Boletín Millares Carlo
2002, 21: 113-145
El escaso prec licamento del amad lismo -
en la prensa española. El caso del diario
tinerfeño "La Mañana", 1922-1 923
Julio Antonio YANESM ESA
Profesor de la Facultad de Ciencias de la Información
Universidad de La Laguna
El paradigma periodístico que se ha dado en llamar amarillismo crista-lizó
a finales del siglo XIX en los Estados Unidos, al calor del duro enfren-tamiento
que sostuvieron William Randolph Hearst (1 863-195 1) y Joseph
Pulitzer (1 847- 19 1 1) en disputa del naciente segmento del mercado lector
que, poco a poco, estaban conformando las clases populares en la ciudad de
Nueva York. Hasta entonces, tanto la prensa norteamericana como la euro-pea
habían sido un producto esencialmente elitistal en coherencia con el
elitismo de los sectores ilustrados en los que circulaba, circunstancia que al
impedir la configuración empresarial del sector había arrojado a los perió-dicos
en brazos del mecenazgo político. Pero conforme decursó el siglo
XIX, la paralela expansión del liberalismo y de la revolución industrial se
habían encargado de ampliar, sigilosa pero inexorablemente, el mercado
lector en los países más avanzados al calor del desarrollo urbano, la liber-tades
públicas, la regresión del analfabetismo y, en definitiva, la mejora del
nivel de vida. Consciente de tales mutaciones y de la inexistencia de una
oferta informativa que diera satisfacción a las nuevas demandas, Joseph
Pulitzer se hizo en 1883 con un diario en quiebra, The New York World, con
el que diseñó un producto dirigido, específicamente, a la embrionaria socie-dad
de masas neoyorkina, haciendo de la prensa, por vez primera en la
' En el caso de los Estados Unidos, todos los estudiosos coinciden a la hora de detectar precedentes
de prensa popular (aunque no de masas) en The New York Sun (1833) de Benjamín Day, The New York
Morning Herald (1 835) de James Gordon Bennett, y The New York Tribune (1841) de Horace Greeley, los
cuales rebajaron el precio del ejemplar, organizaron las ventas callejeras e introdujeron temas populares
(sucesos). Aunque los tres diarios consiguieron consolidar la edición, a inicios de los años ochenta las tira-das
de todos ellos eran inferiores a los doscientos mil ejemplares, cifra que The New York World rebasó de
inmediato tras el relanzamiento de Joseph Pulitzer en 1883 para, antes de finalizar el siglo, rondar la cota
mitica del millón.
historia, un objeto de consumo popular. Espoleado por el éxito de la for-mula,
William Randolph Hearst adquirió doce años más tarde, en 1895, otro
modesto diario, The New York Journnl, con el propósito de disputar a
Pulitzer la creciente clientela de lectores que albergaba la ciudad de Nueva
York. El espectacular duelo, en cuyo transcurso se forjaron los respectivos
modelos sensacionalista y amarillista, duró hasta la finalización de la gue-rra
de España con los Estados Unidos, en 1898, ante la expectación del
público, lo que acentuó aún más la introducción de ambos diarios en las cla-ses
populares neoyorkinas.
En los renglones que siguen, vamos a calibrar a la luz de las fuentes
hemerográficas canarias el eco que el paradigma periodístico forjado por
William Randolph Hearst en Nueva York, el amarillisino, encontró en un
territorio tan marginal del mundo occidental, más aún, en aq~iellos años.
como la isla de Tenerife. Para ello, previamente repasaremos con fuentes
bibliográficas el origen del modelo, sus características y la acogida que se le
dispensó en los países punteros del viejo continente y, luego, en España, país
secundario en el concierto europeo del que las Islas Canarias eran, a su vez,
un enclave periféricoz.
ORÍGENES, CARACTER~STICASY DI FUS I ~NIN ICIAL
DEL AMARILLISMO
En la historiografía actual reina un consenso a la hora de atribuir a Joseph
Pulitzer y, en particular, al paradigma periodístico que forjó con The lVc.ii, Yorh
World, la fuente de inspiración del "nuevo periodismo"' que, con diversas
modalidades, emergió en la ciudad de Nueva York en el último cuarto del siglo
XIX. Inmigrado de Hungría a los 17 años, dentro de la segunda oleada huma-na
que de Europa recaló en los Estados Unidos, ésta mucho más diversa que
la británica anterior, Joseph Pulitzer se estableció tras la Guerra de Secesión
2 Antes de la dCcada de los ochenta del siglo XX, c~iandolo a iiiodclos cientilicos ciiipcmri~iia pcr-der
credibilidad por la coinplejizacibn de la investigriciOn en las ciencias socialcs y las iiicei-tiduiiihrc\ nic.ti)-
dológicas introducidas por el pensamiento posniodcrno (iéase al respccto el al-tículo dc Jesiis Tiiiiotca Al\ n-rez
Fernández: "Conceptos básicos para una codilicacióii de la Historia del Pcriodisiiio « C'«iii~iiiic:icioi~~'.
en Manuel Tuñón de Lara (director), /,o Prc~/i.ser< Irl o , siglo\ .\7X!, .YY !dc~io~lolog;~rd. < ~ o l oc2~ I r~~I r/ ~ I ~ . I I I ~ I -
cicin. Aspectos r.concímicos /ecnokígic,o.s, Universidad del País Vasco, Hilbau, I9XO. pp. 3 1-35). lo\ tradi-cionales
lazos de dependencia que las Islas Cariariaa inantenían con 10s paises punteros de Europa occidcii-tal
y, en particular, Inglaterra, aconsejaron a tiiuclios iri\cstigadoreh encuadrar al archipiélago dentro del
marco explicativo que brinda el modelo periférico. Cn la actualidad, al iiiargcn del anacroiiisirio dc lo
modelos científicos, el tCrmino periférico atesora la suficiente plasticidad y elocuencia coino para innnteiicr
toda su vigencia, al menos, a nivel lingüístico.
3 El término "nuevo periodismo" ("new journalismc") ha aparecido en la Iiiat«ri«gralía nortcatiicri-cana
en cinco ocasioucs para nominar, con reitcracibri, las sucesiias innovacioiies que hasta el iiioiiicrito Iian
jalonado la evolución de la prensa popular en los Estados Unidos.
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Julio Antonio Yanes Mesa El escaso predicamento del amarillismo en la prensa española ...
(1 86 1 - 1865) en San Luis, donde estudió derecho, participó en la política local
y tuvo la oportunidad de hacer sus primeros pinitos periodísticos en The
Westliche Post, órgano de la nutrida colonia alemana de la localidad4. Luego,
con sus ahorros adquirió The Saint Louis Dispatch, al que más tarde fusionó
con The Evening Post en The Saint Louis Post and Dispatch (en la actualidad,
The Saint Louis Post-Di~patch)c,o~n el que poco a poco moldeó la exitosa fór-mula
que a continuación introdujo en Nueva York.
Las innovaciones de Joseph Pulitzer se dejaron sentir en todas las ver-tientes
del periodismo, desde el continente hasta el contenido del producto
informativo, pasando por aspectos relacionados con la gestión empresarial y
la concepción de la profesión. En efecto, para competir con la tradicional
prensa neoyorkina, el audaz editor ofertó un diario con 8 páginas a 2 centa-vos,
esto es, al mismo precio que The New York Sun de 4 páginas, y a mitad
del de The New York Tribune de 8 páginas, elaborado por los mejores profe-sionales
del ramo, a los que atrajo con el ofrecimiento de suculentos salarios.
Paralelamente, diversificó la oferta informativa editando un novedoso domi-nical
ilustrado a color, The Sunday World, orientado a cubrir el ocio familiar
que generaba el receso del domingo; y desde 1887, una edición vespertina,
The Evening World, ésta destinada a competir con los diarios de tarde. Para
completar su estrategia comercial, Pulitzer organizó regularmente eventos en
los que convirtió al periódico en noticia con el exclusivo propósito de alarde-ar,
haciendo a los lectores partícipes del éxito, de sus crecientes cifras sobre
tirada y publicidad.
Pero lo que realmente definió el paradigma sensacionalista fueron las
innovaciones introducidas en el diseño y el contenido del periódico para atraer
lectores entre las clases populares. En efecto, The New York World apareció en
un formato mucho más manejable que el habitual, introdujo ilustraciones con
profusión y, a partir de 1889, el color en las ediciones ordinarias; al tiempo que
condensaba los textos, optaba por un cuerpo de letra superior al de la época e
introducía titulares atrayentes que, desde el propio año 1889, empezó a exten-
La primera obra editada en español sobre Joseph Pulitzer, aunque novelada, fue el fruto de la tra-ducción
del libro de Iris Noble: Joseph Pulitzer-Front Page Pioneer, Julian Messner, New York, 1957 (titu-lo
y datos editoriales de la edición española: Joseph Pulitzer (Precursor deprimera plana), Editorial Agora,
colección: "Temas Actuales", núm. 37, Buenos Aires, 1959). Una aportación española reciente ha apareci-do
bajo la firma de José Javier Sánchez Aranda: Pulitzer: Luces y sombras en la vida de un periodista gene-ral,
Universidad de Navarra, Pamplona, 1998; trabajo que está elaborado en base a fuentes bibliográficas
norteamericanas, entre las que figuran la obra que en los años veinte escribió uno de los hombres de con-fianza
de Pulitzer en The New York World, Don Carlos Seitz: Joseph Pulitzer, His L~f ea nd Letters, Simon
and Schuster, New York, 1924, y otra monografia considerada todo un clásico en la historiografia nortea-mericana,
W. A. Swanberg: Pulitzer, Charles Scribner's Sons, New York, 1967.
5 The Saint Louis Post-Dispatch, con un Joseph Pulitzer, nieto del fundador, en la vicepresidencia
del consejo de administración, mantiene en la actualidad la edición sobre las sólidas bases que le otorgan
una tirada ordinaria superior a los trescientos mil ejemplares, cifra que en los domingos rebasa el medio
millón (véase la obra de José Javier Sánchez Aranda: Pulitzer ..., op. cit., pp. 214-215).
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der a varias columnas. El fruto de tal fónnu!a fue un novedeso p~r i í x i ;1:8 1.;(3\:
atraía la atención del viandante en los quioscos, facilitaba las \?ent;?s2 1 !?~::!i: ,
ro al ofrecer en los titulares los reclamos inforrnatjvos que dcbím \ l ~ , c w i - ic:.
chicos en las calles y, sobre todo, admitía la lectura en los recién inGaladcs
tranvías, donde los neoyorkinos acudían cada vez más a sus trabajos co:? las
manos libres para poder lecr, opción que no estaba al aIcance de la prens;! ir;,-
dicional por la amplitud del formato y la menudencia de la tipografía. .A nivei
informativo, el periódico adoptó una línea editorial progresistii y una rcdax~c:::
. .
ágil, clara y asequible, incluso, para los sectores socialcs meiius iii>,tr.i.i!!ic:~ clt:
los que se convirtió en algo así como un representante a1 einprcider co!iiii!uas
. . campañas contra la corrupción, los monopolios y la miseria de los subLi:i>iL::
urbanos. Para completar el guiño que hacía a las clases populeres, Piic ?-;ei\
York World convirtió en noticia los acontecimientos que se inucve;; ril ci ;cm-no
de la emocionalidad, al tiempo que prestaba una atención pl-e!i'-r-m> :c LL !m
deportes y la naciente cultura de masas, si bien, intercalando otms int~orm2
ciones de calidad en base a servicios telegrálicos y trabajos de reporicros pi-o-pios.
En cualquier caso, la vertiente menos noblc de la inforii~ación ..-i<nrpri.
estuvo frenada por el referente ético con el que Pulit~cr concibió ci pcric>c;!:.-
mo, al que se empeñó en dar rango universitario y dignificar con ci est;li-;tt~:~
miento de los premios anuales que desde 191 7 llevan su ~ioinbi-c(~.
Pronto, la admiración que empezó a despertar Joseph Pi!Iitzer. ep t o ~ , ! ~!?c. .
círculos periodísticos de occidente convirtió a The Nc;i%l 5j.k ibi,rld cr-i r i i l i
sobre el que pivotó la apertura del sector a las clases mcdias y popularci i * . : i x
sus más fervientes admiradores se contaba el hijo de una rica ! ;w.~A <l ;, d,. i ;1<'~11~,:::~
mericana de la costa oeste, William Randolph Hearst, que en I X87* i;s:. bci
expulsado de la Universidad de Harvard sin coiicluir sus estudios, i:zbi¿: rcc:
bid0 de su padre el diario Satr Fmncisco Examimi., fundado por 6.t; c:-::x:
plataforma política para conseguir un escaño en el Senado por Ca1iiiiri;iu. : i:;?
convertir al periódico en una empresa enonncmcnte rentabie poniciidc; ci,
práctica una estrategia comercial e informativa inspirada cn Iz cic
Hearst decidió en 1895 establecerse en Nueva York, para lo cuai ii 1
renqueante diario, The Morrziizg Journul, al que rebautizó con \ I
, > > New York Journal, con el exclusivo propósito de desbancar a sil icir o ' 0.
pedestal. A tal fin; Wearst radicalizó y ileviP hasta sus &liii?i::i: CUIISCCL:~;;::.,.,'.. ;,...
('En español, véame más detallcs dcl paradignia scnsncioni:lista en las obras dc .lf\:ia i'iiiir,i~oA I \ i . -
rez Femández: Historia y mode1v.s de lu comunicaci(ii~e n el siglo ,YA: El iiire:,o (:riic,!i ,iiji:!.!~i~Pr.i ;.~!? rlci
Comunicación, Barcelona, 1992,2" edición (1" en 1987), pp. 52-55; y Enric Borcieria O r k , Aiiiviii~Í A & L ~ ! ~ R
Platero y Francesc Andreu Martínez Gallego: Historia de la Comu~iicacicínS ocial. Voces, regi.sir0.s y con-ciencms,
Editorial Síntesis, Madrid, 1996, pp. 321-323. En esta segunda obra, los autores aluden a Joseph
Pulitzer bajo el nombre de Alfred, muy parecido al de su hermano menor Albert, que también había inmi-grado
y ejercido el periodismo en los Estados Unidos, correspondiéndole a éste el honur de fundar en 1882
The Morning Jouvnal, en efecto, el diario ncoyorkino que en 1895 adquirió Williani Randolph Hearst para
entrar en competencia con Joseph Pulitzer.
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Julio Antonio Yanes Mesa El escaso predicanterito del amarillismo en la prensa española ...
fórmula sensacionalista de Pulitzer sin reparar en procedimientos ni en costos
al amparo de la fortuna familiar, con lo cual forjó un nuevo paradigma perio-dístico
que ha merecido una nominación propia, el amarillismo7, o la conside-ración
de una nueva generación, la segundag, de la prensa de masas. Pulitzer,
por su parte, que desde 1887 estaba aislado y alejado físicamente de su perió-dico
debido a su escasa visión y, sobre todo, a la acentuación de la neurosis
que padecía desde su juventudg, no tuvo otro remedio que responder a la dura
batalla que le entabló Hearst desde la distancia, si bien, con una lucidez que ha
llamado la atención a todos los estudiosos a la vista de su precario estado de
salud'0.
