LOGICA ESCOLASTICA POSTSUMULISTA (1550-1950)*
(1)
José-María IZQUIERDOA RROYO
K... y desearía que se pudiese encontrar algún hombre
hábil, versado en esta filosofía irlandesa y española, que
tuviese inclinación y capacidad para sacar lo que en ella
hay de bueno. Estoy seguro que su trabajo sería recom-pensado
con muchas verdades bellas e importantes.. . ».
S U M A R I O
1 .-El marco historiográfico.
2.-E1 «legado renacentistax y la Lógica escolástica de «transición».
3.-Las súmulas reformadas y las «Institutiones Dialecticaen de los Cur-sos
de Artes (1550-1750).
4.-E1 «legado moderno» (Psico-Logía y Metodo-Logía) y la lógica ecléc-tica
de las Escuelas (1750-1805).
5.-E1 «legado ilustrado» (Ideo-Logía) y la Lógica de la Restauración
escolástica.
6.-E1 «legado logística» y la crisis de la Neoescolástica».
7.-Del «legado lingüístico» a la «Lógica Natural)). La recuperación de
la Sumulística.
1. EL MARCO HISTORIOGRAFICO
Periodizar la historia de una disciplina es tarea sólo rigurosamente
posible tras el estudio detenido de autores y obras. Relativamente a
* La presente investigación -conforme al programa del SUMARIO- se inició
en 1978; en el contexto de trabajo expresado en el 1.6 (pp. 361-364) (cfr. Iz-
QUIERDO, 1979, 309, n. 2). Lo aquí presentado se dactilografió en febrero de 1979,
y como tal ha circulado en un reducido grupo de especialistas. El resto del
programa de investigación obra ya presto para redacción en nuestros ficheros.
La imposibilidad de darlo todo en breve a la imprenta, junto con el propósito
de evitar la «obsolescencia» de lo presente podrá justificar su obligada apertura.
Mantenemos la redacción primitiva, excepto en aquellos contados añadidos que
expresamente figuran como «Post-Scriptum».
este menester, cualquier periodización actual de la Lógica habrá de
ser provisional e imperfecta; habida cuenta del estado de las investi-gaciones.
Mas no es ésta la única dificultad con que nos encontramos.
El tiempo «físico» podrá ser lineal y rectilíneo; y sobre esa línea no
habrá superposiciones, sino segmentos continuos. Pero el tiempo «his-tórico
», que aquí nos ocupa, en que se suceden las doctrinas, discurre
en otra dimensión. Esas doctrinas, que constituyen el mensaje del
«discurso de la Historia», paralelizan unas con otras, presentan alti-bajos,
acusan interferencia y transformaciones, fluyen intermitente-mente
-como el Guadianal-. No se trata, ciertamente, de un flujo
discontinuo, de constantes olvidos y redescubrimientos '. Los «espacios
en blanco» o nexos vacíos habremos de atribuirlos más a nuestro
conocimiento de la realidad histórica que al ser de ésta. Muy pobre
se nos quedaría la Historia si partiéramos del hecho de la discontinui-dad
como supuesto.
«Non est tamen haec evolutio ita concipienda, ac si
accedente nova periodo, omnes anteacta derelinquanb,
observaba el P. 1. M. Bochenski en su primera versión de la Historia
de la Lógica Formal 3.
Desde esta perspectiva, trataremos de justificar aquí el aserto del
gran historiador polaco:
' «La Lógica -dice Bochenski- no presenta un desarrollo lineal continuo,
antes bien, la imagen de su trayectoria histórica es la de una línea interrumpida»
(BOCHENSK1I,9 67, 21).
LOS historiadores suelen hablar de «olvidos» y constantes comienzos «ab
ovon. Así Bochenski: «Se olvidan las antiguas adquisiciones, la problemática
deja de interesar, o desaparece, ... Luego, al cabo de los siglos, conzienza cle
nuevo la tarea investigadora, más bien con pocos elementos del acervo antiguo
a la vista: precisamente en el empeño por reconstruirlo surge de nuevo la
Lógica» (loc. cit.); James G. Colbert: N,.. hay que reconocer que se ha dado
un verdadero progreso dentro de la lógica. No se puede sostener que este pro-greso
haya sido rectilíneo, puesto que generalmente los grandes períodos de
la lógica comienzan a partir de un olvido total de lo anterior, y deben irse
recon>uistando los logros antiguos» («La evolución de la lógica simbólica y sus
implicaciones filosóficas». Pamplona, 1968, 50-51); A. N. Prior: «En el período
posterior a la caída de Roma se olvidaron muchos de los descubrimientos anti-guos
y tuvieron que ser reaprendidos; lo mismo sucedió al final de la Edad
Media. Salvando ambos lapsos, esta tradición occidental ha sido claramente
continua» (PRIOR, 1976, 9).
BOCHENSKI1,9 36, 116. Si, como luego veremos, «urge acometer el estudio
de las épocas deslucidas» (Ortega), una de las razones de esa urgencia está
en la necesidad de desvelar los nexos existentes entre las «épocas luminosas».
«E contra, usque ad dies nostra floret logica in forma
sua scholastica, . . . D 4.
En su «Abriss der Geschichte der Logik)) (FreiburgIMünchen,
1931), había observado ya Heinrich Scholz que la periodización tó-pica
en «edades» (AntiguaIMedialModerna) quedaba desprovista de
sentido cuando se aplicaba a la Historia de la Lógica '. Según este
historiador, la Lógica formal ha adoptado dos «formas» en la His-toria
-«clásica» y «moderna»-, que atraviesan esos períodos con-vencionales.
La «forma clásica» (cap. 2) se extendería desde Aristó-teles
hasta nuestro siglo, traspasando uniformemente la lógica estoica,
la medieval, la característica de la Filosofía Moderna.. . ; mientras que
la «forma moderna» (cap. 3) arrancaría de Leibniz para consumarse
en la Logística. El concepto de período queda, pues, sustituido por el
de «forma» o modalidad -distintas concepciones- de la Lógica 6.
En su monumental Historia de la Lógica, de 1956, Bochenski seg-mentaba
la Lógica Occidental en cinco períodos:
((1, el período clásico antiguo (hasta el s. VI después de Cristo);
2, la alta Edad media (SS. VII-XI);
3, la Escolástica (SS. xr-xv);
4, la época de la moderna lógica «clásica» (SS. XVI-XIX);
5, la Lógica matemática (a partir de la mitad del XIX)»'.
Esta periodización -opuesta al criterio de Scholz- tiene algunos
inconvenientes. Por atenerse a una demarcación excesivamente crono-lógica,
rompe la línea de los legados doctrinales. La «Escolástica» de
los siglos XI-xv no es un período consumado; como el mismo histo-riador
reconoce8. Ni cabe sostener que a partir del xv desaparezcan
BOCHENSK1I9, 36, 116.
SCHOLZ1,9 68, 45.
Esta distinción de Heinrich Scholz corresponde casi a satisfacción con la más
recientemente establecida entre «Lógica filosófica»/«Lógica matemática (Vicente
Muñoz D.). Mas ocurre que la terminología de Scholz se ha hecho ya bastante
ambigua. Por «lógica clásica» (cfr. nota 10) se viene entendiendo la correspon-diente
al período extenso que media entre la crisis renacentista y la lógica
simbólica, que acoge en su seno la lógica de la Modernidad; y por «lógica
moderna* parece que debe entenderse la desarrollada en la Filosofía Moderna,
hasta la Ilustración. Esta última es algo más amplio que «la lógica formal,
que comienza con Leibniz y contiene todo lo que, consciente o inconsciente-mente,
ha sido inspirado por la idea leibniziana de la logística» (SCHOLZ,
1968, 45).
Afirma Bochenski que «en los SS. XVI y XVII situamos justamente el afian-zamiento
de escuelas escolásticas de extraordinaria importancia, en el seno
las aportaciones en las Escuelas! En cuanto a la «época moderna»,
la llamada lógica «clásica» refiere un muy heterogéneo conjunto de
obras: tanto las de ascendencia cartesiana/gassendista, como las -ni&
conservadoras- elaboradas eclécticaniente en las Escuelas 'l. Ese cuar-to
período es, sin duda, el menos estudiado y más oscuro l'. Si excep-de
las cuales se llevan a efecto profundas y originrrles realiza~ioiiesi iltclc~tudcss
(BOCRENSK1I,9 67, 267). Como señalan los esposos h e a l e , «cs importante no
olvidar que no hubo un brusco hiato entre la Edad Media y el período sub-siguiente.
Las 'Summulae Logicales' de Pedro Hispano seguirían estudiándose
en el siglo xv11» (KNEALE, 1972, 276). En la línea sumulisla, encontramos la
«Logicae Artis Compendium» de Robert Sanderson (1618), ieiinpresa en 1841
y utilizada en las universidades inglesas hasta el pasado siglo. En el Oxford
del XVII volvieron a imprimirse la «Lógica» de Juan Buridán (1637) y de C. de
Ockham (1675) (cfr. op. cit., pp. 276-277).
Sostiene Bochenski que a partir de finales del xv «no se dan ya en la
Escolástica investigaciones sobre la 'Lógica formal': a lo sumo encontramos
recapitulaciones de los resultados anteriores)) (BOCHENSK1I9, 67, 267).
'"ochenski denomina «lógica clásica» al «amplio movimiento desarrollado
durante casi cuatrocientos años en centenares de libros»; dentro del cual, dice,
«se pueden distinguir tres tendencias diferentes: 1) el Humanismo.. . , una
simple repulsa de la Escolástica; 2) la Lógica 'clásica' en sentido estricto;
3) las nuevas tentativas para ampliar los límites de esta Lógica 'clásica1».
Y precisa así el contenido de esas tres tendencias: «L. Valla y Petrus Ramus,
la 'Logique du Port Royal', y W. Hamilton pueden servir de representantes
típicos ...» (BOCHENSK1I,9 67, 267). <c... se desarrolló durante el s. XVII en el
círculo de la llamada Escolástica protestante, por un lado, y en los círculos
cartesianos, por otro, una forma de la lógica formal que designan~os con el
apelativo de 'clásica' en sentido estricto. Su obra capital es quizá la 'Logique
ou i'art de penser' de P. Nicole y A. Arnault» (op. cit., p. 269); que «se con-virtió
en el manual oficial, en las 'Summulae' de la Lógica 'clásica'. Su
contenido fue reproducido, en lo esencial, por todos los demás manuales»
(op. cit., p. 270) (cfr. J. M. ALEJANDROL:U Lógica y el Hombre. Madrid,
1970, p. 14).
" «Lógica convencional» es la denominación acuñada para los (extractos
de la lógica escolástica que omiten casi todo asunto lógico que no esté concc-tado
con la teoría del silogismo categórico (así, entre otros, la lógica de las
proposiciones), y a los que se añade una serie de doctrinas mctodológicas»
(BOCHENSK1I9, 77, 32). Pero a ese mismo referente se le ha aplicado también
el nombre «lógica clúsica»: «La lógica clásica -dice el P. Vicente Murioz-es
la lógica escolástica mutilada y deformada. (...) faltan muchas cosas, el
silogismo y la proposición moda1 casi desaparecen, la importancia de la supo-sición
queda muy abreviada, la doctrina de las 'consequentiae', las antino-mias,
etc., se suprimen. Es una lógica que se queda reducida al contenido de
'Las Categorías', 'Predicables', del 'Hermeneia' y de los siete primeros capítulos
d-, los 'Primeros Analíticos'; ... y para agravar más la situación, un exagerado
psicologismo de la peor ley invade esa pobreza de la lógica 'clásica'. . . » (MuÑoz,
1957~, 539-540).
l2 Con el título de «Lógica postrenacentistan, W. & M. Kneale dedican todo
un capítulo de su obra al Humanismo (KNEALE1, 972, 276-296), en que encuen-tran
cabida tanto los renacentistas (P. Ramus) como los «modernos» (Fr. Bacon,
tuamos la obra de Wilhelm Risse 13, carecemos de estudios serios sobre
la Lógica de esos siglos. Sólo prospecciones parciales de autores y/o
«escuelas». Algo análogo ocurre con la lógica del Renacimiento 14.
De la suerte que corrió la Lógica de las Escuelas («escolástica>>)
desde mediado el XVII hasta el afianzamiento de la Lógica formalizada
(Logística) en el presente siglo, no encontramos referencias en las
obras citadas. El siglo XIX es un desconocido, y la Lógica de los ma-nuales
llamados «Neoescolásticos» -quizá por su tópica valoración
negativa- está por estudiar 15.
El desarrollo histórico de la Lógica podría, quizá, modelizarse
comprensivamente atendiendo a un proceso ternario (¿dialéctico?),
constituido por estos momentos:
1. Lógica recibida («Logica vetus», «Logica antiquorum»);
2. Lógica innovada («Logica nova», «Logica modernorum»), y
3. Lógica integrada («Logica nova-antiquan).
Tal perspectiva histórica encuentra sus bases en una constante
denominativa, observada desde el siglo XIII, cuando menos. Podemos
Descartes, Hobbes, Locke, Port-Royal, etc.); pero la lógica escolástica de los
siglos XVI-xrx queda sin tratar, pasándose, sin más dilación, al estudio de los
orígenes de la Lógica Matemática. También Robert Blanché recuerda la perio-dización
de Bochenski (BLANCHÉ1,9 70, 10) y, aunque dedica más de 20 pp. a
los siglos XVI-XVI(IC hap. VII: La renaissance et le début des temps modernes;
Chap. VIII, 2: Logique classique), pasa de inmediato a considerar la Lógica
Matemática. Ivo Thomas, en la «Historia de la Lógica*, dirigida por Arthur
N. Prior, dedica nueve páginas al «interregno entre la lógica medieval y la
lógica moderna* (PRIOR, 1976, 101-109), entendiendo por «lógica moderna» la
Logística; en el sentido de Scholz.
l3 Al período comprendido entre la aparición del cartesianismo y el final
de la Ilustración (1640-1780) ha dedicado Wilhelm Risse los cinco últimos
capítulos de su «Logik der Neuzeit» (RISSE, 1970). En este detenido estudio
destacamos: a) los sistemas lógicos racionalistas, centrados en Descartes y su
«escuela» (cap. 8); b) la lógica escolástica de los SS. XVII-XVIII (cap. 9); c) la
lógica del empirismo inglés (cap. 9), y d) la lógica ecléctica (distribuida en
los capítulos 9 y 12); pues los restantes movimientos «modernos» ahí presen-tados
deben sistematizarse en esos grupos.
l4 Dentro de la lógica «renacentista», a la que dedica los cinco primeros
capítulos de su obra (RISSE, 1964), el mencionado historiador distingue estos
movimientos: a) lógica retoricista-ciceronianista (cap. 1); b) lógica aristotélico-humanista
(cap. 2); c) lógica ramista y antiaristotélica (cap. 3); d) Iógica aris-totélico-
averroísta (cap. 4), y e) lógica escolástica de los SS. XVI-primera mitad
del XVII (cap. 5).
Wilhelm Risse dedica a la Iógica escolástica de los SS. XVII y XVIII el
cap. 9." de su obra (RISSE, 1970), pero termina en el año 1780. Ramón Cefial
(CEÑAL, 1972) -siguiendo los pasos de este historiador- termina su recuento
de lógicos en 1800.
recordar la superposición del legado aristotélico-porfiriano en el Me-dievo:
«Logica Vetus»/«Logica Nova», realizada en las primeras Sú-mulas;
la superposición, en las mismas, del «Parvulus antiquorum»/
((Parvulus modernorum»; etc. Asimismo presente en la época de la
llamada Filosofía Moderna ". Tengamos también en cuenta las deno-minaciones
a que secularmente recurren los maestros de Lógica: «an-tiqui
»/«moderni» («juniores», «moderniores»); siempre relativas a la
«Lógica innovada» que cada generación propone en su fase cons-tructiva.
Pero «momentos» no son «períodos». El criterio de demarcación
para los períodos creemos verlo en la peculiaridad del tercer «mo-mento
» del proceso de desarrollo: el de la «Lógica integrada». La
síntesis de los momentos a1 (tesis)/2 (antítesis)» admite distintos ni-veles
en su satisfacción; desde la superposición heterogénea (la in-compatibilidad
sistemática del «sincretismo») hasta la mera compati-bilidad
(«eclecticismo») o -quizá sólo como ideal de aproximación-hasta
la rigurosa concatenación deductiva («sistema»). Consideraremos
caducado un período cuando y sólo cuando los en él comprendidos
hayan adquirido conciencia de la imposibilidad de llevar a síntesis
perfecta los legados enfrentados. Entonces da paso la Historia a un
«nuevo» período. De ahí la dificultad de concretar los límites crono-lógicos
de los períodos. Porque, como en el seno de la conciencia
histórica son los individuos quienes deciden -y siempre hay retró-grados
y profetas-, cualquier segmentación se nos muestra conven-cional,
relativa a un bien determinado punto de vista 17.
A partir de la aparición del «Novum Organum scientiarum» (1620), de
Francisco Bacon (1561-1626), y durante la segunda mitad del XVII, se publica
un buen número de obras en cuyo título se alude expresamente a ese tercer
«momento» de la Lógica integrada. Mencionemos, entre otras: 1) Juan CLAU-BERG
(1622-1665): «Logica vetus et nova ve1 novantiqua» (Amsterdam, 1654;
Duisberg, 1656); 2) José SAENZD E AGUIRRE(1 630-1699): «Philosophia rationalis
nova-antigua, sive disputationes selectae in Logicem, ... » (Salamanca, 1672);
3) Juan Bautista DUHAME(L1 624-1706): «Philosophia vetus et nova ad usum
Scholae accommodata~ (París, 1678; Venecia, 1730); 4) Edmundo PURCHOT
(1651-1734): «Institutiones Philosophicae ad faciliorem veterum et recentiorum
intelligentiam comparatae» (Lyon, 1693; París, 1695). Esta literatura lógica se
prolonga a lo largo del s. xvrr: 5) Mateo AYMERICH(1 715-1799): «Systema
atniquo-novum jesuiticae philosophiae.. .» (Cervera, 1744); 6) Juan Enrique
LAMBER(T1 728-1777): «Neues Organon» (Leipzig, 1764); etc. Hasta la conso-lidación
de las ~Philosophiae eclecticae~, dominantes en los siglos XVIII-XIX.
l7 Cada generación tiene sus profetas y pioneros, «una escasa minoría de
corazones de vanguardia, de almas alerta que vislumbran a lo lejos zonas de
piel aún intactas (ORTEGAY GASSET:E l tema de nuestro tiempo, op. cit., 111,
p. 146; cita MAR~AS1,9 67, p. 109); pero también sus personajes trasnochados.
