Boietin Millares Carlo
2002,21: 93-111
ISSN: 021 1-2140
Perspectiva militar del asesinato del secretario
de La Aldea de San Nicolás (1876)
Melquiades BENITOSÁ NCHEZ
U. N. E. D.
Resumen
En el último tercio del siglo XIX se reproduce en La Aldea de San Nicolás el viejo
pleito por la propiedad de la tierra. El estado de agitación de la población, que alcan-zó
su cénit en el brutal asesinato del secretario del Ayuntamiento, y la carencia en
Canarias de una fuerza de orden publicó llevó al gobernador civil a pedir el estableci-miento
de un Destacamento militar en dicha localidad. La correspondencia entre el
jefe de éste y las autoridades militares, y de éstas con el gobernador civil, pueden pro-porcionar
una perspectiva de esta fase del contencioso hasta ahora inédita y que pre-tendemos
iniciar.
Finalizaba el tercer cuarto del siglo XIX y el viejo contencioso entre la casa
de Nava y sus medianeros parecía cosa del pasado. Ni la inscripción preventiva
de la Hacienda Aldea de San Nicolás en el recientemente creado Registro de la
Propiedad alteró la aparente calma, los vecinos no tomaron ninguna iniciativa y,
transcurridos los tres años preceptivos sin constar solicitud de cancelación, la
finca quedó definitivamente asentada. Pero las heridas estaban cerradas en falso
y tras un periodo de casi 50 años de calma se inicia una etapa que es descrita por
uno de sus principales protagonistas con las siguientes palabras:
Incendios, destrozos; violaciones de derechos; desobediencia a las autori-dades;
atentados y asesinatos. Tales son las principales páginas de la historia
contemporánea que desde 1868 registra La Aldea de San Nicolás; páginas que
ofrecen una "amena e instructiva lectura" a los que deseen conocerlas1.
1 Marcial Melián Chiappi "Remitido" publicado en el periódico laspalmense La Prensa el 26 de
mayo de 1876.
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Melquiades Benito Sánchez Perspectivu militar del asesinato del secr.etario dr Lu Aldea de Sun Nico1u.s.
Al iniciarse la década de los setenta, el nuevo marqués, Alfonso Nava
Grimón, buscando una mayor rentabilidad, sustituyó a los gestores de su pro-piedad
y decidió explotar directamente las tierras no asignadas a medianeros e
incrementar la vigilancia sobre éstos para disminuir su tradicional ocultación
de la producción. Éstos cambios no se produjeron sin fricciones, pues los apar-ceros,
acostumbrados a la tolerancia del anterior marqués, se resistieron a la
introducción de las medidas fiscalizadoras. No todas las presiones sobre los
medianeros venían de la casa de Nava. Eran años de cambios y éstos también
afectaban al consistorio aldeano que entre 1867 y 1875 estuvo formado por
cinco corporaciones distintas cuyos miembros solían aprovechar su mandato
en beneficio propio, empleando su intervención en designación de quintos y el
reparto de contribuciones como medios de presión contra sus rivales. Además,
ante el desequilibrio de la Hacienda, el Gobierno dispuso, en 1874, el resta- ",
D
blecimiento del odiado impuesto de consumos. La distribución de la nueva E
carga fue constante fuente de conflictos entre los vecinos de La Aldea, y en O
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medio de uno de estos, el 20 de julio de 1874, arde por completo el local donde -- m
O se encontraban instalados la oficina y archivo municipales. EE
La explotación directa de sus bienes no produjo a los Nava los benetlcios 2
E
esperados, por lo que decidieron un cambio sustancial: sustituir los cultivos -
tradicionales por la cochinilla. En octubre de 1874 firman un contrato con la 3
familia Melián Chiappi estableciendo una sociedad agricola dedicada a la - -
0
obtención de este producto, siendo designado gerente de las instalaciones m
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Marcial Melián Chiappi. La nueva empresa pretendía que los medianeros O
accedieran a dejar libres, a cambio de otras, las parcelas más adecuadas para n
dicho cultivo y aprovechar el trueque para formalizar los contratos por escri- -E
to. Pero los colonos no se prestaron al cambio y, para dejar bien clara su a
2
determinación, se negaron a algunas prestaciones tradicionales, como la uti- n
lización de sus bestias de carga para transportar el grano dc los propietarios n
de la tierra. 3
O
La llegada de Marcial Melián no supuso variación en la línea iniciada por
la sociedad agrícola. El nuevo regente de la hacienda presentó juicio dc conci-liación
contra 20 de los medianeros más destacados, acusándolos dc no cumplir
el contrato al negarse a la utilización de sus acémilas. Los encausados alegai-oii
que trataban de forzarles a prestaciones a las que no están obligados, ya quc sc
consideraban dueños del dominio útil en calidad de mcdianeros pcrpctuos. La
alteración social ya no cesaría. Se produjeron irrcgularidadcs en la distribiici6n
de aguas y violentos enfrentamientos verbales quc darían paso a incendios y
destrozos en las instalaciones de los Nava que recurrieron de nuevo a la inter-vención
judicial.
La Restauración originaria un nuevo cambio, en julio de 1875, el recién
nombrado gobernador civil de Canarias designó una nueva corporación muni-cipal
en la que predominaban los asalariados del ii-iarqués de Villanueva del
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Melquiades Benito Sánchez Perspectiva militar del usesinato del secretario de La Aldea de San Nicolás ...
prado y estaba presidida por Marcial Melián. Carente el municipio de un secre-tario
eficiente, es designado para este cargo y el de secretario del juzgado muni-cipal
Diego Remón de la Rosa, quien unía a sus conocimientos administrativos
otros de medicina que, desde el primer momento, puso incondicionalmente a
disposición de sus convecinos.
