantre Juan González al solicitar se le pusiera sobre su fosa una losa traída de Flandes, pidiendo a los curas del Sagrario celebraran sobre ella un responso por su alma43 . El deán Zoilo Ramírez de la Nuez pedía ser enterrado en su capilla de Nuestra Señora de la Antigua, en el canto del Altar Mayor, colocándose sobre su fosa una lápída de mánnol blanco con un letrero donde se plasmara por extenso como file rac,Jonero desta Santa Yglesia, y como despuésfúe canónigo y maestrescuela y chantre y deán y el tiempo que la serví. y el día de mifinamyento, disponiendo que, cuando la Catedral terminara el período de obras y finalizara la adecuación de la capilla de su patronato, mis giiesos sean pasados a ella y puestos con la dicha losa de mármol44 . Más modesta fue la pretensión del canónigo Oñate al mandar comprar su losa de cantería en El Lugarejo (Las Palmas), rogando gravaran en ella el lugar donde nació, su cargo y el día de fallecimiento, además de puntualizar que mi sepultura no se abra xamás para persona alguna45 . Del mismo parecer fue el poderoso canónigo Juan González Boza, al disponer se trasladara su cadáver al convento de San Pedro Mártir de Las Palmas para, tras inhumarlo, se sellara su fosa con una lápida, ya adquirida y depositada en su casa en el momento del dictado de sus últimas voluntades. En la laude se cincelaría su nombre, el lugar de nacimiento, su cargo y, al pie en verso, Inte Domine esperavi non confundas, In eternum yn yustisia sua livera me46 . El poder del prebendado no sólo se manifestó en el uso de la laude y en los méritos inscritos en ella, pues éste se reflejó en la calidad de los soportes utilizados, los desembolsos efec- 42 Las mismas condieioncs se recogen para otros prcbendados en los cabildos peninsulares. VVA.A.: La organización del Cabildo Catedralicio leonés ~1 comienzos de! siglo XV (14 I 9- 1426), León, 1989. López Arévalo. J.: Un cabildo catedral de la vicia Castilla: Avila. Sil estructurajuridica. Siglos XII-XIX, Madrid. 1966. 43 A.eeO.e Libro de Testamcntos. Fecha: 26-5-1519. 44 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.465. Fols. 129 v.-l30 r. Fecha: 2-4- 1558. 45 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.303. Fecha: 16-11-656. 46 A.eeO.e. Libro de Testamentos. Fecha: 8-3-1693. Boletín Millares Cario 2005-2006.24-25: 51-85 68 Pedro C. Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconómica durante... tuados en el transporte, a veces desde zonas alejadas del Archipiélago, y la perfección artísticas del cincelado. En el Quinientos los prebendados con testamentos dictados donde se solicitara la cubrición de sus fosas de inhumación con laudes estaba presente sólo en el 17,3% de las cláusulas de obligado cumplimiento; en el siglo XVII el porcentaje alcanzaba al 19,7%, siendo ésta la fase de mayor esplendor en la explicitación de esta manda, en consonancia con el peso ideológico del espíritu contrarrefonnista, con el volumen de rentas ingresadas por los capitulares, la concentración económica y la acumulación de cargos (capitulares, subdelegados del Tribunal de la Santa Cruzada, miembros del Santo Oficio), en muchos casos detentados sólo por un corto número de miembros de la institución. En el Setecientos las cláusulas de disposición de laudes experimentaron un considerable estancamiento, se recoge en el 16,4% de los testamentos, y en la siguiente centuria se llega a un escaso 4,5%, a causa de la laicización de la sociedad, las nuevas corrientes reformistas de la doctrina eclesiástica y la obligación de conducir los cadáveres a los cementerios públicos47 . El resto de los testadores y abintestatos fueron, salvo si sus familiares o amigos manifestaban otro deseo, enterrados en las sepulturas comunes de la Catedral o en los templos más cercanos al lugar de óbito, destinándose para ellos las sepulturas de privilegio dentro del recinto sagrado, tal como sucedía en la Catedral, manteniendo la estructuración del espacio funerario el orden jerárquico existente en el Cabildo. El general, cl resto de los capitulares se limitaban a solicitar al Cabildo una sepultura en el recinto catedralicio, allí donde le pareciera a sus compañeros más adecuada a la categoría del difunto. En varios casos, el prebendado ya tenía establecida su laude y sólo faltaba se le señalara a sus albaceas la fosa adecuada o la vacía más apropiada a los méritos del finado. Esto no evitó la elevación por algunos clérigos de ciertas solicitudes particulares y peculiares al Cabildo, siendo ilustrativas las del canónigo Tovar al pedir situar sobre su sepultura una laude con su nombre y las armas de su apellid048 ; el canónigo Juan de Vivas, cuando solicitaba una sepultura donde se le dejara poner una losa con la inscripción Jacet hic doctor complutensis theologus Bibas hujus ec!esiasticos natura/is. etc.49 ; o el arcediano Lorenzo Pereira, criticado y tachado de descendientes de conversos por parte de varios capitulares opuestos a los presuntos grupos socioeconómicos del cual parecía ser éste representante dentro de la Institución, rogaba sólo la celebración de los sufragios de rigor por sus compañeros, sin encomiendas explícitas por su alma, y no se le pusiera una lápida laudatoria, porque los ladri//os ocultan sujetos que pueden 47 Varias aportaciones se realizan en la obra colectiva VVA. A.: La religiosidadpopular, Barcelona. 1989. 4X A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.564. Fol. 215 r. Fecha: 31-12-1726. 4Y A.Ce.D.e. Libro de Testamentos. Fols. sin foliar Fecha: 27-2-1559. 69 Boletín Millares Cario 2005-2006, 24-25: 51-85 Pedro C. Quintana Andrés La Muer/e como reflejo de la estructura socioeconámica durante... tener nombre y lo meresían, yo ni lo meresco ni lo pretendo, pero si con el tiempo alguno la quisiere poner a de ser con este único epitafio y no de otro modo: desendió a la corrupción el cadáver del doctor don Lorenzo Pereira de Ocampo arsediano que fue de Canaria, descanse en pax50 . La evolución experimentada en los testamentos y disposiciones sobre entierros y laudes sigue, a grandes rasgos, los cambios operados en la formación social, ideología y mentalidad de cada momento, aunque dicho análisis se debe complementar con un estudio paralelo de las imposiciones de memorias realizadas por los prebendados. Éstas se muestran como uno de los mejores baremos de evaluación de los procesos de transformación mental implícitos dentro de la ideología emanada del período contrarreformista, espíritu tan caro a los prebendados. El establecimiento de misas, sufragios y aniversarios por