MILLARES CARLO Y LAS DATACIONES
VISIG~TICOS
El mejor de los paleógrafos hispanos ha sido sin ningún género de dudas
Don Agustín Millares Carlo. Cualquier cultivador de la disciplina literario-libraria
por excelencia estará de acuerdo con este juicio de valor sobre los
méritos de quien tal vez sea, al mismo tiempo, el humanista más erudito nacido
en Canarias. Deja atrás a Argote de Molina, sevillano naturalizado en Canarias,
al P. Anchieta, a Iriarte o a Pérez Galdós, hasta a Viera, de los que, con saber
mucho, dudo que llegaran a la altura de Millares. La misma presencia aquí de
tantos amigos sinceros, de discípulos, al menos en espíritu y, en todo caso, de
admiradores incondicionales, demuestra lo que pensamos todos cuantos nos
cobijamos en este solar canario. Solar acogedor que nos reúne en un "Congreso
Millares Carlo" para que perdure indefinidamente no sólo su recuerdo, sino su
incomparable magisterio.
No diré muchas cosas; muchas más han empezado a contar los entendidos
isleños que ya nos han ilustrado ayer; e incomparablemente mejor lo harán los
que hoy y hasta pasado mañana disertarán en este Congreso.
La simpatía que tiene Millares en Cataluña se la había merecido con creces.
El prof. Alturo esta tarde nos hablará con más detalles de las relaciones que
tuvo con nuestra tierra y la prof. Josefina Mateu nos ilustrará sobre sus andanzas
por bibliotecas catalanas. Aunque sea con la voz prestada por un colega amigo,
sólo me permito añadir una anécdota. La preparación de su tesis doctoral,
defendida en 19 16 con gran aplauso en Madrid, le había llevado a visitar antes
los archivos de nuestra patria poco después de cumplidos los veinte años. Su
edición de Documentos pontificios en papiro de Archivos Catalanes, aparecida en
19 18 no pasó desapercibida al que entonces era prefecto de la Biblioteca Apos-tólica
Vaticana, Mon. Achille Ratti. El más erudito de los papas del siglo xx,
con el nombre de Pío XI, estimulado por la relevancia que les diera el estudio
de Millares, ofreció a nuestras catedrales y archivos catalanes la restauración de
las doce bulas de papiro conservadas y costeó en 1927 sus gastos de traslado y
montaje en cuadros metálicos de enormes cristales, tal como pueden admirarse
aún hoy en día'. Así las pudo ya contemplar Millares cuando en 1938, huído de
la Complutense de Madrid, fué acogido en la primera Universidad Autónoma
de Barcelona.
Otro merecimiento adquirido por Millares en Cataluña fue que, desde el
primero de sus tratados de Paleografía (publicado por cierto en Barcelona),
estableció una separación clara e irrefutable de los fenómenos gráficos aparecidos
en los territorios que serían y han sido Cataluña y su área de influencia desde la
edad media. No dudo en atribuirlo quizás tanto a su pensamiento liberal como a
su condición isleña; de alguien que por tendencia natural, y a pesar de sus
períodos de residencia en Madrid, veía con cierta perspectiva periférica la evo- ",
lución dispar de aquellos fenómenos gráficos peninsulares. D
Modestia aparte (de la que deberé prescindir a menudo en el decurso de esta O
n
ponencia, y pido perdón de antemano) la Gran Enciclopkdia Catalana incluyó - m
desde 1977 un artículo mío sobre Millares Carlo2. Se lo debía como veremos a O
E
E renglón seguido. S
E Se me atribuyó hablar aquí sobre la "aportación de Agustín Millares Carlo a
los estudios codicológicos". Puesto que la Codicología per se contribuye también 3
a determinar el origen y fecha de los manuscritos (como dirá mi colega, el prof. O-Alturo
en su ponencia) y además, no puede ir separada de la paleografía, me m
E
fijaré especialmente en los problemas de regionalización y evolución de las O
formas gráficas, lo que va estrechamente unido a la cronología de la escritura y
n
al origen de los códices tomados en conjunto, como fenómeno cultural. E
a
Mirad por donde: un ilustre canario que, al igual que en tono amable hacen
sus coterráneos, debía llamar "godos" a los peninsulares, dedicó casi lo mejor
de su tiempo y capacidad intelectual a estudiar el periodo de la escritura visigótica
y su variada pervivencia a lo largo de más de cinco siglos. No he hecho en mi
vida otra cosa que seguir sus huellas en el campo paleográfico.
