ARRECIFE, EL PUERTO DE LA BARRILLA
(En torno a los orígenes y desarrollo de una ciudad
burguesa canaria entre el antiguo y el nuevo régimen)
El análisis acerca del origen y la evolución de Arrecife de Lan-zarote,
como el del Puerto de Cabras majorero, no ha recibido la
atención que merece por parte de nuestros investigadores de ayer
y de ahora, pues sólo se dispone de algunos ensayos eruditos a todas
luces insuficientes. De las tres últimas capitalidades isleñas, las que
no proceden de la conquista, es Santa Cruz de Tenerife la que ha
reclamado el interés de nuestros geógrafos e historiadores, desde
Emilio Murcia al profesor Cioranescu. No vamos a entrar aquí en
los móviles que esto propician, aunque tampoco tendría que insis-tirse
en la urgencia de acometer con prontitud el estudio de la te-mática
que pretendemos esbozar en una de sus direcciones, sin duda
la más rica y reveladora.
Arrecife y Puerto de Cabras son las últimas capitales del Archi-piélago
y los últimos puertos históricos que en él surgen al calor
de una coyuntura económica concreta y de la mano de una clase, la
burguesía, que paulatinamente transforma el antiguo régimen de pro-ducción
y, tras las directrices de una terratenencia feudal de la que
depende en buena parte y tras las demandas de un mercado exterior
que acelera o dificulta su desarrollo, crea dos ciudades llamadas a
servir de centros político-administrativos, pero antes que nada eco-nómicos.
Bien es verdad que son enormes las diferencias entre el en-clave
capitalino conejero y su homólogo de Fuerteventura, mas coin-ciden
en unos factores similares que condicionaron sus primeros im-pulsos.
A la postre, Puerto de Cabras conquistó una primacía arti-ficial
por los afanes dominativos de su clase dirigente, mientras que
en el emporio arrecifeño la hegemonía fue el producto natural de las
enormes ventajas que, ante la nueva fase económica en que se ins-criben
ambas islas periféricas desde las postrimerías del XVIII, ofre-cieron
su situación costera central, sus buenas bahías y un hinterland
agrario ya constituido alrededor de Teguise; aunque no faltaron ten-siones
con esta última, que se agarró desesperadamente a sus caducas
prebendas. En el señorío jurisdiccional de los condes de Santa Co-loma,
vecinos de Madrid, surgió con rapidez una microciudad preca-pitalista,
gobernada por una burguesía comercial que articuló unas
relaciones sociales de producción capitalistas muy embrionarias, en
la agricultura o en la industria naval y pesquera. Estos «editores» de
las mercancías producidas por los campesinos y los artesanos, son
quienes dan el tono al Arrecife.
Cualquier análisis de historia urbana debe partir del recurso a
distintas especiaIidades académicas. Lamentablemente, abundan en-tre
nosotros quienes están enamorados de una simple biografía ur-bana,
más propia de una guía turística. Al investigador actual se le
exige que analice y mida con un mínimo de rigor metodológico las
unidades básicas, las relacione entre sí y aporte algo más que una
mera descripción de éxitos, encantos y episodios sin nexo alguno.
David Herliky ha advertido que el historiador de las ciudades no
puede constreñirse a estudiar sólo las ciudades. Seguir las pautas de
las comunicaciones de Muro Orejón, Viñes Millet o Hernández Pa-lomo,
presentadas al «XXXI Congreso Luso-Español para el Progreso
de las Ciencias» -La burguesía rnercaritil gaditaiza (163O-l8G¿3),
Cádiz, 1976-, puede ser útil, pero habría de irse más allá. Las pá-ginas
que siguen co constituyen sino la aspiración de avanzar por
un camino no inédito, pero sí poco explorado por estas latitudes. Las
cuestiones abordadas distan de estarlo de forma definitiva. Algiinos
problemas, como la determinación del término «ciudad» en Canarias,
no han sido siquiera considerados; observaciones aplicables a nues-tra
realidad pueden leerse, por ejemplo, en los artículos de Teisseyre-
Sallmann y Lepetit y Royer insertos en el núm. 5 de Aiznales de 1980.
Así y todo, creemos haber hecho una contribución en absoluto des-preciable.
Las fuentes de que nos hemos servido para estas notas son vario-
pintas. Un par de catas en el riquísimo Archivo Municipal de Arre-cife
nos permitió la consulta de documentación fiscal, padrones y
actas, y es éste el momento de reconocer la inestimable ayuda del
concejal Agustín Torres, quien nos franqueó el paso con una ama-bilidad
poco común. En el Archivo Histórico Provincial de Las Pal-mas,
vimos después una buena cantidad de protocolos notariales.
Como hemos demostrado en otros trabajos, los archivos privados
conservan papeles de gran valor que se nos escapan a menudo, por
lo que procede agradecer la desinteresada colaboración de Alfredo
Matallana Cabrera y José Antonio Martín Cabrera. El Fondo Austin
Bayllon, en depósito en el SEHIC del Centro Regional Asociado de la
U.N.E.D., nos permitió añadir alguna correspondencia. La Estadís-tica
de Escolar, que se conserva en la Biblioteca Municipal de Santa
Cruz de Tenerife, la historia inédita de Alvarez Rixo sobre el puerto
y una selección bibliográfica elemental para los fines previstos, cons-tituirían
el resto del utillaje. José Ramón Santana Godoy, como siem-pre,
escuchó con perseverancia el esquema previo e hizo, como siem-pre,
atinados comentarios. Gracias al citado Centro de la U.N.E.D.,
y a su director y amigo Cristóbal García Blairsy, pudimos sufragar
uno de nuestros desplazamientos a Arrecife. El profesor Berna1 Ro-dríguez,
por último, leyó el original y apuntó algunas indicaciones.
Al principiar la segunda mitad del XVIII, Arrecife es apenas un
lugar adscrito a la parroquia de la villa capitalina. La antaño ínsula
de los señores, segundo núcleo de población que fundan los nor-mandos
en el Archipiélago, centralizaba las actividades económicas
y la administración señorial interna. En la Teguise de los conventos
y del palacio de los primeros marqueses residían la mayor parte de
las clases privilegiadas y el cabildo. Las demoledoras incursiones
herberiscas habían exigido por fin, como consideró Torriani, forta-lecer
las defensas de la capital con la construcción o mejora de aque-llos
baluartes protectores que debían servir para repeler los frecuentes
ataques piráticos l. El eje de los castillos San Gabriel-Guanapay deriva
de esa pretensión -inútil pese a todo- de resistir las razzias con
que desde Salé o Argel se devolvían las cabalgadas de los Herrera.
' El célebre ingeniero cremonés se pronunció por el traslado de la villa
al Arrecife. Leonardo TORRIANDIe, scripción e historia del reino de las Islas
Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1959, pp. 55-56. Traducción, introducción
y notas de Alejandro Cioranescu.
Además de esta función de glacis defensivo de Teguise, corres-ponde
a los inhóspitos parajes costeros, donde después se alzó su
creciente localidad competidora, un pronto rol en sus exportaciones
agrícolas. Según nos refiere el malogrado Glas ', en 1764 existían
unos pocos almacenes en Naos por donde se embarcaban partidas
de millo y otros productos hacia las islas centrales, sin una humilde
aldehuela allí donde sólo se levantaban algunas chozas de pescado-res.
A otros de éstos, y a la guarnición de San Gabriel, albergaba
el próximo Arrecife, casi despoblado y sin que ningún signo espe-cial
vaticinase en apariencia su venturoso porvenir.
En el Compendio anónimo de 1776 leemos que Arrecife, antes
«un lugar muy reduzido y como de quinze o veinte vezinos~, cono-ció
un rápido crecimiento hasta superar los 300 habitantes 3. De
cualquier forma, la primitiva población que se reunía en torno a la
vieja ermita de San Ginés, representaba en aquel entonces muy poco
en el contexto insular en términos demográficos. La relación que
sigue recoge las doce localidades que, en número de vecinos, supe-ran
las 250 almas según aquella fuente. Arrecife queda a la altura
de los caseríos de Los Valles, en Teguise, y Máguez, en Haría:
Teguise . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 308
Haría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
San Bartolomé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144
Tinajo-Tajaste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 18
Yaiza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
Tías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
Los Valles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
Arrecife . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
Máguez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 1
Uga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
Tiagua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
Teseguite . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
De los 1.878 vecinos de Lanzarote, apenas 8.263 habitantes apli-cando
el coeficiente del 4,4, el 71,93 por 100 se ubica en esos puntos
y únicamente el 14,43 reside en 35 pequeños términos que oscilan
entre pagos con poco más de 80 moradores y cortijos con una sola
familia. El porcentaje que resta, referido a las parroquias vigentes,
ante todo se localiza en seis lugares de Teguise -La Vegueta, El
Mojón, Tahíche, Guatiza, Soo y Muñique- y tres de Yaiza -Femés,
George GLAS, Descripción de las Islas Canarias, 1764, La Laguna, 1976,
p. 21. Traducción de Constantino Aznar de Acevedo.
' Compendio brebe y famosso, histórico y político en que contiene la ci-tuazión,
poblazión, diuissión, gouierno, prodrrziones, fúóricas y comercio que
tiene la ysla de Lanzarote en el año de 1776, copia mecanográfica del Ms. ori-ginal
en Arch. José Ramón Santana Godoy, Las Palmas.
Las Casitas y Las Breñas-. Así, la población insular de 1776 había
descendido en relación al Censo de Aranda de 1769 en un 14,59
por 1004, y se concentra en algo más de la mitad en seis pueblos
transformados después en cabeceras municipales y entre los que no
se encuentra Arrecife, la futura capital. La década de los setenta se
caracterizó en Lanzarote por una aguda crisis económica que culmi-nó
con su inflexión más catastrófica durante el bienio 1778-79. Las
sequías y hambrunas dejaron su tradicional secuela migratoria y el
comercio quedó casi paralizado, teniéndose que importar trigo y
cebada desde Mogador '.
La recuperación de este bache depresivo fue posible merced a la
barrilla. Los años ochenta constituyeron un período muy bonancible
que tuvo su pronta expresión en un singular despegue demográfico:
12.784 habitantes según el Censo de Floridablanca de 1787. Lanza-rote,
como Fuerteventura, absorberá ahora fuerza de trabajo ex-cedentaria
de las islas realengas, convirtiéndose en un polo de atrac-ción
para comerciantes y mercaderes, artesanos o marineros. Aunque
la expansión más espectacular se produce en Haría, la más vasta
parroquia de la villa capital conoció un notorio incremento de sus
efectivos, y es más que probable que a ese fenómeno haya coadyu-vado
de forma decisiva el auge del Arrecife.
Las exportaciones lanzaroteñas de granos, sandías, sal, pescado
seco, pieles y cebo de cabras, lana, piedra de cal, etc., se verificaban
tradicionalmente por distintos fondeaderos -Arrieta, Barranco del
Agua, las Coloradas o Naos-, según la ubicación del promotor del
embarque. Ninguna caleta tuvo por entonces, al decir de Alvarez
Rixo ', el control del comercio insular con las restantes islas, y los
peligros de la vertiente oriental forzaban a que los buques zarpasen
al punto una vez carenados. Pero en las postrimerías del XVIII, la
construcción del moderno castillo de San José -tras 1779 -, más
' Dicho Censo recoge 9.675 habitantes, de los que 7.318 pertenecían a la
parroquia de Teguise, 1.367 a la de Yaiza y 990 a la de Haría. Cf. para el
mismo y el de Floridablanca, Fernando JIMÉNEZD E GREGORIO«,L a población
de las Islas Canarias en la segunda mitad del siglo XVIIINe, n Anuario de Es-tudios
Atlánticos, núm. 14 (Madrid-Las Palmas, 1968).
Agustín de la Hoz, Lanzarote, Madrid, 1960, p. 20.
José Agustín ALVAREZR IXO, Historia del Puerto del Arrecife, cap. X I I I ,
fol. 107. Copia mecanográfica del original en Biblioteca del Museo Canario,
Las Palmas (en adelante BMC).
' Se encargó de las obras el ingeniero Alfonso Ochando, tras la aproba-ción
del proyecto por el comandante general Miguel López Fernández de
Heredia. Cf. Antonio RUMEU DE ARMAS, Piraterías y ataques navales contra
las Islas Canarias, t. 111, 2." parte, Madrid, 1950, p. 604.
la pacificación relativa de la zona al remitir el corso y sus secuelas,
permite una ocupación rentable del litoral y un mejor iiso de sus
latentes condiciones marítimas, enjundiosas sobre todo en una rada
como la de Naos dispuesta para los mayores navíos. Así sc revalorizó
la zona del Arrecife y su contorno, produciéndose un progresivo
goteo de pobladores que edificaron nuevas casas, abrieron ventas y
tabernas, multiplicaron la construcción de barcas y diéronse a cul-tivar
los terrenos más aptos para la agricultura. En torno al charco
de San Ginés fue consolidándose el primitivo Arrecife de calles es-trechas
y tortuosas, atrayendo un número cada vez mayor de perso-nas
del medio rural.
Los frutos de la proclamación del libre coiliercio con las Indias
en 1778, ofertaron enormes posibilidades económicas al caserío. Se
sabe gracias a Morales Padrón y Béthencourt Massieu8, que la in-dependencia
de las colonias anglosajonas americanas permiti6 la aper-tura
de un importante mercado para nuestra producción viticola, con-traída
por las barreras arancelarias que Londres impuso y por su
interés preferencial por los vinos maderenses. Los buques norteame-ricanos,
incluso en plena conflagración, acostumbraban burlar el blo-queo
inglés, inaugurando unas relaciones comerciales que se manten-drían
y acrecentarían al firmarse la paz. Los caldos de Lanzarote con-quistaron
un crédito excelente en el área interinsular, extendiéndose
la vid por Tinajo, Yaiza y otras zonas antes de la propagación del
cofe-cofe o la hierba escarchada.
Esta producción vitícola pudo canalizarse a través del Arrecife,
en donde a su vez comenzaron a fabricarse aguardientes en varias
destilerías. Durante la misma crisis de los años setenta, este proceso
está ya en marcha y en él intervino la burguesía comercial de Santa
Cruz de Tenerife. El citado Compendio de 1776 nos indica:
«También ay en este Puerto algunas nuebas f6bricas de
cassas y espaciossas bodegas y otras ofizinas o calderas de
destilar aguardientes, cuias fábricas o las más han costea-do
algunos comerziantes del Puerto de Santa Cruz de Te-nerife,
que en oportunos ticmpos compran los mostos que
produze la ysla para dichos efectos a estos naturales que
necessariamente venden sus friitos por no hallarse con
medios o arbitrios para utilizarsse de ellos ni nabegarlos a
Yndias.. . »
Francisco MORALES PADRÓN, El comercio cnizcrrio-nilzericano (siglos XVI,
XVIZ y XVIII), Sevilla, 1955, pp. 220-21 y 231-36. Antonio RÉTHFNCOURT MAS-SIEU,
«Canarias e Inglaterra: el comercio de vinos (1650-1800)», en A. E. A.,
núm. 2, 1956, pp. 305-06.
Pocos años después, entre 1787 y 1791, Lanzarote pasó a contar
con un efímero ramo de riqueza en las pieles de conejos que, remi-tidas
al Puerto de La Orotava y desde allí a Londres, llegaron a
producir pingües beneficios antes de que Madrid cortase su entrada
en el mercado inglés, orientando la exportación hacia las fábricas
nacionales de sombreros con una sustancial caída de sus cotizacio-nes
'. De cualquier forma, pese a los perjuicios que ocasionó la po-lítica
mercantilista gubernamental sobre materias primas, este fugaz
renglón productivo que las pieles de conejos entrañaron -y de ahí
el apodo de «conejeros» que aún hoy reciben los oriundos de la
isla-, permitió acrecentar el número de buques que arribaban en
Arrecife o Naos, su valiosísimo arrabal colindante.
Así pues, es la conjunción de una serie de factores de diversa
índole lo que fomentó el desarrollo arrecifeño. Un trasiego marí-timo
casi permanente, frenado acaso por los conflictos con Ingla-terra,
dio al joven puerto una primacía absoluta como arteria co-mercial.
En una de las dos estrechas bocas de la barra de Naos, la
del sur o Boca de Barra del Mar, es donde solían resguardarse las
fragatas o goletas que se destinaban al tráfico interinsular; punto
en el que, por su evidente utilidad para el comercio americano, pro-yectó
el comandante general marqués de Tabalosos costear obras de
limpieza y desmonte a fin de facilitar las operaciones navales. Tam-bién
por la boca meridional del charco de San Ginés frecuentaban
pasar los buques de cabotaje para anclar a su abrigo, mientras que
un tercer charco, el de Juan Rejón, no era útil por hallarse cerrado.