Por otra parte, cualquier demarcación histórica se efectúa desde el aquí-y-ahora
La unidad de la Historia de la Lógica es la propia del discurso
dialogado. Oponentes y defensores se van instalando sucesivamente
en cada uno de los tres momentos señalados, y de su diálogo -mejor
o peor llevado- surge el movimiento y desarrollo. Pero, a diferencia
de lo que sucede en el diálogo individual, los dialogantes del Discurso
histórico son las «generaciones». El concepto de «generación» y la
teoría historiológica propuestos por Ortega y Gasset nos son aquí de
grar utilidad. En este marco dialógico, «la idea de generación.. . es.. .
el órgano visual con que se ve en su efectiva y vibrante autenticidad
la realidad histórica» «La generación, compromiso dinámico entre
masa e individuo es el concepto más importante de la historia y, por
así decirlo, el gozne sobre que ésta ejecuta sus movimientos» 19.
Podremos poner en tela de juicio el rigorismo de los quince años
asignados como tiempo absoluto de una «generación» aunque ope-rativa
y provisionalmente nos atengamos a esa cifra, pero parece indu-dable
que en ese diálogo de la Historia:
«Los personajes históricos son las generaciones; ... la
generación.. . es el personaje.. . elemental de la historian 'l.
Cada «generación» confina y delimita con otras dos 22, y siempre
habrá dos «generaciones» actuantes (dialogantes) al mismo tiempo 23.
del historiador, siempre condicionado en su punto de vista y disección por
concepciones y preocupaciones específicas (cfr. 3 1.3). Nuestra propia selección
de este estudio y su interior segmentación toma como punto de referencia la
«Lógica Sumulista~.D e ella viene -como complemento obligado de la temática
de nuestra tesis doctoral- y a ella va (cfr. 3 1.6 y nota 31).
l8 J. ORTEGYA GASSET:E n torno a Galileo, V: De nuevo, la idea de ge-neración.
l9 J. ORTEGAY GASSET:E l tema de nuestro tiempo, 1: La idea de genera-ción;
op. cit., 111, p. 147.
" Ortega articulaba las generaciones sobre el módulo de los quince años;
adopta «el principio general de que cada quince años cambia el cariz de la vida»
(En torno a Galileo, VI: El método de las generaciones). «Una generación
-dice- es una zona de quince años durante la cual una cierta forma de vida
fue vigente. La generación sería, pues, la unidad concreta de la auténtica
cronología histórica, o, dicho de otra forma, que la historia camina y procede
por generaciones» (op. cit., VI, p. 371; cita MAR~AS19, 67, p. 108).
21 MAR~AS1,9 67, 183.
22 K... toda generación surge entre otras dos, cada una de las cuales confina
con otra y así sucesivamente. Es decir, que la generación implica ineludible-mente
la serie toda de las generaciones. De ahí que determinar la zona de fechas
cronológicas que a una generación corresponde, sólo puede hacerse determi-nando
la totalidad de la serie» (ORTEGAE:n torno a Galileo, IV: El método
de las generaciones).
* «Siempre hay dos generaciones actuando al mismo tiempo, con plenitud
Cada «generación» discurre en tres fases que corresponden a otras
tantas actitudes ante los problemas de la Lógica:
l.", fase de recepción; información y pasividad (hasta los ¿treinta?
años de cada individuo);
2.", fase de gestación; caracterizada por la puesta en crisis del
legado recibido, y
3.", fase de gestión; innovación y defensa de lo innovado (desde
los ¿cuarenta y cinco? años) 24.
De esas fases, son las dos últimas las decisivas 25. Mientras que
la 1 ." y 3." quedan relacionadas con los «momentos» 1 .O y 2.", respec-tivamente:
«Lógica recibida»/«Lógica innovada», la 2." queda des-plazada
al «momento» 3.": «Lógica integrada». Pero una «generación»
no es un «período». Cada período doctrinal tendrá como protagonistas
a una serie, más o menos poblada, de «generaciones». Son éstas los
dialogantes, y el período podrá definirse como el tiempo (dempus
obligationis») en que se realiza y clausura el diálogo. Las «propuestas»
del diálogo son los «legados doctrinales»; el resultado, la ganancia
de un legado y rechazo de los restantes, o bien la reducción a «síntesis»
de todos ellos, o su consumación en el silencio.
Un período no será, por tanto, el segmento cronológico demarcado
por dos fechas del tiempo «físico», sino por el tiempo «interno» de
la acción del diálogo (en sus «aspectos» incoativo-progresivo-termi-nativo)
26.
de actuación, sobre los mismos temas y en torno a las mismas cosas, pero con
distinto índice de edad y, por ello, con distinto sentido» (ORTEGAE: n torno
a Galileo, IV: El método de las generaciones en Historia) (cfr. op. cit., IV,
pp. 89-93).
24 «... la más plena realidad histórica es llevada por hombres que están en
dos etapas distintas de la vida, cada una de quince años: de treinta a cuarenta
y cinco, etapa de gestación o creación y polémica; de cuarenta y cinco a sesenta,
etapa de predominio y mando. Estos últimos viven instalados en el mundo que
se han hecho; aquéllos están haciendo su mundo ... Son, pues, dos generacio-nes
... » (ORTEGAo: p. cit., loc. cit.). «El trozo verdaderamente histórico //de la
vida del hombre// es el de las dos edades maduras: la de iniciación y la de
predominio. Yo diría, pues, que una generación histórica vive quince años de
gestación y quince años de gestión» (loc. cif.).
25 «Lo decisivo es que 'las generaciones nacen unas de otras, de suerte
que la nueva se encuentra ya con formas que a la existencia ha dado la anterior.
Para cada generación, vivir es, pues, una faena en dos dinlensiones, una de las
cuales consiste en recibir lo vivido -ideas, valoraciones, instituciones, etc.-
por la antecedente; la otra, dejar fluir su propia espontaneidad'» (MAR~AS.
1967, 99-100).
26 El modelo o imagen que tenemos presente es el subyacente en los tratados
El concepto de «legado doctrinal» (o «propuesta» en el diálogo)
adquiere ahora especial relieve. Se instituye en objeto historiográfico
sólo definible con relación a las «generaciones» que lo usan («propo-nen
») en el Diálogo de la Historia; e.d., lo defienden/atacan, amplifi-canlreducen,
mantienen/transforman, etc.
Desde estos presupuestos teóricos, operamos con un modelo seg-mentador
que toma:
a) como línea segmentable, la «Lógica Escolástica»;
b) como segmentos parciales de esa línea, los estados sucesivos
de su desarrollo evolutivo-involutivo;
C) como instrumentos o condicionantes del «corte» o segmenta-ción,
los alegados doctrinales» producidos fuera de las Es-cuelas,
y
d) como substrato permanente, la continuidad de la línea.
Sobre esa línea, trataremos de definir el segmento que totaliza la
denominación «Lógica Postsumulista». A cuyo efecto, nos serviremos
del diagrama de la página siguiente.
En otro nivel de análisis o ((interpretación del modelo»:
(A): Lógica Escolástica Presumulista. Desarrollada en Ias Escuelas
hasta 1230, fecha aproximada en que aparecen las primeras
«Summulae Logicalesn (Pedro Hispano); hasta la «generación»
de «1236».
(B): Lógica Escolástica Sumulista. Desde esa fecha aproximada has-ta
las reformas renacentistas. Prolongada en nuestra Península
hasta 1550. Comprende las «generaciones» « 1236-1521 » 27.
sumulistas «De Obligationibus», donde se fijan rigurosamente y con inusitada
minuciosidad de detalles las «reglas de juego» para el diálogo lógico interpersonal
(entre individuos). Sobre la aplicación de esas reglas a los «diálogos» mantenidos
en la Historia entre autores y/o «sistemas de pensamiento» estamos aplazando
la publicación de un ensayo; dentro del marco del sistema de «Dialógica Pro-posicional~
que elaboramos.
'' La «Lógica Sumulista» se inicia hacia 1230, entre las Facultades de Artes
de París y Oxford, y se prolonga en España hasta 1550. Corresponde a lo que
el P. Vicente Muñoz ha denominado «patrimonio escolástico», que, según él,
«va desde el siglo XII hasta mediados del XVI» (MuÑoz, 1975, 69). «Cuando se
Donde: los romanos son siglos; las mayúsculas son segmentos «internos» de la línea continua; (x) representa el substrato
del «Trivium» (Gramática + Retórica + Dialéctica), y las minúsculas restantes refieren distintos «legados doctrinales»,
a modo de segmentos «externos», que condicionan los estados sucesivos de (A)-(F).
IX X X 1 1 XII 1 XIII ( XIV 1 xv 1 XVI 1 XVII 1 XVIII ( XIX 1 XX 1
Lógica Escolástica de transición. Su contenido doctrinal está
constituido por las «Súmulas reformadas» y por las «Institu-tiones
Dialecticae» de los «Artium Cursus». Desarrollada en
las Escuelas desde 1550 hasta 1750, aproximadamente («gene-raciones
» « 1536- 1746~).
Lógica Escolástica «moderna». Estado ecléctico que acusa el
impacto «moderno» de la Psico-Logía y Método-Logía. De 1750
a 1805, aproximadamente («generaciones» « 1746-1 82 1 »)
Lógica Escolástica de la «Restauración». Estado ecléctico que
suma al impacto «moderno» el de la Ilustración (La «Ideolo-gía
»). En su última fase, la prot-«agonizada» por los manuales
llamados «Neoescolásticos», vigentes hasta mediado el presente
siglo ". De 1815 a 1930, aproximadamente 30 («generaciones»
«1821-1926»).
trata -dice- de estimar el patrimonio escolástico de la Lógica, hemos de
atender al conjunto de obras y tratados de los siglos XII-xv~n( op. cit., p. 70).
" Hay que distinguir la lógica escolástica «moderna» de la «de transición».
Esta comprende las Súmulas reformadas y las dnstitutiones Dialecticae* de
los Cursos de Artes (SS. xvmegunda mitad del XVIII). Aquélla la denominamos
así porque rompe con la tradición de las Súmulas y superpone al legado aris-totélico-
renacentista de las tres operaciones de la razón las nuevas problemáticas
de los filósofos modernos: metodológicas y criteriológicas. Corresponde, pues,
a la llamada «lógica clásica», en su versión escolástica, y «lógica convencional»
(cfr. nota 11).
'' «ES necesario -dice el P. Vicente Muñoz- ... distinguir cuidadosamente
la lógica escolástica de la lógica que presentaron los manuales de la neoesco-lástica
en nuestros días. La lógica escolástica es muy superior» (MuÑoz, 1975, 73).
Por razones obvias de contenido y sistematización, «muchos empiezan a dis-tinguir
entre la lógica escolástica de esos siglos //XIII-segunda mitad del XVI//
y la lógica neoescolástica de los manuales, que mutila muchos temas y pro-blemas
tratados por aquélla* (MuÑoz, 1964a, 363). Pero la expresión «lógica
neoescolástica», enfrentada, sin más, a la expresión «lógica escolástica» (enten-diendo
por esta última la de los SS. XIII-XVI)e s insuficiente y ambigua. Si con
ella queremos denotar la «codificada en numerosos manuales desde 1879 hasta
nuestros días» (MuÑoz, 1974b, 144), entonces habremos de buscar otra deno-minación
para la lógica producida y continuada en las Escuelas desde mediados
del XVI hasta la promulgación de la encíclica ~Aeterni Patrisp (1879). La
«escolástica de transición» y la «moderna» son denominaciones ya presentadas
y que responden a estadios distintos del desarrollo de la Escolástica. Pero las
obras producidas en las Escuelas de 1815 a 1879 se muestran distintas de las
elaboradas en esos estadios. Urge, por tanto, darles una denominación. Como
en su momento veremos, desde el punto de vista lógico -tanto por su conte-nido
como por su sistematización- las obras de lógica escolástica producidas
a lo largo del s. XIX (antes y después de 1879) constituyen una clase bien defi-nida;
y la denominación «neoescolástica» es un adjetivo sin bases lógico-doctrinales.
De ahí que propongamos la expresión «Lógica escolástica de la
'Restauración'».
3"930 es una fecha aproximativa y convencional. La tradición llamada
(F): Futuro incierto. ¿Nueva síntesis con los legados Logístico y/o
Lingüístico?
(C-F): Lógica Escolástica Postsumulista. Operando sobre la hipótesis,
en otro lugar confirmada 31, de que la Lógica Sumulista repre-senta
el apogeo de la Lógica Escolástica, la «Postsumulista»
corresponde a la doctrina lógica desarrollada en las Escuelas
desde 1550 hasta 1950. De la heterogeneidad de este desarrollo
habla ya la caracterización anteriormente reseñada. La pervi-vencia
de la Lógica escolástica dependerá de una actualización
de las Súmulas.
En cuanto a los «legados doctrinalesn que condicionaron el des-arrollo
de la Lógica Escolástica:
(a): Legado aristotélico-porfiriano. Constituido por el «Organon»
(«Logica Vetus» + «Logica Nova») y los Comentarios greco-latinos
(Ammonio, Filopón, Alej. de Afrodisias, Simplicio,
Boecio, etc.). Desde la recuperación del «De Interpretatione»
en el s. IX (Boecio) hasta el auge del «Organon» en el s. xm.
(b): Legado megárico-estoico. Aunque no esté probado el influjo
directo de la lógica megárica y estoica sobre la de las Súmulas,
queda fuera de duda la recepción de ese legado a través de
algunos transmisores: Apuleyo, Alej. de Afrodisias, Marciano
Capella, Boecio, Cicerón, Mario Victorino, Prisciano, etc. Y el
impacto empieza a acusarse en algunos de los tratados del
llamado «Parvulus Modernorum» («De Consequentiis», «De
Insolubilibus», etc.); desde finales del s. XIII.
(c): Legado árabe. Aunque es el menos estudiado, cabe afirmar
que ya en el s. XIII los escolásticos cristianos acusan el influjo
de algunos lógicos (y10 comentaristas del «Organon») árabes:
Avicena, Averroes, Alfarabi, Algazel, etc. 3"
«neoescolástica» se prolonga aisladamente hasta nuestros días en algunos ma-nuales
de Lógica de eclesiásticos (el del P. José María de Alejandro, ctc.).
" En nuestra tesis doctoral («Para una formalización tenue y religada de
la Lógica Sumulista. 1: Lógica proposicional básica y modaln), aún no defen-dida.
//Post-scriptum: Defendida en la Univ. Complutense de Madrid, en
18-XII-1980, con el título «Lógica Proposicional Sumulista. Bases histórico-textuales
» (8 vols.)//.
32 El legado árabe aportaba también desarrollos propios de la lógica megárica
y estoica de la proposición inanalizada, así como de la silogística asertórica de
los comentaristas griegos peripatéticos.
(d): Legado renacentista. Denominación bastante conflictiva para
una época harto heterogénea, tanto en sus críticas como en
sus «aportaciones» retoricistas 33. Este legado, más destructivo
que constructivo, se desarrolla a lo largo de todo el s. xv y
primer tercio del XVI. Abarca las «generaciones» ((1401-1536~
y se consuma en el Aristotelismo y Antiaristotelismo ramista
(«generaciones» ((1551-1566~).
(e): Legado «moderno». Pobre, si no nulo, desde el punto de vista
lógico-formal. Arranca con los Nuevos Métodos y se extiende
desde la «generación» de Francisco Bacon hasta la de Juan
Leclerc (1596-1686). Constituido por un material perteneciente
a disciplinas distintas de la Lógica formal: la Metodología y la
Psicología del conocimiento. Y en este sentido, hablamos de
Método-Lógica y Psico-Lógica «modernas». La Escolástica acu-sará
este impacto en el estado «D».
(f): Legado «ilusfrado». Caracterizada por el eclecticismo y des-arraigo
de las bases «modernas» religioso-metafísicas, la Lógica
de la Ilustración, en las «generaciones» limítrofes del XIX
(« 179 1-1 8O6»), se hace «Ideología» y desarrolla minuciosa-mente
los análisis psicologistas de la Modernidad. Impacto
sobre la Escolástica, en «E».
" Más adelante nos ocuparemos de su desambiguación. Sirvan, de momento,
estas anotaciones de Ortega y Gasset: «El Renacimiento, malaventuradamente
llamado así por Burckhardt ... » (La idea de principio en Leibniz, 3 21). «El
otro Renacimiento, el de los humanistas y Erasmo, era en sus nueve décimas
partes todo lo contrario que un renacimiento, a saber, una que llamaremos re-infetación.
Era un 'retroceso' más allá de la Edad Media, a los antiguos 'en
cuanto primitivos'. (...). Pero el Humanismo no fue una cosa, sino el mero
aspaviento de una cosa. En qué consistiera la verdadera cosa apareció cuando
Galileo por un lado y Descartes por otro surgieron. 'Eso' es el auténtico rena-cimiento
» (op. cit., Apéndice 2: Renacimiento, Humanismo y Contrarreforma).
«Todo el que se ha acercado a estudiar la etapa europea que va de 1400 a 1600
se ha dado cuenta de que es entre todos los períodos de nuestra historia occi-dental
el más confuso y hoy por hoy indominados (En torno a Galileo, lecc. 1:
Galileísmo de la Historia). «La etapa de puro presentimiento que antecede a
la efectiva aparición del hombre nuevo en torno a 1600 fue la época que
luego se ha llamado con un nombre desorientador, Renacimiento. A mi juicio,
urge ya una nueva definición y evaluación de este famoso Renacimiento. (...).
