El retorno de Agustín Millares
a España desde el exilio en 1952
Según datos que obran en el Ministerio de Educación el ilustre paleógrafo
don Agustín Millares Carlo volvió a España, después de los largos años de exi-lio
en Méjico, el 9 de julio de 1952. La fecha parece rigurosamente exacta,
porque la carta que me dirigió el 20 de ese mismo mes y año, residiendo en
Madrid, es vivo testimonio de un encuentro inmediatamente anterior, todavía
sin la entrañable amistad que iba a despertarse muy pronto entre ambos.
Yo tuve una relación circunstancial con Millares en 1935 en una visita que
le hice en su domicilio de la plaza de la Iglesia no 4. No acierto con el motivo,
pero conservo como recuerdo de la entrevista el valioso obsequio que me hizo
de su libro Bio-bibliografia de escritores naturales de las Islas Canarias, enri-quecido
con una amable dedicatoria escrita con tinta roja (cosa habitual en él
por aquellas fechas).
En un segundo encuentro en el escenario de la Biblioteca Nacional a fines
de julio de 1952, le arrastré a recorrer los aledaños de la capital, con almuerzo
en un restaurante típico y posterior acceso al monasterio de El Escorial.
Millares al cruzar el dintel de la famosa biblioteca, donde había transcurrido
parte de su vida, no pudo reprimir la emoción.
Es hora de declarar que el prestigio y la simpatía de nuestro protagonista
era tan alto en el seno de la Facultad de Filosofía y Letras de la llamada, por
entonces, Universidad Central que en su persona se ofreció un auténtico des-afuero
administrativo. La cátedra de Paleografía, se mantuvo vacante, sin pro-visión,
por espacio de trece años.
El retorno de Millares a España estaba promovido por un grupo de latinis-tas:
monseñor Pascua1 Galindo Romero, Luis Ortíz Muñoz, José Vallejo
26 Antonio Rumeu de Armus
Sánchez, Lisardo Rubio, etc., que le incitaban a la integración. Entre todos
destacaba mosén Galindo, clérigo aragonés, orondo (con estampa extraída de
un grabado negro de su paisano Goya) que alardeaba de ocultos poderes poli-ticos
sobre, su también paisano, el ministro de Educación Ibáñez Martin.
Pero pasaron los meses del verano y el otoiio sin que nadie cumpliese con
las promesas reiteradas a Millares. Ninguno de los supuestos patrocinadores
rebasaron el trámite del saludo efusivo o la carta de bienvenida. La realidad era
que los recursos económicos muy limitados se agotaban día a día. La íinica
distracción, para matar el tedio, la encontraba en los n~anuscritosy libros de la
Biblioteca Nacional.
Quien esto escribe se convirtió en auténtico muro de las lainentacioncs.
¿Qué hacer en tan difícil trance? Me acordé entonces de que un político, cole-ga,
paisano y amigo, con inquietudes de bibliófilo y coleccionista de obras de
arte, podía ser la tabla de salvación. El sagaz lector habrá adivinado que estoy
retratando a don Blas Pérez Gonzalez, ministro de la Gobernación. Se impo-nía
la consulta previa con Millares por si tenia reparos en acudir al encuentro.
La entrevista entre el ministro, el polígrafo y quien esto escribe fue cordial
y hospitalaria. A golpes de teléfono el asunto de la reintegración en la catedra
quedó resuelto en breves días. El 12 de diciembre de 1952 Millares firmaba la
solicitud para ocupar, por segunda vez, la asignatura de Paleografia en la
Universidad matritense.
En el otro frente, el Ayuntamiento, de cuyo Archivo había sido director
nuestro protagonista, el alcalde conde de Mayalde se mostró aun mas apresu-rado
y generoso (se daba el detalle añadido de que su esposa, la duquesa de
Pastrana había sido alumna del paleógrafo) 1 .
Cuando todo estaba arreglado y resuelto, se atravesó en nuestro carniiio cl
gran inquisidor de España, el también catedrático don Wenceslao Gonzalez
Oliveros, presidente del Tribunal para Represión de la Masonería, quien enar-bolaba
una hoja volandera carente de valor probatorio, en una simple carta en
demanda de informes personales.
