FRAGMENTOS Y CULTURA ESCRITA:
LA PERSISTENCIA DE LA TRADICI~NR OMANA
EN LA ANDALUCIA ALTOMEDIEVAL
ELENAE . RODR~GUDEZ~ AZ
Universidad de Huelva
Todos aquéllos que dedicamos nuestro tiempo al estudio de los libros ma-nuscritos,
conocemos muy bien el alcance y la importancia de los códices que
han llegado hasta nosotros en estado fragmentario.
Las vicisitudes históricas han hecho que, con el paso de los siglos, muchos
libros fueran cayendo en desuso, bien por estar escritos en grafías arcaicas, cuyo
conocimiento interpretativo se fue olvidando al haberse adoptado nuevas escrituras
que suplieron a las antiguas, bien por contener textos que fueron transformándose
según las necesidades culturales de cada época (como sucede con los libros
litúrgicos) o bien por haber sufrido un proceso de deterioro y abandono por
parte de sus usuarios.
Estos libros que dejaron de ser útiles eran, muchas veces, reutilizados, máxime
cuando el pergamino sobre el que estaban confeccionados, al ser un soporte
más resistente que el papel, permitía un aprovechamiento múltiple. Así, hoy
podemos encontrarnos restos de antiguos manuscritos membranáceos como
folios de guarda en códices posteriores, como talones de refuerzo, como relleno
de encuadernaciones, como forro de otros libros o cuadernos escritos ya sobre
papel o reutilizados, simplemente, como materia escritoria.
Para la Historia de la Cultura Escrita tanta importancia tienen los códices
completos como los fragmentos de códices, ya que éstos últimos son, al fin y al
cabo, vestigios materiales de libros que antaño estuvieron completos y que
fueron escritos y leídos por los hombres de otras épocas'.
Resulta muy significativo comprobar la gran cantidad de fragmentos de libros
que se han conservado y que superan en número a aquéllos que nos han llegado
' Sobre la importancia de los fragmentos de códices, ver E. PELLEGRI"NF,r agments et Membra
Disiecta", Codicologica 3 (Leiden, 1980). pp. 70-95; M. D í ~Yz D í~z",C ódices y fragmentos de códices",
Memoria Eclesiástica 111 (Oviedo, 1992), pp. 3 1-44.
más o menos intactos. Por esta razón, la Historia de la Cultura Escrita estaría
incompleta si prescindiéramos de ellos, ya que tanto los códices como los fragmen-tos
son instrumentos igualmente efectivos para reconstruir la tradición libraria.
De la importancia de los fragmentos visigóticos ya se había preocupado
D. Agustín Millares, quien en su Tratado de Paleografa española incluyó una
relación de los fragmentos conocidos en su época y dispersos por numerosos
archivos y bibliotecas. Pero, desde entonces, han aparecido muchos más y, no
cabe duda, que seguirán apareciendo, lo que nos facilitará, dado el avance
actual de la investigación, conocer cada vez mejor el legado cultural de nuestros
antepasados, sobre el que hemos edificado nuestra propia identidad.
Este estudio se basa en el hallazgo de dos nuevos fragmentos de origen
mozárabe que se conservan en el Archivo de la Catedral de Oviedo y en los
que, como veremos, se manifiesta una clara continuidad con el "hacer" librario
de la tradición romana, herencia cultural que persistió en la sociedad hispano-visigoda
y que no se hubo de perder tras la invasión islámica.
El objeto de nuestro estudio son, por consiguiente, dos folios visigóticos que,
a juzgar por su apariencia, fueron reutilizados para revestir un documento de
trueque de 15 19 que, o bien constaba de varios folios, o bien se usaron también
para cubrir otro libro administrativo, ya que en otra anotación de fines del si-glo
XVI aparece un pequeño índice con propiedades que hoy pertenecen a la
Iglesia de Oviedo. Estos dos fragmentos, tanto por su preparación técnica como
por su escritura, fueron desgajados del mismo códice: una Biblia de gran formato
escrita a tres columnas.
