FILOSOFÍA
Boletín Millares CarIo
2005-2006,24-25: 249-261
ISSN: 0211-2140
Políticas de la cotidianeidad:
apostillas a El Pensador, de José Clavijo y
Fajardo
Domingo Fernández Agis
Universidad de La Laguna
dreragi(a)ull.es
RESUMEN
Nos ccntramos aquí en algunos aspectos dcl pensamiento del ilustrado español José Clavijo y
Fajardo. Quizá el rasgo más sobresaliente de este radique en ofrecernos una visión en la que el
individuo concreto se convierte cn el sujeto politico por excelcncia. De tal forma que su existencia
cotidiana, sus gestos, sus debilidades o logros, son considcrados como el único sustrato
real al que podemos remitirnos.
En su opinión, si podemos avanzar hacia una socicdad más justa y más libre es apoyándonos en
el podcr que tiene la razón para corroer los fundamentos de todo aquello quc no responde a sus
exigencias, así como en su potencialidad para construir algo nuevo y mcjor en base a su sustrato
de validcz universal.
El día 3 de noviembre de 2006 se ha cumplido el 2.° centenario de la muerte
del escritor, filósofo y naturalista ilustrado canario José Clavijo y Fajardo. Si
bien cualquier momento es bueno para acercarse a su obra, no recordarla y frecuentarla
en este año del segundo centenario de su fallecimiento sería inexcusable.
Como no soy la persona más indicada para valorar su importantísima labor
en el ámbito científico o su interesante trabajo como traductor, mi intención es
centrarme en sus escritos de naturaleza filosófica l . Refiriéndonos pues a éstos,
habría que empezar subrayando que los 86 Pensamientos o ensayos breves, que
se recogen en los 6 volúmenes de la edición de "El pensador", constituyen a mi
1 Es intcresantc a cste respecto el trabajo, Negrín Fajardo, O., '"Clavijo y Fajardo, naturalísta ílustrado",
XI Coloquio de Historia Canario-Amcricana, volumen 2", Las Palmas dc Gran Canaria, Ediciones del
Cabildo Insular de Gran Canaria, 1994. Este autor sostiene que "si bien es cierto que lo que no se puede afirmar
es que Clavijo fllcra un investigador de campo naturalista, ni tampoco un teórico que crease nueva doctrina
científica. Nuestro autor fí.le, en realidad un organizador nato que llegó a adquírir un amplío conocimiento
tcórico y a poscer una mctodología de trabajo adecuada a la rcalidad de la historia natural de la
época". Ibíd., p. 6R6.
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/Jomingo Fernánde= Agis Po/iticas de /u cotidiuneidaJ: aposti//us a El Pensador. de José C/aviio r ..
juicio uno de los más claros intentos que se dieron en nuestro país de formar un
público ilustrado y contribuir, a través de la consecución de ese objetivo, a la
construcción de una sociedad civi12. Al empeñar en ello sus esfuerzos, Clavijo se
muestra partícipe del espíritu de la época y asume un compromiso compartido
con la intelectualidad europea del momento. Baste evocar, a modo de ejemplo,
la labor que en ese sentido desarrolla Kant ( I724-1804), pensador coetáneo de
Clavijo (1726-1806). En efecto, como es bien sabido, el gran filósofo alemán
dedicó una parte nada desdeñable de sus escritos a esa labor de difusión de las
ideas ilustradas, de las que era un entusiasta defensor.
Hay que reconocer, en todo caso, que el mencionado presupuesto de la
actividad pública de estos y otros intelectuales, puede resultar hoy, a los ojos
de muchos, sorprendente. Bien es verdad que cabe decir que, a este respecto,
se ha dado en nuestra sociedad una completa inversión de los términos en los
que esta cuestión se expresaba en la época de Clavijo. De tal forma que, en
líneas generales, tomando como base nuestra propia experiencia estaríamos en
nuestros días más bien inclinados a pensar que es la existencia de libertades y
derechos políticos lo que posibilita la construcción del tejido de la socicdad
civil y, esta última, permite a su vez la aparición dc un público ilustrado. Así
pues, que se considere la constitución de un público ilustrado como base de
cualquier forma de participación política queda ya fuera de los esquemas de
pensamiento al uso. Para nosotros, esta cuestión ha pasado hace mucho tiempo
a ocupar un segundo plano, si bien el origen de cse desplazamiento es algo
que debería hacernos reflexionar. Porque, ciertamente, el acceso generalizado
a la educación podría llevarnos pensar que el problema al que se enfrentaba
Clavijo no es ya nuestro problema.