El título antepuesto: "Las dataciones", en plural, "de los códices visigóticos"
indica ya lo bastante la complejidad del problema. Millares no podía sustraerse
al mismo. En primer lugar por haber tratado el tema en distintas ocasiones durante
largos años; en segundo lugar por su prurito de estar al corriente de las últimas
novedades y, a la postre, por haber sido Millares persona exquisitamente respetuosa
con las opiniones de otros estudiosos que le merecían crédito científico.
Pontijicurn Rornanorurn diplornuia papyraceu quue supersuni in tabulariis Hispuniue, Iiuliu<
Gennaniae, Romae, Bibl. Apost. Vaticana, 1929. A. M. Mundó, "Comment reconnaitre la provenance
de certains fragments de manuscrists détachés de reliures", Codices munuscripti Zeitschrift für Handsch-riftenkunde,
314, 1 1 (1985), pp. 1 16-123, esp. pp. 1 18- 120, 122- 123.
1.a ed. 1977, vol. 10, p. 74; Suplement 1983, vol. 16, p. 55; 2.a ed. 1988, vol. 15, p. 193.
No soy sólo en decirlo. Don Tomás Marín ha escrito (y repetirá sin duda) lo
que sigue acerca de cómo trataba Don Agustín a sus predecesores en la paleo-grafía
hispana: "Millares, que tendía por temperamento a respetar y aún admirar
lo que otros pensaban y escribían en materias de su cultivo, reconoció en dichos
autores [Terreros, 1755; Merino, 1780; Muñoz y Rivero, 1889; García Villada,
19231 una aportación muy positiva al desarrollo de la ciencia española, no
desdeñándose de imitarlos e incorporar a sus libros cuanto le ofrecían de apro-vechable
tanto en el método, como en la nomenclatura, como en las fuentes o
en las teorías". Respeto a las "grandes novedades paleográficas alumbradas"
por Mallon, prosigue Marín; " ... al revés que otros especialistas, nacionales y
foráneos, los cuales reaccionan con reservas y un cierto aire escéptico, si no
desdeñoso, ante dichas novedades, [Millares] se lanzó a conocerlas y asimilarlas
con su proverbial avidezv3. Hasta aquí Marín.
La veneración que yo sentía por don Agustín y su obra me la compensó él
mismo con creces; hasta el punto de ruborizarme al releer sus cartas. Si no fuera
por tratarse de persona tan comedida y de exquisita educación, hubiera creído
que los elogios que tributaba a mis sencillos trabajos eran fruto de adulación.
Son ya 35 años los transcurridos desde que nos conocimos en persona.
Contra lo habitual entre maestro y "discípulo" en espíritu que me considero, fue
el maestro quien abrió la puerta de la amistad. Se hallaba Millares en Barcelona
por las Navidades de 1957-58 para perfilar su historia de la imprenta en Barce-lona
en el siglo XVIc, uando otro maestro y amigo, don Pere Bohigas i Balaguer,
le prestó un trabajo mío. El 2 de enero de 1958 me escribía Millares por
primera vez desde la ciudad condal, dirigiendo la carta a Montserrat. No pudimos
vernos entonces por hallarme yo en Roma; pero fue ésta la ocasión que despertó
la mutua amistad imperecedera. A partir de entonces intercambiamos nuestros
trabajos, nos escribíamos, nos llamábamos por teléfono y, si era preciso, a
través de amigos comunes.
Periodización y regionalización, fecha y origen de los códices visigóticos: he
aquí los dos grandes problemas discutidos en los últimos decenios en los cuales
tuvo que entrar también Millares hasta su muerte. Otro gran paleógrafo, como
ha sido el prof. Bernhard Bischoff, de Munich, autor de un ambicioso corpus de
los códices europeos del siglo ix (continuación de los Codices Latini antiquio-res
de Lowe) aunque no publicado, me confesó en 1963 que excluía de su re-pertorio
los visigóticos debido a las dudas y confusiones que existían en su
datación; a la espera de que especialistas españoles -y se refería en concreto a
un canario, un gallego y un catalán- esclareciéramos el aún, para Bischoff,
enigma visigótico.
