mdC
|
pequeño (250x250 max)
mediano (500x500 max)
grande
Extra Large
grande ( > 500x500)
Alta resolución
|
|
Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación de la noticia: panorama retrospectivo, a medio y corto plazo, del periodismo contemporáneo en Tenerife, 1898-1 991' JULIOAN TONIOY ANESM ESA Universidad de La Laguna LOS AÑoS PREVIOS A LA GUERRA EUROPEA2 A comienzos de siglo, el periodismo tinerfeño, en consonancia con el rezago socioeconómico de la formación social isleña, deambulaba por 1 Para elaborar este apretado bosquejo del periodismo tinerfeño en el siglo actual, hemos procedido al estudio de todos los periódicos que conserva la hemeroteca de la Uni-versidad de La Laguna. Desde el punto de vista científico, el resultado final ofrece dos se-cuencias de alcance bien diferente, la previa a la guerra civil, más definitiva al estar arro-pada por nuestra tesis doctoral y los subsiguientes trabajos complementarios que hasta el momento hemos acometido, y la posterior, que sobrelleva un carácter más hipotético al constituir, hasta el momento, un terreno prácticamente virgen para los historiadores. Tan-to la concisión de nuestro relato como la reducción de sus apoyaturas a notas a pie de pá-gina generales que engloban, a un tiempo, la verificabilidad de los datos puntuales de va-rios periódicos, nos vienen impuestos por constituir el presente trabajo un artículo a publicar en una revista científica. Los límites cronológicos señalados en el epígrafe (1898- 199 l), de tan desigual carácter en cuanto a alcance y significado, pues aluden a un acon-tecimiento tan específicamente español como el «desastre» de 1898 y a otro de tan honda repercusión internacional como la caída del muro de Berlín en 1991, como quien no quie-re la cosa, nos remarcan la espectacular evolución experimentada por el contexto estatal en nuestro período de estudio, en el que España ha pasado de un desolador aislamiento a una plena integración en la problemática internacional. 2 Para más detalles sobre este periodo, véase el trabajo de Julio Antonio YANEMS E-SA: «El diario conservador "El Tiempo": una víctima informativa del "Pleito Insular" en los Boletín Millares Carlo, núm. 16. Centro Asociado UNED. Las Palmas de Gran Canaria, 1998 246 Julio Antonio Yanes Mesa etapas específicamente ideológicas sin atisbar, ni de lejos, el cometido in-formativo que ya paladeaba el de Madrid, Barcelona y Bilbao, vanguar-dias del sistema informativo español, por lo demás, uno de los más ai cai-cos del continente europeo. Años más tarde, en vísperas de la guerra europea, la sujeción del periodismo tinerfeño, y canario en general, a la política de partido, aún no había variado ni un ápice. Factores de m q di-versa índole y con incidencia tan desigual en las Islas como las altas ta\as de analfabetismo, la precaria infraestructura de comunicaciones en su do-ble vertiente interior y exterior, el férreo caciquismo y el subdesari ollo económico, al imposibilitar la autonomía de las empresas periodísticas, condenaban a los periódicos a la búsqueda de un mecenazgo político pa-ra sobrevivir con un mínimo de garantías. Y es que en el raquítico mei-cado de lectores y publicitarios de anteguerra, sólo las formaciones polí-ticas de las Islas podían garantizar una mínima y fiel clientela de suscriptores y, en menor medida, de anunciantes, pues la publicidad aún desconocía su moderno rol mercantil en el Archipiélago. Como contra-partida, los promotores obtenían un vehículo cohesionador para su I olu-ble correligionariado y, lo que era más importante, una exhibición pal-maria de su podeno, dado que el simple proselitismo no bastaba como recurso político en la amordazada sociedad isleña de entonces. La endeblez de las formaciones políticas de las Islas, con su elitismo, su inarticulación social y sus disidencias personalistas, junto a la generosidad de la legislación y la modestia y baratura de los propios periódicos, fueron los detonantes de la efervescente y versátil maraña de órganos tendenciosos caracterizante del panorama informativo tinerfeño de anteguerra. En efec-to, a la espectacular proliferación de cabeceras acompañó el partidismo in-formativo y, por ende, la alternancia de los más enjundiosos halagos con las más contundentes descalificaciones de la clase política, evidentemente, en función de las afinidades y compromisos que conllevaba el mecenazgo po-lítico. Una típica sección destinada a las inevitables réplicas y contr-sil-épli-cas, que algunos coronaban, siguiendo pautas cotidianas de las clases po-pulares, con mordaces coplas, ponía en comunicación, la mayoría de las veces, en diálogo de sordos, a unos con otros. En cualquier caso, los men-sajes llegaban directamente a clientelas reducidas, siempre inferiores a1 mi-llar de lectores, desde las que trascendían al resto de la población isleña a través del boca a boca, exclusivamente, en aras al halago o defenestración pretendidos, pues, como apuntamos líneas atrás, el proselitismo carecía de interés dentro del maniatado electorado de entonces. años de la Restauración)), en Anuario de Estudios Atlánticos, n." 40, Patronato de la «Casa de Colón)), Madrid-Las Palmas, 1994, pp. 547-593. Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 247 Comoquiera que los cuadros redaccionales de los periódicos eran re-clutados por los grupos políticos en la enclenque capa alfabetizada de las clases populares isleñas, los periodistas evidenciaban, además de una in-satisfactoria formación intelectual, una coartante dependencia económi-ca. De ahí, su acompasado recurso a las parrafadas en latín y a los diti-rambo~ p oéticos, acaso, para dar satisfacción a una latente vocación de escritor que encontraba vedado el campo informativo para la creación. En definitiva, el más almibarado lirismo y la más descarada procacidad, en insospechada connivencia, poblaban las páginas de los periódicos tinerfe-ños de anteguerra. En los periodos de recesión de la lucha política, unos y otros adquirían un ramalazo informativo movidos por la vocación periodística que, ador-mecida por la coerción ideológica, subyacía en los cuadros redaccionales, si bien, cuidando muy mucho los intereses económicos de sus patrocina-dores que, al proceder, salvo contadísimas excepciones, de la clase domi-nante isleña, solían ser redundantes. Entonces homologaban sus páginas a aquellos otros que, con vocación informativa, ingenuamente intentaban subsistir al margen del tutelaje político y expuestos a la insolvencia del mercado de compradores y anunciantes. Con tales bases, estos periódicos, inevitablemente, caían en un círculo vicioso. Los que intentaban conse-guir el máximo de clientela posible eludiendo confrontaciones y enemis-tades, perdían lectores por el amarillismo de su línea editorial; en contra-posición, los pocos que afrontaban con valentía la problemática isleña, limitaban su potencial clientela quedando, a su vez, expuestos a polémi-cas, cuando no a embestidas intimidatorias, al salir en defensa de los de-nunciados sus órganos de prensa, cuando no sus acólitos en persona. Evi-dentemente, los periódicos especializados, ya fueran de carácter pedagógico, financiero o literario, no escaparon a estas limitaciones. En definitiva, sin el arropamiento de una facción política, los periódicos ti-nerfeños de anteguerra tenían, prácticamente, vedada su existencia. Los periódicos de las fuerzas del sistema restauracionista En los umbrales del siglo: «pactistas» contra «antipactistas» A comienzos de siglo, eran «La Opinión» y «Unión Conservadora», ór-ganos respectivos de los partidos del turno, los periódicos de presencia más notoria en Tenerife. Sus controversias, sin embargo, más que a pare-ceres ideológicos contrapuestos, obedecían a diferencias en la cuestión 248 Julio Antonio Yanes Mesa doméstica por excelencia: el ((pleito insular)). Así, mientras el diario con-servador abogaba por un pacto político a nivel Archipiélago en aras a un control armónico de la Región, lo que conllevaba el entendimiento con el partido liberal grancanario; el diario liberal era contrario a cualquier arre-glo, fundamentalmente, por la desconfianza que le inspiraba su correli-gionario Fernando León y Castillo en su afán por engrandecer a toda cos-ta a Las Palmas, más aún, cuando gozaba de grandes influencias en Madrid. Las diferencias databan de las últimas elecciones a Cortes del siglo an-terior, cuando un sector del partido conservador tinerfeño, encabezado por José Mana Hernández Leal, Agustín Rodríguez Pérez y Antonino Ya-nes Volcán, estableció las bases del acuerdo con el partido liberal granca-nano. Comoquiera que el órgano oficial del partido, «La Opinión)), quedó en manos de los contrarios al pacto, que encabezaban Martín Rodríguez Peraza y Pedro Schwartz, los pactista tuvieron que promover un nuevo periódico, «Unión Conservadora)), para defender sus puntos de vista. A renglón seguido, el sector conservador antipactista experimentó tal muta-ción ideológica que, a los pocos meses, convirtió a «La Opinión» en por-tavoz oficial del partido rival en la Isla, el liberal. La dura polémica inter-na que conllevó la disidencia, trascendió al terreno personal cuando el hermano de Pedro Schwartz, alcalde de Santa Cruz y una de las cabezas visibles del sector tránsfuga, agredió, con consecuencias fatales, al redac-tor- jefe de «Unión Conservadora)), Patricio Perera Álvarez. Sólo tras este penoso incidente, la enconada disputa inició su inflexión. Girando en torno a su desigual postura regional, los dos periódicos po-lemizaban continuamente a comienzos de siglo, sobre todo, en los proce-sos electorales. Al margen de las elecciones, cuestiones de índole tan di-versa como el arriendo de los puertos francos del Archipiélago, disputado por sendas asociaciones anejas a ambos partidos; la posible supresión del Obispado de Tenerife, que los liberales tinerfeños atribuían a su denosta-do correligionario León y Castillo; y los problemas de las obras del puer-to de Santa Cruz, cuyo contratista era el liberal Elicio Lecuona Bello; fue-ron los temas que nuclearon las interminables disputas de ambos periódicos. En su transcurso, el panorama periodístico de las fuerzas ies-tauracionistas en la Isla acentuó su tradicional bifurcación de sesgo no ideológico, acusando la irrupción de órganos anejos a uno u otro y la de-cantación de los que permanecían indiferentes ante el entuerto. Muy po-cos periódicos, y por escaso período de tiempo, pudieron permanecer al margen del enconado duelo, caso de ((La Región Canaria)) que, promovi-do por el alcalde de La Laguna, el conservador Lucas Vega Padrón, apa-reció a caballo de los dos siglos abogando, exclusivamente, por la partici-pación del sector agrario local en el arriendo de los piici-tos francos Su Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 249 singular trayectoria, pues de adversa a «Unión Conservadora)) y a «La Opinión)) evolucionó, desde que el arriendo recayó en manos conservado-ras, hacia las filas liberales, evidencia una decantación ideológica motiva-da por la frustración de sus expectativas iniciales. Pero su caso no fue el más representativo porque, en esencia, un «pactismo» de connotaciones pragmáticas y un «patriotismo» de cierto regusto romántico, subyacían en la escisión y el encaramiento de la clase dominante tinerfeña a través de la prensa. En las interminables polémicas de entonces, «Unión Conservadora)) contó con menos apoyo que su rival, pues apenas obtuvo el sucesivo con-curso de tres modestos bisemanarios de La Laguna y un semanario del Puerto de la Cruz, todos con tendencias dispares dentro del restauracio-nismo pero, como dijimos, con un trasfondo pragmático común. El más antiguo de los laguneros fue «Tenerife», que dirigido, sucesivamente, por Enrique Madan y Eliseo Tarife, fue editado entre los veranos de 1901 y 1902 por los seguidores del político liberal Ricardo Ruiz Benítez de Lugo y del general Weyler. Tras su desaparición, el partido conservador de La Laguna adquirió el renqueante periódico informativo «El Imparcial de Canarias» que, bajo la dirección de Domingo Gutiérrez Bello, prolongó su agonía por espacio de algunos meses. Luego, ya en vísperas de la desapa-rición de «Unión Conservadora)), el partido promovió «Heraldo de La La-guna » que, dirigido por Leoncio Rodríguez cuando apenas contaba con 22 años, adoptó una línea editorial poco guerrillera en sus escasos seis meses de vida. El otro periódico afín a «Unión Conservadora)), el sema-nario portuense «El Valle» que dirigía Andrés Adán, era órgano de Ricar-do Ruiz Benítez de Lugo y, dado que prolongó su existencia hasta co-mienzos de 1906, más que apoyo de «Unión Conservadora», lo fue de su sucesor, «El Tiempo)). Por su parte, «La Opinión» tuvo como principal baluarte al anterior portavoz del partido liberal de la Isla, el diario «Cronista de Tenenfe» que, dirigido por Juan Bonnet Torres, a raíz de la escisión del partido conser-vador fue órgano, inicialmente, del marqués de Villasegura para, más tar-de, aproximar posiciones a Pedro Schwartz. Otros periódicos con trayec-toria más singular, caso del «Diario de Avisos» que dirigía Abelardo Bonnet, o con marcada vocación informativa o literaria, secundaron la 1í-nea editorial de «La Opinión)) al compartir el generalizado tinerfeñismo que reinaba en la Isla. Desde los umbrales del siglo, pues, las fuerzas «pa-triotas)) evidenciaron una aplastante superioridad de efectivos. En definitiva, la natural bifurcación ideológica de los periódicos de las fuerzas restauracionistas que, en teona, debía obedecer a los credos libe-ral o conservador, a comienzos de siglo fue espectacularmente trastocada en las Islas por el «pleito insular)). A ello debió contribuir tanto el insubs- 250 Julio Antonio Yanes Mesa tancial ropaje ideológico de las formaciones políticas tinerfeñas, como el enorme predicamento del «patriotismo» en la Isla. De cualquier modo, en la disociación y subsiguiente reagrupamiento de los periódicos, la postu-ra regional siempre primó sobre los idearios políticos. Paralelamente, las polémicas no dirimían otra cosa que cuestiones domésticas, llevando el sector «pactista» siempre la peor parte y, por ende, sufriendo su órgano de expresión, «Unión Conservadora)), un enorme deterioro. Otras amenazas para la Isla, tales como la pretendida supresión de la Capitanía de Santa Cruz a instancias del gobierno conservador de Francisco Silvela, agrandó su pérdida de credibilidad en la sociedad tinerfeña hasta niveles insoste-nible~ F. ue entonces cuando el partido ensayó un recambio promoviendo una nueva cabecera: «El Tiempo». Ante la resolución de Canalejas: todos «antipactistas» «El Tiempo» apareció en el verano de 1903, editado en la imprenta de Camilo Guimerá y dirigido por Juan Ramírez Filpes, intentando defender, aunque con mayor cordura que su antecesor, las consabidas tesis ((pactis-tas » de sus patrocinadores. Sin embargo, conforme sufrió el sistemático ataque de «La Opinión)) por su equívoca postura ante el problema de Ca-pitanía, fue imbuyendo de agresividad su línea editorial hasta alcanzar co-tas similares a las de su predecesor. Comoquiera que sus oponentes no le fueron a la zaga, la disputa estuvo a punto de trascender al terreno per-sonal, mediando en el entuerto Patricio Estévanez en calidad de presi-dente de la naciente «Asociación de la Prensa de Tenerife». Con la confir-mación de la Capitanía de Santa Cruz en la definitiva reforma militar de la Región, el novel diario concluyó con tablas su primer embate contra los «antipactistas». En fechas sucesivas, «El Tiempo» intentó demostrar, con evidente su-tileza, la eficacia de sus tesis retomando problemas de índole económica, caso de la paralización de las obras del puerto de Santa Cruz y de la isle-ñización de las franquicias, aunque inútilmente, pues de «La Opinión)) volvió a obtener la más rotunda de las negativas. Por consiguiente, su ar-gumentación de clara raíz pragmática, ni en cuestiones estrictamente eco-nómicas abría brecha en las robustecidas fuerzas «patriotas» de la Isla, que nada querían saber de León y Castillo. Conforme decursó la década y la cuestión provincial fue caldeando el panorama político de las Islas, el diario conservador intentó desdramati-zar la disyuntiva en juego arremetiendo, indiscriminadamente, contra di-visionistas y antidivisionistas. Pero su afán por hacer valer lo racional so-bre lo visceral, fue incomprendido por la clase dominante tinerfeña, Del proselitismo rdeológico a la información y la interpretación ... 25 1 acaso, por su innecesariedad, quedando finalmente solo en su empecina-da lucha. Su audaz periplo concluyó en vísperas de la resolución de Ca-nalejas, cuando la turba de Santa Cruz procedió a su asalto y desmante-lamiento con el beneplácito de toda la sociedad tinerfeña. Por entonces, sus filas habían mermado hasta tal punto, que para conseguir un director tuvo que recurrir a los otrora periodistas proletarios, José Cabrera Díaz y, luego, Manuel Santiago Espinosa. Con su desaparición, concluyó una en-conada disputa periodística que, en esencia, era el reflejo de un enfrenta-miento interno de la clase dominante tinerfeña, pues las cúpulas de una y otra opción procedían del cacicato de entonces. Al final, la pasión insula-rista pudo con el más descarado pragmatismo de ámbito archipielágico. En su controvertida existencia, «El Tiempo» contó con el sucesivo apoyo de varios periódicos, algunos de ideología liberal, la mayoría de vi-da fugaz y todos con su mismo trasfondo práctico. Confesadamente libe-rales nacieron los diarios «El Porvenir)), «El Liberal» y «El País»; camu-flando sus intenciones, los bisemanarios «Nivaria» y «El Teide)). «El Porvenir», fue editado en Santa Cruz de Tenerife durante el se-gundo semestre de 1905 bajo las directrices que desde Madrid dictaba Ri-cardo Ruiz Benítez de Lugo. Dirigido por Eliseo Tarife, mantuvo unas re-laciones tan tirantes con «La Opinión)), que ambas redacciones estuvieron a punto de enzarzarse en una riña. «El Liberal» fue promovido por Elicio Lecuona a raíz del encontronazo que tuvo con Antonio Domínguez Al-fonso, por entonces, jefe de filas del círculo de «La Opinión)). Editado en la misma imprenta que «El Tiempo» y dirigido por Agustín Díaz, apareció en Santa Cruz de Tenerife entre abril de 1906 y septiembre de 1907 con una línea editorial contraria al «patriotismo», tanto tinerfeño como gran-canario. «El País» fue impreso desde mayo de 1908 hasta finales de 1909, a iniciativa del, por entonces, también liberal, Félix Benítez de Lugo. Di-rigido, sucesivamente, por Benigno Varela, Agustín Díaz y Manuel García, mantuvo siempre unas excelentes relaciones con «El Tiempo)) merced a sus comunes diferencias con los mentores de «La Opinión». Por su parte, el bisemanario ((Nivaria)a) pareció en La Laguna en mar-zo de 1910 intentando pasar, con evidente ingenuidad, por periódico in-dependiente. Desde que fue descubierto, luchó sin tregua contra los sec-tores «patriotas» de la Isla en defensa del ahora conservador Manuel Delgado Barreto y del todavía liberal Félix Benítez de Lugo, para desapa-recer a los escasos seis meses de vida. El otro bisemanario, «El Teide», ha-bía aparecido en septiembre de 1908 en el Puerto de la Cruz solapando también sus intenciones políticas. Dirigido, sucesivamente, por Manuel García, Luis Ramos y Juan Ruiz, pronto evidenció que era órgano de Fé-lix Benítez de Lugo para, al poco tiempo, atemperar notablemente su ím-petu y prolongar su existencia hasta más allá de 19 13. 252 Julio Antonio Yanes Mesa Por su parte, el sector «patriota» contó con unos efectivos mucho más consistentes. Así, aparte de «La Opinión)) y del consabido e inestimable concurso de los diversos periódicos republicanos y despolitizados, pro-movió órganos en localidades del interior de la Isla en el otoño de 1905, precisamente, cuando «El Tiempo)) concluía su etapa más brillante, casos de «El Defensor)) y ((Noticiero Canario»; e incluso en años posteriores, ca-so de «El Pueblo Canario)). El bisemanario «El Defensor)), circuló en La Orotava entre septiembre de 1905 y diciembre de 1907 bajo la sucesiva dirección de Jesús Mana Ca-sañas y Manuel Sierra Delgado. Órgano de Antonio Domínguez Alfonso, siempre mantuvo una línea editorial menos guerrillera que sus allegados, en buena medida, por su marcado carácter localista. ((Noticiero Canario)), en cambio, que había nacido como periódico independiente, fue adquiri-do por la facción del propio Antonio Domínguez Alfonso por la misma época. Confiada su dirección a Esteban Hernández Baños, fue un fiel se-guidor de la línea editorial de «La Opinión)) hasta que desapareció en oc-tubre de 1908, precisamente, cuando nació «El Pueblo Canario)). Éste, hasta septiembre de 1909 cuando entró en etapas titubeantes, distinguió su línea editorial por un rabioso «patriotismo» a instancias de su promo-tor, el cabecilla de «Unión Patriótica)), Benito Pérez Armas. En definitiva, el fiel de la balanza, como era previsible, pivotó hacia las filas «patriotas». A partir de entonces, aunque los periódicos políticos ti-nerfeños pudieron exhibir con mayor nitidez su ideario político, el siem-pre latente «patriotismo», sin duda, acentuado por la volubilidad ideoló-gica de todos ellos, otorgó a unos y otros, de vez en cuando, una sutil homogeneidad en sus planteamientos. En vísperas de la guerra europea: el afloramiento de los idearios En la etapa final de «El Tiempo)), el sector antipactista del partido con-servador tinerfeño había ganado tantos enteros, que en connivencia con los círculos católicos de la Isla fue capaz de editar el moderno y preten-cioso diario ((Gaceta de Tenerife)). Desde un principio, el nuevo periódico dejó tan claro su ((patriotismo))q, ue su confesión católica no fue óbice pa-ra que apoyara a los sectores anticlericales del conglomerado tinerfeñista ((Unión Patriótica)). Meses más tarde, ya desaparecido «El Tiempo», el partido conservador de Tenerife confirmó su renuncia a cualquier velei-dad pactista a escala regional con su nuevo portavoz, «La Región)). De in-mediato, el naciente diario reclamó con insistencia la reorganización en la Isla del otro partido del turno, el liberal, para desatascar el funciona- Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 253 miento del sistema. Poco después, nació en La Laguna «El Periódico La-gunero)) que, bajo la dirección de Narciso de Vera, reafirmó el empeño conservador por abrir brecha en el consenso liberal/republicano. Por con-siguiente, tras la desaparición de «El Tiempo», el partido conservador de Tenerife asumió el generalizado «patriotismo» de la Isla. Para ello, redujo a ámbito isla su vocación pactista tras comprobar que a nivel archipiéla-go su programa era inviable. En vísperas de la guerra europea nacieron otros dos periódicos con-servadores en la Isla, ambos impresos en la tipografía de «La Región)), en uno primando el ideario político y en el otro el «patriota». El primero, «El Terruño», nació a finales de 1913 como portavoz de las juventudes con-servadoras. En sus escasos seis meses de vida experimentó una trayecto-ria tan renqueante, que de periodicidad semanal paulatinamente pasó a mensual, bimensual, hasta, finalmente, desaparecer. Luego, nació ~Heral-do de Tenenfe» que, dirigido por Gundemaro Baudet, procuró reafirmar, por encima de las consideraciones ideológicas, el creciente tinerfeñismo de los círculos conservadores de la Isla apelando a una pretendida orien-tación comercial. También la prensa liberal conoció dos nuevas cabeceras en el peno-do inmediatamente anterior a la guerra, ambas en localidades del inte-rior de la Isla, y también una de ellas, con un contenido fundamental-mente ideológico. A finales de octubre de 1912 nació en el Puerto de la Cruz «El Liberal)) que, bajo la dirección de Julio Navarro Monn, en sus escasos, pero agitados, cinco meses de vida, centró su línea editorial en la política local arremetiendo duramente contra el alcalde de la locali-dad, el conservador Andrés de Arroyo. Luego nació en La Orotava el se-manario «Vida Moderna» que, bajo la batuta de Agustín Hernández, compaginó su filiación a la facción reformista de Melquíades hvarez con la amistad de Félix Benítez de Lugo y Manuel Delgado Barreto. A pesar del reducido círculo de correligionarios que consiguió en la Isla, pudo subsitir hasta finales de 1916 con el arropamiento de buena parte del ve-cindario de la localidad. En definitiva, en vísperas de la guerra europea, la prensa restauracio-nista de Tenerife intensificó, aunque sólo levemente, su barniz ideológico al desaparecer el pactismo a escala regional y, por ende, el fundamento a la anterior bifurcación de sesgo insularista. No obstante, el «patriotismo», ahora compartido por unos y otros, no dejó de incidir en todos ellos, aun-que en vez de para escindirlos dentro de la Isla, para aglutinarlos contra los de la rival cada vez que algún rumor ponía en tela de juicio la preemi-nencia de Tenerife en el Archipiélago. 