Higiene y enseñanza privada en
Las Palmas de Gran Canaria (1 902-1 903)
INTRODUCCI~N
A través de los próximos párrafos dibujamos el recorrido seguido por un
grupúsculo en el cuidado y progreso de la sanidad pública, entendiendo que
este concepto de caráder general abarca múltiples connotaciones y campos
de trabajo. En efecto, esto es meramente una nota en el amplio mundo histo-riográfico
al respecto; sin embargo, en el capítulo de lo aprendido, queremos
constatar que la política liberal de principios de siglo no fue, ni con mucho,
todo lo acertada que cabía esperar, aunque, de la misma manera, aceptemos
que una buena parte de sus logros se constituyó como germen de posteriores
actuaciones de mayor enjundia.
En otras palabras, el esquematismo del Partido Liberal, en cuanto a la ad-ministración
local, nótese bien no obtuvo el éxito pretendido, pero posibilitó
por contra la aparición de medidas y proyectos conducentes a una óptima com-prensión
de los problemas y de las opciones de salida a las situaciones.
En este sentido, la aplicación de programas higiénico-sanitarios en los cen-tros
de enseñanza muestra un paso a tener en cuenta, en la certidumbre de que,
pese a las reducidas dimensiones de la reforma, algo subsiste de empeño pro-gresista
y extensivo a toda la comunidad educativa. En fin, bulle el ánimo de
alimentar la desfavorecida tasa de mínimas estruduras sanitarias de la ciudad.
Bien pensado puede que no sea este el momento propicio para hacer una
glosa completa y exhaustiva de semejante programa, pero, aún así, y como
referente general, ofreceremos unas líneas a modo de guía.
Boletín Millares Carlo, núm. 15. Centro Asociado UNED. Las Palmas de Gran Canaria, 1996.
220 Juan Francisco Marttn dd Castillo
Lo primero que hay que poner entre paréntesis es la propia existencia de
un programa acabado, a lo que se debe añadir si fue o no producto de una
élite preocupada por el desarrollo biosanitario de la población. A esta segun-da
parte de la cuestión, ya hemos dado satisfacción, indirectamente, en la In-troducción,
aunque de la anterior hemos de decir unas cuantas cosas.
A una vertiente, y para deshacer ab origine futuros malentendidos, no es
documentable un completo diseño del interés higienista para Las Palmas de
Gran Canaria en los tiempos a que alude este trabajo. Cabe, y desde distinta
óptica, atisbar, a lo largo de más de una década, un alza indiscutible en el ni-vel
de preocupación por la temática común relativa a la salud. Decir lo con-trario,
sería un craso error histórico.
En orden paralelo, acorde con esa premisa, es menester no desdeñar el
afán del grupo elitista, que intentó implantar un modelo progresivo de reali-zaciones,
aunque fuera descoordinada e impulsivamente. m -
Los intdrpretes -
m
O
E
Amparados en este razonamiento, vamos a abocetar, posso modo, el per- SE
fil de los tres personajes públicos que comprometieron su lucha política en E
demanda de unos índices de atención sanitaria, cuando menos básicos e ine-ludibles.
Nos referimos, y en esta secuencia, a los doctores: Bartolomé Apoli- 3
nario Macías, Andrés Navarro Torrens y Vicente Ruano y Urquíal. Cada uno -
0
m
en su parcela y todos conjuntamente lograron ampliar las miras médicas de E
antaño, haciendo factible lo que pocos años atrás era, en la práctica, inviable. O
Así, don Bartolomé -como era conocido por sus pacientes- dio pron- n
tamente la campanada al introducir, en el variado repertorio de peticiones de aE fin de siglo, un complejo hospitalario y residencial para los más pobres de la
ciudad y, en particular, de la barriada portuaria. Y, efectivamente, en 1891, n
n
la capital acogió, con satisfacción evidente, la contrucción de una Casa-Asilo
con la advocación de San José, justamente en el frontal de la Playa de Las 3
O
Canteras. Sin embargo, no fue éste el único de sus deseos cumplidos, sino
que, a lo ancho de su dilatada trayectoria profesional a cargo de la Higiene
Municipal, abundaron los frutos, pero también hubo de sufrir de no pocos
disgustos personales.