el alma del difunto se convirtió en ciertas fases en un proceso de sistematización, de competencia cuantitativa entre las fortunas personales de los prebendados, de mera retórica social, de pompa hueca de todo sentir cristiano y una de las vías de empobrecimiento de las fortunas legadas por algunos de los eclesiásticos a sus beneficiarios. El volumen de las memorias solicitadas varió de forma notable a lo largo de las centurias estudiadas, con considerables incrementos en su número en la etapa más cercanas a los períodos unidos al espíritu de la contrarreforma, las ideas escolástica, con las fases de predominio dc los sectores eclesiásticos procedentes de las elites económicas, cuando el sector religioso tenía un considerable peso sociopolítico y ascendencia ideológica sobre el resto de la población. En cambio, se registra una progresiva reducción de los sufragios en función de la penetración y desarrollo de las ideas ilustradas, de los procesos sociopolíticos generados en Europa a fines del Setecientos y a causa de la drástica caída de las rentas de los prebendados durante los primeros balbuceos de la fase decimonónica. Si en el XVI el 23% de los capitulares establecían menos de 100 misas por su alma y sólo el 15,3% más de 500, en el Seiscientos hay una clara transformación en las tendencias, pues el 23,9% querían la celebración de menos de 100 misas entre el momento de su entierro y el día de aniversario. Los máximos registros de imposición de sufragios comenzaron a predominar desde las primeras décadas de la centuria; el 18,7% establecieron entre 500 y 1.000 celebraciones; y por encima de esta cantidad se situaba el 14,5%, llegando alguno de ellos a establecer hasta la exorbitante cifra de 4.000. En el siglo XVIII la situación experimenta un brusco cambio, ya que los prebendados con disposiciones donde establecían las celebraciones de menos de 100 misas representan sólo el 7,6%; los que solicitan entre 100 Y 500 suponen el 32,6%; Ydesde esta última cantidad a las 1.000 el 11,5%. Por encima del millar supone sólo el 4,8%, alcanzando extraordinariamente las 2.000 misas y aniversarios, máximo volumen impuesto por un prebendado en 'o A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.677. Fo!. sf. Fccha: 30-9-1767. Boletín Millares Cario 2005-2006, 24-25: 51-85 70 Pedro C. QlIinlUlw Andrés La ¡\1lferte como "(~flci() de la estructura .\'ocio('('onámic(I durante... esa fase. En las primeras décadas de Setecientos las tendencias registradas en los testamentos eran similares a las especificadas en la centuria anterior, para, desde el segundo tercio del siglo, comenzar a reducirse el volumen de sufragios en directa proporción a la disminución de las rentas percibidas, situación achacable a diversos factores, y la lenta introducción del pensamiento católico ilustrado entre los clérigos del Capítulo canario. En el siglo XIX la costumbre de imponer numerosos sufragios decae, limitándose, en la mayoría de los casos, a las dispuestas por las normativas del Cabildo más las que desearan celebrar amigos, albaceas o herederos. El establecimiento de abundantes misas queda limitado a los prebendados con una mentalidad arraigada aún a las tradiciones dictadas en anteriores períodos de esplendor, sufragando la mayoría menos de dos centenares de misas por el bien de su alma. Ejemplo de número de misas impuestas por algunos prebendados Fuente: QUINTANA ANDRl:S, 1'.: Finis g/oria mundi .. of7. cit. XVI XVII XVIII XIX 109 600 590 650 36 500 1.500 4.000 150 38 400 24 -100 200 150 400 550 +1.000 PREBENDADOS SIGLOS Pedro de Alarcón Domingo Albiturría Manuel Álvarez de Castro Manuel Álvarez de Godoy Miguel Álvarez de Miranda Tomás de Arroyo Bartolomé Benitez de Lugo Miguel Calderín y Casares Juan de Cervantes Juan Codina Domingo de Espinosa Agustín de Figueredo Agustín García Vélez Pedro Giraud Francisco Henríquez Luis Manrique de Lara Gregorio Trujillo Diego Vázquez Botello Juan Vivas 35 I Nota: Elaboración propia. 71 Bo/etin Mi//ares CarIo 2005-2006. 24-25: 51-R5 Pedro C. Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconámica durante... El siglo XIX se muestra como una etapa de descarnamiento del interés por el boato, la parafernalia vacua, la vanidad por la figuración o el deseo de conseguir una bocanada de posteridad terrenal, ahora la mayoría de los prebendados quieren vivir una fe más próxima a la realidad de la doctrina cristiana, incluso para varios de ellos, aunque en la intimidad, más cercanas al jansenismo que a los parámetros ambiguos del modelo ilustrado emanado desde la cúspide del poder, en general, articulado alrededor de los planes de la Corona en una etapa donde ya el propio modelo de la monarquía estaba cuestionada. La disminución en el volumen de memorias dispuestas por los prebendados está en consonancia, tal como se mencionó con anterioridad, con la propia evolución de la doctrina católica; la irrupción de las nuevas teorías filosóficas; el recogimiento interior de la fe -ejercicio del verdadero cristiano-; las propias disposiciones-normativas de los papas y los obispos para disminuir el volumen de misas celebradas; el angustioso dilema que tenían los prebendados en cumplir todas las mandas pías impuestas en la Catedral, incluidas las no celebradas por falta de tiempo desde hacía años, o desarrollar sus oficios con normalidad; y el propio deterioro de las condiciones económicas de gran parte de los capitulares, al verse seriamente afectadas sus rentas en la prolongada crisis del Antiguo Régimen a causa de los procesos inflacionarios, la intervención de la Corona en las rentas eclesiásticas o verse perjudicados por los crecientes procesos de ocultación de rentas generadas entre un campesinado cada vez más empobrecido, todo lo cual no les pennitió desviar importantes partidas de caudales a este y otros menesteres. Los prebendados mediante sus mandas distribuían las misas y celebraciones de aniversarios desde el mismo momento de su sepelio hasta el primer aniversario de su fallecimiento, además de las celebraciones impuestas a través de capellanías perpetuas. A los sufragios obligados, tres, dictados por los estatutos de la Catedral que debían hacer los prebendados en favor de los capitulares difuntos, se añadían toda una serie de misas dispuestas por el testador donde se implicaba a sus compañeros, los frailes de los conventos existentes en Las Palmas o en las localidades donde falleciera el capitular y a los sacerdotes presentes en cada uno de los núcleos de población. En Las Palmas las misas se distribuían entre los