Como adelantamos en párrafos precedentes, el acaudalado periodista cali-fomiano,
el único que destacó en el periodismo norteamericano de la época sin
tener procedencia humilde, forjó la versión más radical del modelo sensacio-nalista
sobrepasando, sin reparo alguno, las cotas éticas establecidas por
Pulitzer. A tal fin, Hearst irrumpió en el panorama periodístico neoyorkino
retomando la guerra de precios declarada en la década anterior por su maestro,
con el aumento del paginado y, desde 1896, el rebaje del precio de venta del
periódico a un centavo, sin arredrarse ante las cuantiosas pérdidas de explota-
' La primera obra española sobrc el ainarillismo apareció en los años centrales del franquismo bajo
la finna del pcriodista y profesor del Instituto de Periodisn~o de la Universidad de Navarra, Francisco
Bermeosolo: El origen del periodismo amarillo, Ediciones Rialp, Madrid, 1962. El trabajo, elaborado con
fuentes bibliográficas y hemerográficas norteamericanas durante una estancia del autor en los Estados
Unidos, al margen de la caducidad de la metodología positivista, ofrece el inconveniente de analizar los
acontecimientos desde una óptica franquista en la que los diarios de Pulitzer y de Hearst aparecen como hn-bundos
enemigos de España y como exponentes indiferenciados del amarillismo. Un autor norteamericano
tan acreditado como Michael Schudson también ha colocado en un mismo nivel a ambos diarios, en su caso,
para contrastar el periodismo de entretenimiento frente al de información, éste encarnado en The New Iórk
Times [véase el trabajo de Michael Schudson: "El nuevo periodismo", en David Crowley y Paul Heyer
(compiladores), La comunicación en la historia. Tecnología, cultura, sociedad, Bosch Casa Editorial,
Barcelona, 1997, pp. 203-2121. Las limitaciones de la obra de Francisco Bermeosolo, corregidas arnplia-mente
por los autores cspañoles citados en las notas contiguas, hacen del trabajo un documento ideal para
calibrar la espectacular evolución que ha experimentado el discurso historiográfico español sobre la comu-nicación
en apenas tres décadas.
Véase, por caso, la obra de Jesús Timoteo Álvdrez Fernánde~: Historia y modelos de la com¿rni-cación
..., op. cit., pp. 63-70.
Véanse detalles en la obra de José Javier Sánchez Aranda: Pulitzer ..., op. cit., pp. 113-1 19.
l o Entre la historiografia norteamericana traducida al cspañol quc recoge detalles del enfrentamiento,
destaca la obra de John Tebbel: Breve historia delperiódico nortearncricano, Montaner y Simón, Barcelona,
1967, pp. 183-2 16 (titulo original: Thc Con:pact History of the Amerlcan Newspuper, Hawthom Books,
New York); y, sobre todo, por su enorme extensión y la facilitación de su consulta con un exhaustivo índi-ce
temático y onomástica, la de Edwin Emery: El periodismo en los E.~taJos Unidos, Editorial Trillas,
México, 1966, pp. 332-507 (título original: The Prem at~ddrnericanA, llyn and Bacon, Nueva York, 1954;
segunda edición, ampliada y revisada, de una obra elaborada anteriormente por Edwin Emery y Henry Ladd
Smith). Esta segunda obra es todo un clásico que ha sido objeto de varias reediciones posteriores en los
Estados Unidos, la última de las cuales, revisada por Michael Emery y completada por N. L. Roberts, apa-reció
en 1996 con el subtítulo An interpretative Histor); of'the Mass Media, circunstancia que ilustra mag-níficamente
la evolución de la disciplina desde la historia de la prensa a la historia de la comunicación
social.
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ción. Al margen de disparar de inmediato la tirada, el belicoso editor consig~iió
que su rival rompiera el equilibrio que había conseguido entre los ingresos por
ventas y publicidad, dado que tras algunos titubeos éste rebajó tambih el pre-cio
de venta a costa de perder gancho en el mercado p~iblicitario mis reniune-rador
por la paralela depreciación del perfil del lector medio. Hearst f~i ca ún
más contundente a la hora de pujar por los mejores profesionales del ramo, a
los que llegó a ofrecer hasta sueldos dobles, con lo cual privó a Thc NNV ).í,/.li
World, entre otros, del célebre Ricardo Felton Outcault, autor de la tira cómi-ca
Yellow Kid (Chico Amarillo), que, impresa a partir de entonces en Tlic Neli.
York Journal, facilitó la nominación que habría de recibir el nuevo paradigma
periodístico. Como no podía ser de otra manera, el californiano también reinc-do
la política editorial de su maestro diversificando la oferta informativa y.
más aún, diseñando un dominical para toda la familia en base al uso dcsmedi-do
de la fotografía y el color con el propósito de calar cntre el lectorado incnos
exigente. Hearst afrontó el alto costo de su audaz campaña de lanzamiento con
los beneficios económicos que había cosechado en San Francisco y, luego, la
ayuda familiar, mientras Pulitzer resistía el embate al calor de la consolidación
de su empresa y del instinto periodístico del que hizo gala, sobre todo, a la hora
de cubrir con nuevos talentos los puestos vacantes que le dejaba su rival.
Pero, al igual que ocurriera con el modelo sensacionalista que lo cngcn-dró,
los rasgos más definitorios del amarillismo giraron en torno al diseño, la
línea editorial y la información del periódico. En efecto, Hearst ahondó en las
novedades formales introducidas por Pulitzer en los tit~ilares de las noticias.
a los que agrandó hasta el extremo de agrietar la topografía del paginado y en
los que anunció, sin ningún reparo ético ni estético, toda suerte de escándalos
y cataclismos. Paralelamente, se hizo con la maq~iinaria puntera de la época,
a lo que siempre se mostró reticente Pulitzer, que prefirió esperar a que las
innovaciones tecnológicas se consolidaran, para privilegiar el LISO de la iius-tración
y el color a sabiendas de la enorme capacidad que tienen ambos rccur-sos
para atraer al lectorado de menor nivel intelectual al provocar sensacio-nes
directas orillando el tamiz racional de la lectura. En la línea editorial,
Hearst también compartió con su maestro las simpatías por el Partido
Demócrata y las clases sociales más humildes, aunque en medio dc unos des-concertantes
bandazos ideológicos y con un discurso radical que le hicieron
emprender, en un tono enormemente agresivo e intransigente, una sistcmhti-ca
campaña de denuncias contra supuestos abusos de los poderes públicos
para apuntalar el gancho populista del periódico. En definitiva, el california-no
apeló a la emocionalidad~d~e los lectores haciéndose eco de los temas más
11 En el extremo opuesto, esto es, apelando a la racionalidad y, por lo tanto, dirigierido el peri0dico al
segmento del lectorado que conforman las clases sociales más acomodadas e integradas en cl sistcrria.
Adolph Ochs adquirió en 1896 el prestigioso, pero obsoleto, diario Tlic. l i ~ r c .K d i Tirircs. al que wc0 di. 13
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Julio Antonio Yanes Mesa El escaso predicamento del amarillismo en la prensa española ...
escabrosos, en los que a menudo desbordó las fronteras del acontecimiento
para convertir en noticia toda suerte de bulos y rumores hasta, no sólo provo-car
sino, crear informaciones, matiz que para muchos estudiosos12 es el que
deslinda con mayor nitidez las fronteras existentes entre los paradigmas sen-sacionalista
y amarillista.
Pronto, Hearst encontró en la cuestión cubana un inagotable filón infor-mativo
para, postulando la intervención militar de los Estados Unidos, poner
en práctica su manera de entender el periodismo. Aunque el conflicto se
remontaba a 1868 y hasta el momento había pasado prácticamente inadvertido
entre sus compatriotas, la incidencia de dos nuevos factores, a saber, la radi-calización
de los nacionalismosl3 por las rivalidades imperialistasl4 y las
recientes inversiones norteamericanas en la industria azucarera antillana,
hicieron que las informaciones encontraran de inmediato un enorme eco en
amplios círculos sociales del país. Y, en efecto, en un contexto tan favorecedor
para ello, The New York Journal empezó a fabricar, y a presentar con sus típi-cas
estrategias amarillistas, un cúmulo de noticias que, de un lado, dispararon
la tirada del periódico y, de otro, alimentaron el clima favorable a la guerra en
los Estados Unidos15. La íntima relación existente entre los intereses comer-ciales
propios y la causa de los insurrectos cubanos, queda patente en las suce-ruina
con la aplicación moderada de las estrategias de Pulitzer sin renunciar al tradicional rigor de sus
informaciones políticas, económicas y culturales. Con tal fórmula, The New York Times consolidó posicio-nes
en el mercado norteamericano en base a una tirada mucho más corta, inferior a los doscientos mil ejem-plares
en vísperas de la 1 Guerra Mundial, pero con una cartera publicitaria mucho más lucrativa merced al
alto perfil del lector medio, dando lugar a un tercer paradigma que se dado en llamar "periodismo de elite".
l2 Véase la obra de Jesús Timoteo Álvarez Femández: Historia y modelos de la comunicación ..., op.
cit., p. 56
I s En el caso norteamericano, el fenómeno cristalizó en la llamada doctrina del "destino manifiesto"
(véase la obra de Jesús Timoteo Alvarez Femández: Hiktoria y modelos de la comunicación ..., op. cit., pp.
65-68), esto es, en la creencia propia de que los Estados Unidos, como paraíso de la libertad, tienen el
deber moral de garantizar ésta más allá de sus propias fronteras. Según han constatado varios estudiosos,
el convencimiento de tener que cumplir esta misión histórica en el mundo, más que la memoria colectiva
sobre un pasado común, ha sido el factor que más cohesión ha dado al nacionalismo norteamericano hasta
la actualidad.
l4 Véase la obra de Eric Hobsbawm: La era del Imperio, 1875-1914, Editorial Crítica, Barcelona,
200 1, pp. 42-93 y 152-1 74, particularmente.
l 5 Un caso sumamente ilustrativo fue el de Evangelina Cosío Cisneros, joven y bella muchacha, hija
de un líder de la insurrección cubana, que en 1897 fue apresada por las tropas españolas tras colaborar con
varios independentistas cubanos como reclamo sexual para capturar a un oficial español. Pues bien, The
New York Journal tergiversó los hechos hasta el punto de presentar a la joven como una virtuosa cuyo único
delito había consistido en salvaguardar su honor al resistirse a los requerimientos sexuales del oficial espa-ñol,
para, a continuación, mantener el tema en la actualidad durante meses con un tratamiento informativo
que giraba en tomo al sentimentalismo y el patrioterismo. El penoso episodio concluyó con la liberación de
la muchacha por un comando pagado por el propio Hearst, a la que luego presentó como una heroína en los
Estados Unidos (véanse detalles en la obra de José Javier Sánchez Aranda: Pulitze~..o, p. cit., pp. 147-150).
Para comprobar la artificiosidad de la campaña periodística, basta con observar que frente a las 375 colum-nas
que le dedicó el diario de Hearst, en el de Pulitzer apenas mereció 12 (véase la obra de Jesús Timoteo
Alvarez Fernández: Historiu y modelos de la comunicación ..., op. cit., p. 67).
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sivas campañas periodísticas que, aireando las presuntas atrocidades de !u
tropas españolas, concluyeron con multitudinarias manifestaciones en f a ~ o ;c-it .
la independencia de la isla. Tras arrastrar a toda la prensa norteainericii:!:i. v
española, por la espiral belicista, la conflagración estalló en medio de un 5 r -
midable enfrentamiento niediático que ocultaba el desig~ialp otencia: iniiira:.
de los países contendientes. Mientras duró la guerra, desde febrero a ago(;t~i?i<
1898, Hearst permaneció en Cuba al frente de una veintena dc redactores, i'o:ó-grafos
y dibujantes, al tiempo que The New fi)t-k J U L ~ ~dIiUsp!ar ab,i ias ;.¿-:-;;as
siguiendo la estela de The hTew Yoi-k Wodd, al que nunca llegó a supe!-21:-
Luego, tras la firma del Tratado de París, y una vez quedó cn cvideiicla qilc
ambos diarios tenían su propia cuota de mercado con tiradas que tendiar? aI
millón, Hearst y Pulitzer pusieron el punto final a su espectacular duelo, t:>.~y
como ilustra la coincidente subida del precio de venta de sus diarios a dos c c ! ~
tavos, en cuyo transcurso convirtieron a la prensa en un producto más dc ie
naciente cultura de masas.
Fue a continuación, al tomar cada periódico su rumbo con independeiiir~
del otro, cuando quedaron definitivamente perfiladas las fronteras existenlex
entre ambos modelos periodísticos. En cfecto, mientras Pulitzer. que se iiabia
dejado llevar por su rival durante la cuestión cubana, privilegiaba la ver-tlcnte
. . informativa de mayor calidad y reconducia el disello por choncs más cqiiiit-brados,
Hearst, exultante tras la contundente victoria nortcaincricana, scguil:
en sus trece trasladando el centro de sus opcrxioncs mediáticas a las SL:DS:-
guientes elecciones presidenciales. En esta ocasión, Thc h'eii. líwk .Joui.!;/!i
dirigió toda su verborrea tremendista contra el candidato republicano U'illi..ii,.
Mckinley (1 841 -1901), hasta el extremo de hacer suya la teoría dc la inuri-i,
"justa" de los tiranos16 en clara alusión a éste tras su triunfo electoral e!? ik3i.c.-
ro de 1901, quedando a los pocos meses en una situaci0n insos?eni!>le ci!ai~Un
Mckinley falleció tras el tiroteamiento de un anarquista. La dura cainpafi:~ s.:
toda la prensa del país y la pérdida del Iavor del público, aconsej-,roii a t$c::!-s~
reemplazar ia cabecera fiir~dacionalp or AI?I<~I.~CaCunIIqIu,e en vano. p<>i-c!;i-ii.: -
'"dca toinada, mi s que pi-obiibIc;iieiiie, del escrito~i i~~rteaiiiericanl»ii ricjuc Da\ ~d TI:«:-ca~i! : :: I '
1 M?),d efemor del aholicioiii\nio. pi-cciii-sor dcl ccologisiiio y tc6rico de 13 dcscihedictici:i cil i l que ii:ioi,i
colabnrado, entre otros diarios. en Tlw l ' t , i t YorL T,.ih~ow( agi;ideccinos la \~igcrciiciii; I \'icciitc ilc:-ri;ii :!:
Pedrero, profesor dc Ética de la Universidad de La Lag~iiia).E ri C'anorias, ei priincr pei-ii~tiiccq ue ~ i i i ~ i i i
tales tesis fue el bisenianario conser\ ndor Lu Rnzth, que apareció cl 17 de ngoato de 1007 cii [.a l-:ig:i,(.:
arremetiendo contw "... el estad« de ahiilia al que Iia llegado el pueblo lagunei-« ..." para. iiicgo. ;iii;ici.q-
" ..i,que a que veninios'? a cliic c io ~ I - O ~ C Sc~x; lIe nia coiitrn el yu~zoq iic \iiliiiiio\ \c cxicri:lrrcc \i. !.-:,.!ti
en la deterniinación dz honihi-cs libi-ch, si ch preciso, ~ioleiitainciiic,p ncs c~iaridoe l dcreciiii c i ~ i i i . ; : ~ ! , ; ,
perturbado y SLI iniperio no puede restnblecerx de otro niodo. se acude. conio Iia dicho L ~ I Ip cii\ncioi i i i . , i .
ne, a las supi-einas decisiones de la fiierta ..." Esas hra\~iconadai\,i n enibargn. luego he tradujerori cii la t i n ~
ca línea editorial de los 6rganos políticos dc la í.poca, tal y coino evidencian los escaso\ ejeinplarer coiiw
vados, todos depositados en el Archivo Municipal de Puerto de la Cruz (vbase In obra de .lulio ,21itoiiio
Yanes Mesa: Ilirlorici del Prrioiii.snw Eiic,~:f;.ño,1 758-1936. C'i~cr r'r~iónp rrr/c;riur tlc ltr IIi\~/oi.i(rd el
Periodismo E,~piiñolC, entro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife. 2003, pp. 304306).
