ART~CULOS DE TEMA
FILOL~GICO
LA EPÍSTOLA POÉTICA EN EL RENACIMIENTO:
DIEGO HURTADO DE MENDOZA, UN EJEMPLO
RESUMEN
VICTORIA GALV ÁN GONZÁLEZ
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Facultad de Filología
Departamento de Filología Española, Clásica y Árabe
El trabajo analiza un género particular de las letras renacentistas, la
epístola poética. A partir de consideraciones generales, se comenta de forma
detallada el texto de Mendoza. El análisis tiene en cuenta la relación
intertextual entre el autor y la epístola VI de Horacio. Otro aspecto es la
relación con Séneca. Aparte se comenta la presencia de elementos de la
cosmovisión renacentista.
1. LA EPÍSTOLA POÉTICA
"La recuperación de elementos pretéritos perdidos, extraviados u olvidados
- 'reaching out into the past', según René Wellek- es sin duda la caracteóstica de
la historia de la literatura occidental." 1
Estas palabras d~ Claudio Guillén subrayan la concepción de la historia de la
literatura como una superposición de continuidades y discontinuidades, como un
continuo trasvase de estructuras interhistóricas.
Asistimos a relaciones incesantes de analogías, variaciones, recuperaciones,
intermitencias y contraposiciones.
En un texto literario se revelan filiaciones culturales, herencia voluntaria que el
escritor asume en un diálogo con el pasado. El texto nunca se presenta aislado, ni
1 C. GUILLÉN. "De la interhistoricidad", Teorías de la historia literaria, l.a ed., Espasa Calpe.
Madrid. 1989. p. 289.
Boletín Millares CarIo, núm. 14. Centro Asociado UNED. Las Palmas de Gran Canaria, 1995.
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el análisis ha de emprenderse considerándolo como entidad autosuficiente. Es el
caso de nuestra epístola.
El Renacimiento nos ofrece un claro ejemplo de recuperación de un legado cul-tural.
El arte emprende la reescritura del pasado de forma consciente. Imprescindi-ble
es en esta reelaboración el concepto de imitación en las poéticas renacentistas.
El creador parte de unos modelos preexistentes.
En el redescubrimiento del pasado grecolatino, nos encontramos con una figu-ra
señera en el campo de la literatura, Horacio. Rescatado por Petrarca, su presen-cia
es inexcusable en el Renacimiento, en oposición a su escasa proyección en las
letras medievales. Es un poeta, en palabras de Menéndez Pelayo 2, en cierto senti-do
moderno.
Entre las diversas formas líricas cultivadas por el poeta de Venusa, la epístola
ocupa una posición privilegiada en las expectativas renacentistas. Asimismo, su
sencilla filosofía, que conecta con la línea senequista de honda raigambre en este
período.
El género epistolar fue profusamente cultivado en la primera mitad del si-glo
XVI. Claudio Guillén recuerda siete variaciones en la epistolografía de la épo-ca:
la carta latina; la carta en prosa en lengua vernácula; la epístola en versos lati-nos;
la epístola poética en lengua vulgar; la tradición de la teoría de la carta; los
manuales de correspondencia o de "cartas mensajeras" y, finalmente, las cartas
intercaladas en diferentes géneros literarios.
Es evidente la consagración del género, tanto en prosa como en verso. Al res-pecto
Antonio Prieto afirma que "el resultado es que la epístola, casi como el diá-logo,
se constituye en un sistema de comunicación literaria ampliamente cultivado
en la cronología renacentista,( ...)"4. Piénsese en las epístolas de Luisa Sigea o de
Antonio de Torquemada.
La epístola horaciana, núcleo de estas páginas, se inserta en el marco de la epís-tola
poética en lengua vulgar. Las fronteras de la misma son imprecisas. Constitu-ye
un tipo de poesía próximo al ensayo en prosa.
Por otra parte, no se incluye ni en la épica ni en la lírica. Sin olvidar su inser-ción
en la órbita del diálogo, otro género preferente en la cultura renacentista. El
emisor de la carta conversa con el amigo ausente; se pone de manifiesto, por tanto,
la dificultad para delimitar sus contornos. La no concepción del género como enti-dad
formal aislada y el incesante entrecruzamiento entre géneros explicarían esta
inconcreción.