Las relaciones entre los medianeros y la sociedad agrícola se complicaban
cada vez mas. Los Melian, comprendiendo que las circunstancias por las que
atravesaba la heredad imposibilitan cumplir el contrato, rescindieron éste. La
explotación pasó, en arriendo, al hijo del marqués, Fernando, quien nombró a
Marcial Melián administrador y apoderado general, con lo que continuaban
unidas en su persona la dirección municipal y la de la hacienda Nava. Con la
ayuda del nuevo secretario, el alcalde trató de poner en marcha el gobierno
municipal, enfrentándose a los temas pendientes y de forma especial a la dis-tribución
de impuestos. Abrió expedientes contra concejales de anteriores
corporaciones por distracción de fondos e inició embargos contra los contri-buyentes
morosos, quedando Remón encargado de la realización material de
los procedimientos. Todo ello mientras el juzgado municipal cursaba citacio-nes
del de Primera Instancia de Guía en relación con el desahucio promovido
contra los medianeros "rebeldes".
El 19 de marzo de 1876, y con el conflicto entre los medianeros y el alcal-de-
administrador de la hacienda de los Nava como fondo, tiene lugar el asesina-to
de Diego Remón de la Rosa. El cadáver de éste fue encontrado en un camino
herido de varios disparos y con la cabeza aplastada por una enorme piedra. Las
indagaciones del juez de Primera Instancia no permitieron conocer los autores
del criminal acto, pero pusieron de manifiesto la decidida voluntad de los veci-nos
de La Aldea de no colaborar en la aclaración de los hechos. Melián, sintién-dose
rodeado de enemigos y temiendo por su vida, solicitó del gobernador civil
de la provincia el envió de una fuerza armada que robusteciese la autoridad
municipal y garantizase vidas y haciendas. Demanda que contó con el apoyo del
marqués de Villanueva del Prado.
Canarias carecía de fuerzas de orden público, la Guardia Civil no llegó al
Archipiélago hasta 1898 y la Compañía de Guardias Provinciales no sería
creada hasta el 16 de febrero de 18772, por lo que era inevitable recurrir al
Ejército para este tipo de tareas y el gobernador civil pidió al capitán general
el establecimiento temporal de un destacamento militar en La Aldea de San
Nicolás. La prensa canaria de la época nos confirma el envío del destaca-mento
y la composición de su fuerza, incluso una de las publicaciones nos
proporciona el nombre del oficial al mando, Rafael Feo y Benítez de Lugo3.
R. O. De 16 de febrero de 1877, Colección Legislativa del Ministerio de la Guerra (CLMG), 1877,
número 67.
3 El diario Las Palmas en su número del 18 de abril de 1876 recoge:
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Melquiades Benlto Sánchez Perspeclivu militar del asesinato del .seortririo tic, Lri ..lld<,rr </<. S i r i i \ r i oiri\
La cercanía, en el tiempo, entre los sucesos ocurridos en La Aldea de San
Nicolás y la creación de la Compañía de Guardias Provinciales induce a pen-sar
que éstos pudieran haber influido en la decisión de organizar esta unidad
militar canaria, cuya característica fue desarrollar en el Archipiélago las
misiones que realizaba la Guardia Civil en la Península. Quizá tampoco sea
producto exclusivo de la casualidad que el primer mando de la nueva unidad
fuera el cgpitán Feo.
Los hechos nos son conocidos, Francisco Suárez Moreno los ha recogido
ampliamente4, recurriendo para ello a fuentes periodísticas de la época, expe-dientes
judiciales, actas del Ayuntamiento e incluso ha rastreando en la tra-dición
popular. Pero pese al esfuerzo realizado, como dicho autor afirma.
"...en todo este tipo de procesos quedan ocultas muchas verdades". La docu-mentación
que ahora se saca a la luz nos permite entrever alguna de ellas al
presentamos algunos de los hechos bajo una óptica distinta y hasta ahora
inédita: la militar. Ésta, aunque confirma en su mayor parte la interpretación
tradicional, obliga a poner en entredicho algunas afirmaciones anteriores.
Además, el estudio de una intervención militar destinada al inanteniniicnto
del orden, puede aportar datos, ciertamente muy localizados en tiempo y
espacio, en torno a un tema ampliamente debatido por la historiografía de la
Restauración: la participación del Ejército en la represión de disturbios.
Rafael Feo y Benítez de Lugo había nacido en La Laguna el 30 de agosto
de 1834 y era miembro de una familia aristocrática. Tenía ocho aiios cuando Ic
fue concedida la gracia de aspirante a guardiamarina con derecho a uniforme.
pero no sería éste su rumbo. El 11 de agosto de 1864 era promovido a alfkre7
de las Milicias Canarias y destinado al Batallón Provincial de La Laguna.
quedando en situación de provincia y, por tanto, dedicado a sus asuntos parti-culares
salvo las escasas llamadas para instrucción.
A diferencia de lo que era normal en la época entre los oficiales de las
Milicias Canarias, el alférez Feo, pronto empezó a alternar la situación de pro-vincia
con cortos períodos de destino en el Batallón Provisional de Canarias,
única unidad de Infantería del Archipiélago en situación activa. Teniente, por
antigüedad, desde el 20 de junio de 1867, sus destinos en el Provisional se van
"Sección Provincial.
Los treinta hombres del Batallón Provisional, que por disposición de la Autoridad civil de la pro-vincia
salieron el día 5 del corriente del puerto de Santa Cruz de Tenerife para la Aldca de San NicolA fiic-ron
al mando del capitán Rafael Feo".
4 Suárez Moreno, Francisco: Elpleito de Lu Aldea: 300 arioa cie lucha por Irr propirrliid dc' /u trerrcl.
Las Palmas de Gran Canaria, 2001, (2" edición).
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~ ~ l ~ u i aBdeenisto Sánchez Perspectiva nditar del asesinato del secretario de La Aldea de San Nicol&..
hasta que en enero de 1870 marcha voluntario a la campaña de Cuba
de donde regresó en abril de 1872. A partir de este momento y hasta la diso-lución
de las Milicias Canarias, en 1886, permanece casi constantemente en
jefe del depósito de prisioneros carlistas de La Laguna, vuelta al
~atal lónP rovisional de Canarias, Compañía de Guardias Provinciales y pro-fesor
de la Academia preparatoria. Obtuvo el grado de capitan en 1869 y dicho
empleo en 187 1, siendo recompensado en 1876, por sus servicios en Cuba y
como Jefe del deposito de prisioneros carlistas, con el grado de comandante.
