Boletín Millares Cado
2001.20: 245-279
ISSN: 021 1-2 140
El archivo como espacio del saber
El edzjicio de archivo
María de las Nieves PEIRÓ GRANER
Universidad de A Coruña
Resumen
Hasta no hace demasiado tiempo, la función esencial de los archivos era la de conser-vación
pasiva de los documentos. De acuerdo con las nuevas tendencias archivísticas,
esta función es la de servicio. Por esta razón, la preocupación, tanto de los archiveros,
como de los arquitectos, es la de dotar a los edificios de archivo de las condiciones
más adecuadas para compaginar las dos funciones archivísticas por excelencia: con-servar
los documentos y servir a la sociedad.
De la consideración del archivo como lugar sagrado, instrumento de gobierno y refle-jo
del poder, al servicio de sus creadores y de sus herederos, tras la Revolución
Francesa, el Romanticismo y el Nacionalismo, los archivos se abrieron a los ciudada-nos
y fue necesario habilitar espacios para la consulta de los documentos. El archivo
se inserta en la sociedad. El depósito de archivo se convierte en un lugar cultural, un
todo con la biblioteca y el museo, lugar de curiosidad de cultura, de ciencia: un espa-cio
del saber.
Los programas de construcción de los edificios de archivos evolucionan al mismo
tiempo que las funciones y servicios que se van desarrollando en ellos, aunando los
dos objetivos de conservación y de servicio.
Palabras clave: Archivos. Edificios de archivo.
Abstract
Until not too long ago, the main issue of Archives was just to keep documents in depo-sit.
New tendencies of Archivistic Science see Archives as public services. This vision
of Archives led archivists and architects to conceive buildings for Archives with the
proper conditions to serve both issues: keep documents in deposit and serve the public.
From seeing Archives as a sacred place, an instrument of govemments reflecting their
María de las Nieves Peiró Graner El urc,hivo con7o i y x ~ c i ode l suhcr El edificio de urc,hivo
power, as servants ofpeople that created them and their heirs, after French Rcvolution,
Romanticism and Nationalism, Archives were opened to general public. It was neces-sary
to provide spaces for people to consult the documents that were deposited in the
Archives. Archives were changed into cultural places, whole services with Libraries
and Museums, places for curiosity, culture, science, places of knowledge.
Construction plans of the buildings evolved at the same pace as new functions and
services of the Archives developed, joining the areas for depositing documents to the
areas dedicated to serving the public.
Key words: Archives. Archive buildings.
Si atendemos a la etimología de la palabra "archivo", vemos que ésta tiene
sus orígenes en las lenguas griega y latina. En efecto, los griegos utilizaron diver-sos
términos para expresar ese concepto, como por ejemplo: "archeios", "carto-philacios"
o "grammatophilakion", mientras que los romanos, por su parte,
usaron las palabras "grapharium", "carthesium", "chartaceum", "charturium
publicum", "sacrarium", "sanctuarium", "scrinium", "tablinum", "tahularium",
etc. para referirse a lo que hoy podemos entender por archivo.
Sin embargo, suele considerarse que fue Tertuliano' quien utilizó por
primera vez el término "archivum", llamado a ser el que tendría mayor tras-cendencia
y del cual han derivado tanto la plabra española "archivo", como la
francesa "archives" o la italiana "archivio", entre otras2.
No obstante, el profesor italiano Elio Lodolini3 llegó a lamentarse al consi-derar
que existía una cierta falta de unanimidad en cuanto al reconocimiento del
origen etimológico de la palabra archivo. Este hecho, desde luego, podría lle-gar
a presentar un cierto problema añadido al tratar de establecer una definición
de archivo susceptible de resultar universalmente válida y, por lo tanto, de ser
aceptada por todos. Sin duda por esta razón, el deseo -y la necesidad- de dar
1 En sus obras Apologeticum. XIX. 5 y Adversus Marcionem, Lib. IV, cap. no 7. Citado por: Lodolini,
E. "L'Archivio de ien a domani". En: Archiva Ecclesiae. Bulletino dell'Asocia~ione archivistica eclesiasti-ca.
Anni 38-39 (1995-1996). P. 36.
2 Véase, por ejemplo, el Elsevier S Lexicon of Archive Erminology. Amsterdam-Londres-Nueva
York, 1964, en que aparece el concepto con sus denominaciones en francis, inglés, español, italiano y
holandés.
Lodolini, E.: Archivística Principios y problemas. Madrid, 1993. P. 61.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del saber: El edificio de archivo
la más precisa definición del término archivo hizo que éste fuese el tema del
primer Congreso Internacional de Archivos, que se celebró en París en el año
19.50.
Con todo y a pesar de estas dificultades iniciales, lo cierto es que la
Archivística ha alcanzado un logro importante al contar con una amplia con-cepción
de archivo. En efecto, esta concepción es abarcada desde una triple
perspectiva: por un lado, como la institución que custodia un conjunto orgáni-co
de documentos; por otro, como el lugar en donde se conservan esos docu-mentos
y, en fin, como ese mismo conjunto de documentos producidos por una
determinada institución en el ejercicio de sus funciones, con unos fines jurídi-cos,
administrativos o meramente informativos.
Es necesario reconocer, sin embargo, que, todavía hoy se mantiene un cier-to
matiz despectivo en el concepto de archivo, pues, entre un buen número de
personas, se asocia la idea de archivo con un lugar oscuro, lleno de papeles
viejos y amontonados en desorden y, por supuesto, lleno de humedad y de
suciedad". Concepto éste, desde luego, muy lejano al defendido por la moder-na
Archivística.
Es necesario tener en cuenta, ciertamente, que el concepto de archivo ha
ido evolucionando a lo largo de los tiempos y de la historia. Así, de acuerdo
con L. Sandri5, podremos considerar que la historia de los archivos y la del
mismo concepto de archivo, está en perfecta conjunción con la propia historia
de la Archivística. Una historia que podemos ir enmarcando en los grandes
períodos históricos.
2.1.1. La antigüedad
Está fuera de dudas, la idea de que registrar de alguna manera la memoria
de cualquier actividad humana y de conservar esta memoria, es de origen anti-quísimo;
nacida, incluso, antes de la invención de la escritura, por lo que está
ya presente en las más remotas civilizaciones. Se viene considerando que el
más antiguo significado de la palabra archivo es el de "lugav": "lugar sagra-
4 La archivera sevillana A. Heredia se pregunta por el culpable de que exista, todavía, esa peyorativa
opinión sobre los archivos, achacando, en general, la culpa a las mismas instituciones productoras y su trato
de "desfavor" o "desamor" hacia su propia documentación: Heredia Herrera, A,: Archiví.stica General.
Teoría y práctica. Sevilla, 1993. P. 57.
5 Sandri, L. "La storia degli archivi". En: Archrviim, XV111 (1968). P. 103.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo corno espucio del suher: El edificio de cvchivo
do donde se conservan los documentos"6. En efecto, parece demostrado que
los documentos llegaron a gozar de un cierto caracter sagrado, por eso, los
templos y los palacios de las antiguas civilizaciones eran los lugares por
excelencia para la constitución de los depósitos documentales, en donde los
documentos eran guardados junto con los bienes más preciosos y sagrados.
Igualmente, en las ciudades griegas, las "polis", los archivos se ubicaban
en los templos y en los palacios. Se sabe que el "arkeion" griego fue,
primero, palacio de gobierno y, más tarde, el lugar donde se depositaban y
conservaban los títulos que respaldaban la "polis". Por ello, ese nombre de
"arkeion" llegó a tomar, también, el sentido de "santuario". Otros documentos
de las "polis" griegas se conservaban en el Metroon, o templo de Cibeles; o en
los templos de Gea o de Palas Atenea, todos ellos, naturalmente y asimismo,
lugares sagrados.
Más tarde, este mismo concepto griego de archivo, así como su función, se
transmitieron -como ocurriría con tantos otros aspectos de la cultura heléni-ca-
al mundo romano. En Roma, el archivo, sería conocido con los nombres
de "Tabularium", "Sacrarium", "Escrinium", etc. Todos estos términos deno-taban,
igualmente, idea de lugar y de lugar revestido de cierta sacralidad. Por
otra parte, se sabe, además, que los decretos de los diumviros no llegaban a
alcanzar una completa legalidad y eficacia hasta que no eran depositados en el
archivo, lo que abundaría en ese concepto de "lugar sagrado". Y, todavía más,
en la ciudad de Roma, los documentos se depositaron no solamente en el
Tabularium, sino también, en auténticos lugares sagrados: en los templos,
como en el de Saturno, en el templo de Júpiter o en el de Vesta.
2.1.2. La Edad Media
Con la llegada de los pueblos "bárbaros", toda aquella compleja organiza-ción
administrativa que se había forjado en el Imperio Romano se desvaneció
con él. La llegada de estas gentes con una nueva cultura, hizo también que se
produjese un cambio en el concepto y la visión de las cosas. Así, lo privado y
lo individual, propio de la mentalidad de los pueblos germánicos, se impondría
sobre lo común y público que había prevalecido en el período anterior. De ese
modo, de la idea de Estado como "res publica", se pasaría a la consideración
del mismo como propiedad personal de quien ejercía el poder. Con ello, y en
consecuencia, se fue produciendo una pérdida progresiva e irremediable del
documento escrito. Esto fue debido, por un lado, a la señalada decadencia
del derecho romano -que basaba el valor probatorio, precísamente, en el
documento escrito- y, por otro, a la paralela consolidación en la Europa
-
6 Sandri, L. La storia ..., cit. P. 107.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del saber: El edificio de archivo
Occidental del derecho germánico, en que lo que se imponía era el procedi-miento
oral y la prueba testimonial7.
Como consecuencia de todo ello pues, podemos decir que, en esta época, la
situación archivística no sólo quedó estancada, sino que retrocedió en gran mane-ra,
de este modo, los documentos, al igual que ocurría con la cultura, se refugia-ron
en iglesias y catedrales y, especialmente, en los monasterios. En estos tiem-pos,
libros y documentos se reunían en un mismo lugar, a cargo de una misma
persona y siguiendo una práctica de ordenación similar. Como resultado de este
hecho se produjo una tremenda indeterminación entre lo que era propiamente el
mundo archivístico y el bibliotecario, una indeterminación que iba a durar siglos.
A partir del siglo XII, con la aparición de las Universidades, el redescu-brimiento
del derecho romano y la inherente consolidación de procedimientos
y formularios para la redacción de los documentos, se sentarían las bases sobre
las que se articularía la interesante organización archivística bajomedieval. La
Iglesia, por un lado, y las Monarquías, por otro, se preocuparían de conservar
-como tesoros8- aquellos documentos que atestiguaban sus derechos y
patrimonio y que garantizaban su poder y autoridad. Lo que es necesario seña-lar
ahora es que, durante toda la Edad Media, el concepto de archivo seguiría
-al igual que había ocurrido en la antigüedad- apoyándose, fundamental-mente,
en la idea de "lugar": lugar en donde se conservaban las actas públicas
de un modo seguro. Sería el "locus in quo acta publica asse~vantur"~.
2.1.3. El concepto de archivo en la Edad Moderna
El antiguo concepto de lugar iba a ser, de todos modos y también, cons-
Bautier, R. H. "Les Archives". En: L'Histoire et se.? méthodes. Paris, 1961 (Encyclopedie de La
Pleiade. Vol. XI. P. 1134. Escudero, J. A. Curso de Historia del Derecho. Fuentes e Instituciones político-administrativas.
Madrid, 1987. Pp. 199-202.
Los "tesoros de cartas", según la periodización de Bautier. Véase: Bautier, R.H. "La phase cmcial
de I'histoire des archives: la constitution des d&pots d'archives et la naissance de I'archivistique (XVIe-début
du XIXe. siecle)". En: Archivum. Vol. XVIII (1968). Pp. 139-149. Bautier establece los siguientes
periodos: 1) Epoca de los "Archivos de Palacio", que se correspondería con la antigüedad. 2) Epoca de los
"Tesoros de Cartas", de los siglos XII a XVI. 3) De los archivos como "Arsenal de la autoridad", siglos
XVI a principios del Siglo XIX. 4) Epoca de los archivos como "Laboratorios de la Historia", de princi-pios
del siglo XIX a mediados del XX. Las denominaciones dadas por Bautier a cada uno de los grandes
períodos son muy ilustrativas acerca del concepto de archivo y del "espacio" o lugar de conservación de los
documentos.