El género se conforma en la primera mitad del siglo. El primero en introducir-lo
fue Garcilaso en 1534. Le siguen Boscán y Diego Hurtado de Mendoza en 1540.
Las tres epístolas marcan las pautas fundacionales.
M. MENÉNDEPZE LAYOH. oracio en España, 1." ed., Imprenta de A. Pérez Dubmll, Madrid,
1885, vol. 11, p. 8.
C. GUILLÉNO.p . cit., pp. 294-296.
A. PRIETOL.a prosa española del siglo xvr, 1 ." ed., Cátedra, Madrid, 1986, vol. 1, p. 72.
Centrándonos en el texto, el conocimiento por parte de Hurtado de Mendoza de
los metros italianos le insta a escribir a su amigo Boscán una epístola en tercetos
encadenados. Elección que lo distancia de Garcilaso, quien prefirió los versos suel-tos
para su texto. Esta forma métrica se había erigido en cauce formal idóneo para
la poesía didáctica y disertativa desde Dante. Es el metro apropiado para el tono
grave de la epístola.
La composición se inicia con una evidente relación de intertextualidad con la
epístola horaciana "Ni1 admirari prope res est una, Numici", donde se expresa la
futilidad de la turbación ante los avatares de la existencia. Nada debe alterarnos, lo
esencial es la imperturbabilidad y la serenidad para alcanzar la felicidad. El texto
horaciano reza: "No perturbarse por nada Numicio, es la única cosa que puede
hacemos y mantenemos felices" 5. Y en Mendoza leemos:
El no maravillarse hombre de nada
me parece, Boscán, ser una cosa
que basta a darnos vida descansada
Estos versos reflejan la intencionalidad del autor de ceñirse al modelo horacia-no.
Especificidad que explica la construcción del texto. Pues, el contenido, así
como el tono y el lenguaje obedecen a la producción horaciana.
Asimismo, se evidencia en las coordenadas ideológicas la huella de Séneca,
otro autor latino presente en las letras renacentistas.
La mención del destinatario de la carta, Boscán, en el segundo verso nos
evoca la importancia del tema de la amistad, con conexiones en el mundo clási-co.
Es, por otra parte, característica singularizadora del género, como constata
Elías Rivers 7.
La epístola se presenta como una reflexión sobre el existir y la búsqueda del
equilibrio, tal y como procede Horacio en la citada epístola. Este hilo conductor
aparece entreverado por topoi e imágenes de la cosmovisión renacentista, como
comprobaremos en las presentes páginas.
En la segunda estrofa nos encontramos con la recreación del famoso tópico
"tempus fugit": "Este tiempo que huye por momentos" Fugacidad que hacía pro-nunciar
a Horacio:
HORACIO. Obras completas, ed. de A. Cuatrecasas, 1." ed., Planeta, Barcelona, 1986, p. 277,
VV. 1-2.
D. HURTAWD E MENDOZAO.b ras poéticas de Juan Boscán, ed. de Martín de Riquer, A. Comas,
J. Molas, 1." ed., Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Barcelona, Barcelona, 1957, p. 342,
VV. 1-3. ' E. RIVERS". The Horatian Epistle and its introduction into Spanish Literature", Hispanic
Review, XXII, 3, 1954, pp. 175-194.
D. HURTADDOE MENDOZAO.p . cit., p. 342, v. 5.
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¡Ay, Póstumo, Póstumo!
Los años transcurren fugaces
y la piedad no ofrece dilación a las
arrugas y a la inminente vejez
ni a la implacable muerte.
Y a Séneca en sus epístolas a Lucilio:
Por lo tanto
querido Lucilio,
haz lo que me
dices que estás haciendo: acapara todas
las horas. Así sucederá que estés menos
pendiente del mañana, si te has aplicado
al día de hoy.
Mientras aplazamos las decisiones, la
vida transcurre. 'O
Los ejemplos de la ascendencia y perduración del tópico podrían multiplicarse,
es lo que Claudio Guillén llama temas de larga duración, que llegan a automatizar-se,
sin modificar su sentido con el transcurso del tiempo.