Si inicialmente es el vino quien propicia las inversiones de los bur-gueses
de Tenerife, si las pieles de conejo representan un breve pa-réntesis
benefactor, la barrilla es la que permite un crecimiento
sostenido, pues se llegó a adquirir a 60 rvon. el quintal durante la
década de los noventa. Bien es verdad que, la no habilitación para
el comercio con el extranjero, redujo considerablemente las ventajas
económicas que el Arrecife ofrecía. Sin embargo, a pesar de su de-pendencia
de las islas centrales, el hegemónico eje mercantil isleño
constituyó un emporio de riqueza hacia el que van a dirigirse cada
vez más campesinos y jornaleros del interior.
Como muy bien dice Agustín de la Hoz, en los años ochenta Arre-cife
«crece y se desenvuelve con rapidez de vértigo» lo. La calle de
Según Alvarez Rixo, se llegaron a exportar partidas de hasta 300 y 400
docenas de pieles y en Londres se vendían a 12 ó 18 chelines cada una.
Ibídem, cap. XIV, fol. 119.
'O Op. cit., p. 25.
la Marina surge al ganarse terreno al mar, y ella dio origen al muelle
de Las Cebollas que se inaugura el 29 de junio de 1792 con la lle-gada
del obispo Tavira y Almazán. La edificación de viviendas y al-macenes
se prodigan con arreglo a un cierto orden. Por fin, en 1798
se van a obtener dos logros que sancionan el ostensible avance del
núcleo portuario: el obispo Verdugo y Albiturría lo erige en parro-quia
el 25 de junio, bajo el mismo patrocinio de San Ginés, y el
17 de noviembre un auto de la Audiencia le termina de segregar de
Teguise, permitiéndole la designación de alcalde pedáneo, dos dipu-tados,
personero y fiel de fechos 'l. La independencia religiosa y ad-ministrativa,
por la que tanto lucharon los que fueron su primer al-calde,
Lorenzo Cabrera López, y su primer párroco, Francisco Acos-ta
Espinosa, consagró el rango de microciudad que conquistó en
menos de tres lustros.
Según Escolar, la parroquia de Arrecife cuenta ya en 1802 con
1.393 habitantes, el 8,62 por 100 de la isla, y 310 edificaciones. En
apenas veinticinco años se cuadriplicó su población, que deja atrás
a la de Tías. Ahora bien, por tratarse de un término de corta exten-sión
que sólo agrupa al pequeño caserío de Argana fuera del re-ducto
central de Arrecife-Naos, su tasa de poblamiento compacto
debió ser de las más altas de Lanzarote, muy próxima a la de Yaiza,
San Bartolomé, Tinajo y Haría e inferior únicamente de forma con-siderable
a la de Teguise '" Asimismo, es el propio Escolar quien
acertadamente caracterizó al Arrecife de esa época como «un pue-blo
compuesto casi exclusivamente de marineros, comerciantes, mer-caderes
y menestrales»: 175 marineros y pescadores, 151 artesanos
y productores independientes -con unos significativos 60 albañiles
que explicitan la enorme actividad constructora-, cuatro comercian-
" Las primeras autoridades electas fueron Lorenzo Cabrera López, alcal-de;
José Linares y Cayetano Sánchez, diputados; Juan de Páiz Estévez, perso-nero,
y Miguel Ramírez, fiel de fechos. El cuerpo electoral lo constituían 24 in-dividuos:
el castellano Luis Cabrera López, Antonio Almario, Cristóbal Pa-drón,
Luis de Armas, Manuel López, Manuel Alvarez y León, Ginés Pérez,
José Camacho, Lorenzo Cabrera, Juan de Páiz, Antonio de Páiz, Ignacio Gar-cía.
Antonio Lazo, Lorenzo Camejo, Ambrosio López, Miguel dc P6i2, Manuel
Alvarez el portugués, Miguel Ramírez, Gabriel Camejo, José Linares, ros6
Valdivia, Blas de Noria, Pedro López y Eusebio Cáceres. En 1802 sc incluyc
a José Ginory. Durante 1800, 1801 y 1803 fueron aIcaldes pedáncos. succsi-vamente,
el subteniente de artillería Ginés de Castro, Juan de Páiz v Rlas
de Noria.
l2 En orden decreciente, la población se distribuye así por parroquias segfin
la Estndistica de dicho autor: Teguize, 5.559 habitantes; Yaiza, 2.151: Haría,
1.997; Tinajo, 1.863; San Bartolomé, 1.857; Arrecife, 1.393 y Tías, 1.340.
tes, 22 mercaderes y 30 tenderos y taberneros, más cuatro eclesiásti-cos
y un cirujano.
Para la consolidación del puerto, su vecindario tuvo que enfren-tarse
a las pretensiones del coronel Francisco Guerra Clavijo, quien
secundado por Manuel Carrillo Alvarez interpuso un litigio sobre
la propiedad de casi todo aquel territorio13. Vencido este obstáculo
gracias a la particular labor del munícipe Manuel J. Alvarez, prosi-guió
sin traba legal alguna el ritmo de los asentamientos en la loca-lidad,
que se iba ensanchando con más y más calles. Desde 1808 se
proyectó construir una cárcel por suscripción, contándose con la
ayuda de Lorenzo Cabrera, Alvarez, Mateo Monfort, Gerardo Mo-rales,
Ginory, Páiz, etc., prominentes miembros de la Junta de vecinos.
La población de aluvión que acudiría al Arrecife al reclamo de
las nuevas perspectivas económicas, sobrepasó con creces las posi-bilidades
reales del caserío para emplearla en las faenas comerciales
o marítimas. Numerosos aventureros pululaban por él a la espera de
ser contratados por la burguesía, y en previsión de posibles distur-bios
se dictaron las oportunas ordenanzas. No fue hasta diciembre
de 1809 y junio de 1810 cuando, por diferentes razones que sería
ocioso referir aquí, se producirían los primeros motines '! No hay
otras muestras de conflictividad social en la primera mitad del XIX.
A juzgar por la nómina incompleta que reproduce Alvarez Rixo,
la población autóctona que en 1810 se aglomeraba en el Arrecife
estuvo mayoritariamente compuesta de marineros, pescadores y peo-nes,
seguidos de labradores y ganaderos. Estos últimos, con ocho ape-llidos
-Betancor, Cabrera, Camejo, Figueró, González, Martín Do-mínguez,
Martín Reyes y Valdivia- habitan tanto en el área porte-ña
como en Argana. También todos los religiosos son oriundos de
Lanzarote, desde el cura párroco Acosta Espinosa, de San Bartolo-mé,
a los presbíteros Acuña, Arbelo y Garcés, de Tiagua, La Ve-gueta
y Tahíche respectivamente, y lo mismo ocurre con los oficia-les
y suboficiales de milicias. Por oposición, el número de artesanos
es bastante reducido, muy inferior al aporte de las islas centrales, e
idénticas consideraciones se desprenden en cuanto a los traficantes
de barrilla y otros productos, limitados a los Brito, Ferrer y Páiz,
los dos primeros procedentes de Tiagua. Mayor equilibrio se observa
entre los dueños y patrones de barcos, ya que la isla contaba con
l3 Documentación relativa a este asunto puede consultarse en el Arch. Tuan
Antonio Martín Cabrera, Las Palmas (en adelante JAMC).
l4 Cf. Francisco María de LEÓN, Apuntes para la historia de las Islas Ca-narias,
1776-1868, Santa Cruz de Tenerife, 1966, pp. 109-11.
una cierta tradición marinera que el nuevo centro contribuyó a in-crementar
15.
La participación tinerfeña en el primer Arrecife tuvo una enor-me
importancia y un cariz multicolor. El puerto y la villa de La
Orotava, seguidos de Garachico, Santa Cruz y La Laguna, suminis-traron
comerciantes como Barrios, Batista, Saavedra o Aguilar y Leal;
navieros como Luna Padrón y González Bermíidez; hacendados como
el lagunero Lara; patrones como Almario y López; carpinteros como
García, Padrón y Noria; plateros como Murga y Falcón; albañiles
como Bohiga, toneleros como Medina, pescadores como Alvarez y
los Leandros, etc. Lo mismo sucede en relación con La Palma, pese
al predominio de los artesanos y hombres de mar: tres carpinteros,
dos tabaqueros, un herrero, cuatro marineros y un pescador, desta-cando
entre la burguesía el traficante Castañeda y el armador Gon-zález
Brito 16. Gran Canaria, que figura en tercer término según dicho
autor, aparece representada por los zapateros Ruano y Albertos, por
el carpintero de ribera Faría, por el ventero Hernández, por tres ma-rineros,
dos sochantres y, sobre todo, por los dos burgueses de ape-llido
Morales, negociantes de barrilla y patrones de buques.
Hasta 1810, como se verá, los extranjeros no alcanzan en el
Arrecife el relieve cuantitativo y cualitativo que conocerían en años
venideros. Todos los avecinclados hasta esa fecha son de origen latino,
genoveses y portugueses más un grupo de malteses y un francés.
La Venecia de Canarias, como se llamó a nuestro enclave no sin eufe-mismo,
atrajo gentes de distintas procedencias y oficios, hombres y
mujeres dispuestos a enriquecerse o a mejorar su fortuna sin otro
norte que la mera supervivencia. Una legión de emigrantes rurales
y urbanos como la que se volcaría sobre Santa Cruz de Tenerife y
Las Palmas en distintos momentos de su historia, aunque ltal vez
sin parangón por su intensidad y sin paralelismo alguno.
Arrecife fue, de fado, la capital económica de Lanzarote antes
que su capital administrativa, en razón de las resistencias que ofre-ció
la arcaica Teguise ante el empuje arrollador de su prctérito agre-gado.
El proceso de concentración de servicios se desarrolló a cuenta-gotas.
En 1796, a raíz de la guerra con Inglaterra, se trasladó el juz-
'' Como dueños de barcos se citan a los Armas, de Teguise; Valiente, de
La Vegueta, y Linares y Morales. Los tres únicos patrones de mar isleños eran
Alvarez de León, Pérez y Santos. La relación se nos antoja muy incoinplefa
por lo que a los comerciantes se refiere.
'' Se agregan, además, el administrador de aduanas Carrillo Albornoz, el
ventero González Capote y otros como el escribiente Casares y el empleado
Castillo Roche.
gado militar. Luego, al establecerse la administración de correos en
la isla, se señaló al puerto como su sede. Vendrían después la admi-nistración
de reales rentas, la ayudantía de marina y el gobierno mi-litar
en 1827, permaneciendo sólo en Teguise el juzgado de primera
instancia. Por último, la real orden del 26 de septiembre de 1847
convirtió al Arrecife en capital del partido judicial que reunía a
Lanzarote y Fuerteventura, consagrándose así la derrota de la villa
que se ratificó el 3 de octubre de 1849 17. Antes y después de san-cionarse
la primacía portuaria, una serie de obras contribuyeron a
mejorar las prestaciones públicas del moderno núcleo capitalino:
una'carnicería y una pescadería se edificaron en 1834 por suscripción
vecinal y en 1848 se determina construir una nueva cárcel a costa
de los municipios del partido.
Ya hemos indicado cómo el móvil del rápido expansionismo que
experimentó el Arrecife, el motor último de su pronta conversión
en el puerto que centralizaría las exportaciones insulares y en la
capital que arrebató a Teguise sus preeminencias, podemos cifrarlo
en un cultivo que pudo propiciar una nueva etapa histórica: la ba-rrilla,
que se introduce ya desde 1752 para generalizarse en los años
siguientes. El tránsito del XVIII al XIX se define en Lanzarote y
Fuerteventura por el singular fenómeno que supuso el acceso al mer-cado
exterior con tal producto, rompiéndose la tradicional sujeción
al mercado interno que, en base a una división interior del trabajo
impuesta desde la conquista, les convirtió durante casi cuatro siglos
en los graneros de las Canarias -cebada y trigo- para abastecer
sobre todo a Tenerife, cuyos periódicos déficit cerealeros provoca-ron
frecuentes crisis carenciales sensibles hasta la quiebra del anti-guo
régimen. Nuestras exportaciones de barrilla van a proceder de
ambas en elevadísimos porcentajes, y los datos que se nos brindan
para 1829 son de por sí muy ilustrativos 18.
l7 En tal fecha desestimó el Ministerio de Comercio, Instrucción y Obras
Públicas la instancia remitida por el ayuntamiento de Teguise al de Gracia
y Justicia, para que se le restituyese la capitalidad y el juzgado.
«Relación de algunas noticias pertenecientes a las Islas Canarias que
en enero de 1830 reunió un Curioso, y presenta al Excmo. Sor. Dn. Francisco
Tomás Morales, natural de la de Canaria y Comandante General de ellas
desde el mes de Junio de 1827», en Agustín MILLAREST ORRES,C olección de
documentos.. ., BMC.
El procedimiento para la reducción del cosco o cofe-cofe a piedra
es divulgado en Gran Canaria desde 1780 por comerciantes extran-jeros.
El 6 de noviembre, el propietario agrícola José de la Rocha
informó a la Económica de Las Palmas que un fabricante de jabones
de nacionalidad francesa había puesto en uso la quema de tal hierba,
para remitir sus cenizas en barricas a Cádiz junto a piedra de ba-rrilla
purificada previamente. Para estas fechas, cuando los ilustrados
de la isla redonda principian a concienciarse sobre la importancia
del nuevo artículolg, ya en Lanzarote y Fuerteventura se extraían
montos considerables para su comercialización. Viera atribuye al
presbítero José García Durán la extensión en Soo de las primeras
semillas de la hierba escarchada, indicando seguidamente que fue
el patrón veneciano Sanqui quien propuso las primeras compras a
los agricultores -que hasta el momento la extirpaban de sus tierras
como perjudicial para los frutos- a seis reales el quintalz0. La téc-nica
de cultivo a dos hojas -alternando la siembra de barrilla con
cebada y trigo-, los métodos de obtención y acabado que se per-feccionan
muy pronto, introducen sustanciales variaciones en la ru-dimentaria
agricultura de secano, extendiéndose la superficie culti-vada
con el aprovechamiento de eriales y zonas costeras, el uso del
estiércol y la siembra y quema conjunta del cofe-cofe y la escar-chada,
ganándose en calidad y solidez.
Escolar nos dice que un promedio anual de 54.589 quintales
de barrilla salieron desde Lanzarote y Fuerteventura durante el quin-
'' Boletín de la Sociedad Económica de Amigos del País de Las Pcilmas
de Gran Ca~taria, núm. 9, 30 de septiembre de 1862, pp. 105-06.
En las juntas del 9 y 10 de julio, se comisionó para quemar algunas porcio-nes
de cofe-cofe a José de la Rocha y Francisco de León, en Teldc, así como
a Pedro Russell para conocer el valor del producto en el mercado británico.
Viera leyó una Memoria sobre el modo de quemar la burrillu, presentándose
otra sobre el método alicantino para la siembra, cultivo, quema y cotnercia-lización
que había remitido el socio Bernardo Cólogan. Se acordó, ademis,
que Francisco Carbonel escribiese al director de la Real Sociedad dc Vcra
para que enviase algunas semillas e instrucciones, que re recibieron el 2 de
junio de 1788. La información sobre los precios británicos llegó el 9. señalán-dose
que el quintal de 112 libras, incluyendo los costes, se pagaba a 72 rvon.
El 10 de agosto de 1789, José de la Rocha dio parte de haber tendido picdra
y cenizas de barrilla a un veneciano, que tenía ajustados más de 2.000 qq.
de aquella a 12 rvon. cada uno. Como en Lanzarote, el interés inicial por las
compras estuvo en manos de mercaderes del área italiana, pues el 22 de fe-brero
de 1790 se informó que dos de ellos habían adquirido más de
75.000 rvon. de barrilla que cargaban dos en~barcaciones surtas en la bahía
de La Luz.
'O [José de VIERAY CLAVITOT],r atado sobre la barrilla dispuesto en formo
de diálogo, Las PaImas, 1810, pp. 7-8 y 22-23.
quenio 1800-1804, a un precio medio de 60 reales el quintal y arro-jando
una balanza comercial favorable para una y otra. El mismo
autor refiere los positivos efectos de la diversificación agrícola co-nejera,
primero por los plantíos de vid en las zonas afectadas por
las erupciones volcánicas de 1730-37 y después por la entronización
de la barrilla:
«La población se ha doblado, la labranza se ha exten-dido
y mejorado; y los que medio siglo ha eran pobres y
pastores, los que alojados en chozas infelicísimas andaban
casi desnudos y comían muchos años yemas silvestres co-cidas
con la leche de cabras o de carnellas, son ya los ca-pitalistas
más fuertes de las Canarias, habitan cómodas
casas, y en sus vestidos y mesas empieza a dexarse ver el
luxo y la profusión, aunque no el gusto y finura.. .»