La verdad es que el hombre no renace hasta Galileo y Descartes. Todo lo
anterior es puro 'pálpito' y esperanza de que va a renacer» (op. cit., lecc. V:
De nuevo, la idea de generación). «El llamado Renacimiento es, pues, por lo
pronto, el esfuerzo por desprenderse de la cultura tradicional que, formada
durante la Edad Media, había llegado a anquilosarse y ahogar la espontaneidad
del hombre» (loc. cit.).
Legado «Logistico». Promovida por Ramón Lull, consolidada
en sus propósitos con Leibniz, «formalizada» en distintos nive-les
a partir de Boole y hasta nuestros días, la Lógica Matemá-tica
entró en diálogo violento con la tradición escolástica hacia
1930 34. Hasta la «generación de 1956», Escolástica y Logística
parecían incompatibles. Entre esa generación y la del «61», se
defiende la compatibilidad (desde une concepción «neutral»
de la Lógica formal); si bien se hablaba de concepciones di-versas:
«Lógica matemática»/<<Lógica filosófica» (Vicente Mu-ñoz
D.). El ideal de la «formalización» de la Lógica antigua
y medieval, avanzado por un historiador de la primera «gene-ración
» del siglo (Jan Lukasiewicz), se ve obstaculizado por el
irrecusable hecho de las «limitaciones internas de los forma-lismos
» (Jean Ladriere). La necesidad de recurrir al llamado
lenguaje «natural» («común», «ordinario») daba paso al
Legado «Lingüístico». El análisis del «lenguaje común» («Filo-sofía
Analítica») y los últimos desarrollos de la nueva Lingüís-tica
-especialmente en su versión generativista y/o seman-tista-
aúnan a lógicos y lingüistas en la común tarea del
análisis de los lenguajes «naturales». Por este camino -actual-mente
en curso-, la Lingüística y la Lógica (como antaño la
«Grammatica» y la «Dialectica») avanzan hacia la interdisci-plina;
y merece especial consideración el hecho de que tanto
los lógicos como los lingüistas vengan investigando sobre do-minios
históricos y productos lógico-gramaticales asimismo
comunes 35.
34 Sobre los «orígenes oscuros» de la Lógica Matemática -más allá dc
Leibniz y Lull- no sabemos que se haya tratado alguna vez; y el tema parece
del máximo interés. Las prospecciones formalistas sobre la lógica antigua y
medieval concluyen que existen ciertas «coincidencias», pero jamás se ha tocado
el problema de la continuidad (por debajo del presunto «olvido secular»)
entre la más lograda síntesis Escolástica (la de la Lógica Sumulista) y la
Logística del XIX. Y el problema, repetimos, quizá ofreciera soluciones ilumi-nadoras.
Porque, si bien es cierto que la Lógica Matemática entró en diálogo
violento con la tradición escolástica hacia 1930, también lo cs que esa «tradición
escolástica» tenía muy poco que ver con la riqucza formal de la Lógica de
las Súmulas. Seguro que entre éstas y la Logística, dc haberse encarado, no
podríamos hablar de «diálogos violentos». (. . .).
Desde hace unos años venimos repitiéndonos estas palabras de Gilbert
Ryle: «'Volver al lenguaje común' puede ser (aunque a menudo no lo es)
el lema de quienes han despertado del sueño formalista» (El lenguujc comúrl,
en V. C. CHAPPELL: El leilguaje común. Madrid, 1971, p. 55). En cuanto a los
aludidos trabajos de interdisciplina, baste recordar, entre otros, los nombres
de Teodoro de Andrés, L. Aqvist, E. J. Ashworth, J. L. Austin, E. M. Barth,
Irena Bellert, Jr. Nuel D. Belnap, E. W. Beth, Francesco Bottin, Alcx Blum,
Sobre este modelo segmentador que construimos y con que opera-mos,
podemos organizar un esquema de diálogo del siguiente tenor:
Actuaciones
1 ."
2 ."
3."
4 ."
5."
11'9."
Legados
(«oponentes»)
Cada acto de diálogo («Actuaciones») está constituido por un «es-tado
» de la Lógica Escolástica que contiende con un Legado doctrinal;
resolviéndose el debate en un «producto», que pasa a funcionar como
nuevo «estado» en la siguiente actuación. La 2." columna corresponde
siempre a los distintos momentos de la «Lógica nova»; la 3.", a los
Philotheus Boehner, M. Brasa Díez, G. L. Bursill-Hall, Victoria Camps, Ch. E.
Caton (Ed.), R. Chisholm, A. Noam Chomsky, N. E. Christensen, John P.
Cleave, Irving M. Copi, John Corcoran, C. Courtés, M. J. Cresswell, F. A. Cun-ninham,
Haskell B. Curry, Donald Davidson, A. Deaño, Douglas Dorrough,
Hubert Elie, George Englebretsen, C. J. Fillmore, A. G. N. Flew, Janet Dean
Fodor, D. F~llesdal,B as C. van Fraassen, Sergio Galvan, T. P. Geach, M. Gins-berg,
T. Givón, Martin Grabmann, H. P. Grice, Maurice Gross-M. Halle-M. P.
S. Schützenberger (Eds.), Stuart Hampshire, R. M. Hare, Zellig S. Harris,
Desmond Paul Henry, J. Hierro, Jaakko Hintikka, E. Hoffmann, A. Joja, Jean
Jolivet, L. Karttunen, Jerrold J. Katz, Albert Keller, S. A. Kripke, George
Lakoff, Hugues Leblanc, P. A. Lee, David Lewis, Geoffrey Leech, Franz
Manthey, R. B. Marcus, Roger Martin, Gareth B. Matthews, Albert Menne &
Gerhard Fey, Robert K. Meyer, Richard Montague, George Edward Moore,
Javier Muguerza (Comp.), Claude Panaccio, Arthur Pap, T. Parsons, Charles
S. Peirce, Walter Percy, Chaim Perelman, Jan Pin(g)borg, Mario da1 Pra, Giulio
Pretti, Arthur N. Prior, M. E. Reina, P. Ricoeur, M. Martin Richard, Lambert-
Marie de Rijk, María-Luisa Rivero, Robert Henry Robins, Heinrich Roos, P. Rot-ta,
Richard Routley & Robert K. Meyer, Gilbert Ryle, G. Sampson, R. L. Saw,
M. Sbisa, Dana Scott, John R. Searle, Raffaele Simone, Robert C. Sleigh,
Fr. Solmsen, Paul Vicent Spade, M. Eugeniu Sperantiu, Gérold Stahl, R. Stal-naker,
H. Steinthal, P. F. Strawson, John Swiniarski, Alfred Tarski, Richmond
H. Thomason, A. Vacant, Juan A. del Val, Luis M. Valdés, Friedrich Waismann,
Douglas Walton, V. Warnach, Richard F. Washell, K. Werner, Ludwig Wittgens-tein,
Georg Henric von Wright, Víctor Sánchez de Zavala (Comp.); autores bi-bliografiados
en nuestra tesis doctoral. Sus trabajos, clasificables en la línea del
análisis de los lenguajes «naturales», rebasan el sintaxismo formalista y muestran,
por su gran número, la existencia actual de un «nuevo legado», cuyo impacto
resulta difícil profetizar.
de la «Lógica vetus»; la 4.", a los de la «Lógica nova-antiqua» (= Ló-gica
integrada). Los agentes de ese diálogo son, como decíamos, las
«generaciones» contendientes; en el sentido propuesto en la adjunta
TABLA DE GENERACIONES 36. Como regla estadística de diálogo consta-tamos
el hecho de la constante «ganancia» de los Legados oponentes.
La «pérdida» de la Lógica Escolástica en sus sucesivos estados con-fiere
un cierto carácter de discontinuidad a la serie A-F. Esa cesión
a los legados arranca, a nuestro entender, de la 3." actuación. El ideal
renacentista («formalismo lingüístico») desplazó el «formalismo lógico»
que caracterizaba al estado «(B)». La gran falacia histórica (confusión
de los ideales estilísticos con los lógico-formales) minó las defensas
de la Lógica Escolástica, sujeta desde entonces a los avatares y vici-
La TABLA DE GENERACIONES que organizamos sienta sus bases teóricas cn
Ortega y Gasset; especialmente en En torno a Galileo, lecc. IV. De él tomamos
como «generación decisiva» (cfr. MAR~AS19, 67, 104) la de R. Descartes, y en
torno a su «zona de fechas» (vid. nota 22) construimos las restantes, de acuerdo
con «El método de las generaciones en Historia)). Aunque Descartes no sea
autor privilegiado en la Historia de la Lógica Formal, las «generaciones» re-sultantes
de su elección son sobradamente significativas, y confirman la teoría
de nuestro pensador. Cada «zona de fechas» agrupa los lógicos «coetáneos»
(que tienen la misma edad generacional); aunque en ella convivan autores que
asimismo convivieron con los de las generaciones limítrofes, es decir, los «con-temporáneos
» (cfr. MARIAS, 1967, 100). La serie de generaciones «nos sirve
como una retícula con que nos acercamos a los hechos históricos para ver si
toleran el ser ordenados y ajustados en aquélla» (ORTEGAI,O C. cit.). Nótese
que la serie del XIX no se corresponde con la propuesta por Julián Marías
(MAR~AS19, 67, 184); pues éste desplaza en seis años hacia adelante las zonas
dt: fechas. Completamos la TABLA con una segmentación de cada generación
en dos grupos, correspondientes a los autores que representan el «estado» de
la Lógica Escolástica, y a aquéllos que son portadores del «legado»; por lo
que la TABLA se construye sobre el «esquema de diálogo» arriba presentado.
No la proponemos como objetivo, sino como «instrumento» teórico. Como cree-mos
que la historia de las ideas depende más de las fechas de nacimiento de
las obras (de su publicación y circulación) que de las de sus autores -puesto
que éstos influyen a través de sus obras escritas u orales (docencia)- y cons-tatamos
que ni la madurez intelectual de un autor se localiza en la fecha de
publicación de su «obra magna» ni es constante la publicación de esa obra
dentro de la zona de fechas que por «generación» le corresponde, por estas
razones subrayamos para cada autor esa fecha de publicación. Algunos autores
de relieve no han podido ser integrados ahí, por ignorar su fecha de nacimiento.
//Post scriptum. Entre las generaciones de «1956» y ~ 1 9 7 1-fu~er a ya del
ámbito cronológico que acota este trabajo-, queda localizada la producción y
docencia de los lógicos españoles contemporáneos: Miguel Sánchez Mazas
(1953-SS.), Manuel Sacristán (1964-SS.), Jesús Mosterín (1970-SS.), Manuel Garrido
Giménez (1971-SS.), Rafael Beneyto (1971-SS.), J. Rodríguez Marín (1971-SS.),
Alfredo Deaño (1974-SS.), Pascua1 Martínez Freire (n. 1.941; 1975-SS.), Alfonso
García Suárez (1977-SS.), etc. Vid. Manuel GARRIDOL: a lógica matemática en
España (1960-1970). Valencia, «Rev. Teorema)), 6 (1972), 119-132.11
situdes de los «nuevos» legados. «Nuevos» sólo relativamente, como
podremos observar.
Este proceso de «degeneración» formal de la Lógica Escolástica,
librado a lo largo de cuatro siglos, es, por supuesto, relativo a una
bien definida concepción de la Lógica; en el sentido expresado en 1.3.
Mas, por lo mismo, urge el estudio de ese proceso, de ese vasto y
heterogéneo período de la Lógica de las Escuelas con cuya agonía se
ha encontrado nuestra propia «generación». Su iluminación nos traerá
una «de-finicióm del período que le precede y del que puede sucederle;
punto en que nuestra actuación habrá de ejercerse. Pues, como decía
Ortega:
«A mi juicio, la historia de la filosofía no puede dar un
paso y empezar de verdad a constituirse en lo que su título
promete, si no se llenan esos vacíos de conocimiento que
se abren como simas entre las grandes e ilustres etapas
del pensamiento. Urge acometer el estudio de las épocas
deslucidas» 37.
La Historia de la Lógica no ha de correr otra suerte. Si desde el
ocaso de las Súmulas hasta el formalismo de la Logística medió un
gran vacío lógico-formal -como pertinentemente se ha dicho- po-dremos
coherentemente pensar que quizá estén en aquéllas los orígenes
de ésta y, esto supuesto, «leerlas» juntamente 38 y/o a la luz de lo
que históricamente siguió a las Súmulas 39. Ocupándose de la polémica
37 Ideas para una hisforia de la filosofía (= Prólogo a la «Historia de la
Filosofía*, de Emile BRÉHIER, 1942), en Historia como sistema. Madrid, «Rev.
de Occidente», 1966/5.", p. 79.
38 Cfr. nota 34. Pueden «leerse» (= interpretarse) las Súmulas desde los
sistemas formales, ya elaborados, de la Logística; como últimamente se viene
haciendo. Lo que conlleva el riesgo de no leerlo «todo» y/o leerlo todo «mal».
De ahí que propongamos la lectura de la Sumulística desde el formalismo o
formalismos por ella exigido/s (coincida o no con los sistemas logísticos).
Pero también parece conveniente la «lectura» de la Logística desde la Sumu-listica.
Gran parte de las «limitaciones internas de los formalismos» que aquejan
a los sistemas lógico-matemáticos podrían subsanarse con la «religación» al
lenguaje natural, característica de la lógica de las Súmulas. Leyendo en ambos
sentidos, parece factible una síntesis, con ganancia complementaria de esas
dos versiones históricas de la Lógica.
39 La «lectura» de la Sumulística a la luz de lo que históricamente les siguió
(Lógica Escolástica «de transición», «moderna» y «de la Restauración))) nos
mostrará la superioridad y primacía de la Lógica Sumulista sobre los restantes
estadios históricos de la lógica de las Escuelas; pero también la auténtica
«religación filosófica* (Epistemología y Psicología de la Lógica) de las Súmulas,
su contexto «no-formal» (= «Lógica Material»).
ilustrada entre «antiguos» y «modernos» (= «peripatéticos»/«ilustra-dos
»), el P. Feijoo escribía en 1730:
«La falta de imprenta, que dificultaba la con~unicación
recíproca de los antiguos, casi del todo cortó la de los
antiguos con los modernos. (...). De ahí viene el que ne-cesariamente
ignoremos a qué términos se extendió el co-nocimiento
de los antiguos en varias materias, y por una
retorsión injusta transferimos a ellos nuesfra ignorancia,
pretendiendo que se les ocultó todo aquello que a nos-otros
se nos oculta si lo supieron o no. (. . .). Así se verá,
no sólo que el genio de los antiguos en nada fue inferior
al de los modernos, más también que los modernos injtls-tamente
se jactan de inventores en muchas cosas de que
realmente lo fueron los antiguos» 40.
Si sustituimos ahí «antiguos» por «sumulistas», y «modernos» por
«logísticos», entonces nos es lícito sostener que el Renacimiento y la
Modernidad cortaron casi del todo la comunicación de los sumulistas
con los logísticos o, más pertinentemente, con las últimas sistematiza-ciones
de la Lógica formal ".
A finales del xv en el resto de Europa, y hacia 1550 en la Península
Ibérica, la lógica formal de las Súmulas entró en una fase de acelerada
decadencia e inminente deceso. Como consecuencia de las críticas re-nacentistas
y de la mutiladora reforma en Alcalá y Salamanca, termi-naron
imponiéndose las «Institutiones Dialecticae»; triste residuo pe-dagógico
en las Escuelas. Durante un período desatendido por los
historiadores, las Súmulas agonizaban en los «Cursus Artium», y el
impacto de la Lógica Moderna y del eclecticismo ilustrado borraría
todo recuerdo suyo en los Cursos de Filosofía de los siglos xvrr-xrx.
Este proceso amnésico se recrudeció con los manuales llamados «neo-escolásticos
», que se presentaban como auténtica síntesis del saber
de las Escuelas 42. A todo ese material lógico profesado en ellas de
'O Fr. Benito-Jerónimo FEIJOO: Teatro Crítico, IV, Disc. XII, 3 111, 6-8;
B.A.E., tomo CXLII, pp. 110-111.
'' Las críticas renacentistas -reproducidas casi literalmente por los «moder-nos
» y los «ilustrados»- fueron la principal causa de incomunicación con la
Sumulística. El renacimiento sumió a la Historia de la Lógica en un tremendo
sopor, y el «sueño dogmático» a que la Lógica formal se vio sometida desde
entonces fue un sueño de siglos (cfr. IZQUIERDO1,9 79, notas 7 y 65).
'' Los lógicos no-escolásticos de principios de siglo despreciaron -con ra-zón-
la lógica de esos manuales y, creyendo que era ésa la lógica más rica
1550 a 1950 lo denominamos «Lógica Escolástica Postsumulista»; y
de ello nos ocupamos en este trabajo.
La tarea historiográfica de la Lógica puede acometerse desde tantos
puntos de vista cuantas son las concepciones posibles (dadas o no en
la Historia) de esta disciplina. Partiendo de concepciones distintas
(epistemológica, «metafísica», psicologista, matematicista, gramaticalis-ta,
entre otras) se obtienen resultados historiográficos distintos. Baste
comparar, al efecto, las historias de la Lógica realizadas por los «mo-dernos
» (P. Gassendi y J. A. de Fabricio) e «ilustrados» (Juan J. Walch,
L. Antonio Verney y Andrés Piquer 43), con la de Karl Prantl o con
las más recientes de Bochenski, W. & M. Kneale, etc.