La epístola sigue en gran parte la estmcturación del pensamiento del poeta lati-no.
La diferencia esencial es la condensación del texto de Horacio frente al de
Mendoza, el cual recurre a la amplificación. Así, comprobamos como en el prime-ro
se suceden con rapidez las alusiones a los que observan los fenómenos naturales
sin inmutarse, la interrogación sobre los bienes de la tierra y de qué manera inter-pretarlos,
que ocupa sólo diez versos.
Por el contrario, en Mendoza se desarrolla en los ocho primeros tercetos. La
morosidad de su discurso se aviene con el tono grave y sentencioso que impregna
SUS versos.
Por otra parte, se detiene en la recreación de un tópico renacentista:
¿Qué dices del
que por subir
padece1
la ira del sobervio cortesano
y el desdén del privado cuando
crece? I 1
Es el menosprecio de la corte, y la alabanza de la aldea que pospone para ver-sos
ulteriores. Tema repetido e identificado con la cultura renacentista, convertido
en signo de las aspiraciones cortesanas.
p~
HORACOIOp.. cit., p. 61, VV. 1-5.
lo SÉNECA. Epístolas morales a Lucilio, 1 ." ed., Gredos, Madrid, 1986, vol. 1, p. 96.
l ' D. HURTADODE MENDOZAO. p. cit., p. 342, VV. 13-15 .
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Por tanto, nos interesa el topos, utilizando las palabras de Claudio Guillén:
"no como realidad textual, banal y socomda, sino como signo: es decir, como reco-nocimiento
de un conjunto cultural, de una longue durée, con la que el escritor enla-za
activamente y se declara solidario." l2
Se evidencia, asimismo, la veta satírica, acentuada en los versos restantes de la
epístola, como cuando rechaza la avaricia y la acumulación de riquezas. La sátira
es inherente a la epístola horaciana. Esta condición será remarcada por un precep-tista
como Cascales 13. La polaridad epístola- sátira es permanente, como constata-mos
en los versos de Garcilaso cuando rememora en su carta a Boscán el camino
de Francia y sus posadas, no ciertamente con alegría.
Por otra parte, las referencias al "sobervio cortesano" y al "privado" se insertan
en el marco de la cultura renacentista.
Tras las interrogaciones, se pregunta, con escepticismo, cómo entender "las
cosas altas y a las que son menos" 14, a la par que Horacio dirá: "¿De qué manera y
con qué sentimientos y talante crees que debe mirarse todo eso?"5. En la misma
idea, en los versos siguientes aflora la terrible duda acerca del sentido del vivir.
Considera que tanto esta tierra como la otra nos esconde sus secretos, creando la
confusión. Un cierto pesimismo aflora en estos versos, anunciando el desengaño.
A continuación, entre los VV. 25-39, el motivo medular lo constituye la imper-fección
de los actos humanos, en relación al miedo y al dolor que sufren los que
temen y desean bienes materiales. En ambos autores el contenido es similar. Así en
Mendoza leemos:
El que teme y dessea están sugetos
a una misma mudanca, a un sentimiento:
d'entrambos son los actos
imperfetos. l6
Y en Horacio:
El que teme lo contrario de esos bienes se conturba casi/
del mismo modo que el que los desea. El miedo angustia al/
uno y al otro. La posibilidad de algún imprevisto aterra a/
ambos por igual.(...). l7
l 2 C. GUILLÉNE.n tre lo uno y lo diverso, 1." ed., Critica, Barcelona, 1985, p. 276.
l 3 A. GARC~BAE RRIOIn. troducción a la poética clasicista, 1 ." ed., Taurus, Madrid, 1988, p. 333.
l4 D. HURTADDOE MENDOZAO.p . cit., p. 342, V . 20.
l5 HORACIOO.p . cit., p. 277, VV. 7-9.
l 6 D. HURTADDOE MENDOZAO.p . cit., p. 343, VV. 25-27.
l7 HORACIOO.p . cit., p. 277, VV. 10- 13.
