Los Salvago y su ermita
«Los nombres de los primeros fundadores de un
pueblo no deben borrarse jamás de la memoria.,,
(Jose DE VIERA Y CLAWO)
El apellido Salvago, que alguna vez en Canarias se transcribió como
Sayago y, según informaron diversos genealogistas pudo muy bien en de-terminados
casos terminar convertido en el Salgado de origen gallego o
portugués que hay en las islas, como ocurrió, por ejemplo con un signi-ficativo
Jácome Salgado por tierras de Guía o Gáldar, es oriundo de Gé-nova,
algunas de cuyas ramas, en el siglo xv pasaron a Málaga, Sevilla y
Cádiz.
En un documento fechado el 26 de agosto del año 1495, Alonso Sal-vago,
mercader, vecino de la villa de Palos, reconocía una deuda a su com-patriota
Jácome de Sopranis. Y en otro escrito de 1496, aparece en cir-cunstancias
similares citado el mismo mercader.
En Tenerife, entre los años de 1496 y 1509, era estante el genovés de
Sevilla Domingo, Domenego o Domenico Salvago.
El 21 de noviembre de 1504, Cristóbal Salvago, mercader de Sevilla
envía mercancías a las islas de Canaria. Y en el año de 1506, en La Go-mera,
el señor de la isla, Guillén Peraza paga unos dineros al mercader de
Cádiz Domenego Salvago. En el año de 1509 un Marco Salvago era ya es-
Boletín Millares Carlo, núm. 16. Centro Asociado UNED. Las Palmas de Gran Canaria, 1998
204 Carlos Platero Femández
tante en Tenerife. Por el año de 15 12 eran, vecino y regidor de La Gome-ra
Juan Agustín Salvago y estantes en Tenerife Domenico y Juan Agustín
Salvago que, es de suponer no fuese éste el vecino reseñado en la isla co-lombina
y quien luego llegó a ser regidor en Gran Canaria. Y en l 5 14 fi-guraba
también como estante en Tenerife Francisco Salvago, al que mcís
adelante, ya en 1543, se le citaba en documentos como «el genovés». Al-rededor
del año de 1530 y por espacio de más de catorce, un J6come de
Salvago estuvo pleiteando con la rica heredera Sofía de Santa Gadea que,
a los trece años de edad prometiera desposarse con él; promesa que no
cumplió al hacerlo, en cambio, con el principal caballero Pedro Cerón, hi-jo
del Capitán General del mismo nombre y personaje de gran relevancia
en la sociedad isleña de la época.
No obstante, dice el genealogista Miguel Rodriguez y Díaz de Quinta-na,
que los Salvago procedentes de Génova llegaron a Gran Canaria para
cobrar la herencia de su deudo el mercader Lorenzo López, también ge-novés,
fallecido en Las Palmas sin descendencia, según se desprende de
una certificación existente en el Archivo marquesa1 de Acialcázar.
El tronco de esta familia en Gran Canaria, parece ser que fue Juan
Bautista de Salvago Spínola, nacido en Génova, descendiente directo de
la nobilísima Casa genovesa de su apellido, una de las 28 patricias de la
aristocrática República «cuyos blasones se ostentan en la capilla de San
Antonio de Padua del convento franciscano de Las Palmas, de que son Pa-tronos
en su representación los Señores de Casabuena)), como dejó escri-to
Francisco Fernández de Bethencourt. Aquel individuo genovés de pre-claro
linaje era hijo de los muy magníficos Jácome de Salvago y su esposa
María Spínola; que, casado, algún autor dice que en primeras nupcias,
con Leonor de Arnao, hija de un Antonio de Arnao y de María de Arnao,
se estableció primero en Tenerife, a principios del siglo xvi, debiendo de
haber pasado pronto a Gran Canaria pues ya en el año de 15 17 figura con
quien debía ser su cuñado o familiar Cosme de Espínola, como co-pro-pietario
de un ingenio para moler caña de azúcar en la localidad de Mo-ya.
Ingenio que más tarde compró el labrador Alonso Gutién-ez.
Fue el matrimonio que nos ocupa aquí, de prolífera progenie, padres
de Antonio que nació en 15 13, Juan Bautista en 15 17, que falleció siendo
niño, María en 15 18, otro Juan Bautista en 1520, Gaspar, Leonor, las ge-melas
Ana y Juana en 1529, Argenta y Pedro que debió de nacer alrededor
de 1540. Algún genealogista local ha supuesto que los últimos cuatro hi-jos
de Juan Bautista los tuvo con una segunda esposa, posiblemente su cu-ñada
Jacobina Arnao.
Con fecha de 19 de diciembre de 1521, este Juan Bautista, genovés,
hermano o primo de un brumoso Antón Salvago y de una Isabel Salvago
que casó con un Sebastián Guriete, que por entonces era en Gran Cana-
Los Salvago y su ermita 205
ria el apellido de una familia de negros, posiblemente moriscos, o Gutie-rre
si es que está incorrectamente transcrito, aparece como vecino de
Gran Canaria, todavía mercader, en una escritura de débitos por vino traí-do
de las islas de Madeira.
