ANÁLISIS DEL CONTENIDO LITERARIO
DE LA «CARTA-PROHEMIO
AL CONDESTABLE DE PORTUGAL*
JESÚS PÁEZ MARTÍN
Facultad de Filología.
Universidad de las Palmas de Gran Canaria
RESUMEN
Procedemos en este artículo al estudio pormenorizado del contenido estrictamente lite-rario
de la famosa Carta al Condestable de Portugal, conocida como el Prohemio, documen-to
revelador del estado y concepciones literarias de la época.
Destacamos las ideas, a menudo significativas e insólitas, de este humanista acerca de la
poesía en general, la clasificación de los estilos literarios, la nómina de autores e influencias
de las literaturas románicas de su tiempo, sus certeros juicios acerca de ellos, etc., para con-cluir
con las autorizadas menciones del origen de la lírica castellana y la influencia sobre ella
de la lírica galaico-portuguesa.
ABSTRACT
In this article we carry out a close study of exclusively literary content of the famous
Carta al Condestable de Portugal, known as the Prohemio. This document reveals the lite-
1-ai-y slak arid curiceplioris oi die periud.
We point out this humanist's ideas, which are often significative and unusual, on poetry
in general, the classification of literary genres, the relation of
authors and the influences of the romanic literature of its time, his opinion on them, etc. We
conclude with his sound theory of the origins of Castillian lyric and the influence it had on it
the galaico-portuguese lyric.
1. LAN ATURALEZDEAL PROHEMIO
Debido a circunstancias ocasionales (y la literatura está llena de ellas, como
cualquiera de las manifestaciones humanas), hoy contamos con un documento que
se erige en la primera tentativa de crítica literaria con que cuenta nuestra literatura.
Es, asimismo, documentación de historia literaria que ha permitido iluminar ciertos
aspectos del quehacer artístico en los siglos oscuros.
Don Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, poeta y humanista, fue
instigado por ei también numanisra, ivíecenas y poeta portugués, ei conciesiabie Üon
Pedro, para que le enviase sus composiciones.
El condestable había venido a Castilla capitaneando los ejércitos que puso al
servicio de la monarquía castellana, regentada por Juan 11, o por mejor decir, por
Don Alvaro de Luna, que recurrieron al monarca vecino como ayuda para su
enfrentamiento con los infantes de Aragón, defensores de sus derechos sobre
Castilla. Por el inicio de la carta sabemos que la susodicha petición tuvo un interme-diario:
Alvar González de Alcántara, duque de Coimbra, padre de Don Pedro, lo
cual nos hace dudar de que hubiese una comunicación directa en este sentido entre
ambos hombres de letras, aunque, de todas formas, ello no anula la posibilidad de
ue el Mecenas y el poeta castellano se hubiesen conocido a raiz de la incursión
armada que el Condestable hizo a Castilla, como queda dicho. Lo interesante es que
el Prohemio e carta, aún en su brevedad y, en apariencia, con el simple valor de un
documento esporádico, ha sido visto por más de un crítico con el interés suficiente
como para comprender por las meras noticias que da, la importancia que tiene la
figura del Marqués en el desarrollo del Humanismo español. Y es que la epístola
está compuesta con la densidad suficiente como para convertirse en un conjunto de
sUgrrrr?sic?vitaarsic iu!rs EQS pPfIllitirilE t rzzz~tg & ~ r . 2t ~ ~j' ~cfi{2 hliSt ur;.2 &
la literatura castellana y penisulñar desde sus orígenes hasta el XV. Además de ello,
como carta fiel que es, la subjetividad que la envuelve nos permite valorar la cultura
literaria de su autor, sus finas prcfcrcncias cstCticas, su personalidad humanística,
en suma.
Sabido es que Don Iñigo no cifró sus quehaceres artísticos en la lírica, sino que
dejó abundantes obras en prosa, carlas a persoriajes variob, etc. eri lus cuales hay que
ver un doble valor: el de las manifestaciones por sí mismas y una segunda utilidad
que advierte Lapesa en su exhaustivo estudio sobre la obra literaria del Marqués
cuando dice que «completan la fisonomía del poeta, mostrándolo de lleno en sus
dos aspectos principales: como caballero y político, con preocupación nacional y
moral, de un lado; de otro, como hombre de letras, conocedor de varia literatura y
catador de poesía, el primero que fue capaz de historiar en su conjunto la poesía
románica~'
Inevitablemente hemos de referirnos, así sea someramente, a la personalidad de
D. Iñigo, tratar de sinteizar y resaltar los rasgos dominantes que contribuyeron a
forjar su mentalidad y le condicionaron a emitir sus certeras opiniones:
En primer lugar, el joven Marqués tuvo por padre a un poeta, a cuya muerte
pasó a colocarse bajo la tutela de otro gran hombre de letras de su siglo, el Canciller
D. Pero López de Ayala.
El joven Tñigo creció rodedan de la cultura de su tiempo, y en el mismo
Prohemio nos delata cómo, en largas temporadas de su infancia, lee con afán y pla-
' La obra literaria del Marqués de Santillana, Edics. Insula, Madrid, 1957, pág. 241.