254 Julio Antonio Yanes Mesa Los periódicos de las fuerzas extrasistema La espectacular proliferación de cabeceras de las formaciones restau-racionistas en la Isla, bien a instancias de los propios partidos o de las fac-ciones disidentes de ambos, no fue debidamente correspondida por las fuerzas políticas ajenas al turno, correspondiendo al republicanismo, de vieja y profunda raigambre en Santa Cruz, la gestación de la mavoría de ellas. La entidad y tiradas de estos periódicos, por lo demás, si atendemos a formatos, periodicidades y a otra información cualitativa diversa, caso de la p,\ri-afada ((periódico de mayor circulación de la Isla» que ostenta-ban a la vez, en enconada porfía, «El Tiempo» y «La Opinión», fueron, hasta que nació «La Prensa)), claramente inferiores. Aún así, y descontan-do alguno de los vocacionalmente informativos, las fuerzas extrasistema incubaron y mantuvieron los periódicos tinerfeños más relevantes del mo-mento, a saber, «Diario de Tenerifen y, ya en vísperas de la guerra europea, «La Prensa)), que tendría una tracendental proyección en el periodismo ti-nerfeño. ((Diario de Tenerifen de Patricio Estévanez, que databa de 1886, en es-tos años, y en los posteriores, seguiría alternando la elegancia en la de-fensa de su ideario con el ofrecimiento de información, tanto isleña como extraisleña. Con ello, anticipando etapas venideras en el periodismo ca-nario, mantuvo su aire informativo sin acusar la pérdida de estabilidad. Acaso, su prolongada existencia resulte explicable por esa singular ambi-valencia que, por un lado, le proporcionó la fiel clientela dentro del repu-blicanismo de Santa Cruz y, por otro, le atrajo el raquítico mercado tiner-feño de lectores que por entonces deseaba, simple y llanamente, saber lo que acontecía en el mundo. A caballo entre los dos siglos nacieron los semanarios «El Orden)), en La Orotava, y «La Luz», en La Laguna; dirigidos, respectivamente, por Juan Jacinto del Castillo y José Manuel Arozena. El lagunero, editado y escrito entre julio de 1899 y abril de 1900 por varios jóvenes republicanos, pronto tropezó con las altas jerarquías eclesiásticas de la localidad, te-niendo que buscar imprenta en Santa Cruz hasta que, finalmente, las es-trecheces económicas cegaron su audaz aventura. En su tramo final y en connivencia con su correligionario orotavense, en vano intentó reactivar los círculos republicanos de la Isla. Por entonces, en el Puerto de la Cruz nació otro fugaz semanario de la misma tendencia, «El Iriarte~c, uya di-rección estuvo a cargo de Agustín Martín Armas. Un año más tarde, el partido republicano promovió en Santa Cruz «El Ideal» que, bajo la dirección de Manuel de Cámara, procuró conjugar el tinerfeñismo reinante en la Isla con su vocación regional, lo que le acarreó alguna que otra censura de «La Opinión» por «antipatriotismo». Sus es- Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 255 fuerzos por dinamizar el republicanismo de Santa Cruz, le trajeron conti-nuos poblemas con las autoridades insulares, lo que unido a sus precarios ingresos, causó su desaparición en octubre de 1904. Al año, el partido pro-movió el diario «El Progreso)) que, dirigido por Santiago García Cruz, su-po compaginar el ideario republicano con un tinerfeñismo de sesgo re-gional a instancias de su redactor-jefe, el joven Leoncio Rodríguez. El último periódico republicano de anteguerra nació en octubre de 1910, cuando Leoncio Rodríguez dejó la redacción de «El Progreso)) para fundar «La Prensa)). El naciente diario, desde un principio añadió al sin-gular cóctel «leoncino» de anteguerra republicanismo/tinerfeñismo regio-nalista, un atractivo singular merced a una cuidadosa impresión y una vo-cación informativa que, de inmediato, lo catapultaron a la cima del periodismo tinerfeño3. Al margen del republicanismo, no sin cierta expectación en Santa Cruz, apareció el periódico proletario «El Obrero», que sobrevivió desde sep-tiembre de 1900 hasta finales de 1905 como portavoz, y al amparo, de los gremios federados de la entonces capital del Archipiélago. Editado a perio-dicidad semanal y dirigido, sucesivamente, por los que, sin recato, años más tarde asumirían la dirección de «El Tiempo», José Cabrera Díaz y Ma-nuel Santiago Espinosa, conoció una problemática trayectoria por su gue-rrillera línea editorial. Mucho más precaria aún, pues carecía del más mí-nimo apoyo social o económico, fue la existencia del primer periódico nacionalista de Canarias, libre de todo sesgo insularista, el semanario « ivacaguaré!. . . D. Dirigido por Manuel Déniz Caraballo, aunque sólo nomi-nalmente, pues Secundino Delgado era su auténtico mentor, apareció a comienzos de 1902, esto es, cuando aún escocían los rescoldos de la eman-cipación cubana, para editar, a intervalos cada vez más altos, cuatro núme-ros, tras los cuales desapareció sin siquiera poder celebrar los dos primeros meses de existencia. El fuerte acoso que sufnó de las esferas oficiales por su marcada vocación autonomista, precipitaron su anunciado fracaso4. 3 Véase su evolución hasta la guerra civil y, por ende, la del periodismo tinerfeño co-etáneo, en la obra de Julio Antonio YANEMS ESAL: eoncio Rodríguez y d a P rensan: una pá-gina del periodismo canario, Cabildo Insular de Tenerife, Caja General de Ahorros de Ca-narias y Editorial Leoncio Rodnguez, S. A., Santa Cruz de Tenerife, 1995, pp. 95-154 en particular. 4 Sus casi subsiguientes aparición y desaparición, fueron noticia en el bisemanano lagunero Tenerife, que incluso reprodujo su editorial fundacional (véase: Tenerife, 24-1-1902 y 20-3-1902). Su enconada persecución, está magníficamente ilustrada con su ausencia ac-tual de los fondos documentales de las hemerotecas y bibliotecas canarias. Afortunada-mente, el profesor Manuel de Paz pudo rescatar al periódico íntegramente del expediente militar que sufrió en sus últimos días (véase esta entrega documental de Manuel DE PAZ: «Nuevos documentos sobre Secundino Delgado)), en ROA. Revista del Oeste de Africa, n." 9, «Centro de Estudios Africanos», La Laguna-Las Palmas, octubre de 1990, pp. 7-76). 256 Julio Antonio Yanes Mesa Prensa católica En el panorama periodístico tinerfeño de anteguerra, no faltaron los periódicos católicos, sobre todo, en La Laguna, cuna de la futura diócesis de las islas occidentales y sede de la cúpula eclesiástica de la Isla. Siem-pre formaron un sector marginal dentro de la prensa tinerfeña hasta 19 10, cuando nació el diario «Gaceta de Tenerifex, que, adivinando tiempos ve-nideros, supo complementar su vocación confesional con un precoz ra-malazo informativo. Desde octubre de 1899 hasta finales de 1900, fue impreso en La Lagu-na el semanario «La Verdad» que, bajo la sucesiva dirección de Benjamín Renshaw y Manuel Tarife, abogó con cierta mesura por los principios del catolicismo. Luego, en la primera mitad de 1902, apareció en la misma ciudad el quincenal «La Propaganda)) que, dirigido, sucesivamente, por los jóvenes Leoncio Rodríguez y Juan Blardony López, tuvo como objeti-vo exclusivo recaudar fondos para las fiestas del Cristo de La Laguna. Un año más tarde, el semanario «La Laguna)), dirigido por Antonio Luque Al-calá, nació con el mismo objetivo para luego proseguir, bajo Ia dirección de Mateo Alonso Del Castillo, al amparo de los sectores eclesiásticos de la Isla. Sus polémicas más enconadas las libró con el diario republicano «El Progreso» y, sobre todo, con su redactor-jefe fundacional, Leoncio Rodrí-guez, hasta que desapareció a mediados de 1909. Dos años atrás, la Junta de Acción Católica de Santa Cruz había promovido el también semanario «La Regeneración)) que, bajo la dirección de Rafael Martínez, retornó la línea editorial de «La Verdad)) hasta que en 1910 entregó el relevo al re-novador diario «Gaceta de Tenerife». También la Junta Diocesana de La Laguna editó, entre noviembre de 1905 y junio de 1912, el boletín, pre-tendidamente trimestral, «El Templo Catedral de Tenerife)), para dar cuentas de la evolución de sus obras de remodelación. Al margen de los citados, hubo periódicos dedicados a promocionar diversos eventos, caso del quincenal orotavense «La Propagandan, que apareció a caballo de 1900 y 190 1 bajo la sucesiva dirección de Cándido León y Antonio Herre-ros; y del decenario «Orotava», que lo hizo entre mayo y junio de 19 12 ba-jo la dirección de José González. Prensa con vocación informativa Frente a la prolongada existencia que conocieron los órganos de las facciones políticas más consistentes de la Isla en el período de anteguerra, alguno de los cuales sobrepasó con holgura los diez años de vida, los pe-riódicos que por entonces renunciaron al mecenazgo ideológico en aras a Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 257 ejercer su cometido informativo sin ataduras, en ningún caso superaron los dos años de vida. Es más, la mayoría no pasó de un mero ensayo que los arcaísmos del contexto hicieron fracasar de inmediato. Indudablemente, «El Independiente» de Santa Cruz de Tenerife fue el proyecto más pretencioso. Forjado en los círculos republicanos próximos a Emilio Calzadilla, el audaz diario apareció en noviembre de 1902 bajo la dirección de Juan Solórzano. Su línea editorial, empeñada en despere-zar a la sociedad isleña, trató la problemática más acuciante del Santa Cruz de entonces, a saber, las subsistencias, el urbanismo, la enseñanza o el abastecimiento de aguas, libre de compromisos, lo que le acarreó re-primendas de periódicos de las más diversas ideologías. Simultáneamen-te, desplegó una modesta, aunque no menos inusual, red de reporteros en las localidades más importantes del Archipiélago, completando la infor-mación isleña con el concurso de toda la intelectualidad tinerfeña del mo-mento atraída por su señuelo librepensador. En la vertiente foránea, dis-puso de corresponsalías en ciudades de países a los que acudían los canarios, bien por emigración, casos de La Habana, Manila, y Buenos Ai-res; o por negocios, caso de París o Londres. Las colaboraciones de Ma-nuel Delgado Barreto desde Madrid y un inusual servicio telegráfico que, a veces, procedía de agencias diversas, completaba su vertiente informa-tiva. En el tramo final de su existencia, sufrió un paulatino empobreci-miento, visible tanto en la degradación de contenidos como en la inesta-bilidad del formato, por estrecheces económicas, hasta que, finalmente, desapareció sin poder celebrar, siquiera, su primer aniversario. En La Laguna nacieron otros periódicos con pretensiones similares, si bien, con medios mucho más modestos. De mediados de 1900 data el efí-mero y desconcertante semanario «El Intransigente» que, apelando a su independencia, arremetió en los escasos nueve números que editó contra el alcalde de la ciudad, Lucas Vega, y contra «La Región Canaria». Años más tarde, «El Pueblo Canario», tras varios ensayos frustrados, consiguió abandonar, desde octubre de 19 10, su filiación ctinerfeñistas para seguir derroteros propios, lo que le acarreó la enemistad de todos los poderes fácticos de La Laguna. Su osada aventura, dirigida por José Delgado Ro-dríguez y llevada a cabo por otros jóvenes laguneros, apenas duró seis me-ses. A renglón seguido, nació «Diario de Avisos de la Ciudad de La Lagu-na » que, salvo en lo de diario, hizo honor a su cabecera, pues siempre ofreció, casi monográficamente, avisos y comunicados. Pronto apareció a intervalos cada vez más altos, para prolongar su penosa trayectoria hasta octubre de 19 14. Previamente, en septiembre de 19 1 1, había nacido el dia-rio «El Archipiélago» que, dirigido por Marco Luz, desapareció a los tres meses tras buscar, infructuosamente, apoyo en las filas «patriotas» de la ciudad universitaria. 258 Julio Antonio Yanes Mesa En estos años de anteguerra, también nacieron periódicos con voca-ción informativa en el Valle de La Orotava. Todos, por lo demás, supera-ron en modestia y comedimiento a los laguneros. A comienzos de 1906, en la Villa nació «Diario de Taoro~q ue, bajo la dirección de Manuel Sie-rra Delgado y con un modesto formato, apenas rebasó el mes de existen-cia. Dos años más tarde apareció en el Puerto de la Cruz ((Diario del Nor-te » que, bajo la dirección de Esteban Hernández Baños, sobrevivió unos nada desdeñables siete meses. Significativamente, antes de desaparecer acogió a modo de órgano oficial, como si buscara apoyo político, al mo-vimiento regionalista que por entonces surgió en el Puerto de la Cruz. Se-guidamente, a mediados de 1909, nació el proyecto informativo más pre-tencioso del Valle, el trisemanal (Arautápala)) que, dirigido por el médico y periodista del Puerto, Antonio Soler, abrió sus páginas al exterior so-breviviendo casi dos años merced al arropamiento de la sociedad por-tuense. Luego, en mayo de 191 1, de la misma imprenta salió el también trisemanal «Las Noticias» que ya no pudo cumplir, siquiera, los dos me-ses de vida. Un año más tarde, apareció a días alternos «Excelsior» que, dirigido por Benjamín Padrón García, sobrevivió otros dos meses escasos acentuando, si cabe, el típico amarillismo de los periódicos del Valle au-toetiquetados como independientes. En definitiva, los tiempos del periodismo informativo aún no habían asomado, ni de lejos, en el Tenerife de anteguerra. Los escuetos guarismos sobre cabeceras, permanencias y periodicidades, hablan por sí solos. Publicaciones pedagógicas y financieras En el panorama periodístico tinerfeño de anteguerra, también hubo periódicos que, forjados por los propios maestros, consagraron su línea editorial a la mejora de la enseñanza canaria. Comoquiera que muchos de los periodistas tinerfeños del momento procedían de las filas del magiste-rio, estos periódicos a menudo contaron con directores experimentados. Todos abordaron la problemática más acuciante, y recurrente, del sector, a saber, la creación de escuelas, la higienización de las aulas, la retribu-ción de los maestros, los sistemas de acceso al cuerpo, el asociacionismo docente; todos, también, sufrieron las estrecheces económicas de los pe-riódicos especializados, adoptando formatos reducidos y periodicidades quincenales o mensuales; y todos, o casi todos, acusaron las inevitables polémicas periodísticas, algunas con caracteres más propiamente políti-cos que pedagógicos. A comienzos de 1903, apareció «El Magisterio Canario» como emula-ción del decimonónico «El Auxiliar» de Juan de la Puerta Canseco. Bajo Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 259 la sucesiva dirección de Esteban Hernández Baños, Francisco Franquis Noda y Ricardo Mora Sansón, el naciente periódico impulsó el asociacio-nismo del magisterio isleño para, de inmediato, asumir su representación en la prensa. Sus claras simpatías políticas conservadoras, sin embargo, desestabilizaron sus objetivos aglutinadores, titubeando en su tramo final hasta que, finalmente, desapareció en abril de 1909. En uno de sus lapsos postreros, nació «El Defensor del Magisterio» como nuevo órgano de las asociaciones insulares de los maestros canarios. Dirigido por Agustín Mo-lina, sus desmedidas pretensiones, pues intentó impulsar una Caja de Ahorros del Magisterio Canario para paliar el quebranto económico de los maestros, fueron minando su existencia hasta que, en el verano de 1910, recondujo su programa hacia objetivos específicamente pedagógicos adoptando una nueva cabecera, «Escuela Canaria». Con ello, al menos pu-do, aunque sin salir del atolladero, prolongar su renqueante existencia hasta 1916. Antes de desaparecer, «Escuela Canaria» mantuvo enconadas polémicas con el periódico pedagógico confesional «La Región Canaria», resultado de la reconversión, efímera, por lo demás, del viejo periódico ca-tólico «La Laguna» a raíz del nacimiento del moderno diario afín «Gace-ta de Tenenfe». Finalmente, en vísperas de la guerra europea nació «ECO del Magisterio Canarios bajo la dirección de Efraín Albertos Ruiz que, ha-ciendo gala de un poder acomodaticio enorme, será el periódico pedagó-gico tinerfeño de más prolongada trayectoria. También los sectores económicos cimeros de la Isla, contaron con ór-ganos de expresión propios en el periodismo tinerfeño de anteguerra. En-tre enero y agosto de 1901, apareció en La Laguna el semanario «El Por-venir Agrícola de Canarias» que, bajo la sucesiva dirección de Enrique Madan y Manuel Déniz Caraballo, abogó por el desarrollo del sector agrario con el apoyo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y las cámaras agrícolas de la Isla. Años más tarde, entre principios de 1908 y finales de 1910, el decenario «La Asociación Agrícola» retomó su programa bajo la orientación de los peritos agrícolas José Martínez Mo-lina y Pedro Pelluz Sánchez. El Colegio de Peritos Mercantiles de Cana-rias también promovió, desde marzo de 1909 hasta, al menos, finales de 191 1, un «Boletín del Comercio y de la Industria» que, a intervalo men-sual y bajo la batuta de Mario Arozena, abogó por los intereses del sec-tor y de sus titulares. Luego, entre junio de 1912 y marzo de 1914, sur-gió, también con carácter mensual, el «Monitor Financieron, órgano de la asociación «Ahorro y Fortuna» que promovió Juan María Ballester Re-món para canalizar el modesto capital isleño hacia las bolsas europeas. En definitiva, modestia y proliferación de cabeceras a gradación elevada, fueron las notas dominantes de la prensa tinerfeña especializada de an-teguerra. 260 Julio Antonio Yanes Mesa Revistas literarias y satíricas En los años de anteguerra, no faltaron las publicaciones específica-mente literarias, sobre todo, a comienzos del siglo, cuando la etapa que precedió a la ideológica en la evolución del periodismo contemporá~leo, aún daba algún coletazo en la Isla. Todos estos periódicos nacieron con ciertas expectativas; los más en La Laguna, los más sólidos en Santa Cmz y los menos en La Orotava; con formato arrevistado y a periodicidades que iban desde la semana al mes; y, cuanto menos, dieron posibilidades de expresión a los modestos literatos isleños del momento. Y también to-dos, evidentemente, unos más que otros, tuvieron que sortear mas difi-cultades aún que los periódicos de vocación informativa. Dado que los contenidos y las colaboraciones de todos ellos fueron redundantes, para atisbar el sector, acaso baste un repaso de las cabeceras más significati-vas, con directores y períodos de edición. A saber, ((Gente Nueva)), dirigi-da por Manuel Delgado Barreto, entre octubre de 1899 y agosto de 1901 ; «La Unión)), dirigida por Juan Blardony López, entre noviembre de 1899 y septiembre de 1900; «Siglo XX», dirigido por Fernando Suárez y Gon-zález- Corvo, entre julio y diciembre de 1900; «La Orotava)), dirigida por Antonio Lugo Massieu, entre marzo y septiembre de 1901; «Artes y Le-tras)), dirigida por Patricio Estévanez, durante todo 1903; «El Clarín)), di-rigido por José Cáceres Sánchez, a caballo entre 1905 y 1906; «La Lid)), di-rigida por Domingo Cabrera, en el verano de 1906; ((Tenerife))t, ambién dirigida por Domingo Cabrera, en diciembre de 1907; «El Cuento Regio-nal », dirigida por Joaquín Estrada, entre julio y septiembre de 1909; «Re-vista de Canarias)), dirigida por Antonio Lugo Massieu, a mediados de 1913. En el campo de la sátira, el periódico más relevante del momento fue el semanario ((Barreno y... ¡Fuego!» que, nacido en junio de 1908, estuvo a punto de celebrar su primer aniversario. En las 41 «explosiones)) que editó, arremetió duramente contra los poderes fácticos de la Isla mos-trando, de vez en cuando, ciertas simpatías republicanas. Acaso en este capítulo quepa el singular periódico «El Plumero)) que, dirigido en La La-guna por Francisco González como «semanario pot-pourrit~,a doptó un más que evidente sarcasmo en su línea editorial durante los cinco prime-ros meses de 1912 hasta que, finalmente, enmudeció tras la agresión que sufrió su director. Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... LOS AÑOS DE LA GUERRA Y POSTGUERRA EUROPEAS La primera guerra mundial alteró súbitamente las bases del panorama periodístico tinerfeño de anteguerra, en principio, con el impactante re-pertorio de noticias foráneas que brindó a los periódicos canarios. Proba-blemente, sólo información de esta índole podía desperezar al raquítico mercado isleño de lectores, pues los acontecimientos luctuosos habían si-do, si no el único, sí el mayor reclamo informativo hasta el momento. Des-de entonces, pues, los escasos canarios alfabetizados encontraron en los sucesos europeos un aliciente para acudir a los hasta ahora anodinos pe-riódicos. Los analfabetos, a su vez, compartieron su curiosidad, por lo que frecuentaron con mayor asiduidad las ventas y barbenas a horas de las habituales lecturas colectivas. Comoquiera que la propia guerra desatas-có los canales de comunicación desde el exterior por el recurso a la tele-grafía inalámbrica de los propios contendientes para promocionar sus causas, las noticias internacionales, encima de interés, adquirieron una actualidad insólita en el Archipiélago. Por su parte, los periódicos acogie-ron con satisfacción las versiones que las agencias de los dos bandos faci-litaban, por parciales que fueran, pues la mayoría de las veces eran gra-tuitas. Luego, siguiendo viejas pautas isleñas, los cuadros redaccionales reelaboraban su propio relato con los datos que, de una u otra manera, conseguían, para prolongar al máximo el rato de lectura de sus clientelas sin reparar en la desvirtuación de lo ofrecido. Comoquiera que la guerra fue asumida partidariamente por la mayoría de los periódicos, su desa-rrollo generó encontradas versiones y, de inmediato, enconadas polémi-cas. La germanofilia o aliadofilia, pues, eran ahora, y no la ideología o el «patriotismo insular», la raíz de las controversias. Paulatinamente, la in-formación foránea desplazó a la local de los espacios estelares de los pa-ginados, por demanda de un público que transgredió la tradicional com-partimentación ideológica, si bien, no todos los periódicos reaccionaron ante la coyuntura con criterios exclusivamente mercantiles. Sólo los más perspicaces, pues, acapararon esa creciente, aunque siempre modesta, concurrencia. En definitiva, las bases del periodismo tinerfeño de ante-guerra sufrieron un inopinado trastrueque al incidir un reclamo informa-tivo de tal calibre que desvaneció, por momentos, el aturdimiento de los arcaísmos estructurales del contexto. Pero a largo plazo, la incidencia de la guerra tuvo otras connotaciones menos venturosas para el periodismo isleño. En efecto, conforme decur-saron los años, la progresiva crisis que asoló al Archipiélago hizo mella en los periódicos. La contracción de los tradicionalmente raquíticos ingresos 262 Julio Antonio Yanes Mesa por publicidad e, incluso, el ulterior recorte de las ventas, provocó la de-saparición de muchos periódicos, fundamentalmente, de aquéllos que, o bien dieron la espalda a la guerra, o afrontaron su desarrollo sin la habi-lidad oportuna. Los más sagaces, en contraposición, fueron acaparando los anuncios y lectores pervivientes pudiendo, por vez primera en la Isla, adquirir cierta estabilidad sin el arropamiento de las, por lo demás, debi-litadas formaciones políticas insulares. Cuando concluyó la guerra, el pa-norama periodístico de Tenerife había cambiado radicalmente en relación al de anteguerra. Luego, la acentuación de la crisis en la postguerra y la desaparición del reclamo bélico, acentuó la crisis hasta que la coyuntura alcista de los años 20 y, de inmediato, la alteración jurídica que introdujo la dictadura primo-riverista, precipitaron al periodismo isleño por nuevos derroteros. Repercusión inicial del estallido bélico Los periódicos de las fuerzas del sistema restauracionista En la prensa restauracionista, los portavoces oficiales de los partidos del turno, al compás del decaimiento de sus patrocinadores, corrieron pa-recida suerte aunque con trayectorias singulares. Así, el conservador «La Región», tras descuidar el inicio de la guerra obsesionado por su renova-da orientación en la política insular, pronto intentó simultanear ambas funciones en base, fundamentalmente, a información elaborada en re-dacción con evidentes simpatías germanófilas. Más tarde, a partir del 9 de noviembre, remozó sus fuentes de información foránea y distendió sus la-zos ideológicos, si bien, con ciertos titubeos, para, de inmediato, entrar en una evidente crisis, hasta que desapareció en marzo de 1915. Por su par-te, el por entonces órgano liberal, el decano de la prensa tinerfeña «La Opinión)), pudo prolongar su agonía que, en realidad, databa de 1912, cuando desapareció el referente «patriótico», hasta 19 16. En el proceso fue drenando clientela hacia sus extremos ideológicos en beneficio, fun-damentalmente, de «La Prensa)) y ((Gaceta de Tenenfe)). Ésta, en contra-posición a los portavoces de los partidos del turno, consolidó su existen-cia merced a una atención a la guerra y a una decidida germanofilia que, de inmediato, le dispensaron el apoyo del grueso de los sectores conser-vadores y católicos de la Isla. Los otros periódicos restauracionistas siguieron igual suerte que los órganos oficiales de los partidos. Así, el conservador «El Periódico Lagu- Del proselitismo ideológico a la infomción y la interpretación ... 