En Telde falleció el más arriba citado Antonio Arnao, confirmado ba-jo
testamento que otorgó el 10 de agosto de 1532 ante el escribano Fran-cisco
Zambrana y yace sepultado en la capilla de San Antonio de Padua
de San Francisco.
Y por finales del año de 1532, en una fecha que algunos autores pre-cisan
fue exactamente la del 3 de enero de 1533, a Juan Bautista Salvago
y su mujer Leonor Arnao, «en atención a su claro linaje como a poblado-res
y ennoblecedores de la nueva Provincia se les dio considerable data de
aguas y tierras». Lo que no desdice la suposición de un segundo matri-monio
del genovés. Lo cierto es que la dicha Leonor de Arnao, o su her-mana
Jacobina Arnao eran viudas en el año de 1564. Pero aquella impor-tante
data parece ser que estaba localizada por la zona de Telde.
De otra parte, un Luis Ximenez, por aq&las o parecidas fechas ven-dió
por una dobla de oro y a un Francisco Sayago, que muy bien pudiera
ser Salvago mal transcrito, y que, según parece, era mayordomo de Juan
de Ciberio, el hijo del conquistador de este nombre, un silo que tenía en
una silena o conjunto de cuevas en Los Granadillares. Cierto es asimismo
que el Granadillares más conocido estaba localizado por la zona de Teno-ya,
pero es sabido que el topónimo, por lo demás bastante común en to-do
el término de lo que fue el municipio de San Lorenzo, también se en-contraba
en los alrededores meridionales de lo que se conoció como La
Dehesa, entre los poblados de Tamaraceite, San Lorenzo y El Dragonal.
Según unas confusas noticias en las que se alteran sensiblemente las
fechas y aún a veces los personajes, pero corroboradas en parte por una
escritura, supuesta, de 1550, (treinta años antes, poco más o menos, o sea,
alrededor de 1520) Sebastián Guriete y su esposa Isabel Salvago, que de-bió
de ser hermana o pariente de Juan Bautista Salvago, eran los dueños
de las tierras y hacienda, en una extensión de unas cincuenta fanegadas
situadas por el ((lomo que dicen tintinigada, arriba del gamonal, junto al
barranco de las canales» que lindaba con tierras que fueron de Cristóbal
López, vecino de Telde y entonces lo eran de sus herederos; lindando asi-mismo
con tierras de Juan Martín; y que se componían de casas, cuevas,
tierras, porral, parrales y aguas abundantes de regadío. Pero que, a pesar
de coincidir en lo del barranco de Las Canales y pertenecer por matrimo-nio
a una Salvago, reclamadas por el presbítero Anton Salvago, no se sa-be
con certeza si en 1550 o bastante más tarde, no es del todo fiable el
identificarlas con el lugar en donde se erigió oratorio o ermita. No obs-tante,
de los mencionados Sebastián Guriete e Isabel Salvago, nada dicen
206 Carlos Platero Fernández
los distintos documentos de la época consultados, a pesar de las coinci-dencias,
como más adelante se verán, de «barranco de las canales», «lomo
de tintiniguada)), etc.
Alrededor del año de 1533, a un turbulento hijo del conquistador Juan
de Siberio o Ciberio, que muy bien pudo ser el luego casado con María
Salvago o, más bien, su suegro, se le concedieron todas las tierras que pu-diesen
aprovecharse, unas treinta fanegadas, en Los Granadillares de San
Lorenzo, «por la Cuesta de Las Palmas», quizas aquella bastísima hacien-da
de «La Palma» en Tafira, cerca de los altos de Tamaraceite que se ha
citado alguna vez.
En el año de 1539, que hay que suponer errata transcrita por 1578 o
1579 o, al menos muy posterior a la indicada fecha inicial, una Francisca
Bolaños, viuda sin descendencia de un Pedro de Mendoza documental-mente
ilocalizable, tal como rezaba en cierta escritura mencionada poste-riormente
sin datarla, vendió a María Salvago, viuda a la sazón de Juan
Silverio, Siberio o Ciberio, segundo Alferez Mayor hereditario de la isla
que aún vivía en 1550, y que debería de ser la hija de Juan Bautista cita-da
más arriba, «la ermita juntamente con la hacienda de tierras, agua, pa-rral,
casas y tres días con tres noches menos seis horas de agua del here-damiento
del barranco de Las Canales». Aquí es en donde en realidad se
menciona por vez primera a la ermita de Salvago, que hubo de ser, por lo
tanto y si los datos son auténticos, erigida en el segundo tercio del siglo
xv~C. ierto que también, según el «Libro de Relaciones...)),f olio 11 3, se di-ce
que la ermita fue levantada por el más arriba indicado Pedro de Men-doza,
poco después de la conquista de las islas.
El 12 de octubre del año de 1543, a Juan Pérez Villanueva, labrador, se
le concedieron cuarenta fanegadas de tierra en el barranco del Acebuchal
por el camino de Los Granadillares a Teror y en el término de San Loren-zo,
«frente al genovés Francisco Salvago». Aunque, lo mismo que se dice
en líneas precedentes, por la localizacion que se hace del terreno, no pa-rece
precisamente que sean las mismas tierras que aquí nos ocupan y qui-zás
«el genovés)) indicado fuese uno de los parientes de Juan Bautista Sal-vago,
que, sin duda en las islas los hubo.