En parte estaría justificado creerlo así, pero sólo si hacemos un análisis
burdo y atcndemos de fonna prioritaria a factores de índole cuantitativa. Es cierto,
desde tal perspectiva, que el analfabetismo ha retrocedido en las sociedades
occidentales hasta los niveles más bajos jamás logrados. Ello puede hacernos
pensar que estamos en la buena senda para conseguir una participación política
amplia y una ciudadanía que actuaría tomando como base la feliz circunstancia
de scr poseedores de una fonnación e información suficientcs. Pero bien sabcmos
que las cosas no siempre suceden conforme a lo csperable. Las cifras dc par-
2 "Empiricamente. cahe mostrar cómo el surgimicnto de las socicdades civiles de los siglos XVII y
XVIII dependió de dehates sohrc política presupucstaria y sohre las condicioncs y los limites del cjercicio
de la autoridad pllhlica. IIcvados a cabo con dcterminación y persistcncia durante un pcríodo de ticmpo. Esto
siguc sicndo válido para las sociedades civiles de hoy. en las quc huena partc del dcbate cívico sigue girando
cn torno a cucstiones similares.
En segundo lugar. cl dcsarrollo dc la esfera pública dcpende asimismo. dcl dc un sentimiento dc pcrtcnencia
a una comunidad particular. Una soeicdad civil cs un haz dc instítuciones con un soporte comunitario
prcciso. Podcmos especular sobre la sociedad civil como modelo ideal. pcro sólo podemos observar
una serie de socicdades civiles particularcs. distintas unas de otras y con fronteras reconocihles'". PérezDiaz.
v.. Lu es/áa púhlica .1' /a sociedad Cil'i/, Madrid. Taurus. 1997. pp. 6X-69.
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f)omingo FeFmínL!e:; Agi:·; Polilieas de la eotidiUfwidad: apostillas a El Pensador. de José Clavíjo .1·...
ticipación política dejan mucho que desear y, dicha participación, responde no
pocas veces a afinidades u opciones previas de carácter irracional.
El proceso de formación de la opinión pública, antes que resultado de un
trabajo concienzudo de información, es producto de los ataques, contraataques
y escaramuzas cotidianas de la lucha por o contra la manipulación. Si pensamos
en todo ello y añadimos además las pinceladas necesarias para dibujar un
panorama en el que hasta nuestras instituciones democráticas, con todos sus
defectos, son a lo sumo todavía un brumoso ensueño, tal vez podamos ponernos
en la situación adecuada para comprender el valor que tuvieron los esfuerzos
de intelectuales como Clavija y Fajardo. Estos, durante los reinados de
Carlos III y Carlos IV, rcalizaron un encomiable esfuerzo por aproximar la cultura
española a la europea del momento.
Así pues, no ha de extrañamos que los mayores afanes de Clavija se orienten
a la formación de una elite, a la que quisiera ver preparada para extender,
sobre todo mediante el cjemplo de su hacer cotidiano, las ideas modernas al resto
de la sociedad. Se trata de un trabajo delicado, especialmente en una realidad
social como la española de la época, en la que tanto peso y poder tenían aún los
elementos ultramontanos. Hay que tener en cuenta que "El pensador", su obra
más importante y cn la que, como ya hemos dicho, centraremos aquí nuestra
atención, se empieza a publicar en fonna de semanario en el año 1762. Dada la
temática que de fonna sucesiva irá abordando en esas páginas, más que en ningún
otro de los trabajos que publicó Clavija tiene en este que medir sus palabras,
con objeto de cludir el choque frontal con los colectivos que con más ahínco eran
defensores de la cultura tradicional. Demuestra así, mediante su fino humor y su
ponderada escritura, su habilidad al abordar cuestiones que tienen que ver con el
núcleo del mensaje liberador de la Ilustración. De csta forma, tratará problemas
relacionados con la educación, la moral y la política, cuidando siempre las formas
pero sin desatender jamás el fondo de estos asuntos que, en la España de
aquellos días, era un terreno comprometido, plagado de trampas y peligros.
Puede que hoy no nos resulte fácil adentramos en la comprensión de las
circunstancias que envolvieron su quehacer, circunstancias que podríamos
considerar como verdaderas determinantes históricas, pues las dificultades que
su presencia conllevaba aún se nos antojan a nosotros superiores a como eran
juzgadas por quienes tuvieron que desenvolverse entre ellas. Como ha escrito
Nancy, "la historia en su efectividad es sin duda siempre aquello que avanza
sin ver y sin verse, incluso sin verse avanzar"3.
, Nancy. .J. l. .. La cxlwriel1('ia de la lihatad. Barcelona. Paidós. 1996. p. 17. Nancy ai\ade que esto.
"no quiere decir que sería, a la inversa de una historia consciente de sí misma. lIna fuerza ciega y oscura:
pues es esa oposición lo que hay que dejar enteramente en suspenso aqui. para pensar otra historicidad de
la historia. Y esta tarea depende sin duda a su vez de otro pensamiento de la libertad. En efecto. la historia
no es quiz.ús tanto aquello que se desarrolla y se encadena, al modo del tiempo de una causalidad. C0l110
aquello que se sorprende". Ibid.