263 nero)), siguió los pasos de «La Región)) aunque prestara, desde un princi-pio y con resolución, atención a la guerra. Sus polémicas con los periódi-cos de Santa Cruz en defensa del pretendido rigor de sus páginas, no exen-tas de petulancia, pues no tuvo rubor para decir que el periódico inglés «The Westminster Gazzette» publicaba noticias suyas, en vano intentaban disimular su modestia. Su progresiva crisis culminó a finales de 1914, cuando desapareció por espacio de dos meses para reaparecer con la ca-becera «La Información)). En esta segunda etapa, invirtió su línea edito-rial desatendiendo la guerra y adoptando una marcada orientación mau-rista. El conservador datista Lucas Vega y el liberal Benito Pérez Armas, fueron los blancos predilectos de sus trasnochadas campañas de enton-ces. Aún así, con el amparo de su correligionariado político y del vecin-dario lagunero, pudo superar la difícil coyuntura de la guerra. El otro pe-riódico conservador, «Heraldo de Tenenfe)), experimentó una trayectoria mucho más singular, pues desapareció con el inicio de las hostilidades pa-ra reaparecer en septiembre de 1915 menguando su cabecera a «Heraldo» y con una desconcertante línea proletaria que apenas pudo sostener unos pocos días. En definitiva, a la prensa restauracionista en nada benefició aquella grave coyuntura. Los periódicos de las fuerzas extrasistema Indudablemente, recibieron el inicio de las hostilidades con más acier-to. De todos ellos, «La Prensan, mejorando su composición con la adqui-sición de la primera linotipia que llegó a Canarias, ofreciendo con acierto información y compromiso con la causa aliada y distendiendo, sin ambi-güedades, sus ataduras ideológicas, fue el más beneficiado a costa, fun-damentalmente, del viejo «Diario de Tenerife)) que desapareció en 1916. También «El Progreso)), con su radical aliadofilia, resistió bien la coyun-tura bélica, aunque más por el apoyo del republicanismo de Santa Cruz que por sus méritos informativos. Prensa nacida al calor del interés por la guerra La guerra desató la irrupción de periódicos con vocación marcada-mente informativa en medio de los típicamente ideológicos que, obvian-do la coyuntura, siguieron apareciendo sin interpretar con corrección las alteraciones contextuales. Todos, por lo demás, bien por el decaimiento de la política local, o por la supremacía informativa de «La Prensan, fracasa-ron. 264 Julio Antonio Yanes Mesa El primero en nacer fue el fugaz «El Noticiero Tinerfeño~ que, gesta-do a finales de 1914 sin mecenazgo ideológico y con escasos medios, na-ció con vocación informativa y filantrópica sin poder competir con los principales diarios del momento. Luego, a comienzos de 19 15, nació «La Voz de Tenenfe)) que, bajo la dirección de Juan Tugores, centró su línea editorial en la problemática local dando tanto la espalda a la guerra, que ni siquiera tenía corresponsalía en Madrid. Sus fuertes campañas contra los salones de juegos de Santa Cruz y contra el ayuntamiento capitalino, le ocasionaron continuas amenazas e intimidaciones a su director y re-dactores en sus escasos y controvertidos tres meses de vida. Mientras tanto, había nacido el conservador y vespertino «La Cróni-ca » que, con intenciones políticas soterradas, apenas sobrevivió un mes con una línea editorial obsoleta que descuidaba lo único que, por enton-ces, interesaba a los lectores tinerfeños: la guerra. Luego, a finales de ma-yo, apareció el semanario, pronto bisemanario, «La Patria)) que, dirigido por Pedro Rodríguez Bethencourt, siguió la misma suerte que el anterior por su excluyente vocación monárquica, conservadora y católica. Acólito y casi coetáneo, aunque con orientación foránea, fue el también semana-rio «La Tribuna» que, dirigido inicialmente por Victoriano Hernández, prolongó su vida hasta finales de año centrando su línea editorial en la guerra con una decidida germanofilia que la fuerte presencia de casas ale-manas en sus secciones de publicidad dejaban en evidencia. Luego, desde que en octubre fue adquirido por las juventudes mauristas, la causa ideo-lógica doméstica fue primando, gradualmente, sobre la foránea hasta que, finalmente, desapareció a finales de 19 15. En definitiva, los periódicos más importantes de la Isla no acusaron la irrupción de nuevos rivales en aquellos desdichados años. Incidencia de la aledaña crisis económica Prensa de procedencia anterior La espectacular y prolongada crisis que sufrió el Archipiélago en el tramo final de la guerra y en la postguerra, ilustrada en los propios perió-dicos con el mermado e inestable formato de todos ellos por la escasez y carestía del papel, acentuó la tradicional fugacidad de las cabeceras del periodismo tinerfeño. En cualquier caso, aquélla fue una coyuntura se-lectiva, pues si descontamos al periódico lagunero de tendencia maurista «La Información», que no pudo prolongar su agonía más allá de 1924, los otros supervivientes prosiguieron, aunque con desigual apoyatura, hasta los años de la República. Del pvoselitismo ideológico a la información y la intevpvetación ... 265 En efecto, mientras el republicano «El Progreso)), salvó la difícil co-yuntura amparado en el consistente republicanismo de Santa Cruz; «Ga-ceta de Tenerife)) basculó en los tampoco nada desdeñables sectores con-servadores y clericales del interior de la Isla con el impulso del remozamiento que experimentó desde que Adolfo Febles Mora asumió su dirección. Entre uno y otro, «La Prensan ocupó un lugar de privilegio por las novedades que introdujo tanto en sus aspectos formales como en sus contenidos, más aún cuando conjugaba su creciente vocación informati-va con una escrupulosa composición y un indudable progresismo que la hacían atractiva para el grueso del raquítico sector ilustrado de la Isla. Prensa de reciente creación A pesar de la coyuntura crítica, los siempre numerosos ensayos perio-dísticos de la Isla no cejaron, como tampoco, y ahora más que nunca, los fracasos. Significativamente, los proyectos que más resistieron las enor-mes dificultades de entonces fueron gestados cuando la crisis ya había to-cado fondo. Las intenciones y propósitos de todos ellos, por lo demás, vol-vieron a bascular desde lo genuinamente ideológico a lo informativo, reapareciendo, aunque marginalmente, tanto los periódicos proletarios como los vocacionalmente literarios y satíricos. Geográficamente, el Valle de La Orotava, al menos, en cuanto a número de cabeceras, adquirió un protagonismo inusual en el periodismo tinerfeño de entonces. El primer proyecto periodístico del momento y, acaso, el más preten-cioso, nació bajo la cabecera «El Imparcial)). El naciente diario, dirigido por Joaquín Fernández Pajares, apareció en Santa Cruz a finales de 1916 con un formato manejable y con una vocación informativa que no con-tradecía su rotunda aliadofilia. Su desapasionamiento político inicial y su simultánea atención a las problemáticas isleña y foránea, aunque iban en consonancia con la demanda del momento, no pudieron contrarrestar los efectos de la coyuntura, desapareciendo con el cese de las hostilidades tras haber intentado encontrar acomodo en las filas del partido liberal aprovechando el cese de «La Opinión)). Poco antes, en La Laguna había nacido otro periódico sin tendencia política definida y con recursos muy inferiores, intitulado «La Verdad)). Dirigido por Antonio Suárez Amaro, en su tramo central, cuando la crisis arreciaba, centró su línea editorial en la organización de homenajes y otras iniciativas solidarias, evidenciando el desamparo que debió sentir la sociedad isleña en aquella penosa coyun-tura. Inicialmente fue bisemanario y luego, desde que acusó los primeros contratiempos, semanario, para prolongar su agonía, tras lanzar un de-sesperado SOS. a sus conciudadanos, hasta el final de la guerra. 266 Julio Antonio Yanes Mesa Previamente, a mediados de 19 1 7, había aparecido en la misma ciu-dad el semanario satírico «Cara-Dura» que, en sus escasos cuatro meses de vida, arremetió indiscriminadamente contra diversos personajes de la vida pública tinerfeña, sufriendo sus redactores alguna que otra de las tí-picas embestidas intimidatorias de entonces. Contemporáneo suyo pero de vida mucho más fugaz, pues sólo vivió en mayo de 191 7, y de orienta-ción diferente, fue «El Evangelio)) que, editado en Santa Cmz a días al-ternos bajo la dirección de Antonio Rodríguez Bethencourt, adoptó una 1í-nea editorial marcadamente germanófila. Vida más precaria aún, pues apenas publicó cinco números, conoció el semanario de finales de 1917 «La Pluma» que, dirigido por Virgilio Díaz-Llanos y redactado por otros jóvenes de Santa Cmz, destacó más por el periodismo de evasión que lle-vó a cabo homenajeando a personajes diversos en aquella calamitosa co-yuntura, que por su cometido informativo. En el verano de 191 8 apareció en Santa Cruz «El Regionalista)), órga-no de la formación política «Unión Regionalista», recientemente gestada en la Isla a remedo del movimiento catalanista de Cambó. Dirigido por Juan Franchy, el inoportuno diario político desapareció tras el descalabro que sufrieron sus patrocinadores en las inmediatas elecciones municipa-les. Luego, en marzo de 191 9, en la localidad norteña de Icod de los Vinos nació el semanario informativo «La Comarca)) que, dirigido por Emeterio Gutiérrez López, sobrevivió hasta finales de 1923 centrado en la proble-mática local con el beneplácito y el arropamiento del vecindario. También en Santa Cruz nació otro semanario por entonces, aunque con vocación independiente, «La Verdad)), que con evidente modestia vivió desde abril de 1922 hasta comienzos del año siguiente. En aquella grave coyuntura, el Valle de La Orotava registró la irrup-ción de periódicos en número y variedad desconocidos5. En 19 17, esto es, en plena guerra europea, en la Villa nació el semanario «El Adalid» que, dirigido por Vicente Afonso Camejo, centró su línea editorial en la pro-blemática local, logrando editar, al menos, 17 números. Coetáneo suyo fue el igualmente semanario, aunque republicano y editado en el Puerto, «El Clamor Público» que, bajo la dirección de Domingo Pérez Trujillo, cono-ció una trayectoria aún más modesta. Pero fue en la postguerra cuando realmente proliferaron las cabeceras en el Valle. A comienzos de 1920, y 5 Véase el catálogo de periódicos del Valle realizado por Carmen Milagros GONZÁLEZ y cols.: La prensa del Valle de La Orotava (1880-1930), Ayuntamiento del Puerto de la Cruz y Editorial Labris, La Laguna, 1986. Dado que los datos que ofrece esta obra proceden, mayoritariamente, de los expedientes de constitución de los periódicos y de las señas de identidad de las cabeceras fundacionales, para atisbar las interioridades del sector, hemos procedido al estudio de los que conserva la hemeroteca de la Universidad de La Laguna. Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 267 bajo la dirección de Antonio Herreros, era impreso en la Villa el bisema-nario «Norte de Tenenfe)); el año siguiente, y bajo el mecenazgo de Anto-nio Lugo Massieu, «El Campo», que era distribuido gratuitamente en pro del arbolado canario; y dos años más tarde, el semanario de corte amari-llista «Heraldo de Orotavax que, bajo la dirección de Francisco Dorta y Ja-cinto del Castillo, apenas sobrevivió entre marzo y julio de 1923. Esta lo-calidad también registró el nacimiento de dos semanarios proletarios en plena postguerra, a saber, «La Voz del Obrero)) que, bajo la sucesiva di-rección del albañil Juan García Lima y del sastre Francisco Rivero Álva-rez, estuvo en circulación en el verano de 1920; y «La Nueva Libertad)) que, dirigido por Francisco Rivero Álvarez, conoció una existencia algo más prolongada durante 192 1. Por entonces, el Puerto gestó otro periódi-co progresista, el semanario de tendencia republicana «La Voz del Pue-b l o ~qu e dirigió Domingo Pérez Trujillo. Aquellos desdichados años vieron nacer en La Laguna dos periódicos de cierto sesgo altruista. En abril de 1921 nació el semanario «El Ideal La-gunero » que, dirigido por Luis Méndez Franco, intentó sobrevivir al calor del estudiantado universitario y del vecindario en general, lo que sólo con-siguió entre abril y octubre de 1921. En la misma línea juvenil, en no-viembre de 1921 nació en esa ciudad el quincenal «La Voz de Junonia)) que, dirigido por José Bethencourt Padilla y redactado por varios estu-diantes gomeros, intentó en vano sobrevivir al margen de los poderes fác-ticos de aquella isla, prolongando su audaz aventura hasta mayo de 1924 merced al apoyo de los gomeros emigrados en Cuba. En definitiva, tam-poco los desdichados años de la postguerra registraron proyectos infor-mativos de consideración en la Isla. Una vez que el Archipiélago superó la crisis de la guerra y postguerra europeas, el periodismo tinerfeño inició un audaz remozamiento en sus vertientes instrumental e informativa, a remolque del crecimiento econó-mico de los años veinte. En efecto, conforme decursó la década, mientras la irrupción de rotativas y fotograbados modernizaba la impresión de los periódicos, éstos observaban que cada vez era más factible sobrevivir adoptando líneas estrictamente informativas. Comoquiera que la dictadu-ra cercenó las reminiscencias ideológicas precipitando a los periódicos a cometidos netamente informativos, aunque coaccionara la labor de todos ellos, no frenó el proceso. Gradualmente, unos más que otros, devolvieron 268 Julio Antonio Yanes Mesa su atención hacia la problemática foránea, aunque no existiese un recla-mo como el de la guerra ni canales de comunicación más fluidos, al me-nos, hasta los años treinta, cuando el teléfono acercó algo más la proble-mática extraisleña al Archipiélago. El proceso conllevó la diversificación de contenidos y la adopción de estrategias sensacionalistas, en esencia, para atraer concurrencia. El incremento de ilustraciones; la mayor aten-ción a los deportes, al cine y a los espectáculos en general; la proliferación de páginas especializadas, algunas dirigidas específicamente a la mujer; los robustecidos paginados; y la estructuración temática en secciones ca-da vez más consistentes y con titulares más atractivos; fueron los recla-mos más recurridos para captar clientela. El crecimiento económico de los años veinte y, en concreto, su inci-dencia en Santa Cruz, fue el motor de la modernización del periodismo ti-nerfeño. El incremento de la potencial clientela de lectores por la subida del nivel de vida y la regresión del analfabetismo; junto a la irrupción de la publicidad como estrategia comercial lucrativa, acaso, en mayor grado que los otros factores, fueron los desencadenantes más directos del pro-ceso. En efecto, desde que los anunciantes, percatados del creciente in-flujo en el mercado del señuelo publicitario, eligieron los periódicos por su difusión en vez de por afinidades ideológicas, trastocaron las bases del periodismo tinerfeño de anteguerra. Más aún, cuando los anuncios, pau-latinamente, generaban ingresos más substanciosos que las ventas. Junto a la disipación de los antiguos cotos ideológicos de difusión, los periódi-cos observaban la creciente irrupción de una clientela apolitizada que de-mandaba, simple y llanamente, información. Así, los que sintonizaron con los nuevos tiempos trascendieron los reducidos y, con la dictadura, debi-litados, círculos políticos de circulación tradicional, exclusivamente, con la renovación y hermoseamiento de contenidos. Casi imperceptiblemente, la estructura financiera del sector había invertido sus montantes de ante-guerra, pues los ingresos por publicidad a finales de los años 20 duplica-ban, con creces, a los de las ventas. Así nacieron las primeras empresas periodística de la Isla, evidentemente, en la medida de su contexto, lo que no admite comparaciones con las peninsulares. En definitiva, crecientes ventas en función de información puntual atraían lectores, publicidad y, por ende, permitían la emancipación a los periódicos. En los años de la República, culminó el proceso con la recuperación de la libertad de expresión. Con ello, las Islas conocieron la etapa que Ge-orge Weill nominó «edad de oro» de la prensa, caracterizada por el mo-nopolio informativo ejercido por el periodismo escrito cuando, habiendo distendido sus ataduras ideológicas, no acusaba aún la competencia de la radio. El tránsito culminó en Tenerife con sesenta años de demora res-pecto a las zonas punteras del Estado, en consonancia con el rezago so- Del proselitismo ideológico a la información y la intevpretación ... 269 cioeconómico isleño. A partir de entonces, los periódicos forjados por los partidos quedaron relegados al papel marginal que ocupan en los sistemas informativos modernos. En definitiva, en el período de entreguerras el pe-riodismo tinerfeño deambuló desde etapas ideológicas a otras genuina-mente informativas. Prensa superviviente al marasmo bélico Indudablemente, «La Prensa» fue el periódico que con mayor acierto interpretó los nuevos tiempos. Así, conforme decursaron los años veinte profundizó en su vocación informativa, mejoró su presentación adqui-riendo rotativa y fotograbado, amplió su espacio informativo hasta las ocho páginas y adoptó los primeros patrones de sensacionalismo. Luego, a finales de 1932, con la contratación del periodista madrileño Félix Cen-teno como redactor-jefe, homologó su estructura informativa a los diarios punteros del Estado. Por entonces, sus ventas ordinarias, aunque supera-ban con creces los cinco mil ejemplares, le reportaban sólo el 30% de sus ingresos frente la 70% que generaba la publicidad; al tiempo que contaba con una veintena de asalariados. Los otros periódicos supervivientes, el republicano «El Progreson y el católico-conservador «Gaceta de Tenerifen, no supieron distender sus ata-duras ideológicas a tiempo, por lo que continuaron agazapados dentro de su correligionariado sin apenas introducir modificaciones. La penosa evo-lución de ambos durante la República terminó para «El Progreso» en 1932, mientras «Gaceta de Tenerifen consiguió sobrevivir con el apoyo de sectores afines hasta después de la insurrección del general Franco. Por su parte, el periódico pedagógico superviviente, «Eco del Magisterio Ca-nario*, tanto en la dictadura primo-riverista como en la República, man-tuvo una línea editorial acorde a los nuevos tiempos con sucesivas reno-vaciones en su redacción. Prensa nacida al calor del crecimiento económico Indudablemente, el proyecto más atinado de los años 20 fue el diario vespertino de Santa Cruz, «La Tarden. Nacido en 1927 tras la división pro-vincial bajo la dirección de Víctor Zurita, el nuevo diario tinerfeño sinto-nizó tan acertadamente con su contexto, que a una línea editorial genui-namente informativa, y que servía a deshora de «La Prensa», añadió el 2 70 Julio Antonio Yanes Mesa radical tinerfeñismo demandado en la Isla por el reciente «despojo», lo que, al unísono, lo catapultaron tras los pasos del diario de Leoncio Ro-dríguez. Con tales bases, en los años de la República era el segundo pe-riódico de la Isla6. Un año antes que «La Tarde)), en La Laguna había nacido el también diario vespertino «Las Noticias)) que, dirigido por su propietario, Narciso de Vera, optó por una línea editorial ultramontana. Su conservadurismo salió a relucir, sobre todo, en las inmediatas elecciones a la caída de Pri-mo de Rivera, cuando adoptó posturas propias de un órgano de partido en favor de la candidatura monárquica al Ayuntamiento de La Laguna. Luego, tras algunos titubeos, renovó su presentación y adquirió un tono más informativo bajo la dirección de Antoni Marti, lo que sirvió para po-co, pues desapareció a comienzos de 1932. Los otros periódicos que nacieron en los años veinte, o bien bascula-ron dentro de las bases ideológicas del régimen o especializaron su línea editorial. De carácter pedagógico fue la publicación mensual orotavense «Voz del Magisterio Canario» que, dirigido por José Delgado Marrero, vi-vió entre finales de 1922 y comienzos de 1924 con una línea editorial es-casamente reivindicativa. Por entonces, la recientemente restaurada Uni-versidad de La Laguna comenzó a editar la «Revista de Historia Canaria)), pionera de las de su género a nivel de todo el Estado. Luego, y en sintonía con el catolicismo del régimen, en La Laguna nació el semanario «La Cruz)), que dirigido, sucesivamente, por Manuel Acuña y Domingo Verdu-go Bartlett, estuvo dando tumbos desde el verano de 1925 hasta el otoño de 1926, cuando desapareció a pesar del apoyo del ayuntamiento lagune-ro. Con carácter literario vivió a mediados de 1927 el semanario «Hori-zontes » que, dirigido por Saturnino Tejera, fue algo así como un satélite periodístico del diario «Las Noticias)). Del mismo año y compartiendo su carácter literario, pero en línea vanguardista y de élite, data la revista mensual «La Rosa de los Vientos)) que, impulsada por Juan Manuel Truji- 110, abrió sus páginas a ámbitos extraisleños involucrando a los literatos canarios de más renombre del momento. También el Valle de La Orotava vio nacer otros periódicos en aquellos años, caso de «La Voz del Valle», que vivió a comienzos de 1928 con vocación literaria teñida del amarillis-mo caracterizante de la dictadura; de la coetánea «La Atlántida)) que, ba-jo la dirección de Agustín Santos, nació con la misma vocación pero con un tono más pretencioso; y la dos años posterior y aún más efímera «Pro- 6 Para más detalles, véase el trabajo de Julio Antonio YANES MESA: «El feroz tinerfe-ñismo del diario "La Tarde" en su etapa fundacional>,, en Tebeto VII. Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, Cabildo Insular de Fuerteventura, Puerto del Rosario, 1994, PP. 83-1 10. Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 27 1 paganda Industrial y Comercial» que, editada por los sectores económicos del Puerto de la Cruz para atraer turismo, fue distribuida gratuitamente dentro y fuera del Archipiélago. Con la implantación de la República reapareció la prensa ideológica, si bien, para ocupar un papel marginal en el panorama periodístico de la Isla, donde ya prevalecían dos diarios tan inequívocamente informativos como «La Prensan y «La Tarden. Los que así no lo entendieron, conocie-ron un rotundo fracaso aunque su ideario fuera a favor de corriente, esto es, obedeciera al credo republicano. Es el caso del semanario «Actualida-desn que apareció a comienzos de 1932; del diario «El Día», que lo hizo a los tres meses bajo la dirección de Ildefonso Maffiotte; y, sobre todo, del también diario «Hoy» que, promovido por el partido republicano tinerfe-ño mediante la sociedad anónima «Editorial Tenerife~c, on el naviero Al-varo Rodríguez López como más que probable principal accionista, apa-reció otros tres meses más tarde bajo la dirección de José Mana Benítez Toledo. En efecto, los tres, sobre todo el último, protagonizaron un ro-tundo fracaso al intentar competir con los periódicos informativos del momento. Indudablemente, el caso de «Hoy» fue el más clamoroso, pues contó con un formidable despliegue inicial y el basto correligionariado que le prestó la formación política hegemónica en la Isla. Aún así, tras ex-perimentar una indudable expansión inicial a costa de sus predecesores, a los que absorbió clientelas, alcanzó de inmediato el techo de su proyec-ción social por su autolimitación ideológica, para entrar en una paulatina y profunda crisis de la que no pudo salir, a pesar de sus denodados es-fuerzos, hasta que, finalmente, desapareció con las elecciones de 1936, cuando a su crisis específica se sumó la de su pro moto^-7. Un proyecto ob-soleto de la misma índole, aunque de orientación contrapuesta, fue el dia-rio vespertino «La Razón» que, dirigido por Antonio Marti, apareció en La Laguna a finales de 1932 con un claro regusto conservador. Otros géneros periodísticos, caso del satírico, también reaparecieron en la República, siendo «Rompe y Rasga» la cabecera que más notoriedad alcanzó por en-tonces. En un plano más modesto, ya sin pretensiones informativas, hubo pe-riódicos ideológicos de todas las tendencias imaginables. Específicamen-te republicanos fueron los semanarios «Proa», gestado por la Juventud Republicana de Santa Cruz, «República» y a14 de Abril», éstos promovi-dos por comités locales de facciones políticas de ámbito estatal. De ca- 7 Para más detalles, véase el trabajo de Julio Antonio YANEMS ESA«: El diario políti-co "Hoy": un anacronismo informativo en Tenenfe durante la 11 República», en Anuario de Estudios Atlánticos, n.' 38, Patronato de la Casa de Colón, Madrid-Las Palmas, 1992, pp. 603-640. 272 Julio Antonio Yanes Mesa rácter socialista fueron los semanarios «El Socialista», luego, «Rebelión», el orotavense «Decimos...», que dirigió Lucio Illada, y el periódico peda-gógico de la UGT ((Obreros de la Cultura)). Comunista fue «El Obrero Ro-jo »; anarquista, «En Marcha)) de la Federación Obrera de Santa Cruz; y de talante sindical sectorial, «El Inquilino)). Por la derecha del republicanis-mo aparecieron, entre otros, los semanarios «El Norte» y «Control», pro-movidos en el Valle de La Orotava por los sectores agrarios de la Isla; y «La Hora», órgano del efímero partido insularista de Santiago García Sa-nabria, «Acción Tinerfeñax. En definitiva, en los años de la República la caracterización del perio-dismo tinerfeño era antitética a la de anteguerra. EL FRANQUISMO Y LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA El golpe militar del general Franco y la subsiguiente guerra civil cer-cenaron, fulminantemente, la brillante y fugaz etapa que el periodismo ti-nerfeño paladeaba en la República. De inmediato, los dos diarios más im-portantes de la Isla, «La Tarde» por voluntad propia y «La Prensa)) a instancias de los insurrectos, quedaron relegados, como antaño, al papel de meros órganos políticos y, para colmo de males, sin rivales con los que al menos disentir. A su vez, la toma de la naciente radio club de Santa Cruz por los golpistas y su utilización con fines propagandísticos, pusie-ron el punto final al monopolio informativo que hasta entonces había ejercido el periodismo escrito en la Isla. Al poco tiempo, la profunda cri-sis económica del Archipiélago y, en particular, la nueva escasez de papel por la coyuntura bélica, fue recortando paginados y empobreciendo con-tenidos hasta dejar a los periódicos tinerfeños con caracteres obsoletos. A su vez, la feroz conjunción ideológica que impuso el triunfante régimen hizo que el proselitismo, la unanimidad y la intransigencia desplazaran a la pluralidad y a la controversia caracterizantes del periodismo de los años de la República. Tras la guerra, el periodismo tinerfeño quedó anclado en un profundo atolladero tanto desde el punto de vista argumental, por la censura previa y el control gubernamental de la información foránea; como del formal, por las estrecheces económicas de la larga postguerra. Eran años de au-téntica calamidad para los periódicos que, además de la crisis económica y la radical injerencia del régimen, acusaban la creciente proliferación de la radiodifusión en la Isla. La penosa coyuntura sólo comenzó a ceder tras el plan de estabilización de 1959 y, más específicamente aún, desde que el Del pvoselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 273 sector turístico comenzó a tirar de la economía canaria y, a su calor, las tasas de analfabetismo volvieron a retroceder. Sólo a partir de entonces, el periodismo tinerfeño reemprendió su trayectoria modernizadora, ini-cialmente, en su vertiente tecnológica, para, desde que la llamada ley Fra-ga de 1966 distendió el marco jurídico, abarcar también, aunque sólo tí-midamente, la vertiente de contenidos. El incremento de paginados y tiradas, las mejoras en la composición y en la presentación y el desarrollo financiero y empresarial del sector, fueron los factores más notorios del proceso. Simultáneamente, y ante el paralelo progreso de la radiodifusión y la irrupción de la televisión, los periódicos iban asumiendo cometidos más propiamente explicativos que informativos al no poder competir con aquellos medios en el servicio de la actualidad. El proceso culminó en los años de la transición democrática, cuando el periodismo escrito asumió un papel crucial en la Isla, tal y como evi-dencian las reiteradas sanciones gubernativas, superando en compromiso social al radiofónico y al, por lo demás, maniatado de la televisión. Lue-go, el marco de libertad que configuró la constitución de 1978, el remo-zamiento de los talleres con la introducción de la fotocomposición y la in-formática y la decisiva contracción del analfabetismo, confirmaron su asunción del rol y poder social caracterizantes del periodismo de las áre-as más desarrolladas del Estado. ESTUDIPOUN TUAL DEL PERIODISMO TINERFENO POR SECTORES Prensa ideológica del primer franquismo Desde que estalló la guerra civil, Tenerife presenció la irrupción de di-versos periódicos editados, específicamente, por facciones del bando su-blevado, la mayoría a periodicidades discontinuas y todos con una tra-yectoria tambaleante y fugaz. «Patria» y «Arriba España» de Falange Española; «Criterio», del círculo de Acción Católica de la parroquia de la Concepción de La Laguna; «Consigna», del Frente de Juventudes; «Acción Femenina», del SEU; ((Rollosy Metralla)),d e las milicias universitarias de Hoya Fría; otro «Arriba España», éste del SEU; y un largo etcétera de ti-tulares similares con connotaciones facciosas, hicieron su aparición en los primeros años del franquismo. Entre ellos, el más pretencioso fue el diario «Amanecer» que, editado en Santa Cruz por Falange Española, apareció desde agosto de 1937 hasta febrero de 1939 cuando, por dispo-siciones orientadas a la reducción de los diarios matutinos a uno por provincia, las autoridades insulares decretaron su fusión con el viejo y prestigioso diario «La Prensan. Así nació «El Día», el órgano oficial del ré- 274 Julio Antonio Yanes Mesa gimen en la Isla durante el primer franquismo. Por entonces, éste y ((La Tarde», que pudo proseguir en calidad de diario vespertino, configuraban la cúspide del depauperado periodismo tinerfeño, pues la vieja ((Gaceta de Tenerife~l,a decana de la prensa tinerfeña, que a duras penas sobrevivie-ra en los años de la República, había desaparecido desde que consideró cumplida su misión, esto es, cuando vio a España con un marco jurídico-político afín al que con tanto empeño defendieras. Otros periódicos nacidos con el régimen En los años centrales del franquismo volvieron a proliferar las cabe-ceras, aunque en menor medida que en años anteriores y, sobre todo, con caracteres de marginalidad dentro del panorama periodístico tinerfeño que hegemonizaban «El Día», en buena medida, al calor de la antigua clientela de «La Prensa», y «La Tarden, que satisfacía su vocación perio-dística, en lo que podía, con el recurso subliminal, sobre todo, en su se-parata «Gaceta Semanal de las Artes». Algunos periódicos nacieron con tendencia ideológica afín al régimen; otros con línea editorial especializa-da aunque, evidentemente, muy mediatizada por el contexto; y los menos con ciertas pretensiones informativas. Específicamente del régimen fue-ron «El Domingo», que apareció a mediados de los años cuarenta a pe-riodicidad mensual como órgano de la Asesoría Eclesiástica del Sindica-lismo; y la similar «Hoja Informativa del Servicio Provincial de Formación Sindical)) que lo hizo a mediados de los setenta. Dentro del periodismo pedagógico, a poco de terminar la guerra de-sapareció el viejo «Eco del Magisterio Canario» que, en consonancia con su consabida versatilidad, desde la sublevación militar había quedado al lado de los insurrectos bajo la dirección de José Delgado Manero. Poco antes, había nacido el quincenal «Escuela Azul», órgano oficial, inicial-mente, de la Delegación de Educación Nacional de Falange Española y, poco después, del Servicio Español del Magisterio, cometidos con los que sobrevivió, al menos, hasta finales de 1952. Desvinculado del régi-men nació en los años sesenta ((Nuestro Boletín» que, dirigido por Fran-cisco Felipe Torres, estuvo orientado, exclusivamente, a facilitar los trá-mites burocráticos de los maestros olvidando, comprensiblemente, la línea guerrillera y reivindicativa que caracterizara al sector en períodos precedentes. 8 Véase el artículo de Julio Antonio YANEMS ESA«: "Gaceta de Tenerife" o la obstina-ción de un diario católico-conservador», en Revista de Historia Canaria, n." 177, Universi-dad de La Laguna, Santa Cruz de Tenerife, 1995, pp. 175-200. Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 275 En los años iniciales del régimen nació en la Isla la prensa especiali-zada en deportes, indudablemente, la única que sobrevivió con un míni-mo de consistencia en aquellos difíciles años. La mayona fueron semana-rios desligados del régimen que aparecían los lunes para informar de la jornada del día anterior. El pionero fue «Aire Libre», que sobrevivió más de veinte años, en concreto, entre 1943 y 1965. De 1948 data el fugaz «Su-plemento Deportivo)) que, editado por el SEU de La Laguna y, por tanto, ofreciendo la información deportiva desde parámetros del régimen, no encontró el respaldo deseado en los aficionados al deporte. Dos años des-pués apareció «La Hoja del Lunes)) que, editada por la Asociación de la Prensa de Tenerife, procuró compaginar la información deportiva con la general hasta que desapareció en 1982. En 1953 había nacido el único que sobrevive en la actualidad, «Jornada Deportiva)) que, bajo la dirección de Domingo Rodríguez, apareció con enormes alardes sensacionalistas sa-biendo hacer un hueco al arte y a la cultura. Con menos fortuna, otros se-manarios intentaron cubrir la víspera de la jornada, caso del efímero «Viernes Deportivo)) que apareció a mediados de 1955. Los periódicos con vocación informativa que nacieron por entonces, lo hicieron dentro de una gran modestia, pues ninguno apareció a perio-dicidad diaria, lo que unido al sojuzgamiento del contexto, los precipitó al más almibarado amarillismo sin poder ofrecer siquiera, por su disconti-nuidad, la actualidad. Entre otros aparecieron, «Aguere» que, dirigido por Luis Álvarez Cruz, sobrevivió entre 1952 y 1953; «La Voz de la Isla» que, como órgano de información turística, apareció en el Puerto de la Cruz entre 1958 y 1959; «Anaga» que lo hizo en 1960 para, al cabo de un año, aceptar el papel de órgano sindical y, luego, intentar sobrevivir bajo la di-rección de Antonio Marti, lo que consiguió hasta mediados de 1967. El efí-mero «Correo de Tenerife)) que, dirigido por Domingo García, acentuó el amarillismo de la prensa de la época en sus escasos meses de permanen-cia en 1964. Pero, indudablemente, de todos ellos, Fue «Tenerife» el sema-nario más pretencioso y de trayectoria más prolongada. Nacido con pe-riodicidad quincenal a mediados de 1954 bajo la dirección del infatigable Antonio Marti, antes de finalizar el año ya era semanario. Luego llevó una trayectoria titubeante, cambiando de formato casi anualmente, buscando apoyo en distintos sectores, entre otros el turismo, para desaparecer en 1973 cuando, desde cinco años atrás, había tenido que adoptar una pe-riodicidad mensual. Con carácter especializado, bien literario o de índole diversa, conti-nuaron apareciendo diversas publicaciones a lo largo del franquismo. «Mensaje», editada en 1945 y 1946 por la sección de Literatura del Círcu-lo de Bellas Artes de Santa Cruz; «Canarias», editada en La Orotava en los años cincuenta con el consabido amarillismo de la época; y «Optimismo», 276 Julio Antonio Yanes Mesa boletín de la Fraternidad Católica de enfermos de Tenerife; son titulares que ilustran las interioridades del sector. De todas estas revistas, pioba-blemente, la efímera «Momento Canario)) que, dirigida por Alberto Váz-quez Figueroa y con vocación regional, intentó afrontar la defensa del en-torno y cultura canarios en los años de la irrupción del turismo, fue, quizás, la única de cierto compromiso social que debió resultar algo in-cómoda al régimen. El periodismo tine feño más reciente9 De los viejos periódicos tinerfeños, «El Día)), que desde el fallecimien-to de Leoncio Rodríguez en 1955 fue restituido a sus herederos, retornó pronto el papel de vanguardia de su antecesor, «La Prensan, dentro del pe-riodismo tinerfeño. En su trayectoria destacan dos etapas, a saber, el tra-mo final del franquismo, cuando bajo la dirección de Ernesto Salcedo Víl-chez adoptó una línea beligerante con el régimen; y la etapa más reciente, desde que José Rodríguez Ramírez asumió su dirección, caracterizada por sintonizar con el pulso de la sociedad tinerfeña. Ambas, permitieron que fuera el primer periódico canario que introdujo la fotocomposición y la informática en sus talleres al calor de su espectacular expansión du-rante los años setenta y ochenta. En la actualidad, su tirada ordinaria re-basa ampliamente los veinte mil ejemplares, cifra que ronda los treinta mil en los días festivos. Junto a «Jornada Deportiva)), desde 1980 conver-tida en diario vespertino de información general sin menoscabo de su es-pecialización deportiva, es propiedad de la empresa «Editorial Leoncio Rodríguez, S.A.)). El otro diario, «La Tarde)), cuya dirección tras la desa-parición de Víctor Zurita fue asumida por Alfonso García-Ramos, no pu-do proseguir más allá de 1982, acaso, por quedar obsoleta su hora de apa-rición lo que, a su vez, le impidió renovar su infraestructura tecnológica y, por ende, frenar el drenaje de su clientela hacia el rival. Junto a los dos supervivientes, «El Día)) y «Jornada Deportiva)), el pe-riodismo tinerfeño más reciente ha presenciado la irrupción de dos nue-vos diarios informativos. El primero de ellos, ((Diario de Avisos)), es el ac- 9 Dado que hasta el momento este es el periodo menos investigado por nosotros, inevitablemente, su contenido sobrelleva un componente hipotético que esperamos dilu-cidar, bien confirmando, matizando o corrigiendo nuestras apreciaciones, con investiga-ciones puntuales en un futuro no muy lejano. De momento, ofrecemos datos que proce-den de una prospectiva general que hemos efectuado sobre los fondos documentales de la hemeroteca de la Universidad de La Laguna y de la obra de Ricardo ACIRÓNR OYOL:a pren-sa en Canarias. Apuntes para su historia, Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1986, pp. 89-102. Del pvoselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 277 tual decano de la prensa canaria pues, datando del siglo anterior, fue ad-quirido y trasladado, en 1976, por la empresa CANAVISA desde Santa Cruz de La Palma a su homónima de Tenerife. Confiada desde entonces su dirección a Leopoldo Cabeza de Vaca, ha homologado su infraestruc-tura tecnológica a la de «El Día» alcanzando una tirada ordinaria que su-pera los diez mil ejemplares. El último ensayo periodístico de Tenerife, «La Gaceta de Canarias)), data de finales de 1989. El engendro, que apa-reció bajo la mancomunada dirección de ~MartínC armelon con resuelta vocación regional, luego, con la asunción de su dirección por Jorge Bet-hencourt, entró en etapas más sólidas conforme centró su línea editorial en la problemática específica de la Isla, trayectoria que no ha abandona-do su actual director Enrique Rey. Por debajo de estos «grandes» diarios, desde la desaparición del fran-quismo la Isla ha presenciado una espectacular proliferación de publica-ciones periódicas de la más diversa índole, pues al incremento de las lite-rarias, sectoriales y profesionales, se han sumado las políticas y sindicales. Todas, en conjunto, conforman ese abigarrado, nutrido y, aho-ra más que nunca, marginal sector del periodismo tinerfeño. A MODO DE CONCLUSI~N En este apretado bosquejo de la evolución del periodismo tinerfeño en el siglo xx, hemos intentado, no sabemos con qué suerte, simultanear los enfoques a medio y corto plazo. A tal fin, hemos antepuesto a cada etapa su caracterización general para, a continuación, recrear sus interiorida-des ofreciendo las pinceladas más significativas de los periódicos del mo-mento. Oteando el panorama desde una atalaya más distante, globaliza-dora de todo el siglo, atisbamos una etapa inicial fuertemente politizada que, paulatina y complejizadamente, evoluciona hacia otra resueltamente informativa que, a su vez, y de inmediato, prosigue, no sin menos contra-dicciones, hacia la actual, eminentemente explicativa. A un nivel propia-mente estructural, observamos la paulatina y paralela irrupción del pe-riodismo de empresa en la Isla y, concomitantemente, la capitalización y concentración de cabeceras en el sector. En el trasfondo del proceso de-tectamos dos coyunturas económicas expansivas en marcos sociopolíticos amordazantes, a saber, el desarrollo frutero de los años veinte en la dicta-dura primo-riverista, motor de la primera transición; y el desarrollo turís-tico a partir de finales de los sesenta en la dictadura franquista, motor de la segunda. Y tras cada una de ellas, dos coyunturas críticas en un marco de libertad de expresión no menos trascendentales, a saber, los años de la 11 República, donde culmina el periodismo informativo; y los años de la 278 Julio Antonio Yanes Mesa transición democrática, donde lo hace el explicativo. Desde el punto de vista geográfico-espacial, la modernización del periodismo tinerfeño con-llevó una paulatina reducción de su implantación en la Isla, pasando de residir en toda la vertiente norte a hacerlo sólo en la conurbación que ha forjado la capital. El sur, pues, en consonancia con su tardío desarrollo económico, quedó relegado de todo protagonismo activo en ésta, como en tantas otras, vertientes culturales de la vida tinerFeñal0. Evidentemente, debajo de esta somera síntesis, sobre todo, en su tra-mo más reciente, queda mucho donde escarbar para perfilar contornos, entrañas y alcances a corto plazo y, por ende, «trincar» con mayor preci-sión el discurrir del periodismo tinerfeño por el siglo xx. De todo ello, y ampliando su ámbito a siglos precedentes, seguimos ocupándonos y es-peramos poder ofrecer resultados en un futuro no excesivamente lejano. Su posterior cotejo con otras investigaciones históricas en el Archipiélago permitirá, con el rigor que nuestra disciplina demanda, insertar la Histo-ria del Periodismo Canario en el seno de la Historia del Periodismo Espa-ñol. La paralela contribución de otros especialistas (léase: periodistas, fi-lólogo~ s,o ciólogos, etc.) con trabajos complementarios a los nuestros por responder a enfoques necesariamente diferentes, deberá permitir la inte-lección del periodismo tinerfeño, y canario en general, en todas sus resul-tantes conforme evolucionó a lo largo del tiempo. ACIR~NRO YOR, icardo: La prensa en Canarias. Apuntes para s24 historia, Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1986. ALBERTPi,e rre: Historia de la Prensa, Ediciones Rialp, Madrid, 1990. GONZÁLECZH ÁVEZC, armen Milagros y cok: La prensa del Valle de ltc~O ~wtava (1880-1930), Ayuntamiento del Puerto de la Cruz y Editorial Labris, La La-guna, 1986. MARTÍNDE LA GUARDIRAi,c ardo: Información y propaganda en la Pren~ad el Mo v - miento. «Libertad de Valladolid», 1931-1979, Universidad de Valladolid, Va-lladolid, 1994. PAZS ÁNCHEMZ,a nuel de: «Nuevos documentos sobre Secundino Delgado», en ROA. Revista del Oeste de África, n." 9, Centro de Estudios Africanos, La La-guna- Las Palmas, octubre de 1990, pp. 7-76. 10 Que sepamos, el único intento de crear un periódico en el sur de Tenerife, por lo demás, frustrado, surgió en la Villa de Güímar tras la conclusión de la guerra europea, cuando varios jóvenes de la localidad intentaron fundar un semanario literario (véase: L« Prensa, 25-1-1919). Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 279 SEOANME, ana Cruz, y SÁrz, María Dolores: Historia del periodismo en España, 3. El siglo XX: 1898-1936, Alianza Editorial, Madrid, 1996. TIMOTEÁOLV AREZJ, esús, y cols: Historia de los medios de comunicación en Espa-ña (1900-1990). Periodismo, imagen y publicidad, Editorial Ariel, Barcelona, 1989. YANEMS ESAJ, ulio Antonio: Leoncio Rodríguez y «La Prensan: una página del pe-riodismo canario, Cabildo Insular de Tenerife, Caja General de Ahorros de Canarias y Editorial Leoncio Rodríguez, S. A., Santa Cruz de Tenerife, 1995. - «El diario político «Hoy»: un anacronismo informativo en Tenerife durante la 11 República», en Anuario de Estudios Atlánticos, n." 38, Patronato de la «Casa de Colón», Madrid-Las Palmas, 1992, pp. 603-640. - «El feroz tinerfeñismo del diario "La Tarde" en su etapa fundacional)), en Te-beto VZI. Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, Cabildo In-sular de Fuerteventura, Puerto del Rosario, 1994, pp. 83-1 10. - «El diario conservador "El Tiempo": una víctima informativa del "Pleito In-sular" en los años de la Restauración», en Anuario de Estudios Atlánticos, n." 40, Patronato de la «Casa de Colón,), Madrid-Las Palmas, 1994, pp. 547-593. - «"Gaceta de Tenerife" o la obstinación de un diario católico-conservador», en Revista de Historia Canaria, n." 177, Universidad de La Laguna, Santa Cruz de Tenerife, 1995, pp. 175-200.
Click tabs to swap between content that is broken into logical sections.