Es seguro que este panorama es excesivamente idílico y, en
cualquier caso, su duración fue tan corta que no produjo transfor-maciones
profundas de largo alcance y éstas estuvieron, además, so-cialmente
limitadas. Los tempranos síntomas de crisis y las enormes
oscilaciones de los precios en el mercado londinense, condicionarían
desde sus orígenes las posibilidades del ciclo económico. Pese a ello,
la fractura de la secular dependencia de los granos marcó un hito en
la historia insular y franqueó las puertas al desarrollo de una burgue-sía
foránea y autóctona. No caben dudas en la consideración del Arre-cife
como centro exclusivo para la exportación de la barrilla. Escolar
comenta a este respecto:
«El embarque de esta primera materia, y el haber cega-do
el gran puerto de Janubio los corrientes de lava de los
volcanes recientes, ha fomentado muchísimo el puerto del
Arrecife o de Naos, que es el más seguro y cómodo de
las Yslas. Todo quanto va de ésta para países estraños,
y las otras seis restantes, todo sale por aquí, excepto algo
de aguardiente que por el de Papagayo va para Fuerte-ventura,
que en cambio envía camellos.»
La barrilla y el cosco aparecen por entonces concentradas en la
zona central de Lanzarote, en las parroquias de Teguise, Tinajo,
Tías y San Bartolomé, donde se alcanzaron los 23.950 quintales, el
72,59 por 100 de toda su producción 'l. En el sur, Yaiza reunía un
" Distribuidos de la forma siguiente: 12.800 en Teguise, 6.000 en Tinajo,
2.600 en Tías y 2.550 en San Bartolomé.
11,64 por 100 -3.841 quintales- y en el norte quedan los 3.600
de Haría, el 10,91 por 100. Arrecife fue con diferencia el distrito
de menor entidad, con sólo 1.600 quintales, el 4,84 por 100, reflejo
de la penuria agrícola propia del pequeño enclave portuario, hacia
donde convergían los frutos de los restantes términos por las vere-das
y caminos que irradiaban Teguise y por la arteria que desde la
vieja capital se abría hasta aquél, transportados en caniellos o en ca-rretas
tiradas por burros.
Las series de Nada1 sobre nuestras relaciones comerciales con
Gran Bretaña, permiten que apreciemos una coyuntura óptima para
la barrilla y el vino durante la crisis bélica de los años 1805-1815.
Hasta 1835, en que comparten la primacía de las exportaciones is-leñas,
las partidas anuales de aquélla superaron por amplio margen
las 15.000 libras, con unos máximos en 1827, 79.427; 1817, 67.574;
1820, 63.685; 1833, 61.725, y 1830, 60.387, para decaer a finales
de esta década y a lo largo de la siguiente, iniciando una ligera re-cuperación
al inicio de la segunda mitad de la centuria ".
No obstante, es imposible considerar al mercado británico como
único y, más aún, a medida que avanza el siglo todo parece indi-carnos
que la demanda de barrilla canaria para la fabricación de
sosas y jabones alcanzó a tener mayor peso en otras latitudes. La
producción conejera de 1808 se cifró en 120.000 quintales pero
en 1839, en un momento de marcada crisis, salieron por las aduanas
de Lanzarote y Fuerteventura otros 94.905: 50.034 -el 52,72
por 100 del Archipiélago- y 41.209 -el 43,42 por 100-, respec-tivamente?'.
Es decir, que si las cotas de la bonancible coyuntura
británica no volvieron a alcanzarse, las exportaciones se mantuvieron
a un ritmo que, la depreciación por las continuas adulteraciones y el
cierre del principal mercado, merma pero no consigue retrotraer hasta
los niveles de la apertura del ciclo con tanta prontitud. La explica-ción,
a nuestro entender, reside en la existencia de otros mercados y
en especial del estadounidense. El continuo trasiego de bergantines
y goletas de los Estados Unidos por Canarias y sus frecuentes carga-mentos
de barrilla, revelan que no sólo fue la vid la beneficiaria
del comercio triangular que catapulta la independencia de las colo-
*' Joaquín NADAL-FARRERA«DSe, pendencia y subdesarrollo: el caso cana-rio.
Nota sobre las relaciones comerciales entre Gran Bretaña y las Islas Ca-narias,
1809-1914», en Hisforia econdmica y financiera cle Espa%, Madrid,
1976, pp. 157-69.
l3 VIERA, op. cit., p. 44.
24 José Valentín de ZUFIR~yA J osé Joaquín de MONTEVERDGEu, ía de las
Islas Canarias para el año de 1840, Canaria, s. a,, p. 159.
nias, y las fragmentarias cantidades que ofrece Alvarez Rixo sobre
la exportación de Arrecife en 1834 son elocuentes para calibrar la
magnitud de las remesas hacia Boston, Nueva York y otros puertos
norteamericanos, muy superiores a las que iban con destino a Gran
Bretaña 25. Además, la diversificación de los mercados aparece como
un elemento característico desde su origen, tanto en América como
en Europa: Brasil, Suecia, Portugal, hasta obligarnos a converger
en el prolongado ritmo que juega España en la absorción de este
producto, auténtico goteo que se mantiene a lo largo del XIX y del
que valen como indicadores las cifras que Madoz reproduce ".
No estamos en condiciones de poder ofertar un análisis cuantita-tivo
de la producción de barrilla en Lanzarote, ni del movimiento
de los precios. Sólo contamos con algunas referencias puntuales o
fragmentarias en torno a su comercialización, suficientes sin duda
para que se aprecie la cuantía de un negocio que permitió el auge
y apogeo del Arrecife. Más adelante, al referirnos a la burguesía,
rnos será posible recoger otros datos que complementan los que con-signamos
seguidamente.
El primero atañe al que fue alcalde mayor, Luis Cabrera Rodrí-guez,
y a su hijo Lorenzo Cabrera López, primer alcalde de nuestro
emporio marítimo. En una sola operación, convenida el 16 de no-viembre
de 1807 y materializada entre el 31 de marzo y el 23 de
abril siguientes, ambos vendieron al apoderado insular de Tomás Có-logan,
Marcelo Carrillo, 6.225 quintales de barrilla al precio de
90 rvon. cada uno, alcanzando la factura un total de 560.250 rvon.
Con anterioridad, el 2 de mayo de 1807, don Lorenzo entregó al
mismo agente otros 3.181, por lo que padre e hijo fueron capaces
de suministrar a un solo comprador 9.406 quintales en menos de un
año, de los que 6.965 pertenecieron al último ".
25 LOC. cit., f01s. 116-17
26 Pascua1 MAD~ZDi,c cionario ..., t. VIII, p. 255 y t. X, p. 70. En el bienio
1844-45, 17.988 qq. por Puerto de Cabras y 13.672 por Arrecife.
'' En relación con estos contratos, es interesante lo que el dicho Cólogan
escribe a éste el 29 de diciembre de 1808: «Con el número de cargazones de
Barrilla dirigidas al norte y la noticia que tengo de lo que bajará este artícu-lo
en aquellos mercados aún antes de que llegaren, no me permite entrar en
especulaciones de esta natura!eza; ya me ha dado este ramo muchos clavos
y no pienso por este aiío, o interín no tenga noticias de mi hijo Don Juan,
hacerme cargo de nuevas partidas. Ustedes la han puesto en un estado que, o
es preciso manejar sus compras con mucho tino, o sólo las harán los que
ignoren los descalabros que ofrece y quiera Dios que alguno no pierda en
sola una ocasión lo que le ha costado muchos años de sudores». Arch. Alfredo
Matallana Cabrera, Arrecife.
RELACION DE ALGUNAS DE LAS VENTAS DE BARRILLA
DE FRANCISCO CABRERA Y AYALA
~ - - ~
Fecha Comprador C(eannt iqdqa.d) (enV arvloorn .)
16-1-1 817 Nathaniel Cogwell . . . . . . . . . . . . . . . 1.500 61.875
1-X1-1817 Juan y Bernardo COlogan ' . . . . . . . . . 1.1 17 83,775
15-XI-1817 Nathaniel Cogwell . . . . . . . . . . . . . . . 800 48.030
XII-1817 Diego Manly . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.000 60.000
20-XI-1818 Juan y Bernardo Cólogan . . . . . . . . . 1.218 73.110
26-XII-1818 Little y Cía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.003 60.000
5-11-1819 Diego Manly . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 250 33.123
5-VII-18 19 Carlos King . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.000 103.000
16-IX-1819 Diego Manly . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.310 63.220
1819 Joaquín Ballester . . . . . . . . . . . . . . . 1.900 85.500
20-IV-1820 Joaquín Ballester . . . . . . . . . . . . . . . 253 11.475
9-1X-1820 Diego Manly . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.200 54.000
19-X-1820 Juan y Bernardo CóIogan5 . . . . . . . . . 2.000 79.995
19-1-1821 Forstall e Hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.300 48.750
16.850 846.825
' A través de Pablo Fajardo, su compadre.
' Por mediación de José de Brito, aunque fueron contratados inicialmente
2.000 quintales.
300,36 qq. proceden de Fuerteventura y el resto le llega d~ manos de
Pedro Reyes.
El mismo Fajardo operaría como intermediario.
Adquiridos para dicha casa por Joaquín Uallcster.
Compra encargada a Ginés de Castro y Alvarez.
FUENTE: Cuudt'ri~os de F. C. A,, en Arch. Juan Antonio Martín Cabrera, Las
Palmas.
La segunda muestra tiene un mayor interés. El cuadro 1 consig-na
algunas de las ventas que verificó el hacedor de rentas deciinales
de la isla, Francisco Cabrera y Ayala, dcsde enero de 1816 a enero
de 1821. Estamos aquí ante otro de los grandes exportadores, con
capacidad para traficar en un cuatrienio con 16.850 quintales como
mínimo, los que destinó a señalados coinerciantes de las islas centra-les
o del mismo Arrecife. Las compras se I!evaron a efecto, e17 oca-siones,
por mediación de un intermediario y los plazos para satis-facer
las sumas en cuestión oscilaban entre los tres meses y el afio
y medio, aunque por lo común se fijasen en ocho meses o un año.
En los catorce asientos recogidos, los Cólogan ocupan el piiii~er lugar
con 4.335 quintales en tres operaciones, seguidos del britlínico Diego
Manly, avecindado en Canaria, con 3.760 en otras cuatro. Este 61-
timo, y su compatriota y convecino Nathaniel Cogwell, demuestran
que la capital grancanaria no permaneció al margen de este tráfico
comercial 28, si bien todo indica el claro predominio de los puertos
tinerfeños y sobre todo del Puerto de La Orotava, sede no sólo de
los irlandeses Cólogan sino también de Forstall e Hijos y Little y Cía.
Puede apreciarse, en este caso, un descenso en el volumen de las
ventas, que contrasta con el ritmo más acelerado anterior, coinci-dente
con la álgida coyuntura bélica de Nadal. De cualquier forma,
y para otro agricultor y comerciante -¿Lorenzo Cabrera?-, dispo-nemos
del número de quintales que comercializa en el trienio 1827-29,
en donde parece resurgir aquella dinamicidad. Sus enajenaciones se
distribuyeron así durante ese período:
Rowlinson y Sanders . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8.454,64
Carlos King . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.027
Carlos Baker . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 614,66
Domingo Martinón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 400
Guillermo Topham . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12,17
Francisco Sirvera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10
Procede también destacar en el cuadro 1 el progresivo descenso
de los precios a los que se cotizó nuestra mercancía en el ámbito
local, o mejor, su depreciación en el nivel que ocupa Arrecife como
centro de distribución y los comerciantes extranjeros de Tenerife y
Gran Canaria, tras la primera de las adquisiciones que se citan. De
los 75 rvon. por quintal del 1 de noviembre de 1817, se pasa dos se-manas
después a 60, cifra en la que se estabilizó a lo largo de 1818,
para decaer a 52,5 en 1819 y llegar en 1820 a 45 y a 37,5 en 1821.
Esta drástica caída de un 50 por 100 en poco más de tres años, así
como el alza que se detecta en 1817, corrobora la enorme inestabi-lidad
del comercio barrillero. Escolar asegura que en 1807-08 el
quintal se pagaba a 90 rvon., aunque en algunos casos llegó a alcan-zar
los 120 puesto a bordo 30. Madoz, por su parte, refiere que, ha-
28 Con otro británico de Las Palmas, Jorge West, sostuvo también Cabre-ra
frecuentes contactos. El agente de Manly en Arrecife fue el grancanario
Domingo Toledo.
29 En JAMC.
El citado funcionario escribía en septiembre de 1810 al hacedor de ren-tas
decimales: «Soy de parecer que no deben Vms. apresurarse mucho en
el acopio de barrilla, sin(o) irle haciendo con bastante tiento según se vaya
presentando; porque aquí están asustados los comerciantes con el valor
exorbitante que ha tomado y no están muy inclinados a emplear su dinero
biendo llegado a los 140 rvon., hacia la década de los cuarenta no
pasaba de 19 ó 20 31.
Según recoge el propio Escolar, un 86,78 por 100 de la superfi-cie
cultivada de la isla se destinaba a principios del XIX a la agricul-tura
tradicional de granos y papas, un 11,40 a viñedos y apenas un
1,82 -352 fanegadas- a barrilla. La fase bonancible de esta ú1-
tima es pues, ante todo, una favorable coyuntura de precios y no de
producción. Mas la riqueza que supuso va a beneficiar prioritaria-mente
a los empresarios burgueses que la compraban, concentra-dos
por absoluta mayoría en el Arrecife y entrc los que sc lievarán
la mejor tajada las firmas o los representantcs de las casas extranje-ras
de las islas centrales, con Tenerife en primer término. Hacia 1818,
los gastos de cultivo y quema no solían bajar de 15 rvon., mientres
que el precio de venta del productor a los coinerciantcs sólo signi-ficaba
el doble. Con tan reducido margen de ganancia, los arrenda-tarios
y hasta algunos pequeños pareelistas no conseguían a menudo
lo suficiente para alimentarse y vestirse; n6xime cuando a veces el
quintal llegó a unos precios inferiores a los del desembolso que 12
explo!ación demandaba. Los caixpesinm frecuentaban recurrir a Iri
compra de productos fiados a los tenderos, pagándoles una vez re-cogida
la barrilla, y cualquier disminución de las cotizaciones nece-sariamente
provocaba su endeudamiento y la quiebra de la precaria
economía familiar de un buen número de minifundistas y colonos, ca-rentes
incluso de fiadores al avizorarse pobres cosechas.
Las clases dominantes tendrían que hacer frente a otros dos obs-táculos
para rentabilizar el nuevo venero de riqueza. UIIO procedió
de las pretensiones del portugués Caballero Sarmiento al estanco del
producto 3" El síndico personero de la isla, Ignacio Santilgo de la
Torre, dio poder e1 20 de julio de 1303 a Tomás Cólogún para plei-tear
contra el ambicioso comerciante 33, que decia ser el introducior
con tanta desventaja; pero como por fin no podrrín menos de pasar por csto,
es preciso cstar siempre a la mira para no dexarsc sorprcliender por cllos. En
Fuerteventura creo que Cólogan ha daclo oidzn que en pagriiiiento :o~i:en 1:
que se prcsentc sin reparar en el precio; y ~ ú cnre o q ~ i eIi a i.e:nititlo algunos
fondos. Esto puede a Vm. servir de gobicriio, y el quc Powcr y r11g:íii otro tratt.
de emprehcnder viage a esas islas a activar sus cobranzas; pcro con csie
pretexto quizá a emplear algrmos fondos cn csas picdrecitas preciosas cn que
Vm. se mira como en un espejo» (en JAMC).
31 Ibídem, p. 404.
3 T f . algunas noticias sobre sus actividades comerciales en Níoiui-rs 1 ' ~ -
DRÓN, op. cit., pp. 235-36.
33 Archivo Histórico Provincial de Las Palmas (en adelantc AHPLP), Sec-ción
Protocolos, escribano Antonio rosé Hervás, kg. 2895, fols. 26-27.
del cultivo en 1799. Los vecinos reaccionaron contra el posible mo-nopolio
y sus argumentaciones fueron atendidas con celeridad. No
ocurrió lo mismo, sin embargo, con la exigencia del Cabildo Eclesiás-tico
de cobrar el diezmo, originándose así un prolongado pleito ante
el Consejo de Castilla.
El 22 de septiembre de 1789, dicho Cabildo ordenó que el diezmo
de barrilla y cofe-cofe se publicara con el de menudos. Más adelante,
el 8 de enero de 1793, dio las instrucciones oportunas al licenciado
y hacedor Francisco Zeruto para que saliese al hilo de 2.250 rvon.
Al que le sustituye, Cayetano de Béthencourt y Brito, se le manda
el 1 de abril de 1797 que lo uniese al de millo y parrales, según
disposición de la Junta de Hacienda 34. Mientras tanto, cosecheros y
comerciantes protestan por tan gravosa medida y acuden a la Corte.
El 1 de enero de 1803, el síndico personero confirió poder a Santiago
Feo Béthencourt, alguzcil mayor del Santo Oficio y vecino de Haría,
para oponerse a las demandas catedralicias en Madrid 35. La lucha
fue larga. El cabildo conejero aprobó el 3 de agosto de 1816 entre-ear
únicamente el 2 por 100 de toda la piedra 3G, comisionando desde
el 11 de julio al regidor Manuel García y Carrión, vecino de Teguise,
para que continuara con las diligencias de los autos 37. En 1823 pro-seguía
aún el litigio, que a buen seguro no se solventó hasta abolirse
de forma definitiva ese derecho feudal.