No obstante lo cual, el continuador en la responsabilidad política, Andrés
Navarro, al que le unían lazos de profunda amistad, tras la renuncia y jubila-ción
del procer2, no cejó en la tarea y obtuvo del Ayuntamiento una aprecia-
Sobre ellos, nos informa someramente el librito de Juan Bosch Millares y Juan Bosch Her-nández,
La Medicina en la Provincia de Las Palmus, Las Palmas, Cabildo Insular de Gran Ca-naria
(Col. «La Guagua))), 1981.
v é a s e la sesión ordinaria del Consistorio del 6 de noviembre de 1899.
Higiem y snseñanza privada en Las Palmas de Gran Canaria (1902-1903) 221
ble cantidad de reformas parciales, aunque posteriores al intervalo que abre
este estudio -de las que daremos cuenta, brevemente, más adelante.
El tercer preboste sanitario era Vicente Ruano, al que le cupo la honra y,
por qué no decirlo, el ridículo en ciertas fases históricas, de haber desempe-ñado
la función de Jefe de Sanidad en la isla de Gran Canaria3. A lo que su-maba
una portentosa capacidad política, verdadero leitmotiv de sus realiza-ciones.
Entre otros, ostentó el cargo de rector de la facción liberal en el po-der,
durante el ínterin en que, Andrés Navarro, insistía en la dotación de
medios para el Negociado de Beneficencia y Sanidad de la administración
municipal.
Estas tres espadas históricas mantendrán en vilo las aspiraciones biomé-dicas
de la urbe. En un solo término, la responsabilidad y el buen ejercicio sa-nitario
es cosa de ellos.
No es nuestro objetivo manifiesto extendernos en demasía en la explica-ción
del programa sanitario, pues, aunque esté relacionado ciertamente, no es
ese el tema del presente trabajo. Con todo, para sostener ideológicamente las
reflexiones que han de venir, requerimos de una explicitación básica de los
resortes a que obedecen medidas ulteriores. Es decir, avizorar los entresijos
de la guía que proponíamos hace un instante.
El Ayuntamiento o, mejor todavía, los ediles utilitaristas presuponían tres
reglas en su relación con la ciudadanía: 1 ." Cuánto menos intervengan en una
situación dada el aparato burocrático y los consiguientes recursos oficiales,
más clara será la perspectiva de resolución; 2." si ello no es posible por cual-quier
motivo, hay que arbitrar planes a corto y medio plazo para atajar el
problema, no sea que pase a mayores, y 3." buscar un enfoque progresista,
alineado con la evolución de los acontecimientos, y evitando, en todo mo-mento,
las confrontaciones abiertas con las fuerzas sociales de cualquier sig-no
político.
Semejante armazón intelectual apuntala, por ejemplo, la comprensión de-finitiva
de la edificación de la Casa-Asilo de San José. Porque, dejando al
margen el entusiasmo individual, es cierto que respondió a un ambiente de
creciente pobreza y miseria, según iba tomando asiento la obra portuaria, co-menzada
en el lejano octubre de 1883. Las migraciones interiores de la isla y
el desarrollo demográfico parejo pujaron sobremanera en el cuerpo político,
Su actuación en el caso de la leche condensada adulterada (1905) dejó mucho que desear,
tanto profesional como políticamente. Véase al respecto nuestra obra de próxima aparición, Los
Primeros Laboratorios de Las Palmas (1904-1926). (Una Aproximación), Las Palmas, Ayunta-miento
y Colegio Oficial de Fannac~uticosd e la Provincia.
222 Juan Francisco Martín del Castillo
que creyó contentar las menudas pero sólidas reivindicaciones del medio
obrero.
Además, la verdadera ((cuestión social)) estaba aún por surgir, habida
cuenta que, en aquellos años, era simple paño caliente. No obstante, con la
creación y extensión de las representaciones sindicales y las organizaciones
obreras de diverso tipo4, la realidad hubo de alterarse. En esta dirección, no
resulta extraño que Fernando León y Castillo, al igual que su hermano inge-niero,
fueran elegidos ((Socios de Honor)) de la Asociación Católica de Traba-jadores,
en 18905. Nadie quería sustraerse a la oportunidad de montarse al
carro de la iniciativa en moda, aunque, por dentro, supusiera un incordio
ideológico.