tres conventos de regulares existentes dominicos, franciscanos y agustinos, los últimos a partir de 1664-, casi siempre repartidas por igual como medio de evitar conflictos entre las comunidades. Al unísono, se establecía un cupo de misas parecido a las entregadas a las regulares para su celebración por los curas del Sagrario, los sacerdotes presentes en el lugar o algún/os capellán/es establecido/s por el testador o sus albaceas. A la muerte comenzaba un novenario por el alma del difunto, mientras a su término se celebraban tantas misas como se pudieran realizar ese día, acto que se repetía en la conmemoración del aniversario. Además, podían sufragarse misas de aniversario a celebrar en otros conventos fuera de la ciu- Boletín Millares Carla 2005-2006, 24-25: 51-85 72 Pedm C. QlIil/lal/a Andr,'s La Muerte como rejlejo de !o estructura socioeconómica durante... dad, en las diversas capillas de la Catedral o cualquier otro templo. En el siglo XVI fueron habituales las disposiciones para abonar los sufragios llamados de San Amador -pese a las reiteradas advertencias de los prelados y sínodos de la diócesis para erradicarlos-, las misas de Nuestra Señora de La Luz, los treintenarios y los responsos, todos sobre las sepulturas, mientras, desde las últimas décadas del siglo XVII hasta mitad de la siguiente centuria estas advocaciones quedaron en un lugar secundario con la potenciación del culto a San Francisco, San Antonio o San Fernando, además de numerosas advocaciones particulares. A éstas se unían las misas establecidas de forma común dedicadas a San Vicente Ferrer, también llamadas de San Gregorio. A mediados del Quinientos, el deán Juan de Villalta manifestaba en su testamento, realizado antes de pasar definitivamente a la Península y con el temor de morir en el tránsito, se le hicieran tres misas de Nuestra Señora de La Luz y tres treintenariossl . Algunos prebendados no sólo pidieron la celebración de misas en su memoria, sino que exigieron se tomara anotación puntual de ellas, tal como hizo el prior Domingo Alfaro de Franquis al demandar la anotación en libros adecuados de todas las realizadas por su alma, depositándolos respectivamente en las sacristías de la Catedral, de la iglesia del Sagrario, en las de los tres conventos de la ciudad y en la parroquia de Santa Cruz de La Palma, de donde era originario. En los libros se fijaría un pliego de papel en donde todos los sacerdotes, así seculares como regulares, que quisieren aplicar por mi alma las misas que celebrasen en los tres días siguientes al de ./allesimiento las asienten y./irmenS2 . Misas establecidas por los prebendados por su alma - -100 +100 +300 +500 +700 +900 +1.000 +1.500 +2.000 XVI 3 ~ 2 XVII 23 12 ~ 12 1 9 3 6 XVIII ~ 16 11 IS 3 S 1 2 f------- XIX 1 2 Fuente: QUINTANA ANnrü's, P.: Fil1is gloria 1I111I1di... op. cit. Nota: Elaboración propia. 51 i\.H.P.L.P. P.N. Legajo: ~78. Fecha: 21-1-IS~1. 52 i\.II.I'.L.I'. P.N. Legajo: 1.~91. Fecha: 24-9-179~. 73 Boletín Millares Cario 200S-2006. 24-2S: SI-~S Pedro C. Quil7!0l10 Andrés La Muerte como reflejo de la estructura .',;ocioccol1ómica durante... El deán Zoilo Ramírez fue uno de los que precisó con mayor minuciosidad sus exequias, como correspondía a la posición que ocupaba en el Cabildo y en su idea de cómo se debía expresar la pompa fúnebre de un miembro destacado del poder en el seno de una población afectada por la fractura ideológica de la Refonna, las recesiones económica en la cual había entrado el Archipiélago en esa fase histórica y los reiterados episodios de sobremortalidad coyuntural registrados en esa etapa. El deán disponía se ofreciera una vigilia y una misa cantada el día de su fallecimiento con ofrenda de pan y vino, rezando el sacerdote en la vigilia, al final de cada lección, una letanía cantada a la Virgen. En la misa mayor el sacerdote, tras la bendición del cáliz, se encargaría de cantar la antífona Ostias et preces y el día de su entierro quería en la eucaristía se cantara con devoción la antífona De mentissime domine. A ellas se sumaban los sufragios de réquiem a celebrar por frailes y sacerdotes, obligando a sus albaceas a pagarle la pitanza, más 68 maravedís y dos candelas de cera amarilla de media libra cada una. A los nueve días el Cabildo cuidaría de realizar una misa cantada con su responso y nueve misas, tres de ellas a Nuestra Señora de La Luz, y cinco treintenarios a diversos santos por la salvación de su alma. En la misa mayor de todos los domingos, hasta cumplir la fecha de su aniversario, se repartiría pan y vino y 34 maravedís a cada pobre asistente a la función s3 . La mayoría de las disposiciones registradas en el testamento de Zoilo Ramírez se reproducirán en parte o su totalidad, en función del volumen de propiedades y cuantía de ingresos de cada capitular, en el resto de los testamentos dictados por los capitulares en las siguientes décadas, volviéndose éstas disposiciones más parcas a partir del segundo tercio del siglo XVIII. Otro de los prebendados con mayor esplendidez en la dotación de misas fue el maestrescuela Pedro de Mesa Espínola cuando dio la limosna necesaria para la celebración de doce sufragios por los curas del Sagrario y otros tantos en cada uno de los conventos masculinos de Las Palmas, a 96 maravedís cada uno. Además, quería repartir otras 500, entregando 40 a cada comunidad de regulares; 20 al licenciado Juan Pérez; 30 a los curas del Sagrario; y el resto a los capellanes de la Catedral, a lo que añadía los tres aniversarios del Cabildo a 2.400 maravedís cada uno. Todo ello se complementaba con 48.000 maravedís cedidos a censo para que los curas del Sagrario celebraran tantas misas anuales como sustanciaran sus réditos, tasada cada una en 144 maravedís por el finados4. La misma intención tuvo el deán Benítez de Lugo, hijo del marqués de Celada, uno de los pocos nobles que optaron por una carrera eclesiástica dentro del Cabildo canario, cuando dejó situada un total de 1.500 misas " A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.46S. Feeha: 2-4-1 SSX. De sus bienes se sacarían 26.000 maravedis para destinarlos a la comida de los que asistieran a las misas del novenario. la realizada al término del novenario y en el aniversario. 04 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.429. Fecha: 10-S-1694. Boletín Millares Cario 200S-2006. 