SOBRE LA TRANSDUCCION
(MEDITACIONES SEMIOLOGICAS)
1. Transmisión y De-sustanciación
(Continuación)
JosÉ MARÍA IZQUIERDO ARROYO
El proceso de transducción del modelo informático a la comuni-cación
humana presupone (cuando menos) :
l." La existencia de la "comunicación" lingüística humana; es
decir, el "factum" de la transmisión de un (mismo) mensaje
dc un "cmisor" a un "receptor" humanos. Es precisamente
ese presunto hecho lo que se trata de modelizar.
2." La licitud metodológica del "salto" que se da de lo mecáni-co-
matemático a lo humano, y
3." El carácter sustantivo (casi-físico) de los constituyentes del
proceso comunicativo humano.
Pero la comunicación lingüística humana no es un "factum" irre-cusable
(aunque lo sea la transmisión mecánica de señales), ni el "sal-to"
de lo mecánico a lo humano es incuestionable como hipótesis, ni
aceptable, sin más, el carácter sustantivo de los constituyentes. Vaya-mos
por partes.
2.5.1. Presunción de la comunicación lingiiistica humana
Decir que la comunicación lingüística humana es utópica, impo-sible
efectividad, resulta un tanto serio. Sobre todo cuando esto se
"dice", se pretende comunicar a otros. Si digo que mis sentidos cor-porales
me engañan, estoy suponiendo ya la verificabilidad de mi
aserto contando con su propia negación: el refrendo (= no-engaño)
de mis sentidos. De modo análogo, si sostengo que nos movemos en
la incomunicación lingüística (más absoluta), entonces carece absolu-tamente
de sentido mi pretensión de comunicártelo a ti, amigo lector.
Desde el momento en que me pongo a hablar o escribir, doy como
"factum" la comunicación. Si «De lo que no se puede hablar, mejor
e s callarse» (T.. Wittgenstein, «Tractatiiq T.ogico-Philosnphiciis~7~),, " a
fortiori" habrá que callar si el hablar -de 10 que fuere- es impo-sible.
Pero hay más: eso de la absoluta incomunicación no me lo pue-do
"decir" (= comunicar) a mí mismo; por lo que ni siquiera puedo
pensarlo.
No obstante, la comunicación lingüística humana se ha negado, en
todo o en parte; y este es otro "factum" con que debemos contar.
2.5.1.1. Para que la comunicación lingüística humana tenga efec-tividad,
nos dice Luis J. Prieto, se requieren, como necesarias y sufi-cientes,
dos condiciones: a) que el "receptor" se haga cargo de la
intención que el "emisor" tiene de transmitirle un "mensaje", y b) que
el "receptor" identifique el mensaje transmitido (cfr. PRIETO, 1967,
pp. 9-10). Mas ocurre que la identificación del "mensaje" por parte del
"receptor" supone, a su vez, como condición indispensable -además
de la permanencia del "mensaje" como idéntico a sí mismo- la
identidad del "código" del "emisor" con el del "receptor" 83; "código"
en atención al cual tienen lugar las respectivas operaciones de la "co-dificación"
y "decodificación" (cfr. MALMBERG, 1969, p. 273). Esa
identidad es un hecho en el caso de la transmisión de señales tele-gráficas
(código Morse), pero en la comiinicación hiimana
«nunca se dará una identidad absoluta entre el código pre-sente
en la mente del sujeto emisor y el que tiene el sujeto
receptor (...). Y en ningún caso hay identidad completa
«Si el sujeto receplur descu~iuce el cúdigu u si nu aplica el código ade-cuado
a los estímulos registrados, el mensaje no es "comprendido", es decir,
no puede tener lugar la identificación de los estímulos ... La aplicación de un
código inadecuado da lugar a la "interpretación erróneaw» (MALMBERG1, 969,
pp. 49-50).
entre los diferentes idiolecfos de los que el sistema ("la
langue") es el común denominador» (MALMBERG, 1969,
273-274). «No existe, de hecho, completa identidad entre
el código del hablante y el del oyente: cada uno tiene
su propio idiolectox (ibíd., p. 53)
Por otra parte, esa identificación del "mensaje" por parte del "re-ceptor"
requiere también como condición "sine qua non" que el "có-digo"
y/o "idiolecto" no se transforme durante el tiempo que media
entre !I ci&l,c2ci& y ci,pceci,ifclci& &j "mPnsajP".
«. . .otra condición ((indispensable para que el lenguaje
cumpla su función)) debe ser quc cl código permanezca
en todo momento idéntico: este es un principio innegable.
De estas premisas se puede deducir que un lenguaje que
cambie es una "contraáictio in adiecto". Es precisa me ni^
porque el lenguaje no cambia por lo que podemos usarlo
como nuestro principal medio de comunicación» (MALM-BERG,
1969, p. 273).
Como veremos, ni el "código" (= "lengua") ni los "idiolectos"
son entidades sustantivas, entidades "hechas", clausuradas y autóno-mas.
No son lo absolutamente preexistente a la comunicación; algo
así como su "instrumento". Por el contrario, se realizan y duran mer-ced
al cambio que en ella experimentan.
Tras estas premisas, no cabe sino concluir que la comunicación
lingiiística total y ahsnluta no pasa de ser un "desideratum" 85.
2.5.1.2. La comunicación se viene concibiendo como la "trans-misión'
s6 (de pensamientos, sentimientos y apetencias) "a través de"
84 Sobre el término «idiolecfo» y sus distintas acepciones, cfr. BARTHES,
!97!, p. 15. 7,T-bertG OcC &jin cr\mn ,_a! "c&+igI" pfio2& p indi?ri&2!
del parlante» (ECO, 1972, pp. 166-167). Análoga es la definición de W. Meyer-
Eppler: "La posesión individual de signos y de sus respectivos contenidos. Es
decir, el lenguaje de una persona» (BENSE-WALTHE1R9,7 5, p. 81). Guarda
cierta correspondencia con el concepto chomskyano de "competencia" (ccorn-petence))).
El "código*' de la teoría de la información es unívoco y común al "emi-sor"
y "receptor", a las uperaciunes de "codificación" y "decodificación". No
ocurre lo mismo, como veremos, con el presunto "código" de la comunica-ción
lingüística humana.
~ " I ' i x ~ s ~ i s i Sim~ ~p~!ic o pgrrnnnon~in de 2!gn (e! "menwj$"' identirn a
sí mismo a lo largo del «a través de»; e. d., del medio o "canal". También
un medio externo (aire, papel, etc.). Pero esta concepción presupone
la existencia de ciertos "contenidos mentales" previamente (anteriores
en el tiempo) a su encontrarse-en el "canal" o medio externo. Y esta
presuposición arranca de una partición onto-gnoseológica del cosinos
humano según el binomio "dentro (intramenta1)-fuera (extramental)".
Comunicar es, desde este punto de vista, "re-velar", remover el velo
que impide al "receptor" percibir lo que late oculto en la mente del
"emisor". Ahora bien, la posición de existencia de lo "comunicable"
como anterior en el tiempo a su objetivación (sensible) en el mensaje
no pasa de ser una hipótesis. 1,imitándnnnq a lns "cont~nidm eidgti-cos",
diremos que ni preexisten ni subsiguen a lo que se denomina
su "expresión". Ni el "pensamiento" precede al "lenguaje" ni éste a
aquél. Ambos son aspectos complementarios de un mismo y único
proceso humano: el estado-de-abierto al mundo (natural y humano).
No es este el momento de justificar la anterior afirmación. Baste
ubservar que si admitiéramos ia oposición "dentro-fuera", nos veríamos
obligados a extender el problema de la comunicación a la entraña
misma de la mente (individual) humana.
En decir de Ortega,
«...el sentido primario del decir no es conversar, no es
revelar yo a otro mi pensamiento, que mientras no lo
revele mediante el lenguaje es para el otro un secreto, un
algo oculto; para que yo pueda decirle algo a alguien es
preciso que anfes me lo haya dicho a mí mismo, esto es,
que lo haya pensado; y no hay pensar si no hablo conmi-go
mismo» (ORTEGA1,9 68, pp. 134-135).
Admitido ese "decir" interior, habríamos de postular la existencia
de la "cumunicaci6n" dentro de la mente humana; con lo que el pre-sente
problema cobraría mayores dimensiones de complejidad, y sus
posibles soluciones serían menos susceptibles aún de verificabilidad.
El "contenido(-mensaje)" se realiza en la dialéctica "emisor-re-ceptor".
Mi pensamiento sólo es "mío" (o "nuestro") cuando mi in-terlocutor
me lo devuelve: sólo entonces lo hago "mío" (= existe).
El "otro", mi interlocutor, es (para mí) el objeto primordial ("proto-objeto")
de que "emanan" los demás -eso que llamamos "objetosw-,
sean físicos o de otro rango.
presupone «cambio de lugar», distinción entitativa entre el «lugar» de efluen-cia
v el de afluencia. Posicin'n de la transmisinn es ya pnfcid.~ de !n "GIME-nicación"
como hecho.
2.5.1.3. Cabe fingir provisionalmente la distinción entre:
a) "comunicación-en" o "comunicación idiomática": la realiza-h1e
dentro de iina misma lengiia o idioma; y
b) "comunicación-entre" o "comunicación metaidiomática": la
realizable entre personas que ejercen (hablan y/o escriben
en) idiomas distintos '17.
Ambos son modos de la "comunicación interpersonal" y lingüísti-ca
y se inscriben en dos niveles distintos de complejidad: "hablarv/
"traducir". Afán utópico, se nos dirá, en ambos casos.
2.5.1.3.1. Detengámonos primeramente en la "traducción" o "co-municación-
entre" s8.
«¿No es traducir, sin remedio, un afán utópico?)) (OR-TEGA,
1959, p. 127).
Pero «traducir» es término análogo, y se dice de muchas maneras.
Hemos de distinguir primeramente la "traducción lingüística" (= tras-
& ‘‘iiE" mpnrzjp & ijn- !pn<Dr-i-i a 2 etyz) y "tyz&~~&nt- rminnl&
gica" (= traslado, dentro de una lengua, de un mensaje en estado de
uso cotidiano a una terminología) 89. A estas modalidades añade Geor-
Decimos «fingir provisionalmente», como hipótesis operativa, porque las
fronteras establecidas entre ambos tipos de "comunicación" quedan supe-radas
por el hecho general del Lenguaje. Toda comunicación idiomática es
«comunicación-entre» dos «idiolectos» y toda comunicación metaidiomática es
«comunicación-en» el Lenguaje (universal). El idiolecto, es a la lengua cas-tellana
lo que ésta es con relación al Lenguaje. Distintos niveles de abstrac-ción
representables en un «árbol porfirianop cuya cúspide es el Lenguaje,
cuyo medio binario es «lengua allengua b», y cuya base, también binaria, son
los idiolectos (sub 1 y sub 2) de los hablantes ("emisor" y "receptor"). Asi-mismo
quedan parcialmente borradas las diferencias entre la «traducción» y
ia wu-iraciucciúii»; purque iriciusu la «curnunicaciÚn iciiornáiica» aparece
como "traducción" de un idiolecto a otro. Comunicar es, de este modo, traducir.
Si comunicar es ya traducir (cfr. nota 87), resulta necesario empezar
el estudio de la "comunicación" por la «traducción». Como observaba Or-tega,
«el asunto de la traducción, a poco que lo persigamos, nos lleva hasta
los arcanos más recónditos del maravilloso fenómeno que es el habla)) (OR-TEGA,
1959b, p. 131).
89 La distinción entre «lengua» y «terminología» se basa en el diferente
tipo de convención (colectiva e involuntaria/individual y voluntaria) que les
constituye. «Una lengua es un sistema de signos verbales merced al cual los
iE.'iiidrur erite3&rse siz pro& nczer&, 21 p n s ~ qce termine-logía
sólo es inteligible si previamente el que escribe o habla y el que lee o
ges Mounin las que cabe denominar "traducción etnográfica" (cfr. Mou-
NIN, 1971, pp. 261-276) y "traducción filológica" (ibíd., pp. 277-293) 'O.
Y, sin ánimo de complicar aún más el concepto, entre otras variantes
de la traducción recordamos aquí la "traducción formal", en cual-quiera
de sus dos sentidos: "formalización" (versión de un lenguaje
"natural" a otro "artificial") e "interpretación contenidista" (proceso
inverso); distinta, en ambos casos, de la "traducción terminol6gica".
Cuanto se diga sobre la "traducción lingüística" -tomada aquí
como "princeps ana1ogatum"- podrá atribuirse proporcionalmente a
!us rvstmtes especies.
La postura orteguiana (que traemos como ejemplar) es tajante. En
la traducción lingüística
«...se trata de decir en un idioma precisamente 10 que
este idioma tiende a silenciar» (ORTEGA, 1959, p. 147).
«...meterá ai escritor traciucicio en ia prisión ciei ienguaje
normal, es decir, que le traicionará. "Traduttore", "tradi-toreU
» (ibíd., p. 129).
Traducir, pues, es traicionar. Traducción es in-comunicación. Las
lenguas se comportan como "sistemas" cerrados e incomunicados.
El problema de la traducción -como el de "la verdad'- no se
resuelve con la teoría de la imagen-copia. La traducción no es una
operación por la que se establezca una "similitudo" ("adaequatio",
escucha se han puesto "individualmente" de acuerdo sobre el significado de
los signos» (ORTEGA1,9 5913, p. 130). Lenguaje cotidiano y "natural" frente a
lenguaje "artificial" y científico.
«...igual que la etnografía, por las mismas razones que la etnografía,
la filología es una traducción o, más exactamente, para tomar de las má-quinas
de traducir una noción muy expresiva aquí: la filología es una
«pre-edición)) del texto que ha de traducirse (en cuanto que aporta a ese
texto, en sus ediciones criticas, aclaraciones sobre las informaciones no ex-plícitas
que el texto implica). así como una ((post-edición» de este mismo
texto (en cuanto que añade al texto, original o traducido, notas que comple-tan
el acceso a las significaciones de ese texto)» (MOUNIN1, 971, PP. 277-278).
Tras referirse a tres expresiones de Leonardo de Vinci, por medio de las cua-ies
rrara éste de fijar la noción áe «juerzu» ("puienza spiriiuaie", "virrh spi-rituale",
"essenza spirituale"), agrega nuestro escritor: «Traducir estas ex-presiones
leonardianas significa dos cosas: comprender sus relaciones entre
"significantes" y "significados" dentro del sistema lingüístico italiano de hoy;
comprender sus relaciones entre ''significantes" y "significados" dentro del
sistema intelectual y cultural del tiempo de Leonardo, enteramente diferente
del nuestro, a pesar de la permanencia de los mismos "significantes" en los
S": aCiii&ii~cus. 1h a- 2ii1i"- 1i v- e-l'a- e ?.'.s...L '.. ..... L..- .' ?". , a ' - ! , Laiiiuicii uiia iiauuu,iuii» (iuiu.,
p. 283).
"conmensuratio", "conformitas") entre dos lenguas, sino transforma-ción
o, quizá, de-sustanciación.
<<¿Se entiende ésta ((la traducción)) como una manipu-lación
mágica en virtud de la cual la obra escrita en un
idioma surge súbitamente en otro? Entonces estamos per-didos.
Porque esa transuhstanciación es imposible. T,a tra-ducción
no es un doble del texto original; no es, no debe
querer ser la obra misma con léxico distinto (...) la tra-ducción
no es la obra sino un camino hacia la obras (OR-TEGA,
1959b, p. 156)
El mensaje traído no coincide con el traducido. No es el mísmo:
se ha transformado. Traducir no es "transmitir", sino "transformar".
El mensaje original, en la traducción, ni se crea ni se destruye; se
transforma 92.
«Ha matado usted la traducción y, taciturnos, seguimos
SU entierro)),
replican a Ortega sus interlocutores lingüistas.
iAh, no -. . .- " ¡La traducción ha muerto! ¡Viva la
traducción! "m (ORTEGA1, 959b, p. 135),
corrige el man b~ t ro.
Tampoco nosotros tratamos de matarla. Hacer tal cosa, tratando
de manifestar su muerte, anunciándotela a ti -lector quizá de otro
idioma- sería tarea imposible. No me darías el pésame por su de-función,
sino por el anonadamiento de mi razón discursiva.
Lo que Ortega nos anunciaba era la muerte de la traducción utó-pica
(y "tópica"):
---
La traducción, así enfocada, veremos que no es sino una de las moda-lidades
de eso que denominaremos «transducción».
92 Glosando a Schleiermacher, dice Ortega: «la versión es un movimien-to
que puede intentarse en dos direcciones opuestas: o se trae el autor al
lenguaje del lector o se lleva al lector al lenguaje del autor. En el primer caso,
traducimos en un sentido impropio de la palabra: hacemos, en rigor, una
imitación o una paráfrasis del texto original. Sólo cuando arrancamos al lector
de sus hábitos lingüísticos y le obligamos a moverse dentro de los del autor,
hay propiamente traducción» (ORTFGA19, 5913, pp. 155-156). Traducir es, pues,
pasar por alto uno de los dos lenguajes; transformar, por tanto.
«El buen utopista ... piensa que "puesto" que sería de-seable
libertar a los hombres de la distancia impuesta
por las lenguas, no hay probabilidad de que se pueda con-segiiir;
pnr tanto, q i ~ e~ 610c abe lggrar!g e n .n?edidr! q r o -
ximada~ (op. cit., p. 137).
La traducción total y absoluta es una utopía. La traducción no da
para tanto.