Es el caso que, debido a un cierto prurito muy español de magnificar las
T. MAR~Npr, ólogo a Millares, Tratado de Paleografía española, 3.a ed., Madrid, Espasa-Calpe,
1983, vol. 1, pp. XIV y XVII.
glorias pasadas, se mantenía cierta veneración hacia las fechas atribuidas, por
autores de los siglos xvri al xrx, a varios códices en escritura visigótica.
Mientras, desde comienzos del presente siglo, se producía la irrupción de
autores extranjeros, como Loew (=Lowe), Schiapparelli, Clark, Robinson, Neuss,
los cuales introducían ciertos criterios supuestos útiles para fechar y localizar
algunos códices; en la península empezaron a entrar en la liza, primero García
Villada y luego Millares Carlo.
Valga como ejemplo el trato que otorgó a los criterios de datación propuestos
por E. A. Loew (Lowe) en sus Studiu palueogruphicu de 1910 publicados en
inglés en Munich como "contribución a la historia de la primitiva minúscula
latina y a la datación de los manuscritos visigóticos". Lowe ponía como primer
criterio para reconocer los manuscritos de los siglos vi11 al x los trazos retraidos
hacia dentro de las letras h, m, n; otro sería el semicolon para us y ue; en tercer m
lugar, las astas en mazo de las letras altas; sobre el último criterio, la distinción D
de ti-tj para la sibilante, decía Millares en 1976? E
O
-
=m
"Ya en otra ocasión hemos discutido la eficacia de estas observaciones y O
E
aceptado la última de ellas como criterio bastante seguro, con algunas rectifica- E
2
ciones, a saber: que ninguno de los códices atribuibles al siglo ix diferencia E
gráficamente las dos pronunciaciones y como consecuencia, que hay un período
de transición que no abarca desde la segunda mitad de la centuria novena hasta 3
fines de la primera de la décima, como se admite por lo común, sino que se e-contrae
exclusivamente a la primera mitad del siglo x". m
E
O
Respetuoso con los criterios de Lowe, por aquello de "fortiter in re, suaviter
in modo", Millares mantuvo hasta el final de su vida las pequeñas rectificaciones; E
a y tenía cierta razón; aunque el criterio gráfico de la sibilante ofreciera límites e
imprecisión. Véase como insistió en este último criterio en su edición póstuma
del Tratado de Paleografia5.
Claro está que Millares, como maestro que era de todos cuantos trabajábamos 3
O
en paleografía visigótica no sólo asistió sino que participó en el avance de los
nuevos puntos de vista y en la evolución de criterios introducidos por varios
estudios analíticos; entre ellos se cuentan los de dom Louis Brou, Fabrega Grau,
Domínguez Bordona, Fernández Pousa, Galindo, Madoz, Pérez de Urbel, Janini,
Gonzalo Menéndez Pidal, Vázquez de Parga, Angel Vega, José Vives, Tomás
Marín, Manuel C. Díaz y Díaz y el que os habla, dedicados a describir códices
singulares o en grupo, a periodizar y a regionalizar la escritura visigótica. Nos
había estimulado el venerable Manuel Gómez Moreno que, siendo historiador
del arte, encima poseía una visión deslumbrante de todos los fenómenos culturales
Problemas que sucita la escritura de los Beatos, Actas del simposio "Estudio de los códices del
Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana", 1, Madrid, 1976 119781, pp. 200-201.
"01. 1, pp. 127-8 y siguientes.
MILLARES CARLO Y LAS DATACIONES DE CÓDICES VISIGÓTICOS 43
aparecidos en la península; también claro está, de la codicología, la miniatura y
la paleografía.
Las reacciones positivas de Millares -de las que algo expondré- dicen
mucho en favor de un erudito, como fue siempre él, abierto a todas las novedades
consistentes. Se le veía ávido de ellas.