En la Exposición que el 12 de abril de 1818 eleva el síndico per-sonero
Juan Valenciano Curbelo en nombre del cabildo 38, el tema
del diezmo de la barrilla y el cosco ocupa el punto 6." Allí se indica
que las justificaciones del Deán y Cabildo Catedral para proceder a
su cobro -porque se sembraban en campos destinados con ante-lación
a frutos sí incluidos en la masa decimal, con notorio perjuicio
para ella-, no tenían razón alguna. Era falso que toda la produc-ción
procediese de aquellas tierras en las que se habían reorientado
sus cultivos, pues la roturación de otras antaño incultas fue práctica
común. Amén de ello, se afirma que «con los cortos recursos que nos
ha suministrado la barrilla hemos compuesto y mejorado algunos
de nuestros terrenos, que en el día nos producen más que antes, y
de este mayor producto se aprovecha la causa decimal». El diezmo
34 Instrucciones para Don Francisco Cabrera y Ayala como Hacedor de
rentas decinzales de la Ysla de Lanzarote, 10 de febrero de 1806, en TAMC.
35 HERVÁS, ibídem, fols. 229-30 v.
36 Libro de Actas, 1798-1819, fols. 161-62 v., Arch. Municipal de Arrecife
(en adelante AMA).
37 HERV~kSg, . 2904, fols. 110 v.-1 12.
'' En JAMC.
llegó a absorber en la práctica más de un 30 por 100 de todo lo que
el agricultor recogía, pagándose sin deducir el valor de las scmillas
ni los gastos de labranza.
Las adulteraciones incidieron de forma especial en la deprecia-ción
y en que se perdiera credibilidad en los mercados. El alcalde
de Teguise, Antonio González Bermúdez, fijó por oficio de 18 de
marzo de 1824 una serie de normas para el control y vigilancia de
las calidades, en evitación de posibles mezclas con sebo y otras matas.
El de Arrecife, de Castro y Alvarez, le imitó al punto, y su ayunta-miento
elaboró el 29 de octubre de 1825 un catrílogo de disposicio-nes
con idéntico propósito. Al parecer, era la producción de Lobos
y Fuerteventura la que solía presentar mayores impurezas. ordenán-dose
que fuesen arrojadas al mar las partidas en cuestión y proce-diéndose
a embargos y arrestos por los celadores designados para
tal fin. Precisamente en 1825, el mercader Antonio Espinosa de la
Cámara introdujo algunas piedras de mato majoreras para entreniez-clarlas
con barrilla de ley, disponiendo el munícipe José de Medini-lla
el cierre del almacén que tenía alquilado al inglés Rowlinson.
En otras ocasiones, eran los propios campesinos quienes adulteraban
la mercancía y los burgueses arrecifeños extremaron la inspección de
sus compras para evitar fraudes. Este clima enrarecido originó ten-siones
entre unos y otros y resultó muy perjudicial. El 16 de sep-tiembre
de 1828, el comerciante Antonio Julián Cabrera denunció
ante el alcalde Guillermo Topham la hipotética falsificación de la
barrilla que le habían enajenado Marcial Pcrdomo y su mujer Tuana
Carrillo, vecinos de Haría. Los contradictorios informes periciales
y las protestas y alegatos del vendedor, conducirían el 14 de marzo
siguiente a una resolución contraria a Cabrera, a quien se condenó
a pagar las costas del expediente y a adquirir ocho quintales y 45 li-bras
al precio convenido de 12 reales de plata el quintal, el conjunto
de lo contratado a excepción de una piedra de sebas 39.
En 1826 y en 1834 volvió el ayuntamiento de Teguise a reiterar
sus medidas de control, frenando parcialmente la práctica de las
adulteraciones. La real orden de 6 de mayo de 1834 y el real decre-to
de 26 de agosto de 1835, no obstante, impidieron proseguir con
esta vigilancia al establecerse la libertad de comercjo del ramo. Dicha
corporación, pues, solicitaría en noviembre de ese ano que se le
' 9 Los expedientes relativos a ambos casos pueden consultarse en AMA. En
el proceso de Espinosa se planteó un choque con el gobernador militar Fran-cisco
de la Cruz Guerra, quien ordenó al ccniandanie (!e Arrecife, Pedro Fhr-celó,
la custodia del almacén y la puesta en marcha de las diligenciris opor-tunas,
por tratarse de un extranjero sometido a su jurisdicción.
autorizase mantener las inspecciones, aunque el real decreto de 10 de
cctubre de 1836 insistió en su improcedencia por considerarlas ve-jatorias
y favorables sólo para quienes por su poder pudieran mo-nopolizar
la comercialización. Ante el peligro de que los fraudes se
incrementaran, los munícipes capitalinos tornaron el 8 de enero de
1837 a alertar a cosecheros y compradores, recabando la colaboración
de autoridades y particulares ya cuando el descubrimiento de sales
y específicos equivalentes principiaba a mermar la extracción de ba-rrilla
hacia el Reino Unido y cuando el mercado norteamericano apa-recía
como su principal sostén 40. La pureza en la elaboración no
pudo imponerse, y las mixturaciones con arenas, piedras y sebas pro-siguieron
afectando al crédito del producto pese a las recomenda-ciones
del jefe político 41. Los adelantos de la química acabaron por
arrinconarle definitivamente, sobreviviendo a duras penas y sin ju-gar
ya el papel trascendental que había desempeñado. Las «piedreci-tas
preciosas)) de las que habló Escolar lo fueron por cortos pe-ríodos,
beneficiando por antonomasia a unos pocos, y dejaron de
serlo tanto por circunstancias interiores como exteriores. El «espejo»
en el que se miraban felices los burgueses conejeros estuvo empañado
con periodicidad y se rompió a findes de los años treinta. El rostro
de tales burgueses se vería desde entonces truncado y con un rictus
de dolor.
La orchilla no alcanzó a tener en los señoríos orientales la misma
importancia que en Gomera y Hierro. De 1801 a 1809 sólo se ex-portaron
1.207 quintales de Lanzarote, de los que Hamburgo reci-bió
953 -el 78,95 por 100- y Londres la cantidad que resta. Los
trece embarques documentados correrían fundamentalmente a cargo
de fragatas, bergantines y goletas de los Estados Unidos y de Gran
Bretaña, siendo los primeros exportadores Manuel José Alvarez ",
' O Boletín Oficial de la Provincia de Canarias (en adelante BOPC), 25 de
abril de 1837, pp. 399-400.
" Cf. la Circular núm. 77 de 22 de julio de 1840, en donde se dice que la
depreciación llegaba ya a más de la quinta parte del valor que la barrilla
tuvo con anterioridad (BOPC, 27 de julio, p. 1). Por entonces, las exportacio-nes
vitícolas también se veían afectadas por la adulteración de los buenos
caldos tinerfeños con los de inferior calidad de Hierro y Gomera. La exce-riva
concurrencia de nuestros vinos en los mercados exteriores había provo-cado
la caída de sus precios, mientras los elevados aranceles londinenses im-pedían
su equiparación con los de otras latitudes. Asimismo, los considerables
derechos de entrada que el coñac debía satisfacer en nuestros puertos y la
penuria de alcoholes propios pare mejorar la fabricación de aguardientes, fre-naban
la producción de estos últimos. (Ibídem, 12 de junio de 1841, p. 3.)
'"1 padre del escritor Alvarez Rixo nació en Portugal y desde Madera
llegó a Tenerife en julio de 1788. En 1794 casó en La Orotava con Gregoria
con 455 quintales en cinco partidas durante el trienio 1807-09, y el
especulador irlandés Diego Barry del Puerto de La Orotava, que en
úgosto de 1805 remitió otros 300 hacia aquella ciudad alrrnana a
bordo de un bergantín sueco. Detrás de ellos figuran Francisco Agiii-lar
con 158 en dos envíos, Juan Antonio Brito con 120, Juan Cólo-gan
e Hijos con 70, Ginés de Castro con 48, José y Patricio Murnhy
con 36 y Gerardo Morales con 20 ", Así pues, prevalecen los comer-ciantes
arrecifeños -con el 66,36 por 100- y 13s casas extranjeras
de Tenerife- más volcadas sobre el seííorío de Adcje-, qtiedan en
segundo plano 44. En los años cuarenta, coincidiendo con la crisis de
la barrilla, la orchilla fue suplantada por el musgo de la costa afri-cana
y otras nuevas sustancias colorantes se emplearon como tintes
por obra de los progresos químicos 45.
La no habilitación para el comercio exterior fue uno de los ma-yores
inconvenientes que se presentaron al desarrollo del Ai-xcifc
y de su burguesía. En la sesión de las Cortes gaditanas de! 23 de abril
de 1811, el representante grancanario Gordillo leyó una proposicióil
de ley para que se habilitase un puerto en cada isla al tráfico con
el extranjero y las colonias de América, que la Comisión de Coinci-
Rixo y Chaves. Atraído por el negocio barrillero en alza, vendió todas sus
pertenencias tinerfeñas y se trasladó al Arrecife en julio de 1798, donde in-virtió
más de 240.000 rvon. en la construcción de una lujosa casa con aljibe.
En 1805 fue alcalde del puerto y en 1809 síndico personero de la isla. Arrui-nado
por el alza de la barrilla en Lanzarote durante las guerras napole0nicas,
cuando tenía contratadas sus ventas en Lisboa a precio fijo, tuvo quc enaje.
nar su espaciosa vivienda al irlandés Pedro Forstall de La Orotava, 3s: co:~io
su finca de Tahíche. Siguió después exportando barrilla e importando gi.arioj
de Funchal entre 1812 y 1815, año en que murió en Las Palmas. Cf. Simón
BEN~TEZP ADILLA«E, l autor y el libro», en JosC Agustíii ALVARLRZI XO, C m
dro histórico de estas Islas Canarias o noticias gewerdes de SIL csiirtlo y crcirc-cimientos
más memorables durante los cuatro ufios de 1808 a 1812, Las Pal-mas,
1955, pp. XVII-XXX.
" Copia de la Certificación expedida por Sixto Ronxírt y hlaclicirlo, con-tador
principal de la Real Hacienda en Canarirrs, a peticic'iz ~icl Cribiltlo Eclc-siástico
el 16 de mayo de 1818, en JAMC.
" En la mentada Exposición de 1818 podcmos leer: «Debemos ipualinen-te
considerar, que la barrilla es el único artículo de exportación qiie aquí te-nemos
para dar en cambio de los efectos que recibimos: poique alguna or-chilla
que con peligro y aún pérdida de vidas recogen estos naturali-S, pen-dientes
de cables en escarpadísimos riscos, es ramo estancado, y arrendado por
el señor territorial, y no de utilidad pública».
45 Francisco María de LEÓN Y FAI.C~N«,M emoria sobre el estado de la
agricultura en la provincia de Canarias*, en Boletín Oficial del 12linisfcrio de
Fomento, núm. 33, Madrid, 1852, pp. 348-49.
cio y Marina aprobó el 6 de junio 4G. Tras un breve paréntesis, este
primer acceso a los mercados foráneos finiquitaría por la oposición de
los negociantes tinerfeños. En la citada Exposición de 1818 se lee:
«Atribuyendo los comerciantes del Puerto de Santa Cruz
de Tenerife, como también los del Puerto de La Orotava,
la decadencia actual de su comercio, no a la misma deca-dencia
del valor y estimación de sus vinos, y a otras causas
que la producen, han creído que la habilitación de este
Puerto de Lanzarote, contribuía no en pequeña parte a la
paralización de su comercio, y no han perdonado medio
que estubiese a su alcance para el logro de un intento
que al fin han conseguido. Esto es sin duda lo que en rea-lidad
pasa. De aquí el notable perjuicio y gravamen a es-tos
naturales de Lanzarote de recibir por segunda mano
de sus privilegiados de Tenerife los efectos mucho más
recargados o caros de los que de otra suerte los compra-rían;
de aquí también el vernos reducidos a vender des-ventajosamente
nuestra piedra de barrilla, único artículo
con que atendemos a una de las primeras necesidades de
la vida, que es el vestuario, y con que atendemos también,
si del mismo artículo nos queda algún sobrante, al alimen-to
que nos viene de fuera, tantas quantas veces nos lo nie-ga
nuestro suelo, como en el día sucede.»
En este mismo documento se llegó a definir a Lanzarote como
«una mera colonia de Tenerife». El monopolio portuario de esta ú1-
tima y de Gran Canaria, la sujeción de las islas periféricas al diktat
de sus casas comerciales, no sólo contrajo los beneficios del primer
producto conejero y encareció las mercancías que se importaban en
Lanzarote -tejidos, maderas, carbón, azúcar, etc.-, sino que ade-más
fomentó el contrabando desde Gibraltar y Funchal por sus nu-merosas
caletas y playas 41.
El 9 de noviembre de 1820 se declaran puerto de depósito a
Santa Cruz de Tenerife y habilitados para la importación y expor-tación
con el extranjero a los de La Orotava, Las Palmas, Arrecife,
San Miguel de La Palma, Cabras, San Sebastián y El Golfo. Por
otro real decreto de 20 de enero de 1822, son catalogados como de
.u Se incluían los de La Luz, Santa Cruz de La Palma, Arrecife, Cabras,
El Golfo y San Sebastián. Cf. Gregorio CHIL Y NARANJOE,s tudios ..., Ms. 4,
fols. 608-13, BMC.
47 Cf. también ALVAREZR IXO,H istoria ..., cap. XV,f ols. 128-30.
segunda clase los de Las Palmas y La Orotava, de tercera los de
San Miguel y Arrecife y de cuarta los tres restantes. Sobrepasado el
trienio constitucional, la situación retornó a Ios limites preexistentes.
La burguesía arrecifeña se movilizó para obtener la habilitación
de su puerto en reiteradas ocasiones. Hacia 1825 dirige Ia munici-palidad
a Madrid una memoria que la diputación provincial no tra-mitó,
por lo que el 20 de noviembre de 1836 tuvo que volver a re-petir
su solicitud. El 18 de abril siguiente se libran 4.000 rvon. re-caudados
entre los vecinos para atender las gestiones de sus agentes
en las capitales del reino y de la provincia, que demandaban tam-bién
la declaración de Arrecife como cabeza del partido judicial. El
4 de noviembre de 1840, la Junta Gubernativa de Santa Cruz de Tc-nerife
autorizaría la total habilitación de los puertos de La Palnia
y Lanzarote y la parcial de los de Fuerteventura y Gomera -sólo para
la exportación al extranjero, Cuba y Puerto Rico. Semejante normativa,
tomada para atraer la sumisión de las burguesías periféricas y aislar
a la Junta grancanaria, la derogó el real decreto de 12 de diciembre,
al entronizarse la regencia de Espartero y restablecerse la normali-dad.
Los buques extranjeros, peninsulares y americanos scpiirínn
con la obligación de dirigirse a Santa Cruz, La Orotava o Las Pal-mas
para abrir su registro, descargar los efectos y presentarlos en
las Aduanas, pagar los derechos y volverlos a embarcar para trnns-portarlos
a cualquiera de las otras islas a donde viniesen consiq~ados.
Las presiones sobre la diputación provincial condujeron al posi-tivo
dictamen que la comisión correspondiente aprobó el 12 de iu-nio
de 1841, limitado a Santa Cmz de La Palma y Arrecife ". El
20 de noviembre, una real orden consagró la libertad de tr'af ico en
Santa Cruz de Tenerife, La Orotava y Las Palmas, ampliándola
apenas al puerto palmero. La corporación municipal y los comcrcian-tes
de Arrecife elevaron entonces sus súplicas contra tal marginación.
Fue inútil, como lo fue también el informe que el diputado provin-cial
Cristóbal del Castillo presenta el 12 de mayo de 1842 '? Habría
de esperarse aún diez años para que Bravo y Murillo. iiinto con
las franquicias, atendiera estos anhelos y la dependencia de las islas
centrales dejara de ser tan atroz.
Un reparto no proporcional de las cargas hacendisticas en el Ar-chipié!
aso también perjudicó muchísimo a los burgueses de Lan7a-rote.
Los excesivos cupos y la falta de equidad en los repartimientos.
Tal organismo llegó a tener como aspiración última la consecución dc
un puerto habilitado de 2." clase en La Palma. Lanzarote y Fuc:te~entura,
y otro de 3.% en Gomera y Hierro.
49 BOPC, 22 de junio de 1842, pp. 3-4.
provocan el que en 1818 -un año agrícola malo- se reputase la
riqueza de la isla como superior a la de La Palma, evidentemente con
más población, más recursos naturales y renglones productivos
-seda, azúcar, miel, vinos, maderas, etc. A Teguise se le asignó una
cuota de 66.461 rvon., cantidad que duplica con creces la de la
capital palmera, superando la del Puerto de La Orotava y llegando
a 8.632 rvon. por encima de Gomera y Hierro juntas 'O. Los cone-jeros
tendrían que satisfacer el 12,45 por 100 de la contribución ca-naria,
si bien Arrecife fue el distrito local menos gravado. Así y todo,
un año después sus comerciantes protestarían ante las elevadas sumas
que les exige pagar el Consulado de Comercio por el gravamen extra-ordinario
para la pacificación de América ''. Semejantes abusos, claro
está, no tienen comparación con el oneroso derecho de quintos, uno
de los pilares del señorío jurisdiccional que tanto dañó a las islas pe-riféricas.