Sandri, L. 11 "De Archivis" di Baldasarre Bonifacio En: Notizie degli Archivi di Stato. X, 1950. Pp.
95- 11 1. Y no sólamaente se trata de archivos y documentos públicos, pues otros autores se refieren clára-mente,
a archivos públicos y privados e, incluso, familiares, como: Giussanius, Nicoló, en: Methodus
Archivorum, seu modus eadem texendi ac disponendi. Mediolani, ex Typographia Francisci Vigoni, in foro
Piscario veteri, 1684. Citado por: Sandri, L. "Nicoló Giussani e il suo Methodus archivomm seu modus
eadem texendi ac disponendi". En: Bulletino del1 árchivio paleografico italiano. No 11-111 (1956-1957). Pp.
329-342.
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tante a lo largo de toda la Edad Moderna. Pcro, en este momento el archivo ya
no era, solamente, el lugar en donde se custodiaban seguros los documentos,
sino, además, sería el lugar en donde iban a conservarse de modo permanente
" para perpetua memoria"l0, como se señalaba en los propios documentos.
Es importante hacer notar un hecho importante. Y es que, al mismo tiem-po,
entre los siglos XVII y XVIII, la Archivística se iba a ir desarrollando con
un nuevo e interesante matiz, como doctrina jurídica al servicio de la nueva
administración -la del Estado Moderno-. El sistema de gobierno de este
Estado Moderno vendría caracterizado por unas monarquías de carácter abso-lutista
y centralizador que iban a propiciar el nacimiento de los "AI-chivos u%
Estado". Entre otras cosas, el concepto y la noción de propiedad de los archi-vos
varió: ahora fueron considerados "depsitai~iods e los u'oeuw~erilosc.' onceri
nientes al Estado y cuya conservación era, o podiu se< de interks pzih1ico"l'.
Como consecuencia, el archivo iba a pasar a convertirse en un elemento fun-damental
de la maquinaria burocrática y administrativa de este nuevo Estado,
adquiriendo, por ello, una función predominantemente jurídico-política, que
ofrecía al Soberano una documentación instrumento- útil para la afirma-ción
de los derechos de la Corona y del Estado y para el ejcrcicio del poder
sobre su territorio y sus vasallos. Sería la época de los "urchivos como arsenal
de la autoridad', como la había llamado el francés Bautier.
Ya en el siglo XVIII, y, de un modo especial en la segunda mitad de dicha
centuria, ocurrió que ese aspecto eminentemente jurídico, que venía, sobre
todo, del siglo anterior, iba a ir dejando paso a una nueva mentalidad de carac-ter
racionalista, así como, también, a un movimiento que podernos llamar ilus-trado
que influiría, igualmente, tanto en el campo de la ciencia Archivística,
como en el del archivo, así como en su propio concepto y función. En efecto,
podemos observar que, como consecuencia de esta nueva mentalidad, se iría
transformando el concepto de archivo. Si hemos visto que, durante siglos, la
idea esencial había venido siendo la de considerar el archivo como "lz~gur"e, l
lugar seguro en donde se conservaban las escrituras, ahora iban a adquirir rele-vancia
esas mismas escrituras, es decir, los "u'oczunentos"; y, todavía mis, los
documentos como conjunto, a pesar de que los documentos privados todavía
tardarían un tanto en ser incorporados a este nuevo concepto de archivo como
contenido.
Una definición de archivo que puede ser considerada como representativa
de este nuevo concepto de archivo-conjunto de documentos, la daría P. W. L.
' O La conservación de los documentos "aperpeizlu ~iietnoria"c ra función csencial dcl archivo. Cesare
Baronio define el archivo teniendo en cuenta no sólo la idea de lugar dondc se conservan los documentos,
sino, tambien, que lo sean para perpetua memoria: "1oczr.s uhi so-ipturae puhlicue L I c~on .sc.r.vuno'cr~pn e p -
tzmm memorium as,servuwnt~~rC".i tado por: Lodolini, E. Li~lramentid i storirr dell'urrhiiistica ~ ~ ~ I O J I L I .
Dalle origini alla metu del secolo XY. Roma, 1994. P. 53.
" Favier, J. Les Archives. Paris, 1959. P. 22.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del saber: El edificio de archivo
Flandt en el año 176412, a1 decir que archivo era "la más distinguida colección
o depósito de los principales escritos y de los más importantes documentos";
La definición se refería también, y no obstante, a "aquel lugar donde tales
escritos son custodiados". Aparece, pues, todavía, la idea de archivo como
lugar, pero el protagonismo -ahora- lo ostentará, sin embargo y de modo
esencial, el conjunto de escritos conservados en el archivo-lugar: los docu-mentos
como conjunto. ,
De este modo, y como consecuencia de esta nueva consideración de los
documentos en su conjunto, hacia finales de este siglo XVIII, se observa que casi
había llegado a desaparecer, al menos en algunos autores, la vieja idea de archi-vo
como "lugar", para ser, sólo, una "colección organizada de documentos".
2.1.4. El siglo XIX
No obstante, vamos a encontrar que, en el primer año de la siguiente cen-turia,
otro autor, Bachmanl3, recogería, de nuevo, aquella antigua concepción
del "archivo-tesoro" considerando, además, a este archivo-tesoro como el
"archivo en sentido propio". Por su parte, otro autor, Kulemkamp iba a ir más
allá, llegando a enriquecer el concepto de archivo en la definición que ofrecía,
puesto que pasaría a reconocer y a conceder la cualidad de archivo y a dar esa
denominación de "archivo", también, a los archivos privados; al tiempo que
presentaba un nuevo avance al ofrecer, junto a la idea de conservación de los
documentos, la de su conservación ordenada.
Pues bien, esta idea de archivo como lugar en donde se custodia un con-junto
documental y como ese mismo conjunto estará, igualmente, presente en
las definiciones de archivo que se darían en España a lo largo del siglo XIXI4,
como por ejemplo en las de Porras Huidobro o Rodríguez de Miguel. Así pues,
puede observarse en los distintos autores españoles de ese siglo y en los de los
inicios del XX, que, tanto en sus obras como en las definiciones de archivo
que ofrecen en ellas, junto a la idea de archivo como lugar de conservación y
la de archivo como colección de documentos, añaden que debe tratarse, igual-mente,
de un conjunto ordenado y, además, en un sitio seguro y adecuado; de
modo que se pueda facilitar, no sólo la custodia de aquellos documentos, sino,
también, su accesibilidad y, por lo tanto, su utilidad.
' 2 Flandt, Philip Wilhelm Ludwig: Anleitung zur Registratuwissenschavt und von Registratoribus.
Frankfuri und Liepzig, 1764. Citado por Lodolini, E. Archivística ..., cit. P. 132.
'3 Bachman, Georg August Ube r~r chi v1. 901. Citado por Lodolini, E. Archivística ..., cit. P. 133
14 Sobre la evolución del concepto de archivo en general y, de una manera particular, en España:
Mariin-Pozuelo Campillos, M" P. La construcción teórica en Archivística: el Principio de Procedencia.
Madrid, 1996. De modo especial el cap. 6.
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María de las Nieves Peiró Graner El urchivo como esj~uciod el scrbrr El edifkio de c~lrhiw
Pero, debemos señalar, además, que el concepto de archivo había llegado
a adquirir ya una nueva y significativa dimensión. En efecto, ahora ya no se
concebía exclusivamente como una institución con fines patrimoniales, dinás-ticos
o únicamente al servicio de la administración del Estado, sino que el
archivo había llegado a adquirir una clara dimensión cultural. El archivo sería,
también, ahora, una fuente para la investigación. Se desarrollaba, pues, la his-toriografía
científica que encontraría en los documentos archivísticos los cle-mentos
necesarios para la investigación histórica. En este momento de afir-mación
de la identidad nacional de los pueblos, los archivos, como memoria
del pasado de la nación, se abrieron a la investigación de la historia nacional,
convirtiéndose, por lo tanto, en verdaderos "laboratorios de /u hisfor-ia",
según escribía el ya citado Bautier.
A partir de estos momentos, en las distintas y sucesivas definiciones de
archivo va a insistirse, como hemos venido señalando, además de en la idea
de lugar, en la de colección, colección ordenada y orgánica. De todos modos,
los primeros en considerar, claramente, al archivo como un todo orgánico,
serían los llamados "padres de la archivística", los archiveros holandeses
Müller, Feith y Fruin. Así pues y desde la aparición de su obra, el concepto
de "todo orgánico", junto con las ideas de "orden" y de "lugar" estarán ya
presentes -insistimos- en las sucesivas y distintas definiciones aportadas
por los diferentes autores. Se constatan, en todo caso, algunas diferencias que
consisten, únicamente, en si el concepto de archivo se limita a los "documen-tos
históricos" o si se considera también archivo el conjunto de "documentos
administrativos"~5.
En este sentido, empezaremos señalando que, de las definiciones de archi-vo
dadas por el Consejo Internacional de Archivosl6, la inglesa se refiere úni-
15 Tanto en las definiciones de Archivo de T. R. Schellenberg como de Elio Lodolini parece qucdar paten-te
una idea un tanto parcial, al señalar como documentos de archivo a los de valor permanente o histórico. Por su
parte, A. Tanodi utiliza el término "archivo" para indicar el lugar de conservación; mientras que para rcfcrirse
exclusivamente al material documental lo hace con la palabra "archivulia". Véase al respecto: Schellenberg, T.
H. Archivos Modernos. Principios y ticnicus. La Habana, 1958. P. 42. Lodolini, E. Archivktica ..., cit. P. 145.
Tanodi, A. Manual de Archivologia Hispanoamericana. Córdoba (Argentina), 196 1 . P. 12.
' 6 Evans, F. B. Dictionary of archiva1 terminology. English und French, ~ , i t hrq irr~~alenitns Dutch,
German, Italian, Rusian and Spanish. Dictionnuire de terminologie urchivistiyue. Comp. by Frank Evans,
Francois J. Himly, Peter Walne. München, New York, Paris, 1984. P. 25.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del sabel: El edzjcio de archivo
camente a los archivos no corrientes, mientras que la francesa considera al
archivo como "el conjunto de documentos, sea cual sea su fecha, su forma y
el soporte material, producidos o recibidos por cualquier persona Jisica o
moral o por cualquier organismo público o privado en el ejercicio de su acti-vidad,
documentos ya conservados por su creador o sus sucesores para sus
propias necesidades, ya sea transmitidos a la institución de archivos compe-tente
en razón de su valor archivistico". El profesor Cruz Mundetl7 analiza
esta definición, señalando en ella tres acepciones: la de conjunto de documen-tos
de cualquier fecha, soporte o procedencia; la de la institución responsable
de su recogida, custodia y tratamiento y la del edificio en donde se llevan a
cabo todas estas labores. Estas tres acepciones en el concepto de archivo, vie-nen
siendo señaladas de modo general por la moderna Archivística, aunque
algún autor establece ciertas variaciones de significado y amplitud de éste,
dependiendo del área geográfica a que pertenencenls.
De todos modos, esta señalada triple idea es la que aparece recogida en las
definiciones de archivo que ofrecen los distintos autores, así como en las que
figuran en las disposiciones legales de caracter estatal y autonómicol9, o en el
Diccionario de Terminología Archivística, publicado por la Subdirección
General de los Archivos Estatales20. Todas estas definiciones resultan muy
completas y coinciden en varios puntos: la inclusión de la procedencia -el
principio archivístico por excelencia- como elemento fundamental; la consi-deración
del archivo como conjunto de documentos de cualquier naturaleza,
producido y reunido de manera natural y orgánica; y el lugar físico en donde
estos documentos se conservan.