2.5,!.3.2.-La "---..-:--A"- ,.-m o ":A:--^':--"
~ U I I I U L L ~ ~ ~ ~ I U I I - ~ lLu ~l u i i i a r i b a iio COiTC iliejGT
suerte, porque «hablar es un ejercicio utópico» (ORTEGA, 195913, pá-gina
140), un "desideratum" 93. El lenguaje materno no sirve para co-municar
("exleriorizar") lo que pensamos; «no da puru tanto» ".
Esta tesis de la relativización de la comunicación idiomática la en-contramos
en autores de ideologías poco acordes con la orteguiana.
Bertil Malmberg la enuncia así:
«El hecho de que ((el sujeto receptor)) ... entienda ((el
mensaje)), o la medida en que lo haga, depende del núme-ro
de posibilidades que tiene de interpretar el comporta-miento
del otro, y este número está determinado por el
contexto y por la capacidad personal y experiencias pre-vias
del sujeto receptor. Esta interpretación es una adivi-nanza
cuyo éxito es una cuestión de probabilidad. El grado
de comprensión está en gran medida relacionado con el
grado de predictibilidad de los elementos comunicados.. . »
(MALMRERG, 1969, pp. 40-41 ).
Jean Paul Sartre, en «El escritor y su lenguaje», sostiene que
«hay en el fondo de nosotros mismos demasiadas cosas que
c.o nd.i cionan el lenguaje: una relación entre significante y s;E;nifica& cs ;c!nci& .dnn rc!nción
93 «...a nadie se le ocurre considerar absurdo el que hablemos unos con
otros en nuestro materno idioma y, sin embargo, se trata también de un
ejercicio utópico» (ORTEGA1, 959b, p. 139).
95<Solemos entender por hablar el ejercicio de una actividad mediante la
cual logramos hacer nuestro pensamiento manifiesto al prójimo (...) el hom-bre,
cuando se pone a hablar lo hace "porque" cree que va a poder decir
lo que piensa. Pues bien, esto es ilusorio. El lenguaje no da para tanto. Dice,
poco más o menos, una parte de lo que pensamos y pone una valla infran-cperY!
e a !r fnnsfusiS~ de! reste>> (QRTIC-A, !959h, =p. 142 y 143). Cfr. ?ex?..
paralelo en «El hombre y la gente» (ORTEGA1, 969, p. 249).
centrípeta que cambia las palabras. Decimos siempre, más
o menos, otra cosa que la que queremos decir, por el mis-mo
uso de las palabras)) (SARTRE1, 973, p. 36).
Octavio Paz hace decir a su mono-gramá(-tico):
«Al escribir, camino hacia el sentido; al leer lo que escri-bo,
lo borro, disuelvo el camino. Cada tentativa termina
en lo mismo: disolución del texto en la lectura, expulsión
dcl scntido por la escritura* (PAZ, 1975, p. 115, n." 24).
El receptor destruye el "mensaje" al leerlo (u oirlo).
Y don Miguel ponía estas palabras en boca de Augusto:
«El hombre en cuanto habla miente, y en cuanto se ha-bla
a sí mismo, es decir en cuanto piensa sabiendo que
piensa, se miente (...). La palabra, este producto social,
se ha hecho para mentir. Le he oído a nuestro filósofo
que la verdad es, como la palabra, un producto social, lo
que creen todos y creyéndolo se entienden. (. . .). La pala-bra
se hizo para exagerar nuestras sensaciones e impre-siones
todas.. . (. . .). No hacemos sino representar cada uno
su papel. ¡Todos personas, todos caretas, todos cómicos! P
(UNAMUNO«N: iebla», XVIII).
El hablante es persona y, como tal, máscara. Mas, como todo
agente obra al modo de su propia naturaleza, resulta que el hablar no
es sino una mascarada. Referido elUmensaje" a su "emisor", enfoca-do
bajo el prisma dc la "intentio significativa" de su promotor, se
hace archicifra, indescifrable. Nunca cabe reducir la oposición "de
broma / de veras". Juego y seriedad, di-versión y con-versión van
siempre entretejidos y combinados. Como dice Paul Valéry,
«Lo que uno escribe como quien juega, otro lo lee
tensa y apasionadamente. Lo que uno escribe tensa y apa-sionadamente,
otro lo lee como quien juegan (VALÉRY,
1977, p. 29; «Cosas calladas», 5, 5).
La ironía y el juego nunca están suficientemente marcados y de-finidos.
No existe para ellos una función diacrítica irrecusable.
El lenguaje es, pues, la gran mascarada. Tras la presunta comuni-
cación se enmascara la in-comunicación. Se comunica el "yo" arti-ficioso
y socializado, pero nunca el "yo íntimo".
En su ensayo sobre «La incomunicación», Carlos Castilla del Pino
nos dice:
«La comunicación existe. Pero en cada caso lo que hay
que preguntarse es "qiiP," es lo que se comiinica y "cuán-to"
queda por comunicar (o es exigitivo reprimir). En
una primera aproximación, puede aseverarse que en el
encuentro entre dos personas la comunicación se verifica
a modo de esferas tangentes, que contacta cada una res-pecto
de la otra por la periferia del Yo de cada cual. Lo
quc sc da y se recibe son "dudosas formas de expresión"
del Yo de cada uno» (CASTILLA1,9 73, pp. 12-13).
La situación no es nueva. José Luis L. Aranguren recuerda la se-paración
que establecía Ortega entre la comunicación "interindivi-dual"
y la "social", y observa que, para nuestro pensador, "lo so-cial"
y "la técnica" establecen dos distanciamientos: yo/otros, y hom-brelnaturaleza,
respectivamente (ARANGUREN1, 973, p. 56).
Sujeto personal o "yo íntimo" y sujeto social eran los dos polos
de «El hombre y la gente»; y el dominio fáctico del segundo sobre el
primero había sido magistralmente expuesto en «La rebelión de las
masas». Dos funciones humanas: el "ensimismamiento" y la "alteri-dad",
la soledad radical y la apertura a los otros («estado permanente
y constitutivo del hombre») (cfr. ARANGURENop, . cit., pp. 55-56).
Sobre estas bases antropológicas, Ortega edifica sii peculiar teoría
del lenguaje. Y será la lengua lo que, por ser social -gran paradoja-establezca
el distanciamiento entre los individuos:
«La lengua es un uso social que viene a interponerse
entre los dos, entre las dos intimidades.. .» (ORTEGA1,9 69,
p. 234).
La lengua, la "comunicación lingüística", separa más que une,
incomunica. Tan sólo sirve para poner en contacto a los yos socia-les.
Desde el punto de vista de la emisión de un mensaje,
((entendemos, más o menos bien, las ideas que queremos
expresar con lo que decimos, pero no entendemos lo que
dice "eso" que decimos, lo que por sí mismo significa
nuestro decir, esto es, nuestras palabras)) (op. cit., p. 234).
Hay, pues, dos "dicentes": el "emisor" y el "mensaje". Lo que el
primero dice le es (más o menos) inteligible; no así lo dicho por el
segundo. Mas, como el "receptor" ha de partir de «lo que dice "eso"
que decimos», la comunicación íntima está condenada al fracaso.
Frente a una teoría del «hablar» hay que enfocar una teoría del «de-cir
». Distinguir entre el "comunicar-hablando" y el "comunicar-di-ciendo".
("idiolecto") 1 ("lengua")
1 Yo social
Comunicar 1 comunicar
diciendo
/ «hablar»
«Comunicar-hablando» es operar de fuera a dentro, partiendo de
una «lengua que está ahí. Fuera de cada uno de nosotros».
«Hablar es, pues, una operación que comienza en di-rección
de fuera a dentro. Mecánica e irracionalmente re-cibida
del exterior, es mecánica e irracionalmente devuel-ta
al exterior. (...). El hablar es como una serie de discos
gramofónicos que, según la intención de su decir, dispa-ra
» (ORTEGA1,9 69, p. 259).
No es una operación del yo íntimo, sino del social. Su producto
no es lo que "yo digo", sino lo que "se dice".
«La lengua, el "habla", es lo que la gente dice, es el in-gente
sistema de usos verbales establecido en una colec-tividad
» (op. cit., p. 253).
La socialización lingüística del Yo es un hecho 95, y asimismo la
falsedad de eso que común y tópicamente "se" dice: «hablando se
entiende la gente» 96. La "gente" sí, pero no las personas. Para este
último entendimiento sería preciso «decir», no «hablar».
95 «El individuo, la persona, desde que nace está sometido a la coacción
lingüística que esos usos representan (...). Con ello penetra la gente dentro
de nosotros y se instala allí haciendo de cada uno un caso de la gente. La
lenguu rrruiernu socializu lo más irzli~no de rzuestro ser.. . » (ORTEGA, 1969,
pp. 253-254). Más aún, hablamos del Yo con un lenguaje que no es el suyo,
sino de «la gente», de lo No-Yo.
96 El «habla» -segíin la terminología orteguiana- no sirve para enten-derse,
sino, quizá, para «des-entenderse», para salir cada uno de su propio
«Comunirar-diri~ndm pc, iin2 nprarión hien distinta.
«Decir, en cambio, es una operación que empieza den-tri
de! indiiiduc. Es e! i,~tt.,vtod e exterinrizar, mmifeshr,
patentizar algo que hay en su intimidad» (ibíd., p. 259).
E- ,.-t- A:-- 1- (6 ---..- :-.-:->, -- -,-- ,t, 2-1 nL:" /"*
ld11 C-DLC- L l p U UG bUlllUlllC-CIblUlI 11U Db p C < l L C - UC.1 bVU16W-UIII \UW-cial
y -como instrumento- presto para su uso), sino de la inven-ción
(concomitante al "mensaje") del código mismo.
«El individuo que quiere decir algo muy suyo, y por
lo mismo nuevo, no encuentra en el decir de la gente, en
ia "lengua", un uso verbai adecuado para enunciario. En-tonces
el individuo inventa una nueva expresión» (ORTE-GA,
1969, p. 254).
De este modo, el «comunicar-hablando» no es propiamente comu-nicar,
aunque sea un hecho social. Pero el «comunicar-diciendo» no
pasa de ser un mero propósito. Utópico, porque para el "receptor"
no hay otro acceso a mi "idiolecto" sino mi propio "mensaje"; pues
mi "idiolecto" no es el suyo, es lo mío propio y no socializado.
Y ahí radica, según Ortega, la tragedia dialéctica de la "comuni-cación":
«Es el permanente choque del individuo, la persona,
que quiere "decir" lo nuevo que en su intimidad ha sur-gido
y los otros "no ven", y la lengua, ya hecha - el cho-que
fecundo del decir con "el habla"» (op. cit., p. 253).
«Esta lucha entre el decir personal y el decir de la gente
es la forma rior~rial de existir el lenguaje), (ibid., p. 254).
La "comunicación-en" o "idiomática" no es, en absoluto y total-mente,
posible. Y, puesto que tampoco la "comunicación-entre" lo
era, pongamos las íes bajo los puntos (pues que los puntos diacritican
y mandan) y confesemos que eso de la «comunicación lingüística hu-mana
» no es un "factum", sino (quizá) puro eufemismo.
entendimiento e ingresar en el tópico de lo que use entiende)). «Se entiende»
que el individuo humano puede entenderse con los otros. «Dóciles al prejuicio
inveterado de que "hablando nos entendemos", decimos y escuchamos de
tan buena fe que acabamos por rnalerzterzdernos mucho más que si, mudos,
nos ocupásemos de adivinarnos* (ORTEG1A96,9 , p. 249).
334
2.5.2. El mecanicismo latente
El modelo informático prescinde, como veíamos, del "creador" per-sonal
del "mensaje"; elide operativamente la génesis de éste. El "emi-sor"
es allí la máquina transmisora que manipula el hombre (radio-telegrafista),
el aparato en que se deposita el "mensaje" para que
mecánicamente lo haga llegar al "receptor". El programador se dis-tingue,
obviamente, de la máquina programada.
En la adaptación de ese modelo a la comunicación humana 2.1-2.3)
se ha confundido y/o identificado al "creador" personal del mensa-je
(hablante, escritor) con el "emisor" mecánico. Este "factum" seña-la
ya la opción mecanicista que late en la transducción del modelo.
La máquina se erige en "simulador" del hombre, y éste queda con-dicionado
por aquélla.
El programa cibernético (de corte mecanicista) muestra su eficien-cia
cn las cicncias físicas, ocupadas del comportamiento de las má-quinas,
de los aparatos que operan con el esquema S-R. Si el aparato
funciona, tras el accionamiento de un dispositivo ("estímulo") siempre
sobreviene el mismo resultado ("respuesta"). Y esto es lo que acon-tece
en la transmisión de señales ("mensajes") de las telecomunica-ciones.
Sostener ahora -expresa o tácitamente- que el modo de
obrar humano en la comunicación lingüística se atiene al dicho es-quema
es presuponer la equivalencia comportamental hombre = má-quina
(conductismo mecanicista); y esta presuposición no pasa de
ser una hipótesis (mejor o peor fingida).
De las dos opciones lingüísticas que, bajo distintas modulaciones,
están en boga: «mentalismo» y «amentalismo», sólo la segunda (for-malista
y/o behaviorista) puede coherentemente simpatizar con el
programa cibernético.
Partiendo de tina hipótesis «amenialista», Leonard Rloomfield
(t 1949) pretende explicar mecanicísticamente el lenguaje, la comuni-cación
lingüística humana. En los antípodas, A. Noam Chomsky pre-senta
al lenguaje humano como contraejemplo refutatorio del esque-ma
conductista-mecanicista, optando por la hipótesis "mentalista".
Para aquél, el "emisor" es un dador de "estímulos", el "receptor" un
dador de "respuestas", y el "mensaje" un mediador (estímulo-respues-ta)
del esquema S-R ''. Todo es mecánico, como en las máquinas de
97 «Los sonidos del habla actúan como estímulos sobre otras personas que
pueden entonces realizar una respuesta práctica ... (...). Así, además de la
serie biológica normal S + R, el hombre tiene también la serie S + r -
- s -+ R. Aquí "r - S" denota el acto del lenguaje (...). El lenguaje esta-blece
un puente entre los sistemas nerviosos individuales» (BLOOMFIELD, 1973,
transmitir: las ondas acústicas estin~ulan al micrófono Y el auricuiar
o autoparlante responde con oridds acúhticas ". Cliurrishy, pur cl cun-trario,
distingue radicalmente entre hombres, y animales o máquinas.
El lenguaje humano se caracteriza, según él, por su creatividad o "6-
nitud abierta" ("open-endedness"). El hablante de una lengua produ-ce
y/o entiende una infinitud de mensajes anteriormente no emitidas
y/o recibidos 9f Distintos del humano, los sistemas lingüísticos de los
animales y de las máquinas son "cerrados": sólo admiten la tracsmi-sión
de un conjunto finito y estereotipado de "mensajes" 'O0.
El lenguaje humano puede considerarse como producto o como
génesis, como repetición de fórmulas hechas ("código" preexistsnte)
-los discos gramofónicos aludidos por Ortega- o como innovación
y constante recreación ("génesis"). Dentro del estructuralismo, la lin-güística
descriptivista se mueve en la primera consideración, mientras
que la generativista opta por la segunda. Aquélla considera al "códi-go"
(- "langue") como "factum", instrumento presto para su uso;
ésta lo entiende como sistema regular ("competencia") generador. Sin-cronía
/ Diacronía. El descriptivismo -retornando a Ortega- se OCU-pp.
39-40). «En la secuencia S -+ r - S -+ R y sus c~ii;.~;icja~s ciivr.¿ionec,c l
habla o la secuencia del habla ... sirve meramente como un "signo" mediador
entre estímulos y respuestas ... : podemos hablar de los puntos extremos S
y R como estímulo del hablante y respuesta del oyente sin tener en cuenta
su carácter verbal o no verbal. Uno y otro constituyen conjuntamente lo que
en la terminología lingüística se llama el "significado" de la expresión con-creta
del habla "r - S'» (ibíd., p. 44).
98 «Según cree el autor de este ensayo, la descripción científica del uni-verso..
. no requiere ningún término mentalista.. . la ciencia sólo se ocupar5
de hechos accesibles en su momento y en su lugar a todos y cada uno de los
observadores ("conductismo" estricto), o sólo de hechos localizados mediante
las coordenadas de espacio y tiempo ("mecanicismo"). . .» (BLOOMFIEL1~9, 73,
pp. 33-34).
99 Chomsky sostiene, con la lingüística cartesiana, la «imposibilidad dc una
explicación mecanicista para el acto creador del uso normal del lenguaje))
(CHOMSK'I1, 972, p. 21). «Es el lenguaje humano el que exhibe de m d o ni6s
claio la difeiencia escncial entie el hon~bie y el animal, en paiticulai la fa-cultad
que tiene el hombre de formar nuevas expresiones que manifiesten
nuevos pensamientos y que sean apropiadas para nuevas situaciones» (ibíd.,
página 18).
'O0 El mentalismo generativista choskyano es, según John Searle, incapaz
«de ver la conexión esencial entre lenguaje y comunicación, entre significado
y actos lingüísticos. La descripción subyacente ... a toda la teoría del lenguaje
de Chomsky es la de que las oraciones son objetos abstractos que se producen
y entienden independientemente del papel que desempeñan en ln comunica-ción.