De ahí que la abolición del sistema señorial generase unas
mayores posibilidades para sus incipientes burguesías.
El campo conejero, como decíamos, siguió por antonomasia ads-crito
a la tradicional agricultura de los granos. Una relativa expan-sión
de la superficie cultivada se deduce al comparar los datos de
producción del marqués de Tabalosos en 1776, de Escolar en el
quinquenio 1800-04 y Bandini en 1813. No obstante, pese a que
Lanzarote prosigue con su carácter de granero durante el ciclo de la
barrilla -situación que contrasta en sus inicios con la majorera-,
ello se deberá a la cebada, hegemónica en el tercio de la superficie
insular puesta en cultivo alrededor de 1820 '2. La dependencia del
irregular régimen de lluvias y las enormes fluctuaciones de la produc-ción
agrícola, prolongaron en el XIX las grandes crisis carenciales
del XVIII: 1721, 1748-49, 1762, 1771 y así. Dichas fluctuaciones,
en cuanto a la cebada, el trigo y el centeno, se consignan en el grá-
A Las Palmas y su jurisdicción se le adjudicaron 107.028 rvon., a La
Laguna 95.145 y a Santa Cruz de Tenerife 81.752. Los cálculos del producto
territorial de la villa conejera se hicieron a partir de todo el grano que en-traba
en la cilla decimal, cuando de hecho allí se almacenaba la recolección
de Haría, pues las cillas no eran correspondientes con las parroquias.
El documento, fechado el 11 de marzo de 1819, lleva en representación
de otros las firmas de Ginés de Castro y Alvarez, Bartolomé Arroyo, Guiller-mo
Topham, Miguel Cabrera, José Antonio de Brito, Pablo Luzardo, Marcial
de Acuña, Pablo Fajardo, José Curbelo Brito, j o ~ é Domínguez Aldana, Nor-berto
Ferrer, Francisco Lubary, José Cortron, Santiago Barón y Antonio Gra-fiña.
AHPLP, escribano Matías Rancel, leg. 2928, fols. 81 v.-84.
'' En 1776 su cosecha supuso un 23,29 por 100 del Archipiélago y en 1813
un 43,72; la de trigo representó un 9,26 y un 11,07 por 100, respectivamente.
A principios de siglo se reducía la superficie cultivada a la cuarta parte de la
isla, según Escolar.
GRÁFICO 1
PRODUCCION DE GRANOS (1806-1820)
(en miles de fanegas)
fico 1 a partir de la información reunida por el citado hacedor de
rentas decimales Cabrera y Ayala, en otro de sus cuadernos de
cuentas.
Lanzarote es, eminentemente, una isla de cebadales con una re-colección
exigua de trigo y centeno, situríndose el millo entre estos
últimos 53. Aparte de su utilización como pienso, la cebada servía
para obtener un gofio de pobre calidad con el que se alimenta la
53 La media que da el propio Escolar para cl quinquenio 1809-94 es de
112.607 fanegas de cebada, 26.047 de trigo, 15.630 de millo y 5.020 dc cen-teno.
mayoría de la población. Las bruscas oscilaciones de la producción
incidirían muy negativamente sobre el campesinado. En la Exposi-ción
de 1818 se asegura que por una cosecha buena, se daban al
quinquenio dos mediocres y otras dos tan escasas que se perdía in-clusive
buena parte de las semillas; Madoz insiste en estas aprecia-ciones,
indicándonos que por un quinquenio era común que faltara
un 25 por 100 de los cereales precisos para el consumo insular 54.
Para 1806-20, nuestra fuente confirma tal estado de cosas: centrán-donos
en la cebada, no se llegaron a recoger 50.000 fanegas en seis
años y en otros tres no se alcanzarían las 100.000. Los déficit de
trigo, cereal de altas cotizaciones, serían corrientes y aún con favo-rables
condiciones climatológicas no pudieron destinarse a la expor-tación
sino pequeñas partidas. En todo caso, los excedentes de los
años abundantes que no acaparaba el diezmo y el señor, se remitían
a Tenerife o Gran Canaria, pero desde ellas y desde la Península
o el extranjero se debían de importar granos a precios exorbitantes
en aquellos otros marcados por la sequía. La agricultura tradicional
repele, así, tanto la acumulación constante de capitales como la es-tabilidad
económica del campesinado, acumulación y estabilidad que
se circunscribe básicamente a los grandes perceptores de rentas -se-ñor,
Iglesia y terratenientes- y a la burguesía comercial que absorbe
una parte de las mismas.
El movimiento de los precios durante los tres lustros, que figura
a su vez en aquella fuente, ofrecerá casi las mismas fluctuaciones en
los tres cultivos, no tan intensas como en la producción; claro que
se trata del precio único anual, inferior al de mercado. El alza que
se registra en el terrible bienio 181 1-12 -precio medio de 58,75 rvon.
la fanega de cebada, 127,5 la de trigo y 97,5 la de centeno-, bene-fició
exclusivamente a los pocos que disponían de grandes cantida-des
para vender, una vez detraída la proporción destinada a los
productores y al propio consumo, siendo muy perjudicial para los
minifundistas y medianeros que distaron de cosechar lo suficiente
para su manutención, así como para los jornaleros y los consumido-res
no agrícolas. Por otro lado, la tendencia general a la baja en los
años de buenas cosechas -1808, 1810, 1813-14, 1816 y 1819-2&,
no permitiría una óptima capitalización entre aquellos campesinos
con pocas tierras en propiedad o en arriendo, dejándoles sin recur-sos
para afrontar las dificultades cíclicas. Este mismo fenómeno afec-tará,
incluso, a la burguesía comercial o agraria, puesto que los
elevados precios de 18 1 1-12 no se alcanzaron en 1815 -40 rvon
la cebada, 80 el trigo y 60 el centeno-, ni en 1818, pese a las prác-
Op. cit., t. V, p. 401.
93
ticas acaparadoras y especulativas. En 1820 la cosecha fue apenas
inferior a la de 1813, pero los precios bajaron de 22 a 6 rvon. en
la cebada, de 50 a 20 en el trigo y de 36 a 12 en el centeno. No pro-cede
analizar aquí los mecanismos que harían posible esta deprecia-ción.
Nos interesan sólo algunas de sus resultantes.
La crisis endémica de la agricultura tradicional, y su agravación
a finales del segundo decenio del XIX, in~pulsó al campesinado a
dirigirse al Arrecife, que demandaba mano de obra de manera cre-ciente.
Resulta curioso comprobar cómo, mientras en 1806-15 se al-ternarían
seis años de malas cosechas, el puerto conoce un incre-mento
de su población y la recalada continua de muchos burgueses
ioráneos -Barón, Arata, Grafiña, Stinga, Espinosa, Rowlinson y
Sanders, James, Topham, etc.-, corriente externa combinada con
la interior que proseguirá en lo sucesivo, tras del fin de la ventajosa
fase barrillera del mercado británico. El capital comercial se originó
ante todo en la barrilla, aún cuando por entonces no se exportaran
anualmente más de 38 ó 40.000 quintales por quinquenio ", partici-pando
a distancia el vino. La producción vitícola -7.145 pipas se-gún
Escolar, de las que el 42,88 por 100 se destinaban a fabricación
de aguardientes-, se centró en Tías, Yaiza y San Bartolomé, pero
Arrecife tuvo 11 de las 37 alquitaras insulares y elaboró el 29,36
por 100 de los aguardientes, siguiéndole Yaiza con el 20,55 y Teguise
con el l7,62.
La reconstrucción de la estructura de la sociedad arrecifeña es
algo complejo y difícil. Hemos tenido la fortuna de encontrarnos
con un documento fiscal que nos va a permitir una visión aproximada
de las clases en una fecha muy útil para nosotros. El historiador no
puede centrarse en exclusiva en las élites y debe investigar la vida
de los desheredados. Aquí, por exigencias de los objetivos propues-tos,
fuimos fieles a la recomendación de Adeline Daumard de in-sistir
de manera más profunda en los grupos dominantes que sobre
la masa, pese a que la caracterización de éstos proceda en esencia
de su comparación con el conjunto. El cuadro II va a ser la apo-yatura
de nuestro método cuantitativo. A partir de la riqueza 1í-quida
imponible en que se basa la contribución, estableceren~os unas
Así se afirma en la Exposición, que se basa en los registros de la Real
Aduana conejera.
94
categorías clasistas que seguidamente serán relacionadas con los ni-veles
socio-profesionales más significativos, tratando de acercarnos
a la fisonomía social del Arrecife en un momento de «esplendor».
De los vecinos que recoge el Cuaderno General, los no contri-buyentes
se elevan a 272, sobre el 45 por 100. Junto a esta alta
cifra de personas de nulos o escasísimos recursos, al límite casi de
la indigencia y habitando en míseras chabolas, debemos considerar
a los 85 con cuotas inferiores a los tres rvon. y cuya riqueza im-ponible
oscila por norma entre los 30 y los 150 rvon., tratándose
comúnmente de dueños de simples casuchas, de los ocho que poseen
reducidos cercados o suertes de barrilla, de los dos que tienen un
camello o bien de un medianero o del propietario de una lancha de
pesca. También es preciso englobar en esta masa de población de
baja extracción económica a los 32 que contribuyen con cuotas de
tres a cinco rvon. y cuya riqueza se reparte por igual entre los 225
y los 300: 10 con humildes viviendas, cinco venteros, cuatro pes-cadores
con sus barquillos, dos labradores con minifundios de ba-irilla,
un medianero y tres artesanos pobres -un latonero, un plate-ro
y un cabuquero. En cuanto a los nueve habitantes afincados en
Argana que se incluyen en este amplio grupo de los contribuyentes
menores, aproximadamente un 19 por 100 de los vecinos, sus per-tenencias
van de las dos a las cuatro fanegadas, con el agregado
a lo sumo de algún sitio. Es así que el número de aquéllos sin bie-nes,
más el de los otros de cortas o muy exiguas disponibilidades, as-ceridería
a 389, más o menos un 65 por 100 del total. Basta este dato
para que el Arrecife de 1820 adquiera su exacta fisonomía. La pro-letarización
de sus habitantes es un rasgo notorio: los no propieta-rios
de medios de producción, sin otra forma de subsistencia que
vender su fuerza de trabajo a la burguesía local, debieron ascender
a unos 354 individuos, sobre el 59 por 100 de los avecindados en
el término. Los integrantes de la clase baja -marineros, jornaleros,
minifundistas, medianeros, pequeños artesanos o pescadores, etc.-,
representan el 35,67 por 100 de los contribuyentes y sólo concentra-ban
el 1,27 de la riqueza imponible y el 1,31 de la contribución.
La cúspide de la pirámide la ocupan esos 33 vecinos grandes
contribuyentes con cuotas superiores a los 100 rvon., el 10,06 por 100,
cuya riqueza líquida asciende a los 887.250, el 73,82 por 100, y que
cotizan con 12.803, el 73,05 de la suma final. A ellos podemos aña-dir
los 20 con cuotas de 60 a 100 rvon. para agrupar a todos los
que tienen un líquido imponible superior a los 4.050, límite a partir
del que fijamos la adscripción a la burguesía. Los porcentajes res-pectivos
llegan entonces al 16,15, 82,49 y 81,97 por 100. En esta
CUADRO11
CLASIFICACION DE LOS CONTRIBUYENTES DE ARRECIFE EN 1820
CUOTAS
menos de 3 rvon. ...
3 a 5 rvon. ...
5 a 10 rvon. ...
10 a 20 rvon. ...
20 a 30 rvon. ...
30 a 50 rvon. . . .
50 a 70 rvon. . ..
70 a 100 rvon. ...
100 a 200 rvon. ...
200 a 300 rvon. ...
300 a 500 rvon. . ..
500 a 1.000 rvon. ...
1.000 a 2.000 rvon. . . .
V E C I N O S F O R A S T E R O S --
Núm. Líquido Núm. Líquido
contribu % impo- 5% b:::L Vi contribu- 9 impo- Contri- %
yentes nible yentes nible % bución
Valores en rvon
FUENTE: Quaderno General de los Contribuyentes Vecinos y forasteros ..., Documentos relacionados con la Contribución Rústica.
Urbana y Ganadera desde el año 1817 ctl 1851, en Arch. Municipal de Arrccife.
breve nómina se reúnen los principales propietarios urbanos y nís-ticos,
los más acaudalados comerciantes y los grandes armadores. La
relación que incluimos en el cuadro 111 recoge los 25 primeros ti-tulares
o cotitulares, aquéllos con una riqueza de 9.000 o más rvon.,
indicándose el conjunto de sus bienes en el municipio, los capitales
que giran y las utilidades que les reportan. En orden decreciente, los
28 que restan son: Juan Saavedra, con una casa, cuatro lonjas y un
cercado de barrilla; la testamentaría de Juan Antonio de Brito, con
una casa, tres bodegas y alambique, medio almacén y tres fanega-das;
Luis de Armas, con una casa, 16 lonjas, un molino, un cercado
de barrilla, tierras de pan sembrar en El Lomo y la mitad de las
goletas Muriquita y Angustias; Francisco Sirvera con sus 7.500 rvon.
de comisiones; Francisco de Brito con dos casas, los beneficios de
su negocio y la mitad de la goleta Lorenza; María Béthencourt de Gi-nory
con dos casas, una bodega, un almacén, seis lonjas, un sitio
con aljibe y siete fanegadas; el patrón Antonio de Brito, con una
casa y la otra mitad de la citada goleta; Pedro Suárez, con una casa,
10 lonjas, un aljibe, media fanegada y las ganancias de sus com-praventas;
Vicente Curbelo, con una casa y la renta que le satisface
Joaquín Ballester; Juan de Páez con dos casas, tres lonjas, una bo-dega
y seis fanegadas; Pedro Reyes con tres casas, dos almacenes,
22 fanegadas y sus giros; Luis Cabrera, con dos casas, dos bodegas
con alambique, un almacén, cuatro lonjas, un sitio y cuatro aljibes
en La Vega, un barco de descarga, 15 fanegadas de pan sembrar y
dos cercados, más nueve celemines de barrilla; Bárbara Cabrera con
tres casas, cuatro almacenes, cuatro lonjas, dos aljibes en aquel mis-mo
lugar y ocho fanegadas y media; el zapatero y mercader Marcial
Mogica, con una casa, sus utilidades y el empleo de uno de sus hijos;
Juan Bautista Arata con dos viviendas, un barco de carga y un chin-chorro;
el presbítero José Isidro Arbelos, con dos casas, una bodega,
un cercado de barrilla y las utilidades de una capellanía que tuvo
a renta; Ignacio de la Torre con dos casas y giros; Miguel Cabrera
con casa, dos aljibes, un barco para la pesca del salado, dos
fanegadas en Naos, un cercado de barrilla y comisiones; Agustín
González Brito, con casa y negocios; Ambrosio de la Hoz, con casa,
giros y sueldo; el escribiente británico Rodrigo Raid y Antonio Gra-fiña,
Gerardo de León y Severino Verde, con casas y capitales;
Cayetano Sánchez y Antonio de Acosta, con casa, giros y dos barqui-llos
de pesca el primero; Juan de los Santos con cuatro casas, una
lonja y la otra mitad de las goletas Angustias y Mariquita, y por ú1-
timo Francisco del Castillo.
En suma, la burguesía del Arrecife en 1820 se reduce por ex-
CUADRO 111
RELACION DE LOS PRINCIPALES CONTRIBUYENTES VECINOS EN 1820
Titulares
Joaquín Ballester
José Padrón
José Antonio
de Brito
Juan Sirvera
Norberto Ferrer
José Domínguez
Aldana
Testamentaría
Ginés de Castro
Guillermo
Topham
Bartolomé
Arroyo
Antonio
Rodríguez
Mena
Nicolás del
Castillo
Francisco
Antonio
Rodríguez
Gerardo
Morales
Mateo Monfort
Rafael Rancel
Lorenzo
Cabrera
Bienes urbanos Valor Producto
líquido Embarcaciones
Una casa y dos
almacenes.
Seis casas.
Dos casas
Media casa y una
bodega.
Dos casas y dos
almacenes.
Una casa.
Diez casas, dos
almacenes, diez
lonjas y dos al-jibes.
Una casa.
Dos casas.
Una casa y una
lonja.
Una casa.
Una casa.
Dos casas y sie-te
lonjas.
Dos casas.
-
Dos casas y un
almacén.
Dos barcos de
carga.
Cuarta parte barco
costa.
Un barco pesca
del salado.
-
Un barco de
carga.