Boletín Millares Carlo
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Julio Antonio Yanes Mesa El escaso predicamento del amarillismo en la prensa española ...
pudo evitar el cierre del periódicol7, circunstancia que ilustra magníficamente
otra de las características del modelo, su enorme fragilidad cuando es aplica-do
a temas trascendentalesl8. En contraposición a tanta malandanza, The New
York World consolidó posiciones en años sucesivos volviendo a sus orígenes
para marcar, cada vez más, distancias con su otrora rival, hasta el punto de
ofrecer la primera versión de lo que en los años 60 habría de llamarse "perio-dismo
de investigación rele~ante"~9cu, ando en 1908 desveló el oscuro desti-no
de algunos fondos oficiales librados por el Gobierno a propósito de la cons-trucción
del Canal de Panamá.
Aunque en la prensa europea son fácilmente detectables algunos rasgos
de lo que se habría de llamar amarillismo desde sus más remotos orígenes20,
fue a finales del siglo XIX cuando el modelo generó, tras el sensacionalista,
los primeros productos informativos de masas en los países más desarrolla-dos
al confluir la evolución interna del sector con la influencia norteameri-cana.
Así, el magnate de la prensa británica, Lord Northcliffe, alcanzó un
éxito fulgurante con la fundación de The Caily Mail en 1896, en el que
imprimió a la fórmula de Pulitzer una orientación conservadora para legiti-mar
el colonialismo británico, éxito que redobló en la década siguiente con
The Daily Mirror, luego The Daily Ilustrated Mirror, tras asumir el estilo de
Hearst. En Francia, la renovación del sector aconteció en el seno de la con-moción
sociopolítica que en los años de entresiglos produjo el llamado
l7 Que no de su formidable imperio periodistico, que William Randolph Hearst siguió ampliando a lo
largo y ancho de todo el país hasta alcanzar su mayor esplendor en los años treinta del siglo XX, cuando
comprendía 26 diarios, 17 dominicales, 14 revistas, 8 enlisoras de radio, 2 estaciones de televisión, 2 com-pañia~
c inematográficas, sendas agencias de noticias nacionales e internacionales, una distribuidora de foto-grafias
y otra empresa dedicada a la distribución de material periodístico diverso (véanse detalles en la obra
de Francisco Bemeosolo: El urigeiz delperiodisnlo umardlo, op. cit., pp. 85-92).
l 8 No así para la llamada "prensa del corazón", donde el amarillismo ha encontrado un terreno ideal
para explayar sus estrategias informativas al calor de la frivolidad e intrascendencia de un tema que, ade-más,
es algo asi como el centro por excelencia de la emocionalidad (véase la obra de Jesús Timoteo Álva-rez
Femández: Historia y modelos de la comunicación ..., op. cit., p. 68).
19 Según el cual, el periodista, en lugar de permanecer a la espera de las informaciones que suminis-tran
los gabinetes de prensa y las agencias de noticias, debe tomar la iniciativa para sacar a la luz pública
los hechos que puedan ocultar, intencionadamente, los organismos y los personajes públicos. Sin duda algu-na,
el llamado caso Watergate, a resultas del cual el presidente Richard Nixon se vio obligado a dimitir el 9
de agosto de 1974, representó el momento culminante de esta modalidad del periodismo, cuya degradación
posterior ha quedado en evidencia al abordar asuntos tan triviales como los devaneos sexuales del presidente
Bill Clinton (véase el trabajo de Josep Lluis Gómez Mompart y Enric Marin i Otto: "La irrupción de la infor-mación
televisiva y la influencia del periodismo singular", en Josep Lluís Gómez Mompart y Enric Marin i
Otto (editores), Historiu del Periodismo Ur~iversulE, ditorial Síntesis, Madrid, 1999, pp. 230-234).
20 En efecto, tal y como ilustran los canurds (noticia falsa) del siglo XVl, esto es, antes de la apari-ción
de las publicaciones periódicas (véase la obra de Pierre Albert: Historia de la Prensa, Ediciones Rialp,
Madrid, 1990, p. 16; titulo original: Histoire de la Presse, Presses Universitaires de France, col. Que sais-je?,
París, 1970). A pesar de su carácter general, la obra está ceñida a Francia, Inglaterra, Estados Unidos y
Alemania, carencia que la edición española ha paliado con la incorporación de sendos capítulos centrados
en Latinoamérica y España (éste, a su vez, omite toda referencia a las Islas Canarias) timados, respectiva-mente,
por Juan María Guasch Borrat y José Javier Sánchez Aranda.
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"affaire DreyfusW21, a cuyo calor los mismos diarios que habían protagoni-zado
la primera generación de la prensa popular francesa asumieron las inno-vaciones
anglosajonas para, incrementando las tiradas hasta casi saturar el
mercado lector, introducir al sector en las dos siguientes generaciones.
Probablemente, el más claro exponente del primer ainarillismo francés fue
Le Matin, en concreto, tras su adquisición a finales de siglo por el financie-ro
Henry Poidatz y el empresario Maurice Bunau-Varilla, cuando adquirió
una fuerte agresividad comercial y un discurso populista que se hacia eco de
los intereses económicos de sus propietarios en el extranjero. El espíritu
patriotero de la naciente prensa de masas europea22 salió a relucir en el inci-dente
de Fachoda (1898), cuando Le Matin y The Dailj, Mail se enfrascaron
en un duro enfrentamiento dialéctico al salir en defensa de las políticas
imperialistas de sus respectivos gobiernos. Con tales bases, los principales
diarios británicos y franceses seguían los modelos norteamericanos en los
años previos a la 1 Guerra Mundial, cuando sus tiradas tendían y, en algún
caso, rebasaban el millón de ejemplares.
En los países europeos menos desarrollados, caso de España, la prensa no
alcanzó en aquellos decisivos años el nivel de popularización que en los
Estados Unidos, Inglaterra o F r a n ~ i at~al ~y, c omo deja patente el hecho de que
antes de la Guerra Civil, y hasta después de los años ochenta del siglo XX, nin-
2' Alfred Drcyfus (1859-1935), capitán de estado mayor de origen judío, lile condcn~ido con pi-~icbar
falsas en un consejo de guerra celebrado en 1894 por presunto espionaje en favor de Aleinania, luego. tsa\
la revisión del caso en 1899, indultado y, en 1906, reliabilitado, ascendido a coniandante y coiidccorado con
la Legión de Honor (véanse las obras de Jean Baptiste Durosell: Europti t l 1~8 15 rr ~rr~e.s/i.otisic lv. Iidr 11o1;-
tica y reluciones internacionales, Editorial Labor, Barcelona, 1974, 3" ed., pp. 176-1 83; y, para más deta-
Iles, Pierre Miquel: L 'Afluire Dreyh, col. Que sais-le?, núm. 867, Paris, 1061). En la SecciOn I.cyad»h de
la Biblioteca General de la Universidad de La Laguna figura una obra publicada en 1890, en electo. a i-aii
del indulto del personaje, firmada por P. Eduardo de Bray y Ramón Senipau: El C'trpi/ti~rl) rí,i./~i.\/ JIP/II R-ceso
célebre), Casa Editorial Maucci, Barcelona, 1899.
12 La prensa de los países más desarrollados renov6 el discurso a rcmolqne de In política a Iiiialc~d cl
siglo XIX, cuando una y otra adquirieron el carácter de fen<imenos de inasas en cl seno de la nuckn sacie-dad
industrial. En efecto, mientras los partidos políticos sustituyeron la arguiucritaci6n racionalista que di!-1-
gían a las minorías cualificadas de la época del suí'mgio ccnsitario por otra interclnsistn y ciiiocional para
llegar con eficacia a la masa electoral que movilizó cl sufiagio universal masculino. la prensa sustituy(> el
paradigma de la objetividad que había estado vigente desde la implantación del telkgrafo elktric« por cl de
la emocionalidad para llegar, asimismo, al mayor número de lectores posible. Pronto, tanto una con10 otra
descubrieron que el discurso interclasista que mayor capacidad tenia para conmover a las inasns crn el riacio-nalista
de Estado con connotaciones imperialistas y xenófobas, al calor de las rivalidades politicas y econi)-
micas de la época. Así, confom~ed ecursaron los años, discurso politico y discurso pcriodisiico cnmiri;ir-on
de la mano hacia una crecicnte radicalización en todos los paises desarrollados, arrastrlindo a la opinión
pública. por la vía emocional, a la 1 Guerra Mundial (viase el trabajo de Gloria García Gonzálei "La coii-formación
de la moderna prensa informativa (1848-1911)", en Joaep Lluis GOrne/ Moinpart y Enric Marin
i Otto (editores), Historiu del Periodismo Universul, op. cit., pp. 49-99).
23 En efecto, véase el trabajo de Josep Lluís Górnez Mompart : ",ExistiO en I:\paña la pr-enha de
masas? La prensa en tomo a 1900", en Jesús Timoteo Alvarez Fernández y otros, If~storiiiti c, io\ ~iiedio.,c /c,
comunicacirin en Espaia. Periodismo, imugerz j~puhlicidud (1900-1990). Editorial Ariel, Barcelona, 1989.
pp. 27-40.
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Julio Antonio Yanes Mesa El escaso predicamento del amarillismo en la prensa española ...
gún diario español alcanzara en sus tiradas ordinarias, siquiera, el cuarto de
millón de ejemplares24. Con tan restringida circulación, explicable por las altas
tasas de analfabetismo y, en general, el atraso socioeconómico del país, resul-ta
explicable el escaso gancho comercial del modelo más radical de la prensa
de masas, el amarillismo, en España, en coherencia con el insignificante desa-rrollo
del segmento de mercado al que iba dirigido. Y también, la hegemonía
que ejerció la "prensa de elite" al calor del elitismo del lectorado tras asumir
con moderación, al igual que la homóloga del resto de los países occidentales,
las innovaciones introducidas por Pulitzer. La falta de creación del hábito lec-tor
entre las clases populares españolas en la "edad de oro" de la prensa, esto
es, cuando el periodismo escrito era el único medio de comunicación social25,
ha generado unos bajísimos índices de lectura que persisten en la actualidad26
a pesar de la reciente alfabetización de la población y la subida del nivel de
vida27, circunstancia que varios estudiosos atribuyen a la inmediata captación
de los recién alfabetizados por los atractivos medios audiovisuales en detri-mento
de su familiarización con la lectura diaria de la prensa28.
Para ilustrar el raquitismo del segmento del mercado lector que formaban
las clases populares en España en vísperas de la 1 Guerra Mundial y, a su
calor, el atraso del sistema informativo español en relación a los países más
desarrollados, basta con observar la escasa entidad de las publicaciones de los
islotes más desarrollados del Estado que, en aquellos años, cultivaban los
contenidos preferidos por el amarillismo. En efecto, por entonces, en res-
24 Véame detalles en la obra de María Cruz Seoane y María Dolores Sáiz: Historia delperiodismo en
España, 3. Elsiglo XY.. 1898-1936, Alianza Editorial, Madrid, 1996.
25 Véase la obra de GeorgesWeill El periódico. Orígenes, evolución y función de la prensa periódi-ca,
Uteha, México, segunda reimpresión, 1994, pp. 173-182 (título original: Le journal. Origines, évolution
et rde de la Presse périodique, La Renaissance du Livre, París, 1934).
26 El índice actual de venta de la prensa diaria en España ronda los 85 periódicos por mil habitantes,
cuando en Europa tal cifra bascula entre los 600 de los países nórdicos (Noruega, Suecia, Finlandia,
Dinamarca y Holanda), y los 58 de Portugal (véase, en particular, el trabajo de Fernando Garrido y otros: "La
prensa en las escuelas europeas", en Cuadernos de Pedagogía, núm. 234, especial dedicado a "Educación y
Medios de Comunicación", Editorial Fontalba, Barcelona, marzo de 1995, pp. 30-35). Los bajos indices espa-ñol
y portugués resultan comprensibles, no sólo por el atraso socioeconómico de ambos contextos, sino tam-bién
por el escaso atractivo que la prensa lució durante las dictaduras franquista y salazarista, rémora que ha
persistido hasta la actualidad a pesar de la democratización de los dos paises en el último cuarto de siglo por-que,
desde entonces, el periodismo escrito ha perdido audiencia en todo el mundo ante el formidable desa-rrollo
de la televisión y, luego, las nuevas tecnologías. Para ponderar el alcance real de tales datos, debemos
tener presente el desigual número de lectores por periódico vendido entre los paises nórdicos y mediterráne-os
a consecuencia de las típicas lecturas en bares y cafetenas de los segundos, si bien, otros datos paralelos,
como los indices de lectura de libros, confirman la existencia de tales diferencias.
27 Factores que tan sólo han dado gancho comercial al amarillismo en la llamada "prensa del cora-zón",
no así en la de información general, tal y como ilustra el estrepitoso fracaso del diario madrileño Claro
en 1991, promovido por Prensa Española, editora del diario ABC (1905 ...), y el grupo alemán Axel Spnnger,
propietario del diario amarillista Bild Zeitung (1952 ...), el de mayor tirada de Europa en la actualidad con
más de cinco millones de ejemplares.
28 Véase el trabajo de Enric Mann i Otto: "Estabilización y novedades en la prensa diaria", en Jesús
Timoteo Álvarez Femández y otros, Historia de los medios ..., op. cit., p. 105.
Boletín Millares Carlo
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puesta a la demanda que suscitaban tales temas, circulabar, cn 1vI:idrid t t i s i i -
nas revistas marginales con medios muy precarios y tiradas cortas c ii-v:g:.;.i:~-
res29, 10 que hace comprensible que ningún editor con S O ~ ~ ~ C I :I1C5i-~i,;ni~c1 :! t ' i
modelo de Hearst30, conio hicieran sus colcgas iiiglzses o frrtíicesec, pnr2
diseñar un diario de masas, más aún cuando, encima de escaso, ei público f x i
más soez por las mayores penurias de la ;.ida cotidiana. En el caso corlcrcb
de los sucesos y los escándalos", las cabeceras ~nadrileñasm ,?s longcv?:; U?
aquellos años fueron dos semanarios, a saber, Los Scrcesos ( 1.904- 14 1 71, quc
no consiguió consolidar la edición a pesar diversificar, poco 3 poco, :;U ii>ii:ha:
oferta informativa tétrica con la introducción de iin fcilletín, c?!gunos pmi-tiempos
e infoniiaciones Iúdicras y festivas en torno a las trcrdiciona!cs cori-i-das
de toros32 y los incipientes deportes; y El Due~lde( 1 9 1 O- 19 i 4), q~ic:, m
2' En contraposición a tales pen~irias, In prensa aiiglosajoiia cciiti;ida cii lo, \iiccs:)\ ! la Ii:~:i.~~ur~
popular Iiabia a l c an~adod esde finales c!c1 siglo anterior un cspcct;tciiiai clcs,ii.;-i~lloc ii !~,i\c. i i,i < i ! r 8 i i . J.
semanarios dominicales, crso de LI:IJY/'.SW í,ekl)' ,l'c.ii~, q ~ i cen 1888 I;ii?n5 e! <:<trcivcccdor ca\o de i.1i.1, c !