cer los Cancioneros que se agrupaban entre los muchos volúmenes existentes en la
biblioteca de su abuela, Doña Mencía de Cisneros:
cAcuérdome, señor muy magnífico, siendo yo en edad no provecta, mas
asaz mozo pequeño. en poder de mi abuela doña Mencía de Cisneros, entre
otros libros haber visto un gran volumen de cantigas serranas e decires portu-gueses
e gallegos ... »
Y confiesa, asimismo, cómo fue asiduo lector de las célebres obras «de inven-ciones
sutiles e de graciosas e dulces palabras» debidas a la pluma de D. Dionís de
Portugal.
Lapesa, en su magnífico y documentado libro sobre Santillana nos dice que
«cuando contaba sólo quince años, gustaba ya de tañer instrumentos musicales, sin
duda como acompañamiento de poesía cantada. Practicaría así desde la adolescen-cia
la combinación de las dos artes, alabda por él mismo después» '.
La obra total del Marqués abarca una zona amplísima de influencias, cuyas cau-sas
más directas están están en el conocirnicnto dirccto que logró alcanzar acerca de
todaslas manifestaiones literarias de su tiempo: desde muy joven, su permanencia
en la Corte de Castilla le permite conocer toda la poesía compuesta en estos reinos;
durante sus estancias en e11 la Corte riapolitana de Alfonso V el Magnánimo, a quien
sirvió como copero, le dieron la oportunidad de conocer e impregnarse de la cultura
italiana, cuya influencia se mostrará decisiva para su formación literaria. De la
misma manera, sus visitas a tierras aragonesas nos delatan los contactos mank~iiclos
con los poetas catalanes, quienes guardaban muy viva la herencia provenzal directa.
De su cultura y su afán humanísticos dan noticia los extensos volúmenes exis-tentes
en su biblioteca ' del castillo de Guadalajara, la más completa y famosa de la
Edad Media, en la que, junto a obras de los autores de su tiempo, guardaba libros de
Homero, Platón, Aristóteles, Tucídides, Tito Livio, Salustio, Séneca, Julio César,
Polibio, San Juan Crisóstomo, etc.
Es incuestionable que el Marqués de Santillana anticipa en el S. XV lo que va a
ser el hombre del Renacimiento. A más de hombre de letras, lo es de armas: se
conoce su participación en la Reconquista y sus luchas en favor o en contra de su
rey, Juan 11; y político: se declara acérrimo enemigo del privado del monarca, a
quiuen dirige el Doctrinal de privados. Con todo ello, la semblanza del Marqués se
concluye con las palabras de J. L. Alborg, quien le define certeramente con estos
razos:
«Al par que militar y hombre político, fue Santillana un notable poeta y un
humanista apasionado por los estudios (...) Uno de nuestros primeros magnates
Op. cit., pág. 7
La biblioteca del Marqués ha sido objeto de un excelente estudio del profesor Mario Schiff.
74 JESÚS PAEZ MART~N
humanistas ejemplo de lo que había de ser el ideal cortesano de la época rena-centista.
»
Y para corroborar la valía del poeta castellano como precursor de toda una épca
posterior en la que la actitud del hombre se cifra en aquello que expresó y dió en ser
Garcilaso, «un rayo en la guerra, en Corte Febo», Fernando del Pulgar escribe en la
obra fuente para conocer las personalidades de aquellos Cluros vurnnes de C ~ T -
tilln:
«Los poetas decían por él que en la corte era gran Febo por su clara gober-nación,
e en el campo Aníbal por su grand esfuerzo...^^
Todas estas componendas que se han enumerado determinan, en cierta manera,
la mentalidad y el criterio, la concepción aristocrhtica de la poesía y el público que
subyace en el Prohemio. Sus lecturas juveniles y las influencias de que es objeto en
la formación de su espíritu, convierten al Marqués en compendio de su época.
Menéndez Pelayo, en la Arltología de poetas liricos españoles, afirma cxplícita-mente
que si alguien quiere «cifrar en un solo nombre la cultura literaria de la época
de Juan 11, difícilmente hallará ninguno que tan ben responda a su intento, ni pueda
servir de personificación tan adecuada, como el de dori IÍíigo Ló p e ~d e Meriduaa,
primer Marqués de Santillana.».