Un barco pesca
del salado.
Un barco tráfico
Islas.
Medio barco
tráfico Islas y
dos de carga.
Tierras
4 fgs. con casas
y aljibes.
10 fgs.
Tres cercados, 1
fg. de barrilla
y 15 fgs. de
pan sembrar.
4 fgs. y un aljibe.
Cuatro cercados
barrilla y un
aljibe.
COMERCIO
Capital Utili-dades
Contri-bución
(Continúa)
CUADRO11 1 (Continuación) -
COMERCIO
Titulares Bienes urbanos Valor Plríqoudiudcoto Embarcaciones Tierras v. P. 1. Contri-
Capital Udatidlie-s bución
Pablo Luzardo Una casa y un 57.000 2.100
- - -
1 60.000 15.000 256,17
almacén. I
l
Ricardo - - - - -
- ~ - - - 15.000 225
Rowlinson
Bernabé y - - - - -
Atanasio Felipe
Santiago Barón Casa y billar. 30.000 4.200 - -
22.500 900 - - - José González Una casa. - - - 45.000 9.000 171
Capote
Ginés de Castro Tres casas. 12.000 450 Dos barcos de 7.500 ' 1.500 - - - - 8.400 155,8
y Alvarez carga.
Manuel Col1 Dos casas y una 88.500 4.800 - - Cortijo de 28 fgs. 9.300 900 15 .O00 3.750 141,24
bodega.
Francisco Una casa. 30.000 1.200 Una goleta, un 32.700 ' 3.300 - - - 15 .O00 4.500 135
Lubary barco carga y
un barquillo
pesca.
- - - - - - - Francisco - - - 9.000 135
Rodríguez Soco
Valores en rvon.
FUENTE: ídem.
celencia a esas 53 personas físicas o jurídicas, apenas unos 60 hom-bres
y mujeres, alrededor del 10 por 100 de los vecinos y aproxi-madamente
el mismo porcentaje sobre la población total. Su riqueza
líquida imponible alcanza los 99l.500 won. y su aportación tribu-taria
los 14.366, más de las cuatro quintas partes de ambas. En sus
manos se aglutinan al menos 84 casas y media, 66 lonjas, 16 alma-cenes
y medio, 10 bodegas, 20 aljibes, un molino, más de 127 fane-gadas
en su mayoría de pan sembrar, 13 cercados y nueve celemi-nes
de barrilla, casi nueve buques para la pesca del salado o el ca-botaje,
10 embarcaciones para el tráfico interior portuario y cuatro
barquillos para la pesca de bajura. Son ellos los que controlan el
gran comercio y el mercado local junto a la mayor parte de las naves
de la matrícula isleña, como tendremos ocasión de contemplar des-pués.
Ellos detentan, además, una gran proporción de la superficie
edificada y de las cortas tierras en cultivo en una zona donde la
agricultura tuvo un carácter secundario. Ellos, finalmente, dominan
el ayuntamiento y otros centros de administración, pues como clase
hegemónica asumen el papel de élite política.
En medio de aquellas clases bajas con un fortísimo componente
proletarizado y de esta burguesía, se sitúa una amplia franja de cla-ses
medias de heterogénea composición, abigarrado conjunto que agru-pa
a los pequeños y medianos burgueses. Se trata de 158 contribuyen-tes,
el 48,17 por 100, que suponen en torno al 26 por 100 de los
vecinos y llegan al 16,22 del líquido imponible y al 16,70 de la
contribución.
Un primer grupo puede establecerse con los de inferior catego-
ría, aquellos que tributan de 5 a 10 rvon. y cuya riqueza va de los
375 a los 630. Entre los 59 contribuyentes que absorbe, 40 de los
cuales tienen un líquido menor de 500 rvon., se encuentran 11 pe-queños
mercaderes y dos venteros, ocho dueños de barquillos de
pesca o de carga y descarga y cinco patrones navales, diez artesanos
y siete camelleros, además de seis medianeros, cuatro labradores en
Argana con fincas de más de seis fanegadas, un maestro y otros
propietarios urbanos y rústicos. Este numeroso sector, que conveni-mos
en llamar clase media-baja, sufrirá especialmente los impactos
de las crisis económicas junto a los menos favorecidos, viéndose por
lo común en trance de proletarización o manteniéndose a duras penas
en su status de pequeños comerciantes, arrendatarios, pescadores,
transportistas o productores autónomos. Tales condicionantes afectan
en primer término a los trece con un líquido imponible de 375 rvon.,
pero también a los 27 que basculan entre los 450 y los 480. Unica-mente
los 15 con 600 o más rvon. parecen tener consolidada su si-tuación
al margen de los avatares de la coyuntura.
El segundo grupo, más complejo, corresponde a la que pasamos
a denominar clase media-media, con 70 contribuyentes cuyas cuotas
oscilan entre los 10 y los 30 rvon. y su riqueza líquida entre los
675 y los 1.950. En ella radica el mayor número de artesanos: 12 en
el primer subgrupo y 14 en el segundo, con 13 carpinteros -cuatro
de ribera-, dos pedreros, dos calafates, dos molineros, dos zapate-ros,
un herrero, un latonero, un tonelero, un barbero y un sastre.
Algunos tienen una posición desahogada, como el calafate Agustín
Lubary, propietario de una casa y de un barquillo de pesca. Igual-mente
es cuantiosa la presencia de comisionistas, almacenistas, ven-teros
o agentes comerciales, que llegan a 14 individuos; de los que
Pedro Rodríguez posee una casa y cinco lonjas y el religioso An-tonio
Castañeda otra y un cercado de barrilla. Vendrían después cin-co
patrones de barcos, tres pescadores con sus chinchorros y otros
bienes, un capitán de puertos y un torrero, vecinos todos vinculados
a las diversas actividades marineras. La agricultura está represen-tada
por tres labradores de Argana, dos medianeros y minifundistas
y dos propietarios de Arrecife; con el mayor contribuyente que en
exclusiva alcanza los 1.950 rvon., Francisco de Brito, al que perte-necían
una casa, dos lonjas y doce fanegadas en aquel pago por su
mujer. Por último, entre los propietarios urbanos conviene destacar
a Josefa Marrero, con una vivienda, un almacén, tres lonjas y un
aljibe, y sobre todo a Francisco Acosta Espinosa, con tres lonjas
y dos casas.
La clase media-alta concentra tan sólo a 29 contribuyentes, cuyas
cuotas se distribuyen entre los 30 y los 60 rvon. y su líquido impo-nible
entre los 2.025 y los 3.750, aunque 25 no lleguen a los 3.310.
En esta ocasión, la primacía pertenece a los negociantes por anto-nomasia,
comisionistas, agentes o almacenistas que agrupan a 14 ve-cinos,
entre los que destacan José del Castillo y Florencio Barreto.
Los navieros aparecen representados, en orden ascendente, por el
patrón Tomás de Brito, Antonio González Bermúdez y María Rosa
González; con la mitad de un molino y dos lonjas, respectivamente,
los dos últimos. El también patrón Hilario Delgado, único que llega
a la riqueza límite del grupo, tiene a su vez el rango de comerciante.
Otras figuras, al fin, serían los ricos artesanos Joaquín Martín, he-rrero
con dos casas, Agustín Santos y el carpintero de ribera Miguel
de Brito, así como la hacendada Catalina Camejo -tierras de barri-lla,
dos aljibes y 25 fanegadas-, Sebastián Alvarez y Luis Cabrera
López, con casa y molino.
En el histograma adjunto estructuramos la clasificación social
comentada en función de los niveles de riqueza: en sentido horizon-tal
las gradaciones de fortuna y en sentido vertical el número de ca-sos
presentes. Al mismo tiempo, el círculo dividido permite ver la
repartición porcentual de las tres clases, la enorme cuantía de los
no contribuyentes y lo minoritario de la burguesía que reside en el
municipio. La delimitación de esta última se centra en los 300 rvon.
que la separan de la clase media-alta, diferencia de 750 si prescin-dimos
de los cuatro titulares con cuotas de 50 a 60 rvon. Es obvio
que la distancia entre los más ricos miembros de esta fracción y la
burguesía es imperceptible y que pueden considerarse integrados en
ella; el límite de los 4.050 rvon. no tiene otra funcionalidad que la
de servir de punto de referencia para una estratificación social según
las fortunas, a partir de la lista nominativa de la contribución.
El bloque asalariado, sin bienes o con sólo pobres alojamientos,
abarca ante todo los 272 vecinos no contribuyentes con unos ingre-sos
inferiores a los 30 rvon., los 25 con 30, los 31 con 75 y los 14
con 150, a quienes pueden agregarse los 12 que van desde 195 a 300.
Es muy posible que pertenezcan al mismo los ocho que disponen de
pequeños fundos de barrilla, jornaleros o marineros con unos pocos
celemines o brazas aIrededor de sus hogares, como simple comple-mento
de la economía familiar.
Las categorías socioprofesionales que figuran en el histograma
precisan la disímil riqueza de los que en ellas se incluyen. El subsec-tor
agrícola está representado por los pequeños y medianos campe-sinos,
hasta los 1.275 rvon., propietarios o arrendatarios que habitan
en Argana o en las inmediaciones del núcleo porteño; fuera perma-
1820: NIVELES DE RIQUEZA EN FUNCION AL LIQUIDO IMPONBBLE (EN RVON.)
necen los que poseían mayor cantidad de tierras, como los que tie-nen
1.950, 2.295 y 2.700 rvon. de líquido imponible, esto es, Fran-cisco
de Brito -casa y dos lonjas en Arrecife y 12 fanegadas, casas
y aljibes en Argana-, Pedro Martín y la citada Catalina Camejo.
El campesinado sensu stricfu que aparece en el término municipal, lo
conforman así labradores de su iínico caserío y medianeros o mi-nifundistas,
a veces coincidentes, que en especial se integran en
los estratos superiores de la clase baja y en la media-baja. Además,
nuestro puerto contiene bolsas agrícolas en su interior y en su pe-riferia,
básicamente dedicadas a barrilla.
La distribución del subsector comercio ofrece enormes disparida-des.
En principio destaca un numeroso grupo de venteros o propie-tarios
de miniagencias de compra-venta para e1 mercado local, mo-destos
comisionistas que se nutren de la multiplicidad de los inter-cambios
interiores y que se reparten entre los 225 y los 600 rvon.
Entre estos mismos pequeiíos comerciantes podrían figurar los que
se localizan entre los 675 y 900 rvon. y responden a idénticas di-rectrices.
Distanciados de ellos están después otros mercaderes que
al parecer trafican ya a escala insular, al margen del simple trapicheo
urbano, cuya riqueza se mueve entre los 1.500 y los 1.875 rvon.;
tal es el caso de Sebastián Umpiérrez, el que llega a esta última cifra,
vendedor de vinos a comisión y dueño de cuatro pequeñas lonjas.
No obstante, los medianos comerciantes por excelencia, como José
Antonio Reyes, Agustín Santos, Manuel Alonso Quevedo o José del
Castillo, se incluyen en la clase media-alta y participan tras la bur-guesía
en el comercio interinsular y exterior.
En cuanto a los artesanos, se concentran especialmente en la clase
media-media como vimos. De los 42 individuos con que cuenta este
subsector profesional, la primacía corresponde a los carpinteros, con
15 representantes de los que ocho aparecen con cuotas de 20 a
30 rvon. y cínco entre los 10 y 20. Los cinco pedreros que les siguen
en importancia numérica se distribuyen entre los dos de este último
subgrupo y los tres con cuotas de 5 a 10 rvon., panorama que :es
bastante similar entre los cuatro calafates. Los cuatro zapateros, sin em-bargo,
alcanzan mayores niveles de riqueza, con un solo individuo
en la clase baja, dos en la media-media y uno en la media-alta, tó-nica
a la que responden también los tres herreros. Carpinteros -casi
un tercio de los cuales son de ribera-, zapateros y herreros son,
así, los artesanos con una mejor posición económica.
El subsector naval situado fuera de la burguesía, lo conforman
ante todo humildes pescadores y patrones de buques costeros o de
cabotaje. Junto a los cinco propietarios de barquillos pesqueros de
la clase baja, están los seis de la media-baja y cinco patrones, un
dueño de un barco de carga y otro de la mitad de una embarcación
para la pesca del salado. En la clase media-media prevalecen cinco
patrones por sólo tres propietarios, de los que Andrés Alvarez figuró
con su vivienda y tres casitas en El Lomo dentro de la riqueza de
1.125 won. que se le atribuye; el principal, Melchor Díaz, con
1.875 rvon., dispuso de una goleta para faenar en la costa africana.
De los que integran la clase media-alta ya hemos hecho mención.
El peso de los forasteros en el Arrecife de 1820 es irrelevante.
Su número llega al 26,45 por 100 de los contribuyentes del término,
mas su riqueza líquida apenas significa el 7,99 del total y su aporte
contributivo alcanza sólo el 8,27 por 100. En su mayoría se trata
de propietarios rústicos, con parcelas labrantías dispares o terrenos
incultos que van desde los seis celemines hasta las 23 fanegadas, o de
dueños de modestas viviendas, lonjas, aljibes, almacenes o sitios. El
principal pechero, con diferencia, es el acaudalado comerciante bri-tánico
Nathaniel Cogwell, vecino de Gran Canaria. A distancia le
sigue la marquesa de Velamazán y condesa de Santa Coloma, Grande
de España, a la que pertenecían 136 fanegadas en el municipio. Se
incluyen después varios burgueses de otros puntos, como José Cur-be10
-con dos casas y 21 fanegadas-, de San Bartolomé; Marcial
de Acuña, de Tiagua, con tres casas, tres lonjas, un almacén y un
cercado de barrilla; Nicolás Salazar y Carrasco, con 95 fanegadas;
José Luis Béthencourt, de La Vegueta, con una casa y un sitio; los
herederos de José Feo, de Teguise, con cinco almacenes, dos casas,
un sitio y una lonja, así como otros nueve con bienes similares de
menor entidad y residentes en pagos o lugares de aquellos distritos
y de Tías.
Pero al margen de estos primeros tributarios, con cuotas entre
los 562,17 y los 20,lO rvon., la absoluta preponderancia, insistimos,
corresponde a los pequeños contribuyentes y el rasgo más notorio
es la ausencia de titulares que cotizaran por actividades mercantiles,
excepción hecha de Cogwell. Asimismo, el porcentaje de superficie
cultivable en manos de los forasteros no presenta el volumen que
debió de alcanzar en otros ayuntamientos de Lanzarote y, más aún,
de Fuerteventura. En Arrecife, como en Puerto de Cabras, el carác-ter
de zona costera de tardío poblamiento y explotación, hizo que
la terratenencia -representada en especial por los Cabrera de La
Oliva y sus parientes conejeros-, no llegase a detentar el predomi-nio
que ostentó en otras zonas. Finalmente, pocos son los individuos
de otras islas con pertenencias en el puerto: los comerciantes Do-mingo
Madan y Patricio Hanrran, de Santa Cruz de Tenerife, con
sendas edificaciones, así como el palmero Juan Calderón con dos
lonjas, su paisano Buenaventura Felipe con un sitio y tres fanegadas
en Argana, el majorero Juan de la Arena con un cuchitril, la oro-tavense
marquesa de la Quinta Roja con una mansión y el granca-nario
Andrés Arbelo con una casa y dos aljibes en La Vega, consti-tuyen
los únicos exponentes que la documentación nos da. En años
venideros, es previsible que el interés de la burguesía mercantil de
las islas centrales por la producción agrícola conejera incrementara
sus adquisiciones en el núcleo portuario, quizás hasta superar la
cuantía de las que debieron coincidir con la más favorable etapa
de la barrilla, pero las compras de tierras es evidente que se orien-taron
hacia otras localidades más aptas para la agricultura, directriz
en la que coincidirían con los mismos burgueses del lugar.
Arrecife fue una microciudad burguesa porque una minoritaria
burguesía comercial, agrícola y naviera la controla por absoluta ma-yoría.
Ella provocó un vigoroso crecimiento urbano tras del expansio-nismo
económico que se fundamentó en el comercio de la barrilla
y le benefició por antonomasia en Lanzarote. El nuevo puerto albergó
a comerciantes, administradores, arrendatarios, artesanos, marineros,
pescadores, etc. Las razones de la atracción que ejercería este centro
no industrial de cara a los inmigrantes, fueron múltiples. Para la
masa trabajadora que se trasladó desde las zonas agrarias empobre-cidas,
víctimas de las crisis periódicas de la agricultura tradicional,
es evidente que el emplearse o subemplearse en el Arrecife representó
una ventaja enorme frente a la miseria de un gran sector del campo,
a donde no llegó o llegó en muy escasa medida la fuerza impulsora
del cultivo barrillero. Esos inmigrantes conservaron con frecuencia
lazos íntimos con sus puntos de origen, y a ellos regresarían a veces
cuando les fue posible. La distancia y las dificultades del transporte
no permitieron, tal vez, una oscilación entre el enclave y el medio
rural a efectos de trabajo, si bien los niveles de movilidad a buen
seguro fueron enormes y el cuadro VI11 parece indicar algo de
ello en las décadas de los cincuenta y sesenta. En todo caso, el «es-plendor
» de Arrecife descansó sobre unos pilares de gran fragilidad,
que se agrietaron repetidas veces hasta desmoronarse. La burguesía
y los más favorecidos de entre las clases medias pudieron resistir. Otros
sobrevivieron a duras penas. El pueblo llano tuvo que emigrar o
nutrir el ejército de mendigos que pululó por sus calles y plazas.
