SERGIO BRITO
i PERO ROY, ESTO ES ARTE?}
CLARA MUÑOZ
.f '
Í "fW\
• • « ^ - ^
Si Sergio Brito desapareciese esta misma tarde, sería una grosería
imperdonable porque eso significaría dejarnos con la palabra
en la boca ya que interrumpiría una conversación que tuvo
su inicio a comienzos de los noventa con su participación en
una exposición de la Sala de Arte de Caja Canarias en La Laguna,
Tenerife. En aquella colectiva me llamó poderosamente la
atención una escultura suya formada por dos espléndidas estrellas,
una blanca y otra roja, de diferente tamaño, que se tocaban
en el extremo de una de sus puntas, manteniendo un
equilibrio imposible. Como contrapunto a la sobriedad de estas
dos piezas incorporaba al conjunto un pequeño peluche sujeto
a una de ellas. Aquel objeto circular de tonalidad gris metálica,
aquel cuerpo peludo que no terminaba de encajar con la
pureza formal de las estrellas, nos daba la pista de que allí ocurría
algo extraño. Algo que nos incitaba a seguir su juego, a entrar
en su territorio y descubrir las claves de un creador atípico
que no se conforma con la pureza y la sobriedad aceptadas con
el minimalismo o con un kitsch facilón decorativo que ha degenerado
del Pop art.
Conocer la obra de Sergio Brito, adentrarse en un mundo
formal tan personal y, en cierto modo, tan hermético, resulta
ser algo parecido a sacar un billete para un viaje a la vertiginosidad.
Cualquier planteamiento previo es rápidamente
llevado al límite, a un extremo tal que nos puede resultar extraño
o, incluso, chocante. Su vehemencia nos transporta al espacio
de la exageración, del rebose, del lado más voluptuoso y
sobrante de toda temática abordada. Apenas recuerdo el resto
de las piezas que colgaban de la Galería pero sí mi interés por
explorar el discurso personal de aquel artista que controlaba
tan bien las leyes de la seducción y había logrado, sin proponérselo,
que me fijara en sus creaciones. Varios años después
Sergio Brito. Independence Day, 1996.
Plástico y peluche, 55 x 75 x 300 cm.
•y^\/^
fuimos presentados y pudimos continuar esa dialéctica en la
que el artista siempre tiene la primera palabra.
Hace tiempo que el arte mira hacia el mundo, al ámbito
de lo público y lo privado, reflexionando sobre las experiencias
que nos ofrece la existencia en la actualidad. Habitamos en una
sociedad sin grandes convencimientos, pero consciente de que
el progreso no es ya algo totalmente positivo, que tiene su alto
coste y que no es demasiado complicado destruir nuestro entorno.
Por ello vivimos en una colectividad vulnerable y vulnerada
continuamente por los medios de comunicación de masas
que planifica continuamente estrategias de actuación que van
dirigidas directamente al subconsciente. Los medios de masas,
a través de los reclamos publicitarios, se encargan de hacernos
desear aquellos objetos de consumo que nos convierten en
Es en este complejo espacio donde actúa Sergio Brito
que, consciente de la banalización del arte inherente a toda sociedad
mediatizada, invierte el contenido de las estrategias publicitarias,
utilizando, al mismo tiempo, su propio lenguaje
formal. Compite con los medios de comunicación exagerando
y llevando hasta el límite sus indicaciones para mostrarnos la
seducción permanente de la que nos hablaba Guy Debord en
su libro La sociedad del espectáculo. Sergio Brito nos asegura:
"me guío por el lenguaje del espectáculo y aunque esté en contra
de la retórica del orden establecido, sí que empleo su sintaxis".
Acude frecuentemente a procedimientos alegóricos para
hablarnos de la saturación icónica que se vive tanto en el mundo
del arte como en la vida cotidiana y del empacho sentido
por los consumidores ante el continuo desarrollo realizado por
Sergio Brito. Canarias naturaleza cálida, 1997. Plástico, tela y aluminio,
100 X 200 X 200 cm.
compradores asiduos de toda clase de productos que salen periódicamente
en nuestro tiempo. Los rótulos luminosos, las vallas
publicitarias, los spots de televisión, los escaparates de los
grandes almacenes nos muestran, con gran eficacia visual, los
símbolos que todos deseamos alcanzar y que configuran los
sueños de bienestar y progreso a los que aspira la mayoría de
los individuos. El mundo del arte está completamente contaminado
por esta reahdad y por los códigos, conceptos y categorías
de nuestro sistema de comunicación. Las estructuras de
representación a través de las cuales aprehendemos el mundo
están perfectamente controladas por los mass media que, dotados
de una gran infraestructura, hacen continuos estudios para
conocer las aspiraciones, los deseos y hasta los sueños más
ocultos de todos nosotros.