En definitiva, por ideología doctrinal y por las circunstancias sociopolíti-cas
advertidas, el supuesto programa sanitario debía caminar con soltura y
levantando los plácemes de la prensa plumífera.
Y así comió la tinta. En el Diario de Las Palmas, el jueves, día 3 de no-viembre
de 1904, un titular nos indica el alcance de las promesas liberales en
materia de higiene pública: ((Reformas municipales. (La casa de socorro - La
sala de autopsias del cementerio - El laboratorio químico)))S. in género de du-das,
la instalación de un local destinado a análisis bromatológicos era lo más
sobresaliente del paquete de medidas6; pero lo que importa señalar, históri-camente,
es la propia enunciación de la cabecera periodística: refirmas en la
ciudad.
Ahora bien, destacar un vocablo sobre otro no ocasiona una conclusión
definitoria sobre el sesgo de una política de gobierno. Esto es, toca pregun-tarse
por el juicio que merecen tales reformas a los distintos interlocutores de
la época. Ya sabemos que el órgano de expresión del liberalismo grancanario
se deshace en elogios y multiplica sus columnas cuando informa de la inau-guración
de un instituto o de la puesta en marcha de un nuevo servicio públi-co.
Así sucede con el laboratorio y otras cuestiones7. Empero, los partidos en-frentados
a la Alcaldía -el Partido Canurista y, curiosamente, el Partido
Reformista- no extraen similares lecciones del reformismo apuntado. Antes,
al contrario, prefiguran, y hacen bien, una falta de planificación de orden su-
* Cfr. J. A. Gallego, «Los comienzos del asociacionismo obrero en Gran Canaria)), en Anua-rio
do Estudios Atlánticos, núm. 27, 1981, pp. 261-307; F. Galván Fernández, Burgueses y obre-ros
en Canarias, La Laguna, Universidad, 1986.
Cfr. Juan Francisco Martín del Castillo, duan de León y Castillo y las Sociedades Científ-cas,
Literarias, Arüsticas o de Recreo de su tiempo», en Anuario do Estudios Atlánticos, núm.
39, 1993, pp. 401-429. Para el fenómeno histórico del intento de atracción de las masas obre-ras
al seno del catolicismo, véase la obra de Rayrnond Carr, Esi>aña 1808-1975, Barcelona,
Ariel, 19905, pp. 444 SS.
Cfr. Juan Francisco Martín del Castillo, Los Primeros Laboratorios de Las Palmas (1904-
1926), ya citada en la nota 3.
Diario do Las Palmas, 12-XI-1904, «Una gran reforma - E1 Laboratorio químico-munici-palv;
15-XI- 1904, «Asuntos municipales. Gestiones plausibles».
Higiene y enseñanza privada en Las Palmas de Gran Canaria (1902-1 903) 223
perior, que acoja y elimine el apegamiento a lo circunstancial del Ayunta-mientos.
Resumiendo: la posibilidad de la existencia de un programa sanitario de
reformas es palpable en la prensa de primeros de siglo, sesgada por la facción
política correspondiente, pero, en lo estrictamente atinente a proyectos aca-bados
y con un propósito por encima del desarrollo de los hechos cotidianos,
sentenciamos, con toda clase de prudencias, que no hay tal cosa.
Vabracwn ds un ssfisrzo
Así la situación, y con las salvedades anticipadas, debemos apreciar, en su
justa medida, el denodado esfuerzo individual de determinadas figuras histó-ricas.
Es más, estamos en la necesidad de levantar acta de sus consecuciones,
tanto de las descollantes como de las de menor fuste, con la esperanza de que,
con tal cúmulo de realidades, lleguemos a entender auténticamente y en pro-fundidad
la labor biosanitaria de aquellas décadas.
Esta autenticidad, que debe profesar cualquier estudio histórico, es la que
nos hace parar en la higiene educativa. Pues, como hemos dicho reiterada-mente,
aunque no es aconsejable reconocer un programa generalizado de sa-lud
pública, quizá sea reconfortante contemplar la aplicación de ciertas me-didas,
que hacen aflorar las cotas de seriedad profesional -al menos eso les
sea otorgado- a que los responsables municipales llegaron.