De hecho, parece como si Chomsky escribiese que las oraciones se usan
sólo accidentalmente para hablar de ellas*. («La revolución de Chomsky en
lingüística». Barcelona, Cuadernos Anagrama, 54, 1973, p. 64.)
pa del «comunicar-hablando», y el generativismo apunta hacia el «co-municar-
diciendo».
El caballo de batalla es, siempre, la Semántica: mentalista/amen-
,..l..,.', ,.nn+on:rl:"+n/ fr\rmnl:r+:,+n..,r rn..t:rl, /n,,+,n..,,t:-l" Lalioru, bvllrvliiuiuru, Iviuiuiioru, i i i r r v v bl riuu, b*uuvbL iiuu. LE tcoiria de
la información (# de la significación) era modélica para la segunda
alternativa, mas no para la primera'''; y parece que su recepción
acrítica conduce a una deshuiiia~~izacdióel~ p~r oceso coiliuriicativo q u e
nos ocupa 'O2.
Sólo la concepción conductista-mecanicista legitima el "salto» de
lo mecánico a lo humano, implícitamente dado en la transducción
del modelo informático a la comunicación entre personas. Pero tam-poco
esa concepción pasa de ser una hipótesis entre otras.
El tercer presupuesto implícito en la transducción consistía en
la cansideración sustantiva (casi-física) de los constituyentes del pro-ceso
comunicativo humano. .
Los constituyentes del modelo inforinático son entidades físicas,
sustancias perfectamente separadas y separables (sintetizadas por el
artificio humano). Un "emisor" (micrófono, por ej.) subsiste si lo se-paramos
del circuito. El "código" (Morse, por ej.) es una entidad
física que está ahí, escrito sobre un papel y distinto de otros escri-tos,
o magnéticamente legable a una computadora. Un "mensaje" es
un haz de ondas ("señales") perfectamente mensurahles y computables.
El "canal" (hilo telegráfico-toma de tierra- por ej.) es también una
'O' uEn general, la teoría de la información sólo se interesa por la forma
del mensaje, y no por el sentido. Pero la información ((humana)) involucra la
transmisión de mensajes específicos entre los campos sensoriales; entre dos
campos simbólicos, el emisor y el receptor (...). El mecanismo de comunica-ción
intersubietiva a través del leng-uai,e n o uuede ser reducido al mecanismo
transmisor analizado según la moderna "macrolingüística estadística" (...). La
teoría de la información, sumergida en el ámbito de la cibernética, aparente-mente
valora eqencialmente la transmisión de una significación o de una
noción mediante mensajes convencionales. Pero si el "pattern" espacio-tem-poral
es el medio, como recuerda Ruyer, el fin lo constituye la aprehensión
del "sentido". . .N (CUATRECASA1S9,7 3, pp. 40-42).
lo' «Si deshumanizamos el lenguaje a través del análisis de los sonidos
((señales)), podemos mutilar el estudio de sus estructuras alejándonos o bien
ignorando el campo simbólico (...). No se puede conocer el proceso del len-or~
sien i e! ~ ~ r&~ !!S cs~i m h ~ ! i ~ ~ ~eis&t~ &nn& ~S!C) !a fcrm2 (p!2nc evpre- DI-J -
sivo)» (CUATRECASA1S9,7 3, pp. 38-39).
entidad sustantiva, constituida por elementos fisicoquímicos bien defi-nidos:
conductores de la electricidad.
Pero ¿es metodológicamente lícito atribuir esas propiedades fisico-sustantivas
a los constituyentes del proceso humano?
2.5.3.1. La recepción acrítica del modelo informático presupone
una fibicalización que hipostasía a los constituyentes humanos, confi-riéndolos
-cuando menos implícitamente- el modo de ser y obrar
de las sustancias físicas. El modelo semiológico presentado (2.2) apa-rece
como sistema astronómico (físico) ocho veces (por lo menos) trans-formable.
Las ocho teorías que lo acogen (2.3) tratan de responder
a la implícita pregunta: «¿Cuál es el núcleo-Sol, en torno al cual giran
planetariamente los restantes constituyentes?» y/o «¿Cuál es la ga-laxia
en que se enclava el sistema?» De otro modo, esos constituyentes
se nos presentan a modo de personajes que artiían sohre iin escen~rin:
personas, individuos sustantivos. Se distinguen unos de otros (= de-finen)
por razón del "papel" que desempeñan; "papel" previamente
distribuido entre ellos por la teoría informática. Nosotros, en calidad
de espectadores (ojalá críticos) observamos su representación, asis-timos
a la escenificación de la comedia.
2.3.5.2. Sí, de una "Comedia", de una ironía caricaturesca de la
realidad buscada. Porque ni los constituyentes han de concebirse ne-cesariamente
como entidades sustantivas (autosuficientes y autónomas),
ni vemos la necesidad de que el sistema haya de tener «un» centro
o un protagonista. Partiendo de la suposición provisional y sucesiva
de los distintos protagonismos (2.3.1.-2.3.8) nos veremos implacable-mente
conducidos al «prot-"agonismo"», a la agonía (= última lu-cha,
muerte) de cada uno de ellos.
Mejor será de-sustanciarlos uno tras otro, despojarles de la sus-tantividad
que les ha sido acríticamente atribuída, concebirlos como
i1iüi11t;11iu~-d~-ab~iradccei u6nn proceso rransfísico; meros puntos car-dinales
convencionalmente trazados a fin de no perdernos en la selva
de los signos. Porque esos constituyentes de la comunicación humana
ni son "objetos" fisicos ni siquiera "ideas" (re-presentaciones más o
menos abstractas de "objetos"). Son, en puridad, «ideales-ficciones»
o puntos cardinales entre los que no media una separación espacial
ni temporal. El paso de "uno" a "otro" no es sino una continuada
transición.
Recurriendo a la alegoría sugerida:
E R C S 'O3 (plano real)
----
O E N S (plano imagen)
Este y Oeste co-inciden en un punto del espacio físico, en que
desaparece su oposición; "emisor" y "receptor" coinciden en un
punto del espacio lingüístico, donde desaparece la suya. Y lo mismo
ocurre entre Norte y Sur; "código" y "señal". El punto de común
co-incidencia es el "mensaje". En ese espacio de la comunicación no
existe prioridad (espacial ni temporal) de unos elementos sobre otros.
No hay foco n "núcleo" originario. Ni siquiera preexiste el punto
de co-incidencia (mensaje); resultante de las oposiciones convencio-nalmente
trazadas. Ninguno de los «extremos» es tal (e. d., "termi-nus"),
porque todos ellos se ven sometidos al constante desplazamien-to
y huída del horizonte. Siempre habrá un emisor más allá del
"emisor"; porque el "emisor" no es objeto ni idea, sino ideal de
aproximación y acercamiento. Y así con los restantes presuntos «ex-tremos
». Más aún, el adjunto diagrama -transductor ya de nuestra
alegoría- se considerará trazado sobre un espacio esférico e inte-rior.
Habrá, pues, un punto en que E = R, y otro en que C = s.
Hay ecos en la "esfera" que se interfieren. Su "mensaje" no es
localizable en un foco.
Los constituyentes funcionan dentro del modelo-sistema al modo
de signos o entidades sublingüísticas ("figuras", "foner~zas") en el seno
de un sistema lingüístico. No son nada los unos sin los otros; ad-quieren
el ser y el obrar en la oposición y juego mutuos 'O4.
'O3 Arriba, en el plano real de la alegoría: «emisor», «receptor», «código»
y «señal». Abajo, en el plano imagen: «Oeste», «Este», «Norte» y «Sur».
En los apuntes del «Cours» debidos a A. Riedlinger leemos: «En la
mayor parte de los dominios que son objeto de ciencia ... las unidades están
¿Definir ... ? Sólo cabe definir la substancia; sólo ella es de-finible.
Ninguno de esos constituyentes puede ser de-finido, considerado-en-sí-mismo
'O5. Frente a la concepción astro-física del modelo semiológico,
p r ~&mem~-s12 ~&cter estrfirti-~rd'OG. Los cnnctiti~y~ntn~nc .q on en-tidades,
sino funciones (ejercidas por entidades humanas y físicas;
sujetos, papel, aire). Operan como las piezas del ajedrez. Un álfil
(en el juego) no es un pedazo de madera con tal forma, sino una
«fuerza oblicua»; aunque fuera del juego sea una entidad física de
múltiples usos. Análogamente, la persona que habla, la que escucha
-y . I1U-D- I G DLL- . -~L-~- ~ L G~--iiUDiLIIL iIiiiD-iiLL^iI L U ~ G I I L GDU~I I (/L-.I-I -1 3- 1- :^^^:A- \ 61 J U G ~ U UG ia ~uiiiuiiibubiui~/
puras funciones. Sólo fuera de él, cuando desempeñan otros papeles
("roles"), admiten una consideración sustantiva lol.
dadas. En la zoología o la botánica, la unidad del individuo, animal O planta,
se presenta a primera vista ... como base áesde ei primer ~~iuni~i iEiubi.u GD
lo que se llama una unidad concreta (es decir, no abstracta: para que exista
no hay necesidad de una operación del espíritu) (...). El astrónomo no tiene
dificultad en distinguir las unidades (unidades separadas en el espacio). . .
El lenguaje, por el contrario, tiene fundamentalmente el carácter de un
sistema fundado sobre oposiciones ... En la lengua no existe más que el juego
de unas unidades con respecto a otras ... tomamos como unidad algo que no
"",A A-A- A:.."..&"...--+.. -..,. UU'U UUU" U l L l r l ' L " l l l l l U , yub
. , ., (.! --"..l'-"- A" ...- " --"""-."- A"' ""-: 'Z0""UU" UC Cll'CI YpC, U C L V I ' UUI ci>y.-
rifu (...): es necesario una combinación de unidades para que resulte una
primera unidad ... ; la lengua nos sorprende ... al no presentar unidades con-cretas
captables de primera intención, y sin que podamos renunciar a la idea
de que existen y de que es un juego lo que hace la lengua» (SAUSSURE, 1977,
PP. 41-44).
'OS Sólo la inter-definición sistemática puede localizarlos. Aquí, corno en la
lengua y en decir de A. Riedli~iger,« ~odasla s dirnerisiuries deperirlerr urms de
otras» (SAUSSURE1,9 77, p. 31); «lo que es significativo se traduce en una di-ferenciación
de unidades» (ibíd., p. 49). 0, como anota L. Gauthier, «es el
sentido el que crea la unidad» (ibíd., p. 50).
'" Parece que F. De Saussure apuntaba ya en este sentido; por lo que
recoge F. Bauchardy: «perder de vista que hay solamente un "sistema" de
signos para estudiar, es arriesgarse a olvidar la verdadera manera de trnfar la
semioiogia» (SAUSSURE1,~ 7 7 p, . 32).
'O7 Dejemos nuevamente la palabra a A. Riedlinger: «...tomemos el caballo
del ajedrez: ¿es un elemento concreto del ajedrez? Seguramente no, puesto
quc, tomado en su materialidad, fuera de su cuadro y de otras circunstancias,
representa algo para la materia universal pero absolutamente nada para el
ajedrez. Lo concreto será el caballo investido de su valor ... no solamente cual-quier
otro caballo, sino también las piezas que no tuvieran ningún parecido
con este caballo, siempre que difieran de las otras, pueden considerarse idén-ticas
para el ajedrez, siempre y cuando tengan el mismo valor. A partir de
aquí se ve que la medida de la identidad, en los sistemas que nos ocupan, no
es !a misma que en otros: se ve e1 vinclilo entre la id~nf idndy la rrnio'm!, una
es base de la otra» (SAUSSURE19, 77, p. 55).
En el prólogo de su novela "Niebla", M. de Unamuno señala a
Víctor Goti:
«Dicen que lo helénico es distinguir, definir, separar;
pues lo mío es indefinir, confundir.»
y en el cuerpo ya de su obra:
«...Que todo es uno y lo mismo; que hay que confun-dir,
Augusto, hay que confundir. Y el que no confunde se
confuncle» («Niebla», X X X ) 'O8.
Puss Uisn, con-fundir es lo que aquí tratamos de hacer; obviar
lo confundido, manifestar la "confusión" resultante de haberlo defi-nido
y distinguido.
De lo adelantado en 2.5.3.2 se desprende que ninguno de los cons-tituyentes
del proceso de la comunicación humana ocupa una posi-ción
central o de referencia absoluta (Descentralización), yjporque nin-guno
de ellos comporta las propiedades de la substancia (De-sustancia-ción).
Son función de un todo sistemático, al que no preceden. Sólo
detectables e inter-definibles mediante las pruebas de la «sustitución-conmutación
». El "emisor" es tal porque (prueba de sustitución):
«duo si idem dicunt, non est idem», etc.
Se hace necesario deponer todos y cada uno de los núcleos teóri-cos
presentados en 2.3, proclamando la ausencia de núcleo. Sustituir,
además, la sustantivación de los constituyentes por la correlación y/o
funcionalización. Mas, como «de-sustanciación* implica «descentrali-zación
» (sólo lo sustantivo es susceptible de constituir núcleo), bas-tará
con justificar el carácter de-sustantivo de los constituyentes para
deponerlos en su protagonismo.
Frente a lo cual, un mi profesor de Crítica del Conocimienfo -heredero
académico del aludido substancialismo griego- nos sorprendió alguna que
otra vez con la grácil "perogrullada": useñores, el que no distingue, confun-de
». Claro está que «distinguir# se decía allí con relación a las "ideas", enfo-cadas
éstas bajo el grave prisma-criterio cartesiano: d l u d omne esse verum
quod valde clare et distincte percipio* (Medit., 111, 4; Disc., IV, 5).
2.6.1. De-sustanciación del "mensaje"
2.6.1 .l. En cualquiera de sus niveles (frase, fragmento, texto,
obra), el "mensaje" no existe en-sí y por-sí. Es una estructura sígnica,
s610 existente en el proceso de la comunicación humana (cfr. SLAMA,
1970, pp. 187-189). Por estar constituído (o "constituyéndose") por
signos: en lo que tiene de "significante", de "señal" (plano hjelmsle-viano
de la "expresión"), está siendo-en y soportado-por una memoria
física, el "canal". De éste depende en su ser y operar, y corre su
suerte 'Og. En lo que tiene de "significado" (plano del "contenido") está
siendo-en y soportado-por dos entendimientos (del "emisor" y del "re-ceptor")
"'. Le ocurre al "mensaje" lo que a la «verdad ontológica
tomista»:
«Res ergo naturalis inter duos intellectus constituta, se-cundum
adaequationem ad utrumque vera d i c i t u r ~ (SAN-TO
TOMÁS DE AQUINO: De veritate, 1, 2) "'.
'O9 Como el canal-memoria (temporal y/o espacial, mfis o menos "sólido")
tiende a la desintegración, «con el tiempo, cualquier mensaje está sujeto a
"jáding": ... en algún momento habrá de desgastarse o desintegrarse» (HOC-KETT,
1971. p. 555).
"O Las "señales" sostenidas por las ondas acústicas o por soportes mate-riales
de otra naturaleza (papel, cinta magnética) no son "mensaje" significa-tivo
sino en su relación con los hombres.. aue se lo asocian convencionalmente. A
«La frase es la expresión verbal de un "sentido" -...Oímos y leemos la frase,
pero lo que entendemos, si lo entendemos, es su sentido. Esto es lo inteligi-ble.
Ahora bien, es un error suponer que la frase «tiene "su" sentido» en
absoluto, abstrayendo de cuándo y por quién fue dicha o escrita. No hay nada
"inteligible en absoluto"» (ORTEGA, 1966, p. 94). Adam Schaff sostiene que
«el uso del signo en el proceso de la comunicación (lenguaje) conduce a una
relativización, por lo menos doble, del signo: aparece en ese proceso no pre-cisamente
como un objeto ..., sino como una "relación" (...). Así el signo está
relacionado con las "personas que se comunican" de un modo definido, social-mente
condicionado, y con el objetos (SCHAFF, 1966, PP. 179-180; cfr. ibíd.,
pp. 229 y 269). Y J.-P. Sartre no duda en afirmar: u1.a operaciíin de escrihir
supone la de leer como su correlativo dialéctico, y estos dos actos conexos ne-cesitan
dos agentes distintos. Lo que hará surgir ese objeto concreto e imagi-nario
que es la obra del espíritu, será el esfuerzo conjugado del autor y el
lector» (SARTRE1, 950, p. 72).
111 La analogía podría prolongarse. El "mensaje" sería con relación al (en-tendimiento
del) "emisor" lo que la «res naturalisn al entendimiento divino
(visión creadora); y scría con rclnción al (del) "receptor" lo que la «res na-turalisn
al entendimiento humano. De acuerdo con este sentir de las «Con-fesiones*
agustinianas: «Nos itaque ista quae creasti videmus quia sunt. Tu
autem quia vides ea, sunt»; rememorado por el de Aquino: «Res naturales
ex quibus intellectus noster scientiam accipit mensurant intellectum nostrum ...
Si el signo lingüístico humano es resultado de una convención in-teli-
g ente, S; sólo sígnifica en función de ésta, entonces no puede correr
otra suerte el "mensaje".