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En ambos autores la similitud de contenido es obvia. La variación se encuentra
en la mayor cobertura hacia la ambigüedad en Mendoza, por una intensificación de
la abstracción. Rasgo este último, por otra parte, caracteristico de las epístolas
morales. En la escritura se tiende a la utilización de sustantivos indefinidos y partí-culas
indeterminadas. Se generaliza y concreta, en ese orden, pero sin particulari-zar.
Pues al igual que el escritor satírico, se han de corregir en abstracto los vicios
y las conductas contraproducentes.
Sigue la referencia a la virtud, donde es manifiesta de nuevo la reproducción de
ideas horacianas. La práctica hipertextual dominante es la imitación seria, pues el
modelo prescribe el perfil del texto resultante. El ejercicio mimético se concreta en
el plano temático. La transformación se aprecia en el nivel formal y en la introduc-ción
de topica renacentistas. ~ e n d o i rae aliza una operación de extensión al inser-tar
elementos ausentes del texto horaciano.
La mención del destinatario sirve para cambiar el giro de la epístola y dar entra-da
al tema de la Naturaleza y sus maravillas, siguiendo también en ello a Horacio:
Ve pues; contempla la plata y los
mármoles antiguos, los bronces y las
obras de arte; admira los/
colores tinos y las piedras
preciosas; l8
Es, por otra parte, remedo del tópico de la Naturaleza productora y generadora
de la belleza:
Admírate, Boscán, de la riqueza,
del rubio bronze, de la blanca piedra,
entallados con fuerca y sotileza. l9
En esta parte del texto logra Mendoza una intensificación del referente, frente
a la sobriedad horaciana, por el recurso al epíteto, en la línea garcilasista. Se mani-fiesta
esto en el empleo de adjetivos de color brillante y luminoso: rosado, verde,
transparente, roxo, claro, rubio, blanca.
En este pasaje, concretamente en los VV. 61-66, advertimos la amalgama del
pensamiento estoico y epicúreo, presente en Horacio. Al respecto Karl Alfred Blü-her
afirma:
"Ahora bien, es cosa sabida que más que nadie Horacio celebra en algunas de
sus Epístolas y Odas un estilo de vida que revela ciertos toques estoicos al lado de
elementos epicúreos." 20
'qdem. VV. 19-21.
l9 D.H URTADODE MENDOZOAp.. cit., p. 343, VV. 46- 48.
K. A. BLUHERS.é neca en España, l.'ed., Gredos, Madrid, 1983, p. 299.
"En Mendoza, como en Horacio, la tranquilidad del alma está descrita con ras-gos
tanto estoicos como epicúreos y se completa con el pensamiento de la 'aurea
mediocritas"' 21.
Por tanto, se propugna el goce de la belleza física, pero con cierta medida y
contención.
Se suceden tres estrofas en las que el autor refiere la complicidad escritor-lec-tor.
Resalta el poder manipulador y sugerente de la palabra, así como la conciencia
de la existencia del lector: "admírente mil hombres que scuchandol tu canto
stán ..." 22
En el marco moralizante de la epístola Mendoza introduce la censura de la
acumulación de riquezas y de dinero. La mentalidad estoica subyace en estos ver-sos,
relacionándose con las palabras de Séneca a Lucilio en su defensa de la
pobreza:
"Si quieres consagrarte a tu alma, es necesario que seas o pobre o semejante al
pobre. Este empeño no puede resultar provechoso sin la práctica de la frugalidad;
mas la frugalidad es una pobreza voluntaria" 23.
En Mendoza y en Séneca la riqueza no garantiza una vida feliz. Pero en Men-doza
el sentido es más bien el de la igualdad ante la muerte.
El contenido moral de la epístola se proyecta en una alternada sucesión de inte-rrogaciones
y frases cadenciosas. Se repiten, además, los momentos climáticos y
anticlimáticos.
Propone, pues, Mendoza en estos versos un modelo de vida frugal y sencillo,
inspirado en Horacio, como comprobamos a continuación:
La preocupación y el afán de mayores riquezas
sigue al dinero a medida que aumenta;
con razón, Mecenas, gloria de los caballeros,
tuve horror
de alzar una cabeza que atrajese las miradas.