Nosotros tratamos de historiar sobre la convicción de que «el punto
de vista formal es radicalmente inherente a todo el desarrollo de la
lógica propiamente dicha» ", porque entendemos que la Lógica o es
«formal» o no es Lógica, sino Epistemología, «Metafísica», Psicología
u otra cosa 45. Pero optar por el punto de vista formal no es encerrarse
en el rigor del «formalismo». Reconocemos que la Lógica es autónoma
e independiente de las demás ciencias, en tanto que «producto» o
construcción humana («lógica artificial))), pero, en su génesis y en su
«télos», la Lógica efectivamente dada en la Historia viene de otras
ciencias y desde ellas debe ser comprendida e historiada. Toda versión
«producida» de la Lógica arranca de una bien determinada Filosofía
y, si sólo lo que «se ve venir» o «nacer» es satisfactoriamente cognos-cible
y explicable (historiable), sería ilegítimo desechar esas raíces.
Esta consideración «religada» 46 de la Lógica en su historia se hace
de las Escuelas, ignoraron la de las Súmulas. La Logística se desarrolló con
independencia (¿total?) de la Sumulística. Leibniz (texto introductorio) llamó
la atención sobre la riqueza de esa lógica de las Escuelas, pero ni él -pionero
del matematicismo lógico- ni sus consumadores la conocieron en sus fuentes.
43 Vid. IZQUIERDO19, 79, 309-323.
* AGAZZI, 1967, 42.
" Teoría del Conocimiento, Metodología y Lógica (formal) son ciencias
distintas. Cfr. BOCHENSK1I9, 69, 29-31; AGAZZI,1 967, 26.
46 El concepto de «religación» que venimos manejando lo introducimos en
nuestra tesis doctoral (vid. nota 31) para expresar la relación de engarce del
nivel sintáctico-formal del sistema lógico sumulista con su complementario nivel
sernántico; relación radical -más allá de todo «formalismo»- que entraña el
lenguaje «natural» en que se expresan y que analizan las Súmulas. Aquí lo
utilizamos en su dimensión genética: las versiones históricas de la Lógica
aún más imperativa al atender -como es nuestro caso- a manifes-taciones
vroductivas que nacen con el advenimiento de la Modernidad.
Porque abundan los autores que, instalados en su formalismo exage-rado
-quizá legítimo en la teoría lógica, mas no en la historiografía-,
niegan o infravaloran la producción lógica que media entre esa época
y el advenimiento de la Logística ". La historia de la Filosofía y de
la Ciencia y la historia de la Lógica suelen promoverse por historia-dores
distintos en sus objetivos y en sus métodos; y urge aunar ambos
propósitos. Sólo así ganarán en profundidad y rigor.
La Lógica es la ciencia de la inferencia («consequetia», aimplica-ciónn)
y de todo y sólo aquello que la constituye y diversifica; y, como
la inferencia es una estructura construida por el hombre y para el
hombre, todas las llamadas (ciencias humanas» le son (en alguna
distancia) pertinentes. Siempre se infiere «algo», «de» algo y «para»
algo; aunque a la Lógica no le competa el estudio de esos contenidos
concretos. Y siempre se construye un sistema lógico desde y para esos
contenidos. De ahí que, aunque el punto de vista formal sea el núcleo
historiográfico idóneo, las raíces epistemológicas, psicológicas y «meta-físicas
» sean algo más que un simple complemento de relleno («robado»
a los historiadores de la Filosofía y/o de la Ciencia). El contexto
filosófico-científico condiciona en su aparecer y en su ser la orga-
«vienen de» (= están condicionadas por determinadas organizaciones de) otras
ciencias, y «van a» (= tienen como objetivo su praxis en) otras ciencias; algo
así como el hombre viene de Dios y vuelve «religiosamente» a El, por estar
con El «religado» (Zubiri).
47 El P. Bochenski: «La Lógica 'clásica' se caracteriza, aparte de su pobreza
de contenido, por su psicologismo radical la mayoría de las veces. (...). Pobre
de contenido, desprovista de problemática profunda, repleta de una multitud
de filosofemas no lógicos, y encima psicologista en el peor sentido de la
palabra ...» (BOCHENSK1I9, 67, 270 y 271). «La ERA MODERNaAn,t erior al surgi-miento
de la lógica matemática, es un período alógico ... Se abre con los huma-nistas,
en cuya opinión ... la lógica ... es una especie inferior de la retórica, tal
como estableciera Valla. Más adelante ... fue formulándose la llamada lógica
convencional ... Filosóficamente, hay una novedad: un amplio psicologismo,
según el cual la lógica tiene por objeto las entidades y actividades mentales
(conceptos, juicios, raciocinios)» (BOCHENSKI1,9 77, 32). Evandro Agazzi:
«... ciertas épocas (como la que se sitúa entre los siglos XVII y xx) significan
una interrupción casi total de las verdaderas investigaciones lógicas» (AGAZZI,
1967, 58). W. & M. Kneale: «A lo largo de los cuatrocientos años que discurren
entre la mitad del siglo xv y la del XIX, contamos, pues, con abundancia de
manualea, pero muy pocas obras que destaquen por sus nuevas aportaciones
ni por su calidad» (KNEALE1, 972, 276). Ivo Thomas: «Podemos fijar cl comien-zo
del interregno entre la lógica escolástica medieval y la lógica matemática
moderna hacia mediados del siglo xv. (...). El interregno tuvo como caracterís-tica
la esterilidad, ... >> (PRIOR, 1976, 101).
nización y contenido de cada una de las versiones históricas de la
Lógica 48.
Elegido un cierto dominio histórico como objeto de estudio, el
historiador puede adoptar dos actitudes y procedimientos, en principio
perfectamente separables, aunque no incompatibles: a) fijar el pen-samiento
auténtico de los autores y/o sistemas «objeto», y b) explicar
la sucesión y desarrollo de las doctrinas en la Historia. Aunque la
segunda actitud parece la más específica de la tarea historiográfica
-lo que no significa que sea la habitualmente adoptada-, y puesto
que la Historia (como la Naturaleza) no hace saltos, toda sucesión y
desarrollo doctrinal arranca de una «interpretación» de lo recibido;
sea para reproducirlo o negarlo, para transformarlo o sustituirlo por
otra cosa. Pero el camino de la Historia no es precisamente el de las
interpretaciones correctas ", sino el de las «efectivamente dadas» por
los sucesores; «correctas» o «incorrectas» desde nuestra actual pers-pectiva
histórica. Dar a cada autor o movimiento «lo suyo», desde
nuestro aquí-y-ahora, y reconstruir desde ahí el proceso histórico cons-titituye
una de las falacias historiográficas más comunes y, por ello,
más difíciles de evidenciar. Abundan los casos en que el desarrollo de
las doctrinas se debe a un mal entendimiento de los antepasados.
Las ((interpretaciones inmediatas)) (e. d., las emitidas por los inme-diatos
sucesores) son, a nuestro entender, las decisivas para el proceso
histórico 50. En otro lugar 51 hemos hablado de la conveniencia en
48 Cfr. nota 46. Para un estudio de las relaciones entre Lógica y Filosofía
en los siglos XVIII-XIX, vid. F. BARONEL: ogica formale e trascendentnle (Turín,
Edizioni di Filosofia, 1957).
'' «Correctas», entendemos, según nuestro actual sentir. La expresión «inter-pretación
correcta» (de un autor o sistema) está vacía de sentido, mientras no
si refiera a un determinado criterio hermenéutico; porque también es tal la
expresión «lo que efectivamente pensóldijo este autor». Lo que pensóldijo un
autor es «lo-dicho-a-alguien» y, consiguientemente, «lo-interpretado-por-alguien».
Todo decir sólo es tal en tanto que interpretado. El signo, el «mensaje», lo
sostienen el promotor y el receptor, y sólo en este Último se consuma y llega
a ser. Forzoso relativismo, entrañado por el modo de ser del proceso de comu-nicación
o «semiosis».
50 Por «interpretaciones inmediatas» no entendemos las de los «contempo-ráneos
»; ni siquiera las de los «coetáneos». Como escribía Feijoo (1741):
«Es una reflexión muy juiciosa de Plutarco en la vida de Pericles, que es muy
difícil o aun imposible 'discernir lo verdadero de lo falso por medio de la
Historia', porque si ésta se escribió muchos años después de los sucesos, tiene
retirar nuestra atención de «lo-que-dijeron» los autores (las «doctri-nas
»), y fijarla en «lo-que-les-hicieron-decir» quienes les precedieron,
así como en «lo-que-dijeron-que-dijeron» sus inmediatos sucesores. Gi-ro
copernicano cuyas leyes de gravedad serían estas dos complemen-tarias:
«A mayor proximidad entre intérprete y autor tratado, mayor
potencialidad de influjo histórico por parte de la interpretación», y
«A mayor distancia, mejores garantías de interpretación correcta».
De estas leyes, afecta la 1." a la tarea específica de la Historia (expli-cación
de la sucesión y desarrollo de las doctrinas), mientras que la
2." tiene aplicación en una concepción más didáctica: «fijar el pensa-miento
auténtico de los autores» para asumir o rechazar su magisterio
desde nuestro presente y con vistas a un futuro en la disciplina his-toriada.
De hecho, la suerte que corrió la Lógica en las Escuelas desde
mediado el s. xvr estuvo inducida por la «interpretación inmediata»
de los renacentistas; interpretación que jamás se puso en tela de
juicio hasta los años treinta de nuestro siglo. Y algo análogo podemos
decir de la «interpretación inmediata» de la Lógica Moderna, que
corrió a cargo de los ilustrados del XVIII.
Nuestro especial detenimiento en la lógica peninsular encuentra
una doble justificación: nos es más próxima (tanto por razón de las
fuentes como por la operatividad de nuestro trabajo) y constituye el
depósito más sólido y permanente en la trayectoria histórica de las
Escuelas. El papel desempeñado por los hispano-portugueses en el
desarrollo de la lógica de las Súmulas fue de preponderancia. Desde
Pedro Hispano hasta los últimos sumulistas formados en el colegio
parisino de Monteagudo (sede de la llamada «Escuela hispano-esco-cesa
»); desde Luis Vives, adalid de las críticas renacentistas, hasta la
reforma de las Súmulas en Alcalá y Salamanca; desde ésta hasta las
más afamadas «Institutiones Dialecticae» de los Cursos de Artes (Juan
contra sí la antigüedad, que 'Ir impide el conocimiento de ellos'; y si se escribió
viviendo los sujetos de quienes trata: el odio, la envidia o la adulación es de
creer que movieron al escritor a corromper o desfigurar lo verdadero» («Su-plemento
del Teatro Crítico», IV: Trad. del cap. VI del libro 1 del Tratado de
la Opinión, 9 1, 24; B.A.E., tomo CXLIII, p. 382, col. 2). Hay, pues, una
óptica idónea de la «interpretación», que requiere una distancia temporal del
«intérprete».
'' Vid. IZQUIERD1O9,7 9, 308 y 325.
de Santo Tomás, Pedro da Fonseca, etc.) ... Como bien señalaba
M. Grabmann, «en España nunca llegó a interrumpirse por completo
la tradición escolástica» 52. Y no se trata de entusiasmos aleatorios,
sino de efectivo protagonismo histórico. Españoles eran los principales
destinatarios de las críticas vivistas; tan repetidas por «modernos» e
«ilustrados». A los españoles se refería Leibniz cuando hablaba de
aquella filosofía escocesa y española bajo cuyo aparente estiércol se
prolonga la veta aurífera de la cphilosophia perennis» (cfr. texto in-troductorio).
Español fue Luis Vives, el gran promotor de la reforma
renacentista; en quien hemos de ver las raíces de gran parte de las
más ricas aportaciones surgidas en el seno de la Filosofía moderna 53.
Españoles también los más destacados representantes de la reforma
pedagógica de las Súmulas (Domingo de Soto, Báñez, Villalpando, et-cétera)
54, de la lógica de las «Institutiones Dialecticae» y de los Cursos
de Filosofía de los siglos XVIII y XIX.
Todavía en 1736 escribía nuestro Feijoo:
«Yo no sé si una invectiva del padre Rapin, jesuita
francés, contra el modo que tienen los españoles de tratar
la dialéctica, . . . será absolutamente verdadera. Pero en
j2 Historia de la Teología católica. Madrid, 1946, p. 342.
M. Menéndez y Pelayo insistió en el gran papel desempeñado por Luis
Vives en la filosofía del Renacimiento y en el nacimiento de la Filosofía mo-derna:
a , . . Luis Vives, el más prodigioso de los artífices del Renacimiento,
pensador crítico de 'primera fuerza', como hoy suele decirse, renovador del
'método' antes que Bacon y Descartes, iniciador del 'psicologismo' escocés ... »
(MENÉNDEZ1,9 53, 35; cfr. op. cit., p. 116). «... de Vives 'parte un movimiento
tan poderoso como el que arranca de Descartes'» (op. cit., p. 221). «De Vives
procede la filosofía moderna, así en lo bueno como en lo malo; pero lo 'malo'
procede 'ocasionalmente', como proceden del dogma las herejías» (op. cit., pá-gina
311). «De Vives procede la filosofía escocesa. Sí, por cierto, y en todas
sus partes; ... » (p. 317) (cfr. op. cit., pp. 223-224). En la misma línea escribía
A. Bonilla y San Martín: «Examinadas las ideas vivistas, estamos autorizados
para negar casi en absoluto la originalidad del famoso Pedro Ramus (1515-1572),
como negaremos la de su método. Cuanto dice Ramus en sus 'Aristotelicae
Animadversiones' (París, 1543) ... sin citar a Vives, lo había dicho ya éste, ... »
(Luis Vives y la Filosofía del Renacimiento. Madrid, 1929/2.%, 11, p. 120)
(cfr. op. cit., 11, 87; 11, 332-333; 111, n. 15). Por lo que Marcial Solana sostuvo
que «en la Filosofía del Renacimiento el primer puesto no es de Italia ni de
ninguna otra nación del mundo, sino de España» (SOLANA1,9 41, 1, 14); basán-dose
especialmente en las aportaciones de Vives y Fr. Suárez.
((Egregios escolásticos españoles del siglo XVI fueron los que principal-mente
reformaron y perfeccionaron los métodos filosóficos; los que, cuando
lo pedían las circunstancias, fundieron en una nueva síntesis la doctrina filo-sófica
de la Escuela, con arreglo a lo que exigían los tiempos modernos»
(SOLANA1,9 41, 111, 12-13).
todo caso vaya allá, para que el lector haga el juicio que
quisiere. 'Los espafioles -dice-, que son los mnesiros
de los demás pueblos en materia de reflexiones, refinaron
tanto sobre la lógica en el siglo pasado, que alteraron la
pureza de la razón natural por la sutileza de sus racio-cinios,
arrojándose a especulaciones vanas y abstractas,
que nada tenían en realidad. (.. .).' Es verdad que el P. Ra-pin
habla de los filósofos españoles que florecieron ha un
siglo o siglo y medio. Pero, ¿quiénes eran aquéllos, sino
los mismos cuyo método se sigue hoy como regla en
nuestras Escuelas?» 55.
Cierto que tanto Feijoo como el P. Renato Rapin (1621-1687)
-en sus Reflexiones in Philosophiarn (París, 1671)- tienen un juicio
peyorativo para nuestros progenitores lógicos; y no se nos oculta la
fina ironía del jesuita. Pero el hecho del papel histórico desempeñado
por los españoles en los siglos XVI-XVIIqIu eda suficientementc cons-tatado
56.
Se ha dicho que a España llegan siempre tarde las «modas» euro-peas
y que, una vez recibidas, arraigan y se resisten a la sustitución.
Llámese o no a esto «tradicionalismo», el hecho reviste un gran interés
historiográfico; porque si los movimientos doctrinales se prolongan
en nuestro suelo y resisten hasta última hora los embates de los
«nuevos legados», entonces es aquí donde alcanzan su más logrado
desarrollo y suerte final; su «télos». Entonces, serán nuestros autores
quienes den sentido al movimiento que en ellos agoniza. Pero todo
camino lo es de ida y vuelta, y está por demostrar que esas «modas
europeas» (en Lógica, al menos) no tengan a Espaíía por origen 57.
Fueron los lógicos ibéricos quienes desde las primeras décadas
del s. XVI marcaron los destinos de la Lógica en las Escuelas europeas.
A ellos habremos de atender preferentemente en este estudio.
Teatro Crítico, VII, Disc. XII, 1, 6; B.A.E., t. CXLII, p. 446, c. 1).
56 Se equivoca Feijoo ciiando identifica el método y organización de la
Lógica escolástica en su siglo -primera mitad del XVIII- con los existentes
ciento cincuenta años atrás. Entre las Súmulas reformadas del x v ~y las «Insti-tutiones
dialecticaep de los SS. XVI I - ~ ~ IeIxIis ten, como veremos, notables
diferencias.
Cfr. nota 53. Todos los caminos -perdónesenos la perogrullada-, son
«de ida y vuelta»; como el Camino de Santiago. Por él, dicen, se nos introdujo
la lírica románica de Provenza ... De Monteagudo trajeron nuestros sun~ulistas
del XVI la «Lógica 'nominalista'», pero de España partieron hacia el Colegio
francés, y en él ejercieron su docencia. Jerónimo Pardo, burgalés, fue maestro
del adalid: Juan Mayor Scoto.
No pretendemos ofrecer una «Historia de la Lógica» en esos si-glos
(1550-1950). Nos limitamos a la «Lógica Escolástica». Cuando
en nuestra memoria de Licenciatura nos ocupamos de ésta 58, avan-zábamos
ya un esquema de estudio no muy distante del aquí desarro-llado
59. Nuestro campo de trabajo se centró posteriormente en la
Lógica de las Súmulas y productos afines 'O. Volviendo sobre el pro-grama
inicial, nos propusimos «marcar la cola» a esa etapa de la
lógica de las Escuelas, estudiando las Súmulas reformadas del x v ~
y las «Institutiones Dialecticae, vulgo 'Summulae'» de los SS. XVI-XVII.
La E~colásiicad e los SS.X VIII-XIXa,l ejada ya de nuestro núcleo de
trabajo, requería el examen detenido de la Lógica Moderna y de la
Ilustración. Realizado, provisionalmente ", urgía despejar la incógnita
histórica de la «Neoescolástica»; estadio degradado de la más rica
Lógica de las Escuelas, que venía a justificar nuestra insistencia en
los siglos XIII-XVmI.