Cuando en 1886 se disolvieron las Milicias de Canarias, el capitán lagunero
optó por integrarse en el escalafón del Arma de Infantería.
El Reglamento del Ejército Territorial de Canarias5 exigía, a los oficiales
de las Milicias que eligieran esta alternativa, la superación de unas pruebas de
aptitud ante el tribunal que, presidido por el Director General de dicha Arma,
a tal fin se constituyó en Madrid. Fueron pocos los que los que obtuvieron
éxito en esta prueba y únicamente el capitán Feo y Benítez de Lugo consiguió
el ingreso en Infantería con el mismo empleo que ostentaba en las Milicias.
El, desde entonces, capitán de Infantería fue consciente de haber tenido
el triste privilegio de vivir la desaparición del viejo sistema militar del
Archipiélago y quiso dejar un ejemplo de las labores que habían desempe-ñado
los oficiales de las Milicias Canarias. Él las había ejercido todas y
preparó cariñosamente una carpeta en la que encuadernó las diversas comu-nicaciones
recibidas de sus superiores en la realización de las mismas.
Rafael Feo contrajo matrimonio con Emilia Hardisson Espou en 1903 sin
tener descendencia. Cuando fallece nuestro capitán, el 14 de noviembre de
1910, sus "papeles" pasaron al archivo de la casa comercial Hardisson,
donde han permanecido hasta su cesión al Archivo Histórico Provincial de
Santa Cruz de Tenerife, en el cual se encuentran actualmente pendientes
de clasificación.
Pocos son los documentos que aporta la referida carpeta al conocimiento
de los hechos que tuvieron lugar en La Aldea de San Nicolás en aquel con-flictivo
año de 1876. Se reducen a la "lista de embarque" u orden he viaje y
cuatro escritos del capitan general de Canarias dirigidos al comandante del
destacamento de La Aldea de San Nicolás. Pero con esta documentación, aun-que
no cosida al contenido de la citada carpeta, se encuentran una copia de las
Instrucciones para el oficial Comandante del Destacamento de la Aldea de
San Nicolás de la Gran Canaria y el Cuaderno copiador de la corresponden-cia
que se dirige al Excmo. Sr: Cap. Gral. y demás Autoridades Militares.
La copia de las Instrucciones.. . contiene las proporcionadas por el capitán
general el 4 de abril de 1876 y parece ser autógrafa del capitán Feo, quien la
5 Aprobado por Real Orden Circular de 10 de febrero de 1886, CLMG, 1886, número 44.
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fecha el 6 de abril de 1876 y la autentifica con su firma. El cuaderno copiador
consta de 30 hojas tamaño cuartilla cosidas, la primera de las cuales hace el
papel de portada y está firmada por Rafael Feo de Lugo, como capitán coman-dante
del Destacamento, quien señala que dicha correspondencia da comienzo
el 6 de abril de 1876. Su contenido son 22 escritos y las autoridades a quienes
se dirigen: el capitán general de Canarias, el gobernador militar de Gran
Canaria, el teniente coronel del Batallón Provisional, al que pertenecía la fuer-za
que integraba el destacamento, y el teniente coronel jefe del Batallón pro-vincial
de Guía, en cuya demarcación estaba situado aquel. Algunos de estos
documentos se refieren exclusivamente a asuntos militares de escasa relevan-cia.
Por el contrario, los dirigidos al capitán general suelen ser de gran interés
por dar a conocer la actividad de las fuerzas militares, el nivel de agitación
social de la población, información sobre hechos conflictivos anteriores, o la
situación del municipio en relación con sus obligaciones fiscales. Elemento
este último inseparable del conflicto como concausa de la muerte del secreta-rio
Remón de la Rosa.
EL DESTACAMENTO MILITAR LLEGA A LA ALDEA
DE SAN NICOLÁS
Al ser designado para esta misión el capitán lagunero recibió las instru-cciones
para desempeñarla y, tal como sigue siendo tradicional, la corres-pondiente
orden de viaje (Pasa a) o "lista de embarque", como medio de
obtener durante su desplazamiento los auxilios preceptivos. Las Instruccio-nes
para el oficial Comte del destacamento de la Aldea de San Nico1á.s de [la
Gran Canaria, fueron firmadas por el capitán general, Crispín Xiinénez de
Sandoval, el 4 de abril de 1876. De su lectura se desprende que el destaca-mento
se establecía:
- Por solicitarlo el gobernador civil de la provincia.
- A causa del estado de perturbación que revelan los actos criminales
cometidos. Actos prejuzgados por la autoridad militar, quien afirma
que "demuestran la existencia de una conjuración encaminada a lograr
por el terror que salgan de la localidad las personas que dependan o
sean afectas al marqués, y a invalidar los actos del Municipio y del
Juzgado que entiende en las causas incoadas".
- Por carecer el alcalde, al igual que la Justicia, de medios para hacerse
respetar en el ejercicio de sus funciones, así como velar por el respeto
a la propiedad, seguridad individual y sostenimiento del orden.
La existencia del destacamento no implicaba la declaración de estado de
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excepción ni una militarización de la población. Las instrucciones dejaban per-fectamente
claro que la fuerza militar actuaba subordinada a la autoridad civil,
siendo sus objetivos:
- Facilitar al alcalde, como autoridad local, al juez del partido, así como
a sus delegados y los de las autoridades civiles o administrativas, los
auxilios que pidieran.
- Asegurar el debido respeto a la autoridad y sus delegados.
- Impedir se cometieran nuevos atentados o alteraciones del orden. En
caso de cometerse estas perturbaciones la fuerza militar procedería, sin
vacilación, al apresamiento de los presuntos autores poniéndolos a
disposición de la autoridad judicial.
- El jefe del destacamento, usando de la mayor prudencia y reserva,
debía procurar enterarse bien del estado de los ánimos del vecindario,
de quienes, según la opinión pública, dirigían las agitaciones, impi-diendo
estas y, sin entorpecer lo más mínimo la acción de la Justicia y
de la Municipalidad, vigilar la conservación del orden, dejando siempre
bien puesto el principio de autoridad y el respeto a la fuerza pública.