Cuantas más cosas se ha negado uno a sí mismo
tantas más vendrán de parte de los dioses:
desnudo, busco el campo de los que nada desean
y, tránsfuga de los ricos, ardo en deseos
de abandonar su territorio." 24
Otro poeta horaciano del siglo XVI, Francisco de Medrano, dirá:
2' Idem, p. 302.
22 D. HURTADDOE M ENDOZOAp.. cit., p. 344, VV. 70-71.
23 SÉNECAO.p . cit., p. 164.
24 HORACIOOp.. cit., p. 93, VV. 17-25.
VICTORIA GALVÁN GONZÁLEZ
Si con poco nos basta, ¿por qué Argío,
por qué no -y animoso yo, y prudente-mi
breve censo estimaré igualmente
que de América el ancho señorío? 25.
Progresivamente los versos adquieren un matiz grave, especialmente a partir
del v. 88. Expone que los cuidados concedidos al cuerpo también son importantes.
En el centro de sus atenciones encontramos la lucha por el sosiego tanto físico
como moral. Esta preocupación la hallamos a su vez en Séneca, quien aconseja a
Lucilio:
"Así, pues, cultiva principalmente esta salud, y en segundo lugar la del cuerpo,
que no te costará gran esfuerzo si deseas encontrarte bien." 26
El instrumento imprescindible para aprehender los objetivos propuestos es la
virtud, palabra clave. El recurso aquí utilizado es la personificación (VV9. 4- 102)
con lo que la admonición resulta más efectiva. La virtud se transmuta en soldado,
que no teme enfrentarse a las batallas más peligrosas. Las metáforas empleadas
se inscriben en el marco bélico: "saetas venenosas" (v. 95); "batallas peligrosas"
(v. 97).
Advertimos en estos versos la apología de un ideal humano. Su caracterización
es pergeñada con enumeración de aquellos elementos censurables, como la rique-za,
grandeza, pericia militar o ambición de poder. Versos en los que nuevamente
resuenan los ecos de Séneca, en su exhortación a Lucilio por la senda de la pobre-za
y la humildad.
Con una evidente función contrastiva, incorpora a continuación versos expo-nentes
del ideal enunciado. Esto es, aceptación de su suerte, satisfacción con sus
limitaciones. No ansía bienes ni poderes. Su dicha consiste en vivir medianamente
y de forma razonable.
El pensamieLo horaciano vuelve a estar presente en estos versos, aunque ya en
esta parte se distancie de la epístola VI. Compruébese en los siguientes versos de
ambos:
En qualquier medio bive satisfecho,
procura de ordenar ( en quanto puede),
que entodo la razón venca al provecho 27
El que prefiere un feliz término medio
ni, prudente, tiene la sordidez de un techo miserable
ni, más austero, posee una mansión envidiable
2' F. DE MEDRANOPo. esía, 1 ." ed., Cátedra, Madrid, 1988, p. 25 1, VV. 1-4.
2h SÉNECAO. p. cit., p. 155.
27 D. HURTADDOE MENDOZAO. p. cit., p. 346, VV. 127-12 9.
28 HORACIOO. p. cit., p. 56, VV. 4-6.
La máxima, compendio de esta filosofía, puede concretarse en el v. 127; que
nos evoca los futuros versos de Fernández de Andrada:
Una mediana vida yo posea,
un estilo común y moderado
que no lo note nadie que le vea 29.
Triste de aquel que vive destinado
a esa antigua colonia de los vicios,
augur de los semblantes del privado 30.
La exposición de su pensamiento ocupa estratégicamente el centro de la epís-tola;
que por otra parte, resulta de una extensión considerable, doce estrofas en
total. Explica con detalle su ideal de conducta humana, que se resume en una vida
ecuánime sin sobresaltos.
Necesario es traer a colación las palabras de Séneca en sus epístolas:
"Es propio de un alma grande menospreciar lo grandioso y preferir la modera-ción
a la desmesura." 3'
Séneca propone a Lucilio una vida plegada hacia el interior y regida por los
designios de la razón. Por ello, defiende en todo momento el término medio, el
equilibrio, el rechazo de los extremos, que extiende incluso al estilo literario.