Por cierto que, en carta de 25 de mayo de 1971, Millares me comunicaba lo
siguiente:
"Acabo de regresar de Santiago ... Allí conocí a Díaz y Díaz, y créame que
sólo por esto, merecía la pena el viaje."
Ofrezco esta perla escondida a nuestro presidente del congreso para que la
guarde como oro en paño.
Distribuir por regiones las escuelas caligráficas visigóticas preocupó a Millares
desde muy pronto como lo demuestran sus trabajos primerizos y sucesivos.
Asintió con Gómez Moreno en recalcar su importancia. Siguió sus antecesores
en tratar los grupos ovetense, castellano-leonés, riojano, andaluz y toledano,
ampliando y profundizando en su definición.
Debido a los trabajos de Bohigas, Millares señaló ya algunos códices catala-nes
en visigótica muy antigua. Así, no puede extrañar que con interés grande
acogiera mi ensayo de análisis de la expansión de la escritura visigótica en la
zona norte oriental del dominio visigodo, como eran las provincias Tarraconense
y Septimana y aún más allá dentro de la geografía europea. Aparecido en 1956,
Millares lo leyó en Barcelona al final de 1957; el 2 de enero del 58 me decía lo
siguiente:
"Don Pedro Bohigas, mi grande y buen amigo, ha tenido la gentileza de
prestarme su trabajo sobre el 'commicus palimpsesto' de París. Lo he leído de un
tirón."
Me callo el resto de sus más que amables palabras, porque afectan a lo
dicho sobre mi rubor personal. Prosigue Millares:
"Es lástima que haya Ud. tenido que recurrir a un microfilm para leer mi
modesto estudio publicado en México [se refiere a sus Nuevos estudios de Paleo-grafla
española de los que me prestó el film don Tomás Marín]. Aunque es libro
agotado, creo poder hallar un ejemplar que obsequiarle. Y no puede Ud. imaginar
cuanta sería mi alegría si Ud. me enviara la tirada aparte de su artículo sobre el
Cornrnicus y alguna otra. Precisamente estoy preparando unos nuevos estudios,
que se publicarán en Madrid, y no podría por menos que incorporar los resultados
de sus importantes trabajos."
Así lo hizo en Manuscritos visigóticos: notas bibliogrcificus, título, por cierto,
demasiado modesto para designar el importante complemento a sus listas ante-riores
aparecido en Hispania Sacra en 196 1.
Como es sabido, en febrero de 1935 Millares pronunciaba su discurso de
entrada en la R. Academia de la Historia. Su disertación versaba sobre Los
códices visigóticos de la catedral Toledana. Cuestiones cro~~olígicay sd e procr-dencia.
Estimulado por el pesimismo de Bernhard Bischoff había empezado yo a
dudar de la mítica antigüedad atribuida por la tradición local generalizada a los
códices toledanos, en especial a los de liturgia visigótica. Algunos de ellos eran
creídos por eruditos del siglo XVII como del mismo san Ildefonso. Análisis
pormenorizados me llevaron a la conclusión de que el más antiguo no era
anterior al siglo x i , que la mayoría pertenecían al XII, había uno de hacia 1200 y
otro declaradamente de hacia 1300.
Lo cual estaba en desacuerdo con las cronologías respectivas propuestas por
don Agustín en su discurso. Mi trabajo apareció en 1965. Era consciente de
haberle planteado una batalla científica singular en torno al objeto mayor de su
más importante discurso pronunciado en 1935 ante la más docta Academia.
Ello me proporcionó de su parte una doble lección: de tenacidad y de modestia
amablemente conjugadas. En carta de agosto de 1967 me contaba Millares
desde Madrid:
"En vísperas de marchar a las Palmas y desde aquí a Maracaibo. llega a mis
manos la Miscelánea Ferotin, y he leído su artículo sobre la datación de los
códices toledanos. Decir que me ha interesado, sería decir muy poco. Creo que el
problema, tal como Ud. lo plantea, merece atentísima consideración". Me pide
luego una separata: "Ud. sabe cuánto me intereso por estos temas, predi1ecto.s
para mi durante tantos años".