Calificación | |
Título y subtítulo | Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación de la noticia : panorama retrospectivo, a medio y corto plazo, del periodismo contemporáneo en Tenerife, 1898-1991 |
Autor principal | Yanes Mesa, Julio Antonio |
Entidad | Universidad Nacional de Educación a Distancia (España). Centro Asociado de Las Palmas (Las Palmas de Gran Canaria) |
Publicación fuente | Boletín Millares Carlo |
Numeración | Número 16 |
Sección | Artículos de tema histórico |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Centro Regional Uned |
Fecha | 1997 |
Páginas | p. 245-279 |
Materias | Periodismo ; Canarias ; Tenerife ; Siglo 19-20 |
Enlaces relacionados | Enlace al editor: http://www.boletinmillarescarlo.es/index.php/BMC/index |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 1696863 Bytes |
Texto | Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación de la noticia: panorama retrospectivo, a medio y corto plazo, del periodismo contemporáneo en Tenerife, 1898-1 991' JULIOAN TONIOY ANESM ESA Universidad de La Laguna LOS AÑoS PREVIOS A LA GUERRA EUROPEA2 A comienzos de siglo, el periodismo tinerfeño, en consonancia con el rezago socioeconómico de la formación social isleña, deambulaba por 1 Para elaborar este apretado bosquejo del periodismo tinerfeño en el siglo actual, hemos procedido al estudio de todos los periódicos que conserva la hemeroteca de la Uni-versidad de La Laguna. Desde el punto de vista científico, el resultado final ofrece dos se-cuencias de alcance bien diferente, la previa a la guerra civil, más definitiva al estar arro-pada por nuestra tesis doctoral y los subsiguientes trabajos complementarios que hasta el momento hemos acometido, y la posterior, que sobrelleva un carácter más hipotético al constituir, hasta el momento, un terreno prácticamente virgen para los historiadores. Tan-to la concisión de nuestro relato como la reducción de sus apoyaturas a notas a pie de pá-gina generales que engloban, a un tiempo, la verificabilidad de los datos puntuales de va-rios periódicos, nos vienen impuestos por constituir el presente trabajo un artículo a publicar en una revista científica. Los límites cronológicos señalados en el epígrafe (1898- 199 l), de tan desigual carácter en cuanto a alcance y significado, pues aluden a un acon-tecimiento tan específicamente español como el «desastre» de 1898 y a otro de tan honda repercusión internacional como la caída del muro de Berlín en 1991, como quien no quie-re la cosa, nos remarcan la espectacular evolución experimentada por el contexto estatal en nuestro período de estudio, en el que España ha pasado de un desolador aislamiento a una plena integración en la problemática internacional. 2 Para más detalles sobre este periodo, véase el trabajo de Julio Antonio YANEMS E-SA: «El diario conservador "El Tiempo": una víctima informativa del "Pleito Insular" en los Boletín Millares Carlo, núm. 16. Centro Asociado UNED. Las Palmas de Gran Canaria, 1998 246 Julio Antonio Yanes Mesa etapas específicamente ideológicas sin atisbar, ni de lejos, el cometido in-formativo que ya paladeaba el de Madrid, Barcelona y Bilbao, vanguar-dias del sistema informativo español, por lo demás, uno de los más ai cai-cos del continente europeo. Años más tarde, en vísperas de la guerra europea, la sujeción del periodismo tinerfeño, y canario en general, a la política de partido, aún no había variado ni un ápice. Factores de m q di-versa índole y con incidencia tan desigual en las Islas como las altas ta\as de analfabetismo, la precaria infraestructura de comunicaciones en su do-ble vertiente interior y exterior, el férreo caciquismo y el subdesari ollo económico, al imposibilitar la autonomía de las empresas periodísticas, condenaban a los periódicos a la búsqueda de un mecenazgo político pa-ra sobrevivir con un mínimo de garantías. Y es que en el raquítico mei-cado de lectores y publicitarios de anteguerra, sólo las formaciones polí-ticas de las Islas podían garantizar una mínima y fiel clientela de suscriptores y, en menor medida, de anunciantes, pues la publicidad aún desconocía su moderno rol mercantil en el Archipiélago. Como contra-partida, los promotores obtenían un vehículo cohesionador para su I olu-ble correligionariado y, lo que era más importante, una exhibición pal-maria de su podeno, dado que el simple proselitismo no bastaba como recurso político en la amordazada sociedad isleña de entonces. La endeblez de las formaciones políticas de las Islas, con su elitismo, su inarticulación social y sus disidencias personalistas, junto a la generosidad de la legislación y la modestia y baratura de los propios periódicos, fueron los detonantes de la efervescente y versátil maraña de órganos tendenciosos caracterizante del panorama informativo tinerfeño de anteguerra. En efec-to, a la espectacular proliferación de cabeceras acompañó el partidismo in-formativo y, por ende, la alternancia de los más enjundiosos halagos con las más contundentes descalificaciones de la clase política, evidentemente, en función de las afinidades y compromisos que conllevaba el mecenazgo po-lítico. Una típica sección destinada a las inevitables réplicas y contr-sil-épli-cas, que algunos coronaban, siguiendo pautas cotidianas de las clases po-pulares, con mordaces coplas, ponía en comunicación, la mayoría de las veces, en diálogo de sordos, a unos con otros. En cualquier caso, los men-sajes llegaban directamente a clientelas reducidas, siempre inferiores a1 mi-llar de lectores, desde las que trascendían al resto de la población isleña a través del boca a boca, exclusivamente, en aras al halago o defenestración pretendidos, pues, como apuntamos líneas atrás, el proselitismo carecía de interés dentro del maniatado electorado de entonces. años de la Restauración)), en Anuario de Estudios Atlánticos, n." 40, Patronato de la «Casa de Colón)), Madrid-Las Palmas, 1994, pp. 547-593. Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 247 Comoquiera que los cuadros redaccionales de los periódicos eran re-clutados por los grupos políticos en la enclenque capa alfabetizada de las clases populares isleñas, los periodistas evidenciaban, además de una in-satisfactoria formación intelectual, una coartante dependencia económi-ca. De ahí, su acompasado recurso a las parrafadas en latín y a los diti-rambo~ p oéticos, acaso, para dar satisfacción a una latente vocación de escritor que encontraba vedado el campo informativo para la creación. En definitiva, el más almibarado lirismo y la más descarada procacidad, en insospechada connivencia, poblaban las páginas de los periódicos tinerfe-ños de anteguerra. En los periodos de recesión de la lucha política, unos y otros adquirían un ramalazo informativo movidos por la vocación periodística que, ador-mecida por la coerción ideológica, subyacía en los cuadros redaccionales, si bien, cuidando muy mucho los intereses económicos de sus patrocina-dores que, al proceder, salvo contadísimas excepciones, de la clase domi-nante isleña, solían ser redundantes. Entonces homologaban sus páginas a aquellos otros que, con vocación informativa, ingenuamente intentaban subsistir al margen del tutelaje político y expuestos a la insolvencia del mercado de compradores y anunciantes. Con tales bases, estos periódicos, inevitablemente, caían en un círculo vicioso. Los que intentaban conse-guir el máximo de clientela posible eludiendo confrontaciones y enemis-tades, perdían lectores por el amarillismo de su línea editorial; en contra-posición, los pocos que afrontaban con valentía la problemática isleña, limitaban su potencial clientela quedando, a su vez, expuestos a polémi-cas, cuando no a embestidas intimidatorias, al salir en defensa de los de-nunciados sus órganos de prensa, cuando no sus acólitos en persona. Evi-dentemente, los periódicos especializados, ya fueran de carácter pedagógico, financiero o literario, no escaparon a estas limitaciones. En definitiva, sin el arropamiento de una facción política, los periódicos ti-nerfeños de anteguerra tenían, prácticamente, vedada su existencia. Los periódicos de las fuerzas del sistema restauracionista En los umbrales del siglo: «pactistas» contra «antipactistas» A comienzos de siglo, eran «La Opinión» y «Unión Conservadora», ór-ganos respectivos de los partidos del turno, los periódicos de presencia más notoria en Tenerife. Sus controversias, sin embargo, más que a pare-ceres ideológicos contrapuestos, obedecían a diferencias en la cuestión 248 Julio Antonio Yanes Mesa doméstica por excelencia: el ((pleito insular)). Así, mientras el diario con-servador abogaba por un pacto político a nivel Archipiélago en aras a un control armónico de la Región, lo que conllevaba el entendimiento con el partido liberal grancanario; el diario liberal era contrario a cualquier arre-glo, fundamentalmente, por la desconfianza que le inspiraba su correli-gionario Fernando León y Castillo en su afán por engrandecer a toda cos-ta a Las Palmas, más aún, cuando gozaba de grandes influencias en Madrid. Las diferencias databan de las últimas elecciones a Cortes del siglo an-terior, cuando un sector del partido conservador tinerfeño, encabezado por José Mana Hernández Leal, Agustín Rodríguez Pérez y Antonino Ya-nes Volcán, estableció las bases del acuerdo con el partido liberal granca-nano. Comoquiera que el órgano oficial del partido, «La Opinión)), quedó en manos de los contrarios al pacto, que encabezaban Martín Rodríguez Peraza y Pedro Schwartz, los pactista tuvieron que promover un nuevo periódico, «Unión Conservadora)), para defender sus puntos de vista. A renglón seguido, el sector conservador antipactista experimentó tal muta-ción ideológica que, a los pocos meses, convirtió a «La Opinión» en por-tavoz oficial del partido rival en la Isla, el liberal. La dura polémica inter-na que conllevó la disidencia, trascendió al terreno personal cuando el hermano de Pedro Schwartz, alcalde de Santa Cruz y una de las cabezas visibles del sector tránsfuga, agredió, con consecuencias fatales, al redac-tor- jefe de «Unión Conservadora)), Patricio Perera Álvarez. Sólo tras este penoso incidente, la enconada disputa inició su inflexión. Girando en torno a su desigual postura regional, los dos periódicos po-lemizaban continuamente a comienzos de siglo, sobre todo, en los proce-sos electorales. Al margen de las elecciones, cuestiones de índole tan di-versa como el arriendo de los puertos francos del Archipiélago, disputado por sendas asociaciones anejas a ambos partidos; la posible supresión del Obispado de Tenerife, que los liberales tinerfeños atribuían a su denosta-do correligionario León y Castillo; y los problemas de las obras del puer-to de Santa Cruz, cuyo contratista era el liberal Elicio Lecuona Bello; fue-ron los temas que nuclearon las interminables disputas de ambos periódicos. En su transcurso, el panorama periodístico de las fuerzas ies-tauracionistas en la Isla acentuó su tradicional bifurcación de sesgo no ideológico, acusando la irrupción de órganos anejos a uno u otro y la de-cantación de los que permanecían indiferentes ante el entuerto. Muy po-cos periódicos, y por escaso período de tiempo, pudieron permanecer al margen del enconado duelo, caso de ((La Región Canaria)) que, promovi-do por el alcalde de La Laguna, el conservador Lucas Vega Padrón, apa-reció a caballo de los dos siglos abogando, exclusivamente, por la partici-pación del sector agrario local en el arriendo de los piici-tos francos Su Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 249 singular trayectoria, pues de adversa a «Unión Conservadora)) y a «La Opinión)) evolucionó, desde que el arriendo recayó en manos conservado-ras, hacia las filas liberales, evidencia una decantación ideológica motiva-da por la frustración de sus expectativas iniciales. Pero su caso no fue el más representativo porque, en esencia, un «pactismo» de connotaciones pragmáticas y un «patriotismo» de cierto regusto romántico, subyacían en la escisión y el encaramiento de la clase dominante tinerfeña a través de la prensa. En las interminables polémicas de entonces, «Unión Conservadora)) contó con menos apoyo que su rival, pues apenas obtuvo el sucesivo con-curso de tres modestos bisemanarios de La Laguna y un semanario del Puerto de la Cruz, todos con tendencias dispares dentro del restauracio-nismo pero, como dijimos, con un trasfondo pragmático común. El más antiguo de los laguneros fue «Tenerife», que dirigido, sucesivamente, por Enrique Madan y Eliseo Tarife, fue editado entre los veranos de 1901 y 1902 por los seguidores del político liberal Ricardo Ruiz Benítez de Lugo y del general Weyler. Tras su desaparición, el partido conservador de La Laguna adquirió el renqueante periódico informativo «El Imparcial de Canarias» que, bajo la dirección de Domingo Gutiérrez Bello, prolongó su agonía por espacio de algunos meses. Luego, ya en vísperas de la desapa-rición de «Unión Conservadora)), el partido promovió «Heraldo de La La-guna » que, dirigido por Leoncio Rodríguez cuando apenas contaba con 22 años, adoptó una línea editorial poco guerrillera en sus escasos seis meses de vida. El otro periódico afín a «Unión Conservadora)), el sema-nario portuense «El Valle» que dirigía Andrés Adán, era órgano de Ricar-do Ruiz Benítez de Lugo y, dado que prolongó su existencia hasta co-mienzos de 1906, más que apoyo de «Unión Conservadora», lo fue de su sucesor, «El Tiempo)). Por su parte, «La Opinión» tuvo como principal baluarte al anterior portavoz del partido liberal de la Isla, el diario «Cronista de Tenenfe» que, dirigido por Juan Bonnet Torres, a raíz de la escisión del partido conser-vador fue órgano, inicialmente, del marqués de Villasegura para, más tar-de, aproximar posiciones a Pedro Schwartz. Otros periódicos con trayec-toria más singular, caso del «Diario de Avisos» que dirigía Abelardo Bonnet, o con marcada vocación informativa o literaria, secundaron la 1í-nea editorial de «La Opinión)) al compartir el generalizado tinerfeñismo que reinaba en la Isla. Desde los umbrales del siglo, pues, las fuerzas «pa-triotas)) evidenciaron una aplastante superioridad de efectivos. En definitiva, la natural bifurcación ideológica de los periódicos de las fuerzas restauracionistas que, en teona, debía obedecer a los credos libe-ral o conservador, a comienzos de siglo fue espectacularmente trastocada en las Islas por el «pleito insular)). A ello debió contribuir tanto el insubs- 250 Julio Antonio Yanes Mesa tancial ropaje ideológico de las formaciones políticas tinerfeñas, como el enorme predicamento del «patriotismo» en la Isla. De cualquier modo, en la disociación y subsiguiente reagrupamiento de los periódicos, la postu-ra regional siempre primó sobre los idearios políticos. Paralelamente, las polémicas no dirimían otra cosa que cuestiones domésticas, llevando el sector «pactista» siempre la peor parte y, por ende, sufriendo su órgano de expresión, «Unión Conservadora)), un enorme deterioro. Otras amenazas para la Isla, tales como la pretendida supresión de la Capitanía de Santa Cruz a instancias del gobierno conservador de Francisco Silvela, agrandó su pérdida de credibilidad en la sociedad tinerfeña hasta niveles insoste-nible~ F. ue entonces cuando el partido ensayó un recambio promoviendo una nueva cabecera: «El Tiempo». Ante la resolución de Canalejas: todos «antipactistas» «El Tiempo» apareció en el verano de 1903, editado en la imprenta de Camilo Guimerá y dirigido por Juan Ramírez Filpes, intentando defender, aunque con mayor cordura que su antecesor, las consabidas tesis ((pactis-tas » de sus patrocinadores. Sin embargo, conforme sufrió el sistemático ataque de «La Opinión)) por su equívoca postura ante el problema de Ca-pitanía, fue imbuyendo de agresividad su línea editorial hasta alcanzar co-tas similares a las de su predecesor. Comoquiera que sus oponentes no le fueron a la zaga, la disputa estuvo a punto de trascender al terreno per-sonal, mediando en el entuerto Patricio Estévanez en calidad de presi-dente de la naciente «Asociación de la Prensa de Tenerife». Con la confir-mación de la Capitanía de Santa Cruz en la definitiva reforma militar de la Región, el novel diario concluyó con tablas su primer embate contra los «antipactistas». En fechas sucesivas, «El Tiempo» intentó demostrar, con evidente su-tileza, la eficacia de sus tesis retomando problemas de índole económica, caso de la paralización de las obras del puerto de Santa Cruz y de la isle-ñización de las franquicias, aunque inútilmente, pues de «La Opinión)) volvió a obtener la más rotunda de las negativas. Por consiguiente, su ar-gumentación de clara raíz pragmática, ni en cuestiones estrictamente eco-nómicas abría brecha en las robustecidas fuerzas «patriotas» de la Isla, que nada querían saber de León y Castillo. Conforme decursó la década y la cuestión provincial fue caldeando el panorama político de las Islas, el diario conservador intentó desdramati-zar la disyuntiva en juego arremetiendo, indiscriminadamente, contra di-visionistas y antidivisionistas. Pero su afán por hacer valer lo racional so-bre lo visceral, fue incomprendido por la clase dominante tinerfeña, Del proselitismo rdeológico a la información y la interpretación ... 25 1 acaso, por su innecesariedad, quedando finalmente solo en su empecina-da lucha. Su audaz periplo concluyó en vísperas de la resolución de Ca-nalejas, cuando la turba de Santa Cruz procedió a su asalto y desmante-lamiento con el beneplácito de toda la sociedad tinerfeña. Por entonces, sus filas habían mermado hasta tal punto, que para conseguir un director tuvo que recurrir a los otrora periodistas proletarios, José Cabrera Díaz y, luego, Manuel Santiago Espinosa. Con su desaparición, concluyó una en-conada disputa periodística que, en esencia, era el reflejo de un enfrenta-miento interno de la clase dominante tinerfeña, pues las cúpulas de una y otra opción procedían del cacicato de entonces. Al final, la pasión insula-rista pudo con el más descarado pragmatismo de ámbito archipielágico. En su controvertida existencia, «El Tiempo» contó con el sucesivo apoyo de varios periódicos, algunos de ideología liberal, la mayoría de vi-da fugaz y todos con su mismo trasfondo práctico. Confesadamente libe-rales nacieron los diarios «El Porvenir)), «El Liberal» y «El País»; camu-flando sus intenciones, los bisemanarios «Nivaria» y «El Teide)). «El Porvenir», fue editado en Santa Cruz de Tenerife durante el se-gundo semestre de 1905 bajo las directrices que desde Madrid dictaba Ri-cardo Ruiz Benítez de Lugo. Dirigido por Eliseo Tarife, mantuvo unas re-laciones tan tirantes con «La Opinión)), que ambas redacciones estuvieron a punto de enzarzarse en una riña. «El Liberal» fue promovido por Elicio Lecuona a raíz del encontronazo que tuvo con Antonio Domínguez Al-fonso, por entonces, jefe de filas del círculo de «La Opinión)). Editado en la misma imprenta que «El Tiempo» y dirigido por Agustín Díaz, apareció en Santa Cruz de Tenerife entre abril de 1906 y septiembre de 1907 con una línea editorial contraria al «patriotismo», tanto tinerfeño como gran-canario. «El País» fue impreso desde mayo de 1908 hasta finales de 1909, a iniciativa del, por entonces, también liberal, Félix Benítez de Lugo. Di-rigido, sucesivamente, por Benigno Varela, Agustín Díaz y Manuel García, mantuvo siempre unas excelentes relaciones con «El Tiempo)) merced a sus comunes diferencias con los mentores de «La Opinión». Por su parte, el bisemanario ((Nivaria)a) pareció en La Laguna en mar-zo de 1910 intentando pasar, con evidente ingenuidad, por periódico in-dependiente. Desde que fue descubierto, luchó sin tregua contra los sec-tores «patriotas» de la Isla en defensa del ahora conservador Manuel Delgado Barreto y del todavía liberal Félix Benítez de Lugo, para desapa-recer a los escasos seis meses de vida. El otro bisemanario, «El Teide», ha-bía aparecido en septiembre de 1908 en el Puerto de la Cruz solapando también sus intenciones políticas. Dirigido, sucesivamente, por Manuel García, Luis Ramos y Juan Ruiz, pronto evidenció que era órgano de Fé-lix Benítez de Lugo para, al poco tiempo, atemperar notablemente su ím-petu y prolongar su existencia hasta más allá de 19 13. 252 Julio Antonio Yanes Mesa Por su parte, el sector «patriota» contó con unos efectivos mucho más consistentes. Así, aparte de «La Opinión)) y del consabido e inestimable concurso de los diversos periódicos republicanos y despolitizados, pro-movió órganos en localidades del interior de la Isla en el otoño de 1905, precisamente, cuando «El Tiempo)) concluía su etapa más brillante, casos de «El Defensor)) y ((Noticiero Canario»; e incluso en años posteriores, ca-so de «El Pueblo Canario)). El bisemanario «El Defensor)), circuló en La Orotava entre septiembre de 1905 y diciembre de 1907 bajo la sucesiva dirección de Jesús Mana Ca-sañas y Manuel Sierra Delgado. Órgano de Antonio Domínguez Alfonso, siempre mantuvo una línea editorial menos guerrillera que sus allegados, en buena medida, por su marcado carácter localista. ((Noticiero Canario)), en cambio, que había nacido como periódico independiente, fue adquiri-do por la facción del propio Antonio Domínguez Alfonso por la misma época. Confiada su dirección a Esteban Hernández Baños, fue un fiel se-guidor de la línea editorial de «La Opinión)) hasta que desapareció en oc-tubre de 1908, precisamente, cuando nació «El Pueblo Canario)). Éste, hasta septiembre de 1909 cuando entró en etapas titubeantes, distinguió su línea editorial por un rabioso «patriotismo» a instancias de su promo-tor, el cabecilla de «Unión Patriótica)), Benito Pérez Armas. En definitiva, el fiel de la balanza, como era previsible, pivotó hacia las filas «patriotas». A partir de entonces, aunque los periódicos políticos ti-nerfeños pudieron exhibir con mayor nitidez su ideario político, el siem-pre latente «patriotismo», sin duda, acentuado por la volubilidad ideoló-gica de todos ellos, otorgó a unos y otros, de vez en cuando, una sutil homogeneidad en sus planteamientos. En vísperas de la guerra europea: el afloramiento de los idearios En la etapa final de «El Tiempo)), el sector antipactista del partido con-servador tinerfeño había ganado tantos enteros, que en connivencia con los círculos católicos de la Isla fue capaz de editar el moderno y preten-cioso diario ((Gaceta de Tenerife)). Desde un principio, el nuevo periódico dejó tan claro su ((patriotismo))q, ue su confesión católica no fue óbice pa-ra que apoyara a los sectores anticlericales del conglomerado tinerfeñista ((Unión Patriótica)). Meses más tarde, ya desaparecido «El Tiempo», el partido conservador de Tenerife confirmó su renuncia a cualquier velei-dad pactista a escala regional con su nuevo portavoz, «La Región)). De in-mediato, el naciente diario reclamó con insistencia la reorganización en la Isla del otro partido del turno, el liberal, para desatascar el funciona- Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 253 miento del sistema. Poco después, nació en La Laguna «El Periódico La-gunero)) que, bajo la dirección de Narciso de Vera, reafirmó el empeño conservador por abrir brecha en el consenso liberal/republicano. Por con-siguiente, tras la desaparición de «El Tiempo», el partido conservador de Tenerife asumió el generalizado «patriotismo» de la Isla. Para ello, redujo a ámbito isla su vocación pactista tras comprobar que a nivel archipiéla-go su programa era inviable. En vísperas de la guerra europea nacieron otros dos periódicos con-servadores en la Isla, ambos impresos en la tipografía de «La Región)), en uno primando el ideario político y en el otro el «patriota». El primero, «El Terruño», nació a finales de 1913 como portavoz de las juventudes con-servadoras. En sus escasos seis meses de vida experimentó una trayecto-ria tan renqueante, que de periodicidad semanal paulatinamente pasó a mensual, bimensual, hasta, finalmente, desaparecer. Luego, nació ~Heral-do de Tenenfe» que, dirigido por Gundemaro Baudet, procuró reafirmar, por encima de las consideraciones ideológicas, el creciente tinerfeñismo de los círculos conservadores de la Isla apelando a una pretendida orien-tación comercial. También la prensa liberal conoció dos nuevas cabeceras en el peno-do inmediatamente anterior a la guerra, ambas en localidades del inte-rior de la Isla, y también una de ellas, con un contenido fundamental-mente ideológico. A finales de octubre de 1912 nació en el Puerto de la Cruz «El Liberal)) que, bajo la dirección de Julio Navarro Monn, en sus escasos, pero agitados, cinco meses de vida, centró su línea editorial en la política local arremetiendo duramente contra el alcalde de la locali-dad, el conservador Andrés de Arroyo. Luego nació en La Orotava el se-manario «Vida Moderna» que, bajo la batuta de Agustín Hernández, compaginó su filiación a la facción reformista de Melquíades hvarez con la amistad de Félix Benítez de Lugo y Manuel Delgado Barreto. A pesar del reducido círculo de correligionarios que consiguió en la Isla, pudo subsitir hasta finales de 1916 con el arropamiento de buena parte del ve-cindario de la localidad. En definitiva, en vísperas de la guerra europea, la prensa restauracio-nista de Tenerife intensificó, aunque sólo levemente, su barniz ideológico al desaparecer el pactismo a escala regional y, por ende, el fundamento a la anterior bifurcación de sesgo insularista. No obstante, el «patriotismo», ahora compartido por unos y otros, no dejó de incidir en todos ellos, aun-que en vez de para escindirlos dentro de la Isla, para aglutinarlos contra los de la rival cada vez que algún rumor ponía en tela de juicio la preemi-nencia de Tenerife en el Archipiélago. 