"Destripador" alca~izaridou nas ventas que rondaban los dos i~iilloiiekd e cjciripl:ii-c\ (\Case In ohfii de Pic.ri<
Albcrt: Histo.vicr c/c Itr ~~wti.scorp, . cit., p. 64). ,\nos inis tnrdc, ci; \ ispci-as dii la 1 (;~ic:-i.~:~ 1uiidi:reI.: .ci?i;.-
nario español más consistcntc dcl genero, Lo., S ~ r w t md, c cl;ii-abn e11 las cstodisticas uticinlci de 101: :!.i
tirada de tan sólo cien inil cjciiiplares, dato dc escasi\iiiia liahiliilad porquc tale\ dccIiirncioiie\ \oliaii ¿\I:I!
infladas hasta en un 40%.
3" El diario popular !ni5 cxituao en 1ii España de los ,iiw de ~:niregucri.:i\ fue i.1 \cs j~cr~i i i!o o. :,,L
fundado en 1920 por Nicolás María Urgoiti sig~iiciido los co~:xjo\ 111, sil hijo iccih: l l , y i i i . de 1'1- is!:i:!~~-
Unidos, para enjugar las pCrdidas que le ocasioiiaba el pretenciosli diario iiiatutino El ,Sol. I'~iiicinc1o cri ItJ! 7
en c«laboracii>n con Just. Ortega y Gaabct coiiio expo~iciitc dc 1:: ici-\iOn e\paii~,ln i i i L i;idic;:l dc ILI "prcii-sa
de elite". Sin llegar. ni rnuclio menos, a los exccsos de ia prensa ringlos:~ori;i. Lu I ; I Z lii/o 1111 IIIICLO c11
sus págiiias a los tzrrins populares obviados por El Sol, c:iso de ius s~iccsos,l os cscAiitidos ) Ins ~:i~i-ri<Íc!:, i~,
toros, al tiempo que adoptó un discurso iiiás aeiicillo, ~ i i di iscñv mi s igil, uiro\ tiiularcs iiiis 1I;iiiiaiii ! :ii
apoyo grálico más generoso. Con ello, liacicndo más ascquibic la liiica editorial cic su iici-iiiiini~ii i;i: i ~ !r
además, rebajando los costos dc edición de 6stc al rcn:iiicix a loi c«lab»rnd«ics i i i i a pi-c\tigioso\, L(: io:
se coiivirtib prciito cii uii i-ciitable iregocio, aicarirando en \ isperns dc I;i 1 Rcpíiblica una iirncla tic J .:i).!)O!:
ejeiiiplares, cifra que casi duplicaba a 111 de lll Sol (\Case la ohi-;i de h?nria ('rw Ycoii~ic 4 \l;iri:i i:!iio~c~
Sáiz: Historicr clel Per-iodisnlo e17 Esj~uirr3, .. , op. cit.. pp. 143-753).
3' Considerados conlo henclos gcneros n~ití~rioiiicoiii ia obra di. Llni-in Vru/ Sct~niii.4 hl;~ri;ii hii,)ri.-.
Sáiz: flistovit~ del per.ioc!isirio on E.sptrritr, .?..., op. cit., pp. 18.3-1x8. l'ei-o el tciiiii inis \oc/ para lo\ c.<i~i,i~
neos f ~ i eel erotismo, que por entonces irruinpió cii la preiisn de la\ iireiis puiitc~~;di\e l 1 \t:iiIo. ,iunc/l~Icr ti:.-
da y recatadamente, con un cierto aire progresista. Entre los peri»tli\t;i.; que tu\ icroii nlguiin relacio~ii, :111 l.ii
publicaciones "sicalípticas". tal y como fiicron coii»citl;is cii la Cpoca. ticbeiiio~ co!it;ir- .il iiiici i2iio hi:,iiticl
Delgado Barreto, el futuro director di. L(i ,2l1ciciir (1925-1936), el diario oficios« tic I;i <Iictxlui-a de \i!~iicl
Priiiio de Rivera y de la forniacih politiea f;iscista del Iiijo de ?sic, josb Ani«iiiu. cii el !r;iiiio 1iii:il !ic lL!
República. En efecto, cuando dirigia en Madrid El :ll~vitii/i~(i1v0 13- 191 I ). re\ i\ki a,~tii-ic,tii i;iiii i\::i. i\::~iii!ci
Delgado Barreto tuvo la ocurraicia de pi-oiiio~cse, l 1 8 dcj~iiii;J) c 191-1. uiia pii!~llc,ic~oi"i \i~alipiic,i" b~ilo
el elocuente título El Ciejo I'eriie, devaiieo de juventud que sus aci\ crsarios político\ se cricni~nii;iitii c c c i iw
le en cara con reitcracióii en tiempos veiiidcros, conloniie radicalir0 su ideologi:~c »ii\cr\ ~icioi-:iI ixdi i ilqni-a
engrosar las filas del fascismo.
l' El capitulo taurino Iia dado cuerpo al ingrediciitc niás distiiilivo de la prciiso pvpu1;ir ii1adrllcii;i. \
española en general, frente a la inglesa y Francesa, iio aai de la canaria, dado q~iil.a s comtln!, ilc toro, s c n -
pre han tenido escasa aceptaciori entre la población isleiia. Aíiii nsi, ;i finales del \igli) S l S iiic coiisir~iici~i
en la isla de Tenerife una plaza de toros cii la que, Iinsta el tardofi-;incl~iihiiio, se celchrnron csp»i-lidic;iii!i.ii-te
algunas lidias y, al calor de éstas, sc cdi;aroii dos fugaccs revistas taurinas, El L~riigo ( 1900 1') 15) \ L/
Puyazo (1910), todo ello al calor dc la población pciiinsular iehideiitc cii ln isl'i í\i:~iiisc el ai-!lcii!:i íic
Boletin Millares Carlo
2002,21: 113-145
Julio Antonio Yanes Mesa El escaso predicamento del amarillismo en la prensa española ...
interrumpir con reiteración la edición a consecuencia de varias suspensiones
gubernativas, cesó de manera definitiva a raíz de la agresión que sufriera uno
de sus promotores
Pero a pesar de tales rémoras, el amarillismo tiñó las páginas de algunos
diarios de información general en la España de entreguerras, bien por la insen-satez
de algún editor poco cauto que asumió el modelo cegado por el éxito que
había cosechado en los países punteros, o por la desesperada reacción de otros
que, al intentar evitar el naufragio de sus proyectos periodísticos iniciales, se
aferraron a tales estrategias como si fueran una tabla de salvación. Y ello ocu-rrió
tanto en los islotes más desarrollados como en las áreas más deprimidas
del Estado, donde las dificultades eran aún mayores por el recrudecimiento de
las limitaciones contextuales, tal y como ilustra el penoso periplo del diario
tinerfeño La Mañana, editado al calor de un reducido mercado lector de la
periferia del Estado33 en los años inmediatos a la instauración de la dictadura
del general Primo de Rivera.
EL DIARIO TINERFEÑO LA MAÑANA (1922-1923) O LA EVIDENCIA
DEL FRACASO COMERCIAL DEL AMARILLISMO EN LA PRENSA
PERIFÉRICA ESPAÑOLA
El diario matutino La M a ñ a n a 3 4 apareció en la ciudad de Santa Cmz de
Tenerife el 2 1 de mayo de 1922 bajo la dirección de su propietario, el perio-
Alejandro Pizarroso Quintero : "El estudio de la Historia del Periodismo Taurino: estado de la cuestión", en
Homenaje n José Altabella Hernundez, Universidad Complutense. Madrid, 1997, pp. 669-690; y la obra de
Julio Antonio Yanes Mesa: Historia de1 Periodismo EneijGño ..., op. cit., pp. 368-370).
33 En efecto, por entonces, el archipiélago apenas tcnía unos 450.000 habitantes, de los que 180.000
residían en la isla de Tenerife y, entre éstos, por encima de los 50.000 en la ciudad de Santa Cruz. En con-junto,
se trataba de una población en la que predominaban los rasgos demográficos de régimen antiguo, con
unas altas tasas de natalidad y mortalidad, así como de dependencia, a consecuencia del rejuvenecimiento y
la emigración masculina, y unos índices de analfabetismo que tendían al 70% (véanse los artículos de José
León García Rodriguez: "La evolución de la población"; María del Carmen Diaz Rodríguez: "Estructura de
la población"; y Fernando Martín Galán y cok: "Ciudades y núcleos urbanos"; todos en Geografía de
Canarias, Editorial Intennsular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1985, tomo 11, pp. 47, 103-104, 125 y 214-
2 17, sucesivamente). Para colmo de males, las pésimas comunicaciones interiores y la tradicional rivalidad
insularista de las dos islas centrales del archipiélago escindia, y enfrentaba, al raquítico mercado lector isle-ño
de tal manera que los periódicos apenas podían rebasar el marco geográfico de su isla de edición.
34 Los únicos ejemplares conservados de La Mañana, y con tres vacíos documentales acusados, yacen
en la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. En concreto, la colección contiene muestías de los
números comprendidas entre el 1 y el 66 (editados entre el 2 de mayo y el 5 de agosto de 1922), el 3 11 y el
370 (editados entre el 3 de agosto y el 16 de octubre de 1923, lo que deja entrever que con anterioridad debió
suspender la edición por espacio de unos tres meses), y el 397 y el 421 (editados entre el 16 de noviembre
y el 19 de diciembre de 1923). A pesar de su discontinuidad y la carencia de fuentes alternativas, sobre todo,
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2002,21: 113-145
Julio Antonio Yanes Mesa El escaso predicamento del amurillismo en la prensa española.. .
dista peninsular Balbino Aguirre Lazareno, con la intención de convertirse en
" ... un periódico en el que cada lector halle lo que más le gusta leer (...) el agri-cuItor,
el comerciante, el que gusta de la literatura, de la información gráfica o
narrada...", anunciando como secciones estelares un voluminoso servicio tele-gráfico
con noticias nacionales e internacionales y una crónica de modas ilus-trada
con dibujos de María Munari, redactora gráfica de los diarios
Informaciorles de Madrid y El Noticiero Sevilluno de la ciudad hispalense.
Huérfano del respaldo politico que por entonces apoyaba a la prensa puntera
isleña, el diario afirmaba que " ... la suya era la aventura más grande y más
arriesgada que se había emprendido en Canarias hasta el momento ..." por los
altos costos de edición, dado que a la carestía del papel" había que sumar el
envío regular desde la península de los extensos telegramas y los clichés de los
fotograbados. Aún así, el momento para fundar un diario informativo dirigido
a un segmento del mercado lector isleño más amplio que el acotado por los
partidos políticos, incluyendo a la mujer, no podía ser más oportuno, dado que
por entonces las islas estaban dejando atrás la espantosa crisis económica q~ie
habían sufrido a consecuencia de la 1 Guerra Mundial36 para, de inmediato,
entrar en el ciclo alcista de los "felices" años 20, cuyo beneficioso infl~~jo
sobre la formación social insular iba a permitir la multiplicación de los ingrc-sos
por ventas y publicidad de los principales diarios y, en definitiva, el desa-rrollo
empresarial y autónomo del sector.
Para mayor buenaventura, el sistema informativo isleiío aíin acusaba las
secuelas del cierre generalizado de periódicos que sufriera en el calainitoso
tramo final de la guerra, lo que en el caso de la prensa diaria de Santa Cruz de
Tenerife se traducía en la supervivencia de tan sólo tres cabeceras". Es más.
con una cierta vocación informativa sólo estaba en el mercado el diario matu-tino
La Prensa (1910-1939), cuyo director, Leoncio Rodríguez ( 188 1 - 1955).
había sabido deshacerse del compromiso político fundacional, en su caso.
de la documentación derivada de la gesti6n enipresarial, la serie revela bastante el«cuetitemciite la\ intc-rioridades
de la publicación.
35 En efecto, el cncareciiiiiento de las iriaterias primas y cl increiiieiito de las cxportticioneh a los pai-ses
beligerantes durante la 1 Guerra Mundial provocó que el precio de la resina de papel en las islas aubie-ra,
nada más y nada menos, desde las 4.59 pesetas de anteguerra a las 22 de posguerra (vt:;isc. en particular.
el articulo de Julio Antonio Yanes Mesa: "Las finanzas de los periódicos tinerfeños en los aiios de enti-c-guerras",
en Fégueta, núm. 3, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Las Pnliiiaa, I 998. pp. 1.17- lb?).
36 Véase la obra de Julio Antonio Yanes Mesa: Crisis t~corlcimicrJr . <wligrtr(~i(ej1r1 ~C 'triiarici.\. 13111ici.-
to de Santu Cruz de Twerif¿ dul-mire lu guerra europeu, lY14-IYIK, Centro de la Cultura Popular ('anni-in
y Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1997, pp. 3 1-38.
37 En efecto, los seis diarios que se editaban en Santa Cruz de Teiierife antes del eitallido dc la gue-rra
quedaron reducidos a El Pl-ogrcso, Gucetu de G m r ~ f ye L LIP I.L,~.SaL inI icios de los años veinte, dado que
en el transcurso de la contienda tuvieron que cerrar el conservador La R L ~ ~(1 9~ 1 1I-1I 9 15), el liberal 1.o
Opinión (1879-1916) y el republicano Diario de Tenrrifl. (1886-1917), mientras el liberal El Im,/~ciiriuI
(1916-1920) y el autonomista El Regionalista (1918-1919) no consig~iieron consolidar la edición (\éaii\e
detalles en la obra de Julio Antonio Yanes Mesa: Hisloria del Periodi.smo Tinetjeño ..., op. cit., pp. 400-434).
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republicano, al calor de la creciente demanda de información que desató la
guerra europea y, con ello, acaparar la minoría letrada que en las islas occi-dentales
del archipiélago estaba por entonces interesada en conocer la actuali-dad38.
Los otros dos diarios, los vespertinos El Progreso (1905-1931) y
Gaceta de Tenerife (1 9 10-1 939), no eran rivales a tener en cuenta porque, de
un lado, concurrían al mercado a horas de tarde y, de otro, conservaban las ata-duras
ideológicas que les habían dado vida en los años de anteguerra, lo que
hacía que el primero restringiera la circulación al republicanismo que, prácti-camente,
estaba confinado en la propia ciudad de Santa Cruz, y el segundo a
los círculos católico-conservadores, éstos más dispersos por las zonas rurales
al calor de los curas párrocos y las elites agrarias. En cualquier caso, las tira-das
de los tres diarios eran tan cortas cuando el mercado lector isleño estaba a
punto de entrar en expansión, que La Prensa, cuya hegemonía era indiscutible,
rondaba los dos mil ejemplares, mientras los otros reducían sus cifras a más de
la mitad. En tal tesitura, tras observar que la configuración del diario de
Leoncio Rodríguez respondía al modelo de la "prensa de elite"39, Balbino
Aguirre Lazareno creyó que tenía a su disposición una suculenta cuota de mer-cado
para consolidar un diario con una fórmula popular.