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Domingo Fernández Agis Polilieas de la eolidianeidad: aposlillas a El Pensador, de José Clavijo y. ..
En efecto, en cierta fonna, la historia es territorio de la libertad, uno de los
pocos en que ésta puede materializarse; pero la libertad ha de ser construida y,
en la época de Clavijo, esa construcción implicaba, en el caso del intelectual,
una pesada carga que arrastrar formada en proporciones similares por el peso
del esfuerzo continuado y la inquietud permanente provocada por la conciencia
de los riesgos que con esta labor se asumen4.
En todo caso, al acometer esa tarea, Clavijo buscará apoyo e inspiración en los grdndes
representantes del pensamiento ilustrado de la época. En este sentido, hay que empezar
señalando que la influencia de Locke es una de las más apreciables en su obra. A través
de ella le llega un pensamiento que sitúa la capacidad humana de juzgar por encima
de cualquier dogma. Prueba de ello es el celo que Locke pondrá en la defensa de los principios
liberales, que considera consustanciales al individuo y anteriores a la constitución
de cualquier fonna de Estado. Por este motivo, a pesar de lo grande que pueda llegar a
ser la cohesión social en tomo al poder, éste no podrájamás provocar la disolución de las
libertades individuales en Wl quimérico sujeto colectivo. Desde esta perspectiva, refiriéndose
en general a la evolución de las ideas de la ilustración en Escocia e Inglaterra, PérezDíaz
nos dice que "para aquellos ilustrados, este proceso de fonnación de la opinión y las
costumbres no culminaba en la emergencia de lm macro-sujeto histórico que pudiera
tener memoria, una visión clara de su identidad y sus objetivos, la voluntad de conseguirlos
y la capacidad para coordinar sus actuaciones con este propósito"5.
Pero el objetivo último de la ilustración trasciende el ámbito jurídico-político
y entra de lleno en el terreno de la ética. El acento que se ha puesto en la
responsabilidad individual no podría tener otro corolario. En efecto, recogiendo
las palabras del autor antes citado podríamos decir que "la sociedad civil es
no sólo una sociedad racional, sino también una sociedad regida, entre otros,
por un principio de individualismo moral". Pérez-Díaz extrae de aquí dos consecuencias
fundamentales: "Primera, que la sociedad civil está fundada sobre el
reconocimiento de que las decisiones morales son siempre, en última instancia,
decisiones sobre los individuos. En consecuencia, la sociedad y el entramado
de sus instituciones sociales son el resultado de actos morales individuales,
renovados continuamente. Segunda, que la salvaguarda y el crecimiento de la
autonomía moral del individuo es el valor central de la sociedad civil"6.
El papel del sujeto, como agente social y político, se presenta así unido de
modo indisoluble a la responsabilidad individual que éste ha de asumir en el
plano de la moralidad. Conviene, en consecuencia, aclarar qué hemos de
entender por moral, en particular qué hay que pensar cuando vemos a un pen-
4 "La historia. en este sentido, es la libertad del ser, o el ser en su libertad. Hoy el pensamiento está
emplazado -por la historia y por su propia historia- ante la necesidad de pensar esta imprevisibilidad, esta
improvideneia y esta sorpresa que constituye el surgimiento de la libertad". NANCY, J. L., Op. Cit., p. 17.
5 Pérez-Díaz, v., Op. Cit., pp. 106-7.
(, Pérez-Díaz, v., Op. Cít., pp. 113.
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sador ilustrado hacer un uso explícito de este término. A este respecto, habría
que decir, siguiendo a Voltaire, que "la moral no consiste en la superstición ni
en las ceremonias, ni tiene nada de común con los dogmas. Nunca repetiremos
bastante que los dogmas son diferentes en cada país, y que la moral es la
misma para todos los hombres que usan el don de la razón"7.
Ninguna otra caracterización de lo moral cuadra mejor con los presupuestos
que inspiran la labor de Clavija. Hay en toda su obra, ya hemos insistido
en ello, una palpable voluntad de reforma social, si bien para él toda refonna
de este tipo ha de ir precedida y ser orientada por la modificación del perfil
moral de los individuos.
Estos elementos pueden apreciarse con nitidez en los textos que dirige a
las mujeres en El pensador, quc vienen por lo demás precedidos por una explícita
declaración en tal sentido. Es interesante que nos detengamos en estos textos,
ya que sus apreciaciones sobre la situación de la mujer en la España de la
época, así como sus ideas tendentes a cambiar dicha situación, constituyen
aspectos críticos de su pensamiento social y permiten al mismo tiempo realizar
un diagnóstico de la realidad concreta en la que Clavija se mueve. Así
pues, comienza, como decíamos, declarando sus propósitos reformadores:
Según habrán Vms. observado en el Prólogo de esta obra, los discursos del
Pensador llevarán casi siempre un espíritu de reforma8.