3. FUNCIONES DE LOS ARCHIVOS
En las distintas definiciones de archivo que se han venido señalando, podía
observarse una clara referencia a la función, que es, en último término, lo que
mejor lo define. Por otro lado, se ha podido constatar, también, que el concep-
17 Cruz Mundet, J. R. Manual de Archivística. Madrid, 1994. Pp. 92-93.
18 Sanchis Moreno, F. J. Los archivos de oficina. Una síntesis para su gestión. Valencia, 1999. Pp. 3 1-
32. Considera que el significado de la palabra archivo varía en distintos ámbitos geográficos. Así, en el
ámbito mediterráneo, el archivo es el complejo documentario producido por personas fisicas o jurídicas,
públicas o privadas. En el ámbito de los paises anglófonos, se englobaría tanto el complejo documentario
producido por los entes públicos como, con matices, los del ámbito privado. En los antiguos paises socia-listas,
el archivo incluia, también, todo el material literario o científico, pues, aunque obras de particulares
en el ejercicio de su profesión, lo son al servicio del estado. Es decir que la amplitud del término archivo
dependerá de si se abarca o no el ámbito privado.
' 9 Ley de Patrimonio Histórico Español. 25 de Junio de 1985. No 19. BOE, no 155 de 29 de Junio.
"Decreto 30711989 do 23 de novembro, que regula o sistema de arquivos e o patrimonio documental de
Galicia". DOGA, no 23, lo Feb. de 1990. Cap. lo; art. 2.1.
20 Diccionario de Terminología Archivística. Madrid, 1993. P. 20.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como r.sptrcio cld scrhr~ El c d / k ro tlv rr~.chii~o
to y definición de archivo han ido evolucionando a lo largo dcl tiempo. Las
variaciones en el concepto, veíamos también, que iban respondiendo a varia-ciones
en la función o, al menos, en la que resultaba ser la función predomi-nante
en cada uno de los distintos momentos históricos.
Para la archivera V. Cortés Alonso21 las funciones de los archivos respo-derán
a los objetivos de: recoger, conservar y servir los documentos, en bene-ficio
de la administración, la cultura y la sociedad. Pero, junto al estudio de las
funciones, puede formularse, también, un estudio de los posibles usuarios. Y
es que el archivo debe estar preparado para satisfacer una triple función en
beneficio de un triple tipo de usuarios. Las funciones son:
- una función administrativa
- una función cultural
- una función informativa
Los usuarios serán:
- la administración
- la investigación
- los ciudadanos
En efecto y en primer lugar, el archivo servirá a la administración, entidad
o persona generadora del mismo, para proporcionarle los documentos, datos y
referencias que necesite para el correcto desarrollo de sus actividades y para la
mayor rapidez y eficacia en su gestión.
Servirá, igualmente, a la difusión cultural y la investigación, al poner a dis-posición
de los ciudadanos y de los investigadores los testimonios del pasado,
mediante una extensa labor cultural: publicaciones, visitas, exposiciones o
conferencias; junto con la atención al sector especializado en la investigación
histórica, que harán del archivo un verdadero centro cultural: un espacio del
saber.
Por su parte y por fín, la función informativa, en especial en los archivos
públicos, consistirá en ofrecer a los ciudadanos la información quc soliciten;
que puede ser referida a ellos mismos o a la gestión de la entidad como garan-tía
de transparencia administrativa y del derecho de estos ciudadanos al acceso
a los archivos y registros públicos, según está reconocida por la Constitución.
Esto será posible por medio de un correcto servicio de archivo.
2 1 Cortés Alonso, V. Archivos di. ESJ ILI~y LAIr nC;ricu. hfoterit11r.rp ai.u u17 munirul. Madrid, 1979.
PP. 11-32.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del saber: El edificio de archivo
Pues bien, el concepto de archivo que hemos venido señalando: lugar en
donde se conservan los documentos y en donde reciben el adecuado trata-miento
archivístico y el conjunto de estos documentos, así como las funciones
de los archivos: administrativa cultural e informativa; o las necesidades de los
propios usuarios de los archivos: administración y ciudadanos, van a incidir de
manera decisiva en la concepción del edificio de archivo, que ha de aunar, al
tiempo, dos principios que pueden considerarse antagónicos: conservación y
difusión.
Del mismo modo que el concepto y la función del archivo fue evolucio-nando
a través de los tiempos y de los grandes ciclos históricos, también fue
evolucionando su concepción arquitectónica. Desde los lejanos tiempos en que
el concepto de archivo era el de lugar y su función la conservadora, hasta el
edificio actual, en que la conservación supone mantener los documentos en
el mejor estado para poder difundir la información que contienen.
El lugar de archivo ha ido evolucionando desde una pieza dentro de un
edificio, un armario, un arcón -el arca de tres llaves-, etc., un edificio adap-tado
para archivo, o un edificio construido con esa finalidad. En cuanto a la
concepción arquitectónica del propio edificio, se ha pasado desde el archivo
compacto, en que documentos, archiveros y usuarios compartían un mismo
espacio, hasta el actual edificio tripartito compuesto de zonas de depósito,
cerradas, para conservación de los documentos; zonas semiabiertas, lugares de
trabajo para los archiveros, y zonas abiertas, destinadas al eficaz servicio a los
usuarios. En el edificio compacto se practicaba un tipo de conservación pasi-va,
basada, esencialmente, en la buena calidad de edificio y los soportes y en
su resistencia frente a los posibles agentes de deterioro internos o externos. En
los actuales edificios tripartitos no se contempla únicamente la conservación,
sino que se promueve e intensifica la mejor, promoviendo un auténtico "con-fort"
e higiene sanitaria de los documentos allí albergados, de modo que se
alargue al máximo su capacidad de duración.
Puede decirse que tanto la conservación como el servicio de los archivos
comenzó en las antiguas culturas del Creciente Fértil, en los valles de los ríos
Tigris, Eúfrates y Nilo, en los palacios y templos, lugares dignos y sagrados:
los llamados "Archivos de Palacio", que encajarían dentro del concepto de
archivo compacto, por un lado y, por otro, en la idea de que cualquier depen-dencia
segura en edificio seguro --del mismo modo que cualquier edificio
sólido y seguro, desde luego-, podía cobijar un archivo.
En efecto, a excepción del Tabularium romano, al parecer, edificio que
había sido construido exclusivamente para archivo, durante miles de años, se
tuvo la idea y concepción arquitectónica de que un edificio dotado de las ade-cuadas
características de solidez y seguridad o, en su caso, con las necesarias
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espcrcio del ~uher:E l edificio de ur.chiio
adaptaciones, podía albergar aquellos documentos cuya conservación se con-sideraba
imprescindible. Puede citarse, como ejemplo de ello, la fortaleza de
Simancas22, archivo de la Corona de Castilla.
De cualquier modo, la preocupación por instalar adecuadamente los archi-vos
-entendidos, sobre todo, como lugares de conservación o archivos-depó-sito-
puede situarse ya desde el primer cuarto del siglo XVIII. En
Copenhague se había construído, en el año 1720, un edificio ex profeso para
archivo. Años más tarde, entre 1731 y 1734, el arquitecto Juvarra construyó el
archivo de la monarquía piamontesa, en la ciudad de Turín2" En este aspecto,
resulta importante señalar que, en 1761, se creó el Archivo de Betanzos, para
conservar los fondos documentales de la Real Audiencia de Galicia. Edificio
que todavía hoy podemos admirar, a pesar de que nunca albergó aquellos
documentos para cuya conservación fue creado, puesto que, una vez construí-do,
se consideró que su proximidad al mar podía resultar perjudicial para los
documentos en cuestión24.
No obstante, lo cierto es que, durante los siglos XVIII y XIX, la mayor
parte de los archivos ocupaban viejos edificios que, en otro tiempo, habían ser-vido
para diferentes fines: antiguos palacios, castillos, edificios religiosos
abandonados ... Y esto, en el mejor de los casos. En efecto, los Archivos
Nacionales franceses se instalaron en los palacios Soubise y Rohan, el Archivo
del Estado de Florencia en el impresionante palacio de los Uffizi y, en España,
el Archivo de la Corona de Aragón ocupaba el antiguo Palacio de la
Generalidad, mientras que la Fortaleza de Simancas seguía albergando los
documentos de la monarquía hispana. El Archivo Central de la
Administración, por su parte, ocuparía, desde 1861, el antiguo palacio de los
arzobispos de Toledo, en Alcalá de Henares. Otros archivos, sin embargo,
corrieron peor suerte, y no resulta extraño encontrarlos alojados en sótanos
húmedos, buhardillas sin cristales, graneros y otros locales de todo punto
impropios de su alto cometido.
22 Desde el reinado de los Reyes Católicos, la corona de Castilla venia sintiendo la acuciante neccai-dad
de contar con un archivo general o central, en que se recogiescn las escrituras y privilegios que se
encontraban desparramados en alcázares, conventos y monasterios. La pérdida de muchos documentos en
la guerra de las Comunidades, así como la modernización administrativa del estado, avivaba esa necesidad
de archivo. El deseo de Carlos 1 era de fundar un archivo central y gencral, con edificio propio, para la
Corona. Su secretario, Francisco de los Cobos, lo concibib en la magnífica fortaleza de Simancas, ubican-dolo
en un torreón: "el cubo delarchivo". Felipe 11, ya en 1561, efectuará una mayor concentración de docu-mentos
y no bastará el cubo del archivo, sino toda la fortaleza, con el fin de albergar las "c~iatrocientasc arre-tadas
de papeles", en depósitos seguros y bien labradas estanterías de pino. Véase, al respecto: Rodrig~iez
de Diego, J. L. Instrucción pura el gobierno del Archivo de si manca.^ ( 1 588). Madrid, 1989.
23 Pescador del Hoyo, C. El Archivo. Instalación y conservucicin. Madrid, 1988.
24 Curiosamente, los fondos documentales de la Real Audiencia dc Galicia, fueron depositados en la
llamada Sala de Discordias de la Audiencia, en la ciudad de La Coruña. Véase: Gil Merino, A. El Archiiw
Histórico del Reino de Galicia. La Coruña, 1968.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del saber: El edificio de archivo
Con todo, ya desde el siglo XIX, se empezaba a considerar la necesidad de
construir edificios de nueva planta para los archivos, si bien, estas nuevas
construcciones seguirán adoleciendo de la mayoría de los defectos acumula-dos
en los viejos edificios aprovechados. A lo sumo, las innovaciones que se
llevaban a cabo en estas nuevas instalaciones, consistirían en sustituir los
pisos, de poca resistencia, por la adopción de grandes espacios, naves seme-jantes
a las de los grandes centros industriales de la época; las estanterías, anta-ño
de noble madera, serían metálicas, inmensas jaulas de hierro, montadas al
descubierto, lo mismo que los pasos entre los distintos pisos. Todo ello consi-derado
hoy absolutamente recusable por peligroso, por su vulnerabilidad ante
el fuego, por ejemplo.
No obstante, en esta época en que, en efecto se acometió la construcción
de un buen número de edificios de archivo, ya se recogieron algunas instruc-ciones
relativas a la seguridad de los mismos. En algunas de estas disposicio-nes,
se hace referencia a la propia ubicación del edificio: al abrigo de la hume-dad,
o al cuidado que debía tenerse con respecto al peligro de incendio. Así,
en el Reglamento General francés de 184325 se dispone que el edificio de
archivo esté aislado, en lugar seco, limpio, con pararrayos y el espacio dedi-cado
a los documentos separado enteramente del despacho del archivero, por
el peligro que puede representar la estufa de éste.
Lo cierto es que, aunque han seguido siendo utilizados como depósitos de
archivo edificios preexistentes -más o menos adaptados para su nueva
misión-, es en el siglo XX cuando se extiende por Europa -y también, por
América- el afán e interés por la construcción de archivos de nueva planta.
En muchos casos, sin embargo, el archivo va a estar unido a la biblioteca, tal
y como había ocurrido durante siglos.
Por otro lado, es de destacar que, el primer archivo en que el depósito apa-rece
separado claramente de las demás dependencias es el de Dalhen, próximo
a Berlín. Fue iniciado antes de la primera Guerra Mundial, si bien no se con-cluyó
hasta el año 192326. Será a partir de mediados del siglo XX cuando se
acrecentará de manera extraordinaria el interés y la preocupación por dotar a
los archivos de las instalaciones adecuadas.