El capitán general añade a las anteriores algunas normas para el funciona-miento
militar del destacamento, como la forma de alojarse, el horario, y la
dependencia directa de él. Ciertamente que las instrucciones establecían que el
jefe del mismo dependía también del gobernador militar de Gran Canaria, cuyas
ordenes y advertencias debía obedecer en cuanto concernieran al mejor sewi-cio
y al desempeño de la comisión que llevaba, a este fin dará parte, desde
luego de su llegada y cuando ocurra alguna novedad que lo merezca. Situación
que contrasta con la obligación de enviar partes a la Capitanía general siempre
que pueda hacerlo por barco o correo. No obstante, nuestro capitán mantendrá
constantemente informado al brigadier en Las Palmas.
Más irregular aparece la situación del destacamento con respecto al
comandante militar del Cantón de Guía, al cual pertenecía la localidad donde
quedaba de guarnición y a quien las instrucciones del capitán general parecen
ignorar. El capitán Feo se dirige a él, por primera y única vez, el 6 de abril,
para informarle de su llegada, con instrucciones especiales y dependiendo
directamente del capitán general y del gobernador militar de la Isla. La situa-ción
se acentuó tras la orden de la primera autoridad militar designando al jefe
del destacamento comandante de armas de La Aldea de San Nicolás6 aña-diendo
a sus obligaciones la de vigilar a los individuos del Batallón de Guía
6 Escrito del capitán general de Canarias al Jefe del destacamento de La Aldea fechado el 3 de mayo
de 1876.
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"en situación de provincia" residentes en la plaza donde estaba destacado.
Indudablemente, la instauración de la nueva autoridad estaba encaminada a
reforzar las posibilidades de control de los aldeanos por el jefe del destaca-mento
quien, en dependencia directa del capitán general, sólo informaba al
primer Jefe del Batallón en caso de novedad.
La orden de viaje consiste en un impreso, sellado con el de la Capitanía
General de Canarias, registrado con el número 132 y firmado por el coronel
jefe de Estado Mayor. En él consta que pasa a
la Aldea de San Nicolás en la isla de Gran Canaria el Capitán dcl BatallOn
Provisional Don Rafael Feo y Benitez de Lugo, acompañado dc un sargcnto,
dos cabos, un corneta y veinticinco soldados, con objeto de desciiipcñar una
comisión del servicio.
Los datos sobre la fuerza del destacamento coinciden con los propoicio-nados
por la prensa y los recogidos por Suárez Moreno, pero éste añade a con-tinuación:
Con este destacamento parece que desembarcaron ~inos2 50 soldados cjuc
toman el pueblo y se llevan presos a veinte vccinos de mayor i.elie\t social :.
Santa Cruz, capital de la provincia de Canarias y residencia dcl gobernx1or7.
Aseveración que parece muy aventurada, pues la situaciiri ~nilitar dr
Canarias en 1876 era muy poco adecuada para movimientos militares de esta
magnitud.
-, Las fuerzas activas en el Archipiélago se reducían a dos compai?ii*s de
Artillería a pie, una en Santa Cruz y otra en Las Palmas, y un batallh
de Infantería, el Provisional de Canarias. Por una Real Orden de 12 de -j~iliod e
18768 sabemos que el 23 de junio de ese año el capitán general dc Cana:i:s
había "participado [al ministro de la Guerra] haber dispuesto q~ic la fuerza Jri
Batallón Provisional de las Milicias de esas Islas quede reducida a 680 plnms",
Es de suponer que a principios de abril contara ya con un número de hoi7citx-es
muy próximo al indicado. Pero esto no quiere decir que la fuerza prcsente
fuera ésa. Durante la segunda mitad del siglo XIX, en Canarias, minca sc
cubrieron totalmente los contingentes. Además, esta cifra total incluyc la plana
mayor con sus jefes, oficiales, médico, capellán, armero, músicos, un declac¿:-
mento en Las Palmas de Gran Canaria, los agregados al gobierno militar c k
Santa Cniz y a la propia Capitanía General, sin olvidar las bajas y el pers~iiai
de permiso, tan abundante en aquellos años. Teniendo en cuenta que la unidad
Suárez: Op. cit. p. 193.
Colección Legislativa del Ministerio de la Guerra, 1876. número 580.
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debía continuar con los servicios de guarnición en la capital, y en sus oficinas,
almacenes, salas de armas, vigilancia del propio acuartelamiento, etc., parece
inverosímil que pudiera desprenderse de 280 hombres para apoyar la autoridad
del alcalde de una población de 400 vecinos, lo que por otra parte hubiera sido,
a todas luces, desproporcionado.
¿Que dice al respecto el capitán Feo? Sencillamente, nada. El "cuaderno
copiador" recoge tres escritos fechados el día 6 de abril, en ellos, el jefe del des-tacamento
da parte a las autoridades militares de haber llegado, con la fuerza a
sus ordenes, sin novedad a La Aldea de San Nicolás. Todos estos documentos
son plenamente coincidentes empleando frecuentemente las mismas palabras.
La diferencia más destacable es que el dirigido al capitán general añade la pri-mera
impresión del comandante del destacamento sobre la población. Los
datos que proporcionan sobre el destacamento, aparte de insistir en su compo-sición
son:
Llegada al fondeadero a las nueve de la noche del día 5, remacha el
parte al Jefe del Batallón Provisional, el de mi salida de la capital.
La fuerza hizo su entrada en el pueblo a las 12 de la noche, sin ocu-rrencia
alguna.
La tropa se instaló en una casa propiedad del Marqués de Villanueva
del Prado, inmediata a la que ocupó el capitán. Las camas fueron pro-porcionadas
por el pueblo, por orden del alcalde.
El parte al capitán general añade que los habitantes de La Aldea
observan una aparente tranquilidad y la autoridad local empieza a ser
obedecida y trata de llevar a cabo las disposiciones del Gobierno civil
suspendidas hasta ahora por falta de fuerza moral y material.
Después de la lectura de estos comunicados se presentan serias dudas para
aceptar los 250 soldados que "parece" que desembarcaron con el destacamen-to.