Sí, interesado con máxima atención; pero no dice en su carta que le haya
convencido. A pesar de su bondad, Millares no se dejaba influenciar por cual-quiera,
por mucha consideración que me hubiera mostrado antes y prosiguiera
demostrándomela.
Con ello me dio, repito, una lección de humildad y de respeto, al misino
tiempo que de criterio independiente. En su 3."dición póstuma del Trutudo,
discutió con paciencia las fechas de los dos códices más significativos del grupo
toledano: 35.2 y 35.4. Copió a la letra unos párrafos míos para dedicarles luego
unas precisiones: ya no envejecía el 35.2 (BN Madrid 101 10) del siglo x i (como
afirmó en 1935) ni menos aún de cruce de los siglos x a xr (en 1961), sino que
accedió a retrasarlo: con voz póstuma, en su tercera edición de 1983, sin
atreverse a creerlo de hacia 1300, decía: "S. XII, distingue ti y rj". Mis argumentos
le habían convencido a medias.
Por lo que atañe al 35.4, el proceso fue parecido; situado por Millares
primero como del "S. x o IX-x", luego del "S. x inc.", al final de su obra y ya
póstumamente discutió con amable tesón la lectura difícil del colofón que según
su parecer no mencionaba al obispo Martín de Pisuerga (1 192- 1208), prefiriendo
fecharlo como del "S. XI-XII", notando además la distinción "ti-tjm6
Casi diría que tuve remordimientos por haber provocado tanta aparente
indecisión en don Agustín. Sin embargo, Millares, todo corazón, se encargó de
disipar mi ansiedad. Había adquirido yo de un librero un ejemplar de su aludido
discurso de recepción en la Real Academia de la Historia. Con ocasión de un
encuentro mutuo el día 4 de mayo de 197 1 en Madrid aproveché la ocasión para
pedirle que me lo firmara. El ejemplar llevaba ya la dedicatoria autógrafa: "Para
mi amigo y compañero don Juan Alamo, en testimonio de consideración y afecto.
El Autor, Madrid, marzo de 1935". A la vista de ello Millares añadió: "Y ahora
con la más sincera admiración al Prof. Manuel Mundó; 36 años después! Agustín
Millares Carlo". ¡Que elegancia la suya! ¡Venció sin ser convencido!
Aquellos mismos días de mayo de 1971 los aprovechamos ambos para
examinar de visu "los documentos visigóticos originales en pergamino" que
acababan de ser objeto de mi segunda tesis doctoral. De vuelta a mi casa
Millares me comentaba en carta del 25 del mismo mes:
"Por fin, en la sesión del viernes 14 del corriente, encontré ocasión propicia
para disertar largamente sobre los documentos visigóticos. No por mi modesta
intervención, sino por lo apasionante del tema, puedo asegurarle que pocas veces
escuchó la Academia con tanto interés la exposición de un problema de esta
índole. Partí del estudio del diploma de Silo, y me referí luego, con el debido
elogio, a los documentos por Vd. descubiertos y estudiados. Hice circular las
reproducciones fotográficas que Vd. me obsequió, y estoy persuadido que llevé al
ánimo de los oyentes la convicción de que las conclusiones por Vd. formuladas
son absolutamente legítimas y del todo convincentes."
Dejo a un lado las expresiones elogiosas, que comprendían también a los
amigos comunes Bohigas y Díaz y Díaz con la frase ya transcrita en elogio de
este último.
Aquellos meses fueron pródigos en conferencias dadas por Millares: en
Sevilla, en Santiago, en Madrid, así en la Real Academia de la Historia como en
el Archivo Histórico Nacional. A propósito de la reciente edición de su profundo
estudio sobre el diploma del rey Silo y de los documentos originales susodichos,
trató ampliamente de los problemas que planteaban de localización y datación
de códices y documentos en escritura visigótica. En agosto, hablaba de ellos en
León; llegaba a Barcelona enseguida, luego de pedirme por carta y teléfono que
le buscara "una pensión cerca de la Universidad, en cuya biblioteca pasaré casi
todo mi tiempo", según anunciaba.