Por otra parte, sólo lo hecho (lo va «engendrado») pertenece a la
categoría de la "substancia"; pero el "mensaje" no es un «factum»
-aunque quizá lo sea su estructura significante-. Ni sale perfecto
(«per-fact~~m")d el "emisor", n i ingresa concluso y cer rado en el "re-ceptor"
'12. Es un «fieri», está «in via», deviene naciente del "emisor"
y fluye hacia el "receptor". Eso que -con un sustantivo hipostatizan-
4- llnmomnci ~,mon~io;n\n. n oc. c:nn r i n o " ; n o t o n t ó n ~ o " t nmn r l o de ru- i i u l i ~ u i i i v u - i i i u i ~ u u j v r r iiv vu v i ~ i v uriu ~ i i u r u ~ i r u i i v u ~uiiiuuu
una cinta-sin-fin, móvil, en devenir de sí misma. Sólo está ahí, ob-jetivamente,
mientras lo paralizamos. Dura porque cambia, porque
se traiisforilia "3, porque es plural en su existencia. Nunca está aca-bado
l".
sed sunt mensuratae ab intellectu divino» (De veritate, 1, 2). Que el "emisor"
sea «único autora del "mensaje" será problema de que luego nos ocupemos.
Detrás de lo efectivamente dicho, late lo que conscientemente se subdice
y presupone, lo que elidió el "emisor" contando con la "competencia" del "re-ceptor".
Pues, como observa Ortega, «cuando hablamos con alguien, nos guar-damos
de enunciar todos los supuestos elementales sin los que carecería de
sentido aquello que decimos. Expresamos sólo lo relativamente nuevo, lo di-ferencial,
presumiendo que el resto lo pondrá en forma automática el oyente))
(«Ensayos estéticos. El arte en presente y en pretérito, II»; en «La deshuma-nización
del arte». Madrid. Rev. de Occidente, 1958, p. 64). Más aún, tras
lo dicho late (asimismo como "mensaje") lo que ni se dijo ni se quiso callar.
C. Castilla del Pino viene insistiendo en este nivel del decir: «Lo dicho
oculta lo-que-no-ha-sido-dicho; y lo-que-se-ha-querido-decir-con-lo-dicho oculta
lo-que-no-se-ha-querido ("no se ha podido", "no se ha debido", etc.) decir-con-lo-
dicho)) («Aspectos epistemológicos de la crítica psicoanalítica», en CLANCIER,
1976, p. 295). «...el habla, oral o escrita, puede concebirse como una cadena
de dobles significantes, en la que los silencios, o lo que se silencia, es asi-mismo
un significante también* (CASTILLA1, 972, p. 32). «...lo no-hablado es
un componente más de lo-hablado, que debe situarse en el seno mismo de la
cadena polisintagmática que compone el discurso total* (ibíd., p. 35; cfr. op.
rit , p 21)
'13 Quizá con reminiscencias bergsonianas («un ser que no cambia, no
dura»), Paul Valéry escribía en sus apuntes de «Literatura»: «"La obra dura
en cuanto que es capaz de parecer del todo distinta de como su autor la había
concebido". Dura por haberse transformado, y por cuanto que es capaz, sus-ceptible,
de mil transformaciones e interpretaciones» (VALÉRY, 1977, p. 175).
'14 Cfr. VALÉRY, 1977, p. 164. El "mensaje" no tiene de suyo «sentido»;
está «in via», es un «camino hacia el sentido». Dentro de la dialéctica escri-tura/
lectura, Octavio Paz lo repite machaconamente: «Escribir y hablar es
trazar un camino; inventar, recordar, imaginar una trayectoria, ir hacia ... El
wntido es aqiiello qiie emiten lai palahras y que está más allá de ellm aqiielln
que se fuga entre las mallas de las palabras y que ellas quisieran retener y
En esta duración fluyente y transformadora operan de modo in-teractivo
toctus los factores del proceso comunicativo: el "ruido", en
primer lugar; el "canal", como hiperbolizan los macluhanianos; el
"código", que lo con-dicciona; la realidad "objetiva", que lo acoge
en su perspectiva '15; los agentes humanos, "emisor" y "receptor", que
lo polarizan y someten al movimiento dialéctico del diálogo (expreso
o tácito); y todo lo demás. De todo es «función» el "mensaje".
2.6.1.2. El mensaje escrito se nos da en el papel (canal porta-dor),
habitualmente encuadernado y constituyendo una «obra-libro».
Pero el "mensaje" no es eso; está más allá de la «obra» y del «libro».
La obra-libro es «un objeto que se tiene bajo la mano» (FOUCAULT,
1970, p. 37), «se sostiene en la mano» (BARTHES, 1974c, p. 72), es
«un fragmento de sustancia, ocupa una porción del espacio de los
libros (por ejemplo, en una biblioteca)» (ibíd.) '16. La «obra» es obra
dc un autor, que es responsable de ella '17. Su unidad cs variable y
atrapar (...). Estas palabras que escribo andan en busca de su sentido y en
esto consiste todo su seri~iclo» (PAZ, 1975, p. 109, n. 22). «Queda el doble
movimiento de la escritura: camino hacia el senfido, disipación del sentido.
Alegoría de la mortalidad: estas frases que escribo (...) se borran, se deshacen
mientras las escribo: nunca llego ni llegaré al fin. No hay fin, todo ha sido
perpetuo comenzar. Esto que digo es un continuo decir aquello que voy a
decir y que nunca acabo de decir: siempre digo otra cosa. Decir que apenas
dicho se evapora, decir que nunca dice lo que quiero decir» (ibíd., p. 115, n. 24).
~Hanuman sonríc con placcr antc la analogía quc se le acaba de ocurrir: (...) y
escritura, lectura y camino. Caminar: leer un trozo de terreno, descifrar un
pedazo de mundo. La lectura considerada como un camino hacia ... El cami-no
como una lectura: (...)» (ibíd., p. 47).
'15 Ni materialismo ni espiritualismo. «¿Cuándo nos abriremos a la convic-ción
de que el ser definitivo del mundo no es materia ni alma, no es cosa
alguna determinada, sino una perspectiva?)) (ORTEGA1, 964, p. 29).
116 Robert Escarpit acuña la metáfora del «libro» como «máquina para
leer)). «En la mano, no es sino papel; y el papel no es el libro. Y, sin em-bargo,
también está el libro en las páginas; el pensamiento solo, sin las pá-ginas
imprcsns, no formnría un libro. Un libro es una "máquina para leer" ...
Es el fruto de determinadas técnicas que se han puesto al servicio de determi-nadas
intenciones y que permiten determinadas utilizaciones» (ESCARPIT1, 968,
página 15). Para Roland Barthes, «las metáforas benéficas del libro son la
tela que se teje, el agua que fluye, la harina que se muele, el camino que
se sigue, la cortina que se desvela, etc.: las metáforas antipáticas son todas las
de un objeto que se fabrica, es decir, que se elabora a partir de materiales
discontinuos*. (BARTHES1, 977, p. 213).
'17 La «obra» es, por etimología y uso, el "producto" arrojado por la
operación de un agente o "auctor" (persona individual o corporativa); de ella
deberá responder ante la Justicia (crítico). Es, en decir de Michel Foucault,
«una suma de textos que pueden ser denotados por el signo de un nombre
relativa, pues desde el principio hasta el final está ligada a otras obras,
a otros objetos Pero el «mensaje» no es eso.
Se requiere una revolución copernicana que destrone las «obras»
del pedestal que ocupan. Roland Barthes no duda en lanzar el ma-nifiesto
:
«Frente a la "obra", noción tradicional, concebida du-rante
mucho tiempo y todavía hoy de una forma, si se nos
permite la expresión, newtoniana, se produce la exigencia
de un objeto nuevo, obtenido por deslizamiento o derribo
de las categorías anteriores. Este objeto es el "Texto"»
(BARTHES, 1974c, p. 72) ll$.
Más allá de la obra-libro (aproximándose al "mensaje))) está el
texto; que no es ya un "objeto", por no existir hasta tanto no se en-frente
a él -en la lectura de su escritura- un sujeto. Ni tiene sen-tido
preguntar dónde está el texto. Como observa Philippe Sollers,
«El texto no es localizable ni en una cabeza, ni en un
mundo, ni en una lengua; de esta forma, su espacio y su
tiempo están sometidos a un funcionamiento numérico, a
una topología cuya imageii más concreta sería, por ejem-plo,
la "banda de Moebius". .. » (SOLLERS1, 97 1, p. 89) ''O.
propio* (FOUCAUL1T9, 70, p. 37). «El autor es reputado por padre y propietario
de su obra» (BARTHES1,9 74c, p. 77). Lo que significa que una demolición del
concepto de "autor" (cfr. 2.6.3) conllevaría necesariamente la superación de
la «obra» como "mensaje".
'la «...las márgenes de un libro no están jamás neta ni rigurosamente cor-tadas:
más allá del título, las primeras líneas y el punto final, más allá de su
configuración interna y la forma que lo autonomiza, está envuelto en un
sistema de citas de otros libros, de otros textos, de otras frases, como un nudo
en una red. Y este juego de citas y envíos no es homólogo ( . . . ) S (FOUCAULT,
1970, p. 37).
'19 Julia Kristeva (~L'engendrement de la formule», Te1 Quel, n. 37) sostie-ne
que la función literaria actual no apunta ya a una producción de libros u
obras (discursos cerrados) sino a la elaboración de "textos" que se entrecruzan
(cfr. nota 128).
Izo En su artículo sobre «Las reglas del juego», Jacqueline Risset nos dice:
«no existe ningún texto, no existe ningún texto estampado en una página (...).
La escritura es siempre fragmentada» (en redacción "Te1 Quel": «Tenría d~
conjunto». Barcelona, Seix Barral, 1971, p. 302). El texto es como el punto
geométrico. Ya no se definirá la línea como sucesión de puntos, sino el punto
como intersección o confluencia de líneas: zona de incidencia del espacio in-ter-
textual (cfr. 2.6.1.3).
El testo, como signo, es algo que se da en el discurso. junto a
otros textos; pero que no tiene individualidad ni es perceptible antes
de que el hombre, mediante determinadas operaciones de segmentación
,..,.--..A-A-,.,. TI r n r r ~ l ~ A A!e n "nrn-n-r-rer r-" C ~ Z G -&-uan-n- --N- . n- es un A ~ . í ~ l ~fnenbo!m~e-nológico,
sino un operable semiológico, siempre relativo a un criterio
de segmentación o punto de vista: respuesta semiológica del discurso
a la prc~n:a scgmcn:adoru dc! homl;rU 1". De &i re!uti.sidud la y
su independencia de la «obra» "3. Inclausurable, siempre perfectible
(como todo lo humano), «es, pues, lo contrario de una estructura
Iba, cerrada, acabada, fijadan (SÜLLERS, 1971, p. 89). Eii ~üíisiaíite
devenir de sí mismo, es un «proceso de transformación» y está «com-prometido
en un rápido proceso de desgaste)).
«Está ardiendo ((Heráclito)) en todos sus niveles; sólo
aparece para borrarse y recitar esta aparición que va des-apareciendo
» (ibíd., p. 89).
Sus gofas son las del heraclitiano río que fluye lZ4. De ahí su plu-ralidad.
'" El texto, dice Barthes, «se sostiene en el lenguaje; sólo existe tomado
en un discurso ... ; el Texto no es la descomposición de la obra; la obra es la
cola imaginaria del texto. 0, todavía más: "El texto sólo se experimenta en
un trabajo de producción"» (BARTHES1,9 74c, p. 73). No es el texto (un texto)
el extracto literal de un fragmento tomado de la obra; porque el texto no
está en la obra. Tomado en la obra, cada fragmento es un "punto" sólo cuando
lo traspasa otro u otros fragmentos de otras obras; y ese "punto" es el texto.
lZ2 A esta relatividad alude Yuri M. Lotman cuando escribe: «Podrían ci-tarse
abundantes ejemplos de textos, creados como obras independientes, que
posteriormente funcionaron como "partes" de un texto más amplio del mismo
autor, de otros autores o anónimos (...). Pero no son menos conocidos los
casos en que una parte del texto funrionu como unidad artística independiente,
perfectamente autónoma (...). Sin embargo, la discusión "texto o parte del
texto" no es una discusión escolástica acerca de palabras (...): es necesario
tener en cuenta la diferencia posible entre lo que el autor entiende por texto,
lo que su auditorio percibe como un todo artístico primario y, por último, el
punto de vista del investigador que percibe el texto como una útil abstrac-ción
de la unidad artística» (LOTMAN1,9 78, pp. 343-345). Si bien su concepto
del «texto» no coincide con el que venimos exponiendo, es analógicamente
aplicable en la línea del «discurso».
12' Cfr. notas 120 y 121. «En vano buscaríamos separar materialmente las
obras de los textos» (BARTHES1,9 74c, p. 72). La segmentación se realiza desde
puntos de vista estructurales, que para nada tienen presente la corporeidad
de la "obra".
12' «Ninguna otra definición le va mejor ((al texto)) que el siguiente frag-mento
de Lenin, perteneciente a sus "Notas sobre la Dialéctica": "El río y
las gotas en el río. La situación de cada gota, su relación con las demás, sus
«el texto podría adoptar como lema la palabra del hombre
frente a los demonios (Marcos, 5, 9): "Mi nombre es le-gión,
porque somos muchos"» (BARTHES,1 974c, p. 76) Iz5.
Su lógica no es la de la substancia, sino la dialéctica del cambio lZ6.
No es un "organismo", sino una "red" lZ7, ni "posada", sino "tra-vesía"
:
«Se deduce de ello que el texto no puede pararse (por
ejemplo en un estante de Úiúiioiecaj; su mwvirnienío cons-titutivo
es la travesía (puede especialmente atravesar la
obra, varias obras)» (BARTHES,1 974c, p. 73).
2.6.1.3. Pero la connotación de sustantividad, que siempre va
aneja al sustantivo «Texto», nos conduce al equívoco. De ahí la nece-sidad
de dar paso al cinter-texto»; donde la preposición prefijada no
refiere un espacio mediador entre los distintos textos, sino el movimien-to
confluyente de éstos. Es decir de Philippe Sollers:
«El concepto de "inter-textualidad" (Kristeva) es aho-ra
esencial: todo texto está situado en la confluencia de
varios textos. La inter-textualidad es a la vez re-lectura,
vínculos, la dirección de sus movimientos, la velocidad, la suma de sus mo-vimientos,
las corrientes particulares. El movimiento del río, la espuma en su
superficie, las corrientes de sus profundidades.. ." (. . .) los fragmentos coloca
dos en otros textos son literalmente arrastrados por la corriente que se es.
cribe (...). Sí, es la relación del río con sus gotas, entre un conjunto de frases
y de palabras, entre las propias frases y el movimiento que las arrastra (...)M
(SOLLERS1,9 71, p. 92).
'15 «E1 Texto es plural. Esto no solamente quiere decir que tiene varios
sentidos, sino que realiza el plural mismo del sentido; un plural "irreductible"
(y no solamente aceptable). El Texto no es coexistencia de sentidos, sino paso,
sin travesía ... El plural del Texto se apega ... a lo que podríamos llamar la
--l.."-l:.J..A ,...&-..---..<c-..?* 2.. l,.- ":--:c---L-" -..- yiuiuiiuau ri>rriruaiuiica uc 1- L..:-- /-&:--lL-: a- i"., ai~iiiiicaiirra yui ," r r p i i \iciiii"i"~i~aiiiciirr,
el texto es un tejido). ..» (BARTHES1,9 74c, p. 75).
IZb «...la lógica que regula el Texto no es comprensiva (definir "lo que
quiere decir" la obra), sino metonímica: el trabajo de las asociaciones, de las
contigüidades, de las acumulaciones, coincide con una liberación de la ener-gía
simbólica ...» (BARTHES,1 974~p. p. 74-75).
'27 Para R. Barthes, «la metáfora del Texto es la de la "red"» (BARTHES,
1974c, p. 77). Jean-Louis Baudry, por su parte, define el espacio formal del
texto como una "reja" por cdda uno de cuyos recuadros transcurre la plurali-dad
de los fragmentos. Y Michel Foucault concibe el texto como nudo de
un2 %de' n qiue 1-3 «obrar» SP ~ . n t r ~ r r ! lm[cnfr Forrrai.rr, 1970, p 20: vid.
nota 118).
A r i i ñ a r l n nnr T,al:o TZAotnr r r , 128 desg!09a~L0 iiliP!iailipCOi iiR:Cu- A -"-......" y-' , U"U "Y C V " U
land Barthes '" y otros miembros del grupo «Te1 Quel» l"', el con-cepto
de «inter-texto» -reducto último del "mensaje"- confirma el
"",,+,, I,"..-e,.-r:-.- 1- ^I-r-
~UIUCLC.I UwuwaIIuvu UG GDLC.
Tomemos la serie de obras-libros colocados, uno tras otro, en las
estanterías de una biblioteca como imagen de la «inter-textualidad)).
Libro tras libro, con un reparto dei total de paginas convencionalmen-te
segmentado; cubiertas, portadas y colofones crean unidades, filia-ciones
a un «autor», títulos diacríticos. Pero libros agrupados en ma-terias,
con unidad temática que les traspasa. Libros cruzados y pe-netrados
por otros libros en distintos niveles: citas (textos recopila-dos
y atribuídos a «autores» de otros libros), plagios (textos de otros
libros transcritos sin filiación), recopilaciones, resúmenes, abreviatu-ras
(textos resumidos y re-asumidos), amplificaciones y desarrollos, re-ordenaciones,
etc. Múltiples hilos que traspasan los libros. Y dentro
de los «libros»: espacios en blanco, márgenes, sangrías, signos de
lZS «El texto ... constituye una permutación de textos. una inter-textilalicliíci.
en el espacio de un texto se cruzan y se neutralizan múltiples enunciados, to-mados
de otros textos» (KRISTEVA, 1974, p. 15). «...la intertextualidad, es
decir ..., el cruce de la nzodificación recíproca de las unidades pertenecientcs
a tcxtos distintos» (ibíd., p. 94).
lZ9 «Entrevemos la posibilidad de analizar la escritura literaria como un
diálogo de otras escrituras, un diúlogo de escrituras en el interior dc una es-critura.
