Agustín Millares Carlo
y la colección Arcón Canario
La Librería Larra de Las Palmas de Gran Canaria nació en agosto de 1967
en la calle Constantino y cerró sus puertas a principios de 1986. Su actuación
no se basó en la simple venta de libros, y a lo largo de sus casi veinte años de
existencia supo de algunos de mis proyectos, aunque no participara directa-mente
en todos. Uno de los que vio nacer entre sus paredes fue el de la colec-ción
Arcón Canario, para textos no editados o agotados de la historia de las
Islas Canarias, y por la que los lectores de entonces tuvieron ocasión de cono-cer
una serie de obras largo tiempo ausente de las librerías.
Recién cumplidos los diez años, un 20 de julio de 1952, conozco a Agustín
Millares Carlo. Esa fecha, al menos, es la que aparece en las fotos realizadas
por Hernández Gil con motivo de su llegada al aeropuerto grancanario de
Gando tras largos años de exilio en América. Viajaba en unión de su hija
Mercedes, y tras ellos aparece un sonriente Matías Vega Guerra. La foto en
unión de sus hermanos y restantes familiares que acudieron a darle la bienve-nida
no se hizo esperar.
En años posteriores, aprovechando sus cortas estancias en Gran Canaria,
no recuerdo las veces que hablé con él para pedirle consejo en asuntos
relacionados con la librería y la edición de libros. Hoy, como consecuencia de
esas consultas, puedo afirmar que Agustín Millares Carlo tuvo un papel desta-
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cado en la creación de la colección A l ~ ó n Canario del sello editorial del
Museo Canario.
Cuatro años antes de que apareciera el primer título de la serie, acudí a él
en demanda de su parecer sobre mi proyectada colección y los posibles textos
que podría incluir en ella. Su respuesta no se hizo esperar; llcva fecha del pri-mero
de agosto de 1972. Me escribía desde Madrid en estos términos:
Querido Perico: Acabo de recibir tu carta, a mi regreso de un viaje por
Sevilla y Granada que ha durado una semana con intc~/~.vu.s,jo/~/ltrt~k/t~frr.ts r -
bajo, como cualquier ministro.
Tu idea me parece excelente. No sé si del texto de la Virgen de Candelaria
de Fray Alonso de Espinosa habrá reedición moderna. En caso ncgativo. por
esta obra podría empezarse, y utilizar p" el prólogo los datos que yo di\ulg~iC
hace tiempo, dándoles otro aire. Pienso también en una selección de los poe-mas
castellanos de Anchieta, cn algunas cartas y otros escritos dc Viana, de
los Iriarte ... Hay donde elegir. Tu proyecto me gusta y le auguro éxito fcliz.
Espero estar ahí hacia el 23 y quedarme hasta el 30. Me dijo Cachonita (su
hermana Encarnación) por teléfono que ya no existe el Hotel Santa Rrigidu.
pero algún otro habrá por allí donde pueda pasar unos días de dcscanso con
una ventana abierta sobre el campo (tengo el propósito de escribir una no\ e-la
pastoril) ... (La carta continúa.)
Efectivamente, su proyectado viaje a Las Palmas se cumplió en la fecha
prevista y recuerdo que al entrar en el hotel en donde se hospedaba lo encon-tré
mirando el paisaje que se divisaba desde la ventana en actitud contempla-tiva.
No había olvidado la broma que me refería en su carta y volvió a citar su
"proyecto" de escribir una novela pastoril ... Pero tambikn continuamos
hablando del otro proyecto de la colección histórica, que por entonces no tenía
nombre.. .
Una cosa queda clara por los varios apuntes conservados, y es que bar-16
diversos títulos como los primeros a publicar. En la lista que hoy estimo mis
seria consideré como idóneos la obra de Espinosa recomendada por Millares,
el Diario de don Antonio Bkthencourt en la versión extractada y comentada
por Agustín Millares Cubas, algún titulo (sin consignar) de Vcrneau y la 111s-toria
de Abreu y Galindo. Eran éstos los cuatro primeros voliiincnes que tenia
intención de editar en 1975, y a los que pretendía siguieran las Mcwzorias dc
Andrés Navarro Torrent, la Historia de la Inquisición eii las Islas Canarias de
Millares Torres, los Ffujes de Viera y Clavijo, la Etmgmfiu J. Ancrles (/e /a
Conquista de Las Islas Canarias de Berthelot y Barker Webb y un largo etcé-tera
que omito; al fin y al cabo se trata de una primera relación y el primero de
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los títulos de la lista definitiva -y diferente- no apareció hasta mediados
de 1976.