254 Julio Antonio Yanes Mesa Los periódicos de las fuerzas extrasistema La espectacular proliferación de cabeceras de las formaciones restau-racionistas en la Isla, bien a instancias de los propios partidos o de las fac-ciones disidentes de ambos, no fue debidamente correspondida por las fuerzas políticas ajenas al turno, correspondiendo al republicanismo, de vieja y profunda raigambre en Santa Cruz, la gestación de la mavoría de ellas. La entidad y tiradas de estos periódicos, por lo demás, si atendemos a formatos, periodicidades y a otra información cualitativa diversa, caso de la p,\ri-afada ((periódico de mayor circulación de la Isla» que ostenta-ban a la vez, en enconada porfía, «El Tiempo» y «La Opinión», fueron, hasta que nació «La Prensa)), claramente inferiores. Aún así, y descontan-do alguno de los vocacionalmente informativos, las fuerzas extrasistema incubaron y mantuvieron los periódicos tinerfeños más relevantes del mo-mento, a saber, «Diario de Tenerifen y, ya en vísperas de la guerra europea, «La Prensa)), que tendría una tracendental proyección en el periodismo ti-nerfeño. ((Diario de Tenerifen de Patricio Estévanez, que databa de 1886, en es-tos años, y en los posteriores, seguiría alternando la elegancia en la de-fensa de su ideario con el ofrecimiento de información, tanto isleña como extraisleña. Con ello, anticipando etapas venideras en el periodismo ca-nario, mantuvo su aire informativo sin acusar la pérdida de estabilidad. Acaso, su prolongada existencia resulte explicable por esa singular ambi-valencia que, por un lado, le proporcionó la fiel clientela dentro del repu-blicanismo de Santa Cruz y, por otro, le atrajo el raquítico mercado tiner-feño de lectores que por entonces deseaba, simple y llanamente, saber lo que acontecía en el mundo. A caballo entre los dos siglos nacieron los semanarios «El Orden)), en La Orotava, y «La Luz», en La Laguna; dirigidos, respectivamente, por Juan Jacinto del Castillo y José Manuel Arozena. El lagunero, editado y escrito entre julio de 1899 y abril de 1900 por varios jóvenes republicanos, pronto tropezó con las altas jerarquías eclesiásticas de la localidad, te-niendo que buscar imprenta en Santa Cruz hasta que, finalmente, las es-trecheces económicas cegaron su audaz aventura. En su tramo final y en connivencia con su correligionario orotavense, en vano intentó reactivar los círculos republicanos de la Isla. Por entonces, en el Puerto de la Cruz nació otro fugaz semanario de la misma tendencia, «El Iriarte~c, uya di-rección estuvo a cargo de Agustín Martín Armas. Un año más tarde, el partido republicano promovió en Santa Cruz «El Ideal» que, bajo la dirección de Manuel de Cámara, procuró conjugar el tinerfeñismo reinante en la Isla con su vocación regional, lo que le acarreó alguna que otra censura de «La Opinión» por «antipatriotismo». Sus es- Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 255 fuerzos por dinamizar el republicanismo de Santa Cruz, le trajeron conti-nuos poblemas con las autoridades insulares, lo que unido a sus precarios ingresos, causó su desaparición en octubre de 1904. Al año, el partido pro-movió el diario «El Progreso)) que, dirigido por Santiago García Cruz, su-po compaginar el ideario republicano con un tinerfeñismo de sesgo re-gional a instancias de su redactor-jefe, el joven Leoncio Rodríguez. El último periódico republicano de anteguerra nació en octubre de 1910, cuando Leoncio Rodríguez dejó la redacción de «El Progreso)) para fundar «La Prensa)). El naciente diario, desde un principio añadió al sin-gular cóctel «leoncino» de anteguerra republicanismo/tinerfeñismo regio-nalista, un atractivo singular merced a una cuidadosa impresión y una vo-cación informativa que, de inmediato, lo catapultaron a la cima del periodismo tinerfeño3. Al margen del republicanismo, no sin cierta expectación en Santa Cruz, apareció el periódico proletario «El Obrero», que sobrevivió desde sep-tiembre de 1900 hasta finales de 1905 como portavoz, y al amparo, de los gremios federados de la entonces capital del Archipiélago. Editado a perio-dicidad semanal y dirigido, sucesivamente, por los que, sin recato, años más tarde asumirían la dirección de «El Tiempo», José Cabrera Díaz y Ma-nuel Santiago Espinosa, conoció una problemática trayectoria por su gue-rrillera línea editorial. Mucho más precaria aún, pues carecía del más mí-nimo apoyo social o económico, fue la existencia del primer periódico nacionalista de Canarias, libre de todo sesgo insularista, el semanario « ivacaguaré!. . . D. Dirigido por Manuel Déniz Caraballo, aunque sólo nomi-nalmente, pues Secundino Delgado era su auténtico mentor, apareció a comienzos de 1902, esto es, cuando aún escocían los rescoldos de la eman-cipación cubana, para editar, a intervalos cada vez más altos, cuatro núme-ros, tras los cuales desapareció sin siquiera poder celebrar los dos primeros meses de existencia. El fuerte acoso que sufnó de las esferas oficiales por su marcada vocación autonomista, precipitaron su anunciado fracaso4. 3 Véase su evolución hasta la guerra civil y, por ende, la del periodismo tinerfeño co-etáneo, en la obra de Julio Antonio YANEMS ESAL: eoncio Rodríguez y d a P rensan: una pá-gina del periodismo canario, Cabildo Insular de Tenerife, Caja General de Ahorros de Ca-narias y Editorial Leoncio Rodnguez, S. A., Santa Cruz de Tenerife, 1995, pp. 95-154 en particular. 4 Sus casi subsiguientes aparición y desaparición, fueron noticia en el bisemanano lagunero Tenerife, que incluso reprodujo su editorial fundacional (véase: Tenerife, 24-1-1902 y 20-3-1902). Su enconada persecución, está magníficamente ilustrada con su ausencia ac-tual de los fondos documentales de las hemerotecas y bibliotecas canarias. Afortunada-mente, el profesor Manuel de Paz pudo rescatar al periódico íntegramente del expediente militar que sufrió en sus últimos días (véase esta entrega documental de Manuel DE PAZ: «Nuevos documentos sobre Secundino Delgado)), en ROA. Revista del Oeste de Africa, n." 9, «Centro de Estudios Africanos», La Laguna-Las Palmas, octubre de 1990, pp. 7-76). 256 Julio Antonio Yanes Mesa Prensa católica En el panorama periodístico tinerfeño de anteguerra, no faltaron los periódicos católicos, sobre todo, en La Laguna, cuna de la futura diócesis de las islas occidentales y sede de la cúpula eclesiástica de la Isla. Siem-pre formaron un sector marginal dentro de la prensa tinerfeña hasta 19 10, cuando nació el diario «Gaceta de Tenerifex, que, adivinando tiempos ve-nideros, supo complementar su vocación confesional con un precoz ra-malazo informativo. Desde octubre de 1899 hasta finales de 1900, fue impreso en La Lagu-na el semanario «La Verdad» que, bajo la sucesiva dirección de Benjamín Renshaw y Manuel Tarife, abogó con cierta mesura por los principios del catolicismo. Luego, en la primera mitad de 1902, apareció en la misma ciudad el quincenal «La Propaganda)) que, dirigido, sucesivamente, por los jóvenes Leoncio Rodríguez y Juan Blardony López, tuvo como objeti-vo exclusivo recaudar fondos para las fiestas del Cristo de La Laguna. Un año más tarde, el semanario «La Laguna)), dirigido por Antonio Luque Al-calá, nació con el mismo objetivo para luego proseguir, bajo Ia dirección de Mateo Alonso Del Castillo, al amparo de los sectores eclesiásticos de la Isla. Sus polémicas más enconadas las libró con el diario republicano «El Progreso» y, sobre todo, con su redactor-jefe fundacional, Leoncio Rodrí-guez, hasta que desapareció a mediados de 1909. Dos años atrás, la Junta de Acción Católica de Santa Cruz había promovido el también semanario «La Regeneración)) que, bajo la dirección de Rafael Martínez, retornó la línea editorial de «La Verdad)) hasta que en 1910 entregó el relevo al re-novador diario «Gaceta de Tenerife». También la Junta Diocesana de La Laguna editó, entre noviembre de 1905 y junio de 1912, el boletín, pre-tendidamente trimestral, «El Templo Catedral de Tenerife)), para dar cuentas de la evolución de sus obras de remodelación. Al margen de los citados, hubo periódicos dedicados a promocionar diversos eventos, caso del quincenal orotavense «La Propagandan, que apareció a caballo de 1900 y 190 1 bajo la sucesiva dirección de Cándido León y Antonio Herre-ros; y del decenario «Orotava», que lo hizo entre mayo y junio de 19 12 ba-jo la dirección de José González. Prensa con vocación informativa Frente a la prolongada existencia que conocieron los órganos de las facciones políticas más consistentes de la Isla en el período de anteguerra, alguno de los cuales sobrepasó con holgura los diez años de vida, los pe-riódicos que por entonces renunciaron al mecenazgo ideológico en aras a Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 257 ejercer su cometido informativo sin ataduras, en ningún caso superaron los dos años de vida. Es más, la mayoría no pasó de un mero ensayo que los arcaísmos del contexto hicieron fracasar de inmediato. Indudablemente, «El Independiente» de Santa Cruz de Tenerife fue el proyecto más pretencioso. Forjado en los círculos republicanos próximos a Emilio Calzadilla, el audaz diario apareció en noviembre de 1902 bajo la dirección de Juan Solórzano. Su línea editorial, empeñada en despere-zar a la sociedad isleña, trató la problemática más acuciante del Santa Cruz de entonces, a saber, las subsistencias, el urbanismo, la enseñanza o el abastecimiento de aguas, libre de compromisos, lo que le acarreó re-primendas de periódicos de las más diversas ideologías. Simultáneamen-te, desplegó una modesta, aunque no menos inusual, red de reporteros en las localidades más importantes del Archipiélago, completando la infor-mación isleña con el concurso de toda la intelectualidad tinerfeña del mo-mento atraída por su señuelo librepensador. En la vertiente foránea, dis-puso de corresponsalías en ciudades de países a los que acudían los canarios, bien por emigración, casos de La Habana, Manila, y Buenos Ai-res; o por negocios, caso de París o Londres. Las colaboraciones de Ma-nuel Delgado Barreto desde Madrid y un inusual servicio telegráfico que, a veces, procedía de agencias diversas, completaba su vertiente informa-tiva. En el tramo final de su existencia, sufrió un paulatino empobreci-miento, visible tanto en la degradación de contenidos como en la inesta-bilidad del formato, por estrecheces económicas, hasta que, finalmente, desapareció sin poder celebrar, siquiera, su primer aniversario. En La Laguna nacieron otros periódicos con pretensiones similares, si bien, con medios mucho más modestos. De mediados de 1900 data el efí-mero y desconcertante semanario «El Intransigente» que, apelando a su independencia, arremetió en los escasos nueve números que editó contra el alcalde de la ciudad, Lucas Vega, y contra «La Región Canaria». Años más tarde, «El Pueblo Canario», tras varios ensayos frustrados, consiguió abandonar, desde octubre de 19 10, su filiación ctinerfeñistas para seguir derroteros propios, lo que le acarreó la enemistad de todos los poderes fácticos de La Laguna. Su osada aventura, dirigida por José Delgado Ro-dríguez y llevada a cabo por otros jóvenes laguneros, apenas duró seis me-ses. A renglón seguido, nació «Diario de Avisos de la Ciudad de La Lagu-na » que, salvo en lo de diario, hizo honor a su cabecera, pues siempre ofreció, casi monográficamente, avisos y comunicados. Pronto apareció a intervalos cada vez más altos, para prolongar su penosa trayectoria hasta octubre de 19 14. Previamente, en septiembre de 19 1 1, había nacido el dia-rio «El Archipiélago» que, dirigido por Marco Luz, desapareció a los tres meses tras buscar, infructuosamente, apoyo en las filas «patriotas» de la ciudad universitaria. 258 Julio Antonio Yanes Mesa En estos años de anteguerra, también nacieron periódicos con voca-ción informativa en el Valle de La Orotava. Todos, por lo demás, supera-ron en modestia y comedimiento a los laguneros. A comienzos de 1906, en la Villa nació «Diario de Taoro~q ue, bajo la dirección de Manuel Sie-rra Delgado y con un modesto formato, apenas rebasó el mes de existen-cia. Dos años más tarde apareció en el Puerto de la Cruz ((Diario del Nor-te » que, bajo la dirección de Esteban Hernández Baños, sobrevivió unos nada desdeñables siete meses. Significativamente, antes de desaparecer acogió a modo de órgano oficial, como si buscara apoyo político, al mo-vimiento regionalista que por entonces surgió en el Puerto de la Cruz. Se-guidamente, a mediados de 1909, nació el proyecto informativo más pre-tencioso del Valle, el trisemanal (Arautápala)) que, dirigido por el médico y periodista del Puerto, Antonio Soler, abrió sus páginas al exterior so-breviviendo casi dos años merced al arropamiento de la sociedad por-tuense. Luego, en mayo de 191 1, de la misma imprenta salió el también trisemanal «Las Noticias» que ya no pudo cumplir, siquiera, los dos me-ses de vida. Un año más tarde, apareció a días alternos «Excelsior» que, dirigido por Benjamín Padrón García, sobrevivió otros dos meses escasos acentuando, si cabe, el típico amarillismo de los periódicos del Valle au-toetiquetados como independientes. En definitiva, los tiempos del periodismo informativo aún no habían asomado, ni de lejos, en el Tenerife de anteguerra. Los escuetos guarismos sobre cabeceras, permanencias y periodicidades, hablan por sí solos. Publicaciones pedagógicas y financieras En el panorama periodístico tinerfeño de anteguerra, también hubo periódicos que, forjados por los propios maestros, consagraron su línea editorial a la mejora de la enseñanza canaria. Comoquiera que muchos de los periodistas tinerfeños del momento procedían de las filas del magiste-rio, estos periódicos a menudo contaron con directores experimentados. Todos abordaron la problemática más acuciante, y recurrente, del sector, a saber, la creación de escuelas, la higienización de las aulas, la retribu-ción de los maestros, los sistemas de acceso al cuerpo, el asociacionismo docente; todos, también, sufrieron las estrecheces económicas de los pe-riódicos especializados, adoptando formatos reducidos y periodicidades quincenales o mensuales; y todos, o casi todos, acusaron las inevitables polémicas periodísticas, algunas con caracteres más propiamente políti-cos que pedagógicos. A comienzos de 1903, apareció «El Magisterio Canario» como emula-ción del decimonónico «El Auxiliar» de Juan de la Puerta Canseco. Bajo Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 259 la sucesiva dirección de Esteban Hernández Baños, Francisco Franquis Noda y Ricardo Mora Sansón, el naciente periódico impulsó el asociacio-nismo del magisterio isleño para, de inmediato, asumir su representación en la prensa. Sus claras simpatías políticas conservadoras, sin embargo, desestabilizaron sus objetivos aglutinadores, titubeando en su tramo final hasta que, finalmente, desapareció en abril de 1909. En uno de sus lapsos postreros, nació «El Defensor del Magisterio» como nuevo órgano de las asociaciones insulares de los maestros canarios. Dirigido por Agustín Mo-lina, sus desmedidas pretensiones, pues intentó impulsar una Caja de Ahorros del Magisterio Canario para paliar el quebranto económico de los maestros, fueron minando su existencia hasta que, en el verano de 1910, recondujo su programa hacia objetivos específicamente pedagógicos adoptando una nueva cabecera, «Escuela Canaria». Con ello, al menos pu-do, aunque sin salir del atolladero, prolongar su renqueante existencia hasta 1916. Antes de desaparecer, «Escuela Canaria» mantuvo enconadas polémicas con el periódico pedagógico confesional «La Región Canaria», resultado de la reconversión, efímera, por lo demás, del viejo periódico ca-tólico «La Laguna» a raíz del nacimiento del moderno diario afín «Gace-ta de Tenenfe». Finalmente, en vísperas de la guerra europea nació «ECO del Magisterio Canarios bajo la dirección de Efraín Albertos Ruiz que, ha-ciendo gala de un poder acomodaticio enorme, será el periódico pedagó-gico tinerfeño de más prolongada trayectoria. También los sectores económicos cimeros de la Isla, contaron con ór-ganos de expresión propios en el periodismo tinerfeño de anteguerra. En-tre enero y agosto de 1901, apareció en La Laguna el semanario «El Por-venir Agrícola de Canarias» que, bajo la sucesiva dirección de Enrique Madan y Manuel Déniz Caraballo, abogó por el desarrollo del sector agrario con el apoyo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y las cámaras agrícolas de la Isla. Años más tarde, entre principios de 1908 y finales de 1910, el decenario «La Asociación Agrícola» retomó su programa bajo la orientación de los peritos agrícolas José Martínez Mo-lina y Pedro Pelluz Sánchez. El Colegio de Peritos Mercantiles de Cana-rias también promovió, desde marzo de 1909 hasta, al menos, finales de 191 1, un «Boletín del Comercio y de la Industria» que, a intervalo men-sual y bajo la batuta de Mario Arozena, abogó por los intereses del sec-tor y de sus titulares. Luego, entre junio de 1912 y marzo de 1914, sur-gió, también con carácter mensual, el «Monitor Financieron, órgano de la asociación «Ahorro y Fortuna» que promovió Juan María Ballester Re-món para canalizar el modesto capital isleño hacia las bolsas europeas. En definitiva, modestia y proliferación de cabeceras a gradación elevada, fueron las notas dominantes de la prensa tinerfeña especializada de an-teguerra. 260 Julio Antonio Yanes Mesa Revistas literarias y satíricas En los años de anteguerra, no faltaron las publicaciones específica-mente literarias, sobre todo, a comienzos del siglo, cuando la etapa que precedió a la ideológica en la evolución del periodismo contemporá~leo, aún daba algún coletazo en la Isla. Todos estos periódicos nacieron con ciertas expectativas; los más en La Laguna, los más sólidos en Santa Cmz y los menos en La Orotava; con formato arrevistado y a periodicidades que iban desde la semana al mes; y, cuanto menos, dieron posibilidades de expresión a los modestos literatos isleños del momento. Y también to-dos, evidentemente, unos más que otros, tuvieron que sortear mas difi-cultades aún que los periódicos de vocación informativa. Dado que los contenidos y las colaboraciones de todos ellos fueron redundantes, para atisbar el sector, acaso baste un repaso de las cabeceras más significati-vas, con directores y períodos de edición. A saber, ((Gente Nueva)), dirigi-da por Manuel Delgado Barreto, entre octubre de 1899 y agosto de 1901 ; «La Unión)), dirigida por Juan Blardony López, entre noviembre de 1899 y septiembre de 1900; «Siglo XX», dirigido por Fernando Suárez y Gon-zález- Corvo, entre julio y diciembre de 1900; «La Orotava)), dirigida por Antonio Lugo Massieu, entre marzo y septiembre de 1901; «Artes y Le-tras)), dirigida por Patricio Estévanez, durante todo 1903; «El Clarín)), di-rigido por José Cáceres Sánchez, a caballo entre 1905 y 1906; «La Lid)), di-rigida por Domingo Cabrera, en el verano de 1906; ((Tenerife))t, ambién dirigida por Domingo Cabrera, en diciembre de 1907; «El Cuento Regio-nal », dirigida por Joaquín Estrada, entre julio y septiembre de 1909; «Re-vista de Canarias)), dirigida por Antonio Lugo Massieu, a mediados de 1913. En el campo de la sátira, el periódico más relevante del momento fue el semanario ((Barreno y... ¡Fuego!» que, nacido en junio de 1908, estuvo a punto de celebrar su primer aniversario. En las 41 «explosiones)) que editó, arremetió duramente contra los poderes fácticos de la Isla mos-trando, de vez en cuando, ciertas simpatías republicanas. Acaso en este capítulo quepa el singular periódico «El Plumero)) que, dirigido en La La-guna por Francisco González como «semanario pot-pourrit~,a doptó un más que evidente sarcasmo en su línea editorial durante los cinco prime-ros meses de 1912 hasta que, finalmente, enmudeció tras la agresión que sufrió su director. Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... LOS AÑOS DE LA GUERRA Y POSTGUERRA EUROPEAS La primera guerra mundial alteró súbitamente las bases del panorama periodístico tinerfeño de anteguerra, en principio, con el impactante re-pertorio de noticias foráneas que brindó a los periódicos canarios. Proba-blemente, sólo información de esta índole podía desperezar al raquítico mercado isleño de lectores, pues los acontecimientos luctuosos habían si-do, si no el único, sí el mayor reclamo informativo hasta el momento. Des-de entonces, pues, los escasos canarios alfabetizados encontraron en los sucesos europeos un aliciente para acudir a los hasta ahora anodinos pe-riódicos. Los analfabetos, a su vez, compartieron su curiosidad, por lo que frecuentaron con mayor asiduidad las ventas y barbenas a horas de las habituales lecturas colectivas. Comoquiera que la propia guerra desatas-có los canales de comunicación desde el exterior por el recurso a la tele-grafía inalámbrica de los propios contendientes para promocionar sus causas, las noticias internacionales, encima de interés, adquirieron una actualidad insólita en el Archipiélago. Por su parte, los periódicos acogie-ron con satisfacción las versiones que las agencias de los dos bandos faci-litaban, por parciales que fueran, pues la mayoría de las veces eran gra-tuitas. Luego, siguiendo viejas pautas isleñas, los cuadros redaccionales reelaboraban su propio relato con los datos que, de una u otra manera, conseguían, para prolongar al máximo el rato de lectura de sus clientelas sin reparar en la desvirtuación de lo ofrecido. Comoquiera que la guerra fue asumida partidariamente por la mayoría de los periódicos, su desa-rrollo generó encontradas versiones y, de inmediato, enconadas polémi-cas. La germanofilia o aliadofilia, pues, eran ahora, y no la ideología o el «patriotismo insular», la raíz de las controversias. Paulatinamente, la in-formación foránea desplazó a la local de los espacios estelares de los pa-ginados, por demanda de un público que transgredió la tradicional com-partimentación ideológica, si bien, no todos los periódicos reaccionaron ante la coyuntura con criterios exclusivamente mercantiles. Sólo los más perspicaces, pues, acapararon esa creciente, aunque siempre modesta, concurrencia. En definitiva, las bases del periodismo tinerfeño de ante-guerra sufrieron un inopinado trastrueque al incidir un reclamo informa-tivo de tal calibre que desvaneció, por momentos, el aturdimiento de los arcaísmos estructurales del contexto. Pero a largo plazo, la incidencia de la guerra tuvo otras connotaciones menos venturosas para el periodismo isleño. En efecto, conforme decur-saron los años, la progresiva crisis que asoló al Archipiélago hizo mella en los periódicos. La contracción de los tradicionalmente raquíticos ingresos 262 Julio Antonio Yanes Mesa por publicidad e, incluso, el ulterior recorte de las ventas, provocó la de-saparición de muchos periódicos, fundamentalmente, de aquéllos que, o bien dieron la espalda a la guerra, o afrontaron su desarrollo sin la habi-lidad oportuna. Los más sagaces, en contraposición, fueron acaparando los anuncios y lectores pervivientes pudiendo, por vez primera en la Isla, adquirir cierta estabilidad sin el arropamiento de las, por lo demás, debi-litadas formaciones políticas insulares. Cuando concluyó la guerra, el pa-norama periodístico de Tenerife había cambiado radicalmente en relación al de anteguerra. Luego, la acentuación de la crisis en la postguerra y la desaparición del reclamo bélico, acentuó la crisis hasta que la coyuntura alcista de los años 20 y, de inmediato, la alteración jurídica que introdujo la dictadura primo-riverista, precipitaron al periodismo isleño por nuevos derroteros. Repercusión inicial del estallido bélico Los periódicos de las fuerzas del sistema restauracionista En la prensa restauracionista, los portavoces oficiales de los partidos del turno, al compás del decaimiento de sus patrocinadores, corrieron pa-recida suerte aunque con trayectorias singulares. Así, el conservador «La Región», tras descuidar el inicio de la guerra obsesionado por su renova-da orientación en la política insular, pronto intentó simultanear ambas funciones en base, fundamentalmente, a información elaborada en re-dacción con evidentes simpatías germanófilas. Más tarde, a partir del 9 de noviembre, remozó sus fuentes de información foránea y distendió sus la-zos ideológicos, si bien, con ciertos titubeos, para, de inmediato, entrar en una evidente crisis, hasta que desapareció en marzo de 1915. Por su par-te, el por entonces órgano liberal, el decano de la prensa tinerfeña «La Opinión)), pudo prolongar su agonía que, en realidad, databa de 1912, cuando desapareció el referente «patriótico», hasta 19 16. En el proceso fue drenando clientela hacia sus extremos ideológicos en beneficio, fun-damentalmente, de «La Prensa)) y ((Gaceta de Tenenfe)). Ésta, en contra-posición a los portavoces de los partidos del turno, consolidó su existen-cia merced a una atención a la guerra y a una decidida germanofilia que, de inmediato, le dispensaron el apoyo del grueso de los sectores conser-vadores y católicos de la Isla. Los otros periódicos restauracionistas siguieron igual suerte que los órganos oficiales de los partidos. Así, el conservador «El Periódico Lagu- Del proselitismo ideológico a la infomción y la interpretación ... 263 nero)), siguió los pasos de «La Región)) aunque prestara, desde un princi-pio y con resolución, atención a la guerra. Sus polémicas con los periódi-cos de Santa Cruz en defensa del pretendido rigor de sus páginas, no exen-tas de petulancia, pues no tuvo rubor para decir que el periódico inglés «The Westminster Gazzette» publicaba noticias suyas, en vano intentaban disimular su modestia. Su progresiva crisis culminó a finales de 1914, cuando desapareció por espacio de dos meses para reaparecer con la ca-becera «La Información)). En esta segunda etapa, invirtió su línea edito-rial desatendiendo la guerra y adoptando una marcada orientación mau-rista. El conservador datista Lucas Vega y el liberal Benito Pérez Armas, fueron los blancos predilectos de sus trasnochadas campañas de enton-ces. Aún así, con el amparo de su correligionariado político y del vecin-dario lagunero, pudo superar la difícil coyuntura de la guerra. El otro pe-riódico conservador, «Heraldo de Tenenfe)), experimentó una trayectoria mucho más singular, pues desapareció con el inicio de las hostilidades pa-ra reaparecer en septiembre de 1915 menguando su cabecera a «Heraldo» y con una desconcertante línea proletaria que apenas pudo sostener unos pocos días. En definitiva, a la prensa restauracionista en nada benefició aquella grave coyuntura. Los periódicos de las fuerzas extrasistema Indudablemente, recibieron el inicio de las hostilidades con más acier-to. De todos ellos, «La Prensan, mejorando su composición con la adqui-sición de la primera linotipia que llegó a Canarias, ofreciendo con acierto información y compromiso con la causa aliada y distendiendo, sin ambi-güedades, sus ataduras ideológicas, fue el más beneficiado a costa, fun-damentalmente, del viejo «Diario de Tenerife)) que desapareció en 1916. También «El Progreso)), con su radical aliadofilia, resistió bien la coyun-tura bélica, aunque más por el apoyo del republicanismo de Santa Cruz que por sus méritos informativos. Prensa nacida al calor del interés por la guerra La guerra desató la irrupción de periódicos con vocación marcada-mente informativa en medio de los típicamente ideológicos que, obvian-do la coyuntura, siguieron apareciendo sin interpretar con corrección las alteraciones contextuales. Todos, por lo demás, bien por el decaimiento de la política local, o por la supremacía informativa de «La Prensan, fracasa-ron. 264 Julio Antonio Yanes Mesa El primero en nacer fue el fugaz «El Noticiero Tinerfeño~ que, gesta-do a finales de 1914 sin mecenazgo ideológico y con escasos medios, na-ció con vocación informativa y filantrópica sin poder competir con los principales diarios del momento. Luego, a comienzos de 19 15, nació «La Voz de Tenenfe)) que, bajo la dirección de Juan Tugores, centró su línea editorial en la problemática local dando tanto la espalda a la guerra, que ni siquiera tenía corresponsalía en Madrid. Sus fuertes campañas contra los salones de juegos de Santa Cruz y contra el ayuntamiento capitalino, le ocasionaron continuas amenazas e intimidaciones a su director y re-dactores en sus escasos y controvertidos tres meses de vida. Mientras tanto, había nacido el conservador y vespertino «La Cróni-ca » que, con intenciones políticas soterradas, apenas sobrevivió un mes con una línea editorial obsoleta que descuidaba lo único que, por enton-ces, interesaba a los lectores tinerfeños: la guerra. Luego, a finales de ma-yo, apareció el semanario, pronto bisemanario, «La Patria)) que, dirigido por Pedro Rodríguez Bethencourt, siguió la misma suerte que el anterior por su excluyente vocación monárquica, conservadora y católica. Acólito y casi coetáneo, aunque con orientación foránea, fue el también semana-rio «La Tribuna» que, dirigido inicialmente por Victoriano Hernández, prolongó su vida hasta finales de año centrando su línea editorial en la guerra con una decidida germanofilia que la fuerte presencia de casas ale-manas en sus secciones de publicidad dejaban en evidencia. Luego, desde que en octubre fue adquirido por las juventudes mauristas, la causa ideo-lógica doméstica fue primando, gradualmente, sobre la foránea hasta que, finalmente, desapareció a finales de 19 15. En definitiva, los periódicos más importantes de la Isla no acusaron la irrupción de nuevos rivales en aquellos desdichados años. Incidencia de la aledaña crisis económica Prensa de procedencia anterior La espectacular y prolongada crisis que sufrió el Archipiélago en el tramo final de la guerra y en la postguerra, ilustrada en los propios perió-dicos con el mermado e inestable formato de todos ellos por la escasez y carestía del papel, acentuó la tradicional fugacidad de las cabeceras del periodismo tinerfeño. En cualquier caso, aquélla fue una coyuntura se-lectiva, pues si descontamos al periódico lagunero de tendencia maurista «La Información», que no pudo prolongar su agonía más allá de 1924, los otros supervivientes prosiguieron, aunque con desigual apoyatura, hasta los años de la República. Del pvoselitismo ideológico a la información y la intevpvetación ... 265 En efecto, mientras el republicano «El Progreso)), salvó la difícil co-yuntura amparado en el consistente republicanismo de Santa Cruz; «Ga-ceta de Tenerife)) basculó en los tampoco nada desdeñables sectores con-servadores y clericales del interior de la Isla con el impulso del remozamiento que experimentó desde que Adolfo Febles Mora asumió su dirección. Entre uno y otro, «La Prensan ocupó un lugar de privilegio por las novedades que introdujo tanto en sus aspectos formales como en sus contenidos, más aún cuando conjugaba su creciente vocación informati-va con una escrupulosa composición y un indudable progresismo que la hacían atractiva para el grueso del raquítico sector ilustrado de la Isla. Prensa de reciente creación A pesar de la coyuntura crítica, los siempre numerosos ensayos perio-dísticos de la Isla no cejaron, como tampoco, y ahora más que nunca, los fracasos. Significativamente, los proyectos que más resistieron las enor-mes dificultades de entonces fueron gestados cuando la crisis ya había to-cado fondo. Las intenciones y propósitos de todos ellos, por lo demás, vol-vieron a bascular desde lo genuinamente ideológico a lo informativo, reapareciendo, aunque marginalmente, tanto los periódicos proletarios como los vocacionalmente literarios y satíricos. Geográficamente, el Valle de La Orotava, al menos, en cuanto a número de cabeceras, adquirió un protagonismo inusual en el periodismo tinerfeño de entonces. El primer proyecto periodístico del momento y, acaso, el más preten-cioso, nació bajo la cabecera «El Imparcial)). El naciente diario, dirigido por Joaquín Fernández Pajares, apareció en Santa Cruz a finales de 1916 con un formato manejable y con una vocación informativa que no con-tradecía su rotunda aliadofilia. Su desapasionamiento político inicial y su simultánea atención a las problemáticas isleña y foránea, aunque iban en consonancia con la demanda del momento, no pudieron contrarrestar los efectos de la coyuntura, desapareciendo con el cese de las hostilidades tras haber intentado encontrar acomodo en las filas del partido liberal aprovechando el cese de «La Opinión)). Poco antes, en La Laguna había nacido otro periódico sin tendencia política definida y con recursos muy inferiores, intitulado «La Verdad)). Dirigido por Antonio Suárez Amaro, en su tramo central, cuando la crisis arreciaba, centró su línea editorial en la organización de homenajes y otras iniciativas solidarias, evidenciando el desamparo que debió sentir la sociedad isleña en aquella penosa coyun-tura. Inicialmente fue bisemanario y luego, desde que acusó los primeros contratiempos, semanario, para prolongar su agonía, tras lanzar un de-sesperado SOS. a sus conciudadanos, hasta el final de la guerra. 266 Julio Antonio Yanes Mesa Previamente, a mediados de 19 1 7, había aparecido en la misma ciu-dad el semanario satírico «Cara-Dura» que, en sus escasos cuatro meses de vida, arremetió indiscriminadamente contra diversos personajes de la vida pública tinerfeña, sufriendo sus redactores alguna que otra de las tí-picas embestidas intimidatorias de entonces. Contemporáneo suyo pero de vida mucho más fugaz, pues sólo vivió en mayo de 191 7, y de orienta-ción diferente, fue «El Evangelio)) que, editado en Santa Cmz a días al-ternos bajo la dirección de Antonio Rodríguez Bethencourt, adoptó una 1í-nea editorial marcadamente germanófila. Vida más precaria aún, pues apenas publicó cinco números, conoció el semanario de finales de 1917 «La Pluma» que, dirigido por Virgilio Díaz-Llanos y redactado por otros jóvenes de Santa Cmz, destacó más por el periodismo de evasión que lle-vó a cabo homenajeando a personajes diversos en aquella calamitosa co-yuntura, que por su cometido informativo. En el verano de 191 8 apareció en Santa Cruz «El Regionalista)), órga-no de la formación política «Unión Regionalista», recientemente gestada en la Isla a remedo del movimiento catalanista de Cambó. Dirigido por Juan Franchy, el inoportuno diario político desapareció tras el descalabro que sufrieron sus patrocinadores en las inmediatas elecciones municipa-les. Luego, en marzo de 191 9, en la localidad norteña de Icod de los Vinos nació el semanario informativo «La Comarca)) que, dirigido por Emeterio Gutiérrez López, sobrevivió hasta finales de 1923 centrado en la proble-mática local con el beneplácito y el arropamiento del vecindario. También en Santa Cruz nació otro semanario por entonces, aunque con vocación independiente, «La Verdad)), que con evidente modestia vivió desde abril de 1922 hasta comienzos del año siguiente. En aquella grave coyuntura, el Valle de La Orotava registró la irrup-ción de periódicos en número y variedad desconocidos5. En 19 17, esto es, en plena guerra europea, en la Villa nació el semanario «El Adalid» que, dirigido por Vicente Afonso Camejo, centró su línea editorial en la pro-blemática local, logrando editar, al menos, 17 números. Coetáneo suyo fue el igualmente semanario, aunque republicano y editado en el Puerto, «El Clamor Público» que, bajo la dirección de Domingo Pérez Trujillo, cono-ció una trayectoria aún más modesta. Pero fue en la postguerra cuando realmente proliferaron las cabeceras en el Valle. A comienzos de 1920, y 5 Véase el catálogo de periódicos del Valle realizado por Carmen Milagros GONZÁLEZ y cols.: La prensa del Valle de La Orotava (1880-1930), Ayuntamiento del Puerto de la Cruz y Editorial Labris, La Laguna, 1986. Dado que los datos que ofrece esta obra proceden, mayoritariamente, de los expedientes de constitución de los periódicos y de las señas de identidad de las cabeceras fundacionales, para atisbar las interioridades del sector, hemos procedido al estudio de los que conserva la hemeroteca de la Universidad de La Laguna. Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 267 bajo la dirección de Antonio Herreros, era impreso en la Villa el bisema-nario «Norte de Tenenfe)); el año siguiente, y bajo el mecenazgo de Anto-nio Lugo Massieu, «El Campo», que era distribuido gratuitamente en pro del arbolado canario; y dos años más tarde, el semanario de corte amari-llista «Heraldo de Orotavax que, bajo la dirección de Francisco Dorta y Ja-cinto del Castillo, apenas sobrevivió entre marzo y julio de 1923. Esta lo-calidad también registró el nacimiento de dos semanarios proletarios en plena postguerra, a saber, «La Voz del Obrero)) que, bajo la sucesiva di-rección del albañil Juan García Lima y del sastre Francisco Rivero Álva-rez, estuvo en circulación en el verano de 1920; y «La Nueva Libertad)) que, dirigido por Francisco Rivero Álvarez, conoció una existencia algo más prolongada durante 192 1. Por entonces, el Puerto gestó otro periódi-co progresista, el semanario de tendencia republicana «La Voz del Pue-b l o ~qu e dirigió Domingo Pérez Trujillo. Aquellos desdichados años vieron nacer en La Laguna dos periódicos de cierto sesgo altruista. En abril de 1921 nació el semanario «El Ideal La-gunero » que, dirigido por Luis Méndez Franco, intentó sobrevivir al calor del estudiantado universitario y del vecindario en general, lo que sólo con-siguió entre abril y octubre de 1921. En la misma línea juvenil, en no-viembre de 1921 nació en esa ciudad el quincenal «La Voz de Junonia)) que, dirigido por José Bethencourt Padilla y redactado por varios estu-diantes gomeros, intentó en vano sobrevivir al margen de los poderes fác-ticos de aquella isla, prolongando su audaz aventura hasta mayo de 1924 merced al apoyo de los gomeros emigrados en Cuba. En definitiva, tam-poco los desdichados años de la postguerra registraron proyectos infor-mativos de consideración en la Isla. Una vez que el Archipiélago superó la crisis de la guerra y postguerra europeas, el periodismo tinerfeño inició un audaz remozamiento en sus vertientes instrumental e informativa, a remolque del crecimiento econó-mico de los años veinte. En efecto, conforme decursó la década, mientras la irrupción de rotativas y fotograbados modernizaba la impresión de los periódicos, éstos observaban que cada vez era más factible sobrevivir adoptando líneas estrictamente informativas. Comoquiera que la dictadu-ra cercenó las reminiscencias ideológicas precipitando a los periódicos a cometidos netamente informativos, aunque coaccionara la labor de todos ellos, no frenó el proceso. Gradualmente, unos más que otros, devolvieron 268 Julio Antonio Yanes Mesa su atención hacia la problemática foránea, aunque no existiese un recla-mo como el de la guerra ni canales de comunicación más fluidos, al me-nos, hasta los años treinta, cuando el teléfono acercó algo más la proble-mática extraisleña al Archipiélago. El proceso conllevó la diversificación de contenidos y la adopción de estrategias sensacionalistas, en esencia, para atraer concurrencia. El incremento de ilustraciones; la mayor aten-ción a los deportes, al cine y a los espectáculos en general; la proliferación de páginas especializadas, algunas dirigidas específicamente a la mujer; los robustecidos paginados; y la estructuración temática en secciones ca-da vez más consistentes y con titulares más atractivos; fueron los recla-mos más recurridos para captar clientela. El crecimiento económico de los años veinte y, en concreto, su inci-dencia en Santa Cruz, fue el motor de la modernización del periodismo ti-nerfeño. El incremento de la potencial clientela de lectores por la subida del nivel de vida y la regresión del analfabetismo; junto a la irrupción de la publicidad como estrategia comercial lucrativa, acaso, en mayor grado que los otros factores, fueron los desencadenantes más directos del pro-ceso. En efecto, desde que los anunciantes, percatados del creciente in-flujo en el mercado del señuelo publicitario, eligieron los periódicos por su difusión en vez de por afinidades ideológicas, trastocaron las bases del periodismo tinerfeño de anteguerra. Más aún, cuando los anuncios, pau-latinamente, generaban ingresos más substanciosos que las ventas. Junto a la disipación de los antiguos cotos ideológicos de difusión, los periódi-cos observaban la creciente irrupción de una clientela apolitizada que de-mandaba, simple y llanamente, información. Así, los que sintonizaron con los nuevos tiempos trascendieron los reducidos y, con la dictadura, debi-litados, círculos políticos de circulación tradicional, exclusivamente, con la renovación y hermoseamiento de contenidos. Casi imperceptiblemente, la estructura financiera del sector había invertido sus montantes de ante-guerra, pues los ingresos por publicidad a finales de los años 20 duplica-ban, con creces, a los de las ventas. Así nacieron las primeras empresas periodística de la Isla, evidentemente, en la medida de su contexto, lo que no admite comparaciones con las peninsulares. En definitiva, crecientes ventas en función de información puntual atraían lectores, publicidad y, por ende, permitían la emancipación a los periódicos. En los años de la República, culminó el proceso con la recuperación de la libertad de expresión. Con ello, las Islas conocieron la etapa que Ge-orge Weill nominó «edad de oro» de la prensa, caracterizada por el mo-nopolio informativo ejercido por el periodismo escrito cuando, habiendo distendido sus ataduras ideológicas, no acusaba aún la competencia de la radio. El tránsito culminó en Tenerife con sesenta años de demora res-pecto a las zonas punteras del Estado, en consonancia con el rezago so- Del proselitismo ideológico a la información y la intevpretación ... 269 cioeconómico isleño. A partir de entonces, los periódicos forjados por los partidos quedaron relegados al papel marginal que ocupan en los sistemas informativos modernos. En definitiva, en el período de entreguerras el pe-riodismo tinerfeño deambuló desde etapas ideológicas a otras genuina-mente informativas. Prensa superviviente al marasmo bélico Indudablemente, «La Prensa» fue el periódico que con mayor acierto interpretó los nuevos tiempos. Así, conforme decursaron los años veinte profundizó en su vocación informativa, mejoró su presentación adqui-riendo rotativa y fotograbado, amplió su espacio informativo hasta las ocho páginas y adoptó los primeros patrones de sensacionalismo. Luego, a finales de 1932, con la contratación del periodista madrileño Félix Cen-teno como redactor-jefe, homologó su estructura informativa a los diarios punteros del Estado. Por entonces, sus ventas ordinarias, aunque supera-ban con creces los cinco mil ejemplares, le reportaban sólo el 30% de sus ingresos frente la 70% que generaba la publicidad; al tiempo que contaba con una veintena de asalariados. Los otros periódicos supervivientes, el republicano «El Progreson y el católico-conservador «Gaceta de Tenerifen, no supieron distender sus ata-duras ideológicas a tiempo, por lo que continuaron agazapados dentro de su correligionariado sin apenas introducir modificaciones. La penosa evo-lución de ambos durante la República terminó para «El Progreso» en 1932, mientras «Gaceta de Tenerifen consiguió sobrevivir con el apoyo de sectores afines hasta después de la insurrección del general Franco. Por su parte, el periódico pedagógico superviviente, «Eco del Magisterio Ca-nario*, tanto en la dictadura primo-riverista como en la República, man-tuvo una línea editorial acorde a los nuevos tiempos con sucesivas reno-vaciones en su redacción. Prensa nacida al calor del crecimiento económico Indudablemente, el proyecto más atinado de los años 20 fue el diario vespertino de Santa Cruz, «La Tarden. Nacido en 1927 tras la división pro-vincial bajo la dirección de Víctor Zurita, el nuevo diario tinerfeño sinto-nizó tan acertadamente con su contexto, que a una línea editorial genui-namente informativa, y que servía a deshora de «La Prensa», añadió el 2 70 Julio Antonio Yanes Mesa radical tinerfeñismo demandado en la Isla por el reciente «despojo», lo que, al unísono, lo catapultaron tras los pasos del diario de Leoncio Ro-dríguez. Con tales bases, en los años de la República era el segundo pe-riódico de la Isla6. Un año antes que «La Tarde)), en La Laguna había nacido el también diario vespertino «Las Noticias)) que, dirigido por su propietario, Narciso de Vera, optó por una línea editorial ultramontana. Su conservadurismo salió a relucir, sobre todo, en las inmediatas elecciones a la caída de Pri-mo de Rivera, cuando adoptó posturas propias de un órgano de partido en favor de la candidatura monárquica al Ayuntamiento de La Laguna. Luego, tras algunos titubeos, renovó su presentación y adquirió un tono más informativo bajo la dirección de Antoni Marti, lo que sirvió para po-co, pues desapareció a comienzos de 1932. Los otros periódicos que nacieron en los años veinte, o bien bascula-ron dentro de las bases ideológicas del régimen o especializaron su línea editorial. De carácter pedagógico fue la publicación mensual orotavense «Voz del Magisterio Canario» que, dirigido por José Delgado Marrero, vi-vió entre finales de 1922 y comienzos de 1924 con una línea editorial es-casamente reivindicativa. Por entonces, la recientemente restaurada Uni-versidad de La Laguna comenzó a editar la «Revista de Historia Canaria)), pionera de las de su género a nivel de todo el Estado. Luego, y en sintonía con el catolicismo del régimen, en La Laguna nació el semanario «La Cruz)), que dirigido, sucesivamente, por Manuel Acuña y Domingo Verdu-go Bartlett, estuvo dando tumbos desde el verano de 1925 hasta el otoño de 1926, cuando desapareció a pesar del apoyo del ayuntamiento lagune-ro. Con carácter literario vivió a mediados de 1927 el semanario «Hori-zontes » que, dirigido por Saturnino Tejera, fue algo así como un satélite periodístico del diario «Las Noticias)). Del mismo año y compartiendo su carácter literario, pero en línea vanguardista y de élite, data la revista mensual «La Rosa de los Vientos)) que, impulsada por Juan Manuel Truji- 110, abrió sus páginas a ámbitos extraisleños involucrando a los literatos canarios de más renombre del momento. También el Valle de La Orotava vio nacer otros periódicos en aquellos años, caso de «La Voz del Valle», que vivió a comienzos de 1928 con vocación literaria teñida del amarillis-mo caracterizante de la dictadura; de la coetánea «La Atlántida)) que, ba-jo la dirección de Agustín Santos, nació con la misma vocación pero con un tono más pretencioso; y la dos años posterior y aún más efímera «Pro- 6 Para más detalles, véase el trabajo de Julio Antonio YANES MESA: «El feroz tinerfe-ñismo del diario "La Tarde" en su etapa fundacional>,, en Tebeto VII. Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, Cabildo Insular de Fuerteventura, Puerto del Rosario, 1994, PP. 83-1 10. Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 27 1 paganda Industrial y Comercial» que, editada por los sectores económicos del Puerto de la Cruz para atraer turismo, fue distribuida gratuitamente dentro y fuera del Archipiélago. Con la implantación de la República reapareció la prensa ideológica, si bien, para ocupar un papel marginal en el panorama periodístico de la Isla, donde ya prevalecían dos diarios tan inequívocamente informativos como «La Prensan y «La Tarden. Los que así no lo entendieron, conocie-ron un rotundo fracaso aunque su ideario fuera a favor de corriente, esto es, obedeciera al credo republicano. Es el caso del semanario «Actualida-desn que apareció a comienzos de 1932; del diario «El Día», que lo hizo a los tres meses bajo la dirección de Ildefonso Maffiotte; y, sobre todo, del también diario «Hoy» que, promovido por el partido republicano tinerfe-ño mediante la sociedad anónima «Editorial Tenerife~c, on el naviero Al-varo Rodríguez López como más que probable principal accionista, apa-reció otros tres meses más tarde bajo la dirección de José Mana Benítez Toledo. En efecto, los tres, sobre todo el último, protagonizaron un ro-tundo fracaso al intentar competir con los periódicos informativos del momento. Indudablemente, el caso de «Hoy» fue el más clamoroso, pues contó con un formidable despliegue inicial y el basto correligionariado que le prestó la formación política hegemónica en la Isla. Aún así, tras ex-perimentar una indudable expansión inicial a costa de sus predecesores, a los que absorbió clientelas, alcanzó de inmediato el techo de su proyec-ción social por su autolimitación ideológica, para entrar en una paulatina y profunda crisis de la que no pudo salir, a pesar de sus denodados es-fuerzos, hasta que, finalmente, desapareció con las elecciones de 1936, cuando a su crisis específica se sumó la de su pro moto^-7. Un proyecto ob-soleto de la misma índole, aunque de orientación contrapuesta, fue el dia-rio vespertino «La Razón» que, dirigido por Antonio Marti, apareció en La Laguna a finales de 1932 con un claro regusto conservador. Otros géneros periodísticos, caso del satírico, también reaparecieron en la República, siendo «Rompe y Rasga» la cabecera que más notoriedad alcanzó por en-tonces. En un plano más modesto, ya sin pretensiones informativas, hubo pe-riódicos ideológicos de todas las tendencias imaginables. Específicamen-te republicanos fueron los semanarios «Proa», gestado por la Juventud Republicana de Santa Cruz, «República» y a14 de Abril», éstos promovi-dos por comités locales de facciones políticas de ámbito estatal. De ca- 7 Para más detalles, véase el trabajo de Julio Antonio YANEMS ESA«: El diario políti-co "Hoy": un anacronismo informativo en Tenenfe durante la 11 República», en Anuario de Estudios Atlánticos, n.' 38, Patronato de la Casa de Colón, Madrid-Las Palmas, 1992, pp. 603-640. 272 Julio Antonio Yanes Mesa rácter socialista fueron los semanarios «El Socialista», luego, «Rebelión», el orotavense «Decimos...», que dirigió Lucio Illada, y el periódico peda-gógico de la UGT ((Obreros de la Cultura)). Comunista fue «El Obrero Ro-jo »; anarquista, «En Marcha)) de la Federación Obrera de Santa Cruz; y de talante sindical sectorial, «El Inquilino)). Por la derecha del republicanis-mo aparecieron, entre otros, los semanarios «El Norte» y «Control», pro-movidos en el Valle de La Orotava por los sectores agrarios de la Isla; y «La Hora», órgano del efímero partido insularista de Santiago García Sa-nabria, «Acción Tinerfeñax. En definitiva, en los años de la República la caracterización del perio-dismo tinerfeño era antitética a la de anteguerra. EL FRANQUISMO Y LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA El golpe militar del general Franco y la subsiguiente guerra civil cer-cenaron, fulminantemente, la brillante y fugaz etapa que el periodismo ti-nerfeño paladeaba en la República. De inmediato, los dos diarios más im-portantes de la Isla, «La Tarde» por voluntad propia y «La Prensa)) a instancias de los insurrectos, quedaron relegados, como antaño, al papel de meros órganos políticos y, para colmo de males, sin rivales con los que al menos disentir. A su vez, la toma de la naciente radio club de Santa Cruz por los golpistas y su utilización con fines propagandísticos, pusie-ron el punto final al monopolio informativo que hasta entonces había ejercido el periodismo escrito en la Isla. Al poco tiempo, la profunda cri-sis económica del Archipiélago y, en particular, la nueva escasez de papel por la coyuntura bélica, fue recortando paginados y empobreciendo con-tenidos hasta dejar a los periódicos tinerfeños con caracteres obsoletos. A su vez, la feroz conjunción ideológica que impuso el triunfante régimen hizo que el proselitismo, la unanimidad y la intransigencia desplazaran a la pluralidad y a la controversia caracterizantes del periodismo de los años de la República. Tras la guerra, el periodismo tinerfeño quedó anclado en un profundo atolladero tanto desde el punto de vista argumental, por la censura previa y el control gubernamental de la información foránea; como del formal, por las estrecheces económicas de la larga postguerra. Eran años de au-téntica calamidad para los periódicos que, además de la crisis económica y la radical injerencia del régimen, acusaban la creciente proliferación de la radiodifusión en la Isla. La penosa coyuntura sólo comenzó a ceder tras el plan de estabilización de 1959 y, más específicamente aún, desde que el Del pvoselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 273 sector turístico comenzó a tirar de la economía canaria y, a su calor, las tasas de analfabetismo volvieron a retroceder. Sólo a partir de entonces, el periodismo tinerfeño reemprendió su trayectoria modernizadora, ini-cialmente, en su vertiente tecnológica, para, desde que la llamada ley Fra-ga de 1966 distendió el marco jurídico, abarcar también, aunque sólo tí-midamente, la vertiente de contenidos. El incremento de paginados y tiradas, las mejoras en la composición y en la presentación y el desarrollo financiero y empresarial del sector, fueron los factores más notorios del proceso. Simultáneamente, y ante el paralelo progreso de la radiodifusión y la irrupción de la televisión, los periódicos iban asumiendo cometidos más propiamente explicativos que informativos al no poder competir con aquellos medios en el servicio de la actualidad. El proceso culminó en los años de la transición democrática, cuando el periodismo escrito asumió un papel crucial en la Isla, tal y como evi-dencian las reiteradas sanciones gubernativas, superando en compromiso social al radiofónico y al, por lo demás, maniatado de la televisión. Lue-go, el marco de libertad que configuró la constitución de 1978, el remo-zamiento de los talleres con la introducción de la fotocomposición y la in-formática y la decisiva contracción del analfabetismo, confirmaron su asunción del rol y poder social caracterizantes del periodismo de las áre-as más desarrolladas del Estado. ESTUDIPOUN TUAL DEL PERIODISMO TINERFENO POR SECTORES Prensa ideológica del primer franquismo Desde que estalló la guerra civil, Tenerife presenció la irrupción de di-versos periódicos editados, específicamente, por facciones del bando su-blevado, la mayoría a periodicidades discontinuas y todos con una tra-yectoria tambaleante y fugaz. «Patria» y «Arriba España» de Falange Española; «Criterio», del círculo de Acción Católica de la parroquia de la Concepción de La Laguna; «Consigna», del Frente de Juventudes; «Acción Femenina», del SEU; ((Rollosy Metralla)),d e las milicias universitarias de Hoya Fría; otro «Arriba España», éste del SEU; y un largo etcétera de ti-tulares similares con connotaciones facciosas, hicieron su aparición en los primeros años del franquismo. Entre ellos, el más pretencioso fue el diario «Amanecer» que, editado en Santa Cruz por Falange Española, apareció desde agosto de 1937 hasta febrero de 1939 cuando, por dispo-siciones orientadas a la reducción de los diarios matutinos a uno por provincia, las autoridades insulares decretaron su fusión con el viejo y prestigioso diario «La Prensan. Así nació «El Día», el órgano oficial del ré- 274 Julio Antonio Yanes Mesa gimen en la Isla durante el primer franquismo. Por entonces, éste y ((La Tarde», que pudo proseguir en calidad de diario vespertino, configuraban la cúspide del depauperado periodismo tinerfeño, pues la vieja ((Gaceta de Tenerife~l,a decana de la prensa tinerfeña, que a duras penas sobrevivie-ra en los años de la República, había desaparecido desde que consideró cumplida su misión, esto es, cuando vio a España con un marco jurídico-político afín al que con tanto empeño defendieras. Otros periódicos nacidos con el régimen En los años centrales del franquismo volvieron a proliferar las cabe-ceras, aunque en menor medida que en años anteriores y, sobre todo, con caracteres de marginalidad dentro del panorama periodístico tinerfeño que hegemonizaban «El Día», en buena medida, al calor de la antigua clientela de «La Prensa», y «La Tarden, que satisfacía su vocación perio-dística, en lo que podía, con el recurso subliminal, sobre todo, en su se-parata «Gaceta Semanal de las Artes». Algunos periódicos nacieron con tendencia ideológica afín al régimen; otros con línea editorial especializa-da aunque, evidentemente, muy mediatizada por el contexto; y los menos con ciertas pretensiones informativas. Específicamente del régimen fue-ron «El Domingo», que apareció a mediados de los años cuarenta a pe-riodicidad mensual como órgano de la Asesoría Eclesiástica del Sindica-lismo; y la similar «Hoja Informativa del Servicio Provincial de Formación Sindical)) que lo hizo a mediados de los setenta. Dentro del periodismo pedagógico, a poco de terminar la guerra de-sapareció el viejo «Eco del Magisterio Canario» que, en consonancia con su consabida versatilidad, desde la sublevación militar había quedado al lado de los insurrectos bajo la dirección de José Delgado Manero. Poco antes, había nacido el quincenal «Escuela Azul», órgano oficial, inicial-mente, de la Delegación de Educación Nacional de Falange Española y, poco después, del Servicio Español del Magisterio, cometidos con los que sobrevivió, al menos, hasta finales de 1952. Desvinculado del régi-men nació en los años sesenta ((Nuestro Boletín» que, dirigido por Fran-cisco Felipe Torres, estuvo orientado, exclusivamente, a facilitar los trá-mites burocráticos de los maestros olvidando, comprensiblemente, la línea guerrillera y reivindicativa que caracterizara al sector en períodos precedentes. 8 Véase el artículo de Julio Antonio YANEMS ESA«: "Gaceta de Tenerife" o la obstina-ción de un diario católico-conservador», en Revista de Historia Canaria, n." 177, Universi-dad de La Laguna, Santa Cruz de Tenerife, 1995, pp. 175-200. Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 275 En los años iniciales del régimen nació en la Isla la prensa especiali-zada en deportes, indudablemente, la única que sobrevivió con un míni-mo de consistencia en aquellos difíciles años. La mayona fueron semana-rios desligados del régimen que aparecían los lunes para informar de la jornada del día anterior. El pionero fue «Aire Libre», que sobrevivió más de veinte años, en concreto, entre 1943 y 1965. De 1948 data el fugaz «Su-plemento Deportivo)) que, editado por el SEU de La Laguna y, por tanto, ofreciendo la información deportiva desde parámetros del régimen, no encontró el respaldo deseado en los aficionados al deporte. Dos años des-pués apareció «La Hoja del Lunes)) que, editada por la Asociación de la Prensa de Tenerife, procuró compaginar la información deportiva con la general hasta que desapareció en 1982. En 1953 había nacido el único que sobrevive en la actualidad, «Jornada Deportiva)) que, bajo la dirección de Domingo Rodríguez, apareció con enormes alardes sensacionalistas sa-biendo hacer un hueco al arte y a la cultura. Con menos fortuna, otros se-manarios intentaron cubrir la víspera de la jornada, caso del efímero «Viernes Deportivo)) que apareció a mediados de 1955. Los periódicos con vocación informativa que nacieron por entonces, lo hicieron dentro de una gran modestia, pues ninguno apareció a perio-dicidad diaria, lo que unido al sojuzgamiento del contexto, los precipitó al más almibarado amarillismo sin poder ofrecer siquiera, por su disconti-nuidad, la actualidad. Entre otros aparecieron, «Aguere» que, dirigido por Luis Álvarez Cruz, sobrevivió entre 1952 y 1953; «La Voz de la Isla» que, como órgano de información turística, apareció en el Puerto de la Cruz entre 1958 y 1959; «Anaga» que lo hizo en 1960 para, al cabo de un año, aceptar el papel de órgano sindical y, luego, intentar sobrevivir bajo la di-rección de Antonio Marti, lo que consiguió hasta mediados de 1967. El efí-mero «Correo de Tenerife)) que, dirigido por Domingo García, acentuó el amarillismo de la prensa de la época en sus escasos meses de permanen-cia en 1964. Pero, indudablemente, de todos ellos, Fue «Tenerife» el sema-nario más pretencioso y de trayectoria más prolongada. Nacido con pe-riodicidad quincenal a mediados de 1954 bajo la dirección del infatigable Antonio Marti, antes de finalizar el año ya era semanario. Luego llevó una trayectoria titubeante, cambiando de formato casi anualmente, buscando apoyo en distintos sectores, entre otros el turismo, para desaparecer en 1973 cuando, desde cinco años atrás, había tenido que adoptar una pe-riodicidad mensual. Con carácter especializado, bien literario o de índole diversa, conti-nuaron apareciendo diversas publicaciones a lo largo del franquismo. «Mensaje», editada en 1945 y 1946 por la sección de Literatura del Círcu-lo de Bellas Artes de Santa Cruz; «Canarias», editada en La Orotava en los años cincuenta con el consabido amarillismo de la época; y «Optimismo», 276 Julio Antonio Yanes Mesa boletín de la Fraternidad Católica de enfermos de Tenerife; son titulares que ilustran las interioridades del sector. De todas estas revistas, pioba-blemente, la efímera «Momento Canario)) que, dirigida por Alberto Váz-quez Figueroa y con vocación regional, intentó afrontar la defensa del en-torno y cultura canarios en los años de la irrupción del turismo, fue, quizás, la única de cierto compromiso social que debió resultar algo in-cómoda al régimen. El periodismo tine feño más reciente9 De los viejos periódicos tinerfeños, «El Día)), que desde el fallecimien-to de Leoncio Rodríguez en 1955 fue restituido a sus herederos, retornó pronto el papel de vanguardia de su antecesor, «La Prensan, dentro del pe-riodismo tinerfeño. En su trayectoria destacan dos etapas, a saber, el tra-mo final del franquismo, cuando bajo la dirección de Ernesto Salcedo Víl-chez adoptó una línea beligerante con el régimen; y la etapa más reciente, desde que José Rodríguez Ramírez asumió su dirección, caracterizada por sintonizar con el pulso de la sociedad tinerfeña. Ambas, permitieron que fuera el primer periódico canario que introdujo la fotocomposición y la informática en sus talleres al calor de su espectacular expansión du-rante los años setenta y ochenta. En la actualidad, su tirada ordinaria re-basa ampliamente los veinte mil ejemplares, cifra que ronda los treinta mil en los días festivos. Junto a «Jornada Deportiva)), desde 1980 conver-tida en diario vespertino de información general sin menoscabo de su es-pecialización deportiva, es propiedad de la empresa «Editorial Leoncio Rodríguez, S.A.)). El otro diario, «La Tarde)), cuya dirección tras la desa-parición de Víctor Zurita fue asumida por Alfonso García-Ramos, no pu-do proseguir más allá de 1982, acaso, por quedar obsoleta su hora de apa-rición lo que, a su vez, le impidió renovar su infraestructura tecnológica y, por ende, frenar el drenaje de su clientela hacia el rival. Junto a los dos supervivientes, «El Día)) y «Jornada Deportiva)), el pe-riodismo tinerfeño más reciente ha presenciado la irrupción de dos nue-vos diarios informativos. El primero de ellos, ((Diario de Avisos)), es el ac- 9 Dado que hasta el momento este es el periodo menos investigado por nosotros, inevitablemente, su contenido sobrelleva un componente hipotético que esperamos dilu-cidar, bien confirmando, matizando o corrigiendo nuestras apreciaciones, con investiga-ciones puntuales en un futuro no muy lejano. De momento, ofrecemos datos que proce-den de una prospectiva general que hemos efectuado sobre los fondos documentales de la hemeroteca de la Universidad de La Laguna y de la obra de Ricardo ACIRÓNR OYOL:a pren-sa en Canarias. Apuntes para su historia, Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1986, pp. 89-102. Del pvoselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 277 tual decano de la prensa canaria pues, datando del siglo anterior, fue ad-quirido y trasladado, en 1976, por la empresa CANAVISA desde Santa Cruz de La Palma a su homónima de Tenerife. Confiada desde entonces su dirección a Leopoldo Cabeza de Vaca, ha homologado su infraestruc-tura tecnológica a la de «El Día» alcanzando una tirada ordinaria que su-pera los diez mil ejemplares. El último ensayo periodístico de Tenerife, «La Gaceta de Canarias)), data de finales de 1989. El engendro, que apa-reció bajo la mancomunada dirección de ~MartínC armelon con resuelta vocación regional, luego, con la asunción de su dirección por Jorge Bet-hencourt, entró en etapas más sólidas conforme centró su línea editorial en la problemática específica de la Isla, trayectoria que no ha abandona-do su actual director Enrique Rey. Por debajo de estos «grandes» diarios, desde la desaparición del fran-quismo la Isla ha presenciado una espectacular proliferación de publica-ciones periódicas de la más diversa índole, pues al incremento de las lite-rarias, sectoriales y profesionales, se han sumado las políticas y sindicales. Todas, en conjunto, conforman ese abigarrado, nutrido y, aho-ra más que nunca, marginal sector del periodismo tinerfeño. A MODO DE CONCLUSI~N En este apretado bosquejo de la evolución del periodismo tinerfeño en el siglo xx, hemos intentado, no sabemos con qué suerte, simultanear los enfoques a medio y corto plazo. A tal fin, hemos antepuesto a cada etapa su caracterización general para, a continuación, recrear sus interiorida-des ofreciendo las pinceladas más significativas de los periódicos del mo-mento. Oteando el panorama desde una atalaya más distante, globaliza-dora de todo el siglo, atisbamos una etapa inicial fuertemente politizada que, paulatina y complejizadamente, evoluciona hacia otra resueltamente informativa que, a su vez, y de inmediato, prosigue, no sin menos contra-dicciones, hacia la actual, eminentemente explicativa. A un nivel propia-mente estructural, observamos la paulatina y paralela irrupción del pe-riodismo de empresa en la Isla y, concomitantemente, la capitalización y concentración de cabeceras en el sector. En el trasfondo del proceso de-tectamos dos coyunturas económicas expansivas en marcos sociopolíticos amordazantes, a saber, el desarrollo frutero de los años veinte en la dicta-dura primo-riverista, motor de la primera transición; y el desarrollo turís-tico a partir de finales de los sesenta en la dictadura franquista, motor de la segunda. Y tras cada una de ellas, dos coyunturas críticas en un marco de libertad de expresión no menos trascendentales, a saber, los años de la 11 República, donde culmina el periodismo informativo; y los años de la 278 Julio Antonio Yanes Mesa transición democrática, donde lo hace el explicativo. Desde el punto de vista geográfico-espacial, la modernización del periodismo tinerfeño con-llevó una paulatina reducción de su implantación en la Isla, pasando de residir en toda la vertiente norte a hacerlo sólo en la conurbación que ha forjado la capital. El sur, pues, en consonancia con su tardío desarrollo económico, quedó relegado de todo protagonismo activo en ésta, como en tantas otras, vertientes culturales de la vida tinerFeñal0. Evidentemente, debajo de esta somera síntesis, sobre todo, en su tra-mo más reciente, queda mucho donde escarbar para perfilar contornos, entrañas y alcances a corto plazo y, por ende, «trincar» con mayor preci-sión el discurrir del periodismo tinerfeño por el siglo xx. De todo ello, y ampliando su ámbito a siglos precedentes, seguimos ocupándonos y es-peramos poder ofrecer resultados en un futuro no excesivamente lejano. Su posterior cotejo con otras investigaciones históricas en el Archipiélago permitirá, con el rigor que nuestra disciplina demanda, insertar la Histo-ria del Periodismo Canario en el seno de la Historia del Periodismo Espa-ñol. La paralela contribución de otros especialistas (léase: periodistas, fi-lólogo~ s,o ciólogos, etc.) con trabajos complementarios a los nuestros por responder a enfoques necesariamente diferentes, deberá permitir la inte-lección del periodismo tinerfeño, y canario en general, en todas sus resul-tantes conforme evolucionó a lo largo del tiempo. ACIR~NRO YOR, icardo: La prensa en Canarias. Apuntes para s24 historia, Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1986. ALBERTPi,e rre: Historia de la Prensa, Ediciones Rialp, Madrid, 1990. GONZÁLECZH ÁVEZC, armen Milagros y cok: La prensa del Valle de ltc~O ~wtava (1880-1930), Ayuntamiento del Puerto de la Cruz y Editorial Labris, La La-guna, 1986. MARTÍNDE LA GUARDIRAi,c ardo: Información y propaganda en la Pren~ad el Mo v - miento. «Libertad de Valladolid», 1931-1979, Universidad de Valladolid, Va-lladolid, 1994. PAZS ÁNCHEMZ,a nuel de: «Nuevos documentos sobre Secundino Delgado», en ROA. Revista del Oeste de África, n." 9, Centro de Estudios Africanos, La La-guna- Las Palmas, octubre de 1990, pp. 7-76. 10 Que sepamos, el único intento de crear un periódico en el sur de Tenerife, por lo demás, frustrado, surgió en la Villa de Güímar tras la conclusión de la guerra europea, cuando varios jóvenes de la localidad intentaron fundar un semanario literario (véase: L« Prensa, 25-1-1919). Del proselitismo ideológico a la información y la interpretación ... 279 SEOANME, ana Cruz, y SÁrz, María Dolores: Historia del periodismo en España, 3. El siglo XX: 1898-1936, Alianza Editorial, Madrid, 1996. TIMOTEÁOLV AREZJ, esús, y cols: Historia de los medios de comunicación en Espa-ña (1900-1990). Periodismo, imagen y publicidad, Editorial Ariel, Barcelona, 1989. YANEMS ESAJ, ulio Antonio: Leoncio Rodríguez y «La Prensan: una página del pe-riodismo canario, Cabildo Insular de Tenerife, Caja General de Ahorros de Canarias y Editorial Leoncio Rodríguez, S. A., Santa Cruz de Tenerife, 1995. - «El diario político «Hoy»: un anacronismo informativo en Tenerife durante la 11 República», en Anuario de Estudios Atlánticos, n." 38, Patronato de la «Casa de Colón», Madrid-Las Palmas, 1992, pp. 603-640. - «El feroz tinerfeñismo del diario "La Tarde" en su etapa fundacional)), en Te-beto VZI. Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, Cabildo In-sular de Fuerteventura, Puerto del Rosario, 1994, pp. 83-1 10. - «El diario conservador "El Tiempo": una víctima informativa del "Pleito In-sular" en los años de la Restauración», en Anuario de Estudios Atlánticos, n." 40, Patronato de la «Casa de Colón,), Madrid-Las Palmas, 1994, pp. 547-593. - «"Gaceta de Tenerife" o la obstinación de un diario católico-conservador», en Revista de Historia Canaria, n." 177, Universidad de La Laguna, Santa Cruz de Tenerife, 1995, pp. 175-200. |
|
|
|
1 |
|
A |
|
B |
|
C |
|
E |
|
F |
|
M |
|
N |
|
P |
|
R |
|
T |
|
V |
|
X |
|
|
|