LOS COLEGIOS PFUVADOS Y LA HIGIENE
Existen obras monográficas dedicadas por completo al sector educativo
en Canarias, pero circunscritas al Antiguo Régimen, como son las realizadas
por Antonio Bkthencourt, en las que se describe, con maestría, la enseñanza
de las primeras letras en pleno siglo xvmg o las frustradas aspiraciones de la
orden betlemita de fundar un centro académico en Tenerife. También es no-table
el interés de Vicente Suárez Grimón sobre el asunto, con importantes
contribuciones parcides sobre la situación en el Noroeste de Gran Canarialo.
La Mañana (Diario de Reformas Sociales), 1 1 -N- 1904, «Asuntos locales. El Laborato-no
Municipal. Inauguración)).
La Definsa (Diario de La Mañana. Organo del Partido Canarista), 1 1 -N- 1904, «¿Seremos
atendidos?»; 22-XI-1904, «Uno por fás y otro por nefaw
Antonio Bkthencourt Massieu, La enserlanza primuria en Canarias durante el Antiguo
Rd@mn, Las Palmas, Centro Asociado de la UNED, 1985 (folleto).
lo Vicente Suárez Grimón, «Escuelas en Gran Canaria: las fundaciones de Telde, Guía y Te-ror
en el siglo m»e,n Homnaje a Alfonso Trujilb, La Laguna, 1982, tomo 11, pp. 371-395;
íü., Contribución al estudio de la historia de la enseñanza en Gran Canaria: La escuela depatro-nato
en Teror (1 790-1 936), Teror, Ayuntamiento, 1990.
224 Juan Francisco Martín del Castillo
Incluso, ya para la época contemporánea, se ha avanzado en el rastreo docu-mental
de las veteranas instituciones, como la de San Agustin de esta capi-tal1'.
No obstante, en ninguna de las citadas obras se advierte la presencia de
un capítulo dedicado al estado de salubridad, seguridad o higiene del edificio
y los equipamientos agregados; por el contrario, se echa de menos el detalle
de tales requisitos, acreedores a lo poco de una preocupación más constante.
Por faltar, resulta inquietante el vacío sobre la historia de la enseñanza en
las islas. Se nos viene a la cabeza, en este momento, el estupendo tributo de
Juan Manuel Santana Pérez con su Política educativa de Carlos III en Cana-rias12,
pero no deja de ser sintomático que se autoasigne la vitola de pequeño
óbolo a lo que todavía queda por hacer. Ni siquiera el tesón de Olegario Ne-grín
Fajardo13, con su perfecta preparación para estos fines, puede abarcar
con holgura la temática.
Por esta razón, aunque reconociendo debidamente la investigación men-cionada14,
nos aprestamos a entrar en el mundo de la enseñanza privada en
Las Palmas de Gran Canaria, que, unido a las anteriores precisiones acerca
de la sanidad e higiene, forman los pilares de este estudio.
De los ocho colegios analizados15, dos pertenecen a la esfera civil o, por
mejor decir, a la laicidad intelectual. Por contraste con situaciones heredadas
-como es el caso de la mayoría de los centros de corte religioso, debidos a
fundaciones o cesiones testamentarias-, son fruto de iniciativas, particulares
o colectivas, con el objeto explícito de dotar a una barriada o sector capitali-no
de una institución educativa, al margen de otras consideraciones. Sin em-bargo,
no puede ocultarse un afán lucrativo en todo ello, por la ubicación del
inmueble y la clientela a atraer.
Por lo demás, estas unidades gozarán de una merecida fama entre los ha-bitantes
de la ciudad, que ha perdurado hasta la actualidad, ya que dentro del
profesorado podían contarse personalidades del mundo político o profesio-nal,
que utilizaban el centro pedagógico como una suerte de transmisión de
sus saberes tanto como de la ideología imperante. Verbigracia, en el Colegio
l1 Véase la reciente Tesis Doctoral de Man'a del Pino Manero Henning, Situación educati-va
en Las Palmas de Gran Canaria. El Colegio de San Agusttn (1844-1 91 7), UNED, Madrid,
1994, 2 tomos.
l2 La Laguna, Universidad, Secretariado de Publicaciones, 1990.
l3 Cfr. Olegario Negrín Fajardo, La Enseñanza m Canarias, Las Palmas, Cabildo Insular de
Gran Canana, Col. «La Guagua)), 1982.
