ANOTACIONES A LA VIDA DE UN BIBLIOGRAFO:
DON AGUSTIN MILLARES CARLO
En recuerdo y homenaje al profesor Millares Carlo, se expone
su concepción de la bibliografía; algunos datos sobre la Bihliotheca
Hispana de Nicolás Antonio y del trabajo que sobre ella realizaba
don Agustín; finalmente, su último proyecto bibliográfico.
Pese a constituir la Paleografía la que podríamos llamar materia
dominante en la actividad profesional de don Agustín Millares Carlo,
no por ello dejó de prestar atención, y muy activa, a otras disciplinas,
entre ellas, la bibliografía. Fue en este terreno donde mejor le cono-cimos
y donde fuimos capaces de apreciar la capacidad de trabajo
del llorado profesor, ya que en los años en que le tratamos siempre
tenía como telón de fondo de su increíble laboriosidad, un trabajo
relacionado con dicha disciplina.
Y si repasamos la relación de obras del Dr. Millares, un elevado
porcentaje de sus publicaciones, incluso de carácter monográfico, ver-san
sobre el tema '. En el momento en que la muerte nos lo arrebató,
' Don Manuel Hernández Suárez ha confeccionado una completísima biblio-grafía
de y sobre don Agustín Millares Carlo, de necesitada consulta a la
hora de realizar algún trabajo sobre el llorado Profesor. Está aún inédita, pese
a ser una de las primeras obras que se deben publicar, a nuestro juicio, si se
pretende continuar. en la medida que ello sea posible, la ingente labor del
Dr. Millares Carlo.
trabajaba muy intensamente con la Bibliotlzecu Hispciiz~c Noiia, dc Ni-colás
Antonio, mientras que acariciaba e1 proyecto de confeccionar
la compilación de un catjlogo razonado y crítico de los libros del
siglo XVI existentes e11 la Biblioteca Nacional de Caracas. De todo ello
tratan las líneas que siguen, como contribución modesta y testimonio
muy personal del quehacer del querido don Agustín en las lides bi-bliográficas.
Cuando desde Venezuela se trasladó a nuestra ciudad invitado por
la Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria que pretendía rendirle
iin homenaje qiie desde miichns años atrás le dehía sil tierra ', se le
invitó a colaborar con un artículo de tema libre en la revista Ag~rayro
que edita la mencionada entidad. «Bibliografía y bibliografías» fue el
tema elegido por él y a lo largo de sus líneas, que pretendemos resu-mir,
condensó su concepción e ideas sobre el particular 3.
Como definición de la bibliografía, gustaba de utilizar, de una
parte, la de Víctor Langlois: «es esa parte especial de la cicncia dcl
libro que trata de los repertorios y que suministra los medios para
procurarse, lo más rápida y completamente posible, información so-bre
las fuentes»; y de otra, por incluir aquella indebidamente los do-cumentos
y los manuscritos, solía usar la de la bibliotecaria de la
Sorbona, Mlle. Malclks, que encierra, a su juicio, el contenido de esta
ciencia dentro de sus límites verdaderos a la par que lo ensancha para
hacerlo abarcar otros materiales que no son propiamente los libros:
«La bibliografía -escribe- investiga, transcribe, describe y clasifica
los documentos impresos, con el fin de constituir los instrumentos de
trabajo intelectual llamados repertorios bibliográficos o bibliografías)) 4.
A la hora de dividir, para su mejor comprensión, el concepto que
nos ocupa, el criterio del Profesor era:
En este sentido, el contenido de la disciplina bibliográfica deherá
coincidir con el cuadro de las actividades mismas del espíritu huma-no.
Se habría, pues, de hablar de una bibliografía de la Historia, de
la Filosofía, del Derecho, etc. Pone como ejemplo, ya que es impo-
Con tal motivo se editó un libro en dos tomos: Homenaje a Don Agustín
Millaros Carlo, Madrid, Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria, 1975, dos
tomos, 713 páginas + ilustraciones y 710 páginas + ilustraciones.
Aguayro, 67 (septiembre 1975), 4.
' La hihliograjía. Trad. por Rnberto Juarroz. Revisión técnica de Josefa
Sabor (Buenos Aires, Eudeba, 1960), p. 11.
sible abarcar todos los aspectos, el procedimiento a seguir en el terre-no
de la literatura. ((Tendríamos, en primer lugar -escribe- las li-teraturas
clásicas; vendría luego la literatura medieval. Seguirían los
repertorios bibliográficos referentes a las literaturas nacionales y a la
literatura comparada.» Estas bibliografías podrían revestir diferentes
formas, tales como las de carácter general, o las de carácter especial
(individuales. de un determinado género, de escritores regionales 5, de
una orden religiosa, o sobre temas de tipo más específico, como po-drían
ser las tipobibliografías).