En esta línea puede inscribirse -en España- la actuación de la Junta
Central de Archivos y Bibliotecas y Museos, con cuyo asesoramiento comen-zaron
a mejorar los edificios, con el empleo de materiales de construcción
incombustibles, instalación de puertas de seguridad, rampas de evacuación de
documentos en caso de catástrofe y otras medidas de seguridad. Por otro lado,
es necesario señalar, también, que la segunda guerra mundial, con los daños
25 Citado por: Duchein, M. "Les bitiments d'Archives Départamentales en France". En: Archivum, VI,
1956. PP. 108-176.
26 Pescador del Hoyo, M" C. El Archivo ..., cit. P. 73.
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sufridos por los archivos como consecuencia de la contienda, puso de inani-fiesto
la urgente necesidad de construcción de buenos depósitos que asegura-sen
la conservación de los documentos ante cualquier contingcncia.
Precísamente, en el 1 Congreso Iberoamericano-Filipino, celebrado en Madrid
en el año 195227, los archiveros señalaban la necesidad de dotar a los edificios
de archivo de las mejores condiciones de funcionabilidad. Para ello plantea-ban,
también, la conveniencia de contar con el asesoramiento de los arquitec-tos,
por una parte y, por otra, de los propios usuarios.
En España, a mediados del siglo XX se construyeron algunos edificios de
archivo, concebidos ex profeso para ello, aunque empleando criterios que hoy
están fuera de actualidad. Como ejemplo, pueden citarse el Archivo Histórico
Nacional (1952) o el del Reino de Valencia (1965), éste considerado modélico
en su momento28. Fue necesario, desde luego, llegar al año 1973, con la con-clusión
de las obras de construcción del Archivo General de la Administración,
para contar con un edificio dotado de la mayoría, al menos, de las condiciones
exigible@. Por lo que respecta a los Archivos Provinciales, fueron albergados,
en muchos casos, en edificios compartidos con otras instituciones dc caracter
cultural: las Casas de Cultura, construcciones nuevas, por lo general, pero en las
que no se tuvieron demasiado en cuenta las necesidades específicas de los
archivos30. Claro que, en muchas otras ocasiones, se recurrió a aprovechar anti-guos
edificios, acondicionándolos para su nuevo cometido, bien mediante la
reconstrucción y readaptación del interior, bien construyendo un nuevo edificio
anejo para depósito, como sucedió, por ejemplo, en los archivos de las
Chancillerías de Granada y Valladolid.
Una cuestión interesante se planteó en la VI11 "Tubte Rondc." de Archivos,
que tuvo lugar en Budapest, en el año 1963?1. Se trataba de distinguir los archi-vos
según el soporte o la edad de los documentos que iban a recibir y albergar,
así como de la función que iban a desempeñar. De acuerdo con el tipo de
soporte, ya se distinguía entre los soportes tradicionales y los audiovisuales.
Con respecto a la edad de los documentos, se planteaba la división de los
archivos en: inmediatos o de oficina, intermedios e históricos. Esta distinción,
naturalmente, obligaba a aplicar los criterios adecuados a cada caso, tanto para
la construcción, propiamente, como para la mejor conservación de los docu-mentos
que iban a recogerse en cada uno de estos archivos.
27 Congrcso Ibero-Arncricano-Filipinod e Archivos, Bibliotecas y Propiedad Intcleci~ial.M adi-id. oct~i-bre-
noviembre de 1952.
Giiía de los archivo.^ E,~tcitale.Es .spr~i?oIes.G I I ~dLclI inlvsfigodor. Madrid. 1984 (2" d.).
2QAvcivo General de /u Aclmini.stración (1 969- 1994). Madrid, 1995.
30 Cortés Alonso, V. "Los edificios y la docurncntación: los archivos histórico5 provinciales". En:
Boletín de la ANABAD. XXXII, 1-2 (1982). Pp. 91-102.
Actas publicadas por la Dirección de Archivos de Francia. París, 1965.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del saber: El edificio de archivo
La bibliografía actual concibe el edificio de archivo como un edificio tri-partito,
adecuado a las funciones de recepción, conservación y el servicio de
los documentos. Ello, además, viene condicionado por una serie de necesida-des
que se le han ido planteando a la Archivística actual. En efecto, podemos
señalar las siguientes: la explosión documental que se ha venido produciendo
a partir de mediados del siglo XX, con la extraordinaria producción de docu-mentos
por parte de las, cada vez mayores, competencias de las administra-ciones
y de las necesidades de los ciudadanos; la aparición de tantos nuevos
soportes, por un lado y la mayor fragilidad de los tradicionales, como el papel,
por otra. La posibilidad de aplicar las nuevas tecnologías, tanto para el trata-miento
de los documentos en los archivos como para el propio acceso a los
mismos. O la aparición de nuevos y más numerosos usuarios de los archivos
-antaño reservados a unos pocos eruditos-. Estas necesidades, pues, harían
de todo imposible el viejo concepto de archivo compacto, o la convivencia, en
una misma sala, de las estanterías en donde se depositaba la documentación,
los archiveros que la conservaban y los investigadores que los consultaban.
Todos ellos, además, podían compartir el espacio, también, con copistas y res-tauradores.
En consecuencia, el edificio de archivo que propugna la moderna
Archivística, debe reunir unas características propias y concretas, con áreas
especializadas, ser completo y sin cohabitaciones.
No obstante, el plan constructivo de un archivo puede estar en función
de las necesidades del tratamiento que se dé a los documentos en un
momento determinado y las de consulta; y no serán las mismas necesidades
de tratamiento y consulta las planteadas en un archivo de gestión o de ofi-cina
u n ar chivo inmediato-, que en uno central o intermedio, o que en
uno histórico32. Naturalmente, en todos los edificios de archivo será nece-sario
garantizar unos mínimos funcionales: la recogida y tratamiento
adecuado de la documentación; su correcta conservación, adoptando las
medidas precisas para ello; el servicio a los usuarios, con espacio cómodo
para la consulta y, en su caso, reproducción de los documentos. A estos
"mínimos" podría añadirse la existencia de salas de exposiciones, conferen-cias
y toda clase de servicios educativos que hagan del archivo el auténtico
"espacio del saber".
32 Según Simonet Barrio el volumen de documentación existente y las previsiones de su aumento en
los próximos 50 años, determinará el tamaño del archivo. De acuerdo con esto, los archivos pueden divi-dirse
en pequeños, medianos y grandes. Se considera "urchivo pequeño" el de capacidad inferior a 10 Km.
de estanteria fija. "Archivo medianon con una capacidad de estanteria fija entre 10 a 15 Km. El "Archivo
grande" será aquél con una capacidad de más de 15 Km. de estanteria. Véase: Recomendaciones pura la
ed~ficaciónd e archivos. Madrid, 1992 (Normas técnicas, 3). P. 11.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como e.~paciod el suher: El edificio de trrchivo
Si las funciones de un archivo son las de recogida y tratamiento de la
documentación y conservación y difusión de la información contenida en los
documentos, tendremos que destacar que aependerá, precisamente, de la con-servación,
el que las restantes funciones puedan cumplirse. En efecto, sin una
eficaz conservación, en las condiciones adecuadas, las demás funciones
archivísticas estarían de más, puesto que la destrucción o el deterioro de la
documentación llegaría a invalidarlas. Conservar significa luchar contra los
enemigos de la documentación, los cuales abarcan un amplio espectro.
Pueden ser: físicos, químicos y biológicos. Una eficaz conservación sola-mente
puede alcanzarse si las condiciones ambientales del archivo son las
adecuadas para combatirlos. Es decir, si el edificio del archivo ha sido con-cebido
y realizado atendiendo a estos requerimientos básicos a través de un
análisis minucioso de todos sus elementos.
Michel Duchein33 ha venido señalando que la estructura y las condicio-nes
del edificio de archivo juegan un papel esencial en la conservación de
los documentos. Se refiere, en un símil bélico, a los dos aspectos de la lucha
contra los enemigos de la conservación de los fondos archivísticos: el ofen-sivo
y el defensivo. En la misma línea, Simonet Barrio34 señala que las
medidas a tener en cuenta en la edificación de un archivo son de dos tipos:
preventivas y correctoras. Por supuesto, tendrán absoluta prioridad las
medidas preventivas; las correctoras, en cambio, se aplicarán sólo en los
casos en que sea necesario subsanar los fallos de la prevención. En conse-cuencia,
pues, el edificio de archivo debe proyectarse atendiendo a esta
misión primordial: la adopción de los medios más adecuados para garanti-zar
la protección y la conservación de los fondos documentales. En este
punto, es necesario referirse a las dos grandes posibilidades que se contem-plan
con respecto al edificio del archivo: el construido de nueva planta y la
adaptación de otro preexistente. En el primer caso, podremos adoptar las
medidas preventivas suficientes para hacer innecesaria la aplicación de las
medidas correctoras. En el segundo, en cambio, suele ser indispensable
recurrir a las medidas correctoras, puesto que no ha sido posible la adopción
de las preventivas en un edificio que se había concebido y construído para
servir a otro uso.
33 Duchein, M. Les bátiments dárchives. Construction et équipements. Paris, 1985. "El edificio como
medio de protección de los archivos". En: Introducción a la biourchivistica, cit. Pp. 181-199.
34 Simonet Barrio, J. E. "Medidas edificatorias de protección y ambientación". En: Introdircci<jn u lo
bioarchivística. Carmona (Sevilla), 1998. P. 164.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del sabec El edificio de archivo
4.2.1. La elaboración del plan de construcción
En el Coloquio de Viena de 198535, se establecieron las bases de colabo-ración
entre los arquitectos y los archiveros en aras de un equilibrio armónico
entre los papeles que, ante la construcción del edificio de archivo, correspode-ría
desempeñar a uno y otro profesional.
Actualmente, en la elaboración del plan de construcción de un archivo es
necesario tener en cuenta, por una parte, a la Administrción, que es quien
financia -y, en muchos aspectos, decide-; por otra, al arquitecto, que es el
técnico que elabora el proyecto y, desde luego, al archivero, quien conoce las
necesidades que planteará el cumplimiento de las funciones del archivo y las
demandas de los usuarios.
Los respectivos papeles del arquitecto y del archivero deben estar, pues,
bien armonizados y, entre ambos, la colaboración será estrecha. En efecto, el
arquitecto es el responsable de los aspectos técnicos del edificio, pero necesi-ta
que se le informe de las necesidades que se deben cubrir y de los errores de
orden funcional que es preciso evitar. Naturalmente, la persona idónea para
suministrarle la necesaria información es el archivero. Para ello, éste elabora-rá
una memoria previa que recoja bien las necesidades del servicio así como
las características que debe reunir; más tarde, si se da el caso, planteará las
posibles objeciones al anteproyecto presentado por el arquitecto y seguirá
atentamente la marcha de los trabajos, teniendo en cuenta siempre que nunca
debe tratar de imponer sus propias concepciones arquitectónicas al verdadero
técnico de la obra, que es el arquitecto. Se insiste, pues, en la óptima armonía
entre ambos profesionales.
Para que un arquitecto pueda elaborar un proyecto estético y funcional
para el edificio de archivo, el archivero le proporcionará, pues, una serie de
datos. Algunos tendrán caracter cuantitativo: la cantidad, expresada en metros
cuadrados, que es necesario tenga el edificio a construir, de modo que, el
arquitecto, pueda trazar los espacios demandados según el número y cualidad
de los usuarios, la frecuencia de uso, los horarios de afluencia o el tipo de con-sulta
de los documentos; la cantidad de espacio que requerirá el depósito, de
acuerdo, también, con el tipo de fondos a conservar y, en fin, el espacio reque-rido
para las distintas actividades y funciones del personal del archivo.
Igualmente, necesita el arquitecto información de caracter cualitativo acerca
de las distintas funciones de conservación preventiva y curativa de los docu-mentos,
de los distintos servicios prestados a los usuarios y de los trabajos,
métodos y organización interna de los funcionarios, con el fin de alcanzar las
mayores cotas de seguridad y comodidad.