La escritura de una ohra definida. . comporta, con la apariencia de
una línea de palabras, parodias, ecos de otras escrituras, de forma que puede
hablarse ... no ya de una intersubjetividad sino de intertextualidad, como ha
mostrado Julia Kristeva estudiando de esta manera a Lautréamont)) (BARTHES:
«Entretien uvec Rulund Burthes, par Ruynzond Bellour», Lettres Francaises,
n. 1.172, marzo 1967, p. 13). «Es toda la cultura, el conjunto infinito de las
lecturas, de las conversaciones -...-, en suma, el inter-texto, lo que hace
presión sobre un trabajo y llama a la puerta para enfrar en él» (BARTIIES,
1974a, p. 41). «Lo intertextual en que está comprendido todo texto, dado que
él mismo es el entre-texto de otro texto, no puede confundirse con un origen
de texto: buscar las "fuentes", las "influencias" de una obra, es satisfacer el
mito dc la filiación; las citas con las que se construye el texto son artórzirttas,
ilocalizables, y, sin embargo, "ya leídas": son citas sin comillas» (GARTHES,
1974c, p. 76).
En su artículo ~Litterature et Totalitén, Philippe Sollers escribe: «...nous
pourrions dépasser le volume pour un space nouveau (inter-litteraire) oii les
livres se liraient, s'éclaireraient, s'écriraient les uns les autres, laissant place ?i
un texte enfin réel, i un livre unique qui serait I'explication permanente du
iiionJen (Te1 Quel, 11. 26, p. 90). La orientación hacia el «discurso», como
nuevo "espacio textual" es la dominante del Grupo.
puntuación que segmentan en partes textuales (textos, fragmentos,
frases). Así el «inter-texto»: purzto de cruce de "n" líneas textuales y
resultante de esos cruces 13'.
La lahor textualizadora aparece así como acción-reacción (de l:!
persona) sobre cierta porción de la textualidad preexistente y con
cierta previsión de la textualidad subsiguiente 13'. Tejer y destejer, es-critura
y lectura sobre un cspacio (tcxtual) cmulador de Penélope:
« . . .todo texto se comprende por las relaciones que mantie-ne
con los otros enunciados, con los otros textos, aparecien-do
así como la extensión de la superficie, cargada de to-dos
los enunciados que pueden volver a ocuparlo. Este
espacio no tiene eje ni centro. Es un espacio de consuma-ción.
Cada enunciado es borrado y quemado por los enun-
,:n-l?.n m,., '1 ,.,d.", ,..,,..A ,..,,l, "..L,:n+:.. ,,m, :,o
Cll'LUV.3 yuc ,I IJIVUU,,L, a U I I y U c IJLLuua UUUUIOCII ClVIII" 1110-
cripción (así como lugar de cultura), siempre susceptible
de ser reinvestido en nuevos enunciados» (BAUDRY, 197 1,
p. 163) la3.
2.6.1.4. Y si esto ocurre con el "mensaje" escrito, grabado en
su plano significante sobre un espacio sustantivo (papel), ¿qué no
decir del "mensaje" oral -presunto «mensaje originario»-, cuyo
plano dc "cxprcsión" se volatiliza en la duraciórz fluyente dc la Iínca
temporal?
El LLmensaje"h umano, en cualquiera de sus niveles y dimensio-nes,
no es, por tanto, una «substancia» (aunque tampoco sea un «ac-cidente
»; puesto que éste sólo se dice por relación a aquélla).
"' En eFte wntidn, nn deja de tener SU importancia que el concepto de
&ter-disciplina)), la interdisciplinariedad, sea coetáneo e igualmente ponderado.
"* El presente ensayo podrá tomarse como muestra hiperbolizante de la in-tertextualidad;
tejido con textos de procedencias varias (citas, notas, frag-mentos
textuales) que cruzan y atraviesan (recorren verticalmente) los "puntos"
de esta línea de escritura. Pero "puntos" y línea que no preexisten a las
líneas de cruce, sino que se originan en ellas.
'" Para Uctavio Paz, «en cada página se reflejan las otras y cada una es
el eco de la que la precede o la sigue -el eco y la respuesta, la rima y la
metáfora. No hay fin y tampoco hay principio: todo es centro. Ni antes ni
d~spii6r.n i a d ~ l a n tn~i atrás, ni afuera ni adentro: todo está en todo» (PAZ.
1975, p. 133, n. 28).
2.6.2. De-sustanciación del "código"
2.6.2.1. En la recepción lingüístico-semiológica del modelo infor-mático
se asimila la «lengua» al «código» (cfr., 2, 32); del mismo
modo que se ideiitiGca el «habla» con el «mensaje» 13'. Las correspon-dencias
establecidas 135 se expresan en la siguiente tabla:
Teoría de
la información
"Código"
mensaje"
SAUSSURE
"langue"
-
"parole"
LINGUISTICA
"lengua" "lengua"
--
"idiolecto" 1 "competencia"
"cadena" 1 "habla" 1 "actuación"
"sistema"
'horma"
"habla"
Existen, sin embargo, notables diferencias entre el «código» y
cualquiera de los conceptos que le correspondan (según la tabla) en
la Lingüística y Semiología:
2.6.2.2. El "código" de la teoría de la información (cfr. 2.3.2)
reúne, entre otras, las siguientes propiedades:
l." Es una entidad física que está ahí (escrita sobre un papel o
magnéticamente legada a una computadora). Así, por ej., el
código Morse (cfr. 2.5.3).
2." Es inoperante en la génesis del "mensaje" -de la que, como
ya vimos, prescinde el modelo informático-; pues sólo se
construye y sirve para su transmisión o comunicación íntegra.
«El hombrc ha crcado un código con vistas a la comu-nicación~
(MOUNIN, 1972, p. 94); «se parte siempre de
un mensaje ya formado para llegar a otro mensaje expre-s
a d ~m ediante símbolos diferentes.. .» (ibid., p. 95).
13' «En el punto de partida, la palabra "código" se instala como sinónimo de
"sistema" y de "lengud': sc habla dc código y dc mcnsajc cn los casos en que
antes, paralelamente, se hablaba de lengua y de habla, de sistema y de
cadena, de paradigma y de sintagma~( MOUNIN,1 972, p. 90).
'jS Con la mención de la distinción tripartita de Eugenio Coseriu: diste-ma,
norma, habla» (cfr. COSERIU19,6 9, pp. 90-113).
-s." Resulta de una convención expresamente formulada entre in-dividuos
que se obligan a su uso unívoco.
«Las convenciones de un código son explicitas, prees-tablecidas
e imperativas» (ibíd., p. 94).
4." En su ser y operar, es una estructura clausurada y fija.
«el código está cerrado y es fijo.. . » (ibíd., p. 94).
5." N u bt: i~ili~ulur~ilUa cambia siri previo ucueriu esi&iec;idu
entre sus usuarios individuales.
«rnlament~ SP transforma en virtud de iln ame& explí-cito
entre sus usuarios» (ibíd., p. 94).
6: Estructura biunivocamentc las series de sus significantes y
significados.
«En los códigos estrictos hay.. . una relación biunívoca
entre cada significante y cada significado (siempre se da
aplicación biyectiva de los elementos que constituyen el
conjunto de los significados sobre los elementos que cons-tituyen
el conjunto de los significantes)» (MOUNIN, 1972,
p. 96).
Consiguientemente, en la teoría de la información se hace inne-cesario
recurrir al concepto de "idiolecto", como algo parcialmente
distinto del "código". El código del "emisor" y del "receptor" se
identifican sin residuos. Codificación y decodificación se realizan con-forme
a un mismo criterio.
2.6.2.3. Lo que corresponde al "código" en la comunicación
lingüística humana es algo bien distinto. Existe <<una diferencia fun-damental
entre la lengua y los códigos» (MOUNIN, 1972, p. 94; cfr.
ibíd., p. 98). Las propiedades con que el «código lingüístico" replica
al «informática» son éstas:
1." No es localizable en ningún lugar; ni sobre el papel (léxicos,
diccionarios, gramáticas, normativas de una Academia), ni en
la «mente» de un sujeto personal, ni en un simulacro de
cosmos platónico. La lengua ("langue") no existe en ninguna
«parte». Todo lo más, cabría decir que existe en e2 «todo»
de la colectividad (cfr. SAUSSURE1,9 74, p. 38).
Interviene en la génesis del "mensaje"; por lo que no está
únicamente en función de la transmisión o comunicación de
éste. Pero no le precede temporalmente, sino que «se crea
en la comunicación» (MOUNIN, 1972, p. 94). No preexiste
al "mensaje". Ambos son correlativos.
No es el producto de una convención expresa, voluntaria e
iriclividuul. Puesiu que cualquier convención enire i~idividuus
se realiza en el lenguaje, en la comunicación lingüística, sería
absurdo sostener la prioridad del ((código lingüístico» sobre
la comunicación lingüística; consiguientemente, la conven-ción
en que emerge es interior al proceso comunicativo.
«las ((convenciones)) de la lengua son implícitas, se insti-tuyen
espontáneamente en el propio transcurso de la co-municación))
(MOUNIN1, 972, p. 94).
Es una estructura(-ción) abierta y fluyente.
«la lengua está abierta y se renueva en cada habla» (ibid.,
p. 94). «...no es nunca un "hecho", por la sencilla razón
de que no está nunca "hecha", sino que está siempre ha-ciéndose,
o, dicho en otros términos, es una creación per-manente
y una incesante destrucción)) (ORTEGA, 1969,
p. 247) 136.
El «código lingüístico» nunca está completo ("per-factum") 13'.
Los interlocutores, más que usarlo, lo "ponen" con el proceso.
De ahí que se transforme involuntaria e imprevisiblemente;
paralelamente al "mensaje" (cfr. 2.6.1), que es su correlato 13'.
'" De Saussure observaba ya que «la lengua es a la vez muy fija y muy
cambiante» (SAUSSURE1,9 77, p. 19). La evolución de las lenguas es un hecho
cotidiano, y «e1 cambio lingüístico puede ser considerado como una mr~tnción
del código)) (MALMBERG1,9 69, p. 273). Paul Valéry dirá en sus «Cosas cu-liadas
» que «un lenguaje supone una creación estadística y constante. Cada
cual pone en él algo de sí mismo, lo desfigura, lo enriquece, lo capta y lo
comunica a su manera.. .» (VALERY1,9 11, p. 2U).
13' Como observa Umberto Eco, la descripción completa y exhaustiva de
un código (semántico) se hace imposible, «ya que a partir del momento en
quc sc dcscribicra cntcramcntc un código de esta especie, ya habría cambia-do
... por la misma erosión crítica que produciría el análisis de sus elementos))
(Eco, 1972, p. 144).
"' Sobre la correlación entre "código" y "mensaje" volveremos luego. Con-tra
la preexistencia del código a su uso en el proceso comunicativo, sirvan
6." Las series de los significantes y de los significados (por él
ligadas) no entran en aplicación biyectiva.
«esa relación biunívoca, sin ser escasa ((en la lengua)), es
una excepción estadísticamente» (MOUNIN, 1972, p. 96).
No únicamente porque sean muchos los casos de sinonimia y po-lisemia,
sino, de modo más radical, porque el código lingüístico»
no es común al "emisor" y "receptor". Por el contrario, aparece como
el lugar abstracto en que se intersecan dos conjuntos: los cidiolectos~
respectivos de esos agentes 13'.
«En ningún caso hay identidad completa entre los dife-rentes
idiolectos de los que el sistema ("la langue") es el
común denominador)) (MALMBERG1,9 69, p. 274) 14".
La reiación, en teoría de conjuntos, entre íos idioíectos y ei «co-digo
lingüístico» viene dada por el esquema l'':
Código lingüístico (C1)
De acuerdo con las fórmulas: (Ie n Ir) # 0.
(Ic n Ir) = C1.
estas palabras de W. von Humboldt: «...es el hablante quien produce las
formas en rnrln momento de! disc-rso, en !qar de ~!fi!iznr fe-2s exis-tentes
» («Sobre el origen de las formas gramaticales...», trad. de Carmen Artal.
Barcelona, Edit. Anagrama, Cuadernos, n. 27, 1972, p. 27).
139 Yuri M. Lotman señala que «Para que un acto de comunicación tenga
lugar es preciso que el código del autor y el código del lector formen con-juntos
infersecados de elementos estructurales ... » y que «Las partes del código
que no se entrecruzan constituyen la zona que se deforma, se somete al
mestizaje o se reestructura de cualquier otro modo al pasar del escritor al
lector» (LOTMAN1,9 78, p. 39).
'* Cfr. 2.5.1.1.
"' Cfr. W. ME Y E ~ - F P P L*EG~r ! !~d!nge.u~n d A4 , ~ ~ ~ r o ~ d rd!onr g!~l .?~f ~ ~ ~ r
tionstheorie». Berlín, 196912."
Esta última propiedad nos reconduce del «código lingüístico»
("langue", "sistema", o "norma") al concepto de «idiolecto» (cfr. no-ta
84). Y es necesario observar que el «idiolecto» responde asimismo
a las seis propiedades asignadas para el «código lingüístico)). Los «idio-lectos
» no preexisten a las operaciones de codificación y decodifica-ción,
respectivamente. «Emisor» y «receptor» no acuden con sus res-pectivos
idiolectos al proceso de la comunicación. T m idinlectns nn
son instrumentos que se apliquen a un objeto ("mensaje"), sino co-rrelativos
a éste. Codificación y decodificación son operaciones relati
vas a criterios (idiolectos) distintos; que no consisten simplemente en
aplicar un "idiolecto" a un "mensaje", sino en la posición simulfánea
-aunque no idéntica- de idiolectos y "mensajes" 142.
2.6.2.4. De donde cabe concluir que, si bien el "código" del
modelo informático es una «substancia», lo que le corresponde en la
comunicación lingüística humana no existe en-sí y por-sí, sino en y
por el proceso mismo de esa comunicación. Sólo lo hecho pertenece
a la categoría de la "substancia", pero ni el «código lingüístico» ni
el «idiolecto» son algo hecho y clausurado (cfr. 2.5.1.1). Están "in
via". Ni preexisten a la comunicación ni son sus instrumentos. Se
realizan y duran en su propio devenir y aplicación. La "lengua" -como
código del «comunicar-hablando»- y el "idiolecto" -como código
del «comunicar-diciendo» (cfr. 2.5.1.3.2)- están más allá de la
substancia.
2.6.3. De-sustanciación del "emisor"
2.6.3.1. El "emisor" del modelo informático es una máquina o
aparato (micrófono, por ej.) y, en cuanto tal -aunque compleja-una
substancia física artificial, localizable en el espacio, perfectamen-te
separable (por medios físicos) de los restantes constituyentes.
2.6.3.2. Transducido el constituyente "emisor" a la comunicación
humana, es sustituido por una persona, que ejerce sucesivamente las
'" Hablamos de "mensajes", en plural, por razón de la diferencia existente
entre los "idiolectos". Codificar es transformar ("transducir" diremos luego) un
mensaje (ml) en un subsistema significante y transformar también y simultá-neamente
un idiolecto (le). Decodificar, transformar o "transducir" ese sub-sistema
significante en un mensaje sernántico (m2) -donde m1 + m2- y
transformar asimismo un idiolecto (Ir).
operaciones de «génesis», «codificación» y «emisión» del "mensaje";
persona que es «autor», «codificador» y «emisor» del "mensaje".
La persona es, obviamente, una substancia. ((Rationalis naturae
individua substantia)), repetían los filósofos medievales, desde Boecio.
Pero la persona no es identificable con el «autor-codificador-emisor»
de mensajes. Al margen de la aceptabilidad actual de ese concepto
medieval de "persona", sólo cabe decir que las operaciones mencio-nadas
son funciones, papeles o "roles", entre otros muchos, que des-empeña
la substancia personal; no identificables con ella.
2.6.3.3. Deposición del "autor".
El ((Thesaurus lingue latinaen (vol. 11, fasc. VI, cols. 1.201-1.2 13;
Lipsiae, B. G. Teubner, 1904) define al «auctor» como el causante y
responsable de algo; cosa, evento u obra:
«(auctor rei): eum significans, qui causa rei ve1 facti est,
sive ipse exegit sive alterum, ut exigeret.))
«(auctor in artibus et litteris): scriptor ve1 doctor rei exem-pli
et testis vice laudatus, deinde omnino doctor et impri-mis
scriptor.))
Se trata siempre de una persona, de un individuo humano, que es
sujeto de atribución (para bien o para mal) de un "efecto".
2.6.3.3.1. El concepto de «autor» es correlativo al de «obra»;
por lo que, una vez que ésta ha sido depuesta -como sinónimo de
"mensaje"- (cfr. 2.6.1.2), se hace necesario deponer también aquél.
«...el Texto puede leerse sin la garanfía de su padre; la
restitución del intertexto elimina, paradójicamente, la he-rencia.
No significa que el autor no pueda "regresar" al
Texto, a su Texto; pero, en este caso, lo hace, por así
decirlo, a titulo de invitado». . . (BARTHES, 1974c, p. 77)
Puestu que el "iiieiisaje" es el ~iiiter-texto»y, ésle rio es (privali-vamente)
del «autor» -a quien sólo se le debe el Texto-, el con-cepto
de «autor-del-mensaje» queda definitivamente depuesto "'.