24-2S: SI-XS 74 La Muerte como reflejo de la estructura socioeconómica durante... por su alma: 200 de ellas a la colecturía de la parroquia de La Orotava, de donde era natural; 100 a cada uno de los tres conventos de la citada Villa; 200 a los curas de la iglesia del Sagrario; 300 a repartir entre los tres conventos de regulares dc Las Palmas; 100 para celebrarlas don Bartolomé de Torres; y 400 a arbitrio de sus albaceas55 . A las cantidades establccidas por misa se añadieron otras ofrendas generales o limosnas particulares a cada uno de los participantes en la ceremonia, tal como hizo en 1633 el magistral Afonso al rogar se le celebraran las misas de rigor por los sacerdotes y órdenes religiosas, dándole a cada uno de los capitulares partícipes una vela de una libra de peso, costumbre introducida entre los prebendados en el siglo XVII, y a los 12 pobres acompañantes de su ataúd 48 maravedís de limosna a cada un056. En 1519, el chantre González mandaba se hiciera un sufragio el día de su fallecimiento, un novenario con su correspondiente misa al final del mismo y un aniversario al cumplirse el año de su óbito. A ello añadía una misa todos los lunes del año con su responso sobre su sepultura y la entrega de pan, vino y velas durante los domingos y fiestas del año en el momento de la misa mayor, celebraciones y dádivas limitadas sólo hasta cumplir el año de su muerte57. También el racionero Luis Rodríguez dejaba establecida una notable cantidad dc sufragios, además de los tres oficios solemnes de rigor a realizar por sus compañeros, entregando como ofrenda en cada uno de ellos a las comunidades encargadas de talcs celebraciones dos barriles de vino, dos fanegas de trigo y la cera suficiente para los oficios5x . El tesorero Leonardo Guerra pedía se le enterrara en la iglesia del hospital fundado con sus bienes en Icod de los Vinos, como se hizo, y, si no se podía, en la iglesia parroquia desde donde se trasladarían sus huesos al mencionado centro de asistencia tras el correspondiente año de corrupción. El día de sus honras daba de ofrenda cuatro fanegas de trigo y otros tantos barriles de vino a los celebrantes59. Los sacerdotes presentes en las localidades en las que fallecían los prebendados y las comunidades religiosas cercanas al lugar acompañaron regularmente los féretros de los capitulares y fueron los principales celebrantes en las pompas fúnebres aunque, circunstancialmente, también intervinieron en las ccremonias las cofradías donde estaban integrados los capitulares como hermanos o sentían especial querencia hacia ella/s, siendo tales acompañamientos un mandato de notable relevancia en los testamentos registrados en la segunda mitad del Seiscientos. Así, el canónigo Lucas Andrés Femández pedía le asistiera, además de las habituales instituciones de regulares, las cofradías " A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.53X. 12-3-1732. '6 A.II.P.L.P. P.N. Legajo: 1.09X. Fecha: 2X-4-1633. '7 A.C.C.D.C. Libro de Testamentos. Fecha: 26-5-1519. 's A.HP.L.P. PN. Legajo: 1.432. Fecha: IX-10-1697. '9 Archivo Ilistórieo Provincial dc Santa Cruz de Tcnerifc. P. N. Legajo: 2.553. Fecha: 4-2-1710. 75 Boletín Míl/ares CarIo 2005-2006, 24-25: 51-X5 Pedm C. Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconámica durante... del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, la de Jesús Nazareno, la del Santo Cristo y la Nuestra Señora de la Soledad de Las Palmas6o. El deán Diego Vázquez Botella pedía en su testamento se diera a todos los capellanes de coro y clérigas que quisieran acompañar su cuerpo vestidos con sus mejores galas el día de su entierro y en el novenario un total de 120 maravedís con tal ayan de ais'tir a todos los dos officios y dezirme un responso por mi alma y si estuvieren diziendo missa al tiempo de dichos officios ganen los dichos dos reales de plata con tal que acabada la missa entren en el charo a los restante de los oflicios y con que ayan asistido a la processión de el entierr061 . No todos los prebendados podían fundar o establecer un elevado número de sufragios por su alma y las de sus parientes pues, como se ha apuntado, la capacidad económica de un considerable número de clérigos se encontraba muy limitada al no disfrutar de sustanciosos patrimonios legados por sus familiares, no acumular las rentas devengadas por el desempeño de diversas funciones, tener prohibido por sus cargos dentro del Capítulo entrar en los hacinamiento y oficios del Cabildo o, simplemente, coincidir su etapa en la institución con momentos de recesión o con la notable intervención impositiva de la Corona, tal como sucede a fines del Setecientos. El arcediano de Fuerteventura Agustín de Figueredo sólo pudo disponer de seis misas, celebradas el día de su entierro por los curas del Sagrario, más otras dieciocho distribuidas entre los conventos de Las Palmas, por hallarme con tan pocos medios no puedo dexar más missas, y assí suplico a los señores deán y Cavildo se sirvan dezir por mi alma las missas que acostumbran por sus compañeros con la brevedad posible y lo mismo encargo y ruego a los demás mis amigos sacerdotes me digan las que pudieren62 . La misma situación de penuria económica padecía el racionero Bartolomé Espino Péloz, rogando al Cabildo le hiciera las misas de devoción, atento estar tan pobre como ellos lo saven, hecho conocido a través de su hermano, fray Pedro Espin063 . A ellos se sumó el canónigo Bartolomé López de Linzaga, no dudando en pedir de favor a sus compañeros le celebraran algunas misas com;:iderando el poco caudal y hacienda que tengo y lo mucho que devo a causa de hipotecársele todos sus bienes, ante sus reiterados atrasos en el pago de las rentas gestionadas en su hacinamiento de Tenerife, cuyo epílogo fue el embargo de todos sus bienes por la Contaduría del Cabildo. Abogaba por la piedad de sus compañeros, confiado en la mucha christiandad y cathólico zelo perdonarán todos mis defectos, ruegos poco efectivos en el seno de una institución donde, como bien sabía Linzaga pues había participado de forma activa en anterio- 6() 1\.II.P.L.P. P. N. Legajo: 1.190. Fecha: \3-3-1653. 61 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.458. Fecha: 1-6-1699. 62 1\.\ I.P.L.P. P.N. Legajo: \.433. Fol. 249 v. Fecha: 8-6-\698. 61 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.