A continuación se adentrará en el desarrollo de las ideas cuya asimilación
habría de incidir de manera positiva sobre dicha refonna. En este sentido,
empezará haciendo unas reflexiones acerca de los intereses y modo de vida de
"las damas" de la época. En este caso, el término, dados el contenido y contexto
de sus palabras, no denota de forma genérica a la mujer, síno a aquellas
que pertenecen al estrato social más elevado. Expresa sus ideas recurriendo a
la usual contraposición entre lo corporal y lo espiritual, señalando que,
los adamas del cuerpo han robado a Vms. siempre toda la atención. ¿Ylos
del espíritu? Se han tratado con pereza y con descuido o se han quedado del
todo olvidados, que es lo más común9.
Frente a ello se debería hacer lo necesario, piensa Clavija, para conseguir
cierta annonía, añadiendo un contrapeso cultural a la consabida atención a la
belleza exterior, ya que a su entender las mujeres no llegan a desplegar sus
todas sus potencialidades si hacen que sus vidas giren únicamente en torno al
7 Voltaire. "Moral". IJíccíonaríojílo,wijíco. volumen 2". Madrid. Temas de lIoy. 1995. p.389.
s Clavijo y Fajardo. .l .• El ['enslldor. 6 vols .. ULPGC-Cabildo de Lanzarote. 1999. Tomo l.
"Pensamiento 11". I'die. Cit.. pp. 2-3.
<) Clavijo y Fajardo. .l .• El ['ensador. Tomo \. "Pensamiento 11". Edie. Cit., 5.
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Domingo Fcrnándc= Agis Politicas dc la cotidiancidad: apostillas a El Pensador. dc Jos'; Claviio y...
cuidado del aspecto físico. Esto se pondría en evidencia en la propia vida
social, en la que de manera inevitable se producen situaciones que dejan en
mal lugar a aquellas damas que han descuidado lo relativo a su formación cultural.
De esta fonna, no sólo en los aspectos más prácticos de la existencia,
sino también en lo relativo al éxito mundano, el descuido de la educación
acaba por tener consecuencias desastrosas para la mujer. Por ello señala que,
aún si una Dama de mucha belleza y de poca discreción fuese capaz de
acomodarse a un silencio político, de modo que ni pecase por bachillería ni
por muda, conservaría alguna fuerza y sería más durable la ímpresión primera;
pero (aquí que nadie nos oye) ¿en qué país viven las Damas silenciosas y
más preciadas de lindas?, ordinariamente destruye una hermosa con sus discursos
cuanto ha granjeado con su belleza 10.
Por lo demás, la relatividad de la belleza, unida a su natural fugacidad,
hacen todavía menos sensatos los esfuerzos de quienes cifran toda su valía personal
en el aspecto externo. En efecto, el contenido relativo de la bellcza, su
vinculación a prejuicios culturales o a modas cambiantes, convierten en una
opción poco atinada vivir pendientes en exclusiva de este aspecto. Todo esto
parece estar rondando su mente cuando se pregunta:
¿Dónde está la definición de la hermosura? ¿Qué ser tiene? ¿En qué se
funda? ¿Cuáles son sus dimensiones? Quizá la hermosura consiste solamente
en el capricho o en la imaginación de quien la mira. No sólo es posible, sino
también muy verosímil. Vemos que una belleza de Etiopía pasa para nosotros
por un monstruo. Allá es un idolo, acá un diablo; y acaso no sacarían mejor
partido nuestras Damas blancas y rubias, si fuesen a Etíopía" 11.
En consecucncia, la relatividad de la belleza la convierte en un asidero
poco firme para hacer pivotar sobre él toda la vida de la mujer. No pretende,
sin embargo, que el nivel cultural de las mujeres llegue a equiparase con el que
en la sociedad de su tiempo le es dado alcanzar a los hombres. La condición
fcmenina exige, a su entender, una formación cuyo horizonte es mucho más
modesto. Ni que decir tiene que es indudable el peso que los prejuicios
machistas tienen en esas apreciaciones. Pese a ello, no hay que dejar de tener
presente la dosis de progresismo que su posición contiene, si la comparamos
con lo que en España se consideraba adecuado a la condición femenina en esa
época. Todo esto ha de tenerse presente cuando nos detenemos a pensar en sus
declaraciones, que nunca podremos interprctar de manera adecuada sin tomar
en consideración las circunstancias históricas en que aparecen.
10 Clavija y Fajardo, J., El Pcnsador, Tomo L "Pensamiento 11", Edie. Cit., pp .. 1;-9.
11 Clavijo y Fajardo. l, El Pcnsador, Tomo 1, "Pensamiento 11", Edie. Cit., p.. 15.
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l)(uning() !,'e"'lúJ1de~ Agis Polí/icas de la co/idiani!idad: apostil/as a El Pensador, de Jos,' Clal'iio r ..