A mediados del siglo XVI, un Gaspar Salvago era maestre de una nao
que viajó por aquellas fechas a Nueva España y que ya en 1569 era veci-no
de México.
Por el año de 1550, el canónigo Antón Salvago, que había sido orde-nado
sacerdote en 1532, aparece mencionado como tal en una escritura
referente a la venta de un esclavo morisco, reflejada en la relación de pro-tocolos
de Hernan González y Luis Fernández Rasc0.Y el 21 de agosto de
1551, este mismo Antonio Salvago fue nombrado arcediano de Fuerte-ventura,
resultando así ser el segundo en ocupar tal honorífico cargo en la
Los Salvago y su emita 207
Iglesia de Canarias, pues el primero lo había sido Diego Sánchez Gozón
por bula apostólica, recibido en 14 de octubre de 1514, cargo que el ca-nónigo
Salvago ostentó en primera etapa durante unos dos años, al cabo
de los cuales, según informan algunos investigadores, debió de ser desti-tuido
del mismo, se dijo que por algún escándalo de amonos por él pro-tagonizado;
aunque luego fue restituido en la prebenda.
Según está documentado, el 16 de mayo de 1555 se recibió como ar-cediano
de Fuerteventura al sacerdote Juan Salvago, hermano del ante-rior.
En una lista de Prebendados de la Catedral de Las Palmas, infor-mando
de los arcedianos de Fuerteventura, se dice que fue recibido como
tal el 2 1 de agosto de 155 1 por provisión del Rey el canónigo Antonio Sal-vago.
Y que en 1555 lo fue Juan Salvago, «por designación que con facul-tad
Real había hecho en él antes de morir su antecesor». Aunque, infor-maciones
documentales posteriores desdicen tal noticia. Lo cierto es que
el indicado canónigo, al poco tiempo, en 1556, al ser nombrado Visitador
General del Obispado en 1561 y arcediano de la catedral de Canaria en
1562 fue sustituido a su vez por su hermano menor o hermanastro Pedro
Salvago que desde 1558 hasta 1572 fue el cuarto arcediano de Fuerteven-tura,
dignidad de la catedral canariense y, según el escribano público
Francisco Mendoza Guerra, Contador General del Santo Oficio de La In-quisición
en 1587. Así, tenemos que por el año de 1563 Juan Salvago era
arcediano y canónigo de Canarias y Pedro Salvago arcediano de Fuerte-ventura
y canónigo, prosiguiendo ambos en tal estado, al menos hasta
1582 pues en 1574, Juan visitó oficialmente la ermita de San Telmo en Las
Palmas y en 1588 continuaba como dignidad de la catedral, arcediano de
Canaria y canónigo; aunque, en el documento en que se le cita, ya no se
menciona ni a Antonio ni a Juan como dignidades catedralicias, ni si-quiera
sus arcedianatos de Fuerteventura. Sin embargo, hay noticias de
que en el año de 1591 se le concedió al canónigo y arcediano Antonio Sal-vago
la actual capilla de San Fernando en la catedral, así como da de Tri-baldos
llamada de San Juan» en unión de otro canónigo, pero el derecho
a ésta se rescindió por encontrarse en viejos papeles que ya tenía anterior
usufrutario. Y se le devolvieron los 300 ducados que había pagado. Otra
información dice que se le retiró en 1597 el derecho, porque se había com-prometido
a adornarla y no lo hizo.
Continuando aquí con las reseñas biográficas de estos relevantes per-sonajes
de la estirpe isleña de los Salvago, indicar que en una relación del
año de 1592, de informes personales y reservados enviada por el obispo
Fernando Suárez al rey y en donde ya no se citaba a los otros hermanos,
se decía al respecto: «Don Pedro Salvago, arcediano de Canaria y canóni-go,
de edad de cincuenta y dos años, no es letrado, ni aún buen latino, es
natural de la isla de Canaria y su padre genovés y la madre de Canaria de
208 Carlos Platero Fernández
los naturales. Está bien premiado. Es buen sacerdote)). Sin embargo, co-mo
contrapunto a esta información confidencial véase lo que sus mismos
compañeros opinaban de él, según el «Expediente de Vita et moribus~d e
los capitulares en 1582: Se murmuraba de él porque ((era de los naturales
de la isla de Tenerifen. Como apostilla a esto, indicar que debía de haber
error en aquello de su madre «de los naturales)), puesto que siempre se dio
por sentado que Leonor y Jacobina Arnao eran genovesas.
De Ana y Juana Salvago se desconocen sus vicisitudes y, en cuanto a
Argenta Salvago, parece ser que se casó con un Pedro de Vera, siendo am-bos
padres de Pedro Salvago, natural de La Gomera y vecino del Perú, ca-sado
dos veces, la segunda en Lima con Catalina López.