\71. Fol. 228 v. Fecha: 2-5-1647. Boletín Millares CarIo 2005-2006.24-25: 5\-85 76 Pedro ('. Quintana Andr';s La A4uerte como reflejo de la estructura s()cio(!co!l()l11ica durantc .. res incautaciones contra otros compañcros, primaba más el fiel dc la balanza que el pcso de un alma libcrada de cargas64. La tcatralidad dc los entierros, la magnitud social pretendida en cada acto, la búsqueda a través de ellos de la redención de los pecados terrenales, el deseo de convertir cada sepelio en una manifcstación de carácter plural, la tasación del valor social y la categoría alcanzada por el prebendado a través de la ostentación de su riqueza -ya por propio deseo, ya por imposición del Cabildo-, llevó a que los prebendados tuvieran especial cuidado en dejar establecido y trazado no sólo las celebraciones de las exequias, tal como se ha comprobado, sino los propios actos de traslados y depósito en la última morada, a los que veían como sus postreras manifestaciones terrenales y el inicio de una nueva vida. Por ello, los sepelios eran contradictorios, pues a los derroches monetarios en misas, lápidas, cera, etc., se unía la falsa modestia de aquéllos que, tras pedir ser enterrados y considerados como inmerecedores de la gloria divina, pecadores o míseros por su vanidad, deseaban ser acompañados por el mayor número de comunidades religiosas, cofradías o pobres de solemnidad, cada vez más abundantes como ratificadores, contrariamente a los que se buscaba, de la riqueza y statu social del difunto. En 1764, el racionero Tomás de Arroyo mandaba acudicran a su entierro un número indeterminado de pobres, entre los que se repartieran un total de 2.400 maravedís. En otros momentos, los prebendados hacían legados de capitales a míseros vergonzantes conocidos, tal como hizo en 1692 el arcediano Domingo Albiturría cuando envió a Teresa Alonso, Beatriz Rodríguez, Asencia de la Cruz y la hija de ésta un manto de anascote y una saya de bayeta o, en su defecto, 4.800 maravedís, con el ruego de que se le rezara un Padre nuestro y un Ave María cada día65 . El maestrescuela Pérez de Medina quería ser acompañado por una procesión conformada por doce pobres con cirios cn las manos, dándole a cada uno 48 maravedís, y la Capilla de Música de la Catedral, con la gratificación de 3.168 maravedís, la cual debía acudir también, como los primeros, en su aniversario por una renta total de 2.112, reflejándose idénticas demandas en el testamento del maestrescuela Juan Bautista Suri066 . El citado deán Vázquez Botello abonaría de sus ingresos el día de su entierro, si podía ser, o después de los nueve día del óbito, la indumentaria de luto de seis pobres dándoles vestidos de rajeta de la tierra y sus medias y zapatos con capas y sombreros, y asimismo a seis pobres mugeres vergonzantes seis mantos, a cada una el suyo, de anascote67 . (,-1 I\.H.p.L.p. p.N. Legajo: 1 195. Fol. 363 v. Fecha: 20-12-1662. Linzaga estaba obligado. por diversas capellanias. a celebrar 2.21 Xmisas -·sumadas las acumuladas-. no realizadas hasta ese momento aunque había gastado ya el dinero. (,i 1\.ll.p.L.p. p.N. Legajo: 1.427. Fecha: 26-9-1692. (,(, I\ll.p.L.P. P.N. Legajos: I.IR4 y 1.147. Fechas: 24-1-1649 y 23-12-1656. 1\.II.P.L.p. p.N. Legajos: 1.45X. Fecha: 1-6-1699. 77 Boletín Millares CarIo 2005-2006.24-25: 51-X5 Pedro C. Quintana Andrés La Muerte como reflejo de la estructura socioeconámica durante... Algunos menesterosos eran personas conocidas y varios ayudados de forma habitual por los propios prebendados, por lo que también en sus legados se acordaron especialmente de ellos. El arcediano Padrón declaraba que Eufrasia y Catalina de Armas, a las que e debido muy buena boluntad desde que bine asta ysla, las tenía socorridas en su pobreza hacia ya cuatro años con 192 maravedís cada mes, no haciéndolo desde hacia un año por lo que les dejaba por una vez 2.400 maravedís sin poderles dar más68 . El racionero Calderín se acordaba de seis mujeres pobres legándoles a cada una de ellas una saya de bayeta y un manto de anascote. El mismo deseo se manifiesta en la voluntad del deán Vázquez Botello, el cual pedía se le legaran a seis pobres unos vestidos de bayeta de la tierra, las medias necesarias, un par de zapatos, las capas y los sombreros; ya seis mujeres pobres un manto de anascote69 . Finalmente, entre los más dadivosos, aunque también con mayores deseos de ostentación y vanidad, se encontraba el deán Benítez de Lugo, el cual no dudó en solicitar en su sepelio la compañía de 50 pobres. Todos ellos irían en fila, rezando el rosario y estarían en el entierro sumissa voce hasta entregarles a cada uno una limosna de 60 maravedís, suficiente para el sustento de dos o tres días. Los pobres mendicantes y vergonzantes conocedores de tales veleidades de vanidad no dudaban en acercarse a las puertas de los prebendados difuntos, seguros de recibir el correspondiente reparto fatuo desprendido de una mano vacía de todo amor fraterno y ya en pleno rigor mortuorio. Ejemplo de ello fueron los concurrentes a la puerta de la casa del doctoral Falcón en la fecha de su fallecimiento, deseosos de lograr alcanzar parte de la fanega de pan distribuida entre los harapientos durante los dos días de su funeral, alcanzando idéntica limosna los vergonzantes de su lugar natal, Telde, durante una sola jornada, pues el eco de la dádiva en dicho núcleo no alcanzaba la resonancia social capitalina. A estas limosnas añadía la entrega de 48 maravedís a cada pobre de Las Palmas al tiempo de su óbit07o. El citado deán Zoilo Ramírez mandó al Cabildo tomara de sus bienes 250.000 maravedís, los impusiera a censo redimible y se distribuyeran sus réditos entre los pobres de la isla con un máximo de 204 maravedís por persona. Las limosnas repartidas por los prebendados el día de su óbito y las entregadas en fechas de novenarios y aniversarios alcanzaron a los pobres vergonzantes, pero también a las instituciones que los acogían. Las entidades más beneficiadas fueron las emplazadas en Las Palmas, lugar de ubicación de la sede del Cabildo, y, donde por las características de la redistribución y acumulación de las rentas generadas en la ciudad, el número de pobres 6N A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.427. Fol. 164 f.-V. Fecha: 10-3-1691. 69 A.H.P.L.P. P.N. Legajos: 1.477 y 1.458. Fechas: 3-2-1695 y 1-6-1699. 711 A.H.P.L.P. P.N. Legajo: 1.723. Fecha: 24-6-1771. Boletín Millares Cario 2005-2006.24-25: 51-85 78 Pedro e Quinlana Andrés La Muer/e como reflejo de la cs!rllclllra .