Las diferencias entre Arrecife y las coetáneas ciudades industriales
del occidente europeo, no precisa de mayores comentarios por ahora.
Se ha insistido en la conveniencia de estudiar caso por caso a
los miembros de los grupos dominantes, el origen de su poder y la
evolución y significado del mismo. Una apasionante monografía po-dría
escribirse sobre la actuación individual de los burgueses que
en el Arrecife operan, y hasta nos parece atractivo el recurrir a aná-lisis
biográficos de conjunto en donde se definan similitudes o pe-culiaridades
entre tipos diversos. Perseguir a estos potentados en los
protocolos notariales es tarea ardua y engorrosa, pero en absoluto
estéril. En el presente apartado no haremos sino adelantar unas pocas
referencias sobre varios de los integrantes de la burguesía portuaria,
partiendo de uno de los componentes que más la caracterizan: su
procedencia exterior. Recién «fundada» la microciudad en las postri-merías
del XVIII, su historia al despuntar el XIX se nos antoja
bastante similar en este punto a la de Las Palmas, La Laguna o Santa
Cruz de La Palma durante el medio siglo que siguió a la conquista.
Una amplia corriente migratoria se dirige hacia ella desde el ex-tranjero
o desde el área peninsular, fundiéndose con el aporte de
otras islas y el flujo del interior. Los capitanes del comercio saldrán
por antonomasia de estos inmigrantes, unos pocos privilegiados con
la fortuna de acaparar la vida del Arrecife, burguesía compradora
que se acomodó en su seno y tuvo, sí, la desgracia de que la mejor
coyuntura de la barrilla coincidiese con los estertores del régimen
señorial, pero burguesía que al cabo supo ingeniárselas para sortear
escollos estructurales, dependencias e infortunios. En las líneas que
siguen faltan nombres que ya hemos citado y de los que carecemos
en el presente de más indicaciones. Una visión más profunda va a
exigir un trabajo de equipo.
Especialísima consideración merece el papel que a los extranje-ros
corresponde en el desarrollo del Arrecife. Aparte de los transeún-tes,
de los que residieron allí durante breves períodos, muchos fueron
los que se afincaron de forma definitiva, apellidos que al cabo crean
verdaderas sagas que se vincularán de modo indisoluble a la his-toria
contemporánea lanzaroteña.
Una importante oleada procede del Mediterráneo. Las fuentes
no permiten establecer con seguridad la fecha exacta en que se afincó
el maltés Francisco Lubary, seguro pionero pese a todo. La Matrícu-la
del 2 de abril de 1832 fija su arribo en 1800 56, mientras que el
padrón de 1841 10 retrotrae a 1789. Tampoco hay coincidencia en
cuanto a su edad, que oscila entre los veintisiete y los treinta y cinco
años. Lo que parece incuestionable es que llegó ya maduro y que
entre 1806 y 1807 le secundaron los genoveses Santiago Barón y
Juan Bautista Arata y en 1814 Antonio Grafiña, de Livorno 57. Más
genoveses vendrían en lo sucesivo aunque no para dedicarse al trá-fico
comercial, si bien en 1832 se cita en calidad de transeúnte al
negociante Andrés Compiano. José Maynero, sobrino de Barón, llega
de niño en 1816 para quedar bajo su custodia y terminaría abriendo
una posada. En 1831 se establece otro posadero proveniente de Gi-braltar,
José Francisco Fayot, y en 1833 el tabernero Agustín Ra-mela.
Por lo demás, ya desde 1813 está documentada la presencia
del siciliano y piloto naval Mariano Stinga
'"n AMA. Según ella, existían 18 extranjeros, de los que 13 eran católicos
y cinco protestantes, los británicos. En cuanto a su estado civil, cinco eran
solteros, uno viudo y los demás casados, con un total de 34 hijos. A Mariano
Stinga sz le recoge como ausente en La Palma, desde donde se trasladó varias
veces a Santa Cruz de Tenerife para comprar géneros a Bernardo Forstall y. a
través de él, a Francisco G. Ventoso.
'' Una de las primeras adquisiciones de éste fue un derecho en un sitio
con dos lonjas de Leonor Alvarez, viuda de Gaspur Raniírez, con el que se
hizo en 1816 por 4.500 rvon. AHPLP, escribano Antonio José Hervás, legajo
2904, fol. 50 r-v.
De Palermo vendría en 1819 el inarinero Francisco Abiel, casándose
después con una lanzaroteña.
Francisco Lubary, quien abre la nómina de los grandes comer-ciantes
foráneos del Arrecife, captó pronto la conveniencia de resi-dir
en él debido a la creciente demanda de barrilla en los puertos
europeos. Nuestro hombre se traería en lo sucesivo a dos de sus
hermanos: José, que viene en 1803 apenas con ocho años y que
casaría más tarde con María Barreto 59, y Dorotea, futura esposa del
propietario palmero Agustín González Brito, que lo hace en 1809.
Contrajo matrimonio con una hermana de este último, María, y pese
a que poco sabemos aún sobre sus preliminares prácticas económi-cas,
es fácil colegir que la fortuna debió sonreírle muy temprano.
En 1803 adquiere las obras que tenía en construcción José Antonio
Travieso por 2.343 rvon. 'O, y probablemente antes la casa y el sitio
de Antonio González Bermúdez que vendió en 1818 a su hijo Jorge 'l.
A sus expensas hizo construir en La Orotava la goleta Santo Cristo
del Paño, embarcación de 50 toneladas que enajenaría entre 1812
y 1818 a favor de José Antonio de Brito por 50.250 rvon. ". Fue,
además, representante del mercader de Santa Cruz de Tenerife Fe-lipe
Robaina, cuyo bergantín Constanza hacía continuos viajes a
Lanzarote, y mantuvo vínculos con varios cosecheros y exportadores
de Fuerteventura y con su prepotente vecino Ginés de Castro y Al-varez;
con una de cuyas sobrinas enlazó otro de sus hijos, José, ad-
59 Regidor de Arrecife en 1840, sería apoderado insular del santacrucero
José E. Cambreleng, administrador del conde de Cifuentes, para quien arren-dó
distintos terrenos en la isla a finales de la tercera década del siglo; así, los
de Ginés de Castro y Alvarez en Maneje, por escritura de 17 de octubre
de 1827, durante un lustro y en pago de 10 fgs. de trigo anuales. (Ibídem,
escribano Domingo Cancio, leg. 2954, fols. 327 v.-329 r.) Dueño de una go-leta
de 50 toneladas, en 1848 le pertenecían dos casas y cuatro lonjas. En el
fondo Austin Baylon, en depósito en el SEHIC, se conserva una carta suya di-rigida
al comerciante del Puerto de La Orotava, Francisco G. de Ventoso, de
fecha 12 de septiembre de 1832, por la que inferimos la existencia de fre-cuentes
conexiones entre ambos.
60 Ibídem, escribano Antonio José Hervás, leg. 2895, fols. 122-23.
" Este compra, en 1817, la goleta de 27 toneladas María al inglés Guiller-mo
Davidson, ante el escribano de Santa Cruz Manuel del Castillo, para al
año siguiente traspasársela al onubense Juan Sirvera por 21.000 rvon. (Ibídem,
escribano Matías Rancel, leg. 2927, fols. 324 v.-326 r.). Semejantes datos nos
hacen creer como más verosímil la fecha de 1789 para el afincamiento de su
padre.
'' En la primera venta le cederá la 4.a parte por 16.500 rvon., aunque la
escritura no se elevaría hasta 1817, y el resto en la segunda por 33.750. (Ibí-dem,
leg. 2926, fols. 109-10 y 2927, fols. 275-76). En 1825, sin embargo, tal
goleta figura otra vez a nombre de Lubary.
ministrador de los cuantiosos bienes de su suegra, Rosalía de Castro,
desde el 31 de mayo de 1832 63.
Referente a este punto, el mismo Glas nos ha dejado una intere-sante
visión sobre el papel de los malteses en el comercio de Cana-rias
con los puertos peninsulares y, en general, con el occidente
mediterráneo a mediados del XVIII:
«Las importaciones de Sevilla, Cádiz, Barcelona, Italia
y Mallorca consisten principalmente en aceite, terciopelos,
sal y cordaje de fibra o de esparto, con innumerables pe-queños
productos para el consumo de las Islas Canarias
y para la exportación desde estas islas a las Indias Occi-dentales
Españolas. Casi todo el comercio de este tipo !o
transportan en tartanas francesas o maltesas. Estos barcos
malteses, antes de tocar en las Islas Canarias, recorren
todos los puertos del Mediterráneo situados al oeste de
Malta, traficando de un puerto a otro; y del Mediterráneo
se dirigen a Cádiz, y de aquí a las Islas Canarias, en donde
además de los productos de España, Francia, Italia, etc.,
los malteses venden los productos de algodón de su propia
isla; todos los algodones importados en las Islas Canarias,
excepto los de Malta, pagan un impuesto tan elevado que
casi es prohibitivo: los malteses disfrutan de este privile-gio
a cambio de mantener una guerra perpetua contra los
turcos y los moros» 64.
Como se ve, los malteses ya participaban como intermediarios
en las relaciones mercantiles entre las colonias americanas y la Euro-pa
sudoccidental, con las islas como epicentro. En ellas se surtían de
azúcar, cacao, pieles, palo de campeche y otros productos indianos,
así como de orchilla. En 1791 existe ya una numerosa colonia mal-tesa
en Santa Cruz de Tenerife, compuesta por 24 integrantes, en
la que destaca el mercader al por mayor Francisco Saby -el se-gundo
que se afincó en la isla, en 1767, tras el de vara Andrés Lucas.
que lo hizo en la Ciudad de los Adelantados en 1753 G5. La pequeña
h3 lbídem, escribano Domingo Cancio, 2958, fols. 123-24. Doíía Rosalía
era entonces vecina de San Bartolomé y viuda del subteniente Bernardo Ba-rreto.
Otro de los vástagos de don Francisco fue Agustín, nacido en Lanza-rote
en 1794 -lo que confirma la temprana residencia dc aquél-, casado
con Catalina Sanabria y calafate de profesión, a quien en 1820 pertenecían,
como dijimos, una casa y un barquichuelo de pesca.
M Op. cit., p. 134.
65 LOS demás malteses establecidos en Santa Cruz como mercaderes de
vara, por orden cronológico desde 1777 a 1790, serían: Francisco Seycher,
Malta aportó un 11,65 por 100 de los extranjeros domiciliados por
entonces en Tenerife, frente al 31,55 de los franceses, al 21,35 de
los italianos, al 19,41 de los portugueses y al 15,04 de los anglosa-jones,
mas alcanzó un 23,21 de los cabezas de familia que se ave-cindaron
en aquel puerto 66.
En relación con este rol comercial jugado por los malteses, que
la barrilla amplió a Lanzarote, se produce sin duda el arribo de
Lubary al Arrecife. Génova y Livorno también tuvieron una im-portante
presencia en Tenerife según la mentada Matrícula de 1791,
con ocho y cuatro vecinos respectivamente, entre los que se conta-ban
cinco comerciantes, tres marineros, un sastre, un impresor, un
hortelano y un escribiente al servicio de los Cólogan. No es extraño,
por ello, que se hayan desplazado a su vez hacia nuestra incipiente
ciudad.
Acerca de Barón, nuestras noticias son muy vagas y ante todo se
refieren a su carácter final de propietario, con taberna y bodega. De
Arata procede indicar que le perteneció el bergantín La Industria,
destinado al comercio con América y al excelente negocio que fue
el transporte de emigrantes 67. SUS compraventas de casas, pequeños
fundos, gañanías, aljibes y demás abundan en los protocolos ". En
Baltazar Calazorci, Lorenzo Schiavone, Santo Misuto, Felipe Bonelo, Antonio
Damayo, Tomás Trendo, Salvador Valla, Juan Bautista Alvano y Pedro y
Juan Diácono. ((Matrícula de extranjeros en la isla de Tenerife a fines del
siglo XVIIIDe, n Revista de Historia, núms. 105-108 (La Laguna, enero-diciem-bre
de 1954), pp. 104-05. Transcripción de Antonio RUIZ ALVAREZ.
" Las profesiones de estos 56 vecinos que constituían la minoría extran-jera
de Santa Cruz, se distribuyeron así: 29 comerciantes, 12 marineros, ocho
artesanos, dos médicos, un fabricante de jabón y licores, un hortelano, un
pescador y un escribiente, además del que figura sin oficio. En el otro gran
núcleo residencial de los extranjeros en Tenerife, el Puerto de La Orotava
-único en donde aparecen transeúntes y en donde se localizan diez de los
veinte mercaderes al por mayor-, el predominio corresponde a los británicos:
nueve irlandeses, cinco ingleses y tres escoceses, además de cuatro norteame-ricanos
y sólo tres portugueses, dos franceses y un genovés, con dos nacidos
ya en la isla.
67 Una de sus expediciones, dirigida a Montevideo en 1829, fue en parte
sufragada con el préstamo que le hizo la compañía de Le Brun y Davidson
de la capital tinerfeña.
68 Veamos dos muestras. En 1814, ante el escribano Carlos Monforte, ad-quirió
al presbítero José Marcial, como apoderado de Luis Valiente, los 4 i/2 ce-lemines
labrantíos en Tegoyo que dos años después vendió a Patricio Díaz
en 1.200 rvon. (AHPLP, escribano José Antonio Hervás, leg. 2904, fols. 158-59.)
Por otra parte, luego de comprar una vivienda en Teseguite a Ignacio Santos,
obtuvo de su padre y por otros 1.500 una sala, cuarto y cocina contiguas en
1825 (Domingo Cancio, leg. 2953, fol. 555 r-v.). El aiio de mayor actividad
1820 contaba ya con la goleta Josefa para sus expediciones a Ultra-mar
y con un chinchorro para el transporte de mercancías. Grafiña,
marido de Francisca Socorro, poseyó una tienda de gran predica-mento
en el vecindario. Y en cuanto al siciliano Stinga, regidor en
1846, nos interesa su condición de apoderado de los hijos y here-deros
de Enrique Casalón, alcalde y gran burgués de Santa Cruz
de Tenerife, al que pertenecieron los cortijos de Cuerna y del Llano
del Charco, que aquél pasa a arrendar en 1831 a cuatro colonos por
1.800 rvon. anuales, respectivamente ".
Al margen del área mediterránea, si las relaciones económicas de
Lanzarote con la Madera tenían una gran tradición, en la coyuntura
alcista que consideramos era lógico que se mantuviesen. Policarpo
de Medinilla y Ordóñez, hidalgo nacido en Masaguer y de ascen-dencia
malagueña, llegó desde Funchal en 1798 a las edad de vein-tiseis
años 70. En Tías, Los Valles y otros puntos se hizo con bas-tantes
parcelas, casándose con Antonia de Castro, segunda herma-na
del referido Ginés de Castro y Alvarez. La goleta Gmeral La Bu-ria,
comprada por él, le reportó sustanciosas ganancias con los fletes
de las mercancías y los pasajes de los emigrantes an~ericanos. Según
nos refiere Bonnet, era uno de los regidores provisionales expulsados
por el cabildo isleño en 1808 71. José de Medinilla y Castro, su hijo
y heredero 12, fue alcalde del Arrecife y uno de los nlás caracterizados
componentes de su burguesía, manteniendo correspondencia con Ber-nardo
Forstall y Francisco Gervasio Ventoso, del Puerto de La
Orotava 73.
Hacia 1814 se estableció el mnderense Antonio Espinosa de la
Cámara, que en 1847 contaba con bienes inmuebles en Arrecife, San
compradora parece ser el de 1827 y el de mayor núincro de ventas el de 1829.
Arata casó con María Dolores Alvarez y cn Las Palmas nació su hijo Flo-rencio,
piloto.
69 Ibídem, escribano Domingo Cancio, kg. 2957, fols. 15-16 y 292 v.-294.
Especialmente en 1833 verificó Stinga muItitud de compras de casas y terrenos.
70 Cf. «Documentos que acreditan la distinción e hidalguía de sangre de
las líneas Medinilla Ordóñez Peñazco y Ureta, tocantes por su materia a
Don Policarpo Galbán Medinilla Ordóiíez Peiíazco Ureta, sacados cn la Ciu-dad
de Málaga» (1809), en ibídci:?, escribano Matíac Raiicel, kg. 2924, fols. 350
y SS.
" Buenaventura BONNET Y REVEI:~, La ]iinta S~lpicrna de Crrnari:cs, La
Laguna, 1948, pp. 698-703. Prólogo de Antonio liumeu de Armas.