35 Buchmann, Wolf. Laprogvammation d'un hZtiment d'archives: la coopération entre l'architecte et
1 árchiviste. La consewation des archives. Bitiments et sécurité. En: "Colloque Internatinnal de Vienne,
1985". Paris, 1985. Pp. 13-24.
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Maria de las Nieves Peiró Graner El uichivo conio espac.io del .saOei- I:'I etJi/i<.ioti c, trir,hii~~
Sin embargo, es necesario llamar la atención ante un hecho que señala
Daniele Neirinck36, encargado técnico de la Dirección de los Archivos dc
Francia. Observa que, durante decenios, los archiveros de numerosos paises sc
han venido inspirando en el "prograrna-tip0"3~ puesto a punto por el servicio
técnico de la Dirección de los Archivos de Francia, adaptándolos, más o
menos, a sus propias necesidades. Después de algunos años, perdiendo de vista
este "programa-tipo" y sus "ratios", e intentando copiar los últimos edificios
de archivo que han visto, los archiveros llegan, frecuentemente, a pedir a los
arquitectos espacios de los que no tienen ninguna necesidad. Ante cstc hecho,
es necesario, pues, responsabilizar al archivero de definir honestamente cuáles
son las necesidades propias de su servicio y cuantificarlas con exactitud, sin
limitarse a copiar lo realizado en otro lugar. Cada edificio de archivo debe res-ponder
a necesidades particulares, que será lo que le dote de una originalidad
propia que lo hará único.
4.2.2. Opciones en el programa de construccih
Las opciones que pueden ser consideradas en un programa de construcciOn
son las siguientes:
- Edificio de nueva planta o readaptación de otro antiguo.
- Edificio nuevo, adosado a otro antiguo.
- Edificio único o múltiple.
- Edificio exento o contiguo a otros edificios
- Edificio subterráneo o en superficie. Este último puede desarro-llarse
horizontalmente o en altura.
Con respecto a la primera de las opciones, la de rehabilitar un antiguo edi-ficio
noble, ya hemos visto que tiene una larga tradición. Desde luego y no
obstante, se barajan numerosos y serios argumentos tanto en favor como en
contra de esta solución. Se considera que lo ideal para albergar un archivo es
un edificio nuevo, que haya sido concebido y construído específicamente para
ello, porque los archivos no se acomodan fácilmente a locales edificados para
otros fines, por razones de seguridad, resistencia de materiales y estructura de
36 Nierinck, D. "Le bitiment d'archives. Evolution du concept ct des techniqucs". En: Lo p~wtiqi~c
~rchivistiquefrancai~reP.a ris, 1993. Pp. 535-572.
37 Basado en la clásica obra de Duchein, M. Les h2tirrrerits d'archii~c~.r:~oi?st~el~ +t~i,fiipoeni~7e ntr.
Paris, 1985. Pp. 15 1- 163. En España: Recomendaciones para la ed$cucií>n dc> archivos. Madrid. 1992.
Publicado por la Dirección de Archivos Estatales, en su colección Normas Técnicas. Texto de J. E. Simonet
Barrio, con la colaboración de: V. Viñas Tomer, C. Usón Finkcnzeller y F. dc la Ossa Díaz.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como e~paciod el saber El edificio de archivo
la construcción, necesidad de respetar la arquitectura, etc. En muchas ocasio-nes,
sin embargo, se prefiere aprovechar edificios de caracter histórico (pala-cios,
monasterios, iglesias...), adaptándolos para fines culturales -por ejem-plo,
para archivo-. La opción puede no resultar mala si se elige bien el
edificio a aprovechar y se observan atentamente las normas necesarias para
eliminar toda posible fuente de peligro para la conservación. Debe poderse
remodelar el espacio con amplia libertad, para adaptarlo a las nuevas funcio-nes
y demandas. Lo ideal es que se pueda vaciar por completo el edificio en
cuestión, manteniendo, únicamente, los muros exteriores y remodelando a
voluntad. A este respecto, puede señalarse que algunos edificios antiguos ofre-cen
mayores ventajas que otros para ser susceptibles de aprovechamiento. Por
ejemplo, iglesias y monasterios, ofrecen amplios y diáfanos espacios. Castillos
y palacios sin embargo, pueden obligar a respetar la distribución interior, la
decoración, etc., resultando, por ello de más difícil aprovechamiento.
Existen, pues, argumentos a favor de la rehabilitación de nobles y antiguos
edificios. Se ha barajado, por ejemplo, un argumento de tipo económico: tie-nen
costes menos elevados. Sin embargo, esto no resulta del todo cierto; pues-to
que, si al principio puede ser así, a la larga, la rehabilitación, mantenimien-to
y funcionamiento de estos edificios aprovechados puede llegar a resultar
más costoso.
Puede señalarse, como otro argumento a favor, la idea de salvar, de un
modo digno y eficaz, mediante la rehabilitación y nueva función, un edificio
emblemático amenazado de ruina y desaparición. Incluso, podría señalarse en
este punto -y en una visión romántica-, que la propia documentación de
caracter histórico -de un archivo histórico, naturalmente- encajaría perfec-tamente
en un edificio de estas características.
Otro argumento que podría ser tomado a favor de la rehabilitación, es la de
considerar que un edificio emblemático de una determinada ciudad suele tener
una situación céntrica, tanto cultural como urbanísticamente, lo que puede
suponer facilidad de acceso a los posibles usuarios. También, de modo espe-cial,
en el caso de archivos históricos.
Desde luego, la solución. más funcional es la de proyectar y construir un
edificio de nueva planta que, bien planteado, naturalmente, permitirá el
empleo de las mejores técnicas en aprovechamiento de espacios y en la elec-ción
de materiales e instalaciones. En este caso, no será, pues, necesario recu-rrir
a medidas correctoras, puesto que se habrán podido adoptar las precepti-vas
medidas de caracter preventivo.
En este aspecto y por lo que respecta a España, aunque -según habíamos
señalado- ya en 176 1 se había construido, de nueva planta y fábrica, el archi-vo
de Betanzos, por ejemplo, es necesario referirse, ya en los años setenta del
siglo XX, como edificio emblemático de los construídos específicamente para
archivo, el que alberga el Archivo General de la Administración, en Alcalá de
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como rspacio del srrher El rdificio de urchiiw
Henares. Posterior a él, y modélico, es el de la Diputación Foral de Alava, en
Vitoria, con un concienzudo estudio y diseño exquisito de todas las funciones
del archivo y de las instalaciones requeridas para ello. El histórico Archivo de
la Corona de Aragón, albergado durante siglos, en el Palacio de la
Generalidad, se trasladó a un edificio de nueva planta en el año 1993. Dos años
más tarde se inauguraba en San Cugat del Valles el magnífico Archivo
Nacional de Cataluña. Consta éste de cuatro grandes bloques conectados por
un patio interior. Las dos primeras plantas de los edificios, destinadas a servi-cios
internos y externos, son diáfanas, mientras que las cuatro restantes, son
opacas y están destinadas a depósitos. Tiene una capacidad de 23 Kms. de
estanterías, con posibilidades de extensión y anexos, de acuerdo con las reco-mendaciones
para la construcción de archivos38.
Hay ocasiones, sin embargo, en que es posible compaginar las dos solu-ciones
que acabamos de contemplar: edificio antiguo, rehabilitado, y edificio
de nueva construcción. Se unen, en este caso, la apariencia exterior noble y la
funcionalidad de la nueva fábrica. En efecto, podemos citar, como ejemplo de
ello, los archivos de las Reales Chancillerías de Valladolid y Granada. En este
caso, resultará indispensable mantener la adecuada armonía apariencia1 y
constructiva entre lo antiguo y lo moderno.
En cuanto a otra de las posibilidades contempladas: la de que el archivo sea
un edificio exento o contiguo a otro, es necesario señalar que, desde siempre, se
ha preferido un edificio exento, aunque sea, simplemente, como medida de segu-ridad:
evitar la propagación de un incendio, por ejemplo. Este peligro puede sos-layarse
mediante la instalación de muros cortafuegos y otras precauciones. Sin
embargo, sigue siendo preferible que el archivo sea un edificio exento.
Lo que sí resulta perfectamente admisible es que el archivo esté constituí-do
por más de un edificio, incluso pueden estar separados, en lugares distin-tos:
En el caso del Archivo Histórico Nacional, la Sección Guerra Civil, en
Salamanca, hasta su creación como Archivo de la Guerra Civil, puede ser un
ejemplo. Desde luego, lo que sí está perfectamente admitido es que haya mul-tiplicidad
de archivos, de acuerdo con la edad de los documentos: archivo de
oficina, central, intermedio e histórico. En ocasiones, sin embargo, la unicidad
o multiplicidad de los edificios de un archivo dependerá de la dimensión line-al
de estanterías. La existencia de edificio único supone la ocupación de un
solar extenso o, si el solar no lo es tanto, será necesaria la elevación en altura
del edificio; lo cual puede llegar a ocasionar conflictos de caracter urbanísti-co.
Otro problema puede plantearse por lo que respecta a la seguridad, en caso
de siniestro, ya puede verse afectada toda la documentación si se encuentra en
el mismo edificio. En caso de que se proyecte el archivo en edificio múltiple,
38 Borfo i Bach, A. "El nou edifici del Arxiu Nacional de Catalunya". En: Blhliotrcu I/7f¿wmoc~iom.
Vol. 10. 1995. PP. 4-5.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del saber: El edificio de archivo
pueden aprovecharse solares más pequeños y más asequibles y, en caso de
siniestro, se reducen los riesgos. En estos casos, además, resulta más fácil esta-blecer
las condiciones de las instalaciones y la conservación, de acuerdo con
las edades de los documentos y, además, optimizar los servicios.
En cuanto a si el edificio de archivo debe ser horizontal o desarrollado en
altura, se señala que, tradicionalmente, se han venido desarrollando de modo
horizontal. Este tipo de construcción entraña menos problemas de caracter téc-nico.
Se ha hecho de este modo en el Archivo General de la Administración,
de Alcalá de Henares, tantas veces citado como modélico.
Si el edificio se desarrolla en altura, sobre pilotes, lo cierto es que ahorra
espacio de pasillos; pero se impone la servidumbre de los montacargas y ascen-sores
y se restringe la circulación horizontal tanto de las personas como de los
documentos. Tiene la ventaja, sin embargo, de que requiere poco suelo, lo que
abarata los costes del solar; incluso, tal vez, se pueda adquirir este solar en una
zona céntrica de la ciudad -siempre de suelos más caros-. En estos edificios
desarrollados en altura se establecen, normalmente, dos zonas neutras y aisladas
(escaleras y ascensores); los depósitos se colocan encima de las salas, mediante
una zona diáfana intermedia de seguridad y requieren una construcción y equi-pamiento
más resistentes contra el fuego, puesto que, en caso de incendio (o
cualquier otro siniestro), sería más complicado el desalojo de los documentos.
Por lo que respecta a emplazamiento del archivo de modo subterráneo o en
superficie, debe señalarse que el subterráneo tiene la ventaja de la solidez, resul-tando
especialmente adecuado para la zona de depósito, que ha de soportar gran-des
pesos. Otra ventaja puede ser de tipo económico, con respecto a los solares,
puesto que puede ampliar el espacio en profundidad. Igualmente resulta más segu-ro
en caso de incendio o de catástrofe bélica. Sin embargo, es necesario referirse,
también, a los inconvenientes que puede presentar este tipo de emplazamientos:
humedades, por filtración o capilaridad, problemas en el filtrado del aire, máxima
dependencia de la electricidad, lo costoso de la excavación, con lo que supone la
entibación y transporte de tierras, etc. Este tipo de depósitos son bastante fiecuen-tes
en los paises nórdicos; sin embargo, como norma general se recomienda el
depósito de archivo en la línea rasante del suelo o en plantas superiores.
En cuanto a la planta podrá ser en L, V, 1, T, en donde cada uno de los tra-zos
representa a las salas o al depósito; o bien, mediante la combinación de
círculo tangente con cuadrado, o planta en H o U invertida, o en estrella, o en
pentágono o en punta de flecha, etc., segun permita el solar.