Con todo este lastre cultural y personal, don Iñigo, teniendo como finalidad la
de proceder al envío de su propio Cancionero, escribe la historia de la poesía en len-gua
romance y confecciona un documento de gran autoridad: el Proemio e Carta al
Condestable de Portugal.
El documento conlleva la corisustancial problemática de los manuscritos, que
han edstudiado con acierto don José Amador de los Ríos y, en completísimo análisi4
de variantes y cotejo, Luigi Sorrento en el Volumen LV, 1922, págs. 1-49 de la
Revue Hispanique.
Sorrento da la siguiente relación de manuscritos y ediciones del Prohenzio:
1) Manuscrito 2-G-4 (olim VI1 y 4) de la Biblioteca Patrimonial de Su
Majeqtad en Madrid
2) Ms. 3677 (olim M.59) de la Biblioteca Nacional de Madrid.
3) Copia del Códice de Alcalá (se encuentra en el manuscrito D. 132 de la Real
Avcademia de la Historia de Madrid).
4) Copia del Códice de Batres (en el manuscrito N. 24 de la citada academia)
5) Edición a estampa de fragmentos escogidos en Mernoriu paro ltr /zi.\tor-iu de
Iapocsía ypoetas españoles, Tomo 1d el las .Obras Posthumus drl R ~ d t mP.. M. Ft:
Martín Sarmiento, Madrid, 1775, pag. 48.
ANÁLISIS DEL CONTENIDO LITERARIO DE LA «CARTA-PROHEMIO AL CONDESTABLE ... 75
6) Edición a estampa entera en Colección de poesías castellanas anteriores al
c VI/. D,.POPTIPn~ n t ; ~ ; n~ Q~ r o 11 x r i r l ~r lpl nnm~rnM a r q & de Canti!!ana y !a &fia U. A " I LVIVUV. , ,l"L.V.Ll" y-... .Y . -Y- r-------*-.- -
que escribió al condestable de Portugal sobre el origen de nuestra poesía, ilustrada
con notas por D. Tomas Antonio Sánchez, Tomo 1, en Madrid 1799.
7) Edición a estampa entera en Obras de Don Iñigo López de Mendozn,
Marqués de Santillana, por Don José Amador de los Ríos, Madrid, 1852.
'A x 0'"c'Ut"- c ny'n""m-'p""r a c e r l i r i n n ~ ch a h r í o qi'e .iñ2&r 1s r ~ p r ~ d ~ r r ieíni lna Rihlint~rn '"'Av- AA"-'--
de Autores Españoles, Tomo del Epistolario español, Capítulo de «Cartas de perso-najes
varios», cuya edición es la que hemos consultado, junto a la citada de Luigi
Sorrento.
Una vez que hemos trazado la naturaleza del Prohemio, procederemos a su aná-lisis,
siguiendo un orden convencional y quc sc basa en el mismo orden de concep-tos
que sigue Santillana en su documento.
111. l . Sobre la naturaleza de la poesía:
Santillana, hombre sencillo, ingenioso y culto, intenta en su Carta la dignifica-ción
del quehacer poético.
El juicio que al propio Marqués merecen sus obras está cargado de modestia al
considerarlas «no bien formadas e articadas~y recurre, a modo de disculpa, a una
frase de San Pablo (1 ad Corintios, 13, 16) para jsutificar su descuido juvenil. E
imposible no ver y citar aquí la relación que existirá con aquel Fray Luis que en
épca posterior ocultaba también su falta de gravedad en aquella célebre calificación
de sus poema como «obrecillas que se me caían de las manos». Con la primitiva líri-ca
del Marqué, según se desprende de sus propias palabras, ocurría otro tanto: es la
convivencia de la poesía y los gustos poéticos con la edad juvenil, con la época y los
criterios estéticos de caa tiempo. Y así dice:
«Ca estas tales cosas alegres é jocosas andan é concurren con el tiempo de
la nueva edad de juventud, es a saber, con el vestir, con el ajustar é con otros
tales cortesanos ejercicios ... »
Ello ha inducido a pensar con inmediatez lógica evidente que en el tiempo en
que elpoeta castellano se ve obligado a recopilar sus poemas para enviar el Can-cionero
de sus creaciones al Condestable, al parecer deperdigadas, toda una primera
etapa de gustos líricos juveniles ha sido ya superada, producto de una evolución
artística natural que se ha ido gestando a través de su cotidiano quehacer literario.
De ahí la naturaleza tan sugerente de esta afirmación:
«é así, señor, mucha cosas placen a vos que ya non placen o non deben pla-cer
a mí.»