El motor de arranque de este contexto de investigación fue un
texto de Leibniz, que se remonta a 1714 y al que llegamos a través
de una nota de Jaime Balmes 63. Sírvanos, pues, como texto intro-ductorio:
Defendida en la Fac. de Filosofía y Letras de la Univ. Complutense
(Madrid, 1968) con el título «Hacia una síntesis formalizada de la Lógica
Escolástica» (89 + 153 + 34 fols.).
En el Apéndice Primero («Reseña histórica de la Lógica Escolástica») se
dedicaban a «El desarrollo histórico» los fols. 59-134, integrándose en la «Epoca
de madurez o clásica (SS.X IV-XVII)».:. . 111. La vuelta a Aristóteles (fols. 94-103).
IV. La reacción ramista (103-104).-V. Lógica de las Escuelas (104-109).-
VI. Síntesis complementaria (109-114); en la «Epoca de decadencia (SS. XVII-XVIII)
»l,o s «Comentarios al 'Organon's (115-117), las «Obras de síntesis lógica»
(117-118) y «Los 'Cursos de Filosofía'» de las distintas escuelas (118-134), con
ocho folios destinados a la «Lógica 'neoescolástica'».
Vid. nota 31.
61 Del fardo de notas recopiladas, integramos aquí las imprescindibles para
la exposición de esos dos «legados», que condicionaron el desarrollo de la
Lógica de las Escuelas en los dos últimos siglos.
62 Cfr. (i 1.2 y nota 35.
" En el cap. XXXI del lib. 1 de su Filosofía Fundamental (Madrid, B.A.C.,
1948, pp. 188-189), escribía Balmes: «Entre los varios pasajes de Leibniz sobre
los escolásticos prefiero rickcir el siguiente, que me parece sumamente curioso:
'La verdad está más difundida de lo que se cree; pero con harta frecuencia
se halla envuelta, debilitada, mutilada, corrompida con adiciones que la echan
a perder o la hacen menos útil. Notando esas huellas de verdad en los antiguos,
o, para hablar más generalmente, en los anteriores, se sacaría oro del fango,
«Si j'en avois le loisir 64, je comparerois mes dogines
avec ceux des Anciens et d'autres habiles hommes "'. La
vérité est plus répandue qu'on ne pense; mais elle est
tres souvent fardée et tres souvent aussi enveloppée, et
meme affaiblie, mutilée, corrumpue par dcs additions qui
la gatent ou la redent rnoins utile En faisant remarquer
ces traces de la vérité dans les Ancienq, 011, pour parler
plus généralement, dans les antérieurs, on tireroit l'or de la
boue, le diamaiit de sa mine, et la luini2ic des ténehres;
et ce seroit en effet pereiznis quuednm Philoso~liici. 011
peut meme dire, qu'on y remarqueroit quelque progres
dans le coimoissances. (. . .). J'ai di souvent mirunz !afere
in stercore illo scholastico barbariei; et je souhaiterois
qu'on pGt trouver quelque habile llomme versé dans cefte
Philosophie Hibernoise et Espagnole ", qui eut l'inclination
el diamante de su mina. luz de las tinieblas: v esto sería cn i-calidnc! i~cucililis , "
quaedrrm philosophia. Hasta se puede decir que se notaría al& proyeso en
los conocimientos. (...). Repetidas vcccs he dicho: Auruin l a r c ~ii z stercore
illo scolastico barbarico; y desearía que se pudiese encontrar algún hombre
hábil, versado en esta filosofía irlandesa y cspaííola, quc tuvicsc inclinnción y
capacidad para sacar lo que en ella hay de bueno. Estoy seguro q ~ l cs u íi.cib(rjo
sería recompensado con muchas verdades bellas e importantes. En otro ticiiipo
hubo en Suiza un escritor que motematizcí en la escolástica; sus obras son
poco conocidas; pero lo que de ellas he visto mc 113 parccido profundo y
digno de consideración' (Carta 3.", M. Remond de Montinort). Así habla Leibniz,
uno de los hombres más eminentes de los ticnipos iriodcrnos, ... Aun presciii-diendo
de la utilidad intrínseca, sería conveniente dicho estudio para poder
juzgar con conocimiento de causa unas escuelas que, valgan lo quc valieren,
ocupan una página en la historia del espíritu humano».
64 Leibniz, aquejado de fuertes dolores artríticos, se cncucntra ya sin fuerzas
y tiempo disponible para acometer la tarea.
65 ESOS ((antiguos y otros hombres hábiles» o, como luego dirá, ((10s ante-riores
», son los Escolásticos. Leibniz conoce mejor a los jesuitas del XVI:
dnterea in Zabarella et Rubio et Foi?seca aliisque scholasticis non minori,
quam antea in Historicis voluptate versabar, et eo usque profccerain, ut Strare-zium
non minori facilitate legerem, quam A4ilesias fabulas solcmus quas virlgo
Romanos vocantn (((Lettre a Fourclier de Careib; cit. FRAILE, 1966, 651, n. 3).
Y quizá tuviera en mente las ((Institutiones Dialecticae» (« ... yius v~dgo Sum-mulas
vocant») cuando redactaba esa última línea.
" ESOS añadidos y aditivos parecen ser los in~portados por las «Jnstitutiones»
del xvr y XVII («De ente rationis)), etc.); poco conciliables con su Filosofía.
67 La referencia a los escolásticos de la que hoy llamamos «Escuela hispano-escocesa
» no puede ser más explícita. Y esos lógicos serían los más despreciados
por Vives; a quien Leibniz se referirá más abajo. El papel de los españoles
en la Historia de la Lógica queda marcado. Su idea del «Ars Combinatorian
sabemos que la tomó Leibniz de Ramón Llull (español), y probablemente tam-bién
de Ricardo Swineshead (el «Calculator», del Col. de Mcrton). Cfr. nota 70.
et la capacité pour en tirer le bon Je suis sur qu'il trou-veroit
sa peine payée par plusieurs belles et importantes
vérités ". 11 y a eu autrefois un Suisse 70, qui avoit mathé-matisé
dans la Scolastique: ses Ouvrages sont peu connus 71;
mais ce que j'en ai vu m'a paru profond et considérable 72.
]des Scaliger ':' en a parlé avec estime; mais Vives en a
parlé avec mépris 74. Je me fierois d'avantage 2 Scaliger;
car Vives étoit un peu superficiel» 75.
El filósofo de Leipzig escribía esto veintisiete meses antes de que le
sorprendiera la muerte. No pudo realizar el programa ahí formulado;
" Se requiere, efectivamente, gran fuerza de voluntad para enfrentarse con
los apretados infolios de los Mss. e incunables de las obras escolásticas; pocos
de ellos vertidos en ediciones modernas.
" Los primeros resultados obtenidos por Boehner, Bochenski, Moody, De
Rijk, Muñoz, etc., dan sobrada razón a Leibniz; y sólo estamos en los comienzos
(labor historiográfica), porque está por hacer una síntesis doctrinal que abarque
todos los niveles lógicos de las Súmulas.
'O La edición que manejamos transcribe «un Suissex. Balmes traducía «hubo
en Suiza un escritor*. Sentamos la hipótesis de que el texto está corrompido
o mal transcriío. Leemos «Suisset» o «Suisseth»; denominación con que se
conocía a Richard Swineshead (+ h. 1.355), cuyo «Liber Calculationum» pudo
muy bien consultar Leibniz (pues hubo ediciones en 1488 y fue reeditada por
nuestro Juan M. Silíceo en 1524). Si nuestra interpretación es correcta -con-sistente
sí que es-, podemos concluir que, de algún modo, la Sumulística está
en los orígenes de la primera versión de la Logística.
71 En 1714 la lógica de las Súmulas estaba prácticamente olvidada. Otro
texto de Leibniz, en que éste no oculta sus preferencias por los escolásticos
de la wia nominalium», viene en nuestra ayuda: s... secta Nominalium,
cmriium inter scholasticas projundissima, et hodiernae reformatae philosophandi
ratione congruentissima; quae quum olim maxime floreret, nunc, apud scholas-ticos
quidem, extincta est. Unde conjicias decrementa potius quam augmenta
acuminis. (...). Diu autem jacuit in tenebris secta Nominalium, donec maximi
vir ingenii, et eruditionis pro illo aevo summae, Wilhelmus Occam Anglus,
Scoti discipulus, sed mox oppugnator maximus, de improviso eam resucita-vit;
. . .» (Dissertatio de stilo philosophico Nizolii, XXVIII; LEIBNIZ, 1974, vol. 1,
V, pp. 61 y 62); escrito en 1670.
72 El juicio de Leibniz parece confirmar lo dicho en la nota 70.
73 Julio César Scalíger, de Agen, padre de José Scalíger (1540-1609). Impugnó
el «Ars Magna» (Nürenberg, 1545) del matemático Jerónimo Cardano (1501-
1576), en sus Exercitationes adversus Cardanum.
74 Vives es aquí el símbolo de las críticas renacentistas de la Escolástica
del xv. Leibniz, al rechazar las interpretaciones vivistas, se libera del atavismo,
tópico en su época, de esas críticas.
75 Trois lettres a Mr. Remond de Montmort. Lettre 111; LEIBNIZ, 1974, vol. 11,
LXXXVII, p. 704, cols. 1-2. Fechada la carta en Viena, 26 de agosto de 1714.
ni fue posible para nadie hasta principios del presente siglo lG. Des-pués
de las investigaciones del P. Philotheus Boehner, de Bochenski
y otros historiadores, ese programa es ya más satisfactible 77; y urge
más que entonces llevarlo hasta sus últimas consecuencias ".
Aquí y ahora, de la lógica de las Súmulas «venimos» y a ella
«vamos». En esta perspectiva se mueve nuestra investigación, y esta-mos
en la creencia de que constituye (o empieza a constituir) el punto
obligado de confluencia para (la integración de) el «legado lingüístico»,
que caracteriza nuestra propia generación 79.
76 El programa consistía en comparar complementariamente («comparer»)
su doctrina lógico-matemática («mes dogmesn) con la lógica de las Escuelas.
Pero, como señala Bochenski, «sus grandiosos resultados en la Lógica mate-mática,
históricamente, fueron inoperantes. En efecto, durante largo tiempo
permanecieron sin publicar y fueron descubiertos sólo a fines del s. xrx,
cuando los problemas por él tratados se habían planteado ya independiente-mente
» (BOCHENSKI1,9 67, 271). L. Couturat publicó la «Lógica» («Ars illatio-num
») de Leibniz en 1903 («Leibniz, G. W., Opuscules et fragments inédits.
Extraits des manuscrits de la Bibliotheque Royale de Hannover)). París, 1903;
Hildesheim, G. Olms, 1961); cuando ya disponíamos de las obras Iógico-mate-máticas
de A. de Morgan, G. Boole, Ch. Sanders Peirce, G. Frege, G. Peano, etc.
De este modo, el programa leibniziano quedaba ampliado en uno de sus puntos
de referencia: la Lógica matemática.
77 Leibniz conoció muy indirectamente la lógica de las Súmulas. Su programa
de comparación estaba limitado prácticamente a la Silogística asertórica; puesto
que de Lógica proposicional sólo esbozó unos rudimentos. Ahora disponemos
de un conocimiento más profundo (y directo) de la teoria cie las «Consequcntiae»
sumulistas y sus desarrollos lógico-proposicionales; y los cálculos proposiciona-les
-en sus versiones axiomáticas, matriciales y de «deducción natural»
(G. Gentzen)- han sido llevados al máximo rigor formal.
78 Porque la Lógica matemática ha descubierto ya las limitaciones internas
dc sus formalismos; la necesidad de fundamentar sus «lenguajes simbólicos»
en los «lenguajes naturales» y, consiguientemente, en una Semántica y Pragmá-tica
del diálogo.
" Vid. nota 62. Los trabajos sobre la «lógica natural», de George Lakoff,
y el programa «gramatical» de Richard Montague -entre otros caminos rc-cientes-
nos invitan a volver la vista sobre los desarrollos gramaticales dcl
Medievo (la «Grammatica speculativa», los tratados sumulistas «De exponibi-libusn,
«De sensu composito et diviso», «De probationibus terminorum», etc.).
Citemos, como reclamo, el trabajo de María Luisa RIVERO: La ambigücdnd
de los verbos modales. Una visión histórica («Rev. Española de Lingüística),,
512, 1975, 401-422); ejemplo de confluencia.
Generación I.D.
1401 B / d
1416 B / d
1431 B / d
Representantes del «estado» Representantes del «legado»
Gaetano de THIENIS(1 387-1465): 1507.
Fernando de CÓRDOBA(h . 1425-86).
Martín LEMAISTR(E1 432-82) : 1489.
Mengo Faventino (1440-1 520); Juan RAULIN
(1443-1514): 1500; Juan Standonck (h.
(1450-1504); Pedro TARTARET(Oh . 1450-
1522): 1483; Jerónimo Savonarola (1452-
1498): 1516.
Silvestre Mazzolini de PRIERIO(1 456-1524):
1496; Pedro CROCKAER(T1 460/7O-l5 14):
1508-9.
Leonardo Bruni (h. 1374-1444): 1401.
"7
Jorge de Trebizonda (1396-1486): 1464; E
Nicolás de Cusa (1401-64): 1440; Lorenzo O
Valla (1407-57) : 1499; Maffeo Veggio n
=m
(1407-58): 1491. O
E
Jorge Argyropoulos (14 16-86). SE
3
Rodolfo Agrícola (1444-86): 1477-80. -
0m
E
O
Jorge Hermónimos (a. 1476-p. 1505).
-E
Angel Ambrogini Poliziano (1454-94) : 1491; a
Juan Reuchlin (1455-1522): 1475. n
Jacobo LEFEVREd 'Etaples (h. 1456-1536): n
1500.
Hernando Alonso de Herrera (h. 1460): 3
O
151 7; Guillermo Budé (1468-1540) : 1527;
Erasmo de Rotterdam (h. 1466-1536): 1521-
1541.
LJ 1.7. TABLAD E GENERACIONES (continuación) 3
Generación I.D. Representantes del «estado» Representantes del «legado»
Juan MAYOR Scoto (1496-1550): 1500; To-más
de Vío Cayetano (1469-1534): 1496;
Pedro Sánchez CIRUELO (C. 1470-1 548) :
151 9; Juan DULLAERT (h. 1470-15 13) :
151 7; Judoco CLICHTOVEO(1 472-1543);
1500; Crisóstomo JAVELLI (1 472- 1538).
Jacobo ALMAIN(h . 1480-1515): 1508; Ro-berto
CENEAU(1 483-1560): 1510.
Francisco de Vitoria (148316-1546); Juan
M. SIL~CEO(1 486-1557): 1517/21; Juan
ECK (1486-1543) : í507/17; Gaspar LAX
(1487-1560): 1509-1550; Juan DOLZ (h.
1490-h. 1550): 1510-18; DOMINGdOe San
Juan (h. 1490-1540): 1521122; Juan L. de
CELAYA(h . 1490-1558): 1515-21; Gervasio
WAIN (1491-1554): 1519.
Domingo de SOTO (1494-1560): 1529; Ja-cobo
de NAVERO(Sh . 1495-p. 1538): 1533-
1542; Rodrigo de CUETO (-1523-):
1518-28.
Alfonso de la VERACRU(1Z 5 04-15 84): 1554;
Antonio de GOUVEA(1 505/10-1566): 1545.
Gregorio ARCISIO(h . 1516-61): 1554; Pe-dro
Juan NÚÑEz (1522-1602): 1554.
Gaspar Cardillo de VILLALPAND(O1 527-
1581): 1555157; Pedro da FONSECA(1 528-
1599) : 1556-82; Domingo BÁÑEz (1 528-
1604): 1599.
Francisco de Toledo (1533-96): 1561.
Diego de Zúñiga (1536-99): 1597.
Antonio Rubio (1548-1616): 1610; Gabriel
Vázquez (1549-1604): 161 7; Pedro de OÑA
(1550-1626) : 1593; Juan Sánchez SEDENO
(1552-1615): 1600.
Cosme Alamanni (1 559-1 634) : 1618-23.
Pedro Hurtado de Mendoza (1578-1657):
1615; Pedro de la SERNA (1583-1648):
1624; Cosme de LERMA (h. 1585-1642):
1641; Joaquín Jungius (1587-1657): 1638;
Miguel de la Santísima Trinidad (1588-
1661): 1624.
Sinforiano Champier (1472-1539) : 1496;
Carlos de Bouelles (h. 147015-1554): 1500;
Agustín NIFO (1473-1538145): 1542-43;
N. COPÉRNIC(O1 473-1543).
Alfonso de Valdés (1480-1 532); Francisco
Rabelais (h. l483/93-1553) : 1532; Martín
Lutero (1483-1 543).
Cornelio Agripa (1486-1 535).
Alfonso García Matamoros
1553.
Fernán Pérez de Oliva (h.
1585; Juan Luis VIVES (1492-
Juan de Gélida (h. 1496-1551): 1527; Fe- o
n
lipe MELANCHTO(N1 497-15 60) : 1520-41; =m
Mario Nizolio (1498-1 576) : 1553. O
E
E
2
E
Juan Sturm (1507-1589): 1539; Melchor
3 - - - - 0 Cano (1509-1560): 1563. m
E
o
Pedro RAMUS (1 5 15-72) : 1543; Francisco
Sánchez el BROCENS(Eh . 1523-1600): 1588; n
E Francisco Vallés (1 524-1 592) : 1587; Fran- a
cisco Fabricio (1527-1573); Benito Arias
Montano (h. 1527-1598): 1569; Sebastián n
Fox Morcillo (1 528-1559/60): 1556.
3
Juan Hugarte de San Juan (1529-88): 1575;
Francisco Patricci (1529-97): 1571; Pedro
Simón ABRIL (h. 1530-p. 1589): 1572187;
Jacobo Zabarella (1533-1589): 1578; M.