¿Hemos de ir a las Universidades? ¿Nos darán becas en los Colegios? No,
Sefíoras. La piocha y el bonete, el tontillo y la sotana harían malísima comparsa.
Cada estado pide su instrucción particular; y la que yo pido y deseo en
Vms. no está ceñida a las aulas. En el estrado, con la labor y el medio de la
conversación, puede aprender, y sin afán, gasto ni fatiga, puede una Dama instruirse.
No son los Aristóteles, los Neutones, los Gasendos, los Avicenas, ni
los Baldos los autores que deben Vms. frecuentar"12.
Puede sorprender, en efecto, que estas ideas, tan rechazables para nosotros
por ser discriminatorias en relación a la mujer, supusieran entonces la presencia
de un claro empei'\.o por mejorar su situación. Sin embargo es así, si las
entendemos en referencia a la realidad social en que se formulan.
De forma análoga habría que interpretar su defensa de lo natural frente a
la perversión de ciertas costumbres, en el contexto de una visión paternalista
del lugar de la mujer en la familia y en la sociedad. Por este motivo, en relación
a la costumbre de la alta sociedad de entregar los hijos para su crianza a
amas de cría, se pronuncia expresando su rechazo con la mayor contundencia
en el texto siguiente.
Si creyésemos a las madres, vendríamos a sacar por consecuencia forzosa
que la naturaleza, o por decirlo mejor el Autor de ella, próvido y liberal en
todas sus obras, había andado escaso con la naturaleza humana, objeto el más
distinguido de la creación. Los brutos domésticos y silvestres, las mismas fieras,
cuya organización pide el criar los hijos a sus pechos, tienen toda la fuerza
y la robustez necesaria para practicarlo. ¿Y sólo estarían privadas de esta
aptitud las madres, a quienes la racionalidad debería hacer más sensible tal
privación IJ.
Las causas de "esta crueldad", tal como él mismo la define, tendrían que
ver sobre todo con la perversión de las costumbres y la superficialidad de la
existencia. Las consecuencias de tal alejamiento de la Naturaleza son, a su
entender, terriblemente daii.inas para el orden familiar. Por tanto, no es sólo la
Naturaleza la que se verá afectada y como siempre tomará a su manera represalias
contra aquel10s que violan sus preceptos; de igual manera, también la
sociedad se verá zarandeada en su fundamento mismo por ese alejamiento de
los deberes que la Naturaleza impone. En tal sentido, resalta Clavija que
casi todos los desórdenes proceden sucesivamente de esta primera depravación,
en que se altera el orden moral y se extingue el natural en todos los
corazones. El interior de las casas toma un aire tétrico y melancólico; y el
12 Clavijo y Fajardo, J., U Pensado/', Tomo l. "Pensamiento 11", Edic. Cit.. pp.. 21-2
IJ Clavijo y Fajardo. .l.. El Pensado/', Tomo l. "Pensamiento XIr'. Edic. Cit.. p.. 8.
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Domingo Fernández Agis Políticas de la ('otidíaneidad: apostillas a El Pensador, de José elavijo )'. ..
espectáculo agradable de una familia que debiera empezar a descollar, no fija
al marido. Se respeta menos a la madre cuando no se ven los hijosl4.
En definitiva, un comportamiento como éste, caracterizado por dar la
espalda al orden natural, colocando por encima de sus preceptos determinadas
convenciones sociales, ofrece a Clavijo un ejemplo perfecto para ilustrar los
efectos nocivos de los usos sociales cuando éstos son contrarios a las leyes de
la Naturaleza. Ésta, madre benévola y providente de acuerdo con la imagen
propia de la época, también sabe tomarse su revancha ante las agresiones de
que es objeto. La filosofía ilustrada, que tanto valora el progreso de la civilización
y sus manifestaciones por lo que se refiere al refinamiento de las actitudes
y modos de conducirse en sociedad, deja sin embargo bien clara la existencia
de una frontera que no puede ser traspasada, La reacción de Clavijo
frente a la costumbre de entregar los hijos a amas de cría sólo puede entenderse
si tenemos presente que, a su entender, se está transgrediendo aqui la interdicción
de la que hace un momento hablábamos,
Otro aspecto en el que podemos apreciar la intensidad del compromiso de
Clavijo con los ideales de la ilustración es su cosmopolitismo, cuya profundidad
puede sopesarse muy bien a través de las opiniones que vierte en su obra
a propósito de la utilidad de los viajes. Convendría recordar, a este respecto,
que la figura del intelectual ilustrado es inconcebible sin una actitud de permanente
apertura hacia otras culturas que se hace palpable en el gusto por viajar
y entrar en contacto con gentes diversas. El Interés principal de los viajes
estribaría en establecer ese tipo de contactos. El objetivo no será, por tanto,
conocer las huellas del esplendor pasado tal como estas se reflejan en los
monumentos heredados, sino aprender de las personas con las que podemos
entablar relaciones, pues son ellas las que atesoran la memoria viva de un país.