76 JESÚS PAEZ MART~N
La determinación del uso y gusto lírico según la edad en los hombres doctos la
repite don Iñigo más adelante, en otro lugar del Prohemio cuando escribe:
«assi los hombres bien nacidos é doctos, a quien estas ciencias de arriba son
infusas, usan de aquellas é de tal exercicio segunt las edades.»
De la poesía nos ofrece Santillana una magnífica definición que se ha converti-do
en lugar común de cita para todos aquellos que emprenden el análisis de la obra
poética del autor. La concepción que el hombre de letras medieval tenía del qiieha-cer
poético se bifurcaba en dos vertientes que estudia Menéndez Pelayo: una, con-cebía
el arte como «mero ejercicio mecánico, trabajo de sílabas, ejercicio gramati-cal,
tema de retórica o solaz de palacio», el poeta era más que nada esclavo de unas
formas «a sílaba contadas, ca es gran maestría»; otra, cifraba el arte en la «aspira-ción
a cierto trascendentalismo moral y docente que quita a la forma su valor pro-pio,
considerándola sólo como velo de altas enseñanzas*.
Lapesa considera la posición del Marqués en la segunda concepción, pero si
bien el poeta castellano fija su definición de poeía como «fingimiento de cosas útiles
cubiertas o veladas con muy fcrmosa cobcrturn, compuestas, distinguidas é scündi-das
por cierto cuento, peso é medidan, nunca desecha la forma del quehacer literario
y mucho menos la relega a una importancia secundaria. De ahí que nosotros consi-deremos
la posición de Santillana como la de un sincretismo, una pcrfccta síntesis
de las dos concepciones o criterios señalados por Menéndez Pelayo, pues la preocu-pación
del poeta se reparte al unísono entre las dos vertientes que le son sustancia-les:
los temas y la elaburacióri.
Lapesa argumenta, sin embargo, lo siguiente:
«El poeta proclama como esencial en la creación poética la intervención de
la fantasía («fingimiento») con fin inmediato de belleza («fermosa cobertura»),
conformada en la palabra sujeta a metro; pero supedita todo a un fin superior de
provecho intelectual o ético («rnsas iítilew ... »
Por nuestra parte, queremos insistir en que no existe para el Marqués preponde-rancia
de cosa alguna sobre la otra, ya que, más adelante, siguiendo a Cicerón,
D. Iñigo expresa cómo el revestimiento formal, «la eloquencia dulce e fermosa
fablan, es condición sine qua non para la demostración de las verdades dogmáticas
o utilitarias de las ciencias. Es, o debe ser, como una Metaciencia que ayude a las
demás. Júzguense, si no, sus propias palabras al respecto:
<<Es i por ventura las sciencia son deseables, así como Tullio quiere, icuál
de todas es más prestante, más noble o más dignas del hombre, o cual mas
extensa a todas las especies de la humanidad?. Ca las oscuridades e cerramien-tos
dellas, iquén las demuestra é face patentes, sinon la eloquencia dulce é fer-mosa
fabla, sea metro, sea prosa?»
Ello es en cuanto a la manifestación de la creación poética, que constituye la
segunda parte de su lamusa defiriicicíri. Porque el fenómeno poético en sí, en toda su
abtracción, es para elMarqués e Santillana:
ANÁISSIS DEI. CONTENIDO 1.ITERARIO nE 1.A &ARTA-PROHEMIO A l . CONDESTARI .F. 77
«Un celo celeste, una afección divina, un insaciable cibo el ánimo, el cual,
ac; r nmn 1 3 rnoteA9 hi i r ra 1ri fnrmri A I n ; m n ~ r f e ~ tIrni n ~ r f n r ~ ; X ni inc.i 00t.i
U"' '"U'" 'U "'U.""" """Y" 'U ,U'L""' .Y. .L1" y"I."VCV .u yV.I"VY."LI, L l l l l l Y U " U L U
sciencia de poesía é gaya sciencia se fallaron sinon en los ánimos gentiles é ele-vados
espíritus»
De esta definición que el poeta nos propone hemos de anotar varias considera-ciones:
en primer lugar, la sinonimia plena que etablece entre poesía y gaya ciencia;
,.* n--....,4,. -1 i . - -h~ A- "..- 1- ,.",.,.A :,.:A. ...L.,,:...+- A- l,." -"-:A+..-
C11 JC5UIIUV IU5(ll, C1 llCCllV UC YUC ILI YVCJla CJ CUllUlClVLL YllYULIVa UC IUJ CapIIILUJ
elevados, en orden a que es declarada manifestación material de estos ánimos genti-les..