Aquí caben varias subdivisiones:
1. Bibliografías de bibliografías. Su objeto es «registrar y ana-lizar
todos los repertorios existentes, universales, nacionales, especia-les,
o sea, referentes a un asunto, a una época, a un autor, etc.9. Pero
suelen también incluir otros tipos de documentos cuando contienen
serias y abundantes referencias bibliográficas u otros instrumentos ade-cuados
para la investigación.
2. Bibliografías generales o universales. Se trata de repertorios
de la bibliografía universal. Como prototipo de ellas figura la del bo-tánico,
zoólogo, médico y filólogo suizo Konrad Gesner, titulada Bi-bliotheca
universalis. Y como típicos de la bibliografía universal de
libros cscogidos se encuentran el Manuel du libraire, de Brunet, y el
Trésor des livres rares et prétieux, de Graesse.
3. Bibliografías nacionales. Su propio nombre explica el conte-nido
de las mismas. En un principio, registraban solamente los es-critores
de un determinado país. Posteriormente, su ámbito se fue
ampliando hasta llegar a abarcar las obras producidas por la impren-ta
de una nación e incluso las publicadas fuera de ella que de alguna
manera le concernían.
Estas bibliografías nacionales, a su vez, son susceptibles de di-vidirse
en:
Un ejemplo de ello es la Biobibliografía de escritores canarios (siglos XVI,
XVII y XVIII), del propio don Agustín Millares Carlo, en colaboración con
don Manuel Hernández Suárez, Ediciones de El Museo Canario y Excma. Man-comunidad
de Cabildos de Las Palmas.
3.1. Retrospectivas, que abarcan la total producción de un país
y que pueden ser nacionales propiamente dichas (simple registro de
las obras publicadas en un país, acerca de éste o por escritores nati-vos
en el extranjero), biobibliografías (generalmente de tipo erudito,
con descripción detallada de los libros y noticias de sus autores) ' y
tipobibliografías (registro de las producciones de la imprenta de un
país, región, ciudad o impresor).
3.2. Corrientes o periódicas, que encuentran su expresión ade-cur&
en sn~sfios YiY!ieg&jcr?r, jistls re,aiongjPS & ph!ica&ner y
otras compilaciones similares 7.
C) POR LA FORMA
Se subdividen, a su vez, en:
1. Descriptivas, que consignan con exactitud la condición mate-rial
de los libros, reseñando datos como: nombre y apellidos del autor,
título exacto, fecha y lugar de publicación, nombre del impresor o edi-tor,
tamaño, número de páginas, particularidades tipográficas, ilus-traciones,
precios, calidad del papel, procedencia de la encuaderna-ción,
etc.
2. Analíticas, cuya preocupación es el texto propiamente dicho
ya que divulga el objeto y contenido del libro sin prescindir de los
datos señalados en las descriptivas. Por éstas últimas se inclinaba la
voliintad del Profesor Millares: «Evidentemente, este tipo de biblio-grafías,
cuando está realizado con habilidad, competencia y discreción,
se acerca mucho al ideal de lo que debe ser un trabajo de esta índole.
Menéndez Pelayo, en algunas de sus obras, mostró su preferencia por
bibliografías redactadas en la forma a que venimos refiriéndonos, es
decir, por repertorios que no se limitan a la simple expresión de los
datos exteriios cates clüdidos, sino qüc pcfict;aiiib cn !m interiorid¿--
des del libro, ofrecen al lector extractos de sus pasajes más impor-tantes,
indicación de noticias curiosas u originales, etc» '.
Cfr. nota anterior.
' MILLARECSA RLOA, gustín: Prontuario de bibliografía general, Universidad
CatCIlicn ~Andrts Rellon; Caracas, 1973, p. 45.
Aguayro. Número y página citados.
Como líneas más arriba indicábamos, el trabajo de don Agustín
en el campo de la bibliografía era una de sus constantes. Laboraba y
muy activamente, junto con otro prestigioso a la par que silencioso
bibliógrafo canario, Manuel Hernández Suárez, en su Biobibliograjia
de escritores canarios (siglos X V I , XVII y X V I I I ) , de la que el tomo
tercero, comprensivo de las letras D-H se encuentra publicado y pron-to
a aparecer el tomo cuarto.
