REVISÍfl
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ANTONIO ZAYA
Alfabéticamente, desde Alcover a Vostell, como cronológicamente de
Chirino a Socias y Roig, pasando por Phillips, Miralda y Dokoupil, la colección
Joan Guaita nos permite abordar el arte europeo de la segunda
mitad del siglo XX de un modo singular, con una mirada propia, más
allá de las opciones y tendencias que recoge, y que subrayan especialmente
los contenidos expresionistas, pop y conceptuales que han significado
la escena europea de este período.
En cualquier caso, apoyada como está en elementos tan subjetivos
como históricos, tan personales como estéticos, esta colección ni
quiere ni puede ser una visión completa y representativa del panorama
plástico de la época que recorre. Al contrario, la columna principal o el
vector que atraviesa por igual la presencia de estas obras es la propia
selección del autor, que necesariamente da nombre a la colección, pues
la significa y acota.
No es, desde luego, una colección caprichosa o arbitrana, sino el
resultado de las relaciones múltiples, profesionales, pero también subjetivas,
pei^sonales, que Joan Guaita cultiva con cada uno de los autores
de estas obras, que se reúnen públicamente por primera vez para su
exhibición en La Habana.
Desde luego, hay tendencias u opciones, desde los 50 hasta
nuestros días, que destacan sobre el conjunto y que ya hemos señalado
más arriba. Son estos subrayados y estas cursivas estéticas las que
ordenan el recorrido conceptual preferente que interesa a su verdadero
autor: Joan Guaita, y sin cuya mirada estas obras reunidas carecerían
del nexo común que las articula y empalma y les da significación.
Esta mirada propia, tan plural como única, no sólo aborda los
contenidos u opciones relevantes de la escena plástica europea a través
de autores diversos, también recurre a soportes y variables técnicas
que, desde la pintura, la escultura y la fotografía -pero también el
múltiple o la edición serial rigurosa, tan propia de Guaita- conforman
los lenguajes protagonistas de esta travesía peculiar, que informa tanto
de la historia personal de su autor, como de su contexto insular, cosmopolita,
receptivo.
Así como las grandes exposiciones históricas, trascendentales,
solemnes y oficiales se limitan a señalar las cimas o hitos relevantes de
la superficie, que condensan los signos generales de la representación
pero que frecuentemente carecen de una raíz y un contexto básico de
convergencia con las múltiples historias pequeñas, la colección nos permite
entrar en contacto no con la historia general -aunque también lo
haga sin proponérselo- sino mejor con las simas y subterráneos, con la
letra pequeña pero también las capitulares que informan por igual de
la leyenda y la historia, del chisme y el ensayo, de los encuentros y rup-
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turas, con la boca pequeña y grandilocuente, el orden doméstico y el
ghetto elitista.
En definitiva, la colección descubre más que la propia historia reciente
de nuestra cultura, la personalidad paradójica, múltiple, del propio
Guaita y, consiguientemente, además de permitirnos detener nuestra
mirada sobre distintos artistas y opciones, también, de manera similar,
nos invita a apreciar en el arte un modo de relacionarnos tan próximo
como ajeno, tan cercano como distante, con la ambigüedad y el
relativismo voluntario y consciente, propio de este maestro de ceremonias
que es Joan Guaita,
Nam June Paik. Cassetta per lettere. Bronce. Edición 4/6. jin Georg Dokoupil. Sin título, 1995. Dos bustos de bronce
(pátina negra y dorada). 30 x 14 x 18 cm.
Santiago B. Olmo. Marina Su/te C, 1996. R/3 aluminio. 48 x 180 cm.
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Paik / Charlotte Moorman / Peter Moore. Violoncello humano. Fotografía, 64 x 49 cm.
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