\'()('joecol7ámica durantc. .. debió ser elevado71. De esta manera, el racionero Domingo García Abreu entregaba en 1817 a los enfermos del Hospital San Martín de Las Palmas un total de 12.750 maravedís, en su intención de mejorarlos en las necesidades más perentorias72 . El arcediano Antonio María de Lugo dejaba, por vía de limosna, al citado hospital 25.500 maravedís, además de legar idéntica cuantía al dc Nuestra Señora de Dolores de La Laguna y al de La Orotava, de donde era natural. A el10 sumaba la ropa negra de su vestuario, la cual debía repartirse entre eclesiásticos pobres, y la blanca y de cama entre sus sirvientes y los pobres del Hospital de San Martín, según decidieran sus albaceas73. Otros prebendados entregaron bienes en especies, tal como hizo el doctoral Falcón cuando en 1771 daba al hospital de San Martín doce gal1inas ~también las ofrecía al hospital de San Pedro Mártir de Telde~ para alimentar a sus enfermos, a lo que sumaba una fanega de trigo el día de sus funeral entregada a los gafos y elefanciacos del hospital de San Lázaro de Las Palmas, mientras a los pobres de la cárcel le suministraría todo el pan que diera una fanega de trigo. El citado Hospital también fue agraciado por el deán Vázquez Botella allegarle 10.560 maravedís de una vez, más todos los dulces y azúcar existentes en su casa. A las mandas forzosas, la imposición de misas y el reparto de limosnas se unió, hasta casi a finales del siglo XVIIl, el uso de compra de bulas de difuntos para indulgencias y redención de pecados. Por ejemplo, el citado doctoral Falcón manifestaba se tomara una bula de difuntos cada año por espacio de cuarenta, donde se escribiera su nombre, pagándose de la limosna de los bienes legados por el prebendad074 . En cambio, el canónigo Manuel Álvarez pedía que después de cinco años de su muerte se le tomara una bula y otras tres de las llamadas de composición para redención de sus pecados. INFLUENCIAS Y PARENTELAS: HACERSE UN SITIO ENTRE LOS MUERTOS Un aspecto secundario aunque importante para entender el proceso de elitización del Cabildo y su parentela se encuentra en las diversas normativas dictadas por el Cabildo sobre la inhumación de los familiares directos de los prebendados, muchos de ellos miembros del grupo de poder. Desde los estatutos de finales del Cuatrocientos las reivindicaciones de los prebendados sobre la 71 Quintana Andrés. P.: '"Grupos urbanos y asistcncia social: el ilospital dc San Martin de Las Palmas cn el Sciscicntos". en Anuario de la Facullad de G('()gra/ia e Hisloria de la Universidad de ras Palmas de Gran Cwwrio. N" 7. Las Palmas dc Gran Canaria. 2004. 72 A.II.I'.L.I'. P.N. Legajo: 1.9X4. Fol. 2X7 v. Fecha: 3-12-IXI7. 73 A.II.I'.L.P. P.N. Legajo: 2.110. Fecha: 13-5-IXI9. 74 A.II.PL.I'.I'.N. Legajo: 1.723 Fecha: 24-6-1771. 79 Boletín Mil/ares Cario 2005-2006.24-25: 51-X5 Pedro C. Quintana Andrés La Muerte como relleio de la estructura socioeconámica durante... consideración, respeto y celebración de honras de los familiares fallecidos directos había sido una constante, cuestión resuelta en las primeras décadas de la siguiente centuria. En los estatutos de inicios del Quinientos se explicitaba la implicación de los miembros del Cabildo Catedral en las exequias de los padres y hermanos de los prebendados, una de las vías más adecuadas para la cohesión del grupo, incrementar el rango de la parentela más cercana, establecer un criterio de reciprocidad entre los miembros del Cabildo pero también entre los sectores de élite que podrían reconocerse entre ellos como tales, llevar a la máxima consecuencia el trato de hennanos dispuesto como saludo retórico entre los miembros del Capítulo y establecer nonnas no lesivas entre los gremios integrantes de la institución, tal como sucedía con ciertas arbitrariedades tomadas en fases anteriores. El Cabildo en pleno estaba obligado a acompañar y enterrar a todos los familiares. El consenso sobre este asunto se plasmó el 19 de junio de 1518, acordándose incluir dentro de la categoría de familiares a los padres, hermanos, sobrinos y parientes hasta cuarto grado. En octubre de 1533 la nonna sólo se aplicó a los padres y hennanos, mientras los capellanes reales y los curas de la iglesia del Sagrario debían ir a las exequias de los familiares de los prebendados hasta cuarto grado. Los capitulares eran obligados a asistir a los sepelios de los padres de sus compañeros si eran celebrados en cualquier parte de la ciudad de Las Palmas. En el caso de los hermanos sólo se presentarían en los sepelios de los fallecidos en casa de los capitulares y que fueran de edad de diez y ocho años o más, concurriendo a éstos siempre sin recibir renta alguna. A su vez, en este acuerdo se recordaba a los prebendados residentes en la ciudad ese día que no acudir al sepelio supondría la perdida de renta equivalente a un día de su gruesa o retribución75 . En diversos momentos, las exequias de los familiares y aún la de los propios prebendados fueron centro de polémica, en especial con el cuerpo de los capellanes reales, al negarse éstos a participar en dichos actos fúnebres, pues alegaban no encontrarse este cometido entre las funciones atribuidas por los monarcas cuando se creó el gremi076. En 1602 los capellanes reales fueron reprendidos tras el entierro del racionero Borrero, ciñéndose las críticas al descuido en los cantos efectuados durante el funeral. El Cabildo acordó castigar al capellán Bartolomé López por el descomedimiento que tuvo en público con el presidente en los que se mandó, no queriendo obedecer y reclamando que no quería hechar mano al cuerpo del difúnto, el qual trayan en hombros señores prebendados. Los prebendados que los capellanes tenían por costumbre después de los señores prebendados sacar el cuerpo, traello ellos como lo an 75 A.e.e.O.e. Actas del Cabildo. Tomos II y IV. Acuerdos de 19-6-1518 y 20-10-1533. 76 8ethcncourt Massicu, A. DE: "Los capellanes reales en la Catedral de Las Palmas. el Cabildo y el Real Patronato (1515-1750)". en Anuario de la Facultad de Geogralia e Historia de la Universidad de Las Palmas de Grall Callaria. Las Palmas de Gran Canaria. 