4.2.3. El emplazamiento
Para el emplazamiento del archivo es necesario, en primer lugar, tomar en
consideración una serie de circunstancias externas y de relación con el entorno,
Boletín Millares Carlo
2001. 20: 245-279
porque influirán de una manera decisiva en el futuro del edificio. Así pues, el
terreno escogido para la construcción del archivo debe ser sano, seco, no inuri-dable,
a salvo de riesgos de deslizamientos, situado en un lugar no expucsto a
una gran condensación de la humedad. Además, debe estar alejado de toda
vecindad peligrosa: riesgo de incendio, polución, explosión, insectos, lugares
estratégicos en caso de conflicto bélico, etc.
De un modo especial, se tendrá en cuenta la accesibilidad del lugar, tanto para
los posibles usuarios, incluso minusválidos, como para los vehículos que trans-portan
la documentación que ha de conservarse en los depósitos del archivo.
Por otro lado, para un emplazamiento ideal habría que distinguir, también.
entre lo que se consideran grandes o pequeños servicios. Los archivos corricn-tes
o de oficina, podrían quedar en los mismos locales del organismo produc-tor;
los archivos intermedios, se situarían en la periferia -en donde los sola-res
tienen mejores precios-, pero siempre bien equipados y comunicados; los
históricos, en cambio, estarían ubicados en el centro cultural de la ciudad.
Es necesario, del mismo modo, asegurar el fiituro, escogiendo un lugar dc
emplazamiento que permita la posible expansión del edificio. En estc aspecto,
los parámetros o variables para calcular la capacidad de ampliación futura
pueden ser: el volumen de las transferencias recibidas en 10 años, la tasa de
crecimiento de la población en el territorio en que sc encuentra el archivo o el
volumen de los expurgos; si bien, es necesario tener en cuenta que cstos parS-metros,
a causa de determinadas circunstancias históricas o sociales pueden
tener inflexiones imprevistas que pueden hacerlos de difícil aplicación.
En este sentido, hay que referirse al hecho importante de que, desde los
años 70 del siglo XX, los paises europeos han visto multiplicarse el níimero de
usuarios, tanto en los archivos de caracter nacional, como en los regionales y
provinciales o locales. Esto ha supuesto un gran impacto con respecto a la pla-nificación
de los edificios de archivo, de manera que salas de consulta que
habían sido concebidas en los años 60, han quedado, actualmente, demasiado
pequeñas y, por otro lado, resulta imposible predecir el entusiasmo futuro de
los eruditos y estudiosos por la genealogía, por ejemplo, o la orientación quc
seguirá la investigación histórica en los próxi,nos 50 años, o el impacto de la
acción cultural sobre una sociedad cuya esperanza de vida se ha acrecentado
considerablemente y en qué modo podrá afectar todo ello a la concepción del
edificio de archivo.
Llegados a este punto, es necesario señalar que lo ideal sería, desde luego,
que el archivero pudiese escoger por sí mismo el lugar de emplazamiento del
edificio de archivo, de acuerdo con consideraciones eminentemente archivísti-cas.
Sin embargo, como señala D. Neininck'g, este hecho acostumbra a ser
" Neirinck, D. Le bitiment d'archives ..., cit. 538.
Boletín Millares Carlo
2001,20: 245-279
María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del saheu. El edzjkio de archivo
bastante excepcional. Lo normal es que deba aceptar aquel emplazamiento
que se le propone. Los poderes públicos son quienes, generalmente, toman la
decisión de construir un edificio de archivo y escogen el terreno en razón de su
oportunidad. La verdadera elección es, pues, política y los motivos de esa
elección, más de orden político y financiero que profesional. Al archivero no le
queda más que tratar de influir, en lo posible, en la concepción arquitectónica del
edificio.
4.2.4. Condiciones constructivas40
En principio, se estudiará la orientación más conveniente para la cons-trucción
del edificio con el fín de neutralizar la luz solar -cuya intensidad
daña los documentos-, de modo especial si el edificio va a llevar huecos al
exterior. Por supuesto, debe procurarse que los depósitos estén orientados al N.
en el hemisferio N., y al S. en este hemisferio. Con respecto a las salas de lec-tura
se actuará de modo contrario, tratando, en cambio, de aprovechar la mayor
luminosidad.
Los materiales de cpnstrucción serán escogidos en función de sus cualida-des
de su solidez y del aislamiento higrométrico y térmico que proporcionan.
Los muros serán dobles, con cámara de aire intermedia. Se cuidará que los
cimientos protejan de la humedad por capilaridad. Entre el tejado y los techos
de las salas superiores existirá, igualmente, un espacio vacío, para asegurar el
aislamiento; del mismo modo, el último piso estará aislado del techo por mate-rial
ignífugo e isotérmico. Es desaconsejable el tejado en terraza, en cuyo caso
deberá cuidarse la estanqueidad y el aislamiento térmico.
Se impone, igualmente, evitar el polvo. No se abrirán las ventanas, salvo que
el exterior esté libre de polvo y polución. Si el edificio cuenta con climatización,
las ventanas no se abren. Los vidrios de las ventanas serán inastillables y
filtrantes. Los huecos del depósito no abarcarán más del 10% de la fachada
exterior.
En cuanto a la instalación eléctrica ha de ser estudiada cuidadosamente,
adoptando las mayores precauciones en aras de la seguridad. Tendrá un buen
cableado, irá recubierta de tubos de seguridad y se instalarán las tomas de
corriente adecuadas a cada zona del archivo. Para la instalación informática
será necesario prever una alimentación eléctrica independiente y autónoma.
Como protección contra incendios, el conjunto de los materiales será
incombustible y las disposiciones constructivas tales que, en caso de siniestro,
no haya tiro de aire que avive el incendio. Se dotará a las distintas zonas del
40 La normativa española al respecto puede consultarse en: Recomendaciones para la edificacibn ..., cit.
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200 1.20: 245-279
María de las Nieves Peiró Graner El avchivo como es/xrio del irh he^: El edijkio (le u,r.hii,o
archivo de detectores de incendios, de acuerdo con las normas establecidas.
Desde luego, las medidas de detección, prevención, protección y lucha contra
los incendios serán estudiados con los servicios especiales de seguridad.
El grave problema que se plantea en los archivos es la durabilidad de los
documentos y de los materiales empleados para su elaboración o confección:
los soportes, sobre todo. La decrepitud va apareciendo de modo insensible y,
desgraciadamente, sólo se revela con el paso del tiempo. A esta decadencia
contribuye la acción decidida de agentes bióticos y abióticos de todo tipo,
variables según las condiciones del medio en que se desenvuelven o produ-cen4'.
Es decir, segun las circunstancias de los edificios de archivos y el
cuidado o descuido de los propios archiveros.
En efecto, los fondos archivísticos están constituidos mayoritariamente
por documentos en papel, que resulta muy apetecible para cualquier animal o
planta que sea capaz de asimilar su alto contenido en hidrato de carbono (celu-losa).
Aunque es necesario señalar que las especies adaptadas a ese tipo de
alimento no son excesivamente numerosas, en cambio, sí son muy eficaces
como destructoras de un archivo -o de una biblioteca, claro-. Así pues,
resulta importante, al diseñar el edificio, que se adopten las medidas más efec-tivas
para combatir toda esta flora y fauna maléficas. El mejor modo es el con-trol
de la temperatura y la humedad, así como de la luz, de modo que se impi-da
su proliferación; puesto que la eficacia de las fumigaciones químicas es
transitoria si falla la base constructiva y el equipamiento.
También deben tomarse medidas de precaución contra el robo. Para ello,
se protegerán todos los huecos de la planta baja con rejas y sólidas cerraduras
y se instalarán los correspondientes dispositivos de alarma. Los locales cerra-dos
al público (depósitos y talleres) estarán aislados por medio de puertas que
resulten de imposible apertura por parte del público. Podrá instalarse un cir-cuito
cerrado de TV para las distintas zonas del archivo destinadas al público.
5. PLAN DEL EDIFICIO
Después de haber considerado las circunstancias externas o de relación con
el entorno y su posible incidencia en la elaboración del programa archivístico,
así como a las condiciones constructivas, resulta necesario referirse, también,
a circunstancias de caracter interno que resultarán fundamentales para poder
elaborar el plan del edificio. En efecto, el archivo es un edificio que reúne nume-
41 Fmto de la preocupación de los archiveros por la incidencia de Hora y fauna en la conservaci611 de
los documentos, se celebraron sendos seminarios en Santander (1992) y Sevilla (1 993, con la participación
de distintos especialistas. Se recogieron sus intervenciones en: Introducci<ínu lo hiotrrtliii~ictic~uC.a nnona.
1998.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del saber: El edificio de archivo
rosas y complejas funciones que resultan, a la vez, contradictorias; puesto que,
por un lado, debe asegurar la protección de los documentos allí conservados y,
por otra, debe, al mismo tiempo, atender a las necesidades de los usuarios (tanto
del propio personal de archivo, como del público). Se distinguirá, pues, una zona
de almacenamiento que, poco a poco, se irá convirtiendo en una zona de con-servación.
Esta zona, a su vez, estará cláramente separada del resto del edificio,
constutuído por las zonas administrativa y de trabajo, abiertas al público. Por
supuesto que, gracias a las técnicas contemporáneas de construcción, esta sepa-ración
entre depósito y el resto del edificio, no significa alejamiento o separación
material.
En efecto, un edificio de archivo se compone de tres partes distintas'?
- un bloque de conservación;
- una parte destinada al tratamiento de los documentos;
- una zona destinada a la comunicación y puesta en valor de los
documentos.
En cuanto a las personas, no serán admitidas, de manera permanente, más
que en las dos últimas partes del edificio.
Por otro lado, respecto al reparto de los diferentes volúmenes y su articu-lación,
constituirá uno de los "test" principales para juzgar el valor arquitectó-nico
-y, hasta a r t í s t i c o de estos edificios de archivo. El genio y la habili-dad
del arquitecto se juzgarán por sus propuestas de conjunción entre los espa-cios
de trabajo y de conservación, así como en la optimización de los circuitos
de circulación entre ellos; sin dejar de lado, por supuesto, la racionalización
del espacio interior del edificio.
El clásico "Manuel d'archivistique"43 francés distingue cuatro partes en un
edificio de archivo:
a) Los locales de conservación: el depósito, en donde el personal de
archivo no trabaja más que excepcionalmente.
b) Los locales de trabajo no abiertos al público: locales de recepción,
selección, clasificación, talleres diversos, etc.
c) Los locales de trabajo abiertos al público: departamento de información,
salas de lectura, de catálogos, documentación, conferencias, exposiciones o el
despacho del director.
d) Los locales de los empleados y funcionarios del archivo.
42 Neirinck, D. Les bütiments d'archives ..., cit. P.542.
43 Manuel d'Archivistique. París, 1970. Pp. 566-606.
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Maria de las Nieves Peiró Grancr El urchii.o c ~ m oc.s pncio del .srrhei: El edifkio de rrirhri,o
Añade que habrá, además, otros locales destinados a distintos servicios
como garajes, calefacción, almacenes de material, sanitarios, etc. Y, por supucs-to,
insiste en que los locales destinados a la conservación deben estar clara-mente
separados de las demás partes del edificio por razones de seguridad.
Los distintos locales o zonas del archivo, continúa el manual francés, se
reparten en el edificio en función de los circuitos de circulación. Los princi-pales
son los siguientes:
a) De llegada y tratamiento de los documentos. La dirección será la
siguiente: muelle de descargalsala de recepciónlsala de selección y clasifica-cióníalmacenes.
b) De salida de los documentos a eliminar. En este caso, se seguirá este cir-cuito:
sala de selección o almacénlsala de eliminables/muelle de carga.
c) De documentos en consulta: Con el siguiente itinerario: almacenes o
depósitolsala de lecturalvuelta al depósito.
d) Los circuitos del público, que serán los siguientes:
- Vestíbulo de entradaloficina de informaciónlsala de Icctura.
- Vestíbulo de entradaloficina de informaciÓn/despacho del director.
- Vestíbulo de entradalsalas de exposiciones y conferencias.
Podemos añadir que, para la buena gestión del edificio de archivo, estos
circuitos no deben cruzarse en nigún caso.