Al igual que sus tres rivales de Santa Cruz, La Mañana apareció con una
superficie redaccional de 4 páginas al precio de 10 céntimos el ejemplar, aun-que
con un formato algo más reducido. A nivel informativo, la primera página
acogía el editorial, algún que otro artículo de opinión, varias informaciones
internacionales referidas a lugares muy diversos, una sección de coplas festivas
cubierta por el joven y, con el tiempo, destacado periodista tinerfeño Juan Pérez
Delgado ("Nijota"), y dos impactantes fotografías, una de las tropas españolas
desplazadas en Marruecos y otra del torero Manuel Granero Valls (1902- 1922),
que quince días atrás había fallecido en Madrid a consecuencia de una cogida.
Con un aire más ligero, la segunda página recogía los dos reclamos informati-vos
que con tanta petulancia anunciara en el editorial fundacional, esto es, el
denso servicio telegráfico de Madrid y la crónica de modas ilustrada con dos
figurines, junto a algunos relatos de entretenimiento e informaciones locales
centradas, casi exclusivamente, en la isla de Tenerife y, sobre todo, en la ciudad
de Santa Cruz. Finalmente, el cuarto inferior de la tercera y cuarta páginas reco-gía
el folletín en espacios yuxtapuestos para permitir a los lectores, tras la
obtención y posterior agrupamiento de los recortes de las sucesivas entregas, la
configuración ulterior de un cuadernillo; mientras la superficie informativa
38 Véanse detalles en la obra de Julio Antonio Yanes Mesa: Leoncio Rodríguez y "La Prensa ": una
página del periodismo canario, Cabildo de Tenerife, Cajacanarias y Editorial Leoncio Rodriguez, Santa
Cmz de Tenerife, 1995, pp. 95- 153.
'9 En efecto, al respecto Balbino Aguirre Lazareno nos dejó un elocuente testimonio en la primera
página del numero editado por La Mañana el 12 de septiembre de 1923, en concreto, en el articulo titula-do:
"De la vida miserable. Una canallada".
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sobrante estaba colmada con gacetillas y anuncios publicitarios entrcniezciacro'
con otras informaciones triviales. En definitiva, Lu IMUGL!HUe ncawó desck ci
exterior hacia las islas un inusual caudal informativo, tanto desde cl ptiiito :k
vista de sus referencias geogfáficas como temáticas, con la espeniwa di; i?aci¿.i:
L . se un hueco en el mercado lector despertando el interks de las ciasis pc;pb!arc.,
tal y como de inmediato dejó en evidencia, con estrategias aniariiiistus.
El primer inconveniente con el que tropezó Balbiim Agciii-re i,a/.arci;e,
agravando las secuelas de su desatinada fórmula comercial, fue el dc los C ~ L -
sos recursos presupuestarios, lo que no sólo le impidió asumir el aspccto fbr-mal
de los diarios populares anglosajoncs sino, además, la limpieza en !a con-fección
que lucía su principal rival, La Preilsu40. En efecto, en clara antíie.;:~
a la pulcritud del diario de Leoncio Rodríguez, Lu MuMai~aa par-ecií?e i 2 1 I ~ C
mayo de 1922 mancillado por las erratas, la mala coil~paginación y el psecaric
contraste entre blancos y negros, lo quc su director atribuyó a la falta de per:-
cia de los linotipistas, a los que decía cstar enseñando la profesiOn41. y a Ias
averías de la linotipia, comprometiéndose en días sucesivos a erradicar i;lic<
lacras desde principios de junio cuando, una vez organizados los tailcres y 12,
redacción, iba a empezar a servir las suscripciones4'. Luego, auilquc poco a
poco consiguió atenuar el problema de las erratas, no tuvo tanto éxito a la hoi-2:
de mejorar la presentación del periódico, en buena medida, por las deficiciicias
de la vieja linotipia y las rudezas de los tipos de la imprenta, más aíin cuancic:
imprimía los textos en un cuerpo de letra menudo que estiraba por siete finas
columnas separadas por gruesos corondeles. Tales rémoras habían cedido leve-mente
a finales del estío de 1923, cuando, tras reanudar la edición despuks ue
permanecer tres meses en el ostracismo, red~ijola s columnas a 5 , cnsanchó Ics
textos, adelgazó los corondeles, emblanqueció el paginado y, para mayo; cla-rificación
de la lectura, introdujo lutos entre las informaciones contiguas. s1
bien, desde el 16 de septiembre de 1923, y hasta su cese definitivo tres meses
más tarde, volvió en parte a sus orígenes al incorporar una nueva columna. Eii
definitiva, el semblante del periódico resulta comprensible tanto a la luz dc !¿IS
limitaciones de su infraestructura tecnológica como de las convicciones de su
" En unas cotas prohibitivas, no sólo para L« .\firríurici, sino para los rest:iiitc\ di;irios tinci-!>no\ qiic
en años sucesivos intentaron abrirse un hueco en el ~nei-cadoin sular, lo que jnnto a In escclcnic I-etliiccioii )
los restantes méritos informativos haccn explicablea la iiicucstiorial~le suprcn1:icia de i.u f'rcvrso en l;i /o:!:!
occidental del archipiélago hasta cl estallido de la Gucrra Civil. En los aiios de crifi-cgucrriis, inii siili! i ;i
Turde (1927-1982) concurriendo al mercado a horas vespertinas y con una linca editorial ii~l;iiiii;iti\:i J
tinerfeñista consiguió consolidar la edición en aquellos aiios de transición.
4' Aunque el diario tenia sus propios talleres dotados, al igual que los de Lo Proisri por i.iito~icc\
con una máquina plana y una liiiotipia, ambas estaban en niuclio peor cstado que las Jc i - i \ ; i l
Inicialn~eniel,a redacción, la admiriistraciún y, probablenientc, los talleres estuvieron ub~caclose n la caiic
San Francisco, cn la trasera del Hotel Continental, de donde fueron trasladados postel-ioi-nieiiir a1 ní:iiii:?c>
16 de la calle La Noria.
42 Vfanse detalles en: Lu .MuEurlu, 23 y 26 de mayo de 1022, pp. 2 y 1, rcspcctivainentc.
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director, que, en contraposición a los editores de la prensa popular anglosajo-na,
pronto dejó en evidencia que prefería reservar el recurso de los grandes
titulares, exclusivamente, para los momentos culminantes de sus campañas
periodísticas.
Las mismas razones dinerarias que le impidieron a Balbino Aguirre
Lazareno asumir al pie de la letra las características formales de la prensa popu-lar
anglosajona, fueron las que le imposibilitaron contratar los servicios de
agencia, los redactores, los colaboradores y los corresponsales propios de una
empresa tan pretenciosa como la suya en el contexto insular. En efecto, el único
nombre vinculado a la redacción del periódico que, al margen de Balbino
Aguirre Lazareno, salió a relucir en sus páginas fue el de Luis Méndez
Franc04~e, n concreto, cuando el 26 de julio de 1922 fue anunciada, no sin cier-ta
rimbombancia, su incorporación a la jefatura de redacción. En cualquier
caso, la escasa contribución de éste, si es que aún permanecía en el cargo, y de
los restantes redactores, quedó en evidencia el 6 de diciembre de 1923, cuando,
con motivo del desplazamiento de Balbino Aguirre Lazareno a los pueblos del
interior de la isla para intentar cobrar las deudas de los suscriptores morosos,
La Mañana se vio obligada sacar sólo una hoja " ... en tanto en cuanto dura el
viaje de nuestro director, que, como todos bien saben, confecciona solo todo el
periódico ..."44. Con tales limitaciones de personal, el grueso de los contenidos
del periódico eran elaborados en el anonimato de la redacción y, para aparentar
un mínimo de originalidad, ofrecidos al público sin especificar, la mayoría de
las veces, la autoría ni, tan siquiera, las publicaciones de donde habían sido
transcritos, al calor del precario amparo que por entonces recibía la propiedad
intelectual. Y a pesar de que tales prácticas eran compartidas por toda la pren-sa
isleña de la época, aunque en proporciones menores porque los órganos polí-ticos
al menos disponían de las colaboraciones de los correligionarios, sus
secuelas debieron acentuar la escasa credibilidad que suscitaban las noticias
sensacionalistas y amarillistas de La Mañana, dado que, lejos de caer en manos
de un ingenuo e impresionable público popular, inexistente en las islas, fueron
pasto del minoritario y elitista sector que conformaba el lectorado isleño.
A veces, sin embargo, cuando la ocasión lo merecía porque el dato era
43 Luis Méndez Franco fue, probablemente, un funcionario peninsular, que, tras hacer sus primeros
pinitos periodísticos en la península, residió algún tiempo en La Palma, donde fundó, entre otros, La Justicia
(1 898- l900), La Voz del Paso (1 902) y El Eco de la Verdad (1907-1908). Luego recaló en La Gomera,
donde fundó La Voz de Gomera-Hierro (1914), y, con posterioridad, en La Laguna, donde editó El Ideal
Lagunero (1921) confiando la administración a Manuel Garcia Aspa (véanse detalles en la obra de Julio
Antonio Yanes Mesa: Historia del Periodismo Tinerfeño ..., op. cit., pp. 420-421). Un año más tarde, Luis
Méndez Franco asumía, aunque por breve espacio de tiempo, la jefatura de redacción de La Mañana.
Hasta el extremo de que, en alguna ocasión, incluso suplantó al corresponsal del pueblo para aten-der
personalmente alguna coyuntura informativa, tal y como ilustra su viaje a La Orotava, anunciado el 21
de junio de 1922, esto es, cuando el periódico estaba aún inmerso en la inicial fase de crecimiento, para ofre-cer
"amplias informaciones" de las fiestas patronales de la localidad.
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relevante, Balbino Aguirre Lazareno especificaba el nombre y apellidos del
autor y, más raramente aún, el periódico donde aparecía originariamente el
artículo o la información. Tal circunstancia hace explicable que La Mañana
luciera en sus páginas la firma de periodistas peninsulares tan relevantes en el
Madrid de entonces como Leopoldo Romeo ("Juan de AragÓn")45, director del
diario Informaciones (1 922- 1980) y, previamente, del que fuera algo así como
el progenitor de éste La Correspondencia de España (1 859- 1925); Wenceslao
Fernández Flórez, celebrado cronista parlamentario del rotativo conservador
ABC (1905 ...) y uno de los redactores-jefe de la vieja revista La Ilustr~~ciui~
Españolay Americana (1 869-192 1); Luis de Tapia, prolífico poeta satírico que
colaboró en la mayoría de los diarios de la época; Julio Camba, sutil y escép-tico
humorista que fue redactor de ABC y corresponsal en el extranjero de Lrt
Correspondencia de España y de otros destacados periódicos de la época;
Francisco Gómez Hidalgo, el que dirigiera al diario germanófilo El Dí~l( 19 16-
1921) durante la 1 Guerra Mundial y, con antelación, al de similar orientación
Hoy (1913); Dionisio Pérez, exdirector de la renovadora revista literaria Ktiu
Nueva (1898-1900), escrita por autores modemistas y noventayochistas a raíz
del "desastre" de 1898; Cristóbal de Castro, ex-redactor de la efín~eray con-testataria
revista ilustrada El Grájlco (1904) y, luego, habitual colaborador del
no menos fugaz diario, éste rabiosamente aliadofilo, Los Comeiltarios ( 19 16);
Roberto Castrovido, el que fuera director del diario republicano El Plziv ( 1887-
1921) en la etapa más sensata de su accidentado periplo; Álvaro de Albornoz,
uno de los colaboradores más habituales del diario vespertino de izquierdas
l4da Nueva (192 1-1 922); y Eduardo Zamacois, destacado novelista que cn sus
años de juventud dirigió la publicación "sicalíptica" eventual Las M ~ ! j o v s
Galantes (1902) y, luego, promovió el semanario amarillista El LS:S.('U~I~LI~O
(1 903)46.
Probablemente, la única sección del periódico que siempre desveló cl ori-gen
de sus contenidos, aunque sin especificar el título de la obra ni, tan
siquiera, de la publicación de donde fueron tomados, sino la escueta autoría.
fue "Cuentos extranjeros", introducida por Balbino Aguirre Lazareno el 27 de
mayo de 1922, esto es, en el sexto número, y mantenida con periodicidad casi
diaria hasta casi el cierre de la empresa. La sección, concebida como una
4 Leopoldo Romco había mantenido pre\ iaincnte, cuando dirigía Lo C ' O I . I ~ , S ~ I O I I < / C ,rIlcI ~E~ \Ip( I~ ,iii.
una cierta vinculación con Tenerifc a partir del ingreso, a mediados de 1906, dcl pcriodihta t~iicrleño
Manuel Delgado Barreto en la redacción del diario inadrileño. Corno era habitual en IU epoca, tale5 rcl~i-ciones
fueron de carácter político, en concreto, con el sector tincrfcñista del pai-tido libct-al. 4 \e r~iiipie-ron
al cabo de un año, cuando Leopoldo Ronieo intent6 concurrir a las elecciones a cortci por la circuns-cripción
de Tenerife (véase la obra de Julio Antonio Yanes Mesa: Hi.sroricr tiel Pt.riotli.~moT iiicr/<,iio.. . op.
cit., pp. 300 y 308).
4h Algunos detalles de la trayectoria profesional de estos periodistas recoge la obra de María ('rur
Seoane y María Dolorea Saiz: Hisioria del Periodismo en Espaiu, 3. ., op. cit., pp. 35-81 y 200-280. cn
particular.
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entrega literaria al margen de la información y la opinión que generaba actua-lidad,
reportó al periódico la firma de destacados novelistas, dramaturgos,
ensayistas y poetas contemporáneos, la inmensa mayoría, con la sola excep-ción
de los rusos Antón Chéjov y Máximo Gorki, de nacionalidad francesa.
Entre los autores transcritos, figuran Pierre Mille (1 864-1941), escritor fecun-do
y extenso que, en sus años de juventud, fue corresponsal del prestigioso
diario parisino Le Temps en diversos países extranjeros; Francis de
Miomandre (1 88 1-1 959), novelista y ensayista, asimismo, muy prolífico, que
siempre mostró un enorme interés por la cultura y, en particular, la literatura
española, lo que le hizo traducir al francés la obra de muchos autores hispa-nos;
Augusto Garnier (1885), poeta, editor y propietario de la reconocida
librería parisina Garnier Freres; León Eugenio Frapié (1 863- 1949), novelista
y dramaturgo que, además de ganar el primer premio Goncourt en 1904, cola-boró
en diversos periódicos y revistas francesas; José Enrique Rosny (1856-
1940), acreditado novelista que, en colaboración con su hermano Serafín
Justino, elaboró una de las producciones literarias más valoradas en la época;
y otros literatos, algunos con incursiones ocasionales en el periodismo, como
Adriano Vely (1864-1935), Renato Bizet (1887), Mauricio Darin (1880),
Carlos Luciano Valdagne (1 854- 1937), León Larguier (1 878- 1 %O), Juan
Chabrier Reibrach (1 855-1927) o Luis de Robert (1 87l-l937)47.
Los mismos rasgos de las firmas foráneas, esto es, esporádicas pero nota-bles,
fueron los que caracterizaron a las isleñas, aunque en este caso se trató
de colaboraciones originales que, en muchos casos, recalaron en el periódico
a instancias de cartas abiertas, alusiones personales o polémicas periodística.