Por el año de 1563 se cita al arcediano Juan Salvago en unas notas en
las que se informa el estar en contra de ciertas obras en la Catedral de Ca-naria,
supuestamente mal hechas por el maestro de cantería o Maestro
mayor Pedro de Narea o Barea, «conocedor del arte gótico pero bien ini-ciado
en el Renacimiento». Dicha obra se procuró que estuviera termina-da
en el año 1573 para cuando la fiesta de la Virgen de La Antigua, que se
celebraba el 15 de agosto. Y así se hizo, «llevando la antigua copia que en
la catedral del archipiélago se veneraba, de la imagen original de la cate-dral
de Sevilla, a la capilla recién construida)), dice Pedro Tarquis en su
((Diccionario de Arquitectos ...N ¿Puede tener relación esta noticia con la
construcción o reforma de la ermita de Salvago y la imagen de vestir de la
Virgen que en ella se entronizó?
Como nota curiosa y que puede reforzar las informaciones traídas
hasta aquí de estos tres hermanos eclesiásticos, cabe el añadir que en el
año de 1576, la Iglesia de Canaria contaba con los siguientes títulos de
dignidades, además del obispo: Un deán, un arcediano de Canaria, que lo
era Pedro Salvago, un chantre, un tesorero, un maestrescuela, un prior, un
arcediano de Tenerife, un arcediano de Fuerteventura cuyo cargo lo os-tentaba
Juan Salvago, diez y seis canónigos y entre ellos los tres herma-nos,
doce racioneros y ocho capellanes, en un total de cuarenta y cuatro
prebendados o beneficiados.
En el año de 1588, como ya se ha dicho, continuaba como dignidad de
la Catedral Pedro Salvago, ((arcediano y canónigo» y en el documento en
que se le cita ya no figuran sus hermanos, falleciendo él el día 18 de mar-zo
de 1601.
En el año de 1576 se casará Leonor de Salvago con Félix Cairasco de
Figueroa nacido en 1545, regidor de Gran Canaria y hermano de Bartolo-mé,
el canónigo y poeta de los esdrújulos. Fue el matrimonio cultivador
de la caña de azúcar y padres de Mana Cairasco que nació en 1577 y de
Argenta Salvago o Cairasco nacida en 1578. Por parecidas fechas, parece
más natural que fuese unos años antes, debió de casarse también su her-
Los Salvago y su ermita 209
mana Mana Salvago con aquel Ciberio o Silverio del que ya era viuda en
1578.
Y fue en 1578 cuando Antonio Salvago el canónigo, en testamento ce-rrado
al día 6 de septiembre y protocolado al siguiente mes ante el escri-bano
Lorenzo de Palenzuela, impuso un censo de dos doblas sobre sus
bienes para el costo de una misa a celebrar el día 15 de agosto de cada
año, festividad de Nuestra Señora de la Asunción y, además, para los or-namentos
necesarios en la ermita de la hacienda.
Y en aquella primitiva, sencilla y humilde ermita, en su único altar se
vino venerando desde entonces «una bella y candorosa imagen de vestir,
de unos ochenta centímetros de alto que representaba a la Inmaculada
Concepción pero que popularmente se conoció por el contorno como la
Virgen de Salvago y, también como la Virgen Asumta o Asuntan, como de-jó
dicho Sebastián Jiménez Sánchez.
Es de suponer que fue por aquel tiempo del último cuarto del siglo xm
y no en 1539 cuando se adquirió por compra hacienda y ermita a Fran-cisca
Bolaños, viuda de Pedro Mendoza. Y quizás también cuando se
compró o encargó a algún imaginero local la imagen, de vestir. La com-pradora
Mana Salvago, a la sazón también ya viuda, dejó hacienda y er-mita
a su hermano Antonio, además de otros bienes, según se desprende
de algún texto reflejado en el «Libro de protocolos de repartimientos de
tierras» custodiado en el Museo Canario, por ejemplo el del folio 286, en
un asentamiento bajo el epígrafe de «Canónigo Antonio Salvago», en una
escritura difícil de interpretar para el autor del presente comentario, sin
fecha o datación alguna y en el que, el indicado canónigo se dirige al Muy
Magnífico Señor Gobernador de la Ysla, diciendo que, al ser heredero, por
mitad en unión de la Iglesia de Santa Brígida, de las tierras que fueron de
Sebastián Guriete e Isabel Salvago su mujer, en un total de cincuenta fa-negadas
en el lomo donde llaman Tintiniguada, se le haga merced de otor-garle
nuevo título.
Sin embargo, el investigador ya citado Jiménez Sánchez, dijo en su día
que «fue precisamente Pedro Salvago, dignidad de la catedral canariense
el que adquirió de su hermana Mana el Cortijo de Tafira Baja que, desde
entonces se conoció como el Cortijo de Salvago». De ser así, la susodicha
transación debió de haberse llevado a cabo alrededor del año de 1592, po-siblemente
fallecidos sus hermanos Juan y Antonio, a los que él heredó. Y
el canónigo Pedro Salvago sena el que por aquellos tiempos mejoró la er-mita.
Y el cronista de Gran Canaria Carlos Navarro Ruiz, al hablar de la ca-lle
Salvago en la Isleta dice: ((Refiérese a Don Juan Salvago que vivió a me-diados
del siglo m, arcediano de la Catedral, persona de buena posición
social, bien relacionado, como lo demuestra el actuar con frecuencia co-
2 1 0 Carlos Platero Femández
mo padrino en personas de relieve y de regular fortuna. Hay una hacien-da
en Tafira hoy (escribía en 1940) propiedad de Don Salvador Manrique,
llamada Salvago por él».