Dicha Biblia, ya desmembrada a finales del XVI, bien pudo ser la Bibliotlzecu
Veteris et Novi Testamenti que en 1572 aún pudo contemplar Ambrosio de
Morales en la antigua librería ovetense, la más rica en códices góticos, a decir
del ilustre viajero2.
El frag. I 3 conserva dos columnas enteras y parte de una tercera, y contiene
el Libro de Samuel, con parte de los capítulos 17 y 18. En el frag. 2 sólo se apre-cian
dos columnas, y contiene parte de los capítulos 14, 15 y 16 del Libro de Job4.
Veamos, en primer lugar, sus características materiales, tratando de reconstruir,
en la medida de lo posible, los elementos codicológicos virtuales de la página
originaria.
El estado de conservación es relativamente bueno, lo que nos permite, no
sólo reconstruir la escritura, sino además constatar, por ejemplo, cuál era la
' A. DE MORALES, Viaje u los reinos de Leh y Guliciu y Principcldo de Asruriu~ (ed. fac\iiriil,
Oviedo 1977), pp. 93-94. ' Dado que actualmente ambos fragmentos no poseen signaturas de archivo, he nunieradv los
folios según su secuencia textual.
La versión del texto es la de la Vulgata, si bien la numeración de capítulos no se corresponde
con ésta. Así el actual capítulo 18 del Libro de Samuel se numeró con lo que parece (no se aprecia
bien) un "XLII"; el capítulo 15 del Libro de Job con un 11 y el capítulo 16 del mismo Libro, con un
12. Una mano posterior tachó y corrigió la numeración originaria.
FRAGMENTOS Y CULTURA ESCRITA 65
cara de pelo y la de carne en cada uno de estos folios. De esta forma, y
siguiendo la secuencia textual, el recto del frag. 1 pertenecía a la cara de pelo,
el 1 vuelto a la de carne, el recto del frag. 2, a la carne y el 2 vuelto, al pelo.
Las dimensiones actuales del folio mayor (n. 1) son de 323 x 278 mm y las
del frag. 2 de 326 X 207 mm. Teniendo en cuenta que, a juzgar por el texto,
faltan unos 13 renglones y que entre los dos folios se conservan algunos milí-metros
de márgenes, las medidas originarias de la página debieron superar
bastante los [435 X 3451 mm. Asimismo, la dimensión virtual de la justificación
debió ser de unos [360 X 2201 mm.
El texto está dispuesto a 3 columnas de 52 mm cada una, con un interco-lumnio
de 26 mm. Cada columna está delimitada a ambos lados por verticales
dobles para destacar las mayúsculas, según el esquema:
Si a las 46 líneas de escritura conservadas les sumamos los, aproximadamente,
13 renglones que parecen faltar, la Biblia debía poseer unas [59] líneas de
escritura con una unidad de pautado, o lo que es lo mismo, con una distancia
proporcional entre renglones, de unos 6 mm.
Desde la difusión de la nueva forma de libro que fue el codex, los pinchazos
que debían guiar el trazado de los renglones podían responder a dos sistemas:
aquél en el que el picado se situaba dentro de la justificación y el que disponía
la serie de pinchazos en el borde de la página. Al primero de ellos corresponde
el sistema utilizado en nuestros fragmentos. Así, el picado para las líneas maestras
recorre el centro del primer intercolumnio en el frag. 1; y en el 2, la serie de
pinchazos, siempre de tipo plano, se dispone -de manera inusual- debajo de
la primera vertical del fragmento que, en realidad, es la quinta de la página y
una de las dos que se alinean junto a la segunda columna'.
También en el pautado se observa una cierta variación técnica entre los dos
folios. El primero recibe un pautado simple primario6 ejecutado a punta seca
por la cara de pelo (recto del folio), en tanto que el del n.2 es mixto: las guías
horizontales reciben un pautado secundario, en el que el surco se observa por la
carne de forma tenue, al haber tenido encima uno o más folios o bifolios, y el
lomo de la incisión por la cara de pelo del pergamino. Por su parte, las líneas
justificantes están realizadas con un profundo pautado primario por la parte
pilosa. Se trata, por consiguiente, de un sistema de pautado mixto y no de un
repautado como sería lo más frecuente7.