Trutudo, 3.a ed., Vol. 1, pp. 179- 18 1.
Pasado el primer homenaje que se le tributó en las Palmas por setiembre de
1971, ya en Maracaibo, me decía en carta de 14 de noviembre:
"Recibí su cariñoso telegrama de adhesión, así como el de Hohiga5. Me
enorgullezco de tener amigos como Vds., amigos verdaderos a los que tanto
quiero y admiro."
Otra vez su gran corazón le impulsaba al agradecimiento efusivo.
Desde 1970 se hallaba Millares en plena elaboración del Corprs dc CCótlicm
Visigóticos y en la revisión proyectada del Tratdo de Ptdeognlfl¿~. Durante
nuestros intensos contactos de 197 1 prometí mandarle algún material nuevo o
poco conocido. Me lo recordaba en la carta susodicha desde Maracaibo:
"7
"Aquí me tiene de nuevo a sus órdenes, y en espera de las notas y Iotos E
visigóticas por las que sinceramente suspiro. No se olvide de mi." O
-
=m
O Lo que procuré cumplir luego de que don Carlos Romero de Lecea me E
avisara (10 julio 1972) de Ia pronta llegada a Madrid de Millarcs Carlo. Éste
E
2
E debía trasladarse enseguida a Toledo y Sevilla, por lo que no podría pasar por
Barcelona. Me pedía también que mandara materiales a la Srta. María Ahuncicín 3
Vilaplana, adjunta de Paleografía en Sevilla que, siendo persona muy preparada,
e-pensaba
entonces que le ayudaría en la compilación del Corpus. m
E
Mi paquete con carta y notas explicativas llegaban a sus manos en Madrid a O
mediados de agosto de 1972. Su respuesta fue inmediata. No resisto la tentación
de transcribir entera su carta del 15 de agosto desde Madrid. A veces por E
escrito se expresan sentimientos que ni de palabra osarían manifestarse. Véase: a
n =
0 "Mi admirado y muy querido amigo: A mi regreso de un viaje pos Andalucía
encuentro su carta. Siempre he pensado que la sabiduría y la bondad son cualidades 3
O
íntimamente unidas, y en la persona de Vd. veo concretarae ese pensamientu.
Porque, ¿cabe mayor generosidad que la suya? Y, ¿qué he hecho yo para mere-cerla?
Voy a guardar como un tesoro todas estas notas y fotos. Las estudiaré y
procuraré sacar de ellas el mayor provecho; pero debo confesarle que me siento
incapaz de la tarea que, olvidado el precepto horaciano, he echado sobre mis
cansados hombros. Créame: me siento pequeño e ignorante, y además, trabajar a
tanta distancia [se refiere a Centroamérica] y en un medio totalmente indiferente,
constituye mi verdadero tormento. Prisionero de las circunstancias y de la fatalidad,
ni siquiera me queda el recurso de romper los lazos y reintegrarme a España, de
donde (ahora lo comprendo) nunca debí alejarme. Haré, no obstante, lo que
pueda.
No renuncio a la posibilidad de verle y de pedirle consejo sobre muchos
problemas. Ni tampoco renuncio a la idea de verle a Vd. colocado en el alto
lugar a que por sus méritos tiene derecho. ¡Desdichado país éste donde sólo
cuentan el desenfado y la intriga!
Perdone, querido Mundó, tanto pesimismo. Espero, Dios mediante, regresar
en noviembre próximo.
... reciba, con un abrazo, el testimonio de la verdadera amistad de su inva-riable.
Agustín Millares Carlo."
Y en posdata:
"Regreso a Maracaibo el 26 del corriente ... Perdone esta letra, que cada vez
se parece más a la procesal encadenada."
Por lo que saben algunos de los presentes estas frases no necesitan comentario;
ni seré yo quien insista en la dureza de ciertas situaciones que la vida depara a
cada uno de nosotros. Millares no escapó a las adversidades. Aunque su fe
-"Dios mediantev- le ayudó a superarlo.