Los números conservados arrojan esta reducida, pero selecta, nómina de cola-boradores:
Juan Pérez Delgado ("Nijota"), célebre poeta festivo que habría de
desarrollar una fecunda labor en el prestigioso diario La Prensa (1910-1939)
y, tras la Guerra Civil, en su sucesor, El Día (1939 ...), autor de la efímera sec-ción
"Aperitivos" que apareció en los números 1 y 4; Manuel Verdugo Bartlett
(1 877- 195 l), notable poeta tinerfeño del que Balbino Aguirre Lazareno trans-cribió,
esporádicamente, retazos de su obra; Joaquín Fernández Pajares
("Jacinto Terry"), batallador periodista y jefe de redacción, entre otros diarios,
de El Progreso (1905-1932), La Prensa y La Tarde (1927-1982)48, que acce-dió
a los números 46 y 50 para mediar en la polémica que habían suscitado los
fondos para la erección de un monumento a Emilio Calzadilla tras permane-cer,
según decía, al margen del periodismo desde el cierre de su diario El
47 Véanse detalles de todos ellos en la Enciclopedia Universal Ilustrada, 104 volúmenes, Editorial
Espasa-Calpe, Madrid, 1908-2002.
48 En el currículo oficial de Joaquín Fernández Pajares figuran otros méritos que no pasan de la mera
anécdota, tales como el de director fundacional de los diarios La Prensa y La Tarde en sustitución, aunque
sólo en teona, de sus auténticos directores, Leoncio Rodríguez y Victor Zurita, los cuales no podian desem-peñar
el cargo por imperativos legales derivados de su situación laboral.
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Imparcial (1916-1920); Francisco González Díaz, prolífico autor grancanario
que colaboró, prácticamente, en todos los periódicos tinerfeños de la época,
cuya firma apareció en el número 3 12; Eduardo Westerdhal Orainas ( 1902-
1983), futuro director de la reconocida revista de vanguardia de rango intcr-nacional
Gaceta de Arte (1932-1935 y 1936) y prestigioso crítico de arte, con
una colaboración de juventud en el número 33; Domingo Molina Albertos, uno
de los futuros fundadores del semanario republicano Pmu tras las elecciones
municipales de abril de 1931, que accedió al número 42; Sixto Machado, en la
réplica a un artículo que Domingo Perez Trujillo había publicado en Ltr
Prensa; Andrés Orozco, por entonces Alcalde de Santa Cruz, y Santiago
García Sanabria, su sucesor durante la dictadura de Primo dc Rivera, ambos
con varias intervenciones por diversos motivos.
Mucho más escasas fueron las colaboraciones isleñas enviadas desde loca-lidades
ajenas a Santa Cruz, aunque en el caso de La Orotava debemos contar
una firma tan relevante como la del joven Sebastián Padrón Acosta (1900-
1953), futuro sacerdote, investigador y ensayista, cuyos trabajos habrían de
frecuentar en las dos décadas siguientes las páginas de los principales diarios
tinerfeños y la notable Revista de Historiu Cunuria ( 1924- 1933 y 1938 ...) dc
la Universidad de La Laguna4" Otras colaboraciones dcstacables, aunque mis
espaciadas aún, fueron enviadas por Domingo Acosta Guión ( 1884- 1950)
desde Santa Cruz de La Palma, poeta crítico y jocoso de ideología repiiblica-na
que, en su dilatada trayectoria periodística, publicó en nuil~erosasc abece-ras
palmeras y tinerfeñas. Para completar las firmas isleñas nos quedan por
citar los trabajos de Manuel García Aspa, el antiguo administrador del ldetrl
Lagunero de Luis Méndez Franco, desde La Laguna; los de Francisco Baute
Benítez desde Garachico, y poco más. Fuera de Canarias, la única colabora-ción
que aparece en los ejemplares conservados está firmada por José De las
Casas Pérez en Madrid, el cual accedía por entonces con asiduidad a las pági-nas
del diario lagunero La Información (1 9 15- 1924).
Al margen de los artículos firmados, la información local discurría entre
las secciones anónimas que elaboraba la redacción del periódico a partir dc
los datos que recababa en Santa Cruz y recibía de los corresponsales dc los
pueblos captados, como era habitual en la epoca, con el ofrecimiento gratui-to
de la suscripción. El grueso de los contenidos estaba centrado en la propia
capital y organizado en secciones niás o menos fijas, entre las cuales desta-can
las que daban cuenta de las actividades del Ayuntamiento y el Cabildo
insular. Los títulos de las restantes dejan en evidencia que la temática local
49 El fruto de su notable labor investigadora sería luego recopilado en sua obras: Ketirhlo c.triiilrlo dd
siglo XIX, edición, notas e índices por Marcos G. Mariinez, Cabildo de Tcrierife, Santa Crur de Tccierifc.
1968; y Poetas canarios de lossiglosX7XyXY, edición, prhlogo y nolas por Sebastián de la N u e C~ a baIlci-o.
Cabildo de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1978.
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que atraía la atención del periódico, no así su tratamiento editorial, era la
típica de la época: movimiento portuario, registro civil, notas de sociedad,
viajeros, necrológica, notas militares, quejas de la calle y otras similares más
ocasiona le^^^. Los servicios de los pueblos llegaban por correo y aparecían
con los títulos "Ecos de ..." o "Notas de ..." bajo las iniciales del corresponsal,
algún pseudónimo o el anonimato. En coherencia con el desigual desarrollo
socioeconómico de la isla, el grueso de los contenidos procedía del norte y,
además, en proporciones que diferían entre las distintas localidades en fun-ción
de la cercanía a Santa Cruz, el grado de urbanización y los contactos per-sonales
de Balbino Aguirre Lazareno. En orden decreciente, el protagonismo
informativo local fue el siguiente: La Laguna, La Orotava, Garachico, Puerto
de la Cruz, Tacoronte, Icod de los Vinos, La Victoria, El Sauzal, La Matanza
de Acentejo y La Cruz Santa. De la zona sur, sólo dos municipios, Guía de
Isora y Candelaria, éste con motivo de la fiesta de la patrona del archipiéla-go,
saltaron, y en una sola ocasión, a las páginas del periódico. Del resto del
archipiélago sólo llegaban informaciones muy puntuales y en coyunturas muy
excepcionales, caso de La Palma a propósito del desplazamiento de unos
conocidos músicos tinerfeños. Finalmente, este capítulo informativo tampo-co
estuvo exento de los típicos refritos de la redacción, tal y como ilustran las
noticias que aparecían sin especificar fuente alguna o que reconocían proce-der
de algún periódico, procedimiento que incluso sirvió para informar de la
actualidad de Icod de los Vinos a partir del semanario local La Comarca
(1 9 19-1923); o la sección que apareció sobre Las Palmas en vísperas de la
desaparición del periódico, cuando su crisis había espantado al grueso de los
corresponsales de la isla51.
UN CICLO DE VIDA EF~MERO
Tal y como han constatado los estudiosos contemporáneos de la gestión
empresarial de los medios de com~nicación5a~u,n que la permanencia de los
En efecto, la cultura de masas aún no había adquirido en Canarias el desarrollo suficiente como
para generar el denso capítulo informativo que estaba llamada a cubrir en la prensa popular, carencia que
La Mañana apenas palió con el boxeo y, sobre todo, el fútbol. Con tales limitaciones, y en coherencia con
su línea editorial, el periódico procuró enfocar la temática deportiva desde perspectivas más amplias que las
especificamente isleñas bajo el pomposo titular: "Notas Deportivas. Islas Canarias. Península. Extranjero",
y pseudónimos tan diversos como José Gas, Mr. Keny o Kinke; sección que era cumplimentada en el ano-nimato
de la redacción en base a noticias locales e informaciones extractadas de publicaciones foráneas.
5' E incluso a algún operario de los talleres, a los que debía haber dejado de pagar el jornal por enton-ces,
tal y como evidencia el reiterativo, e infructuoso, anuncio que desde el 12 de septiembre de 1923 inser-tó
en sus páginas: "Se necesitan cajistas en la imprenta de este diario".
52 Véase la obra de John M. Lavine y Daniel B. Wackrnan: Gestión de empresas injormativas,
Ediciones Rialp, Madrid, 1992, pp. 287-291 (título original: Managing Media Organizations: Effective
Leadership of the Media, Longman Inc., 1988, United States).
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productos informativos en el mercado es muy desigual, todos suelen com-partir
una trayectoria jalonada por el decurso de una serie de etapas más o
menos coincidentes que, en conjunto, conforman lo que se ha dado en llamar
"ciclo de vida del producto informativo". En efecto, haciendo corresponder
tales vicisitudes con el ciclo existencial de los seres vivos, los teóricos dc la
materia han detectado cinco fases sucesivas cuya mera nominación resulta
sumamente esclarecedora para conocer las interioridades del proceso. A
saber: la infancia, que comprende la aparición y la evolución inicial del pro-ducto
informativo; el crecimiento, en el que queda inmerso desde que empie-za
a captar audiencia, evidentemente, dentro del segmento de mercado al que
va dirigido; hacia la madurez, cuando consigue entrar en competencia con
los medios consolidados; la madurez, cuando alcanza el techo de su difusión;
y el declive, que inicia al quedar progresivamente obsoleto por la evolución
del contexto y las innovaciones que introducen los nuevos competidores.
Los principios configuradores y, luego, la gestión empresarial del producto
informativo hacen, como es fácil de suponer, que el cuadro descrito cristali-ce
en una casuística muy dispar, dándose algunos casos de acentuada longe-vidad
por el acierto de la línea editorial y la habilidosa adaptación a las
mutaciones del entorno y otros que, cuando parecía que tenían sus días
contados, consiguieron remontar el vuelo con la introducción de las co-rrecciones
oportunas. Y, en efecto, a pesar de que La Mañana nunca tuvo la
oportunidad de adquirir en su corto periplo una estructura empresarial míni-mamente
autónoma, estatus que, por lo demás, era prohibitivo para el perio-dismo
canario a inicios de los años veinte, su trayectoria cae dentro del
marco explicativo aludido, por más que la fugacidad del ciclo existencial
dificulte la percepción de tales etapas.
En efecto, a pesar de las premuras y las estrecheces presupuestarias con las
que saltó a la palestra periodística, La Mañana debió despertar, al menos, en
un primer momento, una cierta expectación entre el lectorado isleño, circuns-tancia
que le permitió entrar de inmediato en la fase de crecimiento. La inser-ción
del subtítulo "Diario de Información Mundial", en una coyuntura en la
que su principal competidor, La Prensa, se veía obligado a achicar el caudal
de la información foránea hasta los volúmenes de anteguerra porque los cana-les
comunicativos con el exterior habían quedado reducidos de nuevo al tele-grama
del corresponsal de Madrid, debió favorecer su irrupción en el merca-do.
Más aún cuando todavía estaban recientes los agradables ratos de lectura
que había brindado la actualidad internacional durante la 1 Guerra Mundial.
Paralelamente, la audaz campaña que de inmediato desató contra las autorida-des
insulares para conseguir el desguace y retirada de los restos del buque
Roger de Lluria, " ... ese islote de hierro viejo...", que llevaba tres años varado
en el puerto por la "... dejación absoluta de deberes como no se recuerda en los
anales de la burocracia...", introdujo en la isla un nuevo modo de hacer perio-
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Julio Antonio Yanes Mesa El escaso predicamento del amarillismo en la prensa española ...
dismo, mucho más combativo53, que debió sintonizar con la exigencia de res-ponsabilidades
que rebullía en el subconsciente en la sufrida sociedad isleña
tras la dura experiencia de la guerra. Asimismo, las informaciones amarillistas
preñadas de curiosidades inverosímiles de todo tipo que poblaban sus páginas,
algunas tan ingenuas como la que afirmaba que los alumnos de la Universidad
de Barcelona habían convencido a un catedrático para que alternara en sus cla-ses
las explicaciones con sesiones de baile aduciendo que tal método había
sido introducido con éxito por un profesor en los Estados Unidos, debieron
acentuar el impacto inicial del periódico. Y, en efecto, indicadores objetivos
tan diversos como la captación de esquelas54, la incorporación de Luis Méndez
Franco como jefe de redacción o la evolución de las informaciones, corrobo-ran
el esperanzador comienzo del periódico. También, la nota de agradeci-miento
que Balbino Aguirre Lazareno publicó en el décimo número, cuando
iba a empezar a servir las suscripciones, por las numerosas felicitaciones que,
según decía, estaba recibiendo de los lectores.
Pero la información internacional no tenía la frescura, el volumen ni,
menos aún, el atractivo de la que había circulado recientemente al calor de la
excepcional coyuntura de la guerra. Paralelamente, el periódico dejó pronto en
evidencia que su línea editorial, más que estar guiada por el noble afán del ser-vicio
público, obedecía, simplemente, al deseo de llamar la atención en la
sociedad isleña sin reparar en el procedimiento. Además, el mercado lector
canario, limitado por unas tasas de analfabetismo que tendían al 70% y un
nivel de vida paupérrimo, carecía del segmento popular que podía haber con-sumido,
dócilmente, las informaciones amarillistas. Y es que el periódico, en
lugar de caer en manos irreflexivas y poco exigentes, fue a parar al minorita-rio,
y exquisito, círculo letrado isleño, donde sus contenidos fueron cribados
por al tamiz de la racionalidad. Para colmo de males, el ingrediente del mode-lo
popular que más gancho podía ejercer en tan elitista mercado, el diseño y el
componente gráfico, estaba limitado, tanto desde el punto de vista cuantitati-vo
como cualitativo, por la precaria infraestructura tecnológica disponible55,
53 NOS referimos al periodismo informativo ajeno al que tradicionalmente cultivaban los órganos poli-ticos,
dado que éstos estaban enfrascados, sin solución de continuidad, en trifulcas soeces que, cuando se
cruzaba el "pleito insular", adquirían unas cotas de virulencia que en nada tenían que envidiar al más puro
de los amarillismos cuando el modelo aún no había cristalizado, como tal, en los Estados Unidos. Sin duda
alguna, uno de los capítulos más penosos fue el protagonizado por El Zurriago de Santa Cruz de Tenerife y
El Látigo de Las Palmas en los meses otoñales de 188 1 al calor del recrudecimiento del "pleito insular" por
el presunto traslado de la Capitanía General de Santa Cruz a Las Palmas. Pues bien, en tal coyuntura, mien-tras
El Zurriago amenazaba con no dejar un hueso sano, decía, al prójimo que se le atravesara por delante,
El Látigo sintetizaba su programa en la consigna "ilatigazo y tente tieso!" (véase la obra de Julio Antonio
Yanes Mesa: Historiu del Periodismo Tinerjeño ..., op. cit., pp. 261-262).
54 En efecto, frente a las seis que captó en los dos primeros meses de edición, insertas en los números
32, 33, 38, 5 1, 54 y 57, sólo figuran dos en los cinco meses finales, en concreto, en los números 325 y 332.