Ahora bien, estas diferencias codicológicas no son suficientes para argumentar
Ver figs. I y 2.
' Es decir, el folio recibe directamente la incisión, ejecutada por la misma cara del pergamino
tanto para iaa líneas horizontales como para las verticales. ' A. KELLER, "Le systerne espagnol de réglure dans les manuscrits visigothiques", Acrus del VI11
Coloquio del Comité Internc~ionul de Puleogrufía Latina (Madrid, 1980), pp. 109- 1 10.
Figura 1. Reconstrucción del pautado y picado del frag. 1
Figura 2. Reconstrucción del pautado y picado del frag. 2.
FRAGMENTOS Y CULTURA ESCRITA 67
su pertenencia a códices distintos, ya que los elementos básicos de la página y
su escritura son idénticos. Simplemente, nos encontramos ante folios de diferentes
cuadernos.
Algunas de estas técnicas codicológicas descritas se relacionan con la práctica
de los "scriptoria" visigóticos más antiguos y, en concreto, con los meridionales,
tales como la disposición del texto a tres columnasn, los pinchazos de tipo plano
dentro del espacio justificante y el tipo de pautado, con columnas
flanqueadas por verticales dobles. Pero estos elementos no son innovaciones
técnicas de la cultura libraria visigótica, sino que son, en realidad, exponentes
de una continuidad material con la tradición romana.
En efecto, los resultados estadísticos obtenidos por J. J. John en su estudio
sobre la "mise en page" de los CLA, indican que desde el siglo IV, y sobre todo
durante el V, se multiplican los códices dispuestos a tres columnasy.
Por otro lado, de las dos grandes modalidades técnicas, anteriormente descritas,
que convivieron durante la Alta Edad Media, la que situaba los pinchazos de
guía en el interior de la justificación (tanto cuando la disposición del texto era a
una o a más columnas) procedía también de la herencia antigua. Los pinchazos
centrales son muy frecuentes entre los siglos IV y VI en manuscritos procedentes,
en su mayoría, de Italia, del Norte de Africa y de España1".
Pero mientras que era habitual, sobre todo en los códices visigóticos antiguos,
encontrar los pinchazos para las líneas maestras situados en el centro de los
intercolumnios, cuando el texto va dispuesto a más de una columna, lo que no
es común en absoluto (ni en los manuscritos meridionales ni tampoco en los
septentrionales) es que los pinchazos se sitúen bajo alguna de las verticales,
como sucede en el frag. 2, a pesar de que éste fuera un uso igualmente conocido
desde el siglo 111 l l.
Sólo he localizado un caso hispano no exactamente igual, pero sí muy
parecido. Me refiero al ms. 22 de la catedral de León (ff. 1 - 152), cuyo tipo de
pautado está formado por dos columnas acompañadas por doble vertical a cada
lado y cuyos pinchazos se sitúan entre la 5.a y la 6.a vertical de la segunda
columna12. Esta evidencia codicológica plantea una proximidad material entre
el célebre códice mozárabe l 2 y los fragmentos ovetenses, ya que la situación de
%. DIAZ Y DÍAz, De Isidoro al siglo x1. Ocho estudios sobre la vida literaria peninsular (Barcelona,
1976), p. 137, considera este aspecto codicológico como un rasgo antiguo y característico de los
centros escritorios del Sur.
J. J. JOHN", The format of manuscripts in CLA: a statistical report", Actas del VI11 Coloquio del
Comité Internacional de Paleografía Latina (Madrid, 1990), p. 100.
'O J. J. JOHN( 1990), p. 102.
" J. J. JOHN (1990), p. 103.