Ni los periódicos de la época, ni los partes de novedades militares, dicen
nada al respecto que permita suponer su existencia. Aunque Suárez cita como
fuentes la prensa y Los aldeanos pidiendo justicia. Madrid, 1923. La primera
no recoge este dato y respecto a la segunda su carácter reivindicativo y su
fecha, excesivamente alejada de los hechos, inducen a poner en duda su fiabi-lidad.
El mismo Suárez ha encontrado graves errores en este folleto en relación
con el incendio de las oficinas y archivo municipales.
El respaldo militar decidió al alcalde de La Aldea a cumplimentar algunas
disposiciones del Gobierno civil cuya realización no había podido efectuarse
hasta entonces, por carecer de "fuerza moral y material". Una de las primeras
fue el traslado de los restos del antiguo al nuevo cementerio. Este trabajo, cuya
duración se estimaba en diez o doce días, era del tipo de "prestación vecinal"
debiendo ser realizarlo por los habitantes del municipio nombrados por rigu-
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roso turno. Suárez afirma que cualquier orden del alcalde intruso era contesta-da
por los vecinos y que, pese a que el traslado contaba con la autorización del
clero y de la autoridad civil, los vecinos se negaron a tocar sus muertos'). La
versión militar es más suave: los designados para el trabajo "trataron de eva-dirse
pasivamente con disculpas que estaban a su alcance". Finalmente la
exhumación tuvo que hacerse con el apoyo de la fuerza militar. El jefe del des-tacamento
amonestó a los designados y puso un cabo y dos soldados a dispo-sición
del teniente de alcalde encargado de la ejecución del traslado. La enSr-gica
actitud del jefe del destacamento puso fin al conflicto siendo retirado cl
control militar, por considerar que era innecesario, seis lloras después. La
faena continuó sin ningún conflicto, "quedando los operarios tranquila y paci-ficamente
trabajando". Las prestaciones siguieron los días sucesivos, hasta la
conclusión, sin guardia ni incidentes.
Los escritos del comandante del destacamento al capitán general, el I 1 de
abril, y al gobernador militar de Gran Canaria, el 12 de abril, contirmnn que
el traslado de los restos había sido dispuesto por el gobernador civil de la pro-vincia.
Lamentablemente, el cuaderno copiador no proporciona ningíin dato
sobre el contenido de la orden gubernativa. Su autor se limita a reflejar la pri-mera
de éstas comunicaciones "y cuya orden para mayor claridad copio aquí
a la letra (aquí el oficio)". Lo que sí reseñan es la existencia de un intcnto
anterior de traslado que acabó en un motín popular, pues los vecinos "en
número de más de treinta personas armadas de cuchillos, azadones y palos
intimidaron y amenazaron a la autoridad y a los trabajadores, vikndose éstos
obligados a retirarse de aquel sitio por carecer de fuerza moral y material para
hacerse respetar". Aunque Feo no indica la fecha de estos hechos, aludc a quc
el cumplimiento de la orden del gobernador civil había sido intentado por el
Ayuntamiento que entonces regía el Municipio, lo que parece indicar que fiie
antes de que Melián fuera designado alcalde. Esto confirmaría que algunos
motivos de conflictividad social en La Aldea no tenían la ani~nadversión
hacia la persona del administrador de la hacienda Nava como único origen.
La presencia de la tropa bastó para que la población se fuera tranquilizan-do.
El 20 de abril, Feo informaba al capitán general que el vecindario se ocu-paba
en la pacífica la recogida de sus frutos, con ausencia total de incidentes.
Pero no atribuía esta conducta a la buena voluntad de los lugareños sino al
deseo de que se ausentara la fuerza para volver a sus tropelías contra las casas
y personas afectas al Marqués. Esta "normalidad" en la vida local se mantuvo
hasta el final de la estancia del lagunero en La Aldea quien remitió nuevos
escritos indicando la ausencia de novedad en la tropa y conducta del pueblo.
Aunque las relaciones entre la fuerza militar y la población discurrieron en una
aparente tranquilidad, a principios de mayo tuvo lugar un hecho insólito y que
Suarez: Op. cit. p. 18.
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da idea de la audacia de los aldeanos, amparados en el secreto y la complici-dad.
El 2 de mayo el jefe del destacamento informa al capitán general de que
parecía que la correspondencia oficial había sido abierta puesto que la oblea
que primitivamente cerraba la cubierta aparecía despegada, el papel junto a
ésta sucio y el sobre cerrado con lacre rojo, lo que según el informante no era
usual en las oficinas militares. La comunicación violada era intrascendente,
comunicaba el relevo de dos de los soldados del destacamento, pero tal como
indicaba Feo su repetición pudiera haber entorpecido gravemente la actuación
del destacamento.
A mediados de abril, los abogados de los medianeros iniciaron una cam-paña
en la prensa contra el alcalde Meliá, al que acusaron de actuar arbitraria-mente,
amparado por la fuerza militar. Esta imputación es recogida por Suárez
Moreno, para quien el alcalde apoyado por facultades gubernativas extraordi-narias
y con una fuerza militar a sus ordenes actuó a favor de los intereses par-ticulares
del marqués. La situación se prestaba a estos abusos, pero el propio
Meliá negó aquellos días en la prensa las a c u~a c i o n e sy,~ s~eg ún la documen-tación
de Rafael Feo, durante el mando de éste el destacamento militar sólo
realizó una detención. Ésta tuvo lugar el 29 de abril, cuando Gerónimo Martín
López ignoró la disposición del alcalde de no cortar la acequia para riego sin
su permiso. En su comunicado^^, el jefe del destacamento decía al capitán
general que no encontró segundas intenciones en el contraventor, al que cali-fica
como pobre menesteroso, por lo que el detenido fue puesto en libertad,
tras un arresto de 24 horas que cumplió en la guardia, y la amonestación de ser
tratado con todo rigor si reincidía.
Suárez atribuye el cese del alcalde aldeano a la dura campaña seguida con-tra
él en la prensa y afirma:
Marcial Melián comenzó un avasallamiento de los vecinos que ocasiona-rá,
tras denuncias públicas en una prensa que hará celebre este proceso, su
destitución por el Gobierno Civil12.