IJ Y sin olvidar los artfculos pioneros del recordado J. de la Puerta Canseco, «La primera
enseñanza en Canarias)), en Revista de Canarias, 1879-1880, núms. 10, 11, 12, 13, 15,33 y 34.
l5 Según los expedientes del Negociado de Sanidad (AHPLP, Ayuntamiento, legajo 6).
Higiene y enseñanza privada en Las Palmas de Gran Canaria (1902-1903) 225
de San Agustin ejerció el ingeniero Juan de León y Castillo, que tuvo ocasión
de brindar sus conocimientos, entre otras figuras, a su hermano menor, don
~ernandoll~ue, go abanderado del liberalismo grancanario.
Y, justamente, abrimos el apartado con este centro, nominado en los ex-pedientes
municipales con el escueto, Colegio de enseñanza privada de San
Agustin17. A las alturas del verano de 1902, la Alcaldía hizo circular, para co-nocimiento
de las direcciones facultadas, el contenido de la Real Orden de 13
de julio de 190 1, emanada del Ministerio de la Gobernación, que encarecía
de los municipios una información detallada de la situación higiénico-sanita-ria
de las unidades educativas, en este caso de procedencia y financiación pri-vadas.
Realizado lo cual, los directores comenzaron a escribir a la Corporación
en solicitud de los preceptivos informes, con una fórmula repetitiva pero que,
por una sola vez, reproducimos aquí:
En cumplimiento del art. 4 del R. D. de 1 .O de Julio sobre Inspección de
la enseñanza no oficial que exige entre otros requisitos «un informe de la au-toridad
local haciendo constar que no se opone a las ordenanzas municipa-les
en cuanto a las condiciones de salubridad, seguridad e higiene del edifi-cio
» que ocupa este Colegio.. . 18.
Esta primera voz en ser oída es la de Diego Mesa de León, a la sazón po-lítico
de raigambre liberal que, con el paso del tiempo, fue designado para re-levar
la cúpula dirigente. Pero, entonces, ostentaba la dirección del colegio
de San Agustín, sito en la calle de la Herrería, próxima a la trasera de la Ca-tedral
de Santa Ana. Naturalmente, solicitó el peritaje de los expertos loca-les,
que otorgaron al estado de la construcción un veredicto favorable, aun-que
con la promesa de ciertas mejoras en el sistema de desagüelg -lo que,
con posterioridad, se haría norma común entre los exámenes oficiales prac-ticados.
Curiosa resulta la prontedad de la respuesta del centro. Ya que, como era
bien conocido en la época, el «San Agustin)) representaba la cantera humana
de que se nutría la sociedad isleña. 0, dicho de diferente manera, suministra-ba
a la burguesía mercantil de los suficientes cuadros gestores, imprescindi-l6
Cfr. Juan Francisco Martín del Castillo, Ciencia y Política en el Pensamiento de Juan de
León y Castillo, Las Palmas, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1993, Primera Parte.
l7 Expediente 12 (1 902).
Is Bid., carta de don Diego Mesa de León, del 9 de agosto de 1902.
l9 Informe de Fernando Navarro (Arquitecto Municipal Auxiliar), 25-VIII- 1902.
informe de Andrés Navarro Torrens (Director de Sanidad del Municipio), 30-VIII-1902:
((existen obras en construcción, ajustadas á lo ordenado, que, según manifestación del Sr. Direc-tor
del Establecimiento, estarán terminadas antes de un mes.
Minuta de la Alcaldía con reflejo de lo anterior, aconsejando la finalización de las obras, 1 -
M-1902.
226 Juan Francisco Muvtin del Castillo
bles al funcionamiento del aparato socioeconómico capitalino. Ejemplos pal-marios
de este aserto los encontramos entre los políticos (los hermanos León
y Castillo), los escritores (Pérez Galdó~)~yO u n largo etcétera de personalida-des,
salidos de las aulas de colegio.
En suma, la facción liberal y, a este respecto, el Colegio de San Ayustíh se-cundó
la propuesta higienista de la administración, osando personarse los
primeros en el intento reformista. Lógicamente, las fuerzas afines a los pen-samientos
utilitaristas tomaron buena nota de lo emprendido y, así, se prove-yeron
nuevas solicitudes.