" M. DÍAZ Y DIAZ, "El códice 22 de la catedral de León", León y su Historia (León, 1969),
p. 137.
l 3 M. DIAZY D~A(Z1 969) y Códices vkigóticos de h Monarquía Leonesa (León, 1983), p. 85, lo
sitúa, sin género de dudas, en la Córdoba de finales del siglo ~111,c on notas marginales también
cordobesas del siglo IX.
los pinchazos de guía es, en ambos casos, ajena y extraña a las prácticas
utilizadas en otros códices meridionales o norteños. En cambio, la costumbre de
situar los pinchazos para los renglones bajo las verticales aparece también en
los "antiquiores" 14.
Finalmente, por lo que se refiere al uso de un pautado mixto, no he podido
hallar más que un caso también de procedencia mozárabe y de características
técnicas, que no gráficas, paralelas al frag. 2 ovetense: con un pautado directo
de las líneas justificantes ejecutado por la parte pilosa y un pautado indirecto
para los renglones realizado por la cara de carne".
La preparación material de los fragmentos ovetenses debió realizarse en un
centro escritorio cualificado, en el que parece observarse una fuerte presencia
de la tradición romana. El tipo de pautado a tres columnas y, sobre todo, la
anómala situación de los pinchazos de guía en el frag. 2, conectan esta seccionada
Biblia ovetense con ambientes meridionales que hemos de situar cronológicainente
en una época muy temprana.
Pero en el libro manuscrito todas y cada una de sus partes -factura material,
escritura, texto e iluminación- no son sino distintas manifestaciones de un
substrato cultural común, producto de un mismo ambiente socio-cultural y
exponentes de una misma tradición libraria. Así, la escritura está estrechamente
vinculada a la preparación formal del códice y viceversa.
Los folios de la catedral de Oviedo fueron escritos, sin duda alguna, por la
misma mano en una elegante visigótica redonda, con letras más anchas que
altas, caídos muy cortos, pocas abreviaturas y sin separación de palabras.
Las mayúsculas, destacadas entre verticales, son unciales y capitales. En los
primeros renglones de los capítulos del frag. 2, destacados a modo de rúbrica
-y que están escritos sin cambiar de color- se utilizan también mayúsculas
unciales y no las características mayúsculas visigóticas, lo que conecta, una vez
más, con los usos arcaicos. La M uncial, en este caso, no cierra del todo su
primer ojo.
El alfabeto minúsculo es el típico de la visigótica redonda del denominado
por A. milla re^'^ como "primer periodo": en dos ocasiones aparece una tr uncial
en nexo con la t; la b lleva la panza abierta; la e de tipo epsilon, en posición
final, prolonga el trazo medio en dirección ascendente; los arcos de la h, la m y
la n son muy bajos y sus últimos trazos son rectos o se incurvan hacia adentro;
se utiliza la erre redonda detrás de la o para la terminación en -rum; las erres y
las eses son pequeñas y achatadas; se emplea la u sobrepuesta con niucha
'"Sta técnica, conocida desde el siglo iii, aparece sobre todo en códices italianos de los higlos Vi
y vil, así como en varios códices franceses del siglo vil, J. J. JOHN (19901, p. 103. '' Se trata de un Misticus toledano (Toledo, Museo de Santa Cruz, ms. 13251, al que 4. M.
MUNDOa tribuye una datación tardía (s. xiii), A. M. MLINDO"L, a d a t a c i h de 105 ckiices litúrgicos
toledanos", Mix,eláneu M. Féiotin (Madrid-Barcelona, 1966), pp. 1 1 - 12. De ser correcta dicha cron«-
logía, estaríamos, una vez más, ante la pervivencia de las antiguas técnicas.
l 6 A. MILLARECSA RLOT, ratado de Puleografíu espuñolu, vol. 1 (Madrid, 19831, p. 87.
70 ELENA E. RODR~GUEZD ~ A Z
frecuencia y casi siempre al final del renglón; la y griega se escribe por encima
de la línea de renglón y lleva punto diacrítico, al contrario que la z.