55 Tal y como ilustran los percances de los procesos de impresión que esporádicamente salieron a la
luz pública, unas veces por averías de la vieja linotipia, lo que le obligó a editar sólo 2 páginas entre el 15
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Julio Antonio Yanes Mesa El escaso pwdicumento t ld unzurillrw7o en la ~iw~~.c\<rrp irNoii.r. .
tal y como evidencian los esporádicos grabados y la mala definición de las
escasas fotografías5" Al desatino de la fórmula, pues, se unía el problema de
tener en frente a un rival tan duro como La Prensa, cuya acertada línea edito-rial
iba acompañada de una esmerada confección. Consecuencia de ello fue la
inmediata pérdida del impacto social del periódic05~a l quedar en entredicho
su credibilidad entre el lectorado, lo que cegó en flor su crecimiento cuando
aún no había tenido tiempo de entrar en competencia con el diario de Leoncio
Rodríguez. La traumática fractura del ciclo vital del desafortunado engendro
desembocó en una prolongada agonía que se hizo visible en sus páginas con
indicadores tales como el incesante incremento de los refritos de la redacción,
el cambio de la edición desde el 10 de octubre de 1923 a horas vespertinas y
la desesperada búsqueda de alicientes para ganarse el favor del público.
Al igual que ocurre con la información general, la evolución de la dedicada
a la mujer resulta sumamente ilustrativa para calibrar la decadente trayectoria del
periódico. En efecto, la tan cacareada "Crónica de Modas" que María Munari
enviaba desde Madrid, sólo se mantuvo hasta el número 37 tras aparecer en
cinco contadas ocasiones, en concreto, en los números 1 (en este caso bajo el
pseudónimo "Fifi"), 6, 10, 19 y 3 1. Sin duda alguna, se trataba de una sección
atrayente para la mujer de las clases sociales acomodadas de la época, la única
y el 17 de julio de 1922; otras por algún corte en el fluido cléctrico, lo que a1 reducir la jornada laboral le
hizo sacar el número del 26 de mayo de 1922 sin editorial, porque como " ... no tenia galcr¿is de repuesto
(...) nos es imposible publicar el pliego entero...", el dcl 2 de dicieinbrc de 1923 con solo 2 piginaa, y el del
28 de noviembre de 1923 a suspenderlo. En una ocasión, el 6 de septiembre de 1923, en iiicdio de lamen-tos
por " ... los muchos contratiempos, unos fortuitos y otros intencionados ..." con los quc tropezaba para
mantener la edición, ilustró con algunos detalles las penurias dc su infraestructura tecnológica: "Al inctcr
en máquina la segunda y tercera planas se nos han empastelado, ienicndo que hacer otras a prisa y coi-1-icii-do
sólo con anuncios ..." Para mayor desconsuelo dc Balbino Aguirre Lazareno, Lri P,uil.\u sieinprc se las
arreglaba para dar satisfacción a la oferta informativa que tenía comprometida con su clicntela.
56 En efecto, a pesar de tratarse de uno de los reclamos informativos inás iinporíantes de la prcrisa
popular, La Mañana tuvo que conforrnarsc con publicar, por limitaciones tCcnicas, dos fotografías cn 5610
siete números: el 1, 3, 4, 6, 313, 314 y 348; ninguna en los comprendidos entre el 1 h y el 66, cuando la
colección se interrumpe hasta el número 3 11; y sólo una en el resto dc los ejemplares coriservados, quc tarri-poco
incluye muestras de los números que van del 370 al 397. Nor~nalmente,la s fotografias aparecían en la
primera página, aunque a partir del número 350 lo hicicron en alguna ocasión cn la segunda, con una e\«-
lución temática que, de estar centrada inicialmente en la vidt política y cultural de Sevilla, luego se diver-sificó
y abrió a la actualidad internacional y, sobre todo, a la familia real española. La cultura de masas fue
protagonista en tan sólo dos números, el 3 y el 341, a propósito del futbolista scvillano Kinke y del boxca-dor
norteamericano Jack Dempsey; al igual que Canarias, el 316 y el 340, de la que ofrecio una instantánea
de la calle principal del Puerto de la Cruz durante el acto en desagravio al periodista Domingo Pérez Trujillo
por la condena de un tribunal militar y, luego, un prilncr plano de Angelito García, "el famoso curador de
la lepra" recientemente llegado de Cuba.
57 Barrera prácticamente infranqueable en el mercado lector isleño antes de su desarrollo conforme
avanzaron los "felices" años 20, tal y como había testimoniado Miguel Espinosa a mediados de los años
ochenta del siglo anterior cuando promovió El Ramillete Literario al objeto, decía, de intentar salvar a Lu
Salud, revista médica que, llevando poco más de un año en el mercado, acusaba una crecientc merma de
suscriptores " ... a consecuencia del cansancio que aquí nos invade cuando la novedad no nos anima ..."
(véase: El Ramillete Literario, editorial del 14- 12-1 884, núm. 1).
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Julio Antonio Yanes Mesa El escaso predicamento del amarillismo en la prensa española ...
que podía leer un periódico por entonces, dado que estaba centrada en el comen-tario
de las prendas de vestir que lucían sendos figurines dibujados. En sustitu-ción
de "Crónica de Modas", a partir de entonces apareció "Vida Femenina"
bajo la firma de Beatriz Sorrento, ésta con mayor asiduidad, pero también con
un tono más popular y, por lo tanto, menos atractivo en el elitista mercado isle-ño,
dado que se limitaba a ofrecer pequeños relatos que, muy de vez en cuando,
hacía acompañar con el dibujo de un figurín comentado. Con el paso del tiem-po,
la sección quedó en el anonimato y adquirió un carácter desenfadado dedi-cando
su contenido a un sector femenino determinado bajo el formato
"Para ..."58, características con las que permaneció hasta el 1 de septiembre de
1923. A partir de entonces, La Mañana sólo dirigió secciones literarias a la
mujer, en concreto, la anónima "Charla Femenina", que la redacción había intro-ducido
desde el número 15 con un tono más vulgar y, por lo tanto, menos acer-tado
aún que el de la anterior; y el folletín, cubierto en un principio con una obra
que no debió ser del agrado del público y, desde el 10 de agosto de 1923, con la
notable novela "Pablo y Virginia" del literato francés Jacobo Enrique de Sainte
Pierre (1 737- 18 14), aduciendo que pretendía poner la sección al alcance de todo
el mundo, "... desde la gran señora a la más humilde mujer...", sin reparar, por
enésima vez, en las altas tasas de analfabetismo isleñas.
Los datos que Balbino Aguirre Lazareno aireó de las finanzas del periódi-co,
confirman la inmediatez del fracaso. En efecto, La Mañana tampoco pudo
competir favorablemente con La Prensa en el terreno económico, dado que
ambos costaban 10 céntimos al número porque así había sido fijado el precio
de los diarios por el Gobierno desde inicios de junio de 1920. Para ilustrar sus
parcos ingresos, basta con observar que el 6 de diciembre de 1923 reconoció
que los destinatarios de su tirada eran los abonados porque las ventas de ejem-plares
sueltos eran prácticamente nulas, cuando, evidenciando su escasa pene-tración
en el interior de la isla, nunca concertó los pagos por franqueo con la
Delegación de Hacienda de Tenerife para servir los pedidos ajenos a Santa
Cmz59. Es más, a pesar de la exigua clientela que tenía en los pueblos, Balbino
Aguirre Lazareno había amenazado el 25 de noviembre de 1923 a los suscrip-tores
morosos de éstos, a los que achacaba la ruina del periódico, con publicar
los nombres " ... para vergüenza suya y descargo nuestro ante nuestros com-promisos
..." Por otra parte, el otro capítulo de ingresos, la publicidad, tampo-co
generaba los beneficios suficientes como para merecer el concierto anual de
la tributación correspondiente con la Delegación de Hacienda. En efecto, La
Mañana publicaba en un principio gacetillas de hasta ocho líneas al precio de
58 También en esta sección, la temática específicamente canaria brilló por su ausencia, dado que en
una sola de las ocasiones en las que aludió algún ámbito geográfico específico se refirió a la realidad insu-lar,
en concreto, en el número 323, cuando tituló la perorata "Para una lagunera".
59 Véase la obra de Julio Antonio Yanes Mesa: Leoncio Rodríguezy "La Prensa" ..., op. cit., pp. 479-486.
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Julio Antonio Yanes Mesa El escuso predicamento del umuril/isrno en la prensa española
50 céntimos la inserción, cuota que en esencia mantuvo siempre porque lucgo.
en el estío de 1923, manejaba la fórmula de insertar hasta diez líneas de texto
en ocho ocasiones por 7 pesetas mensuales. El resto eran anuncios con dise-ños,
tamaños y precios a convenir, los cuales intentó dinamizar desde el 1 1 de
junio de 1922 con el ofrecimiento de paginas enteras, "a la americana" y con
tasas "muy económicos", a las casas comerciales, aunque sin captar jamás tal
tipo de publicidad. En líneas generales, los datos evidencian que La Maíiana
nunca debió rebasar las 65 y las 25 pesetas por ventasM) y anuncios, rcspccti-vamente,
de recaudación diaria, cuando sus costos de edición para tiradas de
mil ejemplares, cifra que nunca alcanzó, rondaban las 120 pesetas61. La insos-tenible
situación del diario salió a relucir el 6 de diciembre de 1923, cuando
Balbino Aguirre Lazareno cifró la deuda acumulada en la segunda etapa.
cuyos márgenes existenciales desconocemos con precisión"?, en cuatro mil
pesetas, esto es, en el costo aproximado de una treintena larga de ediciones.
Los desconcertantes bandazos idiomáticos de la última etapa de IAI
Mañana, en la que, en ocasiones, adquirió cl carácter de periódico trilingiie.
resultan en parte explicables a la luz de la desesperada búsqueda de algún
revulsivo para sacar a la empresa del atolladero. En efecto, con la esperanza
de imprimir frescura y originalidad informativa a sus páginas, desde el 4 de
agosto de 1923, Balbino Aguirre Lazareno añadió ocasionalmente a la seccih
del telegrama de Madrid, cuyo contenido troceaba por países y ciudades en
función de las referencias geográficas, un apartado escrito en inglés, aunque
sin especificar fuente alguna, bajo el pomposo titular B~>itisOh fjici~~RIi ~vlc.v.s,
cuya extensión a veces alcanzó hasta la columna y inedia. Más difícil resulta
comprender los motivos que diez días más tarde, el 14 de agosto de 1933, le
indujeron a obrar del mismo modo con un idioma tan desconectado de la vida
cotidiana isleña como el catalán, lo que supone todo un hito en la historia del
periodismo canario, porque tal proceder no creemos que haya tenido prece-dente
ni parangón alguno en las islas. En este caso, se trató de una secciOn que.
bajo el nostálgico titular "De Nostra Terra", recogía textos de autores catala-nistas
tan reconocidos como Josep Carner, director fundacional del mensunrio
6" Dado que los ingresos por kentas procedían de cuotas de suscripción de 1. 6 y I O pc\cia\ p ) i - i w \ .
trimestre y año. respectivaineiite, eran inferiores a los q~i cIi ~ibici-uci orrespondido n las \ciitns c;ill~jci-a\
61 En efecto, tal es la cifra que dedujimos aplicando a los costos de edicih de 10s aios prc\ lo\ :i la I
Gucrra Mundial el índice corrector de la fuerte irillación de la poayuerra, cuyo ;ilcoiicc cnlibrn~iio\;i la \ i\ia
del encarecimiento del prccio de venta del cjemplar de 5 a 1 O ci:iitinio\ desde junio dc 1'110 (1 6;iiisc dciii-lles
en la obra de Julio Antonio Yancs Mesa: La er~cr~<.ijucdleul pei.iorli.~i~ico,t ri~cri.ioI, SW 1 Y?I, l r i i i ~1.1~
'plerto insular", el conzpromiso ideológico J. 10 iocucióri irlfot~r~trtrFwd,i toriol Bciiclioino. Snntn C'rii/ dc
Tenerife y Las Palinas de Gran Canarias, 1998, pp. 97-08, en particular).
Tan solo sabemos que en su transcurso sacó a la calle un numero de ediciorirs q w i o s n 1 I O c in1C-rior
a 359, puesto que la colecci6n está interrumpida cntre loa niimeros 66 y 3 1 l . entre lo\ cuales sc prodw
jo la fractura entre ambas etapas. Barajando los datos de la deuda a la lur de los costos de cdiciim (30 pcv-tas
de déficit diario inultiplicadas por 133 ediciones, nos daría una deuda total de 3.990 pcseias). deduciiiios
que La Mañanu debió sacar en esta segunda etapa entre 130 y 140 ediciones.
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D'aci i D álla (191 8-1924) y corresponsal del órgano de Acció Catalana La
Publicitat; y Apeles Mestres, dibujante de la revista literaria madrileña fida
Nueva (1 898- 1900) y de la publicación infantil catalanista En Patufet63. Con
el penoso trasfondo de las deficiencias formales e informativas de entonces,
cuando ambas secciones coincidían en un mismo número, La Mañana llevaba
al más lamentable de los paroxismos las ansias cosmopolitas que subyacían en
su pretencioso subtítulo "Diario de Información Mundial", ante el estupor del
minoritario y reflexivo lectorado isleño.
Sin duda alguna, Balbino Aguirre Lazareno nunca comprendió las razones
que hicieron fracasar su ambicioso proyecto periodístico, ciertamente, porque
no tuvo la pericia necesaria para atisbar el problema desde dentro de la coyun-tura@"'
lo que hace explicable que, en lugar de enmendar, profundizara en el
yerro. Al margen de lo difícil que era abrirse un hueco en el raquítico merca-do
lector de Tenerife por la fuerte presencia de La Prensa, La Mañana añadió
un nuevo obstáculo a la empresa al optar por un modelo popular sin reparar en
la inexistencia del correspondiente segmento de mercado en la isla. Junto al
amarillismo de las informaciones, tal configuración salió a relucir en el apoyo
incondicional que brindó a las clases más humildes y en la serie de campañas
que desató contra diversas autoridades e instituciones insulares con la inten-ción,
según decía, de corregir abusos y negligencias. Para ilustrar el desafora-do
populismo, basta con observar su postura demagógica ante la campaña que
un sector de la prensa de Santa Cruz llevó a cabo para preservar el entorno de
la plaza del Príncipe de los destrozos que sufría en las sesiones estivales de
cine gratuito, lo que le hizo manifestar el 18 de junio de 1922: " ... las clases
populares tienen grandes desperfectos, no lo negamos, pero de todos ellos las
redime el dolor de su miseria ..."65. Mientras tanto, su animadversión a la clase
63 Véanse más detalles en la obra de María Cruz Seoane y María Dolores Sáiz: Historia del perio-dismo
en España, 3 ..., op. cit., pp. 200, 285, 309 y 317.
64 Tal circunstancia ilustra magníficamente cómo las valoraciones personales que nos han legado los
coetáneos en cartas, periódicos o libros de memorias carecen, hasta que no se demuestre lo contrario, de
validez científica para sustentar las conclusiones de cualquier investigación histórica, error metodológico
que con frecuencia ha elevado a la categoría de conocimiento científico lo que no pasa de ser un conoci-miento
común y, por lo tanto, una mera hipótesis de trabajo que demanda la correspondiente verificación
con la metodología oportuna.
65 Probablemente, la resultante más noble de la populacheria salió a relucir en las páginas del perió-dico
a partir del 2 de agosto de 1922, cuando Balbino Aguirre Lazareno se propuso forzar la constitución
de una "liga contra el analfabetismo" mediante la impresión de un cupón recortable para que los lectores
votaran por un presidente, un vicepresidente, cinco vocales, un secretario y un tesorero, entre los persona-jes
más conocidos de Santa Cruz. Pero incluso en tan loable iniciativa, el periódico dejó en evidencia, con
la posterior supresión del cupón sin esclarecer el resultado final de la campaña, su escasa sintonización con
la sociedad isleña.