Montaigne (1533-92): 1582; Pedro Charrón
(1541-1603): 1601.
Justo Lipsio (1 547-1606) : 1604; Francisco
Suárez (1 548-1 6 17) : 1597; Francisco Sán-chez
de Tiiy (1550-1623): l576/8l.
Pedro de Valencia (1555-1620) : 1596.
Francisco Bacon (1 56 1-1 626) : l62O/23;
Galileo Galilei (1 564-1 642) : 1623132; To-más
Campanella (1 568-1639): 1615.
Juan B. van Helmont (1 577-1 644); Guiller-mo
Harvey (1578-1657).
Francisco La Motte-le-Vayer (1588-1672);
Marino Mersenne (1 588-1 648); Tomás Hob-bes
(1588-1 679): 1655.
h 1.7. TABLAD E GENERACIONES (continuación)
82
Generación I.D. Representantes del «estado» Representantes del «legado»
JUAN de Santo Tomás (1589-1644): 1637;
Rodrigo de Arriaga (1592-1667): 1632;
Francisco A. de Malpartida (1 600-49) : 1639;
Francisco de Oviedo (1 602-1 65 1) : 1640.
Antonio Bernaldo de Quirós (1 6 13-1 668) :
1666; Juan Martínez de Prado ("f668):
1649.
Jacinto de la Parra (1619-84): 1657; Juan
Bautista de Benedictis (1622-1706): 1688.
José Sáenz de Aguirre (1630-1699): 1672;
Andrés de la Moneda ( t 1687): 1660.
Ignacio Fr. Peynado (1633-96): 1671; Ale-jandro
Piny (1639-1709): 1670; Juan de
Ulloa (1639-1 723) : 171 1; Antonio Goudin
(1 640-95); Jacques Guerinois (1 640-1 703) :
1 703; Miguel Viñas (1 642- 17 18) : 1 709;
Sebastián Dupasquier (t 17 18) : 3692.
José Aguilar (1 652- 1708) : 1701. - -
Luis Babenstuber (1660-1726); Claudio
Buffier (1661-1737): 1717.
Luis de LOSSADA(1 681-1748): 1721.
José Finestres y de Monsalvo (1 688-1777).
Francisco Jacquier (17 1 1-88) : 1759.
Salvador María Roselli ( t 178415): 1777.
Jacinto Segismundo Gerdil (1 7 18-1 802) :
1787; Mateo Aymerich (1715-99): 1744.
Juan Bautista Horvath (1732-99): 1767.
Felipe Puigserver (1 745-1 82 1) : 181 7.
César Baldinoti (1747-182 1) : 1787; Andrés
de Guevara y Basoazábal (1748-p. 1767):
1797; Félix Amat (1750-1824): 1778; Juan
Justo García (1752-1830): 1782.
Pedro Gassendi (1592-1655): 1658; Renato
Descartes (1 596-1650) : 1637; Emmanuel
Maignan (1 600-76) : 1652; Baltasar Gracián
(1601-58); Sebastián Izquierdo (1601-81):
1659.
Francisco Soares (1 605-59) : 1651; Juan
Caramuel (1606-82); Antonio A r n a u 1 d
(1612-94): 1662.
Edmundo Mariotte (1 620-84) : 1678; Juan
Clauberg (1 622-65) : 1656; Jacobo Thoma-sius
(1622-1684): 1670; Blas Pascal (1623-
1662): 1658; Juan Bautista Duhamel (1624-
1706) : 1678; Arnold R. Geulincx (1 625-69):
1662; Roberto Boyle (1627-91); Andrés
Semerg (1 630-1 7 17); Baruch Spinoza (1 632-
1677): 1661; John Locke (1632-1704):
1688/90.
Nicolás Malebranche (1638-17 15) : 167415. m
E
O
n
Isaac Newton (1642-1727): 1687; G. G. =m
O
Leibniz (1646-17 16); Pedro Bayle (1647- E
1706) : l695/7. E
2
Tomás Vicente Tosca (1651-1 723): 1721;
Edmundo Purcho t (1651-1734): 1733; 3 - _i - 0
Christian Thomasius (1655-1728): 1701; m
E
Juan Le-Clerc (1657-1736): 1694; Pedro J. O
de Crousaz (1663-1748): 1712.
n
Andrés Rudiger (1673-173 1): 1704-9; Beni- E
to Jerónimo Feijoo (1676-1764); Juan Fran- a
cisco Budde (1677-1729): 1703; Juan Chr. n
Wolff (1679-1754): 1728.
Juan Teófilo Heineccius (168 1-1 74 1) : 1728; 3
O
Jorge Berkeley (1685-1753): l7lO/l3; Juan
Jorge Walch (1693-1775): 1721.
Francisco María Arouet (= Voltaire, 1694-
1778) : 1 760-64; Eduardo Corsini (1 702-
1765); David Hartley (1705-57).
Tomás Reid (17 10-96): 1785; David Hume
(1 7 1 1-76) : 1739; Andrés Piquer (1 7 1 1-72) :
1747; Antonio Genovesi (1 7 12-69) : 1766;
Dionisio Diderot (1 7 13-84) : 1751; Luis An-tonio
Verney (1713-92): 1748; Esteban
Bonnot de Condillac (1 7 15-80) : 1 769180;
Juan Le Rond D'Alembert (1717-83): 1758.
Máximo Mangold (1 722-97).
Imm. KANT (1724-1804): 1781187; Juan
Enrique Lambert (1728-77) : 1764; Antonio
Eximeno (1 729- 1808) : 1 789196.
G a s p a r M. de Jovellanos (1744-181 1):
179417; Francisco S o a v e (1743-1806):
1791.
1.7. TABLAD E GENERACIONES (continuación)
Generación I.D. Representantes del «estado» Representantes del «legado»
Vicente Bruzzetti (1777-1824).
Juan Bouvier (1783-1854): 1826.
Juan Díaz de Baeza (1784-1858): 1817;
Luis Taparelli d'Arezzo (1 793- 1862); Sera-fín
Sordi (1793-1865); Lorenzo Arrazola
(1 797- 1873) : 1828.
Pedro Fournier (1 802-55) : 1833154; Pedro
C. Roux-Lavergue (1 802-74) : 1847156; Jo-sé
Mendive (1803-1906): 1882; Francisco
Rothenflue (1805-69): 1862; Jacinto de
Ferrari (1805-74): 1851; Tomás Martí de
Eixalá (180718-67): 1841; L E Ó N XIII
(1810-1903); Mateo Liberatore (1810-92):
1840; Gaetano Sanseverino (18 1 1-65):
1862; José Kleutgen (181 1-83): 1860; Ma-rino
de Boylesve (1813-92): 1855.
José Fernández Cuevas ( 18 16-64) : 1856;
Jaime Balmes (1818-49): 184516; Giuseppe
Buscarini ( 18 19-72) : 1845; Salvador Ton-
- -- - - ---
giorgi ( 1820-65): 1861 ; Pietro Merighi
(1 820-1906) : inéd.; Juan María Cornoldi
(1 822-92) : 1872; Francesco Battaglini (1 823-
1892): 18%; Alberto Stock1 (1823-95):
1868; Pietro Tarino (1825-99) : 1862; Juan
Manuel Ortí y Lara (1826-1904): 1868.
Domingo Palmieri (1829- 1909): 1874; Nun-zio
Signoriello (183 1-89): 1854; Ceferino
González (1 83 1-95): 1868; Tomás María
Zigliara (1833-93): 1876; José-María Rey
y Heredia (1833-61): 1849; José Prisco
(1836-1923) : 1864; Tilmann Pesch (1836-
1899): 1896; Miguel de María (1836-1913):
1892; Constantino Gutberlet (1837-1928):
1882; Alberto Lepidi (1838-1922) : 1877;
Francisco Satolli (1 839- 19 10) : 1884; Santo
Schiffini (1 84 1-1 906) : 1886; Tomás Sucona
y Vallés (1841-1907): 1886; J. Van der Aa
(1843-p. 1906) : 1888; Vicente Remer
(1843-1910): 1895.
Juan José Urráburu (1844-1904): 1890;
Manuel Polo y Peyrolón (1846-1918): 1880;
Alberto Farges (1848-1926): 1898; Pío de
Mandato (1850-1914); D e s i r é Mercier
(1851-1926): 1891; Antonio Hernández y
Fajarnes (185 1-1909): 1906; Gastón Sortais
(1 852-1 926) : 1901; Benedicto Lorenzelli
(1853-1915): 1890; C. Willems (n. 1856):
1906.
Antonio-L. C. Destutt de Tracy (1754-1836):
1801 15; José Compagnoni (1754-1833);
Pedro Laromiguiere (1 756-1 837) : 181 5;
Pedro Juan J. Cabanis (1757-1808); Mel-chor
Gioia (1 767-1828): 1818-23.
J. G. F. HEGEL (1 770-183 1); Francisco-José
V. Broussais (1772-1 838); María José Dege-rando
(1772-1842): 1802; Rafael Zelli Ja-cobuzzi
(1 772-1 8 17); Félix José Reinoso
(1772-1841).
John Stuart Mil1 (1806-73): 1843.
Augustus De Morgan (1806-71): 1847.
George Boole (1 8 15-64) : 1847.
John Venn (1 834- 1923) : 1880; William
Stanley Jevons (1835-82): 1864; Hugh Mac
Col1 ( 1837-1909) : l877/S; Charles Sanders
Peirce (1839-1914): 1867170.
Ernst Schroder (1841-1912): 1877
Georg Cantor (1845-19 18) : 1883; Gottlob
Frege (1 848-1925) : 1879.
Giuseppe Peano (1 858-1 932) : 1892/08.
Juan Lottini (1860-1932): a. 191 1; Francois
Geny (1861-1937): 1912; Joseph ~ u ~ u s t eDa vid Hilbert (1862-1943): 1904.
Gredt (1863-1940): 1899; Joseph Frobes Alfred N. Whitehead (186 1-1947) : 1910.
1.7. TABLADE GENERACIONES (continuación)
Generación I.D. Representantes del «estado»
(1 866-1 947); Eduardo Hugon (1 867- 1929) :
1903; Joseph Donat (1868-1946): 1910;
Alberto Gómez Izquierdo (1870-1930):
1928; Paúl Geny (1871-1925): 1924; Mar-celo
del Niño Jesús (1873-1943): 1922.
Emilio Huidobro de la Iglesia (n. 1879):
1925; Amato Masnovo (1880-1955): 1940;
Jacques Maritain (1882-1973): 1933; Juan
Zaragüeta (n. 1883): 1947168; Carlos Bo-yer
(n. 1884): 1935; Manuel García Mo-rente
(1886-1942): 1947.
Enrique Collin (n. 1888): a. 1950.
Francisco Romero (1 89 1-1962): 1938; Re-gis
Jolivet (n. 1891): 1939; Joaquín Carre-ras
Artau (n. 1894): 1941; Augusto Brun-
- - - -- - - --
ner (n. 1894); Luis de Raeymaeker (n.
1895): a. 1934; Joseph de Vries (n. 1898).
Philotheus Boehner (1 90 1-55) : 1939; José
María Rubert Candau (n. 1901): 1943.
Inocencia M. BOCHENSK(nI . 1902): 19361
1956.
José María de Alejandro (n. 1910): 1970;
Augusto Pescador (n. 19 10): 1960; Domin-go
Casanovas (n. 19 10): 1939.
Leopoldo - Eulogio Palacios (1 9 12- 198 1) :
1944162; Adolfo Muñoz Alonso (n. 1915):
1947.
1956 F / h
Antonio Millán Puelles (n. 192 1) : 1955.
Vicente Muñoz Delgado (n. 1922): 19641
1974.
Representantes del «legado»
Federigo Enriques (1871-1946): 1922.
Bertrand Russe11 (1 872-1970): 1903/10.
George Edward Moore (1873-1958): 1922.
W. David Ross (n. 1877); ]un LUKASIEWIC~
(1878-1956): 1934157.
Luitzen Egbertus Jan Brouwer (n. 1881):
190718; Moritz Schlick (1 882-1945).
Slanislaw Lesniewski (1884-1939) : 191 1;
Lizzie Susan Stebbing (1 885-1943) : 1943; m
Tadeus Kotarbinsky (n. 1886): 1957; Tho- E ralf Scholem (1 887-1963) : 1920; Heinrich
Scholz (1884-1956): 1931. O
n -
=m
Ludwig WITTGENSTE(I1N8 89-1951): 1922; O
E
Ferdinand Gonseth (n. 1890). E
2
Rudolf Carnap (n. 1891): 1927; Hans Rei- E
chenbach (1891-1953).
3
Emil Post (n. 1897): 1921. O
Haskell Brooks Curry (n. 1900): 1930. g
Charles W. Morris (n. 1901): 1946164; n
E Juan David García Bacca (n. 1901): 193416. a
,,
n
Alonzo Church (n. 1903): 1932; Frank
Plumpton Ramsey (1903-30) : 1925. 3
O
Kurt Godel (n. 1906): 1930; Manuel Gra-nell
(n. 1906): 1949; Jacques Helbrand
(1908-3 1) : 1930; Willard van Orman Quine
(n. 1908): 1937140.
Gerhard GENTZEN(1 909-45): 1934.
Alfred J. Ayer (n. 1910): 1959.
John Langshaw Austin (191 1-60): 1961.
José Ferrater Mora (n. 1912): 1956157.
Chain Perelman (n. 1912): 1952.
Richard MONTAGU(E1 920-70).
Víctor Sánchez de Zavala (n. 1926): 19651
1977; Jorge Pérez Ballestar (n. 1926).
2. EL «LEGADO RENACENTISTAD Y LA LOGlCA
ESCOLASTICA DE TRANSICION
El primer «estado» de la Lógica Escolástica Postsumulista es lo
que hemos denominado «Lógica Escolástica de transición», e. d., la
producción lógica de las Escuelas que se extiende de 1550 a 1750,
aproximadamente; elaborada por las «generaciones dc 1536 a 1746~.
Su contenido y sistematización es resultado del diálogo mantenido
entre el «estado» de la Lógica Sumulista y el heterogéneo «legado
renacentiSta». Es ese «legado» lo que induce la reforma de las Súmu-las:
«Súmulas reformadas» de la segunda mitad del s. xvr e «Insti-tutiones
Dialecticae, vulgo Sunzrnulae» del XVII y primera mitad
del XVIII. Su estudio requiere el tratamiento conjunto del «estado»
que sufre la transformación («Lógica Sumulista»), el «legado» que la
determina («Legado renacentista~) y del nuevo «estado» que resulta
de dicha transformación («Lógica Escolástica de transición»). Del
primer punto nos hemos ocupado ya en otro lugar ", y es aquí menos
pertinente. Sólo los dos últimos merecen una consideración específica.
La literatura lógica sumulista, iniciada en el primer tercio del
s. XIII, tiene como núcleo de referencia a las «Suinmulae». Estas agru-paciones
de tratados lógicos eran el resultado de la aplicación de la
técnica académica del Comentario («cornmentum», «expositio», «glos-san
e «interpretatio») a las producciones literarias de los cuatro «le-gados
» que originaron la lógica de las Súmulas: legado «gramatical»,
«aristotélico-porfiriano~,« árabe» y amagárico-estoico» 8L.
En el transcurso de sus tres siglos de vigencia, las Súmulas sc
vieron sometidas a un complicado proceso de evolución que afectó
tanto a su contenido como a su sistematización. Ese proceso puede
resumirse en estas fases:
l." fase. Las primeras Súmulas son un conjunto de tratados bre-ves
e introductorios, con que los profesores de «Artes» iniciaban a
sus oyentes en el estudio de las obras del «Organon», recientemente
recobrado s3. En sus primeros tratados, no se proponían sustituir el
«legado aristotélico-porfiriano», sino prepararlos (en la Cátedra de
- " Vid. § 1.2 (C).
ES el tema de nuestra tesis doctoral. Cfr. nota 31.
" Vid. 1.2 (a)-(d).
83 Cfr. MuÑoz, 1954, 141 y 152-153; 1960, 492 y 527; 1961b, 424; 1963a,
44; 1964a, 37; 1965a, 4; etc.
Prima) para la comprensión del cuerpo lógico del Estagirita (explicado
en la Cátedra de Vísperas "). Así, por ej., los seis primeros de las
«Summulae Logicales» de Pedro Hispano -la obra más representa-tiva
de esta fase-; resultado de la aplicación de la técnica del co-mentario
a otros tantos tratados del «Organon». Pero, junto a éstos,
se añadía ya un 7." tratado («De proprietatibus terminorum») que
sintetizaba la tradición gramatical del «trivium». Eran, por tanto, las
Súmulas primitivas «una explicación breve, completa y ordenada de
todas y cada una de las partes de la doctrina» s5, que integraba los
legados aristotélico-porfiriano y gramatical.
2." fase. Estas Súmulas primitivas fueron «leídas» y comentadas,
en las Facultades de Artes, por representantes de las tres «vias» o
escuelas: albertista-tomista, escotista y nominal. Entre otros muchos,
Juan Buridán, Juan Versor, Juan de Magistris, Jorge de Bruselas, etc.
De la síntesis (parcialmente liberada del texto primitivo) de estos
comentarios nacieron otras Súmulas, caracterizadas por la purga de
los elementos no-formales. Se suprimen en ellas aquellos tratados de
las primitivas que entrañaban desarrollos metafísicos y/o epistemoló-gicos:
«De praedicabilibus», «De praedicamentis» y, parcialmente,
«De demonstrationibus» (correspondiente este último a los ~Analytica
Posteriora~)" . Se mantienen los tratadillos del 7." de Pedro Hispano
(«De proprietatibus terminorum»), a los que, como prólogo obligado,
se añade el «De terminis». Ese conjunto de tratados no-aristotélicos,
denominado «Parvulus Antiquorum», se complementa con algunos
otros procedentes del legado megárico-estoico («Parvulus moderno-rum
»): «De consequentiis», «De obligationibus», «De insolubilibus»,
etcétera.
