NOTAS
EN LA PRESENTACION DE ((BABEL-IN-SULARIA»
DE JOSE LUIS GALLARDO
Quizás Gaceta de Arte haya conformado el más significativo y
trascendental evento cultural canario de los últimos sesenta años. No
voy a entrar hoy en el análisis del hecho, registrado ya en la historia y
celebrado amplia y merecidamente en el ámbito insular y fuera de
él. Lo menciono aquí porque fue una obra nacida al margen de la
universidad, fruto de impulsos críticos no oficiales, una muestra más
de que la cultura no es, no ha sido necesariamente, cosecha acadé-mica
o de planificación administrativa.
Me apasionan -a mí, que vengo de la universidad y estoy en
ella- los niveles de libertad creadora y crítica que de forma desoficia-lizada
y sin sacramentar siempre ha alcanzado el hombre. El vigor ex-presivo
de quien nunca estuvo atado a la servidumbre de los títulos,
de la academia, de la escolaridad; de quien, en un acto testimonial
de vida, se ha negado a una programación que no sea la suya propia,
la dictada por su concreta y progresiva necesidad de conocer.
No estoy refiriéndome al «rebelde» sin más, sino a quien, pres-cindiendo
del espaldarazo monopolizador que la letra impresa de un
certificado otorga, elige el ejercicio libre del, tal vez, más común y
noble rasgo del hombre: la curiosidad. Abierta, sin compartimentos
especializadores y exclusivistas. Ilimitada. Esa curiosidad cuya ame-naza
de muerte hacía temblar a Bertrand Russell, pues significaría
tanto como la muerte de la inteligencia activa.
Cuanto precede resume, básicamente, la razón por la que hoy,
aceptando su amable invitación, estoy presentando el libro de José
Luis Gallardo. El encarna perfectamente, a mi parecer, esos valores
que intentaba describir.
No quisiera que este acto tuviera el tono melifluo e incontestado
de una entrega de oscars de Hollywood donde todo es maravilloso y
todos son maravillosos. Mas no por ello puedo omitir la positiva im-presión
que el libro me ha causado. El título es ya una prometedora
entrada. Yo lo encuentro hermoso e inteligente. Es lingüístico y poé-tico.
Ni antología, ni colección o selección, ni ningún otro lugar común
al uso, engañosamente simple y aséptico. Se diría nacido en la ve-cindad
de una exhuberante y magnífica palmera:
qiir viene a definir, en palabras del propio autor, «lo insular, el ais-lamiento
de la isla, y la confusión de los lenguajes)). Para su prolo-guista,
Joaquín Benito de Lucas, el libro recoge «lo intelect~ral, lo
poético, la acción hecha crítica, el autodidactismo elevado a rigor y,
en fin, la pasión siempre insatisfecha por la vida y por la cultura)),
es decir, las variantes de la personalidad de Gallardo.
En efecto, esta Babel agrupa un material disperso en sir mayoría
en diversas publicaciones y alguno inédito. Como la otra Babel, es
lugar de encuentro y mezcla que termina por aglutinar homogénca-mente
todos los elementos que convcrgen en ella. De ello resulta
una unidad reveladora del autor, singular, uno. Un autor para quien
el interés por un tema no descarta otros, para quien importa más la
integración humanista que la árida especialización, un autor cons-ciente
de que el hombre puede ser sensible y curioso a todo y que,
consecuentemente, puede generar, esiudiar y crear en toda dirección.
Y en este sentido, tomando prestado el títiilo de un libro de Jolin T.
Clayton sobre el gran novelista americano Saul Bellow, podríamos
llamar a este espacio culto que hoy presentamos:
«José Luis Gallardo en defensa del hombrcn
Hablábamos de un material disperso en su origen principalniente
e!l diarios. Pero el libro ahora, como tal, aporta una interesante y
notoria peculiaridad. La mayoría de estos artículos y ensayos ya pu-blicados
encuentran en él, en cl formato libro, un marco más adecua-do
a su contenido y al tratamiento qce el autor hace de los mismos.
IJr! marco que posibilita una valoración más seria de un trabajo her-menéutico
frecuentemente fruto del estudio, de la meditación y del
rigor. Y no suele ocurrir así. Un volumen de esta clase es habitual-
mente un reestreno motivado solamente por un afán de ordenamien-to,
de reunión de unos textos que cumplieron plenamente su finali-dad
al aparecer por primera vez. E1 libro no ofrece más posibilida-des.
En Babel-ln-Sularia los trabajos de José Luis Gallardo logran un
hábitat que necesitaban y merecían, y vienen a formar un todo con
categoría de estreno.
Como un libro de poemas podremos abrirlo intermitentemente, no
de una vez, y elegir uno de sus veintinueve artículos y ensayos, en la
seguridad de que se nos va a invitar a una consideración estimulante
de temas a veces tan de superficie en apariencia como el acto social
de la inauguración de una exposición, o el film británico Sebastián,
o nos va a propiciar lecturas quizás escapadas o ignoradas. Babel-ln-
Sularia es en esto pariente cercano de esos artículos de Alejo Carpen-tier
-más o menos lejanos en el tiempo- recogidos en Tientos y Di-ferencias
de Editorial Calicanto y en Bajo el signo de La Cibeles de
Editorial Nuestra Cultura. Como en aquéllos, estamos continuamente
encontrando un texto y descubriendo a su autor, presintiéndolo, am-pliando
nuestra idea de él, lo cual da a lo impreso una dimensión más,
convirtiéndolo en un acto ético. Entonces un libro puede llegar a
apasionar.