Leonor Salvago, una vez viuda de Félix Cairasco, en el año 1580 vol-vió
a casarse, en tal ocasión con el regidor Bernardino del Castillo Bena-vente,
de cuya unión nacieron otros cuatro hijos, además de las del pri-mer
matrimonio Argenta y Mana Cairasco de Figueroa Salvago, siendo
ésta la que en 1589 se desposó con el hijo de Bernardino García del Cas-tillo
Cairasco, Fernando del Castillo Olivares Cabeza de Vaca (1 556- 1639),
regidor y Maestre de Campo y que fueron el tronco canario de la rama o
linaje de los Castillo y Cairasco, de la casa que más tarde fue de los Con-des
de la Vega Grande de Guadalupe. Por cierto, que, entre otros, se ocu-pa
del canónigo Pedro Salvago y su sobrina María Cairasco de Figueroa
la galana pluma del cronista Néstor Alamo al describir la tradición de
((Sangre en el Rosario» que sitúa en un domingo, 26 de junio de 1594 en
Telde. Así es que, en la primera mitad del siglo xm, por esta rama desa-parece
el apellido Salvago en Canarias.
Y, siguiendo en estas noticias la intención de un orden en cierto modo
cronológico, por el 20 de mayo de 1597 era regidor de Canaria un Anto-nio
Salvago, posiblemente hijo espurio del canónigo homónimo y que en
tal fecha, con el vecino Antonio Lorenzo se opuso a que las fiestas del Cor-pus
se celebrasen tan solo en la Catedral, proponiendo que se hicieran pú-blicamente
en la adyacente plaza de Santa Ana, lo que se aceptó por el Ca-bildo
catedralicio.
En el año 1599 fue cuando Argenta Salvago, heredera en Telde de su
tía Argenta b a o , o Salvago, o Cairasco que así indistintamente se la ci-ta
en diferentes escrituras, casó con Miguel de Moxica Ramírez de Baeza,
tercer Alferez Mayor de Gran Canaria,viudo, con el que no tuvo hijos.
En cuanto a la hacienda y ermita de Salvago, a finales de aquel movi-do
siglo xvr fueron arrasadas, quemadas por la furia de la soldadesca cor-saria
holandesa. Y es que sucedió que en los últimos días del mes de ju-nio
de 1599, una potente escuadra que los Estados Generales de Holanda
habían armado en corso con el fin de atacar las posesiones del Imperio es-pañol,
en ansias desatadas de conquista, rapiña, secuestro y un encendi-do
encono por credos e ideas religiosas entonces contrapuestos, atacó a la
ciudad de Las Palmas en Gran Canaria.
Estaba compuesto aquel poderoso ejército por cerca de nueve mil
hombres de pelea que eran transportados con todo su armamento en se-tenta
y cuatro navíos de guerra, por lo general erizados de cañones del
más variado calibre, todos bajo el mando del almirante Pieter Van der Do-ez.
Tan formidable aparato bélico amaneció en aguas de la bahía de las Is-leta~
f,r ente a la amurallada ciudad de Las Palmas el día 26 de junio.
Los Salvago y su ermita 21 1
Ocupaba entonces el cargo de Capitán Gobernador el extremeño Alon-so
de Alvarado que tenía como a lugarteniente suyo a su paisano Antonio
Pamochamoso, quienes con un total de apenas mil hombres armados dis-tribuidos
en una docena de distintas compañías isleñas compuestas por
militares, paisanos, clérigos, autoridades y gente hidalga diversa se dispu-sieron
a la defensa. Con tan escasas fuerzas trató Alonso de Alvarado de
rechazar los ataques contumaces que casi de inmediato se sucedieron so-bre
la costa y playas adyacentes. La rápida toma por la fuerza invasora del
castillo de las Isletas, cuyos cañones pasaron a ser utilizados por los cor-sario~
a,s í como las contínuas oleadas de gentes bien pertrechadas de to-do
tipo de armas para los abordajes que se sucedieron y lograron desem-barcar
en el litoral por la playa de Las Alcaravaneras y sus contornos
motivó que los isleños retrocedieran hasta guarecerse tras las murallas de
la ciudad, que fue sitiada, cercada por la marisma, con la lamentable pér-dida
del torreón de Santa Ana por la parte de San Telmo. Las puertas de
la muralla norte fueron destrozadas a cañonazos y los cañones de los ba-luartes
existentes enmudecieron al acabarse las municiones.
Hubo que desalojar a toda prisa la ciudad. Alonso de Alvarado había
caído malherido en la refriega por lo que hubo de hacerse cargo del man-do
Pamochamoso que procuró, sobre todo que la evacuación de la po-blación
hacia el interior de la isla fuese lo más rápida y segura posible.
Protegidos por las milicias cada cual recogió lo indispensable de sus per-tenencias
y subiendo por el barranco del Guiniguada unos y otros por Lo-mo
Blanco y Barranco Seco hombres, mujeres y niños ganaron los altos
de Tafira, el Monte y Santa Brígida en tanto que oían el clamor de los sa-queadores
de la desdichada ciudad, que, durante varios días asaltaron,
profanaron, saquearon y destruyeron a placer.