Sergio Brito. Europin, 1997.
los mass media, que ha llegado a convertirse en el espectáculo
anunciado por los situacionistas.
A comienzos de los noventa, realiza una serie de trabajos
agrupados con el título Adorno y Vado. El vacío existente en
nuestra sociedad del que nos hablan pensadores como Lipo-vetsky
o Baudrillard, le ha servido de argumento para la creación
de una obra en donde la ornamentación y la fantasía son
el material de trabajo principal para la realización de una serie
de piezas. En muchas de ellas incorpora luz artificial logrando
con ello alterar la sensación que tenemos del espacio donde van
instaladas. Un gran "Rubí" rojo iluminado por una estela de
luces a su alrededor y un mueble con un "Corazón" blanco rodeado
de puntos luminosos intermitentes, nos habla de una
sociedad en la cual la presencia de imágenes ostentosas y en-
Sergio Brito. Looking For, 1998. Madera pintada y plástico,
45 X 20 X 20 cm.
volventes es lo frecuente. Un sistema que, incapacitado para
cambiar los cauces productivos de una economía cada vez más
agresiva, vende sus productos no por su calidad o su utilidad
sino por su impacto visual. Desde hace tiempo las leyes de la
seducción han pasado a un primer plano y numerosos profesionales
se encargan de hacernos desear todas aquellas cosas
que la moda nos impone como productos imprescindibles.
Sergio Brito nos introduce en ese mundo equívoco de lo su-perfluo,
de esa encantadora banalidad, de la vomitiva exuberancia,
del brillo barato y de la ostentación más engañosa con
la que juegan los mass media. Gran parte de su obra se mueve
entre las bambalinas de las apariencias, en el teatro de la representación
y del deseo, buscando en lo aparentemente obvio, la
complejidad de la exasperación de lo obvio y en lo aparentemente
complejo, la simpleza del regodeamiento en lo complejo.
A este creador le estimula hablarnos precisamente de una
sociedad cada vez más acostumbrada a sentirse defraudada;
que no tiene otro objetivo primordial que la mera apariencia,
donde los productos cargan en su precio el alto coste del mar-keting
y de la promoción técnica, de la que no se ha librado el
mundo del arte, en el que existen auténticos especialistas en
hacer creer a los compradores que el interés mostrado por sus
obras es síntoma de una sensibilidad por la cultura. Sus esculturas
son difícilmente combinables con el color de los tresillos
o de la decoración de la casa, con ese "discreto encanto de la
burguesía", porque en la obra de este creador, la sublimidad
puede ser chirriante y la adquisición de una obra suya no salva
al comprador.
Sergio es ante todo un provocador y en su magnífica osadía
no cesa de retar al devoto, al místico, al auténtico, al convencido,
al moralista, al defensor o al atacante. No tiene su
obra una víctima mejor que el creyente en un arte redentor y
un destino más apropiado que la hipocresía y la arrogancia de
una sociedad carcomida por la vanidad que no desea reflexionar
sobre el espectáculo y los excesos a los que ella nos tiene tan
habituados.
La obra de este artista mantiene ese carácter experimental
que hace posible una nueva redefinición del espacio y de los
dominios del arte. Su instalación formada por guirnaldas colocadas
transversalmente, distanciadas entre sí y materializadas
con mangueras de luces de colores intermitentes, se apropia de
la realidad "no artística" recreando un ambiente que nos evoca
el de las calles iluminadas en época festiva, sobre todo en
Navidad, cuando el ayuntamiento y las plataformas comerciales
derrochan fantasía y dinero, convirtiendo la vía pública en
un espectáculo de luz y color. La calle está ligada a nuestro concepto
de realidad y tiene una presencia concreta en nuestra experiencia
cotidiana. La participación activa del espectador en
esta instalación se produce mediante un mecanismo que hace
posible que el sonido, producido por los visitantes en su desplazamiento
al contemplar la obra o mediante sus comentarios
al hablar, se recoja en un aparato e interfiera en el ritmo de sus
luces. Esta instalación ha sido concebida para ser recorrida, pudiéndose
apreciar las diferentes relaciones espaciales que producen
las espirales encendidas que, ocupando cada vez más espacio,
tanto del ancho como del alto de la sala, nos envuelven
con su presencia lumínica. El motivo que unifica todas las guirnaldas
es la espiral. Toda la trascendencia que lleva implícita
esta figura, como expresión inherente a la cultura del hombre
desde sus inicios, es recreada por este artista con gran especta-cularidad.