En la década de los ochenta del recientemente concluido siglo XX se reco-gían,
prácticamente, los mismos criterios por parte de M" A. Colomar
AlbajaI-44. Como hacía el manual francés y al igual que vienen señalando los
distintos autores, así como se dispone en las normas sobre edificación de archi-vos,
insiste esta autora -como punto básico y fundamental en que el depó-sito
debe estar totalmente aislado de las salas de trabajo. De este modo, y en
función de este aislamiento, el edificio se concibe en dos bloques:
A) El bloque destinado a la conservación de documentos.
B) El bloque de trabajo.
En el bloque destinado al trabajo, a su vez, distingue:
1. Locales reservados al personal de servicio (locales de archivo interme-dio,
laboratorios, etc.). Su acceso estará vetado al público.
44 Colomar Albajar, M" A. "Instalaciones de archivos". En: Archiit~licu.i ist~ídiosh císi~nr.S evilla,
1983 (2" ed.). Pp. 99-143. La obra colectiva, publicada por la Diputación Provincial de Sevilla, fué, por
aquellos años, también un clásico. en España.
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Maria de las Nieves Peiró Graner El archivo corno espac,io del saber: El edificio de archivo
2. Locales destinados al público (salas de lectura, zona cultural). Su acce-so,
naturalmente, será libre.
3. Locales de acceso controlado: los despachos.
Añade, igualmente, la autora sevillana, que los diferentes sistemas de ais-lar
ambos bloques darán lugar a otros tantos planes de construcción, en la
mayoría de los cuales jugará un importante papel la incorporación de muros y
puertas cortafuegos. Por otra parte, entre los locales que integran los bloques,
se establecerán los circuitos de circulación, que tendrán intensidad variable
según la importancia de los diferentes servicios, que influirán, igualmente, en
el plan de construcción.
Pasados los años desde la publicación del citado manual de archivística
francés, la tendencia ha sido a multiplicar los circuitos de circulación en el
edificio de archivo. A los primitivos, los conservadores, se han ido añadien-do,
poco a poco, los circuitos de los talleres técnicos (de microfilmación,
encuadernación-restauración); se han desdoblado, también, los circuitos del
público, haciendo distinción entre el circuito de la sala de lectura y el de las
salas de exposición/conferencias. En cambio, el circuito de llegada de los
documentos y el de eliminación, están cada vez más confundidos, debido a la
propia evolución del concepto de archivo, al haberse modificado, igualmen-te,
la noción de los documentos a recibir, catalogar o describir, conservar, cla-sificar
o seleccionar. Se ha ido adaptando el edificio de archivo, pues, a las
nuevas necesidades.
Los depósitos constituyen, en los archivos, el lugar en donde se conservan
los documentos y la presencia humana, pues, es en ellos esporádica.
Representan una parte muy individualizada del edificio, entre otras cosas por
el ambiente de 18°C de temperatura y 55% de humedad relativa que ha de
mantenerse constantemente en el depósito, por el enorme peligro de incendio
y su propagación. Así pues, el depósito ha de adaptarse, necesariamente, a la
su función básica de atender a la conservación y seguridad de los documentos,
lo que obligará a tener en cuenta, de modo especial, tanto los aspectos arqui-tectónicos
como las instalaciones. En este sentido, resultará fundamental que
los muros, tanto de soporte como de cierre, proporcionen al depósito un com-pleto
aislamiento térmico, higrométrico y lumínico. Por su parte, los suelos
intermedios serán, también de materiales adecuados. Descartada la madera,
será aconsejable utilizar placas de hormigón, que no levanten polvo. La sala o
salas del depósito no deberán exceder los 200 m2 de superficie que puede
albergar un Km. de estantería; en caso contrario, se reducirán las dimensiones
Boletín Millares Cado
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo corno esppacio del strhet: El edificio de ritrhivo
mediante puertas cortafuegos (que resistan, al menos, una hora), con el fin de
evitar males mayores ante cualquier contingencia catastrófica. El suelo debe
ser capaz de resistir cargas del orden de 1.200 a 1.700 Kgs. por m2 para res-ponder
a los pesos dados por las nuevas estanterias compactas. La altura de los
techos de estas salas oscilarán entre los 2,10/2,20 m., sin que sobrepasen los
2,50, para facilitar la recuperación de las unidades de instalación por parte del
personal.
Teniendo en cuenta que la finalidad esencial del depósito es la conserva-ción
segura de los documentos, ya desde la fase de planificación del archivo,
habrán de proyectarse las distintas medidas requeridas para ello: medidas de
seguridad contra el fuego, correctoras de la temperatura, humedad, sequedad,
neutralizadoras de la luz solar45 y, por supuesto, seguras instalaciones eléctri-cas
y de fontanería.
En el depósito hay que cuidar, también, su estructura, con el fín de insta-lar
el tipo de estantería más conveniente, dentro de las variadas opciones y los
últimos avances que se presentan en ese campo. Desde luego, las estanterías
deberán caracterizarse por su solidez, puesto que habrán de soportar grandes
pesos; la seguridad que han de proporcionar a la conservación física de los
documentos, evitando cualquier elemento que pudiese dañarlos; por último,
deben ofrecer comodidad a la ubicación de las unidades de instalación, hacien-do
que sea fácil adaptar las baldas de las estanterías a las medidas de esas uni-dades
de instalación.
Existen, fundamentalmente, dos tipos de estantería. El tipo tradicional, que
se caracteriza por su inmovilidad y por la disposición clásica que adopta en el
depósito, de modo que alternan las estanterías, colocadas en series paralelas,
con los pasillos, también paralelos. La colocación se suele hacer aprovechan-do
el sentido longitudinal de la sala, bien en un solo bloque de estantería, o en
dos, con un pasillo central. Este pasillo central y otros pequeños pasillos late-rales
servirán, además, para evitar la proximidad de la documentación a las
paredes de la sala y facilitar la circulación.
Más modernamente, se ha introducido en los depósitos un nuevo tipo de
estantería: el llamado "compacto" -nombre que ha derivado del de la marca
comercial "Compactus", ahora utilizado también por otras-. Mediante este
45 Como consecuencia del continuo aumento de los gastos que suponen las instalacioncs y los gastos
de climatización, por la necesidad de mantener una temperalura y humedad relativas constantes en cl dcpó-sito,
los archiveros han buscado. como solución, mejorar la inercia térmica de los archivos, en especial, de
los depósitos. Esta idea de la inercia térmica como uno de los principios dcterminantes en la concepción de
los edificos de archivo, se esta abriendo camino en toda Europa. VCasc al respecto: Rombauts, W. "Quelquc
problemes concernant la construction des bitiments d'archives ct des matiriaux utilisés en Europe". En:
Junu.s, 1996. No 2. Pp. 87-96. Por su parte, se refiere, igualmente a esta idea de optimi~arp resupuestos y
ahorrar gastos, mediante las medidas preventivas basadas en la inercia térmica, Cirace, J. "Un editicc pour
la préservationl A building for preservation". En: L'Archiviste/The Archivist. 1997. Vol. 114. Pp. 11- 19.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del saber El edrficio de archivo
sistema, desaparece la clásica alternancia estantería-pasillo, puesto que
éste casi llega a desaparecer, abriéndose, únicamente en el lugar en donde se
necesita. Otra diferencia con respecto a la estantería tradicional es su movili-dad.
Las estanterías se desplazan por el suelo o por el techo -menos
frecuentemente- mediante railes, de modo que el pasillo se va abriendo en el
lugar requerido. Naturalmente, es necesario que el suelo o el techo - e n caso
de despalzamiento a é r e e hayan sido dotados de la resistencia adecuada para
soportar el peso de estas estanterías, muy superior al que deben soportar con
las tradicionales.
Este sistema de estanterías presenta una serie de ventajas: ahorra espacio,
ofrece mayor seguridad y protección a los documentos (luz, polvo, robo, inclu-so
fuego), puesto que puede cerrarse herméticamente adosando todos los cuer-pos
al fijo. Sin embargo, resulta más oneroso, impone ciertas servidumbres
arquitectónicas debidas al mayor peso, dificulta la aireación y ventilación e
impide acceder a más de una estantería a la vez. No obstante, el sistema se está
imponiendo por las ventajas que supone.
También resulta indispensable dotar a los depósitos de muebles especiales
para albergar cierto tipo de fondos: mapas y planos, microfilms, documentos
audiovisuales e informáticos. Se necesitarán, pues, muebles portaplanos, de
almacenamiento vertical u horizontal -preferido por los archiveros- y otros
muebles que puede ser necesario fabricar ex profeso para algún caso concreto.
Es preciso señalar, también, que alguno de estos tipos de documentos requiere
condiciones especiales para su conservación: 12°C y 35% de humedad relativa
para el microfílm, por ejemplo; así que el equipamiento de estos depósitos espe-ciales
debe hacerse estudiando cada caso de manera particular, atendiendo a las
normas de temperaturalhumedad establecidas para la consefvación de cada uno
los diferentes materiales especiales. Si el archivo es especialmente rico en estos
materiales especiales, será conveniente contar, también, con salas especiales
para ellos, equipadas con los muebles apropiados.
5.2. B). EL BLOQUE DE TRABAJO
Nos referimos, en este momento a los locales en donde se realizan las tare-as
de tratamiento de la documentación. Será necesario contar, ante todo, con
un local destinado a la recepción de los documentos, que debe reunir las carac-terísticas
adecuadas para facilitar la operación: fácil comunicación con el exte-rior,
pero con cierres sólidos e, incluso, un andén de descarga, para protejer así
la documentación en el momento en que está siendo descargada de los vehí-culos
que la transportan y, en todo caso, el mobiliario indispensable para efec-tuar
el cotejo del envío con su hoja de relación entrega correspondiente.
También resulta muy conveniente que la documentación sea sometida a un
Boletín Millares Carlo
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María de las Nieves Peiró Graner EI archivo conlo ryucro del suhet: El ec/i/kio dc, irtrliico
proceso de desinfección más o menos largo, antes de ingresar en el depósito.
Para ello se contará con un autoclave. El tratamiento de la documentación
incluye, también y llegado el caso, una sala de clasificación y expurgo y de
eliminación. Aquellos fondos que habrán de ser conservados en el depósito
serán acondicionados en las apropiadas unidades de instalación (cajas, legajos,
carpetas, sobres) y colocados en las estanterías.
Cada vez es más frecuente que existan en los archivos -al menos en
aquellos que puedan ejercer algún cierto grado de responsabilidad dentro de un
sistema archivístico- locales y talleres dedicados a la restauración de los dife-rentes
soportes documentales; así como de encuadernación y reproducción o un
laboratorio fotográfico. Habrán de adoptarse las medidas de seguridad que
requieran los productos químicos utilizados en las operaciones a realizar en estos
locales y, desde luego, contar con el personal especializado necesario.
5.3 C) Los LOCALES PARA EL PUBLICO
Hay que tener en cuenta que los servicios de archivos se están convirtien-do,
cada vez más, en locales abiertos al público, que se van imponiendo sobre
los locales dedicados a otro tipo de tareas.
Con todo, podemos distinguir entre una zona destinada a la investigación
y el área cultural.
El núcleo de esta zona del edificio de archivo destinado al público será la
sala de lectura. Deberá tener un acceso fácil desde el exterior y, al mismo tiem-po,
una buena comunicación con el depósito, para facilitar el servicio de los
documentos.
La sala de lectura", dedicada a los investigadores, contará con todas aque-llas
instalaciones adecuadas para garantizar esta importante finalidad del
archivo: el servicio, en las mejores condiciones de comodidad y seguridad. Se
evitarán zonas ruidosas para ubicar esta sala; las mesas, individuales o colec-tivas,
deberán permitir al investigador disponer de un espacio de, al menos,
1x0'70 m., las sillas y demás mobiliario, así como la iluminación, estarán,
igualmente y a un tiempo, dirigidas a la comodidad del usuario y la seguridad
de los documentos. Un elemento importante en la sala de lectura será el pues-to
de vigilancia, en donde se situará el personal encargado de la misma. Por
supuesto que a la sala de lectura no se podrán introducir prendas de ropa,
carteras, bolsas, etc. Para ello, existirá una antesala o una zona dotada de taqui-llas
o un guardarropa.