La epístola se transfigura en discurso expresivo del yo poético a partir del
v. 160. Hasta aquí la voz del enunciado poético había sido la segunda o tercera per-sona,
propio de un texto de carácter moral. Pero la emoción parece sobrecoger al
sujeto lírico. ,
La proyección de sus anhelos y deseos más íntimos emerge en esta parte. La
introspección cede a la exposición. Recurre para ello a formas verbales más acor-des,
como el imperfecto de subjuntivo y la forma condicional.
Son evidentes las referencias autobiográficas, aunque insertas en el lugar
común del hombre de ciudad que ansía el descanso y el apartamiento: "libre de las
mareas del goviernol y de la loca esperanca desabrida" 32.
En las estrofas sucesivas (-VV. 195) notamos la evocación de la alabanza del
campo, de la vida sencilla y rústica. Parece remedar el "Beatus ille": "Ardería mi
fuego en el invierno,/ contino y claro, y el manjar sería1 más rústico, pero más dul-ce
y tierno" 33. La recurrencia del asunto en Boscán es significativa de la comuni-dad
intelectual entre los poetas renacentistas:
2y D. ALONSOL. a "Epístola moral a Fabio ", de Andrés Fernández de Andrada, Gredos, Madrid,
1978, p. 21, VV. 172-174.
30 Idem., p. 17, VV5. 2-54.
31 SÉNECAO. p. cit., p. 250. '*D . HURTADDOE M~NDOZOAp. . cit., p. 347, V V . 1 70- 17 1.
33 Idem., p. 348, VV. 172-174.
VICTORIA GALVÁN GONZÁLEZ
Veremos al entrar la mesa puesta,
y todo con concierto aparejado,
como es uso de casa bien compuesta 34.
La vida rústica se reduce a unas notas bien simples: manjares sencillos, ocupa-ciones
propias de un campesino (cuidado del ganado y cultivo de la tierra), el vino
y la conversación con los labradores. Constatamos, pues, la aceptación del poeta de
los imperativos de los tópicos vigentes. Con ello, lleva a cabo una creación litera-ria
correcta, según marcan los cánones.
Recreaciones literarias del mismo motivo se perciben en otros creadores del
Renacimiento, como es el caso de Antonio de Guevara:
"iOh felice vida del aldeano, el cual no se levanta con cuidado de madrugar al
consejo, de ir a las diez a palacio, de contentar al portero, de acompañar al presi-dente,
de aguardar al privado, de estar al comer del rey (...). En lugar destos cuida-dos,
tiene el aldeano otros pasatiempos, es a saber: oir balar las ovejas, mugir las
vacas, cantar los pájaros ..." 35
Es e1 ocio de1 virtuoso que prefiere el retiro en un espacio campestre, utópico,
frente al bullicio de la corte. Desde el humanismo italiano se convierte en anhelo
del sabio para así dedicarse a las tareas creativas. Numerosos creadores de la lite-ratura
áurea reflejan la tensión corte-aldea. El lugar apartado se erige en símbolo de
una utopía; espacio utópico donde el cortesano cifra todas sus esperanzas de paz
interior y donde todos los sueños son alcanzables.
Por otra parte, revela en la epístola otra aspiración netamente cortesana como
es el intento de ascender literariamente la rica tradición popular, con una función
animadora. Tal intención se trasluce en su atención a los labradores, a "sus cuen-tos,
SUS donayres, sus sentencias" 36. Al respecto Antonio Prieto declara que
"con las facecias y dichos se descargaba la tensión de los estudios y pensamien-tos
graves'' 37.
La producción literaria de Mendoza es fiel reflejo de la variedad con una fun-ción
animadora. Así encontramos composiciones amorosas al estilo petrarquista o
poemas como la epístola "A una dama vieja" o la "Elegía a la pulga".
La emoción lírica irrumpe en el texto en los VV. 2 1 1-243, provocando una rup-tura
con el tono disertativo y exhortativo de los versos precedentes. La destinataria
de su cancionero amoroso, Marfira, se convierte en el núcleo de esta parte de la
epístola.