No quiere esto decir que el de Gallardo sea un libro para cual-quier
tipo de lector, un libro divulgativo. La propia tirada de quinien-tos
volúmenes viene a indicar sus expectativas de difusión. Por su
carácter especializado está principalmente dirigido a un lector estu-dioso,
culto. La línea central que une los diversos temas que trata, el
acercamiento crítico de Gallardo a éstos, es la teoría del sujeto del
filósofo francés Jacques Lacan, a quien dedica el libro. En palabras
de este semiofisfa impenitente, como a sí mismo se llamaba Gallardo
en una entrevista en el Diario de Las Palmas, «el libro está inspirado
en Lacan, y en cierta medida se lo dedico a él. No es el sujeto que
ha entendido, hasta hoy, la cultura burguesa de la cual todos somos
tributarios. El sujeto lacaniano aparece como el sujeto de la caren-cia.
Ya no es el sujeto dado de una vez por todas de la filosofía idea-lista:
tampoco es el sujeto de Descartes, del cogito, de la Duda, sino
que es el producto de una carencia, de una falta de lenguaje».
Tal «sujeto de la carencia» nos habla, con la interpretación des-veladora
de Gallardo, de cosas, motivaciones, alturas o abismos que
el propio autor ha llevado a su obra sin ser, plena o necesariamente,
consciente de ello. Se manifiesta el otro sujeto, el no obvio, el incons-ciente,
tan verdadero o más que el aparente. Y a ese nivel despliega
José Luis Gallardo su empeño crítico, entre las ausencias presentes
de Millares y Dámaso, de Jesús Arencibia y Martín Chirino, de Toni
Gallardo, de Claudio Rizzo, de Cage y Juan Hidalgo, de Eugenío
Padorno, Man Ray, Tapies, Tomás Morales, Víctor Ramírez y hasta
del Dante, pues la riqueza de temas es impresionante. Esas mismas
ausencias presentes que subyacían en el «Rosebud» del Ciudadano
Kane, el héroe contemporáneo de Orson Welles; esa carencia escon-dida
tras la Luna de Bernardo Bertolucci y que se hacía consciente
bajo el brillante sol de las Termas de Caracalla con el fondo armó-nico
del Baile de Máscaras de Verdi. Ese es el espacio que transitan
los ensayos de Gallardo, el del glorioso inconsciente, libre e irre-ductible.
Uno de los más breves que Babel-In-Sularia recoge, no por ello
menor, revela muy claramente su interés crítico. Es el titulado «Ra-fael~:
Una puerta que franquear» (La Provirzcia, 1975). Tras una
aguda radiografía del ambiente inaugural de la Exposición Rafaely
leemos:
«En la pintura figurativa posiblemente la «transparencia» del
signo (el vulgar parecido) es suficiente (aparentemente al menos)
para la autosatisfacción estética. Los valores plásticos o poéticos (los
colores y los sonidos tomados en «sí-mismos»), para la mayoría, o
no son apreciados o quedan relegados a un segundo plano. O sea,
que la «literalidad» o especificidad de un texto o de un cuadro ha
pasado casi siempre desapercibida durante un largo período histó-rico.
La «anécdota», el «argumento» era lo transmisible, lo que se
«quedaba».
En el arte abstracto (en realidad cuando me refiero al arte abs-tracto
quiero decir todo el arte actual) lo mismo que en la poesía
concreta, pongamos por ejemplo, el signo se hace «opaco». Desa-parece
lo «familiar», lo «sólito». Por contraste, el contenido se hace
«fuerte», «resistente». Aparece el elemento «irracional» que paradó-jicamente
se identifica con lo «insólito», inesperado. Es el símbolo
en su sentido más alto. Es, en definitiva, una nueva manera de re-ferir,
de remitirse a un «referente» que no está ya en la obra misma
sino en su «entorno».
La lectura de Babel puede enseñar, en efecto, a no detenerse en
la simple literalidad del universo, en un tiempo en el que el PODER
de todo signo y los «valores cotizables» pretenden que el hombre vea,
guste, lea y piense según unos programas o intereses unidimensionales.
uniformes, que necesariamente destruyen la verdad del signo, quc
necesariamente traicionan la lengua, lo que viene a equivaler a una
autotrición del ser humano.
Cerrando el escope, el libro tiene también un significado de sin-gular
importancia dentro del ámbito cultural de las islas. Muestra
al tímido local, que plañe inactivo sobre la ínfima redondez de su
propio ombligo, que más allá de argumentados condicionamientos
geográficos es posible alcanzar altas cotas de creación y pensamien-to,
neutralizando distancias y borrando fronteras, que es la propia
inquietud, la curiosidad de hombre -mayor o menor-, el único
límite determinante.
Anotemos, para terminar, la triple división formal que el libro
ofrece, tras las páginas de introducción, bajo los epígrafes:
1. Del sujeto supuesto saber.
11. La memoria que no nos pertenece.
111. El laberinto de los signos.
Es un reparto equilibrado de los temas predominantes: artes
plásticas, música, poesía y cine, que en cierto modo podríamos mirar
como una crónica del acontecer cultural de Las Palmas en los 151-
timos seis años.
EMILIOM ENÉNDEZA YUSO
Correspoildencia:
U.N.E.D.
Lrs P ~ d i m s de Gi.ilii Cumria.