También resulta evidente por las mismas notas conservadas que hay unas
pocas personas, aparte de Millares Carlo, a las que debo gratitud por la ayuda
prestada. Una de ellas es el recordado Manuel Hemández Suárez, director de
la colección San Borondón del Museo Canario. Él me aconsejó siempre y lo
mejor que supo sobre la edición de libros que tan bien conocía, y me puso en
contacto con historiadores y autores en general que también me prestaron su
apoyo en los primeros pasos para la puesta en marcha de la colección.
A finales de 1974 la idea de Arcón Canario era un hecho: aparte de haber-le
puesto nombre a la colección, barajaba la posibilidad de que ésta tuviera una
hermana a la que di el nombre de Carpeta Canaria y en la que pretendía
incluir obras de autores contemporáneos. También llegué a pensar en sumar a
las dos colecciones una serie de posters con temas canarios. Ese era el pro-yecto
completo.
De ese año - 1 9 7 4 datan los contactos con varias imprentas de la
Península para conocer lo que podría costar la edición de los primeros volú-menes
de la colección: Gráficas Soler de Valencia, Artes Gráficas Clavileño de
Madrid, Escuela Gr6fica Salesiana de Sevilla ....
Surgió entonces el problema del sello editorial. Y fue Manuel Hernández
Suárez el que me sugirió la idea de llegar a un acuerdo con el Museo Canario,
por el que la institución me autorizase a usar su nombre para editar la colec-ción,
y en donde yo sería el único responsable económico; el Museo se reser-varía
el derecho a autorizar los títulos a publicar. Con éstas y otras cláusulas
firmé un contrato con la institución grancanaria, interviniendo por parte de ésta
José Miguel Alzola, presidente por entonces del Museo Canario y para el que
no encuentro palabras de agradecimiento por la ayuda prestada. El documen-to
tiene fecha del 16 de julio de 1975.
De ese mes datan también los primeros contactos de Manuel Hernández
Suárez con Leopoldo de la Rosa Olivera, presidente por entonces del Instituto
de Estudios Canarios de La Laguna, a fin de allanar el camino para la publi-cación
del primero de los títulos de la colección. Crónica de la conquista de
la isla de Gran Canaria (Crónica lacunense) se deposita a las 12 horas del 17
de julio de 1976 en la Delegación Provincial del Ministerio de Información y
Turismo de Las Palmas, trámite previo con el que había que cumplir antes de
poner el libro a la venta. Se hizo una tirada de 2.500 ejemplares, que se impri-mió
en la Imprenta Pérez Galdós de Las Palmas y por la que pagué 92.000
pesetas. La obra, de 91 páginas, contaba con un estudio preliminar de Elías
Sena Ráfols, para cuya publicación la viuda del autor no puso ningún reparo;
la presentación y transcripción eran mías. Su precio, 150 pesetas.
La Crónica lacunense se presenta en el Museo Canario la tarde del 23 de
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julio de 1976. Tanto en ese como en días posteriores aparecieron diversas rese-ñas
en la prensa a l g u n a s de ellas muy amplias-, firmadas, entre otros, por
Néstor Alamo, que fue gran animador en el proceso editorial de la colección.
En Tenerife, El Día se hizo eco de la publicación.
Hoy, al examinar las cifras de venta, no dejo de sorprenderme ante la
buena acogida que tuvo el primer número de la colección. Citaré tinos pocos
datos. El primero, referido a la Librería Larra, en donde al principio se llegó a
vender un promedio de veinticinco ejemplares cada dos días; el segundo. que
al año de editado el volumen se habían vendido 1.250 ejemplares, es decir. la
mitad de la edición; y a los dos quedaban solamente 5 1.