Las abreviaturas de tipo general son escasas y, al mismo tiempo, son las
habituales en la escritura visigótica, entre las que destaca un Israel abreviado
srl; para el autem se utiliza normalmente la forma usual (uum) y en dos casos (al
final de renglón) se usa el au; los posesivos de la primera y segunda persona del
plural se abrevian por contracción manteniendo la erre y no la ese (nro, uro), y
nunca se abrevia el qui.
Se emplea también el per con el caído cortado por un trazo horizontal, junto
con un más escaso per visigótico, formado por un sinuoso trazo bajo a la
izquierda del caído; para la elisión de -us y -ue se utiliza el punto y coma situado
en la mitad superior de la b o por encima del cuerpo de letras como la q.
Por supuesto, no existe distinción entre el r j asibilado y el dental; la e
caudada se utiliza con regularidad y sólo en una ocasión se observa el diptongo
desarrollado; el cum conjunción se escribe quum; y otras variantes ortogr'df ' ICUS
responden plenamente a los usos hispanos (confusión entre b y v, se añaden o se
suprimen h, se confunden las dentales y se intercambian las s y las xj.
Los signos de puntuación son el punto bajo (.) para la pausa menor y el
punto con una coma sobrepuesta (:) para las pausas media y mayor. Los signos
de interrogación y de exclamación sólo aparecen una vez (frag. 1) y ejtlín
añadidos por una pluma diferente a la del texto.
En los dos folios conservados se observan tres notas intercolumnares, dos en
el V.Od el frag. 1 y la tercera en el V.Od el frag. 2. La primera es una correccih al
texto de dos palabras (et stubat) que no aparecen en la versión de la Vulgata; lo
mismo sucede con la segunda anotación (rnoklti upurturitn te siw udolenreln) y la
tercera no puede leerse bien al estar cortada. Los tres ~nurginuliue stán escritos en
una visigótica redonda de mano diferente a la del texto, pero de características grá-ficas
similares. En la primera aparece una a uncial en nexo con la t; en la segunda,
se utiliza dos veces una M uncial con el primer ojo casi cerrado y su escritura es
continua; y en la tercera se ve un prr visigótico y una ligadura le de tipo cursivo.
Al igual que sucedía con los elementos codicológicos, también las peculiari-dades
paleográficas apuntan a la región meridional como origen del códice
bíblico y, también en esta ocasión, se comprueban una serie de arcaísnios
gráficos estrechamente vinculados con la producción romana.
Andaluza es, por ejemplo, la escritura achatada, el uso conjunto de los dos
tipos de per, la e de tipo epsilon con el trazo medio muy prolongado en dirección
ascendente cuando está en posición final, el escaso desarrollo de los caídos o la
M uncial con el primer ojo casi cerrado.
Arcaica es, por su parte, la escritura continua, la no distinción del g, la h de
panza abierta, la ausencia del qui abreviado, la presencia de la a uncial como
minúscula, la ausencia de signos de interrogación y de exclamación, la presencia
simultánea de los dos tipos de per, la forma de abreviar el nostro y el vestro con
erre y las rúbricas monócromas en caracteres unciales.
FRAGMENTOS Y CULTURA ESCRITA 7 1
A su vez, romano es el per con el caído cortado, así como las formas
pronominales noster y vester con erre y no con ese, como será lo habitual en el
visigótico posterior.
Dichas formas están presentes en 46 códices unciales y semiunciales de los
siglos VII, VIII y IX catalogados por Loew en sus CLA, de los cuales el 55% son
de procedencia italiana y el 26% de origen francés. El 19% restante son de
diferentes lugares, entre ellos varios códices de procedencia hispánica datables
alrededor del siglo VII".
La manera arcaica de abreviar los pronombres se localiza asimismo en
varios manuscritos visigóticos de fines del siglo vrIr o principios del IX, siendo
todos ellos de procedencia mozárabe, como Monte Cassino 4 y 19 IX.
Otra abreviatura, presente en nuestros fragmentos, y que Lindsay considera
característica de los manuscritos visigóticos más antiguos, es el srl para Israel19.