No obstante, reagrupadas las milicias isleñas, no desistieron en el em-peño
de rechazar a los holandeses y en una táctica de guerra de guerrillas,
amparándose tanto en la oscuridad de la noche como en lo accidentado
del terreno que tan bien conocían, atacaban por sorpresa y en distintos
puntos de las destrozadas murallas de poniente y del sur, en emboscadas
y maniobras audaces que mermaban e irritaban al enemigo así hostigado.
Por lo que, el día 3 de julio, que era un sábado, un contingente de unos
dos mil hombres al mando de uno de sus más preclaros capitanes, en ho-ras
de la mañana ascendió por los barrancos y laderas de las montañetas
hacia Tafira y el Monte, incendiando mieses, destrozando edificaciones y
arrasando asoladores todo cuanto se ofrecía a su paso. Era un día caluro-so
según relataron luego las reseñas del episodio. La tropa holandesa con
el ejercicio y la hora estaba sedienta pero no conseguía apagar la sed por-que
los nativos destruyeran previamente acequias y anegaran con piedras,
tierra y troncos de árboles las tanquetas y manantiales por allí existentes.
212 Carlos Platero Femández
Al llegar por fin a las cercanías de lo que hoy todavía se conoce como
La Cruz del Inglés y adentrarse por las frondas boscosas y de laurisilva del
Monte Lentiscal la vanguardia del ejército invasor fue contundentemente
rechazada por lo más aguerrido y mejor armado de las Milicias Canarias,
lo que hizo que aquellos holandeses cansados y sedientos retrocediesen a
la desbandada, desmoralizados, haciendo así retroceder al grueso de la
expedición, aprovechado por las gentes al mando de Pamochamoso para
atacarlos y hacerlos retroceder con singular bravura y fe en el triunfo, in-fligiéndoles
una gran derrota pereciendo lo más granado de aquella fra-casada
expedición; pereciendo entre los muchos de ellos hasta el mismo
capitán que los mandaba, muy apreciado del almirante al cual, en las
afueras de las derruidas murallas del poniente se le ofreció en triunfo la
cabeza del descalabrado que se había distinguido en la batalla del Monte
Lentiscal con una gran banda roja cruzada al pecho.
Aquel clamoroso triunfo de los canarios, a pesar de que habían pedi-do
en su arrogancia rescates a mansalva, forzó a los holandeses a que al
siguiente día 4 de julio abandonaran la ciudad llevándose los cañones de
defensa, las campanas y el reloj de la catedral, que incendiaron, numero-sos
documentos de los archivos y cuanta obra de arte lograron atrapar y
transportar, no sin antes prender fuego asimismo a los edificios públicos
y casonas de más valía, conventos, iglesias y ermitas en su totalidad. To-davía
permaneció la escuadra atacante anclada en la bahía en manifesta-ción
amenazadora y arrogante, pero al fin, considerando infructuoso otro
ataque, levó anclas tomando rumbo al sur de la isla en donde hizo agua-da
por la zona de Maspalomas, desapareciendo luego definitivamente de
los mares grancanarios.
Entre los cuantiosos daños sufridos por el virulento ataque del holan-dés,
se contó a los producidos en la hacienda y ermita de Salvago, com-pletamente
arrasadas, como una muestra más del asolador paso por Gran
Canaria de aquellos vandálicos corsarios holandeses, entonces enemigos
de España.
La ermita de Salvago que nos ocupa fue pues, «quemada por el Olan-dés
o lolandés)) dijeron por mucho tiempo las gentes del contorno; y aún
solían añadir en la información, que «el mismo individuo)) luego la re-construyó
a sus expensas, confundiendo fechas y personajes. Sin embar-go,
también se conoce un documento que desdice el aserto, informando
que en los primeros años del siglo xvn, como si no se hubiese enterado Ro-ma
del descalabro sufrido por el ataque pirático o, en otro caso, que la
destrucción del oratorio no hubiese sido total, porque el papa Inocencio
XII, con escrito fechado de 15 de julio del año de 1607 concedió indul-gencia
plenaria aplicable a las almas de los cofrades de la Cofradía de la
Asunción de la Virgen Mana Inmaculada, a los sacerdotes que participa-
Los Salvago y su ermita 2 13
ran en las misas en el pago de Tafira, «en una ermita de la Asunción)), du-rante
la octava del Día de Difuntos y los lunes de cada semana.
Por lo que se conoce, no hay más noticias de que la ermita de Salvago
estuviese abierta y dedicada al culto religioso para el público durante mu-chos
años, puesto que a la vista de la escasa documentación existente exa-minada
al respecto, hay un vacío casi absoluto en cuanto al oratorio y sus
circunstancias a lo largo de la mayor parte del siglo m. Tan solo, en al-guna
parte se informó escuetamente que desde el malhadado episodio del
mes de julio de 1599, la ermita, si es que de alguna manera por entonces
se reconstruyó, estuvo cerrada por más de cincuenta años consecutivos.
Entre tanto, es cuestión de proseguir con las noticias de la estirpe
Salvago.