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Julio Antonio Yanes Mesa El escaso predicumento del umurillisrno en lu pre~rsu españolir.
dirigente isleña había encontrado un blanco ideal en la autoridad portuaria, a
la que responsabilizaba por desidia de la permanencia de los restos del Roger
de Lluria en el puerto, al tiempo que culpaba a los restantes diarios de com-plicidad
por el silenciamiento del problema. Tras llevar a cabo una dura cam-paña
en un tono sumamente intransigente, el periódico se atribuía el 14 de
junio de 1922, cuando sólo llevaba, decía, " ... 19 días en la calle...", el inicio
del desguace del buque en un titular descomunal a todas las columnas: "Tras
una ruda (SIC) campaña, La Mañana logra que se extraiga el casco del Roger
de Lluria". En medio del entuerto, el belicoso diario solicitó el juicio del públi-co
sobre el proceder de sus colegas, al tiempo que arremetió contra el inge-niero-
jefe del puerto cuando este denunció la manipulación de una entrevista
para, luego, en números sucesivos, retomar esporádicamente el tema para cri-ticar
las obras en un tono que dejaba traslucir la inoperancia de los técnicos y
la autoridad portuaria.
Mientras tanto, desde el 6 de junio de 1922, el periódico había empezado
a anunciar la publicación de "Informaciones Sensacionales" a cargo de su
propio director. El título de la primera entrega, "La mártir de la fábrica",
insiste en las ingenuas expectativas que Balbino Aguirre Lazareno tenía
depositadas en el gancho de la emocionalidad para atraer lectores en la isla,
al igual que los detalles que adelantaba de la protagonista de la historia, una
asalariada de una fábrica de tabacos de la localidad que " ... aún padece sus
infortunios de amante abandonada y madre dolorosa ..." Con la esperanza de
despertar la morbosidad del público, añadía que la susodicha iba " ... mojada
en tibias lágrimas de humano dolor, y en ella alienta la íntima tragedia de una
mujer, esa vulgar tragedia disimulada detrás de una falsa sonrisa que mas
parece un sollozo roto que el alegre y optimista reír de una juventud alegre y
triunfadora ..." El otro tema al que recurrió para pergeñar tal tipo de informa-ciones
fue el de los sucesos, caso del asesinato de Las Palmas anunciado el
21 de julio de 1922 con " ... manifestaciones interesantísimas de la madre de
Paco "El Pianista", degollado por Stella Broca "La Francesa" en un alarde de
matonismo de trotacalles, y no en venganza de su honra, como se venia cre-yendo
..."66. Al tiempo que apelaba a los incentivos más innobles de los lec-tores,
Balbino Aguirre Lazareno dejaba en evidencia un fuerte temperamento
que iba al pelo con su manera de entender el periodismo, tal y como ilustran
66 Los sucesos siemprc constituyeron un indudable gancho comcrcial en el racpitico mercado lector
isleño al que no renunció, siquiera, La Prensu, aunque dándoles L I I ~tr atamiento informativo muclio nias au\-
tero y sentido en coherencia con la idiosincrasia isleña. Con postcrioridad, cn plena 11 Rcpública, otro di+
rio de Santa Cruz de Tenerife en crisis, Hoy (1932-1936), también frivoliró con los Iiechos Iiictuos«s para
intentar salir del atolladero, publicando las más horripilantes fotografías en primera página sin conseguir.
tampoco, ganarse el favor del público (véame detalles en el artículo de Julio Antonio Yancs Mesa: "El dia-rio
político Hoy: un anacronismo informativo en Tenerife durante la 11 República", en Amario de E.stutlio.s
Atlánticos, publicación asociada al Centro de Estudios Históricos del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, no 38, "Patronato de la Casa de Colón", Madrid-Las Palmas, 1992, pp. 603-640).
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Julio Antonio Yanes Mesa El escaso predicamento del amarillismo en la prensa española ...
las duras polémicas que, de vez en cuando, mantuvo con los jefes de telégra-fos
y correos, a los que acusaba de torpedear su empresa por retardar, el pri-mero,
la entrega de los telegramas a la redacción y, el segundo, el envío de
los ejemplares a los suscriptores de los pueblos. Las contundentes respuestas
de ambos, siempre dejaron patente que, cuando se produjeron, tales demoras
fueron achacables a La Mañana por la tardanza con las que llegaban el servi-cio
del corresponsal de Madrid a telégrafos o, en el otro caso, los paquetes
del periódico a la oficina correos, " ... después de las siete de la mañana, cuan-do
los coches ya habían partido con la correspondencia hacia el interior de
la isla ..."67.
Por las mismas razones temperamentales, los encontronazos, los malen-tendidos
y las polémicas empañaron de manera casi inevitable las relaciones
que Balbino Aguirre Lazareno tenía con los diversos organismos de la socie-dad
canaria en los que hacía el acopio de sus informaciones, tal y como ilus-tra
el caso específico del Ayuntamiento de Santa Cruz. En efecto, a los pocos
días de estar en la calle, La Mañana empezó a hacerse eco de la evolución de
la cuestación pública abierta por el Consistorio para la adquisición de los
terrenos que habrían de ubicar el parque municipal, dejando en entredicho la
honorabilidad de la comisión recaudadora el 30 de mayo de 1922, cuando no
recibió los últimos datos con la inmediatez deseada. Poco más tarde, el 12 de
julio de 1922, el periódico solicitó al propio Ayuntamiento detalles sobre la
evolución de la vieja suscripción que había abierto para la construcción de un
monumento a Rafael Calzadilla, planteando luego la duda sobre el destino de
buena parte de la recaudación. En esta ocasión, aunque el Alcalde de Santa
Cruz, Andrés Orozco, terció una semana más tarde para afirmar que los fon-dos
no habían sido usados, siquiera, para pagar los medicamentos ni los hono-rarios
de los facultativos en la reciente epidemia gripal, La Mañana continuó
en sus trece posteriormente a la vista de las mutilaciones, decía, que figura-ban
en las listas publicadas con la relación de los donantes. Luego, sin arre-drarse
ante la reciente instauración de la dictadura de Primo de Rivera, el
impetuoso diario anunció el 5 de octubre de 1923 la inmediata suspensión de
toda información relacionada con el Ayuntamiento porque, según decía, el
Alcalde entrante, Santiago García Sanabria, había dejado plantado a un redac-tor
que había solicitado una entrevista, forzando la intervención conciliadora
de aquél.
Si al vehemente carácter de Balbino Aguirre Lazareno añadimos la ani-madversión
que sentía por Leoncio Rodríguez ante la hegemonía del diario de
éste en el panorama periodístico de la isla, fácilmente comprenderemos el tono
que adquirieron las diatribas que La Mañana dirigió, cada vez que tuvo la oca-
67 Véanse detalles en: La Mañana, 21 de junio de 1922, p. 2; y 29 de agosto de 1923, p. 3.
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sión para ello, a La Prensa 68. Dos casos puntuales acaecidos en el inicio y las
postrimerías de su corto ciclo vital, el primero cuando aún estaba inmcrso en
la etapa de crecimiento y el segundo cuando ya acusaba los achaques del decli-ve
final, ilustran magníficamente el paralelismo existente entre la creciente
virulencia del discurso y la decadente trayectoria del engendro informativo. En
efecto, el 8 de julio de 1922, cuando La Prensa reprodujo un artículo de
Eduardo Zamacois que Balbino Aguirre Lazareno había tomado previamente
de El Mercantil Valenciano, La Mañana simplemente reaccionó con un
comentario sutil, " ... lo mejor sería que su director o cualquiera de sus redac-tores,
viniese un momento por nuestra casa: tendríamos muchísimo gusto en
ilustrarle sobre la cuestión...", tras poner en duda la capacidad de éstos para
comprender el contenido. Pero al cabo de un año, la refinada ironía había dado
paso a las más soeces de las descalificaciones, tal y como ilustra la perorata
que Balbino Aguirre Lazareno publicó el 23 de septiembre de 1923, cuando
atribuyó el origen de todos sus males a algunos empleados de La Pret~va que,
según decía, se dedicaban a amedrentar en la calle a sus vendedores "... ya que
no tienen riñones, ni talento, para acabar con La Muñtrna por superioridad de
elementos de confección (...) se acude al acto villano, a la habilidad del golfo
de arroyo ... ¿Pero es posible que esa gentuza redacte el periódico serio de
Tenerife? ... Si ese expeón caminero que dirige La Prensu no manda a la gen-tuza
que está a sus órdenes a suspender las raterías sabrá, muy a su costa, que
aún me sobran medios para defenderme ..." Por su parte, Leoncio Rodríguez,
consciente de la necedad que subyacía en la trastienda de tales bravuconadas,
permaneció indiferente ante las continuas provocaciones que recibió de tan
molesto, como incompetente, rival.
En el tramo final de su desafortunado periplo, todos los sectores sociales
que mantenían algún tipo de relación con el periódico, incluyendo a los Iecto-res,
sufrieron alguna vez las iras de Balbino Aguirre Lazareno. En efecto, el 11
de agosto de 1923, La Mañana emprendió una "huida hacia adelante" en base
a la ampliación de la superficie informativa a 6 páginas y el mantenimiento del
precio de venta a 10 céntimos, cosa que por entonces no estaba al alcance ni de
La Prensa, aunque para ello se limitó a aumentar el tamaño de los anuncios y a
alargar, aún más, el telegrama de Madrid y la información internacional con el
tradicional recurso de "hinchar el perro" en la redacción. Pues bien, a los tres
días, al comprobar que con tal estratagema no podía frenar la caída de las ven-tas,
el airado editor reaccionó con la publicación de una nota con caracteres
68 Con el diario Gaceta de Tener@, sin embargo, La Mu>luna mantuvo unas relaciones mucho más
cordiales, indudablemente, porque su autolimitada difusión en el mercado insular a consecucricia de militar
en las filas católico-conservadoras no representaba un obstáculo de consideración para las expectativas de
Balbino Aguirre Lazareno (véase: La Mañana, 13 de octubre de 1923, p. 1, donde traslada su felicitación a
Gaceta de Tener@ con motivo de la edición de un número extraordinario de 6 páginas).
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Julio Antonio Yanes Mesa El escaso pr-edicun~cntod el un~ur-illitmme n lcr p tmw c'.\ptr/iolir
la última embestida dialéctica de Balbino Aguirre Lazareno, el cual, tras com-prender
que debía cerrar el periódico, dejó aflorar los sentimientos más nobles
de su compleja personalidad para, de un lado, alabar la abnegada labor de la
monjas en el hospital y, de otro, reconocer el 18 de diciembre de 1923 que era
" ... un hombre que, por ausencia de algún astro de paz en mi horóscopo, estoy
destinado al combate sin tregua de la oposición ..."70. Tal carácter, junto a su
escasa talla periodística y el desconocimiento que tenía de la realidad y la idio-sincrasia
canarias, hacen explicable el estrepitoso fracaso que cosechó con el
diario La Mañana en Santa Cruz de Tenerife71.
APOSTILLA FINAL
En las líneas precedentes, hemos recreado desde parámetros interpretati-vos
el penoso periplo que el diario La Mañana protagonizó a inicios de los
años veinte en Santa Cruz de Tenerife con el ánimo de ilustrar, a nivel de
microespacio, las razones que hacen explicables la inviabilidad del modelo
amarillista en la prensa española y, más aún, en la editada en la periferia del
Estado. Aunque las enseñanzas que, a modo de moraleja, se desprenden de la
historia que acabamos de contar son innumerables, dos reflexiones merecen
una consideración conclusiva a la vista del interés que ofrecen a dos colccti-vos
muy concretos: los profesionales y los historiadores del periodismo y la
comunicación social. A nivel empresarial, las torpezas de Balbino Aguirrc
70 Confirmando tal aserto, el periodista coetáneo Antonio Marti rememoraria años más tarde la tigw
ra de Balbino Aguirre Lazareno haciendo rcferencia a "un periodista batallador y pendcriciero" que Ilcgíi n
la isla con la misma premura que desapareció tras cl cierre del periódico (véase la obra de Antonio Mnrti:
70 utios ..., op. cit., p. 214). Haciendo gala de una perseverancia encoiniablc. al ines escaso de ccmr I.ii
Matinnn, en concreto, el 28 de enero de 1924, el insensato editor concurrió al niercado isleño con una nue\ n
propuesta informativa, el seinanario Lu Mutium Gr-ufic,cl, en formato nicdiario con I O páginas a 4 c«luninas.
no sabemos por cuanto tiempo, porque se trata del único ejemplar conservado. el cual yacc eii la Bihli«tecn
Municipal de La Orotaba. Alcgando en cl editorial furidacional Iiaber aprcridido In lección con la cxpericii-cia
anterior, en esta ocasión, Balbino Aguirre Lazareno prometía una linea editorial cauta y prudentc pni-ci
con los nuevos tiempos en clara alusión a la dictadura, que tradujo en una revista gráfica de literatura. cieri-cias,
actualidades y modas en base a densos trabajos de redacción escritos en un dcsalort~niado lerigu-jc
retórico.
7' Dos décadas atrás, Santa Cruz había presenciado el fracaso de otro engendro infoniiatiw similar
que, curiosamente, lució la misma cabecera, La Matianu, aunque en aquella ocasión subtitulado "Diario de
Reformas Sociales", domiciliado en la calle San José e impreso en La Laguna porque carecía de talleres pro-pios.
A juzgar por cl contenido inonográfico de los dos únicos ejemplares conservados, sendos supleincn-tos
fechados el 8 y 13 de abril de 1904 que corresponden a los números 19 y 23 y están depositados en cl
Archivo Municipal de La Orotava, el proyecto debió ser concebido al calor del interés general que dcspcr-tó
por entonces la guerra ruso-japonesa, gancho informativo que los prolnotores intentaron acentuar echan-do
mano de un amarillismo simplón y de esporádicos sorteos de joyas y dinero entrc los suscript«re\. Dada
su disonancia en el panorama periodístico insular de la época, la empresa debió nacer a iniciati\a. asimis-mo,
de algún periodista foráneo, aunque no estarnos en disposición de establecer relaciiin alguna entrc bita
y la posterior de los años veinte que ha sido objeto del presente artículo.
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Julio Antonio Yanes Mesa El escaso predicamento del amarillismo en la prensa española ...
Lazareno ilustran magníficamente la necesidad que tiene todo aquél que quie-ra
ejercer, con un mínimo de conocimiento de causa, la profesión periodística
en el archipiélago, de conocer la historia de Canarias y, en particular, de la
prensa isleña. A nivel intelectual, el hecho de tener que rebasar ampliamente
las perspectivas específicas de las islas para comprender la trayectoria del
periódico, demuestra que la historia del periodismo canario no se puede abor-dar
sin un profundo conocimiento de la historia del periodismo español e,
incluso, universal. En definitiva, extrapolando tales asertos a las restantes acti-vidades
económicas, políticas y culturales de la sociedad canaria actual, la
investigación ha dejado en evidencia la enorme importancia que la historia,
con su profunda, amplia y serena mirada hacia el pasado, brinda a todos los
sectores sociales para que puedan desarrollar su labor con el acierto y la soli-daridad
que, cada vez más, reclama la "aldea global" en la que está inmersa la
humanidad.
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