Aq. uí .vem os ya uno de los mayores síntomas de su concepción aristocrática y A?.-- 2-1 -2-- -LA:-- F- L 1 1- -:---:---A:-:--2 - 1- L
l l l l i l U l l L U l l U UGl UlLG p C L l L U . iA1 LGlLGl 1U&Ul, LU S U y U LIGIILlU pUlLlLlpU UG 1U ~lU&lLIU-tico
y lo estético en perfecta conjunción también con lo dogmático.
Fijémonos al mismo tiempo cómo cinco siglos atrás ya Santillana considera la
poesía como «aliiimlto» del alma, cxpicsaclu a tiav6s de un claiividciite cultisiiiu
(«cibo»).
Hace notar asimismo el carácter biplánico de la manifestación literaria ante el
plarilea~~iienqlou e r ib hace ver el dis~erniniienlod el fondo y la forma: su criterio es
el de que una obra es perfecta cuando de ambas partes está «adornada». Esto viene a
crroborar de nuevo nuestra opinión de que no establece prioridades, sino que ambos
planos han de mostrarse en equilibrio y en igualdad cualitativa.
Por su parte, Alborg ve en el autor del Proemio la «preocupación de todo escri-tor
de la Edad Media que se conceptúa a sí mismo como de calidad, por separar su
obra de la que se produce sin una segunda intención de utilidad, o de una finalidad
moral que la densifique, o de belleza culta que la avale ... B. Esta preocupación es la
que le hace afirmar rotundamente:
«E, ciertamente, muy virtoso señor, yerran aquellos que pensar quieren, o
decir, que solamente las tale consistan o tiendan a coa vanas é lascivas ... »
En su intento de dignificación del quehacer poético, D. Iñigo recurre a otra
prueba evidente: para señalar las «excellencias é prerrogativas de los nmos é
metros con respecto a la prosa, muestra la prioridad e las formas líricas, poniendo
como autoridad testimonial el criterio de S. Isidoro de Sevilla, quien testifica cómo
en los primeros documentos escritos (La Biblia), Moisés, Josué, David y Salomón,
entre otros, se expresaron en verso.Ejemplifica. además, con modelos latinos y grie-gos
para dejar clar y patentemente su afirmación de que «el metro (es) antes en
tiempo é de mayor perfección é de más autoridat que la soluta prosa». Aduce, asi-mismo,
el ejemplo no ya de los clásicos, sino de los mismos contemporáneos, y así
subraya la utilidad de la poesía a partir de la protección que los grandes señores
como Roberto de Nápoles dan a poetas tan ilustres como Bocaccio.
La pocsía ticnc sus funciones cn la vida, intcrvienc cn clla y cs ncccsaria cn
muchas manifestaciones, desde las bodas (epitalamios) hasta las defunciones
(endechas), desde el pueblo llano hasta los grandes señores.La funcionalidad de la
poesía es, pues, algo evidente y necesario para todo y a todos, como parece concluir
el Marqués:
«Esta en los deíficos templos se canta é en las cortes é palacios imperiales é
reales graciosamente es recibidalas plazas; las lonja<; los cnnvitrc op~il~nto<,
sin ella, asícomo sordas é en silencio se fallan ... »
Hay que señalar también en este punto cómo Santillana establece curiosas dis-tinciones
entre las denominaciones que recibían los ejecutantes o todos aquellos
que se dedicaban a las actividades poéticas: existen los términos de «decidores» y
«trovadores» que parecen aplicarse indistantemente a aquellos ejecutantes cuyos
poemas («decires») estaban compuestos en pro de ser recitados o leídos, cuya tema-tic,
normal era de burlas, de loor, peticiones, etc. Los temas del trovador o de las
&ovas» versaban, sobre todo, como es sabido, alrededor de las penas de amor,etc.
Estos últimos parecen diferenciarse también de lo que Santillana llama «poetas», y
con ambos contrapone, según Lapesa, dos conceptos diferentes de la actividad poé-tica:
el de mero ejercicio cortesano. los primeros: el de creación sabia. docente y
pomposa, los segundos.
Con respecto a las formas métricas el Prohernio pasa esporádicamente revista a
muchos metros debidos indistantemente a los poetas italianos (soneto), provenza-les,
bretones (rondeles, lais y virolais), lemosís, franceses y catalanes (biogs), galai-co-
portugueses (encadenados, lexapren y mansobre), etc.
Hasta aquí las ideas que el primer Marqués de Santillana tiene acerca de 13 natu-raleza
de la ciencia de la poesía que «por tal es acepta principalmente a Dios, é des-pués
a todo linaje é especies de gentes».