Por todo ello nos dice que,
los viajes dilatan por preclslon las facultades del alma, la apartan de
muchas preocupaciones nocivas al bien de la sociedad, y la hacen conocer
puntos fundamentales de observación y de conducta, que no llegan a nuestra
noticia cuando no salimos del rincón en que hemos nacido o cuando sólo
conocemos a los extranjeros por los libros 15.
Para él, la experiencia directa, el conocimiento obtenido de primera mano,
tiene un valor en sí que lo hace insustituible. Frente a este tipo de experiencia,
el saber que podemos obtener por medio de la lectura viene a ocupar un lugar
secundario, aunque no sea posible prescindir de él. El valor de la experiencia
obtenida de los viajes, aquello que puede descubrirse y vivirse en primera per-
14 Clavijo y Fajardo. J.• El Pensador. Tomo /. "Pensamiento XII". Edic. Cit.. p.. 20.
15 Clavija y Fajardo. J.• El Pensador. Tomo 11. "Pensamiento X/X". Edic. Cit.. p., 161.
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sana, se implementará si estamos preparados para buscar lo que necesitamos
conocer. No hay que dejarse distraer por aquello que se muestra a un primer
golpe de vista; ni las ruinas ni los oropeles deben apartamos de nuestro objetivo
esencial. Por esta razón Clavija destaca que el viajero avisado:
Examina con igual cuidado las Artes y Ciencias que florecen en los Países
que ve: averigua la protección y fomento que encuentran en el gobierno: el
uso que éste hace de la aplicación de los particulares: el arte con que sabe dirigirla
al fin de su constitución; y sobre todo procura indagar cuál es el talento
dominante en cada Pueblo. Un hombre que hubiese viajado de esta manera,
puede ser de gran utilidad en la República: de vuelta de su giro debe conocer
mejor su misma Nación 16.
En efecto, el conocimiento de lo ajeno puede llevamos a una más correcta
valoración de lo propio. Pero, al margen de esta y las otras ventajas que enumera,
hay que pensar en la importancia que en la sociedad espafíola de entonces
podía tener la difusión de ideas como estas. En un país habituado al aislamiento,
encerrado en sus tradiciones y costumbres, muchas de las cuales no
eran sino reminiscencias de un tétrico pasado que era preciso superar, la apuesta
de Clavija por el cosmopolitismo tiene una gran importancia. Por lo demás,
en la definición que nos da de las cualidades que han de adornar al viajero, es
fácil percibir una caracterización del talante que define al filósofo en el Siglo
de las Luces.
Para evitar en lo posible los abusos que frecuentemente cometen los viajeros
quisiera yo, que antes de emprender éstos su peregrinación, se hallasen
adornados de aquella política, amenidad de espíritu, dulzura y arte de ganar
las voluntades, que son tan esenciales para hacerse estimar en el comercio del
mundo, que sólo se adquieren en la juventud. También quisiera que tuviesen
algún conocimiento de literatura, y poseyesen algunas de las lenguas vivas, y
se hubiesen formado un cierto estilo para la conversación y los escritos; que
sin ser el que ordinariamente se llama florido, lleno de tropos y figuras, tuviese
gracia y energía 17.
Estas habilidades sociales pueden cultivarse, si tenemos el interés de trabar
un contacto provechoso con gentes de culturas diferentes de la nuestra. Las
disposiciones y actitudes con las que nos acerquemos a los otros condicionarán
de forma decisiva las aportaciones que nuestra relación con ellos nos
pueda reportar. Atención aparte merece el aspecto más propiamente político
que trae consigo el cosmopolitismo. En este sentido, si nos referimos a las pre-
16 Clavijo y Fajardo. J.. El Pensador. Tomo 11. "Pensamiento XIX". Edic. Cit.. pp., 162-3.
17 Clavija y Fajardo. J.. El Pensador, Tomo 11. "Pensamiento XIX", Edic. Cit., pp.. 177-8.
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ocupaciones políticas que subyacen en sus escritos, hemos de reseñar que estas
se expresan a través de su manera característica de elevarse hasta lo general a
partir de lo cotidiano. De este tipo de planteamientos son una excelente muestra
las palabras que recogemos a continuación.
El primer cuidado para mantener la sociedad debe ser el de aumentar y
conservar el número de los que la componen: la verdadera fuerza de un
Estado consiste en la muchedumbre de sus habitantes; y los medios de
lograrla: los estragos que causa en una Nación la corrupción de costumbres,
y sobre todo la licencia en ciertos vicios: la utilidad que produce el tener
fundaciones, para huérfanos y expósitos: el beneficio de atraer colonias
extranjeras y el daño de enviarlas a regiones distantes: que la miseria destruye
los hombres y es causa de las emigraciones, de las enfermedades epidémicas,
de los robos y de otros innumerables males, que arruinan al
Estado l8 .