En esta oportunidad, don Pedro Quevedo y Quevedo, en defensa de los
intereses del Colegio Las Palmas (calle de Ca~t i l lo)h~a~rá, los honores pre-ceptivos,
ya definidos de antemano. Se conseguirán idénticos informes al an-terior
expediente y casi con la misma celeridadz2. Pero, por supuesto, la va-loración
política es divergente, por cuanto parece ser que el supuesto ((progra- "7
D
ma higiénico)) comienza a tener un embroque con la realidad educativa. E
Al hilo de lo que vamos desentrañando, cabe cuestionarse si las direccio- O
nes de los centros -e incluimos a las órdenes religiosas de más abajo- se- - -- m
guían a pies juntillas y con entusiasmo el empeño municipal o, si, a contra- O
E
mano, era asumido como un simple trámite burocrático. Este es el punto sus- E
2
tancial del asunto, el quid decantador de la autenticidad de la reforma, que -E
desvelaremos modestamente en el siguiente apartado. 3
- -
0
m
Ordenes religiosas E
O
Al estar la mayoría de las unidades de primera enseñanza regidas por la
Iglesia y el cleroz3, harto natural es que la orientación de la respuesta final re- -
E
sida en su conceptuación de los planes reformistas. a
Concretamente, es muy destacable la labor histórica de agustinos y jesui- -
tasX en las dos grandes ciudades del Archipiélago. Unos y otros, con la adi-
3
O
20 Por sobradamente sabido, sólo citaremos un opúsculo de uno de los mejores estudiosos
del autor de Fortunata y Jacinta, cfr. Sebastián de la Nuez, Galdós (1843-1920), Las Palmas,
Cabildo Insular de Gran Canaria, Col. «La Guagua)), 1983, pp. 10- 13.
21 Expediente 13 (1902).
"qnforme de Sanidad, 30-VIII- 1902.
Informe del Arquitecto Municipal Auxiliar, 3 1 -VIII- 1902.
Minuta de la Alcaldía, 1 -1X- 1902.
23 Fenómeno en nada extraño a tenor de la inveterada tradición de los regulares en la fun-dación
y sostenimiento de instituciones educativas o ((forjadoras de conducta)). Y, por lo demás,
obligación inherente a sus deberes de «comunicar» y extender el conocimiento aprendido a to-dos
los cristianos; cfr. Restituto Sierra Bravo, Doctrina social y económica de los Padres de la
Iglesia, Madrid: COMPI (Compañía Bibliográfica Española, S. A.), 1967, véanse los textos de
San Clemente de Alejandna ([75]) y de San Agustin (115961, [1597] y [1627]).
24 Véase el voluminoso estudio del padre Julián Escribano Garrido, Los Jesuitas y Canarias,
1566-1767, Granada, Facultad de Teología, 1987.
Higiene y enseñanza privada en Las Palmas de Gran Canana (1902-1903) 227
ción de otras órdenes misioneras, son los protagonistas de la extensión, míni-mamente,
de la educación por el suelo insularz5, no digo ya en los albores de
la modernidad, sino también en tiempos más recientes. Porque, en un párra-fo
acertadísimo del profesor Buenaventura Delgado, en una obra dedicada a
la figura de Ferrer i Guardia y la ((Escuela Moderna)), se resume el problema
originado por la instrucción en la escala básicaz6.
La conocida frase de Bravo Murillo de que ((España no necesitaba hom-bres
que supieran sino bueyes que trabajaram,ha sido tenida en cuenta cons-ciente
o inconscientemente por gran parte de los gobiernos decirnonónicos
que nunca se plantearon en serio, no ya el problema de la cultura obrera
sino tampoco la cuestión de la enseñanza en sus niveles clásicos. Las excep-ciones
las constituyeron algunas esporádicas intervenciones llevadas a cabo
por los municipios, por la Iglesia y por asociaciones de la burguesía liberal.
Esto es, en plena contemporaneidad unos pocos y escogidos son los ocupa-dos
de la enseñanza en España. La parquedad de intereses, en este asunto, raya
el absurdo. De ahí que, nuevamente, recalquemos la entrega de los eclesiásticos
en la difusión de las primeras letras a la infancia, aunque, como se ha insinua-do,
no todos los grupos regulares de la Iglesia atendían por igual a la sociedad.
A principios de siglo, la situación mantiene similitud con modelos ante-rioresz7.
