El único objetivo de este trabajo es situar en su contexto la obra y el
discurso de los historiadores españoles exiliados en Hispanoamérica tras la
guerra del 36, haciendo mención expresa de D. Agustín Millares Carlo, historiador
de base, como acertadamente lo ha calificado el profesor Béthencourt Massieu,
y referencia obligada en este Congreso.
La Guerra Civil española va a provocar la emigración forzada de numerosos
intelectuales, y no sólo la de aquellos que, abiertamente, se declararon simpati-zantes
del régimen o los ideales republicanos. También se exiliaron -por razones
obvias- aquellos profesionales que, a lo largo de su trayectoria investigadora y
docente en las universidades españolas, habían dado sobradas muestras de su
talante progresista y liberal.
Entre éstos destacan los que, antes de la Guerra, habían cultivado con
mayor o menor fortuna las letras y que, en su mayoría se repartieron por
Hispanoamérica. Y allí los localizamos después de 1936, trabajando y fecundando
con su labor la historia de sus países de adopción.
Aunque los encontramos por toda la geografía americana, México fue el
destino preferido de la emigración republicana.
Algunos de estos emigrantes fijaron prontamente su residencia definitiva en
un país concreto, en el que pasaron sus últimos años. Otros protagonizaron un
agotador y, a veces doloroso periplo que los llevó de un estado a otro. Este es el
caso más común entre los profesores universitarios. Sin ir más lejos, se podría
citar el caso de don Agustín Millares que, antes de recalar definitivamente en su
Gran Canaria natal, vivió en Méjico desde donde pasó a Venezuela'.
La nómina de historiadores exiliados es muy amplia,y abarca desde figuras
' Para profundizar en la trayectoria vital, humana y académica de D. Agustín Millares Carlo.
véase: J. A. Moreiro González (1989).
señeras como Américo Castro2, Claudio Sánchez Albornoz3 y su hijo Nicolás
Sánchez Albornoz" Pedro Bosch Gimperas, Agustín Millares Carlo, José Ignacio
Mantecón?.. a modestos profesores y catedráticos de Instituto. Sin embargo, no
todos pudieron dedicarse al desarrollo de los estudios históricos o a la docencia.
Algunos se vieron obligados a dar nueva orientación a sus vidas. Y de esta
forma encontramos historiadores en los campos más diversos: política, literatura,
periodismo, negocios, etc.
Los historiadores exiliados en Hispanoamérica cultivaron asímismo la pa-leografía,
la archivística, la bibliografía y la biblioteconomía, la diplomática,
etc. Tradujeron obras en lengua extranjera (alemán, inglés...), muchas de ellas
fundamentales, para su posterior publicación en el Fondo de Cultura Económica
(F.C.E.), en su sección de Historia, dirigida desde 1939 conjuntamente por
Agustín Millares y Silvio Zavala.
Editaron revistas como la mexicana Cuadernos Americanos, en cuya dirección
figuró Bosch Gimpera y los Cuadernos de Historia de España, fundados en 1944
por D. Claudio Sánchez Albornoz, responsable de la creación del Instituto de
Historia de España en Buenos Aires. Y, además, se dedicaron al estudio de la
historia de distintas materias como la medicina, la música, el derecho, etc.
También merecen ser citadas las aportaciones realizadas por personas no
especializadas en la disciplina histórica. Tal es el caso del albañil extremeño
Luis Romero Solano, autodidacta, que escribió varias obras históricas, o del
general Vicente Rojo, que realizó obras de carácter histórico sobre la Guerra
Civil española.
En líneas generales, en la obra de los exiliados españoles predominó el
estudio de la época colonial española y del período de la Independencia, sobre
la investigación de la historia contemporánea de los países hispanoamericanos.
Este hecho se vio favorecido por la necesidad que tenían los exiliados de
asimilarse prontamente, de hacerse un lugar en la sociedad criolla, lo que hacía
que evitaran entrar en disquisiciones políticas que podrían poner en peligro la
cálida acogida que se les había dispensado en Hispanoamérica. Hubo excepciones,
Al que citaremos aquí, a pesar de haber pasado su exilio en USA (Universidad de Princeton),
por la enorme influencia de su obra en todo el mundo hispano.
Destacado medievalista autor de En torno u los on'genes del Feudulisrno (1942). Al producirse el
levantamiento emigró a Burdeos, en cuya universidad consiguió una cátedra. Posteriormente se exilió
a Argentina (1940) y entre 1959 y 1970 fue presidente del gobierno de la República en el exilio.
Exiliado en Buenos Aires (1947). Fue profesor de la universidad del Litoral, donde dirigió el
Instituto de Investigaciones históricas y su Anuario, siendo además editor de la revista Dewrrollo
Económico.