" Don Policarpo aparece avecindado en Haría en 1827, encargándose su
primogénito de los negocios relativos a la goleta. Ibídein, escribano Carlos
Mateo Monforte, leg. 2951, fols. 167 v.-169 r.
73 Fondo Austin BaylIon, SEHIC.
Bartolomé, Teguise y Tías 74. Como otros comerciantes, montó una
tienda de tejidos y siempre se dedicó a exportar productos agrarios,
barrilla sobre todo. Sus restantes paisanos son mujeres con poca
entidad en la vida del puerto: una viuda de cuarenta y seis años que
se avecinda en 1814 y una tabernera, María del Jesús, que lo hizo
en 1810 a los treinta y uno. Por último, el único lisboeta del que
tenemos constancia es Antonio Díaz, calafate que inmigró en 1807.
Con intereses en la joven parroquia figuró el onubense Juan Sir-vera,
residente en Portugal y fugaz vecino cuyas actividades se de-sarrollaron
preferentemente de 18 16 a 1822. Probable arrendatario
de las Islas Salvajes 'j, fue dueño con el genovés Alejandro Arata
-quizás hermano de Juan Antonio- del bergantín Nuestra Señora
de la Victoria, con el que promovieron bastantes expediciones a La
Habana y Puerto Rico. Sirvera obtuvo de Pedro Forstall e Hijos la
casa y el almacén cuyas mitades cedió en 1817 a Carlos King por
82.500 rvon., y ya indicamos cómo al año siguiente se hizo con la
goleta María de Jorge Lubary. Desde Lisboa alcanzó a intervenir en
un comercio cuadrangular que abarcó Canarias, las colonias espa-ñolas
del Caribe, la propia capital portuguesa y los principales puer-tos
ingleses. Sus adquisiciones de vinos conejeros para conducirlos
a las Antillas -en donde colaboró con Tomás J. James 'L, de ba-rrilla
de Lanzarote y Fuerteventura para llevarla a Inglaterra, junto
74 Según la citada Matrícula de 1832, tenía cuando se instaló en el puerto
apenas diecisiete años, por lo que es previsible que viniese como empleado o
aprendiz de algún otro mercader, familiar o amigo. En Arrecife dispuso de
una casa y dos lonjas.
" El 9 de octubre de 1819, el portugués Francisco de Nacimento -que
el 15 de julio compró 2.000 quintales de barrilla a José Domínguez Aldana-,
se obligó a conducir otras partidas de este producto a las Salvajes en su
goleta Antonia, para saldar una deuda con Sirvera. (Ibídern, escribano Matías
Rancel, leg. 2928, fols. 231 v.-233.) Tales islas, como nos refiere Alvarez Rixo,
eran propiedad de varios hidalgos y monjes de Funchal, quienes solían arren-darlas
desde fines del xvm a vecinos lanzaroteños por 200 duros anuales
aproximadamente. Estos pescaban en ellas y hacían escabeches con sus bur-gaos
y lapas, vendiendo las pardelas a fisca cada una; de las que sacaban
aceites a 20 rvon. la botija y ensacaban su fino plumaje. Juan Brito, uno de
los arrendatarios a principios del XIX, introdujo el cultivo de la barrilla- de
la que en años buenos se rccogían 2.000 quintales-, comprando una peque-ña
goleta para transportar esta y otras mercancías al Arxecife. (Loc. cit., fo-lio
190.) Es muy posible que Sirvera las hubiese arrendado y las explotase por
aquellas fechas.
76 El 20 de diciembre de 1818, ambos firmaron un contrato para remitir
vinos conejeros a las Antillas y desde allí dirigirse a Dover y otros puertos
británicos. (Ibídem, leg. 2927, fols. 606 v.-608 v.) A José Curbelo Brito ad-quirió
Sirvera, el 16 de enero siguiente, 50 pipas de vino a 750 rvon. cada una.
a las facturas que le adeudaron en Tenerife y otras islas, son inequí-vocos
indicadores del relevante papel que llegó a desempeñar. Su
bergantín Oriente recorría el Atlántico y traía a las plazas del Archi-piélago
géneros lusos y manufacturas británicas, relacionándose con
destacadas empresas del Reino Unido. En Arrecife residió algunos
afios para dirigir in situ sus negocios, y con anterioridad fueron sus
apoderados su sobrino Francisco y Manuel Col1 y Brull; en Fuerte-ventura
contaba con otro sobrino como representante 7'.
Habida cuenta del prioritario destino de la barrilla a Gran Bre-taña
antes de su primera gran crisis, la presencia de comrrciantes de
tal nación fue fruto de la magnitud de esos contactos previos a la
época de la grana. El primer inglés que se trasladaiía al Arrecife será,
en 1814, el londinense Ricardo Rowlinson, que se trajo con 21 al niño
Jorge Sanders". Un año después lo haría su conci~ldadano Tomás J.
James, médico de profesión. En 1817 nos encontramos a Carlos King
como vicecónsul británico en la isla y en 181 8 reside ya Carlos
Baker. En 1820 figuran, además, el comerciante Juan Host, e! escri-biente
Rodrigo Raid y el capitán de puertos Casimiro Macl<inthos.
Los socios Rawlinson y Sanders, agentes de Toniás Mhy y de
los Sres. Le Brun y Davidson de Santa Cruz y apoderado? en 1829
de su compatriota Pedro Huelin, comandante del bergantín-goleta
Lively -al que se dedicó al comercio de vinos de la Madera-, abas-tecerían
a muchos establecimientos y a n~ultitild de hogares acomoda-dos
". Las referencias de que disponen~os nos permiten asegurar que,
a finales de los veinte, llegaron a ser los principales compradores de
barril!a local. Extinto Rowlinson, Sanders prosiguió su andadura y
aún vivía en el Arrecife en 1851, con tres casas que alcanzaban un
líquido imponible de 1.410 rvon. 'O. El 22 de junio de 1833 se lc
" En 1817 sostuvo un interesantísimo pleito con el comerciante del Arre-cife
Pedro García.
Seguimos aquí a la Mniríctlln de 1832, s c g h la cual Rowlinson llegó en
esa fecha con cuarenta años y Sanders con once. Los padroncs de 1834 y 1841,
no obstante, señalan que este último no acudz hasta 1823 y 1825, cuando
contaba con veintiuno y veintitrés años, respectivamente. En el primero dc
ellos se indica, además, que Sandcrs vive con la viuda de su protector, su
mujer Ana y dos criados; en el segundo se le adjudican dos hijos nacidos
en Lanzarote.
79 En 1832, Policarpo de Medinilla y Rosalía y Antonia de Castro adeu-daban
diez onzas de oro a Rowlinson. CoeiBneainentc, otros de sus deuclorcs
serían los herederos de José Feo de Armas. Es pievisible, pues, que el inglés
oficiase de prestamista con asiduidad.
Cuaderno de liquidación o amillrrrunzienio de lo que coda /~ropietíriio
tiene en el térnzino jurisdiccional ..., leg. núm. 9, 1817-1851, ARIA. Ninguno
de los ingleses que citamos parece haber tenido interés en invertir en tierras,
nombró vicecónsul insular, y en tal cargo permaneció hasta princi-pios
de los cincuenta 'l.
El doctor James, a quien hemos visto remitir malvasías de Lan-zarote
a las Antillas con Sirvera, estuvo ligado a los Murphy de Santa
Cruz de Tenerife. El vicecónsul King, avecindado luego en Las Pal-mas,
importó y exportó en buques ingleses grandes cantidades de
mercancías, comprando barrilla con periodicidad a Gerardo Morales
y otros cosecheros y exportadores; como también compró, según di-jimos,
la mitad de un almacén y una casa a aquel portugués, quien
le adeudó diferentes sumas. Carlos Baker, por último, representó
al comerciante de Londres Juan Enrique Ruda11 y prestó capitales al
genovés Arata para surtir sus expediciones al Caribe. De todos ellos,
sólo James permaneció en Lanzarote al menos hasta los años cua-renta.
Son así dos irlandeses, Guillermo Topham y Rodrigo Rearden,
los ciudadanos del Reino Unido que pasarían a escribir en la historia
del Arrecife un capítulo del máximo interés, sobre todo el primero
Topham llegó a los veinticinco años, en 1814 83. Treinta después,
sus bienes en el puerto se elevan a seis casas, dos almacenes y cinco
lonjas, amén de cinco fanegadas y media en cultivo en Yagabo y
La Vega ". En 1847, sus propiedades agrícolas se extienden por Yaiza,
Arrecife, Tías, Tinajo, Teguise y Haría, alcanzando su tributación
rústica los 1.637,23 rvon. 85. En el distrito de la antigua villa capital,
de 1834 a 1844 acaparó al menos 25 suertes con una extensión
y apenas se hacen con ella de forma tangencial. En 1845, la viuda de José Do-mínguez
Aldana canceló una deuda por 10.116 rvon. que su marido contrajo
con Sanders, cediéndole algunos terrenos. Ibídenz, escribano Miguel Méndez,
leg. 2975, fols. 12 r.-25 v.
El 9 de agosto de 1849, a raíz de la repentina muerte del cónsul R. Bar-tlett,
solicitó inútilmente su puesto, pues fue nombrado Mr. Murray, quien
el 7 de octubre de 1852 comunicó al Foreign Office la conveniencia de sus-tituir
a Sanders por su inadecuada conducta, reemplazándole por Juan A. To-pham.
Aparte del cónsul ordinario, Gran Bretaña contó en el Archipiélago
con cuatro vicecónsules, que en 1850 eran los que siguen: Houghton en Las
Palmas, Edwards en Santa Cruz, Carpenter en La Orotava y Sanders en
Arrecife.
En el padrón de 1841 se incluye una mujer inglesa, María Legol, sol-tera
que vivía con un hijo natural, de profesión zapatero y nacido en el
Arrecife.
Rechazamos en este punto las indicaciones que da la Matrícula, según
las cuales inmigró en 1803 a los trece años, y seguimos las de los citados
padrones.
Contribución general de Culto y Clero, leg. núm. 9, en AMA.
Nota de 10s contribuciones que por bienes inmuebles y subsidio mercan-til
pagaban en el año pasado ..., en ídem.
superior en conjunto a las 29 fanegadas, más un cortijo en el pago
de Guenia que le enajenó Diego Swanston y dos casas, en Teseguite
y en la cabccera del municipio "; aunque sus principales propiedades
rústicas, a juzgar por la riqueza imponible que se le adjudica, radi-caron
en Yaiza, pequeños predios de vid por los que se sintió siem-pre
muy inclinado Socio del tinerfeño Domingo Martinón, con
quien efectuó embarques de barrilla para Le Brun y Davidson, tam-bién
con Rowlinson y Sanders tuvo conexiones permanentes. Casó
con la lanzaroteña Margarita Cabrera y fue regidor del ayuntamien-to
de Arrecife en 1841 y 1844, donde murió no sin antes fundar una
de esas sagas comerciales tan comunes a lo lvrgo del siglo. Sus hijos,
en efecto, montarían la empresa Topham Hermanos. Juan A. Topham,
agente consular de los Estados Unidos, llegó a ser consignatario de
la Compañía Peninsular y Norteafricana, naviera inglesa con una
línea de vapores hasta el Archipiélago, y de la Compañía General de
Navegación al Vapor, que enlazaba nuestros principales puertos con
Marsella durante la fase álgida del ciclo de la cochinilla. A Guillermo
Topham Jr., presidente del Círculo de Recreo, se le elige diputado
provincial en 1868.
Rodrigo Rearden, que procedente de Londres arriba en 1816 a
los veintidós años, unió su capital ccln el multifundista Rafael Ran-cel,
casándose con su hermana Genara. El irlandés y su cuñado, por
medio de la firma Rancel y Rearden, se agregan a la ya larga nómina
de exportadores de barrilla, vinos, etc. En 1848 disptiso en el Arre-cife
de dos casas, un almacén y cuatro lonjas en la calle Real, con
un líquido de 2.535 rvon. ". Fue alcalde en 1844-45.
Los franceses constituyen la última minoría extranjera del puer-to,
aunque con escasa entidad. El padrón municipal de 1834 cita al
alguacil Santiago Salet y al marinero Juan Yusme, que se establecerían
veinte años antes. Otro de sus compatriotas fue el loquero Saturnino
Matorriel, que siguió su estela en 1819. En 1841 se inenciona a un
marinero, Juan de Chourne, esposo de una lanzaroteña e inquilino
de Bárbara Cabrera de Armas. Es así que, el único con significación
«Indices defectuosos. Copia dc los asientos extractados de los contratos
de traslación de dominio cuyas fincas se titúan en la ileiilarcación o distrito
municipal de Teguise en el Registro de la Propiedad del Puerto de Arrecife»,
en BOPC, 30-X1 y 3-XII-1866, p. 4, y 19, 21 y 24-VI-1867, p. 4.
Aquí adquiriría, por ejemplo, 5 celemines, 1 lh cuartillos y 40 braz~s
de viña con higueras y otros árboles a María Antonia Cabrera Rojas. vecina
de Tinajo, en 1832 y por 1.500 rvon. AHPLP, escribano Domingo Cancio,
leg. 2958, fols. 77 v.-78.
Contribución territorial. Año de 1848, leg. núm. 9, AMA.
económica importante, será José Dugour, apellido de solera en Santa
Cruz de Tenerife, desde donde se trasladó con su mujer y dos hijos.
En resumen, Lubary, Barón, Arata, Grafiña, Maynero, Fayot, Ra-mela,
Stinga, Espinosa, Medinilla, Sirvera, James, King, Rowlinson,
Sanders, Baker, Topham, Rearden, Dugour, etc., con distintos niveles
y gradaciones, representaron un impulso fundamental para el de-sarrollo
del Arrecife. En las primeras décadas del XIX, y sobre todo
en la segunda, ellos cambiaron su fisonomía, dándole un inequívoco
tono cosmopolita que dejará su impronta en la estructura del co-mercio,
en el hábitat urbano, en la psicología y costumbres de sus
habitantes. Sin ellos no se entiende la trayectoria y el cariz de una
ciudad de nuevo cuño que a ritmo trepidante creció para contribuir
a transformar el panorama de la isla. Es cierto que inicialmente su
influjo urbanístico fue escaso, pues Arrecife no tendrá las calles
anchas y la disposición racional que caracterizó al primitivo Puerto
de Cabras majorero, fruto del primer plano que haría el londinense
Diego Miller 89. Mas si no se les debería su proyección en calidad de
fundadores, sí van a intervenir decididamente en su evolución pos-terior,
remozando la organización urbana e introduciendo variopin-tas
tradiciones y gustos arquitectónicos que dejarán marcada huella.
Dentro de este aporte humano exterior, por si fuera poco, hemos
de considerar a los peninsulares. En principio habría que hablar de
Joaquín Ballester, propietario y comerciante catalán convertido muy
pronto en el primer contribuyente. Como quiera que se avecindó en
1817, con treinta y seis años, es de suponer que vino ya con una
pequeña fortuna que acrecentó aprisa, circunstancia a la que coad-yuvó
su matrimonio con una hermana del rico hacendado tinerfeño
Fernando Pereyra. A su vez, como especuladores de barrilla y otros
géneros se citan a José Domínguez Aldana, Julián Gómez de Tejada
y al gallego Patricio Melles, destacando la figura del barcelonés Ma-nuel
Col1 y Brull. Ya vimos cómo Aldana ocupa el 6." puesto entre
los mayores potentados de 1820, en calidad de comerciante y em-presario
de pesca Gómez aparece en 1833 y cuatro años más tarde,
cuando Ballester había desaparecido, ocupa el onceavo lugar entre
los negociantes más adinerados, con un líquido imponible de 3.000
rvon. 'l. Melles, empleado en su origen, presenta un rango menor,
89 A él nos referimos en nuestra colaboración para el IV Coloquio de His-toria
Social, en prensa.
En 1807 compró tierras con barrilla en Teseguite. Todavía entre 1824
y 1829 fue muy palpable su interés por aumentar su patrimonio rústico.
" Aldana ocupa el dieciseisavo lugar, con 1.750 rvon.
entre la media docena de minoristas o tenderos con una riqueza que
no llegaba a los 250 rvon. en 1837.
Es imperativo detenerse en Coll y Brull. De él sabemos que se
afinca en el Arrecife en 1816 y que allí casó con la palmera Juana
Carrillo, así como que fue contador de la Aduana y administrador
de rentas decimales y del conde de Santa Coloma ". Comerciante en
barrilla y granos, en 1820 se le atribuyen dos casas, una bodega y
un cortijo de 28 fanegadas -ocho inútiles- en aquel término ", y
hacia finales de los años cuarenta su patrimonio había crecido con
dos almacenes, un aljibe, dos lonjas y otras 12 fanegadas en el mismo
punto, con un líquido imponib!e de 6.530 rvon. De 1842 a 1845
verifica, según nuestras fuentes, varias compras en Teguise que en-globan
un total de 21 minifundios co