La única forma posible, aparentemente, de introducir al continuador
del apellido de esta familia de origen genovés, es aceptando que sí hubo
un hijo bastardo del canónigo Antón salvago, reconocido posteriormente
como legítimo o no, nacido poco más o menos a mediados del siglo m,
en torno a 1554 o 1555, que se llamó Antonio de Salvago Arnao y Spíno-la,
que fue capitán de Artillería, Regidor Perpetuo de Canarias, en cuyo
cargo figuraba todavía en 1597, recomendado a Su Majestad por el Cabil-do,
etc., etc., que casó con su prima Simona de Algiroffo y Ossorio bauti-zada
en Las Palmas en 1577 y también descendiente de noble familia ge-novesa,
pues fueron sus padres el capitán Andrea Algiroffo natural de
Génova y Leonor Tmjillo Ossorio y que fue el primer Patrono de la capi-lla
de Nuestra Señora de los Remedios, con privilegio de asiento perma-nente,
sepulcro y losa con el escudo de armas que era: de oro un roe1 de
sable y dentro un león rampante de plata y tenantes dos salvajes. De todo
lo que se le otorgó escritura ante Juan García Cabeza en 31 de mayo de
1635. Simona, su mujer testó el 14 de enero de 1643. Tuvieron por hijos a
Juan Bautista que siguió el linaje, Antonio, Pedro nacido en 1605, Fran-cisca
nacida en 1607, Andrea nacido en 1608, Cristóbal y Agustina de Sal-vago
Ossorio. De ellos, Pedro fue presbítero; Antonio, también sacerdote,
que testó en el año 1654 ante Bautista Algirofo, e igualmente presbítero,
pasó a América y «murió en Indias de Su Majestad)); Agustina Salvago Al-giroffo
casó en 1638 con Diego Ortiz Ponce de León capitán del tercio de
Milicias de la ciudad y Regidor Perpetuo de Canaria, siendo ambos a su
vez los padres de Beatriz Ventura Ortiz Ponce de León y Salvago nacida
en 1647 que casó con el Sargento Mayor nacido en 1639 Juan Botello Ro-mero
y Tello, hermana de José, presbítero fallecido en 1684; de Diego, li-cenciado
y asimismo presbítero; de Antonio, Regidor Perpetuo de Cana-ria
y capitán de Milicias; de Miguel, sacerdote fallecido en Madrid
alrededor de 1674; de Isabel, fallecida célibe muy joven en 1677; de Ma-na,
casada con el Sargento Mayor Bernardino García del Castillo Cairas-
214 Carlos Platero Fernández
co y fallecida alrededor de 1725. Todos ellos apellidados Ortiz Ponce de
León y Salvago; y Francisca, que ya tan solo se apellidó Ortíz de Salvago,
a través de la cual únicamente continuó el apellido Salvago en Gran Ca-naria
puesto que casó con su primo hermano Benito Joaquín de Salvago
Imperial, «noble de Génova)) y Regidor Perpetuo de Canaria, sin descen-dencia.
Porque, Juan Bautista de Salvago Ossorio, Regidor Perpetuo de Cana-ria,
capitán de Infantería española y Alcaide del castillo principal de Nues-tra
Señora de La Luz o de Las Isletas, que de 1653 a 1657 fue Alcalde Re-al
de Telde, según informó el investigador Pedro Hernández Benítez, casó
con una hija del ingeniero Próspero de Casssola llamada Isabel de Casso-la
Imperial y tuvieron por hijos a Antonio de Salvago Imperial, clérigo
presbítero que llegó a ser confesor de la condesa de Galve, Virreina que
fue de México, electo racionero de Canarias en 1704, cargo al que renun-ció
y que falleció en Madrid en 171 8; a Jácome de Salvago que también
fue presbítero así como su hermano Cristóbal, emigrados ambos a Méxi-co
donde fallecieron; y al ya mencionado Benito Joaquín de Salvago Im-perial,
último varón de esta noble familia, Patricio que fue de Génova, ca-pitán
de Milicias y Regidor Perpetuo de Canaria, Decano de su Cabildo,
Alcaide del castillo principal de Nuestra Señora de La Luz, Patrono de la
capilla de los Salvagos, amparado en posesión de su antigua hidalguía y
nobleza notoria por la justicia de la isla en 25 de enero de 168 1, según se
informa en el «Nobiliario.. . )) de Francisco Fernández de Bethencourt. Es-te
prohombre canario, como más arriba se ha indicado estuvo casado con
su prima hermana Francisca Ortiz de Salvago, sin haber descendencia de
dicho matrimonio, falleciendo ella alrededor de 1727 y él el 2 1 de agosto
de 1734. Los restos mortales de ambos reposan en la capilla de Los Re-medios,
ahora denominada de San Antonio de Padua, en el convento-igle-sia
de San Francisco.
Pues bien; este Benito Joaquín Salvago, según se informa en el tomo
4, folio 1086 del Protocolo del Vínculo de Pedro Alvarado de Orellana, es
el que con fecha de 24 de septiembre del año 1691 obtiene del Provisor y
Vicario de la Diócesis de Canaria licencia para reedificar la ermita «que-mada
por el Olandésx y poder celebrar en ella el culto religioso debido; lo
que, según se desprende de la información, así se hizo. Es de notar aquí
que entre los ornamentos y mobiliario de la ermita se conserva actual-mente
un lienzo o pintura con el retrato de Benito Joaquín.