Sin embargo, más directamente le conocimos en la traducción que
de la Bibliotheca Hispana, de Nicolás Antonio, le encomendara la
Fundación Universitaria Española.
Como se sabe, el canónigo sevillano y agente del rey de España
en Roma, concibió su obra en dos grandes partes. La primera abarca
los autores españoles desde Augusto al año 1500; la publicó el car-denal
Aguirre, tío del autor, en Roma, doce años después de su
muerte, distribuida en dos tomos: el primero arranca desde el pe-ríodo
de Augusto y llega hasta el año 1000, alcanzando el segundo
desde dicho año hasta el de 1500. Contiene, además, la Bibliotheca
Arabigo-Hispana, una lista de cronicones y un índice de materias para
ambos volúmenes: Bibliotheca hispana vetus, sive Hispanorum, qui
usquam unqamve scripto aliquid consignaverunt, notitia. Complec-tens
scriptores qui ab Octaviani Augusti imperio usque ad annum M
floruerunt, reza el primer tomo, y Complectens scriptores qui usque
ad annum MD floruerunt, el segundo.
En 1788, Pérez Bayer publicó en Madrid la segunda edición de
estos dos tomos mencionados.
La segunda parte de la obra concebida por Nicolás Antonio abar-ca
desde 1500 hasta sus días. Registra, también en dos tomos, por sus
nombres propios, los autores de lenguas española y lusitana que flo-recieron
en España, Portugal y América. La publicó por ve7 primera
el propio Nicolás Antonio en 1672, en Roma, pues la concibió con
anterioridad a la primera parte y contiene, aparte de anónimos, unos
utilísimos índices de lugares de nacimiento, de órdenes eclesiásticas,
seculares y regulares, de cargos religiosos, civiles y de materias: Bi-bliofheca
Hispana sive Hispanorum, qui usquam sive latina sive po-puluri
sive uliu linguu scriptu uliyuid consigr~uveruni noiiiiu, his yune
praecesserunt locupletior et certior brevia elogia, editorum atque ine-ditorum
operum catalogum duabus partibus continens, quarum haec
ordine rei posterior conceptu ver0 prior, duobus tomis de his agit qui
post annum saecularem MD usque ad praesentem diem floruere.
Entre 1783 y 1788, también Pérez Bayer en Madrid, publica la se-gunda
edición de esta segunda parte, bajo el siguiente título y con las
adiciones del autor: Bibliotheca Hispana Nova, sive Hispanorum scrip-torum
qui ab anno MD usque ad MDCLXXIV floruere nofifia.
Fue la Bibliotheca Hispana Nova la que la Fundación Universita-ria
Española encomendó a don Hgustín ivíiiiares traducir. A tai fin,
se basó en la mencionada segunda edición y, tras formar un pequeño
equipo de colaboradores, puso en marcha su tarea. En el momento
en que la muerte le sorprendió, se encontraba traducido totalmente
el primero de los tomos, que abarca desde la letra A hasta la L ex-clusive,
y muy avanzada la traducción del segundo, aunque con su
conocido rigor científico quería llevar a cabo una corrección de todo
el material presentado.
De por sí, ya la tarea de traducir un latín como el de Nicolás
Antonio era ardua; pero no bastaba a don Agustín, ni le satisfacía
el limitarse a hacer asequible a un mayor número de personas una
obra de difícil consiilta por la lengiia en que fiie ewrita. Paralelamen-te,
confeccionaba una serie de ficheros que sirvieran de ayuda al in-vestigador.
Confeccionaba, primeramente, un fichero por apellidos de autores,
ya que al estar ordenados alfabéticamente por nombres de pila en el
original y no coincidir siempre las iniciales latinas con las castellanas,
presenta el texto un serio probleina a la hora de localizar deterininado
personaje.
El segundo fichero auxiliar era de títulos de obras que aparecían,
con referencia en todo caso al autor. Se proponía, asimismo, identi-ficar
todos aquellos libros que Nicolás Antonio no pudo localizar ni
describir con exactitud.
Un tercer fichero confeccionaba que contenía todas las obras de
referencia y consulta que sirvieron de fuente al autor para redactar
su obra.
El cuarto fichero era, en definitiva, una tipobibliografía que pen-saba
constatar con las que existen actualmente, por si pudiera com-pletar
algún dato.
Finalmente, preparaba un fichero por Ordenes Religiosas, que con-trastaría
con los conocidos y serviría de base para aquellas Ordenes
qile m !Q ttioiesen.