111.2. Sobre la poética
Otro de los grandes conceptos que se desprenden de la lectura del Prohemio y
que ha llamado la atención de todos los críticos es la división que, aplicando los tér-minos
dados por la retórica para designar las principales kariedades de estilo, esta-blece
el Marqués de Santillana con respecto a los poetas.
La gradación parece connotar diferencias de calidad y valor en sus nominacio-nes,
pero obedecen a criterios diferentes por lo que luego haremos las oportunas sal-vedades.
Cada grado lo ejemplifica el poeta con un nombre general y una definición,
tomando como materia de base toda la poesía románica por él conocida. Estos gra-dosi
archicnnocidm, pera qiie no nos reristirrmnc a ritir son:
1 Sublime: «se podría decir de aquellos que las sus obras escribieron en len-gua
griega o latina, digo metrificandon.
2.") Mediocre: «aquellos que en vulgar escribieron, así como Guido Janucello.
boloñés e Arnaldo Daniel, prouenzab. (A estos dos poetas los señala el Marqué\
como los primeros en utilizar la lengua romance)
3.") Infimo: «aquellos que sin ningunt orden, regla ni cuento facen a t o \
romances é cantares de que la gente baja é servil condición se alegra».
Con ebta úl~irriial firrriacicíri volvemos a notar esa exquisitez, ese criterio ariato-crático,
la concepcion minoritaria del público que poseía Santillana. Y también no$
ANÁI JSlS DEI. CONTENIDO IJTERARIO DE LA «CARTA-PROHEMIO AL CONDESTABLE ... 79
da pie para que nos creemos una idea ambigua, ambigüedad que viene determinada
mpa,Ir -1 honh- rlo niin nn on-r\r-omnc n; ; A n n t ; f i o ~mn r 01 ~ n i t n Ar P ectac f t - 9 ~~ ~n ~n bI llUCllV U" yUU 11" ~VI.VUU.IIV0 1.1 ..."llLll."U.ll"U U. UUCVL U" -U..." -VI.
aquel popular e ingenioso de las Serranillas, cuyo espíritu de hombre renacentisra
le hace despreciar la poesía popular por anárquica en cuanto al ritmo, a la forma en
general.
Al establecer esta clasificación, don Iñigo se invistió con «el criterio propio del
letrado», como bien expresa Lapesa. Porque un hombre que escribe en lengua vul-gar
y ciigniñca ia poesía popuiar, no puede ser ~orisideiadu« í~ifiiiiu»en ei seiiiidu de
peyoratividad que el vocabloo conlleva.
Recurrimos a una cita de Alborg para hacer la salvedad oportuna a este respecto
y explicar la motivación que indujo al Marqués a adoptar esta terminología, bastan-te
convencional, por otra parte. Dice el célebre crítico:
«Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que al estanblecer aquella distin-cion
... Santillana parece hacer hincapié tanto o mas que en el estilo y el conteni-do,
en el idioma utilizado ... La calidad del idioma constituía entonces por sí
misma un criterio estético: ningún tema se estimaba banal mientras hubiera
estado0 expresado en las excelsas lenguas griega o latina, cuya sola dificultad le
conferia un grado superior. En cambio, las composiciones vaciadas en el instru-mento
de la lengua popular -patrimonio casi exclusivo todavía del vulgo ínfi-mo-
solo podían redimirse con la declarada excelencia de su contenido didácti-co
o moral, que compensaba la vulgaridad y rudeza del idioma*
Ello es, en definitiva, lo que determina la clasificación del Marqués.
111.3. Sobre la poesía romance
Dentro de la composición estructural de la Carta Prohemio, el tercer contenido
literario de valor documental es la panorámica casi general que don Iñigo nos ofrece
de la literatura románica. Y nótese que decimos románica para resaltar dos concep-tos:
el primero que se refiere a las manifestaciones líricas en la lengua vulgar, luego
se trata de los poetas de nivel «mediocre», según la propia graduacion del Marqués;
el segundo, que se refiere a todas las naciones o regiones europeas que en su tiempo
habían alcanzado un grado de cultura literaria. En este sentido, nos dice Lapesa en
su afán de valorar el cometido de Santillana:
«El panorama que el Marqués traza de la poesía medieval es de una ampli-tud
inusitada en su tiempo y aún durante varios siglos después. Abarca todo el
Occidente Románico: provenzales, franceses, italianos, castellanos, catalanes y
gallego-portugueses.»
Op. cit. pág. 252.