O también:
De marzo a junio las relaciones de Melián con los aldeanos continuaban
irreconciliables.. . Las acusaciones que sobre el alcalde, fuerza militar y ava-sallamiento
de los vecinos se habían publicado en la prensa debieron influir
en la Gobernación para determinar el cese de Melián como alcalde. El 1 de
junio éste presentaba la dimisión por motivos de salud13.
'0 La Prensa, 26 de mayo de 1876, "Remitido".
' l Escrito de 30 de abril de 1876.
l 2 Suárez: Op. cit., p. 193.
13 Ibidem, p. 196.
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Melquiades Benito Sánchez Perspeclivu militur del use.nnuto del secretuvio de La .lli<.(u de Suir ?Jic,oliic
El cuaderno copiador da una visión de los hechos algo diferente. El 4 cie
junio, el comandante del destacamento de La Aldea envía una nueva coinuni-cación
al capitán general. Su introducción constituye una clara demostracnón
de la total subordinación de la fuerza militar a la autoridad civil locai. ya que
su jefe afirma: "creo sin embargo de mi deber, poner en ci superior conoci-miento
de V. E. un hecho qzne aunque ajeno a mi contisidn, todir t~ qLrc
relaciona con 1u autoridad civil..."; a continuación el capitán Feo y Be~itcr
de Lugo asegura que algunos vecinos, en sus declaraciones ante el juez de
Guía, habían lanzado graves cargos contra Marciai Melián, a1 quc habían
intentado hacer pasar por presunto reo del asesinato de Diego Remón.
Llamado a declarar, el alcalde destruyó con su testimonio las acusacicincs
vertidas, pero temeroso de los medios empleados por sus enei-nigos par*
perderle decidió "hacer espontánea dimisión de su autoridad para retirarse dc
este pueblo". Presumiblemente las presiones sobre el munícipe no se !imita! 011
a las publicaciones periodísticas.
El capitán general había afirmado en sus lizstrucciones.. . , que la conjura-ción
estaba encaminada a conseguir, mediante el terror, que salieran de la
localidad las personas afectas al Marqués de Villanueva del Prado. De ser cier-ta
esta aseveración, no cabe ninguna duda que la actuación de los c~rclqiie~
alcanzó un notable éxito con la dimisión de Marcial Meiián. Este, reunieirdcj
en su persona los cargos de alcalde y administrador del prirncigkl~itc; del
marqués, constituía un punto clave en la defensa de los intereses de la cr.ia.
de Nava.
LA SITUACIÓN EN LA ALDEA SEGÚN EL COMANDANTE
DE LA FUERZA MILITAR
En cumplimiento de las órdenes recibidas, el Coniandrmte d c
Destacamento trató en todo momento de estar al cusrriente dci estado dc Anin-ic:
del vecindario y saber quienes pasaban ante la opinión píiblica ~,~, .C ~ I 2l luGto rc;
de los delitos y10 dirigentes de las agitaciones. La inf~rmacións obre este pLir--
ticular es una de las preocupaciones más constantes del jek de! destr~:mci;to.
La primera impresión, trasmitida en sus escritos del 6 de abril, e! s,.i"g irier~tt:n su llegada, es de prudente expectativa no exenta de desconfianza: r,l pucb!~
observa una aparente tranquilidad en que a su pesar se refleja su estudiada con-ducta".
Cuando llegó la expedición a La Aldea, el Jucz había regi-esado ;a Guii:,
circunstancia a la que el capitán Feo atribuye el no poder remitir i:1!;,.!-1r:aci0i1
del estado de las investigaciones sobre el asesinato del secretario.
La oposición de los vecinos al traslado de los restos al nuevo ceinenterio
permite al jefe del destacamento de La Aldea dar una opinión más detallada.
aunque influida por el reciente enfrentamiento:
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~elquiadesB enito Sánchez Perspectiva militar del asesinafo del secretario de La Aldea de San Nicolás ...
Por este solo hecho podrá V. E. comprender el estado de rebeldía a que
ha llegado este pueblo que, formando una colectividad apandillada misterio-samente
por los caciques de él, desconoce el principio inviolable de la auto-ridad
y menosprecia hasta sus mandatos, así no es posible hacerles entrar por
la senda del orden y la legalidad sino acudiendo a medios extremos que tal
vez ocasionen lamentables resultados.
Cuando en su escrito de fecha 24 de abril el militar lagunero se decide
a dar un informe más amplio, su opinión no resulta muy halagadora para la
localidad, a cuyos habitantes considera de los más rústicos e inciviles de
toda la provincia. No obstante resume con precisión la situación socio-económica:
- Los 400 vecinos eran todos, sin excepción, medianeros o colonos de
las tierras del marqués de Villanueva del Prado y pretendían haber
ganado por prescripción inmemorial la posesión del dominio útil de las
tierras quedándole al marqués únicamente la posesión del directo y el
canon perpetuo de las medias de las tierras que cada uno cultiva.
- Todos los medianeros están interesados en consolidar esta situación,
por lo que mantienen una conducta rebelde o sumisa, según convenga
a sus intereses, y guardan, cual si estuviesen juramentados, silencio
sobre los hechos criminales consumados.
- No existiendo entre ellos, con excepción del cura, que también era
medianero, quien destacara por títulos, estudios, ni conocimientos, esta-ban
dirigidos por los más ricos o inteligentes.
Rafael Feo, en su informe, cita como presuntos dirigentes a personajes que
ya nos son conocidos por otras fuentes: Domingo Aguiar Pérez, Vicente Sosa
Brito, Nicolás Rodríguez Molina, José y Juan Martín Viera, José y Servando
García Jorge, Carlos Montes de Oca y Francisco Ramos González (alias
Ceballos), aunque a los tres últimos no parece concederles suficiente catego-ría
y les califica como "los más audaces y matones". Entre todos destaca espe-cialmente
a Domingo Aguiar, al que califica reiteradamente de maquiavélico,
y del que afirma que había adquirido la "regular conveniencia que hoy posee"
como administrador de la casa del Marqués, cargo del que fue depuesto cuan-do
los dueños consideraron que su administración no producía los resultados
esperados. Según Feo era considerado como el conductor del pueblo en el
incendio de una casa del marqués en 1870, actuación que, al parecer, estaba
motivada por el enfrentamiento de Aguiar con su sucesor en la administración
de la propiedad del Marqués.