Lo que ahora ocurre, y retomamos la trabazón del trabajo, es que los
((liberalesi lustrados))a centúan sus consignas doctrinales y pragmáticas. De tal
suerte que instrucción y beneficencia se equiparan en cuanto son términos de
eminencia pública, deudores de una voluntad oficial, pero individualizada,
que los tutele. En pocas palabras, un atributo que adorna a ciertas personas
del conjunto social. No obstante el roce aparece cuando comprendemos que
el laicismo, profundamente arraigado en las entretelas liberalesz8, no podía
hacer buenas migas con el poder del clero. Y este, básicamente, es el detona-dor
de la problemática benéfico-sanitaria y educativa de aquellos años.
¿Qué se debería hacer ante una dicotomía como la descrita? ¿Cómo reac-cionaron
ambos bandos? Sena difícil, por no decir aventurado, dar un siste-mático
abanico de posibles contestaciones. Empero, ensayaremos con la cues-tión
higiénica, cuyos bordes son los mismos que enmarcan la realidad teóri-ca
definida por los interrogantes abiertos.
" Cfr. Olegario Negrín, o$. cit., pp. 28 SS.
2quenaventura Delgado, La Escuela Modema de Fewer i Guardia, Barcelona: CEAC,
1979, p. 28. Véase también 1. Turin, La educación y la escuela en España de 1874 a 1902, Ma-drid,
1967.
27 Olegario Negrín, op. cit., p. 19: (Durante el primer tercio del siglo xx, el desarrollo de la
instrucción pública fue bastante pobre)).
28 Cfr. Juan Francisco Martín del Castillo, Ciencia y Política ..., Segunda Parte. También
puede verse: Raymond Carr, op. cit., pp. 447ss.
228 Juan Francisco Marttn da1 Castillo
Decíamos atrás que la bondad del ((programa sanitario)) del Consistorio,
avalado por tres importantes profesionales de la higiene insular, dependía, en
grado sumo, de la aceptación de las órdenes religiosas. En efecto, la duda cer-níase
sobre el burocratismo de las medidas o la convencida asimilación de
ellas. Pues ni una cosa ni la otra.
La normalización pretendida, con la inundación del páramo instructivo
de reformas progresivas, no cuajó entre los centros a que iba destinada. Aun-que,
por otro lado, despertó el interés por estas cuestiones, pero sin alcanzar
un sistematismo en las aplicaciones. Ello se constata mediante los seis expe-dientes
que nos restan por estudiar.
El primero del grupo, motivado por la dirección del Centro General de
Enseñanza de Nuestra Sgñora de la Soledad (calle Domingo J. N a v a r r ~ ) ~ ~ ,
registra un marcado nivel de asincronía con el calado de la reforma, pues el
presbítero Santiago Sánchez Yánez rehúsa cualquier comentario positivo de
la medida; a pesar de ello, la respeta y acata por el bien de la institución de
enseñanza30. En parecido tono se mueven las peticiones informativas de los
siguientes colegios:
- Colgio de Saüwitas de Za SantiSima Trinidad (calle Travieso, núm. 12)".
- Colegio de enseñanza privada de «San Josh".
Por contra, hay tres expedientes -precisamente la mitad- que merecen
un examen por separado, pues ajustan sus unidades al proyecto reformista de
una manera interesante, desde el punto de vista histórico. La Casa de ense-ñanza
privada de la Sagrada Familia de las Hijas de la Cavidad (calle de San
Agustin, núm. 7)33 presenta un informe de las Oficinas del Arquitecto Muni-cipal,
atendidas normalmente por el infatigable Fernando Navarro, si bien,
en esta ocasión, aparece firmado por el titular de la plaza, un profesional de
reconocido prestigio, Laureano Arroyo. Veamos lo que nos dice?
(...) los locales que ocupa en planta baja y alta de la casa núm. 7 de la
calle de San Agustin ... son de reciente construcción, bajo proyecto y direc-ción
del que suscribe y reunen las condiciones de amplitud, capacidad cúbi-ca
y ventilación que exige la higiene y la salud de los niños que en ellos se al-bergan
lo propio que las absolutas de solidez y seguridad para garantía com-pleta
de la vida de los mencionados niños.