Y a partir de entonces, concretamente desde el año de 1692 fue cuan-do
ya se estuvo celebrando más o menos regularmente en el cortijo, anual
romería todos los 15 de agosto, en honor de la Virgen de la Asunción, co-nocida
por el contorno como la Virgen de Salvago, por disposición expre-sa
del citado Benito Joaquín Salvago, quien estableció «para siempre ja-
Los Salvago y su ermita 215
más» la fiesta indicada, con una manda pía. Lo que perduró al menos has-ta
el año 1848 en que la nueva parroquia de Tafira se hizo cargo de ella
por mucho tiempo. Hasta hace unos años, continuó la tradición de dicha
romería, de mutuo acuerdo párroco de Tafira Baja y Patronos de la ermi-ta.
Hoy en día, de una u otra forma se continúa con la tradición.
En el año de 1694, un 26 de julio se celebró la primera boda en la er-mita
de Nuestra Señora de la Asunción de Salvago, a la que hubieron de
seguir más matrimonios, bautizos y primeras comuniones ...
El 17 de junio de 17 13, aparece en documentos el capitán y Regidor
Benito Joaquín Salvago, en representación del Ayuntamiento, solicitan-do
ante la Audiencia que se hiciese «una nueva puente» sobre el Guini-guada.
El 30 de octubre de 1726, ante el escribano público Francisco de Men-doza
Guerra, el mismo Benito Joaquín Salvago hace escritura de venta de
parte de la heredad del cortijo, calculada entonces en unas veinticuatro y
medio fanegadas de tierras de labor y varias suertes de aguas, dijeron al-gunos
cronistas que a favor de su sobrino Pedro Gesquier Manrique de
Lara y Alvarado, hijo del Regidor Perpetuo de la isla Lorenzo Gesquier,
flamenco oriundo de Cambray y de su esposa Blanca Manrique de Lara;
lo que no es creíble pues estos personajes pertenecieran al siglo anterior.
En otros documentos más fiables se dice que el sobrino comprador fue el
teniente coronel de Milicias Pedro Manrique de Lara Tnutillo Ossorio de
Vergara Alvarado y Orellana, casado con Catalina de Bethencourt. Y que
fueron «unos terrenos que lindan con la ermita», según se especifica en la
referida escritura.
Como dato significativo a destacar entre las diversas condiciones es-tablecidas
en la citada venta, se disponía que una parte de la transacción
se abonara en dinero efectivo y el resto, que se especificaba, debería de in-vertirse
en los gastos que originasen las fiestas anuales en honor de la Vir-gen
de la Asunción y en la dotación de hasta diez misas rezadas que ne-cesariamente
deberían de oficiarse en la ermita y en las solemnidades de
la Circuncisión del Señor, Purificación de Nuestra Señora, Invención de la
Santa Cruz, San Juan Bautista, San Pedro y San Pablo, San Lorenzo, Na-talidad
de Nuestra Señora, Inmaculada Concepción y San Esteban. Y, con
estas condiciones, cedía al comprador y sus descendientes el Patronazgo
de la ermita de Salvago, por él establecido en años anteriores.
Otro documento muy importante para saber de los avatares de la er-mita
de Salvago y su entorno es el testamento del indicado Benito Joaquín
Salvago Imperial, hecho el 15 de octubre de 1729 y protocolado el 26 de
agosto de 1734 ante el notario de número Antonio Miguel.
Este último representante notorio de la estirpe genovesa de los Salva-go,
al igual que su esposa lo había sido antes, fue enterrado el 22 de agos-
216 Carlos Platero Fernández
to de 1734 en la iglesia conventual de San Francisco de Las Palmas, como
ya se ha dicho.
El resto de la finca segregada, que apenas constaría de una fanegada
pero en la que se comprendían precisamente la ermita y las viviendas y
cuadras de la hacienda, en el mes de abril de 1735 y ante el escribano Lo-renzo
Rodríguez Gómez, el ilustre Alférez Mayor e insigne historiador de
Canarias Pedro Agustín del Castillo, y, siendo el albacea testamentario y
heredero del susodicho Benito Joaquín fallecido sin descendencia según
más arriba se indicó, se lo vendió al mismo Pedro Manrique de Lara, Al-varado
y Orellana. Por lo que toda la finca, nuevamente reunida, pasó a
ser posesión del tal individuo de la Casa Mayor de los Manrique de Lara
en Gran Canaria.
A partir de esta fecha el apellido Salvago fue diluyéndose con entron-ques
genealógicos diferentes hasta desaparecer completamente de Gran
Canaria al paso del tiempo, permaneciendo evocado su recuerdo con el to-pónimo
del que fuera epónimo.
En el Libro de las Constituciones y nuevas adicciones sinodales del
Obispado de Canarias hechas por el obispo Pedro Manuel Dávila y Cár-denas,
editado en el año 1737, hablando de Gran Canaria se dice: «Asi-mismo
hay otras tres ermitas en sus campos, la de la Asunción de Tafira,
la de La Concepción en La Calzada y la de San Francisco de Paula en el
Monte Lentiscaln.