Antes de pasar revista a los poetas, se hace eco de la dificultad que supondría
determinar con rigor los orígenes de la ciencia de la poesía y su arraigo en la lengua
vulgar. Hacia el final del Prohemio confiesa la prioridad de los galos cesalpinos y
aquitanos con respecto a la dignificación de la gaya ciencia:
«Pero de todos estos, muy magnifico señor, así itálicos como provenzales,
lemosís, catalanes, castellanos, portugueses é gallegos, é aún de cualesquier
otras naciones, se adelantaron é antepusieron los gallicos cesalpinos é de la pro-vincia
de Equitania en solemnizaré dar honor a estas artes.»
Apunta, sin embargo, también, la posibilidad de ver los inicios en Guido
Janucello (Guinizzelli) y en Amaldo Daniel:
N. .. pero quieren algunos haber ellos sido los primeros que escribieron ter-cio
rimo é sonetos en romance. E así como dice el filósofo, de los primeros, pri-mera
es la especulación.»
La enumeración que Santillana hace de los representantes por cada lengua
romance utiluzada no es exhaustiva ni completa; tampoco los juicios críticos son
auténticas valoraciones ya que se limita a reseñar nombres y composiciones. Pero no
debemos olvidar que estamos ante una carta y no ante un tratado de historia o crítica
literaria. Ante un documento redactado con la finalidad con que lo ha sido el
Prohemio, no se puede exigir precisión, ya que por su misma naturaleza de misiva,
sena producto de la espontaneidad y tendería a reflejar los gustos personales, las lec-tura
que con más agrado se han hecho y no se han olvidado. Por ello no se puede
acusar inmediatamente al Marqués de ignorar otros nombres significativos u obras
representativas en su tiempo. La vaguedad de las noticias es consustancial a la natu-raleza
del documento. El valor trascendente ha de verse, sin embargo, en el hecho de
que, como dice Werner Krauss, «Santillana es el primero en ver el arte trnvadnrescn
como una tradición histórica en la que cooperan las distintas naciones».
Los primeros autores que el Prohemio- cita son los italianos, en los que cifra
toda su admiración y preferencias en orden al contenido de sus obras. El motivo de
estas preferencias hay que verlo, evidentemente, en su mentaqlidad ya renacentista,
en su espíritu humanístico.
No cita ii los representantes de la escuela siciliana, los poetas del dolce stil
nuovo, pero nos muestra como objeto de su admiración profunda a Dante, Petrarca
y Bocaccio.
La influcncia dantcsca cn cl MarquLs la conocemos todos a través de la concep
ción estructural y temática de La Comedieta de Ponza. Y no hemos de pasar por alto
su mérito en el intento de introducción y adaptación a la métrica castellana del sone-to
y el endecasílabo, aún considerando su fallida experiencia: quiso haccr un crucc
formal entre dos poéticas dispares que le llevó al fracaso y le negó la gloria de ser el
primero en acomodar el ritmo italiano en Castilla, honor que, como todos recorda-mos,
recaería en Garcilaso. El error grave estuvo en la concepción de un soneto
cuyos endecasílabos eran de gaita gallega.
En cuanto a la poesía francesa de orígenes no menciona a los «troub&res» fran-ceses
de los siglos xrr y xrrr T.ns primeros nombres galos son los del binomio de
autores del Roman de la Rose, Johan Lorris y Johan de Meing; alude a Otho de
Grantsom y a uno de sus poetas coetáneos, el llamado por muchos «padre de las
letras francesas», Alain Chartier, del que cita sus mejores y más conocidas obras.
Como autor de baladas, canciones, rondeles, lais y virolais nombra a Michaute.
Los franceses también se llevan las preferencias de Santillana en orden a que
son grandes «maestros en asonar», y así como dc los italianos admira cl contenido,
de los galos admira la música que acompaña sus creaciones.
Hemos de anotar aquí que el Marqués no hace referencia a la Chanson de
Roland, que ya contaba con traducción castellana desde el si& XI, ¿Acaso riu la
conocía?. Creemos que simplemente no la menciona por considerarla épica cuando
él pretende ocuparse tan solo del género lírico.
Tampoco se habla de Villón, y es que sus noticias acerca de los provenzales son
bastante escasas. Aún con toda su admiración por toda la maestría de los franceses
con respecto a la compenetración de música y poesía, es digno de mencionar que el
Marqués no se dejó llevar de sus influencias y no se le conoce composición alguna
modo francés o provenzal.
Del área occidental peninsular, considera en conjunto la poesía de Aragón,
Cataluña y Valencia, cortes que el Marqués visitó y conoció.
De los orígenes cita a Guillen de Berguedá, Pau de Bellvine, y la poesía moral
de Pere March.
De sus coetáneos, Andreu Febrer, Jordi de Sant Jordí, a quien califica como
auténtico asonador, con lo que indirectamente nos confiesa la influencia que los
franceses y lemosís impregnaron esta lírica catalana.