29 Expediente 14 (1 902).
Carta del presbítero y director del Centro de Nuestra Señora de la Soledad a la Alcaldía,
25.VIII. 1902. " Expediente 15 (1902); carta de la directora, doña Teresa de la Vega y Quintana,
25.M. 1902.
32 Expediente 17 (1902); carta de la directora, Sor Mana del Pilar, 29-E-1902. " Expediente 16 (1902); carta de la superiora-directora, Sor Magdalena Castellví, 1 1 -E-
1902. " IbIbid., informe fechado el 19 de septiembre de 1902.
Higiene y enseñunza privada en Las Palmas de Gran Canaria (1 902-1 903) 229
Otro tanto acontece con el Colegio de enseñanza privada «Misioneros del
~nmaculadoC orazón de María de Las Palmas»35s;i n embargo, la edificación
no es obra de don Laureano, pero sí las próximas palabras:
Los locales que ocupan las clases del Colegio ..., en la calle del mismo
nombre del barrio de los Arenales.. . han sido reconocidos por el que suscri-be
y resultan ser de moderna construcción con las condiciones de amplitud
y ventilación que exige la higiene.. . y reunen, ademas, excelentes condicio-nes
de solidez para seguridad completa de la vida de los indicados niños36.
La lección que podemos extraer de ambos centros, relativa a la cobertura
higiénica recomendada por la autoridad local, justifica, en alguna medida, el
entusiasmo de los promotores de la reforma, Andrés Navarro Torrens en espe-
Salta a la vista que hay un entendimiento fructífero, al menos, entre los
arquitectos y los sanitarios, que, para el caso de Laureano Arroyo es patente.
El último de los expedientes es el incoado al Colegio de enseñanza priva-da
da señoritas del ~Sagvado Corazón d& El puesto se lo ganó por-que
aún estaba por establecerse como recinto educativo, ya que era, origina-riamente,
una «casa perteneciente á D. Eusebio Navarro»3gc, on tres plantas y
un semisótano ((destinado al servicio de cocinas)). Recogemos el buen ánimo
de la superiora, doña María Teresa de Jesús Echániz40, para someterse por
completo a las leyes vigentes sobre el ramo, incluyendo las referentes a higie-ne
y seguridad. Pero este acatamiento oculta un fin primordial: abrir las
puertas del colegio cuanto antes. Por lo tanto, la fidelidad al programa sani-tario
no fue respetada en todos sus extremos, siquiera en las líneas principa-les.
La atención de la dirección del centro estaba en un plano diferente, ajeno
a los convencimientos de los munícipes.
Así pues, la dicotomía excluyente que se nos antojaba problemática, se
desdibuja en los expedientes locales. La exigencia, práctica y útil, de una me-jor
enseñanza destrozó el radicalismo de las posiciones de partida y amparó,
mínima y desigualmente, la supuesta reforma higiénico-sanitaria.
Para dar por terminado el presente trabajo, hay que dilucidar algunos
puntos significativos. La existencia de un plan a medio plazo para la higiene
municipal no es documentable en todos los aspectos para la capital grancana-
3%xpediente 19 (1 902); carta del presbítero-director, Máximo Fraile, 6-M-1 902.
Ibíd., informe pericial, 20-M-1902. " El es quien realiza y firma todas las inspecciones sanitarias. " Expediente 3 1 (1 903).
39 Ibíd., informe del Arquitecto Municipal Auxiliar, 30-X- 1903.
J0 Ibíd., carta de la directora a la Alcaldía, 29-X-1903.
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ria, por más que se empeñaran los ediles del Concejo. Antes bien, y con la
ayuda de la fuerza histórica, habría que argumentar la proposición, mediati-zándola
con el apoyo de los sectores claves para la organización de la ciudad.
Y, en verdad, ello es la contraprueba del asunto.
Uno de los enfoques, el educativo o instructivo, demuestra la ineficacia y
devaluación de los proyectos corporativos según iban llegando las solicitudes
individuales de los directores de centros. Por honrosas excepciones que haya,
la finalidad propuesta en un principio -sobrepasar el listón de lo coyuntu-ral
y acercarse al ideal reformador- no encontró ambiente propicio alguno
para desarrollarse holgadamente. La realidad fue muy otra, ahogándose el
prurito municipal en el burocratismo de las aplicaciones legislativas.