A través de esta pieza nos habla del ampuloso espa-
CÍO de la vacuidad y el lujo en el que se encuentra inmersa
nuestra sociedad y el propio mundo de la cultura y el arte actual.
Esto no deja de ser una herejía en una tierra como las Islas
Canarias, donde la espiral ha sido proclamada símbolo de
identidad nacional.
En la columna iluminada se observa que el número de
copas coincide con el de las siete Islas Canarias. En esta escultura
está presente la idea de Canarias como un bloque compacto.
Sergio Brito ironiza en esta pieza fría y hermética, sobre
el orgullo que sienten muchos canarios al pensar que poseen
una especie de gran isla formada por la unión de las siete. Lejos
de recrearse en la mitología o la leyenda aborigen del Archipiélago
Canario, ha preferido hacernos comentarios sobre
la sociedad actual y sobre la banalidad que conlleva toda exhibición
del orgullo provinciano de ser nativo de un territorio.
Plantea con ello la paradoja inherente al esplendor de una imagen
sin contenido pero con una gran presencia. A partir del
año 1995, en muchos de sus trabajos reflexiona sobre el emplazamiento
donde vive y realiza la obra, para hablarnos en
torno a su identidad cultural, buscando un espacio de significados
mediante el cual hacernos sugerencias sobre su lugar de
origen, ironizando sobre las raíces y la parafernalia costumbrista
que se vive en los últimos tiempos.
En su serie titulada Síndrome de Peter Pan continúa su investigación
en torno al concepto de "identidad colectiva" defendida
por la mayoría de los partidos nacionalistas y populistas,
siendo una de las amenazas más graves que posee la democracia
para salvaguardar la tolerancia y la convivencia. Desde
un folclorismo, muchas veces inventado, se están recuperando
los mitos y los símbolos de la identidad canaria tradicional bajo
los postulados de gente que cree poseer la verdad sobre una
serie de temas en los que estamos todos inmersos. En su obra
Canarias naturaleza cálida, un igloo a lo Mario Merz, realizado
con múltiples inflables de risueños soles, recrea el gran sol que 85
Sergio Brito. Rubí, 1994. Vinilo, hierro y luces,
100x400x400cm.
todos los turistas vienen buscando al Archipiélago Canario. El
buen tiempo, existente en las islas durante todo el año, permite
a gentes de muchos países acudir a nuestras playas a calentar
sus cuerpos y retozar mientras el sol les acaricia la piel, siendo,
además, la mayor fuente de ingresos de las islas afortunadas.
Sergio Brito es consciente de que el gran astro luminoso del sistema
solar es el dios que todos desean adorar para que la economía
no quiebre y todo siga igual. Por ello, ha recreado esta
provocadora naturaleza artificial formada por múltiples soles
que, rebasando la frontera de la "prudencia", se adentra en el
accidentado territorio de los excesos y las ostentaciones para
hablarnos de lo que ofrecen unas pequeñas islas atlánticas situadas
en el noroeste de África.
El plátano es también otro de los símbolos más populares
con los que se identifica la canariedad. Recordemos la campaña
que ha llevado a cabo la Consejería de Turismo y Transportes
del Gobierno de Canarias con "Guanchito" -un plátano
gigante que recorrió España- para promocionar el turismo nacional
en el Archipiélago Canario. Brito, con una actitud crítica
y escéptica ante todos esos fenómenos de marketing, ha elaborado
dos esculturas: La isla de nunca jamás e Independence
Day. Lejos de adoptar la hipócrita actitud de respeto que tienen
otros hacia las cosas que se consideran "de siempre" se cuestiona
muchos de estos iconos, deconstruyendo la visión paradisíaca
y bananera que se tiene de las islas afortunadas. Un plátano
gigante, realizado con muchos plátanos inflables de los
que se llevan los turistas que visitan las Islas Canarias, configura
la obra Independence Day. Por un lado ésta es la fruta más
popular de las islas y ha dado nombre a ciertos comportamientos
que tienen que ver con una relajada forma de enfrentarse
a la vida cotidiana. Lo que en otros lugares podría entenderse
como "estar atontado" en las islas se dice "estar aplatanado".
Este tema ha sido reflexionado en Canarias por el poeta
surreahsta Pedro García Cabrera en 1930. Según este autor,
"el aplatanamiento es el lugar común más agudo y más desastroso
que pudo inventar un pueblo, para no hacer nada. En él
halla disculpa toda inactividad. En él se refugia toda responsa-bihdad.
A él se acude como escudo protector para eludir toda
acusación pasiva. En él se entierran las energías de un pueblo".