Pues bien, esta forma está también presente en varios códices unciales, originarios
de Italia y datables en los siglos VII y VI I I ~ ~Ig. ualmente, esta abreviatura es la que
se utiliza en la Lex Romana Visigothorum de la Biblia palimpsesta de León2'.
Es decir, parece que los elementos gráficos de los fragmentos ovetenses nos
conducen a aventurar un origen meridional y una datación temprana, quizá a
finales del siglo vi11 o principios del IX, lo cual coincide plenamente con las ca-racterísticas
codicológicas observadas, sobre todo por lo que se refiere a la situación
de los pinchazos de guía del frag. 2, similares a los del Samuélico leonés, cuya
copia, según M. Díaz y Díaz, debió efectuarse en Córdoba a fines del siglo V I I I ~ ~ .
Es más, las escrituras más próximas a nuestros fragmentos las encontramos
en códices como Monte Cassino 4, el ms. 80 de la B.R.A.H., el fragmento de la
Real Chancillería de Valladolid procedente de San Román de Entrepeñas o la
nota bíblica del folio 9 0 d~el y a citado ms. 22 de la catedral de León, todas
ellas ejecutadas en la zona meridional de la Península Ibérica a finales del siglo
VIII o en el siglo 1xZ3. Ahora bien, la mayor semejanza gráfica se encuentra en
I7 Uno de ellos es el célebre R.II.18 de la Biblioteca de El Escorial y otro el Palimpsesto de
León, E. A. LOWE, Codici Lutini Antiquiores (Oxford, 1934), ns. 1631 y 1637; M. DIAZY DIAZ (1983),
pp. 17-53,
'"onte Cassino, Archivo della Badia, mss. 4 y 19, escritos en la España meridional en los
siglos VIII-IXE., A. Lowe CLA, ns. 372 y 373.
I q El srl para Israel no es patrimonio exclusivo del mundo visigótico, pero sí es cierto que
aparece con más frecuencia en códices de procedencia hispana datados o datables alrededor de los
siglos vi11 y IX,W . M. LINDSAYN,o rue Latinae. An i~ccounto f abreviarions in latin mss. of the early
minuscule period (c. 700-850) (1963), p. 408.
'"E. A. Lowe CLA, ns. 55,56,330 y 333. " León, Archivo de la Catedral, ms. 15, E. A. Lowe CLA, n. 1636, s. vil. " M. DIAZ Y DIAZ (1969), pp. 153-156 y M. DIAZ Y DIAZ (1983), p. 85.
23 Monte Cassino, Archivo della Badia, ms. 4, E. A. Lowe, Studia Palaeogruphica (München,
1910), pl. 3; Madrid, B.R.A.H., cód. 80, M. Díaz y Díaz (1983), p. 47; León, A.C. ms. 22, M. Díaz y
Díaz (1969), lám. IX; Valladolid, Archivo de la Chancillería, Sección Pergaminos, carp. 40, n. 14, J.
M. Ruiz Asencio, "Documentos y códices de San Román de Entrepeñas", Actas del II Congreso de
Historia de Palenciu, t. 11 (Palencia), pp. 9-33.
7 2 ELENA E. RODR~GUEZD IAZ
los fragmentos procedentes de Oña y conservados en el códice facticio 1452B
del A.H.N. de Madrid.
En los frags. de Oña 1-4, que contienen las Moralia in Job, ciertas letras se
ejecutan de la misma manera que en los ovetenses, como la N capital, la j la M
uncial con el primer ojo a medio cerrar, la g y la q con los caídos muy cortos, la
a uncial como minúscula, el uso de los dos tipos de per y el empleo constante
del noster abreviado con erre. Pero de todos ellos, es el frag. 7 el que más
paralelismos codicológicos y paleográficos posee con los folios de Oviedo. Dicho
fragmento, que contiene Agustín in Iohannis Evangelium, está preparado a dos
columnas flanqueadas por verticales dobles, los pinchazos recorren el centro del
intercolumnio y la escritura, elegante y bien ejecutada, tiene el mismo aspecto y
las mismas características que la Biblia ovetense. Y, según M. Díaz y Díaz, los
fragmentos de Oña proceden de la Córdoba de finales del siglo vrrr o principios
del 1xZ4.