Pero bastó la intromisión para aplazar las decisiones ya tornadas.
Esta anómala circunstancia descontroló los nervios de Agustín Millares
hasta el punto de temer por su propia seguridad.
El 3 1 de enero de 1953, sin despedirse tan siquiera de los amigos, cerró el
pasaje aéreo de que disponía y retornó a Méjico*.
' En el Archivo, la llegada de Millarcs produjo la inquietud, mal disiiiiulada. dcl dirccroi
sustituto don Agustin Gómez Iglesias.
La cronologia procede de Expediente personal conservado cn cl Ministerio de kduciici¿'ii
(signatura: 16.823-23).
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Desde 1953 hasta 1958 nuestro protagonista permaneció en Méjico. No
existe el más leve indicio de su presencia en España en ese lustro. En cambio
hay prueba plena de una breve estancia en Madrid (hasta hoy desconocida, que
sería la segunda) en febrero de 19583. En este mismo año retornó a la patria
en el mes postrero para disfrutar de una generosa beca que le había concedido
la Fundación March (véase el texto de la carta 11). Fue la tercera jornada4.
Los viajes de Millares a la península (Madrid, preferentemente) y Canarias
fueron múltiples, a partir de 1952 hasta su asentamiento definitivo en Las
Palmas en 1975. Sería interesante que un investigador aborde el tema, por ser
muy débil la cronología superviviente (las Actas de las Sesiones de la Real
Academia de la Historia pueden ser un poderoso elemento auxiliar).
Agenda de mesa del autor del presente trabajo correspondiente al año 1958. El sábado 15
de febrero se registra el encuentro con Millares en el café La Elipa, a las cuatro de la tarde.
El mencionado café -hoy desaparecido- estaba situado en la calle de Alcalá en las pro-ximidades
de la iglesia dieciochcsca de san José.
Acaso pudiera relacionarse este viaje con la oferta de la Editorial Montaner y Simón de
Barcelona (su propietario Gonzalo Porto) de asumir la dirección de sus colecciones. Desde
luego el 20 de marzo de 1958 está probada la presencia en Méjico.
En José Antonio MOREIRGOO NZALEAZg: ustin Millul-es Cado: el hombre y el sabio. Las
Palmas, 1989; págs. 228 y 240.
Agenda de mesa (citada en la nota 3). Entrevista con Millares en el café La Elipa el sába-do
20 de diciembre.
Permaneció en Madrid hasta marzo de 1959. MOREIROob, ra citada, págs. 228 y 240.
28 Antonio Ruma de Armas
Carta 1. Madrid, 20 de julio de 1952
CARTA 1: Transcripción
Sr. Dr. D. Antonio Rumeu de Armas
Madrid 20 de julio de 1952
Mi querido amigo: El objeto de estas líneas es presentarle a mi cuña-do
D. Enrique Bravo Martínez, que desea hablarle de asunto relacionados con
su profesión. Ya imaginará V. El interés que tengo en que salga adelante en sus
pretensiones, por lo mucho que le estimo y las infinitas atenciones que le debo.
Gracias mil por anticipado de s.s.a.
Agustín Millares Carlo
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Carta 11. México, 2 de abril de 1958
CARTA 11: Tvanscripción
Fondo de Cultura Económica
México, D.F., 2 de abril 1958
Mi querido Rumeu: Acabo de recibir su tarjeta con la fausta noticia.
Estoy contentísimo y emocionado. No sé cuanto le agradeceré siempre lo que
ha hecho por mí en este asunto.
No sé si escribir a Angulo y a Redonet dándoles las gracias, o si espe-rar
a que oficialmente se me comunique la resolución del Jurado. Aconséjeme
sobre este punto.
Gracias otra vez; recuerdos a Miguel Santiago, y un gran abrazo de
Agustín Millares.
Nota: Las personas citadas en la carta son los académicos de la Real de la Historia don
Diego Angulo Iñiguez y don Luis Redonet Maura. Santiago, grancanario de Guía, era
archivero del Estado en el Ministerio de Asuntos Exteriores.