Con relación a Sosa, Rodríguez y José Martín Viera confirma que habían
sido alcaldes y cobradores de contribuciones resultando deudores al Ayunta-
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miento, por lo que el secretario Remón les había formado expediente, actuación
que el lagunero considera motivo principal del asesinato. Rafael Feo reconoce
que los datos que proporciona le han sido facilitados, en su mayor parte, por el
alcalde y concejales, pero al enjuiciar a Rodríguez Molina, García Jorge y Juan
Martín Viera nos proporciona una visión más personal del conflicto y recor-dando
el viejo tópico militar de "orden y contraorden igual a desorden" ve en
la actuación de la autoridad gubernativa de la Isla el origen remoto del asesina-to.
El informante comunica que los tres indicados:
Fueron procesados por este Juzgado de Guía del incendio de las casas del
señor Marqués en 1874, además, estos tres y el otro García Jorge (Servando),
han sido ya mandados detener y arrestar por la Autoridad Civil dc esta Isla
según lo comprueba la orden que existe en esta alcaldía y que a continuación
copio: " Orden Público = Núm. 665= Así que reciba Ud. la presente dispon-drá
lo conveniente a detener y enviar arrcstados a disposiciOn dc cstc
Subgobierno a los vecinos de ese pueblo, D. Juan Martín Viera, D. JosC
García Jorge, D. Nicolás Rodríguez Molina, D. José Bautista Lcón y D.
Servando García Jorge; y siempre que Ud. crea que haya alguna rcsistcncin
por parte de dichos individuos, y necesite alguna fuerza matcrial para cuinplir
esta orden pida Ud. a la Autoridad militar, que se halle más cerca de csc puc-blo,
los auxilios necesarios = Dios ... Las Palmas 4 dc agosto de 1 8 7 5 ~
Eduardo Zamora y Caballero.
Más sucediendo a los pocos días, al llevar a efecto esta orden con el auxi-lio
de la fuerza puesto que se habían resistido, fue presentada por los inisiiios
que iban a ser arrestados una contraorden que dejaba sin efecto aquella dis-posición;
quedando por consecuencia desprestigiado el principio de a~itori-dad,
y dando por lo tanto lugar a los hechos que han sucedido.
LOS CONFLICTIVOS IMPUESTOS
Viene afirmándose que la alevosa muerte de Diego Remón de la Rosa pare-ce
estar íntimamente relacionado con el expediente iniciado por el secretario
contra los contribuyentes con cuentas impagadas, los recaudadores anteriores
que no habían liquidado las contribuciones y algunos miembros de las corpora-ciones
municipales sospechosos de distracción de fondos del Ayuntamiento. La
caótica situación económica del consistorio es justificada por la presunta exis-tencia
de un boicot contra la corporación presidida por Melián, asegurando que
el reparto de cuotas realizado por ella, aunque efectuado con todos los req~iisi-tos
legales, no fue reconocido por los dirigentes locales, disconfonnes por no
haber sido admitidos sus representantes en la junta pericia1 y por el interés del
alcalde en realizar un reparto más favorable al marqués.
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Melquiades Benito Sánchez Perspectiva militar del asesinato del secretario de La Aldea de San Nicolás ...
En apoyo de esta línea expositiva y utilizando como fuente los Archivos
del Ayuntamiento de La Aldea, Suárez elabora un cuadro de la distribución de
la riqueza imponible del municipio para los años económicos 1873-74 y 1875-
7614 que recogemos en la tabla 1.
De acuerdo con esta tabla, la riqueza imponible total fue la misma para
ambos períodos, 60.710 pesetas. La diferencia entre ambos está en la dismi-nución
de la cuota correspondiente al marqués a costa de incrementar la del
resto de los contribuyentes.
Rafael Feo adjunta a su escrito al capitán general, de fecha 4 de junio de
1876, un "estado" en el que intenta dar una "ligera idea" de la parte adminis-trativa
y gubernativa del municipio. Con este cuadrante, (tabla 11), pretende:
"demostrar a V. E. [el capitán general de Canarias] el abandono de aquella sin
que durante el tiempo que la tropa ha permanecido aquí, se haya tomado medi-da
alguna por la autoridad superior a fin de cubrir el déficit . . .".
Esta lacónica exposición no permite confirmar las cifras aportadas por
Suárez Moreno, y nos proporciona algunos datos sobre 1874, lo que autoriza
a pensar que el incendio de los archivos municipales no eliminó todas las refe-rencias
sobre la contribución de dicho año, o el reparto fue reconstruido pos-teriormente
por el secretario asesinado y sus datos utilizados por el militar
lagunero. Un somero examen a este cuadrante nos permite sacar las siguientes
conclusiones:
a) De acuerdo con su condición de núcleo agrícola, el grueso de los
ingresos estatales en La Aldea proviene de la contribución territorial.
b) Sobrevivieron algunos datos al incendio de los archivos municipales
en 1874.
c) Antes de la llegada de Melián a la alcaldía había tributos pendientes de
cobro. Éstos se habían repartido por las corporaciones anteriores,
conociéndose la cantidad impagada y el número de morosos.
d) El impago de estos impuestos, repartidos por juntas anteriores a la
designación de Melián como alcalde, no puede atribuirse, en ningún
caso, a disconformidad de los deudores con la forma en que el alcade-administrador
realizó el reparto tributario.
e) Si el total de contribuyentes eran 325 y habían pagado 154, la
resistencia al pago no era total ya que casi la mitad de los sujetos a
contribución se hallaban al corriente de pago.
f) La oposición al pago era protagonizada por los contribuyentes de
mayor poder económico, puesto que los morosos representaban el
52,61% del total de contribuyentes y les correspondía el 71,12% del
impuesto.
14 Ibídem, p. 177.
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Tabla 1
VECINOS
MARQUÉS (1)
TOTALES
-L-
60 710 ptas
1) Riqueza de la propia adn-iii-iistración. La Casa Nuc\'a. Las tierras que nunca entraron e11 litigio.