Existe, por tanto, una conexión entre las disposiciones morales y las costumbres
de los ciudadanos, por un lado, y los problemas sociales, por el otro.
La enfennedad tiene, por tanto, una dimensión moral y Clavija sostiene que
no deja de tener una notable repercusión sobre lo colectivo, que puede apreciarse
con claridad apenas nuestro enfoque de la misma supera la categoría de
la circunstancia individual. Se trata, como vemos, de la consecuencia primera
de una visión en la que el individuo concreto se convierte en el sujeto político
por excelencia. De tal fonna que su existencia cotidiana, sus gestos, sus debilidades
o aciertos, son considerados como el único sustrato social al que podemos
remitirnos.
En ese espacio, en apariencia independiente de la esfera política, es
donde se juegan las partidas decisivas. No en vano, en un país como la
España de la época en la que como ya apuntábamos no existe aún una sociedad
civil estructurada, lo que sucede en este espacio es origen y fundamento
del influjo efectivo que las fuerzas tradicionales ejercen sobre lo político.
De ese peso real nos ofrece una buena muestra su prevención con respecto a
todo aquello que pueda suponer alguna fricción con lo religioso.
Entre nosotros han tomado alguna ya por estribillo el tratar de herejes a los
que leen libros o han corrido Países extranjeros. Si uno de estos procura sacarnos
de alguna de aquellas preocupaciones, que nos salieron al encuentro al
empezar a tener uso nuestra razón y que ordinariamente suelen acompañamos
el resto de la vida, al instante levantan el grito los ignorantes y lo dan por sospechoso
en la Religión l9 .
IX Clavija y Fajardo, J., El Pensador, Tomo 11, "Pensamiento XIX". Edie. Cit.. pp.• 180-1.
19 Clavija y Fajardo, J .• El Pensador, Tomo 11, "Pensamiento XIX", Edie. Cit., p., 184.
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f)omingo Fcrnánde2 Agi,"; Polilicas de la cOlidianeidad: apostillas a El Pensador, de José Clavijo y ..
Clavija intenta justificar la necesidad de establecer ese margen de libertad
civil que es imprescindible para que una sociedad pueda encaminarse hacia su
madurez política. Asunto especialmente difícil en un país como el nuestro, en
el que desde las instituciones religiosas se sigue ejerciendo una coacción nada
desdeñable sobre la sociedad en su conjunto. A nadie ha de sorprender, por
tanto, la atención y el cuidado que el filósofo pone al tratar cualquier asunto
que incida sobre este aspecto. En todo caso, sus más profundas inquietudes se
ponen de relieve cuando se pregunta:
¿Cuándo llegará el día en que tengamos juicio y discernimiento, y en que
sin ser esclavos de la necia credulidad ni de la preocupación, miremos las
cosas con ojos filosóficoS?20.
Esa mirada filosófica nos pennitiría superar todo dogmatismo, se base éste
en las tradiciones religiosas o en prejuicios de cualquier índole. A este respecto,
es interesantc comprobar que Clavija sabe perfectamente que el antídoto
frente a toda forma dc dogmatismo es lo que, utilizando la expresión hayal
uso, podríamos llamar relativismo cultural:
Sólo nuestras costumbres y nuestros usos nos parecen sensatos; y por efecto
dc vanidad y de orgullo olvidamos que la razón es natural de todos los climas,
y que se encuentran razón y genio donde quiera que hay hombres21 .
La universalidad de la razón es, en consecuencia, el único elemento unificador
de que disponemos. La moral es el terreno en el que de una forma práctica
podemos poner en juego el poder unificador de la razón. En ella, el juego
de las diferencias se muestra menos interesante que el de la similitud, por más
que sean elocuentes dichas diferencias. Someter a los demás al dictado de
nuestros dogmas, imponiéndoles lo que en nuestra cultura funciona como criterio
de corrccción, sólo puede hacerse abusando del poder que los caprichos
de la historia nos han otorgado. Se trata de algo moralmente inadmisible aunque
se haya comctido una y mil veces, haciéndose imperar como válido en el
terreno político o moral aquello que lo era para nosotros. No en vano,
la fuerza de la costumbre nos arrastra y nos hace condenar usos, que no tienen
más defecto que no ser nuestros. Acostumbrados al sombrero, no podemos
figurarnos que sean gentes de razón las que se sirven del turbante. La simplicidad
pasa por grosería entre los que no reflexionan cuánto tiene de arbitrario lo
que llamamos Política y por barbarie todo lo que no es análogo a nuestras ideas;
como si las Naciones a quienes motejamos de bárbaras no tuviesen casi las mis-
211 Clavija y Fajardo. l. f:'f Pensado/', Tomo 11. "Pensamiento XIX", Edic. Cit., pp.• I X7-X.
'1 Clavija y Fajardo, J., El Pensado!', Tomo 111. "Pensamiento XXXII", Edic. Cit., pp., 117-X.