En suma, tanto la preparación codicológica como la escritura nos conducen
a considerar los fragmentos ovetenses como producto de algún escritorio proba-blemente
cordobés y ejecutados no más allá de comienzos del siglo ix.
La persistencia de la tradición romana en la cultura libraria meridional es un
indicio más de la continuidad de la herencia cultural clásica durante la etapa
visigoda. Esta tradición antigua, mantenida y revitalizada por los hispano-romanos
durante los siglos vr-VII y difundida entre los godos a lo largo de este último
siglo persistió, entre otras causas, gracias a la pervivencia del sistema de enseñanza
romano tamizado por la nueva mentalidad cristiana. Así que, durante bastante
tiempo, los copistas de libros debieron seguir utilizando modelos romanos, directos
o indirectos, conservados o importados, a través de los contactos habidos entre
los hombres cultos de la Península con el Norte de Africa, Italia o la Galia".
Pues bien, según hemos visto, los paralelismos codicológicos y paleográficos
entre la tradición romana y la mozárabe proceden, precisamente, de manuscritos
originarios de estas mismas zonas geográficas, teniendo en cuenta que, además,
dichas técnicas librarias fueron utilizadas en el periodo cronológico comprendido,
fundamentalmente, entre los siglos VI y vrr, lo cual coincide -y no creo que por
casualidad- con la época de la restauración y difusión de la herencia clásica en
la España visigodaZh.
Por otro lado, la fuerte implantación antigua entre los cristianos andaluces
no debe parecer nada extraño al haber sido la Bética una de las regiones
hispanas que, durante más tiempo y con más fuerza, recibieron la impronta
romana. Bien es cierto que la invasión musulmana y sus consecuencias socio-políticas
iban a generar considerables cambios entre los cristianos meridionales.
que provocarían, a partir del siglo rx y sobre todo del x, un receso de la
24 M. DIA' Z Y D~A(Z1 983), PP. 407-41 1.
25 M. DIAZY D~A(Z1 976), p. 20.
26 M. DIAZY D~A(Z19 761, pp. 9-55.
FRAGMENTOS Y CULTURA ESCRITA 73
tradición latina, limitada exclusivamente a minorías cultas, frente a un mayor
número de cristianos cada vez más arabizados. No obstante, la vida cultural de
los mozárabes de al-Andalus se mantiene casi intacta durante el siglo VIII, y a lo
largo del conflictivo siglo IX se irá replegando hacia los principales monasterios
y centros culturales, en los que aún se conservaban libros".
Como M. Díaz y Díaz, no creo que existiese una auténtica cesura cultural en
dicha época, sino más bien un trasplante geográfico, propiciado por la llegada a
los reinos del Norte de los cristianos andaluces que portaban con ellos sus
tradiciones librarias, es decir, la tradición romana. La Historia Textual y la
Paleografía han demostrado ya, en varias ocasiones, la continuidad cultural que
se produjo en la producción norteña, gracias a las distintas migraciones mozárabes.
Pero la Codicología tiene todavía mucho que decir.
Es imprescindible la realización de un Corpus amplio, sistematizado y ac-tualizado
de códices y fragmentos de códices visigóticos, porque es imprescindible
estudiar de manera global y comparativa los libros meridionales y los norteños,
como necesario es también analizar de manera conjunta los códices mozárabes
andaluces y los escritos en grafías romanas. Solamente aquellos estudios que
aborden de manera unitaria todos los aspectos de un libro manuscrito (factura
material, escritura, iluminación, encuadernación y, por qué no, los textos) podrán
esclarecer de una vez por todas los muchos problemas que su estudio suscita.
27 M. DIAZY DIAZ(1 976), pp. 169- 174.
Lámina 1. Frag. 1 recto.
Lámina lI. Frag. 1 vuelto.
Lámina 111. Frag. 2 recto.
Lámina IV. Frag. 2 vuelto.