3." fase. Los tratados no elididos de las Súmulas primitivas se
someten a un proceso de incremento y resistematización, ampliamente
promocionado desde el legado megárico-estoico. De este modo, el
material derivado del «Perihermeneias» y de los «Analytica Priora»
da origen, respectivamente, a los extensos tratados «De propositioni-bus
» y «De syllogismis (cathegoricis)» 87. El tratado sumulista «De
locis dyalecticis» -derivado de los «Topica»- se reduce parcial-mente,
pasando el resto a integrar los nuevos tratados «De consequen-tiis
» y «De obligationibus»; y el «De fallaciis» -procedente del «De
sophisticis elenchis»- sufre un desplazamiento hacia el nuevo tratado
Cfr. MuÑoz, 1965a, 4.
MUÑOZ, 1954, 141.
MUÑOZ, 1960, 492.
Cfr. MuÑoz, 1964a, 111.
«De sophismatibus» y otros menores («De sensu composito el diviso»,
etcétera).
4." fase. Todo este material «sumado» en las fases anteriores,
sólo parcialmente sistematizado, se somete a un esquema de ordena-ción
independiente del orden de los tratados del «Organon». El orden
de los tratados en el cuerpo lógico de Aristóteles, que venía siendo
exigido por las necesidades del Comentario, queda superado; sustituido
por otro más formal y sistemático. La teoría de las «consequentiae»
se erige ahora como núcleo de organización de todo el material lógico
almacenado. La que hoy denominamos «lógica proposicional» se toma
como fundamento de la Silogística asertórica y modal. El resultado
son unas «Sumas de Lógica» que tanto por su estructura como por
su función distan mucho de las primitivas del s. XIII. No se trata ya
de compendios e introducciones, sino de auténticos sustitutos del
cuerpo lógico aristotélico-porfiriano La Cátedra de Prima -llamada
ya «de Súmulas»- adquiere ahora predominio y relativa indepen-dencia
sobre la Cátedra de Vísperas. Algunas de esas «Sumas» superan
en extensión al legado aristotélico
5." fase. El volumen de las nuevas Sumas del XIV era tal que se
hacía necesaria una desmembración y estudio separado para sus dis-tintas
secciones y tratados; y éste fue el quehacer de la producción
sumulística realizada entre los años 1490 y 1550. Los distintos tratados
se desgajan de las Sumas y crecen en extensión, profundidad y siste-matización
interna. Aparecen asimismo nuevas síntesis en que se
complementan unitariamente distintos desarrollos de un mismo tratado
(«Summa oppositionum», «Sumrna exponibilium», «Summa syllogis-morum
», etc.). El «Corpus sumulista» llega así a su mayor esplendor.
Pero los tratados desgajados de las Sumas («De oppositionibus», «De
sensu composito et diviso», «De syllogismis», etc.), tan minuciosamente
organizados en la «Escuela hispano-escocesa» por Gaspar Lax y otros
colosos de la generación de 1506 y 1521, no llegaron nunca a inte-garse
en nueva síntesis ' O .
Vid. MUÑOZ, 1961b, 431.
Cfr. MUÑOZ, 1961b, 427. Expresivo es, cn este sentido, el título asignado
por Ockham a su obra mayor: Sumnza (totius) Logicne. Monumental, la Logic~l
Magna, de Pablo N. de Venecia. En estos y otros casos desaparece el dimi-nutivo
«Summulae» y se reafirma expresamente el carácter autosuficiente de
las nuevas síntesis lógicas.
90 Inaceptables son los juicios que esta lógica hispano-portuguesa de la pri-mera
mita1 del xvr merece al P. Ramón Ceñal -que sigue bajo el pensamiento
inercia1 de M. Pelayo, K. Prantl, M. Solana y W. Risse-: «Punto de partida,
A mediados del x v ~ ,lo s aires de reforma importados por el Rena-cimiento
penetran decididamente en las Escuelas. Alcalá y Salamanca
(últimos baluartes de la Sumulística en España) ceden a la insoslayable
reforma pedagógica. El nivel obtenido en las Súmulas del primer
tercio del XVI era -tanto en extensión como en profundidad- in-accesible
para los jóvenes que cursaban el primer año de Artes. Pesaba,
por otra parte, el alegado renacentista», con su concepción retoricista
de la Lógica y su manifiesto aristotelista. La síntesis del material lógico
almacenado en la 5." fase se hizo imposible. En su lugar, éstas y otras
circunstancias históricas determinaron una vuelta a las Súmulas pri-mitivas;
más abreviadas y accesibles a los estudiantes de las Facul-tades
de Artes.
La 6." fase -que debiera haber sido de síntesis- fue la prime-ra
de la decadencia, puesto que ni las «Súmulas reformadas» ni las
«Institutiones» supieron sistematizar el rico material de las prime-ras
generaciones del XVI. Una vez más en la Historia del pensamiento,
la «ciencia académica» (por los imperativos pedagógicos) impidió el
desarrollo de la ciencia de la Lógica.
2.2. EL LEGADO RENACENTISTA
Con el Renacimiento 91 advino un profundo cambio en los métodos
de instrucción de las universidades. Las universidades medievales es-en
los albores del s. XVI, es el terminismo de los españoles y portugueses,
discípulos o maestros en la Universidad de París o directamente influenciados
por este magisterio. Su labor se reduce las más de las veces a la glosa o
paráfrasis de las 'Summulae' y 'Parva logicalia' de Pedro Hispano» (CEÑAL,
1972, 281). Ramón Ceñal no cita en su estudio las investigaciones históricas de
Vicente Muñoz; que es, sin duda, el historiador más dedicado a ese período.
9' Para un más detenido estudio del «legado renacentistan son de obligada
consulta, entre otros: Marie BOAS: The Scientific Renaissance 1450-1630, Lon-dres,
1926; H. B. BUTTERFIELDTh: e Origins of Modern Science, Londres, 1949;
M. D. CHENU: AUX origines de la science moderne. «Revue des Sciences Philo-sophiques
et Théologiques», 29 (1940); G. N. CLARKE: Early Modern Europe
from about 1450 fo about 1720, Londres, 1957; E. GARIN: Medioevo e Rinas-cimeizto,
Bari, 1954; Gli umanisti e la scienza. «Riv. di Filos.», 52 (1961);
La cultura filosofica del Rinascimento italiano, Florencia, 1961; N. W. GILBERT:
Rinaissance Concepts of Mefhods, Nueva York, 1960; A. R. HALL: The Scien-tific
Revolution 1500-1800, Londres, 1954; A. KOYRÉ: Les origines de la science
moderne, Diogene, 16 (1956); P. O. KRISTELLER: Studies in Renaissance
Thought and Letters, Roma, 1956; La tradizione aristotelica nel Rinascimento,
Padova, 1962; Le thomisme et la pensée italienne de la Renaissance, París,
1965; P. O. KRISTELLER& J. H. RANDALLS: tudy of Renaissance philosophy.
«J. Hist. of Ideas*, 2 (1941); B. NARDI: Saggi sull'aristotelismo padovano da1
secolo XIV al XVZ, Firenze, 1958; A. POPPI: Introduzione all'Aristotelismo
padovano, Padova, 1970; P. RAGNISCO: Nicoletto Vernia (1420-1499). Studi
taban ligadas a una cultura adquirida, desarrollada y propagada por
medios orales-auditivos ", de propósitos exegéticos y apologéticos " y
funcionalizada hacia los estudios teológicos. La «lectio/disputatio»,
la «auctoritas/ratio», eran sus instrumentos de producción intelec-tual
g'. Los nuevos métodos del mundo renacentista se encaminaban,
por su parte, hacia una cultura adquirida, desarrollada y propagada
por medios visuales g5, de propósitos filológicos y estilísticos " y fun-cionalizada
hacia un Humanismo no siempre cristiano ". La «lectio»
Storici sulla fiiosofia padovana nella seconda meta del sec. XV, Vcnezia, 1891;
J. H. RANDALLT: he School of Padue and the Emergente of Modern Science,
Padua, 1961; C. B. SCHMITT: A Critica1 Survey and Ribliography of Sfudies
on Renaissance Aristofelianism (1958-69), Padova, 1971; C. VASOLI: La dialet-tica
e la reforica dell'Umanesimo: «invenzione» e «metodo» nella cultura
del XV e XVI secolo, Milano, 1968; H. WEISINGERT: he idea of the Remis-sance
and the rise of inodern science, Lychnos, 194617; P. D. WIGHTMAN:
Science and the Renaissance, Aberdeen, 1962; Samuel HOWELWL ILBUR:L ogik
nnd Rhetoric in England (1500-1700), Princeton Univ. Press, 1956.
92 El maestro regente era degensn, y los discípulos los «audientes». La gran
escasez de manuscritos hacía que los contenidos doctrinales se adquirieran
por el oído y se fijaran en la memoria auditiva. El dictado de las dectiones~
-tan reiteradamente censurado en los estatutos universitarios- desempeñaba
sólo una función mnemotécnico-ortopédica. En este ambiente se explica el des-arrollo
de las doctrinas. «Texto» y «glossa» se superponen en la línea auditiva
degens-audiens~. Surgen las «pecciae» y se suman en los «reportata». El libro
(«Summa») no es un medio, sino un producto de la enseñanza. Los escolares
no lo llevan a las «lectiones», sino que lo construyen en ellas («aula-scriptorium»).
Oral es también la «disputatio».
93 Exégesis de los «textos» leídos en las ~auctoritatesv (Aristóteles, P. His-pano,
Donato, Prisciano). Apologética de las posturas defendidas en la «Dispu-tatio~.
Trasunto teológico de la explicación de la Sagrada Escritura, y de la
defensa de los dogmas contra las interpretaciones y posturas hetcrodoxas.
94 La dection, más relacionada con la «auctoritas»; la «disputatio», con
mayor participación de la «ratio». De la «lectio» surge el Comentario («glossa»,
«commentum», «explicatio», ((interpretation), pero también el planteamiento de
las «quaestiones»; posteriormente resueltas en el ejercicio de la «Disputatio»
y expresadas en una literatura específica («Quaestiones»).
95 La difusión de la Imprenta da al traste con los medios orales-auditivos.
Ei alumno no es ya el «audiens», sino tan «legens» como el maestro. Los Libros
(incunables) dejan poco a poco de ser los productos de las aulas (cfr. nota 92).
Los discípulos se sienten menos ligados al «maestro» y más a la lectura indi-vidual
y libre examen de las doctrinas.
96 La Filología sustituye a la Exégesis o comentario del «sensus». La estilís-tica
y la retórica inducen la apologética de la «littera» (Ciceronianismo, etc.).
" Parece que los humanistas más influyentes fueron los vertidos hacia un
naturalismo pagano que centraba la existencia humana en lo inmediato. Bocac-cio
( i 1375), Poggio (1i4 59) y Pomponio Leto (i 1498) pueden servir de ejemplo.
Cfr. William T. KANE: An Essay towards a History of Education, Chicago
(Loyola Univ. Press), 1935, pp. 191-195. Por este camino, los estudios de Artes
se van independizando paulatinamente de los teológicos.
pierde su peculiar carácter colectivo, y se individualiza ". La «dispu-tatio
» se hace «diálogo» '! La penetración medieval en el «sensus»
del texto autorizado lW -realizada en la exégesis («interpretatio»,
«glossa», «commentum», «expositio»)--, que había dado origen a la
literatura específica de las Sumas y Súmulas, se sustituye ahora por
el moroso y placentero detenimiento en el esplendor de la «littera»;
de tal modo que la visión medieval del texto es una «visión a través»
(más allá de la «littera», como forma), mientras que la visión rena-centista
es una «visión en» la forma de esa letra. La pedagogía esco-lástica
medieval atendía casi exclusivamente a la formación intelectual
de los escolares («audientes»). El ideal pedagógico renacentista trata
de desarrollar otros niveles de la personalidad: voluntad, afectividad,
imaginación y sensibilidad estética. Echa sus raíces en el placer de las
superficies, de las formas gramaticales y estilísticas. La aauctoritasn
doctrinal (del «sensus») se sustituye casi exclusivamente por la de
la forma (de la «littera»). De ahí que se aduzca como modelo de
formación la «literatura» de los clásicos latinos y griegos e insista en
los valores estilísticos del Lenguaje.
Este cambio en los métodos de instiucción obedecía a dos motiva-ciones
de distinta índole. Por un lado, las transformaciones sociocul-turales:
recuperación de la literatura grecolatina, revaloración de los
La ideología protestante se enfrentó de lleno al método escolástico de la
«lectio»; ligado siempre a la «auctoritas». Frente al universalismo católico,
el individualismo se expresa en la tesis de la libre interpretación del Texto
sagrado y, consiguientemente, en la lucha contra la apologética unificadora
de Roma. Malamente podían admitir los Reformadores el método de la inter-pretación
única y común del texto (Aristóteles, P. Hispano, etc.). Pero no es
ésta la causa radical del cambio metodológico, sino el tránsito del medio «oral-auditivo*
(unificador, colectivizador) al medio «visual» de la lectura privada
(disgregador, individualizador). No obstante, «acaso, de no venir el Protestan-tismo,
hubiéramos visto una compenetración y armonía más completa, aunque
más lenta, del Humanismo y la Escolástica» (Ricardo GARCÍA VILLOSLADA:
La Universidad de París durante los estudios de Francisco de Vitoria. Roma,
1938, p. 7).
yy La gran reforma pedagógica introducida por los Humanistas fue sustituir
la disputa oral («disputatio») por la composición escrita («compositio»), como
ejercicio académico. Del diálogo lógico medieval se pasa a los «Diálogos»
escritos; que, más que una transformación de un mismo género, representaron
la tergiversación del uso de la «ratio». Porque el «debate» medieval era, ante
todo, enfrentamiento de posturas y con ganancia imprevisible; mientras que
el «diálogo» renacentista es el resultado de un ponerse una única persona
(el «autor») en el caso fingido de dos que desacuerdan. Lo que allí era auten-ticidad
es ahora sólo «literatura»: «monodiálogos» (Unamuno).
lW Texto «auctorizado» es el texto de los «auctores» y de las «auctoritates».
Pero «autor» y «autoridad» son dos interpretaciones de la misma raíz. Texto
«auctorizado» es texto «sumado», filiado a varios productores; cuando menos
en las «Summulae».
estudios gramaticales, elaboración de nuevas ciencias (Paleografía,
Filología, etc.), multiplicación y crecimiento de las bibliotecas, difusión
de la Imprenta, creación de nuevas universidades, etc. lo' Por otro
conducto -el más «renacentista», por cierto-, con las obras de
Manuel Chrysoloras (Y 1415) '" y Eneas Silvio Piccolomini (Pío 11,
? 1464) 'O3, la «paideia» platónica asume el papel de modelo para la
educación del niño.
Lejos ya del ideal universalizador («católico») del Medievo, el
ideal de los humanistas (Erasmo, Vergerio, Eneas Silvio) apuntaba
casi exclusivamente a la enseñanza de las clases superiores, príncipes
y nobles. Promovía una cultura de minorías; individualista en sus
destinatarios y en sus métodos de adquisición (lectura privada). El
Latín, lengua común en la cultura medieval, sólo se conserva como
objeto de estudio -lengua «muerta»-, más que como medio de
adquisición del saber lo'; y tiende a ser sustituido por las lenguas ro-mances
nacionales.
Pero, más allá de estos rasgos comunes (aunque fundamentales),
el Renacimiento y la «Lógica renacentista» es plural en su contenido
y propósitos. Por este motivo, cuando nos servimos de la expresión
«legado renacentista» somos conscientes de la heterogeneidad que en-traña
su campo de denotación. No obstante, encuentra sentido su uso
con referencia a ese amplio movimiento doctrinal que condicionó la
evolución de la Lógica en las Escuelas, al truncar el natural desarrollo
de las Súmulas e inducir sus sucesivas reformas.
La heterogeneidad de este «legado» puede resolverse provisional
y operativamente si lo desmembramos en tres direcciones fundamen-tales,
aunque no incomunicadas: el «Retoricismo ciceronianista», el
nuevo «Aristotelismo» y el cAntiaristotelismo ramista» lo" En las tres
'O1 Los sistemas pedagógicos varían con las condiciones de tiempo y lugar,
y están en correlación con los sistemas y subsistemas socioculturales. Cfr. Fer-nando
AZEVEDOS: ociología de la educación. México, 1969, pp. 16-44. «No es
posible, pues, comprender un 'sistema pedagógico' sino a la luz del conjunto
social que le dio origen ..., en cuyas formas de estructura ... se deben buscar
los caracteres constitutivos y las causas determinantes ... » (op. cit., p. 199).
'O2 Chrysoloras realizó en Pavía, hacia 1400, una traducción de la «Repú-blica
» de Platón; muy difundida por Plethon (t 1452), promotor de la Academia
Platónica de villa Careggi (Marsilio Ficino).
'm Su «De liberorum educationen (1450) fue decisivo para la reforma peda-gógica
de los estudios de la Fac. de Artes.
'M En la E. Media, el Latín servía para transmitirladquirir la cultura. Con
€1 Renacimiento humanista, deja de ser instrumento y asume el papel de objetivo
cultural.
'" W. Risse distingue entre «La lógica retoricista de los ciceronianos», la
«aristotélico-humanista» (Aristotelismo crítico) y la «dialéctica ramista» (cfr. no-ta
14).
direcciones domina el Criticismo 'OG, y sólo la primera introduce en la
Lógica un nuevo punto de vista: el desplazamiento de la inferencia
como núcleo de organización (3." operación de la mente) y su susti-tución
por la «inventio-judicium» (2." operación); actitud que sería
reasumida por los metodologicistas de la Filosofía Moderna.
Puesto que no pretendemos estudiar aquí esa «lógica renacentista»,
sino mostrar su influjo en el desarrollo de la lógica de las Escuelas,
bastará atender a los determinantes que lo condicionaron. Esquemá-ticamente
los dividiremos en «negativos» (destructivos) y «positivos»
(constructivos). Atendiendo a sus repercusiones, veremos que fueron
más eficientes los primeros que los segundos.