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Domingo Fernández Agis Políticas de la cotidíaneidad: apostillas a El Pensador. de .lose Clavijo v...
mas razones para aplicamos el mismo epíteto y fuesen tales nuestras costumbres
que no pudíesen ridiculizarse del mismo modo que ridiculizamos las ajenas22 .
Siguiendo esta línea de argumentación hay que entender la manera de formular
ciertas objeciones al principio democrático que, partiendo del modelo
usual en la época, Clavija pone en boca de un indio canadiense. Como veremos,
se trata de recurrir al mito del buen salvaje cuya inteligencia, aún no
corrompida por las costumbres y prejuicios propios de las sociedades occidentales,
puede revelamos aquello que, aun estando ante nuestros ojos, nosotros
somos ya incapaces de ver.
¿No te acuerdas haberme dicho en muchísimas ocasiones que el número
de los ignorantes es infinito, comparado con el de los sabios, y para un hombre
que ve la luz, hay millares que viven en tinieblas? Pues si esto es así,
¿por qué se ha de preferir el voto de muchos, quizá ciegos, al de uno tal vez
ilustrado?23.
Estos reparos son los mismos que podría poner sobre la mesa un personaje
como Voltaire, o cualquier otro defensor de lo que se conoce como despotismo
ilustrado. Pero, de necesitar una justificación más allá de la referencia al
contexto histórico en que aparecen, ésta sería más fácil de hallar en el caso de
Clavija, dado el atraso comparativamente mucho mayor de España en relación
a Francia. No olvidemos, dicho sea de paso, que Voltaire recurre al mismo procedimiento
expositivo en distintos pasajes de su obra, aunque de manera muy
especial en su novela El ingenuo, que fue publicada en 1767.
En todo caso, quizá deberíamos quedamos, por encima de todo, con esa
brillante defensa del relativismo cultural que podemos encontrar en El pensador.
Una actitud que no le lleva, sin embargo, a olvidarse de la universalidad
de la condición humana. Entre otras cosas, porque es precisamente esa universalidad
lo que confiere su punto de mayor fuerza a la argumentación.
Veamos cómo lo expresa Clavija.
Que un Japonés crea estar en postura más humilde cuando está sentado y
un Europeo cuando está de pie, todo es muy indiferente a la humanidad. Cada
Nación tiene sus ceremonias autorizadas por el uso. Las que difieren de aquellas
en que nos hemos criado pueden causar novedad, pero no admiración. Lo
contrario es plUeba de un pequeño espíritu y de menos reflexión. Los hombres
lo son en todas partes: sus corazones merecen nuestro examen; pero no
sus usos ni sus trajes, que dependiendo solamente del clima, o de la costumbre,
nada pueden quitar ni añadir a lo esencial del hombre24.
22 Clavija y Fajardo, J., El Pensador, Tomo 1Il, "Pensamiento XXXII", Edie. Cit., pp., 119-120.
23 Clavija y Fajardo, J., El Pensador, Tomo IIJ, "Pensamiento XXXII", Edie. Cit., p., 128.
24 Clavija y Fajardo. J., El Pensador, Tomo rll, "Pensamiento XXXII", Edie. Cit., p., 141.
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Así pues, la racionalidad sería, como ya hemos apuntado, el aspecto clave
para definir el contenido esencial de la condición humana25 . Sin esa racionalidad
universal el discurso normativo de la Ilustración perdería casi toda su
fuerza. En efecto, si podemos avanzar hacia una sociedad más justa y más libre
es apoyándonos en el poder que tiene la razón para corroer los fundamentos de
todo aquello que no responde a sus exigencias de rigor y objetividad, así como
en su potencialidad para construir algo nuevo y mejor en base a su sustrato de
validez universal.
25 En todo caso. el balance que puede hacerse de este periodo histórico no es necesariamente optimista.
En este sentido, Eduardo Subirats considera que "la filosofía de la Ilustración ha fracasado precisamente
cuando y donde pudo celebrar sus triunfos. Aquello que legitimaba históricamente su cometido, la supresión
de la angustia de los individuos frente a los poderes de la naturaleza y su liberación de las constricciones
y poderes sociales, ha sido reducido a lo que, en un principio, se había determinado como su medio: el
conocimiento científ1co de la realidad y el poder que de él emanaba sobre la naturaleza y la sociedad. El
espíritu de las nuevas ciencias, proclamado como defensa de la supervivencia individual y de la libertad
social. fue objetivado en una nueva forma de institución absoluta: la del conocimiento por el conocimiento,
y del progreso de la ciencia y la técnica como fin en si mismo y principio absoluto. La condición que justif1caba
su importancia social, la conservación de la vida frente al poder, fue olvidada". SUIJIRATS, E., La ilustración
imulieiente. Madrid, Taurus, 19S 1, p. 127.
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