Afamado arqueólogo y prehistoriador catalán. Tras su exilio en 1939, dcxiripeñG desde 1911
cátedras en las universidades de México y Guatemala, En 10s úliimos etapa de su vida se sintió
atraído por la prehistoria americana, siendo autor de El poblu~nirntoc nrtipu) y ki fifi,rniirc~i(jdni , los
pueblos de Espuria (1945).
Al que, en rigor, no se podría considerar historiador ya que su trabajo be debenvolvió cn el
campo de-la investkación bibliográfica.
HISTORIADORES ESPANOLES EXILIADOS EN AMÉRICA 34 1
por supuesto. Y, como ejemplo de obra comprometida con la realidad de su
tiempo, tenemos la tesis realizada por Jesús de Galíndez sobre úi era de Tmjillo
(1957), cuya publicación provocó la "desaparición" de su autor a manos de
sicarios del dictador de la República Dominicana.
EL SENTIDO DE LA HISPANIDAD EN LOS HISTORIADORES
ESPANOLES EXILIADOS
Los historiadores exiliados en Hispanamérica intentaron elaborar un discurso
sobre el significado de la Hispanidad alternativo al del bando nacional. Aunque,
en teoría pretendían superar los tópicos al uso, en la práctica incidían sobre la
dialéctica de las dos Españas: la España roja, liberal y progresista,de la que
salieron y la España negra de la reacción y la represión, representada por el
Régimen Franquista.
Con la llegada de los intelectuales españoles, se estableció una interrelación
activa, entre el pensamiento de España y América, segunda etapa de un movi-miento
de acercamiento mutuo que se inició en 1898.
En España, el movimiento novecentista surgió como reacción antinorteame-ricana
tras la guerra con los Estados Unidos lo que motivó un acercamiento a la
realidad hispanoamericana.
Por su parte, en América por estas fechas se produjo también un movimiento
de reacción contra los Estados Unidos por la cuestión de Panamá (1903).
La definición de la esencia de lo español y una interpretación de su destino
histórico es común a los exiliados y a la generación del 98. La diferencia estriba
en la forma de lograrlo, pues mientras los del 98 lo realizaban desde "la
metafísica o la ontologia de lo español", los exiliados, se basaron en una disciplina
con criterio y metodología científica, como puede ser la historia.
Esta meditación sobre España, se completa con otra sobre América, producto
de ese "segundo descubrimiento de América" que se produce en 1939.
Los exiliados, desde el primer momento, se sintieron ganados por los nuevos
países, en los que vieron una prolongación de la cultura española. Y, tanto ellos
como los hispanoamericanos, coinciden en rechazar la política de "Hispanidad",
de imperialismo cultural practicada por el estado español surgido tras la guerra
civil. Este rechazo a la política oficial va unido a un nuevo acercamiento y
conocimiento de lo americano, sentido como una prolongación de la experiencia
española.
Quien más ha insistido en la unidad del mundo hispánico, enlazándola con
la historia española, es Américo Castro. Pero todos los exiliados la admiten sin
gran discusión.
También existe un relativo consenso sobre los valores que caracterizan esa
unidad cultural en cuya base estaria el rechazo de la cultura como afán de
poder. En este punto todos coinciden. Nada más lejos del mundo hispánico que
342 C. R. CUBAS, N. JUANES, J. F. ROMÁN
una unidad de poder. De ahí que los historiadores españoles adoptaran posiciones
indigenistas, como abanderados de la revolución, frente a los colonialistas que
se identificaban con la defensa de los regímenes criollos y la reacción.
Asimismo, es curioso constatar como los liberales españoles del primer
tercio del xrx, no sólo no deploraron la independencia de Hispanoamérica, sino
que mostraron satisfacción por la liberación de parte del imperio español respecto
del dominio tiránico que pesaba sobre la metrópoli. En esa defensa de la libertad
y la independencia individual ha estado siempre la auténtica unidad hispánica,
alejada de toda exaltación del poder por el poder.
Es así que Américo Castro, ya en Espaiiu en su historia (1948), puso los
cimientos de lo que sería su nueva interpretación de la historia española, basada
en su gran clarividencia sobre e1 hecho diferencial español en el conjunto
europeo.
Para Américo Castro la originalidad del "ser espafiol" provenía de la convi-vencia
en suelo hispano, desde la Edad Media, de elementos humanos pertene-cientes
a tres religiones: judíos, moros y cristianos. Posteriormente, "la tendencia
nacional a convertir la unidad en uniformidad; la empresa de la conquista y
colonización del Nuevo Continente; la lucha contra la Reforma, etc.., fueron
configurando el carácter español, justificando así su singularidad respecto a los
demás pueblos europeos".
Estas ideas provocaron la reacción de Sánchez Albornoz, quien, con su obra
Espaiiu, un enigma histórico (1953), inició una larga polémica entre ambos, que
se mantuvo hasta la muerte de Castro. Sánchez Albornoz, en síntesis, le repro-chaba
"la exageración de la influencia del elemento no cristiano en la evolución
histórica española, criticando los métodos empleados en la construcción de sus
esquemas sobre el pasado".