46 El citado Neirinck habla de la evolución y los cambios que han sufrido las condiciones e instala-ciones
de esta zona del archivo, incluso, en estos últimos años y de la mayor importancia que han ido adqui-riendo
en el edificio del archivo. Neirinck, D. Le bitirnent ..., cit. Pp. 543-544.
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del saber El edificio de archivo
Además de la sala de lectura, pero en íntima relación con ella -en algu-nas
ocasiones podrá tratarse, incluso, de una única sala- existirá la sala de
inventarios, la biblioteca e, incluso, podrá haber, también, otras salas para usos
especiales.
En la sala de inventarios estarán los ficheros, los inventarios, catálogos,
etc. en sus muebles adecuados, si estos servicios del archivo no están infor-matizados
o, en su caso, los equipos informáticos necesarios.
Deberá existir, también, una biblioteca de libros de referencia, así como
una biblioteca especializada e histórica. En efecto, la mayoría de los archivos,
además de la biblioteca propiamente de referencia, cuentan con una Biblioteca
Histórica que, en muchas ocasiones, resulta ser algo así como una prolonga-ción
de los fondos documentales que conserva el archivo. Algunos archivos,
incluso, custodian una biblioteca con obras auténticamente excepcionales.
También los archivos necesitan contar con una biblioteca moderna, de carac-ter
especializado, por un lado en los temas básicos de investigación de aquel
archivo y, por otro, en obras técnicas sobre archivística y archivos. En este
caso, las instalaciones podrán ser las propias de una biblioteca, en una sala
especial dedicada a ello - e n ocasiones en la misma sala de lectura o de inves-tigadores-,
o las del depósito.
Podrá contarse, también, con otras salas de lectura para usos y ocasiones
un tanto especiales. Por ejemplo: una sala o zona para lectura de documentos
borrosos, con lámparas " Wood', para lectores de microfilm, para poder utili-zar
un magnetófono, una máquina de escribir o un ordenador portátil; una sala
para consulta de mapas y planos; salas para clases a pequeños grupos o semi-narios,
etc. A veces, podrá tratarse, simplemente, de recintos separados con
cristales insonorizados.
En cuanto a la zona cultural, lo más frecuente es que una sola sala se use
tanto para conferencias y proyecciones como para exposiciones. El mobiliario
debe prestarse a ello, siendo de gran movilidad y fácilmente adaptable a los
distintos usos. Asunto delicado es el relativo a la exposición de los documen-tos
en un archivo. Hay que pensar que no son piezas museísticas y requieren
un cuidado especial. Podrán celebrarse, no obstante, exposiciones temporales,
generalmente con fondos del archivo y con motivo de efemérides de caracter
local; aunque en los archivos importantes, con rica documentación histórica,
las exposiciones pueden, desde luego, sobrepasar ampliamente, ese caracter.
Se adoptarán, siempre, las medidas más adecuadas para que la documentación
no corra ningún tipo de peligro durante el período que abarque su exposición.
También algunos archivos pueden contar con un pequeño museo permanente,
pero es poco habitual. Las medidas a tener en cuenta para la instalación mu-seística
en los archivos deberán, igualmente, estar dirigidas a la seguridad de
los fondos y piezas expuestas.
Las salas de conferencias tendrán el mobiliario adecuado y reunirán, tam-
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Maria de las Nieves Peiró Graner El archivo como e.~paciod el saber: El edificio de archivo
bién, las requeridas condiciones acústicas; para poder ser utilizadas, también,
como salas de proyección, contarán con los necesarios aparatos para ello y con
la posibilidad de oscurecerse.
5.4. D) LOCALEDSE ACCESO CONTROLADO: LOS DESPACHOS
DEL PERSONAL DE ARCHIVO
Se trata ahora de los locales en los que trabajan los profesionales del archi-vo.
Como son lugares de trabajo, las condiciones de luz, temperatura, como-didad
e instalaciones, serán debidamente cuidadas. El público, solamente en
las ocasiones en que sea necesario por alguna causa determinada, podrá acce-der
a esta zona del archivo. Por lo que respecta al despacho del director, podrá
tener dos accesos: uno hacia la zona del público y otra hacia la del depósito.
Naturalmente, será necesario asegurar las comunicaciones entre las distin-tas
zonas y los diferentes niveles del archivo. Los enlaces seran verticales y
horizontales. Los enlaces verticales se resolverán mediante ascensores y mon-tacargas,
así como escaleras de servicio y emergencia. Con respecto a los
ascensores y montacargas se habrán dotado de todas las medidas de seguridad,
en especial contra el fuego (resistencia: de, al menos, 2 horas). Por lo que res-pecta
a los enlaces horizontales, seran, fundamentalmente, los pasillos; en
estos enlaces horizontales tendrán especial protagonismo los carros para trans-portar
los documentos, que deberán ser fácilmente manejables, sólidos y lige-ros
a la vez, y adaptados a las necesidades del depósito. Podrá haber, también,
carretillas, para documentación pesada, así como plataformas rodantes.
CONCLUSIONES
La preocupación, tanto de archiveros como de arquitectos de dotar a los
edificios de archivo de las condiciones más adecuadas para compaginar las
dos funciones archivísticas por excelencia: conservar los documentos y servir
a la sociedad, incorporando, al mismo tiempo, todo tipo de avances tecnoló-gicos,
resulta más patente cada día. Esta modernización de los archivos,
lograda mediante las nuevas concepciones arquitectónicas y las actuales ten-dencias
de la Archivística ha supuesto una mayor transparencia y una mayor
apertura a la sociedad. Con esto, sin embargo, parece correrse el riesgo de
decepcionar a aquellos para quienes los archivos venían siendo considerados
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del saber: El edificio de archivo
como algo mítico47. Consideración a la que contribuían, sin duda, los propios
edificios de archivo, de muros casi ciegos, detrás de los cuales parecían
amontonarse los secretos. Esta imagen mítica y misteriosa se correspondería
con la función esencial de los archivos hasta no hace demasiado tiempo: la
conservación pasiva de documentos, abocados al polvo y a los ratones y úni-camente
a disposición de viejos y aburridos eruditos.
Es necesario, no obstante, reconocer que los vaivenes de la historia han
ido dotando a algunos depósitos de archivo de un nombre, una arquitectura o
de un lugar en la ciudad, lo que subraya las concordancias de una civilización
con la importancia que pueden adquirir los archivos en un determinado
momento. Un depósito de archivos se convertía, así, en un lugar cultural, un
todo con la biblioteca y el museo: lugar de curiosidad, de cultura, de ciencia,
un espacio del saber.
Desde el punto de vista histórico, sabemos que los archivos empezaron
siendo consecuencia de una actividad, de una voluntad y una existencia. Los
locales de archivo, hemos visto, se concebían como una dependencia de los
propios edificios desde donde se ejercía el poder y en donde se podía tener
necesidad de los documentos -instrumentos- que lo justificaban: memoria
concebida como herramienta de trabajo, y, también, de defensa. La documen-tación
útil y necesaria debía estar próxima, pero protegida: tras la sala capitu-lar
o en la tribuna de la iglesia, en los monasterios; junto al tesoro o en la "torre
del archivo", en los castillos.
Como instrumento de gobierno, los archivos fueron, también, reflejo del
poder: "arsenal de autoridad". Todavía en recintos y locales fortificados, al
abrigo del tránsito habitual y de las miradas indiscretas.
La situación cambió con la llegada de la crítica histórica, en el siglo XVIII.
Se necesitaban "jiuentes históricas" y "pruebas". Unas y otras se encontraban
en los archivos. Si hasta entonces, estos archivos eran consultados, únicamen-te,
por sus creadores y sus herederos; a partir de este momento se abrirían a la
curiosidad de eruditos extraños a la institución generadora de los documentos,
para los que fue necesario preparar espacios de consulta. Para acoger y difun-dir
todas estas reliquias del pasado -los documentos-, se tomó ejemplo de
las instalaciones de las grandes bibliotecas, cuyo modelo ya estaba fijado: altos
armarios de largas tablas, en majestuosos edificios.
Más tarde, tras la Revolución Francesa, con la inclusión de las ideas
democráticas, nacionalistas y románticas, los archivos adquirieron un nuevo
protagonismo. Se abren a los ciudadanos. Se insertan en la ciudad mediante
un edificio independiente. Junto a la Biblioteca, el Museo y junto a la
Universidad, constituyen templos y espacios del saber.
47 Favier, J. "Une maison pour une mémoire". En: Bátiments d'Archives: vingt ans darchitecturefuan-pise,
1965-1985. París, 1985. Pp. 5-10.
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María de las Nieves Peiro Graner El archivo como espucio del saber: El edificio de archivo
Sin embargo, desde que se comenzaron a construir edificios para los archi-vos
se hizo necesario definir los programas de construcción, adaptándolos a las
necesidades y a los problemas que se iban planteando. La evolución de estas
necesidades se manifestó de un modo particular tras la segunda guerra mun-dial.
Los programas de construcción enriquecían, sin cesar, sus fórmulas al
mismo rítmo que las nuevas funciones y servicios que iban desarrollando los
archivos.
El depósito del archivo debía responder al aumento exponencial de las
masas de documentos que era necesario conservar. Al mismo tiempo, debía
ofrecer nuevas medidas de seguridad para la preservación de los documentos,
algunos de los cuales van a presentar una enorme fragilidad. Se establecerán
normas, de acuerdo con la diversidad de los peligros que amenazan a los docu-mentos
de archivo: desde los que plantean la humedad o sequedad excesivas,
hasta los que representan los campos magnéticos, pasando por la acción de
agentes bióticos o los efectos de la manipulación.
Por otro lado y al mismo tiempo, el número de las consultas de los docu-mentos
ha crecido, a la vez que han surgido nuevas necesidades, relacionadas
con la explotación de los documentos. Han aparecido, igualmente nuevos
documentos y nuevos soportes, desde la fotografía y el microfilm al disco ópti-co,
con la preocupación por las futuras reacciones, todavía desconocidas, de
las memorias magnéticas. El número de usuarios, naturalmente, se ha multi-plicado
también. Usuarios que reclaman mayores facilidades en la consulta y
plantean nuevos problemas: a veces, se trata de trabajos colectivos; en otras
ocasiones, son investigadores con su máquina de escribir, su magnetófono o su
ordenador personal. Ya no es suficiente dotar a la sala de lectura de una mesa
y una silla para el usuario. El actual sistema de comunicación pone en juego
todo un complejo de enlaces entre el depósito, la recepción y los instrumentos
y equipos de consulta.
Además, los archivos se han abierto al gran público. Con ello se han con-vertido
en verdaderos lugares de encuentro. En este aspecto, el papel de los
nuevos archiveros y de la nueva Archivística ha sido determinante. Se comien-za
por la iniciación de los jóvenes en su contacto con los documentos. Los
servicios educativos de los archivos están yendo más allá de las simples visi-tas,
convirtiéndose en auténticos talleres de pedagogía activa, en donde los
jóvenes pueden iniciar su diálogo con el tiempo pasado. Los archivos, pues, se
han convertido en verdaderos centros de animación cultural, ofreciendo los
espacios requeridos para ello. Y es que, abrir los archivos al gran público no
es, sólamente, decir lo que se conserva en ellos, sino mostrarlo en una sala de
exposiciones en que se dé a conocer el patrimonio histórico y cultural de una
comunidad. De este modo todos los ciudadanos pueden tener -tienen- su
espacio en el archivo.
Pero, además, hay que responder a otras demandas. Los talleres especiali-
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María de las Nieves Peiró Graner El archivo como espacio del saber. El edificio de archivo
zados aseguran la respuesta a las distintas necesidades: fotografía, microfil-mación,
encuadernación, restauración, tratamiento técnico de archivos audio-visuales
e informáticos ...
El edificio de archivo, pues, supone un auténtico reto a las realizaciones
arquitectónicas, de modo que pueda conseguirse un edificio bien adaptado a
las diferentes necesidades de documentos, archiveros y usuarios: un auténtico
espacio del saber; y, a la vez, un hermoso monumento.
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