14' Luego se nos dirá que el invitado es el «Espíritu humano» (cfr. 2.6.3.3.5B
y nota 169.
14' «En esta perspectiva. el individuo, causa de la escritura. desaparece, y
el autor, el "escritor", con él. La escritura no "representa" la "creación" de un
2.6.3.3.2. El llamado «autor-del-mensaje» lo sería proporcional-mente
a su grado de "responsabilidad"; en la medida en que sea
el causante único de ese "efecto". Pero ocurre que esa presunta res-ponsabilidad
y/o causalidad sólo es parcial y -digámoslo sin ro-deos-
mínima. Ni su advertencia ni su consentimiento son plenos
en lo que hace, ni lo que hace es el "mensaje" acabado. Este tampoco
sale consumado de' sus manos.
El primer ingrediente de la "responsabilidad" -muy traído y lle-vado,
por cierto- es la voluntariedad, expresada en lo que se deno-mina
la ((intención significativa» 14'. Ahora bien. eso de la «intentio
significativa» pertenece al ámbito de lo conjeturable, es un presu-puesto
ligado a la hipótesis de la individualidad personal 146.
En su «Apología», pone Platón en boca de Sócrates estas palabras,
pronunciadas tras la entrevista de éste con los poetas:
«Lcs mostré los pasajcs más claborados dc sus propios
escritos y les pregunté qué significaban, confiando en que
me enseñarían algo. LQuerreis creerme? Me da vergüen-za
el decirlo, pero creo que cualquiera de nosotros podría
explicar esos poemas mejor que como lo hicieron sus mis-individuo
aislado; la cscritura no puede ser considerada como su propiedad,
sino al contrario: a través de un nombre que no es ya más que fragmento
textual, aparece pues como una de las manifestaciones particulares de la
escritura general» (BAUDRY1,9 71, p. 164). Sobre «la gran escritura» como sus-tituto
del «autor» (cfr. 2.6.3.3.5D).
'" Edmund Husserl recuerda que «El complejo vocal articulado (y respec-tivamente
el signo gráfico escrito, etc.) se torna ... discurso comunicativo, mer-ced
a que el que habla lo produce con el propósito de "manifestarse acerca de
algo", o dicho con otras palabras, merced a que el que habla le presta en
ciertos actos psíquicos un sentido, que quiere comunicar al que escucha. Aho-ra
bien, esta comunicación se hace posible, porque el que escucha coinpren-de
la intención del que hablan («Investigaciones lógicas, ID. Madrid, Rev. de
Occidente, 1967, 2.a edic., p. 325).
i46 La inoperancia del concepto no obedece únicamente al hecho de que
esa «intentio» no sea privativa del «autor» -de que eche sus raíces en un
mundo psico-social subterráneo-. Tras el psicoanálisis y los exámenes reali-zados
por la crítica contemporánea, dice Víctor-M. de Aguiar e Silva, min-gíin
crítico respnsahle ~ i i e d e aceptar inocentemente qiie e1 signifirarln nhjp-tivo
de una obra literaria pueda ser establecido mediante el conocimiento de
la intención del autor al escribirla» («Teoría de la Literatura». Madrid. Edito-rial
Gredos, 1972, p. 363). Como observaba P. Valéry: «Mi intención sólo es
mi intención y la obra es la obra» (VALÉKY, 1977, p. 171). Esa intención sig-nificativa
no transparece en el mensaje. Atinadamente afirma Carlos C. del
Pino que «lo-que-se-quiere-decir, la intención subyacente tras lo que se dice,
el metamensaje, pertenece al ámbito de lo conjeturable» («Aspectos epistemo-lógicos
de la crítica psicoanalítica», en CLANCIER19, 76, p. 294).
mos autores. Entonces me di cuenta que los poetas escri-ben
su poesía, no con la conciencia de un sabio, sino con
la inspiración de un genio. Son como esos adivinos e ilu-minados
que expresan hermosas cosas pero sin compren-der
su pleno sentido» (citado por ANDERSON1,9 69, pá-ginas
42-43).
El poeta -y análogamente cualquier presunto "creador" o "au-tor"-
no habla por sí mismo; está inspirado-por-otros. Por "las Mu-
U- -a-UI r .,A:-(~ililru,.,.L~Au 5icOi )p ~ r “recUerdGs" de -.A'url-o wnunLtrViur;Vn. r I P l g t A n \ \A A-irrril,
o por los deseos y lenguaje del Inconsciente (Psicoanálisis).. . O, en el
caso del hagiógrafo, por el Espíritu divino. "Mitos" todos que destro-nan
al «autur» de su pedestal de causa-de-la-obra y que le convierten
en mero instrumento ("causa instrumental") y observador l" de su
génesis (cfr. 2.6.3.3.4 y 2.6.3.3.5). Su «intención significativa» no es
suya, sino de ütrojs.
De ahí que tampoco le asista al presunto «autor» la suficiente
libertad creadora en la elección ni en la ejecución de «su» obra.
Como observaba J. Tynjanov:
«La función constructiva, la correlación de los elemen-tos
en el interior de la obra reducen la "intención del
autor" a no ser más que un fermento y sólo un fermento.
La "libertad de creación" resulta ser un eslogan optimis-ta,
pero no corresponde a la realidad y cede su puesto a
la "necesidad de creación7'» (TYNIANOV19, 70, p. 124, nú-mero
10)
La demanda del destinatario ("receptor") y la organización del
"mensaje" en función de sus posibilidades interpretativas dan sentido
a la afirmación de Montaigne: «La palabra pertenece por mitades a1
que habla y al aue escucha». El "receptor" será, pues, «co-autor»
14' «La inspiración es la hipótesis que reduce al autor al papel o función
de observador» IVALÉRY1. 977. p. 25: Cosas calladas, 4, 11). Hasta tal punto
se hace necesaria la ausencia de una conciencia concomitante de "lo que
inspira" que «si un pájaro supiera declarar con exactitud lo que canta, por
qué canta, y "qué" canta en él, ya no cantaría» (ibíd., p. 26; 4.1.3). (Cfr. PAZ,
1973, pp. 157-181.)
Por este motivo, señala Julián Marías, «lo que "se dice" no tiene sen-tido,
por lo menos claro, más que si se lo conjuga con otros dos términos:
!e y e " $1p ~ & d ecir'' y !c q w "hny ~ I I Pd ~r i r ' '»y~ 4 l n «m iin rain límite
ideal, los tres coincidirían* (MAR~AS1, 968, p. 47).
del "mensaje" y, más allá de éste, el medio sociocultural en que dis-curre
la comunicación 14'.
Añádase a esto el mecanismo de transformación del mensaje que
media entre su emisión y su recepción; constituido por un copista
(cuyas funciones de coautor se interfieren con las del "emisor"), o
por una serie de intermediarios en la tradición oral lS0, o, por la cen-sura
(moral, religiosa y/o política). . . Ante estos fenómenos, siempre
dc algún modo presentes, hemos de concluir que relativaineiite al
"mensaje" «no existe la propiedad privadan 151 y que, frente a un <<su-jeto
individual* de atribución, lo responsable del "mensaje" es un
«sujeto transindividual~16'; algo que se sitúa más allá de la substancia.
2.6.3.3.3. En su ensayo «¿Quién hace qué?», J. Ferrater Mora
sostenía que en el dominio de la arquitectura «no es siempre claro
149 La presencia del medio sociocultural se hace hipérbole en el periodismo.
Aquí desaparece la figura individual del promotor; «no se trata ya de un
hombre, sino de una organización, cuya complejidad ha sido comparada jus-tísimamente
a la de un ministerio» (BENEYTO1, 970, p. 48). Manuel Vázquez
Montalbán lo ha descrito con su especial tino: «El periodismo, la información,
no es un sistema de producción individual. Informar requiere unos medios de
producción y una finalidad al servicio de quienes la detentan (...); en la tras-tienda
siempre están los negociantes haciendo las cuentas ... Los que reciben
las órdenes y quienes realizan esta funciúri son los periodistas» (Vhzuu~z,
1971, pp. 277-278).
"O Cfr. nota 53. Relativamente a los mensajes de tradición oral resulta im-posible
distinguir al «creador» del «intérprete», al trovndor del juglar. Char-les
F. Hockett nos dice que en una sociedad ágrafa «no hay distinción entre
creador e intérprete: ambos se hallan unidos en un sólo individuo, cuyos
discursos le han transmitido, en su mayor parte, sus predecesores, pero en
el que él introduce sus propias alteraciones, supresiones y adiciones menores»
(HOCKETT1,9 71, p. 540). A más de esto, en una sociedad tal no existe concien-cia
de la propiedad privada literaria; para ésta no se ha descubierto aún el
pronombre pnsesivo: el mensaje traídn es de todos.
15' El "receptor", veremos, es eco-autor* del mensaje. Hablando de «El
lenguaje común a antropólogos y lingüistas», escribe Roman Jakobson: «ya
para hacernos gratos, ya para hacernos entender o hasta para deshacernos de
él, nos servimos de los términos de nuestro destinatario. En lenguaje no existe
la propiedad privada: todo está socializado» (JAKOBSON, 1975, p. 21).
«Hay que partir -dice Lucien Goldman- del sujeto transindividual.. .
estructurado de cierta manera, que actúa sobre un objeto ... Hay que afladir
que todo individuo, al formar parte de un enorme número de sujetos trans-individuales
más o menos duraderos -...asociación profesional, clase social,
nación. etc.- todo individuo y toda conciencia individual constituye una mez-cla
que la ciencia no podría estudiar como tal. Felizmente, a nivel de sujeto
transindividual, de grupos, las diferencias individuales se anulan mutuamente
y la acción del sujeto se deja captar por la investigación sociológica» (VH,
101, 1971, pp. 56-57).
quién es el "constructor" -o el "autor"-» (FERRATER1, 971, P. 74),
y que lo mismo ocurre en el caso del cine (ibíd., pp. 79-90) y del tea-tro
escenificado:
«una pieza de teatro no "termina", ni siquiera como pro-ducto,
con ser escrita; requiere, como se dice muy perti-nentemente,
ser "interpretada" (. . .). En algún sentido, pues,
los actores, el director, el escenógrafo, y hasta el tramo-yista
colaboran a la pieza teatral en la medida en que
l . Y 1
M 11;p1cxllLa11 .»
Pero cuando le toca el turno a eso que llamamos "Literatura",
nuestro filósofo da un imprevisible giro:
«En la poesía y, en general, en la literatura, el asunto
no ofrece grandes quebraderos de cabeza: el autor, crea-dor
o "constructor" es el que ha escrito la obra. Poniendo
de lado cuestiones de influencia, o haciendo caso omiso del
plagiarismo creador de que hacen gala no pocos autores
del pasado, cabe concluir que, en condiciones normales,
poeta, o escritor, y autor, o creador, son la misma cosa»
(FERRATER1,9 7 1, p. 75).
Esa individuación del autor», la distinción entre condiciones "nor-males"
y "anormales" en la génesis de una obra, y la cosificación del
concepto de autor («son la misma cosa») nos resultan altamente ar-bitrariab.
Decir que el autor es «el que ha escrito la obra» es decir
bien poco; entre otras razones, porque ese tal pudo muy bien ser
un simple "copista". Pero hay más: si la obra de teatro escenificado
termina con su "interpretación" -como se nos dice muy pertinente-mente-,
la obra literaria (y, en general, cualquier escritura) sólo
termina en su interpretación por el receptor, con la lectura realizada
por el lector. No es éste un ente pasivo (todo espectador), ni mero
ojo, ni blanda cera dócil a la configuración del sello que en ella se
imprime. La obra escrita (literaria o no) sólo es obra en tanto que
leída. La Escritura se consuma en la Lectura. Este es su "télos" y su
per-facción. Leer es interpretar (algo más que un simple pasar de los
ojos sobre las cadenas de grafemas). e interpretar es terminar lo in-terpretado.
El teatro, escenificado o meramente leído, no es una ex-cepción
entre los restantes "géneros literarios".
M&. vO!~JsmeS$1 PUE~Cd)e partida de -errater. Si no fácil res-ponder
a la pregunta que interroga por el autor de una obra arqui-
tectónica, la obra de arte literaria no presenta menores dificultades
al respecto. Alfonso X, nuestro Rey Sabio, nos dice que "hace" (="es
autor de") un libro del mismo modo que "hace" (=construye) un pa-lacio:
no porque lo realice con sus propias manos (="escritor"), ni
de sí y por sí («ex nihilo sui et subiectb), sino porque rige la génesis
de tales obras 153. Se nos argüirá que Alfonso X no "hacía» sus obras
«en condiciones normales»; pues es de todos conocido que colaboraba
en ellas todo un equipo de personas ("trasladadores", "ayuntadores",
'4capituladores", etc.). Pero el caso de las obras alfonsíes se nos presen-ta
como hipérbole fisicalizada de lo que ocurre en la génesis de cual-quier
"mensaje". Esa colaboración o coproducción existe siempre -en
latencia- en el presunto "sujeto (individual) de atribución" de una
obra escrita, Una "parte" de sí aporta el material, otra lo selecciona,
otra lo ordena y configura.. . Y esas "partes" de la persona (máscara)
("persona jurídica") señalan ya la presencia actuante de «los otros»,
las otras personas (precedentes y coetáncas; cntre ellas el "destinata-rio")
y de «lo otro», lo sub-dicho o sub-escrito.
Ya hemos visto (cfr. 2.6.1.2) que la «obra» ofrece los caracteres
de la pluralidad y relatividad (idea de «inter-texto») -Irente a los
convencionales de la unidad y substantividad-, y el propio Ferrater
señala que
«No es fácil responder a la pregunta "¿quién hace qué?"
cuando no se sabe siempre a ciencia cierta lo que se hace,
en qué consiste una obra» (op. cit., p. 78).
El problema de la atribución del "mensaje" a un «autor» sólo se
resuelve con la de-sustanciación del concepto, con la desintegración
del sujeto individual 154. El «autor» no es un "quién"; es legión psí-quica
y socialmente estructurada lS5.
li3 Alfonso X lo dice expresamente: «El rey faze un libro, non porque
I'él escriva con sus manos, mas porque compone las razones dél, e las emienda
et yegua e enderesza, e muestra la manera de cdmo se dovori iazrr, e doaí
scrívelas qui él manda; pero dezimos por esta razón que el rey faze el libro.
Otrosí cuando dezimos "el rey faze un palacio", o alguna obra, non es dicho
porque lo él fiziese con sus manos. mas porqu'él mandó fazer e dio las cosas
que fueron mester para ello; e qui esto cumple, aquél a nombre que faze la
obra, e nos assí veo que usamos de lo dezir» («General Estoria, I»; edic. de
A. G. Solalinde. Madrid, 1930, p. 47713).
"' El «autor» se desvela -en su naturaleza unitaria o plural- a través del
"mensaje". Aquí también, «las facultades se especifican por SUS objetos* y
«los sujetos, por sus obras» ("operari sequitur esse", se decía en el Medievo).
Montaigne sostenía que, si bien él hahía escrito el libro, éste le había hecho
a él. Mas no sólo porque el «autor» se realice (como persona) en sus obras
2.6.3.3.4. Hablar de «autor» es referirse a un Yo personal; pero
el yo es un producto de la conciencia cartesiana lS6y, ésta no se iden-tifica,
sin más, con la personal5'. Es algo más que «cogitatio». La
-,.-~;onrin no es un «mecum(-scientia)~: en el sentido de un Yo soli- b"lA".".----
tario con su "objeto", sino un «tecum» o, quizá, un «vobiscum».
Nadie es idéntico consigo "mismo", porque, como repite Valéry, «El
" ~ i s m o " sólo existe a intervalos* (op. cit., p. 88) y en esos intervalos
es «el Otro» quien actúa.
-
-sus libros entre otras-, sino porque para nosotros, lectores, el lenguaje
con que hablamos del «autor» se deriva de la «obra». Don Miguel solía re-petir
que el autor se encarna en los protagonistas de sus obras. «He dicho
que nosotros, los autores, los poetas, nos ponemos, nos creamos en todos los
personajes poiticos que creamos...» («Cómo se hace una noveia»j. «-...Aun-que,
por supuesto, todo lo que digan mis personajes, lo digo yo ... -Eso hasta
cierto punto ... -¿Cómo hasta cierto punto? -Sí, que empezarás creyendo
que los llevas tú, de tu mano, y es fácil que acabes convenciéndote de que
son ellos los que fe llevan. Es muy frecuente que un autor acabe por ser
juguete de sus ficciones ... » («Niebla», XVII).
Is5 Para desvelar el concepto de «autor», quizá se imponga realizar un
análisis del campo semántica correspondiente a «augeo»; un anaiisis etimoió-gico
que nos llevara de «auctor» al verbo (como lo precedente) y a «aucfori-tus
» (como lo subsiguiente). La dominante en el uso del término («auctor»-
«autor») ha sido la derivada, la concepción del «auctor» como "el que con-fiere
autoridad a la obra, su responsable y fiador».-Y es éste el sentido que
estamos deponiendo.-Preferible sería volver a la raíz verbal del término, con-siderar
al «auctor> como mero "añadidor": «el que hace crecer, aumentar
la obran. No el que funda, sino el que funde. De este modo, la obra (el ''nieri-saje")
aparecería como «summa» de los «auctores».