1992, Tomo O, p.p. 55-66. Boletín Mil/ares CarIo 2005-2006.24-25: 51-85 80 Peoro C. Qllill/(//1(/ AIIO,."s Lo Mucrle como reflejo de la estructura .";ociocconámica durante. .. fecho los demás sus antesesores y contraveniendo en esto no ,'iólo se escondieron y no quisieron yr, imponiendo al citado López una pena de 2.640 maravedís a favor del fondo de la Fábrica Catedral mientras a otro de los implicados, Francisco de la Cruz, sochantre y capellán de coro, se le multaba con 1.056 maravedís77 . Las normas específicas del Cabildo no supusieron una retracción en las solicitudes de permisos para entierros en el suelo catedralicio, en la Iglesia baja, concediéndose éstos a aquellas personas de mayor rango socioeconómica, benefactoras de la institución, unidas por lazos de sangre o amistad con miembros del Cabildo o con detenninados intereses favorecedores de uno o más capitulares, lo que obligó a conformar en 1616 un padrón de todos los asientos y sepulturas sitas en la Catedral. Ya desde los primeros momentos, la Catedral se abrió económicamente a la participación de los próceres de la isla para costear la construcción y fomentar el culto en ella, razón por la cual los prebendados dejaros unos determinados espacios en la Catedral para permitir los entierros y atraer fundaciones pías. Desde el 2 de septiembre de 1608 se prohibió a los prebendados, bajo ningún pretexto, cantar misa o realizar oficios solemnes en los conventos de la ciudad, salvo entierros u honras por padres o hermanos, con pena de 2.112 maravedísn. Dicha determinación se amplió el 16 de enero de 1615 a los sepelios de personas de calidad, dándole rango de estatuto, a la vez que se exigía el pago por cada sepelio, vigilia y misa de 26.400 maravedís y no más, aunque la persona fuera de alto rango social. También se podía doblar las campanas por el óbito de alguien conocido en la isla por su poder, capacidad económica o intelectual, tocándose tres veces con el llamado doble de rigidor, que era un asunto de materia de gobierno y no de gracia. A estos últimos se les podía ceder la cruz dorada y los trajes de luto de manga negra -como ocurrió en el entierro de Argote de Malina, sepultado en la llamada Iglesia Vieja en 1596, o con el sepelio del alférez mayor Miguel de Mújica en 1621- pero prohibiéndose taxativamente la salida de tal vestuario de la Catedral, además de extender dicho veto a los ciriales, las mangas moradas y el dosel negro. El Estatuto de 1538 intentó ordenar los entierros y extracción de huesos de las personas ajenas al Cabildo sepultadas en la Catedral o lugares anexos, prohibiéndose el trasiego de osamentas y si tal sucedía, fueran obligados sus parientes a abonar el 1% de la hacienda del finado en vida antes de abrir la sepultura79. En 1572, ante el abuso en las mandas de entierro de las personas 77 A.CCO.C. Actas del Cabildo. Tomo XI. Acucrdo dc 11-2-1602. Para más información bibliográfíca. véasc QUINI!\'JiI A'J[)R~S. P.: A Dios rogalloo ... O/i. ('il. 7S A.CCD.C Actas del Cabildo. Tomo X. 79 A.II.N. Conscjos Suprimidos. Lcgajo: 16.241. 81 Boletín Millares Cario 2005-2006.24-25: 51-85 Pedro C. Quin/ano Andrés La Muer/e como re/leio de la es/rue/ura soeioeeonámiea duran/c .. ajenas a los capitulares, se invalidó cualquier cláusula donde se especificara como lugar de sepultura el panteón de la Catedral, reservado desde entonces en exclusiva a los prebendados. Incluso, este veto se extendió a gran parte del recinto Catedral cuando don Diego de la Cruz pidió dos sepulturas para sí, alegando ser suyas, palabras calificadas por el Cabildo como de sinie.'itra relac;: ión, al ser él sólo el competente como administrador de la Fábrica y no poder dar ninguna por la poca capm;idad de sitio y sería ocuparle de suerte que no uhiese lugar para enterrar los vec;·inos xo. Desde entonces, sólo mediante permisos especiales, otorgados a personas de relevancia socioeconómica, se pennitirá celebrar funerales solemnes, como se hizo en noviembre de 1661 con la hija del regidor Francisco Amoreto Manrique. El Cabildo reiteró en diversas ocasiones órdenes a los servidores catedralicios y sacerdotes sobre las formas de entierro y sobre algunas prohibiciones específicas en las inhumaciones a efectuar dentro del recinto catedralicio. En el tardío año de 1800 se volvía a tratar en una reunión acerca de las ofrendas efectuadas en los funerales de los vecinos destacados de la elite social, siendo loables las entregas de pan, vino y otras cosas conforme a los cánones y costumbres. Respecto a los animales-cameros, becerros, cabras- ofrecidos en estas ocasiones en la Catedral y otras iglesias, los capitulares manifestaban no son correctas al estar prohihidas por varios reglamentos eclesiásticos, y que no es desente que se pongan dentro de nuestros templos en la que hahita la realidad de Jesu-Christo, Dios verdadero, ensusiándolos con sus inmundizias y turbando el cando sagrado de los oficiosfúnehres con sus validos, que causan la irriC;'ión indecorosa a la casa de Dios, que la acreditado la experiencia. El Cabildo, senado de la yglesia, mandaba a todos los clérigos y ministros impidiera la presencia en el interior de los templos de animales, los cuales se situarían fuera de la iglesia. Advertían a los conventos acataran las normas generales y los mandatos de los prebendados, pues, en caso contrario, no irían diputaciones del Cabildo a los funerales de cualquier rangoXl. El control normativo ejercido por el Capítulo sobre las ceremonias relacionadas con los sepelios se extendió a algunos grupo de eclesiásticos y conventos, como el femenino de San Ildcfonso de Las Palmas, aplicando de forma estricta cada una de las disposiciones, sobrc todo en las inhumaciones de las profesas. En 1819 el Cabildo Catedral expresó su contradicción cuando se enterró a la abadesa de San Ildcfonso en el coro del monasterio, contra lo dispuesto por el real decreto de 19 de abril de 1818, el cual sólo pennitía las inhumaciones de las religiosas en los atrios o huertos de los monasterios. Los prebendados reprendían a las profesas, les mandaban cumplir las órdenes del monarca y prohibía la entrada en el monasterio para su participación en los entierros a la so A.C.C.D.C. Actas del Cabildo. Tomo Xv. Acucrdo dc l X-6-1 (¡40. SI A.C.C.D.C. Actas del Cabildo. Tomo LXI. Acuerdo dc 22-11-IXOO. Boletín Mil/ares CarIo 2005-2006.24-25: 51-X5 82 Pedro C. Quil1tal1a Al1drés La Muerte como reflejo de {a estructura soeioeeol1úmica dural1te... Hennandad del Rosario, al no estar normalizada su presencia, y sí a cuatro de sus integrantes para cargar el cadáverx2 . Por las concurrencias a los sepelios de los familiares se distribuirían seis mil maravedís, los cuatro mil por el acompañamiento y los dos mil por la vigilia, sufragio de cuerpo presente y el oficio de sepultura. La misa de aniversario supondría añadir otros tres mil maravedís por la vigilia y celebración litúrgica. La muerte de los citados familiares fuera de la isla o si establecían en sus mandas enterrarse en otra iglesia, no impedían siguieran celebrándose por los prebendados la realización de sus honras en el recinto de la Catedral, entregándose los seis mil maravedís y la cera acostumbra en dichos autos. Del mismo modo, si quisieran proseguir con la celebración de la misa de aniversario se darían los citados tres mil maravedís y la cera para la citada ceremonia. Los cambios económicos generados a comienzos del Seiscientos