Por un error en 1s dirección del sobre, la susodicha carta no llegó a su
destino y fue devuelta a Madrid. Me lo contaba Millares en carta desde Maracaibo
el 7 de mayo de 1973 incluyendo la anterior extraviada; al mismo tiempo que
fijaba su itinerario inmediato: el 9 del mismo mes estaría en México, el 20 ya en
Madrid; en agosto pasaría unos días en Barcelona.
No llegamos a vernos. El motivo me lo aclaraba desde Las Palmas el 12 de
marzo de 1974:
"Le supongo enterado del grave accidente pulmonar que sufrí en Madrid
hace cerca de un afio, y que me obligó a suspender todo trabajo. Ya resuelto,
vuelvo a mis tareas. Esto le explicará mi silencio y el que no haya podido
estudiar toda la importante documentación que tuvo Vd. la bondad de facilitarme
y que le devolveré en cuanto la haya examinado."
La grave dolencia tuvo sus compensaciones. Durante el mismo año 1973
aparecían en León sus "Consideraciones sobre la escritura visigótica cursiva".
La importancia de sus reflexiones son de todos nosotros conocidas; estaban en
la base de los capítulos ix a XI, XIII y XVII de su futura edición del Tratado. Por
lo que atañe a los documentos originales de época visigoda, delicado como
siempre, Millares me pidió permiso no sólo para citar en sus consideraciones la
tesis inédita sino también para reproducir algunos de ellos como ejemplo más
antiguo de cursiva visigótica.
A propósito de mi tesis doctoral hispana (otra romana ha sido publicada sólo
a medias) debo confesar que si no ha sido editada aún ha sido en buena parte por
mis variadas ocupaciones y por las continuas interferencias de otros trabajos más
urgentes, o tal vez creídos tales; aunque también por desidia en no reivindicar mis
derechos cuando alguien se aprovechaba de ella sin previo aviso.
Vaya ello en elogio de don Agustín, que no sólo pidió permiso para citar mi
tesis inédita, como acabo de decir, que ya en 197 1 me instaba a publicar (carta
del 25.V.71), sino también para utilizar las notas sobre códices y fragmentos
inéditos; y más aún, para reproducir una lámina del palinipsesto del Cor,l~,iic,lrs
que diera lugar a nuestra primera relación directa. Precisamente su última carta
recibida de 8 de junio de 1976 fue el mejor ejemplo de su delicadeza. Así decía
Millares:
"Me propongo, con su autorización, reproducir la lámina de su estudio sobrc
el palimpsesto de París que lleva al pie lo siguiente: 1. f.I11~=42v+37. La trans-cripción
del texto primitivo no presenta problema, pues se basa en la publicada
por Vd.; pero el texto reciente (san Gregorio, Diulogi) no logro encontrarlo en
Migne, y le ruego que me indique como hacerlo.
En efecto, estoy terminando la nueva edición de mi Trutudo, que publicaré no
sin temor, se lo digo sinceramente; el esfuerzo realizado me tiene exhausto.
Capítulos enteros han sido rehechos, por ejemplo, los concernientes a Cataluña,
Aragón y Navarra, pero arriesgando hipótesis en un terreno tan poco estudiado.
Podría enviarle estos capítulos en xerocopias, para conocer su opinión, que para
mi es decisión. Desde luego le citaré a Vd. en la forma que me indica [con el
nombre postizo de Anscari] y tendré que hacerlo muchas veces."
E
Cuando le mandé en 1972 el paquete de fotografías y notas sobre nuevos O
fragmentos de códices visigóticos, y luego en junio de 1976, le prometí publicar n
pronto un trabajo con este mismo título, Millares contestaba: E
a
n
"Ya me refocilo pensando en la lectura de su artículo. Hablé en Madrid con n
n
el Sr. Domínguez Ortiz, director del Boletín de la Academia de la Historia, y 3
espera su artículo." O
Otra vez cien estorbos me impidieron que lo terminara, al constatar que
cada fragmento daba materia para un trabajo a parte, como fue el caso del
"Fragmento de Celanova de la Hispana reaparecido."'
Mientras tanto se preparaba el Simposio pura el estudio de los códices del
"Comentario al Apocalipsis" de Beato de Liébuna, que se celebró en Madrid
entre los días 22 y 25 de noviembre de aquel 1976, organizado por don Carlos
Romero de Lecea, alma del "Grupo de estudios Beato de Liébana".