Reproduce los rasgos esenciales de todo cancionero de corte petrarquista. Esto
34 E. RIVERSP.o esía lírica del Siglo de Oro, l."e d., Cátedra, Madrid, 1984, p. 45, VV. 313-315.
35 A. DE GUEVARMAe.n osprecio de corte y alabanza de aldea. Arte de marear, l." ed., Cátedra,
Madrid, 1984, p. 178.
36 D. HURTAWDE MENDOZOAp.. cit., p. 348, v. 193.
" A. PRIETOO.p . cit.
LA EP~STOLA POÉTICA EN EL RENACIMIENTO 213
es, un amante desdeñado y sumiso; una amada cruel e impasible a los ruegos del
sincero amante; hermosura de la dama; juramentos de amor incondicional y evi-dente
cautiverio por parte del amante.
El poeta entabla un diálogo con la amada ausente, presente por obra de la pala-bra
poética. Lo corroboran sus declaraciones:
iO si -lo que mi alma no adevina-la
que aora me persigue y de mí huye,
y en quererme dafiar es tan contina,
con aquella passion que me destruye
tomada en compassión, y su cruel yra
en mansedumbre, que ella más rehuye,
se hallase presente! iO tú, Marfira,( ...) 38
Los versos se tiñen de un tono lacrimoso y angustiado plasmado en ruegos y
desideraciones. De ahí, la profusión del signo de exclamación, así como los con-trasentidos.
Otro tópico de considerable difusión en esta época es el "locus amoenus",
recreado en los VV. 229-240. El paraje ideal, propio para el reposo, se resume en
Mendoza en: el sabroso olor de la campaña, las flores nuevas y suaves, el dulce
canto de las aves, la verde arboleda, las limpias aguas y las frutas al alcance de la
mano. La naturaleza convencionalizada representa el ideal de perfección, presente
en la literatura renacentista; ideal que en Mendoza se une al deseo amoroso.
Retoma en el v. 241 la invocación a Mafira con una clara función de cierre a
este apartado amatorio. Reanuda la plática con el amigo. Concreta aquí sus aspira-ciones
de medianía, que en Mendoza se materializan en un espacio adecuado, es
decir, la aldea o el lugar ameno, y además la compañía de los buenos amigos y de
la amada.
Muestra, también, su rechazo a las vanidades y ambiciones del mundo, en con-sonancia
con Horacio en sus escritos y en la línea de Séneca, quien aconseja el reti-ro
y la soledad para alcanzar la sabiduria y la paz interior.
Cierra la epístola con los obligados versos conclusivos, que resumen el conte-nido
de la obra:
Yo, Boscán, no procuro otro tesoro
sino poder vivir medianamente,
ni escondo otra riqueza ni otra adoro 39.
La epístola ofrece en conjunto una estructura constituida con yuxtaposiciones
de fragmentos reflexivos, desiderativos, así como la sección amatoria. Se eviden-cia,
por otra parte, el recurso a motivos horacianos, más acentuados al comienzo
del texto que al final.
38 D. HURTADDEO M ENDOZOAp.. cit., p. 349, VV. 21 1-217.
39 Idem, p. 351, VV2.6 9-270.
2 14 VICTORIA GALVÁN GONZÁLEZ
En cuanto al estilo encontramos en Mendoza una expresión sobria sin alambi-camiento~
n i malabarismos formales. En esto se aproxima a Horacio y a Séneca.
Este último en sus mencionadas epístolas recomienda: "Como mi conversación, si
juntos estuviéramos sentados o caminando, resultaría sencilla y ágil, tales quiero
que sean mis epístolas en las que nada hay de rebuscado o falso"40.
La novedad del texto, ya que en el contenido responde a la tradición clásica, en
su mayor parte, reside en el molde en que vierte Mendoza sus razonamientos, es
decir, en un metro y una estrofa importados de la cultura italiana, como es carac-terístico
de esta primera mitad del siglo xvr.
Por otra parte, la relación con Garcilaso se evidencia en la escritura de la epís-tola.
Concretamente en la preferencia por cierto léxico y determinadas figuras retó-ricas.
Asimismo, en el tratamiento del tema amoroso, que se aproxima a las com-posiciones
dedicadas a Isabel Freyre.
40 SÉNECA. Op. cit., pp. 440-441.