obligaron a la modificar las cantidades a abonar por los funerales de cuerpo presente de los familiares al establecer su montante en 26.400 maravedís y no menos. El Cabildo impedía a todos sus miembros asistir a entierros y funerales de familiares suyos inhumados en otras iglesias o conventos fuera de la Catedral. Así, se vetaba la presencia de los prebendados representando a la institución, aunque sí podían hacerlo a título individual por ningún precio ni de gracia, aunque fuera el sepelio de un eclesiástico catedraliciox3 . El Cabildo jamás asistía como institución a ningún entierro de persona particular, fuera de cualquier condición social y económica. Los difuntos particulares no podían, como se comprobó con anterioridad, ser inhumados en sepulturas propias del panteón de la Catedral, sí, en cambio en las capillas particulares o en las fosas de la iglesia del Sagrario. El Cabildo, pues todos su miembros se debían implicar en un momento u otro, tenía presente en el Coro, donde se percibía gran parte de las rentas diarias del prebendado, al capitular de luto durante nueve días para que guardaran el período de duelo por sus parientes más cercanosX4. Caso aparte fueron los entierros de los inquisidores, al no asistir a ellos el Cabildo desde mediados del siglo XVII, aunque éstos fueran miembros del Capítulo al no querer estar presente cuando los inquisidores y su séquito colocaran sillas en la Capilla Mayor de la Catedral, alegando no tener órdenes reales expresa sobre el asunto y ser lesiva dicha aptitud contra la preeminencia del Cabildo. Este mismo problema se extendió a la Real Audiencia, siendo ejemplo de ello el sepelio del regente Juan Manuel de la Chica cuyo deseo de ser sepultado en la Capilla del Cannen de la Catedral se vio envuelto en una importante trifulca entre el Capítulo y el Tribunal civil. La negativa de los capitulares a que la Real Audiencia colocara sillas en el templo, según la real X2 A.e.e.D.e. Actas del Cabildo. Tomo LXIX. Acuerdo de 21-7-IXI9. Xl A.JI.N. Consejos Suprimidos. Legajo: 16.241. s4 A.C.e.D.e. Aetas del Cabildo. Tomo XXXII. Acuerdo de II-X-I728. 83 Boletín Millares CarIo 2005-2006.24-25: 51-85 Pedro C. Quintana Andrés La Muerte COII1O reflejo de /0 estructura socioecomj¡nica durante... cédula de 18 de diciembre de 1706, salvo para el que presidiera la ceremonia, motivó la negativa de los oidores a acudir y la del Cabildo para dar el permiso de la inhumación en otra iglesia o lugar, basados en la última voluntad del difunt085 . La misma situación conflictiva respecto al protocolo se generó tras la muerte del oidor José Azofra, al querer la Audiencia entrar en la Catedral en formación y colocar sillas en la Capilla del Sagrario, imposibilitada dicha acción por el Cabildo, amparado en la real cédula de 18 de diciembre de 1708, por la cual sólo el que pret,:idiera la Audiencia se le permitiría silla y el resto se sentaría en bancos. Si se negaban los miembros del Tribunal, el Cabildo accedería a dar permiso para su entierro en otra iglesia, al no poder hacer ninguna novedad en las normas de los sepelios de la Catedral sin el consentimiento real, facilitando, en prueba de su ánimo, una de las cuatro sepulturas que los capitulares poseían en la capilla de Nuestra Sefiora del Carmen para la citada inhumación. La Audiencia cede cn este caso, scntándose el Regente en una silla con cojín, pero sin tapete, mientras en resto de los oidores se acomodaron en un banco de reducidas dimensiones y algunos taburetes. Del mismo modo, a comienzos del siglo XVIII la pretensión del chantre Benítez de Lugo de celebrar exequias en la Catedral por su padre, el Marqués de Celada, originó un considerable litigio entre las diferentes facciones de prebendados, todo lo cual fue la causa de una real cédula de 24 de noviembre de 1707, donde se disponía que sólo se celebraran exequias y honras fúnebres en el templo por los prebendados, los obispos y los miembros de la familia real 86 . En las honras funerarias de la familia real correspondía al Ayuntamiento establecer el día de las exequias, pasando luego comunicación de lo acordado al Cabildo mediante una comisión de regidores. Los prebendados eran los encargados de hacer la convocatoria general de los dos días de exequias, siendo el primero de vigilia y el segundo de honras. CONCLUSIONES Los funerales de los prebendados canarios fueron similares a los registrados en el seno de capitulares situados al frente de otras diócesis castellanas durante la Modernidad, es decir, casi todos ellos fueron una muestra del peso sociopolítico y económico de este conjunto de clérigos dentro de la sociedad del momento. La disparidad entre las inhumaciones del común y las celebradas por el sector de la elite no sólo significaba una tangible diferencia física, sino también un claro proceso de diferenciación ideológico y espiritual esta- X5 A.C.C.O.e. Actas del Cabildo. Tomo XXXII. Acuerdos de 21-5.10-7-1725 Y26-4-1727. Si> Dicho chantre n:cibió nueva prohibición real el 24 de diciembre de 1709, véase en Quintana Andrés, P.: A Dios rogando... op. cit. Boletín Millares CarIo 2005-2006,24-25: 51-85 84 Pl'dm C. Quinlana Andrés La ¡'vIuNII' CUIIIO rl'j11'jo dI' /a I'slruC!ura SOcúJl'conl!lIIica duranl!'. .. mental respecto a los elementos teleológicos implícitos y asumidos de la fe. El prebendado sobresalía en la sociedad por sus capacidades sociales y económicas, ya apuntadas más arriba, pero también por ser un elemento fundamental para una población cuyo objetivo era preparar su muerte y afrontar la inmortalidad. Los sepelios de los capitulares eran un ejemplo para el resto de sus conciudadanos en las formas establecidas, en la presunta resignación del difunto en asumir la muerte y en su considerable preparación espiritual. La variedad de inhumaciones registradas entre los miembros del Cabildo indican la diversidad de pensamientos, tendencias y formas de afrontar la muerte, en la mayoría de las ocasiones a causa de imposiciones normativas aunquc también existieron numerosas influencias extcrnas en muchas de las modificaciones establecidas. La abigarrada respuesta a la manifestación y celebración de la muerte registrada entre los prebendados coetáneos y durante la fase de estudio permite analizar unas respuestas particulares y a veces contradictorias de los capitulares en función de la vivencia de la fe, del acercamiento <:1 dogma, su espiritualidad y la posición asumida ante la sociedad. 85 Boletín Millares CarIo 2005-2006. 24-25: 51-85 |
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