2.2.1. Determinantes negafivos. La critica
de la Lógica Sumulista
En su estudio sobre Luis Vives, decía A. Bonilla que «Si hay una
filosofía renaciente, mejor dicho, si hay un carácter general que dis-tinga
a los filósofos del Renacimiento, ese carácter y esa filosofía son
el criticismo» 'O7; es decir, su enfrentamiento radical con los modos
de filosofar del Medievo. Pues bien, en lo que a la Lógica se refiere,
ese criticismo se promueve desde los dos ideales en que confluyen
las transformaciones socioculturales anteriormente señaladas: la aten-ción
al estilo del lenguaje y la reforma pedagógica. Por aquél se ex-plican
las críticas al lenguaje latino de las Súmulas (nada concorde
con el clasicismo ciceronianista). Por éste, los ataques al contenido
-preferentemente a los «Parva Logicalia».
A) El Ciceronianismo y la critica del lenguaje sumulista
El ideal de las «bellas letras» fue el gran motor del Humanismo;
más apegado, como veíamos, a la forma externa del lenguaje («littera»)
que a su contenido («sensus»); y Cicerón fue su principal modelo.
Bien distinto había sido el propósito de los sumulistas. Se servían en
'O6 Como señaló Marcial Solana, dos caracteres distintivos de la Filosofía
renaciente son tres: la crítica de las doctrinas filosóficas que imperaban al
surgir el Renacimiento; el afán de construir una nueva doctrina filosófica que
sustituyera a la que a la sazón dominaba, y que estuviera inspirada en la
Filosofía clásica; y un criterio de libertad intelectual omnímoda al verificar
aquella crítica y esta nueva construcción. Como se ve, el punto de partida y,
por lo tanto, la base de la Filosofía renaciente es el espíritu crítico» (SOLANA,
1941, 1, 11). Vid. nota 107.
'O7 Citado por SOLANA1,9 41, 1, p. 11.
sus «obras» lo' de un Latín coloquial, funcional y «vivo» que se había
creado una terminología y sintaxis idóneas para el rigor expresivo del
contenido doctrinal lo" por lo mismo, ajena a las preocupaciones esti-lística~
y libre del servilismo mimético del lenguaje de Cicerón.
Francesco Petrarca ("f374) atacaba ya el «verbosismo» de los
dialécticos de su época 'lo, propugnando la vuelta a Aristóteles y Ci-cerón
"l. Leonardo Bruni de Arezzo ("f444) 11" Angel Ambrogini
'O8 Entrecomillamos la palabra por razón de la gran polisemia que entraña,
al ser aplicada indistintamente a los mundos medieval y «moderno». Los pro-ductos
medievales («obras») lo son del lenguaje oral y en él se consun~aban.
Sólo circunstancialmente -como recurso ortopédico para la memoria (cfr. no-ta
92)- eran trasladados al pergamino o al papel. Los productos renacen-tistas,
por el contrario, se gestaban en el seno del lenguaje escrito y estaban
hechos «para el ojo»; mejor detector de la forma de la «littera». Hemos de
señalar, no obstante, que el tránsito de una a otra concepción no es brusco.
Los primeros incunables se limitan a sustituir la letra manuscrita por la im-presa.
El «Libro», podemos decir, es un concepto «moderno», tanto en su
textura como en sus propósitos.
'O9 «Lo que más hería a los humanistas era el latín inculto y bárbaro» que
hablaban en la Univ. de París «estudiantes de las más diversas lenguas, cada
uno con su 'argot' peculiar ..., al que dieron en llamar 'lengua parisiense'~
(Ricardo GARC~VAIL LOSLADoAp,. cit., p. 81). En su lugar, los humanistas pro-ponen
un latín «clásico», separado de la vida real, privilegiado para la comu-nicación
de la clase «letrada»; una Lengua que forzosamente había de para-lizar
la atención de los usuarios en la «littera» (función poético-literaria),
distrayéndola del «sensus» (función referencial).
"O En su «De remediis utriusque fortunae* se queja de la locuacidad vacía
de los dialécticos: c . . . hodie, quod indignans dico, sacrum nomen (theologiae)
profani et loquaces dialectici deshonestant, quod nisi sic esset, non haec tanta
tam subito pululasset seges inutilium magistrorum. Philosophi ... ad verbosam
nudamque dialecticam sunt redacti» (1, Diál. 46). Critica, asimismo, las sofis-terías
de esos lógicos: ~Respice hos, qui in altercationibus et cavillationibus
sophisticis totum vitae tempus expendunt seque inanibus semper quaestiunculis
exagitant. (...). Vivat ergo dialecticus tuus et cornutis semper effluat syllogis-mis,
... P (Epist. farn., 1, 1). Petrarca es consciente de la diferencia existente
entre esa «nueva lógica» y la de Aristóteles: «O doctrinam novam et exoticam
ipsique, cuius nomen infamant, Aristoteli incognitamn (Epist. fam., 1, 6).
«In hac tanta scientiae inopia, ubi implumes alas vento aperit humana superbia,
quam frequentes et quam duri scopuli, quot quaque ridiculae philosophantium
vanitates, quanta oppositionum contrarietas, quanta pertinacia, quanta protervia,
qui sectarum numerus, quae differentiae.. ., quanta rerum ambiguitas, quae
verborum prolixitas, quae profundae quamque inaccesibiles veri latebrae, quod
insidii sophistarum ... » (De suipsius et multorum aliorum ignorantia) (cit. FRAILE,
1966, 32, notas).
"' M.. . redeat et Plato, . . . reviviscat Aristoteles, . . . reflorescat Ciceron (Epist.
fam., 1, 1).
"' En su «Libellus de disputationum exercitationisque studiorum usu» (1401)
escribía: «Quid autem de dialectica, quae una ars ad disputandum pernecessaria
est. An ea florens regnum obtinet neque ignorantiae bello calamitatem ullam
Poliziano ( t 1494) "" ridiculizarían el latín «decadente» de los sumu-listas
del XIV: Walter Burleigh (1- p. 1343), G. de Ockham ( t 1349/50),
Ricardo Swineshead (7 h. 1355), Radulfo Strodo ( t 1370), Ricardo
Ferabrich (? h. 1370) y Guillermo Heytesbury ( i h. 1380). Lorenzo
Valla (t 1457) había herido de muerte al latín escolar con la publi-cación
de sus «Elegantiae latini sermonis» l14.
Un segundo grupo de críticas tienen como destinatarios a los su-mulistas
del Colegio parisino de Monteagudo; promovidas, en su ma-yoría,
por españoles más versados en Gramática que en Lógica for-mal
"5. Fernando Alonso de Herrera ( t 1527) sostiene que «Los maes-tros
en artes ... no tienen buen fundamento, porque no aprendieron
la poetización, sino tan sólo a Pedro Hispano y los 'parva logica-lia'.
. . » l16. Otro humanista español, Alfonso García de Matamoros
-profesor de Retórica en Alcalá (1558)- rechaza el lenguaje de
Gaspar Lax (1- 1560), Fernando de Enzinas (? h. 1528), los hermanos
Antonio y Luis Núñez Coronel (t h. 1521 y 153 1)' Juan Dolz del Cas-tellar
(? h. 1550)' Jerónimo Pardo (? 1502), Rodrigo de Cueto
(7 p. 1523), Juan Dullaert de Gante (? 1513) y Jacobo de Nave-ros
(? p. 1538) 'l7.
perpessa est? Minime vero; nam etiam illa barbara, quae trans oceanum habitat,
in illam impetum facit. At quae gentes, dii boni! quorum etiam nomina per-borresco:
Ferabrich, Tysber, Ocham, Suisset, aliique huiusmodi, qui omnes
mihi ad Rhadamantis cohorte traxisse cognomina videntur. (...). Ubi sunt
M. Varronis libri ... ? ... ubi Ciceronis complura volumina? O miseram atque
inopem conditionem horum temporum ... » (Edic. de Feuerlin: Nürenberg, 1734,
26 y 29; cita FRAILE, 1966, 48-49, n. 3).
«Si ex me quaeratis, qui mihi praeceptores in peripateticorum fuerunt
scholis, strues vobis monstrare librarias potero, ubi Theophrastos, Alexandros,
Themistios, Ammonios, Simplicios, Philoponos, aliosque praeterea ex Aristotelis
familia numerabitis; quorum nunc in locum, si diis placet, Burleus, Herveus,
Occan, Tisberus, Entisberus, Strodusque succedunt» (Opera Omnia. Basilea,
1553, p. 529; cita FRAILE, 1966, p. 49, n. 4).
11' Publicada en 1444, indujo de tal modo al servilismo ciceroniano que las
expresiones (palabras y frases) no «autorizadas» por el escritor romano quedaban
normativamente rechazadas. Cfr. J. BURKHARTT:h e Civilization of the Renais-sume
in Italy, New York, Macmillan, 1904, pp. 252-256. El nuevo Latín se
convierte en recurso virtuosista y de ostentación. Pietro Bembo (t 1547) y Jacobo
Sandoleto (t 1547) se amoldarían a estas elegancias ciceronianas en la redacción
de los documentos de la cancillería papal, y los Papas (León X y Pablo 111)
propugnaron por todos los medios su introducción en las universidades.
Cfr. MuÑoz, 196713, 202.
116 Disputa de ocho levadas contra Aristótil y sus secuaces (Salamanca, 1517);
Edic. de A. Bonilla, 1920, p. 111 (cfr. MuÑoz, 1964a, pp. 199-200).
11' «Tum Gaspar Lax, Ferdinandus Enzinas, duo fratres Coroneli, Joannes
Dolzius, Hieronimus Pardus, Coetus, Dulartus, Naverus, aliique quamplurimi
temporibus eisdem, docere se profitebantur, arrogantibus sane verbis, vertere
in candida nigrum, et coelum nummovenales exhibere, et quibus respondere
Dentro de este segundo grupo de críticas, las más duras y de mayor
aceptación histórica fueron esgrimidas por Juan Luis Vives (1492-
1540). Basándose en la dialéctica retorizada de Cicerón y Quintiliano,
a quienes menciona constantemente 'lg, arremete contra el latín de las
Súmulas en sus dos obras críticas fundamentales: «In Pseudo-Dialec-ticos
» (= «Epistola Joanni Forti suo») y «De causis corruptarum ar-tium,
lib. III» l"'. El objetivo fundamental de la primera es Pedro
Hispano; a quien hace reo de la corrupción lingüística de los «Parva
Logicalia~, por su introducción del 7." tratado (no aristotélico) 12'.
Una referencia a la dialéctica de sus maestros de Monteagudo, Gaspar
Lax y Juan Dullaert lZ2, y otra conjunta a Juan Duns Scoto, Ockham,
non possent, praestigiis cum Davo iudirari, rem sane veris disciplinis perilitio-sam,
quam non aliter onhiberi posse video (nam regnat adhuc in multis Hispa-niae
locis), quam severitate invistissimi Caesaris, quod Franciscus Galliarum
Rex importunissimis barbaris Liitetia pulsis, magna cum laude, et Gallici nomi-nis,
et maiori studiorum utilitate nostris temporibus fecitn (Opera Omnin.
Madrid, 1769, p. 42; cita BONILLA1, 929, 111, p. 20, nota 1g2).
Si la obra de Matamoros fue, según dice M. Pelayo, «el himno triunfal
del Renacimiento español», entonces éste queda suficientemente evaluado con
ella.
118 Las críticas vivistas fueron constantemente rememoradas por los historia-dores
de la Lógica, «modernos» e «ilustrados». Baste mencionar, entre otros,
a Melchor Cano (De locis theologicis, lib. X , cap. IX; edic. de Salamanca, 1563,
p. 317, col. l), Pedro Gassendi, Luis Antonio Verney ($ 1792) y Andrés Piquer
(5 1772). Cfr. I~QUIERLI1O97, 9, 5 2, nota 19; 5 3, y nota 65. Como señalaba el
P. García Villoslada, «Desde los humanistas del Cuatrocientos hasta los de
nuestros días, no han faltado quienes abominen.. . de los embrollos terministas
y de las mil cuestiones baladíes y ridículas que sofocan los tratados de la
Escolástica decadente)) (op. cit., p. 201).
'19 Abundan también las referencias a Aristóteles, Boecio, Apuleyo, Mar-ciano
Capella y el Pseudo-Agustín.
12' Citamos por la edic. de Gregorio Mayáns y Siscar de las Opera Omnin
(Valentiae Edetanorum, in Officina Benedicti Monfort): In Pseudo-dialecticos,
t. 111 (1782), pp. 37-67; De causis corruptarum artium, t. VI (1785), lib. 111,
pp. 110-SS. La Epistola es cronológicamente anterior; ya que se cita en el De
causis: e . . . de quo fuse disputavi in Epistola ad Joannem Fortem» (p. 142).
12' «Verum ego a Petro isto Hispano, quamlibet nostrati, seu ab eo qui nobis
hanc tam elegantem dialecticam peperit (nam sunt qui putent haec primum in
Britannia aut Hybernia orta, deinde Parisiis alita atque aucta) ab illo agitur,
quisquis tandem fuit, pervelim audire, Lcur cum ipse suppositiones, et exposi-tiones
illarum enuntiationum, atque horum similia, quae traduntur in parum
//léase 'Parvis'// logicalibus, nunquam a Boetio acceperit, Aristoteles ipse non
praecipiat, tam impudenter illa confinxerint, et praescripserit sensus enuntiatio-num
contra rationem omnem sermonis latini, quem nec primis, ut dicunt, labris
gustarat, nec summis olfecerat naribus?)) (Opera, 111, p. 52). Cfr. op. cit., pá-ginas
49 y 53.
12' O p cit., p. 47.
Pablo N. de Venecia, Heytesbury, Gregorio de Rimini, Swineshead y
Adam Godam lZ3, totalizan los sumulistas expresamente mencionados.
He aquí algunas muestras de esas primeras críticas lingüísticas:
«¿Tum dialecticam quis non videt scientiam esse de
serrnone? ... ¿jam de quo quaeso sermone est ista vestra
dialectica? ¿De Gallico-ne an de Hispano? ¿an de Gothico?
¿an de Vandalico? Nam de Latino certe non est; dialecticus
enim iis uti debet verbis, iis enuntiationibus, quas nemo
non intelligat qui sciat linguam illam, qua is loquitur, velut
Latinam, si latine se dialecticus profitetur disserere, . . . ;
at isti non dico non intelliguntur a doctissimis latine, cum
se latine dicant loqui, sed interdum ne ab hominibus qui-dem
eiusdem farinae, seu ejusdem potius sursuris~lS4 .
«Mira profecto istorum dialectica, cujus sermonem, quem
ipsi latinum esse volunt, Cicero, si nunc resurgeret, non
intelligeret; » (op. cit., p. 41).
«Verum isti qui sophistae nominantur, quoniam ingenium
eis deest, et eruditio, . . . idque vulgaribus notisque voca-bulis
atque orationibus, quibus unusquisque uti debet tam-quam
numis quipus publica forma est, quod erat verum
dialectici munus, confinxerunt ipsi sibi nescio quos voca-bulorum
significatus, contra omnem hominum consuetu-dinem
et usum, ut tunc vicisse videantur, cum non intelli-guntur
» (loc. cit., p. 42).
«... at hunc abs quibus auctoribus petunt homines ig-nari?
Non a Cicerone, non a Quintiliano, non etiam a
Boetio, hominibus latinis, quibus credi latinis in rebus
oportet, sed a Petro Hispano, seu si quis fuit alius ante
ipsum; nam de hoc parum video constare, qui confinxit
eis suppositiones, . . .» (op. cit., p. 49).
En la segunda obra -escrita cuando estaba ya arraigado el renacer
ciceroniano- las críticas de Vives se hacen más incisivas y sarcás-ticas.
Tan sólo un inusitado respeto para Lax, maestro preferido a
quien aquí no menciona entre los «sofistas» degenerados de Monte-lZ3
Op. cit., p. 56.
'" Op. cit., p. 40.
agudo 12'; Colegio al que iban destinadas inmediatamente las críticas
de su Epístola lZ6:
<<...; sed hoc tempore l"', renato sermone lafino, et ve1
pueris jam proprietatem linguae Latinae intelligentibus l'',
facilior erit eorum confutatio, quae ex prave cognita lingua
fuerunt corrupta. Dicunt: 'usum populo concedentes, scien-tiam
nobis reservamus'; et duos faciunt sensus, bonum,
et rigorem; ¿quid est rigor aliud ab eorurn sensum, quam
exacta quaedam loquendi ratio? ¿At eam ex quibus pete-mus,
nisi ex iis qui exactissime quamque linguam tenent,
non ex iis qui sunt ejus inscientissimi? In Latina ex Cice-rone,
Plinio, Seneca, Varrone; non Petro Hispano, aut
Gulielmo Hentisbarb IZQ.
Incapaz de distinguir -cuando menos en sus críticas- entre la
corrección lingüístico-estilística (referida en su actitud a un Autor-
12' «Sed venio jam ad amicos meos, recentes, ut ipsi vocant 'sophistas', in
quos tamquam in navis sentinam omnia hujus ariis vitia confluxerunt, et Aris-totelis,
et priorum, et longe plura, et foetidiora, quae ipsi de suo adjecerunt;
itaque quae in antiquis reprovabi, ea supersedebo hic recensere; tantum ea
consectabor, quae sunt recentiorum propria . . . S (De causis corr. art., lib. 3.O,
cap. 5.0; Opera, VI, p. 130). Las citas de sumulistas se distribuyen en esta obra
(libro 3.O) del siguiente modo: Pedro de Mantua (cap. 5.0, p. 137; c. 6.",
pp. 138, 140 y 146; c. 7.", p. 149); Pablo N. de Venecia (cap. 5.", pp. 135 y
137-138; c. 6.", p. 139; c. 7.0, p. 149); Juan Dullaert (cap. 6.O, p. 139; c. 7.O,
p. 149); Guillermo Heytesbury (cap. 6.O, p. 142; c. 7.", p. 149); J