No sabemos cuál será la decisión de la Fundación Universitaria Es-pañola
al respecto, pero sí pensamos no ser los únicos que deseamos
se dé cima a una obra iniciada por el Dr. Millares Carlo, en la que
puso tanto empeño y cariño y que sólo la muerte le pudo impedir
culminar.
Al ser don Agustín una persona de tan increíble capacidad dc
trabajo, como hemos dicho, no es de extrañar que, dentro de este
terreno de la bibliografía que comentamos, se propusiera nuevas me-ras.
En esta ocasión, ia úitima. Ei motivo surgió ai ceiebrarse un
nuevo centenario de otro gran bibliógrafo, Andrés Bello. El resumen
de su proyecto, elaborado por él mismo, al buscar apoyo en el
Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, será el documento más
válido:
«En 1981 se celebrará en Venezuela el bicentenario del naci-miento
del gran humanista caraqueño, de remoto origen canario,
don Andrés Bello. El Instituto de Lingüística, que con tan prestigioso
nombre dirige en La Laguna el profesor don Ramón Trujillo, se dis-pone
a iniciar desde ahora la preparación de una edición crítica de
la célebre Gramática de don Andrés, y a tal fin se ha propuesto mi
nombre para formar parte de la Comisión aue llevará a cabo esta tarea.
¿Deberá el Cabildo Insular contribuir de algún modo a tan nota-ble
celebración? Pienso que sí, y me permito a este propósito moles-tarle
con las presentes líneas. En 1969 publiqué el Catálogo razonado
de los libros de los siglos XV, XVI y XVII de la Academia Nacional
de la Historia de Caracas; en 1971, un estudio sobre los volúmenes
de !Y misma r r ~ t ~ r iqnU e pesee e:: ?rlür~rüi?x e! Ucrter UD:: Tesé
Rafael Fortique, médico e historiador; en 1975, la Descripción y
estudio de los impresos de los siglos XV y XVI existentes en la Biblio-teca
del Museo Canario; en 1977, el minucioso examen de los Libros
españoles y portugueses del siglo XVI impresos en la Península o
fuera de ella, pertenecientes al fondo San Román de la Real Acade-mia
de la Historia, publicado por esta Corporación, y finalmente, en
1978, con extensa introducción sobre las bibliotecas hispanoamerica-nas
durante el llamado período colonial, y sobre las de Venezuela en
particular, una monografía sobre los Libros del siglo XVI de la Bi-blioteca
Tulio Febres Cordero de la Universidad de los Andes (Mé-rida,
Venezuela).
Cuando en mayo del presente año 1979 me trasladé a Maracaibo
con objeto de pronunciar en su Universidad la lección inaugural de
la cátedra recientemente creada de Historia del Zulia, visité una vez
más la Biblioteca Nacional de Caracas que posee un fondo de unos
300 volúmenes del siglo XVI. No hay que olvidar que la Nacional
de Madrid está publicando actualmente el catálogo colectivo de los
libros de la misma centuria que existen en todas las bibliotecas es-pañolas
oficiales, obra básica y monumental, de la cual acaba de
salir el fascículo correspondiente a la letra R.
He pensado que la compilación de un catálogo razonado y crítico
de esos libros del XVI, existentes en la Nacional de Caracas, sería una
doble contribución: de una parte, al bicentenario de Bello, tan des-tacado
por su pasión de bibliófilo, y de otra, a esa ingente tarea que
ho omn*nnrl;rln " * r o r t r n R;hl;r\+nnn 'hTno;r\n.il iiu r i i i y i v i i u i u v i i u r u c r u uiuiivrvvu r ~ u v i v i i u i .
Este es el proyecto para el que me atrevo a solicitar el apoyo del
Cabildo. Me ilusiona mucho convertirlo en realidad. Nada solicito para
mí, a no ser los gastos de viaje (. ..). Mes y medio, o a lo sumo, dos
meses, serían suficientes para tomar las notas necesarias; luego pre-pararía
aquí con calma la redacción definitiva, a fin de que la obra
estuviera iista en ías postnmerias del año próximo.»
Nunca tuvo don Agustín respuesta a esta carta. Tanto la Biblio-teca
Nacional de Caracas, que le llamaba como primer investigador
invitado de la misma, como las Cajas de Ahorros de Las Palmas y
Tenerife, le brindaron el apoyo preciso. Pero esta postrer ilusión no
le fue dado hacerla realidad: la muerte le sorprendió tras aplazar
por dos veces su anhelado viaje.
En su pasado siempre presente, durante el tiempo en que le tra-tamos
y en las esperanzas de un futuro que nunca llegó, se nos mostró
don Agustín Millares Carlo como un apasionado bibliógrafo.