En un sentido cuando menos cercano escribía Paul Valéry: «Una obra
se halla compuesta por una multitud «d'espritsz> y de eventos (antepasados,
estados, azares, escritores anteriores, etc.) bajo la dirección del autor» (VA-LÉRY,
1977, p. 181).
lS6 El YO del «je pense»/«(ego)cogito» -el yo pensante como aquello de lo
que no cabe duda alguna- es ya un idoio caido (cfr. 2.6.3.3.5~-DjE. i pen-samiento
y la conciencia, como atributo principal de la «substancia pensante»/
«res cogitans» (frente a la "extensión", primer atributo de la «substancia ma-terial
»/«res extensa») son presentados por Descartes como medios de acceso
y también constituyentes del Yo (xdonc je suis»/«ergo sum*); cosa "sui ge-neris"
frente a las «cosas». Pero el carácter primigenio de tal atributo ha sido
muy legítimamente cuestionado, y con él la substantividad del Yo.
Is7 Sostener lo contrario sería hacer proiesión de un caducado racionalis-mo;
decir con Descartes: e.. car pour la raison, ou le sens, d'autant qu'elle
es la sede chose qui nous rend hommes, et nous distingue des betes, je veux
criire ~ I I ' P ! ! P m? ? ~ J ? P ~ n t i hPn un rhncun >> («Disrours de la méthode,
Premiere partie, 2»).
sino de una infinitud de accidentes, cada uno de los cua-les
puede adscribirse a una vida distinta» (VALÉRY, 1977,
PP. 49-50).
Lo que significa que nada de lo que hacemos es privativamente
"nuestro"; ni siquiera «nuestro» pensamiento:
a.. . aquello que nosotros pensamos y hacemos a cada ins-tante
nunca es exactamente nuestro. Lo es a veces un poco
más, o un poco menos, o mucho menos de lo que pudié-ramos
esperar de nosotros.. .» (VALÉRY, 1977, p. 78).
Eso del «autor» no es, por tanto, una individualidad cerrada, sino
pluralidad de personas. Le ocurre al «autor» lo que al «texto»: es
"legión", como decía Barthes (cfr. 2.6.1.2) 15'. ES su Yo más los de
"los otros".
¡«El Otro», ahí está la cuestión! Pero «¿y qué es eso del Otro?
¿quién es o qué es el otro?$, pregunta Ernesto a Laura (M. de Una-muno:
«El Otro», acto l.', esc. 2.9. E1 otro o, mejor, los otros son
los que llevamos dentro y dialogan con nosotros en nuestros presun-tos
monólogo .'5s1 ¿No se nos decía que «pensar es hablar consigo
"mismoM»? (cfr. 2.5.1.2, cita de ORTEGA)P. ues bien, «el otro» (o los
otros) es eso con quien hablamos al pensar. Resulta trivial concluir
que nuestro pensamierito no es privativamente «nuestro» en el sen-tido
del Yo, sino sólo en el del Nosotros.
«...nadie es el que es, sino el que le hacen los demás»
(UNAMUNO«N: iebla», XX).
«El-que-es» fue Quien habló a Moisés en el Libro sagrado; los
demás «somos-los-que-somos». Y sólo El sabe Quién es:
Y poetiza Octavio Paz: «...todos habitamos en otra parte, más allá de
donde estamos, todos somos una realidad distinta a la palabra yo o a la palabra
nosotros, nuestra realidad más íntima está fuera de nosotros y no es nuestra,
tampoco es una sino plural, plural e instantánea, nosotros somos esa pluralidad
que se dispersa, el yo es real quizá, pero el yo no es "yo" ni "tú" ni "él", el
yo no es mío ni es tuyo, es un estado, un parpadeo ..." (PAZ, 1975, p. 54, n. 9).
lS9 En su prólogo a «San Manuel Bueno Mártir y tres historias más» (1932),
escribía Unamuno: «¿Monólogos? Lo que así se llama suelen ser monodiá-logos,
diálogos que sostiene uno con los otros que son, por dentro, él, con los
otros que componen esa sociedad de individuos que es la conciencia de cada
individuo».
«Yo no sé quién soy, vosotros no sabeis quienes sois, el
historiador no sabe quién es (donde dice: "el historiador
no . sabe quién es", puede decirse: "Unamuno no sabe yuie,fi srbe ni i iPn e a n i n n r l n n rle I n c qge n ~ gsye fin,
l--"- -- ----- a---- -- ---
dice el Ama a los espectadores en el epílogo de «El Otro».
Más acá de lo Inconsciente, nuestra conciencia parece que está
invadida por «los otros». De ahí los propósitos de la actual «teoría
de la escritura», que, en decir de Philippe Sollers,
«tiende a disolver la propiedad que tendría una subjetivi-dad,
o un individuo dado sobre sus producciones. Es uno
de los puntos más difíciles de hacer desaparecer (. ..). Hay
que hacer desaparecer al señor que se pasea por todas
partes con su nombre propio. .., que es propie~ariod e ese
producto.. . porque después de todo.. . alguien que haga
un análisis sabe de sobra que no es propietario de su
inconsciente» (VH 101, 1971, p. 158).
Con el Psicoanálisis hemos tnpadn y, consigiientemente, rnn la
negación del Yo = Conciencia cartesiano.
2.6.3.3.5. El gran foco de ataques contra el concepto de «autor»
viene protagonizado en la actualidad por la lingüística de corte psico-analítico,
ramificada en varias direcciones. Tras la de-sustanciación
del concepto de «autor» ("emisor") siempre se llega a la posición
substantiva de otro núcleo: el Inconsciente (Jacques Lacan), el Espí-ritu
de los mitos (Cl. Lévi-Strauss), el Lenguaje-pensamiento-saber-Dis-curso
(M. Foucault) o «la grande écriture» (R. Barthes); algo ligado
al "mensaje".
A. lacques Lacan. Para Lacan y su escuela (J. Laplanche. S. Le-claire,
A. Rifflet-Lemaire, etc.) lo que llamamos "sujeto" no es algo
que preceda al lenguaje u orden simbólico. El lenguaje no es aquello
de que nos servimos para hablar de la diferencia del Yo frente a los
"alters"; por el contrario,
«El lenguaje constituye.. . la condición de toma de con-ciencia
de uno mismo como entidad diferente» (RIFFLET,
1971, p. 102).
Lacan lo sostiene expresamente:
«C'est ainsi que si l'homme vient & penser l'ordre sym-bolique.
c'est qu'il y est d'abord pris dans son etre» (LA-CAN,
1966, 1, p. 66) '''.
Si, pues, para hablar del yo, constituyéndolo, nos movemos ya en
el lenguaje, éste precede al Yo; y no es el Yo quien lo usa a modo de
instrumento, sino el lenguaje quien se sirve del Yo 161. Con lo que . el ~ u c ~ e n tdne :<azt=r2 c=m= "caUsu rri", "=rige?i" de! "rr,ensu;e 7, rbV
(cfr. 2.6.3.3.) queda radicalmente depuesto. Más que "causa", el ser
humano es efecto del significante (cfr. RIFFLET, 1971, 117).
Pero, puesto que no es el hombre-individuo quien radicalmente
habla, surge la cuestión de quién sea el que o lo que habla "" Pre-gunta
a la que responde Lacan: «dans le langage notre message nous
vien de l'Autre». Nuestro mensaje es el discurso del Otro '", del otro
del sujeto (cfr. RIFFLET1, 971, p. 244). No hay en el presunto «autor»
ninguna "intentio significativa", porque «sus» deseos lo son del
Otro '".
El sujeto humano está escindido, por el inconsciente, en "sujeto"
y "0tr0":
'" <«...el sujeto no se constituye en su singularidad sino a través de su in-serción
en el ordcn sirnbúlico que gobierna el mundo de los hombres, ya se
trate del lenguaje o del simbolismo sociocultural» (RIFFLET, 1971, p. 116).
«...los simbolismos socio-cultural y lingüístico se imponen con sus estructuras,
como órdenes ya constituidos, antes de la introducción en ellos del sujeto
"infansW» (ibíd., p. 34).
«El ser humano ... no puede ser llamado ya "causa", "origen", del sim-bolismo
lingüístico o cultural, en el sentido de que fuera el creador de este
simbolismo y lo domeñara como instrumento para sus proyectos de dueño
absoluto» (RIFFLET, 1971, p. 117).
l 6 5 «.. .q uaestion: Qui parle? quand il s'agit du sujet de l'inconscient~ (LA-C
A ~ , !9&, 11, p. 159).
16' En la "ouverture" de sus Escritos: «...ce principe par nous promu:
que dans le langage notre message nous vient de i'Autre, et pour i'énoncer
jusqu'au debut: sous une forme inversée. (Et rappelons que ce principe s'est
appliqué k sa prope énonciation, puis qu'k avoir été émis par nous, c'est d'un
autre, interlocuteur éminent, qu'il a requ sa meilleure frappe). Mais si I'homme
se réduissait 2 n'etre rien que le lieu de retour de notre discours ... » (LACAN,
1955, I, pp. 15 15).
'" «...le désir de I'homme est le désir de i'Autre, ob le donne la determi-nation
dite par les grammariens subjective, ?sia voir que c'est en tant quYAutre
qu'il désire (ce qui donne la véritable portée de la vassion humaineb (LACAN.
1966, 11, PP. 175-176).
«Le sujet, le sujet cartésien, est le présupposé de l'in-conscient..
. L'Autre est la dimension exigée de ce que la
parole s'affirme en vérité. L'inconscient est entre eux leur
coupure en acte» (LACAN, 1966, 11, p. 205).
de tal modo que el Otro es el lugar del significante («lieu du signi-fiant
»; LACAN, 1966, 11, p. 174), el lugar en que se funda el Yo que
habla'65, y que «actúa con independencia de su significación y a es-paldas
del sujeto» (RIFFLET, 1971, p. 77). Nuestro mensaje, pues, es
e! mensaje del Otro, y ese mensaje es e! incmsciente:
«...notre formule: "l'inconscient c'est le discours de 1'Au-treW
» (LACAN, 1966, 1, p. 24) 16'.
Es el inconsciente lo que acoge en su orden simbólico al "sujeto" 167;
como IeligUaje la Goii&Gi&i del ~iic"iisc~eiiien (cÍr. ñiF-FLET,
1971, pp. 395 y 193), quien en definitiva habla -el auténtico
«autor» del "mensajev- no es el "sujeto" ni el inconsciente, ni el
Otro, sino el Lenguaje.
Con lo que llegamos a la tesis en que comulgan los cuatro autores
mencionados: No es el hombre quien habla por el lenguaje, sino éste
eí que habla en el hombre.
B. Claude Lévi-Strauss. Para Lévi-Strauss tampoco es el hombre
quien habla -el «autor» del "mensaje"-. Hay que prescindir del
"sujeto humano", sustituirlo por el "espíritu humano". Esta será la
gran Estructura hipostasiada.
No son los hombres quienes piensan en (=con) los mitos, sino
los mitos los que se piensan entre sí y/o en los hombres 16'. Pero tras
los mitos está ese suieto transcendenfal llamado «espíritu humano».
Es éste quien los elabora.
'" <«L9Autree st donc le lieu oii se constitue le je qui parle avec celiii qui
entend, ce que I'un di étant déjh la réponse et l'autre décidant i l'entendre si
I'un a ou non parlé» (LACAN, 1966, 1, p. 242).
IL6 "Et c'est h quoi répond notre formule que I'inconscient est discours de
Z'Autre, oii in faut entendre le de au sens du "de" latin (determination objec-tive).
"de Alio in oratione" (achevez: "túa res agiturW)»( LACAN1, 966, 11, p. 175).
(Cfr. RIPFLET, 1971, p. 193).
167 *<L>ciíoi nsci eni >i8i> Un cuncepif or& la ;iace dc yü; op&.e
constituer le sujet» (LACAN, 1966, 11, p. 194).
lbs «...no tratamos de mostrar cómo piensan los hombres en los mitos, sino
cómo se piensan los mitos en los hombres sin que éstos lo sepan. Y quizá,
como ya hemos sugerido, se haga necesario aventurarse aún más lejos y
«...los mitos significan el espíritu, el cual los elabora por
medio del mundo, del que ellos mismos forman parte»
(LÉvr-STRAUSS: «Le Cru et le cuit. Mithologiques, I».
París, Plon, 1964, p. 346) lG9.
Nuestro antropólogo se complace en hablar reiteradamente de «las
leyes universales que rigen la actividad inconsciente del espíritu»
(LÉvI-STRAUSS, 1973, pp. 54 y 61), de «los resortes que mueven a
este huésped presente en nuestro debates sin haber sido invitado: el
espíritu humano» (ibíd., p. 73).
La nueva estructura hipostasiada, ese «espíritu humano» de ac-tividad
inconsciente, no parece diferir mucho de la postulada por
Lacan.
C. Michel Foucault. El autor de «La arqueología del saber» se
mueve en la misma atmósfera de «autoría» que vimos en Lacan. Tam-
4 .. oien para éi, es ei orden simboíico quien constituye al hombre, mas
que ser constituido por el hombre; el Lenguaje es lo que habla, y
el hombre ha muerto junto con Dios y los valores 17'.
El hombre es sólo una invención reciente, fabricada por la demi-urgia
del saber cartesiano 171, y está a punto de desaparecer 172, porque
es incompatible con el Lenguaje lT3.
prescindir de cualquier sujeto, considerando que, de algún modo, los mitos
se piensan entre sí» («Le Cru et le cuit. Mithologiques, ID. París, Plon, 1964,
página 20).
'69 «Nos hemos percibido ((sic!, = dado cuenta)) con suficiente claridad que
lengua y cultura son dos modalidades paralelas de una actividad más funda-mental:
pienso aquí en ese invitado presente entre nosotros, al que sin em-bargo
nadie ha convidado a participar en nuestros debates: el espíritu hu-mano
» (LÉvI-STRAUS1S9, 73, p. 65).
''O Jean-Marie Auzias lo sintetiza así: «El lenguaje, el discurso, han dado
muerte a los valores. Las ciencias del hornbrc Izan matado al hornbrc, y la
literatura a los autores. En los libros es el lenguaje quien habla, y no ya el
demasiado odioso "yo". El yo es algo externo; el verdadero pensamiento es
el pensamiento del lenguaje» (AUZIAS, 1970, p. 121).
17' «...el hombre es sólo una invención reciente, una figura que no tiene
ni dos siglos, un simple pliegue en nuestro saber y que desaparecerá en cuanto
éste encuentre una forma nueva» (FOUCAUL1T.9, 6 8, p. 9). «En este umbral ((que nos sepr r . del periszrr.iento c!ósico)) apuric:=, pcr vez primera isn extrafin
figura del saber que llamamos el hombre ... » (ibíd., p. 10). «Antes del fin del
siglo XVIII, el "hombre" no existía (...). Es una criatura muy reciente que la
demiurgia del saber ha fabricado con sus propias manos hace menos de dos-cientos
años» (ibíd., p. 300). «...el umbral de nuestra modernidad ... está si-tuado
... en el día en que se constituyó un duplicado empírico-trascendental al
que se dio el nombre de "hombrew» (ibíd., p. 310).
172 <<.A- tedes n q t ~ e ! ! ~=;e qcieren hnb!nr nfir? de! h e d r r , de si! reir,=
o de su liberación, ... a todas estas formas de reflexión torpes y desviadas no
«El discurso.. . no es la manifestación, majestuosamen-te
desarrollada, de un sujeto que piensa, que conoce y que
lo dice: es, por el contrario, un conjunto donde pueden
determinarse la dispersión del sujeto y su discontinuidad
consigo mismo. Es un espacio de exterioridad donde se
despliega una red de ámbitos distintos» (FOUCAULT1,9 70,
p. 90).
D. Roland Barthes. Barthes no se contenta con deponer la «obra-libro
». Haciéndose eco de las ideas vigentes en ese grupo de compa-triotas,
sostiene que «ya no hay poetas ni novelistas», sino tan sólo
«una escritura» 17'; que el «autor» -como en Foucault el hombre-ha
muerto,
se puede oponer otra cosa que una risa filosófica - e s decir, en cierta forma,
silenciosa» (FOUCAUL1T9, 68, p. 333). «En nuestros días ... lo que se afirma no
es tanto la ausencia o la muerte de Dios, sino el fin del hombre (...) ... el hom-bre
va a desaparecer» (ibíd., p. 373).
173 «...en la cultura occidental jamás han podido coexistir uno en otro el
ser del hombre y el ser del lenguaje. Su incompatibilidad ha sido uno de los
rasgos fundamentales dc nuestro pensarnienton (FOUCAUL1T9, 68, p. 329).
17' «Para Nietzsche ... se trataba de saber ... "quién hablaba", ya que para
designarse a sí mismo se decía "agathos", y "deilos" para designar a los otros.
Pues aquí, en aquel que "tiene" el discurso y, más fundamentalmente, "de
tenta" la palabra, se reúne todo el lenguaje. A esta pregunta nietzscheana:
¿quién habla?, responde Mallarmé ... al decir que quien habla, en su soledad,
en su frágil vibración, en su nada, es la palabra misma (...). Mallarmé no
cesa de borrarse a sí mismo de su propio lenguaje, a tal punto de no querer
figurar en él sino a título de ejecutor en una pura ceremonia del Libro en
que el discurso se compondría a sí mismo. ¿Acaso es necesario presentir allí
e! nacimienfn ... de IC dia qce npenzs se rn.rncir, pere de! c~n! udirin~m~s
ya que el pensamiento -este pensamiento que habla desde hace miles de
años sin saber lo que es hablar y ni siquiera que habla- va a recoger por
entero y a iluminar de nuevo en la luz del ser? ... El reencontrar en un espa-cio
único el gran juego del lenguaje ...» (FOUCAUL1T9, 68, pp. 297-299).