Se recogía en el ci lpi tul~d e "fcrasteros con casa abierta" dentro del apartado "vecinos".
2 ) Riqueza ríistic:~U cl resto di. la hacienda d ~Ml a rqués. lo t~idicioi~almcnltieti gioso con los aldeanos.
I'uciitc: A.A San \'icolAs. Rcpai-tiiniento de !a C'ori(ribuci011t c~~itoriadle los años 1873 74 y 1874 - 75
I~lnboraciOri de Fi-aiicixx Suirsr Moreiin
Melquiades Benito Sánchez Perspectiva militar del asesinato del secretario de La Aldea de San Nicolás
Tabla 11
Estado que demuestra las cuotas asignadas a este pueblo de San Nicolás en los
repartos de contribución, tanto al tesoro como al municipio, con expresión del numO.
de contribuyentes que ha satisfecho su importe y déficit en que se halla.
Nota. Los 154 contribuyente que resultan haber pagado la contribución municipal lo han hecho por
medio año.
Otra. Los derechos de consumo y contribución municipal del año económico 1874 a 1875 no se han
repartido T.
k+teekk aparece tachado con lápiz en el original.
Concepto
En resumen tenemos que poner en entredicho dos afirmaciones tradicio-nales:
El incendio del archivo municipal no impidió el reparto de las cargas
correspondientes a 1874 a 1876 y la oposición a los tributos no es respuesta a
un mecanismo de presión del nuevo alcalde.
El origen y clase social de Rafael Feo y Benítez de Lugo propiciaban su
sintonía con los intereses de su paisano el marqués de Villanueva del Prado,
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Año
económico
Núm. de
contribuyentes
que deben pagar
Núm. de
contribuyentes
que han pagado
Cuota
asignada
Cuotas que
han pagado
Déficit
pero de su correspondencia con las autoridades militares se desprende que cn
el capitán primaban los conceptos de respeto al principio de autoridad y iiian-tenimiento
de la ley y el orden. Por tanto, no puede extrañarnos que en cl cscri-to
al capitán general de fecha 24 de abril, al que ya nos hemos referido, consi-dere
de
absoluta e imprescindible necesidad la permanencia por bastantc tiempo
del destacamento en este punto, hasta que los Tribunales dc Justicia scnten-cien
el litigio que se agita, dando el derccho a qiiicn le asista para entonces
ponerle en posesión de él, . . .
Pese a la actividad legal y periodística de los medianeros, nada alteró el
orden en la población y la primera autoridad militar, en escrito de 25 de mayo,
comunicó al comandante del destacamento la decisión de reducir el destaca-mento
a 20 hombres, incluyendo un sargento y dos cabos y un oficial subal-terno,
debiendo regresar el capitán Feo con la fuerza sobrante a la llegada de
su sustituto.
CONCLUSIONES
No puede seguir pensándose que el retorno de la conflictividad a la Aldea
de San Nicolás se debe a la conjunción, el año 1874, de la reimplantación del
impuesto de consumos y la formación por los Nava y la familia Melián Chiappi
de una sociedad de explotación agrícola. El "remitido" de Melián a la prensa
fechado el 15 de mayo de 1876 indica que la conflictividad con el marqués es
anterior, ya que en 1870 se quema una casa llena de grano propiedad del
Marqués. El escrito del comandante del destacamento de 24 de abril es menos
preciso, habla del año 69 o 70, pero añade un dato significativo: asigna a
Domingo Aguiar Pérez el papel de inductor del incendio, movido por sus dife-rencias
con el administrador de la Hacienda que le sucedió. Además, tenernos
constancia por otras fuentes que, ya antes de los 70, los incendios surgidos des-pués
de una disputa entre convecinos eran ya una tradición.
Suárez, llevado de un impulso épico, considera que las dificultades de la
investigación del asesinato fueron consecuencia de lo que llama "fuenteoveju-nización"'
5, denominación que entiendo poco afortunada. El conflicto social
enmarcado en el oeste grancanario enfrenta a la población con el noble y tiene
su epicentro en un asesinato, pero las diferencias con Fuenteovejuna son con-siderables.
En la población cordobesa la acción popular se dirige contra la
cabeza de la opresión, no contra un oscuro funcionario, pero las principales
' 5 Ibidem, ps. 191 y siguientes.
Boletín Millares Cado
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diferencias estriban en la forma en que se realiza. El tiranicidio, cruel y ensa-ñado
contra el Comendador fue decidido en una "asamblea pública" y realiza-do
por el vecindario de forma tumultuaria, pero sin ocultación ni alevosía. En
la obra de Lope el individuo disuelve su personalidad en la colectividad y ésta
proclama alto y claro su responsabilidad en los hechos. Al iniciarse el proce-dimiento
judicial los villanos manifiestan desde el primer momento de forma
explícita y palmaria que la autoría del crimen corresponde a la colectividad, a
Fuenteovejuna. A la pregunta "Fuente Abejuna ¿quién mato al conde?" Las
respuestas son tajantes: "Todos a una".
En La Aldea de San Nicolás es sólo un gmpo el que, en secreto conciliá-bulo,
decide la muerte de Remón, busca unos hombres dispuestos a llevarlo a
efecto, les premia económicamente, y, finalmente, impone una ley del silencio
amenazando de muerte a quienes revelen a la justicia algo sobre el caso.
También la actuación de los interrogados por ésta será distinta. Frente al arro-gante
"Fuenteovejuna lo hizo" se responde eludiendo toda responsabilidad con
un "no sé" o "eso dicen". Podríamos decir que al "todos" se opone el "yo no".
Entre la "Fuenteovejunización" y el apandillamiento, a que alude Feo, la rea-lidad
parece estar más próxima a éste último.
Aunque el destacamento permanecería en La Aldea hasta finales de octu-bre
el cuaderno copiador no nos proporciona los datos sobre este último perio-do.
Pero lo mismo que el capitán Feo, su relevo mantendría correspondencia
con las autoridades militares y ésta, junto a la enviada por el lagunero, habrá
que buscarla en el Archivo de la Capitanía General de Canarias, donde tal vez
encontremos alguna información complementaria procedente de la interco-municación
entre las autoridades civiles y militares.
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