Un hecho importante a considerar es la noticia que se nos da acerca de la prime-ra
traducción del Dante en la Península por parte de Mosén Febrer, en versión al
catalán y que se ajustaba a las mismas formas poeticas que el vate florentino.
La mención de Ausías March como «hombre de asaz elevado espíritu» ha sido
vista por Lapesa como esporádica:
«Ausías, de poca más edad que Iñigo López, debia tener obra escasa y en
ciernes hacia 1418, cuando los dos se separaron; y no sabemos que siguieran
comunicándose después», con lo cual, la mención no demuestra conocimiento
directo de toda la obra del poeta catalán.
Por lo que se refiere a las manifcstacioncs líricas cn Castilla, cl Marqués parece
ignorar la existencia de los cantares de gesta y de Berceo (suponemos la misma
razón que argumentábamos para la Chansón).
Con respecto a la lírica primigenia, anota todos los reyreserila~iles1 116s signifi-cativos
hoy conocidos: el Libro de Alexandre, el del Arcipreste, López de Ayala,
Juan de la Cerda, González de Mendoza, González de Castro y los proverbios mora-les
del judío de Carrión.
De esta misma área geográfica el autor señala el magnífico florecimiento que se
nota en la poesía castellana y los impulsos que ésta recibe en las cortes de don
Enrique, primero, y don Juan 11 después. Recorre los nombres y obras de los más
destacados poetaqs de su siglo, integradores del Cuncionero: Arcediano de Toro.
Garci Fernández de Gerena, Alfonso Alvarez de Illescas, Micer Francisco In~perial,
Fernán Sánchez Calavera, don Pedro Vélez de Guevara y Fernán Pérez de Guzmán.
111.4. Sobre la tradición lírica galaico-portuguesa
Hc aquí cl máximo valor quc hoy sc da al contcnido literario dcl Pinlzemin: las
noticias que el Marqués suministra acerca de lírica gallega son, quizás el único
argumento válido para sentar las bases de la hipótesis que sitúa los orígenes de
nuestra lírica cn la tradición galaico-portuguesa.
Se constituyen las palabras escritas por el poeta castellano en la más importante
de las menciones acerca de los cancioneros gallegos primitivos:
«E después fallaron esta arte que mayor se llama, é el arte común, creo en
los reinos de Galicia é Portugal, donde non es de dubdar que el ejercicio de
estas ciencias más que en ningunas otras regiones ni provincias de la España se
acostumbró en tanto grado ... »
Testimonia el hecho de que la lengua gallega en los patrimonios de la lírica era
una especie de coiné, como se desprende de sus significativas palabras:
«non ha mucho tiempo cualesquier decidores é trovadores destas partes,
agora fuesen castellanos, andaluces o de la Extremadura, todos sus obras com-ponían
en lengua gallega o portuguesa.»
Cuando el Marqués rememora sus lecturas de juventud, se refiere a los célebres
cancioneros gallegos que formaban algunos de los volúmenes más sobresalientes de
la biblioteca de su abuela, citando los nombi-es de don Dionís de Portugal, Fei-iián
González de Sanabria, Vasco Pérez de Camoes, Fernán Casquicio, y los dos poetas
de amor cortés que morirían de amor por sus damas: Johan Soarez de Pavía y
Macías cl eriarrior.adu. Con respecto al uso de la Ierigua gallega y la hrma poética de
cantigas, hace mención del Rey Sabio.
Ello ha permitido establecer las conclusiones de que la poesía trovadoresca que
floreció en Castilla durante la segunda mitad del XV revela indudable continuidad
con la gallego-portuguesa de muchos años atrás. Lapesa piensa en este sentido lo
que sigue:
«La poesía amatoria se vale de las dos lenguas, con predominio inicial del
gallego que pierde terreno después; en cambio, los panegíricos, epitafios, peti-ciones,
obras de burlas o de maldecires, sátiras políticas, poesía moral y poesía
religiosa prefieren el castellano.»
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Op. cit., pág. 9
Es decir, que toda la lírica sublime, de conceptos amorosos, de penas de amor y
la poesía subjetivo-sensorial prefirió el gallego por la tradición que traía consigo y
por la dulce melosidad de la lengua galaico-portuguesa, frente a la dureza del caste-llano
primitivo.
Y no solo deben los poetas castellanos a sus antecesores el uso de una lengua,
sino una técnica ya establecida, artificiosa y definida en términos precisos:
«E aún destos es cierto rescebimos los nombres del arte, así como maestría
mayor e menor, encadenados, lexaprén é mansobre.»