175 «...desde hace cerca de cien años, sin duda desde Mallarmé, se está
preparando una modificación importante de la literatura actual (...); un
mismo lenguuje tiende a circular por toda la literatura, y hasta detrás de 61
mismo; de esta manera el libro es tomado de forma contraria por el que
lo hace; no hay ya ni poetas ni novelistas, no hay ya más que una escritura»
(BARTHES«: Crítica v verdad»: cita CLANCIER1. 976, p. 214). !BARTWES, 1972,
p. 47, Iíns. 9-11 y 17-22).
«que la muerte del autor, al borrar su nombre, restituye
la obra a su verdad, es decir al enigma y al mito, y que
las obras no permanecen "inscrites dans un proces de dé-termination
dont une personne (l'auteur) serait l'origine",
sino que, ai contrario, son "traversée par ia grande ecri-ture
mytique ou l'humanitb essaye ses significations, c'est-a-
dire ses désires"» (PAGNIN1I,9 73, p. 153).
Así retorna nuestro crítico al gran Inter-texto, a la gran Escritura
(¿,gran impostura?) y, por de-sustanciar al sujeto promotor, hipostasía
al "mensaje" y/o a su mensajero inconsciente.
2.5.3.3.6. Efi estos a i aqe s al ~ ü i i ~ c p ídüe «aüiüi» (cüliiü iiidi-viduo
qUe detenta una propiedad privada y una causalidad exclusiva
sobre el "mensaje") late una gran dosis de verdad. Pero decir que
quien habla o escribe no es «el hombre» (uno, o varios, o muchos,
o todos) sino el «Lenguaje» - e n cualquiera de las cuatro modula-ciones
presentadas- resulta tan irracional e inadmisible que, puestos
a fantasear, igual daría decir con Unamuno que todos somos «sueño
nivolesco de Dios» O revelación suya «nuestros» mensajes; hagió-grajos
todos del mensaje emitido por el Espíritu divino. 0, más neu-tramente,
postular tras el "mensaje", como sujeto y causa última de
atribución, una mente-máquina extraterrestre que esté hablando por
(=a través de) nosotros y de la que seamos inconscientes portavoces.
Cuando menos esta hipótesis no está «dérnodée».
Por liberarnos de los escollos de Scilla, no debemos encallar en
Caribdis, con esa soberana hipostatización del Lenguaje.
Mas algo queda como conclusión: el «autor» no es un individuo
(«indivisum in se et divisum a quoiibet alias, en decir medieval) ni,
por consiguiente, una persona («rationalis naturae individua substan-tia
»). Está más allá de la subsfancia.
Sirvan, entre otros posibles, estos fragmentos de una de nuestras joyas
del 98: «((Augusto Pérez)) ... Porque usted, mi creador, mi Don Miguel, no
es usted más que otro entre "nivolesco" y entes "nivolescos" sus lectores, lo
mismo que yo, que Augusto Pérez, que su víctima ...N (UNAMUNO"N: iebla",
XXXI). «((Augusto Pérez)). No sea, mi querido don Miguel -añadió-, que
sea usted y no yo el ente de ficción, el que no existe en realidad, ni vivo
ni muerto ... No sea que usted no pase de ser un pretexto para que mi historia
llegue al mundo ... » (ibíd., íd.). «Pues bien, mi señor creador don Miguel, tam-bién
usted se morirá ... [Dios dejará de soñarle! (...). ¡Entes de ficción como
yo; lo mismo qiie yo! ... » [ihiri., íd.).
2.6.3.4. Deposición del "codificador-emisor".
«Codificar» es poner-en-el-canal el "mensaje" primigenio, ya ela-borado;
porque la referencia del mensaje, como estructura significa-da,
al código consiste en la sustitución de esa estructura por la es-tmctura
significante, por las "señales" (acústicas o gráficas). Pero es
obvio que poner-en-el-canal no es sino «emitir»; poner el "mensaje"
en camino hacia el "receptor". «Codificar» y «emitir» corresponden,
por tanto, a una misma operación. Consiguientemente, deponer al
"emisor" es ya depnner al "codifiradnr-emisor"; y rle esto vamor
a ocuparnos.
2.6.3.4.1. En la comunicación mecánica (modelo informático) no
ofrece dificultad 13. distinción (física) entre el "emisor" y el "canal" "'.
Sea el emisor un micrófono y el canal un hilo telefónico. Para deli-
,:Cnrlrin A0 G*:..I-" A,. &-..-:--..l..-. -- L... . A L - 3 -
I I I I L ~ I I V O -UCI-IIIIIIIVJu, ~-Lblliuualiui, D ~ U C L U UIIUG c l ~ q ~ kUL~IU ay ter-mina
otro- bastará con ir restando longitud material y/o piezas al
conjunto, observando si se mantiene la transmisión de las "señales".
Nada de esto es factible en la comunicación humana. «¿Dónde
termina la "personav?» es pregunta insensata 'la. El "emisor-humano"
en tanto que "persona" es algo no aislable; ni individuo ni indivi-duable
'Iy.
'77 Con la observación de que el concepto de "canal" habrá de ser revisado
(cfr. 2.6.8). El "transductor" aparecerá como síntesis de "emisor-conductor-re-ceptor",
implicado, por tanto, en el "canal".
178 El dactilógrafo (= máquina de escribir) es un instrumento u órgano (ar-tificial),
igualmente que la mano ortopédica más lograda; del mismo modo
que la mano natural. Tan «persona» es el manco de Lepanto sin máquina de
escribir como lo es sin mano ortopédica. Mano natural o artificial y dactiló-grafo
son «prolongaciones» de la «persona» (como el hilo telefónico, el pedal
del freno y las ruedas del automóvil). Pero el hilo telefónico es ya un medio,
un "canal"; como lo es el dactilógrafo y también la mano. Los canales fí-sicos,
dice Abraham Moles, «son, en cierto modo, una prolongación de los
¿üíiü:as f k i ü ~ 6 g i ~ üdse : :iüiiiÚrc iiiicgradu e11 ci criiurriu s u ~ i a iy cuiiurai» (Xu-
LES, 1975, p. 66), y McLuhan sostenía que «los medios ((= canales)) son pro-longaciones
de los sentidos» (cfr. MORAGA19S7,6 , p. 26). Quizá la persona X
termine donde empieza la persona Y (el "emisor", donde empieza el "recep-tor").
Pero el concepto de «persona» es transfísico, y ese «donde» jamás podrá
ubicarse en un espacio material. Más allá de éste, se plantea la de-terminación
de la terminación de X y del principio de Y. Dos posturas depondrían el pro-hlamm.
nno+..l-.. lm --:.+---:- & ..-- .<-:-.. iL..---- /V VI -....-- :-A:.. ' u i r i i i u . yuuruiui i u n r i u ~ r i i r i u uiiu uiiiru A cioviiu I r x - 1 1, G piba~,iiiuii, Siii
más, del concepto de «persona» (.. ).
'79 NO individuo, porque está en sí dividido. No individuable (= separable
de otros), porque replantear el problema de un «principium radicale individua-tionis*
para la substancia humana sería retornar al cosmos platónico de las
Para salvar el exabrupto, construyamos una hipérbole: 1) una
persona (A) habla sobre un dictáfono; 2) grabado y reproducido el
mensaje, una 2." persona (B) lo transcribe sobre la pauta del papel
en caracteres estenográficos ''O; 3) esa u otra (C) pasa el mensaje en
ierra cursiva sobre un cuaderno de notas; 4) un mecanógrafo (D)
traslada el mensaje sobre unos folios, sirviéndose de su máquina; 5) el
texto mecanografiado se lleva a una editorial (E), de donde sale con
caracteres de imprenta. ((Puede hacerse aún más complicado el pro-ceso,
con sólo sustituir el mensaje de (A) por el recibido en un
sintonizador de radio y/o -cerrando el circuito- sustituir el men-saje
de 5) por el legado a una emisora de radio)) la'.
En estas condiciones podrá, quizá, identificarse al «creador» del
mensaje (si es que cabe hablar de éste en singular), pero se hará di-fícil
responder a la pregunta: «¿quién es el "emisor7'?»; porque tal
pregunta carece de sentido. Emisores son A, B, C, D y E (en su plu-ralidad
institiw.iond, e! últim~);" emisnrrs" t n d ~ s= !!m. N= hay u y ~ i
«individuo-emisor». Pero ¿son estas condiciones excepcionales?
Pongámonos en el caso de un acto de comunicación humana más
simple: una persona (F) manuscribc una carta, que remite a G. El pro-ceso
resulta -sometido a análisis- tan complicado como el anterior.
La hipérbole de que partimos se erige en metáfora de otra metáfora:
«E» es ahora la mano articulada en el brazo que mueve la pluma;
«D» son los músculos tensores que mueven la mano; «C» son nervios
que activan los músculos; «B» son neuronas cerebrales que estimulan
los nervios; «A» es "estructura psico-somática" que actúa-en-neuro-nas
... (Y, más allá «A--,,> son datos sensoriales -"objetivos"- o
libros impresos; otros mensajes).
¿Diremos que el "emisor" es aquí «F»? Por análoga razón ha-bríamos
de sostener que el "emisor" es allí (en la hipérbole) el cequi-
«substancias segundas» y a la dialéctica ("participación/imitación'?) que enta-blan
con las «primeras».
En lugar de una taquígrafa, puede suponerse aquí un estenotipista o un
Psteri~gr& uU:omótico; cUa! pU&cra ssí. el G 6,1~ ..n-L a2v ~ rt.u,, , v d e Drcylua-Grai.
(cfr. MOLES, 1975, p. 271).
"' NOS encontramos aquí con lo que A. Moles denomina «cadena» o con-iunto
de comunicaciones» en que se descompone una «comiiiiirnción global»
(cfr. MOLES, 1975, pp. 135 y 52). Se nos da el ejemplo del jefe que «dicta las
cartas a la secretaria, quien codifica los mensajes dactilografiándolos y procede
a su entrega al servicio de correos, que distribuye los mensajes a los destina-tarios,
los cuales responden, etcétera* (MOLES, 1975, p. 135). ES significativo
el esquema de cadena dictado-escritura trazado por Moles (op. cit., p. 52).
Más sugerente aún la «chaine d'émetteurs et de récepteurs» que Roman Ja-kobson
refiere en su ensayo «Le langage en action» (cfr. TAKOBSON. 1973; pá-ginas
205-206).
po personal A + B + C + D + E» -«persona jurídica» o ((institucio-nab-;
siendo el caso que allí no existe tal equipo, sino mera suce-sión,
no buscada o pre-tendida, de actividades humanas la'.
-En- - ningiinn de los casos fingidas es P! " emior " un i~l ivi r lun,
una substancia. Diremos que «F» es "persona" sin E (mano-brazo),
sin D (músculos del brazo), sin C (nervios que estimulan los músculos
del brazo); cual fuera el supuesto de un «manco de Lepanto zocato*.
2.6.3.4.2. El primer destinatario de un mensaje, su primer "re-
- --,.-.-'' " .
L G p v l cs C! cimsoi'' misino. Tiatáíidüse de ün "t;si;;iit"r", 61 es su
primer escritor y su primer «crítico»; pues el "emisor" siempre se
pone, de hecho, en el lugar del "receptor" la3.
Como «pensamiento» y «exposición del pensamiento» no son mo-mentos
actanciales sucesivos (cfr. 2.5.1.2), mientras el "emisor" pien-sa-
para-otro (=mientras organiza transductivamente su pensamiento)
ocurre que piensa-para-sí; por lo que simultáneamente inventa y ob-jetiva
lo inventado ante «su» propia conciencia (escindida ya en el
Yo/Otro, en "emisor"/"receptor"). El llamado "emisor" no es, pues,
privativamente tal «cosa», sino «emisor-receptor)) (destinatario aquí)
al unísono. El hablante es oyente, y sólo por ser tal le es posible ha-blarla4;
y el "escritor" es lector, y sólo por serlo puede escribir lS5.
'" Podemos hacer que el proceso de esas cinco fases se concluya en cual-quiera
de ellas a partir de la l), o se prolongue hasta 5+,) -priieba de susti-tución-.
También nos es posible transmutar su orden de sucesión (5, 4, 3,
2, 1) -prueba de conmutación-.
El "emisor", en efecto, trata de hacerse entender por el "receptor", a
cuyo efecto tiene en cuenta las disposiciones de éste: nivel cultural (ajuste en
la modalidad de la letra manuscrita o en la pronunciación), constitución física
(sordera), distancia a que se encuentra (volumen de la voz), etc. Recuérdese el
mecanismo de la retroaccidn (cfr. 2.3.8.3.1, 4a y 4b). Guindo por estc critcrio,
sostiene Paul Valéry en sus «Cosas calladas) que: «Todo poeta valdrá, "al
cabo", lo que haya valido como crítico (de sí mismo)» (VALÉRY, 1977, p. 24);
y el crítico es el "receptor" por antonomasia.
Hablar implica organizar contextualmente los segmentos pronunciados,
conferirlos y captar su sentido desde los que les preceden; y esta organización
sólo es factible mediante la memorización de lo ya dicho; memorización que
d o ea viable a iiavis Uri oído. Súiu uii uuiüüy~rtirí puedt: Iidúiar LUII btm~idu.
las La escritura automática (que no lleva asociada la lectura concomitante)
no es escritura sensata y/o no es comunicativa. Si el lenguaje escrito sigue en
el tiempo (ontogenética y filogenéticamente) -como se nos dice- al lenguaje
oral, parece que la lectura (lenguaje oral) ha de acompañar -si no ya pre-ceder-
a la escritura. Escribir es también organizar contextualmente los seg-mentos
grabados; y, aunque éstos se vayan depositando sucesivamente en la
"memoria física" ciei papei, s6io son signos en tanto que ieidos. Una escritura
con sentido es una escritura con lectura concomitante. La hipérbole de este
Pero hablante/escritor se dicen relativamente al abstracto "emisor",
y oyente/Iector relativamente al abstracto "receptor".
No existe, por tanto, el «emisor-en-cuanto-tal». El "emisor" es
también "receptor)) o no es nada en absoluto lE6so;n funciones instan-tánea
y ontológicamente realizadas por un «mismo» sujeto-de-síntesis.
2.6.3.4.3. Esta supcrposición de furzcioncs presenta un relieve es-pecial
en la comunicación dialogada, que es la situación normal y
primigenia de la comunicación humana. Aquí el "emisor" funciona
alternativamente como "receptor"; su mensaje le es devuelio por el
interlocutor y pertenece a ambos. En esa comunicación «natural»
(previa a la concreción tecnológica de la «ratio») queda obviado el
lugar de la síntesis y la base real para la abstracción de los concep-tos:
«emisor/receptor». Si, pues, un mismo «individuo» es ambas
cosas (emisor y receptor), ni uno ni otro tienen como referente a la
substancia.
En la impresión de su tesis doctoral sobre la comunicación de
masas, Miquel de Moragas escribe:
«En la emisión radiofónica.. . El emisor, él mismo, im-plica
con frecuencia todo un proceso de coiriuriicacióri. Por
ejemplo, supongamos un diálogo entre el locutor A y el
locutor B. El diálogo entre ellos constituye un proceso
de comunicación en el que alternativamente A es el emi-sor
y B el receptor. Considerado globalmente todo el pro-ceso,
se convierte para el receptor radiofónico, en un
único emisor (compuesto escénicamente por A y B) y un
solo mensaje, el que forman bidireccionalmente el men-saje
que A dirige a B y que B dirige a A» (MORAGAS,
1976, p. 295).
hecho la encontramos en las tachaduras y enmiendas del borrador manuscrito;
sólo explicables desde la lectura de lo borrado. Fenómeno, a su vez, hiperbo-lizado
en la «corrección de pruebas)) que el escritor realiza para la impresión
definitiva del "mensaje" por él emitido. Corrige porque lee; escribe definitiva-mente
porque lee lo por él mismo escrito. Emite, en fin, porque recibe (él el
primero) su escritura como lectura.
Is6 No basta decir con David K. Berlo: «Cabe dar un paso más y decir que
la fuente y el receptor pueden ser (y a menudo lo son) la misma persona; la
fuente puede comunicarse consigo mismo (el individuo escucha lo que está
diciendo, lee lo que escribe, piensa)» (RERLO, 1971, p. 25); porque eso sucede
siempre y necesariamente.
No es éste un fenómeno privativo de la emisión radiofónica y de
la teatral. El diálogo está siempre presente en el llamado "emisor",
aunque sólo sea bajo la modalidad del diálogo interior. Hay dos «lo-cutores
» en él: A (léase el "yo7') y B (el/los Otro/s), que se pelotean
el mensaje, lo pesan y lo piensan antes de «emitir un juicio» y/o ex-teriorizarlo
físicamente. «Nadie es juez en su propia causa»; ni si-quiera
«el» entendimiento. Los personajes del «autor» son reencar-naciones
suyas (Unamuno); como los locutores para el organizador
del guión radiofónico. Exteriorizaciones de su «yo dividido» le'; por-que
no hay monólogos, sino «monodiálogos» (cfr. nota 159).
2.6.3.4.4. "Emisor" es, veremos, término correlativo a "mensa-je"
(como "padre" es correlato de "hi