Al respecto, es necesario señalar que el profesor D. José Varela Ortega, en el
último Congreso Internacional sobre el Régimen de Franco, celebrado en la
sede central de la UNED, en Madrid (1 1 al 14 de Mayo de 1993), calificaba de
exóticas estas discusiones sobre el origen de España. Y, sin dejar de reconocer
la valía de estos trabajos, consideraba ya superada esa interpretación de la
Historia de España basada en la "singularidad" y en lo que él llamaba la "teoría
de la olla a presión", es decir, la Historia de España conio una historia tie
tensiones perpetuas entre bandos enfrentados, que culmina con lo que \a a
suponer la gran tragedia del siglo xx: la Guerra Civil española.
Por otro lado, es necesario señalar que una de las consecuencias más inipos-tante
de las doctrinas de Castro, fue la reafirmación de los valores españoles \I
de su sentido diferenciador frente a la tradición europea. En este sentido trabajaron
también José Gaos y Francisco Ayala.
Otros historiadores se rebelaron también conira la interpretación de España
basada en el exterminio del discrepante. Entre ellos podríamos citar a Luis
Carretero Nieva y Anselmo Carretero Jiménez, padre e hijo. Para ambos España
era una comunidad de pueblos, rechazando la visión de Castilla como propulsora
HISTORIADORES ESPANOLES EXILIADOS EN AMÉRICA 343
de un uniformismo centralizador, que era uno de los puntos centrales del discurso
franquista de la hispanidad.
El primero en Las Nacionalidades Españolas (Méjico, 1952) y el segundo en
La integración de los pueblos hispánicos (1957), proponían un futuro federalista
para España.
RESENA DE LA OBRA HISTORICA DE AGUSTIN MILLARES CARLO
EN AMÉRICA
Es este un tema exhaustivamente estudiado por lo que sólo nos permitiremos
ofrecer un breve apunte sobre el mismo.
Como es sabido, Agustín Millares Carlo realizó en México una obra más
extensa acorde con lo prolongado de su estancia. En ella lo que más destaca es
su gran aporte al estudio de la época colonial, tanto a nivel de fuentes bibliográ-ficas
como archivísticas, y el análisis de importantes figuras de esa época, como
el padre Las Casas, del que llegó a ser eminente especialista.
En Venezuela se distingue por su amplia labor bibliográfica, refrendada por
la recopilación y elaboración de más de cuatro mil fichas sobre obras de tema
histórico venezolano. Por no citar los numerosos y variados estudios que dedicó
a las etapas colonial e independentista de la región del Zulia.
CONCLUSIONES
En definitiva, podría afirmarse que la emigración de historiadores españoles
hacia América, forzada por la Guerra Civil de 1936, provocó un desarrollo
inusitado de la investigación en temas históricos y materias afines, que no pudo
por menos que favorecer el estado de las ciencias históricas en los países de
acogida de los exiliados.
Pero la aportación de estos historiadores a la vida cultural de sus países de
adopción abarcó otros aspectos más allá de la disciplina histórica. Y, se puede
decir, sin reservas de ningún tipo, que fue fundamental, puesto que contribuyó a
mejorar la educación de varias generaciones de estudiantes y permitió la apertura
de nuevos campos de trabajo y la profundización en otros.
Por otro lado, hemos querido destacar que los exiliados mantuvieron su
compromiso con Espalia a través de la elaboración de un discurso sobre la
"Hispanidad" que pretendía superar al emanado del Régimen Franquista. Este
discurso insistía en el hecho diferencial español como algo distinto y alejado del
marco geográfico europeo en el que se inscribía el fenómeno cultural hispano, y
recalcaba sus significativas coincidencias con las sociedades y culturas hispanas
de América. Dadas estas conexiones íntimas entre España e Hispanoamérica, el
compromiso ideológico y político que tenían con su patria lo hicieron extensivo
a sus países de adopción.
Sin embargo, cierto pudor les impidió participar activamente en la vida
política de los estados hispanoamericanos. Con lo cual, ese compromiso se
tradujo en un trabajo dedicado y minucioso, encaminado a la comprensión de
los lazos profundos existentes entre España y América. Esta labor se plasmó en
las líneas de investigación histórica que emprendieron (estudios sobre la época
colonial y sobre las guerras de independencia, recuperación de figuras históricas
olvidadas o controvertidas, aportaciones metodológicas y científicas, estudios
eruditos sobre bibliografía y documentación,etc), así como en un interés activo
por contribuir al desarrollo de la cultura y la educación de sus países adoptivos.
Y, en este sentido, merece especial atención la figura y la obra de Don
Agustín Millares Carlo, historiador de base, quien con su fecunda labor en el
campo de la archivística, la documentación, etc., contribuyó al enriquecimiento
de la cultura de dos continentes.
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