El segundo título de la colección fue Bennl-tel?~oi El liltil~od e los trino-rios
de Agustín Millares Torres, que apareció días antes de la Navidad de
1976. La obra contaba con comentarios iniciales de Néstor Alaino, Sosé
Miguel Alzola y Juan Rodríguez Doreste, a los que existi0 el proyecto de
sumar los de Lcopoldo de la Rosa y Sebastián de la Nuez Caballero. E1 \wlii-men
tuvo también buena acogida por parte de la prensa. y en el periódico
madrileño El País publique un anuncio de la colección con los dos prin~ei-os
títulos editados, que originó peticiones desde distintos lugares de la Pcnínsiila.
especialmente de Madrid. Su precio de venta era de 150 pesetas y la tirada, de
2.000 ejemplares, cantidad que mantuve para los ní~merosp osteriores.
La novena y última cláusula del contrato firmado con el Museo Canario
estipulaba la posibilidad de que el propio Museo financiara la publicación de
algún título en la colección. Esta circunstancia tuvo cfecto en el niimeio tres.
que vio la luz a finales de junio de 1977. Los Rec.~ic~-tlor,lst) 1/11 11olvllt4lid e
Domingo J. Navarro llevaban un comentario inicial de José Miguel Alzola.
Otra de las listas conservadas sobre los posibles títulos de la colección
incluye en sus tres primeros níiineros, los tres que realmente aparecieron.
variando a partir del cuarto. En esa lista se encuentran los nombres de Uontier
y Le Verrier, Abreu y Galindo y Millarcs Torres con su j/i.storiu tlc C'LIIILII.~(I.S.
Pero lo cierto fue que a partir del no 4 de la colección acometí uno de los
retos que me había propuesto desde un principio, esto es, publicar una sola
obra en varios volúmenes. Así ocurrió con los tres tomos (no 4, 5 y 6 de la
coleccion) de la Etrzogrufia j1 Awles de lu c~o~~y~rdie.s 1tu.s l.slas C'li~ilrritrsd e
Berthelot y Barker-Webb, que, aunque me llevó algún tiempo editarlos. apai-c-cieron
en diciembre del 77 (el lo), junio del 78 (el 2") y febrero del 79 (el 3").
La razón del tiempo que medió entre los tres volíinienes fue de carácter eco-nómico.
Habida cuenta de que pagaba cada número con lo que iba recaudan-do
de la venta de los anteriores, cualquier tipo de aclaración que fuera niiadii-ahora
sobraría.
Dos datos más para acabar con lo relacionado con la Et~iog~.t~fUi'nuo. . que,
entre los tomos lo y 2", apareció una ediciUn de la obra completa en Tcnerife.
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Y dos, que en el tercer tomo, al hacer la relación de los volúmenes que for-maban
la colección, figuraba la Crónica lacunense como agotado.
El número 7 se editó en octubre de 1979. Tuvo una magnífica aceptación
desde un principio. Y es que Faycan de Víctor Doreste llevaba bastante tiem-po
sin publicarse. La edición en Arcón Canario era la tercera de la obra.
Y llegamos al número 8 y último de la colección. Recuerdos Históricos de
Agustín Millares Torres vio la luz en febrero de 1980 y lo formaban tres de los
relatos más extensos del autor: Drake en la Gran Canaria, Canaria en 1809 y
Maynel. Pese a las buenas perspectivas iniciales, su venta se estancó en un cor-tísimo
número de ejemplares de la noche a la mañana, ocasionando la falta de
respaldo económico para el siguiente número de la colección. Si a esto añadi-mos
la extraña forma de proceder de un cliente de la Librería Larra que me
trajo, como si de un regalo se tratara, un ejemplar del título en el que había
señalado las erratas que había encontrado, no resulta descaminado que me
planteara el parar momentáneamente la colección ... Y ya se sabe que esos
parones, a la larga, se hacen definitivos.
Lo cierto fue que los consejos de Agustín Millares Carlo referidos a los
primeros títulos de la colección Arcón Canario dieron mucho de sí y hoy,
pasado el tiempo, no puedo menos de agradecérselos, dando a conocer, por si
tuviera algún interés, la historia de una colección que nació con la ilusión de
satisfacer una carencia y murió sin haberla abandonado.