Millares Carlo participó en el Simposio con una disertación sobre "Problemas
que suscita la escritura de los Beatos". Su precioso análisis empezaba con una
' "Hispania Sacra", 36 (1984), 591-600.
MILLARES CARLO Y LAS DATACIONES DE CÓDICES VISIGÓTICOS 49
ambiciosa síntesis en torno al origen de la escritura visigótica. Distinguidas la
cursiva de la minúscula libraria y citadas, matizadas o desechadas con delicadeza
las opiniones de Schiapparelli, Cencetti, Bretholz, Lowe, Lehmann, Rovira Ar-mengol,
proponía Millares ver en la minúscula sentada o libraria "una adaptación
de la minúscula antigua que nacida de la cursiva romana, y en cierta medida
perfeccionada y caligrafiada, aparece no sólo en escolios y notas marginales,
sino en códices enteros de uso escolar y corrientewR.
Luego de analizar las escrituras de los códices de Verona y de Autun conclu-ye
Millares que la de algunos folios "vendría a ser ... cuanto conocemos de una
especie de precarolina pirenaica o catalana (entendiendo el término 'precaroli-na'
en sentido meramente cronológico), coexistente con la visigótica ya formada
(la del cuerpo del Libellus [Orationum de Verona]), y naturalmente desprovista
de influencia de la letra reformada, que aún tardaría unos años en hacer su
aparición. La trascendencia de esta hipótesis (que a título de tal presentamos) es
manifiesta; porque ... resultaría que aún los códices, hoy por hoy los más antiguos
de escritura minúscula visigótica, serían oriundos de la comarca pirenaico-catalana".
La cita ha sido larga. Al parecer, según Millares, no sólo los códices eran
pirenaico-catalanes sino que su escritura tendría el mismo origen norte-oriental
peninsular, y puesto que a renglón seguido me implicaba a mi, añado que en
conversación privada le expuse mi opinión. A pesar de que el origen catalán de
la minúscula visigótica seria lisonjero para mi patria, sin embargo estaba con-vencido
de que el hecho de la aparición de códices de aquel tipo de escritura en
Asturias, en Andalucía, en Córdoba, y en Toledo poco después de la invasión
árabe suponía a mi modesto parecer que su difusión podía haberse realizado del
sur hacia el norte, antes de sufrir el trauma islámico que dividió el reino de los
visigodos en tres focos políticos y culturales, a saber: el pirenaico-septimano-catalán,
el astur-galaico-leonés y el mozárabe meridional, distanciados entre sí
durante largos decenios.
Sin duda debido a nuestra última conversación de 1976, Millares matizó sus
palabras al pronunciarse en su edición póstuma del Tratado (1983) sobre el
origen formal y temporal de las escrituras minúscula y cursiva visigóticas,
dejando en la penumbra el posible origen regional, aunque dice ser "oriundos
de las comarcas que ahora estudiamos", justamente las nororientales9.
Por última vez, la desidia no me permitió llegar a tiempo para dedicarle mis
modestas "Notas para la historia de la escritura visigótica en su período primitivo".
En su lugar las ofrecí en 1983 a mi amigo y colega Manuel C. Díaz y Díazlo,
quien mejor que nadie ha recogido la herencia del saber codicológico y paleo-gráfico
que de lo visigótico tenía don Agustín Millares Carlo.
Actas del citado Simposio,,M adrid 1978, 195-196.
Tratado de Paleografia Española, Madrid 1983, p. 148.
'O "Biviurn", 1983, 175-196, con 8 láminas y 31 facsírniles.
Para terminar, quisiera resumir en pocas palabras lo que ha supuesto para
mi su conocimiento personal. Los trabajos de Millares Carlo fueron una mina
de datos e ideas; nuestra relación científica un estímulo constante; su amistad,
un ejemplo de las virtudes de un verdadero sabio: lúcido, tenaz a la par que
humilde, modesto y generoso con los que pudimos obtener su confianza. Dios se
lo pague, porque yo no he sabido hacerlo como merecía.