Por otro lado, el famoso cuadro de Andy Warhol representando
un plátano, elegido entre otras cosas por sus connotaciones
fálicas, ha sido reinterpretado por este creador ironizando sobre
esa actitud típicamente provinciana de los que toman como
objetivo encontrar puntos comunes entre la modernidad y
Sergio Brito. Sin título, 1995. Madera, luces, metal y mármol,
200 X 70 X 60 cm.
las costumbres e imágenes vernáculas. En los últimos tiempos
se ha visto especialmente favorecida desde el poder la recuperación
de toda una serie de comportamientos y costumbres en
desuso, que ahora se argumenta como "lo nuestro". Con esta
escultura Sergio Brito llega a la exasperación al realizar un plátano
que es el resultado de aprisionar muchos otros plátanos
dentro del contorno de otro mayor, con lo que se consigue el
plátano más plátano de todos, el superplátano, el platanón, el
fruto de la platanería, el símbolo del aplatanamiento y de toda
una política platanonacionalista y además es moderno porque
lo glorificó Andy Warhol.
El arte que se desarrolla en nuestro tiempo se caracteriza
por carecer de una única mirada sobre la vida y el mundo que
nos rodea, teniendo que ver más con experiencias personales
que se cruzan, trayectorias incoherentes y una falta de convencimiento
doctrinal que genera un pensamiento débil frente a
los grandes dogmas de los artistas de principio de siglo. En la
mayoría de los trabajos de esta serie Sergio Brito reflexiona en
torno a la situación que se vive en el mundo del arte en los últimos
tiempos, que parece incapacitado para despojarse de los
modelos del pasado, no quedándole otra salida más que la de
su reinterpretación. Este creador se nutre plenamente de estas
circunstancias para realizar una obra de una fuerte presencia
visual y plástica. De forma desprejuiciada es capaz de habitar
entre los diferentes lenguajes producidos en el mundo del arte
de los últimos cuarenta años, haciendo además alarde de saber
dar un sello personal a sus trabajos, cuestión que es difícil de
lograr cuando no se parte de la coherencia como premisa y se
toma como espacio de referencia. Manipula la imaginería del
pop, al mismo tiempo que recorre los terrenos fronterizos del
conceptual o hasta del mínimal, convirtiéndose en el prototipo
de artista de trayectorias múltiples, pero con un mundo formal
propio que lo hace perfectamente identificable en cualquier terreno
en el que se adentre.
En su obra ¿Pero Roy, esto es arte? un bocadillo iluminado
de tamaño gigante, similar al de las viñetas escritas utilizadas
por Roy Lichtenstein, se pregunta, con un toque de humor,
por los caminos que ha tomado el arte en la era posmoderna.
Vattimo hace años que nos habló del proceso de estetización
que se ha producido en la vida cotidiana reduciendo el territorio
de lo artístico. La crisis de valores se ha hecho evidente y
pensadores como Baudrillard aseguran que el arte sólo ejerce
hoy en día la magia de su desaparación, en un agotador desgaste
producido por los innumerables juegos de referencias. En
esta situación la experiencia artística se hace cada vez más difícil
y por ello algunos creadores han pensado que la única opción
que les queda es la de utilizar los recursos del pasado des-contextualizados.
Una de sus obras más inquietantes es Europín, que evoca
la bandera americana realizada por Jasper Johns. Una bandera
de supermanes realizada con muñecos inflables ondea como
testimonio de unos tiempos que están en vía de extinción. Su-perman,
el héroe de los grandes valores masculinos, el hombre
capaz de salvaguardar los logros y méritos de occidente ya no
tiene otra utihdad que la de entretener a los pequeños en sus
horas de ocio. La bandera de los hombres justos, honestos y
fuertes que jamás mienten; defensores de la humanidad, de los
más débiles y de las causas perdidas, es al mismo tiempo la personificación
del estado supranacional que los europeos intentan
crear en la antigua Europa a imagen y semejanza de los
EE UU. El héroe de los comics americanos se tambalea en unos
Sergio Brito. Trans, 1998. Plástico y madera,
40 X 45 X 45 cm.
tiempos en los que el feminismo se ha cuestionado el papel de
hombres y mujeres en la sociedad. Europín es una especie de caricatura
burlesca, formada por unos supermanes ridículos, fácilmente
desinchables ante el más mínimo pinchazo, realizada
con plástico contaminante y no degradable que en su intento
de representar los roles idealizados del varón resulta patética.
T
1
C
A
87
Sergio Brito. ¿Pero Roy, esto es arte?, 1996. Metacrilato, vinilo y ñuorescente,
100 X 80 X 14 cm.